Partido Comunista Internacional
El Partido Comunista N. 4 - agosto de 2015
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órgano del partido comunista internacional
Lo que distingue a nuestro partido: – la línea de Marx a Lenin a la fundación de la III Internacional y del Partido Comunista de Italia a Livorno 1921, a la lucha de la Izquierda Comunista Italiana contra la degeneración de Moscú, al rechazo de los Frentes Populares y de los bloques partisanos – la dura obra de restauración de la doctrina y del órgano revolucionario, en contacto con la clase obrera, fuera del politiqueo personal y electorero
– Agosto 2015 - Lucha unitaria internacional de la clase obrera

Primer congreso del SI Cobas. la intervención de nuestro compañero

– Conferencia publica en Genova: Necesidad de la guerra para el capital - Necesidad de la revolución para el proletariado

Irán y su acuerdo “nuclear” del 14 de julio de 2015 otro paso de avance para el gigante chino

Vida de partido: el trabajo en la reunión general del partido, Florencia, 24 y 25 de enero 2015: Curso de la crisis económica - La sociedad de la antigua India - La sucesión de los modos de producción, La variante asiática - Historia del movimiento obrero y comunista en Irlanda - El concepto de dictadura antes de Marx, La Revolución Francesa - La crisis de las finanzas - La cuestión militar, Hacia la Primera Guerra Mundial - Actividad Sindical - Historia de los sindicatos en Venezuela - Origen del Partido Comunista en Italia

 
 
 
 
 
 


Agosto 2015
Lucha unitaria internacional de la clase obrera


Los gobiernos de toda América, desde Washington hasta Buenos Aires, al igual que en todos los continentes, levantan las banderas del patriotismo y movilizan a los trabajadores para la defensa de la patria.

En algunos casos se trata de disputas territoriales entre Estados burgueses, detrás de las cuales se esconde la pugna entre intereses de corporaciones capitalistas nacionales y trasnacionales por el control de materias primas o por el dominio de localidades estratégicas desde el punto de vista de los teatros de operación militar o para el tránsito de mercancías y materias primas.

En otras ocasiones se levantan las consignas patrióticas cuando se ve amenazado el funcionamiento de la economía nacional y su cuota de ganancia y de renta, como parte de la plusvalía obtenida de la explotación de los trabajadores asalariados.

Pero los trabajadores asalariados no se benefician ni de los nuevos territorios anexados al país, ni de la buena marcha de la economía nacional. En cualquiera de los casos las luchas por la defensa de la patria solo benefician económicamente a las empresas capitalistas.

Los trabajadores no obtendrán ningún beneficio de la disputa entre Venezuela y Guyana o entre Venezuela y Colombia. Tampoco mejorará la situación de los trabajadores bolivianos con la recuperación del Corredor de Atacama y de su salida al mar, que hoy está en manos de Chile.

Así mismo no habrá cambio en la explotación a los trabajadores por la reivindicación de la soberanía de Argentina sobre las Malvinas. Y así en todos de los casos de disputas territoriales en todo el mundo. Para los proletarios no habrá diferencia entre el control de materias primas como el petróleo y el gas, el cobre, el acero, el hierro, etc., por los Estados nacionales burgueses o por consorcios imperialistas con concesiones para su explotación. En cualquiera de estas situaciones el capitalismo solo prevé la búsqueda de la máxima ganancia a partir de la explotación de la fuerza de trabajo de los asalariados.

Los trabajadores asalariados ni siquiera se benefician de las riquezas que genera su trabajo en las diferentes actividades económicas que se cumplen en el territorio actual del país en el que viven y mucho menos se beneficiarán de las anexiones o recuperaciones de territorios por parte del Estado Nacional Burgués. Al final, la propiedad privada de la tierra pasa por encima de la soberanía de los Estados nacionales de la burguesía. Los gobiernos burgueses agitan sobre la defensa de la patria mientras por otro lado firman acuerdos con las trasnacionales para hacer negocios, pasando por encima de la soberanía nacional que dicen defender.

Los trabajadores en todo el mundo deben desoír los llamados de burgueses, pequeñoburgueses, politiqueros y sindicaleros para formar filas en la defensa de la patria y de la economía nacional, porque al hacer esto solo se defienden los intereses y los negocios de los capitalistas.

No puede haber una patria socialista. Todos los charlatanes de ayer y de hoy que hablan de patria socialista solo reivindican el nacionalismo burgués y la continuidad capitalista bajo el camuflaje de un discurso izquierdoso y oportunista que pretende poner a los trabajadores a la cola de la burguesía, engañándolos con la mentira de un falso socialismo o camino al socialismo.

La clase obrera no tiene nada que buscar en la unidad nacional de asalariados y patronos, entre explotados y explotadores. Este camino no lleva ni a revoluciones ni a ruptura con capitalismo. Este camino sólo lleva a la sobre explotación de la clase obrera.

Mientras la burguesía, y los politiqueros y sindicaleros que le hacen el juego, llaman a los trabajadores a denunciar a los especuladores y luchar contra los altos precios de los bienes y servicios de primera necesidad, el movimiento obrero clasista, unido y organizado por la base, en diferentes territorios debe levantar las banderas internacionales de lucha por aumento general de salarios, por la reducción de la jornada de trabajo, por pago de salarios a los desempleados, por reducción de la edad de jubilación, por la eliminación de los sobretiempos y el trabajo en horas extras y por mejores condiciones y medio ambiente de trabajo. Y cuando los voceros de la burguesía levanten la voz para decir que los trabajadores están atentando contra la economía nacional y contra la patria, la respuesta del movimiento obrero debe ser: Los proletarios no tenemos patria!! No podemos y no estamos interesados en defender lo que no tenemos!!

La huelga general debe tomar cuerpo, como reflejo de la unidad de acción de la clase obrera, de la ruptura con los sindicatos del régimen y del surgimiento de verdaderos sindicatos de clase en los que los trabajadores se agrupen sin discriminación por nacionalidad, oficio, raza, fe religiosa o parcialidad política. La huelga debe sumar a los trabajadores de diferentes empresas, unidos en la exigencia de un pliego reivindicativo único.

El proletariado es la única clase revolucionaria, llamada a derrocar el capitalismo para dar paso a una sociedad sin explotados ni explotadores, sin fronteras nacionales, sin mercancías ni trabajo asalariado. Con la conquista del poder político el proletariado implantará su dictadura, la dictadura del proletariado, del partido comunista internacional, y pondrá en práctica su programa, el programa comunista.

El llamado de los comunistas revolucionarios es a la unidad de acción en las luchas reivindicativas de los trabajadores a nivel local, nacional e internacional, teniendo presente:

 1. El rechazo a las guerras imperialistas, sin alinearse con ninguno de los gobiernos enfrentados, convocando al derrotismo revolucionario y al enfrentamiento al gobierno y los patronos en cada país.

 2. Rechazo a los llamados a la defensa de la patria y a los pronunciamientos a favor de disputas territoriales entre países, por ser el reflejo de conflictos inter burgueses por el control de materias primas y de cuotas de mercado.

 3. Rechazar la represión y el amedrentamiento gubernamental de las luchas reivindicativas de los asalariados con el argumento de que los reclamos obreros forman parte de supuestas conspiraciones “antinacionales”, “proimperialistas” o “terroristas”.

 4. Retomar la huelga y la movilización como principal forma de lucha, indefinida, sin servicios mínimos, incorporando a trabajadores de diferentes oficios y ramas de actividad. Organizar fondos pro-huelga para dar soporte a la propaganda y atender las necesidades que se le presenten al movimiento en lucha.

Unidad de acción contra la explotación capitalista en todo el mundo!!

 

 
 
 
 


Primer congreso del SI Cobas
La intervención de nuestro compañero

Se realizó en Bolonia, los días 1, 2 y 3 de mayo, el primer congreso nacional del SI Cobas. Fue precedido por congresos provinciales en Milán, Brescia, Turín, Bolonia y en otras ciudades. Nuestro compañero intervino en el congreso provincial de Turín y en el nacional, participamos el 2 de mayo y en la tarde del siguiente día, dedicada a la intervención de las organizaciones políticas, sindicales y sociales externas al sindicato.

En Turín la actividad local del sindicato se inició en octubre de 2011, pero básicamente despegó con la huelga en los mercados generales (CAAT), el 22 de mayo de 2014. En el congreso provincial uno de nuestros compañeros intervino reiterando, como se ha hecho repetidamente hasta hoy, la necesidad de dar efectivo seguimiento al propósito de formar una coordinación provincial de delegados y de los trabajadores más activos del sindicato, dando preeminencia a las reuniones inter-empresas, respecto a los encuentros limitados a los trabajadores de una sola empresa. La experiencia histórica que recordamos al movimiento obrero organizado es la de las originarias Cámaras del Trabajo, que nacieron y se desarrollaron a finales del siglo XIX y las dos primeras décadas del siglo XX: organismos territoriales donde se organizaba la lucha defensiva de los trabajadores y donde se reunían como miembros de una única clase, reforzando los lazos de hermandad y enterrando uno de los principales obstáculos para la unidad de clase, la tendencia a mantener una actividad sindical encerrada dentro los límites de la empresa.

En nuestra intervención en el congreso de Bolonia, el 3 de mayo, nos limitamos a unos pocos puntos esenciales:

 1) los méritos del SI Cobas: voluntad real para organizar la lucha defensiva de clase, trabajo sindical encaminado a superar la tendencia a mantener una actividad sindical encerrada dentro los límites de la empresa, orientación táctica del frente único de base;

 2) la necesidad de dar mayor impulso a la acción sindical para la superación de la tendencia a mantener una actividad sindical encerrada dentro los límites de la empresa, poniendo en la base de la estructura del sindicato su organización territorial y sancionando esta orientación modificando el punto 5.1 de los Estatutos, que establece “El Comité de Base (Cobas) es la estructura de soporte del SI Cobas”, con la formula “El sindicato nace dentro de los puestos de trabajo, donde se fundaron los Cobas, pero tiene su columna vertebral en sus órganos territoriales interempresas, las coordinaciones provinciales”;

 3) recaudación directa de las cuotas sindicales, abandonando el método anticlasista de recolecta por delegación.

Por razones de tiempo, y sobre todo de cansancio de los presentes, al final de la tercera jornada del congreso, hemos limitado la contribución que teníamos la intención de exponer, que aquí mostramos, integrada después de haber escuchado el discurso de clausura del coordinador nacional del SI Cobas, que, fue una réplica a la veintena de intervenciones de la tarde, aunque no aportando elementos que no fueran ya conocidos, explicó con claridad los caracteres que la dirigencia tiene la intención imprimir a esta organización sindical.

* * *

En la prensa de nuestro Partido, también en la internacional, nos hemos referido en todo momento con atención y continuidad a las actividades del SI Cobas – desde la lucha en Esselunga de Pioltello a finales de 2011 y principios de 2012, que llevó a la primera manifestación nacional el 1° de mayo de ese año en Pioltello, y la huelga en Basiano con duros enfrentamientos con las fuerzas de seguridad el junio siguiente – y su desarrollo, comentando las principales batallas. Muchos compañeros recuerdan nuestras intervenciones en ellas.

Es por esto que hemos concedido gran importancia a este movimiento organizado de una parte de la clase obrera en Italia y para testimonio de nuestro entusiasmo por ella.


El SI Cobas y el sindicalismo de clase

Por primera vez en la historia del difícil proceso de renacimiento del sindicato de clase – que desde hace casi 40 años indicamos que podrá suceder fuera y en contra de los sindicatos del régimen (CGIL, CISL, UIL y UGL) – dando sus primeros pasos en la segunda mitad de los años 70, y luego madurado en el nacimiento de varios Sindicatos de Base en los años 80 y principios de los 90, una de estas organizaciones, el SI Cobas, nacido recientemente, en el 2010, de una escisión del SLAI Cobas, que ha logrado organizar un auténtico movimiento obrero, extendido principalmente a una categoría de la clase obrera, como la de la logística.

Incluso en sus experiencias positivas, que no faltan, el sindicalismo de base hasta el momento no había alcanzado tal resultado, o porque su fuerza se mantuvo limitada al interior de algunas empresas, como por ejemplo el SLAI Cobas del Alfa di Pomigliano y Arese, o porque el crecimiento organizativo, fruto de las episódicas y enrarecidas oleadas de lucha de sectores de la clase obrera desde las últimas tres décadas, fueron seguidas por un declive y un estancamiento. En general, el sindicalismo de base no ha logrado quitar la dirección de la lucha a los sindicatos confederados, si no de manera episódica.

Las huelgas generales en la organización logística del SI Cobas han golpeado efectivamente la actividad del sector, a diferencia de las del resto del sindicalismo de base que ha sido siempre minoritario, reduciéndose a menudo no a enfrentamientos con los patronos sino a manifestaciones de la opinión.

El SI Cobas no sólo ha sido capaz de organizar estas movilizaciones. Ha logrado llegar más lejos, hasta hoy, el sindicalismo de base, obligando a empresas de dimensiones internacionales – SDA, TNT, GLS y Bartolini – a hacer frente a eso, llegando a firmar un acuerdo nacional que va a sustituir y mejorar otro acuerdo, firmado el 13 de febrero de 2014 por las confederaciones – Filt-CGIL, FIT-CISL, UILT- UIL – con Fedit y Confetra, dos sindicatos patronales de la logística.

Interesa, además de los resultados en sí, en especial las razones que lo han permitido.

Es cierto que los otros sindicatos de base se organizan en categorías de la clase obrera actualmente menos combativas que aquellas en las que se ha radicado el SI Cobas, y en las cuales es más asfixiante la capa del sindicalismo del régimen. Lo mismo el SI Cobas, cuando ha estado presente en otros sectores – como entre los tranviarios, los metalmecánicos, el hospitalario, el estatal, el postal – no ha conseguido organizar movilizaciones comparables a las de la logística. Por el contrario, sin embargo, los otros sindicatos de base no lograron organizar la lucha en la logística como lo hizo el SI Cobas, incluso después de las primeras batallas duras entre los cargadores mostraron a todo el movimiento sindical como se sepultó la disposición a una verdadera lucha de clase de parte de muchos trabajadores de este sector.

La causa de esta capacidad del SI Cobas la identificamos en la disposición a luchar con los métodos de la auténtica lucha de clase: huelgas indefinidas, piquetes, que se enfrentaron con la policía duramente, creación de una caja de resistencia para sostener a los trabajadores en huelga y despedidos. El SI Cobas no ha tenido temor de organizar tales luchas enfrentando la reacción patronal, con los despidos, las amenazas, las golpizas de sus secuaces, y de su Estado, con despliegues masivos de las fuerzas del orden frente a los portones, la denuncia, los arrestos, los procesos, las hojas de salida para los dirigentes. Los otros sindicatos de base, aún reclamándose todos al método de la lucha obrera, en contraposición a aquellos de la concertación, esta fuerza, en líneas generales, no la han tenido, o la han perdido.

Observamos otros dos méritos de gran importancia en la acción del SI Cobas.

El primero es la voluntad de superar uno de los obstáculos más duros e insidiosos para la unidad de la clase obrera: la tendencia a mantener una actividad sindical encerrada dentro los límites de la empresa. Esta necesidad, esta noción fundamental de la lucha de clase, del sindicalismo de clase, ha surgido de las intervenciones en la jornada del sábado del congreso. Para este fin, el SI Cobas ha actuado principalmente en dos frentes: por un lado llamando a participar en piquetes de trabajadores de otras empresas; por el otro promoviendo la formación de coordinadoras provinciales de delegados, es decir, de organismos sindicales territoriales y no encerrados dentro de los límites de la empresa.

El segundo mérito, muy importante, es la adopción de la táctica del frente único por la base, reclamada en el documento congresual. Esta orientación ha sido siempre propugnada por nuestro partido, y por la corriente de que somos expresión, la Izquierda Comunista, que de esa manera encuadró su acción entre el proletariado mientras tuvo la mayoría en el Partido Comunista de Italia, en la primera mitad de los años veinte del siglo XX, los años de fuego de la lucha de clase en Italia y en todo el mundo.

Incluso en esto, el SI Cobas se distingue del resto del sindicalismo de base, que sostiene la orientación táctica opuesta, anti-clasista, de las acciones separadas de aquellas del sindicalismo del régimen, y a menudo incluso entre las distintas siglas a su interior. Los sindicatos de base han casi siempre, con pocas excepciones, saboteado las huelgas de los sindicatos tricolores (CGIL, CISL, UIL, UGL), promoviendo movilizaciones en competencia con ellos. De esta manera el sindicalismo del régimen no se debilita sino que se fortalece. Las huelgas separadas son más débiles y socavan la moral de los trabajadores. La fuerza de los sindicatos confederados reposa en la debilidad de la clase obrera. Las masas de trabajadores que CGIL, CISL y UIL son capaces de movilizar son todavía muy superiores que aquellas que pueden poner en movimiento los sindicatos de base, cuyas acciones son claramente minoritarias.

De esta manera, la parte de la clase obrera encuadrada en los sindicatos de base, que generalmente coincide con aquella más combativa, se mantiene separada de los otros trabajadores, protegidos así de su influencia en las manifestaciones de calle de los sindicatos confederados. Ir a huelgas junto a sindicatos del régimen no significa confundir a los trabajadores, si van a la calle con diferencias definidas y difundiendo sus consignas. Significa al contrario promover el éxito de las protestas, dando fuerza y moral a los trabajadores, que así instintivamente tenderán a abrazar orientaciones y reivindicaciones más radicales.

Los sindicatos de base deben distinguirse de aquellos del régimen no por ir a la huelga en fechas diferentes sino por hacerlas durante más tiempo, con más fuerza, con piquetes y manifestaciones violentas que rechazan el principio del pacifismo social. Se debe explicar la diferencia fundamental entre la “unidad sindical” y “unidad de acción de la clase obrera”.

El SI Cobas, desde su fundación, ha adoptado el principio de la unidad de acción de los trabajadores. Leemos, por ejemplo, en su comunicado en vista de la huelga general de los sindicatos de base del 15 de abril de 2011 y de la huelga general convocada por los sindicatos del régimen el 6 de mayo siguiente: “Pedimos a los comités de lucha, a los trabajadores y a los delegados más combativos, que se comprometan a comenzar a construir una movilización común y colectiva, que prescinda de la inscripción en tal o cual sindicato, que se fije como objetivo constituir una red nacional por la defensa de sus condiciones de vida y de trabajo (con reivindicaciones y plataformas comunes en los puestos de trabajo) y por la huelga general. Para triunfar es necesario... tratar de imponer los “sindicatos de base” que... no hacer más proclamaciones de huelgas “generales” diferenciadas... empujar porque todo el “sindicalismo de base” proclame colectivamente... 8 horas de huelga general el 6 de mayo”.

El mayor éxito de este plan de acción se ha tenido en la manifestación en Milán por la huelga general de la Federación Italiana de los Obreros Metalmecánicos (FIOM) – que es el mayor sindicato metalmecánico italiano y que forma parte de la CGIL, el mayor sindicato del régimen de Italia – del 14 de noviembre. Los trabajadores metalmecánicos fueron capaces de ver con sus propios ojos la existencia de una fuerza organizada fuera de la CGIL, con una parte del SI Cobas de más de mil trabajadores y la sindicalización de los trabajadores inmigrantes, sus compañeros de lucha, hermanos de clase, dando un golpe a la división burguesa de la clase obrera entre trabajadores italianos y extranjeros. Igualmente SI Cobas ha participado en la huelga general convocada por la CGIL y UIL, el 12 de diciembre. Esta orientación táctica ha sido plenamente confirmada por el coordinador nacional del SI Cobas en su discurso de clausura del congreso, el domingo 3 de mayo.

Estos tres factores descritos anteriormente – los métodos de lucha de clase, trabajo por la unidad de clase contra la tendencia a mantener una actividad sindical encerrada dentro los límites de la empresa, táctica del frente único desde la base – son en nuestra opinión los puntos fuertes del SI Cobas, que le han permitido el desarrollo, sobre la base de la reunión con trabajadores dispuestos a luchar, condición sin la cual ningún sindicalismo de clase es posible.

Con la profundización de la crisis del capitalismo, que sólo está en sus comienzos, nuevos estratos de la clase obrera serán despertados de la pasividad y de la resignación que hace tiempo los aflige. En la medida en que mantenga estas características el SI Cobas podrá superar los límites del sector de la logística, lo que en algunos casos alentadores ya ha tenido lugar, y marchar por la vía que conduce a la reconstrucción del Sindicato de Clase.

La dirigencia del SI Cobas, sin embargo, también expresó dos directrices que en nuestra opinión pueden frenar o comprometer este desarrollo: 1) la pretensión de construir un organismo no puramente sindical sino un híbrido entre sindicato y partido; 2) la intención de unir el movimiento obrero a los llamados movimientos sociales.

Si hasta ahora estas inclinaciones han traído pocos daños en las principales acciones sindicales, ya que son consideradas por la dirigencia del SI Cobas como puntos fuertes del sindicato, con valoración opuesta a la nuestra, su peligrosidad creemos que subsistirá y está destinada a agravarse.


O sindicato o partido

Como ya se había manifestado en varios comunicados y discursos de los dirigentes del SI Cobas, como se puso de manifiesto en el documento pre-congresual, que finalmente fue completamente explicado por el coordinador nacional en su discurso al concluir el congreso, el SI Cobas no quiere ser un “simple” sindicato. Leíamos en el documento congresual: “La falta de una fuerza política que sea capaz de dirigir la lucha por la defensa económica ha impuesto al sindicato la tarea de suplir la instancia para... dirigir al proletariado en el terreno de la autonomía de clase”. Por otra parte, y con frecuencia, han sido denunciados por el SI Cobas los límites de una lucha “puramente tradeunionista” y la necesidad de “pasar a un plano político”. Por ejemplo, en un comunicado de marzo 2014 sobre la lucha contra Granarolo di Bolonia: “Se trata... de crear cuadros conscientes, de lo contrario se corre el riesgo de limitarse a una lucha radical, pero tradeunionista, sin un marco más general... La falta de una conciencia política de los trabajadores puede ser la fuerza como el impulso y la debilidad en perspectiva: practicando una lucha dura, sumando a sus amigos en la empresa, pero también debemos coaligar las luchas. Por esta razón comenzamos a hacer formación interna en el SI Cobas, no solamente en lo salarial, sino también desde el punto de vista político. No podemos asumir una concepción gradualista, por la que primero se hace la lucha sindical y luego será la política: donde hemos cometido este error, es más difícil reanudar una batalla general”.

Estos fragmentos, elegidos entre otros similares, manifiestan una concepción errada de la relación entre sindicato y partido, entre lucha sindical y lucha política.

Hay que decir en primer lugar lo errada que es la tesis de que la política no tiene nada que ver con el sindicato, que pueden separarse los dos campos, que pueda existir un sindicato independiente de los partidos políticos, ni por tanto que el sindical pueda ser “primero” que el político. Al contrario, toda orientación sindical deriva de una orientación política. Los sindicatos cuyos dirigentes se definen como apolíticos, en Italia generalmente los sindicatos autónomos, son, igualmente a aquellos del régimen, serviles a la ideología dominante, la de la clase dominante, la burguesía. Una de sus características, generalmente, es la estrecha tendencia a mantener una actividad sindical encerrada entro los límites de la empresa.

Pero diciendo estrictamente unidos entre sí no han explicado nada sobre esta relación, entre dos organismos necesariamente separados y diferentes. Un sindicato puede surgir espontáneamente, por la voluntad de rebelión de un grupo de trabajadores, pero a medida que crece inevitablemente afrontará problemas de orientación general, de relación con las otras clases, con los partidos burgueses, con el Estado, que son afrontadas y resueltas en modo diverso, y a menudo opuesto, por los diferentes partidos obreros.

No se pide a los partidos presentes en el sindicato ocultar sus propias opiniones políticas y no propagandearlas en su interior, así como lo hacen fuera de este. Pero el sindicato, que cada uno de ellos tiene la intención de dirigir, está necesariamente compuesto por trabajadores de las más diversas opiniones políticas, incluso reaccionarias, que en su generalidad, en su gran mayoría, no están de acuerdo en absoluto con los principios y los supuestos generales que determinado partido, en particular del comunismo, y mucho menos el marxismo.

Tarea específica, posible y necesaria también de los comunistas en el sindicato, por lo tanto no es “enseñar” el marxismo al proletariado organizado, pero si los principios y métodos del sindicalismo clasista, como se conduce la lucha de hoy y las luchas en general. Estos principios y métodos de lucha no son exclusivos de un partido, o del comunismo revolucionario, pero son comunes a muchas de las ideologías que tienen espacio en la clase y son inmediatamente comprensibles por todos los explotados.

De la confusión de las áreas, las situaciones, de los tiempos, deriva la ilusión de poder en cualquier modo solapar, en todo o en parte, las funciones del partido y del sindicato. No es un sofisma sino un límite, un entorno fundamental que será necesario aclarar por qué esto conlleva importantes efectos puramente prácticos y que condicionan incluso aquello que queremos construir, si somos realmente capaces de expresar lo que los trabajadores, explícitamente o no, piden o esperan de nosotros.

Un sindicado de base ideológica, que impone a los adherentes, de hecho si no estatutariamente, premisas políticas generales, como podría ser el marxismo o el anarquismo, o la democracia por ejemplo, se impediría a sí mismo la capacidad de convertirse mañana en un verdadero y gran sindicato de la clase obrera. Los sindicatos, aquellos de mañana como de todo el glorioso ejemplo de la historia de nuestra clase, siempre se han caracterizado por su apertura incondicional a todos los explotados. Este en cambio está seguramente destinado al fracaso o vivir muy atrofiado como el proyecto de un sindicato de partido.

Los partidos burgueses a la cabeza de los sindicatos del régimen hacen luchar a los trabajadores, por ejemplo, en defensa de la constitución y la democracia, de la patria. Esta es una instrumentalización de la lucha obrera, que es desviada y debilitada: de hecho su desarrollo conduce inevitablemente a la confrontación con el orden democrático-constitucional. Para evitarlo los partidos obrero-burgueses frenan la lucha obrera y la degradan indicando a los trabajadores que confíen la protección de sus intereses al Estado democrático, que sabemos que es burgués, es decir, la máquina de dominio de la clase dominante sobre el proletariado.

Los comunistas, sin embargo, no necesitan utilizar la palanca de la organización sindical para movilizar a los trabajadores, hoy, detrás de sus consignas de orden programático, por ejemplo, del abatimiento del capitalismo y de la dictadura del proletariado. La defensa de la clase trabajadora establecida en la vía clasista conducirá en la práctica a los trabajadores en esta tarea suprema, a condición que sean dirigidos por el partido comunista.

El proceso de crecimiento de la unidad y de la fuerza del proletariado asalariado – no en modo lineal – pasa de la lucha dentro de la empresa, a la lucha de trabajadores por ramas de actividad económica, a la unión de las luchas por aumentos salariales, a las reivindicaciones unificadoras de toda la clase trabajadora: reducción de la jornada de trabajo, pago de salario a los trabajadores desempleados.

Esta curva ascendente de la fuerza de la clase expresada en sindicalismo de clase va a interceptarse con aquella descendente del capitalismo en crisis, cada vez menos capaz de alimentar a sus esclavos asalariados. En un cierto momento histórico la lucha en defensa del salario, por el salario para los desempleados, por la reducción de la jornada, continúa la lucha sindical pero es de tal fuerza y con tales reivindicaciones que resulta insostenible para el régimen capitalista, trayendo así la batalla decisiva con ello. Se hace entonces posible el paso de la lucha en defensa del salario a aquella por la destrucción del salario, por la emancipación social de la clase obrera. La huelga deviene en insurrección. Este paso es “político”, en el sentido de que se relaciona con la cuestión del poder estatal, y por lo tanto requiere de un partido revolucionario.

Este proceso se inhibe si por el contrario, cayendo en la tentación de tomar atajos que acortan el tiempo de la formación de la clase en el campo revolucionario, se pensase en aprovecharse de la posición dirigente en los organismos sindicales para llevar a los inscritos a abrazar una particular doctrina política, con las herramientas de la propaganda o del adoctrinamiento, o movilizándolos por fines programáticos fuera de la realidad.

Cada partido ofrece sus normas de acción, que son la traducción de sus principios políticos en el campo de la lucha económica. Los trabajadores se convencerán de rechazarlas o adoptarlas no por razones teóricas o ideológicas o morales sino porque demuestran ser las mejores ante las necesidades prácticas de la lucha.

Los comunistas intentan demostrar en la lucha como sus orientaciones para la acción sindical pueden ser más eficaces también para sus fines inmediatos. En este sentido “no tienen intereses distintos de los intereses de todo el proletariado” (El Manifiesto del Partido Comunista).

Los comunistas no pretenden someter la función sindical y sus instrumentos organizativos a la propaganda política, discriminando a los trabajadores con consignas de orden programático propias de situaciones futuras, o haciendo formación teórica de partido; el resultado será opuesto al esperado de “conducir al proletariado sobre el terreno de la autonomía de clase” porque se actuaría, de hecho, en dirección opuesta al principio fundamental de que el sindicato es una organización de trabajadores, no sólo por encima de las divisiones corporativas, de categoría, de sexo, raza y nacionalidad, sino también de opinión política y de fe religiosa.

No respetar esta naturaleza propia del sindicato significa alejar a los trabajadores no comunistas, o no anarquistas, o demócratas del sindicato de clase y abandonarlos al sindicalismo del régimen.

Nuestra crítica, por lo tanto, no es “politiquería”, dogmatismo, abstractismo, o como se quiera llamar, pero sólo responde a las necesidades prácticas de la organización y de la lucha proletaria.

Deben disiparse algunos prejuicios. Una banalización del problema es que la división entre el sindicato y el partido sea sólo típica de reformismo, y eso sea útil. Limitar el sindicato a la función tradeunionista, se dice, conduce a no llevar a los trabajadores al campo de la revolución. En varios comunicados del SI Cobas se sostiene la necesidad de superar la lucha tradeunionista para elevarla a un nivel político. Si por nivel político se entiende la acción unitaria de los trabajadores por encima de la empresa y por tradeunionismo la tendencia a mantener una actividad sindical encerrada dentro los límites de la empresa, podemos estar de acuerdo. Pero sería más correcto decir que la tendencia a mantener una actividad sindical encerrada dentro los límites de la empresa es parte de una orientación sindical anti-clasista y la batalla por la unidad de las luchas de los trabajadores contra esa tendencia es en cambio uno de los principios fundamentales de nuestro sindicato.

Por supuesto todo es “político”, también ascender un grado más en el fortalecimiento y la unidad de la clase. Y esto es lo que ha hecho – y bien – el SI Cobas en la generalidad de su acción sindical. Pero definir esto como un “elevamiento del nivel político del movimiento obrero” expresa una concepción errónea de la relación entre lucha sindical y lucha política. Un sindicato que ha logrado convertirse en uno de rama de industria o que integre trabajadores de varias ramas de actividad económica no por esto se ha convertido, o puede llegar a ser, un semi partido.

Para facilitar la comprensión del problema reportamos tres ejemplos de presentación impropia del órgano sindical.

 1) El documento precongresual es en gran medida compartido. Es la primera vez que un sindicato de base, que por otra parte, ha conseguido un mayor éxito práctico, expresa posiciones en gran medida correctas. Pero en algunos pasajes se presenta más como un documento de un partido marxista que de un organismo de trabajadores. En él se trata más de teoría marxista que de normas operativas y organizativas del sindicato que se intenta constituir. No obstante su aspiración, al final, poco se nos dice de política sindical.

 2) En su discurso de clausura el coordinador nacional ha relatado como en algunas sedes del SI Cobas se ha empezado a dar lecciones sobre el “Manifiesto del Partido Comunista” de Marx y Engels. Reuniones de las cuales son implícitamente excluidos los miembros de opiniones anti-marxistas, que, todos debemos reconocer, son muchos de los trabajadores y también los afiliados, y la casi totalidad si contamos a los indiferentes.

 3) El primero de mayo el SI Cobas se incorporó a la manifestación No Expo en Milán junto con diversos grupos políticos de varios orígenes. Se ha participado en una manifestación no obrera y, en ella, en su segmento político. De este modo es sustituida la táctica sindical correcta del frente único desde la base con la de un frente único político. En su pancarta de apertura se leía: “Por un Primero de Mayo internacionalista. El capitalismo no se reforma, se derriba”. Un concepto impecable, para los comunistas. Pero a los otros trabajadores ¿que cosa parecía el SI Cobas? ¿Un nuevo sindicato que lucha por la defensa de los intereses inmediatos de la clase trabajadora, o grupo, si se quiere obrero, pero constituido por la afirmación del programa comunista revolucionario? No ven un sindicato de clase pero, después del sindicato de los partidos burgueses, de los socialdemócratas y después los sindicatos de los estalinistas, de los anarquistas, etc., otro sindicato de partido, esta vez marxista. Su pancarta se habría podido escribir, por ejemplo: “Por la unidad internacional de la clase obrera”, un concepto que expresa una necesidad de luchar comprensible y compartida por todos los trabajadores, y “Por la reducción de la jornada de trabajo”, volviendo a agitar entre los trabajadores con esta consigna de orden, el origen del mismo Primero de Mayo, y el objetivo del comunismo en sí mismo, por lo tanto, en sí misma, del todo “política”.

La ausencia histórica de un visible y reconocible partido comunista no se resuelve con atajos o inventando nuevas vías, que nuevas no son. El sindicato no puede sustituir al partido, ni siquiera temporalmente.

Constituir un organismo híbrido entre sindicato y partido dañaría a el sindicato y al partido: 1) alejando del sindicato a los trabajadores no comunistas, debilitándolo, y fortaleciendo el sindicalismo reformista; 2) distrayendo a los trabajadores de adherir al partido político comunista (que no es “obrero”, que no se compone únicamente de proletarios), a favor de los partidos oportunistas.


Movimiento obrero y movimientos sociales

El SI Cobas propugna una alianza del sindicato obrero con los llamados movimientos sociales. Estos movimientos son llamados “sociales” porque no son “obreros”: incluyendo elementos de diversas clases y estratos. Se propone por lo tanto una alianza del proletariado con movimientos interclasistas. No se puede definir parte del proletariado estratos sociales como los estudiantes o los ocupantes de casas. En estas categorías hay trabajadores e hijos de los trabajadores, pero también comprenden a los no pertenecientes al proletariado. Correctamente por lo tanto son definidos los movimientos sociales, no proletarios, aquellos que se unen en defensa del territorio, de la salud, etc.

El sindicato, y en general el movimiento obrero, no es hostil a estos movimientos, que reaccionan y se oponen a las variadas barbaries del capitalismo, y no los consideran enemigos de la clase obrera, en la medida en que no se pongan atravesados a su lucha.

La solidaridad de jóvenes, estudiantes, una parte de los movimientos sociales, que intuyen que la clase trabajadora es la verdadera fuerza en la sociedad, y participan en los piquetes y en las manifestaciones, es apreciada, pero con la condición de que esta signifique ponerse a disposición del movimiento proletario, cuyas decisiones deben ser tomadas por sus organismos de clase, no de coaliciones con organismos no proletarios, o, como se les llama, sociales.

Pero en sus estatutos el SI Cobas prevé, en su artículo 11, la posibilidad de pactos federativos con “organismos sindicales o sociales”, salvaguardando al mismo tiempo “la respectiva autonomía política y organizativa”.

La clase obrera, organizada en su sindicato, acepta la solidaridad proveniente de estratos sociales fuera de ella, pero estableciendo un orgánico pacto federativo se llegará a modificar su naturaleza obrera. Las palabras “salvaguardando la respectiva autonomía política y organizativa” (pero entonces ¿que “pacto” es? ¿Qué se acuerda?) no cambian la naturaleza interclasista de la alianza y de sus objetivos. Ilusionarse con hacerse más fuerte porque se es más numeroso, en virtud de la agregación de estos estratos sociales no proletarios, debilita en cambio al movimiento obrero, en cuyo interior se lucha contra la influencia dominante de la ideología burguesa, que se fortaleció mezclando al proletariado organizado con movimientos sociales no proletarios.

En el plano sindical, que, repetimos, está indisolublemente ligado al político, el rechazo de la alianza entre el movimiento obrero y los movimientos sociales se explica por la necesidad de dedicar las energías de los trabajadores en la búsqueda de la solidaridad con el resto de la clase, coaligándose con los grupos de trabajadores en lucha en el territorio y batiéndose por emanciparse de la tendencia a mantener una actividad sindical encerrada dentro los límites de la empresa, porque es de la capacidad de desplegar huelgas siempre más extensas y unitarias que depende la verdadera fuerza del movimiento obrero. Llevar a los trabajadores a las movilizaciones de los movimientos sociales significa, además de proporcionar una connotación equívoca del sindicato, desviar valiosas energías de los trabajadores del vital trabajo de extensión y fortalecimiento de la unidad de la clase.

Cabe señalar, por otra parte, como la orientación de alianza con los movimientos sociales une al SI Cobas, en lugar de distinguirlo por su carácter clasista, no sólo del resto del sindicalismo de base sino también del ala de izquierda del sindicalismo del régimen, es decir, la FIOM. Esta última, de hecho, sostiene la llamada Coalición Social. La Unión Sindical de Base (USB) – la mayor confederación sindical nacida fuera y contra los sindicatos del régimen en Italia – sin embargo, la llama Confederación Social. La idea de fondo es la misma: un movimiento mestizo popular, obrero y social. Lo que cambia es el público al que va dirigida: la FIOM busca el área de la izquierda católica; la USB al llamado “movimiento”; el SI Cobas a su ala “de izquierda”. Evidentemente se trata de un criterio político, con el que volvemos al problema de la confusión entre sindicato y partido.

La correcta orientación del frente único desde la base debe ser seguida coherentemente hasta el fondo por parte del SI Cobas y la búsqueda de la alianza con los movimientos sociales está en contradicción con eso.

Volviendo al Primero de Mayo, se ha debido, en lugar de participar en una manifestación no obrera – por contenido y participantes – como NO Expo, al lado de organizaciones políticas, salir a las calles en aquellas organizadas por los sindicatos del régimen, como en Milán o Turín, para mostrar a los otros trabajadores la fuerza alcanzada por el SI Cobas.


El movimiento por la vivienda

Un aspecto específico de este problema es el de la vivienda. El movimiento obrero debe afrontar este problema esencialmente en el plano de la relación capital-salario: si para pagar el alquiler el salario no alcanza los trabajadores deben batirse para aumentarlo. La lucha de los trabajadores afronta el problema del nivel de alquileres como una cuestión entre capitalistas y propietarios inmobiliarios: frente a batallas para aumentar el salario los capitalistas pretenderán que disminuya la cuota de plusvalía extorsionada a la clase obrera de la que se apropian de los propietarios inmobiliarios.

Análogamente, por ejemplo, a cuanto se ha supuesto que se haría en la lucha de estos días en SDA, proyectando, si continúa la intransigencia empresarial, la promoción de la huelga general de toda la rama de los trabajadores de la logística en solidaridad con esta lucha. Al lado de un grupo de trabajadores se moviliza una parte de la clase obrera mucho más extensa: es una de las mejores realizaciones prácticas del principio de la unidad clasista que puede tender a un sindicato. Al hacerlo, el precio de la intransigencia de la SDA, detrás de la cual está la Oficina de Correos Italiana, es decir, el Estado burgués, se hace pagar también a las otras empresas multinacionales del sector.

El movimiento obrero organizado defiende el salario, en lugar de luchar por la reducción de los alquileres, así como no lucha contra la carestía de la vida. Ciertamente no se bate contra los movimientos interclasistas de este género, pero no se hace su organizador, dirigiendo todas las energías en la lucha por aumentos salariales, por el salario a los trabajadores desempleados, por la reducción de la jornada de trabajo.

En cuanto a los movimientos de lucha por la vivienda estos no tienen carácter proletario, porque se organizan, por principio, sobre la base de necesidades que trascienden las clases, pudiendo abarcar no sólo a los trabajadores, empleados o desempleados, sino también la pequeña burguesía arruinada, los estudiantes, el subproletariado.

Como, justamente, el SI Cobas, en el documento congresual, sostiene la errónea reivindicación de “renta para todos”, que es opuesta a la del salario para los trabajadores desempleados, por lo que no se justifica luchar por “vivienda para todos”.

Si en los movimientos por la vivienda hay proletarios, es el sindicato el que debe organizarlos y dirigir una lucha contra los desalojos y por la asignación de habitaciones a los trabajadores. Los inquilinos no deben ser organizados en una estructura interclasista sino del sindicato, por tanto sólo de proletarios. Análogamente se debe hacer con los desempleados. Solo esta fórmula organizativa puede ser la garantía de un movimiento de clase también en este frente, no bastando ciertamente añadir el adjetivo de “proletario” a movimientos organizados de hecho sobre bases no clasistas.

 
 
 
 
 
 
 

CONFERENCIA PUBLICA EN GENOVA
Necesidad del la guerra para el capital
Necesidad de la revolutión para el proletariado

En el capitalismo las empresas deben producir cada vez más mercancías, tratando que el costo siempre sea inferior, para de esta forma vencer a la competencia. Esta necesidad de crecer sin parar es al mismo tiempo la fuerza y ​​la condena del Capital. Creciendo genera las condiciones para el potencial bienestar de toda la humanidad: una fuerza productiva del trabajo que en la época pre-capitalista, hace tan sólo 150 años, habría sido considerado una utopía. Pero cumpliendo con este proceso el capitalismo genera también las causas de su declive. Aumentando el uso de las máquinas para acrecentar la producción y la productividad, restringe el empleo de trabajo asalariado, que es la fuente del plusvalor, y en consecuencia disminuye la tasa de ganancia: invertir es cada vez menos rentable. Por otra parte, el creciente volumen de la producción va en contra de una sobreproducción cada vez más alta: las mercancías permanecen sin venderse. El crecimiento capitalista genera la crisis capitalista.

Con el inexorable avance de la crisis los trabajadores de todos los países son reducidos a la pobreza no por la escases de medios adecuados para satisfacer sus necesidades, como siempre había ocurrido antes del capitalismo, pero en el medio de una potencial riqueza históricamente nunca antes vista: Instalaciones industriales de enorme capacidad productiva paradas, almacenes abarrotados de mercancías invendibles, a pesar de existir millones de estómagos de proletarios vacíos. Bastaría hacer funcionar todas estas fábricas para satisfacer todas las necesidades de la humanidad. Pero esto no es posible porque no sirve a la obtención de ganancias. El capitalismo, desde siempre inhumano aunque en un tiempo fue progresista, se muestra ahora reaccionario.

En cada empresa como en cada país la burguesía llama a los “propios” trabajadores a sacrificarse para ganar su batalla, haciendo más competitiva la economía empresarial y nacional, y busca de convencerlos de que patronos y trabajadores “están todos en la misma barca”. Por el contrario en esta guerra el perdedor es siempre el proletariado. Cuando los trabajadores aceptan ligar su suerte a la de la empresa o la patria, quedan propensos a las guerras entre ellos, hoy los acribillan con salarios pírricos y ritmos de trabajos más intensos, mañana con disparos de fusiles y cañones.

En el capitalismo existe una lucha permanente entre los Estados, grupos industriales y financieros, cada uno en defensa de sus propios intereses. La guerra es la continuación de esta lucha pero con medios dictados por la crisis.

Y la crisis es la única solución para preservar el capitalismo: destruye el excedente de mercancías, incluida la fuerza de trabajo; borra las deudas de los países vencedores; somete a la clase obrera a la máxima explotación; conduciendo a los trabajadores a masacres fratricidas en los frentes de batalla, impidiendo así que la lucha sindical por la satisfacción de sus necesidades se transforme en lucha política, o sea en revolución.

En tal sentido la guerra permite el inicio de un nuevo ciclo de acumulación del capital. Este es el precio a pagar por el "retorno del crecimiento”, objetivo que une a todos los partidos, quienes votan por la preservación de este modo de producción antihistórico, que se dicen reformistas, pero son, sin eufemismos, abiertamente reaccionarios.

La organización de la enorme capacidad productiva creada por el capitalismo con el fin de satisfacer las necesidades y no para el beneficio particular, es presentada por estos partidos como una utopía. Pero eso, como se explica en las bases científicas del marxismo revolucionario, es una posibilidad material a la orden del día, como lo fue hace siglo y medio para el desarrollo del capitalismo. Los regímenes nacionales capitalistas, para impedir este progreso histórico y conservar para la burguesía el poder político y sus privilegios, han ya demostrado estar preparados para conducir a la humanidad entera a otra gran barbarie histórica.

Por estas causas y con estos efectos se han combatido dos guerras mundiales, y se está preparando la tercera. El ciclo de fuerte expansión de los años 50 y 60, hijo de los 70 millones de muertos – casi todos proletarios y campesinos – de la segunda guerra mundial, se agotó alrededor de los años 1973-1974, con la primera manifestación de la crisis actual, hasta ahora frenada con el recurso del endeudamiento, la expansión del mercado mundial y el aumento de la explotación de la clase trabajadora, pero que, inexorablemente, sigue agravándose.

Para la preparación de la guerra, además de la producción del material bélico, es indispensable para la burguesía preparar una propaganda ideológica para convencer a los explotados de participar en el fratricidio. La primera guerra mundial fue justificada, por un lado como necesaria para combatir el militarismo alemán, y de la otra para combatir un feroz Zar feudal. La segunda sería por la democracia y el socialismo contra el fascismo y el nacismo. Hoy se hace palanca sobre el “choque de civilizaciones” y sobre el “terrorismo islámico”, bien controlado desde el exterior, para incendiar los polvorines en Libia y Medio Oriente.

Pero el común blanco de los pasados y futuros frentes contrapuestos será, en última instancia, el proletariado porque es la única fuerza que puede dar a la crisis una solución progresiva y no reaccionaria, abatiendo con la revolución al capitalismo y sus regímenes políticos. Solo la revolución puede impedir la guerra y eliminar su causa material – el capitalismo – tomando el camino a una sociedad en la cual el trabajo sea finalmente emancipado de las leyes de la ganancia, con la superación de la última forma de esclavitud, la del trabajo asalariado.

Para este fin la clase trabajadora debe dotarse de sus fundamentales armas de batalla: El Sindicato de Clase y el Partido Revolucionario.

 

 

 

 

 




Irán y su acuerdo “nuclear” otro paso de avance para el gigante chino

El acuerdo alcanzado en Viena el 14 de julio de 2015 entre Irán y las más grandes potencias mundiales (Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Alemania y el Reino Unido) fue presentado por los medios como una solución viable para resolver una cuestión delicada que está en el centro de las relaciones internacionales durante los últimos doce años. Después de años de difíciles negociaciones, el resultado es el levantamiento gradual de las sanciones de las Naciones Unidas, de los Estados Unidos y de Europa contra Teherán. Decidido en el 2006 y abarcando el sector financiero, de la energía y del transporte, las sanciones se justificaron con el pretexto de impedir la continuación por parte de Irán de un programa nuclear con fines militares.

 Pero ¿que pasó realmente?

En efecto, con la caída del Shah y el ascenso al poder de los ayatolás chiítas en 1979, Irán ha escapado a la influencia de los Estados Unidos de América. Teherán comenzó a perseguir la ambición de convertirse en una potencia regional, como trató de hacerlo Irak, Arabia Saudita y Turquía. Irán tomó violentamente posiciones en contra de los Estados Unidos, definidos como el “gran Satán”, y contra Israel, considerado la fortaleza militar en el corazón del Medio Oriente del imperialismo norteamericano, mientras que a la URSS se le había reservado el apelativo de “pequeño Satán”.

Desde 1990, el Irán chiíta ha mantenido relaciones diplomáticas y comerciales con Rusia y las ex repúblicas soviéticas, en particular a causa de sus intereses comunes en Asia Central y en el Cáucaso, pero también está dirigido a China e India. En efecto, China ha encontrado en Irán un mercado para sus exportaciones y una fuente para cubrir sus crecientes necesidades energéticas; y fue y es un aliado de Irán, al que proporciona armas y tecnología nuclear. En el 2013, China, la protagonista más discreta de las negociaciones nucleares iraníes que llevaron al acuerdo del 14 de julio, fue el primer socio comercial de Irán (que ha exportado mercancías por 30 millardos de euros, de los cuales el 80% son productos petrolíferos y derivados), reforzando así su posición estratégica en la región y su avanzada geopolítica en el Oriente Medio y el Golfo. Beijing ha lanzado su ambicioso y costoso corredor económico con el proyecto “la vía terrestre y marítima de la seda”, que tiene previsto conectar a la China occidental con Europa a través de Pakistán, Asia central y el Medio Oriente.

La diplomacia estadounidense ha tratado de presentar los acuerdos del 14 de julio, como una victoria, pero esto podría pronto llegar a ser una victoria Pírrica!

En el contexto político del enfrentamiento entre las grandes potencias imperialistas por el control de la región y del mercado mundial, y para exportar sus capitales, el gigante chino en alianza con Rusia e Irán trata de contener la expansión geoestratégica de los Estados Unidos en el Medio Oriente y en Asia Central, que tiene uno de sus pilares en el Islam sunní. Así que las sanciones económicas adoptadas por los Estados Unidos con la ayuda de sus satélites occidentales, querían presionar a Irán no tanto para obstaculizar su programa nuclear, sino para obligarlo a regresar a su área de influencia, y contrarrestar la competencia china y rusa.

Las sanciones económicas contra Irán adoptadas por las Naciones Unidas, por las grandes potencias imperialistas y sus secuaces, se han vuelto cada vez más estrictas en el curso de los años, y han llevado al sofocamiento del país desde el punto de vista financiero, aislándolo del resto del mundo occidental, como ocurrió durante el boicot a la Sudáfrica del apartheid durante los años 1970 a 1980. Con la imposibilidad de transferir dinero hacia y desde Irán a través del sistema bancario y con la aplicación de sanciones contra la banca, los Estados Unidos condujeron la danza. Desde los acuerdos de Bretton Woods, nacidos entre los escombros de la segunda guerra mundial en 1944, de hecho el dólar estadounidense sigue siendo la moneda de cambio en los mercados financieros internacionales, a pesar de que su peso está disminuyendo gradualmente también por la acción de algunos países como China que están buscando de alguna manera emanciparse de los billetes verdes para realizar sus operaciones comerciales. Pero actualmente Wall Street sigue siendo el centro financiero más importante a nivel global, donde la mayor parte de las materias primas agrícolas y energéticas son cotizadas en dólares y en las bolsas de valores de los Estados Unidos.

A la banca iraquí y china, que realizaron transacciones con los bancos iraníes, se le negó el acceso al sector financiero en los Estados Unidos y por lo tanto no había ningún crédito, ninguna transacción financiera, lo que hizo imposible el comercio, y ninguna actividad. Los grandes compradores de petróleo iraní – las exportaciones de petróleo crudo representaron el 80% de los ingresos de Irán – como China, India, Turquía, Sudáfrica, Japón, Taiwán y Corea del Sur, se vieron obligados a abandonar el suministro iraní. En el 2012, las exportaciones de Teherán cayeron a 700.000 barriles por día luego de haber alcanzado 2,8 millones de barriles por día de otoño de 2011, cuando Irán fue el cuarto mayor exportador.

Estas sanciones, obviamente, han provocado una situación económica desastrosa en Irán. La moneda iraní, el rial, se ha depreciado fuertemente frente al dólar, lo que ha tenido graves consecuencias en un país que importa la mayor parte de sus alimentos, provocando un aumento de los precios al consumidor y el consecuente agravamiento de las tensiones sociales.

Irán ha respondido a las sanciones con un gran activismo en la política exterior: ha concedido un préstamo de 3,6 mil millardos al régimen alauita sirio de Bashar Al Assad, fuerzas militares iraníes han intervenido en apoyo del régimen de Damasco, ha amenazado con bloquear la Estrecho de Ormuz, una ruta estratégica para el petróleo del Medio Oriente y ha confirmado su apoyo a la organización Hezbolá en el Líbano, los partidos chiítas iraquíes y Hamas (sunita) en la Franja de Gaza. Hoy en día, incluso después de este acuerdo, los lazos entre Teherán y el régimen sirio siguen siendo muy estrechos. Irán se propone más bien como intermediario en las negociaciones con el régimen de Damasco.

Este levantamiento gradual de las sanciones traerá notables ventajas para la economía de Irán. Con los acuerdos de 14 de julio, el embargo de armas ofensivas se mantendrá por 5 años, pero el programa nuclear iraní no se interrumpirá. El acuerdo prevé la posibilidad de inspecciones regulares a la infraestructura nuclear iraní, pero al hacerlo permitirá a Irán ganar tiempo en su carrera hacia el armamento nuclear. En el 2003, Irán sólo tenía 163 centrifugadoras para enriquecer uranio, hoy cuenta con cerca de 20.000. Irán estará impedido por lo menos en 10 años de dotarse de armas nucleares y debe someterse a los más estrictos controles en su infraestructura nuclear (aunque a través de procedimientos complejos), pero el break-out, es decir, el tiempo necesario para producir suficiente uranio enriquecido para obtener armas atómicas, es tan sólo un año (¡sic!), un tiempo muy breve si tuviera que tomar represalias... que es, según el procedimiento llamado complemento de vuelta, si se fuera a reintroducir las sanciones en caso de violaciones constatadas, o incluso recurrir a una respuesta militar.

Pero, de hecho, el verdadero problema no es el armamento nuclear iraní, que es objeto de una competencia flagrante entre las grandes empresas internacionales, es realmente un problema geopolítico y comercial.

Las perspectivas comerciales del acuerdo son verdaderamente considerables. Irán volverá a disponer de 100-140 millardos de dólares en bienes congelados por las sanciones. El país, con sus 78 millones de habitantes, es el segundo mercado más grande en el Medio Oriente; sus reservas de petróleo y gas son muy importantes y el país debe recuperar rápidamente la producción de petróleo que tuvo a su disposición antes del 2006, con el riesgo de una caída de los precios mundiales.

Irán es quizás el último gran mercado emergente todavía relativamente no ocupado por las grandes empresas internacionales que se le echaron encima como los buscadores de oro de El Dorado: automóviles, electrodomésticos, seguros, alimentos, construcción de infraestructura (transporte aéreo, ferrocarriles, instalaciones petroleras), compañías petroleras y de gas, etc...

Después del viaje a Teherán del ministro de economía alemán, acompañado por una delegación de industriales el 23 de julio, el 29 de julio fue el turno del ministro de economía de Francia para ir a Teherán para preparar el terreno para las empresas francesas. Francia es uno de los grandes perdedores de las sanciones contra Irán, su comercio se ha reducido de 4 millardos en el 2004 a 500 millones de Euros en el 2013. La compañía petrolera Total está muy interesada en los yacimientos energéticos iraníes, pero la competencia será feroz aunque Teherán en el mes abril de 2014, ha roto el contrato con la CNPC China en uno de sus yacimientos petrolíferos.

Toda la Unión Europea ve en Irán la oportunidad reducir con el gas iraní su dependencia del gas ruso. Rusia es de hecho uno de los principales proveedores de gas natural a Europa e Irán tiene las segundas mayores reservas de gas en el mundo, después de Rusia. Naturalmente Moscú no vería con buenos ojos este proceso, ya que se ha dedicado desde hace varios años a una política dirigida al control estratégico de las rutas de aprovisionamiento del gas, sobre todo porque el gas natural se está convirtiendo en un recurso estratégico como el petróleo. Verdadero y propio Estado dentro del Estado, la rusa Gazprom representa en este caso, los intereses del Estado ruso.

Pero en lo que se refiere a las perspectivas geopolíticas, estas son un tanto explosivas. El deshielo entre los EE.UU. e Irán preocupa de hecho seriamente a Israel y a las monarquías suníes del Golfo, que compiten por obtener la supremacía regional.

Por otra parte, si como parece ser, se restauran las relaciones entre Estados Unidos e Irán, interrumpidas desde 1980, la nueva situación también podría poner en marcha una cooperación militar entre los dos países tanto ante la crisis en Siria y en Irak así como ante los mercados globales de la energía. Pero el camino es estrecho. Hasta ahora Irán y los EE.UU. sólo han pretendido trabajar juntos contra Daesh (ISIS ó EI, Estado Islámico), la organización terrorista suní, nacida del caos irakí y sirio. Esta última, aparecida en el 2004, poco después de la intervención de Estados Unidos en Irak, ahora se ha convertido en una organización militar de cierta relevancia y ocupa vastas áreas de Siria e Irak, donde ha demostrado una buena capacidad de organización también desde el punto vista de administrativo. Sus ingentes recursos materiales y financieros, no pueden explicarse únicamente por la venta del petróleo de los pozos que cayeron en sus manos o con lo recabado por la venta de objetos de arte que pasaron a Occidente a través de las redes mafiosas.

Las potencias regionales que compiten entre sí, como Arabia Saudita y los otros Países del Golfo, como Turquía, están ciertamente involucrados en la actividad de esta organización y la han subvencionado y protegido tratando de explotar su actividad para sus propios fines.

También es cierto que tras la captura de Mosul y la ocupación del Banco Central de Iraq de esa ciudad, en junio de 2014, el ISIS ha entrado en posesión de 425 millones de dólares para convertirse en el movimiento terrorista más rico del mundo (las reservas de Hamas se estimaban en 70 millones de dólares en 2011, las de las FARC entre 80 y 350 millones de dólares, los talibanes entre 70 y 400 millones de dólares). Además, esta organización a través de sus victorias militares ha entrado en posesión de los arsenales de los opositores de Bashar Al Assad y de aquellos, mucho más grandes, del ejército iraquí.

En cuanto a Turquía, su desastrosa situación económica la llevó a subestimar el creciente poder de Irán y a tratar de reconciliarse con Washington. Por lo tanto, Ankara a continuación ha acordado con Washington combatir juntos contra Isis, a la cual Erdogan se había mostrado mucho más que servicial, especialmente durante los enfrentamientos entre los milicianos de la Isis y los kurdos en Irak y en Siria. A cambio de este giro de Ankara los Estados Unidos han autorizado a Erdogan a atacar con la fuerza aérea las bases del grupo kurdo del PKK en la Turquía oriental y en el norte del Kurdistán iraquí, donde las guerrillas kurdas han encontrado refugio, una acción que debe servir para contener las ambiciones autonomistas de todos los grupos kurdos.

La partida de ajedrez entre las grandes potencias imperialistas alcanza una nueva fase de aceleración.

La 4ta conferencia internacional que el 16 de abril reunió en Moscú a 70 países y que se centró en la seguridad internacional, contó con la participación del ministro de la defensa chino, el iraní y representantes de la India, Sudáfrica, Bielorrusia, Kazakistán, Vietnam; por los países de la OTAN estaban presentes sólo Grecia y Francia. El tema tratado fue el de organizar una acción conjunta entre Rusia, China, India e Irán para tratar de detener el expansionismo militar de la OTAN. El ministro de la Defensa ruso recordó que la posibilidad de un conflicto global está en aumento debido precisamente a la falta, por parte de los Estados Unidos y de la OTAN, de la preocupación por la seguridad de los otros países.

Los ministros rusos y kazajos anunciaron haber puesto en acción un sistema común de defensa aérea contrapuesto al escudo antimisiles de la OTAN dando inicio así a un camino que en el futuro podría involucrar a otros países. El ministro de defensa iraní, sin duda para influir en los debates en curso con los países occidentales, ha solicitado enérgicamente a China, India y Rusia unirse para contrarrestar la expansión de la OTAN hacia el Este. El ministro ruso ha dicho al Ministro de Exteriores de China, que la cooperación militar entre Moscú y Beijing es su “máxima prioridad”.

Estos países, por tanto, han mostrado su voluntad de desafiar abiertamente las posiciones de los Estados Unidos en el Medio Oriente y en Europa del Este. Y el famoso geo-estratega y consejero de seguridad del presidente de los Estados Unidos, Zbigniew Brzezinski, ha advertido a la élite estadounidense contra la formación de una coalición euroasiática que “podría eventualmente tratar de desafiar la supremacía de Estados Unidos” con una coalición chino-ruso-iraní. Recordemos que Brzezinski, un ardiente defensor de la expansión de la OTAN, se ha especializado en el estudio del bloque soviético en 1950 y fue fundador de la Comisión Trilateral, integrada por los líderes políticos estadounidenses, europeos y japoneses en funciones ante la URSS. Es además uno de los teóricos del “arco de crisis” aplicado en Afganistán y en el Líbano, y del uso de grupos terroristas para contrarrestar a los imperialistas competidores. En 1997, después de la explosión de la URSS, publicó el libro “El Gran Tablero de Ajedrez” donde expone la estrategia para evitar que un Estado pueda convertirse en una potencia hegemónica a nivel regional, y donde indica como objetivo el desmantelamiento de cualquier régimen que pueda oponerse a la acción de los Estados Unidos para “remodelar” importantes áreas consideradas estratégicas. Esta política ha sido definida como “inestabilidad constructiva” o “caos creativo” por los neoconservadores estadounidenses y se basa en tres principios: mantener y gestionar conflictos de baja intensidad; promover la fragmentación política y territorial; dar apoyo a las minorías étnicas o religiosas. Y el Oriente Medio en los últimos años es el triste ejemplo de lo que esta política puede desencadenar!

Los estrategas chinos actualmente piensan que la oposición a la coalición trilateral entre EE.UU., Europa y Japón, puede venir, por ahora, de una triple alianza entre China, Rusia e Irán. Y el ministro de Defensa chino Wanqan dijo en la conferencia que es cada vez más necesario un orden mundial más justo. Un orden mundial “justo” significa en el lenguaje geopolítico, la búsqueda de un nuevo equilibrio en la repartición de los mercados y de los recursos en todo el mundo, lo que corresponde a las fuerzas económicas de cada superpotencia, ya que China ahora pisa los talones al gigante estadounidense en cuanto a peso económico. La crisis de sobreproducción que golpea inexorablemente a las grandes potencias capitalistas hace que la carrera para colocar sus mercancías y exportar sus capitales sea cada vez más feroz.

De hecho Washington ha erigido una nueva cortina de hierro en torno a China, Irán y Rusia y sus aliados, a través de la infraestructura misilística de los EE.UU. y de la OTAN. Los sistemas de defensa aérea rusos fueron desplegados en toda Eurasia, de Armenia a Bielorrusia a la península de Kamchatka. Y el 13 de abril de 2015 un decreto de Putin ha anulado la prohibición de vender misiles antiaéreos S-300 que estaban destinados a Irán desde 2007, eliminando así las sanciones unilaterales contra Irán. Obviamente los acuerdos del 14 de julio 2015 hacen la situación más complicada para Rusia, pero el conflicto inter-imperialista y la amenaza de una tercera guerra mundial son reales.

Cada guerra mundial ha tenido entre sus fines principales una nueva repartición de los mercados mundiales entre las grandes potencias. “No habrá paz en el Oriente Medio o en otra parte, mientras el capitalismo reine en el mundo”, así titulábamos un artículo en nuestro órgano de partido en 1967 (Il Programma Comunista, nº 11, 1967).

Sólo el proletariado internacional, encuadrado en sus organizaciones clasistas de defensa económica, siguiendo las directivas del Partido Comunista Internacional, podrá estar en grado de evitar el desastre y el caos provocado por las luchas interimperialistas y abatirá todo este sistema basado en las leyes del capital.

 

 

 

 



VIDA DE PARTIDO
El trabajo en la reunión general del partido
Florencia, 24 y 25 de enero 2015

 

Puntos tratados:

– Curso de la crisis económica
– La sociedad de la antigua India
– La sucesión de los modos de producción, La variante asiática
– Historia del movimiento obrero y comunista en Irlanda
– El concepto de dictadura antes de Marx, La Revolución Francesa
– La crisis de las finanzas
– La cuestión militar - Hacia la Primera Guerra Mundial
– Actividad Sindical
– Historia de los sindicatos en Venezuela
– Origen del Partido Comunista en Italia

 

Por la persistencia del ciclo histórico contrarevolucionario, que se abrió con la derrota de la revolución en Europa, en Rusia y en China al final del primer cuarto del siglo pasado, en las intercambiables formas en Occidente del estalinismo, del fascismo y de la democracia, reafirmadas luego de muchas décadas sin guerra, de una efímera pero virulenta euforia productiva seguida de un lento declive sin fin, a nuestro pequeño partido estas condiciones externas desfavorables han dado la posibilidad de una continuidad de posiciones, de vida y de trabajo por un arco temporal que es difícil de igualar en la historia de los partidos revolucionarios.

Este duro trabajo de varias generaciones de comunistas, en espera de la reanudación revolucionaria internacional, para la preparación del embrión del partido destinado a dirigirla, ha tenido en cuenta las lecciones de las pasadas derrotas y ha emprendido un trabajo de restauración del incorrupto marxismo, de recapitulación y de encuadramiento en la invariante doctrina de los grandes nuevos hechos que en el arco del último siglo han venido gradualmente trastornando el siempre inquieto complejo del capitalismo mundial, encadenado a sus leyes invariables.

Los resultados de esta importante tarea se han acumulado, a lo largo de las décadas, en las columnas de nuestros órganos de prensa y constituyen ahora un patrimonio, bien conectado orgánicamente aunque esparcido en muchas publicaciones amarillentas, en diversos estudios y en idiomas diferentes, que es el partido, y que sin el cual el partido no lo es.

Para esto el movimiento no se olvida de mantener el vínculo entre el trabajo de hoy con el de ayer, de ponerlo en su pedestal, de apoyarlo, de levantarlo, sobre aquel de ayer. Se sabe que nos gustaría hablar con los compañeros muertos. Y por ello el partido inmediatamente construyó los instrumentos, los "Índices del Trabajo del Partido", luego distribuidos impresos a todas las secciones, para poder profundizar en una gran cantidad de materiales, solo aparentemente desordenada y heterogénea, función básica a la que el movimiento continúa dedicando la atención necesaria.

Las reuniones generales sirven también para esto, para recordarnos de lo que ya se ha hecho, para conectar el presente con nuestro pasado. Y es esto lo que hemos tratado de hacer también en nuestra última reunión, celebrada en Florencia el 24 y 25 de enero pasado, con la presencia de una representación de casi todas nuestras secciones. Viernes por la tarde y sábado por la mañana la reunión de organización del trabajo, la tarde del sábado y la mañana del domingo escuchamos las exposiciones de los numerosos informes, todos ellos de gran interés e importancia, porque, en realidad, no constituyen los ataques de diferentes direcciones en un único plano de asalto a la fortaleza del capital.

Como siempre, les damos aquí a continuación un primer resumen significativo.

 

La sucesión de modos de producción - La variante asiática

El estudio de las formas de producción ha analizado aquel primer modo de producción caracterizado por la división en clases antagónicas. La práctica de la agricultura y la domesticación y cría de animales, la revolución urbana con la formación de la primera ciudad-estado, etc., permitieron un impetuoso avance de las fuerzas productivas. Al mismo tiempo destruyó las relaciones dentro de las cuales habían crecido en paz. Así se rompió la antigua unión entre las fuerzas y relaciones de producción, inaugurando el fetichismo en que las relaciones sociales se esconden detrás de las cosas. De la infancia de la humanidad permanece el recuerdo en el mito de una pasada edad de oro, además de la supervivencia marginal en las relaciones sociales.

Toda sociedad de una cierta consistencia espacial y demográfica debe haber atravesado una fase asiática: los lazos comunitarios y de consanguinidad, la propiedad colectiva de los medios de producción -primero de toda la tierra- la institución de las decisiones asamblearias, etc. no desaparecieron repentinamente; el germen del antagonismo de clase ha corroído a la comunidad natural hasta la afirmación del dominio de la propiedad privada, para oponerse a la esfera política de la sociedad, etc.; este progreso social – acompañado en milenios por un rastro de sangre que el comunismo aún no ha lavado – ha cubierto ciertamente todas las formaciones sociales salidas de la forma primaria. En algunos de ellos – especialmente en el Mediterráneo oriental – la propiedad privada pronto sustituyó los vínculos comunitarios y la clase de los propietarios se constituyó un poder político, un Estado, y aquí la fase asiática desapareció rápidamente casi sin dejar rastro. Por otra parte, en Asia y en América, al contrario la variante asiática sobrevivió durante miles de años y se derrumbó sólo bajo los golpes del colonialismo europeo.

La cría y la agricultura, primero colectivas, generan progresivamente y se fundan en las propiedades de los rebaños y de las tierras. La sociedad pierde la posibilidad de desarrollarse armónicamente para asumir las connotaciones de una guerra de defensa de los privilegios particulares de las clases en las que se divide. Al mismo tiempo, nace la contraposición típica de las sociedades clasistas, aquella entre la ciudad y el campo.

La desintegración de la propiedad colectiva de los medios de producción, y del principal de la época, la tierra, avanzó lentamente en la variante asiática por lo estática de las relaciones sociales que la caracterizan, haciéndola así sobrevivir largo tiempo a sus propias contradicciones.

En general, la administración llamada templar-palaciega – especie de Media Luna Fértil – tuvo formalmente en su vértice la divinidad citadina, propietaria nominal de las tierras estatales y transfiguración mitológica de los antiguos lazos comunitarios. El templo-palacio era presidido por funcionarios, de los cuales dependía una gran cantidad de inferior grado con tareas administrativas o culturales (escribas, astrónomos, geógrafos, etc.). De la autoridad central, del templo, constituido como un gran propietario terrateniente, dependían también artesanos y trabajadores, empleados en la construcción y el trabajo agrícola en sus terrenos (prueba del antiguo origen del "moderno" capitalismo de Estado).

El producto excedente, acrecentado principalmente por las mejoradas técnicas agrícolas, hecho posible por la concentración y el ordenamiento de modo extendido de las fuerzas productivas, permite adicionalmente el progreso de la división del trabajo y a una parte de la sociedad a dedicarse a actividades que no están directamente relacionados con la producción material. Si por un lado este proceso representa un gran progreso, por el otro se convierte en la base económica de un dominio y de una sumisión de clase, destruyendo aquella antigua armonía humana que se regenerará solamente en el comunismo superior.

La mercancía nace de la necesidad de intercambio interno en una estructura productiva diferenciada en ramas autónomas y para permitir a éstas expandirse. Los comerciantes no nacen como clase autónoma, sino dependiente del poder palacio-templo. Con el progreso de la separación entre los diferentes campos productivos la pura cualidad, el valor de uso, se transforma en pura (todavía no purísima) cantidad, en valor de cambio. Se arriba a una producción destinada al intercambio y a una cada vez más completa especialización y división del trabajo.

El desarrollo del sector comercial requiere la invención del dinero, y, sucesivamente, del préstamo y la usura, hasta, inevitablemente, la acuñación de monedas.

Lo que distingue a esta variante de la forma de producción secundaria es la presencia, por un parte, de una fuerte autoridad central, que supervisa las obras públicas en general (obras hidráulicas, de defensa, recaudación de tributos, etc.) y, por la otra, de pequeñas comunidades rurales, autosuficientes.

El Estado, para asegurar a los cultivadores la continuidad del proceso de trabajo, además de las funciones de coordinador de obras públicas indispensables para la agricultura, debe asumir funciones militares: la protección de cultivos de las invasiones de los pueblos nómadas, que tienden a convertir de nuevo en pastizales los terrenos agrícolas.

En la comunidad, el individuo está vitalmente ligado a la colectividad: su actividad como productor tiene como fundamento el trabajo colectivo y el ejercicio común de la propiedad de la tierra. Una parte de su trabajo pertenece, como excedente, a la comunidad, una parte a la autoridad central. La comuna, a su vez, se apoya como unidad económica en la combinación entre la agricultura y la industria doméstica que le asegura autosuficiencia, y el individuo puede o trabajar de forma autónoma en la parcela de tierra asignada periódicamente por la comuna, o actuar como parte de una organización colectiva para el cultivo del suelo.

Con el progreso de la sociedad hacia la producción mercantil las relaciones entre centro y periferia se basarán cada vez más sobre intermediaciones en moneda y cada vez menos en la administración directa de las tierras y manadas o el control directo del trabajo; la administración central se limitará a controlar que los derechos e impuestos se correspondan a lo esperado; los servicios de prestación personal serán por consiguiente convertidos en tributo al soberano.

La variante asiática es inmóvil y "sin historia", porque es más resistente a los cambios; no contiene elementos que puedan desintegrarla; siendo la más cercana al comunismo primitivo conserva la mayor parte de sus caracteres orgánicos. La producción se realiza en círculos que abarcan la totalidad de las villas-comunidad, pero cerrada al exterior. El inmovilismo asiático no implica la ausencia de relaciones vivas y vitales al interior de la formación social, el punto es que la contraposición entre las formas de apropiación colectiva y privada – motor del cambio y motivo de la mayor vitalidad de la variante antigua-clásica y germánica – no es tan exacerbada como en la última, más bien es de poco peso.

La evolución de la sociedad se refleja en la de las relaciones de tipo familiar. A medida que las relaciones de propiedad privada de la tierra y los rebaños suplantan a los primitivos lazos de sangre, el propietario de los medios de trabajo se convierte también en productor. Por lo tanto, disueltas las relaciones sociales del comunismo primitivo, el patriarcado arribará a la esclavitud de los productores, y de la familia primitiva, funcionalmente fundada en el matriarcado, que determina una sumisión de los miembros de la comunidad familiar propietaria, cuyos miembros se convirtieron en esclavos domésticos. La condición de la mujer se convierte en el espejo de la condición de los productores.

 

Historia del movimiento obrero y comunista en Irlanda

En esta reunión, otro compañero presentó un capítulo más del estudio de profundización de la historia del movimiento obrero en Irlanda, junto al surgimiento aislado de los primeros sindicatos y de un independiente partido de los trabajadores.

En 1871 en Dublín y en Cork se constituyeron secciones de la Primera Internacional. El Manifiesto de la Sección Irlandesa de la Asociación Internacional sancionó: “El antagonismo nacional entre trabajadores ingleses e irlandeses en Inglaterra ha sido hasta ahora uno de los principales obstáculos en el camino de cualquier intento del movimiento por la emancipación de la clase obrera, y uno de los principales puntales de la clase dominante en Inglaterra como en Irlanda. La extensión de la Internacional en Irlanda y la formación de la sección irlandesa en Inglaterra amenaza con poner fin a este estado de cosas”.

La Internacional de pronto atrajo numerosas adherencias, y participó en las luchas obreras, ganándose la condena de la Iglesia Católica.

Luego del declive de la Internacional, a mediados de los años setenta, en Dublín un pequeño grupo de socialistas trató de mantener vivo el pensamiento marxista en un Club Socialista.

Este grupo habría también inspirado activamente la organización de los trabajadores no calificados y su reclutamiento en la Unión de Trabajadores del Gas (Gasworkers’ Union), cuya victoriosa huelga de 1889 en Inglaterra había dado a la categoría un gran impulso. En febrero de 1891 Engels tenía motivos para creer que la Unión sería capaz de dar un estímulo al movimiento de los trabajadores en Irlanda: esta organizaba también a los trabajadores agrícolas, era la más fuerte en Irlanda y ya proponía a sus candidatos para las elecciones. El Segundo Congreso de lo que ahora se convirtió en la Unión Nacional de Trabajadores del Gas y General de Trabajadores de Gran Bretaña e Irlanda, se celebró en Dublín en mayo. Asistieron Eleanor Marx y Edward Aveling. El Congreso adoptó la decisión de participar con el sindicato en el siguiente Congreso Internacional Socialista en Bruselas, al cual fueron delegados Eleanor y William Thorne.

En su intervención en Bruselas Eleonora habría hecho referencia específica a los 25.000 miembros del sindicato en Irlanda, e hizo referencia a que «las palabras más aplaudidas de la gran demostración en el Parque Phoenix fueron "Qué Irlanda sea libre, pero que sea una Irlanda de trabajadores libres; tiene poca importancia para los hombres y las mujeres de Irlanda si son los nacionalistas o los Orangemen los que los explotan; los trabajadores agrícolas ven a su enemigo en el propietario de la tierra, tal como los trabajadores industriales lo ven en el capitalista”». Eleonora Marx afirmó finalmente que el movimiento de los trabajadores menos calificados indicaba que se podía ver finalmente de nuevo un genuino movimiento obrero, que hacía esperar la formación de un verdadero partido de la clase obrera, distinto de los otros partidos.

Después del primer Congreso de los Sindicatos de Irlanda, en 1894, cuando se hizo evidente que los intereses de la clase obrera eran constantemente traicionados por la coalición denominada “Lib-Lab”, notables secciones se formaron en Belfast y en Dublín del Partido Laborista Independiente. Pero el partido pronto y cada vez más se embebió de fabianismo, por lo que la sección de Dublín, cuyos miembros eran muy activos durante la formación de la Gasworkers’ Unión, se habría ido con la intención de lograr una mayor claridad teórica.

Fue este grupo el que “asumió” James Connolly, un escocés de ascendencia irlandesa que vivía en Edimburgo, como “organizador socialista” y lo invitó a Dublín en la primavera de 1896. A propuesta de Connolly se formaría un nuevo partido de clase, el Partido Socialista Republicano Irlandés.

En su primera toma de posición en nombre del nuevo partido Connolly afirmó: “La lucha por la libertad irlandesa tiene dos aspectos: el nacional y el social. Su ideal nacional no se podrá realizar nunca si no cuando Irlanda se presente ante el mundo como una nación libre e independiente. Es social y económica por que, cualquiera que sea la forma de su gobierno, mientras una clase detente en propiedad privada la tierra y sus instrumentos de trabajo, de los cuales la humanidad extrae su subsistencia, esa clase siempre tendrá el poder para saquear y esclavizar al resto de los seres humanos”.

Fue adoptado un programa, modelado en el de la Federación Social Demócrata, que fijó el objetivo final de constituir una “República Socialista Irlandesa”.

En su espera, porque “la lucha debe preceder a nuestro ideal”, un número de solicitudes paliativas se harían “útiles para las necesidades políticas”. “Nuestro ideal es la propiedad pública del pueblo irlandes de la tierra y los medios de producción, distribución e intercambio”, pero el programa del partido declaraba que en el período anterior a la realización, estaría también comprometido con la obtención de reformas.

En 1899, Connolly dejó en claro que, para el nuevo partido, la reivindicación de la propiedad y del control estatal de las empresas no significaba automáticamente el socialismo, pero “el socialismo sería la propiedad estatal de toda la tierra y de los materiales para el trabajo combinada con el control cooperativo de los trabajadores sobre tales tierras y materiales (...) Al grito de los reformistas burgueses, "Hacemos de esto o de aquello propiedad del gobierno”, nosotros respondemos: “Sí, en la medida en que los trabajadores estén listos para hacer del gobierno su propiedad”.

En el mismo año el partido lanzó una campaña en contra la Guerra de los Boers, el propósito de la cual Connolly habría identificado en “darle la oportunidad a una banda de capitalistas sin escrúpulos para tomar la inmensa riqueza de los yacimientos de diamantíferos”.

La mayor apertura resultante de la Ley de 1899 del Gobierno Local Irlandés vio crecer la participación en las elecciones también de los trabajadores, y las asociaciones electorales de trabajadores surgieron para proponer sus candidatos. Connolly se horrorizó por la velocidad con la que estos candidatos, una vez elegidos, sucumbieron a la corrupción y carecían incluso del mínimo apoyo requerido de los trabajadores. En las sucesivas elecciones las asociaciones electorales de los trabajadores sufrieron una derrota total, y en aquel vacío penetraron los fabianos, que trataron de llevar a la clase obrera a la participación electoral bajo las banderas del “socialismo municipal”.

En el plano internacional la escisión entre los elementos reformistas, como los fabianos, y revolucionarios intransigentes culminaría en el Congreso de la Internacional Socialista en 1900. Aquí se impuso en la agenda la cuestión de diputado socialista francés Millerand, que había entrado a formar parte de un gobierno que incluía al general Galliffet, el “carnicero de la Comuna”. Dos delegados del I.S.R.P. estuvieron presentes en aquel congreso, y sólo ellos y los delegados búlgaros votaron resueltamente contra la equívoca resolución propuesto por Kautsky, concebida para desviar el debate sobre la importante cuestión de principio hacia el hecho formal de que Millerand no había solicitado previamente autorización al partido.

Pero los delegados del I.S.R.P. establecieron una distinción entre ellos y las posiciones defendidas por Rosa Luxemburgo, que afirmaba que se debía aceptar la anexión y la repartición de Polonia en nombre de la solidaridad internacional de los trabajadores y de la lucha por el comunismo, una actitud que sería igualmente erróneo aplicar a Irlanda.

El relator en este punto resumió las posiciones del marxismo sobre la lucha por la independencia irlandesa, ya más profundamente expresadas en el informe bajo responsabilidad de otro compañero en la reunión en Génova en mayo del año pasado, sobre la base de citas claves de Marx y de Engels.

El informe concluye con una mirada al devenir de la legislación inglesa en contra de los sindicatos desempeñado en el siglo: el caso Quinn contra Leatham en Irlanda y la sentencia Taff Vale en Inglaterra, que favoreció la formación de partidos independientes de la clase obrera en ambas orillas del Mar de Irlanda. Después de cinco años de lucha se obtiene la Ley de Conflictos de Trabajo (Trade Disputes Act) en 1906, que restituyó a los sindicatos algunos derechos y poderes de los cuales estaban privados.

El capítulo siguiente del trabajo describirá la nueva ola de agitación entre los trabajadores no especializados en Irlanda, que conquistaron nuevos derechos, en particular organizados en la Unión de Trabajadores del Transporte irlandeses, nacida como alternativa de clase a los sindicatos “oficiales”, que habían ya devenido en parte el aparato del sistema capitalista de control de la clase obrera.


El concepto de la dictadura antes de Marx - La Revolución Francesa

Uno de los primeros en hablar de la necesidad de una dictadura revolucionaria fue seguramente Marat. Tal concepción está ausente entre los “rabiosos” y entre los “exagerados” o hebertistas. En los “rabiosos” nos encontramos con un innegable instinto de clase por lo que es difícil definirlos jacobinos, aunque que frecuentaba el Club, no compartía la concepción, madurada a partir de los acontecimientos, de una alianza entre la pequeña y media burguesía, de la que los jacobinos en gran parte provenían, y los sans-culottes, a saber, la plebe urbana compuesta de artesanos y también con empleados, y en menor medida pero importantes de obreros asalariados en gran parte de aquellos talleres artesanos.

Los “rabiosos” compartían con los jacobinos la base ideológica rousseauniana, por lo que no querían en absoluto eliminar la propiedad privada, para arribar a una sociedad de pequeños campesinos y artesanos independientes en el modelo de la antigua Esparta y de la Roma republicana. Ellos sostenían que la antigua aristocracia nobiliaria había sido sustituida por la nueva aristocracia de la riqueza, contribuyendo al nacimiento de la República del año II y pidiendo, como Hébert, la requisición de todo lo que sirve para alimentar al pueblo y la guillotina para todos los especuladores y acaparadores. Sin tener ninguna simpatía por el pasado monárquico que, como todos los sans-culottes, vieron en las antiguas reglamentaciones, en las organizaciones corporativas y en el derecho común, la única garantía para la existencia de la mayoría de la población.

Fueron atacados duramente Marat y Hébert que, aunque compartían muchas posiciones, eran considerados un peligro para la unidad de los revolucionarios. Para Hebert, que en un cierto punto se encontró en la dirección de la Comuna revolucionaria de París, se convirtió en consecuencia en un peligro para su autoridad. De las declaraciones y escritos de ellos emerge la conciencia de la necesidad de medidas extraordinarias, pero no está claro quién debe tomarlas si no el pueblo, y acusan de ambiciones dictatoriales al Comité de Salud Pública y los que apoyan sus necesidades.

Jacques Roux, sacerdote parisino, escribió: “¿Quereis poner fin a la traición, a la anarquía, al terror, restaurar las finanzas, el espíritu público, restaurar el alma y la vida al cuerpo civil? Imitad el ejemplo dado por el Senado romano, suspended las leyes con respecto a cualquiera que declare su oposición a la causa del pueblo”. “La libertad no es más que un vano fantasma cuando una clase de hombres puede impunemente matar de hambre a la otra, cuando el rico, por medio del monopolio, ejerce el derecho de vida y muerte sobre sus semejantes. La República no es un vano fantasma cuando la contrarrevolución se realiza, día a día, mediante el precio de los alimentos a los cuales tres cuartas partes de la población no pueden hacer frente sin derramar lágrimas”.

Marat, nacido en Suiza por un emigrado sardo, en París entra en contacto con el ambiente de los enciclopedistas y, al momento de la ruptura entre ellos y Rousseau, toma parte por este último. Será siempre un rousseauniano. Emigró a Londres desde 1765 hasta 1776. Las condiciones de vida que ve en los barrios pobres lo llevaron a rechazar el mito de la democracia inglesa, en auge en Voltaire y muchos otros iluministas.

En su nota sobre el término Pueblo leemos: “Para mí el término pueblo es casi siempre sinónimo de nación. Cuando lo distingo, como en este caso, eso designa a la nación con la exclusión de sus numerosos enemigos”.

El 16 de septiembre de 1789 fundó el periódico “L’Ami du peuple” (El Amigo del Pueblo), donde encontramos otra nota al mismo término: “Es la única parte sana de la nación, la única que ama la libertad, la única que quiere el bien público; en todas las otras clases, la masa es corrupta y sólo hay honrosas excepciones”. En otra nota: "Es este un motivo poderoso para inducir a todos los ciudadanos a protestar a favor de los derechos del pueblo. Si por desgracia sobreviniese de nuevo un periodo de crisis, en lugar de venir en nuestra ayuda, él no tendría ninguna razón para taparse los oídos, para permanecer inmóvil y dejar que nos masacraran”.

En su periódico de 30 de julio de 1790 en un artículo titulado “Necesidad de un dictador”: “(El pueblo solicita) el establecimiento de una oficina del dictador, electo por el pueblo en tiempos de crisis, cuyo poder duraría sólo tres días y cuya tarea sería la de castigar sin excepción a los malos ciudadanos que habían puesto en peligro la salud pública”.

Naturalmente, el dictador tiene los rasgos del Cincinato romano, que permaneció en el cargo menos de 24 horas antes de regresar a su arado. Marat sin embargo, y en primer lugar, se había planteado el problema. En un panfleto del 26 de agosto 1792, escribió: “A ustedes les digo, mis queridos amigos, tal vez se verán obligados al final, para salvar al pueblo, a nombrar un triunvirato con los hombres más ilustrados, más íntegros y más intrépidos que concertarán todas sus resoluciones en un consejo compuesto por los patriotas más inteligentes y más puros. No tengan miedo de las palabras, sólo por la fuerza podemos echar mano de la libertad y garantizar la salud pública”.

Marat, esencialmente aislado, incluso entre los jacobinos, fue probablemente el único, ya en 1790, que hablaba de la república y de la necesidad de una dictadura revolucionaria.

El 25 de septiembre 1792 los girondinos acusaron a los diputados de París de aspirar a la dictadura. Danton y Robespierre se defendieron distanciándose de Marat, quien respondió: “Creo ser el primer escritor político y tal vez el único en Francia después de la revolución que ha propuesto un tribuno militar, un dictador, el triunvirato, único medio capaz de aniquilar a los traidores y los conspiradores”.


Lejanos orígenes del capitalismo indio

El compañero comenzó el tercer capítulo del informe sobre la historia de la India describiendo en detalle el periodo sultanial, que mostrando a los compañeros presentes diversos mapas para una mejor comprensión de la subdivisión de los varios sultanatos tanto geográfica como temporalmente.

En particular se concentró en el Sultanato de Delhi, Estado que existió de 1206 a 1555 en el territorio correspondiente a una extensa porción de la parte septentrional del subcontinente, gobernado por una serie de dinastías turcas y pastún, antes de ser conquistado por los mogoles. En sus primeros cuarenta años el Sultanato de Delhi, de forma similar a lo ocurrido en contemporáneo sultanato de Egipto, fue una monarquía regida por una oligarquía militar de origen servil. Se enfrentó a diversos y cruciales dificultades. La primera vino de una parte de los príncipes Rajput que mantuvieron una tenaz resistencia antiturca. Aún más peligrosa fue aquella interna al sistema perpetrado por varios intermediarios, casi todos hindúes, entre la clase dirigente turca y la de los campesinos. Más allá de las diferencias étnicas y religiosas surgió una nueva aristocracia que tendió a escapar del control de los sultanes.

Los conquistadores turcos, dado su escaso número, se concentraron en los centros urbanos, recaudando los impuestos a través de estos grupos de intermediarios, que a menudo eran los representantes de la vieja clase dominante pre-islámica, o a veces algunos de los miembros de la clase campesina que habían adquirido un significativo poder en los poblados.

Un problema mayor para la supervivencia del sultanato vino de la población mongol desde cuando Genghis Khan, en 1221, había hecho una rápida incursión en el Punjab. Esta amenaza le llevó a renunciar, si bien momentáneamente, a una expansión hacia el Sur de la India y a una rigurosa política de centralización para movilizar y mantener permanentemente en armas un gran ejército.

La invasión de los mongoles no tuvo lugar sólo en India sino que abarcó, devastándolo, gran parte del mundo civilizado de entonces, desde China hasta Europa oriental, desde Persia hasta Mesopotamia. Incluso después de la muerte de Genghis Khan los mongoles continuaron en el siglo XIII para extender su dominio, atacando con éxito la Europa Oriental, conquistando toda la China, atacando Vietnam y Japón y, finalmente, anexando Persia y Mesopotamia. Cuando, en 1241, los mongoles atacaron Europa destruyendo cualquiera de los ejércitos con los que entraron en contacto, el comandante supremo de la fuerza de invasión, Subotai, coordinó sin dificultad dos operaciones armadas en Polonia y en Hungría, una en el Norte y la otra al Sur de los Cárpatos: un sistema estratégico que los generales europeos fueron capaces de realizar sólo en el siglo XIX.

Los esfuerzos de los sultanes actuando para construir una potente máquina de guerra, no fueron en vano. Después de décadas de batallas por resultados diversos, en 1292 los mongoles atacaron pero fueron duramente derrotados en Sunan por el sultán Firuz, fundador de la dinastía de Khalji. La empresa contra este pueblo en la cima de su aterrador poder militar aseguró la supervivencia del sultanato y fue decisiva para avivar una serie de significativas transformaciones del sistema político y de algunos adecuamientos en plano económico.

Si en un primer momento el único apoyo de la clase dominante se les ofreció a los agricultores fue la protección de asaltantes y conquistadores externos, los sultanes comenzaron a invertir en la construcción de pozos incrementando la producción agrícola. Al mismo tiempo, la clase dominante del sultanato se apropió de una gran cuota de los excedentes producidos por el sector rural, transfiriéndola y empleándola en el urbano. Siguiendo una costumbre típicamente turca los sultanes, además de tener una porción de tierra para sí, distribuyeron gran parte entre sus líderes militares los cuales, a su vez, las subdividieron entre sus primeras líneas. En realidad no poseían la tierra pero si el derecho a impuesto sobre esa tierra, llamado iqta, y de esta manera se ligaba aquella parte del ejército al poder centralizado del sultán. La iqta no era un privilegio hereditario e incluso permanente, de hecho a menudo era transferido de una persona a otra, mecanismo diseñado para impedir la formación de bases de poder autónomas entre los miembros de la aristocracia sultanial. Aspecto este fundamental en el modo de producción asiático.

Después de la fulminante conquista de gran parte del Norte de la India, los sultanes fueron tentados en varias ocasiones por la idea de cruzar las montañas Vindhya, cadena montañosa que separa las llanuras del Ganges al norte y el altiplano del Deccan al sur, empujando su victorioso ejército en dirección del sur indiano. Si bien la conquista de aquellos territorios habría podido hacerse relativamente fácil, no lo hubiera sido su mantenimiento que habría incluido necesariamente la creación de nuevas provincias así como la asignación y financiación de nuevas tropas que, dada la notable distancia de Delhi, no habrían tardado en poner en discusión la autoridad del sultán o, incluso, en rebelarse abiertamente. Con el paso del tiempo, todavía, la riqueza de estos territorios y la debilidad de los ejércitos de los Estados que los regían se convirtió en una tentación irresistible para esta clase dominante, cuya autoridad estaba empezando a vacilar. En varias ocasiones las tropas de Delhi penetraron progresivamente en profundidad, hasta llegar a Cabo Comorín, el extremo meridional de la península indiana. Las largas incursiones tenían como objetivo no tanto la conquista, sino el saqueo y, en lo posible, la imposición de un régimen de impuestos. En esta época gran parte de la India se encontraba bajo el control directo o bajo la alta soberanía de los señores de Delhi.

En este escenario se abrieron las puertas de la India a la marcha devastadora de un nuevo gran líder turco proveniente del centro de Asia, Timur el Cojo, conocido por los europeos como Tamerlán que, después de ascender al trono de Samarcanda en 1369, se lanzó en una serie de grandes incursiones destinadas a devastar Persia, Anatolia, Afganistán, Mesopotamia y Rusia meridional. En 1397 la vanguardia de esta fuerza de invasión penetró profundamente en el Punjab, y en abril de 1398, Tamerlán mismo asumió el comando de las operaciones en la India. El 17 de diciembre del mismo año, frente a Delhi, cerca de 90.000 caballeros se enfrentaron con el ejército del sultán compuesto por 10.000 jinetes, 40.000 soldados de infantería y 120 elefantes acorazados. La batalla terminó en una completa derrota para las fuerzas del sultanato, mientras Delhi fue ocupada y destruida. Algunos meses más tarde, cuando Timur abandonó para siempre el subcontinente, el Norte de la India se sumergió en el caos.

Nos encontramos frente a la fase final del medioevo, no sólo del indio sino también de gran parte del mundo civilizado, caracterizado por la aparición de una fuerte depresión demográfica y económica, causada por una pandemia de peste y de una consistente recesión agrícola. En 1330 la peste se extendió sobre la provincia china de Hubei y se expandió en gran parte del mundo, en los siguientes veinticinco años, transportada por las rutas marítimas y terrestres de los mercaderes y de los ejércitos. En Europa, la peste se manifestó desde 1346 y la trastornó hasta 1353, el mismo año en el que se completó la devastación de China. El colapso demográfico causado por la peste llevó a una disminución general de toda la actividad económica y del tráfico comercial de larga distancia, que sufrieron una posterior contracción con la pérdida de aquella hegemonía mongola en Asia que, después de la devastación inicial, había creado un tipo de enorme, único imperio, a través del cual era relativamente fácil movilizarse y mover mercancías desde el mediterráneo hasta China, ya fuera por tierra o siguiendo las rutas marítimas que iban desde la costa de China hasta el Golfo Pérsico pasando a través de la India.

También ya antes de la propagación de la enfermedad se había manifestado el síntoma de una grave crisis agraria de largo plazo. La causa no residió en el cambio climático, como ya había sucedido antes, pero si en la creciente explotación de tierras cultivadas y el consiguiente empobrecimiento de sus nutrientes. Las áreas más golpeadas fueron aquellas en las que la agricultura, se había practicado por más tiempo e intensamente. Esto explica la disminución de la riqueza que se produjo entre mediados del siglo XIV y principios del siglo XVI en algunas áreas clave como el valle del Nilo y la cuenca del Tigris y del Éufrates, zona esta última que no fue afectada gravemente por la peste. Incluso la recesión que se produjo en las llanuras del Ganges probablemente se debió a la misma crisis agrícola. La única solución, dadas las limitaciones tecnológicas de la época, era el masivo cultivo de la tierra virgen: esto fue posible en Europa, donde la catástrofe demográfica de las poblaciones nómadas flageladas por la peste liberó vastas extensiones de tierra cultivable, de las cuales un ejemplo notable son las extensiones de Ucrania.

El inicio del siglo XVI vio a un nuevo actor participar en los negocios de la península de Deccan: Portugal. En mayo de 1498 una flota considerable dirigida por Vasco da Gama atracó en el puerto de Calcuta, la capital del pequeño estado de Malabar. Por algunos decenios, mientras encontraban diferentes puntos de resistencia, los portugueses fueron superiores a cualquier adversario naval, controlando de hecho muchas de las rutas oceánicas. Con el objetivo de procurar una base segura para sus flotas conquistaron la ciudad de Goa que se convirtió en su campamento base militar en 1510. Los portugueses se interesaron casi exclusivamente en el comercio de especies y de caballos de guerra, mientras que por las otras mercancías exigían el pago de una tasa del 5% a los comerciantes asiáticos. Pronto el intento de monopolizar este tráfico falló, en particular por los limitados recursos militares.

Contra las demandas anticentralistas de la aristocracia Alam Khan, gobernador de Lahore, pidió ayuda al príncipe de Kabul, llamado Babur (Tigre). Este, descendiente de Tamerlán, reivindicó el sultanato de Delhi como su legítima herencia. A pesar de la superioridad numérica del ejército del sultán, este fue completamente aniquilado. Al año siguiente Babur derrotó a otro poderoso ejército enviado por la alianza de los principales clanes de Rajput. La batalla de Panipat es considerada la fecha de fundación del imperio mogol o moghul, así llamado porque Babur alardeaba también un pretendido parentesco con Genghis Khan.

  

La cuestión militar - La víspera de la Primera Guerra Mundial, la Guerra italo-turca y las dos primeras guerras de los Balcanes

Lenin en “El imperialismo”, explica el dominio del capital financiero sobre el sector industrial. En el Reino Unido, el capitalismo más desarrollado en Europa, entre 1900 y 1905 fueron invertidos en la economía nacional anualmente un promedio de 72 millones de libras, mientras las exportaciones de capitales fueron de 64 millones de libras. En el siguiente período entre 1906 y 1912 la media de la inversión interna descendió a 39 millones, mientras que subía a 152 millones de libras la media de las exportaciones de capitales. En 1913 las inversiones inglesas en el extranjero, principalmente en los países del Imperio Británico, alcanzaron 4 millardos de libras. Mientras tanto las exportaciones de productos industriales ingleses en el extranjero ascendieron vistosamente. En compensación, los ingresos por inversiones en el extranjero produjeron entre 90 y 100 millones de libras al año superando en beneficio cinco veces los ingresos del comercio exterior. El centro financiero londinense de la ciudad era el más importante en el mundo.

En este período Alemania asumía la primacía de la producción industrial en Europa, mientras la industria de Estados Unidos la asumía en el mundo.

En la vieja Europa fueron años de relativa calma entre los Estados, sin guerras importantes, de gran desarrollo industrial y de euforia para las clases dominantes que vivieron “La Belle Epoque”, pero de gran explotación para el proletariado, forzado por millones a emigrar a tierras lejanas.

Para comprender nuestra lectura del complejo entramado de acuerdos diplomáticos entre las grandes potencias para repartirse los territorios coloniales y mercados, debemos, por una parte, considerar que, como Marx advierte, los capitalistas, “falsos hermanos” están en continua y feroz competencia entre ellos, pero siempre de acuerdo y apoyándose mutuamente para combatir las luchas y las organizaciones proletarias. Por la otra, como escribe Lenin en el capítulo IX de “El imperialismo...”, “en la realidad capitalista (...) alianzas “interimperialistas” o “ultraimperialistas” no son nada más que un “un momento de respiro” entre una guerra y la otra, cualquiera que sea la forma que asuman estas alianzas, sea la de una coalición imperialista contra otra coalición imperialista, sea la de una alianza general de todas las potencias imperialistas. Las alianzas pacíficas preparan las guerras y a su vez surgen de éstas; las unas y las otras formas se determinan recíprocamente y producen, en el único e idéntico terreno de los nexos imperialistas y de las relaciones de la economía mundial y de la política mundial, la alternancia de las formas pacífica y no pacífica de la lucha”.

El relator mostró la lista de los acuerdos diplomáticos públicos y secretos de aquellos años: 1882: Triple Alianza entre Alemania, Austria, ya consolidada en la Doble Alianza, e Italia. Fue un pacto militar, renovable, con modificaciones y acuerdos bilaterales, cada cinco años, con el que se intentó frenar la expansión de Francia en Europa y en África; 1884-1885: Conferencia para África, o del Congo, con la que las potencias europeas planearon el reparto de África y de sus riquezas para evitar guerras entre ellos que pudieran expandirse en Europa.

Siguieron años de guerras en África en los que Inglaterra vio extender su dominio mientras Francia y Alemania trataron de obstaculizar el proyecto inglés de un largo y permanente corredor de colonias desde Ciudad del Cabo hasta El Cairo ocupando los territorios subsaharianos y ecuatoriales; también Italia, ahora sostenida por Inglaterra en función antifrancesa y antialemana, descontentos con las empresas en Eritrea en los años de final de siglo, se la dio a las empresas coloniales.

De aquel período son las teorías geopolíticas del americano Mahan y del inglés Mackinder sobre la confrontación entre potencias marítimas, consideradas las más importantes, y aquellas continentales, sobre el papel estratégico de particulares vías marítimas, de los puntos clave de base, estrechos y rutas alrededor del mundo para asegurar el control de vastas áreas del planeta.

En 1904, mientras se encontraba en progreso el conflicto entre Rusia y Japón por el control de Manchuria, Inglaterra y Francia estipularon un acuerdo militar para contrarrestar el desarrollo de Alemania. Francia obtuvo importantes concesiones de Inglaterra para su expansión en África, especialmente en Marruecos y Senegal. El sultán de Marruecos había pedido un grueso préstamo internacional para modernizar su país, a ser reembolsado a través de un aumento general de impuestos: Francia se mostró dispuesta, pero con la cláusula de garantía se podía controlar directamente las aduanas, puertos y las estructuras administrativas de Marruecos. Así Lenin habla de aquel préstamo: “El capitalismo, que se mueve al capital usurario cada minuto, termina su evolución poniendo a la cabeza a un capital usurario gigantesco”.

Francia e Inglaterra iniciaron una cooperación militar, que hasta entonces parecía imposible entre los dos enemigos históricos “la entente cordial”.

1905: primera crisis de Marruecos: el capitalismo alemán, en defensa de sus inversiones en el sector minero en el país, con un discurso del emperador Guillermo II provoca un grave incidente diplomático. El propósito era también evaluar la opresión de la “entente cordial”, mientras que Francia no pudo contar con la ayuda de Rusia, su aliada, en ese tiempo en guerra con Japón.

1906: mientras que la flota rusa del Báltico estaba avanzando hacia el Japón, el emperador alemán logra firmar con el zar de Rusia un tratado de alianza militar en el caso de un ataque de otras potencias, que implicaba a Francia; esto se hizo sin el conocimiento del gobierno ruso, preocupado por las enormes inversiones francesas, que temía su regreso, lo que causaría un colapso. El tratado fue posteriormente modificado con la exclusión de un eventual conflicto entre Alemania y Francia y después dejado decaer.

1906: conferencia de Algeciras. Después de meses de negociaciones entre las grandes potencias, incluyendo los EE.UU. e Italia, se llega a un acuerdo en que se reconoce la penetración francesa en Marruecos, pero no se garantiza la entrada de capitales de otros países europeos, entre ellos los de Alemania, interesada ​​en la explotación minera para sus industrias. Es un éxito diplomático del eje Francia-Inglaterra. El paso atrás de Alemania se debió a la inferioridad militar alemana que aún no estaba en condiciones de contrarrestar el dominio de los mares de la flota británica. En esos años los astilleros ingleses pusieron en marcha nuevos buques acorazados de gran velocidad, autonomía y potencia de fuego que aumentaron la ya fuerte ventaja inglesa en los mares; también Alemania construye aquel tipo de nuevos acorazados, pero aún no en número suficiente para vencer a los ingleses.

1907: Gran Bretaña y Rusia firmaron un acuerdo sobre el reparto de Persia en tres zonas de influencia: el norte de Rusia, el sur de Gran Bretaña, el centro neutral, a disposición de los intereses de ambos. Se forma así la Triple Entente entre Gran Bretaña, Francia y Rusia, contrapuesta a la Triple Alianza entre Alemania, Austria-Hungría e Italia: Europa es dividida en dos bloques militares contrapuestos.

Importantes fueron los acuerdos bilaterales secretos entre Austria-Hungría e Italia a los que interesaba una eventual ruptura del equilibrio en los Balcanes: Austria intentó adquirir los territorios ya bajo su administración, pero que eran parte del tambaleante Imperio Otomano; en el caso de las nuevas adquisiciones territoriales de una parte a la otra iba a obtener una compensación. Austria piensa en Bosnia y Erzegovina concediendo a Italia la ventaja en Albania; Roma piensa en cambio en territorios italianos todavía bajo dominio austríaco.

1908: crisis de la anexión de Bosnia Herzegovina. La situación internacional cambia radicalmente con la Revolución de los Jóvenes Turcos, que en ese año obtuvieron importantes concesiones democráticas y constitucionales. Austria, temiendo el estallido de movimientos independentistas en el área balcánica, ocupa militarmente las dos provincias. El ministro del exterior ruso ofrece su consentimiento a cambio del apoyo de Austria a la solicitud del restablecimiento del derecho de paso de las naves militares rusas en los Dardanelos, vetado después de la guerra de Crimea. Incluso los pequeños Estados balcánicos reclamaron la compensación por esta anexión, principalmente a expensas del Imperio Otomano. Bulgaria, apoyada por Austria, proclama su independencia del Imperio Otomano y al día siguiente Austria declara extender su dominio sobre Bosnia y Herzegovina. Las protestas más fuertes son las de Serbia, que considera que las provincias son parte de un improbable Estado que reúne a todos los serbios, fuertemente obstaculizado por Austria. Serbia se mueve para obtener una salida al Mediterráneo por la única vía posible al puerto de Tesalónica, todavía bajo el dominio otomano. Italia apoya la maniobra austríaca contando con su adecuada compensación.

1909: Austria alcanza un acuerdo con el Imperio Otomano, con una indemnización de 2,5 millones de liras turcas, por la anexión de las dos provincias, reconocido por todas las potencias excepto Serbia, que moviliza las tropas mientras estallan tumultos en las áreas habitadas por los serbios en el imperio austro-húngaro. Serbia cuenta con la alianza con Rusia, pero se ve obligada por las potencias europeas a frenar las protestas serbias también porque Viena se ha movilizado para la invasión también de Serbia y Rusia en ese momento de su crisis y no está en condiciones de sostener sola una guerra contra Austria-Hungría. Sus aliados, Francia e Inglaterra, no quieren una guerra en el corazón de Europa.

Austria, según su interpretación del acuerdo con Italia sobre la cuestión de los Balcanes, considera no deber ninguna compensación a Italia porque esas dos provincias ya estaban ocupadas por ella al momento de la firma. La protesta italiana es débil, también porque busca el apoyo de Austria para la ocupación militar, y durante algún tiempo organizada, de Trípoli, aún bajo el Imperio Otomano.

1909: acuerdo secreto de Racconigi entre Italia y Rusia para detener la avanzada austríaca en los Balcanes, en particular en Albania y Montenegro, ahora importante también para Italia. Italia juega en varias mesas y se aleja cada vez más de la alianza con Austria.

1911: segunda crisis marroquí. Para mantener el protectorado sobre Marruecos Francia ocupa militarmente Fez. El imperialismo alemán, que nunca se resignó a renunciar a las reclamaciones sobre Marruecos, reacciona enviando un cañonero al puerto de Agadir. Inglaterra hace de intermediaria y la crisis se resuelve por la vía diplomática mediante compensaciones territoriales a Alemania en el Congo y Camerún y la renuncia definitiva a Marruecos.


Luchas obreras y la actividad sindical del partido

Con la huelga general el 12 de diciembre 2014, durante la cual distribuimos el volante “Por la unión de las luchas de la clase trabajadora”, cerró la movilización de la CGIL en oposición a la nueva reforma laboral, la llamada Ley de Empleo, que había tenido un como único acto nacional la manifestación en Roma el sábado 25 de octubre que, no siendo una huelga, no había causado ningún daño a los patronos. A esto se añadieron unas pocas huelgas de carácter local.

Como se señala en nuestro volante distribuido a los trabajadores, “Al capitalismo que explota, despide y hambrea es indispensable oponer la unión de las luchas de los trabajadores”, la huelga se produjo dos meses después de la primera aprobación parlamentaria de la medida gubernamental (8 de octubre), 45 días después la primera huelga de algunos sindicatos de base (el 24 de octubre), un mes después la segunda huelga general de todo el sindicalismo de base (14 de noviembre) y nueve días después la aprobación definitiva del proyecto de ley habilitante. La FIOM ha pretendido distinguirse de la vacuidad de esta movilización con ocho horas de huelga general más, dividida territorialmente, el 14, 21 y 27 de noviembre.

Esto se compara con un ataque, según las mismas FIOM y CGIL, de proporciones históricas. La insuficiencia de esta acción contra el poder y la magnitud del ataque patronal es de tales proporciones que no pueden definir esta movilización como una farsa. En términos de comparación, contra la reforma de las pensiones de 1995, la huelga de los trabajadores franceses duró tres semanas. Nada parecido es vagamente auspiciado o evocado por la CGIL ni la FIOM.

La participación en la huelga del 12 de diciembre no fue notable, como sostuvo tanto la mayoría como la minoría de la CGIL. Esto se refleja en el número de trabajadores en la calle y en el clima de las movilizaciones, no diferente de similares débiles movilizaciones pasadas. Es de notar cómo la corriente de oposición en el seno de la CGIL, “El sindicato es otra cosa”, había apoyado tanto la existencia de un movimiento de lucha de la clase obrera contra la Ley de Empleo como el éxito de esta movilización. La CGIL debe necesariamente hilvanar esta falsa acción de lucha para no perder toda la confianza de los trabajadores y hacer que confundan la farsa con la realidad.

No se ha estado impulsando el trabajo por una lucha más firme contra la reforma laboral, sino una simple anexión a estas iniciativas sindicales, que los trabajadores bien saben que son inútiles. Esto se confirma por la ausencia de conflictos de los sindicatos en las calles, tanto el 25 de octubre como el 12 de diciembre. Por no hablar de la huelga general que fue la culminación de un movimiento de lucha, bloqueado por la CGIL, pero el epílogo de su falsa movilización, como ya ocurrió en muchas situaciones similares en el pasado.

El 24 de diciembre, el Consejo de Ministros aprobaba los primeros dos decretos de la Ley del Empleo. El 20 de febrero, el Gobierno – dado que los decretos de una ley habilitante no requieren la aprobación parlamentaria, sino solo de su opinión – los aprobó definitivamente y presentó otros dos más, aprobados el 7 de marzo.

Con respecto a las huelgas convocadas por los sindicatos de base expresamos: el 24 de octubre en la huelga Usb-Orsa-Unicobas, “Para el capitalismo, protegido por los sindicatos del régimen, es indispensable oponerse con la unión de las luchas de los trabajadores”; el 14 de noviembre en la huelga de los sindicatos de base, “Luchemos por un verdadero Sindicato de Clase”; y siempre el 14 de noviembre en Milán, “Por la reanudación de la lucha de clase”.

En los conflictos del movimiento de trabajadores de la logística, organizados por el SI Cobas, hemos intervenido: en Pioltello, el domingo 28 de septiembre “Todos los trabajadores aprendimos de los hermanos de clase durante cuatro meses en la lucha contra la Dielle”; el 16 de octubre “Al lado de los trabajadores de la logística en lucha”. A los trabajadores de los almacenes generales de Turín el 26 de octubre dedicamos un manifiesto específico del partido: “Viva la lucha de los trabajadores de los CAAT”.

Finalmente, el 9 de noviembre, dirigimos un “Saludo a los huelguistas en Bélgica”.


Orígenes del movimiento obrero en Italia - Génova 1892

En Génova en 1892 fue el primer congreso nacional socialista en Italia. Nacido originalmente como congreso obrero, se convirtió en socialista por la doble fractura ocurrida: por una parte el nuevo partido que nació con vida propia y autónoma, por la otra el movimiento anárquico y el intransigente obrerismo.

No es una casualidad que las dos alas extremas del movimiento obrero, el anarquismo y el obrerismo, cuyas ideologías aparecerían irreconciliables, habían hecho frente único contra el naciente partido socialista y juntos fundaron el, aunque efímero, Partido de los Trabajadores italianos.

La separación de los anarquistas era una necesidad histórica, ya demostrada el año antes del congreso internacional de Bruselas, donde la unión de los partidos de los trabajadores de todos los países, afirmándose sobre el programa del socialismo marxista, había sentido la necesidad de separar su acción de la anarquista.

Turati, representante de Italia en ese congreso, explicaba en un artículo de la “Crítica social” del 10 de septiembre de 1891 las razones de la división, que de manera similar el año siguiente sucedió en Italia. Turati demostraba la necesidad de la separación de los anarquistas por la incompatibilidad de las dos escuelas opuestas. Era ahora sólo bizantinismo discutir si el movimiento anarquista debía o no debía ser incluido en el “socialismo”, en un sentido amplio. En común con el anarquismo y el socialismo, a lo sumo podría haber una parte de la crítica negativa de la sociedad capitalista, “pero se diferencian esencialmente las dos escuelas en el concepto de la evolución social, distintos fines, diferentes sobre todo, y opuestos, en el método acción. ¿Por qué unirse para obstaculizarse el uno al otro? ¿Por qué convertir el congreso en academia, repitiendo una y otra vez la eterna contienda entre legalistas y antilegalistas, entre abstencionistas y no abstencionistas, entre revolucionarios organizadores y revolucionarios de ímpetu o simples revoltosos?”.

El otro problema que los socialistas tuvieron que enfrentar, y neutralizar, estaba conformado por el obrerismo. En “Crítica Social” del 16 de agosto de 1892 Turati escribió: “En la clase obrera italiana – partido en formación – todavía se alberga el fermento que nos encontramos, al principio, en la historia de todos los partidos obreros. Todavía no ha superado todas las enfermedades de la infancia, y todavía sigue siendo dudoso que pueda esquivar cualquier [...] antagonismo – que gana lentamente la conciencia – con la clase burguesa, que se traduce, en las mentes resistentes, en una especie desconfianza irracional e instintiva hacia todo lo que procede de la clase burguesa, incluso si se trata de fuerzas esencialmente contrarias al dominio burgués o de armas adecuadas e indispensables para derrocarla [...] Por lo tanto todavía y sobre todo esa tendencia, siempre vive entre muchos de nuestros trabajadores [...] a apartarse, a atrincherarse dentro del ámbito llamado económico – sentencia con la cual se entiende que el ámbito de la discusión es puramente artesanal – bautizando no menos falsamente esta táctica eunuca con el nombre grandioso y fatídico de lucha de clase [...] La gran frase resumida y final de la obra de Marx: “¡Proletarios de todos los países, uníos”, el gran epígrafe de la Internacional: “La emancipación de los trabajadores debe ser obra de los propios trabajadores” reducido a una sexta parte por ciertos jefes [...] que convergen [...] traducen así: “Separémonos de tanta inteligencia, independencia y cultura, nos fijamos en la blusa, no en los principios [...] y formamos el partido obrero de analfabetos”.

El Partido obrero-socialista, teóricamente proclamado el año anterior por el Congreso Obrero de Milán, estaba, según las palabras de Turati, “en las condiciones de un bebé del cual los médicos se preguntan si está vivo y vital”. Proclamada la constitución del Partido de los Trabajadores Italianos, una comisión se encargó de formular Programa y Estatutos del partido que se sometería a la aprobación del próximo congreso nacional, en Génova.

A partir de junio de 1892, en Milán, salió el semanario “Lucha de Clase”. En su “número uno”, se lee: “El principio de la lucha de clase – como todas las ideas netas, ciertamente, precisa, sin doble fondo, las ideas que sirvieron de base a la nueva civilización – también características de esta: que sirve de piedra angular para poner a prueba a los hombres y los partidos. Dicen justicia, bien público, mejoramiento del pueblo y frases similares [...] todas bellas palabras que comprometen tanto como para decir “humilde servidor”. Pero la idea de la lucha de clase no admite insinuaciones y reservas. El equívoco huye de ella asustado como Mephisto a la aparición de la cruz”.

El 16 de julio “Crítica Social” anunció que se emitieron circulares para convocar el Congreso nacional intitulado: “Congreso para la organización obrera italiana”. Fueron invitados todos los Círculos y las Asociaciones obreras que aceptaron los principios: constitución del Partido de los Trabajadores, independiente de todos los otros partidos; organización para la reivindicación de la tierra y de los capitales en manos de la colectividad de los trabajadores; conquista de los poderes públicos como otro medio para la emancipación del trabajo.

En definitiva era cuanto bastaba para poner al partido en el campo del socialismo, pero al mismo tiempo tanta generalidad permitía el ingreso de un poco de todo y de todos. Según Turati al proletariado italiano, al menos por el momento, no se le podía pedir nada más. De hecho, al interior del confundido movimiento obrero seguía siendo un componente que se oponía a la entrada de los “socialistas burgueses” en el seno del Partido obrero afirmando que el Partido de los Trabajadores debía permanecer como un puro partido “de clase” y sus órganos centrales debían estar formados solamente por los trabajadores manuales, del Congreso debían excluirse las sociedades políticas, y, en consecuencia, el partido no habría debido llamarse “socialista”.

Pero la crisis que había golpeado al Partido Obrero estaba por demostrar lo contrario: el movimiento privado de una base programática, encerrado dentro de las fábricas, con la conciencia más restringida a la empresa y a la categoría que de clase, no sólo no crecía de forma espontánea como esperaban los teóricos del obrerismo, sino que con el tiempo se quemó y hasta su primitivo impulso a la lucha poco a poco se extinguió.

La mañana del 14 de agosto, en Génova, en la sala Sívori se reunieron los congresistas provenientes de toda Italia. Estuvieron presentes los nombres más notorios del socialismo italiano y estaban representadas todas las corrientes políticas bajo cuya dirección se habían formado las sociedades y los círculos obreros: estuvieron representados obreristas, socialistas revolucionarios, anarquistas, evolucionistas, democrático-socialistas, republicanos colectivistas.

La separación de los anarquistas, aunque no fue explícitamente anunciada, se daba ya por sentada. Pero incluso sin la intervención de los anarquistas se sabía que no iba a ser un congreso tranquilo. De hecho los incidentes estallaron desde el principio. El primero fue cuando Casati adelantó la tesis de que los miembros de la presidencia fueran auténticos trabajadores. Los anarquistas, con el fin de sabotear la mayoría socialista, se alinearon con los obreristas, aunque no compartían las posiciones.

La atmósfera se puso caliente cuando Maffi tomó la palabra para informar sobre el Programa y sobre los Estatutos del partido; los anarquistas se opusieron vigorosamente y pidieron que la discusión fuera aplazada hasta el día siguiente afirmando que no todos los participantes habían tenido la posibilidad de examinarlos. Las propuestas de Programa y de Estatutos fueron publicadas en el primer número de “Lucha de Clase” del 30 de julio, o sea 15 días antes del congreso: era claro que se trataba de obstruccionismo; más de una vez estuvieron a punto de irse a las manos y haciendo caso omiso de las palabras que Prampolini dirigió a los anarquistas: “Durante años y años, cuando comenzó a surgir el partido socialista en Italia, combatíamos entre nosotros en una lucha constante en los periódicos, en las asambleas, en las plazas públicas, en los congresos; yo no diré que hay mala fe de una parte o de la otra, más bien no la hay. Ustedes son honestos como nosotros, pero es indiscutible que esta lucha existe, y es de todos los días, a toda hora, y esto porque somos dos partidos esencialmente diferentes, recorremos dos vías absolutamente opuestas, entre nosotros no puede ser común [...] Si debemos tomar dos vías diferentes, hagámoslo como buenos amigos; ustedes recorrerán la suya, nosotros proseguiremos la nuestra, dejemos los rencores [...] Mañana se reúnen ustedes en otro sitio, y nosotros haremos lo mismo y creemos que solo así podremos llegar a alguna conclusión”.

Pero desde el punto de vista de los anarquistas la propuesta de Prampolini era inaceptable porque, aunque en minoría, reivindicaban el derecho a permanecer en el partido con toda libertad. Afirmaba Pietro Gori: “Somos la minoría, pero exigimos la libertad para colocar entre ustedes nuestra propaganda [...] Dondequiera que estén, allí estaremos”.

De los dos días dedicados al congreso, el primero fue frustrado por las continuas diatribas y el segundo hubiera tenido el mismo resultado si no se hubiese realizado un acto de fuerza. El Comité promotor decidió la disolución del Congreso. Visto que la minoría no tenía ninguna intención de abandonar el congreso, fue la mayoría la que tuvo que hacerlo. Esa misma noche, en un restaurante, Turati se encontró con un pequeño grupo de congresistas y allí decidieron invitar a todos los miembros del congreso que aceptaban la participación en las luchas electorales (que era la fórmula de la separación de los anarquistas) a reunirse al día siguiente en la sala de los Carabinieri Genovesi, en la Via della Pace.

La decisión de convocar el nuevo congreso en otro local, tomada por necesidad por un pequeño grupo de compañeros a espaldas de los otros, impidió que la información llegase a todos los representantes de la mayoría, una parte de los cuales al día siguiente regresó a la sala Sívori; entre ellos estaba incluso Andrea Costa.

Romagna y Veneto protestaron vivamente desaprobando la forma en que se había producido la división y el acto incorrecto y arbitrario cometido por un pequeño grupo de congresistas que se habían arrogado el derecho de decidir en nombre de la mayoría. Declararon entonces que abandonaban el uno y el otro congreso.

Es evidente que la decisión de Turati fue más allá de todas las reglas estatutarias y el suyo fue un golpe de Estado. La convención no habría podido llamarse congreso porque el congreso había sido disuelto, hubo de hecho, quien lo llamó “reunión privada”. Esto es cierto, pero no es menos cierto que la mayoría no pudo vencer al obstruccionismo anarco-obrerista a golpe de votos, y sobre todo es cierto que los socialistas incluso entonces, y los comunistas siempre, no se consideraban obligados por las formas democráticas y bien hizo Turati, en esa situación, al poner todo como un hecho consumado.

El saludable acto de fuerza de Turati determinó la finalización de la separación definitiva, ahora históricamente madura e irrevocable, del socialismo del movimiento anarquista. Se cerraba así definitivamente una antigua discordia, con el ahora estéril enfrentamiento entre las dos teorías sociales que, después de 13 años a partir de la carta de Andrea Costa “A mis amigos de Romaña”, todavía paralizaba al movimiento socialista.

En la mañana del lunes 15 de agosto se abrieron dos congresos: en la sala Sívori se encontraron los anarquistas y los obreristas intransigentes, mientras que en via della Pace los socialistas. En este participó una grandísima parte de los delegados, fuera de los límites regionales y abrazando a los trabajadores de toda Italia.

Pero la batalla de los socialistas no había terminado todavía. Turati, en nombre de un grupo de compañeros, propuso hacer cambios sustanciales al proyecto de Programa, que era obra de Antonio Maffi. Maffi había tomado como base el Programa de Bolonia del Partido obrero y lo había reelaborado insertándole puros conceptos típicamente democrático-burgueses, como la igualdad natural de los hombres, la soberanía popular, etc. De ello resultó un documento que bien podría ser para un partido republicano, radical, demo-social, ciertamente no para un partido socialista. Por otra parte el programa chocaba de modo flagrante con el Estatuto propuesto, calcado al pié de la letra de el del Partido obrero el cual reportaba incluso, sin cambiar una coma, la famosa condición restrictiva en su calificación de obrero requerida para la admisión al partido. Efectivamente, como había escribió “Lucha de Clase”, el proyecto maffiano no era más que un jarrón con “demasiadas manijas”.

Si bien el anarquismo y el obrerismo intransigente se quedaron en la sala Sívori, sin embargo todavía no se había despejado el campo socialista de la democracia social y del semi-obrerismo que, ambos, se oponían a una neta caracterización del Programa. Turati estaba decidido a salir del equívoco y se dispuso a fundar un Partido socialista, aunque fuese, como dice Anna Kuliscioff, de “una sola célula capaz de desarrollarse”. Y lo logró. Declaró que era indispensable salir finalmente de la imprecisión, causada por la eterna impotencia: en la sociedad capitalista no existe el “pueblo”, sino las clases sociales que luchan entre sí, el proletariado y la burguesía.

A las disputas de Maffi y Lazzari eficaz fue la réplica de Turati: “Mis amigos Maffi y Lazzari aún no han roto, sin embargo, me parece, con una vieja ilusión: la ilusión del partido grande, que acoge a un poco de todo [... ] No hay sino un terreno en el cual plantar un partido para que meta y extienda sus raíces: ese terreno es la convicción. Le temen a la ignorancia de la masa: hacemos bien en adoctrinarla. En cualquier caso, no son los pies, sino la cabeza de un partido la que debe modelar el programa. No se debe temer que la cabeza incomode el movimiento de los pies: de hecho los guía”.

Después de un extenso y animado debate, la asamblea aprobó las enmiendas propuestas por Turati casi por unanimidad, excepto 4 en contra y algunos abstenidos, que sin embargo declararon ser personalmente favorecidos pero que no se sentían obligados a participar en un asunto imprevisto para sus representantes. Se levanta la sesión al grito de “Viva el Partido socialista obrero italiano”.

Ciertamente son muchas las limitaciones de origen del Partido socialista, limitaciones que serán más extensamente examinadas en la publicación completa del informe.