Partido Comunista Internacional Cuerpo unitario e invariante de las Tesis del Partido

Tercera Internacional Comunista
1º Ejecutivo Ampliado, junio de 1922
 

INFORME DEL C.E. DEL PARTIDO COMUNISTA DE ITALIA AL COMINTERN SOBRE LA TÁCTICA DEL PARTIDO Y SOBRE LA CUESTIÓN DEL FRENTE ÚNICO


- Historia de la táctica seguida por el partido hasta la actualidad
- Evoluciones y perspectiva de la táctica del Partido Comunista de Italia
- El II Congreso y las relaciones entre el Partido Comunista de Italia y la Internacional Comunista
- Propuestas concretas del C.E. del P.C. de Italia a la Internacional Comunista

 

 

 

Historia de la táctica seguida por el partido hasta la actualidad

El P.C. de Italia, situado en un momento dificilísimo, ha tenido en principio que dedicar la mayor parte de su atención al trabajo de organización interna, y durante este período, también trabajando y realizando propaganda en todos los ámbitos, aplicando una táctica de acción independiente de conquista de posiciones del partido contra todos las demás fuerzas.

Sin embargo, desde el primer momento las concepciones tácticas del partido no han tenido nada en común con las supuestas tendencias voluntaristas y putschistas que alguna vez se le han atribuido. Consciente de ser un partido minoritario, el P.C. de Italia nunca ha creído ser capaz, con las fuerzas que encuadra, preparar el golpe de mano para la conquista revolucionaria del poder. No por esta ilusión, sino por la necesidad misma de su existencia y de su penetración entre las masas el P.C. de Italia ha formado un encuadramiento militar y ha efectuado y efectúa acciones de guerrilla contra las fuerzas burguesas.

La táctica del P.C. de Italia ha sido totalmente marxista, y su evolución se ajusta totalmente con las resoluciones del III Congreso, que no son una rectificación de la táctica de la I.C., sino que representan la auténtica experiencia de las luchas proletarias que posee el movimiento comunista marxista tanto Italia como en el exterior, y que se distingue del revolucionarismo romántico de ciertos grupos extremistas. Sea prueba de ello el contraste entre nuestro partido y los sindicalistas y anarquistas italianos.

Nuestro partido comprendió que una condición para la realización de su programa revolucionario era la “conquista de las grandes masas”. Constituyendo en Livorno el “auténtico” partido comunista, y organizándolo sobre bases sólidas, se realizaba solamente una de las condiciones revolucionarias. Era preciso realizar la otra: encuadrar en torno al partido la gran masa del proletariado, a sus capas más combativas.

Dicho sea entre paréntesis: si rechazamos la fórmula de la conquista de la “mayoría” del proletariado, y si se nos exige no devaluar la función de reactivos de las vanguardias de las minorías organizadas, no hacemos mas que concretar, sin negar su espíritu, el alcance de la táctica marxista decidida por el III Congreso.

La prueba de la buena orientación táctica del Partido está en el hecho de el mismo emprendió desde el primer momento un intenso trabajo sindical, acompañando a la constante intervención en todas las cuestiones aunque sean superficiales que interesan a los trabajadores la clara directiva revolucionaria que inspira todo el trabajo. Todo el partido, lejos de tener tendencias tipo “K.A.P.D.” a favor de la escisión sindical, hace su consigna la unificación sindical del proletariado italiano.

Pero el problema de llegar con nuestra propaganda a las masas controladas por los socialistas y los anarquistas se nos presentó, y fue prácticamente solucionado incluso antes de disponer de los datos del III Congreso y del Congreso de los Sindicatos rojos. El estudio de la situación italiana nos dictó el plan táctico: pero lejos de seguirlo de forma inconsciente como supone equivocadamente el camarada Zinoviev en su escrito, fuimos nosotros los que lo diseñamos y lo lanzamos entre las masas, naturalmente teniendo en cuenta la disposición y las tendencia de éstas.

De agosto de 1921 es la propuesta formal del Comité Sindical Comunista a las grandes organizaciones sindicales, en pro de una acción general contra la ofensiva patronal, concebida como huelga general de todas las ramas, guiada por una coalición de todos los sindicatos.

La historia del recibimiento de nuestra propuesta se resume en pocas palabras: obstruccionismo despiadado de los jefes sindicales, creciente simpatía de las masas.

Con esta propuesta nos convertíamos en los iniciadores del frente único proletario, y al mismo tiempo, no interrumpíamos sino que intensificábamos nuestro trabajo para conquistar posiciones a los socialistas y a los anarquistas.

Otro aspecto general de la campaña fue que, tal vez, somos derrotados en las votaciones de los convenios sindicales y en los congresos en donde están presentes, sin consultar a las masas, los mismos funcionarios. Pero nuestra propuesta casi siempre triunfa cuando se trata de grandes asambleas de trabajadores, y especialmente en las reuniones que son convocadas durante las agitaciones parciales.

El espíritu de la propuesta comunista ha sido plenamente comprendido por las masas; ahora, estas están convencidas de que no tienen ninguna esperanza de éxito contra la ofensiva burguesa las acciones parciales de grupos, y que se impone el agrupamiento de todas las vertientes que la ofensiva burguesa con sus múltiples formas ejecuta en una única lucha de todos los grupos en interés de todos, porque si continúan las derrotas proletarias nadie estará a salvo. En cualquier caso, esta convicción se va construyendo a través de esas luchas parciales; en ellas participan siempre los comunistas tomando parte directa en la lucha y al mismo tiempo conducir a las masas a obligar a los jefes a unirse a ala acción general. Por tanto allá en donde las luchas parciales, como casi siempre ha sucedido, no han conducido al éxito, nuestra influencia ha aumentado. Por otra parte, estas luchas parciales, que abundan desde hace seis o siete meses, por el simple hecho de que exista un movimiento de clase van animando la moral del proletariado. Los obreros responden a la llamada con huelgas y también con la lucha y la guerrilla contra las fuerzas burguesas, y entienden bien que si no se pueden usar estos esfuerzos es por la táctica de los jefes derrotistas.

Ejemplos de esta situación general se han dado en las huelgas generales de ciudad y regiones (Trieste, Génova, Roma, Turín, Nápoles, etc.) y en huelgas nacionales de ramas (tipógrafos, trabajadores portuarios, etc.). Las grandes masas en movimiento han hecho propia nuestra consigna de acción general.

El desarrollo de esta campaña ha conducido a la formación de la “Alianza del Trabajo”, que incluye a los grandes sindicatos nacionales. Esa iniciativa la tomó en febrero el Sindicato Ferroviario, que antes de convocar a los sindicatos quiso convocar a los partidos, a efectos de información sobre la propuesta de alianza sindical. A esa reunión rechazamos acudir. El motivo es simple y concreto: nuestra intervención hubiera llevado a un contraste de opiniones inevitable sin mediar graves concesiones de principio por nuestra parte, y la Alianza del Trabajo no hubiera tenido lugar, perdiéndose así la plataforma que buscábamos para un mejor contacto con las grandes masas. De hecho, no hubiéramos podido subscribir el comunicado equívoco y pacifista salido de la reunión de partidos. Nos limitamos a enviar a los ferroviarios una carta indicándoles que nosotros éramos los iniciadores de la Alianza sindical, y que esta hubiera podido contar con la disciplina de los comunistas.

La iniciativa de los ferroviarios coincidía con la crisis ministerial entre el gabinete Bonomi y el de Facta. Era evidente que los socialistas querían entonces formar un bloque proletario para servirse de el a efectos de presionar por un ministerio de “izquierda”.

La posición independiente del partido como tal tenía el objetivo de permitirnos luchar contra este plan también atacando a la Alianza del Trabajo en caso de desviarse de sus fines, sin romper por otro lado la coordinación y la disciplina como coalición de organizaciones de masas. El plan de un “mejor gobierno” en Italia se explica como propaganda derrotista para las masas, ya que viene presentado como medio para eliminar el fascismo y la reacción, invitando al proletariado a desistir de toda resistencia activa. Por tanto, incluso considerando útil este paso, sobre todo para despojar al proletariado de esta última ilusión y liquidar la influencia de los socialdemócratas, la táctica que se impone es la de nuestra independencia y constante oposición a este plan.

Por otra parte, la constitución de la Alianza del Trabajo era una concesión al espíritu de unidad de acción que se había apropiado de las masas, concesión que por parte de los elementos de derecha se hacía precisamente para disminuir la presión de éstas, retrasando el momento en el que se habría impuesto la acción. Debíamos luchar contra el peligro de que la Alianza sumiera a las masas en la inacción. Por ello en el frente único necesitábamos no una postura de recíproco compromiso que vinculara nuestra acción a una fórmula común, sino una libertad de acción y de propaganda absoluta SIN DEJAR NI UN DIA DE ESTAR AMENAZADOS POR UNA AMENAZA DE RUPTURA.

Llevados los anarquistas y anarquistas a dar el paso irrevocable de la Alianza sindical, expresada en convocatorias de comités y elecciones de masas, dictamos las directivas para una propaganda sistemática, tendente a agitar el contenido efectivo de acción que, según los comunistas, debe ser dado a la Alianza. En un manifiesto de marzo hemos resumido las líneas principales. Para los OBJETIVOS, presentamos una serie de reivindicaciones concretas contra las manifestaciones tanto económicas como políticas de la ofensiva (patronal), entre ella y en primer lugar la que los socialistas no aceptan: rechazo de las reducciones salariales; para los MEDIOS propugnamos la huelga general nacional; para la ORGANIZACION de la Alianza reclamamos que se amplíe basándose en una representación directa de las masas, con amplios comités locales en los que estén representados todos los sindicatos, y con la convocatoria de un Congreso nacional de la Alianza del Trabajo. En el actual comité nacional hemos solicitado, también directamente, por medio del Comité sindical comunista, que las delegaciones de cada organismo sindical no estén únicamente compuestas de funcionarios de la central, sino que sean nombrados con criterios proporcionales a las fracciones en las que cada sindicato está dividido. Si se aceptara la propuesta, entrarían en dicho comité comunistas por la minoría confederal, comunistas por la minoría del Sindicato Ferroviario, los sindicalistas favorables a Moscú de la minoría de la Unión Sindical: la consecuencia sería que se podría tener una mayoría respecto a los socialistas en la Alianza del Trabajo, compuesta de comunistas, sindicalistas y anarquistas. El rechazo de tales propuestas nos ha permitido hacer una campaña contra el sectarismo de los otros y su trabajo de torpedeo de la unidad. Una posición como esta siempre dejaría plena libertad a la central política del partido, aún permitiéndole dirigir de cerca y con absoluta seguridad de ejecución la obra del pequeño grupo comunista en la Comité de la Alianza. A los mismo resultados se llega en los comités locales, que han sido aceptados, y se llegará cada vez mas a medida que la base de la Alianza se extienda a las grandes masas.

Los socialistas siempre han rechazado el reconocimiento de la impotencia de la acción aislada de los sindicatos individualmente. Pero al pedir las masas de forma irresistible una vía de salida, responden que la solución está en la lucha política: dicen abiertamente que por acción política debe entenderse la colaboración parlamentaria del proletariado con la burguesía; esto no es un concepto vago, sino una solución concreta, y solo se puede concebir como una gobierno apoyado parlamentariamente por socialistas, populares y demócratas burgueses de izquierdas (Nitti, De Nicola).

Utilizar la fuerza política del proletariado en una crisis ministerial: ese es el objetivo de los reformistas. A ello se opone la disciplina de la mayoría del partido socialista, que es serratiana; pero está en una mala situación, y no puede oponer a la fórmula de los reformistas una consigna propia, siendo como es contraria en toda su propaganda a la lucha directa de las masas contra la reacción, únicamente capaz de una intransigencia estéril y negativa.

Los reformistas abrazan la solución colaboracionista sobre todo por que si no propusieran una vía de salida perderían la popularidad de las masas, y rechazan desesperadamente la solución de una acción proletaria general. No quieren perder el contacto con la masa, y la seguirán incluso al terreno de la huelga general nacional, para, como siempre, preparar su fracaso, reconduciendo al proletariado derrotado a la vía de la colaboración. En este juego, con trágicos precedentes en Italia, los reformistas se sirven de la complicidad del revolucionarismo demagógico de los maximalistas, y especulan también hábilmente con el revolucionarismo ingenuo de sindicalistas, anarquistas y tantos otros variopintos elementos subversivos de la política italiana.

Por ello la fórmula de los reformistas es la del pase a la acción política. Una coalición política de fuerzas proletarias sería útil para ellos, si se constituyera sin haber antes fijado bien sus límites y los objetivos. De ella saldría un movimiento de conjunto de las masas italianas que tendría dos salidas: o la solución ministerial que hemos dicho, o su torpedeo cuando las acciones de masas se hicieran imparables, con la ruptura de la coalición proletaria y una descarga hábil de la responsabilidad sobre los elementos extremistas. Este juego se ha revelado en la propuesta de un acuerdo (secreto) entre partidos hechos por la Alianza del Trabajo, después de que en ésta los representantes ultrarreformistas de la CGI hayan acordado con los otros la inevitabilidad de la huelga general, diciendo sin embargo que tal huelga “solo puede ser insurreccional y llevar a una crisis política del régimen”. De ahí la interpelación a los partidos políticos. De ello podría resultar bien una coalición controlada por los reformistas, o el fracaso del acuerdo por el rechazo de los comunistas. En este caso tendrían facilidad para combatir nuestra campaña en pro de una acción general, alegando que la hubiéramos hecho imposible.

Nuestra conducta en esta fase de la lucha se deduce de los documentos que se acompañan. Hemos intervenido en la reunión. Hemos declarado que podíamos llegar a la coalición política, pero bajo condiciones precisas. Estas condiciones son tales que su aceptación quiere decir que los socialistas y los confederales verían fracasado todo su plan de desviación del movimiento, mientras que el rechazo nos da campo libre para demostrar a las masas la justeza de nuestras condiciones, que equivalen a proteger al proletariado de traiciones y terribles desilusiones como las que están vivas en la memoria.

Nuestro planteamiento ha sido puramente táctico: en realidad, somos partidarios de la huelga sindical, de la que se desarrolla la lucha política, que es un episodio pero con un proceso mucho más largo, y en la que se debe incluir, para que el éxito sea posible, nuestra labor de sustitución de la influencia de socialistas y anarquistas por la nuestra. Estamos en contra de cualquier coalición de partidos en la dirección de la acción insurreccional y el movimiento revolucionario de las masas, de las que otros hablan con mala fe o con inconsciencia, y en general con una aterradora falta de preparación.

Siempre nuestra táctica ha colocado a los demás en una posición más bien embarazosa; por ahora no han rechazado ni aceptado nuestra propuesta; no pueden aceptarla y temen comprometerse rechazándola, desde el momento en que utilizan, contra el impulso de la lucha, el demagógico argumento de que esta solo puede ser “la revolución”.

Dada la situación, no se puede pensar en una solución intermedia entre la colaboración abierta con los burgueses que preparan los reformistas y nuestra propuesta de acción directa de las masas. El propio hecho de que los elementos equívocos del movimiento proletario hablan de derrocamiento del régimen demuestra que no hay otras consignas.

Reconociendo que aún es absurdo pensar en rechazar el grito de la conquista de la dictadura con el P.C. a la cabeza de las masas, no existe otra plataforma de agitación y de acción que nuestra propuesta de acción general dirigida por los sindicatos. Ningún argumento tienen los derechistas para rebatirla ante las masas, y su aceptación señala una etapa segura en el camino de la conquista de las masas por parte del partido comunista.

Tenemos en cuenta que en esta campaña tenemos a nuestro lado a los sindicalistas de la U.S.I., partidarios de Moscú (fracción Vechi) y a los socialistas de la fracción Lazzari, Maffi y Riboldi. No teniendo con ellos ningún compromiso político como tal partido, la colaboración con ellos nos resulta útil, porque somos nosotros los que les controlamos siempre. En los demás elementos los peligros son evidentísimos: los dejaremos valorarse como amigos de la unidad del frente y de la lucha proletaria, y después sería torpedeada por ellos, resolviéndose la derrota con asignar la responsabilidad a los comunistas, pretendiendo que estos hubieran dado un contenido demasiado arriesgado al uso de las fuerzas coaligadas.

Esta es la situación en el momento actual.

 

 

Evoluciones y perspectivas de la táctica del Partido Comunista

  

No es esta la ocasión de desarrollar los argumentos que ha empleado el P.C. de Italia para criticar la táctica del frente único en el sentido en que ha sido discutida por el Comité Ejecutivo ampliado de la Internacional, y de desarrollar la cuestiones generales e internacionales. Nos limitaremos a unas pocas consideraciones que explican y defienden la acción desarrollada por el P.C. de Italia y responden a las objeciones prácticas que han sido formuladas.

El espíritu de la táctica de frente único es la conquista de las masas utilizando las circunstancias de la ofensiva burguesa, y poniéndonos en contacto con aquella parte del proletariado que sigue a otros partidos políticos.

Se trata de crear una plataforma de agitación con una extensión mayor de la que puede proporcionar la simple propaganda de nuestro programa y de nuestros principios políticos. Se trata también, indudablemente, de influir sobre la evolución real de la situación en aquellas fases que debieran preceder a la lucha final por la conquista del poder por parte del proletariado, sin renunciar ciertamente a la preparación de las condiciones para el éxito de esta lucha final, de la que el P.C. deberá ser el protagonista. Base esencial para la conquista de las grandes masas es la comprensión de cómo la propaganda y la preparación revolucionaria se pueden hacer únicamente en el terreno de las luchas del proletariado por sus intereses inmediatos, de la cual se obtiene la necesaria experiencia para sus tareas posteriores. Que esto lo entiende perfectamente nuestro partido lo demuestra su intensísima actividad en los sindicatos y en la lucha económica del proletariado italiano. Que ello plantee de forma concreta la cuestión del paso de las luchas económicas individuales a sus síntesis en una acción común de todas las masas proletarias sin distinción de ramas o localidades, proceso marxista mediante el que toda lucha económica revela su contenido político, lo demuestra la campaña por la propuesta de acción general proletaria, basada en los intereses inmediatos de las masas, y empleada para la difusión y extensión del área de influencia de nuestro partido. Esta campaña nos ha permitido de hecho entrar en contacto con aquella parte del proletariado controlada por otros partidos políticos, y de ganarlos en una serie de puntos, demostrando que son enemigos no solo de la revolución comunista, sino también de la lucha de masas por la defensa de sus intereses concretos y evidentes a los ojos del último proletario.

Para llegar a tal resultado (que hoy ha tomado forma en la Alianza del Trabajo), organismo que tiene la tarea de de reunir a las grandes masas obreras y ponerlas en movimiento, como han demostrado muchas acciones locales y la manifestación del Primero de Mayo) nuestro partido no ha hecho ninguna renuncia, no ha tenido que atenuar su crítica y su polémica con los demás, no ha tomado decisiones ni firmado declaraciones comunes que contengan una línea intermedia y ambigua entre nuestros principios y los de otros partidos. A la asamblea de la Alianza llevamos nuestras concepciones, que no contienen las tesis teóricas de la doctrina comunista o el programa político del Partido, pero que han sido redactadas sin ninguna consideración que pudiera atenuarlas; muchas veces estas resoluciones, aceptadas por las masas, especialmente durante sus luchas, han sido textualmente reproducidas por la prensa de otros partidos, al ser decisiones oficiales de la Alianza.

Al mismo tiempo, no solo no hemos renunciado a nuestra labor de conquista de los sindicatos, sino que la apoyamos día tras día en nuestra campaña de frente único proletario, viéndose los socialdemócratas obligados a abandonar las posiciones sindicales cuando, ante las masas, su oposición a nuestras propuestas de acción en común queda en minoría. Se extiende así nuestra red de encuadramiento sindical, apoyo de la influencia de nuestro partido, y cada vez mas se une a todas las ramas del movimiento sindical y también a otras formas de organización obrera (cooperativas, etc.). El día en que la central de la Alianza sindical, durante un movimiento, fuera a traicionar la causa proletaria, y el partido juzgase posible empujar a fondo la lucha, podría asumir su dirección dando un golpe de mano en las centrales sindicales por medio de su aparato sindical, directamente dirigido por el Partido. No se podría acusar al partido de ruptura de unidad o de pacto de coalición, mientras que si por el contrario la decisión únicamente por parte del partido comunista no fuera posible, y el movimiento se viera detenido por sus dirigentes aun pudiendo aún desarrollarse, o fuera saboteado o traicionado, el P.C. podrá imputarles toda la responsabilidad, haciendo de ello un punto de apoyo para la extensión de su influencia y la preparación de otras luchas.

La experiencia de las circunstancias en las que el proletariado se ha visto traicionado y saboteado en sus acciones, llevadas sobre una base unitaria, demuestra lo necesario que es para los verdaderos revolucionarios aparecer ante las masas en una constante situación de independencia de la política de los oportunistas. Hasta ahora, estando los comunistas unidos al partido socialista, y los anarcosindicalistas demasiado inclinados a aceptar la responsabilidad de los movimientos comunes con el P.S.I. y la Confederación reformista, la labor de los elementos de derecha ha llevado al fracaso al movimiento mediante compromisos con la burguesía, y posteriormente las grandes masas proletarias desmoralizadas se han alejado de los elementos de izquierda, creyéndoles responsables de la derrota. Cuanto decimos de los anarquistas sirve para demostrar que para evitar dicha trampa no es suficiente la independencia organizativa del partido, sino que es preciso también su independencia de las responsabilidades comunes en la dirección de la lucha. Por otro lado es necesario participar en ésta, y estar en primera línea con los que la animan y apoyan el alineamiento de todas las fuerzas proletarias; este problema práctico nos parece resuelto por nuestra táctica del mejor modo posible, dada la situación italiana. Ante las masas el partido no dirá fríamente que no puede compartir la responsabilidad de dirigir una acción junto a los socialistas, porque tal argumento no es comprensible para las masas que siguen a los socialistas; pero pondrá tales condiciones a esa acción común que la misma masa obrera las juzgará justas, en contra de los socialdemócratas que no tienen una plataforma política y una organización capaz de poderla aceptar, participando en el terreno de la lucha defensiva de la clase obrera.

De lo reflejado por la situación concreta y la marcha de las relaciones sociales y del régimen político en Italia, hemos deducido que hay dos propuestas ligadas a las masas: la de los reformistas, que proponen la colaboración con la burguesía de izquierda como medio de atenuar la ofensiva fascista y reaccionaria, y la comunista, que propone la acción general por la lucha directa, entendida como plataforma para detener la prepotencia de la ofensiva burguesa e intensificar la posterior preparación revolucionaria hacia luchas en las que el P.C. tendrá un papel preponderante.

Los comunistas italianos optan claramente por este camino: es útil que la política de los socialistas colaboracionistas siga su desarrollo. El proletariado podrá comprobar así que esta solución es ilusoria, y abandonará las ilusiones socialdemócratas y socialreformistas con un proceso mucho más rápido del que pueda producir la propaganda por si sola.

Pero ¿no es aconsejable para obtener tal resultado y enfrentar a los socialistas reformistas a sus responsabilidades, plantear una consigna referente a la forma de gobierno, intermedia entre la de colaboración con la burguesía y la del poder proletario sobre la base de la dictadura? No hacemos aquí consideraciones de principio. Comprobamos únicamente que el juego de la traición reformista es posible en Italia gracias a la complicidad del pseudo revolucionarismo maximalista de los serratistas y a la ingenuidad del revolucionarismo pequeño-burgués de los anarquistas y de muchos otros movimientos ambiguos, todos los cuales tienen sus fórmulas preparadas para el cambio del régimen político. Especulando sobre todo esto, los reformistas dejan extenderse la hipnosis entre las masas con toda esa fraseología revolucionaria, tras la cual, tras la cual tejen su trama simple y pura de entrega al gobierno burgués. No hay que olvidar que los mismos reformistas han propuesto, proponen y propondrán consignas para un cambio de régimen político (en 1919 la asamblea constituyente sindical y la república de Modigliani, hoy tenemos los pasos hacia D’Annunzio y la propuesta de que ya hemos hablado de la huelga insurreccional votada por la Alianza del Trabajo, etc.). En esta situación la tarea del P.C. es la trabajar por la unión de todas las fuerzas proletarias, pero al mismo tiempo trabajar por la destrucción del confusionismo político. Si propusiéramos una fórmula de gobierno obrero, independientemente de que es difícil saber que significan estas dos palabras, los socialistas de izquierda y los anarquistas nos abrumarían con su demagogia sobre una revolución sin adjetivos y con la ultrarrevolución.

Para reaccionar contra el derrotismo de esta demagogia no hay otra cosa que la formulación de programas de lucha que aparezcan ante las masas concretos y realizables en la actual situación. La propuesta de los reformistas lo es, porque es posible en la práctica parlamentaria, dada la actual composición de la Cámara. La de los comunistas es igualmente práctica y concreta. En tanto los maximalistas no tienen ni pueden tener una fórmula positiva, siendo intransigentes en las palabras y pacifistas y enemigos de la lucha en los hechos, es preciso [verbo ilegible: ¿eludir?] el dilema de cuál domina para barrer así todos los equívocos y polarizar la atención del proletariado en los términos claros de la cuestión.

Tenemos luego el problema de la lucha contra el fascismo. La propuesta de colaboración de los reformistas se basa por completo en la propaganda entre las masas, contra el principio de la resistencia directa y armada, para dar la ilusión de que existen medios pacíficos y legales de erradicar el fascismo. Ahora los socialistas de izquierda no son partidarios de la colaboración, de palabra; pero colaboran con tal consigna, en cuanto hacen propaganda de la pasividad, la no resistencia y la pacificación de los ánimos. Solo sosteniendo la necesidad de la acción armada del proletariado contra el fascismo y la reacción es posible enfrentarse a la campaña colaboracionista. Esta consigna es altamente popular, y al crecer cada día la indignación proletaria contra los fascistas, se trata de organizarla. Una consigna que sugiera a las masas la posibilidad de un poder conquistado por vías diferentes a la armada únicamente favorecería el juego común de reformistas y maximalistas, y, en cierto sentido, la labor negativa de los anarquistas, que hacen propaganda contra la organización de las fuerzas armadas proletarias dirigida a constituir un poder político de clase, contra el “militarismo rojo”.

La consigna de “gobierno obrero” por tanto está excluida de la situación por una serie de razones concretas, que demuestran que no solo no serviría para polarizar en nuestro entorno a masas mas amplias, sino que comprometería los resultados obtenidos hasta ahora y la posición ya alcanzada por el P.C., que aparece […] acción directa común profundamente deseada por las masas, mientras que se hace difícil por la influencia de las distintas especies de oportunistas.

Queremos ahora decir algo contra las muchas objeciones planteadas, no siempre con conocimiento de causa, contra nuestro partido y su táctica. Pero cuanto hemos expuesto es suficiente respuesta, y sirve para rechazar dos críticas extrañamente contradictorias: la primera, que nuestro partido es un partido dedicado a la especulación teórica y no a la acción práctica; la segunda, que el mismo se ocupa del trabajo sindical y no del político. Las luchas y los problemas sindicales en Italia son hoy sobre todo exquisitamente políticos, y cuando proponemos fórmulas de organización y unidad en el terreno sindical no es para dejar de lado nuestros fines políticos, sino precisamente para ir hacia ellos con el espíritu de la táctica del frente único, haciendo nuestra política contra la de los demás, tras haberles llevado a poner sus fuerzas en un terreno común al nuestro. Contra esta serie de razones concretas, que correlacionan con el desarrollo teórico de nuestras tesis tácticas (que no es ahora momento de discutir) no hay ciertamente una forma de razonar distinta de ver una contradicción formal entre las dos prácticas del “frente único sindical” y del “frente único político”. ¿Seria tal vez una contradicción para el partido italiano y para todos los demás, la de no haber hecho la escisión sindical en el mismo plano que la política, de estar a favor de la unidad organizativa sindical y contra la unidad organizativa política? Estos argumentos no merecen más que unas pocas líneas para ser apartados del campo de la discusión.

Pensamos que los comunistas hacen su labor política no valorizando a “los partidos” sino valorizando a su partido, que ha surgido porque solamente su dirección puede dar base a una política de clase. Desplazar la fuerza de los otros partidos y buscar influir en su juego es una tarea táctica del P.C. y de su política, pero nadie puede concluir de ello que sea una labor política hacer un compromiso con los socialistas, por ejemplo, y labor apolítica de la atacarlos diariamente y ponerlos ante una propuesta de acción común sobre la base de los sindicatos, con el fin de extender sobre éstos nuestra influencia política, disolviendo la suya.

Así que de cuanto hemos dicho resulta que no nos basamos de hecho en escrúpulos sentimentales para acercarnos y sentarnos con ellos a la mesa, cosa que hemos hecho y haremos cuando corresponda, y no solamente cuando representen a los sindicatos, sino también a veces cuando representen al partido. Ponemos el problema en un terreno muy diferente de estas banalidades, como se ve de lo que precede. En su difícil trayectoria el P.C. de Italia ha atravesado y atraviesa situaciones mucho más difíciles, y nuestros compañeros están trabajando incluso en las organizaciones católicas y fascistas.

Comprendemos que las objeciones a nuestra táctica dependen solamente del poco conocimiento de la cuestión, cosa de la que no acusamos a los compañeros de otros países, y de la cual en cierta medida nosotros mismos somos los responsables. Las discusiones y los intercambios de ideas clarificarán la situación y ratificarán la valoración de las directivas seguidas por nuestro partido, en todo acordes con el espíritu animador de la doctrina y organización común.

 

  

El II Congreso y las relaciones entre el P.C. de Italia y la Comintern

  

Las tesis preparadas para el Congreso nacional de nuestro partido tuvieron el acuerdo de todos los camaradas. Si la discusión no fue apasionada se debe a que el P.C. de Italia está dedicado al trabajo y a la acción, y no a la especulación y a la polémica interna. La estrecha disciplina por la que se rige ha acostumbrado a la masa de los compañeros a tener confianza en la guía táctica de los dirigentes. La Central nada hizo para limitar las discusiones ni el conocimiento por parte del partido de todo el material relativo a las posiciones adoptadas por la Internacional sobre la cuestión del frente único. Cuando se conocieron las decisiones del Comité Ejecutivo ampliado, tomadas contra el voto de nuestra delegación y contra la resolución presentada por ésta, inspirada en nuestras tesis tácticas, las organizaciones del partido habían ya votado todas en favor de las tesis del Comité Central.

En el Congreso se formó una cierta oposición. No surge porque las ideas de la I.C. sobre el frente único convencieran a algunos compañeros que acababan de conocerlas, sino únicamente porque estos compañeros, hechas las debidas y honorables excepciones, encontraron en esta situación la fuerza de enfrentarse en una polémica contra el ejecutivo dictatorial.

La oposición acaba de enfrentarse con la campaña sospechosa de disgregación del partido realizada por el conocido Ambrosini, y que gracias a la consciencia de los camaradas y a la energía de la Central no encontró ninguna repercusión. En la oposición se situaron algunos que, no teniendo aún la preparación necesaria para los militantes del P.C. y manteniendo el viejo espíritu d politiquero del P.S.I. querían una salida para su deseo de tener mayor autoridad e influencia en el partido.

Esta oposición no supo construir una plataforma respetable de discusión, aparte de las sensatas declaraciones de los compañeros Tasca y Graziadei y los intentos de los Presutti, tan inapropiados. La oposición se dedicó a un trabajo de pasillo, esparciendo voces equívocas y derrotistas, y abusando con inexactitudes y mentiras del nombre de la Internacional. La victoria de estos métodos hubiera preparado la degeneración de nuestro partido, y hemos juzgado necesario derrotar a nuestros opositores a la luz de una discusión abierta y completa. Por tanto, también se daban motivos educativos y de adiestramiento en nuestro comportamiento.

En cuanto a la cuestión disciplinar, la consideramos resuelta con satisfacción mediante la fórmula de la moción aprobada antes de discutir las tesis, aceptadas por los delegados del C.E. y no contradictoria con ninguna petición oficial hecha por la Internacional, que nosotros sepamos. Los equívocos que puedan surgir a propósito se aclaran en una carta de Terracini al Presidium.

La oposición, tras el voto unánime de la moción, en vez de polemizar los puntos de nuestras tesis, intentó “eludirlo” representando de forma leguleya la cuestión disciplinar y de procedimiento que estaba superada ya superada previamente, y especulando sobre la ya dada opinión de la Internacional; y ello con el fin de desplazar los votos y crear indecisiones en los delegados. Hemos dicho ya que ante estas manifestaciones de parlamentarismo vulgar era necesario proceder con energía, y estuvimos en la necesidad de ser totalmente intransigentes y pedir el voto de las tesis tácticas sin ninguna reserva, pero no por intransigencia hacia la Internacional, sus opiniones y la disciplina que debemos guardar, sino para deshacer las insidias de la oposición sin rebajarnos y andar, nosotros también, a la pesca de los votos indecisos atenuando nuestra postura, como se hace en el oportunismo táctico, que en el interior del partido consideramos nocivo.

Tras la votación, los camaradas mas respetados de la mayoría se reunieron para la composición de la nueva Central. No se quiso hacer una central de tendencia, pero si excluir elementos que eran demostradamente desleales o incapaces.

Que no se quisiera hacer una cuestión de tendencias o camarillas por parte de la mayoría lo demuestran los criterios efectivos adoptados: un camarada de Livorno situado en la derecha del partido ha permanecido en el C.C.; algunos compañeros de la izquierda que habían dado o podían dar poca actividad, aún estando entre los mas solidarios con el punto de vista del C.E. han quedado excluidos. De entre los nuevos se eligieron hombres serios y de probada fe. E incluidos entre ellos hay alguno que simpatizaba abiertamente con las tesis de la Internacional. No se ha seguido un criterio político, sino, como podríamos decir, un criterio “moral”; la palabra más auténtica es un criterio técnico. Se buscaron los más adaptados, excluyendo aquellos que por la poca seriedad y conciencia aún consideran el partido como pedestal para publicidad personal o como nido de chismes y de complots de pasillo parlamentario, y también quien, aun teniendo útiles dotes, rechaza posiciones de responsabilidad. Se eligieron hombres capaces y voluntariosos para nuestro trabajo, para quienes la militancia comunista no es un deporte o una pose estética, y que no temen a los riesgos.

  

  

Propuestas concretas hechas por el Comité Ejecutivo del P.C. de Italia a la Comintern

  

1. El P.C. de Italia no tomará iniciativas de encuentro con otros partidos políticos.

2. El P.C. de Italia continúa desarrollando en el seno de la Alianza del Trabajo su actual programa, con el objetivo de que pueda tener el consenso de los sindicalistas y de los anarquistas, y colocando en minoría a los socialistas.

3. El P.C. independientemente de sus opiniones sobre el congreso obrero mundial, propondrá oficialmente que la Alianza del Trabajo italiana participe en la campaña por su convocatoria. En esta campaña el P.C. de Italia tiene el derecho de presentar el Congreso mundial como un encuentro por la unidad de acción, pero no como base de una organización proletaria única mundial, ni como premisa necesaria para el surgimiento en todos los países de una coalición de partidos proletarios.

4. Si se reciben del P.S.I. y de otros organismos proletarios invitaciones a convenios en los que participen otros partidos políticos, el P.C. de Italia participará en ellos. Se pondrá como condiciones para los acuerdos una serie de puntos tales que excluyan a otros la posibilidad de hacer propaganda y acciones que desvíen al proletariado de la acción directa y armada y del remate de sus luchas, en caso de victoria, en el poder proletario. Véanse las condiciones presentadas en el acuerdo de Roma. Las condiciones son previas a la unidad, y no deben modificarse a fin de hacer posible esa misma unidad. En caso de ruptura, el P.C. de Italia se declara siempre, sin condiciones, por la huelga general nacional dirigida por la Alianza del Trabajo, y continúa la campaña en tal dirección.

5. Queda absolutamente excluida cualquier coalición o acuerdo con el P.S.I. en el terreno electoral, parlamentario, gubernativo.