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Los soviets en China
(“Prometeo”, n. 34, 1 de agosto de 1930) |
Los últimos acontecimientos en China han permitido a los embaucadores del centrismo improvisar una vez más una nueva edición de la fórmula fundamental de la organización de lucha en el período insurreccional del proletariado y de los campesinos.
Esta nueva edición consistiría en querer representar los levantamientos y las guerrillas como el núcleo central y de irradiación de las luchas proletarias. El problema insurreccional se presenta hoy bajo la misma forma del memorable período de 1927.
Ayer, durante el período ascendente de la ola revolucionaria, mientras el proletariado de Shanghái, Cantón y Hankou irrumpía de manera decidida en la lucha, asumiendo un carácter eminentemente proletario frente a todos sus adversarios, tanto visibles como encubiertos, el Partido Comunista y la Internacional Comunista (I.C.) fallaron en su labor de dirección de este movimiento, sometiéndolo y entregándolo en manos de diversos generales que luego, inevitablemente, lo diezmarían a ráfagas de ametralladora.
Cuando estas fuerzas representaban y asumían la única garantía que permitía desarrollar y concentrar las posiciones insurreccionales hacia las tareas definitivas de la clase proletaria, nuestros estrategas se plegaron y entregaron el movimiento proletario en manos de la gran y pequeña burguesía. Cuando existían todas las premisas para lanzar la consigna de la constitución de los soviets en China, nuestros oportunistas confundían a los proletarios presentando las organizaciones del Kuomintang como una forma de organización soviética apropiada para la situación china.
Quedarán memorables y grabadas en la memoria de todos los proletarios las diversas piruetas de las que se hicieron responsables.
Ciertamente, intentaron y siguen intentando justificar sus pasadas posiciones mediante una falsa representación de lo que fueron los desarrollos de la lucha proletaria en China, confundiendo a la masa proletaria a través de una serie de falsificaciones y ocultando, en la medida de sus posibilidades, todos los elementos susceptibles de representarlos ante la vanguardia proletaria como los verdaderos responsables de la catástrofe revolucionaria china.
En 1925, en las primeras manifestaciones de un vigoroso inicio de las luchas de clase en China, asistimos por parte de la fracción más consciente y evolucionada de la naciente burguesía china a la cristalización de posiciones concretas y de un programa que se definía como Sun-Yat-Senismo. Pero durante las luchas del proletariado cantonés contra los líderes de esta nueva teoría, era posible demostrar el abismo profundo que separaba a la masa explotada de sus nuevos despojadores. En lugar de aprovechar estos episodios de la lucha de clase para orientar y clarificar a las masas sobre el nuevo curso de las futuras luchas, presentándolas en su verdadera naturaleza y mostrando el carácter reaccionario que asumirían estas fuerzas frente al proletariado y a la gran masa campesina en el curso de su lucha liberadora, asistimos a la formación de un bloque en posiciones sugeridas por los futuros verdugos de la vanguardia proletaria, posiciones que les eran sugeridas por el desarrollo de las fuerzas proletarias, con el fin de dominar y mantener su hegemonía en los futuros desarrollos. ¿Cómo han justificado y siguen justificando este compromiso los dirigentes oficiales?
Sus documentos son reveladores: desde este período reniegan de las posiciones de principio establecidas por el II Congreso de la I.C. Basta comparar las tesis de los plenos de la I.C., donde se reivindica el bloque con la burguesía, la participación en el gobierno del Kuomintang y todas sus responsabilidades, con este pasaje de las tesis del II Congreso de la I.C.: «La Internacional Comunista no debe apoyar los movimientos nacionales democrático-burgueses de las colonias y los países atrasados más que bajo la única condición de que los elementos de los futuros partidos proletarios, comunistas, no solo de manera formal, sean en todos los países atrasados agrupados y educados en la conciencia de su misión, que es la de combatir los movimientos democrático-burgueses en el seno mismo de la nación; la I.C. debe concluir las alianzas temporales con la democracia burguesa de las colonias y de los países atrasados, pero no confundirse con ella, y mantener incondicionalmente la independencia del movimiento proletario, aunque sea en su fase más embrionaria».
Es en este período que asistimos al desenmascaramiento abierto de todas las supervivencias oportunistas y liquidacionistas que se escondían bajo el manto de los partidos comunistas.
Mientras el proletariado chino en sus grandes centros industriales intervenía como fuerza activa e independiente de clase, planteando sus luchas inmediatas no en el estrecho ángulo pequeño burgués de la marcha contra el Norte, sino por sus reivindicaciones parciales como las ocho horas, el aumento de salarios, el derecho de organización sindical, los piquetes armados, la I.C., en lugar de intervenir en estas luchas como el elemento de dirección que, con clara visión, dirige a estas masas en sus movimientos orientándolas hacia sus objetivos finales, asistimos a la famosa consigna que definía al Kuomintang de izquierda como la fuerza motriz de la revolución china.
Por mucho que escriban estos liquidadores que Tchang Kai-Shek y Feng-Yu-Hsiang traicionaron la revolución, que estos generales presentados ayer como los verdaderos jefes del ejército rojo han pasado al campo de la contrarrevolución, no es cierto. Si estos generales traicionaron, no traicionaron la revolución, ya que nunca la representaron, y siempre la combatieron, sino que traicionaron las falsas esperanzas de nuestros pequeños burgueses disfrazados de comunistas.
En definitiva, afirmaban que el gobierno de Hankou representaba una etapa de la dictadura del proletariado, que el lanzamiento de la consigna de los soviets de obreros, campesinos y soldados habría representado una lucha abierta contra dicho gobierno y habría destruido completamente todas las posibilidades de la toma del poder por parte de la clase proletaria. La posición menchevique de 1917 era esta vez aplicada y defendida bajo el manto bolchevique. ¿Qué decían los mencheviques y una parte de los bolcheviques durante octubre de 1917? Su principal de sus argumentos consistía en querer representar a las fuerzas coaligadas de la contrarrevolución como suficientes para barrer cualquier ataque inmediato e independiente del proletariado contra el poder burgués.
Combatían con la perspectiva de un desarrollo del movimiento proletario, concibiéndolo como una sucesión de fases progresivas, las cuales, en definitiva, llevarían a la clase proletaria a posiciones más favorables que las de octubre de 1917. Sabemos cómo Lenin combatió esta concepción contrarrevolucionaria y antidialéctica que, de haber triunfado, habría traicionado desde su inicio la revolución rusa, como luego traicionaría la revolución china.
Puede afirmarse que asistimos en China a un triunfo de la política martinovista llevada a cabo esta vez bajo la etiqueta del método «leninista». La historia de los movimientos proletarios nunca había registrado un fraude tan monstruoso.
Recordados de manera insuficiente y somera estos episodios de la revolución china de 1927, y particularmente de la teoría de las cuatro clases que estaba en la base de todos los análisis y posiciones asumidas por el cuerpo dirigente centrista, veamos ahora qué diferencia existe con la nueva posición actual.
Esta vez, la única diferencia que existe consiste en querer hacer el camino al revés, manteniendo completamente las concepciones de ayer.
Se dice: la heroica retaguardia de las luchas proletarias de 1927, retirada en las montañas, ha sabido, a costa de grandes sacrificios, prepararse para la revancha y hoy ha logrado conquistar y sovietizar a ochenta millones de habitantes; hoy, a través de esta lucha, es la vanguardia de las futuras luchas proletarias.
Por favor, publicistas improvisados, ¿cuáles son las nuevas fuerzas que les hacen concluir esto? ¿En base a qué teoría llegan a invertir la hegemonía de las fuerzas motrices de una revolución? No es ciertamente en los documentos de Lenin o de Marx donde han encontrado estas nuevas ocurrencias, sino que están inscritas en toda la actividad política y literaria de los Martinov.
¿No son acaso los mencheviques quienes sostenían durante la revolución rusa de 1905 la teoría de la hegemonía de la masa campesina en los países predominantemente agrarios? ¿No fue toda la lucha conducida contra esta teoría, por parte de los bolcheviques y particularmente por Lenin, la que permitió luego el resultado victorioso del octubre ruso?
Ciertamente, comprendemos bien que nuestros martinovistas de nueva edición se sientan incómodos al responder a demandas precisas y les resulte mucho más fácil aprovechar ciertos aspectos de una lucha armada que, desde hace un gran período de tiempo, se desarrolla en las regiones de Kuang-Tung por parte de una cantidad de campesinos organizados en sociedades secretas, luchando audazmente contra los propietarios de tierras bajo la bandera de diversos lemas como: «El que no trabaja no come», «Quitad a los ricos y dad a los pobres», etc., etc. En Hai-Feng siempre ha existido un partido de los pobres (esta ciudad es uno de los centros campesinos) que quería convertirse en la vanguardia de la revolución de los trabajadores, aunque en realidad no representaba más que una manifestación, adecuada a la situación china, de ciertas concepciones anarquistas.
Ahora, incluso admitiendo que dichas sociedades hayan cambiado sus formulaciones y las hayan sustituido por la del Soviet, con esto no han avanzado ni un centímetro desde su posición primitiva. Lenin nos enseñó que la aparición de los Soviets implica por sí misma la insurrección proletaria que desemboca en la toma del poder. ¿Cuáles son ahora las posiciones proletarias en los grandes centros industriales? Es cierto que asistimos a una primera recuperación por parte del proletariado chino, pero ¿significa esto que existen todas las premisas para lanzar la consigna de la constitución del Soviet? Es común a todos que la constitución de los Soviets en las regiones agrícolas y algo atrasadas de China exige, como primera cosa, el apoyo y la dirección del proletariado industrial. La masa campesina, privada de su guía, el proletariado, está destinada a la derrota y a la degeneración de sus movimientos en movimientos reaccionarios y conservadores, incluso si estos movimientos llevan como divisa la constitución de los Soviets.
Pero sería pedir demasiado al centrismo que mantuviera fidelidad a los postulados fundamentales del comunismo. Stalin, en 1927, basándose en el «se dice», condujo una lucha despiadada contra la oposición porque entonces «se decía» que el gobierno de Hankou era el antecedente del gobierno proletario.
Hoy, en el XVI Congreso ruso, ha declarado que «se dice» que los ochenta millones de campesinos chinos han organizado los Soviets. Esto «se dice», mientras que en realidad las luchas sangrientas y heroicas de ochenta millones de campesinos son utilizadas por los generales enemigos que se sirven de la divisa de los soviets para desviarlas hoy y para preparar la masacre de mañana. Y entonces se dirá que los aliados de hoy se han convertido en traidores. En esto consiste la función del centrismo.