Partido Comunista Internacional
El Partido Comunista N. 19 - septiembre 2020
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actualizado el 31 de agosto de 2020

órgano del partido comunista internacional
Lo que distingue a nuestro partido: – la línea de Marx a Lenin a la fundación de la III Internacional y del Partido Comunista de Italia a Livorno 1921, a la lucha de la Izquierda Comunista Italiana contra la degeneración de Moscú, al rechazo de los Frentes Populares y de los bloques partisanos – la dura obra de restauración de la doctrina y del órgano revolucionario, en contacto con la clase obrera, fuera del politiqueo personal y electorero
Contenido:
Las empresas, sus gobiernos y los sindicatos del regime se unen para defender la plusvalia y la ganancia - Unidad de accion de los trabajadores por la base contra la explotacion!
– Los trabajadores de la salus no solo necesitan aplausos
Venezuela: Incursión armada por encargo (delibery) y montaje cinematográfico
El racismo esta en defensa del sistema capitalista. Sólo la clase obrera podrá erradicarlo
– Solo el proletariado, en la lucha de clase contra la explotación del capital, podrá superar la sujeción social de razas, nacionalidades, género y religiones
La colera negra hizo temblar los putridos pilares de la civilizacion burguesa y democrática - Il Programma Comunista, n.15, 1965
El movimientos de las Panteras Negras - Il Programma Comunista, n.5, 1971
Guerra civil en los guetos negros de los Estados Unidos - Il Partito Comunista n.315, 2015
Vida de Partido:
La coherente batalla del partido se levanta en el mondo burgués en descomposición - Reunion en Roma, 24‑26 enero, 2020: Il PCd’I en la guerra civil: El ataque fascista en Florencia y la provincia - El enfrentamiento en Medio Oriente: Turquia, Libia y Siria - La revolución de 1919 en Hungría - Las guerras del capitalismo nacional Indio.

 

 

 


Las empresas, sus gobiernos y los sindicatos del regimen se unen para defender la plusvalia y la ganacia

UNIDAD DE ACCION DE LOS TRABAJADORES POR LA BASE CONTRA LA EXPLOTACION!!

En todas las empresas capitalistas, las privadas y las que son propiedad de los Estados (llamadas también “empresas públicas”), se generan productos y servicios sobre la base del trabajo social, aportado por todos los trabajadores que participan directa o indirectamente en el proceso productivo. Pero la propiedad de los productos de ese trabajo social, no es una propiedad social. Los productos obtenidos son propiedad de la empresa. La empresa vende los productos o servicios que genera el trabajo social, recupera sus gastos y obtiene una ganancia. La ganancia de la empresa se origina dentro de su proceso productivo, ya que del valor agregado por el trabajo social del obrero, solo se le devuelve una parte como salario. El resto del valor agregado por el trabajo social del obrero, el plustrabajo, equivale a la plusvalía que se apropia la empresa.

En Venezuela, por ejemplo, la industria petroquímica estatal, aun presentando una fuerte crisis expresada en una casi total parálisis de su producción, se cumple el mismo comportamiento de toda empresa capitalista: producción basada en trabajo social de la masa de obreros, apropiación de los productos del trabajo por parte de la empresa y acumulación de una plusvalía sobre la base de la explotación de trabajo asalariado. Esta industria produce Resinas Plásticas, Soda Caustica, Amoníaco, Urea, fertilizantes y productos intermedios como ácido clorhídrico, ácido sulfúrico y ácido fosfórico, con una nómina total actual de 5.000 trabajadores, a los que paga en salarios 44.863 dólares mensuales, que representan su capital variable v. En la producción de fertilizantes y Urea gasta aproximadamente, entre materias primas y depreciación de equipos y otros gastos, es decir Capital Constante c, un total de 7.150.000 dólares mensuales, produciendo mensualmente 55.000 toneladas de Urea que vende en el mercado en 9.900.000 dólares. La empresa obtiene una plusvalía (P) de 2.705.137 dólares y mientras tanto los trabajadores reciben un salario equivalente apenas al 2% de ese monto, pese a que toda esa masa de riqueza surge de su aporte de trabajo social, de trabajo vivo. En este ejemplo, la cuota de ganancia de la empresa es de 38%. Pero no están considerados los ingresos derivados del arranque de la producción y comercialización de Resinas Plásticas, Amoníaco, fertilizantes y productos intermedios (actualmente parada casi totalmente), en los cuales se consumen materias primas adicionales, participan otras instalaciones, equipos y plantas, pero con la misma plantilla de trabajadores. Es decir que con la producción y comercialización de la Urea la empresa tiene cubierto parte del capital constante c (materias primas, depreciación y otros) y todo el capital variable (v), representado por los salarios, siendo su cuota de ganancia potencialmente más alta. Con solo la venta de 250 TM de Urea (aproximadamente 13 gandolas) la empresa obtiene los ingresos para pagar los salarios de 1 mes.

La producción de Urea se cumple utilizando un 31% de la capacidad de las plantas. Quiere decir que la empresa puede aumentar su producción a 175.000 toneladas mensuales y elevar sus ingresos, manteniendo el mismo gasto de capital variable (v) y aumentando su ganancia (p). Algún tecnócrata podría decir que los números no son correctos; pero el punto relevante es que solo la fuerza de trabajo aportada por el trabajador genera riqueza, que los productos del trabajo social se los apropia la empresa pública o privada, quedándose con la plusvalía y obteniendo una ganancia y en el proceso el trabajador se queda con un salario que nunca le alcanza para sobrevivir con su familia.

El obrero, sin embargo, solo es dueño de su fuerza de trabajo, no posee ni siquiera una llave de tuercas. Con su salario el trabajador trata de acceder a productos y servicios que necesita su familia para sobrevivir, educarse y atender su salud. La empresa, que además del salario, debe entregarle al trabajador equipos e implementos y condiciones y medio ambiente de trabajo seguros, no siempre lo hace o no siempre de manera completa y oportuna. Si los trabajadores plantean que el salario es insuficiente la empresa siempre hace resistencia o aumenta el salario lo mínimo posible y, con la complicidad de los sindicatos, extiende la duración de los contratos colectivos, alarga las jornadas de trabajo, paga bonos complementarios por alimentación, entrega bolsas de comida o ayudas de medicinas; y de esta manera la empresa protege sus ganancias.

El patrono o el directivo de la empresa le dice a los trabajadores “somos una gran familia”, “todos somos trabajadores”, “el bienestar de la empresa es el bienestar de todos”, y en este mensaje le hacen coro los sindicatos del régimen, que en vez de estar al servicio de los trabajadores están al servicio de los patronos. Cuando llega una crisis y aumenta el inventario de productos que no se logran vender, los trabajadores sufren las consecuencias: despidos, permisos no remunerados, reducción del salario, alargamiento e intensificación de la jornada de trabajo, reducción o eliminación de beneficios contemplados en contratos colectivos.

¿Qué pasaría si en un acarreo de Urea en camiones se detectara que 400 kilos de producto se quedaron pegados en el fondo del cajón? Lo más probable es que la empresa, a través de su personal de seguridad, despedirá a los trabajadores que dieron pié a esta pérdida, porque ese producto le pertenece a la empresa y, más específicamente, porque representa parte de la plusvalía que obtiene la empresa gracias a la explotación de los trabajadores de su nómina. El trabajador que por error u omisión produzca o no detenga perdidas de los materiales producidos, comete el pecado de atentar contra la plusvalía que se apropia la empresa; y como todo pecador, debe ser castigado. En algunos casos el trabajador no solo es despedido, sino que puede ser calificado como delincuente y pasado a manos de los tribunales y la cárcel.

Si todos o una parte de los trabajadores deciden paralizar las operaciones en solidaridad con el trabajador despedido. Ya sea que paren solo la producción o solo los despachos de los productos terminados, inmediatamente serán sujetos de la acción patronal. Primero llegará el sindicato en tono conciliador, prometiendo negociar con el patrón para reincorporar al trabajador despedido, pero levantando la huelga de los obreros. Pero si los obreros persisten en su huelga y en sus exigencias, se comienzan a activar los mecanismos represivos en los que actúan de manera conjunta, con el respaldo de la ley, los patronos, el sindicato, los cuerpos represivos, los tribunales y el ministerio del trabajo.

En abril de 2020 ocurrió que un sector de los trabajadores petroquímicos solicitó al patrón (sin el apoyo del sindicato, como era de esperarse): a) Un salario de 500 USD mensuales, porque el actual no alcanza y estiman que con eso cubren sus necesidades más elementales, b) Pago de reembolso de gastos médicos y escolares, c) Entrega mensual de una dotación de productos de higiene y limpieza para sus hogares, d) Entrega mensual de 2 cajas con dotación de alimentos como complemento a lo que puedan comprar con su salario. Fue una solicitud tímida, en un comunicado que dirigieron a los funcionarios directivos de la empresa. Pero fue una acción valiente e importante, considerando la histórica pasividad de los trabajadores petroquímicos y petroleros y considerando que el sindicato es descaradamente patronal. Para esta exigencia no hubo respuesta y ni siquiera promesas recibirán; pues ninguna empresa del Estado puede sentar el precedente de aplicar un salario como este. La exigencia persistió en mayo y se pudo observar como los trabajadores comenzaron a expresar su descontento trabajando con desgano, algo parecido a lo que en Venezuela llaman “operación Morrocoy”, en alusión al lento caminar de las tortugas. Los trabajadores no se han puesto en movimiento para pasar a emprender un conflicto por aumento salarial. Han estado por décadas viviendo la ilusión de la aristocracia obrera que los hizo históricamente pensar como pequeñoburgueses y sometidos al discurso meritocrático, patriótico, de defensa de la economía nacional y del falso anti‑imperialismo. Ahora los salarios y “beneficios” de los trabajadores petroquímicos están por debajo del promedio y son muchos los que optaron por retirarse de la empresa para emigrar en búsqueda de mejores ingresos. El descontento está allí presente, sin un sindicato que lo canalice hacia la lucha reivindicativa o sin una organización de base alternativa, un comité obrero de base o algo parecido. ¿Seguirán siendo los trabajadores petroquímicos, al igual que los petroleros, trabajadores pasivos, con sindicatos patronales y presa fácil de la politiquería de todos los gobiernos y movimientos oportunistas? ¿Podrán pasar del descontento a la acción? Los mecanismos de la explotación del trabajo asalariado siguen su curso, apretando cada vez más el torniquete miseria que asfixia a los trabajadores y alimenta su indignación.

Está demostrado que los trabajadores organizados en verdaderos sindicatos de clase o comités obreros de base, tienen en sus manos la huelga como su principal arma, que debe estar dirigida a la paralización de las operaciones y los despachos de las empresas y así amenazar el tesoro más preciado de los capitalistas: la ganancia. Solo con la huelga los trabajadores podrán presionar a los patronos al exigir aumento salarial, reducción de la jornada de trabajo, dotación de equipos de protección personal, condiciones y medio ambiente de trabajo seguros, así como la reincorporación de trabajadores despedidos o detenidos. Está demostrado que toda lucha obrera deberá ir más allá de las fronteras de una sola empresa, para no quedarse aislada y convertirse en un movimiento huelgario coordinado, en el que participen trabajadores de diferentes empresas y ramas de actividad económica, unidos en la exigencia de un pliego único de reivindicaciones. Las formas de poner en práctica la protesta y la movilización pueden ser diversas, según las realidades locales, pero lo importante es que las acciones sean coordinadas y las exigencias se presenten unificadas. La paralización de la producción, el despacho y la movilización de mercancías es fundamental para que la lucha unitaria de los asalariados logre vencer la resistencia de los capitalistas. También son importantes los piquetes de agitación y las concentraciones en sitios donde se pueda repartir propaganda y dar a conocer la situación de los trabajadores y las exigencias planteadas. Un movimiento de reivindicativo de clase no podrá tomar fuerza contando con los sindicatos actuales y tendrá necesariamente que construirse desde la organización unitaria por la base en cada localidad.

Ahora que la crisis capitalista se agrava en todo el mundo, acelerada por los efectos de la pandemia del Covid‑19, los capitalistas de las empresas públicas y privadas, junto a sus gobiernos, se comportarán como fieras heridas, por la merma de su tasa de ganancias. Y esto no es diferente en los países cuyos gobiernos se autodenominan “socialistas” y “obreristas”, que pretenden que los trabajadores carguen con el peso de la crisis, en algunos casos manteniendo empleos, pero a cambio de salarios de hambre.

Los trabajadores no pueden seguir pasivos y en cada país deben reaccionar organizándose, dándole la espalda a todos los llamados a la paz social, a la defensa de la economía nacional, de la patria y de la nación, porque esos llamados se traducen en la inacción de la clase obrera para colocar sobre sus hombros el peso de la crisis. Que la pandemia no se convierta en un chantaje para desmovilizar a los trabajadores. Se pretende que los trabajadores se movilicen por miles para producir y garantizar las ganancias de los capitalistas, pero que se desmovilicen cuando se trata de exigir reivindicaciones.


– POR AUMENTO LINEAL DE SALARIOS!!
– POR CONDICIONES SEGURAS DE TRABAJO!!
– CONTRA LOS DESPIDOS Y DETENCIONES DE TRABAJADORES!!
– PAGO DE SALARIOS COMPLETOS A DESEMPLEADOS!!

 

 

 

 


Los trabajadores de la salud no solo necesitan aplausos
Los trabajadores necesitan mayores salarios, reducción de la jornada laboral y condiciones y medio ambiente de trabajo seguro e higiénico
Pero esto solo se conquista con unidad, organización y lucha de los trabajadores

Las redes sociales y los medios de comunicación divulgan videos donde desde ventanas y balcones se aplaude, en cualquier ciudad del mundo a enfermeras y enfermeros y a los trabajadores de la salud en general que son catalogados como héroes que se han plantado en la primera línea de batalla sanitaria contra el Covid‑19. Pero esa campaña hipócrita y cínica entra en contradicción con los bajos salarios que reciben los trabajadores de la salud en todo el mundo, con las deplorables condiciones y medio ambiente de trabajo, con las extensas jornadas laborales o el alto número de pacientes por enfermera o enfermero.

En países con servicios públicos de salud en América Latina y el Caribe es común encontrarse con trabajadores laborando en hospitales y centros de salud, sin adecuados servicios de agua y electricidad, sin aire acondicionado, sin dotaciones para la limpieza y la higiene de las instalaciones. También es común que los trabajadores no cuenten con dotación de indumentaria y equipos de protección personal y bioseguridad. Y ahora con la crisis sanitaria del Covid‑19 se exige a los trabajadores de la salud atender a las masas de infectados, sin casi ninguna protección y en algunos casos hasta sin el apoyo con logística de transporte y alimentación, pese a las difíciles condiciones para su movilización en el tránsito desde sus casas hasta los centros de trabajo y pese a lo que es difícil costear sus raciones de comida. En las clínicas privadas la situación no es diferente. Durante la cuarentena en Venezuela, se ha restringido el suministro de gasolina en el país y los bancos están cerrados. El personal de enfermería tiene que ir a sus guardias a pesar de las dificultades para conseguir transporte y pagar pasaje. En las regiones fronterizas de Venezuela con Colombia y con Brasil se presentaron importantes movimientos de migrantes venezolanos retornando a su lugar de origen empujados por el desempleo y la depresión económica, y con ellos se sobrecargaron los sistemas sanitarios y de prevención del Covid‑19, que terminaron recayendo en los trabajadores, sobrecargados de trabajo y desprovistos de las mínimas condiciones de protección personal.

No debe sorprendernos que dentro de los infectados y parte de los muertos por la pandemia se encuentren notoriamente trabajadores de la salud. Pero, cuando los trabajadores de la salud han resultado infectados e incluso muertos, los patronos de los servicios clínicos y hospitalarios, públicos y privados, se resisten a calificar esto como enfermedades ocupacionales o accidentes de trabajo. Los patronos no están dispuestos a asumir los costos que implica calificar estas situaciones como accidentes de trabajo o enfermedades ocupacionales. La defensa de la ganancia y de la plusvalía une a las instituciones públicas y privadas de la salud.

La OMS establece que debe haber al menos 1 enfermera por cada 250 habitantes. Diferentes organismos internacionales han indicado desde hace años que existe un déficit de personal de enfermería en América Latina. El personal de enfermería representa más del 60% de la fuerza de trabajo en el sector salud y cubre el 80% de las necesidades de atención. El 90% del personal de enfermería son mujeres. En América Latina y el Caribe hay en promedio 13,8 enfermeras por cada 10.000 habitantes. Se estima que Venezuela tenía 1 enfermera por cada 880 habitantes en 2001 y que había 1 enfermera por cada 1.062 habitantes en el 2018. Con la complicidad de los sindicatos, los patronos han colocado una enorme carga de pacientes por cada enfermera. En 2018, había 27.200 enfermeras y enfermeros en Venezuela. Según el estándar de la OMS, debió haber 115.548. El salario de una enfermera recién graduada de licenciada es el equivalente a 4,52 dólares, llegando a ser de 269 dólares en el 2011. El deterioro del salario ha sido dramático. En agosto de 2018, las enfermeras con el escalafón más alto ganaban el equivalente a 1,04 dólares mensuales; 0,47 centavos de dólar el escalafón más bajo. En abril de 2020, el sueldo más alto al que podía aspirar una enfermera era de 6,02 dólares al mes. Antes de la cuarentena había enfermeras que atendían entre 30 y 40 pacientes durante un turno en Emergencias, cuando la relación debería ser de 3 pacientes por enfermera. Algunas situaciones específicas ameritan 3 o 4 enfermeras por paciente, según la gravedad de la emergencia. Esta es una tragedia para los trabajadores de la salud, sometidos a una intensa sobre-explotación, y para los trabajadores asalariados que son los principales usuarios de estos servicios en caos, luego de ser enfermados o lesionados en sus centros de trabajo.

Sueldo de las enfermeras en Venezuela No fue sino hasta 1980 que se publicaron lineamientos sobre el lavado de manos como medida higiénica esencial. En 2019, al menos 78% de los hospitales en Venezuela reportaron fallas con el suministro de agua, y 63% fallas de luz. Hay enfermeras que trabajan en su guardia con tapabocas de tela. Saben que no son los adecuados: no filtran como las mascarillas clínicas que no tienen en su trabajo. Tampoco tienen suficientes guantes ni gorros. Sin medidas de protección, se pueden producir infecciones asociadas a la asistencia sanitaria, lo que se conoce como enfermedades nosocomiales; esas que se adquieren durante la estancia en el hospital. El personal puede contagiarse y transmitir enfermedades a los pacientes. O al revés. O los pacientes pueden contagiarse entre ellos. Las enfermeras y enfermeros llevan a sus casas una variedad de microorganismos patógenos. Cuando una enfermera llega a su casa no tiene agua. El uniforme se debe dejar en remojo, con agua caliente y cloro, pero estos trabajadores generalmente no tienen dinero para comprar detergentes ni blanqueadores. Este es un costo sanitario que el gobierno y los patronos colocan sobre los hombros de los trabajadores.


Los aplausos se acaban cuando los trabajadores exigen mejores salarios

El Colegio de Enfermería de Distrito Capital (Caracas) ha exigido un salario base de 600 dólares para todos los rangos. El último aumento salarial que recibió el gremio fue una medida presidencial, que no se consultó previamente a los trabajadores del sector. “Hay enfermeras que ni siquiera tienen para comer porque el sueldo no les da – dice Ana Rosario. A veces la poca comida que se llevan al hospital la comparten con algún paciente que no tiene. La mayoría está sobreviviendo de un segundo trabajo. Algunas decidieron dejar de ejercer y están haciendo cursos de cosmetología; otras están haciendo tortas, vendiendo cigarrillos en la calle. Pasaron a la economía informal para resolver la situación de subsistencia”. Diez días después de confirmarse los primeros casos de Covid‑19 en Venezuela, la vicepresidenta Delcy Rodríguez hizo un llamado “a los profesionales de salud jubilados para que se incorporen en un plan de voluntariado para que, en caso de ser requerido, los podamos convocar”. Pero la situación de las enfermeras jubiladas es similar y hasta más grave que la del personal activo.


Pliego reivindicativo

Las principales reivindicaciones sobre las que debe levantarse la movilización y la huelga de los trabajadores de la salud son:
     – Aumento de salario por un monto equivalente a por lo menos 600 dólares mensuales.
     – Mejora de las condiciones y medio ambiente de trabajo y aseguramiento de la dotación suficiente y oportuna de implementos de protección personal y bioseguridad.
     – Reducción de la jornada de trabajo (sin reducción del salario) a un máximo de 30 horas semanales.
     – Aseguramiento de una proporción de 3 pacientes por enfermera en todas las instalaciones sanitarias públicas y privadas.
     – Reconocimiento de las infecciones de los trabajadores de la salud por Covid‑19 u otros patógenos como enfermedades ocupacionales y aplicación de compensaciones y beneficios acordes con esto.

Las reivindicaciones que plantean los trabajadores de la enfermería coinciden con las que se plantean para los trabajadores de la educación, tribunalicios y demás trabajadores en general. Ya sean trabajadores industriales, de la logística o del comercio y los servicios, todos tienen que afrontar salarios de hambre. Todos los trabajadores son esenciales, y todos son abandonados a la desprotección, a todos han aplicado el “desconfinamiento” desde el comienzo de la pandemia. Por lo tanto se hace urgente la unidad y organización de todos los trabajadores, de todas las áreas de actividad económica, de todos los oficios, levantando un pliego único de reivindicaciones. Este movimiento debe incorporar decididamente a los trabajadores desempleados y a los jubilados y pensionados.

 

 

 

 

  


Venezuela: incursión armada por encargo (delibery) y montaje cinematográfico
Nueva distracción burguesa para frenar la reanudación de la lucha de clase

Una incursión armada de militares desertores venezolanos, junto a mercenarios norteamericanos, que fue derrotada a principios de mayo por el gobierno venezolano, ha tenido gran difusión mediática. Una manada de analistas y opinadores izquierdosos y de derecha han llenado los medios de comunicación y redes sociales donde se habla de “derrota al imperialismo”, “intento fallido de fuerzas democráticas”, etc, para defender el punto de vista de una o de otra de las fracciones burguesas en pugna, la que está en el gobierno o la que está en la oposición. Al estilo hollywoodense y de la producción de películas de bajo presupuesto, el gobierno burgués venezolano, con la ayuda de una parte de la oposición (y hasta del mismo gobierno norteamericano), ha montado esta caricatura de “incursión militar”.

Ya en el pasado el gobierno venezolano ha hecho esto, porque conoce el valor que tienen estos montajes como una distracción de la atención de la clase obrera ante sus padecimientos diarios por salarios de hambre, desempleo, bienes y servicios impagables, escasez de agua y electricidad, que hunden a las masas asalariadas en el hoyo de la miseria. De esta manera, esta pantomima de “incursión armada” se convierte en una incursión ideológica más contra la psiquis de las masas asalariadas, para frenar la reanudación de la lucha de clases del proletariado.

La pequeña burguesía encarga una incursión armada, de la misma manera como solicita una pizza por servicio delivery, desde la comodidad de su casa y sabiendo que en última instancia serán otros los que arriesgarán el pellejo. Así operan los partidos y grupos oportunistas en todo el mundo, movilizando a las masas en sus pugnas inter-burguesas e inter-imperialistas. El gobierno por su parte mantiene infiltrados dentro de esos grupos y luego cosecha los frutos políticos al poner al descubierto todos estos movimientos conspirativos, agregando todos los elementos de un reality show mediático, al que suma muchas “fake news” o bulos, lanzadas al torbellino de las redes sociales. De los choques entre gobierno y oposición, siempre resulta ganador el poder burgués y la contrarrevolución. De los montajes cinematográficos siempre resulta la distracción, la confusión ideológica, que detiene a la clase obrera, que la aparta de la lucha por sus genuinas reivindicaciones.

Pero no siempre la burguesía logrará distraer y detener a la clase obrera con estas distracciones en las que se unen partidos políticos de izquierda y derecha, sindicatos y medios de comunicación.

Insurgentes muertos y detenidos, decomiso de equipo militar, copia de un contrato firmado entre mercenarios norteamericanos y dirigentes opositores, videos con las declaraciones y confesiones de los detenidos en las que delatan a los autores intelectuales y el apoyo recibido de los gobiernos de Colombia y Estados Unidos, evidencias de choques y división interna dentro del grupo invasor ¡y hasta movimientos de la flota de guerra norteamericana en el Caribe!: todas las piezas para una de esas miniseries televisivas que emboban a la pequeña burguesía y que contribuye con la dictadura mediática e ideológica de la clase dominante, que aparta al proletariado de su realidad y de la lucha por sus verdaderos intereses.

Nada bueno ha traído a los trabajadores el choque entre las fracciones burguesas que se disputan el control del gobierno en Venezuela:
     – Reforzamiento de los mecanismos y el aparataje policial, militar y judicial con el que se reprime a la clase obrera ante cualquier intento de huelga reivindicativa o reanudación de la lucha de clase, que es catalogada como conspiración “apátrida” o “pro‑imperialista”.
     – Reforzamiento de campañas mediáticas e ideológicas con mensajes interclassistas y patrióticos, nutridos con fake news, chimes y corrillos banales en las llamadas redes sociales, que distraen la atención de los trabajadores y los apartan de su lucha por aumento salarial y mejora de las condiciones y medio ambiente de trabajo.
     – Reforzamiento de la integración de los sindicatos actuales al Estado burgués y como instrumentos que se mueven dentro de la clase con el respaldo de la ley, de los patronos y el gobierno, para dividir y desmovilizar a los trabajadores.
     – Justificación para que el gobierno extienda en el tiempo un decreto de “Estado de Alarma” para tomar medidas económicas, políticas y policial-militares para mantener a raya cualquier estallido social de las masas empobrecidas y para proteger los intereses de la burguesía y las trasnacionales en las condiciones de crisis y el impacto de los controles a la pandemia del Covid‑19.
     – Sacar provecho político ante los preparativos para las próximas elecciones parlamentarias y arrastrar a las masas asalariadas hacia el voto como falsa salida a la crisis que llevan sobre sus hombros.

El proletariado en Venezuela y en todo el mundo deberá apartarse de todas estas distracciones que monta la burguesía y su aparataje mediático y enfocarse en su lucha por la exigencia de aumento salarial, contra la burla de los bonos, por pago de salarios completos a jubilados, pensionados y desempleados, por aseguramiento de equipos de protección personal a todos los trabajadores, por reducción de la jornada de trabajo.

Y al calor de la lucha, ir construyendo una organización de base que garantice la unidad de acción de la clase trabajadora, que vaya más allá de las fronteras de una sola empresa y de las divisiones artificiales por razones de oficio, actividad económica, nacionalidad, etc, poniendo en el centro la unidad por las reivindicaciones comunes en la lucha contra la explotación capitalista. En esta lucha los trabajadores necesariamente deberán romper con los sindicatos actuales y con todos los partidos y movimientos de izquierda y de derecha que convocan a los trabajadores a la paz social, la conciliación de clases y la falsa salida de elecciones de parlamentarios y gobernantes.
 

 

 

 

 


El racismo esta en defensa del sistema capitalista
Sólo la clase obrera podrá erradicarlo

La violencia aparentemente ciega ejercida por los agentes del Estado burgués, en las últimas semanas en los Estados Unidos y la misma enérgica respuesta por parte de los trabajadores en general, requiere de cierto análisis histórico.

Rápidamente vienen al recuerdo las protestas y motines, provocados por el asesinato de Martín Luther King Jr. en 1968, así como aquellos que siguieron después de la absolución de los policías que masacraron a Rodney King en 1992. Y más recientemente la revuelta de Boltimore del 2015, consecuencia del asesinato de Freddy Gray, recordando que hasta ahora no ha sido condenado ningún policía por la justicia burguesa en este caso. Estos y otros episodios tienen en común la extensión de la respuesta del proletariado negro.

Sin embargo, a pesar de las respuestas vigorosas, como las actuales, el mismo ciclo de brutalidad y asesinato continúa repitiéndose ¿Por qué esta violencia burguesa continua? Y ¿Hay algo que pueda detenerla?

En 1919 Rosa Luxemburgo escribía “La mejor defensa es golpear con energía”. La respuesta del proletariado a cualquier ataque contra él, solo puede consistir en tratar de superar la fuerza de éstos.

Las acciones destinadas a conquistar los derechos prácticos para los proletarios, solo son posibles a través de organizaciones de trabajadores extensas y fuertes.

La única riqueza que los trabajadores poseen en el sistema capitalista, está en la capacidad de trabajar. La burguesía se apropia de tal fuerza de trabajo, obligando al proletario a venderla, a cambio del mínimo salario posible para sobrevivir.

Estos son también los fundamentos del racismo en Los Estados Unidos, como en cualquier otro país moderno. Los trabajadores de color ganan por los mismos trabajos, mucho menos que los blancos, esto hace depreciar toda la fuerza laboral. Favoreciendo obviamente a la clase burguesa. Debido a que los trabajadores, divididos por raza, están obligados a competir el uno contra el otro, el salario de cada uno de ellos se mantiene bajo y la fuerza de los trabajadores se reduce a cero.

La policía hace cumplir este orden social dentro del país, como el ejército, a través de las guerras imperialistas, a los desheredados, en el exterior.

A los proletarios blancos, les son inculcadas las peores mentiras racistas, para disuadirlos de organizarse junto a aquellos de otras razas, en torno a su causa común.

De hecho está ocurriendo una guerra civil entre la clase burguesa y su fuerte Estado, contra el grupo interracial de la clase trabajadora. Esta persecución de las minorías es una desviación interna de esta guerra y por lo tanto, continuará y se volverá aún más severa mientras continúe el poder de la clase burguesa.

El movimiento antirracista actual, por lo tanto, comete un grave error al ignorar las bases de clase del racismo y establecer la acción bajo una concepción de la raza, con la ilusión de poder obtener una tregua del Estado burgués.

Entonces, la única fuerza real que puede responder a la violencia racista, solo puede ser una fuerza de clase revolucionaria: el movimiento de la clase trabajadora, destinado a abatir la dominación política de la burguesía.

Sólo la conquista del poder político y la socialización de los medios de producción, podrá acabar con las condiciones miserables del proletariado de cualquier color.

Pero esto no es suficiente, también es necesario que la clase obrera se organice para su defensa. En esta sociedad los trabajadores sólo pueden resistir a la opresión burguesa mediante la huelga. Como dice una vieja canción de los IWW, “Sin nuestro cerebro y nuestros músculos no gira ni una rueda”. La huelga es la alineación de los trabajadores que toman partido contra la burguesía, su ideología y su propaganda racista. Con las huelgas es posible arrancar las reivindicaciones inmediatas, que los trabajadores negros en particular, necesitan desesperadamente.

En el transcurso de esta batalla social se construirán los sindicatos de los trabajadores, órganos de lucha que en el periodo revolucionario, podrán ser dirigidos por el partido comunista para el enfrentamiento final revolucionario.

Y no serán los actuales sindicatos, vendidos al régimen burgués, que se oponen a cualquier lucha. Estos sólo existen para dispersar la lucha de los trabajadores, dirigiéndola hacia vías leguleyas, electorales y burocráticas. Y los nuevos sindicatos de la clase trabajadora, surgirán contra estos sindicatos colaboracionistas.

El rol del partido es demostrar su capacidad de dirigir esta batalla inmediata, en modo tal que la clase llegue preparada al momento revolucionario.


Como luchar contra la violencia racista

Vemos como los trabajadores han buscado defenderse de los efectos de la pandemia. Las acciones sindicales que han habido luego del inicio la epidemia del covid‑19, muestran el poder que las huelgas inmediatas pueden tener. Una ola de huelgas ha estallado entre marzo y abril, cuando los patronos pusieron en riesgo la salud de los trabajadores. La mayoría de estas huelgas fueron espontaneas, organizadas sin la aprobación del sindicato y hasta sitios de trabajo no sindicalizados.

Como decenas de miles de trabajadores se atrevieron a ir a la huelga, para protegerse a sí mismos y a sus compañeros, en más de 300 puestos de trabajo, rápidamente obtuvieron concesiones, incluidas condiciones de trabajo más seguras, además de beneficios por enfermedad.

Estas victorias muestran que los trabajadores tienen la capacidad de luchar contra las amenazas a su existencia. Y pueden del mismo modo combatir el racismo en los puestos de trabajo y por la justeza salarial. Estos abusos son igualmente inmediatos como generalizados, e igualmente graves como consecuencias de la inacción de los trabajadores.


Lo que los comunistas tienen que decir a quienes protestan contra el racismo

La magnitud de las protestas que estallaron después del asesinato de George Floyd, demuestra que la generalidad de los trabajadores reconoce que su muerte, es sólo un episodio de la común actitud del régimen actual, de perseguir a los individuos de color.

No todos están conscientes que este es el régimen del capital y que la violencia racista es un componente de la guerra burguesa contra el proletariado en general, pero reconocen que los diversos casos de brutalidad policiaca, no son en ningún modo hechos aislados.

El papel de los comunistas es aquel de mostrar a quienes se indignan y salen a la calle, que el capitalismo es la raíz de esta monstruosidad, que sólo el movimiento de la clase obrera, dirigida por el partido comunista podrá detenerla.


¡Trabajadores!

¡Vuestra única defensa es la organización y la lucha como clase!
¡La respuesta al racismo es la revolución comunista!
¡Sólo en el Partido Comunista esta la anticipación del comunismo y la conciencia de la vía para llega a él!

 

 

 

 


Solo el proletariado, en la lucha de clase contra la explotación del capital, podrá superar la sujeción social de razas, nacionalidades, género y religiones

El desarrollo industrial y la explotación del trabajo asalariado conducen inevitablemente al desarrollo de grandes asentamientos industriales y de servicios. Aquí el proceso productivo concentra masas humanas de las cuales deriva la fuerza de trabajo que por sí sola genera plusvalía. Es así como en las ciudades están separados los barrios donde viven las familias proletarias, compuestos por trabajadores activos, jubilados y desempleados: en todas las metrópolis del mundo, la división entre la clase burguesa y clase obrera también se expresa en la ocupación del territorio. Las urbanizaciones residenciales de los burgueses se oponen a los barrios populares y las barracas, chabolas o barrios más pobres donde se alojan los desempleados, los que viven de trabajos irregulares y los sub‑proletarios. A veces se forman barrios de inmigrantes, divididos por país de origen: en los Estados Unidos, los guetos de asiáticos, irlandeses, latinos y negros. Pero a menudo en los barrios proletarios se unen familias de diferente color de piel o de nacionalidad.

En América Latina, la separación del proletariado en base a la raza no es la regla como en Norteamérica. Las diferencias raciales tienen su peso social entre los miembros de la burguesía y parte de la pequeña burguesía, pero en el proletariado cuentan poco, porque son en gran medida una población mestiza con una presencia significativa de negros y nativos. En el Caribe, muchas poblaciones son negras, en Haití, Trinidad y Tobago, Curaçao, Grenada, Guyana, así como en algunas regiones de Brasil, Colombia y Venezuela. En América Central y del Sur también hay una gran cantidad de cruces de personas blancas, negras e indígenas. En países como Ecuador, Perú, Bolivia y Paraguay, la población indígena es significativa.

En la mayoría de los países del continente americano, la oferta de mano de obra excede significativamente la demanda. Además del desempleo medido por las estadísticas, está el oculto, de los trabajadores de la llamada “economía informal”. Es por eso que los salarios son bajos: la burguesía tiene en América enormes ejércitos de reserva que le permiten pagar el “salario mínimo” y mucho menos. Aquí el contraste social surge más bien de la competencia entre los asalariados nativos de un país y los inmigrantes. Los trabajadores de diferentes regiones del mismo país también compiten por puestos de trabajo.

 
La misma mercancía en diferentes contenedores

Este choque entre proletarios empleados y desempleados es un componente estructural en el funcionamiento del sistema capitalista, que permite a la burguesía mantener bajos los salarios y defender las ganancias. Todo sirve para dividir el mercado de la oferta de trabajo oponiendo a hermanos y hermanas de clase: el sexo, la raza, la nacionalidad, la fe religiosa, la edad, la opinión política... la burguesía alienta y exacerba la mínima diferencia en la mercancía fuerza de trabajo. Aplica salarios y condiciones de trabajo desiguales mientras ahorra costos. Además, retarda la organización unitaria y la lucha sindical.

Por otro lado, los medios burgueses nunca dejan de superponer una motivación particular, no de clase, en cada lucha proletaria. Si los trabajadores agrícolas en el norte de México se declaran en huelga por mejores salarios, la prensa los retrata como indígenas en una revuelta. Los partidos oportunistas, los sindicatos actuales del régimen, los medios de comunicación, la iglesia, la industria cinematográfica, toda la superestructura capitalista imponen una ideología que impulsa la división del proletariado y su sumisión económica y social.

Las diferencias raciales tienen su origen en la genética, a la que se superponen las tradiciones históricas, étnicas y de nacionalidad. Pero en la sociedad capitalista, cada vez más interconectada, estas determinaciones raciales y culturales tienden a perder cada vez más importancia. Si esto no sucede – por el contrario, a menudo se exacerban, obligándonos a revivir dolorosamente “un pasado que no pasa” – es por precisos intereses de clase, por motivaciones sociales. Si el capital tuviera interés en tratar a los hombres con el cabello rojo, que es un rasgo hereditario, como los negros en los Estados Unidos o los rohingya en Birmania, existiese la raza de los crines-rojas. Para el funcionamiento del modo de producción y para la acumulación de capital, la raza y la nacionalidad son muy poco relevantes. Lo relevante es que una clase social tiene control sobre el capital y los medios de producción, y otra solo tiene la fuerza de trabajo para alquilar a cambio de un salario.

Los trabajadores, hombre o mujer, niño o adulto, de piel negra, blanca, amarilla o mestiza, de su etnia o nacionalidad, son todos portadores de la misma mercancía, pero para el capital cada uno tiene “su precio”.


Cuál es la respuesta de la clase

Contra esta monstruosidad capitalista que ha reducido al hombre a una mercancía, debe imponerse la revuelta, ideal y material, de la clase obrera, que finalmente, en una sociedad comunista, ya no más asalariada, liberará la evidencia banal de que un hombre, sin mediaciones mercantiles, es, simplemente un hombre.

Hoy, sin embargo, los partidos burgueses y falsamente obreros y los sindicatos del régimen no hacen nada, sino recriminaciones, para superar estas divisiones del proletariado.

Muchas veces en la historia del movimiento obrero, en las fases de debilidad y dispersión de las organizaciones generales de clase, han surgido movimientos destinados a defender a los obreros de una determinada raza o nacionalidad, para oponerse a los maltratos, las vejaciones y la explotación por parte de los burgueses y de su Estado. Además de la defensa estrictamente sindical, existen asociaciones, de tipo interclasista, para la protección contra el acoso policial o la defensa de los intereses y derechos, por ejemplo, de las comunidades negras en los Estados Unidos, o de los nativos americanos, o de las colonias de inmigrantes.

Evidentemente, un sindicato que surge organizado por separado por grupo étnico, por empresa, por rama industrial, por oficio, es completamente inadecuado para enfrentarse a la clase general de los patronos, como también podría ser un sindicato que deja fuera a los jubilados, pensionados y desempleados. Un sindicato de clase tiende a reunir a todos los trabajadores independientemente de su raza, nacionalidad, ocupación, sexo, creencias religiosas u opinión política. Y está organizado por localidad y no por empresa, de manera de abarcar a toda la clase de los trabajadores.

El Partido Comunista en su interior, entre sus militantes y en sus grupos organizados a escala mundial, no conoce distinciones y está integrado por comunistas sin ninguna otra especificación.

El Partido promueve la acción contra la burguesía por parte del proletariado unido por encima de todas las fronteras, y tiende a resolver los motivos de división en las filas de la clase obrera, tanto en las luchas económicas como en la lucha política por la toma del poder. Y el partido denuncia como oportunista y contrarrevolucionario a cualquier otro partido que se llame a sí mismo obrero o comunista pero que admita el choque entre los asalariados por diferencias religiosas o raciales, o nacionales por la defensa de la patria.

¿Deberíamos los comunistas ser indiferentes a las movilizaciones de los negros, de los inmigrantes, de los indígenas frente a la represión y las manifestaciones de opresión por parte de los gobiernos burgueses? La respuesta es ciertamente no; no somos indiferentes a estas expresiones de resistencia contra las viles y odiosas discriminaciones, siempre funcionales a la conservación del régimen actual.

En el caso de los movimientos de asalariados, incluso si son guiados por el oportunismo y utilizados para dar oxígeno a las ideologías pacifistas, democráticas e interclasistas, el partido debe comprometerse con sus militantes e impartir su orientación clara que, sin negar ninguna lucha, incluso débil y parcial, abra la posibilidad de movilización y organización sindical general de clase. En esto chocaremos con todas las posiciones que distorsionan la lucha de clase del proletariado y que lo mantienen atrapado en acciones dispersas, desviando a los trabajadores de la confrontación central con los patrones capitalistas y sus gobiernos.

Así mismo, frente a movimientos reales, de tipo interclasista, contra sometimientos igualmente reales, como el de los negros en los Estados Unidos – que se limitan a la solicitud de derechos civiles y el respeto a la constitución, y la democracia contra el fascismo, de alguna reforma jurídica o electoral o de un presidente o parlamento diferente – el partido, según las circunstancias, puede considerar no adversarlos y combatirlos, cuando las movilizaciones realmente se dirigen contra las vejaciones del régimen presente.

Pero el partido se mantiene rigurosamente fuera de estos movimientos, en sus estructuras bien distintas y visibles, e invita a los trabajadores a no unírseles, y a quienes allí participan, a salir de ellos, para organizarse independientemente en sus formaciones exclusivamente proletarias.

Esta actitud del partido deriva de su siglo de experiencia: los partidos y grupos políticos interclasistas, aunque aparentemente radicales y violentos, al final nunca se unirán al punto de vista y las necesidades del proletariado y, cuando se enfrenten con la decisión de por la cual parte tomar partido, inevitablemente y obviamente elegirán a la burguesía. Pero mientras tanto habrán desviado las preciosas energías proletarias de la lucha real. Esta, después de todo, es la función histórica del oportunismo.

Por lo tanto, el partido debe prepararse para orientar hacia el comunismo y lanzar contra el régimen burgués, al lado de la clase obrera, a todo movimiento real, incluso de naturaleza interclasista, pero expresión de una verdadera sumisión social, por ejemplo, los de las mujeres o de las minorías nacionales o raciales.

Solo con la reanudación de la lucha defensiva de clase se podrá hacer oposición, en el ambiente obrero, al racismo, a la xenofobia y a todas las expresiones y movimientos de división y desconfianza recíproca.

Pero solo con el derrocamiento del poder político de la clase burguesa y de su Estado, y en la sociedad comunista que surgirá, se superará definitivamente cualquier opresión y sentimiento hostil del hombre sobre el hombre.

 

 

 

 

 

 


La colera negra hizo temblar los putridos pilares de la “civilizacion” burguesa y democrática
Il Programma Comunista, n.15, 1965

Antes de que, pasada de la tormenta de la “revuelta negra” en California, el conformismo internacional enterrara el hecho “deplorable” bajo una gruesa capa de silencio; cuando todavía la burguesía “ilustrada” buscaba ansiosamente descubrir las “misteriosas” causas que habían obstaculizado allí el funcionamiento “pacífico y regular” del mecanismo democrático, algunos observadores de ambos lados del Atlántico se consolaron recordando que, después de todo, las explosiones de violencia colectiva de los hombres “de color” no son una novedad en Estados Unidos, y que, por ejemplo, ocurrió uno igualmente grave – sin consecuencias – en Detroit en 1943.

Pero había algo profundamente nuevo allí, en este flamante episodio de ira, no solo vagamente popular, sino proletaria, para los que lo habían seguido no con fría objetividad, sino con pasión y esperanza. Y esto es lo que nos hace decir: la revuelta negra ha sido aplastada; ¡Viva la revuelta negra!

La novedad – para la historia de las luchas de emancipación de los asalariados negros y los sub‑asalariados, ciertamente no para la historia de la luchas de clases en general – es la coincidencia casi oportuna entre la pomposa y retórica promulgación presidencial de los derechos políticos y civiles, y el estallido de una anónima, colectiva, “incivilizada” furia subversiva por parte de los “beneficiarios” del “magnánimo” gesto; entre el enésimo intento de atraer al esclavo maltratado con una zanahoria miserable, que no costó nada, y el instintivo, inmediato rechazo de este esclavo a dejarse vendar los ojos y doblar nuevamente la espalda.

Groseramente, no educado por nadie – ni por sus líderes, la gran mayoría más gandistas que Gandhi; no por el “comunismo” marca URSS que, como tuvo el cuidado de recordar inmediatamente la Unidad, rechaza y condena la violencia – pero entrenados por la dura lección de los hechos de la vida social, los negros de California han gritado al mundo, sin tener conciencia teórica, sin necesidad de expresarlo en un lenguaje articulado, pero declarándolo con sus brazos y en la acción, la simple y terrible verdad de que la igualdad civil y política no es nada, mientras exista la desigualdad económica y que de ésta no saldremos a través de leyes, decretos, sermones y homilías, sino invirtiendo con la fuerza los fundamentos de una sociedad dividida en clases. Es esta brutal laceración del tejido de las ficciones jurídicas y las hipocresías democráticas, lo que ha desconcertado y no podía dejar de desconcertar a la burguesía; es eso lo que nos ha llenado y no podía dejar de llenarnos de entusiasmo a los marxistas; es eso lo que debe hacer meditar a los proletarios inactivos en la falsa lana de algodón de las metrópolis del capitalismo históricamente nacidas en piel blanca.


* * *

Cuando el Norte americano, ya estaba en su vía al capitalismo pleno, lanzaron una cruzada por la emancipación de la esclavitud reinante en el Sur, no lo hicieron por razones humanitarias o por respeto a los principios eternos de 1989, sino porque era necesario romper la economía patriarcal pre‑capitalista, y “liberar” la fuerza de trabajo para que pudiera ser entregada como un recurso gigantesco al monstruo codicioso del Capital. Incluso antes de la guerra de secesión, el Norte alentó el escape de esclavos de las plantaciones del sur: el sueño de una fuerza de trabajo que se ofrecería en el mercado al precio más bajo y que, además de esta ventaja directa, le aseguraría comprimir los salarios de la fuerza de trabajo ya asalariada, o al menos no dejarlos subir. Durante y después de esa guerra, el proceso se aceleró rápidamente y se generalizó.

Era un paso históricamente necesario para salir de los límites de una economía ultra atrasada; y el marxismo lo saludó, pero no porque ignorase que, “liberada” en el Sur, la mano de obra negra encontraría en el norte un mecanismo de explotación ya listo y, en algunos aspectos, aún más feroz. Libre, el “buen negro” habría sido, en palabras de El Capital, de llevar su piel al mercado laboral para que se curtiera: libre de las cadenas de la esclavitud del sur, pero también del escudo protector de una economía y de una sociedad basada en relaciones personales y humanas, en lugar de las impersonales e inhumanas; libre, es decir, solo, es decir, desnudo, es decir, indefenso.

Y, en realidad, el esclavo que huyó al Norte se dio cuenta de que no era menos inferior que antes; porque se le pagó menos; porque carecía de calificaciones profesionales; porque estaba aislado en nuevos guetos como el soldado de un ejército industrial de reserva y como una amenaza potencial de desintegración del tejido conectivo del régimen de propiedad y apropiación privada; porque estaba segregado y discriminado como alguien que debe sentirse no un hombre sino una bestia trabajadora, como tal, entregándose al primer postor, no pidiendo ni más ni menos.

Hoy, un siglo después de la supuesta “emancipación”, se le concede la “plenitud” de los derechos civiles en el mismo acto en el que su ingreso promedio es terriblemente más bajo que el del conciudadano blanco, su salario es la mitad del de su hermano de piel no oscura, el salario de su compañera es un tercio del salario de la compañera del asalariado no “de color”.

Esto en el mismo acto en el que las doradas metrópolis de los negocios lo encerraron en guetos aterradores llenos de miseria, enfermedad, vicio, aislándolo detrás de muros invisibles de prejuicios, moralidad y regulaciones policiales.

Esto en el mismo acto en el que el desempleo, que la hipocresía burguesa llama “tecnológico” (para decir que se trata de una “fatalidad”, de un precio que se debe pagar para progresar, de una culpa que no es de la sociedad actual) cosecha las víctimas más numerosas en las filas de sus compañeros de raza, porque son las filas de los trabajadores manuales simples y sub‑proletarios asignados a tareas sucias y fatigadoras.

Esto en el mismo acto en el que, igual que frene a la muerte en los campos de batalla para el compañero blanco, se presenta profundamente desigual frente al policía, al juez, al agente de impuestos, al dueño de la fábrica, al bonzo sindical, al dueño de su vivienda.

Y también es cierto – y absurdo para los recaudadores – que la llamarada de su revuelta estalló en California, donde el asalariado negro promedio gana más que en el Este; pero es precisamente en esas tierras de auge capitalista y de ficticio “bienestar” proletario, donde la disparidad en el trato entre personas de piel diferente es más fuerte; es precisamente allí donde el gueto, ya cerrado a lo largo de las costas atlánticas, se está acercando precipitadamente en presencia de la clase dominante – ¡que es blanca!

Es contra la hipocresía de un igualitarismo escrito jesuitamente en el papel, pero negado en los hechos de una sociedad excavada por surcos de clase muy profundos, que la ira negra explotó virilmente, no muy diferente de cómo explotó la ira de los proletarios blancos intensamente atraídos y apilados en los nuevos centros industriales del capitalismo avanzado, abarrotados en barrios marginales, en los “núcleos”, en los barrios de casuchas de la cristianísima sociedad burguesa, y en ellos “libres” para vender su propia fuerza de trabajo para ... no morir de hambre; ¡Cómo explotará siempre la santa furia de las clases dominadas, explotadas y, para empeorar las cosas, despreciadas!

“¡Rebelión premeditada contra el respeto a la ley, los derechos del prójimo y el mantenimiento del orden!”, ha exclamado el cardenal de la Santa Madre Iglesia McIntyre, como si el nuevo esclavo‑sin-cepos-en-los-pies tuviera motivos para respetar una ley que lo dobla hasta el suelo y lo mantiene de rodillas, o si alguna vez habría sabido, el “vecino” de los blancos, que posee “derechos”, o alguna vez habría podido ver en la sociedad basada en el trinomio mentiroso de libertad, igualdad y hermandad, algo diferente del desorden elevado a principio.

“Los derechos no se conquistan con la violencia”, ha gritado Johnson. Mentira. Los negros recuerdan, aunque solo sea por haberlo oído decir, que una larga guerra ha costado a los blancos la conquista de los derechos que les negó la metrópoli inglesa; saben que una guerra más larga ha costado a blancos y negros, temporalmente unidos en torno a una “emancipación” aún hoy intangible y remota. Ven y sienten todos los días a la retórica chovinista exaltar el exterminio de los pieles rojas en contraste con la marcha de los Padres hacia tierras y “derechos” nuevos, y la ruda brutalidad de los pioneros del Oeste “redimidos” por la civilización de la Biblia y del alcohol. ¿Qué era esto, sino violencia?

Oscuramente, han entendido que no hay un nudo en la historia estadounidense, como en el de todos los países, que no haya sido desatado por la fuerza; que no existe un derecho que no sea el resultado de un choque, a menudo sangriento, siempre violento, entre las fuerzas del pasado y las del futuro.

Cien años de espera pacífica de las magnánimas concesiones de los blancos, ¿qué les han traído, aparte de lo poco que la ocasional explosión de ira ha podido arrebatar, incluso con miedo, de la mano tacaña y cobarde del patrón? ¿Y cómo respondió el gobernador Brown, un defensor de los derechos que los blancos sintieron amenazados por el “levantamiento”, si no con la violencia democrática de las ametralladoras, los garrotes, los tanques y el estado de sitio?

¿Y qué es esto, si no la experiencia de las clases oprimidas bajo todo el cielo, en cualquier color de la piel, de cualquier “origen racial”? El negro, poco importa si era un proletario puro o un sub‑proletario, que gritaba en Los Angeles: “Nuestra guerra está aquí, no en Vietnam”, no formulaba un concepto diferente al de los hombres que “subieron al cielo” en las Comunas de París y Petrogrado, destructores de los mitos del orden, del interés nacional, de las guerras civilizadoras y anunciadores de una civilización finalmente humana.


* * *

No dejemos que la burguesía se consuele pensando: un episodio lejano que no nos toca – la cuestión racial no surge aquí. La cuestión racial es, hoy en una forma cada vez más manifiesta, una cuestión social. Dejemos que los desempleados y los subempleados de nuestro lacerado Sur ya no encuentren la válvula de la emigración; que ya no se apresuren a ser desollados más allá de los confines sagrados. O a perder la vida en desastres no debidos a la fatalidad, a las rarezas impredecibles de la atmósfera, o, quién sabe, al mal de ojo, sino a la sed de ganancias del Capital, a su afán por ahorrar en los costos del material, de los medios de vivienda, de los medios de transporte, de los dispositivos de seguridad, para garantizar un mayor margen de trabajo no remunerado, y tal vez ganar dinero con la reconstrucción que sigue a los desastres inevitables, cualquier cosa menos imprevistos, y siempre hipócritamente llorados.

Dejen que en las barriadas de nuestras ciudades manufactureras y nuestras capitales morales (!!) abunden, más de lo que ya sucede hoy, los parias sin trabajo, sin pan y sin reservas, y tendrán un “racismo” itálico, visible ahora mismo además en las lamentaciones de los norteños sobre los “bárbaros” e “incivilizados” sureños.

Es la estructura social en la que estamos condenados a vivir hoy lo que provoca una infamia similar; es bajo sus escombros que desaparecerá. Esto es lo que advierte y recuerda, a los desmemoriados, dormidos en el sueño ilusorio del bienestar, y a los drogados por el opio democrático y reformista, la “revuelta negra” de California – no lejana, no exótica, pero presente entre nosotros; inmadura y derrotada, pero heraldo de la victoria!

 

 

 

 

 

 


Panorama americano
El movimiento de las Panteras Negras
Il Programma Comunista, n. 5, 1971

En el contexto de la información sobre los movimientos de clase en los EEUU, a los que pretendemos darle un carácter continuo, mencionamos en primer lugar brevemente a las Panteras Negras, el movimiento que hoy expresa mejor la aspiración a la emancipación de la “comunidad” negra, en la lucha cotidiana contra la violencia de la policía, feroz en su reacción contra un estrato social sin peso económico y totalmente abandonado a sí mismo, como es el subproletariado.

El periódico Black Panter es el eco constante de estas batallas y de los problemas de defensa y organización de la “comunidad” que ello conlleva. Sus fotografías son de militantes asesinados, encarcelados, de las manifestaciones y de las luchas contra los policias, de las devastaciones que ellos causan, de los campos de batalla y también de los enemigos asesinados en el enfrentamiento – los “pig” – los cerdos (los policías).

Esta lucha contra un enemigo, que siempre tiene solo la cara del policía “cerdo”, más allá del cual no se puede ver la determinación de clase y política, representa la verdadera alma del movimiento y también su gradual desangramiento en una lucha que no puede afrontar desde la raíz.

Sus dirigentes son golpeados deliberada y repetidamente por la policía, que busca todos los pretextos para participar en una batalla que le permita eliminar los elementos peligrosos – en lo que ha tenido éxito varias veces – como en el ataque en el que fueron asesinados Bunchy Carter (miembro del “ministerio de la defensa”) y John Huggins (del “ministerio de información”) y en el que resultó herido Eldridge Cleaver (despues refugiado en Argelia); el arresto y juicio, naturalmente con un veredicto de clase, son la otra vía para esto. El dirigente Huey P. Newton, quien es el teórico del grupo, Bobby Seale y Angela Davis están entre los nombres más conocidos encontrados en estas redadas.

Resulta que actualmente las cárceles estadounidenses “hospedan” al menos a 400 miembros de las Panteras Negras. La policía también ataca las sedes del partido, como ocurrió durante los preparativos de la sesión plenaria de Filadelfia para la “Convención Constitucional del Pueblo Revolucionario”, o sostiene batallas surgidas a partir de episodios específicos, como el maltrato de un niño o un borracho, en los que pronto participan todos los habitantes del barrio. La guerra abierta es el estado normal de vida de una comunidad que se ve a sí misma como un bloque opuesto al resto de la sociedad.

Por encima de todas las diferencias, los miembros de la “comunidad” se sienten unidos por una solidaridad efectiva; de hecho, las Panteras Negras ponen la unidad total de su grupo racial en primer plano y toman incluso la dirección de la más insignificante batalla, sin detenerse – y este es su punto de honor – frente a los escrúpulos morales y legales: no dudan en incluso defender “el elemento criminal”, visto como el resultado de una situación de opresión desesperada.

Las Panteras Negras se presentan efectivamente como representantes del pueblo negro contrapuesto al pueblo blanco. Aquí hay ciertamente un límite teórico. Pero ¿cual partido “marxista” hoy tiene el coraje de defender a un “delincuente” común, un “matón”, para mostrar las conexiones sociales y las aberrantes relaciones de clase que producen estos elementos “asociales” y las rebeliones individuales que pueden encontrar una única vía de salvación al canalizarse en un impulso de revuelta social organizada? La defensa de la acción, incluso individual, de los elementos de su comunidad representa al mismo tiempo el carácter de fuerza y debilidad teórica de un movimiento que va más allá de los límites de clase para reconocer a los de la comunidad racial.

El partido de las Panteras Negras no lucha por el negro como un proletario oprimido, golpeado y arrinconado o empobrecido en todos los sentidos y, como consecuencia, más sensible a la propaganda de la revolución social, sino por el negro en general, dando un peso mucho mayor a las diferencias étnicas que las diferencias de clase. La lucha de clases es reconocida como existente solo en las comunidades individuales, casi como un asunto interno para ellas, y si el llamamiento es hecho abiertamente hacia el subproletariado negro, del cual se reivindica el espíritu de lucha feroz, esto sucede porque en su estado se ve la condición general del negro y porqué se convierte en un medio para la emancipación de la comunidad negra fuera de la emancipación de la clase trabajadora del capital, única condición para la emancipación de todos los estratos oprimidos y la superación de todos los problemas raciales.

La comunidad negra es, sin duda, junto con varias otras minorías raciales, la parte de la sociedad estadounidense que reúne a los elementos más explotados y peor tratados, los trabajadores no calificados sin otro atributo que el de proporcionar fuerza de trabajo en bruto, los desempleados que el “progreso tecnológico” produce y reproduce continuamente, los elementos con ocupación ocasional, “sin dios ni moral”, los “antisociales” y los “matones”, aquellos con el “cromosoma equivocado”, “inclinados hacia la delincuencia”, etc.; pero no debe considerarse absolutamente como una comunidad en sí misma, como un grupo independiente, que puede ser separado de toda la sociedad; de lo contrario, se cae en la utopía por un lado y, por otro lado, en un diseño retrógrado por decir lo menos.

Es perfectamente comprensible que los proletarios y los subproletarios de piel negra, que han permanecido aislados en una lucha en la que solo ocasionalmente reciben apoyo de otros trabajadores, en un país donde la piel blanca equivale a recibir un trato favorable en su puesto de trabajo y en la sociedad – un privilegio que en cierta fase (la de la desintegración de los organismos de clase, políticos y económicos) también se defiende de la competencia de los compañeros de la misma piel en la aplicación de la ley inhumana de la lucha entre hombre y hombre dominante en el mundo del capitalismo – en esta situación, decíamos, es perfectamente comprensible que no vean a ninguno de sus compañeros de clase blancos como sus hermanos. Sobre todo porque el Estado burgués ha entendido hace mucho tiempo que fomentar el odio racial significa evitar cualquier solidaridad de clase capaz de sacudirlo en sus cimientos.

¿Y es justo que aquellos que, en tal situación, con la excusa de la ausencia política de los asalariados blancos, concluyen que los Negros deben “esperar”, concentrar el mas grande desprecio?

Los proletarios combativos, incluso en una pequeña vanguardia, independientemente del color de su piel, deben moverse para arrastrar a las capas indecisas, deben mostrarles la necesidad de organizarse para contrarrestar el desarrollo del capitalismo en sí, su presión abrumadora sobre la clase vendedora de fuerza de trabajo y derribar su dominio. Que dicha organización, debido a una serie de circunstancias, tenga temporalmente una mayoría de asalariados negros, no debe cambiar nada al carácter no racial de la organización misma.

Sin embargo, la clase obrera estadounidense se ha mantenido durante demasiado tiempo privada de una conducción política para superar las enormes dificultades que se interponen en el camino de dicho proceso, sin enfrentar una lucha muy dura no solo contra el capital, sino también para descifrar sus intereses de clase y soportar dolorosos sacrificios e intentos condenados al fracaso. Un precio que inevitablemente tendrá que pagar será colocarse momentaneamente siguiendo ideologías impropias, no adecuadas para la lucha de clase proletaria.

El movimiento de las Panteras Negras se ve significativamente afectado por este trágico aislamiento; su error es considerarlo ahora definitivo. Incapaz de llegar por su propia cuenta al análisis de la situación actual, fruto de la victoria de la contrarrevolución que abarcó un período de varias décadas y un área de extensión mundial, buscó un acuerdo con el partido comunista oficial de los Estados Unidos, totalmente anclado a las posiciones del estalinismo, y lo que es peor, llegando entonces inevitablemente a la ruptura en las muy diversas posturas frente al uso de la violencia. Por lo tanto, la búsqueda de contacto con fuerzas más combativas ha llevado a las Panteras Negras al encuentro con los llamados “maxistas-leninistas”, liderados por China por un lado y el “tercer mundo” en general, que aparentemente se encuentran en la misma condición, oprimidos por el mismo imperialismo, y que tienen una guerra nacional contra los Estados Unidos.

Es con este híbrido aporte – que confunde la lucha de independencia (más o menos real) del vínculo con el imperialismo con el de la emancipación de clase – que las Panteras Negras “enriquecieron” sus posiciones anteriores: de ahí la teoría que pone al mismo nivel la lucha de los subproletarios negros y la de los pueblos coloniales, que establece un vínculo entre la metrópolis blanca y la colonia negra dentro del mismo Estado, por el otro, concluyendo que hay una “clase trabajadora de la metrópoli y hay una clase trabajadora de la colonia negra”, con sus intereses propios y divergentes; y que, por lo tanto, afirma la necesidad de organizaciones distintas e incluso opuestas hasta el punto de postular una solidaridad real entre los trabajadores blancos y su clase burguesa dominante, por un lado, y entre los diferentes estratos de piel negra por el otro. En resumen, a la lucha de clases se contrapone la lucha de la “comunidad” de color.

La responsabilidad de esta actitud es, en verdad, atribuida a los proletarios blancos, “parásitos que viven a las espaldas de la humanidad”, y en parte existe tal responsabilidad (vista sin embargo con un análisis y una perspectiva erróneos): pero no parece que las Panteras Negras hallan concebido alguna vez la solidaridad de clase sino es en función de los propios intereses de comunidad, en lugar de hacerlos confluir con los intereses generales de la clase obrera. Además, como hemos visto, la referencia explícita no es a la clase obrera sino al subproletariado en general y al negro en particular: “Somos lumpen (harapientos, miserables) – declara orgulloso Cleaver (ver Quaderni Piacentini, Nr. 42, noviembre de 1970) – El lumpen-proletariado está formado por todas aquellas personas que no han invertido capital en los medios de producción o en las instituciones de la sociedad capitalista; quienes son perpetuamente parte de la reserva del “ejército industrial de reserva”; que nunca trabajaron y que nunca trabajarán”, etc., etc.

El intento es adaptar a esta categoría social una teoría y una táctica, buscando en las razones históricas y sociales de la impotencia política del subproletariado una fuerza y un camino nuevos y originales: el subproletariado, que no teniendo la posibilidad de boicotear la producción con una huelga, y siendo forzado a luchar en las calles, sería más revolucionario, no tendría “ningún opresor directo, excepto quizás la policía de los pigs con la que choca cotidianamente”, y no se entiende que esto también significa su fatal derrota.

Muy diferente es la relación colonia-metrópoli: incluso una colonia tiene una cierta relación de dependencia del país imperialista, pero al mismo tiempo es productora y proveedora de algunos productos, generalmente materias primas, y en algunos casos puede llevar a cabo un trabajo real de chantaje, aunque a menudo está bien preparado para llegar a acuerdos con el imperialismo para la explotación de su propio proletariado. Por lo tanto, no tiene la característica, descrita por Cleaver para el subproletariado, de estar “aislado de la economía”. ¡Nada de eso! Se queja de que está aislada del comercio mundial, que es otra cosa.

También puede notarse de pasada que es errada la aplicación de la guerra de guerrillas como forma de lucha armada: para la colonia tiene su origen en el hecho de que la lucha no puede ser llevada al punto de la destrucción de las relaciones burguesas, pero es solo una forma ejercer cierta presión y cambiar su dirección. El movimiento de clase, por el contrario, sabemos bien que no tiene nada que perder excepto sus cadenas y, por lo tanto, se organiza en una verdadera y propia guerra que debe conducirlo al control total del poder político (por lo tanto, no admite ninguna autonomía local en su interior).

El punto débil de las Panteras Negras es definitivamente la teoría; y esto salta a la vista si se consideran los puntos programáticos. No se trata ni siquiera de un programa político, sino puntos que deberían servir para la movilización de las masas. La “plataforma-programa” se remonta a octubre de 1966, pero se ha venido reivindicando tal cual también hoy, y merece la definición, en el caso más benevolente, de reformismo tradicional, apoyado en una forma de lucha de guerrillas. Los diez puntos reivindican para la comunidad negra: libertad, pleno empleo, vivienda digna, educación adecuada a su historia y raza (punto particularmente retrógrado), exención del servicio militar, cese de persecuciones policiales, libertad para prisioneros negros, tribunales con jurados negros, plebiscito bajo el patrocinio de las Naciones Unidas (sic!) para establecer la voluntad de la comunidad negra; finalmente, piden que se ponga fin a la razzia capitalista y se cumpla la promesa de hace cien años, es decir, el pago de 40 acres y 2 mulas como compensación por el trabajo esclavo y la abolición masiva (¡también aceptado en dinero efectivo!).

Lo que falta es un mínimo análisis político y económico de la vía para conquistar la emancipación (¿y qué es un programa si no la formulación de tesis que expresan tales análisis?): Solo hay una serie de peticiones al Estado dominante, concebido como sus deberes, que también podrán movilizar a grupos explotados sobre el terreno de la violencia, pero no pueden modificar la esencia de las relaciones de clase, excepto en el papel.

Indicativo a este respecto es que se llegue a escribir peticiones a las Naciones Unidas, indicando que debería, “sobre la base de la simple justicia”, llevar a cabo una “acción universal, incluidas sanciones políticas y económicas, contra los Estados Unidos”, culpable del delito de genocidio, según lo definido por las propias Naciones Unidas en la Asamblea General del 9 de diciembre de 1948. Se podría pensar en una pura y simple, aunque muy ingenua, maniobra para hacer “pública” la situación negra, pero la conclusión de la plataforma-programa resumida más arriba da el justo trasfondo “teórico” a la cosa: “todos los hombres fueron creados iguales y dotados por el Creador de algunos derechos inalienables, incluyendo la vida, la libertad, el logro de la felicidad” que conllevan las acciones correctivas habituales del “pueblo” más o menos soberano, cuando, como en el clásico pensamiento democrático-burgués, surge el tirano o los derechos son sin embargo pisoteados.

El movimiento que opone la violencia abierta a la violencia mistificada del Estado democrático y racista de los Estados Unidos, por lo tanto, tiene la intención de actuar dentro de esta sociedad y se reduce a reclamar una cierta autonomía para su propia gente. Admirable en su batalla con la cara descubierta, se mueve sin embargo en un terreno equívoco y sustancialmente antihistórico.

Precisamente, este aspecto, que se cree que está vinculado a las experiencias de los pueblos “heroicos” norcoreano y vietnamita, es la parte retrógrada del movimiento y entra en crisis y contradicción intrínseca a medida que la lucha de clases se desarrolla y reanuda su contenido real, colocando al proletariado como su verdadero protagonista (¡no importa en qué piel!), es decir, la clase que suprime cualquier pretensión de autonomía en todos los campos, desde el de la escuela, de la “justicia”, del “servicio militar”, de la familia, hasta el de organización política, económica, estatal, porque todo está fusionado, en un único movimiento irresistible, el de la clase explotada en su conjunto, guiada por un único partido.

Sin embargo, no hay duda de que la dolorosa experiencia de los proletarios y subproletarios negros, limitados en una lucha por motivos raciales, que ven al frente su propia vía a la real emancipación en las condiciones económicas y sociales dadas, podrá contribuir con sus continuos sacrificios de fuerzas generosas, los asesinatos perpetrados por los defensores del “orden”, los procesos escandalosamente represivos y el mismo racismo que crece en el polo opuesto (todo lo que también puede conducir a un lento desangramiento de las energías proletarias), contribuirá a abrir los ojos al proletariado blanco y no blanco y a generar una vanguardia política que sepa unir en sus filas a todos los proletarios sin discriminación racial. ¡Esta es la esperanza y también el tributo que formulamos para el bien de los negros en valiente batalla, así como la de los blancos en aletargado sueño!

 

 

 

 

 

 


Guerra civil en los guetos negros de los Estados Unidos
Il Partito Comunista n.315, 2015

Explotó de nuevo la revuelta en los barrios negros de los Estados Unidos, el último en Ferguson y Baltimore, esta vez desencadenada por precipitados asesinatos policiales.

Levantamientos siempre recurrentes, que el partido siempre ha saludado como sanas manifestaciones de clase e interpretados, desde el punto de vista del comunismo, como la siempre heroica, natural y espontánea rebelión de los oprimidos. Se deben releer nuestras crónicas e importantes evaluaciones, que ni siquiera podemos resumir aquí, opuestas a las de todos los demócratas: 1964, “Colapso de los mitos de la democracia estadounidense”; 1965, “La cólera negra ha hecho temblar los empapados pilares de la civilización burguesa y democrática”; 1967, “Gloria a los proletarios negros en revuelta” y “Necesidad de la teoría revolucionaria y del partido de clase en América”; 1968, “El verdadero camino para el proletariado negro”; 1971, “El movimiento de las panteras negras”; 1980, “La revuelta de los proletarios negros en Florida”; 1992, “Revuelta de la desesperación en la trágica ausencia de la clase obrera organizada”.

Nosotros, los observadores aquí desde lejos, hemos reconocido en ese odio y en esa manifestación espontánea y colectiva de violencia los sentimientos propios y sinceros de la clase proletaria, de nuestra clase y, inconscientemente, de la abrumadora necesidad de destrucción del presente orden social, económico y político.

Los afroamericanos constituyen “un proletariado en el proletariado”, ese gran reservorio del ejército industrial de reserva que debe existir y existe en todas las sociedades capitalistas y que a menudo se hace coincidir con grupos reconocibles por raza o cultura: extranjeros en todas partes, los católicos en el Ulster, coreanos en Japón, caucásicos en Rusia, en una lista interminable.

Y hoy es “políticamente correcto” decir que las razas no existen. Existen, pero son, para los hombres, más que cromosomas, un producto histórico. Los "negros" son aquellos que – por otras razones hoy en día principalmente de piel oscura – en un determinado momento y lugar ocupan una determinada posición en la sociedad. El racismo es, por lo tanto, un problema de clase y no de raza. Hemos citado: “el negro no es pobre porque es negro, pero es negro porque es pobre”. Los “negros” son aquellos que habitan en cierto vecindario. Si un negro gana dinero, se vuelve mucho más blanco; si un obrero blanco es despedido, inmediatamente y con el tiempo se vuelve cada vez más negro.

Esta implacable sujeción de casta no es, por lo tanto, un remanente de la sociedad pre‑burguesa, ni del legado doloroso de eventos particulares del pasado, como la trata de esclavos de África, ni surge de prejuicios o diferencias culturales, sino que es uno de los productos del moderno, gigantesco, civil, democrático y liberal capitalismo.

Es la igualdad civil entre los ciudadanos del mismo Estado, su igualdad jurídica y su plena libertad individual lo que los transforma en una mercancía. Cada mercancía tiene su valor y su precio en el mercado. Y el precio del trabajo de quienes están en desventaja, que se expresan en un idioma rudimentario, que no han podido estudiar en escuelas prestigiosas, que han nacido en un barrio pobre, que tienen la piel del color equivocado, que provienen de una familia de otra religión, etc., será inevitablemente más bajo.

El racismo es, por lo tanto, inseparable del capitalismo y con él se va difundiendo y encarnando. También es impulsado por la clase dominante para dividir el frente de los explotados, y se apodera de los trabajadores blancos (que en Estados Unidos no por casualidad llaman “clase media”) quienes asignan a sus compañeros más indefensos la culpa de existir, de competir en el mercado laboral y de impulsar los salarios a la baja.

Por lo tanto, la concesión de los burgueses “derechos civiles” nunca podrá resolver la subyugación de la clase obrera, y en particular de los peor pagados y peor tratados. Igualdad por ley de todos los trabajadores que seguramente reclamarán cuando falta, y que la burguesía no concede espontáneamente: lo hizo con los negros estadounidenses solo cuando fue forzada por luchas de calle, ni hoy, por ejemplo en Europa, admite trabajadores inmigrantes, acosados de mil maneras y mantenidos en un estado de inferioridad y de chantaje continuo.

Estados Unidos es un país con un capitalismo floreciente y plenamente afirmado y que con su poder económico y militar ha dominado al mundo entero durante un siglo. Pudo hacerse rico y poderoso precisamente porque las condiciones de su clase obrera son pésimas: bajos salarios, horas de trabajo anuales entre las más altas del mundo, falta casi total de provisiones colectivas, salud, escuelas, pensiones, invalidez. La inseguridad permanente y absoluta es elevada a un ideal y a modelo social.

A partir de estos niveles de precariedad difusa y general de la clase obrera, basta con bajar un escalón para encontrarse en condiciones de absoluta indigencia y de abandono de los estratos inferiores del proletariado. Actualmente se cuentan en California 114.000 personas sin hogar (“vagabundos”), la mayoría de los cuales son ex trabajadores, en Nueva York 80.000, en Florida 41.000, en Texas 28.000, en Massachusetts 21.000. El 23% de ellos son niños y jóvenes menores de 18 años. En muchos Estados, el “vagabundeo”, o dormir en un automóvil, es un delito y se castiga con prisión. En Baltimore, en el barrio llamado “Little Italy”, la mortalidad infantil es la peor en todo el mundo occidental, la esperanza de vida es inferior a la edad para la pensión y se muere 19 años antes que en los barrios ricos de la misma ciudad; el 41% de los habitantes es definido como indigente.

En estas condiciones, la única posibilidad de supervivencia para muchos jóvenes es la delincuencia menor, principalmente el tráfico de drogas y el robo menor. Uno de cada 3 negros estará en su vida al menos una vez encarcelado, uno de cada 10 latinoamericanos, uno de cada 17 blancos. Más de 2 millones son reclusos: ninguna otra sociedad en la historia humana ha encarcelado a tantos de sus ciudadanos, un millón y medio más que China, que tiene una población cinco veces mayor (California Prison Focus). Realmente un método económico para alojar y controlar a los desempleados.

En número creciente los prisioneros son obligados a trabajar casi por nada en las fábricas transferidas a las cárceles: IBM, Boeing, Motorola, Microsoft, Texas Instrument, Dell, Compaq. Los ingresos de solo dos grandes compañías carcelarias, privadas, ascienden a 3 mil millones de dólares al año. La legislación ha sido modificada para permitir encarcelar a largo plazo incluso para crímenes pequeños y policías y jueces intentan arrestar y condenar indiscriminadamente. De esta manera se entiende por qué un negro detenido por la policía intenta, a riesgo de su vida, darse a la fuga.

El capitalismo nunca logrará emanciparse de su opuesto: la esclavitud.

Cuando no están en prisión, los negros pobres son mantenidos encerrados en los guetos por la presión constante de la policía, que tiene plena libertad para golpear, arrestar y matar.

Por lo tanto, vemos las revueltas de los barrios negros como episodios de la guerra civil permanente entre la burguesía gobernante y la clase obrera y como prueba de la impotencia del modo de producción capitalista tanto para mantener a sus esclavos como para obtener su sumisión pacífica.

Pero quienes chocan valientemente con las fuerzas burguesas en armas son solo pequeñas y periféricas partes de la clase, una minoría aislada y prisioneros de los guetos. La otra está igualmente prisionera, material y espiritualmente, en los guetos para los proletarios blancos. Y el Estado burgués, contra unos pocos jóvenes armados solo con piedras y botellas, puede concentrar sus fuerzas, desde miles de hombres de la Guardia Nacional hasta el ejército, impone un toque de queda y amenaza con la ley marcial. El horizonte de quienes luchan sigue siendo el barrio, si no la única calle, no existe una organización que los unifique y una esperanza en un mundo diferente; tanto, que el rencor se descarga en los policías individuales, cuyo castigo se solicita a los tribunales del Estado que los arma.

Así como la clase dominante se prepara para esta guerra general, de la amenaza inminente de la que es plenamente consciente, y refuerza cada vez más sus departamentos armados, equipados recientemente también con ametralladoras y vehículos blindados, la clase obrera debe, hoy, comenzando casi desde cero, reconstruir su tejido organizativo de clase, compuesto primero que todo por sindicatos destinados a defender sus condiciones de vida inmediatas, sindicatos que unan en la organización, en las reivindicaciones y en las huelgas a trabajadores de todas las razas. Estos sindicatos también se ocuparán de las necesidades y demandas de los compañeros desempleados.

Además hoy, en los Estados Unidos, los únicos dirigentes morales y reconocidos representantes de las “comunidades” son los pastores de las infinitas iglesias, todas ciertamente controladas por el Estado, que por principio rechazan la violencia “en ambas partes” y, por lo tanto, vienen a confirmar el estado de cosas presente. Falta otro ideal, una conciencia de clase superior que unifique a los trabajadores de América y del mundo: esta perspectiva, que la historia impone, solo puede ser la del comunismo y del partido comunista, una expresión consciente del odio de clase y la demostración científica de su fuerza y de su destino.

Y esto en América y en todo el mundo.

 

 

 

 

 

 


VIDA DE PARTIDO

La coherente batalla del partido se levanta en el mundo burgués en descomposición
Reunión en Roma, del 24 al 26 de enero de 2020
 


Il PCd’I en la guerra civil

El ataque fascista en Florencia y provincia

La primera acción facista en Florencia y la provincia, ocurre en octubre de 1920. Pero es desde noviembre de 1920 cuando los actos de violencia y terror ocurren con más frecuencia.

El 26 de enero de 1921, unos 150 fascistas organizados, dirigidos por oficiales y seguidos por un pelotón de guardias reales, atacaron la tipografía del semanario "La Defensa", dirigido por Espartaco Lavagnini. Y una fuerza pública puesta al resguardo del periódico, no opuso la más mínima resistencia. Los fascistas entraron en el establecimiento, rompieron la maquinaria y prendieron fuego a la tipografía. Luego impidieron que los camiones de bomberos extinguieran el incendio.

En respuesta el proletariado inmediatamente se declaró en huelga, también en las ciudades vecinas de Prato, Pistoia, Empoli y Arezzo. Por dos días la ciudad de Florencia permaneció completamente bloqueada y en los enfrentamientos que se sucedieron, los fascistas más de una vez debieron probar la ira proletaria.

Dos días después de la quema de “La Defensa”, los fascistas irrumpieron en “La Casa del Pueblo”, pero la población del suburbio de las Curas, no se dejó sorprender y fueron recibidos a piedras y disparos, obligándolos a huir abandonado a sus camaradas heridos. Quienes sólo después que la guardia real los alejó de la furia popular, pudieron ser socorridos por los otros fascistas.

Esta guerrilla rastrera donde las respuestas proletarias siguieron a los ataques fascistas, continuó durante otro mes; hasta el fatídico domingo del 27 de febrero.

Aquel día un grupo de estudiantes y fascistas, escoltados por una cincuentena de carabineros, dieron inicio a un cortejo por las calles de la ciudad. Repentinamente sobre los manifestantes fue lanzada una bomba, que provocó la muerte de un carabinero y una quincena de heridos ¿Quién la lanzo? Se vio claramente que se trataba de un “artefacto de fabricación casera” (así fue definido). De esta forma, no hubo arrestos, ni se abrió ninguna investigación para identificar a los culpables. La burguesía tenía necesidad de atacar al valeroso proletariado florentino y toscano, incluso si para poner en práctica un plan, tenían que poner algunas víctimas del frente burgués. Esta bomba hizo recordar la lanzada en 1878, precisamente en Florencia, por la cual muchos inocentes fueron condenados a “cadena perpetua” y el movimiento de la primera Internacional en Italia fue acabado. Y también la bomba en la Plaza Haymarket en Chicago (USA 1886) por la cual generosos líderes del proletariado en Estados Unidos, fueron condenados y ahorcados. Golpeando así el movimiento de lucha por la jornada de ocho horas laborales.

El “camino rojo” se dio por sentado de inmediato y las primeras víctimas proletarias no tardaron en llegar. Los fascistas asistidos y protegidos por la policía, “cazaban” a los comunistas, cometiendo todo tipo de violencia, que también afectaba a ciudadanos pacíficos.

Se desataron "escuadrones punitivos" para sembrar el terror en la ciudad, una vez uno se dirigió hacia el distrito proletario del Mercado Central, precisamente en el número 2 de la calle Taddea, que albergaba varias organizaciones proletarias, incluida la Federación Provincial del Partido Comunista y la redacción de la publicación "Acción Comunista".

Eran alrededor de las 5 de la tarde y los cuatro guardias reales, colocados para resguardar el edificio, estaban "temporalmente ausentes" y las instalaciones de las diversas asociaciones estaban completamente desiertas, con la excepción de Espartaco Lavagnini "que hacia su trabajo habitual en beneficio de la clase trabajadora". Así fue encontrado solo y desarmado, cuando fue asesinado por disparos de pistolas.

Tan pronto como el proletariado se dio cuenta del crimen, solo tuvo una voluntad, la venganza. Electricistas, tranvías y trabajadores ferroviarios interrumpieron el trabajo de forma inmediata y espontánea, los líderes del Partido Comunista se hicieron cargo de la huelga, extendiéndola a todas las categorías de trabajadores, en la ciudad y la provincia.

El Estado asumió una posición de guerra, los vehículos blindados viajaban por las carreteras de circunvalación, las ametralladoras en techos tenían a tiro los puentes sobre el rio Arno, 4 cañones de 75 mm estaban ubicados en la Plaza del Domo y en la Plaza Vittorio, las calles del centro patrulladas por escuadrones de guardias reales, caballería, y pelotones de soldados, mientras que numerosos vehículos blindados se movían rápidamente de un extremo al centro de la ciudad.

Pero también el proletariado se disponía a la lucha y a la defensa armada en los barrios populares, en particular aquellos que estaban más allá del Arno de San Frediano y Santo Espíritu. Se levantaron barricadas utilizando todo tipo de materiales, el de los sitios de construcción, utilizados para pavimentar las calles; vagones volcados, cajoneras, colchones, puertas de edificios e incluso algunos tranvías. En los techos, los hombres con la banda roja en el brazo comenzaron a apilar tejas, piedras y demás tipo de proyectiles.

En la mañana del 28 de febrero, se produjeron varios tiroteos prácticamente en toda la ciudad, luego alrededor de las 11 una expedición proletaria cruzó el Arno, para asaltar la sede de los combatientes enemigos.

Poco después, fueron los fascistas quienes intentaron atacar la fortaleza proletaria de San Frediano, donde según el prefecto, "acechaban los elementos más peligrosos para el orden público". Entonces el levantamiento popular se desato, fue la exaltación de una guerra civil a escala de la ciudad.

Las escuadras fascistas no tardaron en sentirse abrumadas. En ese momento como acción de defensa de los asaltantes, intervino el ejército empleando además de los habituales carabineros y guardias reales, también batallones de infantería, unidades de bersaglieres y caballería con armamento de guerra, que a cañonazos destruyeron las barricadas levantadas por los proletarios, mientras que estos, desde los techos de las casas circundantes, continuaba disparando contra la tropa.

Mientras la batalla continuaba, la huelga general continuó extendiéndose a toda la provincia y más allá. En Florencia, a través de los equipos de relevos de los ciclistas rojos, los dos comités de agitación comunistas que dirigían el movimiento de huelga y revuelta, se actualizaban rápidamente sobre la evolución de la lucha.

En la mañana del 1 de marzo, con la ciudad paralizada por la huelga general, los habitantes de los barrios proletarios continuaron levantando barricadas y cavando trincheras, para evitar nuevas incursiones del ejército y fascistas, mientras la batalla se extendía a todos los barrios y pueblos vecinos.

Es bueno recordar que fuera del Partido Comunista de Italia, las otras fuerzas políticas estaban escondidas, el Partido Socialista estaba completamente ausente, mientras que los anarquistas participaban en las acciones rebeldes, de forma aislada sin ninguna conexión con

Mientras tanto al final de la mañana del 1 de marzo, el prefecto convocó a las autoridades de la ciudad y a los diputados de los partidos individuales, para elaborar un manifiesto común que invitara a la población a deponer la violencia. Por supuesto, los representantes comunistas se negaron a aceptar tal invitación, mientras que los socialistas aceptaron tranquilamente, sin embargo se declararon impotentes para poner fin a la huelga general, ya que el movimiento estaba completamente en manos de los comunistas. Todos los participantes, incluidos los fascistas, estaban de acuerdo en aceptar la proposición. Como en Bari, Trieste, incluso en Florencia, la burguesía se vio obligada a implorar la paz.

El manifiesto socialista, única declaración que en ese momento nos interesó conocer, después de recordar que "los tristes eventos de violencia habían ofendido a la antigua civilidad de la lucha política en nuestra Florencia", dirigido "a todos los espíritus serenos un llamamiento apasionado por el cese de la bárbara guerrilla" e invitaba a la “reanudación de la fecunda actividad, dirigiendo un pensamiento triste a cuantos en cada campo, han sido víctimas de una ciega violencia”.

Para los socialistas, los asesinos incendiarios fascistas, los artilleros de las ametralladoras y cañones de la policía y el ejército, estaban al mismo nivel que los agredidos, o sus víctimas, los proletarios. Para estos señores, sin importar a que bando pertenecen, los muertos tienen el mismo valor.

Por la noche los dos comités comunistas, anunciaron el cese de la huelga general y un manifiesto del Ejecutivo local afirmaba: “El Partido Comunista de Italia, sección de la III Internacional, toma nota con agrado de vuestra respuesta a la brutal violencia enemiga. Y mientras se empeña en no abandonar la lucha salvaje, impuesta a todo el proletariado por las bandas de saqueadores, siente el deber de recordar a todos los humildes héroes que […] fueron víctimas en la lucha desigual contra artillería y otros medios de defensa que el enemigo todavía dispone para atacar y defenderse. […] Los trabajadores piensan que la lucha decisiva comienza hoy, cada uno está en su puesto de lucha y sabe su deber, con las armas prestas, en espera de las próximas amargas batallas. Por la victoria de los oprimidos contra los opresores”.

Tanta era la indignación del proletariado contra los asesinos de Espartaco Lavagnini, que no todas las categorías de obreros obedecieron las órdenes de reanudar el trabajo. El 2 de marzo la huelga prosiguió y hubo nuevos episodios de violencia y sangre. E incluso cuando una cierta calma regresó a la ciudad, no podía decirse lo mismo de los distritos donde la situación seguía en ebullición. La huelga general continuó en Prato, Borgo San Lorenzo, Signa, Calenzano, Marradi, San Piero a Sieve. Pero también ciudades importantes como Pisa, Lucca, Grosseto, La Spezia, Pontedera y la isla de Elba, habían proclamado la huelga en solidaridad con la revuelta de Florencia.

El balance de las jornadas de Florencia fue ciertamente negro para el proletariado, se contabilizaron una veintena de muertos, 300 heridos, 1500 detenidos y un gran número de proletarios tuvo que emigrar de la ciudad.

Libre de cometer todo tipo de acciones terroristas, con garantía de inmunidad y abierto apoyo de todos los órganos estatales, los fascistas después de las jornadas florentinas, irrumpieron trayendo muerte y terror en amplias zonas de la Toscana. El proletariado se defiende y cuando puede ataca también. A los incendios de la Casa del Pueblo, las redacciones de los periódicos afines, de las Cámaras de trabajo, se responde con el incendio de obras de construcción, villas, granjas, etc. También si la lucha es desigual en los pueblos, el proletariado prepara el contrataque, organizando la defensa armada lo mejor posible.

Se sabía con certeza que uno de los próximos objetivos de las incursiones fascistas sería la ciudad de Empoli, un verdadero bastión revolucionario de la Toscana roja. Cuando el partido se dividió tras el congreso de Livorno, en Empoli la mayoría de los miembros y casi todas La secciones juveniles, adhirieron al Partido Comunista de Italia.

Era inconcebible que la reacción no buscara un pretexto para penetrar en una zona tan importante.

Aunque los fascistas han amenazado repetidamente con hacer una expedición a Empoli, saben que un ataque directo es peligroso. La consigna de ese proletariado es que los fascistas podrían ingresar a la ciudad, pero ciertamente no saldrían con vida.

Se debe encontrar un pretexto para que el Estado burgués intervenga con el ejército. Y el motivo se encuentra enviando a jóvenes marinos como “carne de cañón” a una muerte segura. Si la bomba en Florencia representó una acción despreciable, al agredir a los propios hijos de la burguesía, para tener la justificación de desatar una operación militar violenta contra el proletariado, el plan orquestado e implementado para Empoli es aún más vil.

Los soldados despojados de sus uniformes, vestidos de civil y armados con pistolas, son enviados desde Livorno en dos camiones a Florencia. Al verlos, uno no puede dudar de que no sean fascistas marchando para hacer una expedición criminal.

Los dos camiones atravesaron los pueblos que se encontraban en el camino y cada vez confundidos como fascistas, se advierte a los habitantes de los siguientes pueblos, que los fascistas están llegando. En Empoli los proletarios advertidos, no tardaron mucho en prepararse para la defensa y cuando llega el primer camión, ya están armados y ubicados en las intersecciones de las calles, en las esquinas de las casas, en las puertas, en los balcones, en los techos y detrás de los setos.

Tan pronto como los dos camiones ingresan a la ciudad, se bloquea cualquier salida. Poco después de que se dispara desde el primer camión, los apostados responden al fuego. La emboscada a estos soldados aterrorizados, que huyen sin ninguna referencia, en un entorno desconocido, termina tan pronto como se comprende el engaño, sin embargo 9 de ellos han caído muertos.

El Estado no esperó nada más, a la primera luz del amanecer del 2 de marzo, la ciudad se encontró ocupada militarmente; Un regimiento entero había sido enviado en un tren especial. Los vehículos blindados de transporte de personal, recorrían las calles principales, disparando con ametralladoras a puertas y ventanas de las casas, mientras los militares ejecutaban arrestos masivos.

Más de 500 fueron arrestados, pero más fueron los fugitivos buscados. Después de la ocupación militar, llegaron los “héroes” con camisas negras, que “heroicamente”, procedieron a prender fuego, devastar y golpear.

El juicio contra los 138 imputados, incluidas 3 mujeres, comenzó el 8 de mayo de 1924, en el Tribunal Penal de Florencia; 92 fueron los condenados. Los 5 fugitivos que se cree fueron los de más responsabilidad en los hechos, fueron condenados en ausencia a cadena perpetua. De estos, 2 habían encontrado refugio en Rusia. Quienes escaparon a la prisión fascista, para probar los gulags estalinistas.


El enfrentamiento en Medio Oriente
Turquia, Libia y Siria

El informe estableció que la guerra en Libia, con sus alianzas internacionales, ya en enero amenazaba con desembocar en una crisis, que habría podido afectar a todo el Mediterraneo central.

El acuerdo conseguido a finales de noviembre de 2019, entre el presidente turco Erdogán y el premier libio, Al Serraj; se proponia la explotación común de toda la extensión del mar, conprendida entre las costas sudoccidentales de la Anatolia y Cirenaica libia. Algunos medios impresos turcos, promotores del nacionalismo más exasperado, se habían apresurado a dibujar un mapa con esta hipotética área de explotación. El proyecto se superpone en parte con la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de Grecia y numerosas islas griegas, incluidas Creta, Rodas y Cárpatos.

Si, el gobierno turco presiona sobre el nacionalismo, tratando de cuestionar una estructura de larga data, cree que puede hacerlo, en parte debido a su abrumadora superioridad sobre la extrema debilidad política y militar de Grecia. También cuenta con su rol contrastante en la política mediterránea de Rusia, aunque sea mitigado por constantes acuerdos y mediaciones.

Las fronteras marítimas entre las ZEE de Grecia y Turquía están a favor de la primera. Las islas del Egeo y en parte del Mediterráneo central pertenecen casi todas a Grecia, aun cuando se encuentran a pocas millas marítimas de las costas turcas. Las raíces de esta situación responden al tratado de Sévres (Francia) 1920; casi todo permaneció como entonces a excepción de Rodas y el Dodecaneso, que en aquellos tiempos eran italianas, después de la derrota sufrida por el imperio Otomano en la guerra ítalo-turca de 1911‑12, en el contexto de la campaña libia del gobierno de Giollitti.

Por otro lado, la diferencia entre el documento elaborado por el tratado de Sèvres y los arreglos actuales es notable. Los poderes victoriosos que surgieron de la Primera Guerra Mundial, estaban decididos a desmembrar también el territorio del Imperio Otomano, que más tarde se convirtió en parte de la república turca. Parte de la costa de Anatolia sobre el Egeo, incluida Esmirna y la mayor parte de Tracia, se incorporaron a Grecia, que de esta manera habría conseguido una salida en el Mar Negro. El sueño de la Idea Megal, la “Gran Idea”, se habría realizado, Una Grecia que se extendía en dos continentes (Europa y Asia) y con vistas a cinco mares (Jónico, Egeo, Mar de Mármara, Mar Negro y Mediterráneo abierto).

Al mismo tiempo, el tratado preveía la creación de una zona de influencia italiana en el suroeste de Anatolia (incluida Antalya) y un área de influencia francesa en el centro‑sur de Anatolia (incluida Adana). El Golfo de Alexandreta, parte de Cilicia y un largo cinturón de territorio hasta el Tigris, habría pasado a formar parte del mandato francés, ya extendido a Siria y Líbano hasta la frontera del mandato francés con Irak, que a su vez habría incluido territorios más tarde atribuidos a Turquía.

También nacería un Estado kurdo, incluido el vilayet Diarbakir, mientras que en la región de Van, surgiría un Estado armenio independiente.

Este proyecto para dividir los restos del Imperio Otomano, fue cancelado por la guerra de independencia turca, dirigida por Mustafa Kemal (llamada en turco Kurtuluş Savaşı, “guerra de salvación”). La victoria de las fuerzas kemalistas y la derrota de Grecia, llevaron a la renuncia de los objetivos imperialistas y los de Grecia, que en 1922 sufrió lo que se llamó Mikrasiatikì Katastrofì, que significa “Catástrofe de Asia Menor”, que, junto con el posterior “intercambio de poblaciones” de 1923, produjo el desplazamiento de más de 1.200.000 griegos y 300.000 turcos. Obligando a abandonar sus países de origen, para irse a vivir a los Estados “de pertenencia” étnica.

Este nuevo acuerdo territorial fue sancionado en el Tratado de Lausana (Suiza) de 1923. En esencia, nada ha cambiado desde entonces, excepto la transferencia de Rodas y el Dodecaneso de Italia a Grecia, ratificado por los Tratados de París de 1947.

Al temer la posibilidad de poner en tela de juicio estos acuerdos seculares, la guerra de Libia conlleva la creación de una nueva línea de falla, en la competencia entre los imperialismos rivales, que comienza desde el Mar Negro, pasa por el Mar de Mármara, llega a las costas africanas para penetrar en tierra libia, a los campos petroleros de Fezzan.

Y es en el petróleo de la antigua colonia, donde la metrópolis italiana ve el peligro de sus ingresos sustanciales, que emergen entre la plataforma continental y el interior de Libia. ENI (Ente Nacionale Idrocarburi) continúa teniendo una gran parte del petróleo y el gas del país africano, hasta hace unos años el 20% de la producción total de la multinacional italiana.

Pero el total predominio italiano sobre el petróleo y el gas de Libia, se ha puesto en entredicho, tras la guerra que en el 2011 llevó a la caída de Gadafi. Creando una situación de inestabilidad, de la cual el país no ha salido. El apoyo de varios países al General Haftar, que domina la Cirenaica, entre los cuales se encuentran: Egipto, Emiratos Arabes, Francia, Rusia y Arabia Saudita, tiene como objetivo una nueva “repartición” del petróleo libio.

Pero otro elemento complica la intrincada aglomeración de las potencias “competidoras”, en el Mediterráneo central-oriental. Grecia, Chipre e Israel firmaron un acuerdo a principios de enero para construir EastMed, una tubería de casi 1.900 kilómetros de largo, que permitiría que el gas de las reservas marinas de Chipre e Israel se canalice a los Balcanes. Una ruta no muy bendecida por Italia, que cruzaría las ZEE de Grecia y Chipre, adyacentes, evitando la de Turquía.

Sin embargo Ankara continúa reclamando la explotación de los campos chipriotas. Debe recordarse que en 2018 Saipem, una empresa controlada por ENI, tuvo que abandonar la perforación en aguas chipriotas, después de un ultimátum turco. El buque “Saipem 12000” fue bloqueado por la armada turca al sureste de Chipre, donde se estaba preparando para realizar prospecciones petroleras y se vio obligado a dar marcha atrás.


La revolución de 1919 en Hungría

En esta reunión hablamos sobre el Congreso del Partido celebrado el 12 de junio de 1919, que ve la contraposición entre los social-traidores y los comunistas: la derecha quiere el acuerdo con la Entente, la izquierda la lucha a ultranza.

La ruptura surge al momento de renovar el grupo dirigente: la lista propuesta fue rechazada con la clara intención de excluir a los comunistas. Solo la amenaza de los comunistas de usar la fuerza obligó e impuso la lista original.

El episodio puso en evidencia cómo el Partido se había disuelto en el Estado, incluso en el Estado de los Consejos, donde predominaban los sindicalistas y los burócratas del antiguo régimen, de los cuales la derecha socialdemócrata era la expresión política natural.

Los socialdemócratas insisten en atenuar las medidas de la dictadura del proletariado, mientras que los comunistas quieren radicalizarlas.

Ya a principios de mes, por iniciativa del comisionado de defensa Böhm, se había constituido una fracción socialdemócrata secreta, compuesta por los principales dirigentes del antiguo PSDU, entre los cuales estaban también Kunfi, Weltner, Haubrich, Garbai, Agoston y Rónai, con el objetivo de excluir a los comunistas del gobierno.

En el Congreso, un compromiso hace cambiar el nombre del partido: “Partido de los Trabajadores Socialistas y Comunistas de Hungría”, cuyo dirigencia prevé ocho socialistas (Kunfi, Böhm, Weltner, Garbai, Landler, Bajáki, Bokányi y Nyisztor) y cinco comunistas (Kun, Pór, Rudas, Vántus y Vágó).

Al finalizar el Congreso se reúne, del 14 al 15 de junio, la Comisión Nacional de Organización de Mujeres, a la que asisten 286 delegadas en representación de 62 organizaciones de las provincias y 52 de Budapest.

En el Congreso de los Consejos de Obreros y Campesinos en Budapest el 15 de junio de 1919 fue discutida y aprobada la nueva Constitución de la República de los Consejos. El documento, con muchos artículos, establece detalladamente, después de los “principios generales”, los “derechos y deberes” de los ciudadanos, los poderes de cada órgano electivo, el sistema electoral y finalmente la estructura federal del Estado. Para las quince minorías nacionales, son previstos Consejos nacionales autónomos representados en el gobierno central, y también se adopta un nuevo nombre: República Socialista Federativa de los Consejos de Hungría. La Asamblea elige un ejecutivo de tres miembros presidido por Richard Schwarcz y una comisión de trece miembros: seis comunistas y siete socialistas, con la tarea de supervisar el trabajo del Consejo Revolucionario de Gobierno.

Luego leímos el informe de Eugenio Varga presentado al Congreso, un informe que tocaba los puntos principales de la revolución: «Nuestro trabajo se dividió inmediatamente en tres partes: una dirigida a la destrucción, una a la conservación y otra a la reconstrucción. La destrucción consistió en expulsar a los antiguos propietarios de la posesión de los medios de producción; el trabajo de conservación nos ha impuesto el deber de no aniquilar la producción, destruyendo las fuerzas del capitalismo; el trabajo de reconstrucción consiste en reemplazar la administración capitalista con la administración proletaria, es decir, con la administración de los obreros, tanto en las gestiones particulares como en el organismo general del Estado.

“Nuestro primer acto fue la expropiación de los bancos, es decir, su transferencia a la administración proletaria; este trabajo es casi completamente terminado y concierne a unos ochocientos institutos de crédito con sus sucursales. Con esta medida hemos podido obstaculizar las tendencias contrarrevolucionarias; pero para la vida económica propiamente dicha, la expropiación de los bancos no tiene mucha importancia.

“Como segunda tarea, nos hemos propuesto la socialización de las grandes propiedades. En cuanto a la forma, la socialización se ha completado en gran medida; pero sustancialmente no pudo implementarse en muchos casos y muchos grandes propietarios, muchos directores de grandes industrias, fábricas, etc., continúan ocupando su lugar. Su expulsión se hizo imposible por el hecho de que en muchos lugares falta una clase obrera consciente y capaz de asumir una gestón. Cerca de 1.200.000 hectáreas de tierra han sido socializadas; 3.780.000 hectáreas continúan siendo administradas por propietarios privados. La socialización de las empresas industriales está más avanzada que la socialización de la tierra. La socialización de las minas y muchas empresas industriales ya ha terminado y más de 1.000.000 de obreros están trabajando comunistamente”.

Varga continúa hablando sobre los límites de la socialización: “En lo que respecta a la tierra, las propiedades de menos de 60 hectáreas se mantendrán bajo régimen privado. Incluso las empresas donde trabajaban no más de veinte trabajadores deben ser de propiedad privada. Estos límites fueron observados en la propiedad rural, pero no era posible prácticamente imponerlos en empresas industriales. No fuimos nosotros los que socializamos empresas con menos de veinte trabajadores, sino los propios trabajadores (...)

“Uno de los errores más graves cometidos en la organización de empresas industriales consistió en no haber aclarado lo suficiente las relaciones recíprocas entre las Comisiones de producción, los Comités obreros de control y los departamentos técnicos. En muchas empresas, los Delegados de producción creen que su oficina está en la dirección técnica, lo cual no es cierto. En las empresas rudimentarias y más pequeñas, como por ejemplo en las labores de embalaje y en la fabricación de muebles, esto todavía es posible. Pero en las empresas más grandes, en las cuales la dirección técnica exige conocimientos especiales y profundos y una preparación a largo plazo, no se puede confiar a los Comisionados de producción, por buenos que sean los proletarios”.

Varga a continuación habla sobre la organización del Estado.

“Para reemplazar a los 20 o 30.000 capitalistas que organizavan la producción fue necesario crear una burocracia. Sin esta burocracia, nuestro trabajo habría naufragado y habría reinado la anarquía. Era imposible conservar la vieja burocracia; hubiera sido demasiado peligroso. La vieja burocracia se había formado únicamente para servir a los intereses capitalistas; estaba absolutamente imbuida de “espíritu jurídico”, que se limita a la ejecución en papel (...)

“Debo reconocer que la nueva burocracia no es en absoluto el órgano ideal que esperábamos. Mucha gente no está en su puesto y muchos son jóvenes sin experiencia, inmaduros desde el punto de vista político y que han cambiado sus convicciones políticas con demasiada facilidad. Como Lenin ha dicho, refiriéndose al mismo fenómeno que ocurrió en Rusia, debemos liberar a la Revolución de estos elementos, que son sus piojos y sanguijuelas (...)

“Hemos escuchado muchas quejas sobre los abusos de la nueva burocracia; no quiero contestarlas, aunque la vieja cometió muchos más y mucho más grandes; solo que la vieja burocracia era un laberinto, en el que no era fácil descubrir los abusos. Hoy, sin embargo, los abusos se revelan de inmediato, precisamente porque los hombres de la nueva burocracia todavía son muy inexpertos y muy torpes en sus abusos. Hoy tenemos un número suficiente de personas para elegir y podemos deshacernos de esta gente improvisada; vamos a expulsar a los incompetentes y deshonestos del servicio proletario”.

Varga también insinúa una disminución en la producción a causa del paso al trabajo por hora en lugar del trabajo a destajo, como lo fue en el régimen capitalista, pero posteriormente Varga mismo admitió que había exagerado los datos sobre la disminución de la producción para alentar a los trabajadores a un mayor esfuerzo, dijo más bien que en algunos casos la producción había aumentado bajo la influencia de los trabajadores más conscientes.

El compañero terminó esta exposición con un amplio reconocimiento al informe de Kun al mismo Congreso, informe que se ocupó de la política exterior de la República de los Consejos.


Las guerras del capitalismo nacional indio

En el último informe, describimos cuál fue la estrategia del primer ministro indio Nehru en lo que respecta al “frente interno”, que preveía el desarrollo del capitalismo a través de planes quinquenales y reformas agrarias, y de política exterior, con la India desplegada en el bloque de países “no alineados”, equidistante de las dos grandes potencias que surgieron del segundo matadero mundial: los Estados Unidos y la Rusia estalinista. Estas pautas fueron condimentadas por el primer ministro indio con una retórica vagamente socialista, un anti‑colonialismo y antirracismo de ceremonia, y una laicidad de fachada como elementos fundadores del Estado burgués que, durante el desarrollo del capital, prefirió evitar las disputas religiosas.


- La inestable relación con China y la guerra de fronteras de 1962

La burguesía india comenzó a cultivar el sentimiento nacionalista, basado en el irredentismo y la definición de las fronteras, sobre las cuales, en algunas áreas, no había documentación histórica válida.

En este clima, e inevitablemente, los dos gigantes asiáticos nacientes, India y China, pasaron de una amistad comercial a una confrontación armada.<> Antes de la independencia, el Congreso había tenido buenas relaciones con China del carnicero nacionalista Chiang Kai‑Shek. Pero cuando el generalísimo se vio obligado a huir a Taiwán, pasando el testigo al otro nacionalista burgués Mao tse‑tung, el primer ministro indio declaró de inmediato que “la verdadera China era la comunista”.

Las aparentes buenas relaciones entre los dos Estados estaban destinadas a no durar, el desarrollo de los dos nacionalismos hacía emerger conflictos geopolíticos y económicos que los llevarían a la guerra.

En 1914, el ministro de Relaciones Exteriores del gobierno colonial, Sir Henry McMahon, presentó al gobierno tibetano una línea fronteriza desde Birmania a Bután que esencialmente seguía la cresta más alta de las montañas que separaban el altiplano tibetano del sur de Asia. Esta demarcación incorporaba bajo el control británico no solo grandes territorios tribales, sino también áreas que ya bajo el control efectivo de Lhasa, incluido el distrito de Tawang. Falsificando algunos documentos, los británicos convencieron al gobierno indio de que esta frontera había sido aceptada por chinos y tibetanos.

Cuando en noviembre de 1950 el ejército chino invadió el Tíbet, ocupando también áreas tradicionalmente indias, Nehru declaró en el parlamento que la línea McMahon debía ser respetada. El ejército indio ocupó el zona de Tawang. El gobierno de Lhasa protestó formalmente. Pekín fingió no escuchar: aunque los dos países mostraron cordialidad, en realidad ambos estaban empeñados en extender y consolidar su respectivo control al norte y al sur del Himalaya. En el lado indio, se imprimieron nuevos mapas que en el oriente incluían en la India también los Estados independientes de Bután y de Sikkim; hacia el occidente, a la altura de Cachemira, la frontera incluía la mayor parte de la meseta de Aksai Chin, afirmando que no tenía fundamento histórico dado que el propio gobierno colonial había catalogado como “indefinidas” las fronteras septentrionales y orientales de Cachemira, que se esfumaron en Aksai Chin.

Al mismo tiempo, China tenía problemas fronterizos con todos sus vecinos, pero había dejado claro que tenía la intención de demarcarlos mediante negociaciones diplomáticas bilaterales. Posición también expresada por la India.

Los hechos fueron bastante diferentes. En 1958 precipitaron la situación las fotos tomadas por los aviones espías estadounidenses y la publicación en un semanario chino de la noticia sobre la finalización de un camino de entrada que conectaba Xinjiang con el oeste del Tíbet a través de Aksai Chin, territorio deshabitado, sin recursos, sin ningún interés para India, pero una ruta de comunicación estratégica para China para facilitar su control del Tíbet, que amenazó con una inminente revuelta de la población local, que estalló al año siguiente.

Durante una fase diplomática inicial, China ofreció a India el reconocimiento de la línea McMahon en el sector oriental de la frontera, a cambio del altiplano tibetano. La India, cabalgando en un nacionalismo cada vez más necesario para enmascarar los pobres éxitos del segundo plan quinquenal, lo rechazó.

Después de años de violaciones recíprocas de la frontera entre 1957 y 1960, la tensión aumentó. Nehru, forzado por las expectativas que él mismo había alimentado en la opinión pública, lanzó la llamada “forward policy”, el envío de patrullas armadas en profundidad en el Aksai Chin, que debería haber creado puestos fronterizos estables para impedir cada nueva avanzada china. Varios generales indios se opusieron, conscientes de la clara inferioridad de la India frente a las fuerzas chinas en la frontera.

El 20 de octubre, el ejército popular chino pasó al ataque y, superior en número, preparación y logística, pronto prevaleció. La ofensiva tomó a la India sin preparación y mostró su debilidad. Beijing no solo aseguró el control de Aksai Chin, sino que, al oriente, invadió Arunachal Pradesh descendiendo por las laderas del Himalaya hasta la llanura del Assam. Desde aquí, después del alto el fuego unilateral el 22 de noviembre, se retiró más allá de las posiciones iniciales, 20 kilómetros detrás de la línea McMahon. Al oeste, en cambio, la estratégica meseta ahora era china.

Así comentábamos la guerra indochina en nuestro periódico “Programa Comunista” número 20 de 1962 “No violentos y centofioristas”. “El conflicto con China obligó a Nehru a teorizar sobre el abandono de la teoría sobre la cual todos los humanitarios, los fabianos y los pacifistas apuntaron públicamente su última carta, y a deplorar que el gandhismo hizo cobardes a los indios y oxidó sus fusiles. Tiró a la basura el castillo de naipes de su “neutralismo” (...) Del choque, Nehru surgirá “violento” y “comprometido” a pesar del “tercer mundo” (...) Mientras tanto, la teoría kruscioviana y la China de las “cien flores” le dio al mundo la última de sus actuaciones indignas: los “comunistas” indios denunciaron como agresores a los “comunistas” de Mao, aliándose con el primer ministro nacional burgués contra el primer ministro extranacional “proletario”.

Con la derrota de 1962, la burguesía india perdió todos los incisivos roles internacionales, confinando su política exterior al sur de Asia. Sin embargo, la derrota provocó una carrera armamentista que en solo dos años duplicó las defensas indias. Además, la identificación de un “nuevo” enemigo revitalizó los sentimientos patrióticos, pilar de la propaganda contra la lucha de clases.


- La segunda guerra de Cachemira

En los años 1963 y 1964, surgieron tensiones intercomunitarias en la parte india del territorio en disputa de Cachemira: desde Pakistán fueron infiltrados paramilitares en Cachemira para alimentar una insurrección popular contra el gobierno de Delhi.

Desde abril de 1965, la tensión en las fronteras desembocó en incidentes de creciente gravedad. En agosto, Pakistán pasó de la guerra de guerrillas a la intervención abierta. La batalla entre las tropas blindadas, la más grande desde el final del segundo conflicto mundial, antes de la guerra Árabe-Israelí de los Seis Días de 1967, vio la fuerte derrota de las fuerzas pakistaníes. Inicialmente, las fuerzas indias conquistaron importantes posiciones de montaña. En agosto, el paso Hajii Pir fue ocupado, 8 kilómetros más allá de la frontera, mientras las tropas paquistaníes conquistaron los distritos de Uri y Poonch. El 1º de septiembre de 1965, Pakistán inició un poderoso contraataque para conquistar la ciudad de Akhnoor, en el distrito indio de Jammu. Pero la Fuerza Aérea de la India atacó al Punjab paquistaní, lo que provocó el fracaso de la operación.

La guerra finalmente se volvió a favor de la India, superior al menos desde el punto de vista logístico, aunque ninguna de las partes estuvo en capacidad de obtener una victoria decisiva. Fueron los Estados Unidos y Rusia los que llevaron a cabo la solución diplomática. La URSS organizó en Tashkent las negociaciones que pedían la retirada a las líneas del agosto anterior. De hecho, Nueva Delhi logró su objetivo de impedir que Pakistán conquistara Cachemira.


- El choque dentro del Congreso

Tras la muerte de Shastri, el Congreso promovió a Indira Gandhi a secretaria y a primera ministra. Se evidenció nuevamente el choque interno en el Congreso que describimos en el informe anterior. El partido realmente respondía a los intereses de los campesinos ricos y los grandes industriales. Con Gandhi, el partido parecía estar de acuerdo con una política de reformas sociales, a fin de favorecer la formación de una pequeña y mediana industria y la extensión de la gestión capitalista en el campo.

Las medidas propuestas consistieron en la abolición de las rentas vitalicias pagadas por el Estado a los antiguos príncipes y en la nacionalización de los bancos. La primera medida tenía un valor importante pero principalmente político. La segunda, en cambio, vino a socavar el poder de unas pocas grandes familias, que entonces controlaban los principales bancos, coincidiendo con los propietarios de la gran industria privada. Estos acaparaban la mayor parte del crédito, dejando las migajas a la pequeña y mediana industria y nada al sector rural: en la inmensa zona rural el crédito era otorgado a tasas usurarias por las clases locales, dueñas de tierras y comerciantes.

La nacionalización de los grandes bancos provocó enfrentamientos en el Parlamento y en el interior del Congreso, que culminaron en su escisión en noviembre de 1969. Para recuperar la mayoría en el parlamento, Gandhi recibió el apoyo externo del Partido Comunista Indio y Dravida Munnetra Kazhagam, una organización política regional expresión del grupo étnico Tamil.

En marzo de 1971, las elecciones resultaron en un éxito para el Congreso de Gandhi, que obtuvo más de dos tercios de los escaños. La victoria se explicó por la participación de las clases y castas más pobres de la población, atraídas por el lema garibi hatao, “vamos a deshacernos de la pobreza”. Pero en esencia, la victoria electoral de Gandhi fue impuesta por la burguesía industrial y en particular por la rural. Los grandes capitales parecían haber pagado las facturas de la política de Gandhi, dañada tanto por la nacionalización de los bancos como por el cambio de dirección del crédito. Sin embargo, en primer lugar se aseguró que la nacionalización de los bancos fuera generosamente pagada por el Estado; además la nueva política, a pesar del objetivo declarado de evitar concentraciones monopólicas, al no controlar la entrada de grandes empresas industriales a ningún sector, no estando reservada para el Estado, les animó a invertir también en proyectos de grandes dimensiones.

La reforma, por tanto, no fue una expresión, como quiere la historiografía dominante, del despertar y el apoyo de las clases bajas. El Congreso volvió a propagar audaces proclamas de reformas a las infinitas masas indias, con la reserva de debilitarlas en el momento de su implementación, tan pronto como socavaran los intereses de la acumulación nacional de capital.