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Partido Comunista Internacional
Tesis características del Partido
I. TEORÍA
II.
TAREAS DEL PARTIDO COMUNISTA
III. OLEADAS HISTÓRICAS DE DEGENERACIÓN OPORTUNISTA.
a) La primera: fin del siglo XIX.
b) La segunda: 1914.
c) La tercera: a partir de 1926.
IV. ACCIÓN DEL PARTIDO EN ITALIA Y EN OTROS PAÍSES EN 1952
Los fundamentos de la doctrina son los principios del materialismo histórico y del comunismo crítico de Marx y Engels enunciados en el Manifiesto de los Comunistas, en El Capital y en sus otras obras fundamentales, base de la constitución de la Internacional Comunista en 1919, y del Partido Comunista de Italia en 1921, y contenidos en los puntos del programa del Partido publicado en "Battaglia Comunista", n° 1 de 1951, y publicado nuevamente varias veces en "Programma Comunista".
Se transcribe aquí el texto del programa:
El Partido Comunista Internacional está constituido sobre la base de los siguientes principios establecidos en Livorno en 1921 en la fundación del Partido Comunista de Italia (Sección de la Internacional Comunista).
1. En el actual régimen social capitalista se desarrolla una contradicción siempre creciente entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, dando lugar a la antítesis de intereses y a la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía dominante.
2. Las actuales relaciones de producción están protegidas por el poder del Estado burgués que, cualquiera que sea la forma del sistema representativo y el empleo de la democracia electiva, constituye el órgano para la defensa de los intereses de la clase capitalista.
3. El proletariado no puede romper ni modificar el sistema de las relaciones capitalistas de producción del que deriva su explotación sin la destrucción violenta del poder burgués.
4. El órgano indispensable de la lucha revolucionaria del proletariado es el partido de clase. El partido comunista, reuniendo en su seno la parte más avanzada y decidida del proletariado, unifica los esfuerzos de las masas trabajadoras dirigiéndolos de las luchas por intereses de grupo y por resultados contingentes a la lucha general por la emancipación revolucionaria del proletariado. El partido tiene como tareas: difundir entre las masas la teoría revolucionaria, organizar los medios materiales de acción, dirigir a la clase trabajadora en el desarrollo de la lucha asegurando la continuidad histórica y la unidad internacional del movimiento.
5. Después del derrocamiento del poder capitalista, el proletariado no podrá organizarse en clase dominante más que con la destrucción del viejo aparato estatal y la instauración de su propia dictadura, esto es, privando de todo derecho y de toda función política a la clase burguesa y a sus individuos mientras sobrevivan socialmente, y basando los órganos del nuevo régimen únicamente sobre la clase productora. El partido comunista, cuya característica programática consiste en esta realización fundamental, representa, organiza, y dirige unitariamente la dictadura proletaria. La necesaria defensa del Estado proletario contra todas las tentativas contrarrevolucionarias solo puede ser asegurada privando a la burguesía y a los partidos hostiles a la dictadura proletaria de todo medio de agitación y de propaganda política, y con la organización armada del proletariado para rechazar los ataques internos y externos.
6. Solo la fuerza del Estado proletario podrá aplicar sistemáticamente todas las sucesivas medidas de intervención en las relaciones de la economía social, con las cuales se efectuará la sustitución del sistema capitalista por la gestión colectiva de la producción y de la distribución.
7. Como resultado de esta transformación económica y de las consiguientes transformaciones de todas las actividades de la vida social, irá eliminándose la necesidad del Estado político, cuyo engranaje se reducirá progresivamente al de la administración racional de las actividades humanas.
* * *
La posición del partido frente a la situación del mundo capitalista y del movimiento obrero después de la II Guerra Mundial, se basa en los puntos siguientes:
8. En el curso de la primera mitad del
siglo XX, el sistema social capitalista ha ido desarrollándose:
en el terreno económico, con la introducción de los sindicatos
patronales con fines monopolistas y con las tentativas de controlar y dirigir
la producción y los intercambios según planes centrales,
hasta la gestión estatal de sectores enteros de la producción;
en el terreno político, con el aumento del potencial policial y
militar del Estado, y el totalitarismo gubernamental. Todo esto no son
nuevos tipos de organización social con carácter de transición
entre capitalismo y socialismo, ni menos aún un retorno a regímenes
políticos preburgueses; por el contrario, son formas precisas de
gestión aún más directa y exclusiva del poder y del
Estado por parte de las fuerzas más desarrolladas del capital.
Este proceso excluye las interpretaciones pacifistas,
evolucionistas y progresivas del devenir del régimen burgués,
y confirma la previsión de la concentración y de la disposición
antagónica de las fuerzas de clase. Para que las energías
revolucionarias del proletariado puedan reforzarse y concentrarse con potencial
correspondiente al del enemigo de clase, el proletariado no debe reconocer
como reivindicación suya ni como medio de agitación el retorno
ilusorio al liberalismo democrático y la exigencia de garantías
legales, y debe liquidar históricamente el método de las
alianzas con fines transitorios del partido revolucionario de clase tanto
con partidos burgueses y de la clase media como con partidos pseudo-obreros
de programa reformista.
9. Las guerras imperialistas mundiales demuestran que la crisis de disgregación del capitalismo es inevitable con la apertura decisiva del período en el que su expansión ya no exalta más el incremento de las fuerzas productivas, sino que condiciona su acumulación a una destrucción repetida y creciente. Estas guerras han acarreado crisis profundas y reiteradas en la organización mundial de los trabajadores, habiendo podido las clases dominantes imponerles la solidaridad nacional y militar con uno u otro de los bandos beligerantes. La única alternativa histórica que se debe oponer a esta situación es la de volver a encender la lucha en el interior hasta llegar a la guerra civil de las masas trabajadoras para derrocar el poder de todos los Estados burgueses y de las coaliciones mundiales, con la reconstitución del partido comunista internacional como fuerza autónoma frente a todos los poderes políticos y militares organizados.
10. El Estado proletario, dado que su aparato es un medio y un arma de lucha en un período histórico de transición, no extrae su fuerza organizativa de canones constitucionales y de esquemas representativos. El máximo ejemplo histórico de su organización ha sido hasta hoy el de los Consejos de Trabajadores, aparecido en la revolución rusa de octubre de 1917, en el período de la organización armada de la clase obrera bajo la guía única del partido bolchevique, de la conquista totalitaria del poder, de la disolución de la Asamblea Constituyente, de la lucha para rechazar los ataques exteriores de los gobiernos burgueses y para aplastar en el interior la rebelión de las clases derrotadas, de las clases medias y pequeñoburguesas, y de los partidos oportunistas, aliados infalibles de la contrarrevolución en sus fases decisivas.
11. La defensa del régimen proletario
contra los peligros de degeneración ínsitos en los posibles
fracasos y repliegues de la obra de transformación económica
y social, cuya ejecución integral no es concebible dentro de los
límites de un solo país, puede ser asegurada sólo
por una continua coordinación de la política del Estado de
la dictadura proletaria con la lucha unitaria internacional del proletariado
de cada país contra la propia burguesía y su aparato estatal
y militar, lucha incesante en cualquier situación de paz o de guerra,
y mediante el control político y programático del partido
comunista mundial sobre los aparatos del Estado en el que la clase obrera
ha conquistado el poder.
II. TAREA DEL PARTIDO COMUNISTA
1. La necesidad del partido político de clase.
La emancipación de la clase trabajadora de
la explotación capitalista solo es posible con una lucha política
y con un órgano político de la clase revolucionaria: el partido
comunista.
2. La insurrección, forma principal de lucha política.
El aspecto más importante de la lucha política
en el sentido marxista es la guerra civil y la insurrección armada,
por medio de las cuales una clase destruye el poder de la clase dominante
opuesta e instaura su propio poder. Tal lucha no puede ser victoriosa si
no es dirigida por la organización de partido.
3. La dictadura proletaria es ejercida por el partido.
Así como la lucha contra el poder de la clase
explotadora no puede desarrollarse sin un partido político revolucionario,
tampoco se puede desarrollar sin el mismo la obra posterior de extirpación
de las instituciones económicas precedentes: la dictadura del proletariado,
necesaria en el no breve período histórico de transición,
es ejercida abiertamente por el partido.
4. Tareas del partido: continuidad de teoría, continuidad
de organización, participación en toda lucha económica
proletaria.
Tareas igualmente necesarias del partido, antes,
durante y después de la lucha armada por la toma del poder, son
la defensa y la difusión de la teoría del movimiento, la
defensa y el reforzamiento de la organización interna con el proselitismo,
la propaganda de la teoría y del programa comunista, y la constante
actividad en las filas del proletariado dondequiera que éste sea
impulsado, por las necesidades y determinaciones económicas, a la
lucha por sus intereses.
5. Minoría de la clase organizada en el Partido. Conciencia
no del militante o del dirigente, sino del conjunto orgánico del
partido.
El partido no solo no comprende en sus filas a todos
los individuos que componen la clase proletaria, sino que ni siquiera engloba
a su mayoría: él agrupa a aquella minoría que adquiere
la preparación y la madurez colectiva teórica y de acción
correspondiente a la visión general y final del movimiento histórico,
en todo el mundo y en todo el curso que va desde la formación del
proletariado a su victoria revolucionaria.
La cuestión de la conciencia individual no
constituye la base de la formación del partido: no solo cada proletario
no puede ser consciente, y menos aún dominar culturalmente la doctrina
de clase, sino que ni siquiera puede serlo cada militante tomado individualmente,
y ni aun los jefes ofrecen esa garantía. Ésta consiste solo
en la unidad orgánica del partido.
Así pues, del mismo modo que es rechazada
toda concepción de acción individual o de acción de
una masa no ligada por una precisa red organizativa, también lo
es la concepción del partido como agrupación de sabios, de
iluminados o de conscientes, para ser sustituida por la de una red y un
sistema que, en el seno de la clase obrera, tiene orgánicamente
la función de cumplir la tarea revolucionaria de la misma en todos
sus aspectos y en todas sus fases complejas.
6. Necesidad, para que se dé un avance revolucionario
de que haya entre el partido y la clase un estrato intermedio dado por
asociaciones económicas permeadas por el Partido.
El marxismo ha rechazado vigorosamente, cada vez
que ha aparecido, la teoría sindicalista, que da a la clase solamente
órganos económicos asociaciones de categoría, de
industria o de empresa creyéndolos capaces de desarrollar la lucha
y la transformación social.
El marxismo al mismo tiempo que considera al sindicato
como órgano por sí solo insuficiente para la revolución,
lo considera, empero, un órgano indispensable para la movilización
de
la clase en el plano político y revolucionario, realizada a través
de la presencia y la penetración del partido comunista en las organizaciones
económicas de clase. En las difíciles fases que presenta
la formación de las asociaciones económicas, se consideran
útiles para el trabajo del partido las asociaciones que comprenden
solamente proletarios y a las cuales estos se adhieren espontáneamente,
pero sin la obligación de profesar determinadas opiniones políticas,
religiosas y sociales. Tal carácter se pierde en las organizaciones
confesionales y de afiliación obligatoria, o en las que se han vuelto
parte integrante del aparato del Estado.
7. Rechazo de la formación de sindicatos secesionistas
agregados al partido.
El partido no adopta jamás el método
de formar organizaciones económicas parciales que comprendan solo
a los trabajadores que aceptan los principios y la dirección del
partido comunista. Pero el partido reconoce sin reservas que no solo la
situación que precede a la lucha insurreccional, sino también
toda fase de marcado incremento de la influencia del partido entre las
masas, no puede delinearse sin que se extienda entre el partido y la clase
un estrato de organizaciones con objetivos económicos inmediatos
y con alta participación numérica, en el seno de las cuales
exista una red que emane del partido (núcleos, grupos, y fracción
comunista sindical). Es tarea del partido en los períodos desfavorables
y de pasividad de la clase proletaria prever las formas y alentar la aparición
de estas organizaciones con objetivos económicos para la lucha inmediata,
las cuales podrán incluso asumir aspectos totalmente nuevos en el
futuro, tras los tipos ya conocidos de corporación, sindicato de
industria, consejo de empresa, etc. El partido alienta siempre las formas
de organización que faciliten el contacto y la acción común
entre los trabajadores de diversas localidades y de distintas profesiones,
rechazando las formas cerradas.
8. Rechazo de las concepciones: utopista, anarquista, sindicalista,
así como de aquella del partido sectario que forma sus "dobles"
sindicales o rechaza la tarea sindical.
En la sucesión de las situaciones históricas,
el partido se mantiene, pues, alejado: - de la visión idealista
y utópica que confía el mejoramiento social a una unión
de elegidos, de conscientes, de apóstoles o de héroes; -
de la visión libertaria que lo confía a la revuelta de individuos
o de multitudes sin organización; - de la visión sindicalista
o economista que lo confía a la acción de organismos económicos
y apolíticos, esté o no acompañada con la predicación
del uso de la violencia; - de la visión voluntarista y sectaria
que, prescindiendo del proceso real determinista, para el cual la rebelión
de clase surge de reacciones y actos que preceden de lejos a la conciencia
teórica y aun a la clara voluntad, quiere un pequeño partido
de "élite" que, o se rodea de sindicatos extremistas que no son
más que una réplica suya, o cae en el error de aislarse de
la red asociativa económico-sindical del proletariado. Este último
error de los "ka-a-pe-distas" alemanes y de los tribunistas holandeses
fue combatido siempre en el seno de la Tercera Internacional por la Izquierda
italiana.
Ésta última se alejó de la
Internacional Comunista por cuestiones de estrategia y táctica de
la lucha proletaria, las cuales no pueden ser tratadas si no es con relación
al tiempo y a la sucesión de las fases históricas.
III. OLEADAS HISTÓRICAS
DE DEGENERACIÓN OPORTUNISTA.
TÁCTICA Y ACCIÓN DEL PARTIDO
1. Establecimiento no abstracto sino histórico de las
cuestiones sobre la actividad del partido, y sus alianzas.
Una posición de intransigencia, esto es,
de rechazo por principio de toda alianza, frente único o compromiso,
no puede ser sustentada como válida para todas las sucesivas fases
históricas del movimiento proletario sin caer en un idealismo que
se justifique con consideraciones místicas, éticas o estéticas,
ajenas a la visión marxista. Las cuestiones de estrategia, maniobra,
táctica, y praxis de la clase y del partido se plantean y se resuelven,
por tanto, solo en el plano histórico. Esto significa que lo que
vale para ellas es el gran proceso mundial del avance proletario entre
la revolución burguesa y la revolución obrera, y no la casuística
menuda de lugar por lugar y momento a momento, dejada al arbitrio de grupos
y de comités dirigentes.
2. Necesidad dialéctica de luchar por la victoria de
las revoluciones burguesas sobre el régimen feudal, para favorecer
el advenimiento de la producción capitalista.
El propio proletariado es, ante todo, un producto
de la economía y de la industrialización capitalistas. Por
lo tanto, como el comunismo no puede nacer de la inspiración de
hombres, cenáculos, o cofradías, sino solo de la lucha de
los propios proletarios, una condición del comunismo es la victoria
irrevocable del capitalismo sobre las formas que lo preceden históricamente,
es decir, la de la burguesía sobre la aristocracia feudal terrateniente
y otras clases del antiguo régimen de Europa, de Asia y de cada
país.
En la época del Manifiesto de los Comunistas, cuando la industria
moderna estaba al comienzo de su desarrollo y existía en muy pocos
países, se debía, con el fin de acelerar el estallido de
la moderna lucha de clase, incitar al proletariado a luchar al lado de
los burgueses revolucionarios en las insurrecciones antifeudales y de liberación
nacional, lucha que en tal época no se desarrollaba más que
en la forma armada. Así, es parte integrante del gran curso histórico
de la lucha proletaria la participación de los trabajadores en la
gran revolución francesa y en su defensa contra las coaliciones
europeas, incluso en la fase napoleónica, y esto pese a que ya desde
entonces la dictadura burguesa reprimiese ferozmente las primeras manifestaciones
sociales comunistas.
Para los marxistas, después de las derrotas
revolucionarias que en los movimientos de 1848 sufrieron los proletarios
y los burgueses, incluso aliados, este período de estrategia antifeudal
se prolonga hasta 1871, ya que subsistían en Europa regímenes
históricos feudales en Rusia, Austria y Alemania, siendo una condición
del desarrollo industrial de Europa la realización de la unidad
nacional en Italia, Alemania, e incluso en el Oriente europeo.
3. Clausura en Occidente del período de alianzas revolucionarias
con la burguesía y de las guerras de formación nacional,
en el 1871: Comuna de París.
El año 1871 constituye un viraje evidente
ya que la lucha contra Napoleón III y su dictadura es ya claramente
una lucha contra una forma capitalista y no feudal; ella es un producto
y una prueba de la concentración antagónica de las fuerzas
de clase, y aunque se ve en Napoleón un obstáculo militarista
al desarrollo histórico burgués y moderno de Alemania, el
marxismo revolucionario se pone inmediatamente en el frente de la lucha
exclusivamente proletaria, contra la burguesía francesa, de todos
los partidos de la Comuna, primera dictadura de los trabajadores.
En esta época se cierra, en el cuadro europeo,
la posibilidad de escoger entre dos grupos históricos en lucha y
entre dos ejércitos estatales, y se cierra porque todo "retorno"
de formas preburguesas se ha vuelto socialmente imposible en dos grandes
áreas: 1) Inglaterra y Norteamérica; 2) Europa hasta los
fronteras con los imperios otomano y zarista.
a) La primera: fin del siglo XIX.
4. Rechazo de la "revisión socialdemócrata y
legalista aparecida en el período tranquilo
del capitalismo (1871-1914) - Rechazo de los bloques electorales
y de la participación
en las Instituciones.
Una primera ola del oportunismo en las filas del
movimiento proletario marxista (considerando como movimientos fuera del
marxismo la posición bakuniana en la Primera Internacional, 1867-71;
y la soreliana en la Segunda, 1907-14) es la del revisionismo socialdemócrata.
Su visión era la siguiente: asegurada en todas partes la victoria
burguesa, se abre un período sin insurrecciones y sin guerras; sobre
la base de la difusión de la industria, del aumento numérico
de los trabajadores y del sufragio universal, afirma la posibilidad del
socialismo por vía gradual e incruenta, e intenta (Bernstein) vaciar
el marxismo de su contenido revolucionario pretendiendo que éste
no sería propio de la clase obrera, sino un reflejo espurio del
período insurreccional burgués. En este período, la
cuestión táctica de alianzas entre partidos burgueses avanzados
o de izquierda, y partidos proletarios, asume otro aspecto: no se trata
ya de ayudar al nacimiento del capitalismo, sino de hacer derivar el socialismo
de él por medio de leyes y reformas; no se trata ya de combatir
en las ciudades y en el campo, sino de votar juntos en las asambleas parlamentarias.
Tal propuesta de alianzas y bloques, que llegan hasta la aceptación
de cargos ministeriales por parte de los dirigentes proletarios, asume
el carácter histórico de una defección de la vía
revolucionaria y, por esto, los marxistas radicales condenan todo bloque
electoral.
5. Rechazo de la política de unión nacional de
guerra, de la evaluación de guerra anti-feudal
o de defensa, por la de imperialista de 1914 (Lenin: El Imperialismo).
No sólo rechazo de la unión sagrada, sino derrotismo
de toda guerra nacional
para transformarla en guerra civil (Lenin: Tesis de 1915 sobre la
guerra).
Al estallar la guerra de 1914 se abate sobre el
movimiento proletario la segunda y tremenda oleada del oportunismo. Numerosos
jefes parlamentarios y sindicales, y fuertes grupos de militantes con partidos
enteros, pintan el conflicto entre los estados como una lucha que podría
conducir al retorno del feudalismo absolutista y a la destrucción
de las conquistas civiles de la burguesía, al igual que de la red
productiva moderna, predicando pues la solidaridad con el Estado nacional
en lucha. Esto desde ambos lados del frente, ya que la Rusia del Zar está
aliada a las avanzadas burguesías de Inglaterra y de Francia.
La mayoría de la Segunda Internacional cae en el oportunismo
de guerra. Pocos partidos, entre ellos el italiano, escapan del mismo,
pero solo grupos y fracciones avanzadas se colocan en el terreno de Lenin,
quien, definiendo la guerra como un producto del capitalismo y no de la
lucha entre el capitalismo y las formas antiguas, extrae de esto no solo
la condena de la unión sagrada y de la alianza nacional, sino la
reivindicación de la lucha derrotista del partido proletario dentro
de cada país contra todo Estado y ejército en guerra.
6. Reivindicación de la plataforma constitutiva de la
III Internacional en el 1919. No sólo ninguna alianza parlamentaria,
sino rechazo de la conquista legal del poder; destrucción del Estado
burgués con por la fuerza; dictadura proletaria (Lenin: El Estado
y la Revolución).
La Tercera Internacional surge sobre la base del
doble dato histórico de la lucha contra la socialdemocracia y contra
el socialpatriotismo.
No solo en toda la Internacional proletaria no se
hacen alianzas con otros partidos para la gestión del poder parlamentario;
sino que además: se niega que el poder pueda conquistarse por vías
legales, incluso de manera "intransigente"(alusión a la "intransigencia"
de la que el PSI se pavoneaba, pero que se reducía al rechazo del
apoyo parlamentario a gobiernos burgueses, no excluyendo explícitamente
la posibilidad de un acceso legal y gradual al poder) y solo por el partido
proletario, y se remacha, sobre las ruinas del período pacífico
del capitalismo, la necesidad de la violencia armada y de la dictadura.
No solo no se hacen alianzas con los gobiernos en
guerra, ni siquiera "de defensa", y se mantiene, incluso en la guerra,
una oposición de clase; sino que además: se intenta en todos
los países la acción derrotista en la retaguardia para transformar
la guerra imperialista de los Estados en guerra civil de las clases.
7. Tardía eficacia de las justas posiciones tácticas
marxistas radicales en el período 1871-1914 (ninguna alianza por
guerras de defensa) en la reacción ante las oleadas oportunistas
y la traición, como causa de la ausencia de la revolución
proletaria europea tras la primera guerra mundial.
La reacción a la primera oleada de oportunismo
había sido la fórmula: ninguna alianza electoral, parlamentaria,
y ministerial para obtener reformas.
La reacción a la segunda oleada fue la otra
fórmula táctica: ninguna alianza de guerra (desde 1871) con
el Estado y la burguesía.
La tardía eficacia de las reacciones impidió
que se aprovechase el viraje y hundimiento de 1914-18 para entablar victoriosamente
la lucha por el derrotismo de guerra y por la destrucción del Estado
burgués.
8. La excepción de la victoria rusa, solución
positiva del clásico problema histórico
de la revolución doble (antifeudal y antiburguesa) en relación
a la solidez
doctrinaria y organizativa del pequeño partido bolchevique.
La única y grandiosa excepción histórica
fue la victoria de Octubre de 1917 en Rusia. Rusia era el único
gran Estado europeo regido aún por un poder feudal, y con escasa
penetración de las formas capitalistas de producción. En
Rusia existía un partido no numeroso, pero tradicionalmente firme
sobre la justa línea de la doctrina marxista, que se opuso en la
Internacional a las dos oleadas oportunistas, y al mismo tiempo estuvo
a la altura de plantear, desde las pruebas grandiosas de 1905, los problemas
de la inserción de dos revoluciones: la burguesa y la proletaria.
Este partido lucha en Febrero de 1917 con los otros
contra el zarismo e, inmediatamente después, no solo contra los
partidos burgueses liberales, sino contra los partidos proletarios oportunistas,
y consigue derrotarlos a todos. Él desempeña además
el papel central en la reconstitución de la Internacional revolucionaria.
9. La lucha por debelar las contrarrevoluciones e impulsar
la economía rusa mas allá del feudalismo y el capitalismo,
condicionada por la movilización de la clase obrera mundial y de
los pueblos coloniales contra el imperialismo blanco y las señorías
asiáticas.
El alcance de este formidable acontecimiento se
compendia en irrevocables resultados históricos. En el último
país próximo al área europea occidental, una lucha
permanente ha conducido al poder al proletariado en solitario, aun si socialmente
no estaba totalmente desarrollado. La dictadura proletaria, barridas las
recientes formas liberal-democráticas de tipo occidental, afronta
la enorme tarea de impulsar hacia adelante la evolución económica
con un doble empeño: superar las formas feudales, y superar las
formas capitalistas nacidas recientemente. Esto requiere, ante todo, la
victoriosa resistencia a los ataques de las bandas contrarrevolucionarias
y de las fuerzas capitalistas. De ahí la movilización de
todo el proletariado mundial al lado del poder soviético y para
el asalto a los poderes burgueses de occidente. De ahí también,
transportado el problema revolucionario a los confines de los continentes
habitados por las razas de color, la movilización de todas las fuerzas
prontas a insurreccionarse en armas contra los imperialismos metropolitanos
blancos.
10. Inevitable alternativa histórica en tiempos de Lenin:
o caída de los grandes centros estatales capitalistas, o caída
de la revolución rusa, replegándose sus tareas a una sola
de las dos revoluciones, la burguesa.
Cerrada toda estrategia de bloque antifeudal con
movimientos burgueses de izquierda en el área europea, donde está
plenamente planteado el ataque proletario armado al poder, en los países
atrasados, sobre el terreno de combate, los partidos proletarios comunistas
nacientes no desdeñaron participar en las insurrecciones incluso
de otros elementos sociales antifeudales, sea contra las señorías
despóticas locales como contra el colonizador blanco.
La alternativa en la época de Lenin se planteó
históricamente así: o bien la victoria de esta lucha mundial
con el derrocamiento del poder capitalista por lo menos en gran parte de
la Europa desarrollada, y un aceleradísimo ritmo de transformación
de la economía en Rusia, saltando la fase capitalista y poniéndose
al nivel de la industria de Occidente ya madura para el socialismo; o bien
la persistencia de los grandes centros del imperialismo burgués
y, al mismo tiempo, el repliegue del poder revolucionario ruso a las tareas
de una sola de las dos revoluciones sociales: la burguesa, con un esfuerzo
de construcción productiva inmenso, pero de tipo capitalista y no
socialista.
11. El problema táctico para la lucha del comunismo
en occidente después de las primeras derrotas y la consolidación
de la burguesía en la primera post-guerra, para sustraer a los trabajadores
de la persistente influencia social-oportunista: error de las estrategias
de maniobra.
Tan pronto quedó claro que la sociedad burguesa
se consolidaba después de la grave conmoción de la primera
guerra mundial, y que los partidos comunistas no lograban la victoria a
no ser en tentativas rápidamente reprimidas, la misma evidencia
de la imperiosa necesidad de acelerar la conquista del poder en Europa
para evitar que se tuviese en el curso de pocos años, o la caída
violenta del Estado soviético, o su degeneración en Estado
capitalista, llevó a preguntarse qué maniobra adoptar para
conjurar el hecho de que considerables estratos proletarios siguiesen aún
bajo las influencias socialdemócratas y oportunistas.
Dos métodos se contrapusieron: el de considerar a los partidos
de la Segunda Internacional, que realizaban abiertamente una campaña
despiadada tanto contra el programa comunista como contra la Rusia revolucionaria,
como enemigos declarados, luchando contra ellos como parte integrante del
frente burgués de clase, y como la más peligrosa; y el de
recurrir a expedientes capaces de desplazar en beneficio del partido comunista
la influencia de los partidos socialdemócratas sobre las masas,
por medio de "maniobras" estratégico-tácticas.
12. Errado paralelismo entre la liquidación bolchevique
de todos los partidos burgueses, pequeño burgueses, y pseudo-proletarios
en Rusia, y la contienda entre socialdemócratas y comunistas revolucionarios
en el estable ordenamiento capitalista occidental.
Para valorar este último método se
utilizaron erróneamente las experiencias de la política bolchevique
en Rusia, saliéndose de la justa línea histórica.
Las proposiciones de alianzas con otros partidos, pequeñoburgueses
y hasta burgueses, estaban fundadas en una situación en la cual
el poder zarista ponía a todos aquellos movimientos fuera de la
ley y los forzaba a luchar insurreccionalmente. En Europa no era posible
proponer acciones comunes, aunque fuese con propósito de maniobra,
más que en el plano legalitario, ya fuese parlamentario o sindical.
En Rusia, la experiencia de un parlamentarismo liberal había sido
brevísima en 1905 y en los pocos meses de 1917, como así
mismo la de un sindicalismo admitido por la ley; en el resto de Europa
medio siglo de degeneración había hecho de estos campos el
terreno propicio para el adormecimiento de toda energía revolucionaria
y para el avasallamiento de los dirigentes proletarios a la burguesía.
La garantía consistente en la firmeza de organización y de
principio del partido bolchevique era una cosa diversa que la garantía
dada por la existencia del poder estatal proletario en Rusia, que debido
a las propias condiciones sociales y a las relaciones internacionales,
era el más expuesto, como la historia lo demostró, a ser
arrastrado a la renuncia de los principios y de las directivas revolucionarias.
13. Táctica errada de alianza de los comunistas con
los socialistas en luchas proletarias (frente único) y aún
peor, en el campo parlamentario para una conquista legal del poder en común
(gobierno obrero).
En consecuencia, la izquierda de la Internacional,
a la cual perteneció la enorme mayoría del Partido Comunista
de Italia hasta que la reacción (favorecida sobre todo por el error
de estrategia histórica) no la destruyó prácticamente,
sostuvo que en Occidente deberían ser totalmente descartadas las
alianzas y propuestas de alianzas con los partidos políticos socialista
y pequeñoburgueses (táctica del frente único político).
Admitió que se debía tender a ampliar la influencia sobre
las masas estando presentes en todas las luchas económicas y locales
e invitando a los trabajadores de todas las organizaciones y de todos los
credos a darles un mayor desarrollo, pero negó absolutamente que
se pudiese jamás comprometer la acción del partido, aunque
solo fuese en declaraciones públicas y no en las intenciones e instrucciones
al aparato interno, a subordinarse a la de comités políticos
de frente, de bloque y de alianza entre varios partidos. Aún más
vigorosamente rechazó la táctica supuestamente "bolchevique"
cuando ésta asumió la forma de "gobierno obrero, o sea del
lanzamiento de la consigna de agitación (concretada algunas veces
en experiencia práctica con resultados desastrosos) para la conquista
parlamentaria del poder con mayorías mixtas de comunistas y socialistas
de diversos tintes. Si el partido bolchevique había podido trazar
sin peligro el proyecto de gobiernos provisionales y de varios partidos
en la fase revolucionaria, y si esto le permitió pasar rápidamente
a la más resuelta autonomía de acción e incluso poner
fuera de la ley a los antiguos aliados, tal cosa solo fue posible debido
a la diversidad de situación de las fuerzas históricas: urgencia
de dos revoluciones, y represión ineluctable por el Estado vigente
de toda tentativa de toma del poder por vía parlamentaria. Es absurdo
transportar tal estrategia a una situación en la que el Estado burgués
tiene detrás de sí una tradición democrática
de medio siglo, con partidos que acatan su constitucionalismo.
14. Balance negativo de la táctica de la III Internacional
en los años 1921-1926: condiciones objetivas de la lucha y relación
de las fuerzas de clase no movilizadas por la maniobra. Decidido empeoramiento
de la indispensable continuidad de principio y de organización del
movimiento comunista, y de su capacidad de batalla.
La experiencia del método táctico
seguido por la Internacional de 1921 a 1926 fue negativa, y a pesar de
ello, en cada congreso (III, IV, V, y Ejecutivo Ampliado de 1926) se dieron
versiones cada vez más oportunistas del mismo. El método
se basaba en la regla: cambiar la táctica según el examen
de las situaciones. Cada seis meses se descubrían con pretendidos
análisis nuevas etapas del curso del capitalismo, que se pretendía
evitar recurriendo a nuevas maniobras. En el fondo, en esto reside el revisionismo,
que siempre ha sido "voluntarista", o sea, cuando ha constatado que las
previsiones sobre el advenimiento del socialismo no se habían verificado
aún, ha pensado en forzar la historia con una nueva praxis, pero
con ello ha cesado también de luchar por el propio objetivo proletario
y socialista de nuestro programa máximo. La situación excluye
en adelante la posibilidad de insurrección, dijeron los reformistas
en 1900; es nihilismo esperar lo imposible: trabajemos para las posibilidades
concretas, elecciones y reformas legales, conquistas sindicales. Cuando
tal método falló, el voluntarismo de los sindicalistas reaccionó,
imputando la culpa al método político y al partido político,
y preconizó el esfuerzo de audaces minorías en la huelga
general conducida exclusivamente por los sindicatos para obtener un cambio
radical. De no diferente manera, cuando se vio que el proletariado occidental
no se lanzaba a la lucha por la dictadura, se quiso recurrir a sucedáneos
para remediar la situación. Sucedió que, pasado el momento
de desequilibrio de las fuerzas capitalistas, la situación objetiva
y la relación de fuerzas no cambiaron, mientras que el movimiento
fue debilitándose y después corrompiéndose: tal como
había sucedido con los apresurados revisionistas de derecha y de
izquierda del marxismo revolucionario que habían terminado al servicio
de las burguesías en las uniones de guerra. Fue saboteada la preparación
teórica y la restauración de los principios cuando se indujo
a la confusión entre el programa de la conquista del poder total
para el proletariado y el advenimiento de gobiernos "afines" mediante el
apoyo y la participación parlamentaria y ministerial de los comunistas:
en Turingia y Sajonia tal experiencia terminó en una farsa, bastando
dos policías para despachar al jefe comunista del gobierno.
15. Efecto dañino de los métodos organizativos
de "fusiones" en bloque con alas desprendidas de los partidos socialdemocráticos,
del fomento en ellos de "fracciones" llamadas simpatizantes de los comunistas,
deslavazando la organización internacional y su vigor.
No fue menor la confusión acarreada en la
organización interna, y se comprometió el resultado del difícil
trabajo de selección de los elementos revolucionarios y de su separación
de los oportunistas en los diversos partidos y países. Se creyó
conseguir nuevos efectivos, fácilmente maniobrables por el centro,
arrancando en bloque las alas izquierdas a los partidos socialdemócratas.
Por el contrario, pasado un primer período de formación de
la nueva Internacional, ésta debía funcionar de manera estable
como partido mundial, y los nuevos prosélitos adherirse individualmente
a sus secciones nacionales. Se quisieron ganar fuertes grupos de trabajadores,
pero en lugar de esto se pactó con los dirigentes, desordenando
todos los cuadros del movimiento, descomponiéndolos y recomponiéndolos
mediante combinaciones de personas en períodos de lucha activa.
Se reconocieron como comunistas a fracciones y a células en el seno
de partidos socialistas y oportunistas, y se practicaron fusiones organizativas:
casi todos los partidos, en vez de tornarse instrumentos para la lucha,
fueron así mantenidos en un estado de crisis permanente, actuaron
sin continuidad y sin límites definidos entre amigos y enemigos,
y registraron continuos fracasos en las diversas naciones. La Izquierda
reivindica la unicidad y la continuidad organizativa.
Otro punto de desacuerdo fue la organización
que se quiso dar a los partidos comunistas sustituyendo las secciones territoriales
por células en los lugares de trabajo. Ello restringía el
horizonte de las organizaciones de base que resultaban compuestas de elementos
de la misma profesión y con intereses económicos paralelos.
La síntesis natural de los diversos "impulsos" sociales en el partido
y en su finalidad unitaria desapareció, y fue expresada sólo
por las consignas que llevaban los representantes de los centros superiores,
que en general se habían vuelto funcionarios y comenzaban a tener
todas las características que se habían criticado en el funcionarismo
político y sindical del viejo movimiento. Tal crítica no
debe ser confundida con una reivindicación de "democracia interna"
y con el lamento de que no se pueden hacer "elecciones libres" para designar
los cuadros del partido. Se trata por el contrario de una profunda divergencia
de concepción sobre la organicidad determinista del partido como
cuerpo histórico que vive en la realidad de la lucha de clases,
se trata de una profunda desviación de principio, que volvió
a los partidos incapaces de prever y afrontar el peligro oportunista.
16. Errada relación entre Estado y partido proletario
en Rusia, encomendando la disciplina no a la organicidad de principio y
método sino a sanciones coactivas contra los militantes o los expulsados,
alentando el oportunismo de la adhesión al partido en el poder.
Errada relación entre los partidos de la Internacional.
Desviaciones análogas se verificaron en el
interior de Rusia, donde se presentaba, por primera vez en la historia,
el no fácil problema de la organización y de la disciplina
en el seno del partido comunista que había llegado al poder total,
y que naturalmente vio aumentar enormemente sus propios efectivos. Las
mismas dificultades de las relaciones entre la lucha social interna por
una nueva economía y la lucha política revolucionaria en
el exterior, provocaban corrientes de opiniones opuestas entre los bolcheviques
de la vieja guardia y los nuevos adherentes. Sucedió que el grupo
dirigente del partido, teniendo en sus manos, además del aparato
del mismo, incluso el control de todo el aparato del Estado, al hacer prevalecer
sus propias opiniones o la de las mayorías que se formaban en la
dirección, no se limitó a servirse de los elementos extraídos
de la doctrina del partido, de su tradición de lucha, y de la unidad
y organicidad del movimiento revolucionario internacional, sino que comenzó
a reprimir las oposiciones y protestas provenientes de los inscritos, golpeándolos
con medidas ejecutadas por el aparato estatal. Se sostuvo como una necesidad
revolucionaria que la desobediencia al Centro del partido debía
ser reprimida no solo con medidas en el seno de la organización,
hasta la expulsión del propio partido, sino que debía ser
considerada también como una acción lesiva al orden del Estado
revolucionario. Esta falsa relación entre los dos órganos,
partido y Estado, da evidentemente al grupo que controla a ambos la posibilidad
de hacer prevalecer cualquier abandono de las directivas de principio y
de las líneas históricas propias del partido desde el período
pre-revolucionario, y propias de todo el movimiento proletario mundial
revolucionario. El partido debe ser considerado como un organismo unitario
en su doctrina y en su acción: pertenecer a él impone obligaciones
irrevocables a dirigentes y militantes de la base; pero el acto de adhesión
(o de alejamiento) tiene lugar sin la intervención de ninguna coerción
física, y esto debe suceder del mismo modo antes, durante, y después
de la conquista del poder. El partido, así como habrá dirigido
solo y de manera autónoma la lucha de la clase explotada para derrocar
al Estado capitalista, dirige igualmente solo y de manera autónoma
el Estado del proletariado revolucionario; pero el Estado (precisamente
en cuanto órgano revolucionario históricamente transitorio)
no puede intervenir legal y policialmente contra miembros o grupos del
partido, sin que esto sea indicador de una crisis grave. Desde el momento
en que tal medida prevaleció, se verificó la afluencia oportunista
al partido de elementos que no tenían otra finalidad que la de conseguir
ventajas o ver tolerados sus intereses por el aparato estatal, y se aceptaron
sin preocupaciones esas adhesiones dudosas. Al mismo tiempo que el Estado
no se encaminaba a su deshinchazón, se tuvo una dañosa "hinchazón"
del partido en el poder.
Esta mecánica inversión de influencias
hizo posible que en el manejo tanto del partido como del Estado de los
Soviets, los heterodoxos consiguieran excluir a los ortodoxos, que los
traidores a los principios revolucionarios lograsen inmovilizar y finalmente
procesar y ajusticiar a los coherentes defensores de los mismos, inclusive
a los que percibieron demasiado tarde la irreparable desviación.
De hecho, el gobierno político que mantenía
y sentía todas las relaciones, aunque fueran de lucha y antagonismo,
tanto con las fuerzas sociales internas enemigas como con los gobiernos
burgueses extranjeros resolvió las cuestiones y dictó las
soluciones al centro de organización y dirección del partido
ruso; éste, a su vez, en la organización y en los congresos
internacionales, dominó y manipuló fácilmente y como
quiso a los partidos de los otros países y a las directivas del
Komintern, que fueron cada vez más conciliadoras y eclécticas.
La Izquierda italiana siempre sostuvo que, sin cuestionar
los méritos históricos revolucionarios del partido ruso que
habían conducido la primera revolución local a la victoria,
continuaban siendo indispensables los aportes de los otros partidos que
aún estaban en lucha abierta contra el régimen burgués.
Era necesario pues que la jerarquía que debía resolver los
problemas de la acción internacional y rusa, fuese ésta:
la Internacional de los partidos comunistas del mundo; sus distintas secciones
entre las cuales estaba la rusa; para la política rusa, el gobierno
comunista ejecutor de las directivas del partido. Con otra orientación,
el carácter internacionalista del movimiento y su eficiencia revolucionaria
no podían más que quedar comprometidos.
El mismo Lenin había admitido repetidas veces
que, extendiéndose la revolución europea y mundial, el partido
ruso pasaría, no al segundo, sino por lo menos al cuarto luga en
la dirección general política y social de la revolución
comunista. Y sólo bajo esta condición se podía evitar
la eventualidad de una divergencia entre los intereses del Estado ruso
y las finalidades de la revolución mundial.
17. Decidida aparición de la tercera oleada oportunista
y enfermedad degenerativa del partido proletario, frente a las formas totalitarias
y represivas burguesas: fascismo, nazismo, falangismo y similares, con
maniobra no de contraataque proletario sino de defensa de posiciones burguesas
liberales: execración de los principios y de la continuidad histórica,
exfoliación de la madurez comunista de los partidos.
No es posible localizar exactamente en el tiempo
el comienzo de la tercera oleada oportunista, de la tercera enfermedad
degenerativa del partido proletario mundial, posterior a la que paralizó
a la Internacional de Marx y a la que hizo desmoronarse vergonzosamente
a la Segunda Internacional Socialista. De las desviaciones y errores de
política, de táctica y de organización tratados aquí
en los puntos 11, 12, 13, 14, 15 y 16, se llegó a caer completamente
en el oportunismo con la actitud tomada por Moscú frente a la aparición
de formas burguesas totalitarias de gobierno y de represión del
movimiento revolucionario. Éstas sucedieron al período de
los grandes ataques proletarios desencadenados después de la primera
guerra mundial en Alemania, Italia, Hungría, Baviera, Países
Balcánicos, etc, y, con expresiones de un marxismo dudoso, fueron
definidas, en el plano económico, como ofensivas patronales tendientes
a disminuir el nivel de vida de las clases trabajadoras, y en el plano
político, como una iniciativa que tendía a suprimir las libertades
liberales y democráticas, ambiente supuestamente favorable a una
avanzada del proletariado, mientras que el marxismo las había anunciado
como la peor atmósfera de corrupción revolucionaria. Se trataba,
al contrario, de la realización plena del gran acontecimiento histórico
contenido en la visión marxista, y tan sólo en ella: la concentración
económica que, poniendo en total evidencia el carácter social
y mundial de la producción capitalista, la impulsaba a unificar
su mecanismo; y la consecuencia política y de guerra social derivada
del esperado enfrentamiento final de clase, pero cuyos caracteres correspondían
a aquella alternativa en la cual la presión proletaria permanecía,
sin embargo, por debajo del potencial defensivo del Estado capitalista
de clase.
Los dirigentes de la Internacional, al contrario,
debido a una grosera confusión histórica con el período
kerenskiano en Rusia, recayeron no sólo en un grave error de interpretación
teórica, sino también en un consiguiente e inevitable trastocamiento
de la táctica. Se trazó para el proletariado y los partidos
comunistas una estrategia defensiva y conservadora, y se les aconsejó
formar un frente con todos los grupos burgueses menos aguerridos e iluminados
(e incluso por esto menos convincentes como aliados) que sostenían
que se debía garantizar a los obreros ventajas inmediatas, y no
privar a las clases populares del derecho de asociación, de voto,
etc. No se comprendió así, por un lado, que el fascismo o
el nacionalsocialismo nada tenían que ver con una tentativa de retorno
a formas de gobierno despóticas y feudales, y ni siquiera con un
predominio de supuestos estratos burgueses de derecha opuestos a la clase
capitalista más avanzada de la gran industria, o con una tentativa
de gobierno autónomo de clases intermedias entre la burguesía
y el proletariado, y, por otro lado, que el fascismo, al mismo tiempo que
se liberaba de la inmunda máscara parlamentaria, heredaba plenamente
el reformismo social pseudo-marxista, asegurando con una serie de medidas,
de intervenciones del Estado de clase en interés de la conservación
del capitalismo, no sólo condiciones mínimas de vida, sino
también una serie de progresos sociales y asistenciales para las
maestranzas y otras clases pobres. Fue dada, pues, la consigna de la lucha
por la libertad, la cual fue impartida desde 1926 por el presidente de
la Internacional al partido italiano, en cuyas filas la casi totalidad
de los militantes quería conducir contra el fascismo, en el poder
desde hacia cuatro años, una política autónoma de
clase, y no la del bloque con todos los partidos democráticos y
hasta monárquicos y católicos para reivindicar con ellos
el restablecimiento de las garantías constitucionales y parlamentarias.
Los comunistas italianos hubieran querido desde entonces desacreditar el
contenido de la oposición al fascismo de todos los partidos medio-burgueses,
pequeñoburgueses y pseudo-proletarios; y, por esto, previeron en
vano desde aquel momento que toda energía revolucionaria naufragaría
si se embocaba aquella vía degenerativa que condujo finalmente a
los Comités de Liberación Nacional.
La política del partido comunista es, por
naturaleza, de ofensiva, y en ningún caso debe luchar por la conservación
ilusoria de condiciones propias de las instituciones capitalistas. Si en
el período anterior a 1871 el proletariado tuvo que luchar al lado
de las fuerzas burguesas, no fue para que estas pudieran conservar posiciones
dadas o evitar la caída de formas históricas adquiridas,
sino, por el contrario, para que pudiesen destruir y superar formas históricas
precedentes. Tanto en la vida económica cotidiana como en la política
general y mundial, la clase obrera, como no tiene nada que perder, no tiene
nada que defender, y su tarea es sólo de ataque y conquista. Por
lo tanto, al aparecer las manifestaciones de concentración, unidad,
y totalitarismo capitalista, el partido revolucionario debe ante todo reconocer
en ello su victoria ideológica integral, y debe, pues, preocuparse
solamente de la relación efectiva de fuerzas para el enfrentamiento
en la guerra civil revolucionaria, relación que hasta hoy ha sido
desfavorable, precisa y solamente, a causa de las olas de degeneración
oportunista e inmediatista; debe hacer lo posible para desencadenar el
ataque final y, donde no pueda hacerlo, afrontar la derrota, pero no debe
pronunciar jamás un imbele y derrotista "vade retro Satana", que
equivale a implorar estúpidamente la tolerancia o el perdón
del enemigo de clase.
c) La tercera: a partir de 1926.
18. En la fase moderna del capitalismo está fuera de
discusión el rechazo de las alianzas con formas insurreccionales
(España, resistencia, guerrillerismo), ya que éstas son formas
de colaboración de clase y de traición.
Mientras en la segunda de las grandes oleadas oportunistas,
la orientación traidora se presentaba bajo formas humanitarias,
filantrópicas, y pacifistas, y culminaba en la difamación
del método insurreccional y de la acción armada (yendo después
a desembocar en la apología de la violencia legal y estatal de guerra),
en la tercera oleada degenerativa se manifestó un hecho nuevo: la
traición y la desviación de la línea revolucionaria
clasista se presentaron incluso en las formas de acciones de combate y
de guerra civil. En esta fase, la crítica a la degeneración
de la línea de clase permanece igual, contra los frentes comunes,
bloques, o alianzas con fines puramente propagandísticos o electorales
y parlamentarios, como cuando se trata de híbridas coaliciones de
movimientos heterogéneos al partido comunista para hacer prevalecer,
en un país dado, un gobierno sobre otro con una lucha de naturaleza
militar basada en la conquista de territorio y de posiciones de fuerza.
Así, toda la política de alianzas en la guerra civil española
que tuvo lugar en una fase de paz entre los Estados, como todo el movimiento
guerrillero contra los alemanes o los fascistas, y la llamada Resistencia,
puestos en escena durante el estado de guerra entre los Estados en el segundo
conflicto mundial, representaban inequívocamente, a pesar del empleo
de medios cruentos, una traición a la lucha de clase y una forma
de colaboracionismo con fuerzas capitalistas. El rechazo del partido comunista
a subordinarse a comités interpartidarios y suprapartidarios debe
solo volverse aún más inexorable cuando se pasa del campo
de agitaciones legalmente consentidas al campo vital y primordial de los
movimientos conspirativos, de la preparación de armas y de encuadramientos
combatientes, campos en los cuales es criminal tener alguna cosa en común
con movimientos no clasistas. No es preciso recordar como todas estas colusiones
terminaron, en caso de derrota, con la concentración de la represión
sobre los comunistas, y en caso de aparente victoria, con el desarme completo
del ala revolucionaria y con la desnaturalización de su partido
para dar lugar a nuevas situaciones legalizadas y consolidadas del orden
burgués.
19. Execración de los principios y política contrarrevolucionaria
en la segunda guerra mundial. Definición de guerra imperialista
y consigna del derrotismo en Inglaterra y Francia, durante la alianza con
los alemanes. Definición de guerra por la democracia en occidente,
durante la alianza con el imperialismo angloamericano. Destrucción
de toda tradición histórica revolucionaria europea y rusa.
Derrumbamiento de la preparación y madurez revolucionaria de los
partidos comunistas.
Todas las citadas manifestaciones de oportunismo,
en la táctica impuesta a los partidos europeos y en la práctica
gubernamental y policial en Rusia, han sido coronadas después del
estallido de la segunda guerra mundial con la política desarrollada
por el Estado ruso frente a los otros Estados beligerantes y con las consignas
impartidas por Moscú a los partidos comunistas. No solo no se verificó
que estos partidos rechazasen en todos los países capitalistas la
adhesión a la guerra, y más aún, se aprovechasen de
ésta para iniciar acciones de clase y derrotistas tendientes a abatir
el Estado, sino que en una primera fase Rusia concluyó un acuerdo
con Alemania y, por tanto, mientras se disponía que la Sección
alemana no intentase nada contra el poder hitleriano, se osó dictar
una táctica supuestamente marxista a los comunistas franceses para
que declarasen imperialista y de agresión la guerra de las burguesías
francesa e inglesa, invitando a tales partidos a realizar acciones ilegales
contra el Estado y el ejército; pero apenas el Estado ruso se encontró
en conflicto militar con el Estado alemán y por tanto interesado
en la eficiencia de todas las fuerzas que golpeaban a éste, no solo
los partidos de Francia, Inglaterra, etc., recibieron la consigna política
opuesta y la orden de pasarse al frente de la defensa nacional (exactamente
como lo habían hecho los socialistas en 1914, condenados por Lenin),
sino que incluso se invirtió toda posición teórica
e histórica declarando que la guerra de los occidentales contra
Alemania no era una guerra imperialista sino una guerra por la libertad
y la democracia, ¡ y esto dès le début, o sea, desde
1939, cuando el conflicto había estallado y toda la prensa y la
propaganda pseudo-comunistas habían sido lanzadas contra los franco-ingleses!
Es claro, pues, que las fuerzas de la Internacional Comunista (que fue
formalmente liquidada en un cierto momento para dar una garantía
mejor a las potencias imperialistas de que los partidos comunistas en sus
países estaban completamente al servicio de las respectivas naciones
y patrias) en ningún momento de la larga guerra fueron empleadas
para provocar la caída de un poder capitalista y las condiciones
de una conquista del poder por parte de las clases obreras; por el contrario,
fueron siempre empleadas solo en abierta colaboración con un grupo
imperialista, y por añadidura se experimentó la colaboración
con uno y otro grupo, según cambiaban los intereses militares y
nacionales de Rusia. Que ya no se trataba de una simple táctica
oportunista, aunque fuera enormemente exagerada, sino de un total abandono
de posiciones históricas, lo prueba la desfachatez con la que se
cambió políticamente la definición de las potencias
burguesas: Francia, Inglaterra, Norteamérica, imperialistas y plutocráticas
en 1939-40, se vuelven, por el contrario, exponentes de progreso, libertad
y civilización en los años siguientes, y tienen en común
con Rusia el programa de reordenamiento del mundo. ¡ Pero una transformación
tan prodigiosa, que se pretende hacer concordar con las doctrinas y textos
de Marx y Lenin, no tiene ni siquiera un carácter definitivo, puesto
que bastan las primeras disidencias a partir de 1946 y los primeros conflictos
locales en Europa y Asia, para que aquellos mismos Estados vuelvan a ser
repudiados como las potencias más nefandas del infierno imperialista!
Así pues, no es causa de maravilla alguna
el hecho de que los peligros a los que fueron expuestos los partidos revolucionarios
que se reagruparon en Moscú en 1919-20, pasando, con ritmos "progresivos",
de los contactos con los socialtraidores y socialpatriotas repudiados en
la víspera, a los frentes únicos, a los experimentos de gobiernos
obreros conjuntos que renunciaban a la dictadura, a los bloques con ulteriores
partidos pequeñoburgueses y demócratas y, por último,
a la total sumisión a la política de guerra de potencias
capitalistas hoy abiertamente reconocidas no solo como imperialistas, sino
también como "fascistas" en grado no menor que la Alemania o la
Italia de entonces, hayan destruido en el curso de treinta años,
en aquellos partidos, todo residuo de carácter clasista revolucionario.
20. Síntesis, en la tercera oleada histórica
del oportunismo, de los ruinosos caracteres de las dos primeras: participación
en gobiernos constitucionales de bloques, amén de la consigna de
luchar legalmente negando la necesidad de las vías revolucionarias
para la toma del poder por parte de los trabajadores; participación
en gobiernos de defensa nacional, amén de la resistencia a cualquier
molestia a los gobiernos (ayer del eje, hoy de occidente) empeñados
en la guerra, hasta llegar a la liquidación formal del Komintern.
Segura previsión de un mayor perjuicio a la fuerza clasista del
proletariado mundial con respecto a aquellas dos primeras oleadas oportunistas.
La tercera oleada histórica del oportunismo
reúne las peores características de las dos precedentes,
en la misma medida que el capitalismo moderno incluye todos los estadios
de su desarrollo.
Terminada la segunda guerra imperialista, los partidos
oportunistas, ligados a todos los partidos abiertamente burgueses en los
Comités de Liberación Nacional, participan con éstos
en gobiernos constitucionales. En Italia, participan inclusive en gabinetes
monárquicos, dejando la cuestión institucional de la forma
del Estado para momentos más "oportunos". Por consiguiente, niegan
el uso del método revolucionario para la conquista del poder político
por parte del proletariado, sancionando la necesidad de la lucha legal
y parlamentaria a la cual deben ser subordinados todos los impulsos clasistas
del proletariado, con vistas a la conquista del poder político por
la vía pacífica y mayoritaria. Postulan la participación
en gobiernos de defensa nacional, impidiendo todo desorden a los gobiernos
empeñados en la guerra, así como en el primer año
del conflicto mundial evitaban absolutamente sabotear a los gobiernos fascistas
y, es más, alimentaban su potencial bélico con el envío
de mercancías de primera necesidad.
El oportunismo sigue su proceso desastroso sacrificando
la Tercera Internacional, incluso formalmente, al enemigo de clase del
proletariado, al imperialismo, para "el ulterior reforzamiento del frente
único de los Aliados y de las otras naciones unidas". Se verificaba
así la histórica previsión de la Izquierda italiana,
anticipada desde los primeros años de vida de la Tercera Internacional.
Era inevitable que el agigantarse del oportunismo en el movimiento obrero
llevase a la liquidación de todas las exigencias revolucionarias.
La reconstitución de la fuerza clasista del
proletariado mundial se presenta, pues, fuertemente retardada y difícil,
y exigirá un esfuerzo mayor.
21. La influencia sobre las masas, por un lado de los viejos
partidos socialistas, por otro de los partidos aún llamados comunistas
pero que ejercen una actividad derrotista de todo principio y método
revolucionario, trajó como inevitable consecuencia la imposibilidad
de todo serio ataque a los poderes burgueses después de la segunda
guerra, tanto en los países vencedores y aliados de Rusia, como
en lo vencidos.
La influencia contrarrevolucionaria sobre el proletariado
mundial, ampliada y profundizada por la participación directa de
los partidos oportunistas al lado de los Estados vencedores del segundo
conflicto mundial, ha llevado a la ocupación militar de los países
vencidos para impedir la sublevación de las masas explotadas, ocupación
aceptada y avalada con fines contrarrevolucionarios por todos los partidos
supuestamente socialistas y comunistas durante las conferencias de Yalta
y Teherán. Se impedía así toda posibilidad seria de
ataque revolucionario a los poderes burgueses tanto en los países
vencedores y aliados como en los países vencidos. Se demostraba,
así, la rectitud de la posición de la Izquierda italiana,
la cual, considerando como imperialista la segunda guerra y como contrarrevolucionaria
la ocupación militar de los países vencidos, preveía
la absoluta imposibilidad de un nuevo y repentino ascenso revolucionario.
22. Falsa teoría de la coexistencia en el mundo de Estados
capitalistas y socialistas, máscara de la realidad del contenido
capitalista de la construcción social del poder ruso. Un Estado
proletario (hoy inexistente) si no declara una guerra santa de naciones
socialistas contra naciones capitalistas, declara y mantiene la guerra
de clase en el interior de los países burgueses, preparando a los
proletarios para la insurrección como en el programa de los partidos
comunistas.
En perfecta coherencia con todo un pasado cada vez
más abiertamente contrarrevolucionario, Rusia y los partidos afiliados
han modernizado la teoría de la colaboración permanente entre
las clases, postulando la convivencia pacífica en el mundo entre
los Estados capitalistas y socialistas. Se ha sustituido la lucha entre
los Estados por la emulación pacífica entre los Estados,
enterrando una vez más la doctrina del marxismo revolucionario.
Un estado socialista, si no declara una guerra santa a los Estados capitalistas,
declara y mantiene la guerra de clase en el interior de los países
burgueses, preparando teórica y prácticamente a los proletarios
para la insurrección, siendo así perfectamente fiel al programa
de los partidos comunistas, los cuales, considerando indigno ocultar sus
ideas y propósitos (Manifiesto de los Comunistas 1848), enseñan
y preconizan precisamente la destrucción violenta del poder burgués.
Por lo tanto, los Estados y partidos que solo adelantan
la hipótesis de la "convivencia" y de la emulación entre
los Estados, en vez de hacer la propaganda de la absoluta incompatibilidad
entre las clases enemigas y de la lucha armada para la liberación
del proletariado del yugo del capitalismo, no son en realidad ni Estados
ni partidos revolucionarios, y su fraseología enmascara el contenido
capitalista de su estructura.
La permanencia de esta ideología en el proletariado
representa una trágica rémora, sin cuya separación
no habrá un nuevo ascenso de clase.
23. Rechazo del método pacifista, con el cual se quiere
cubrir el escandaloso cambio de opinión en la evaluación
del capitalismo imperialista americano, invocado ayer como salvador del
proletariado europeo, y definido hoy como explotador y agresor, caracteres
ya manifiestos desde sus orígenes y agigantados con la intervención
en la primera guerra mundial.
El oportunismo político de la tercera oleada
se muestra más abyecto y vergonzoso que los precedentes, al pescar
en el elemento más repugnante: el pacifismo.
La maniobra que consistió en alternar el
pacifismo y el guerrillerismo, esconde el triple y escandaloso viraje en
la valoración del capitalismo imperialista anglo-americano: imperialista
en 1939, democrático y "libertador" del proletariado europeo en
1942, imperialista nuevamente hoy.
En lo que concierne a su carácter reaccionario
e imperialista, el capitalismo americano mostró, aunque en menor
medida, poseer una poderosa vitalidad ya en la época de la primera
guerra mundial imperialista. Estos aspectos fueron muchas veces puestos
en evidencia por Lenin y por la Tercera Internacional durante el período
glorioso de la lucha revolucionaria.
Explotando la sugestión que el pacifismo
suscita en los proletarios, el oportunismo ejerce sobre ellos una influencia
capilar incontrovertible, a pesar de que sea con toda evidencia inseparable
del pacifismo social.
La defensa de la paz y de la patria, elementos propagandísticos
comunes a todos los Estados y partidos que conviven en la ONU, nueva edición
de la Sociedad de las Naciones sociedad de "bandoleros" según
la definición de Lenin constituyen los principios del oportunismo
y se apoyan en la colaboración de clase.
Los oportunistas de hoy en día demuestran
estar por entero fuera del proceso revolucionario, e incluso por debajo
de los utopistas, Saint-Simon, Owen, Fourier, y del propio Proudhon.
El marxismo revolucionario rechaza el pacifismo
como teoría y como medio de propaganda, subordinando la paz al derrocamiento
violento del imperialismo mundial: no habrá paz hasta tanto todo
el proletariado mundial no sea liberado de la explotación burguesa.
Denuncia, además, el pacifismo como arma del enemigo de clase para
desarmar a los proletarios y sustraerlos a la influencia de la Revolución.
24. Rechazo de la desembozada teoría de la colaboración
entre las clases dentro de los poderes nacionales, condicionada sólo
por la evitada guerra abierta entre occidente y Rusia, y por una orientación
de vaga democracia y reformismo en los cuadros constitucionales. El desarme
de las fuerzas revolucionarias realizado por el estalinismo es aún
más vergonzoso que el ofrecido a las burguesías por los socialpatriotas
del 1914 y los ministerialistas a la Millerand, Bissolati, Vandervelde,
Macdonald y compañía, derrotados por Lenin y por la Tercera
Internacional.
Habiéndose vuelto ya una praxis habitual
el tender puentes a los partidos del imperialismo para constituir con ellos
gobiernos nacionales de "unidad nacional" entre las clases, el oportunismo
estalinista realiza esta aspiración en el organismo interestatal
supremo, la ONU, afirmando su disponibilidad para una cada vez mayor e
ilimitada colaboración interclasista, con tal de que sea evitada
la guerra entre los dos bloques imperialistas contendientes, y que los
aparatos represivos de los Estados sean camuflados con una vaga democracia
y con el reformismo.
Allí donde el estalinismo domina por completo,
ha realizado este postulado inaugurando poderes nacionales, en los cuales
figuran todas las clases sociales. Con los mismos pretende armonizar los
intereses antagónicos respectivos, como lo demuestra el bloque de
las cuatro clases en China, donde el proletariado, lejos de haber conquistado
el poder político, sufre la incesante presión del joven capitalismo
industrial, cargando con las costes de la "Reconstrucción Nacional",
en la misma proporción que los proletarios de todos los otros países
del mundo.
El desarme de las fuerzas revolucionarias, ofrecido
a la burguesía por los socialpatriotas en 1914 y por los ministerialistas
a la Millerand, Bissolati, Vandervelde, Mac Donald y cía., fustigados
y batidos por Lenin y por la Internacional, empalidece frente al colaboracionismo
vergonzoso y desfachatado de los socialpatriotas y de los ministerialistas
de hoy en día. La Izquierda italiana, así como se oponía
al "gobierno de los obreros y de los campesinos", considerándolo,
o una réplica de la dictadura del proletariado y por ello equívoco
y pleonástico, o distinto de la dictadura del proletariado y
por ello inaceptable, rechaza con mayor razón la abierta teoría
de la colaboración de clases, aun cuando ésta fuese planteada
como condición táctica transitoria, reivindicando para el
proletariado y para el partido de clase el monopolio incondicional del
Estado y de sus órganos, su dictadura de clase unitaria e indivisible.
IV. ACCIÓN DEL PARTIDO EN ITALIA Y EN OTROS PAÍSES EN 1952
1. La historia del capitalismo desde
su aparición presenta un desarrollo irregular con un ritmo periódico
de crisis, que Marx establecía como aproximadamente decenal y precedido
de períodos de intenso y continuo desarrollo.
Las crisis son inseparables del capitalismo que,
sin embargo, no cesa de crecer, de extenderse y de dilatarse, mientras
las fuerzas maduras de la revolución no le hayan asestado el golpe
final. Paralelamente, la historia del movimiento proletario demuestra que
en el curso del período capitalista existen fases de gran presión
y de avance, fases de brusco y lento repliegue debido a derrotas y degeneraciones,
y fases de larga espera antes del nuevo ascenso. La Comuna de París
fue derrotada violentamente, y le siguió un período de desarrollo
relativamente pacífico del capitalismo, durante el cual precisamente
se engendraron teorías revisionistas y oportunistas, como demostración
del repliegue de la revolución.
La Revolución de Octubre fue derrotada a
través de una lenta involución, que culminó con la
supresión violenta de sus artífices supervivientes. Desde
1917, la revolución es la gran ausente y aún hoy aparece
como no inminente el nuevo ascenso de las fuerzas revolucionarias.
2. A pesar de estos retornos, el tipo
capitalista de producción se extiende y se afirma en todos los países,
sin o casi sin interrupción en el aspecto técnico y social.
Las alternativas de las fuerzas de clase en choque, por el contrario, están
ligadas a las vicisitudes de la lucha histórica general, al contraste
(ya potencial en los albores de la dominación burguesa sobre las
clases feudales y precapitalistas) y al proceso político evolutivo
de las dos clases históricas contendientes, burguesía y proletariado,
proceso marcado por victorias y derrotas, por errores de método
táctico y estratégico. Los primeros enfrentamientos remontan
ya a 1789, llegando hasta hoy a través de los de 1848, 1871, 1905
y 1917, durante los cuales la burguesía ha afinado sus armas de
lucha contra el proletariado, en la misma medida creciente de su desarrollo
económico.
En contrapartida el proletariado, frente a la extensión
y al crecimiento gigantesco del capitalismo, no siempre ha sabido aplicar
sus energías de clase con éxito, recayendo después
de cada derrota en las redes del oportunismo y de la traición, y
permaneciendo alejado de la revolución por un período de
tiempo cada vez más largo.
3. El ciclo de las luchas afortunadas,
de las derrotas, aun las más desastrosas, y de las olas oportunistas
en las que el movimiento revolucionario sucumbe a la influencia de la clase
enemiga, representan un vasto campo de experiencias positivas, a través
del cual se desarrolla la madurez de la revolución.
Las reanudaciones después de las derrotas
son largas y difíciles; en ellas el movimiento, aunque no aparezca
en la superficie de los acontecimientos políticos, no rompe su continuidad,
sino que, cristalizado en una vanguardia restringida, prosigue la exigencia
revolucionaria de clase.
Períodos de depresión política:
de 1848 a 1867, de la segunda revolución parisina a la víspera
de la guerra franco-prusiana, período en el cual el movimiento revolucionario
se encarna exclusivamente en Engels, Marx y un restringido círculo
de camaradas. De 1872 a 1889: de la derrota de la Comuna de París
al inicio de las guerras coloniales y a la reapertura de la crisis capitalista
que llevará a la guerra ruso-japonesa, y luego, a la primera guerra
mundial; durante este período de rentrée del movimiento,
la inteligencia de la Revolución está representada por Marx
y Engels. De 1914 a 1918: período de la primera guerra mundial,
durante el cual se desmorona la Segunda Internacional, Lenin con otros
camaradas de unos pocos países lleva el movimiento adelante.
En 1926 se ha iniciado otro período desfavorable
de la revolución, durante el cual se ha liquidado la victoria de
Octubre. Solo la Izquierda italiana ha mantenido intacta la teoría
del marxismo revolucionario y solo en ella se ha cristalizado la premisa
de la reanudación de clase. Las condiciones del movimiento empeoraron
ulteriormente, durante la segunda guerra mundial, habiendo arrastrado la
guerra a todo el proletariado al servicio del imperialismo y del oportunismo
estaliniano.
Hoy estamos en el centro de la depresión
y no es concebible una reanudación del movimiento revolucionario
sino en el curso de muchos años. La longitud del período
está en relación con la gravedad de la ola degenerativa,
además de la concentración de las fuerzas capitalistas adversas.
El estalinismo reúne las peores características de las dos
oleadas precedentes del oportunismo, paralelamente al hecho de que el proceso
de concentración capitalista hoy es de lejos superior a lo que lo
fuera inmediatamente después de la primera guerra mundial.
4. Hoy, en la plenitud de la depresión, a pesar de restringirse mucho las posibilidades de acción, el partido, siguiendo la tradición revolucionaria, no pretende sin embargo romper la línea histórica de la preparación de una futura reanudación en gran escala del movimiento de clase, que haga suyos todos los resultados de las experiencias pasadas. De la restricción de la actividad práctica no deriva la renuncia a los postulados revolucionarios. El partido reconoce que la restricción de ciertos sectores es cuantitativamente acentuada, pero no por ello cambia el conjunto de los aspectos de su actividad, ni renuncia expresamente a ellos.
5. La actividad principal, hoy, es el
restablecimiento de la teoría del comunismo marxista. Estamos aún
en el arma de la crítica. Para ello el partido no lanzará
ninguna teoría nueva, reafirmando la plena validez de las tesis
fundamentales del marxismo revolucionario, ampliamente confirmadas por
los hechos, y numerosas veces pisoteadas y traicionadas por el oportunismo
para cubrir la retirada y la derrota.
La Izquierda italiana, así como ha combatido
siempre a todos los revisionistas y a los oportunistas, hoy denuncia y
combate como a tales a los estalinistas.
El partido basa su acción en posiciones anti-revisionistas.
Lenin desde su aparición en la escena política, combatió
el revisionismo de Bernstein, y restauró la línea de principio,
demoliendo las premisas de las dos revisiones: socialdemocrática,
y socialpatriótica.
La Izquierda italiana denunció desde que
nacieron las primeras desviaciones tácticas en el seno de la Tercera
Internacional como los primeros síntomas de una tercera revisión,
que hoy se ha delineado en pleno y que reúne en sí los errores
de las dos precedentes.
Precisamente porque el proletariado es la última
clase que será explotada y que no sucederá, pues, a ninguna
otra en la explotación de otras clases, la doctrina ha sido construida
con el nacimiento de la clase y no puede ser cambiada ni reformada.
El desarrollo del capitalismo desde su nacimiento
hasta hoy ha confirmado y confirma los teoremas del marxismo, tal como
están enunciados en los textos, y toda pretendida "innovación"
o "enseñanza" de estos últimos treinta años solo confirma
que el capitalismo vive aún y que debe ser abatido.
Por tanto, el punto central de la actual posición
doctrinaria del movimiento es este: ninguna revisión de los principios
originarios de la revolución proletaria.
6. El partido realiza hoy un trabajo
de registro científico de los fenómenos sociales, a fin de
confirmar las tesis fundamentales del marxismo. Analiza, confronta y comenta
los hechos recientes y contemporáneos. Repudia la elaboración
doctrinaria que tiende a fundar nuevas teorías o a demostrar la
insuficiencia de la doctrina en la explicación de los fenómenos.
Todo este trabajo de demolición (Lenin en
su obra ¿Qué hacer?) del oportunismo y del desviacionismo
constituye hoy la base de la actividad del partido, que continúa
incluso en esto la tradición y las experiencias revolucionarias
durante los períodos de reflujo revolucionario y de vigoroso florecimiento
de teorías oportunistas, que vieron en Marx, Engels, Lenin y la
Izquierda italiana sus violentos e inflexibles oponentes.
7. Con esta justa valoración
revolucionaria de las tareas actuales, el partido aunque poco numeroso
y poco ligado a la masa del proletariado, y si bien siempre celoso de la
tarea teórica como tarea de primer plano rechaza absolutamente
ser considerado como un círculo de pensadores o de simples estudiosos
que buscan nuevas verdades o que han extraviado la verdad de ayer considerándola
insuficiente.
Ningún movimiento puede triunfar en la historia
sin la continuidad teórica, que es la experiencia de las luchas
pasadas. De ello resulta que el partido prohíbe la libertad personal
de elaboración y de elucubración de nuevos esquemas y explicaciones
del mundo social contemporáneo: prohíbe la libertad individual
de análisis, de crítica y de previsión incluso al
más preparado intelectualmente de los adherentes, y defiende la
solidez de una teoría que no es el resultado de una fe ciega, sino
el contenido de la ciencia de clase proletaria, construido con materiales
de siglos, no por el pensamiento de hombres, sino por la fuerza de hechos
materiales, reflejados en la conciencia histórica de una clase revolucionaria
y cristalizados en su partido. Los hechos materiales no han hecho más
que confirmar la doctrina del marxismo revolucionario.
8. El partido, a pesar del número reducido de sus adherentes, determinado por las condiciones netamente contrarrevolucionarias, no cesa el proselitismo y la propaganda de sus principios en todas las formas orales y escritas, aunque sus reuniones tengan pocos participantes y su prensa difusión limitada. En la fase actual, el partido considera a la prensa como la actividad principal, siendo uno de los medios más eficaces que la situación real permite, para indicar a las masas la línea política a seguir, para una difusión orgánica y más amplia de los principios del movimiento revolucionario.
9. Los acontecimientos, y de este modo no la voluntad o la decisión de los hombres, determinan así también el sector de penetración en las grandes masas, limitándolo a una pequeña parte de la actividad total. Sin embargo, el partido no pierde ocasión alguna para penetrar en toda fractura, en todo intersticio, sabiendo bien que la reanudación de la acción revolucionaria no tendrá lugar sino después de que este sector se haya ampliado grandemente y llegue a ser dominante.
10. La aceleración del proceso
deriva, además de las profundas causas sociales de las crisis históricas,
de la obra de proselitismo y de propaganda con los reducidos medios disponibles.
El partido excluye absolutamente que se pueda estimular el proceso con
recursos, maniobras o expedientes que se apoyen en aquellos grupos, cuadros
y jerarquías que usurpan el nombre de proletarios, socialistas y
comunistas. Estos medios, que conformaron la táctica de la Tercera
Internacional al día siguiente de la desaparición de Lenin
de la vida política, no surtieron otro efecto que el de la disgregación
del Komintern como teoría organizativa y fuerza operante del movimiento,
dejando siempre algún jirón de partido en el camino del "expediente
táctico". Estos métodos son retomados y revalorizados por
el movimiento trotskista y por la IV Internacional, considerándolos
erróneamente como métodos comunistas.
Para acelerar el nuevo ascenso de clase no existen
recetas a punto. Para hacer escuchar a los proletarios la voz de clase
no existen maniobras y expedientes, que como tales no harían aparecer
al partido tal como es verdaderamente, sino una desfiguración de
su función, en detrimento y perjuicio de la efectiva reanudación
del movimiento revolucionario, que se basa en la real madurez de los hechos
y de la correspondiente adecuación del partido, habilitado para
ello solamente por su inflexibilidad doctrinaria y política.
La Izquierda italiana ha combatido siempre el expedientismo
para permanecer siempre a flote, denunciándolo como una desviación
de principio que no tiene nada que ver con el determinismo marxista.
El partido, sobre la línea de experiencias
pasadas, se abstiene, pues, de enviar o de aceptar invitaciones, cartas
abiertas y consignas de agitación para formar comités, frentes
y acuerdos mixtos con cualquier movimiento y organización política.
11. El partido no oculta que en las
fases de reanudación no se reforzará de manera autónoma
si no surge una forma de asociacionismo económico sindical de las
masas.
El sindicato, a pesar de que no haya estado jamás
libre de la influencia de clases enemigas y de que haya funcionado como
vehículo de continuas y profundas desviaciones y deformaciones,
a pesar de que no sea un instrumento revolucionario específico,
es sin embargo objeto de interés para el partido, el cual no renuncia
voluntariamente a trabajar en su interior, distinguiéndose netamente
de todas las otras agrupaciones políticas. El partido reconoce que
hoy puede hacer un trabajo sindical solo de manera esporádica, y
en el momento en que la relación numérica concreta entre
sus miembros, los simpatizantes, y los organizados en un cuerpo sindical
dado resulte apreciable y tal organismo no haya excluido la última
posibilidad virtual y estatutaria de actividad autónoma clasista,
el partido efectuará la penetración e intentará la
conquista de la dirección del mismo.
12. El partido no desciende de la Fracción Abstencionista, a pesar de que ésta haya desempeñado un gran papel en el movimiento hasta la creación del Partido Comunista de Italia en Livorno en 1921. La oposición en el seno del Partido Comunista de Italia y de la Internacional Comunista no se fundó sobre las tesis del abstencionismo, sino sobre otras cuestiones de fondo. El parlamentarismo, siguiendo el desarrollo del Estado capitalista que asumirá manifiestamente la forma de dictadura que el marxismo descubrió en él desde el inicio, va perdiendo importancia progresivamente. Incluso la aparente supervivencia de las instituciones electorales parlamentarias de las burguesías tradicionales va agotándose cada vez más, quedando solamente una simple fraseología, y poniendo en evidencia en los momentos de crisis social la forma dictatorial del Estado, como último recurso del capitalismo, contra la cual debe ejercerse la violencia del proletariado revolucionario. El partido, por lo tanto, permaneciendo este estado de cosas y las actuales relaciones de fuerza, se desinteresa de las elecciones democráticas de todo tipo y no desarrolla su actividad en ese campo.
13. La experiencia revolucionaria nos
enseña que las generaciones revolucionarias se suceden rápidamente
y que el culto de los hombres es un aspecto peligroso del oportunismo,
también que el pasaje por desgaste de los jefes ancianos al enemigo
y a las tendencias conformistas es un hecho natural confirmado por sus
raras excepciones. Por todo esto, el partido presta la máxima atención
a los jóvenes y hace el mayor de los esfuerzos para reclutarlos
y prepararlos para la actividad política, exenta al máximo
de arribismos y apologías de personas.
En el ambiente histórico actual, de alto
potencial contrarrevolucionario, se impone la formación de jóvenes
elementos dirigentes que garanticen la continuidad de la Revolución.
El aporte de una nueva generación revolucionaria es una condición
necesaria para la reanudación del movimiento.
Reunión general del Partido, Florencia 8-9 de diciembre de
1951
(Texto íntegro reproducido en "Il Programma
Comunista" n°16 de 8 de Sept. de 1962)