Partido Comunista Internacional Cuerpo unitario e invariante de las Tesis del Partido
Corriente de Izquierda del
Partido Comunista de Italia
 

LA TACTICA DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA

De “Ordine Nuovo”, 12 a 31 de enero de 1922

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Presentación en "Comunismo", n.8, 1982

Tanto en el artículo aparecido en el último número de esta revista como en los textos publicados en los apéndices se demostraba la incompatibilidad de toda convivencia entre el maximalismo, verbalmente revolucionario y el comunismo. No hubo tres corrientes, como se intentó hacer creer (reformismo, maximalismo, comunismo) que se enfrentaran en Livorno. El desacuerdo tuvo lugar entre la corriente socialdemócrata, encabezada por Turati, y la fracción comunista apegada al programa marxista y a las tesis programáticas de la Tercera Internacional.

Así como la socialdemocracia desarrolla la función de instrumento de la burguesía en el interior de la clase obrera, lo mismo hace el maximalismo, revolucionario solo en las palabras, que además no era mas que un instrumento socialdemócrata en el intento, honestamente admitido por Turati, de penetrar en el interior de la Internacional de Moscú para diluir el programa y amortiguar la finalidad revolucionaria hasta su total atrofia.

Como siempre, la prueba viene de los hechos; reformistas y maximalistas, en unión, apuntaron todas sus baterías contra el enemigo común: el comunismo revolucionario.

La táctica de la Internacional Comunista fue publicada en “Ordine Nuovo” entre el 12 y el 31 de enero de 1922, a caballo entre la reunión del Ejecutivo de la I.C. de diciembre de 1921 y el congreso de Roma de marzo de 1922. En este texto se exponen las posiciones de la sección italiana de la Internacional respecto a todas las complejas cuestiones tácticas internacionales del proletariado, incluyendo el correcto enfoque de la Izquierda ante la táctica de frente único. Es útil recordar una vez mas como el Partido Comunista de Italia fue el primero en propugnar la táctica de frente único en virtud de la cual el partido ensanchó notablemente su influencia en el seno del proletariado italiano.

Las tesis sobre el frente único aprobadas por el Ejecutivo de la I.C. imprimían un giro preocupante a la táctica de la Internacional, poniendo en la práctica en discusión la posición hasta entonces mantenida frente a la socialdemocracia e incluso ante la democracia parlamentaria; de ahí la preocupación del Partido comunista de Italia por poner en guardia al movimiento comunista mundial de los peligros que se presentaban. De hecho, las tesis de Roma fueron la contribución de la sección italiana a la solución del nada fácil problema de la táctica.

Siempre defendió el partido con valor la táctica internacional de la murmuración socialista siempre presta a difamar, ahora feliz ante la involución política del Comintern. Siendo al mismo tiempo la sede natural de los congresos nacionales e internacionales, siempre confirmando su ejemplar disciplina a las directivas emanadas de la central de Moscú, expuso con claridad dialéctica los peligros que en el agotamiento objetivo del incendio revolucionario amenazaban con la disolución a la maravillosa obra histórica conseguida en las heroicas batallas del proletariado mundial durante aquellos años.

La alarma lanzada por la izquierda resultaría desgraciadamente tener fundamento. Con la excepción del partido laborista inglés, se hicieron norma las fusiones con otros partidos o a otros partidos, hasta la escandalosa disolución del partido comunista chino en el democrático-burgués Kuomitang; del apoyo, también excepcional en el parlamento al ministro socialdemócrata, como en el caso del sueco Branting, se pasó a la formación de un equívoco «gobierno obrero y campesino» en Alemania, junto a los traidores por vocación de la revolución proletaria, llegándose al apoyo a gobiernos declaradamente burgueses.

 

 

I

Se manifiesta desde muchas partes un vivo interés por la dirección táctica que el movimiento comunista internacional asume en la fase actual de la crisis mundial, y no viene mal aclarar un poco tales cuestiones, tanto para aquellos compañeros que parecen preocuparse por los indicios de un supuesto “nuevo” enfoque de la Internacional, como para rebatir (y es muy fácil) a los adversarios que intentan especular sobre una revisión de los métodos, que equiparan los de los comunistas a esos otros métodos estigmatizados y combatidos propios de los oportunistas de todo tipo. Por ello, expondremos por una parte el estado de las cuestiones en los debates y en el aspecto internacional y el auténtico sentido de las propuestas tácticas que se han enunciado, y por otra parte el punto de vista de nuestro partido sobre el tema.

Será útil indicar que la decisión sobre los argumentos está desde el punto de vista internacional en estado de estudio y discusión, y que cualquier decisión está reservada para la reunión del Comité Ejecutivo ampliado que se celebrará en Moscú el 12 de febrero, pudiendo deducirse las opiniones del comité central de nuestro partido del texto de las tesis sobre táctica, aportado por el mismo, y que contienen los elementos de una contribución orgánica a la solución de los actuales problemas tácticos. No debe excluirse que el punto de vista del partido italiano pueda ser diferente de aquellos otros partidos comunistas, pero esto no quiere decir que las tonterías dichas a propósito por los oportunistas no puedan y deban ser rebatidas, mostrando más que nunca que la ignorancia y la falta de sinceridad de aquellos se presenta como ridícula, cuando se revisten con una ostentación cómica de un puritanismo artificial, o cuando confunden los resultados de la experiencia superior y magnífica del movimiento comunista con la vuelta a las reverencias a las tonterías que mastican desde hace tiempo, propios de los bajos niveles de su incapacidad e impotencia, y de su triste oficio de agentes de publicidad de las difamaciones muñidas en los círculos contrarrevolucionarios.

El Tercer Congreso de la Internacional Comunista no se ha pronunciado sobre el problema táctico de las propuestas de “frente único” proletario, por parte de los partidos comunistas, enmarcada en la plataforma de reivindicaciones inmediatas y temporales. La discusión del Congreso en torno a la táctica estuvo caracterizada por un aspecto más bien negativo: la crítica de la acción de marzo en Alemania, y de la denominada táctica de ofensiva. Del juicio sobre esta acción y sobre el resultado, el Congreso llega a una serie de conclusiones en torno a las relaciones entre el partido comunista y la masa del proletariado, que en su espíritu orientativo son patrimonio común de todos los comunistas marxistas, cuando se traducen en una sana y afortunada aplicación práctica. Ir hacia las masas; esa es la consigna del Tercer Congreso, y significa la refutación de todas las insinuaciones de los oportunistas. El punto de vista magníficamente realista de la Tercera Internacional no tiene nada en común con un ilusionismo revolucionario que fía la renovación de la sociedad al trabajo voluntarista de una legión de precursores destinados al sacrificio y al ejemplo. El Partido Comunista será el Estado Mayor de la revolución si sabe recoger en torno a sí al ejército proletario, conducido por los acontecimientos a una lucha general contra el presente régimen. El partido comunista debe tener en torno a sí a la mayor parte del proletariado.

Llevad estos conceptos a elementos que no poseen la profunda dialéctica de crítica y de aplicación propia del marxismo, elementos que pueden también estar en las filas de la Internacional Comunista (pero que ciertamente no están entre sus dirigentes, aunque alguno tontamente les tache de hombres de derecha) y veréis como salen conclusiones erróneas, de las cuales solo debe hablarse, si se puede, de paso a la derecha y de repliegue hacia actitudes superadas. Es preciso tener a las masas, y es preciso tener un partido comunista sólido, adaptado a la lucha revolucionaria, libres de socialdemocracia y de centrismo; son dos condiciones que son tal vez o ciertamente difíciles de realizar, porque es tremendamente difícil solucionar los problemas de los que surgirá la transformación de un mundo, pero son dos condiciones que no se excluyen. De modo que sería equivocada una simple interpretación democrática de la expresión de Lenin “debemos tener la mayoría del proletariado”, una interpretación que corriera a desplazar las bases del partido comunista alterando su carácter y su función, solamente porque así fuera posible incluir a la mayoría de las masas.

El innegable contenido marxista del pensamiento de la Internacional es precisamente el contrario: que la conquista de las masas y la formación de los auténticos partidos comunistas son las dos condiciones que lejos de excluirse se combinan a la perfección, de manera que desarrollando su táctica hacia el encuadramiento de las grandes capas proletarias la Internacional Comunista no reniega, sino que racionalmente desarrolla y emplea su obra de escisión del movimiento político proletario que debe ser liberado de los traidores y de los inútiles.

Otro concepto fundamental puesto a la luz en el Tercer Congreso subraya también las fuentes mas auténticas de nuestro pensamiento marxista y de nuestra experiencia revolucionaria, y puede haber parecido una novedad solamente a aquellos que entienden el revolucionarismo en el sentido de que solo existe un medio seguro para evitar los contagios venéreos, que es la masturbación, y que para salvar a los órganos de la propagación de la especie se renuncie también a su función y a su razón de ser. Queremos decir que el partido revolucionario debe participar en los movimientos de los grupos de la clase trabajadora a favor de intereses temporales. La tarea del partido es la síntesis de estos movimientos iniciales en la acción general y suprema en pro de la victoria revolucionaria: a esto se ayuda no despreciando y negando puerilmente esos estímulos iniciales en la acción, sino apoyándola y desarrollándola en la realidad lógica de su proceso, armonizándoles en su confluencia con la acción general revolucionaria. En estos problemas es donde brilla el contenido dialéctico de nuestro método, que resuelve con su fecundo desarrollo las aparentes contradicciones que presentan las fases sucesivas de un proceso y que vislumbrando en su vida y en su dinámica el camino histórico de la revolución no teme decir que el mañana negará el hoy, pero que no por ello deja de ser su hijo, lo que quiere decir mas que su sucesor.

Los peligros que presenta un trabajo de ese tipo son evidentes: los comunistas son unánimes al considerar que para superarlos era preciso constituir auténticos partidos revolucionarios libres de toda mancha oportunista. La fórmula con la que la Internacional Comunista aplastará el reformismo va mucho más allá de un digno rechazo a meterse en el terreno de ese atropello. «¿Tenéis por tanto esta receta?» parecían preguntar con aire de duda los divertidos campeones de la izquierda “intransigente” del partido reformista italiano. Bien se les puede responder que la estamos elaborando, mientras hemos descubierto cual es el primero y más importante de los ingredientes: la liquidación del equívoco centrista y serratista (1).

Todos los elementos de ese tipo de discusión, y la prueba de que entre los puntos fundamentales tácticos no hay ninguno que el más ortodoxo y extremista entre nosotros no pueda suscribir, emergerán cada vez más de la preparación de los debates de nuestro Congreso sobre el problema de la táctica.

Volviendo ahora al actual desarrollo de la táctica de la Internacional, recordemos que la táctica del frente único, si bien no ha sido reglamentada por el Tercer Congreso, si que se ha abordado incluso antes del mismo con la conocida “Carta Abierta” del partido comunista alemán a todas las organizaciones políticas y económicas del proletariado para una acción común orientada a la realización de una serie de postulados relativos a problemas de interés inmediato de las masas. Hoy, el partido alemán parece dispuesto a ir mas allá, planteando el problema en el terreno de la política de gobierno y presentando su postura ante la constitución de un gobierno proletario de base parlamentaria, y del que hablaremos a continuación de este comentario.

Sin embargo, a la espera de las decisiones que tome la Internacional Comunista, que sin duda concretarán correctamente el sentido y los términos de esta, y antes de indicar en que sentido concebimos esta solución y pudiéramos decir también en que sentido la intentamos en la práctica de nuestro partido, queremos valernos del texto del discurso que el camarada Zinoviev ha pronunciado en una reunión del ejecutivo de la Internacional el 4 de diciembre de 1921, sobre el tema que nos ocupa, para obtener de este mismo discurso del presidente de la Internacional la demostración de que no se puede hablar bajo ningún concepto de disminución o de rectificación de tiro, ni siquiera de una mínima contradicción entre la dirección actual y toda la gloriosa tradición comunista mundial.

El compañero Zinoviev examina en primer lugar el estado de la cuestión de los diversos partidos de la Internacional y así explica el significado de la fórmula de frente único con relación a los aspectos de la situación actual en todo el mundo, para establecer la base de estudio de una aplicación a escala internacional de dicha táctica. De las declaraciones de Zinoviev se deduce de manera evidente que todas las consideraciones de orden táctico que se desarrollan en estos momentos se apoyan en la plataforma de las afirmaciones fundamentales del comunismo, sobre las que se ha efectuado la renovación de la Internacional.

Hoy mas que nunca, todos los militantes comunistas sostienen la necesidad de tener como órgano de lucha un partido comunista centralizado y homogéneo, y están preparados para unir a ese fin las mas severas medidas de disciplina organizativa; hoy mas que nunca sostienen que únicamente la lucha armada revolucionaria y la dictadura proletaria son las vías de la revolución; mas que nunca están convencidos que atravesamos una crisis revolucionaria de la sociedad capitalista. Influir en el desarrollo de esta crisis la acción del partido comunista por la dictadura; ese es el problema, para el que podremos encontrar y proponer diversas soluciones, pero que sigue siendo para nosotros el único y directo objetivo de nuestros esfuerzos.

Cualquiera que sea la táctica que proponemos, dice Zinoviev, la primera condición para su aplicación apropiada es la salvaguardia de la absoluta independencia de nuestros partidos. No proponemos por lo tanto fusiones. Y se verá que tampoco proponemos bloques o alianzas. Se trata de podar de forma paciente el simplismo de ciertos juicios y poner de evidencia los casos en los que tal simplismo esconde una doblez culpable e insidiosa, oponiéndo la complejidad leal de nuestros métodos en su juegos de medios y fines.

Zinoviev dice también más, respondiendo directamente a las especulaciones de los oportunistas sobre algunas de nuestras afirmaciones. Estamos preparados también para nuevas escisiones, si fuera necesario, y lejos de rechazar las anteriores, ya que solamente éstas han aumentado nuestra libertad de acción permitiéndonos desafiar los giros mas difíciles de la situación, trabajando en la misma sin desviar la visión de nuestra meta revolucionaria, mil veces vendida por los oportunistas en los servicios prestados a la burguesía, tal vez al amparo de las mas extremas proclamaciones demagógicas de aparente independencia y corrección.

Lejos de modificar el punto de vista comunista respecto al empleo de la fuerza armada y militar en las batallas revolucionarias, lo escrito por nuestro compañero reivindica la acción de marzo alemana como una auténtica acción revolucionaria plena de buenos resultados. Todas sus consideraciones y conclusiones que se indican como posibles derivaciones de la misma están guiados por el concepto de acelerar y potenciar la preparación de la lucha final por la dictadura proletaria, y que utilizar para esto el movimiento espontáneo de aquella gran parte de trabajadores que aún no distingue con claridad el objetivo último no significa negarse a denunciar como traidores del proletariado a quien extiende las ilusiones de que existen otras vías para la emancipación de los trabajadores. Continuamos, dice Zinoviev, la obra de cristalización de nuestros partidos, en donde la mentira socialdemócrata no tiene carta de naturaleza, y tampoco renunciamos a la crítica de los oportunistas de las diversas Internacionales amarillas. Y afirma claramente que nuestra opinión sobre la situación actual, caracterizada por la ofensiva capitalista, es que presenta evidentes aspectos revolucionarios, de manera que la propuesta de una táctica defensiva de todo el proletariado no tiene sentido en absoluto: la renuncia a la lucha revolucionaria para contentarnos con mantener las condiciones actuales del proletariado. Quiere decir, por el contrario, que a este problema inmediato consideramos necesario incorporar una contraofensiva de las masas, colocándose en el camino de la acción siempre en marcha de los partidos comunistas, y solo de ellos. No es casualidad que los señores reformistas, gradualistas y unitarios estén hoy en contra de nuestras modestas “reivindicaciones inmediatas” y sabotean el frente único de las masas: saben que queremos todo esto, porque de esa manera tendemos al desarrollo de nuestro programa mediante la destrucción de sus métodos y de su organización inerme y derrotista.

No basta con demostrar que Zinoviev declare adherirse a nuestras comunes posiciones, sino que se puede y se debe (y será el tema de un artículo siguiente) mostrar como tiene el derecho de declararlo siendo coherente y lógico en las deducciones que extrae, aunque consideremos la existencia de diferencias en los detalles de su aplicación.

 

 

II

 

En el artículo precedente habíamos insistido sobre el hecho de que las iniciativas tácticas que hoy la Internacional Comunista apoya, y que se resumen en la fórmula de frente único proletario, no suponen en sus autores ninguna renuncia a las directivas fundamentales del movimiento comunista, que hasta ahora se han afirmado y especialmente se han contrapuesto a las equívocas maniobras de los socialdemócratas.

Lo comprobamos con las propias palabras de Zinoviev. Y no sería difícil hacer lo mismo con las declaraciones explícitas de esos mismos camaradas que han presentado las propuestas que parecen más arriesgadas, como las de la central del Partido alemán y de Rote Fahne.

Podrían sin embargo nuestros adversarios objetar que esas declaraciones verbales de fidelidad a los principios no tienen otra finalidad que la de disimular una conversión a la derecha, mientras que las propuestas tácticas de las que nos ocupamos contienen en sí mismas una contradicción con la directiva hasta ahora seguida por la Internacional Comunista, y con su postura anterior hacia los partidos socialdemócratas. Pero tampoco esto es verdad, y también si se considera desde el punto de vista comunista y en nuestro campo que esas propuestas, o al menos alguna forma de aplicación de las mismas son rechazables, nadie tiene el derecho de sostener que estemos ante una crisis de principios del movimiento comunista mundial, o ante el reconocimiento de errores sustanciales en el método que hasta ahora hemos apoyado.

Con la enorme suma de elaboraciones teóricas y prácticas de las que la Internacional se enorgullece, el método revolucionario ha salido para siempre del estadio inicial y embrionario de las declaraciones abstractas y del simplismo, para enfrentarse a la prueba de la formidable complejidad del mundo real. Los problemas tácticos se entienden en un sentido mas concreto. Mientras que las posiciones a asumir eran elegidas únicamente por el criterio de su efecto propagandístico y de educación en las masas y el juego de sus influencias, hoy se trata de actuar directamente sobre los acontecimientos, adquieriendo una complejidad y una capacidad de superación de unas contradicciones aparentes, capacidad que por otra parte estaba contenida en la dialéctica del método marxista.

La crítica simple de la realidad se completa en su demolición efectiva; adaptarse ayer equivalía a renunciar a lo único que se podía desarrollar para la superación de la misma, adaptarse hoy puede significar agarrarla para someterla y vencerla. La potente luz de un faro brillante sigue su magnífica línea recta y vence a las tinieblas, pero se detiene ante la más frágil pantalla; la llama del soplete se adapta dócilmente al metal, pero solo para ablandarlo y derretirlo pasando victoriosa al otro lado…

No hay marxista que no pueda estar con Lenin cuando éste denuncia como enfermedad infantil un criterio de acción que impide ciertas iniciativas basándose en la simple consideración de que las mismas no son lo bastante rectas y adaptadas al esquema formal de nuestra idealidad, sin desafinar y sin deformaciones antiestéticas. El medio puede tener aspectos contrarios al fin para el que lo adoptamos, dice el fondo de nuestro pensamiento crítico: para un fin elevado, noble, seductor, el medio puede presentarse mezquino, tortuoso y vulgar; lo que importa es poder calcular su eficacia, y quien lo haga con la simple comprobación de las formas exteriores desciende al nivel de una concepción subjetiva e idealista de la causalidad histórica, que tiene algo de cuáquero, ignorando los superiores recursos de nuestra crítica, que hoy viene convertida en estrategia, y que vive de las geniales concepciones realistas del materialismo de Marx.

¿No somos nosotros, por cierto, los que sabemos como la dictadura, la violencia y el terror se presentan como medios específicos para el triunfo de un régimen social de paz y de libertad, los que hemos podado el campo de las ridículas objeciones liberales y libertarias, que atribuyen a nuestro método la única capacidad de fundar tenebrosas y sanguinarias oligarquías basándose en los caracteres exteriores de los métodos adoptados?

Tal y como no hay una argumentación que tome en serio el que se pueda excluir la utilidad de adoptar los medios de acción de la burguesía para abatir a la burguesía, igualmente no puede negarse a priori que con la adopción de los medios tácticos de los socialdemócratas no se pueda abatir a los socialdemócratas.

No queremos resultar equívocos y nos disponemos a expresar a continuación nuestro pensamiento, y para lo demás quien desee extraer mas no tiene más que estudiar nuestras tesis sobre la táctica. Diciendo que el campo de las posibles y admisibles iniciativas tácticas no puede quedar limitado por las consideraciones dictadas por un simplismo falsamente doctrinal, metafísicamente dedicado a las asuntos formales y preocupado por la pureza y la rectitud como fines en sí mismos, no es nuestra intención manifestar que el campo de la táctica deba ser ilimitado y que todos los métodos sean apropiados para alcanzar nuestros fines. Sería un error confiar la difícil solución de la búsqueda de medios a la simple condición de que se tenga intención de valerse de ellos para fines comunistas. No se haría más que repetir el error de hacer subjetivo un problema que es objetivo, conformándose con el hecho de que quien elige, dispone y dirige las iniciativas está decidido a luchar por los fines comunistas y se deja guiar por éstos.

Existe y debe por tanto mejorarse continuamente el criterio nada infantil, sino íntimamente marxista, de trazar los límites de las iniciativas tácticas, que nada tiene en común con los preconcepciones y los prejuicios de extremismo equivocado, sino que alcanza por otras vías la previsión de los lazos, bien complejos por cierto, que unen los métodos tácticos a los que se recurre con los resultados que de ellos se esperan y que después se derivan de ellos.

Zinoviev dice que precisamente porque tenemos partidos fuertes e independientes de las influencias oportunistas podemos arriesgarnos a aplicar tácticas tales que si nuestra preparación y madurez fueran menores se harían peligrosas. Es cierto que el hecho de que sea peligrosa no es suficiente para condenar una táctica: eso es un elemento unilateral del juicio, se trata en realidad de juzgar la entidad del riesgo en relación con sus posibles beneficios. Pero, por otra parte, a medida que la capacidad de iniciativa del partido revolucionario crece, la madurez de las situaciones tiende por si a llevar su esfuerzo hacia una dirección cada vez mas precisa, haciendo surgir más claramente el desenlace de la acción.

En el análisis de las propuestas tácticas que hoy se nos presentan se precisa, en resumen, evitar el simplismo apresurado. Solo esto puede conducir a decir que el partido comunista alemán, proponiendo una acción común al partido independiente y al socialdemócrata, reniega de la razón de su escisión mediante las escisiones de uno y de otro. A poco que se observe el asunto, se distinguirá una infinidad de diferencias y de nuevos aspectos, que en realidad son más importantes que el acercamiento formal.

En primer lugar, Zinoviev observa útilmente que una alianza no es lo mismo que una fusión. La escisión organizativa de ciertos elementos políticos puede hacer menos difícil un determinado trabajo junto a ellos.

Después está el hecho de que la propuesta de frente único no es lo mismo que una propuesta de alianza. Sabemos cual es el sentido vulgar de una alianza política; de las diversas partes se sacrifica y se silencia una parte del propio programa para llegar a encontrarse en un línea intermedia. Por el contrario, la táctica de frente único, tal como los comunistas la concebimos, no contiene estos elementos de renuncia por nuestra parte. Quedan solamente como un peligro posible: creemos que esto se convierte en preponderante si la base de frente único sale del campo de la acción directa proletaria y de la organización sindical para invadir el terreno parlamentario y gubernativo, y diremos por que motivos, conectados con el desarrollo lógico de esta táctica.

El frente único proletario no es el banal comité mixto de representantes de diversos organismos, a favor del que los comunistas abdican de su independencia y de su libertad de acción, para intercambiarlas por un cierto grado de influencia sobre los movimientos de una masa mas grande de la que los seguiría si actuaran en solitario. Es algo muy diferente.

Proponemos el frente único porque estamos seguros de que la situación es tal que los movimientos del conjunto de todo el proletariado, cuando se planteen los problemas que no interesan únicamente a una sola categoría o a una localidad sino a todas, únicamente pueden efectuarse en un sentido comunista, en el mismo sentido que les daremos si dependiera de nosotros guiar a todo el proletariado. Proponemos la defensa de los intereses inmediatos y del trato del que es víctima actualmente el proletariado contra los ataques de la patronal, porque esta defensa, que nunca ha estado enfrentada a nuestros principios revolucionarios únicamente se puede realizar preparando y ejecutando la ofensiva en todos sus desarrollos revolucionarios, tal y como los planteamos.

Es tal situación (y no repetimos aquí las consideraciones que demuestran que la misma presenta tales desarrollos, uniéndose a las manifestaciones económicas y políticas de la ofensiva capitalista) podemos ofrecer un acuerdo, en cual no pretendemos que se acepte por parte de los otros firmantes, por ejemplo, el método de las acciones armadas o de lucha por la dictadura proletaria; y si no pretendemos esto no es porque por prudencia pensemos que es mejor por el momento renunciar a todo esto y contentarnos con menos, sino porque es inútil formular tales propuestas cuando sabemos que su ejecución estaría contenida en la simple aceptación de defender los modestos objetivos de las reivindicaciones que deben servir de plataforma al frente único.

Por poco que se profundice en el valor dialéctico de esta situación se verá como todas las objeciones de una intransigencia simplista caen. ¿Una alianza con los derrotistas y los traidores de la revolución, para la revolución? grita aterrorizado el comunista tipo IV internacional o el rufián centrista del tipo entre la II y la III. Pero no hacemos caso omiso de este ejercicio terminológico. Y tampoco decimos que somos comunistas a toda prueba, sabemos lo que hacemos, cada uno de nuestros actos está inspirado en su finalidad revolucionaria, y podemos negociar incluso con el diablo. Sino que respondemos con un examen crítico de la situación y de sus posibles salidas, lo que nos tranquiliza respecto al temor de que las cosas vayan como quiere…el diablo.

La corriente de izquierda marxista ha apoyado siempre la intransigencia, y tenía mil razones para ello, cuando los reformistas proponían las alianzas con ciertos partidos burgueses. Esta alianza hubiera de hecho tenido el efecto seguro de paralizar el desarrollo orgánico de un partido capaz de propaganda revolucionaria y, en las siguientes situaciones, de preparación y acción revolucionaria, mientras que sus resultados hubieran trazado ante el proletariado un camino que, aun sin salida, empeñaba sus energías en el mantenimiento del orden burgués. No se trata hoy de renegar de aquella intransigencia. Ante todo no es tampoco formalmente lo mismo colaborar con los partidos burgueses y colaborar con los partidos que reclutan sus adherentes en el seno del proletariado, con la condición implícita de que renuncien al bloque burgués. Y no es tampoco una colaboración que se quiera establecer con partidos de esa clase, sino un tipo de relaciones muy distinto, en cuya base no figura el hecho de que el partido comunista aparte su atención y su esfuerzo de sus propios objetivos revolucionarios para centrarlos en otros mas atenuados, ilusionándose con que los contrarrevolucionarios socialdemócratas puedan a su vez, con un giro a la izquierda, encaminarse a esta meta, mitad reformista y mitad revolucionaria. Está la convicción de que se debe continuar luchando por el programa comunista, y que los oportunistas continuarán trabajando por la contrarrevolución, con el propósito de crear una situación de la que surja la lucha con la dirección comunista de todo el proletariado, después de que los oportunistas sean desenmascarados definitivamente, tras ser enfrentados a sus promesas de conquistas graduales y pacíficas.

La definición de los términos precisos de la táctica de frente único es por tanto un delicado problema para los comunistas. Es precisa conseguir llevarla a la práctica, y es preciso garantizar que no se desvíe de aquellos caracteres que la hacen no solo compatible con nuestros fines, sino específicamente indicada para trabajar en la consecución de los mismos, en una situación como la actual. Todo esto se debe discutir, tras haber hecho justicia de los miedos de ciertas ancianas puritanas, y de la insulsa complacencia de de experimentadas prostitutas que profetizan a otros su propio fin.

 

 

III
 

Antes de pasar a la parte final de esta exposición, en donde expresaremos nuestro propio punto de vista, no queremos abandonar los expuestos por aquellos otros compañeros y organismos de la Internacional Comunista, antes de decir algo sobre el espíritu que anima otros documentos aparecidos posteriormente. Estos son un nuevo artículo de Radek, “Las tareas inmediatas de la Internacional Comunista”, que completa su otro escrito “Ante las nuevas luchas”, y además dos documentos oficiales: el Manifiesto de los obreros de todos los países, de la Internacional Comunista y de la Internacional de los Sindicatos Rojos, y la Tesis adoptada por el Comité Ejecutivo en la sesión del 18 de diciembre, que serán publicadas por entero en nuestros periódicos.

De nuevo, en la base de todas las discusiones y medidas en orden a la táctica a seguir no existe un repliegue de las posiciones sobre las que combate la Internacional. Se trata más que nunca de abrir el camino a la victoria de la revolución proletaria de la única manera que puede asumir: el derrocamiento violento del poder burgués y la instauración de la dictadura proletaria.

El problema consiste en trasladar al terreno de la lucha por la dictadura fuerzas capaces de enfrentarse a los recursos defensivos y contrarrevolucionarios de la burguesía mundial. Estas fuerzas no se pueden obtener más que en las filas de la clase trabajadora. Pero para derrotar al adversario es necesario concentrar en el terreno revolucionario los esfuerzos de todo el proletariado. Este ha sido siempre el papel fundamental del partido de clase, según el punto de vista marxista. Se trata de realizar una unidad efectiva y no mecánica, se trata de la unidad para la revolución, y no de la unidad para si misma. Este papel se alcanza por la vía tomada con decisión por la Tercera Internacional después de la guerra: concentrar en las filas de los partidos comunistas los elementos que tienen una concepción de la necesidad revolucionaria de la lucha, que no se dejan desviar por la consecución de fines parciales y limitados, que no quieren colaborar en ninguna situación con fracciones de la burguesía. Con esta plataforma inicial y liquidando toda la gama de degeneraciones del movimiento, estos elementos constituyen el núcleo en torno al cual se realiza la unidad efectiva de las masas, con un proceso progresivo cuya rapidez y facilidad dependen de la situación objetiva y de la capacidad táctica de los comunistas.

Radek no pone en sus artículos tampoco en duda nada de esto. Los recursos tácticos que expone son tales que pueden servir (dada la situación actual) para impulsar amplias batallones del proletariado a la lucha por la dictadura revolucionaria.

Hemos visto como la situación general se caracteriza por la ofensiva capitalista contra las condiciones de vida del proletariado, porque el capitalismo detecta que no puede evitar la catástrofe si no aumenta el grado de explotación de los trabajadores. Al mismo tiempo que el capitalismo deprime económicamente a las masas con la ayuda de medios ofensivos económicos y políticos, llevará a cabo un intento de reorganización. Pero en la misma medida, acentuando los caracteres del imperialismo industrial, marchará hacia el precipicio de una nueva guerra. Este es el común juicio comunista sobre la situación, que por tanto lleva a la urgente necesidad de la respuesta revolucionaria del proletariado, y para acelerarla y solo por esto quiere encontrar los caminos para usar de forma revolucionaria los desarrollos de dicha situación.

De esto surge, como hemos visto, que una lucha económica incluso puramente defensiva del proletariado plantea un problema de acción revolucionaria y de aplastamiento del capitalismo. ¿Por qué no era revolucionario ayer exigir un fuerte aumento de salario y hoy es revolucionario pedir que no disminuyan? Porque aquella acción podía llevarse a cabo por limitados grupos locales y profesionales de obreros, de modo discontinuo, mientras que esta acción que hoy se impone y que es la única posibilidad, a menos que el proletariado no renuncie a cualquier forma de asociación y de movimiento organizado, exige una salida al campo de todas las fuerzas obreras, por encima de las divisiones de categoría y de localidad, a escala mundial.

La vieja unidad formal y federalista de la socialdemocracia tradicional que escondía mal bajo una retórica vacía las divisiones en grupos de intereses y de movimientos no mezclados, la misma división en partidos proletarios nacionales, va cediendo en este período decisivo de la evolución capitalista el puesto a la verdadera unidad de movimiento de la clase obrera, que irresistiblemente conduce hacia una centralización armónica del movimiento proletario mundial al que la Internacional Comunista ha dado ya el esqueleto de la organización unitaria y el alma de la conciencia teórica de la revolución. Existe aún una división de ideas, de opiniones políticas en el proletariado, pero habrá una unidad de acción. ¿Pretenderemos que la unidad de la doctrina y la fe política deba, por quien sabe que condición abstracta, preceder a la unidad de acción? No, porque nos guiaremos por el método marxista, del que somos acérrimos, que nos dice cómo, de la unidad efectiva del movimiento creada por la disolución del capitalismo, tiene necesariamente que surgir una unidad también de conciencia y de doctrina política.

Consideraremos como un camino realista para la unión de todos los trabajadores también su unidad en la profesión de creencias políticas, basada en la política comunista, y no en un amasijo informe de las actuales tendencias políticas. Obtendremos la unidad de acción consiguiente mediante los postulados revolucionarios del comunismo.

Todos nosotros queremos realizar todos los sacrificios para conseguir cosas en esta coyuntura favorable. Se trata de haber comprendido bien la situación y de tener en cuenta todo el amplio recorrido de sus sucesivas fases. Radek llega a proponer el frente único del proletariado no solamente por los problemas de resistencia a la ofensiva capitalista, sino también por el problema de Gobierno. Se está refiriendo a la situación del proletariado alemán. En Alemania se da una situación económica especial, no porque esté separada del mundo por una barrera, sino porque en la situación del país están representadas las características de la crisis mundial.

Hablamos del formidable problema de las reparaciones de guerra que se deben pagar a los vencedores. La clase productora alemana realiza un incalculable esfuerzo para acumular productos destinados los mercados exteriores a fin de conseguir el importe de las indemnizaciones de guerra, pero esto se consigue mediante una explotación sin calificativos del proletariado. El gobierno alemán, cualquiera que sea, debe ocuparse de este problema principal: debe reunir los millones para las reparaciones. En la solución de este problema descansa todo el frágil edificio de la reconstrucción capitalista en curso. Radek se muestra convencido de que si se formara un gobierno obrero sobre una plataforma basada en que los capitalistas alemanes son los que deben pagar, y no los trabajadores ni otras capas sociales mas pobres, se produciría una situación tal que la lucha del proletariado alemán por la dictadura y el sabotaje del programa mundial burgués sería la única salida.

Esta situación es captada por el proletariado alemán solamente en sus apariencias exteriores, al menos la parte que se identifica con los partidos socialdemócratas parlamentariamente fuertes. Por tanto el proletariado les empuja hacia el poder. Si marchan se planteará el problema de la guerra civil. Si no, las masas les abandonarán. Pero podrían encontrar una vía de salvación de su oportunismo con el argumento de que los comunistas impiden este gesto audaz, y así crean una coartada de colaboración con la burguesía. Radek considera que es positivo desenmascarar esta coartada. Es su opinión, pero insistimos en el hecho de que también los compañeros alemanes que actúan en esta vía no han equivocado los objetivos de las máximas realizaciones comunistas, y por otra parte insistimos en que hemos previsto el otro resultado: animar a muchos de nuestros camaradas, especialmente a los jóvenes y a los audaces, a despreciar la pereza del simplismo que se atrinchera tras una preconcepción o una frase, sin penetrar en la complejidad de las razones tácticas que surgen del estudio de las situaciones, privándose así de los medios mas eficaces para intervenir en debates de ese tipo y en el enorme trabajo de preparación a fin de evitar que se caiga en la trampa siempre abierta del oportunismo.

Respecto a los documentos oficiales de la Internacional, nos limitaremos a señalar como el manifiesto no se ha dirigido ni a los partidos ni a los órganos sindicales de otras Internacionales, sino al proletariado de todos los países. El propio hecho de que se invite al frente único también a trabajadores adheridos a sindicatos cristianos y liberales demuestra que diferencia existe en los dos conceptos; nadie pensaría en un frente único con partidos cristianos y liberales.

Y por otro lado, si las tesis del C.E. evitan por ahora el encuadre general teórico de la cuestión, si que establecen algunos puntos importantísimos, como la independencia de organización de nuestros partidos comunistas, y no solamente, sino su absoluta libertad, mientras efectúan la iniciativa de frente único, de la crítica y de la polémica activa contra los partidos y los organismos de las Segunda Internacional y de la Segunda Internacional “y media”. Libertad para actuar “en el campo de las ideas”, para nuestro muy preciso programa, unidad de acción de todo el frente proletario.

Esta aparente contradicción o cambio de posiciones no es ni una novedad ni una conclusión inusual. El partido debe tener sobre ello una visión completa y segura: en las masas, la misma debe ser conducida sobre todo con infinito esmero y sentido de la medida, difundiendo sus aspectos mas destacados y desarrollando los mecanismos poco a poco, de manera que los mismos hechos lo hagan evidente.

Es inevitable que las masas partiendo de esta noción superficial (o se va a la escisión o se va a la unidad) imaginen que las dos direcciones son opuestas. Pero en realidad no es así. Unidad de los trabajadores, y separación de los elementos degenerados y especialmente de los jefes traidores son por el contrario dos conquistas paralelas; lo sabemos desde hace tiempo, y las masas lo verán solamente al final del movimiento. Lo esencial es que esto sea comprendido en el sentido de la lucha, de la resistencia a las imposiciones capitalistas.

Libertad e independencia de organización y disciplina interna, de propaganda, de crítica; unidad de acción: es lo que los partidos comunistas deben plantear y realizar para vencer.

La posición formal no es mas que la que ha sido siempre nuestra consigna: proletarios del mundo uníos. Gracias a ella hemos desenmascarado como traidores a aquellos que en la guerra dividieron al proletariado, que en la acción sindical de cada día lo dividen, evitando que se fundan en una sola las mil formas y luchas que se producen actualmente. Esta posición no es aquella en virtud de la que somos partidarios de la selección política mas severa, sino por la unidad de organización sindical, concepción y táctica esta que el partido controla en los resultados de cada día, en cuanto la buena marcha de nuestra lucha contra el oportunismo reformista italiano es hijo de la posición táctica, por la cual tras la escisión política de Livorno hemos permanecido tenazmente n las organizaciones sindicales, a pesar de ser dirigidas por reformistas de los que nos habíamos separado; y hemos continuado combatiéndolos con eficacia.

El problema, por consiguiente, debe considerarse en dos planos. La Internacional Comunista no vuelve a su obra de ayer, sino que recoge sus frutos, en el camino que lleva al doble resultado de tener a la cabeza del proletariado un movimiento político revolucionario, y tener en torno a la bandera de este movimiento a todo el proletariado.

 

 

IV

 

En los artículos precedentes nos hemos propuesto un fin expositivo, tratando el estado de la cuestión del “frente único” en los documentos oficiales de la Internacional Comunista, y en los enunciados de algunos partidos y camaradas comunistas sobre los que se discute mucho en la actualidad. Simultáneamente hemos buscado hacer participar a nuestros lectores del método que en los debates sobre tales cuestiones debe adoptarse, si se desea estar a la altura de la experiencia histórica y táctica de la Internacional Comunista, y superar para siempre las perezas mentales del simplismo y la esterilidad práctica de una acción guiada por las fobias de preconcepciones formales.

A través de dichas exposiciones hemos querido reivindicar el derecho de nuestros compañeros a desarrollar sus planes tácticos, porque lo juzgamos desde un tono muy distinto del despreciable tono de los oportunistas que vanamente esperan un repliegue de los comunistas desde el contenido firme y sólidamente revolucionario de su pensamiento y de su acción.

Expresaremos ahora brevemente nuestro pensamiento, a título un poco más que personal, ya que nos referiremos a las exhaustivas discusiones sobre la materia en el Comité Ejecutivo de nuestro partido, para proporcionar el mandato a los camaradas que lo representarán en la inminente reunión de Moscú. No siendo un misterio para nadie que las tesis que los comunistas italianos defenderán serán algo distintas, y si se quiere utilizar la expresión, mas de “izquierda” que aquella representada por ejemplo por Radek y apoyada por los camaradas de Alemania, hagamos reflexionar a todos los compañeros y especialmente a los mas jóvenes y genéricamente “extremistas” sobre el valor del mayor peso que tiene la contribución de nuestro partido en las discusiones sobre un problema tan arduo, si demostramos que nuestras divergencias no nacen de incomprensiones especiales, sino de un examen de la cuestión llevado con perfecta consciencia de los términos de la misma, y teniendo en cuenta todos los elementos de los que se deduce el pensamiento de otros camaradas, sin atrincherarnos en negaciones absurdas de conclusiones ciertas, que no conseguirían convencer a nadie. Y reafirmamos ante todos los que es un dato de hecho incontrovertible: que no existe ni lejanamente el peligro de que la Internacional Comunista abandone, aunque mínimamente, la plataforma del marxismo revolucionario, desde la que ha lanzado a las masas del proletariado mundial su grito de guerra contra el régimen capitalista y contra sus partidarios y cómplices.

Reunimos a todos los camaradas en torno al análisis de la presente situación, y sobre la que hemos estado todos de acuerdo de forma indiscutible, resumida en el diagnóstico de la ofensiva burguesa como un resultado de la actual crisis del capitalismo. Damos también por aceptada definitivamente, y en tanto en cuanto nuestras conclusiones tácticas se basaron sobre el método marxista, la tesis de que la agitación y la preparación revolucionaria se hace sobre todo en el terreno de las luchas del proletariado por las reivindicaciones económicas. Esta concepción realista nos explica la táctica de la unidad sindical, fundamental para los comunistas, tanto mas cuanto la división expresada en el terreno político da todas las señales del oportunismo.

Del mismo modo, se demuestra oportuna y afortunada la posición táctica que hoy en Italia mantiene nuestro Partido, con la campaña por el frente único de todos los trabajadores contra la ofensiva patronal. Frente único en este caso quiere decir acción común de todas las categorías laborales, de todos los grupos locales y regionales de trabajadores, de todas las organizaciones sindicales nacionales del proletariado, que lejos de significar mezclas informes de distinto métodos políticos, se acompaña para la conquista mas eficaz de las masas, del único método político que contiene el camino a su emancipación: el comunista. Doctrina y práctica confluyen en la confirmación de que ningún obstáculo u oposición se encuentra en el hecho de que, como plataforma de agitación de masas, se formulen reivindicaciones económicas concretas y momentáneas, y como forma de acción se proponga un movimiento del conjunto del proletariado en el campo de la acción directa, guiado por sus organizaciones de clase, los sindicatos. De todo ello resulta directamente la intensificación del entrenamiento ideológico y material del proletariado a la lucha contra el Estado burgués, y de la campaña contra los falsos consejeros del oportunismo de todos los colores.

En esta táctica, dejando a un lado las variedades de aplicación que se puedan pensar como dependientes de las diversas situaciones en los diversos países de partidos y organizaciones sindicales proletarias, nada se encuentra que comprometa las dos condiciones fundamentales y paralelas del proceso revolucionario; es decir, la existencia y el reforzamiento por una parte de un sólido partido político de clase fundado sobre una clara consciencia de la vía de la revolución, y por otra parte el concurso cada vez mayor de las grandes masas, impelidas de modo instintivo a la acción por la situación económica, en la lucha contra el capitalismo, lucha en la cual el Partido proporciona una guía y un Estado Mayor.

Cuando por el contrario se quiera examinar la influencia a efectos de nuestros fines comunes (facilitar y acelerar la victoria del proletariado en la lucha por abatir el poder burgués e instituir la dictadura) de otras líneas tácticas, como la que propone el Partido comunista en Alemania y que se trata en los artículos de Karl Radek, líneas en las que interviene las utilidades de la acción del proletariado en el mecanismo político del Estado democrático, se debe constatar que las características del problema y por tanto las conclusiones a las que se debe llegar, cambian de manera radical.

El cuadro que nos presenta Radek comparte analogías evidentes con el de la situación de ofensiva capitalista de la que partimos para precisar nuestra táctica de frente único sindical. Tenemos al proletariado, que ve como se intensifica al máximo su explotación por parte de la patronal, por efecto de la influencia irresistible de la situación general bajo la acción y presión de la misma. Los comunistas y los compañeros que están con nosotros sabemos perfectamente que la única vía de salida se encuentra en el derrocamiento violento del poder burgués; pero las masas, por su grado limitado de conciencia política y por su estado de ánimo influenciado aún por los dirigentes socialdemócratas, no lo ven como una salida inmediata y no se lanzan a esa vía revolucionaria, aunque el Partido comunista quiera darles ejemplo.

Las masas piensan y creen que una determinada acción de los poderes estatales podrían resolver el agudo problema económico, y por consiguiente desean un gobierno que, a ejemplo de Alemania, decida que el peso de las reparaciones de guerra debe recaer sobre la clase de los grandes industriales y propietarios, o esperan del Estado una ley sobre las horas de trabajo, sobre el paro, sobre el control obrero. Como para las reivindicaciones obtenibles con la acción sindical, el Partido comunista debiera tomar esta predisposición o impulso inicial de las masas, unirse a otras fuerzas que se propongan o digan proponer ese programa de beneficios mediante la pacífica conquista del gobierno parlamentario, poner en movimiento al proletariado en esa vía para aprovechar el inevitable fracaso de esto, a fin de provocar la lucha del proletariado en el plano del derribo del poder burgués y la conquista de la dictadura.

Nosotros consideramos que dicho plan se basa sobre una contradicción, y contiene prácticamente todos los elementos para un implacable fracaso. Es indudable que el Partido comunista debe plantearse utilizar también las fases no conscientes de las grandes masas, y no puede dedicarse a una prédica negativa puramente teórica cuando se encuentra en presencia de tendencias generales y de otras vías de acción que no sean las propias de su doctrina y praxis. Pero este método es beneficioso si en su aplicación al terreno en que se mueven las grandes masas, trabajando así con uno de los dos factores esenciales del éxito revolucionario, existe la seguridad de no comprometer al otro factor no menos indispensable, la existencia y el progresivo reforzamiento del partido y del encuadramiento de una parte del proletariado que ya participa de las consignas del partido.

En la consideración de si este peligro existe o no existe se debe tener presente que, como enseña una larga y dolorosa experiencia histórica, el partido como organismo y el grado de su influencia política no son resultados intangibles, sino que sufren toda la influencia de los acontecimientos.

Si un día, tras un mas o menos largo periodo de acontecimientos y de lucha, la masa obrera se encontrara ante la vaga comprobación de que cualquier intento de rebelión es inútil si no llega a chocar contra la misma máquina del aparato estatal burgués, pero en las fases anteriores hubiera quedado gravemente comprometida la organización del Partido Comunista y los movimientos que lo acompañan (como el movimiento sindical y el militar) el proletariado se encontraría desprovisto de las armas propias de su lucha, de la contribución indispensable de aquella minoría que posee una visión clara de las tareas que hay que afrontar y que, por haberla tenido durante largo tiempo, se ha dado todo un entrenamiento y un armamento en el amplio sentido de la palabra, indispensable para la victoria de la gran masa.

Consideramos que esto llegaría a ocurrir, demostrándose la esterilidad de cualquier plan táctico como el que estamos examinando, si el Partido comunista asumiera de forma prevalente y abierta actitudes políticas susceptibles de anular o invalidar su carácter intangible de Partido de oposición respecto al Estado y a otros partidos políticos.

Creemos poder demostrar con elementos de tipo crítico y de tipo práctico que esta tesis no tiene nada de abstracto, y no deriva del deseo de trazar en este argumento tan complejo esquemas arbitrarios, sino que responde a una valoración concreta y exhaustiva del argumento.

La actitud y la actividad de oposición política del Partido comunista no son un lujo doctrinal, sino, como veremos, una condición concreta del proceso revolucionario.

De hecho, actividad de oposición significa la constante propaganda de nuestras tesis sobre la insuficiencia de cualquier acción de conquista democrática del poder y de toda lucha política que quiera permanecer en el terreno legal y pacífico, fidelidad a esa actividad en la crítica continua y en la división de responsabilidad de las acciones de los gobiernos y partidos legales, formación, ejercicio y entrenamiento de los órganos de lucha que solamente un partido antilegalista como el nuestro puede construir, desde fuera y contra los mecanismos de defensa burguesa. Método este que es teórico, en tanto que la conciencia teórica debe ser poseída por una minoría dirigente y que es organizativo, en la medida en que la mayoría del proletariado no está maduro para una lucha revolucionaria que proceda a la constitución e instrucción de los cuadros del ejército revolucionario.

Bajo este aspecto, y fieles a la mas brillante tradición de la Internacional Comunista, no juzgamos a los partidos políticos con el criterio con el que es justo juzgar a los organismos económicos sindicales, es decir, según el campo en el que reclutan a sus efectivos, la clase de la que procede dicho reclutamiento, sino mas bien con el criterio de su actitud hacia el Estado y su mecanismo representativo. Un partido que se cierra voluntariamente en los confines de la legalidad, que no concibe otra acción política que la que se pueda efectuar sin el uso de la violencia civil en las instituciones de la constitución democrática burguesa, no es un partido proletario, sino un partido burgués, y en cierto sentido basta para dar este juicio negativo el simple hecho de que un movimiento político (como el sindicalista y el anarquista) aun situándose fuera de los límites de la legalidad, rechazan aceptar el concepto de organización estatal de la fuerza revolucionaria proletaria, es decir, de la dictadura.

No es más que el enunciado de la plataforma defendida por nuestro partido: frente único sindical del proletariado; permanente oposición política contra el gobierno burgués y todos los partidos legales.

Los temas correspondientes a nuestra organización los dejaremos para el próximo artículo.

No queremos sin embargo omitir que si la colaboración parlamentaria y gubernativa están excluidas completamente desde el momento en que adopta tal plataforma, no se renuncia sin embargo, como demostraremos, a un uso mucho mejor y menos arriesgado de las reivindicaciones que las masas presentan al poder del Estado y a otros partidos, en cuanto se pueden sostener independientemente como resultados obtenibles mediante la acción directa, la presión desde fuera y la crítica de la política del Gobierno y de todos los demás partidos.

 

 

V

 

Queremos concluir estas notas, realizadas durante la discusión del problema que nos ocupa y teniendo poco a poco en cuenta los elementos que iban apareciendo, con el análisis de los argumentos que apoyan la posición asumida por el Comité Ejecutivo de nuestro Partido, según la cual la unidad de acción del proletariado debe ser perseguida y realizada basándose en la política de oposición al Estado burgués y a los partidos legalistas que el Partido comunista debe desarrollar de forma incesante. Las repeticiones de algunos puntos esenciales, si no han ayudado al orden de lo expuesto, no perjudican en nada al fin que se sigue: reclamar todo lo que se pueda la atención de los camaradas sobre términos delicados y complejos del problema que se discute.

Hay que indicar que existen condiciones subjetivas y objetivas. Las objetivas consisten en la situación económica y en la presión que la misma ejerce sobre las masas proletarias; las subjetivas se refieren al grado de conciencia y de combatividad del proletariado y sobre todo de su vanguardia, el Partido comunista. Una condición objetiva indispensable es la participación en la lucha de los estratos más amplios de las masas, directamente impulsadas por los movimientos económicos, a pesar de que en gran parte no tienen conciencia de todo el conjunto de la lucha. Una condición subjetiva es la existencia entre una minoría creciente de una visión clara de las exigencias del movimiento, acompañada de una disposición para sostener y dirigir las últimas fases de la lucha.

Admitimos que seria antimarxista no solo pretender que todos los trabajadores participantes en la lucha tuvieran una clara conciencia de sus detalles y una orientación consciente hacia sus fines, pero igualmente lo seria buscar tal “estado de perfección” en cada militante del Partido comunista tomado de forma individual, en tanto que las condiciones subjetivas de la acción revolucionaria residen en la formación de un órgano colectivo, como lo es el partido, que es al mismo tiempo una escuela (en el sentido de una tendencia teórica) y un ejército con la correspondiente jerarquía y un adecuado entrenamiento para la práctica.

Pero creemos que se recaería en un subjetivismo no menos antimarxista, por lo voluntarista en el sentido burgués, en caso de que se condensaran las condiciones subjetivas en la iluminada voluntad de un grupo de jefes que podrían aplicar a las mas complejas tácticas el material constituido por las fuerzas del Partido y aquellas otras fuerzas sobre las que influye, prescindiendo de la influencia que sobre estas fuerzas tiene el mismo desarrollo de la acción y el método elegido para conducirlas hacia adelante.

Porque el Partido no es el “sujeto” invariable e incorruptible de abstrusas filosofías, sino, a su vez, un elemento objetivo de la situación. La solución del dificilísimo problema de la táctica partidista no es aún análoga a la de los problemas militares; en política se puede corregir, pero no manipular a placer la situación: los datos del problema no son nuestro ejército o el ejército adversario, sino la formación del ejército a expensas de estratos indiferentes y de las propias filas enemigas si actúa (y esto puede suceder tanto desde una parte como de la otra) mientras se desarrollan las hostilidades.

Un correcto uso de las condiciones objetivas revolucionarias, sin peligro de ignorar las subjetivas sino con la certeza de desarrollarlas de forma brillante, viene dada por la participación y el impulso a las acciones de masas por reivindicaciones económicas, defensivas, que la ofensiva patronal origina en los momentos actuales de crisis capitalista, como ya hemos dicho. Así, apoyando a las masas a seguir impulsos que ya ellas mismas sienten de forma clara y potente, son conducidas por la vía revolucionaria marcada, seguros de que lo largo de esta vía las condiciones subjetivas en contra se superarán, y las masas se encontrarán ante la necesidad de luchar por la revolución integral, para la cual nuestro partido les proporcionará un equipaje teórico y técnico, que la propia lucha mejorará y potenciará. La posición política independiente de nuestro partido les permitirá desarrollar en el transcurso de la acción la preparación revolucionaria ideal y material que ha estado ausente en otras situaciones que también impulsaban a la lucha, porque entre otros motivos se acusaba la ausencia de una minoría diferenciada en cuanto a conciencia revolucionaria y preparación con respecto a las formas de la lucha.

La defensa burguesa se articula mediante la oposición a la revolución proletaria de condiciones subjetivas contrarias a la misma, compensando la presión revolucionaria objetiva, nacida de las dificultades y obstáculos de la crisis mundial, con los recursos propios de un monopolio político e ideológico sobre la actividad del proletariado, para lo cual la clase dominante intenta movilizar a la jerarquía de los jefes proletarios.

Una extensa parte del proletariado, a través de las organizaciones de los partidos socialdemócratas, está atrapada en la ideología burguesa y en la inexistencia de una ideología revolucionaria. Respecto a esa gran parte hay que pensar, más que en una concepción ideológica en sentido individual, en un movimiento colectivo con una dirección determinada y una organización de lucha en el campo político. La burguesía y sus aliados trabajan difundiendo entre el proletariado la idea de que para sus luchas de mejora no es preciso utilizar medios violentos, que las armas para ello están en el empleo pacífico del aparato democrático representativo y en la órbita de las instituciones legales. Estas ilusiones son extremadamente peligrosas para los destinos de la revolución, porque ciertamente caerán en algún momento, pero en ese mismo momento no cambiará la actitud de las masas de sostener la lucha contra el aparato legal y estatal burgués mediante los medios de la guerra revolucionaria, ni para proclamar y apoyar la dictadura de clase, único medio de aplastar a la clase adversaria. La resistencia y la inexperiencia del proletariado en el uso de estas armas decisivas juegan a favor de la burguesía: destruir, en el mayor número posible de proletarios, esta inclinación subjetiva a no asestar al adversario golpes decisivos, y prepararlo para las necesidades de tales acciones, es por el contrario la tarea del partido comunista.

Ilusorio es perseguir tales fines preparando y entrenando para la guerra de clases hasta el último proletario; pero si que es indispensable garantizarlo con la formación y la consolidación de un organismo colectivo, cuya obra y posiciones en tales aspecto sean un atractivo para la mayor parte posible de trabajadores; para que, poseyendo un punto de referencia y de apoyo, las inevitables desilusiones que producirán mañana las mentiras democráticas y socialdemócratas, sean seguidas por un cambio útil de los métodos de lucha revolucionaria. No podemos vencer en ésta sin la mayoría del proletariado, es decir, mientras la mayoría del proletariado se encuentre aún en la plataforma política de la legalidad y de la socialdemocracia, ha dicho el Tercer Congreso. Y ha estado acertado, pero justamente por ello debemos preocuparnos de adoptar tales tácticas de manera que en los movimientos de las masas, suscitados por las condiciones económicas objetivas, vayan progresivamente creciendo los miembros de esa minoría que, teniendo como núcleo el Partido comunista, establezcan su acción y preparación en el terreno de la lucha contra los legalismos.

Nada se opone, desde el punto de vista crítico y las experiencias prácticas reales que poseemos, a un paso desde el frente de masas para reivindicaciones que el capitalismo ni puede ni quiere conceder, y contra las cuales lanza la reacción abierta de fuerzas regulares e irregulares, a una acción en pro de la emancipación integral de los trabajadores; porque, al igual que esta emancipación, también aquellas reivindicaciones se han hecho imposibles sin el derribo de la máquina burguesa de dominio político-militar, contra la que los trabajadores se dirigen. En la lucha por la emancipación ya se había organizado el Partido comunista, que reunía a una parte de las masas, y que nunca en el curso de las luchas ha ocultado que se debía luchar contra esas citadas fuerzas regulares e irregulares, y han tomado sobre sus espaldas la primera fase de la batalla, en sus aspectos de acción directa de guerrilla de clase, de conspiración revolucionaria.

Por el contrario, todo nos lleva a condenar como cosa muy diferente y de efecto contrario el intento de un traslado del frente de masas de una acción que, si también tiene como objetivo reivindicaciones inmediatas y accesibles a las masas, se desarrolla sobre plataformas políticas de la democracia legal, a una acción antilegalista y por la dictadura proletaria. Aquí no se trata de cambios en los objetivos, sino de cambios en los planos de acción, de su organización, de sus métodos. Y la conversión táctica es posible, a nuestro entender, únicamente en los planes de caudillos que hayan olvidado el equilibrio de la dialéctica marxista y se imaginan que están trabajando con un ejército que ha llegado al automatismo perfecto de las armadas encuadradas y entrenadas, y también con las tendencia y la capacidad en vías de formación de elementos a organizar, si bien siempre susceptibles de caer en la incoherencia de las acciones individuales y no centralizadas.

La vía de la revolución se convierte en un callejón sin salida si el proletariado, para comprobar que las variopintas cortinas de la democracia liberal y populista esconden los férreos bastiones del Estado de clase, llegara hasta el final sin pensar en dotarse de los medios adecuados para deshacer el último y decisivo obstáculo, ese momento en el que de la fortaleza del dominio burgués saldrían para precipitar sobre ellos, provistos de todo tipo de armas, las feroces filas de la reacción. El partido es necesario para la victoria revolucionaria, en cuanto que es necesario que mucho antes una minoría del proletariado comience a proclamar continuamente al resto que es preciso armarse para el choque supremo, armándose y entrenándose para la lucha que será inevitable. Precisamente por ello, el Partido, para asumir su tarea específica no solamente debe predicar las razones por las que la vía pacífica y legal es insidiosa, sino que debe “impedir” a la parte mas avanzada del proletariado adormecerse en las ilusiones democráticas, organizándola en formaciones que, por una parte, inicien su preparación en las exigencias técnicas de la lucha enfrentándose a las acciones esporádicas de la reacción burguesa, y por otra se habitúen a sí mismos y a una amplia parte cercana de las masas a las exigencias ideológicas y políticas de la acción decisiva, con la crítica incesante de los partidos socialdemócratas, y a la lucha contra las mismas en el interior de los sindicatos.

El experimento socialdemócrata en determinadas situaciones debe tener lugar y ser utilizado por los comunistas, pero no se puede pensar en este “uso” como hecho repentino sucedido al final del experimento, sino mas bien como resultado de una crítica incesante que el Partido comunista desarrollará y para la cual es indispensable una separación de responsabilidades muy precisa.

De ello procede nuestro concepto de que el Partido comunista no puede abandonar nunca su actitud de oposición política frente al Estado y frente a otros partidos, actitud considerada como elemento de su obra de construcción de las condiciones subjetivas de la revolución, que es su razón de ser.

Un partido comunista mezclado con los partidos de la socialdemocracia pacifista y legalista en una campaña política parlamentaria o gubernativa ya no efectúa las tareas del Partido comunista. Al final de ese paréntesis las condiciones objetivas plantearán el dilema fatal de la guerra revolucionaria, el imperativo de asaltar y destruir la máquina del Estado capitalista; el proletariado estará subjetivamente defraudado de toda esperanza respecto de los métodos incruentos y legales, pero faltará la síntesis de las condiciones objetivas y subjetivas en que consiste la preparación independiente del Partido comunista y la minoría que ha sabido reunir en torno a sí. Se producirá una situación no diferente en la práctica de cuando el Partido socialista italiano comprendía tendencias opuestas; las masas decepcionadas de los métodos reformistas y de su fracaso esperan una consigna que no llega, porque los elementos extremos no disponen de una organización independiente, no conocen sus fuerzas, dividen la responsabilidad de los reformistas ante la desconfianza general, y nadie piensa en trazar las orientaciones de una organización que pueda funcionar, luchar, guerrear, cuando el enfrentamiento de la guerra civil se dibuja implacable.

Por todas estas razones, nuestro Partido sostiene que no tiene sentido hablar de alianzas con otros partidos, aunque se denominen “proletarios”, ni suscribir programas que impliquen una participación del Partido comunista en la conquista democrática del Estado. Eso no excluye que puedan plantearse y evaluar como posibles mediante la presión del proletariado reivindicaciones por medio de decisiones del poder político del Estado, y que los socialdemócratas dicen querer y poder realizar, ya que con tales acciones no se disminuye el grado de iniciativa de lucha directa que el proletariado alcance.

Como ejemplo, entre nuestras reivindicaciones por el frente único, a apoyar mediante la huelga general nacional, está la asistencia a los parados por parte de la patronal y del Estado. Pero rechazamos cualquier complicidad con el vulgar engaño de los programas “concretos” de política estatal del Partido socialista y de los dirigentes reformistas sindicales, incluso si estos lo aceptaran como programa de un gobierno “obrero”, que mas bien sueñan en constituir con los partidos de la clase dominante, en digno y fraterno contubernio.

Entre apoyar una medida (que se podría denominar “reforma”, para parodiar viejos debates) desde el interior o desde el exterior del Estado hay una formidable diferencia, establecida por la evolución de las situaciones. Con la acción directa de las masas desde el exterior, en caso de que el Estado no pueda y no quiera ceder, se llegará a la lucha por derribarlo; en caso de que ceda aun parcialmente, el método de acción antilegalista se verá valorado y practicado, mientras que con el método de lucha desde el interior, si fracasa, precisamente el plan que hoy se viene apoyando, ya no es posible contar con las fuerzas capaces de asaltar la máquina estatal, por haberse interrumpido el proceso de agregación en torno a un grupo independiente.

Las acciones de masas en un frente único no pueden tener lugar mas que en el campo de la acción directa, y en unión con las organizaciones sindicales de toda clase, localidad y tendencia; la iniciativa de esta agitación corresponde al Partido comunista, debido a que los otros partidos, apoyando la inacción de las masas ante las provocaciones de la clase dominante y explotadora, y las desviaciones en el terreno de la legalidad estatal y democrática, demuestran el abandono de la causa proletaria, y nos permiten empujar al máximo la lucha para conducir al proletariado a la acción con directrices y métodos comunistas, junto al más humilde grupo de explotados que pide un pedazo de pan o lo defiende de la insaciable avidez patronal, contra las actuales instituciones y contra cualquiera que se sitúe en su campo.

 


1 - Referencia a Giacinto Serrati, dirigente del PSI, que solo se incorporaría al PCI tres años después del Congreso de Livorno (N.d.T).