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Después de un año de la no muy difícil victoria sobre el régimen de Saddam Hussein, que tampoco se defendió mucho, Irak se muestra en un estado de guerra permanente, muy lejos de haber sido pacificado. Como estuvo el Líbano durante 18 años y como sigue estando Palestina, Somalia, la ex Yugoslavia, Afganistán, Chechenia...
Los últimos bombardeos de los medios de comunicación hablan de las milicias que tienen por jefe a un tal Moqtada Al-Sadr, un joven cura chiíta, que muestran con la barba y el turbante de rigor, desconocido hasta hace pocas semanas pero rápidamente ascendido a "enemigo número uno" de los Estados Unidos, tan peligroso que para el comandante de las tropas americanas en Irak, el general Ricardo Sánchez, su captura, "vivo o muerto", sería "objetivo prioritario", así como hace algunos meses era objetivo prioritario la captura de Saddam Hussein y como lo sigue siendo la del otro "malvado" Osama Bin Laden. El "terrorismo", según esta versión tan divulgada, estaría en efecto organizado, a nivel internacional, por Bin Laden, que habría jurado guerra a los USA por motivos propios, religiosos, políticos, personales... ¿Quién lo sabe?
Es necesario no dejarnos marear por este infinito desfile de personajes, demonios o héroes, presentados a las inocentes opiniones públicas del Norte y el Sur del mundo como risibles figuras de opereta, y que muy probablemente incluso lo son. Según el guión, Bin Laden tenía sus bases en Afganistán, protegido por el régimen de los Talibanes (que en su momento los Estados Unidos organizaron y armaron para abatir el régimen filoruso), por tanto era necesario atacar a Afganistán para hacerle salir de la guarida, pero Bin Laden conseguía escapar en una vieja motocicleta. Se hizo entonces necesario atacar Irak donde el ex aliado "dictador" Saddam Hussein detentaba y producía armas de destrucción masiva, protegía a los terroristas y pensaba atacar a Occidente...
Ocupado Irak en pocos días, destruido el aparato del Estado, disuelto el partido Baaz y el ejército, la victoria fue finalmente proclamada solemnemente. Pero una guerrilla tenaz continuaba infligiendo un goteo de muertos a las tropas ocupantes: decían que el problema era todavía Saddam Hussein que dirigía estos grupos desde la clandestinidad. Sin embargo, una vez capturado el último "as de picas" iraquí, escondido en un zulo, la guerrilla ha continuado con la misma o más intensidad que antes. Ahora el enemigo es este curilla, aunque hijo de un supercura, el "gran ayatollah" Mohamed Sadek Sadr, asesinado en 1999 precisamente por Saddam Hussein.
Mientras tanto, hace unos días, en la ciudad de Falluja, 60 kilómetros al oeste de Bagdad, se han verificado enfrentamientos entre milicias, llamadas "sunitas", y soldados americanos. Estos, como su oficio reclama, no se han andado por las ramas y han reducido buena parte de la ciudad a escombros. Hasta uno de los miembros del Consejo iraquí nombrado por los USA ha definido el asalto americano "un castigo colectivo infligido a los habitantes". Se habla de unos 70 muertos entre las tropas americanas y unos 600 muertos y miles de heridos entre la población, que ha tenido que huir precipitadamente. También ha llegado noticia de que el segundo batallón del nuevo ejército iraquí adiestrado por los USA se habría negado a intervenir. La matanza de Falluja ha hecho dimitir a diversos miembros del gobierno iraquí que no quieren comprometerse por más tiempo con los ocupantes.
Los Estados Unidos tienen necesidad de la guerra, así como la tienen del petróleo iraquí para llevarla a cabo y vencerla. La Autoridad Provisional de la Coalición (APC) ha comunicado a mediados de abril que «desde que ella gobierna Irak, Bagdad ha exportado petróleo por más de 7,5 millardos de dólares» y que tal suma «ha sido depositada por la Autoridad, dirigida por los USA, en el Fondo para el Desarrollo de Irak». En resumidas cuentas que los costes de la ocupación americana de Irak son pagados con los ingresos del petróleo iraquí. Según la OPEC el valor de las exportaciones petrolíferas iraquíes ha sido aún más alto: en el 2003 fue de 9,6 millardos de dólares y este año podría superar los 16,5 millardos. En base al presupuesto oficial de 2004 publicado por la APC, los ingresos petrolíferos deberían aumentar en siete veces entre el 2003 y el 2006. El Fondo está controlado por un comité de la Oficina de Gestión y Presupuesto de la APC que depende directamente del administrador de los USA para Irak, Paul Bremer.
El petróleo iraquí es ahora asunto americano y Washington no va a soltar la gallina de los huevos do oro aunque Bush, como es posible que pase, sea sustituido por el elusivo John Kerry, que ya ha escrito en el Washington Post: «Si nuestros mandos militares requieren más soldados se los deberemos mandar (...) Debemos persuadir a la OTAN para que emprenda una nueva operación out of area para Irak bajo la responsabilidad de un comandante americano», es decir, como escribe el periódico Il Manifesto, «Kerry anuncia querer proseguir la guerra y la ocupación».
Los americanos han sido acusados por los europeos de incompetencia y de menospreciar los problemas, hasta sus aliados ingleses han criticado su modo de actuar, que haría aumentar día a día el frente de los opositores. Pero no se trata sólo de incompetencia. Según informa el periódico Il Manifestodel pasado día 14, el más alto oficial de los USA, el presidente de los joint chiefs of staff(Estado Mayor Conjunto) el general Richard Myers, el 7 de abril en uno de los actos informativos del Pentágono, contaba el cometido de América en el desencadenamiento deliberado de los acontecimientos de esta primera mitad de abril. El objetivo habría sido el de legitimar una presencia a largo plazo de las tropas USA en Irak. Sólo que posiblemente la cosa se les ha ido de la mano, si es verdad que la reacción iraquí ha sido más fuerte de lo que estimaban los estrategas de las estrellas en la solapa.
Se avecina en efecto la fecha del 30 de junio cuando, bajo presión de las potencias rivales, los americanos han tenido que prometer conceder algún tipo de "autonomía" a un gobierno iraquí "independiente", para llegar después a elecciones "libres". Pero "autonomía" interna iraquí no significaría otra cosa que repartir la renta del petróleo con las clases dominantes del país, y los sabrosos contratos de la "reconstrucción" con los otros bandidos imperialistas, algo que obviamente las grandes compañías americanas pretenden demorar todo lo que se pueda.
«No pensamos que esa fecha (el 30 de junio) sea militarmente importante en términos de variación de nuestras tácticas, procedimientos o técnicas, ni de nuestra misión», ha declarado el general americano Mark Kimmit, subdirector de las operaciones de la coalición. «Esperamos trabajar el 15 de julio exactamente como lo hacíamos el 15 de junio».
Los USA no disponen ya de las grandes posibilidades de corrupción que desplegaron al final de la Segunda Guerra Mundial, infiltración financiera imperial que extendieron por todos los países derrotados, y nada tienen hoy para conceder a los iraquíes si no corrupción, represión y charlatanería sobre la "libertad" y la "democracia". En el exterior todos los competidores imperialistas están al acecho y en el interior todas las clases les repudian. Los ocupantes sólo pueden encontrar apoyo en resucitados "señores de la guerra" locales, en las incursiones de bandas armadas, de entre las cuales la suya será siempre la más fuerte y organizada. Por tanto lo único que pueden hacer en Irak es otra balcanización. Incluso la Constitución Provisional, aprobada en la primera semana de marzo, abre la puerta a ulteriores conflictos con la división del país en tres Estados étnicos (curdo en el norte, sunita en el centro y chiíta en el sur). La espuma de los faccionismos en ebullición, en la cual se mantiene a flote el barco americano, es además un antídoto seguro contra la lucha de clase, y quizá sea ésta su función más importante, también allí y ahora.
La política iraquí de Bush (por poner un símil) es el reflejo de la que lleva a cabo su hombre en Israel, Ariel Sharon: dominar a través de perpetuar un estado de movilización bélica permanente. El antiamericanismo que se difunde en Irak y en los países árabes, paradójicamente, no es causa de gran disgusto para la burguesía americana y sí es el fruto de la política de Washington. El gigante imperialista en crisis no está en condiciones de dar ninguna salida a los millones de desheredados iraquíes que, con la caída del régimen, se han quedado sin recursos. Y por eso se dedica a llevar a cabo espantosas represalias en amplias zonas urbanas para encontrar "terroristas", así como detenciones arbitrarias entre la población. En los rencores que así se suscitan se apoyan los clérigos, chiítas y sunitas, que gozan, como todas las Iglesias, de una difusión capilar en el país además de dinero, mucho dinero, que es necesario para pagar a milicias y armarlas, para que se movilicen cada vez más secuaces contra los ocupantes. Otros Estados burgueses, vecinos y no vecinos, a su vez pueden colaborarfinanciando y armando sus propias bandas.
Por lo tanto guerra, guerra a cualquier coste aunque sin ninguna estrategia política a largo plazo. El capital, del que los Estados Unidos son el máximo representante mundial, tiene necesidad de guerra para sobrevivir a su crisis histórica y, progresivamente, tiende a succionar hacia este torbellino de destrucción y muerte a todo el planeta.
Hoy es el proletariado iraquí atrapado entre dos terrorismos,
el americano por un lado, y el islámico por otro. Mañana,
para los proletarios de todo el mundo el nombre de los dos polos, serán
distintos, quizás, pero igual la sustancia contra la que luchar.
Del análisis de las bajas civiles ocasionadas por los grandes conflictos bélicos capitalistas, se observa que va en aumento el número de las mismas a medida que el Capital generaliza por el planeta sus leyes mercantiles, y junto a ello, perfecciona continuamente sus medios de producción, y de destrucción. Comparemos el número de víctimas civiles en la primera contienda imperialista europea entre dos Estados plenamente capitalistas (la guerra franco-prusiana), con la Primera Guerra Mundial y sobre todo con la Segunda. Observemos también las consecuencias para la población civil de los llamados “conflictos menores”, prácticamente continuos desde la rendición de los Estados del Eje en 1945.
Sabiendo que el proletariado para el Capital no es más que una mercancía más que hay que suprimir cuando sea necesario, podemos vaticinar que los próximos choques interimperialistas van a encontrar en la masa de la población civil, o sea en el proletariado, un objetivo fácil y sin capacidad de respuesta. Así ha sucedido en las últimas guerras balcánicas, en África, y en la aplicación del terrorismo, como hemos podido comprobar meses atrás en España.
Los atentados del pasado mes de marzo en Madrid hay que inscribirlos dentro del bagaje de recursos que los diferentes Estados burgueses utilizan con arreglo a sus fines, y a ello se presta el carácter ultrasecreto de las organizaciones que hacen del terrorismo su modus operandi. No hay prácticamente ni una sola organización de este género en el mundo que no tenga, directa o indirectamente, consciente o inconscientemente una vinculación con algún aparato estatal.
Atentados de bajo coste y gran repercusión, son los ideales según esta lógica criminal capitalista. De ahí que los trenes de Cercanías madrileños, abarrotados de trabajadores en las horas punta, fuesen el objetivo perfecto. Los explosivos, obtenidos con ayuda de un delincuente-confidente policial, fueron introducidos en sendas mochilas y depositados en los vagones de los trenes, donde ninguna de las adormiladas víctimas pudo imaginar lo que contenían. Bien aderezadas de metralla para ocasionar el mayor número de bajas obreras, las bombas hicieron explosión con los resultados que todos conocemos.
Que se trató de un atentado contra nuestra clase, no ofrece lugar a dudas. No un atentado contra los españoles, pues muchas de las víctimas, muertos o heridos, eran de otras nacionalidades, ni tan siquiera un atentado contra la cristiandad, como insinuó el capcioso cura Rouco Varela. El rasgo común a todos ellos era su condición de trabajadores, de esclavos asalariados que todos los días deben procurarse su sustento desplazándose, a veces decenas de kilómetros, para soportar largas y agotadoras jornadas de trabajo por sueldos miserables.
Madrid volvió a ser por unos momentos la ciudad mártir de aquellos lejanos años de la guerra civil, en los que los bombardeos fascistas acompañaban las actividades cotidianas de sus habitantes obreros. También en aquella ocasión fueron los barrios proletarios los más castigados por la aviación y la artillería franquista. Y como en aquel entonces, y como suele suceder entre la gente humilde ante la adversidad, el espíritu solidario, ese rasgo que viene acompañando a la especie humana desde el comunismo tribal hasta la maldita sociedad clasista actual, hizo acto de presencia. De manera espontánea todo el que pudo ayudar lo hizo. Unos confortando a los heridos en las zonas más inmediatas a la tragedia, y otros, miles, ofreciendo su propia sangre para reparar la enorme hemorragia provocada a la clase obrera madrileña y mundial. Gestos, esporádicos, sí, pero aleccionadores, que nos hacen ver que el espíritu del comunismo no ha sido totalmente aniquilado tras miles de años de sociedades clasistas basadas en la desigualdad y la explotación del hombre por el hombre. Gestos que contribuyen a fortalecer nuestra fe en la revolución y en la sociedad sin clases que será su consecuencia dialéctica e histórica.
Y tras la emoción, vino la reflexión. ¿Quién ha instigado estos atentados? ¿Cuál ha sido la verdadera motivación? Dado que no podemos movernos en otro medio que no sea el de las hipótesis, y a la vista de los resultados, nos permitimos sugerir que lo que se pretendía realmente era reorientar la política exterior española, utilizando en esta ocasión el así llamado terrorismo islámico.
A pocos días de unas elecciones generales los atentados influyeron decisivamente en el resultado de las mismas. Eso mismo percibió el gobierno burgués del PP desde el primer momento, y de ahí el esfuerzo patético que realizaron para culpar a ETA, intentando alejar las sospechas de las represalias islámicas por el apoyo español a los EEUU en la invasión de Irak. La impresión fue que el PSOE se encontró con una victoria electoral que no esperaba, ni en cierta manera deseaba, a la luz de su actitud de prudente silencio ante el atentado y las mentiras gubernamentales.
Fueron esas mentiras y la descarada manipulación de los hechos ante las inminentes elecciones, lo que motivó que la noche antes de las mismas, miles de personas, se lanzasen a la calle. Que el objetivo de la mayoría no fuese otro que el desalojo del PP del poder, resultó evidente tras conocerse la victoria del PSOE, ya que cesaron las manifestaciones. Por lo tanto nada de “acción de las masas” para derrocar al gobierno de turno, como han pregonado algunos alegremente. En realidad, lo que se ha producido, todo ello dentro de la más absoluta normalidad democrática, es el relevo en las riendas del Estado capitalista español. Por lo tanto, y siendo normal que el PSOE quiera aprovechar la ocasión de volver a él, estamos asistiendo a ligeros retoques que el gobierno “más de derechas” de Aznar era incapaz de realizar: dígase más vinculación con el imperialismo europeo que con los EEUU, ampliación del aborto aunque ahora ya sin prisa, retirada de la obligatoriedad de la religión en las escuelas (ya veremos como acaba este asunto), igualdad de derechos para las parejas del mismo sexo y poco más. Lo fundamental, leyes laborales y política económica, todo seguirá igual, dependiendo del grado de combatividad de la clase obrera, que está alcanzando en España mínimos históricos.
En resumen, una vez más la sangre del proletariado ha sido derramada por unos objetivos que no son para nada los suyos, sino los de sus enemigos directos.
Honremos a nuestros caídos perseverando en la lucha contra esta
sociedad infame.
FUERZAS Y FORMAS DE LA PRODUCCIÓN
Los fenómenos de la evolución técnica, que se desarrolla ante nuestros ojos, podrán ser dominados y comprendidos solamente tras el triunfo de la revolución proletaria.
La actitud burguesa en relación a la técnica asume hoy connotaciones ambiguas o extremas: existen corrientes que la combaten, otras que la consideran capaz de resolver cualquier problema. Y finalmente estamos los comunistas, defendiendo que no existe una técnica en sí misma, sino que existe un nivel de capacidad de producir y modos o relaciones de producción, en los cuales las técnicas de distinto género están organizadas por las clases, en un determinado orden de subordinación social. Esto es lo que nos caracteriza, y que comporta para los adversarios una mayor dificultad, ya que no estamos dispuestos a razonar en términos genéricos o abstractos, de favor o de odio preconcebido en relación a las máquinas.
A diferencia de todos estamos convencidos de que las fuerzas productivas, en un cierto grado de su desarrollo, no pueden ser contenidas dentro de las viejas y angostas relaciones de producción. Cuando la sociedad está preñada, inevitablemente, en un cierto momento, empiezan a sentirse los dolores del parto, y una nueva sociedad, fundada sobre nuevas relaciones, empieza a nacer.
Podrá aducirse que el partoha sido y será, históricamente, trabajoso, pero dominar la técnica moderna será posible sólo por parte de una nueva clase, no de un nuevo pensamientoburgués o pequeño burgués que no se deje apabullarpor las máquinas, miedo típico de quien no sabe ver la vía de escape ante la presión del Capital muerto que fagocita y vive del trabajo vivo.
Representar a la Técnica como al gran Golem invencible, no es otra cosa que la construcción de un ídoloal cual hay que ofrecerle sacrificios para aplacarle. No son precisamente esta dinámica y esta dialéctica las capaces de dar una perspectiva al proletariado y, por ello, a toda la especie humana. La técnica no es una estructura totalizadora, triunfante e insuperable, como pretenden hacernos creer. El que finja no ver el nexo existente entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción está condenado a inventarse el Ídolo, del mismo modo que en los modos de producción pasados, incapaces de ver el fin del esclavismo antiguo, todo se explicaba con la llegada de un Salvadormesiánico, esperado y seguido por unos, y ajusticiado por otros.
Una vez aceptada e inmersos en la lectura marxista de la técnica, cualquier interpretación o descripción contraria resulta inconsistente e incapaz de dar una explicación a la dinámica interna de la producción material de la vida. La preocupación de no poder afrontar y controlarlas innovaciones tecnológicas, como se las define hoy, es el producto de la debilidad objetiva e histórica de la clase burguesa, antes que de su pensamiento.
El mito moderno, desde Fausto hasta las creaciones más o menos sugestivas de nuestra menos genial cultura, tienen por objeto la amenaza inherente a cualquier adelanto técnico: el alambique que podría explotar, el descubrimiento que podría modificarse acabando con la vida en las formas conocidas, llegando hasta la catástrofeque puede acompañar a la posibilidad destructiva de la energía. ¿No son todas éstas, variantes del mito de Prometeo, tan familiar para nosotros?
La clase dominante no puede dominar, incluso a nivel conceptual, la técnica ya que las fuerzas productivas son el hecho dinámico y sólo relativamente controlablesfrente a las relaciones de producción, que constituyen la forma que la realidad material "artificial" asume en la relación social. La magnitud de las fuerzas productivas constituye el elemento explosivo, que mientras rompe el cascarón de las formas sociales de producción constituidas, solamente se asienta mediante procesos revolucionarios, cristalizando en relaciones de producción, dentro de los cuales el elemento voluntarioestá en grado de ejercer su influencia y su control. La técnica, como producto de la mano social, puede escapar a su control: esto es lo que sucede continuamente en la sociedad capitalista.
¿Qué nos hace creer que el socialismo estará en grado de dar forma y seguridad, de tal modo que los remedios de la técnica no sean peores que el mal por el cual se han inventado y puesto en marcha? Lo podemos deducir en negativo, por la descripción crítica del vigente y desbordante capitalismo.
No existe una técnica por encima de las clases, fruto del ingenio humanogenérico. Y sin embargo la mentira más difundida parece que hoy más que nunca hace estragos: la técnica liberará al hombre de sus miserias y dificultades. Esto tiene su origen en la representaciónque tiende a dar históricamente la burguesía de la realidad: ocultar sus contradicciones básicas mediante el mitode la ciencia y de la técnica, evitando desvelar las relaciones sociales y la propiedad de los medios de producción, haciendo creer que la sociedad actúa y produce sin divisiones internas.
Allí donde esto ha sucedido, como en la sociedad orgánica primitiva, esto no encuentra objeción por nuestra parte; pero el hecho de que la sociedad moderna esté dividida en clases, no es un descubrimiento de Marx, y él mismo lo reconoce honestamente, y es algo que ni los mismos defensores del Capital, hoy, ignoran. Simplemente, rechazando las consecuencias lógicas de esta división, niegan que ésta pueda invalidar todo el aparato, tanto productivo como distributivo. La técnica y la ciencia tendrían, según ellos, el poder de pasar por alto estas fracturas, o más bien curarlas como si fuesen un fármaco natural.
El corazón del materialismo histórico, por el contrario, es este: la clase socialmente dominante somete, plasma y organizalas fuerzas productivas técnicas con miras a mantener su privilegio; no hay descubrimiento o hallazgo de la técnica que pueda escapar a esta necesidad. Incluso, a nivel particular, los centros de investigación, presentados como lugares protegidosde los egoísmos y de los intereses, y en los que sólo se buscaría la verdadde las cosas, para después aplicarla en la realización de instrumentos útiles a la humanidad, no sólo están condicionados, sino determinadospor las fuentes de financiación que provienen del aparato productivo mayor, del Capital como sistema de vida social compleja. Esto es tan evidente que no necesita más explicaciones. El análisis que ha hecho Marx del Capital constituye la representación orgánica y científica de los procesos a través de los cuales el trabajo asalariado, el capital variable, es dominado por el capital constanteen todas sus formas, desde el trabajo en las fábricas, a los laboratorios de investigación más refinados.
El Capital, ávido de beneficio empresarial inmediato, somete fácilmente a la técnica y a la ciencia ya que, al detentar los medios de producción y la riqueza, puede corrompera los científicos obligando a sus técnicos asalariados a hacer su voluntad. Este es un fenómeno odioso y tan evidente a todos, incluso a muchos de los técnicos y científicos, digámoslo así, honestos de esta sociedad, que ha llegado a ser vox populiy objeto de repetidas en insistentes denuncias retóricas, tan hipócritas como impotentes. La empresa que actuase de otra manera sucumbiría. Pero, por otro lado, la violencia obtusa e interesada del Capital sobre la actividad y el conocimiento humanos se lleva a cabo por una vía más profunda, sutil, desconocida e involuntariapor parte de los mismos burgueses, a través de las taras de su inteligencia de claseque se manifiestan en supersticiones, prejuicios, insensibilidad y una masa de verdaderos y propios errores sistemáticos. Un determinado astigmatismo de clasegolpea a los estudiosos y a sus proyectistas. Esto desde el interior del sistema aislado, desde el interior de la sociedad capitalista, es difícil de señalar, de igual manera que sería difícil explicar en un colegio de ciegos que el color azul no es el verde. Sólo la burguesía revolucionaria, en su época, pudo ver, y denunciar, los garrafales erroresde la escolástica medieval en astronomía, medicina, etc., mientras los eruditos estaban convencidos, y aportaban pruebas, sus mal interpretadas pruebas, de que la Tierra estaba quieta dentro del Universo.
Veamos otra confirmación de la absurdez del principio democrático: las clases enemigas no podrán comprenderse ni convencerse nunca.
De aquí deducimos que el comunismo es la salida de la prehistoria
humana, y solamente se hará verdadera Ciencia y crítica
de las supersticiones actuales, peores que las de los antiguos sacerdotes,
en una sociedad post-salarial y post-mercantil y que sólo de esa
manera la técnica estará realmente destinada a la reducción
del esfuerzo y de la jornada de trabajo.
La presunta autonomía de la Ciencia
A pesar del indeterminismo tan de moda, la dura ley del trabajo no ha conseguido aún liberarse, en el régimen capitalista, a la caída tendencial de la tasa de ganancia. Cada innovación técnica, privada de sus aspectos fenoménicos y de sus brillantes confecciones, trae consigo el estigma y la condenación de la reacción esta ley. No hay descubrimiento que pueda escapar a esta ley de gravedad, al pesado tributo debido a las férreas leyes del mercado. Esto es lo que ha defendido Marx en toda su obra, fijando insistentemente su atención en la ciencia, en los descubrimientos de la dialéctica de la naturaleza, desde Darwin a Morgan. Por nuestra parte no existe ningún indiferentismofrente a las revolucionesque azotan sin tregua la producción y la reproducción del Capital; pero recordando una vez más que sólo la revolución proletaria, que es social, es decir políticay no simplemente técnica, estará en grado de liberar el trabajo de la condena a la que lo somete el régimen de fábrica.
La sucesión de las revoluciones técnicas, desde la máquina de vapor, que permite el desarrollo del moderno capitalismo, hasta las últimas de la informática y la telemática, indican que los mismos sectores de actividad en los que anda entrometido el Capital, nunca han sido libresni han sido fruto de la casualidad: cualquier aparente casualismo de los descubrimientos ha sido anticipado y acompañado de una fuerza más poderosa que cualquier serendipity, la nueva ilusión que parece animar las esperanzas de los científicos sin principios, o sea la idea de que le acompañe la fortuna, con el fin de obtener todo cuanto pueda desear.
Cuando nos hablan del descubrimientodel nuevo mundo por parte de Colón y sus compañeros, como fruto de la casualidad, cosa discutible ya que lo que ellos esperaban era alcanzar las Indias, se olvidan que, pese a la insuficiencia de sus nociones físicas y sus verdaderos errores de cálculogeográfico, las potencias de la época buscaban oro, como imposición del desarrollo del mercadoen la Europa de entonces. Daba igual la tierra que se descubriese, lo importante era encontrar oro. Y el oro apareció. Por lo tanto, según el método de nuestra escuela, de lo que se trata es de profundizar las razones superficiales ideológicas, religiosas, políticas, o de cualquier otra índole.
Las mismas carabelas, presentadas poéticamente como frágiles navíos, son bien conocidas, técnicamente, siendo el resultado del desarrollo de las fuerzas productivas de la época. Eso es obvio, se nos dirá, sí, pero mucho más serio que la serendipityque atonta a los epistemólogos, los estudiosos de la historia de la ciencia, carentes de ideas y de seriedad investigadora. Si es cierto que la penicilina fue descubierta de casualidad por Fleming, no es menos cierto que este científico se encontraba, no por casualidad, entre los mohos que habían atraído su curiosidad y atención. De esta forma, mientras hoy se pregona la telemática como la quintaesencia de las maravillas, no se admite que la investigación matemática y lógica ha sido activada desde hace un siglo, no en nombre del conocimiento puro, sino de apremios materiales que le exigen ahorrar tiempo y hallar la manera de aplicar las matemáticas a las máquinas, obteniendo instrumentos que frenen la caída de la tasa de ganancia, que hagan las máquinas más manejables, asequibles al cálculo, todo al servicio de su majestad el Capital.
¿Acaso queremos decir con esto que no sea necesario el ingenio? Lo que queremos decir es que el ingenio no vive del aire, y sólo se puede desarrollar en medio de la vida productiva, admitiendo que se necesita un cierto tipo de aislamiento y de distanciamiento en la praxis en sentido estricto, para que pueda producir sus frutos. Puede imaginarse un circuito dialéctico entre – la primera potenciación de las capacidades del trabajo humano – liberarse de la presión permanente e ineludible de procurarse los medios indispensables para la vida, desde la comida al cobijo – el nacimiento del pensamiento teórico, de la reflexión sobre el trabajo humano y la naturaleza, como actividad distinta. En este sentido ha sido determinante para nuestra especie el paso de la condición de cazador-recolector nómada a la de ganadero-agricultor sedentario.
La formación del cerebro, y el funcionamiento de la red social
de cerebros, que han permitido el desarrollo cognitivo más veloz,
son cosas que todavía hay que investigar y explicar. Solamente cuando
esto se lleve a cabo, tendrá verdaderamente sentido plantearse la
cuestión de si los universales son reales, o sólo
nominales, si tenemos razón los logísticos o los psicologistas.
Que el descubrimiento de remedios para vivir haya acelerado la formación
de un cerebro-mente en grado de producir en su seno poderosas superestructuras
(tan potentes que puedan imaginarse poder vivir independientemente
de los demás órganos del cuerpo, como del trabajo manual)
es una cuestión plenamente actual, si pensamos en las estúpidas
promesas de la burguesía que continúa ofreciendo más
técnica como base del Progreso y de la Libertad.
MANO–TRABAJO–CIENCIA
Separación histórica de la Ciencia y su oposición al Trabajo
Puesto que tenemos la abierta ambición de unir a los hombres primitivos y al hombre comunista producto de la sociedad moderna, es preciso que expongamos los motivos y las razones del proyecto comunista y de su necesidad.
El modo de estar en el mundo es el producto de modos de vida social y de producción diversos: pero mientras muchas concepciones o no consiguen o rechazan encontrar la humanidad común en las épocas más lejanas, nosotros, que teorizamos la traducibilidad de los lenguajes y de las experiencias, incluso cuando parecen inconmensurables, tenemos la exigencia de ver claramente qué es lo que une y qué es lo que divide, de tal modo que se encuentren las objetivas, materiales, leyes tendenciales que agrupan y empujan hacia la sociedad comunista.
Que el palo o la voz hábilmente manejadas sean rudimentarias pero eficaces prolongaciones de la mano es algo indudable. Pero reconocer en las máquinas producidas por el trabajo social, hoy alienado y vilipendiado por el modo de producción capitalista, la mano poderosa de la sociedad comunista del mañana, les parece a la mayoría imposible, sobre todo después de los trágicos acontecimientos del siglo recién acabado.
Nosotros, naturalmente, no tiramos la toalla y seguimos convencidos de que el desarrollo de las fuerzas productivas empuja en la dirección de la liberación completa del trabajo y de la clase proletaria, convicción elemental que es el producto de la ciencia, pero con anterioridad del sentimiento y la intuición.
El sentimiento del hombre y de la naturaleza que caracteriza a la humanidad arcaica es distinto del que anima al así llamado hombre tecnológico moderno, que no es otra cosa que el hombre alienado de la sociedad burguesa. Pero solamente el partido de clase es portador de la doctrina científica del futuro comunista entreviendo sus amplios horizontes, pese a los obstáculos puestos en su camino por la división del trabajo y su especialización.
En la Biblia, en el Génesis, se dice que "Dios creó el cielo y la tierra", y que ésta era "soledad y caos". ¿Cómo no vamos a ver en el Dios que crea y saca de la nada la forma de todas las cosas, la metáfora humana y la sublimación de su trabajo?
Tekne es sinónimo de arte-artus-mano. Engels habla del «descubrimiento de la mano por parte del simio». La mano es el órgano que permite al hombre instalarse en la naturaleza, produciendo sus propias condiciones de vida. Desde ese fatídico momento la mano no se limita a producirremedios genéricos inmediatos para la vida, porque ha producido, de manera exponencial, esosutensilios, que en la edad moderna se identifican con las máquinas, capaces de sustituir a la mano, hasta llegar a la posibilidad de la industria moderna de producir en serie. Mientras las corrientes idealistas, desde siempre, han buscado el motor de la historia y del desarrollo humano en la así llamada fuerza del pensamiento, en las ideas, nosotros siempre hemos reivindicado la primacía del trabajo, distinguiendo las fuerzas productivas – en los diferentes modos de producción, desde el esclavista antiguo al servil de la Edad Media al capitalista moderno – de las relaciones de producción que, al tiempo que son sus productos, tienden a dominarlos y a plasmarlos, hasta llegar a las tentativas de contenerlos en la fase descendente de su desarrollo.
Esto no significa, contrariamente a cuanto pretenden los adversarios políticos e ideológicos, que no nos ocupemos de las superestructuras, incluidas las puramente formales y teóricas. Porque no se puede hablar ni de filosofía pura, ni de matemática pura, ni de ética o estéticas puras, que en general surgen mientras la relación e implicación vital entre fuerzas materiales y su elaboración síquico-formal se reduce, en virtud de la tendencia de las clases decadentes a desentenderse completamente del trabajo y de la experiencia viva y orgánica, para conservar mejor su dominio.
Según nuestra previsión, en las sociedades orgánicas (y el comunismo futuro, al igual que el primitivo, lo será a nivel de especie) praxis y pensamiento no están en antítesis, aún sabiendo que en un cierto nivel de su desarrollo la teoría, como visión general de las cuestiones, asume una relativa autonomía propia. Esto es tan cierto que estamos convencidos de que sin teoría revolucionaria no puede haber inversión de la praxis. Somos los únicos que reivindicamos esta "visión" del mundo, ya que los teóricos socialdemócratas se han burlado de este comportamiento arcaico. Y ahora, a costa de parecer ingenuos, visto que históricamente nos hemos ganado el epíteto de iguanodontes por parte del "frígido" Palmiro Togliatti, no creemos en las visiones. Pero esto no significa que no reivindiquemos el materialismo dialéctico como el método científico que necesitamos.
El desarrollo de las especializaciones, la división de funciones cada vez más complejas han terminado por separar a la sociedad en clases, provocando en los individuos la acentuación de facultades funcionales a estas diferencias. Pero la concepción comunista siempre ha previsto la recuperación de la polivalencia de las capacidades, la apertura a la realización de trabajos y actitudes diversos, esa genialidad que el burgués moderno mira con recelo o viéndolo como una pérdida de tiempo, de rendimiento y aumento de costes, y que por el contrario en los mejores, como sucedió en el Renacimiento europeo, han sido la expresión del hombre multilateral, abierto a todas las artes, obreros-teóricos, a la vez que inventores, ingenieros y usuarios de instrumentos y lenguajes, desde las máquinas de Leonardo a las lentes convexas de Galileo, que son la representación del espíritu humano más cercana a nosotros.
Es por esto por lo que tenemos una admiración y un respeto hacia el hombre primitivo no menor que hacia el hombre producido, y aplastado, por las modernas fuerzas productivas. En otras palabras: la secular tensión entre "fides et ratio" es superada en la teoría materialista dialéctica del Partido, abarcando a ambas. En oposición a los detractores del trabajo manual, inferior, reivindicamos la posibilidad de cooperación y acuerdo, no sólo entre mente y corazón, sino entre mano, corazón y mente, que situamos en el origen del desarrollo de todas las facultades consideradas más altas como las artes, la ciencia, la filosofía, la especulación teológica y matemática. No se trata de la mente, corazón y mano de un individuo, sino de una clase cuyos destinos están anticipados en su partido.
Ateniéndonos a la historia de la evolución de las sociedades y de las facultades humanas, si es cierto que la corteza cerebral es la formación más cercana al hombre actual, con sus 1500 centímetros cúbicos de capacidad en relación a los 450 del pitecántropo, nos parece natural y para nada raro que el primitivo no piense ideas, sino que éstas se le presenten ante los ojos: «la idea se le presenta como percepción sensorial proyectada al exterior, casi similar a una alucinación o al menos a un sueño extremadamente vivo. Por esta razón en un hombre primitivo el pensamiento puede sobreponerse a la realidad sensorial, en un punto tal que si un europeo se tuviese que comportar de la misma manera sería tomado por loco» (Jung, El inconsciente). Para los aborígenes de la Amazonia, que no van al sicólogo, el sueño es más real que la vigilia.
La preparación del universo desanimado de la ciencia y de la técnica es una adquisición relativamente reciente, si bien sus fundamentos hay que buscarlos en la formación lógico/racional de origen griego. El paso de la actitud ante la visión a una valoración del mundo de tipo objetivante madura en la sociedad dividida en clases típica de la polis: por una parte los dueños de esclavos, por la otra éstos y los metecos. Quien adjudica al pensamiento en cuanto tal, específicamente griego, este resultado, idealiza la democracia ateniense, olvidando las condiciones que la han permitido.
Ya que somos de la opinión de que en las culturas más diversas, llegados a un cierto grado de desarrollo de las fuerzas productivas, lo determinante es la infraestructura económica y social, no tenemos una preferencia exclusiva por la cultura de un área más que otra. ¿Con quién tendríamos que estar, siguiendo el hilo del pensamiento y de la cultura? ¿Y por qué no deberíamos, especialmente hoy, tener en cuenta la filosofía y el pensamiento chino, japonés o indio?
El materialismo histórico marxista, expresión consciente, doctrina científica de la clase proletaria, encuentra en el sentimiento comunista el fundamento, alineándose con las clases subalternas allí donde se encuentren. ¿Esto contrasta con las necesidades materiales del conocimiento y con sus métodos? Ciertamente no, pese a que estemos en grado de distinguir y concretar las condiciones históricas y teóricas que, en las diversas áreas, han acompañado el desarrollo de la técnica.
El Partido, en relación a los procesos de la ciencia, comparte la misma materia sobre la que se actúa para transformarla, pero sin embargo no puede hacer suya la forma que asume en el modo de producción capitalista. El materialismo dialéctico no niega a la ciencia esta objetividad y esta actitud, reconociéndoles una autonomía propia, distinta de la ideología burguesa en general, pero sí niega desde siempre y de manera tajante que pueda darse una ciencia de la naturaleza y de la sociedad de tipo neutral, por encima de las clases.
No nos es indiferente la preocupación propia de la ciencia moderna, de suprimir de la noción de materia espíritus y demás, propios de la versión mágica y supersticiosa típica de otros modos de vida del pasado. Pero en nuestra concepción, "visión comunista" y "ciencia" (con sus inevitables aparatos teóricos, de tipo conceptual, según una determinada teoría de las ideas que nos ha llegado hasta la edad moderna) no pueden estar en desacuerdo. Esto sirve para aclarar una diferencia fundamental, según la cual mientras el Partido es la "visión" y la "ciencia", en la clase que lucha y combate anónimamente en el tiempo y en el espacio, no está la "teoría". Los proletarios luchan según la necesidad, animados por la necesidad y por niveles de conciencia que no pueden confundirse con la noción que tiene de ella, histórica y formalmente, el órgano de la clase. El partido no es indiferente a las emocionesy a las intuiciones instintivasde la clase, pero no puede despreciar el conocimiento teórico racional de los procesos económicos que condenan a la sociedad burguesa y llevan hacia el comunismo.
Una vez más "fides et ratio" unidas y no enfrentadas, como si la fe fuese primitivay la razón moderna, sic et simpliciter, reconociendo que la naturaleza está regida por leyesy que el principio, indiscutido, del valor objetivo de los conocimientos científicos y de las actividades técnicas no puede considerarse, en nuestra batalla, como algo separado de la "visión del comunismo", o del sentido que las fuerzas sociales opuestas atribuyen a la realidad.
La actitud propia de la ciencia consiste en considerar como realno lo que se manifiesta, sino sólo lo que ella puede enunciar como objetivo, tras una serie de controles de corroboración. La ciencia viene siempre trasla experiencia. Suministra la prueba(o el desmentido) de las intuiciones, formula leyes y teoríasen las cuales confluyentanto la "visión" del mundo como la consideración racional de las cosas y de los acontecimientos. La "visión del mundo" de los burgueses produce necesariamente la ciencia burguesa y la técnica burguesa.
Una vez más podemos decir que, según nuestra concepción, no hay que infravalorar las luchas inmediatas, las resistencias organizadas ante la presión de la clase dominante que la clase proletaria está en grado de afrontar con sus fuerzas, pero al mismo tiempo afirmamos que la capacidad de realizar balances y verificacionesle corresponde solamente al partido en cuanto órgano que realiza la síntesis de una y otra actitud, tanto sea la postura "relativa" como la "objetizante" en relación a la realidad material.
Por eso las técnicas, entendidas como métodos productivos o como vías de solución ante problemas de limitaciones o carencias, junto a los obstáculos que la realidad presenta, no son para nosotros una abstracción en sí, sino el producto y la interacción de causas, convergencia de fuerzas en el paralelograma social y natural.
Nosotros no idolatramos ninguna técnica (tampoco de orden interno en la clase o el partido, tipo modelos organizativos, maniobras de captación o de combate, creación de entusiasmos mediante consignas) pero sí estamos preparados para reconocer su eficacia o debilidad. Por principiono tenemos que renunciar a ninguna técnica (el ludismofue una reacción instintiva de la clase contra las máquinas que quitaban trabajo a los proletarios), pero no esperamos nada resolutivo de ninguna nueva tecnología de cara a la lucha por el comunismo.
En un mundo y en un modo de producción en el que se tiende a recuperar la "postura reveladora" en relación con la realidad, hasta el punto que el hombre alienado espera de la técnica unos milagros que reduzcan sus sufrimientos y sus privaciones de humanidad, mientras en realidad el efecto es lo contrario, la dura experiencia de las difíciles luchas de las clases subordinadas sirve como testimonio de que sin un órgano de combate que no se deje influir por resultados facilones que duran un día, no es posible que se liberen de sus viejas cadenas.
Desde este punto de vista, la acusación dirigida contra nuestro movimiento histórico, de haber privado a los desheredados mediante el frío materialismo, del consuelo de la aparición, que según la así llamada "postura reveladora" del conocimiento, permitiría al mortal de carne y hueso, llenarse de sentido y de realidad ante cualquier circunstancia, esa acusación, como decíamos, viene acompañada de su opuesta, o sea la de propagar mitos e ilusiones que se situarían por encima de las "verdades" de las fes religiosas o de las promesas mágicas, típicas de las épocas precientíficas. Y es que o bien la revolución es simplemente un modelo mecanicista, que deja que las cosas maduren automáticamente mediante un proceso puramente natural, o bien es una ilusión que sustituye a otras ilusiones.
Por esto, las dos posturassituadas ante la realidad, tanto la
"reveladora" como la "objetivizante", asumen ambas, a la luz de la crítica
marxista, el significado y la función de proponer una actitud que
no se preocupa de transformar, de revolucionar la realidad social y natural,
sino de reaceptarlade manera milagrosa, o bien su opuesto, o sea,
aceptarla
tecnología como algo objetivo e inmodificable y que nunca pone en
discusión el eje fundamental de las relaciones sociales. En ambos
casos se desprende una visión estática, descriptiva, en lugar
que prescriptiva en relación con la realidad.
Al comienzo era la Acción
En la noción materialista dialéctica, que le parece aberrante al pensamiento corriente, ecléctico o escéptico, incluso dentro del ámbito "riguroso" de la ciencia, al comienzo era la Acción.
¿Es acaso éste un descubrimiento desconcertante? En recientes exégesis se ha reconocido que incluso el Evangelio de Juan, cuando afirma "Al principio era el Verbo", no habla del Logosgriego. En el área de Oriente Próximo, donde surge el hebraísmo- cristianismo, el término Davarsignifica Hablar, Actuar, Ser, mientras que Logossignifica Hablar, Contar, Pensar. El Logos, que literalmente alude a la naturaleza filosóficadel discurso, recogey agrupa las palabras, ordena los conceptos, pero a menudo permanece prisionero de ellos.
Las cuestiones de la ortodoxia, la doctrina correcta, no son oponibles a las de la ortopraxisque siempre han angustiado a los movimientos políticos y filosóficos, junto a las asociaciones e iglesias. No es casualidad. Antes o después todo aparece lleno de "Padres Zapata" que predican bien pero razonan mal. Podrá objetarse que no es fácil hallar el modo de obviar este inconveniente. Hay quien pide ayuda a las constituciones, reglamentos, congresos, en los que se hace balance para controlar si las intenciones, los programas, han sido cumplidos, si la palabra dada se ha mantenido, si finalmente la práctica se ha correspondido con los pactos. Todo esto indica que cada teoríano se limita a conocerla realidad, o peor, como está de moda hoy, a interpretarla, sino que actúasobre la realidad social e individual, la transforma. Esto ha sucedido desde siempre.
«Los filósofos solamente han interpretado el mundo de diversas maneras; de lo que se trata es de transformarlo» (II Tesis sobre Feuerbach). Marx, subrayando esta exigencia, en el sentido de la necesidad de la transformación revolucionaria, solamente ha dicho que una teoría abstracta, que se limite a la interpretación, es simplemente una ilusión, una impostura que tiende a ocultar la praxisde las clases dominantes, ayer, hoy, preocupadas de hacer pasar por verdadera una concepción estática del conocimiento y de la realidad. El intento de atribuir al pensamientouna verdad objetiva, continúa Marx: «no es una cuestión teórica, sino una cuestión práctica. En la praxis el hombre debe probar la verdad, es decir la realidad y el poder, el carácter inmanente de su pensamiento. La disputa sobre la realidad o no del pensamiento – aislado de la praxis – es una cuestión meramente escolástica».
Pero la Praxis del Homo Faber, y progenie, es precisamente la Técnica. La mano del hombre, el descubrimiento de sus posibilidades de plasmar la realidad, de acomodarla a sus necesidades, comporta que en el curso histórico el ser humano (no individualmente, sino en cuanto organizado en formas sociales) ha conseguido doblegar la naturaleza ante sus exigencias, si bien no de manera definitiva. El trabajoaplicado a la naturaleza comporta el descubrimiento de relativas regularidades de la misma, de sus leyes. Solamente de esta manera es posible hablar de técnica, que todavía hoy es asociada al concepto de instrumentación capaz de traer y extraer del mundo objetivo remedios aptos para la vida.
Es cierto que cualquier nivel alcanzado por la instrumentación
de utensilios se presenta en cada época como el non plus ultra,
unos efectos vanguardistas, el último hallazgo que da la impresión
de haber resuelto el problema en relación con el cual ha sido elaborado.
- Guerra y prehistoria
- Violencia y lucha de clase
- Historia y desarrollo
de Brasil
- Historia del Irak moderno
- La historia de Italia en su espejo ideológico: el "Segundo Risorgimento"
- Origen de los sindicatos en Italia
- Antimilitarismo
y movimiento obrero en Italia
El pasado mes de enero tuvo lugar en la sede del partido en Florencia la reunión general y plenaria. La primera sesión se celebró durante la tarde del viernes para afrontar entre los compañeros implicados, las problemáticas sindicales y el plan de publicaciones en distintas lenguas y las cuestiones relativas a ello.
En particular, respecto al trabajo sindical, se trató ampliamente la significativa lucha de los tranviarios, que en los días de la reunión estaba en su punto álgido. Los distintos grupos de compañeros intercambiaron informaciones con objeto de completar la visión – ya suficientemente clara y prevista según las líneas maestras planteadas por el partido desde hace decenios – y que era compartida por todos los compañeros y grupos merced a una correspondencia fluida y cotidiana.
Hemos recordado el semisecular, coherente y apasionado trabajo del partido en esta categoría, la actuación incansable de nuestro compañero Enzo y la tradición de planteamientos y propaganda recogida en el Tranviere Rosso, órgano de intervención sindical del partido, que fue el preludio de Spartacoy de Il Sindacato Rosso. Fueron recordadas anteriores luchas obreras lejanas entre sí, desde la posguerra hasta 1969, 1978 y 1991, en un recorrido que no es rectilíneo sino que se desarrolla según un curso estudiado por el partido y previsto por él en sus grandes líneas. Pese a los grandes vacíos, causados por el repliegue de la lucha de clase hasta llegar a la desbandada y la defensa extrema, el partido debe saber localizar los puntos máximos y mínimos, señalando y aprovechando esos raros pero significativos momentos de espontaneidad obrera, cuyo crecimiento continuo y extensión servirán en un futuro para dirigir su propaganda y sus directrices comunistas.
Igualmente en la reunión preparatoria del viernes se puso a punto sin dificultad un exhaustivo y detallado informe valorando la huelga de las semanas precedentes, asunto que se trató de manera completa al día siguiente ante todos los compañeros presentes. Se han intentado establecer los términos particulares de nuestras posteriores intervenciones e igualmente tomar los acuerdos necesarios.
Acerca de las publicaciones en otras lenguas aparte del italiano, se verificó el plan establecido en anteriores reuniones, en particular lo referente al inglés, que puede ya consultarse en Internet. Según este plan habría que dar preferencia a nuevas traducciones y a la revisión atenta del "Cuerpo de Tesis" fundamentales y a los textos programáticos, prosiguiendo la redacción y la salida regular de las revistas en las tres lenguas: italiano, español e inglés.
El sábado por la mañana se dedicó a comentar los avances de los demás grupos de estudio, tarea a la que el partido se dedica hoy predominantemente.
Y como es habitual, con todos los compañeros al completo, durante
la tarde del sábado, tras una breve introducción, se dio
lectura a los trabajos resumidos a continuación.
La primera intervención prosiguió el estudio de la guerra en la fase imperialista del capitalismo.
Todavía vivimos en la prehistoria, y seguiremos viviendo en ella mientras siga en pie el modo de producción capitalista. Esto estaba claro para Marx, y para nosotros que vivimos en la fase pútrida del imperialismo, pese a que se nos diga que se combate por la paz mediante aberraciones y justificaciones como la "guerra preventiva", la "guerra humanitaria" y cosas del género.
¿Tras el 11 de septiembre qué es lo que ha cambiado en la estrategia del capital a nivel general? Sin lugar a dudas el superpoder y la relativa soledad del Imperio USA a la hora de nombrarse y llevar a cabo una función de policía internacional contra el "terrorismo".
No negamos que los USA hayan sufrido un verdadero shock con el ataque en su propio territorio, ya que creían que eran invulnerables dentro de sus propias fronteras. Pero esto no es suficiente para afirmar que el imperialismo mundial haya cambiado de signo. El sistema social permanece idéntico a sí mismo, y la prehistoria continúa, antes que como guerra intraespecífica, como modo de vida social en el que los desposeídos están sometidos a la ley del beneficio.
Por lo tanto no nos dejamos desarmar ni por el terrorismo ni por sus
presuntos enemigos. Proseguimos en la lucha contra el Capital hasta que,
en el Comunismo, los motivos de la guerra no tengan raíces sociales
que la justifiquen.
El segundo trabajo remachó algunos conceptos teóricos del marxismo confirmados en el contexto internacional por la perspectiva histórica que se va delineando. La agudizada crisis histórica del Capital empuja hoy a políticas basadas abiertamente en el terror por parte de la burguesía por todo el planeta. Frente a esto encontramos un proletariado cada vez más extendido y empobrecido. Es una necesidad intrínseca a la naturaleza de la lucha entre las clases – y en particular entre la burguesía imperialista y el proletariado – la utilización, también en el futuro, de la acción violenta de clase por la toma del poder contra la clase burguesa, utilizando el terror revolucionario contra el terror de la burguesía.
La teoría de Marx sobre la función de la violencia en la historia excluye la posibilidad de los métodos no violentos en tanto exista una sociedad basada en la contraposición de clases. Quien predica la no violencia lo hace evidentemente contra la clase sometida y excluida del monopolio de las armas establecido a favor de la clase histórica dominante.
El uso del terror revolucionario, como forma extrema de violencia de una clase contra otra, es un factor no elegido por determinados personajes o partidos, sino necesario e inevitable en ciertas épocas. Es necesario ante todo para una clase dominante que tenga dificultades en mantener su propio poder, y al volverse reaccionaria debe luchar con las relaciones de producción que no se corresponden ya al grado de las fuerzas productivas. Pero es igualmente necesario a una clase revolucionaria para derribar el viejo poder político y económico, como lo demostró la misma burguesía en las revoluciones inglesa y francesa, y obviamente como demostró la dictadura proletaria en la Rusia de 1917.
La lucha proletaria, por su misma esencia de clase, cuando entra en escena es necesariamente política, es decir tiende, incluso de manera inconsciente, a plantearse la cuestión del poder.
La lucha proletaria es siempre potencialmente subversiva, pero no en el sentido económico inmediato, porque con la huelga queda bloqueada la producción de plusvalía, ni social, ya que el proletariado no tiene que defender ni propiedades ni garantías ni reservas, sino sólo su propia supervivencia. La clase proletaria es revolucionaria sólo cuando es objetivae inconsciente portadora de un nuevo modo de producción, que es su negación como productora de plusvalía, y subjetivamente, expresándose en el partido comunista, en una minoría, consciente de quererlo y de luchar por ello. La clase proletaria internacional, cuando pueda, en determinados momentos históricos, ligarse a la dirección revolucionaria de su partido, llegará a ver la única posibilidad de defensa de su propia supervivencia en el ataque frontal contra la burguesía.
Una de las principales enseñanzas de la Izquierda Comunista es precisamente la conclusión, sacada en los años 20, de que la fase democrática de la burguesía se acabó, pese a su supervivencia formal. La represión violenta del Estado contra cualquier movimiento obrero y el paso de la burguesía a la acción ilegal, esperan al proletariado en cuanto levante la cabeza.
Hoy, cuando los sin propiedad, los sin reservas, los sin garantías
se difunden cada vez más por el planeta, y cuando, por otra parte,
la burguesía se arma y protege cada vez más, es inevitable
que el choque sea armado y cruento.
Historia y desarrollo de Brasil
La segunda parte del informe sobre Brasil ha abordado la historia de los movimientos sociales, políticos y sindicales.
Se expuso el marco histórico del desarrollo de las organizaciones clasistas a partir de 1920 con la llegada de enviados del Komintern con el objetivo de difundir las consignas revolucionarias comunistas y ayudar a la organización de sindicatos y partidos de clase.
Una serie de amplias citas de "Storia del pensiero socialista" han ilustrado el planteamiento de la política de la Internacional en los países del continente sudamericano, incluido Brasil, enfrentada a las potencias coloniales e imperialistas y apoyándose en los movimientos surgidos del descontento social que habrían recibido ayuda de la Unión Soviética. Se crearon pues sindicatos obreros y partidos comunistas en todo el subcontinente, que reconocieron las "21 condiciones" del Komintern.
En Brasil, tras un fuerte desarrollo inicial de estas organizaciones, vino un largo periodo de gobiernos dictatoriales desde 1938 hasta 1985, que las puso fuera de la ley teniendo que actuar ilegalmente.
El retorno "suave y programado" a la democracia determinó la formación de una gran cantidad de organizaciones sindicales y políticas, fuertemente condicionadas por las particularidades geohistóricas de Brasil, basado en estados federados con áreas productivas muy diferentes y con una escasa cohesión interna. El estudio ofreció significativas noticias acerca de los actuales partidos "comunistas" brasileños.
Actualmente existen tres grandes Confederaciones Sindicales que están sometidas a una legislación federal que prohíbe los acuerdos nacionales y consiente sólo los de carácter local. Solamente la CUT cuenta con 3.354 entidades y sindicatos de categoría con un total de 7,5 millones de inscritos sobre una base de 22,6 millones de trabajadores con contrato registrados, con una población activa de 73,2 millones. Sólo el 35% de los activos está ocupado regularmente con contrato, mientras que el 65% está compuesto de precarios, eventuales o ilegales.
A continuación se expusieron datos salariales en los que se señalaba que el 26,3% de los trabajadores percibe el salario mínimo, unos 120 dólares mensuales, y otro 25,6% hasta dos veces ese salario mínimo. Otros datos sobre el paro confirmaban la dureza de las condiciones de la clase obrera brasileña.
Esto no lo modificará el presidente Lula, que de momento se limita a pregonar a sus electores promesas difícilmente realizables. Existen documentos que prueban que el "filocastrista" presidente "no global", incluso antes de ser elegido, había firmado junto a otros políticos brasileños, un protocolo de acuerdo con los USA y el FMI sobre las garantías de pago de los préstamos a Brasil, y todo esto pese a su rimbombante campaña electoral a favor de una "ruptura radical del viejo sistema económico".
Por lo que respecta a las promesas hechas al movimiento "Sem Terra", resulta que, tan sólo un año después de la elección del "presidente-sindicalista", no podrán llevarse a cabo debido a su enorme gasto para las arcas públicas.
El cuadro general que se extrae de estos datos es el de una fuerte tensión
social que se alimenta con el hundimiento de la producción y que
no podrá ser sujetada a largo plazo únicamente por la demagogia
electoral.
El domingo por la mañana reanudamos el trabajo con la continuación del estudio sobre la historia de Irak.
El primero de mayo de 1920 el Tratado de San Remo hacía de Irak un territorio bajo mandato británico. Pocos meses después estallaba una sublevación general contra las tropas inglesas de ocupación.
Los ingleses dominaron la revuelta tras duros combates y una feroz represión que duró años. La táctica de los ingleses era la de intentar dividir a la población con fronteras étnicas y religiosas, fomentando los particularismos, para combatir la tendencia nacionalista que ya estaba presente en la aún débil burguesía urbana, aliándose a la clase de los grandes propietarios terratenientes contra el reciente proletariado agrícola y los campesinos pobres, oponiéndose violentamente al naciente movimiento proletario.
La diferencia más evidente con la situación actual es que al final de la Primera Guerra Mundial fueron Francia e Inglaterra los que se repartieron los territorios y los intereses en Oriente Próximo y Mesopotamia, sin otros rivales. Gran Bretaña debía resolver los problemas con los poderes locales en ausencia de otros contendientes.
La situación actual es distinta. Irak es una presa codiciada y disputada entre diversos imperialismos, y los USA, que desde hace más de medio siglo han ocupado el lugar de Inglaterra en Oriente Próximo, no sólo se hallan frente a una población que rechaza su ocupación, sino también frente a la actividad, subterránea, de otras fieras que no renuncian a su parte del botín.
La así llamada "resistencia iraquí", que muchos "izquierdistas" definen como vanguardia del anti-imperialismo e incluso etiquetada como "revolucionaria", encuentra un terreno favorable en la desastrosa situación económica y social del país, en el enorme desempleo, en las decenas de miles de militares despedidos, en el odio hacia los invasores, y seguramente apoyada por fuerzas externas, de otro bloque imperialista que combate de esa manera la política imperial estadounidense. Está sucediendo algo idéntico a lo que hizo EEUU frente a la invasión rusa de Afganistán.
Los proletarios iraquíes no deben caer en la trampa de la guerra imperialista, en la cual no tienen nada que ganar. Ni los curas islámicos chiítas, protegidos por el régimen iraní, representan una alternativa a la despiadada ocupación del ladrón americano.
Las vanguardias proletarias iraquíes deben organizar al proletariado
para la defensa inmediata de sus condiciones de vida, arrancando al nuevo
gobierno, sea el que sea, la posibilidad de una libre organización
política y sindical, de huelga, de subsidio a los desempleados.
Deben reencontrar la continuidad del comunismo revolucionario, rompiendo
radicalmente con la degeneración estalinista y nacionalista.
La historia de Italia en su espejo ideológico: el "Segundo Risorgimento"
En nombre del "Segundo Risorgimento" el partido estalinista consiguió atraer al proletariado italiano para combatir en defensa de la patria, de manera que dejaba abierta la posibilidad de "construir el socialismo" a escala nacional, siguiendo la teoría del "socialismo en un solo país" enunciada por Stalin en 1924, inaugurando la contrarrevolución combatida por nosotros.
Si esto fue posible se debe a la aplastante realidad objetiva que terminó destruyendo las posibilidades revolucionarias de la clase obrera, pero también a la obra nefasta llevada a cabo por el oportunismo del PCI.
En una época, la fase imperialista, en la que sólo había que combatir por los propios intereses de clase, el proletariado, encuadrado y sometido ante la resistencia al nazi-fascismo, restituyó al Estado italiano, que el 8 de septiembre se hundió junto a su ejército. La clase obrera fue llamada para apuntalar el aparato estatal, hasta el punto de comprometerse en la formación del nuevo organismo constitucional burgués, que se presentó como socialista al proletariado y los campesinos.
Desde entonces todo se ha trastocado, hasta el punto de que todo ideal socialista se ha desvirtuado ante el altar de los intereses nacionales.
Y como todavía no se ha conseguido el "Risorgimento", los obreros siguen siendo llamados para defender el "Estado de derecho", frente a la nueva mezcolanza parafascista surgida de la crisis internacional y nacional del capitalismo globalizado.
Al igual que entonces, sólo tenemos que defender la solidaridad
de clase, sin ninguna concesión frente a praxis o herejías
ajenas y hostiles al proletariado.
Origen de los sindicatos en Italia
La política oscilante de la burguesía italiana respecto al sindicato, represión, tolerancia e integración, continúa con el fascismo.
Una Comisión Presidencial nombrada en 1925 para dar su opinión acerca de la utilidad de reconocer jurídicamente a los sindicatos (algo que los dirigentes reformistas pedían desde hacía tiempo), concluyó que este reconocimiento de carácter administrativo y político, que sólo debería abordar aspectos de derecho privado y de carácter profesional, dañaría la autoridad del Estado. No obstante se consideraba necesario "un nuevo ordenamiento corporativo del Estado". Las funciones de los sindicatos, bajo el control del Estado, serían de tipo técnico-económico.
Se dio una solución de compromiso. La dirección del sindicato desde hacía una década, ambicionaba un intercambio con las estructuras liberales del Estado o mejor dicho un esquema de Estado-sindical. No obstante fue el Estado el que asumió funciones sindicales: el sindicato vio reconocida jurídicamente su función y los convenios colectivos, pero perdió la libertad asociativa y el derecho de huelga.
Los sindicatos fascistas surgen en 1922 con el nombre de Confederación Nacional de las Corporaciones Sindicales. Su objetivo era absorber la CGL y la CIL, eventualmente mediante su prohibición. Su objetivo era el "sindicalismo integral", o sea incluir en la Confederación también a los empresarios, toda la "nación que produce" debería formar parte de una sola organización, cuya representación, en el futuro, debería sustituir la representación política democrática (tipo "Estado de los productores").
Pero los burgueses se opusieron. Y tampoco cedieron a las peticiones de los sindicatos fascistas, por lo que éstos se vieron obligados a dirigir las huelgas.
Todavía en 1922 seguía habiendo contactos entre Mussolini
y los dirigentes reformistas de la CGL y se barajó la posibilidad
de ofrecer la cartera ministerial de Trabajo a Baldesi; en julio todavía
se hablaba de "unidad sindical" entre CGL y Corporaciones fascistas, así
como de la creación de un "partido del trabajo".
Antimilitarismo y movimiento obrero en Italia
En los precedentes informes sobre el antimilitarismo y el movimiento obrero en Italia se siguió un orden cronológico que llegó, en la reunión de Génova de mayo de 2003, hasta el estallido de la guerra italo-turca de 1911-12. La exposición hizo especial hincapié en el análisis de esta guerra.
Ante todo se examinó la actitud del partido socialista que a través de sus órganos dirigentes (Dirección, Grupo Parlamentario, Sindicato) se plegó devotamente ante las necesidades del imperialismo andrajoso italiano y del gobierno de Giolitti. La tardía convocatoria de la huelga general nacional, con todas las limitaciones de tiempo y acción, asegurando al gobierno que se trataría de una manifestación destinada a frenar a las masas en movimiento y no a incitarlas a la lucha, consiguió el propósito que perseguían el Partido Socialista y la CGL: desmovilizar a la clase obrera, de tal modo que el proletariado perdiese la confianza en su propia fuerza, resignándose en convertirse en carne de cañón para mayor gloria de Italia.
Una de las pocas excepciones ante esta actitud flexible y traidora fue la actitud de la Federación Socialista de Forlì, donde el proletariado, bajo la dirección del ala revolucionaria e intransigente del Partido Socialista y del Partido Republicano, se mantuvo en continua movilización contra la guerra con asambleas, huelgas, interrupción del tráfico ferroviario militar, actos de sabotaje contra las líneas ferroviarias, telefónicas y telegráficas. Se dio un clima pre-insurreccional. El estudio señalaba que pese a todo, también dentro de la Federación forlinesa, los argumentos que incitaban a los obreros a la huelga y a la acción de clase no eran los propios del antimilitarismo revolucionario, sino los clásicos del reformismo de izquierda. El mismo Mussolini hablaba de la guerra de Libia como de «un gran despilfarro de capitales y de energías utilizables que mejor sería utilizarlas para colonizar las múltiples Trípolis de la Italia contemporánea».
En esos años se hizo una aportación determinante a la sistematización teórica de la cuestión antimilitarista, según el marxismo revolucionario, gracias a la infatigable actividad de los jóvenes socialistas que, desde hacía unos cuantos años, se habían constituido en Federación Nacional.
Es cierto que bien poco pudieron hacer a nivel práctico, dada la contumacia del Partido Socialista que desde hacía años se encontraba enredado en el juego democrático: la adhesión a los bloques con los partidos anticlericales llegando al apoyo al gobierno de Giolitti.
Algunos aspectos interesantes de esta puesta a punto doctrinal pueden encontrarse en la exclusión de estas temáticas reformistas a la hora de condenar la guerra, o sobre cualquier otro asunto, en el desarrollo de asambleas y manifestaciones, dejando claro que fuesen cuales fuesen las patrañas de los nacionalistas, el proletariado debería estar siempre en contra. Sobre todo debía evitarse caer en el engaño demagógico socialdemócrata según el cual los gastos de guerra habrían debido recaer sobre los burgueses y no sobre el proletariado.
La juventud socialista advertía contra campañas de ese estilo ya que eran muy peligrosas para el proletariado comprometiendo los sanos conceptos del antagonismo de clase. Era necesario desarrollar una intensa acción de propaganda haciendo hincapié en el hecho de que la guerra era soportada enteramente por la clase obrera, de modo que ésta, antes de estallar el conflicto pudiera rebelarse.
Precisamente en esos años dentro del Partido Socialista, pero
sobre todo dentro de la Federación Juvenil, se daba un intenso debate
pro o contra la "cultura". Los que fueron definidos como "culturalistas",
haciendo suya la concepción idealista burguesa, pretendían
que el proletariado era explotado porque era ignorante, y que por lo tanto
la cultura representaba un medio de liberación y de acercamiento
al socialismo. Esta concepción pequeño burguesa fue duramente
criticada y rechazada por los jóvenes socialistas de izquierda,
y como prueba de la validez de sus planteamientos se expuso sucintamente
la actitud del mundo cultural italiano ante la nueva guerra colonial. Estudiantes,
académicos, científicos, intelectuales de todo tipo se distinguieron
por su ardor guerrero que justificaban de las maneras más variopintas:
desde la "misión civilizadora" al "bautismo de sangre regeneradora".
Pero sobre todo se distinguieron por sus dotes insidiosas: no eran ellos,
sino el proletariado el que derramaba su sangre en las arenas africanas,
para mayor gloria de la Italia burguesa y democrática.
(- I - II -)
Guerra imperialista y preparación revolucionaria
Según nuestro análisis el capitalismo imperialista vive de la guerra, no solamente cuando decide desencadenarla sino también antes, cuando la preparacon su insaciable sed y búsqueda de beneficio, en la fase en la que todo parece marchar viento en popa.
En lo que respecta a la Primera Guerra mundial, en los primeros decenios del siglo XX la burguesía celebraba lo que fue llamado la "belle époque"; y solamente quien pagaba el precio de esa preparación, el proletariado, estaba en grado de preverla. Cuando la guerra "estalló" (nunca fue más apropiado este término, de tal manera que incluso hoy se utiliza) ante la aparente sorpresa general, se confirmaron sus valoraciones. Pero como ya sabemos, ya lo había confirmado Engels, muchos años antes, a finales del siglo XIX, mediante análisis y estudios. Llegaba con retraso, pero en el sentido en que fue anunciada.
Por otro lado llegó "pronto", en el sentido de que encontró un proletariado que no estaba organizado y "preparado" adecuadamente. Si el Capital, con su modo de producción, "prepara" inevitablemente la guerra, el movimiento obrero "prepara" la revolución. No el proletariado en general, sino sus vanguardias conscientes, ligadas y organizadas en sus partidos y sindicatos de defensa económica.
Los procesos moleculares que empujan a las clases antagonistas al choque no son del todo visibles y reconocibles. Si así fuese no podría hablarse de "estallido" de la guerra, o de la revolución, sino de advenimiento esperado, normal, como si fuese un hecho natural. Y no obstante es necesario, para que los acontecimientos no encuentren al proletariado desprotegido ante el ataque burgués, disimulado tras la guerra entre Estados, que la organización proletaria esté guiada por su partido político, o en ese caso, por sus partidos.
El nexo Estado-Revolución-Guerra es ciertamente complejo, y no puede comprenderse sin una valoración dialéctica. No es automático que la guerra, incluso la "anti-terrorista", determine las condiciones favorables a la reanudación revolucionaria. Según Lenin, al menos deben existir tres condiciones para que el proceso estalle: 1) que existan condiciones de crisis de las relaciones burguesas; 2) que la crisis encuentre un movimiento obrero completamente sano; 3) que la guerra produzca el rechazo por parte del proletariado a seguir a su propia burguesía en el campo de batalla.
Si ya Engels en 1890, a pesar de la fuerza de la "socialdemocracia", tanto a nivel político como sindical, pedía "más tiempo disponible" para reforzar al proletariado de modo que pudiese oponerse con las armas a la burguesía, debemos decir que, tras los estragos del siglo XX, el actual estado de salud del movimiento obrero es pésimo. Podrían atribuirse todos los males a la contrarrevolución estalinista, pero probablemente no podrían valorarse plenamente los daños provocados por la derrota sufrida e infligida dentro del mismo movimiento.
Por lo tanto hemos de admitir que según está el panorama, hoy no existen ni organizaciones económicas de defensa clasista, ni tampoco una mínima y apreciable influencia del partido de clase. Condiciones que si bien no son desesperadas, si provocan desaliento. Pero también es cierto que nunca hemos aceptado trabajar sobre el pesimismo. Las condiciones del trabajo proletario empujarán a determinadas vanguardias a retomar la vía de la organización y de la lucha.
Ya hemos observado cómo la naturaleza de la guerra así llamada "terrorista" tiende, mucho más que en el pasado, a acusar de "connivencia" a quien no se ponga a favor o no condene. El nivel de conciencia de la clase está tan sumamente mal que no es suficiente que el partido le diga "las cosas correctas" y le indique la táctica adecuada. Las condiciones materiales deberán jugar su papel. ¡Por suerte somos deterministas!
Cada vez se escucha más el argumento de que es necesaria, por parte de los Estados burgueses, una táctica militar basada en el concepto de "guerra preventiva", o sea atacar para defenderse, sorprendiendo al adversario. Colocada la guerra en un contexto más amplio que la simple respuesta al casus belli, ya no hay modo de distinguir la guerra de una "justa represalia".
Si echamos una mirada retrospectiva a los casos que hubiesen servido para desencadenar un conflicto general, hay que admitir que la Tercera Guerra mundial ya habría estallado más de una vez. La cuestión se justifica por el hecho de que los estrategas militares defienden la contemporaneidad de la "guerra" y la "paz": mientras las armas se muevan, al mismo tiempo el Capital intensifica los ritmos de producción, precisamente en nombre de las necesidades determinadas por el conflicto. La guerra, desde diversos frentes y siguiendo lógicas distintas, trae consigo, tal y como ha sucedido siempre, pero sobre todo durante la Segunda Guerra Mundial, que mientras la diplomacia acuerda repartos y dibuja nuevos mandatos, también territoriales, las armas abren nuevos frentes, la economía marca nuevos rumbos, modelando con su plasticidad nuevos ritmos productivos.
Esto no quita que la guerra en sentido estricto pueda definirse como "particular", o que pueda romper equilibrios precedentes. Para esto la máquina propagandística está manos a la obra para convencer que tras el 11 de septiembre el mundo ya no es el de antes: hay que dejar claro que se acabó la diversión, y ha comenzado de nuevo una época de "lágrimas, sudor y sangre". Si bien es cierto que en el concepto y en la práctica antigua y clásica de la guerra, la paz no es más que un intervalo dentro del ámbito general del Polemos que gobierna el mundo, no se puede negar que la cultura occidental es la madre de todas las batallas. Se trata en cierta medida de la traducción vulgar de la fórmula filosófica aparentemente indolora, de la preeminencia del "devenir", del cambio constante como esencia del mundo.
Pero una vez que hemos entrado en la fase imperialista del Capital, ya no es posible justificarse tras las bonitas fórmulas teóricas: el proletariado, en estas condiciones, sería fagocitado por la "necesidad fatal del movimiento". Por tanto, según nuestra tradición y versión de la guerra, al igual que de la "revolución", el término "permanente" no nos parece el más pertinente. Tanto la guerra como la paz constituyen "ritmos" que hay que reconocer y no infravalorar.
La dialéctica, a fin de cuentas, alude a los "ritmos" de la realidad. Centrarse en el Ser o el Devenir, en abstracto, no significa nada para nosotros. Fue precisamente Platón, considerado como parricida, en relación a Parménides, el primero en reconocer el "ritmo" como ruptura de la inmovilidad del Ser. En definitiva, la guerra, aunque sostenemos que en el capitalismo es permanente, desde el momento en que la extorsión de plusvalía en la fábricas y en los campos es una "guerra de clase", es un proceso que hay que reconocer, con sus peculiaridades de índole organizativo, administrativo, que interrumpe y pone violentamente en discusión el ritmo "normal" de la vida productiva.
Cuando se habla de "guerra mundial" se entiende un proceso del cual no se salvan, más o menos indirectamente, todos los países del mundo organizado. Si durante el periodo de la "guerra fría" el fenómeno de la guerra ha involucrado a ciertas áreas, Corea, Vietnam y ahora Irak, es correcto por nuestra parte afirmar que el Capital ha creído posible retrasar la guerra mundial en sentido propio, aprovechando contradicciones y necesidades internas de diverso tipo. Es por esto por lo que, tras la crisis petrolífera de 1973, y particularmente tras 1975, hemos vuelto a hablar de las dos posibilidades alternativas, "o guerra o revolución", hemos indicado las contradicciones de fondo que el Capital, desde entonces, no ha podido eludir. Naturalmente siempre hemos deseado que un movimiento proletario organizado y creciente pudiese "anticipar" los designios del Capital. ¿Hemos pecado nuevamente de "optimismo incurable"? En nuestros textos se escribe que está bien pecar de "generosidad" más que de pesimismo o fatalismo.
Esto no significa que las condiciones materiales objetivas puedan ser forzadas más allá de un cierto límite: y así hemos presenciado otros decenios, los 80 y los 90 en el curso de los cuales hay quien ha creído que el Capital es inmortal; ha sido la época de los juegos bursátiles despreocupados, en los cuales muchos se han sentido un poco "yuppies", y que han terminado desastrosamente. Pero las tensiones, para quien las haya sabido ver, no han faltado en diversas partes del globo. Han sido los decenios del canto del cisne del "mito Rusia", que han dejado huérfanos a millones de proletarios, todavía admiradores del "milagro". Los viejos pactos, también los territoriales, iban a caer: los acuerdos de Yalta (y nosotros lo habíamos señalado desde hace tiempo) se acababan, y ha sido el "nuevo orden mundial" el que ha dado la impresión de que los USA podían ser al mismo tiempo, y para siempre, "gendarme" y locomotora.
Pero esto no podía durar: y así se están manifestando profundas tensiones en las áreas cruciales, que desde siempre han actuado como termómetro y epicentro de terremotos políticos y sociales. Nos referimos a las recientes guerras balcánicas, que hemos presenciado sin que el proletariado pudiera mover un dedo, en solidaridad no puramente nominal ante las masacres de sus hermanos en virtud de "odios étnicos y raciales", y que en realidad han sido sacrificados dentro de las áreas estratégicas que llevan desde el Adriático al Caspio, donde han sido descubiertos yacimientos de petróleo y gas de importancia excepcional.
Un escritor, entre tantos intelectuales en estas fechas, ha querido dárselas de astuto, o quizás de inspirado, afirmando que le da risa pensar que alguien todavía atribuya al petróleo la causa de todos los males y de todas las tensiones (Vassalli en el Corriere della Sera) porque ahora de lo que se trata es de comprender que todo es producto del odio entre los hombre... Los fundamentalistas islámicos serían enemigos jurados de Occidente, y no les importarían un comino las reservas petrolíferas, sino más bien las victorias de Alá contra los infieles...
Nunca como ahora se ha pretendido explicar la guerra con referencias a Alá, al Dios cristiano, al Dios de los hebreos. Pero hay quien utiliza nuestro método de investigación, como el filósofo Cacciari, llegando a admitir que para comprender mejor lo que sucede habría que ayudarse del viejo método "marxista"... Pero no nos hagamos ilusiones de que se cite a Marx para extraer alguna genérica solución revolucionaria. ¡Nada de eso! Para los más cultos y refinados, citar a Marx viene a ser como una demostración de su propia "independencia de criterio".
Y llegados este punto, es inevitable plantearse la siguiente cuestión: ¿y la revolución, en qué estado se encuentra? Mientras cae la tasa de ganancia y el sistema económico confirma todas las tesis del Partido, ¿por qué no se mueve el proletariado?
¿Podemos hacer que se mueva con consignas? Junto al hecho de que "estadísticamente", según dicen, el proletariado clásico de fábrica ha sido sustituido por el trabajo aislado, descentralizado, etc., etc... se querría silenciar que en los países metropolitanos el aparato estatal, recortando insistentemente al "Estado social", no tiene el valor de hacerlo desaparecer.
En resumidas cuentas, y desde el punto de vista materialista, el proletariado de los países metropolitanos, pese a la crisis, tiene "algo que perder". En la versión clásica de Marx "no tiene nada que perder salvo sus cadenas", pero a escala de "clase general" solamente el partido tiene esa noción política. En términos contingentes, o sea considerando al proletariado en la manera en que hoy se mueve, o sea fracción nacional por fracción nacional, actuando de manera tribal empujado por la verborrea nacionalista, es evidente la razón por la que se muestra sordo a cualquier llamamiento a la solidaridad entre hermanos de clase, en espera de conseguir las migajas que todavía caen, tras el banquete imperialista. Esta es la cuestión, y sí que es permanente, y por tanto la lección que nunca debe olvidarse es esta: incluso en la más mínima actividad de defensa económica las reivindicaciones siempre tienen que estar en línea con la unidad del proletariado. Pero la clase proletaria, que conoce la vergüenza de la concurrencia en su seno, no se adherirá a las formas de solidaridad porque sea "bueno" o en sentido moralista. Una vez más deben ser las condiciones reales, las determinaciones sociales las que le empujen a ello en sus choques contra el Capital, para no ceder ante su dominio absoluto.
La aplicación, por parte de la burguesía, de todos sus recursos, materiales, ideológicos, religiosos, incluso "artísticos", está ante los ojos de todos. La justificación de la necesidad de la guerra, en espera de su "estallido", todavía se cuida mucho de sacar a la luz los odios ancestrales, que precisamente son "estrictamente religiosos"; pero todas las explicaciones van en este sentido: "ninguna guerra santa, sino una justa represalia contra el mal". ¿Es difícil darse cuenta que esta manera "maniquea" de hacer la guerra no puede durar mucho? Pero en la época de la "comunicación global" no hay que maravillarse de nada. Los mensajes están dirigidos a "masas" anónimas, reducidas, desde el punto de vista "cultural" a objetos maniobrables. Quien interprete la cuestión según parámetros culturales, proyectando su propia noción de las cosas, debe darse cuenta del hecho de que la "cultura de masa", tan difundida, nunca como hoy ha tocado niveles más bajos. El Partido de clase no se adecua a esta realidad, pero sabe leer los mensajes de la burguesía. Cuando llegue el momento, los pacifistas, las Iglesias, ambiguas y dubitativas ante la "legítima defensa" y la paz a toda costa, elegirán su bando.
No excluimos para nada que la burguesía imperialista se revista de nuevo con la desfachatez de que hizo gala el nazismo, actuando en nombre de la superioridad de una "raza" humana sobre otras. Pero sabemos bien que las artes de la propaganda democrática son mucho más refinadas y peligrosas que la propaganda tipo Goebbels. Nos interesa saber ver por detrás de estas cortinas de humo y lo que alguno admite a media voz debe decirse sin perífrasis: el Capital no puede dejarse dominar por la parálisis; sus "espíritus animales", hábilmente disimulados, deberán salir a la luz.
Además el ministro Rumsfeld, en dos ocasiones, ha advertido acerca de la posibilidad de usar bombas atómicas "tácticas" haciendo entender claramente que el "arma extrema" podrá ser usada igualmente. Recapacitando sobre nuestra "cuestión militar", que de manera simple se resume en la necesidad de invertir la guerra entre Estados convirtiéndola en guerra de clase, la pregunta que se nos plantea en estos tiempos tan catastróficos, es ésta: ¿cuáles son las armas que podrá usar el proletariado? Según ciertos movimientos pequeño burgueses, los revolucionarios siempre se han planteado el problema de tener a punto un arsenal militar independientemente del programa político, según una falta de organicidad no sólo doctrinaria sino particularmente "práctica", pero según nuestra tradición la cuestión militar no puede desligarse de unas determinadas condiciones históricas.
La lección más evidente y paradigmática ha sido la experiencia rusa: los bolcheviques, que tenían una fuerte influencia en los soviets de soldados, estuvieron en primera línea a la hora de derrotar al ejército, en nombre de la guerra revolucionaria.
Se podría plantear este problema: ya que en la guerra actual la burguesía ha tomado sus medidas, adiestrando tropas profesionales y relegando a un segundo plano el reclutamiento obligatorio, que ya le resultaba sospechoso no sólo durante la Primera Guerra Mundial, sino también en la Segunda (por ejemplo en Italia, en 1943, con la caída del fascismo, tras el 8 de septiembre, el ejército quedó totalmente desorganizado). Es cierto que será más difícil que los "mercenarios" puedan volver sus armas contra su propia burguesía. Los proletarios, al menos en las expectativas tácticas, más que en el frente estarán en las fábricas y los centros de trabajo.
¿La reacción contra la guerra vendrá desde la así llamada "sociedad civil"? Si observamos el comportamiento proletario en el ejército, este problema no hay que infravalorarlo, no sólo por razones "técnicas", sino por razones "políticas". El uso de las armas en la guerra "tradicional" no es el mismo que el que se lleva a cabo en la guerra de los "profesionales".
El arma principal, si bien no resolutiva, del proletariado sigue siendo, clásicamente, la lucha molecular de resistencia contra la presión del Capital, que no busca como éste la "espectacularización" de la guerra para intimidar, destruyendo, masacrando, amenazando con la bomba atómica, del mismo modo que el "terrorismo" ha buscado el golpe simbólico, devastador.
No somos de esos ilusos que sueñan con la "huelga expropiadora". La "guerra proletaria" prevé también la toma del poder político en uno o más Estados, para extenderse a nivel general. Pero nosotros no tenemos a nuestra disposición bombas atómicas las cuales no tienen ningún sentido en la guerra de clase, terrestre por antonomasia. ¿Recordáis los satélites en la "guerra de las galaxias"? Maniobras para hacer olvidar que el enemigo está en casa, y no sólo en el Estado enemigo.
En tanto el proletariado no haya desarmado a su burguesía es inútil que pretenda atacar a la burguesía de otros países. Nuestra "táctica" prevé que para hacer la guerra a la burguesía es necesario: 1) que existan fuertes y combativas organizaciones sindicales de defensa económica; 2) una fuerte y extensa influencia del partido de clase; 3) condiciones objetivas de crisis no solamente económica, sino moral y política de la clase dominante.
¿Qué hacemos entonces? ¿Esperar con los brazos cruzados? Esta es la acusación que nos hacen los oportunistas, el de ser "deterministas", o peor aún, "nihilistas". Pero sabemos como han terminado ellos, pasándose con armas y bagajes al servicio del enemigo. Han confesado que ya no creen en el socialismo. Han olvidado que han sido ellos mismos los que han amenazado y eliminado generaciones de revolucionarios, culpables de no haber traicionado el programa y sobre todo de no estar dispuestos a traicionar, como ellos.
El ejército proletario no se construye in vitro, con extrañas estrategias ocultas, o peor aún, declarando "guerras humanitarias". Visto así nuestro llamamiento a la lucha de cada día, a la reorganización de clase, parece patético, ya que no puede creerse que con las pobres armas de la lucha de clase pueda derrotarse al imperialismo, la intención de determinadas culturas de aplastar a las otras, y demás lugares comunes.
Pero analizándolo mejor, en realidad la burguesía de todos los países teme a su contraparte interna, y su aparato estatal se ha creado precisamente para organizar un instrumento de control de sus potencialidades ofensivas. Esto es sabido desde siempre, por mucho que la caída del "socialismo real" haya creado dudas y miedos. La personificación del "terrorismo internacional" como nuevo monstruo no debe engañar: una vez más el enemigo no es solamente una realidad objetiva, sino una construcción ideológica útil para sus propios fines.
Si pensamos en el actual "desarme", no sólo material, sino también "psicológico" del movimiento obrero, cabe preguntarse cómo podrá volver a ser capaz de usar las armas hasta la toma del poder. Pero la historia habla claro: desde sus comienzos, hechos de resistencia y de defensa, hasta la revolución rusa hay un aumento dialéctico de organización y de perspectiva. El "arma atómica" del proletariado se halla en su programa y en su línea intransigente. El esfuerzo cotidiano de las organizaciones estatales, del sindicalismo oportunista plegado a los intereses nacionales y transnacionales de la burguesía, es el de acusar de "terrorismo" toda tentativa de escapar del yugo, de no renunciar a la lucha en la dirección del socialismo.
La puesta en marcha por parte del imperialismo de su arsenal de guerra
consiste en la voluntad de amedrentar e intimidar. Pero ciertos hechos
vinculados con la guerra contra Afganistán demuestran que el aparato
tecnológico no siempre está en grado de tener razón
frente al adversario. No seremos precisamente nosotros los que defendamos
la "superioridad" de los pueblos andrajosos. Nos atenemos a una valoración
de las fuerzas en sentido histórico-dialéctico, y por tanto
dinámico, en la perspectiva que las mismas realidades históricas
atestiguan cada día. Los espíritus animales del capitalismo
consisten también en pretender aplastar las resistencias proletarias,
no sólo a través del ejercicio de la violencia, sino a través
del debilitamiento ideológico del adversario.
En un contexto histórico de feroz guerra
contra el enemigo interno y externo, el anuncio de la proclamación
de la República Soviética de Baviera fue recibido como un
balón de oxígeno por parte de los revolucionarios rusos.
Balón de oxígeno que no tardaría en desinflarse ante
las noticias de la derrota del proletariado muniqués y el alejamiento
progresivo de la revolución en el resto de Europa, lo cual constituía
la única esperanza de vida para la revolución obrera en la
Rusia atrasada, semifeudal y mayoritariamente campesina. El texto en cuestión,
Saludo
a la República Soviética de Baviera, escrito a finales
de abril de 1919, resume de manera harto gráfica la visión
que Lenin y los socialistas dignos de ese nombre, tenían acerca
de las medidas a adoptar tras el triunfo de la revolución proletaria
en un país de capitalismo avanzado (caso de Baviera y Alemania en
1919).
Transcribiremos íntegramente el texto
de Lenin (tomado de las Obras Completas en español publicadas por
la Editorial Akal) y posteriormente añadiremos algunos comentarios
que consideramos necesarios.
Saludo a la República Soviética de Baviera
Agradecemos su saludo y, por nuestra parte, saludamos
de todo corazón a la República Soviética de Baviera.
Les pedimos encarecidamente que nos den información más frecuente
y más concreta sobre qué medidas han adoptado para luchar
contra los verdugos burgueses, los Scheidemann y Cía.; si han creado
soviets de obreros y servidores domésticos en los distintos barrios
de la ciudad (Munich, ndr.); si han armado a los obreros y desarmado a
la burguesía; si han aprovechado los depósitos de ropas y
otros artículos para prestar una inmediata y amplia ayuda a los
obreros, y sobre todo a los peones agrícolas y a los pequeños
campesinos; si han expropiado las fábricas y los bienes de los capitalistas
de Munich, así como también las haciendas capitalistas en
sus alrededores; si han cancelado las hipotecas y los pagos de arriendos
de los pequeños campesinos; si han duplicado o triplicado el salario
de los peones agrícolas y los obreros no cualificados; si han confiscado
todas las existencias de papel y todas las imprentas a fin de poder imprimir
volantes y periódicos populares para las masas; si han implantado
la jornada de 6 horas, con dos o tres horas diarias de instrucción
sobre cómo administrar el Estado; si han hecho entregar a la burguesía
de Munich sus viviendas sobrantes para instalar inmediatamente a los obreros
en cómodos apartamentos; si han tomado en sus manos todos los bancos;
si han tomado rehenes de las filas de la burguesía; si han implantado
raciones más elevadas para los obreros que para la burguesía;
si han movilizado a todos los obreros, tanto para la defensa como para
la propaganda ideológica en las aldeas vecinas. La más rápida
y amplia aplicación de estas medidas y otras análogas, acompañadas
de la iniciativa de los soviets de obreros, de peones agrícolas
y, aparte, de los pequeños campesinos, contribuirá a fortalecer
la situación de ustedes. Es necesario gravar a la burguesía
con un impuesto extraordinario y asegurar en seguida y a cualquier precio
un mejoramiento efectivo en la situación de los obreros, los peones
agrícolas y los pequeños campesinos.
Con los mejores saludos y deseos de éxito.
Lenin.
Así pensaba y así exponía
ante el proletariado mundial el programa de la revolución ese monstruo
ávido de poder personal, tal y como lo han definido sucesivas
generaciones de imbéciles desde entonces hasta nuestros días.
Nos encontramos ante un completísimo resumen
de lo que constituye el
programa revolucionario inmediato en un
país plenamente capitalista.
Tras limpiar el terreno de la escoria oportunista
(los Scheidemann y Cía), Lenin advierte a los camaradas alemanes
acerca de la necesidad, vital para la revolución, de crear soviets
(o consejos) obreros y de armar al proletariado, reprimiendo cualquier
intentona por parte de la burguesía.
Vienen a continuación una serie de medidas
transitorias fundamentales (expropiación, ayuda material inmediata
a las capas más pobres de la población, duplicar o TRIPLICAR
el salario de las categorías obreras más bajas, propaganda
revolucionaria). Pero donde en realidad se ofrece una gran lección
de dialéctica revolucionaria, es en la implantación DE
LA JORNADA DE 6 HORAS, CON DOS O TRES HORAS DIARIAS DE INSTRUCCIÓN
SOBRE CÓMO ADMINISTRAR EL ESTADO. Está claro que la revolución
debe
servir al proletariado y de igual manera elevarlo, en tanto subsisten
las clases, a la categoría de clase dominante erigiendo su propio
estado, su propia dictadura revolucionaria, tal y como enseñó
la experiencia de la Comuna parisina.
Esta drástica reducción de la jornada
de trabajo se convierte en el golpe más audaz, asestado en el corazón
mismo del engranaje capitalista, y plenamente realizable en la Alemania
de 1919 [¿a cuánto debería reducirse hoy en 2004?].
De igual manera que la instrucción diaria para administrar el estado
revolucionario es el primer paso para su progresiva desaparición,
dependiendo siempre del avance de la lucha de clases internacional.
No pudo ser en una Rusia atrasada, aislada y
privada de ayuda revolucionaria internacional, ni en la Alemania de 1918-1919,
ni en la China de 1928, ni en el generoso pero igualmente fallido intento
del proletariado español en julio de 1936. La falta de condiciones
objetivas, subjetivas (partido revolucionario) o de ambas, propició
la derrota en todos los casos. No sabemos cuál será el resultado
del próximo intento, pero una cosa es evidente: allí donde
la clase obrera tome el poder deberá proceder tal y como enseñan
la experiencia histórica y Lenin, o bien una vez más, sucumbirá
ante el enemigo secular.
Cuestiones como la superpoblación o la caída demográfica, el desarrollo en periodos brevísimos de enormes y archipobladas megalópolis, la alteración descuidada de los sistemas naturales, son temas que están a la orden del día en los debates periodísticos. Si alguno de estos temas pierde interés lo vuelve a recobrar poco tiempo después. En los periódicos y televisiones se abordan mediante estadísticas y denuncias, pero nunca se buscan las causas sociales materiales, a menudo, según ellos mismos, catastróficas. El capitalismo es racionalidadpara el beneficio, e irracionalidadpara la Especie humana. La producción alimentaria per capita mundial media es actualmente de 2.700 calorías diarias, pero 2,8 millardos de seres humanos (el 48% de la población) vive por debajo de 2 dólares al día. Las capacidades de las medicinas son hoy muchísimo mayores que en siglos pasados, pero 18 millones de personas mueren al año de hambre y debilidad, y de ellos 6 millones son niños.
En el capitalismo actual cualquier equilibrio, cualquier simetría
se viene abajo. Existen zonas densamente pobladas y ciudades con más
de 20 millones de habitantes, y en el lado opuesto, zonas despobladas y
no porque las tierras no sean fértiles, sino porque el capital se
dirige solamente a ciertos puntos, precisamente allí donde extrae
el máximo beneficio.
1.- TEORÍAS OPUESTAS
Visiones apocalípticas y temores burgueses
La población mundial, que se acercaba a mil millones de habitantes en 1830, ha empleado 100 años (1830-1930) en alcanzar los 2000 millones; 30 años (1930-1960) para alcanzar los 3000 millones; 15 años (1960-1975) para alcanzar los 4000 millones; 12 años (1975-1987) para alcanzar los 6000.
Si calculamos simplemente los ritmos de crecimiento medio anual, el panorama ofrece un aspecto muy distinto:
Mil millones Año Años Tasa media de habitantes anual ‰ 1 1830 100 7,0 2 1930 30 13,6 3 1960 15 19,4 4 1975 12 18,8 5 1987 12 15,3 6 1999
Otras cifras se han presentado como "sensacionalistas". Se ha estimado que desde el año 8000 antes de nuestra era, hasta el año 0 la población humana en la Tierra ha pasado de 8 millones a cerca de 300; desde el año 0 al 1750 de 300 a 800 millones, hasta aquí con unos ritmos de crecimiento mínimos, del orden del 0,5‰. Desde 1750 a 1800 se llega a los mil millones con una tasa que sube al 4,5‰; en 1850 los habitantes del planeta Tierra alcanzan 1.300 millones y en 1900 1.700. En 1950 la población llegará a 2.500 millones (un 7,7‰). Desde 1950 a 1975 se da el gran salto a los 5.000 millones (28,1‰), frenando después: en el 2000 la tasa vuelve al 7,7‰. Si con la tasa de incremento desde el año 0 hasta 1750 hubo un doblete demográfico cada mil doscientos años, hoy el doblete se realiza cada treinta y cinco.
La segunda tabla de las dos que vienen a continuación, con intervalos
de tiempo menores, proviene de otra fuente (Calendario Atlante De Agostini)
pero da resultados análogos, y tiene la máxima expansión
del 1960 al 1970.
Año Población Años Media (millones) anual ‰ -8000 8 8000 0,5 0 300 1750 0,6 1750 800 50 4,5 1800 1000 50 5,3 1850 1300 50 5,4 1900 1700 50 7,7 1950 2500 25 28,1 1975 5000 25 7,7 2000 6060 |
Año Población Media (millones) anual ‰ 0 270 1650 545 0,4 1800 875 3,2 1840 1000 3,3 1870 1343 9,9 1900 1551 4,8 1910 1686 8,4 1920 1770 4,9 1930 2013 12,9 1940 2175 7,8 1950 2504 14,2 1960 3014 18,7 1970 3683 20,2 1980 4453 19,2 1990 5215 15,9 2000 6000 14,1 |
En "Le Scienze" n° 79 de 1975 en La storia della popolazione umana, Ansley J. Coale escribía: «Este periodo de aumento será, sin duda, un episodio transitorio en la historia de la población. Si la tasa actual se mantuviera, la población se doblaría cada 35 años aproximadamente, se multiplicaría por mil cada 350 y por un millón cada 700 años. Las consecuencias de un aumento prolongado a este ritmo son claramente insostenibles: en menos de 700 años habría una persona por cada metro cuadrado de superficie terrestre; en menos de 1200 años la población humana pesaría más que la Tierra; en menos de 6000 años la masa humana formaría una esfera en expansión a la velocidad de la luz».
En 1729, en una sátira que manifestaba su desprecio hacia la aristocracia, Una propuesta modesta, Jonathan Swift aconsejaba de manera provocadora, mediante precisos cálculos, que los niños irlandeses pobres fuesen devoradospor la aristocracia, y de esta manera no se vería molestada por la creciente presencia de esos miserables, los cuales perturbaban su hipócrita "bienestar". Casi tres siglos después el escritor de ciencia ficción Philip K. Dick, en su novela "The crack in space", imaginaba una Tierra del futuro en la que, para resolver el problema de la superpoblación, se hibernaba a los habitantes en excedencia (obviamente todos ellos proletarios).
Por lo tanto desde hace tres siglos las clases dominantes se horrorizan
ante el "problema poblacional" sólo porque tras la fuerza humana
vital se esconde la Revolución. Escribe en "Le Scienze" (n°402
de 2002) John Bongaarts, vicepresidente de la Policy Research División
del Population Council: «la población no es la causa principal
de los problemas sociales, económicos y ambientales que afligen
al mundo, pero contribuye a ello de manera sustancial. Si la población
hubiese aumentado menos rápidamente en el pasado las cosas irían
mejor».
La "ecológica" teoría de Malthus
En 1798 el cura-economista Thomas Robert Malthus publicó el Tratado sobre el principio de la población que, retomando teorías en circulación desde hacía ya tiempo, intentaba demostrar la imposibilidad de que pueda existir una sociedad mejor, armónica y sin desigualdades sociales, y todo debido a las "horribles" leyes de población. En una nota de El Capital, Marx escribía al respecto: «Este escrito (...) no es más que un plagio superficial de escolar, declamatorio al estilo curil, de los escritos de De Foe, Sir James Steuart, Townsend, Franklin Wallace, etc., y no contiene ni una sola proposición original. El ruido que originó este folleto se debió únicamente a intereses partidistas». Y no es casualidad que la intelectualidad burguesa, cada vez más incapaz de conocer la esencia de la sociedad actual, haga siempre referencia a ese librucho de manera constante y continua.
La ley de Malthus sobre la población es la siguiente: «El poder de población es infinitamente mayor que el poder que tiene la tierra de producir subsistencias para el hombre. La población, cuando no es frenada, aumenta en progresión geométrica. Las subsistencias aumentan sólo en progresión aritmética». Malthus afirmaba esto sin preocuparse mínimamente de demostrarlo. Un crecimiento se llama aritmético si avanza siempre al mismo paso (1, 2, 3, 4, 5...), y geométrico si cada paso es proporcionalmente mayor que el precedente (1, 2, 4, 8, 16...).
Para Malthus, para que pudiese frenarse este crecimiento geométricode los bípedos humanos, era necesario: 1) actuar de manera preventiva dentro de cada familia ("freno preventivo"); 2) mantener «las efectivas privaciones de algunos miembros de las clases inferiores que les impidan alimentarse a ellos y a sus hijos», es decir matar de hambre al proletariado ("freno positivo"). «A estos dos grandes frenos a la población – escribía Malthus – se pueden añadir las costumbres viciosas en las relaciones con las mujeres, las grandes ciudades, las manufacturas insalubres, el lujo, las pestilencias y la guerra». Estas habrían sido «las verdaderas causas del lento incremento de la población» hasta ese entonces, y que controlaban el crecimiento geométrico de la población en la Europa de su época.
Ya en su momento Malthus era un reaccionario, que no sólo intentaba con su teoría refutar las doctrinas igualitarias de Godwin y Condorcet, sino que además estaba claramente alineado contra la burguesía hija de la revolución industrial y de la revolución francesa, estando cerca de la clase de los terratenientes. Pero bastará algún decenio para que Malthus sea reconocido como un digno representante de la criminal economía política burguesa siendo utilizado por ésta para sus fines propagandísticos.
Las modernas simplificacionesde los ecologistas, que reducen la dialéctica de la lucha entre las clases a un choque abstracto entre hombre y naturaleza, pueden denominarse como neomalthusianas.
Malthus es criticable principalmente en tres puntos: 1) su ley de las diferentes curvas de crecimiento de la población y de la alimentación es negada por la observación más superficial de la historia mundial; 2) el crecimiento más o menos veloz de las poblaciones está íntimamente ligado al tipo de sociedad civilvigente, y hoy lo está a las necesidades de mano de obra del Capital, y no a la mayor o menor disponibilidad alimentaria; 3) todo modo de producción tiene unas leyes de población específicas y por lo tanto es vano buscar leyes de incremento de la población basadas sólo en factores "animales", biológicos y darwinianos en sentido estricto. "La población es una abstracción", señalaba Marx. La población está dividida en clases, por ejemplo, y las clases presuponen determinaciones económicas que regulan todo el sistema vigente. Toda sociedad de clase determina unas leyes generales de población propias, y en particular leyes específicas a cada clase dentro del mismo modo de producción. Actualmente forma parte de las leyes del sistema capitalista la esencia del "problema demográfico".
Para demostrar la falsedad del crecimiento exclusivamente aritméticode los recursos alimenticios respecto al crecimiento geométricode la población, basta, por ejemplo, observar la siguiente tabla publicada en nuestro Curso del capitalismo mundial (pag. 278), la cual es doblemente indicativa porque ofrece datos de Inglaterra, el país que trataba Malthus (la población aparece indicada en millones de personas y la producción en millones de quintales métricos):
Año Población Cereales Patatas Carne Leche 1890 37,5 56,9 32,3 1900 41,2 52,5 32,7 1910 44,9 51,7 36,4 1913 45,6 50,2 37,3 1920 47,0 1929 48,6 48,2 45,3 1938 47,6 45 50 14,9 83 1947 49,6 63 79 9,1 87 1955 51,2 89 64 17,3 110 1960 52,4 94,6 72,7 17,1 120,1 1970 55,6 132,7 78,2 21 129,7 1980 56,3 194,8 71,1 23,1 159,7 1984 56,5 265,3 74 23,7 162
Si Inglaterra hubiese seguido las leyes maltusianas hoy debería tener 1.800 millones de habitantes: ¡pero la población ha aumentado un 66% y la producción de cereales un 500%! Por lo tanto es del todo infundada la tesis según la cual más población = miseria y menos población = riqueza. En 1846, por ejemplo, Irlanda sufrió una terrible carestía que se llevó a un tercio de su población. De los 8,2 millones de habitantes registrados en 1841, un millón murieron debido a la carestía y 3 millones emigraron allí donde los requería el capitalismo industrial, o sea a los Estados Unidos. Una pérdida de población de este calibre habría significado la muerte de Irlanda como país industrial. Pero Irlanda no era más que un distrito agrícola de Inglaterra. En 1956-57 (o sea más de un siglo después) Irlanda (Eire independiente y los condados del Norte) tenía un millón de habitantes menos que en 1867, mientras la industrial Gran Bretaña pasaba de 27,5 millones de habitantes en 1850 a los 52 millones en 1956-57. Pero el modelo filo-malthusiano, creyendo en sus propias sandeces, continúa repitiendo lo contrario.
¿No hay comida? Según "The Economist" del 10 de junio de 1995 «el mundo es perfectamente capaz de alimentar de ahora en adelante a 12.000 millones de personas». Según otras estimaciones los recursos agrícolas mundiales son capaces de suministrar alimentos a razón de 2.500 calorías per capita diarias a 40.000 millones de personas. Pero viviendo en la sociedad capitalista, el pan es una mercancía y, para ser consumido no basta con que esté disponible, debe generar renta y beneficio, y por lo tanto debe ser escaso, estando reservado a las personas que tengan la moneda socialmente necesaria para comprarlo.
A nivel histórico, debido a la Renta, se verifica la ley marxista de la disminución en el precio de las manufacturas y el aumento en el precio de los alimentos. Aumenta la absurda e irracional masa de mercancías inútiles y estúpidas destinadas a la burguesía y la aristocracia obrera – Malthus había teorizado la necesidad de una clase cuya única función fuese... consumir – mientras la gran mayoría del proletariado y del semi-proletariado vive en condiciones de mera supervivencia.
El profesor de demografía en la Universidad de Roma, Antonio Golini, en un librillo, defiende a Malthus, ya que en su época «no podía prever que en el transcurso de dos siglos el progreso científico iba a permitir un aumento extraordinario en las producciones alimenticias». Lo censurable en Malthus sería que en los modos de producción anteriores al capitalismo el crecimiento había sido de otro tipo y entidad, al igual que a mediados del siglo XIX se podía notar que el gran salto poblacional se daba solamente allí donde se implantaba el capitalismo industrial, y era allí donde el crecimiento demográfico no presentaba una "constancia geométrica" ni la producción de alimentos una "constancia aritmética".
Golini adopta el "método" de estudio preferido por la burguesía
actual: aislar una determinada cuestión y estudiarla de manera abstracta
y separada de cualquier determinación más general. Toda cuestión
se convierte en un "problema" resoluble en sí mismo. Las soluciones
a determinados fenómenos patológicos como el urbanismo, la
población, el medio ambiente, etc., habría que buscarlas
en el mismo fenómeno. De esta manera Golini, considerado como una
de las mayores autoridades en Italia en materia de población, con
la serenidad propia del doctor universitario, cae en la tautología
moralista: «La carencia de alimento podrá evitarse visto que
se esperan nuevas mejoras en la producción del sector agrario, a
condición que se haga una gestión prudente y equilibrada
del mismo». Encaja aquí la sentencia del aquel gran calabrés,
Tommasso Campanella: «Quien sabe una ciencia sola, no sabe ni esa
ni las otras bien; y aquel que es apto para una sola, estudiada en los
libros, es inerte y vulgar» (La Ciudad del Sol).
Falsas soluciones a un falso problema
Podemos ver lo prostituido y vulgar que es el campo de la así llamada demografía, presunta "ciencia de la población", si observamos las soluciones propuestas por los "expertos".
En 1974 en la Conferencia de Bucarest sobre el control de la natalidad la diplomacia vaticana encontró un aliado en la China de Mao contra los estados abortistas: la revolución burguesa debía pasar, también en China, a través de la Gran Procreación, siendo los "millones de bayonetas" el primer orgullo nacional. La posterior fase de la industrialización en China ha tirado por tierra toda esa política y ha limitado drásticamente el número de hijos. El Vaticano, coherentemente, sigue siendo antiabortista.
En 1984, en la ciudad de Méjico, los Estados Unidos de Reagan se aliaron al Vaticano.
En 1994 se celebró, acompañado de una amplia operación de marketing, la Conferencia de El Cairo sobre la población. En esta ocasión el Papa pudo unirse a otros países, entre otros a Argentina al borde la catástrofe económica y los países islámicos. ¿Puede haber algo mejor que los preceptos religiosos para dominar a los cuerpos hambrientos? El documento final, que será revisado pasados diez años (o sea en el año en curso) es sólo una declaración de mediocres buenas intenciones: los estados participantes declararon unirse para combatir el peligro demográfico; se estableció que solamente un progreso en las condiciones socio-económicas permitiría una mejoría de las situación demográfica, y se plantea como objetivo que las Naciones Unidas fuesen las promotoras de un "sistema de conferencias con el fon de valorar al hombre y al medio ambiente".
Este costoso montaje puesto en pie por la diplomacia internacional con
el apoyo de todas las Iglesias, las asociaciones humanitarias, etc., sólo
sirve para hacer creer al proletariado que el problema está en la
superpoblación y no en el capitalismo. En
Propiedad y Capital
escribíamos lo siguiente: «¿Qué relación
tiene el "exceso" de población con las crisis industriales, monetarias,
bursátiles, con las guerras, con todas las delicias que el sistema
capitalista "produce" como efectos de su mera existencia? En su fase senil,
ya desde hace mucho tiempo, el capital no puede satisfacer las necesidades
primarias, no suficientemente remunerativas, de poblaciones empobrecidas,
y lo que hace es dilapidarlas. Lo único que hace es sangrar el cuerpo
social, sustraer al organismo viviente de la especie una cantidad cada
vez mayor de linfa vital, ya sea explotando cada vez más, envenenando
cada vez más, dilapidando cada vez más. Y si la sobrepoblación
existe (...) no es porque el modo de producción no puede producir
los bienes necesarios para satisfacer las necesidades primarias y secundarias
de esta parte de la población no trabajadora y por tanto que no
gana ni paga nada, sino porque el sistema capitalista ha preferido producir,
con fines de mayor remuneración, más artículos lujosos,
absurdos, malsanos u homicidas, para una población, la de los no
productores, la de los parásitos, que de uno u otro modo se apropia
de gran parte de la riqueza social no producida por ellos» ("Prometeo",
n°10 de 1948).
Marxismo y población
En el Simposiode Platón, el personaje de Aristófanes cuenta un mito según el cual en el origen de la humanidad no existían el hombre y la mujer, sino un tipo de ser humano llamado hombremujer, que agrupaba a los dos sexos. Al pretender desafiar a los dioses fue castigado por Zeus dividiendo violentamente las dos partes, los dos sexos distintos, pero «tras este desmembramiento de la figura humana, cada parte buscaba su doble y se unía a ella; se abrazaban buscando la manera de unirse otra vez, y finalmente morían ya que no se adaptaban a hacer nada la una sin la otra».
Para el marxismo la procreación es la primera y fundamental de las fuerzas productivas. Forma parte de la infraestructura, junto a las técnicas agrícolas e industriales y junto a las condicionesgeográficas y ambientales. Toda sociedad civiltiende a doblegar las fuerzas productivas a las necesidades y a los intereses de las clases dominantes. Cuando es necesario los Estados pueden, mediante la fuerza, permitir su libre desarrollo o bien reprimirlas. Y hoy observamos como todas las instituciones burguesas se dedican a esta obra de contención, en todos los planos, con todos los medios, cruentos o "indoloros", y en todos los sentidos.
En El origen de la familia, de la propiedad privada y del EstadoEngels escribía: «Según la concepción materialista, el momento determinante de la historia, en última instancia, es la producción y la reproducción de la vida inmediata. Pero esta a su vez es de doble tipo. Por un lado, la producción de medios de subsistencia, de alimentos, de vestuario, de viviendas y de instrumentos necesarios para estas cosas; por otro, la producción de los hombres mismos: la reproducción de la especie. Las instituciones sociales dentro de las cuales viven los hombres de una determinada época histórica y de un determinado país, están condicionadas por ambos tipos de producción: por el estudio del desarrollo del trabajo, por una parte, y de la familia por otra».
Desde que, según el mito bíblico, Dios privó a Adán y Eva de su condición de animales en el paraíso, la humanidad ha llevado a cabo su trabajo, dividido entre producción y reproducción.
En 1953 en Factores de raza y naciónescribíamos: «Negarse a utilizar el marxismo dentro del terreno sexual y reproductivo con todas sus riquísimas derivaciones, equivale a ignorar las dos concepciones enemigas, burguesa y comunista, de la economía, y echar por tierra toda la conquista llevada a cabo por Marx sobre las escuelas capitalistas derrotadas».
La reproducción es un factor material determinante en la historia. El individuo biológico aislado por sí solo nunca ha creado nada (aunque crea que puede hacerlo). «Es obvio – continúa el escrito – que todo individuo perfecto, sano y adulto, en pleno vigor de sus facultades puede dedicarse – en una economía básica – a producir cada día cuanto necesita consumir. Pero la inestabilidad de esta situación en cada individuo determinaría muy pronto su fin (y de la especie si estuviesen unidos todos estúpidamente por las costillas) si faltase el flujo de la reproducción, por el cual en un cuerpo orgánico son muy raros los individuos que son autosuficientes, los viejos que no pueden ya ofrecer tanto y los más jóvenes que necesitan ser alimentados para producir el día de mañana. Cualquier ciclo económico es impensable, y no podemos escribir ninguna ecuación económica sin introducir en el cálculo estas magnitudes esenciales: edad, validez, salud». Y más adelante leemos: «No es el individuo el que ha desarrollado y ennoblecido la especie, es la vida de especie la que ha ennoblecido al individuo elevándole hacia nuevas dinámicas y objetivos más altos. Cuanto existe de primario y bestial se halla en el individuo. Lo desarrollado, complejo y ordenado, y que constituye un plan de vida no automático sino organizado y organizable, deriva de la vida colectiva y nace primero fuera de los cerebros de los individuos, para luego alojarse en ellos a través de caminos difíciles».
«La clase trabajadora – escribíamos – es la primera de las fuerzas productivas, dice Marx. Pero más importante es saber cómo se reproduce la clase que trabaja, estudiando la manera de producir y reproducir la masa de las mercancías, la riqueza y el capital. El asalariado clásico y desposeído de la antigüedad no era definido oficialmente en Roma como trabajador, sino como proletario. Su función característica no era la de dar a la sociedad y a las clases dominantes el trabajo de sus propios brazos, sino el de generar, sin límite ni control, en su mísera alcoba, los braceros del mañana. El pequeño burgués moderno piensa estúpidamente que el segundo trabajo le sería más dulce y más amargo el primero. Pero el pequeño burgués es el que, tan asqueroso y filisteo como el gran burgués, contrapone sus impotencias ante esto».
Si se pretende analizar la estructura social y económica de un determinado grupo humano, en una determinada época, sin haber investigado las estructuras familiares y las normas reproductivas, se está fuera del materialismo dialéctico. No se alcanza a ver de esta manera la necesidad trans-individual del Comunismo, sino más bien la eterna y vulgarísima lucha de los individuos, es decir el filisteísmo y el egoísmo eternizado del pequeño burgués.
En el reciente volumen Armas, acero y enfermedadesde Jared Diamond, el autor escribe lo siguiente respecto a la época de la invención de la agricultura (época del comunismo primitivo): «El aumento de la población es provocado por la producción de alimentos, o por lo menos por las condiciones de excepcional abundancia de los recursos espontáneos (...). Estas consideraciones han llevado a una diatriba de este tipo: "que fue primero el huevo o la gallina". ¿Es el progreso de la agricultura el que hace aumentar la población y por tanto nacer las sociedades complejas, o son estas últimas las que permiten el nacimiento de la agricultura? La pregunta planteada así no nos ayuda nada. En realidad una y otra se favorecen mediante autocatálisis. El crecimiento de la población favorece la complejidad, y a su vez lleva a una mayor producción de comida, y por tanto a un posterior aumento del número de habitantes».
Entre producción de los medios de subsistencia y reproducción
de la especie se establece una relación dialéctica. En el
flujo, en continuo devenir, de las contradicciones de esta relación
sucede que, en determinadas épocas estas contradicciones estallan
violentamente: en estas circunstancias el aumento de la población
al igual que de las demás fuerzas productivas es tal que se da una
incompatibilidad insanable entre ellas y las relaciones de producción
establecidas. Cuando se habla de choque entre fuerzas productivas y relaciones
de producción se entiende también entre población
y fuerzas productivas. El paso del comunismo primitivo a la sociedad de
clase tiene lugar tanto por el aumento de las fuerzas de producción,
por la invención de medios de trabajo más sofisticados y
productivos, como por el aumento de la población, con la agricultura
y la ganadería que mantienen cada vez a más personas. ¡Nos
hallamos pues en la historia!
2.- LAS LEYES DE LA POBLACIÓN EN LOS MODOS
DE PRODUCCIÓN PRECAPITALISTAS
«Todo grado de desarrollo tiene su propia ley de población»,
esto es lo que afirma Marx en El Capital. Igualmente el mismo concepto
de sobrepoblaciónse refiere a un determinado modo de producción.
Forma primaria
- Paleolítico
En esta fase del comunismo primitivo, basado en la caza y la recolección, la ley de población estaba determinada enteramente por el clima y el territorio con su flora y su fauna. El hombre necesitaba amplios espacios. Se ha calculado que un pigmeo actual – comparable en estadio evolutivo al hombre del Paleolítico – necesita de 8 kilómetros cuadrados para vivir, un australiano 30 y un esquimal de 200 a 300. En el Congo actual se han señalado densidades mayores, 2-3 habitantes por kilómetro cuadrado (0,3-0,5 kilómetros cuadrados por cabeza). La necesidad de espacio dependía de la cantidad de selva y del tipo de técnicas de caza.
Mientras que los hombres se han mantenido de la caza, la pesca o de la recolección de frutos silvestres, la población ha conservado un carácter disperso y nómada. Entre los aborígenes se ha señalado que la densidad de población varía de zona a zona, según la cantidad de precipitaciones en la tierra y de la abundancia de peces en el agua. En el comunismo primitivo es la disponibilidad de subsistencias lo que determina la población: cuando no hay bastante se sucumbe o hay que irse a otras tierras. Las migraciones en las diversas regiones del planeta se efectúan siguiendo lo que ofrece la naturaleza «siguiendo los ríos y las costas los hombres pudieron difundirse sobre la mayor parte de la tierra» ("Origen de la familia…").
Desde la aparición de las primeras sociedades divididas en clases hasta hoy, la humanidad ha dependido progresivamente cada vez menos cantidad de medios de subsistencia disponibles y relativamente cada vez más de las leyes económicas de la sociedad en cuestión.
Las tasas de fecundidad en el Paleolítico no eran elevadas sino más bien proporcionadas. En los años 40 Nancy Howell de la Universidad de Toronto, había observado que en la población del desierto de Kalahari, dedicada a la caza y la recolección, «las mujeres tienen largos intervalos entre los partos y una moderada fertilidad global» (A.J. Coale). Diamond señala que «una mujer nómada no puede permitirse llevar consigo en sus desplazamientos más de un niño además de sus escasas pertenencias; no puede dar a luz un niño en tanto que el precedente no está en grado de caminar al paso de los demás miembros de la tribu. En la práctica los cazadores-recolectores controlan los nacimientos de modo que entre un hijo y otro pasan cerca de cuatro años; esto se consigue de diversos modos: amenorrea durante la lactancia, abstinencia sexual, aborto e infanticidio».
En Factores de raza y naciónhemos citado a Thomas: «el instinto es el conocimiento hereditario de un plan de vida de la especie». Solamente la cabeza vacía del pequeño burgués actual podría pensar que un control racional de los nacimientos es factible solamente en sociedades ultradesarrolladas, con Estado, educación, leyes... y propiedad privada.
La conclusión de todo esto es que el hombre primigenio, sin necesidad de maltusianos que invocasen guerras y pestilencias, sabía de modo natural e instintivo regular su propia progenie. Si entonces era la Naturaleza la que dominaba completamente al hombre en lo referente a la reproducción, ante nuestros ojos modernos la obligación viene atenuada por el hecho de que el hombre permanece todavía ligado de mil maneras a la naturaleza, la sufre pero no está totalmente separado de ella y por eso la conoce; conoce, junto a su parte humana, su propia animalidad y sabe relacionarse con ella
- Neolítico
La invención de la agricultura y de la ganadería trajo consigo un aumento de la población. Escribe J. Diamond: «El número de calorías por hectárea suministrado por la agricultura es mucho mayor que el ofrecido por la caza o la recolección, y esto motiva que mucha más gente pueda vivir en el mismo lugar. Por otra parte, el aumento de la densidad humana durante el Pleistoceno tardío es un hecho comprobado, debido a los progresos tecnológicos que aumentaron la eficiencia para procurarse alimentos. La agricultura se aprovechó de esta situación, ya que consiguió nutrir a un mayor número de personas de modo más eficiente. Nos encontramos en presencia de un proceso autocatalítico, en el que una retroacción positiva hace que la reacción, una vez desencadenada, proceda cada vez más rápido. La densidad crece poco a poco, y esto hace aumentar las necesidades alimentarias; quien consigue (casualmente) más alimentos prospera, y la agricultura es más eficiente en este sentido. Una vez iniciada la vida sedentaria, los hombres pueden tener más hijos, la población aumenta y con ella las necesidades alimenticias (...). Al final una hectárea de tierra cultivada ofrece recursos para muchas más personas (de 10 a 100 veces) en comparación con una hectárea de tierra virgen en una sociedad de cazadores- recolectores».
La vida sedentaria del hombre del Neolítico por lo tanto fue un factor que incidió directamente sobre el aumento de la población, pero no es menos cierto que al aumentar la natalidad también lo hizo la mortalidad, ya que la vida sedentaria significó cambio de ambiente y de costumbres, crecimiento en la densidad de población, mayor transmisión de enfermedades contagiosas, dependencia de la calidad de la cosecha agraria.
Pero también estas sociedades primitivas dedicadas a la agricultura y a la ganadería estaban en grado de controlar racionalmente los nacimientos, no dejando que el aumento excesivo de la población les creara problemas. Según estudios comparativos efectuados entre poblaciones del África Negra y de Madagascar, se ha observado la confutación de lo que decía Malthus, es decir que nunca podría darse una sociedad igualitaria, sin clases ni guerras ni hambre, ya que no puede haber "frenos" a la "producción de población". Las investigaciones en estas sociedades de comunismo primitivo «han puesto de relieve la función de freno que en este campo tienen las costumbres y la diversas prohibiciones. Así, pese a que se casan muy pronto – a los 20 años el celibato femenino es un fenómeno prácticamente desconocido – desde los 15 hasta los 49 años las mujeres paren una media de seis a ocho veces como máximo» (M. Reinhard, A. Armengaud, J. Dupaquier, Historia de la población mundial). «En Tikopia, en las islas del Pacífico, los hijos nunca son más de cuatro, y los que superan esta cifra son eliminados nada más nacer. Además se usan métodos anticonceptivos. Las dimensiones de las familias, a causa de la mortalidad, es netamente inferior a las seis personas: oscila entre las tres y las cuatro. De manera más aproximada un estudio llevado a cabo entre unos indios de Brasil, los Nambikwara, que viven de la caza, del cultivo de huertecillos y recolección de productos silvestres, ha mostrado que habitualmente cada familia tiene uno o dos hijos, y excepcionalmente más de tres; es bastante frecuente el caso de familias sin hijos. Entre ellos la lactancia dura hasta los tres años y las prohibiciones de carácter sexual influyen en la natalidad; también se practica el aborto».
Por lo tanto la aparición de unas técnicas de producción
más modernas (agricultura y ganadería) ha permitido un "salto"
demográfico, pero ha permanecido controlado. La natalidad permanecía
baja respecto a épocas modernas de proliferación incontrolada.
Forma secundaria
El excedente agrícola de las sociedades de clase, que se impusieron sobre las viejas formas de producción comunistas, permitió que una parte de la población no tuviera que ocuparse de la producción de alimentos. Esto, junto a la formación de poblados estables, determinó la formación de las ciudades, las cuales tuvieron de golpe (por ejemplo en Mesopotamia) fuertes densidades de población respecto al campo circundante poco habitado, y a regiones enteramente deshabitadas.
El esclavismo era una forma de producción clasista que se dio con pueblos poco densos y una agricultura extensiva. Esta es la prueba de que un tipo de población contribuye a determinar un modo de producción y no al contrario.
En Mesopotamia, región en la que las mayores posibilidades agrícolas y ganaderas llevaron a un desarrollo consistente en la estructura social, la población aumentó seguramente de manera considerable, estimándose en 4 o 5 millones de personas en total. En los reinos de Israel se estiman 2 millones de habitantes en un territorio reducido. Pero Israel era un país comercial más que esclavista y su religión, en línea con las leyes de población del capitalismo, predicaba "creced y multiplicaos", imponiendo una severa familia monogámica sin permitir prácticas anticonceptivas.
En la Atenas del siglo V a.c. se han estimado unos 30.000 ciudadanos y para todo el Ática unos 200.000 con una densidad de población de 200 habitantes por kilómetro cuadrado; en toda Grecia se calcula que había unos dos millones de habitantes con una densidad general de 35 habitantes por kilómetro cuadrado. Según algunas estimaciones habría un quinto de población libre y cuatro quintos de población esclava. Según otras fuentes (Oxford Classical Dictionary) la mitad de la población del Ática estaría constituida por esclavos.
La presión demográfica en Grecia nunca fue elevada porque la tierra requería pocos brazos. La productividad de la tierra era modesta, el latifundio no estaba muy difundido y los pequeños campesinos-ciudadanos constituían la base productiva. No podía darse en estas condiciones la gran afluencia de esclavos que conocerá Roma. «La cantidad de las llegadas [de esclavos] estaba en función de las necesidades que se iban presentando. Una abundancia excesiva de esclavos podía eliminarse recurriendo a su venta. La masa demográfica podía acrecentarse o reducirse según las circunstancias» ("Historia…"). En las clases libres el vínculo familiar era muy débil y la finalidad era más que nada la de procrear por lo menos un hijo (o pocos hijos) para que mantuvieran a sus padres de viejos. La sociedad griega, por el contrario, dada la baja productividad económica, no podía permitirse una alta producción de prole.
No es una casualidad que paralelamente al declive de la civilización griega en el siglo IV a. c., próxima a ceder a Roma el predominio en el Mediterráneo, se verificase una fuerte crisis demográfica. Hubo intentos de incrementar los nacimientos. Pero ante la decadencia económica sólo podía oponerse la violencia de guerras y revoluciones.
Al revés que en Grecia, la expansión de Roma determinó en sus territorios la ruina de la pequeña y media propiedad agraria, la difusión del latifundio y la afluencia de enormes cantidades de esclavos.
En el periodo de avance inicial del esclavismo romano hubo un consistente crecimiento demográfico. La estabilización y después la disminución de la población comenzó solamente con la victoria definitiva del latifundio sobre todas las restantes formas de propiedad (puede darse como fecha indicativa el siglo II d.c.) y con la crisis del sistema esclavista por falta de viabilidad económica. Una iniciativa política de carácter demográfico, con el fin de controlar políticamente las regiones más difíciles de dominar, fue la llamada "tierra quemada" que consistía en sustituir a los hombres por rebaños transformando regiones fértiles en zonas desprovistas de cualquier recurso, fuera del pastoreo.
Ejemplos sucesivos de esta despoblación forzada de territorios los tenemos en la actuación de los Medici en Maremma durante el siglo XVI, y más extensamente en los campos ingleses a finales del siglo XVIII.
Si el desarrollo del latifundio limitaba el incremento de la población, las necesidades de la política imperial requerían un incremento de población para la colonización, la defensa y la administración de las provincias lejanas. El Imperio estaba sometido a la enorme contradicción de necesitar económicamente ampliar sus propios confines, pero no disponer de suficientes hombres para controlarlos. César y Augusto, y también sus sucesores, actuaron contra este estado de cosas. César por ejemplo estableció premios para quienes tuviesen muchos hijos y ordenó que las mujeres mayores de 45 años que no tuviesen marido ni hijos, no pudiesen adornarse con piedras preciosas ni usar litera. Augusto fue todavía más severo: bajo su mandato se promulgó una ley que contenía disposiciones severísimas contra el celibato y la falta de hijos.
Se cree que Egipto, bajo el mandato de Augusto, contaba con aproximadamente 7 millones de habitantes, y llegó después a 10 millones (con una densidad a lo largo del Nilo de 200 habitantes por kilómetro cuadrado), dándose después una brusca caída hasta 3 millones en el siglo IV debido a su decadencia económica estructural. En el África romana se estima que la población creció de 3,5 millones en el siglo I d.c. a 6,5 millones entre el II y el III siglo. En Galia se estima que había 8-9 millones de habitantes en la época de la guerra de César, con una radical disminución debido a la crisis del Imperio en los siglos IV-V.
En las sociedades de clase la escala de la población depende del modo de dirigir las fuerzas productivas, controladas por una minoría restringida de la población. Si la clase propietaria necesita seres humanos para extraer de ellos un plusvalor útil buscará la manera de encontrarlos. Estos trabajadores no son creados para consumir o vivir dignamente, sino para producir. Respecto al "consumo" se podría "actualizar" la cuestión: según las doctrinas de Keynes para el capital podrían ser útiles nuevos nacimientos precisamente para hacerlos "consumir", condena nada envidiable y que origina una condición actualmente muy difundida, y con una vida en cierta medida peor que la que llevaba el esclavo.
La crisis del Imperio Romano, o mejor dicho, de la forma secundaria de producción en su variante clásica, determinó la caída gradual de la natalidad y el aumento relativo de la mortalidad a causa de guerras, hambrunas o enfermedades. Al declive de este modo de producción debido a la creciente improductividad le siguió la ruina de los bípedos humanos. El cristianismo se hizo eco de esta miseria con su moralismo asfixiante sobre la sensualidad exaltando la castidad, haciendo que todo lo referente al cuerpo fuese invención del diablo, y el pecado original no fue, como en la antigua tradición, el querer conocer y alcanzar a Dios, sino el mismo acto carnal.
Pero los representantes del modo de producción esclavista estaban desapareciendo con él. Cuando los bárbaros, una vez rotas las fronteras del Imperio, se extendieron por todas direcciones acabando con él, hicieron que su invasión fuese percibida por sus contemporáneos como una invasión demográfica. A ojos de los romanos los bárbaros eran extraordinariamente prolíficos, y daba la impresión de que se había "roto una presa". El papa Zoísmo (417-418) señalaba que «en muchas provincias la población había disminuido tanto que los bárbaros han sido llamados para que las repueblen».
La población es un factor determinante en el paso de un modo de producción a otro, en cuanto que en ella aparece la primera expresión de las contradicciones de la estructura que desaparece. Al igual que en el Neolítico las poblaciones dedicadas a la agricultura sustituyeron a las poblaciones dedicadas a la caza y la recolección gracias sobre todo al hecho de ser "más numerosos"; como ninguna población atrasada podía enfrentarse a los numerosos soldados de los ejércitos de Egipto o Mesopotamia, de la misma manera el número de bárbaros aplastó inevitablemente a los supervivientes pertenecientes a un modo de producción superado.
"Ilegales" en Barcelona
A comienzos del mes de junio tuvo lugar el desalojo policial de decenas de inmigrantes "sin papeles", encerrados en la catedral de Barcelona. El gobierno burgués del PSOE sigue los pasos de su predecesor a la hora de utilizar la doble moral, que tan buenos dividendos proporciona a la patronal. Por un lado no se obstaculiza apenas la llegada de estos inmigrantes "ilegales", pero si éstos se organizan y reivindican los derechos más elementales entonces se les detiene, apalea y deporta. Queda una vez más en evidencia que la inmigración "sin papeles" beneficia a la patronal al permitir la rebaja salarial generalizada, la explotación más abyecta y la ausencia de los más mínimos derechos laborales.
"O Bahía" el Kursk pesquero español
La tragedia ha vuelto a ser noticia en la Costa da Morte con el hundimiento del pesquero O Bahia. Obligados por la ley de la oferta y la demanda, los marinos deben salir a faenar pese a que el estado de la mar no lo aconseje. El O Bahia, un barco de hierro, tuvo que soportar un fuerte oleaje que al entrar por la popa ocasionó su hundimiento casi instantáneo. La técnica de construcción de estos barcos pesqueros no es la más segura, pero sí la más barata. Los barcos insumergibles ya son una realidad factible, pero su elevado precio los hace inaccesibles en la mayoría de los casos. Solamente en el comunismo, donde el valor de cambio desaparecerá para siempre, podrá afrontarse con casi total seguridad una labor tan peligrosa como la marítima, que tantas víctimas ha causado, y causará mientras exista el capitalismo, entre los trabajadores del mar.
Sudán: ¿petróleo o religión?
Con una población de 31 millones de habitantes, en Sudán, país con una superficie tres veces la española, se lleva librando una cruenta guerra civil seudo religiosa. El conflicto, con dos millones de muertos en dos décadas, ha sido presentado ante la población mundial como un choque entre los cristianos del Sur y los musulmanes del norte. Pero, una vez más, el petróleo ha hecho acto de presencia, echando por tierra todas esas falacias y dejando al descubierto la verdadera naturaleza de la guerra. Es decir, el control de los ricos yacimientos (se habla de una producción para 2007 de 500.000 barriles día), y lógicamente con el choque de las distintas potencias imperialistas por tan jugoso bocado.
Los millones de UGT
Según denuncia presentada por la Guardia Civil ante la Fiscalía Anticorrupción, el sindicato de clase UGT, se ha quedado con siete millones de euros destinados a los famosos "cursos de formación continua". No es la primera vez que aparecen noticias de este tipo, ni será la última. Para estas empresas "sindicales" lo que menos importa es la "formación" de los trabajadores. No les importa ni tan siquiera sus vidas, ya que ellos mismos son cómplices del abultado número de accidentes laborales, que sitúan a España a la cabeza de Europa.
Pescado: un bien cada vez más escaso
Según informaciones de la FAO, el 70% de los caladeros pesqueros mundiales está al borde de la extinción, debido al exceso de pesca y los trastornos medioambientales. De ahí que la solución que ofrece la técnica capitalista sea la del cultivo en granjas marinas de algunas especies, viéndose las demás abocadas a la casi extinción.
Chechenia: atrocidades recompensadas
El Ministerio del Interior ruso ha nombrado comandante en jefe de las tropas destinadas en Chechenia al general Dadónov, al cual la misma prensa rusa acusaba de atrocidades sin límite contra la población chechena. Este nombramiento es la evidencia del recrudecimiento de la guerra caucásica y de sus repercusiones terroristas contra la población civil trabajadora, tanto rusa como chechena.
Aplicación de la ley antihuelga en España
Ni siquiera los sindicatos más o menos respetuosos con la ley y el orden burgués se libran de la represión a nivel individual. Así ha sucedido con algunos miembros del sindicato gallego CIG, condenados hasta a seis años de cárcel por formar parte de un piquete que supuestamente "coaccionó" a unos esquiroles durante la huelga general de junio de 2002. Los "gravísimos" delitos imputados fueron empujones, golpes en el hombro y arrojar bolsas de basura contra las vitrinas de un bar.
Israel y sus bombas
Según informes de la Asociación de Científicos Atómicos, Israel posee nada menos que 200 bombas atómicas. El hecho no constituye ningún escándalo, ni será seguramente motivo de invasión, pues se trata del Estado lacayo de EEUU, y además una democracia plena, que como es sabido se distingue por el uso racional y siempre proporcionado de la violencia.