Partido Comunista Internacional
El Partido Comunista N. 14 - enero 2019
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órgano del partido comunista internacional
Lo que distingue a nuestro partido: – la línea de Marx a Lenin a la fundación de la III Internacional y del Partido Comunista de Italia a Livorno 1921, a la lucha de la Izquierda Comunista Italiana contra la degeneración de Moscú, al rechazo de los Frentes Populares y de los bloques partisanos – la dura obra de restauración de la doctrina y del órgano revolucionario, en contacto con la clase obrera, fuera del politiqueo personal y electorero
– Actividad del movimiento obrero en America Latina, Informe de sección del Partido en Venezuela, Enero 2019: Argentina, Colombia, Perù, Brasil, Venezuela, Nicaragua, Chile
Lucha de los wincheros de Puerto Cabello por aumento salarial
Cómo y por qué el Centralismo Organico: Orígenes del movimiento y del centralismo democrático - Libre también de la forma de democracia - Objeciones de corto aliento - Centralismo orgánico y sociedad futura
– Vida de partido:
 - Reunión General en Genova 29 de septiembre - 1 octubre 2017 - La cuestión militar, La ruta de Caporetto.
 - Reunión General Génova, 25‑27 mayo 2018 - El rearme de los Estados; La cuestión militar, el frente occidental en 1916‑1917; La cuestión militar, el contraataque italiano por el Piave; La revolución en Hungría de 1919, primeras conclusiones; Situación social a principios de los años veinte en China y la dirección de la Internacional; El concepto y la práctica de la dictadura antes de Marx, Blanqui en la Comuna.

 


Actividad del movimiento obrero en America

Informe de sección del Partido en Venezuela, Enero 2019


Aunque la crisis capitalista en la región ha venido conduciendo a la pauperización de las masas asalariadas ante los estragos de la inflación y la recesión económica, la burguesía y los partidos y movimientos oportunistas, ya sea desde el gobierno o desde la oposición democrático-burguesa, han mantenido a la clase obrera dispersa, dividida y desmovilizada y apartada de la lucha de clase en el plano reivindicativo. Los sindicatos del régimen, aun con su baja capacidad de movilización siguen siendo una pieza clave en el frente burgués que mantiene a la clase obrera sometida a bajos salarios y al deterioro de sus condiciones de vida y trabajo. Se han observado algunas huelgas y protestas principalmente protagonizadas por trabajadores del sector público (educación, salud y otros) pero hasta ahora los sindicatos del régimen han logrado apaciguar las luchas y llegar a acuerdos conciliatorios con gobierno y patronos.

A continuación un cuadro en el que se muestra el salario mínimo que perciben los trabajadores de la región, sabiendo que hay estratos obreros que perciben salarios inferiores, en muchos casos por su condición de inmigrantes ilegales, pero también por la super-explotación aplicada por algunas empresas, siempre apoyadas por los gobiernos burgueses.


Países de América Latina según su salario mínimo en dólares en 2019

País Salario
mínimo
(en dólares)
Salario mínimo
(en moneda local)
Uruguay 463 15 000 pesos uruguayos
Costa Rica 432 261 580 colones
Chile 422 288 000 pesos chilenos
Ecuador 394 US$ 394
Guatemala 357 2 758 quetzales
Paraguay 354 2 112 562 guaraníes
Panamá 318 318 balboas panameños
Bolivia 300 2 060 bolivianos
Argentina 300 11 300 pesos argentinos
10° Perú 277 930 soles
11° Brasil 268 998 reales
12° Colombia 254 828 116 pesos colomb.
13° Honduras 251 6 147 lempiras
14° El Salvador 203 US$ 203
15° Rep Dominicana 186 9 412 pesos dominic.
16° México 158 3 080 pesos mexicanos
17° Nicaragua 128 4 176 córdobas
18° Haití 83 6 450 gourdes
19°  Cuba 30 740 pesos cubanos
20° Venezuela 6 4 500 bolívares sobers.

Fuente: Wikipedia


En Argentina el gobierno burgués continúa implementando sus políticas de ajuste económico que han traído a los trabajadores despidos y caída del salario real ante el crecimiento de la inflación y los continuos aumentos de las tarifas de los servicios públicos. La inflación cerró el 2018 cercana al 50%. Hubo 70.000 despidos en el 2018, de los cuales 39.000 eran trabajadores industriales. Ante este cuadro de calamidades, la Central General de Trabajadores (CGT) cumple con su papel patronal desmovilizando al movimiento obrero y cambiando la exigencia de un aumento salarial por un miserable bono compensatorio.

En Colombia el salario mínimo es de 781.242 pesos al mes (240 dólares). La Central Unitaria de Trabajadores (CUT) plantea un aumento del 12% y el empresariado dice que no podrá asumir más de un 4%. Pero un trabajador asalariado que labora a cambio de un salario mínimo, tiene que gastar mensualmente 105.600 pesos en transporte, 300.000 pesos en alimentación, 205.000 pesos en servicios, 385.000 pesos en arriendo, 200.000 pesos en vestimenta y 535.000 pesos en otros conceptos, que incluye el pago de créditos; todo lo cual hace un total de 1.730.600 pesos, un monto 122% por encima del salario mínimo actual. De todos estos números solo se puede deducir que gobierno, empresarios y la CUT son un frente unido para asegurar la sobre explotación de la clase obrera colombiana, defendiendo la plusvalía capitalista a cambio de los bajos salarios. A finales de diciembre 2018 gobierno, empresarios y las centrales CTC (Confederación de Trabajadores de Colombia) y la CGT (Confederación General del Trabajo), dejando por fuera a la CUT, llegaron a un acuerdo para fijar el salario mínimo para el 2019 en 828.116 pesos mensuales (254 dólares), con lo cual se confirma la alianza patronal anti‑obrera.

En Perú en general los principales sindicatos canalizan el descontento de los trabajadores hacia banderas democrático-burguesas como la lucha “contra la corrupción”, por una nueva constitución y por la realización de elecciones presidenciales.

En Brasil los partidos oportunistas y los sindicatos del régimen mantienen a las masas distraídas en la pugna entre el gobierno y sus opositores, desorientando a los trabajadores y desviando sus luchas reivindicativas hacia el electoralismo y el parlamentarismo.

En Venezuela marcha el tic‑tac de la bomba de tiempo social. Se prolonga la recesión y la escalada de precios mantiene un ritmo acelerado. El salario mínimo pasó de 1.800 Bs mensuales a 4.500 Bs en diciembre de 2018 (6,4 USD al mes según el dólar paralelo y 30 dólares según la tasa de cambio anunciada por el Banco Central de Venezuela); sin embargo en 30 días se devaluó en un 76% (paso a equivaler 5,6 USD al mes según el dólar paralelo y 7,1 dólares según la tasa de cambio anunciada por el Banco Central de Venezuela). Pero de todas maneras los 4.500 Bs de salario mínimo solo cubrían, al momento de su anuncio por el gobierno burgués, el 4% de los productos y servicios de la cesta básica. El gobierno y las empresas públicas y privadas mantienen constante entrega de bonos y de bolsas de comida; la burocracia gubernamental ha hecho de todo esto un negocio de cobro de comisiones en operaciones de compras internacionales. La burguesía trata de entrampar a las masas en la expectativa de un cambio de gobierno y cada bando estimula ilusiones de soluciones a las vicisitudes de los trabajadores en un ambiente de paz social y conciliación de clases.

Durante el último trimestre de 2018 surgió un frente denominado “Inter-sectorial de Trabajadores de Venezuela” (ITV), mostrando algunas características de movimiento sindical de base, centrado en exigencias reivindicativas (principalmente exigencia de aumento salarial). Varios movimientos políticos, de signo oportunista, han venido tratando de introducir en este Frente reivindicaciones de política burguesa como: a) solicitar un amparo constitucional en defensa del salario, b) repudio del pago de la deuda externa, c) política transparente de importaciones y de desarrollo de la industrialización, d) repatriación de capitales fugados producto de la corrupción, etc. Pero destaca que pese a la diversidad de corrientes oportunistas que confluyen en este frente, se han concentrado en la unidad de acción sindical y al margen del choque electorero entre gobierno y oposición y se han mantenido al margen de las controversias en torno a la toma de posesión del presidente Maduro el 10 de enero. Destaca la participación de representaciones sindicales de trabajadores de la salud, de la enfermería, del metro, de la CANTV (telefonía estatal), de los profesores universitarios, de las empresas básicas de Guayana, de la educación. Muchos trabajadores del sector público han perdido el miedo a manifestar su descontento y han comenzado a incorporarse a acciones de protesta. La ITV comenzó a realizar algunas movilizaciones unitarias y el gobierno comenzó a realizar detenciones selectivas, destacando la detención del Rubén González, dirigente del sindicato de Ferrominera del Orinoco. De esta manera la denuncia de la represión y la exigencia de liberación de los trabajadores detenidos pasó a ser una de las exigencias del movimiento.

La presidenta del Colegio de Enfermeras del Distrito Capital denunció que su gremio sufre una de las peores crisis y que van trabajar con los zapatos rotos y los uniformes sucios ya que el salario no les alcanza ni siquiera para comprar productos de la canasta básica. Denunció que el Instituto Venezolano del Seguro Social (IVSS) mantiene una persecución a las enfermeras que han participado en protestas y que hay casos de despidos en varios estados.

Gobierno, empresas nacionales y trasnacionales cerraron el 2018 realizando despidos de trabajadores. Destacan los casos de la Cancillería, donde el gobierno lanzó a la calle a 100 trabajadores contratados a los que simplemente no se les renovó su contrato como una retaliación a su participación en asambleas y acciones de protesta reivindicativas. En la empresa Manpa (Manufacturas de Papel) realizó 255 despidos y la notificación le llegó a los trabajadores a través del Ministerio de Trabajo. Coca‑Cola pasó a 2.000 trabajadores a nivel nacional a la condición de “suspendidos”, porque supuestamente está en “peligro de quiebra” y la oferta de la empresa fue pagarle a estos trabajadores el 60% del salario mínimo (el valor de la venta de 2 de sus refrescos) durante 6 meses. En el Metro de Caracas fueron despedidos decenas de trabajadores. Trabajadores portuarios, operadores de grúas, en Puerto Cabello, han comenzado a agitarse exigiendo aumento salarial, suministro de comida y agua, así como libertad para organizarse y hacer reclamos reivindicativos.

En Nicaragua, la confrontación política se ha concentrada en dos frentes burgueses que buscan la continuidad o la salida de los sandinistas del control del gobierno. En este ambiente ha sido sepultada toda iniciativa de lucha reivindicativa de los trabajadores.

En Chile los trabajadores del puerto de Valparaíso retomaron el 3 de enero de 2019 las protestas en la nación tras el incumplimiento del acuerdo por parte de la empresa Ultraport. La protesta se inició en diciembre 2018. El sindicato ratificó que no se implementaron las mejoras laborales de los empleados ni obreros jubilados, lo que implica la violación del pacto firmado hace 13 semanas. Anteriormente, la policía chilena allanó violentamente el edificio del sindicato de trabajadores en el que se encuentran parte de los trabajadores en lucha, lanzando bombas lacrimógenas e ingresando a la fuerza. Asimismo, un automóvil arrolló de manera intencional a tres personas que participaban de las protestas afuera del centro de trabajo, antes de darse a la fuga. El hecho dejó en estado de gravedad a una fotógrafa y a dos dirigentes comunitarios. Al mismo tiempo, desde los cerros y calles del puerto chileno, miles de personas se sumaron a un cacerolazo general en apoyo a los trabajadores, quienes han denunciado amenazas y persecuciones por parte de la empresa y de anónimos para deponer el paro. Tras estos incidentes ocurridos el pasado diciembre, la Unión Portuaria de Chile, informó que trabajadores de otros puertos de nueve ciudades del país se sumaron a la paralización, generándose una movilización a nivel nacional. Los sindicatos del régimen salieron en defensa de los rompe huelgas y respaldando a los patronos y el gobierno. Las movilizaciones son llevadas a cabo por los operarios eventuales, es decir, aquellos trabajadores que solo son convocados a laborar cuando hay exceso de trabajo en el puerto, lo que implica una serie de condiciones críticas: No tener estabilidad laboral ni contrato, lo que implica la ausencia de derechos, de beneficios y de protección al trabajador. Por ello, el viernes 16 de noviembre, 600 operarios eventuales de las terminales portuarias Cerros de Valparaíso (TCVAL) y Pacífico Sur (TPS). Si bien los primeros lograron un acuerdo con su empresa, con los funcionarios del TPS no fue así, por lo que continúan movilizados. Las exigencias de los portuarios se basan en tres puntos: a) Constituir una mesa de diálogo para discutir sus condiciones laborales, b) Pago de un bono, c) Compromiso de no perseguir ni llevar a cabo represalias por parte de la empresa a los trabajadores que participan de las movilizaciones.

 

 

 

 

 


Lucha de los winceros de Puerto cabello por aumento salarial

Los trabajadores portuarios en Venezuela sufren la dura explotación capitalista que ejercen tanto el gobierno y sus empresas, como el capital privado. Bajos salarios que no alcanzan para la comida y que en buena parte se van en pagar pasajes, condiciones de trabajo pésimas y condiciones y medio ambiente laboral inseguros.

Lo mismo pasa en el caso de los “wincheros” (operadores de grúas en la carga y descarga de los buques en los muelles), ya sea que pertenezcan a la nómina de los fijos o trabajen como “eventuales”, ya sea que trabajen para empresas del estado o empresas privadas que operan en los diferentes puertos del país. A los wincheros no se les da almuerzo, tienen que llevarlo desde su casa; buena parte del escaso salario se les va en pagar transporte; no reciben uniformes, calzado, equipos e implementos de seguridad; deben trabajar durante extensas jornadas sin parar y sin relevo; no se les permite organizarse y exigir reivindicaciones y si lo hacen se les cataloga de terroristas. Para que se tenga una idea, en enero 2019 un wincheros cobraba un pago de menos de 100 Bs (0,11 dólares según cambio oficial y 0,03 según mercado paralelo) por una jornada de 12 horas.

La alianza patronos-gobierno en Venezuela se ha venido oponiendo a las exigencias de aumento salarial de los trabajadores. Pero los wincheros en Puerto Cabello, ya cansados de tanto atropello, ya indignados por el salario de hambre que reciben mientas descargan valiosas mercancías, ya desesperados por no encontrar como sostener a sus familias, se decidieron a tomar acciones de presión con la exigencia de aumento salarial, procediendo a paralizarse para exigir aumento salarial.

Los patronos no quieren aceptar que se organicen como sindicato. Los patronos les han propuesto que se organicen como cooperativa o asociación civil, para no tener que entenderse con los trabajadores como asalariados, sino con una empresa servicios, para desentenderse de todo lo referente a contratos colectivos, prestaciones sociales y demás complementos del salario.

El sindicato de trabajadores portuarios que hace vida en “Bolivariana de Puertos” (BOLIPUERTOS) le ha dado la espalda a la lucha de los wincheros.

Los wincheros han comenzado a organizarse y han tenido la valentía de parar la descarga de buques, aun no contando con el apoyo del sindicato. El patrono comenzó a presionar a algunos trabajadores para reactivar las operaciones y romper la huelga.

En esta lucha el mensaje de nuestro partido sobre las acciones que debe asumir este movimiento de lucha obrera deben fue el siguiente:

  1. Entender que la lucha por aumento salarial es una lucha permanente y que la principal victoria a conquistar será la organización de base de los trabajadores.

  2. Convertir la lucha de los wincheros en una lucha de todos los trabajadores portuarios y de todos los trabajadores en general, en Puerto Cabello, en Carabobo, en Venezuela y en Latinoamérica.

  3. Organización de la lucha reivindicativa de la clase obrera por la base, dentro y fuera de los centros de trabajo. Constituir Comités Obreros de Base que presionen a los sindicatos a convocar asambleas y a propiciar la lucha. Estos Comités deben integrar a obreros activos, pensionados y jubilados, trabajadores fijos y contratados o eventuales y reunirse fuera de los centros de trabajo, agrupándose por barrio o urbanización. Los wincheros deben presionar al sindicato a que asuma la lucha y para esto es preciso que extiendan su organización de base hacia todos los trabajadores que laboran en los muelles.

  1. En los muelles los trabajadores deben plantear la unidad y la lucha por: a) Aumento de salarios, comenzando por 15.000 Bs por jornada de seis (6) horas, ajustando mensualmente el salario, considerando la dinámica de la inflación, b) Jornada de trabajo de un máximo de 6 horas diarias (paso de 3 a 4 turnos en las operaciones en los muelles) y un máximo de 30 horas semanales, c) Establecimiento de servicios de comedor, guardería, transporte y lavandería para los trabajadores y trabajadores portuarios que laboran en todos los muelles públicos y privados en Puerto Cabello, d) Dotación de uniformes, calzados y equipos de protección personal, e) Contra la represión a las luchas obreras y la persecución a sus dirigentes.

  2. Rescate de la Huelga y la movilización como principales armas de lucha de la clase obrera. Realización de piquetes de agitación y propaganda para dar a conocer la problemática de los trabajadores y llamar a la incorporación de otros hermanos de clase a la lucha obrera de base.

La huelga duró 4 días. Ya en el cuarto día 5 wincheros rompieron la huelga. El quinto día los trabajadores se reintegraron a sus labores. Se reincorporaron con las manos vacías, con el mismo salario de hambre. Sin preparación organizativa, sin un fondo pro‑huelga, sin respaldo de los sindicatos, el movimiento de los wincheros fue derrotado.

Los trabajadores portuarios deberán seguir aprendiendo de cada una de estas experiencias de confrontación con el patrón y así ir asumiendo las luchas con un enfoque de clase proletario, combativo ante los patronos y sus gobiernos y con una mayor participación de trabajadores de todos los oficios y categorías.

 

 

 

 

  


Cómo y por qué el Centralismo Organico

El centralismo y la severa disciplina siempre han sido dos principios fundamentales de la organización revolucionaria.

El centralismo, su unidad de estructura y movimiento, en nuestro partido está mejor definido con el adjetivo “orgánico”, un método de vida que la formación política del proletariado pudo seleccionar después de haber atravesado un curso histórico y diferentes etapas de su lucha contra la burguesía.


Orígenes del movimiento y del centralismo democrático

En los orígenes del movimiento proletario había en su interior varios componentes. Además de los marxistas, había corrientes que, aunque no eran comunistas, tenían su propia tradición reconocida y merecida dentro del movimiento obrero, ni el curso de la lucha de clases las había superado. En la Primera Internacional estaban presentes anarquistas e inicialmente también Mazzinianos; en la Segunda, el marxismo reformista cohabitó con el marxismo revolucionario. Esto hasta que en todos los partidos nacionales de la época, se llegó a la oposición en realidad entre dos partidos, tendiendo a la división, preparada en años de dura y amarga contraposición de programas y de tácticas. Sin que, sin embargo, sin que las corrientes de la izquierda, hasta una división consumada, nunca minimizaran, en teoría y en la práctica, al centralismo y a la disciplina.

En esta situación de relativa inmadurez e inexperiencia táctica, el movimiento revolucionario adoptó, no como un principio sino como un “mecanismo congresual”, el centralismo democrático, considerándolo un modesto instrumento para tomar decisiones prácticas, esperando que las lecciones de la historia indicaran el mejor camino y el afinamiento de la doctrina correcta.

La Primera Guerra Mundial y la Revolución de Octubre, marcaron definitivamente el fracaso del socialismo reformista y, desde entonces, podemos decir que ya no existe un “reformismo de clase”, proletario, sino que todo corresponde al reformismo, y es una expresión exclusiva de la clase dominante. El nacimiento del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso ocurre antes de este pasaje histórico y vive este proceso.


Libre también de la forma de democracia

A pesar de la necesidad del uso del mecanismo democrático, las organizaciones de la clase obrera siempre han tendido a un modo de funcionamiento superior. El modus operandi que utilizó la Primera Internacional en sus mejores años, como lo demuestran las actas, la correspondencia, la relación entre compañeros y entre el centro y la periferia, corresponde a la forma superior de centralismo que nuestra corriente llamará orgánico. Incluso la Tercera Internacional inició – aunque no de forma totalmente consciente – con un funcionamiento orgánico, con la sana intención de superar al interior tanto las fracciones como la forma democrática, abogando por una votación siempre unánime. Estos resultados no podían obtenerse estatutariamente, sino únicamente como el producto de una homogeneidad teórica, programática y táctica. También en este sentido, la Izquierda Comunista italiana pidió en 1920 que se hicieran más rígidas las condiciones de admisión a la Internacional.

En Italia, en 1921, la corriente revolucionaria se divide en la reformista del PSI y nació el Partido Comunista de Italia. Este, como el Partido ruso, recurría todavía al centralismo democrático, pero los compañeros ya comprendían bien que el grado de homogeneidad programática, alcanzado después de 70 años de lucha proletaria desde 1848 era tal que de ese mecanismo ya se podía prescindir.

Escribimos en 1922 en “El principio democrático”: «No es apropiado elevar a principio este empleo del mecanismo democrático. Junto con una tarea de consulta similar al legislativo de los aparatos de Estado, el partido tiene una tarea ejecutiva que corresponde, incluso en los momentos extremos de lucha, al de un ejército, que exige el máximo de disciplina jerárquica (...) No podemos concebir una designación mayoritaria del partido como apriorísticamente tan feliz en las desiciones como la de un juez infalible (...) Incluso en un organismo en el cual, como el partido, la composición de la masa es el resultado de una selección, a través de la espontánea adhesión voluntaria, y el control del reclutamiento, el pronunciamiento de la mayoría no es en sí misma el mejor (...) El criterio democrático es para nosotros hasta ahora un accidente material para la construcción de nuestra organización interna y la formulación de los estatutos del partido: no es la plataforma indispensable. Por esta razón, al principio no plantearemos la conocida fórmula organizativa del “centralismo democrático”. La democracia no puede ser un principio para nosotros».

El centralismo orgánico no es una fórmula y tampoco una forma organizativa. No existen los artículos de un “reglamento orgánico” interno del partido, como garantía absoluta contra las crisis, contra su degeneración. El centralismo orgánico no es más que la superación dialéctica del mecanismo democrático en el seno del partido, del cual ha llegado a liberarse espontáneamente en su curso histórico.


Objeciones de corto aliento

Si se quita la democracia, se objeta, todo el “poder” se concentrará en el centro del partido, solo para decidir su “línea política”.

Es fácil responder que ahora la “línea política” está ya establecida por nuestro programa, por nuestras tesis, a las que se someten voluntariamente toda la militancia, el centro y la periferia. En el Partido nadie manda y todos son mandados. Nadie manda porque, impersonalmente y objetivamente, ahora no hay nada que decidir. Todos son mandados porque las “órdenes” ya están escritas en la línea ininterrumpida de nuestro programa, impreso en el fuego de las lecciones de las contrarrevoluciones extraídas por el “partido histórico”.

Así que las líneas de acción táctica son el fruto de un estudio, que el partido tiende a realizar colectivamente, retomando el hilo de cuanto se ha hecho antes, desde Marx hasta hoy. No es casual que sea nuestra buena práctica y método releer y estudiar bien lo que escribió el partido en el pasado antes de aventurar una nueva evaluación.

Creemos que el partido podrá llevar a cabo su función de órgano dirigente de la Revolución si el conjunto humano que lo forma puede transmitir no solo la doctrina correcta sino también el correcto modo de actuar y de relacionarse en su interior. Forma y contenido están unidos en un destacamento de combatientes por una causa histórica que supera al individuo y cada interés personal y de grupo.

Nuestras intensas reuniones de secciones, regionales y generales se han celebrado en este ambiente durante dos tercios de siglo.

¿No hay discusión en nuestro partido? Contestamos con orgullo que en el partido, no, no hay discusión. Existe una continua profundización científica que lleva a los compañeros a trabajar juntos para afrontar mejor con los problemas a resolver, que sin duda vienen a plantearse. Pero no hay debate, no hay congresos, con una votación final. Un desacuerdo sobre las tácticas es el resultado de un conocimiento incompleto de la cuestión en el conjunto del partido. Mientras no haya claridad, esta no se logra ni con un conteo de votos en la base, ni con una orden de arriba, sino solo con la sucesiva profundización en la cuestión y con su verificación empírica, a través de los resultados obtenidos en la acción.

Es posible que el partido cometa errores, por supuesto, pero no será garantía de no comprometerlos y aprender las lecciones a través del método, ahora solo chismoso y personalista, del conteo de votos. El partido se protege no con una forma organizativa, no con reglas formales de representación y decisión, sino solo a través del correcto trabajo revolucionario y el compromiso directo y continuo de todos sus militantes.


Centralismo orgánico y sociedad futura

El partido comunista, como está escrito en las Tesis, es una prefiguración del modo de asociarse, natural y espontáneo, de la humanidad futura.

En nuestro “Del sueño y de la necesidad del comunismo al científico programa revolucionario marxista” escribimos:
     «Nuestro modelo organizativo también postula y practica el centralismo orgánico, no tanto y solamente para compartir el método “científico”, sino para disfrutar de una “sociedad” que prefigura el comunismo, en el cual no se debate, sino esculpimos, en la investigación y en la lucha, como la tradición revolucionaria ha acumulado la experiencia y la vida de especie, con entusiasmo, en una visión del tiempo que combina la perspectiva y el sentido de la diferencia con la visión única que une en el mismo arco al pitecanthropus armado con un palo (por cierto: parece que fue un símbolo suave, pero no estúpido ni desarmado, de la unidad tribal que recuerda a la bestia de la que quizás descendemos (...) con el hombre comunista, en un Tiempo único que no está en contraste con el único Espacio, de acuerdo con la estrecha y dialéctica relación que Einstein ha indicado, y la imagen de un Cosmos (orden) que solo la sociedad comunista podrá alcanzar».

El partido es al mismo tiempo el custodio de la doctrina y el órgano que, sosteniéndola como un arma, guiará a la clase en la revolución, abandonando para siempre en su interior el individualismo de la putrefacta sociedad burguesa.


  

 



Vida de partido
Reunión General
Génova, 29 septiembre - 1 octubre 2017


La cuestión militar, La Primera Guerra Mundial

El Sinaí y el campo palestino

El capítulo sobre la Campaña del Sinaí y Palestina terminaba la exposición, del mas vasto frente oriente medio y caucásico, iniciada en la precedente reunión de Turín. Fue considerado un frente secundario.

Una breve referencia al frente de guerra más amplio de toda la Primera Guerra Mundial destacó el marco estratégico militar y político en el área.

Los comandantes alemanes empujaron a los otomanos a atacar a las fuerzas inglesas en Egipto, apoyadas por las locales, con dos objetivos importantes: el primero, ocupar y cerrar el Canal de Suez a todo el tráfico británico, especialmente al ejército, que fluía enormemente desde sus colonias. Y grandes cantidades de suministros para su industria de guerra y económica; el segundo, involucrando a fuerzas británicas adicionales en varios frentes para reducir su presión en el frente europeo.

En el plano político, el imperialismo británico, junto con el francés, con un doble engaño descarado, frustraron todas las esperanzas de lograr un estado árabe independiente y unificado liderado por ellos mismos, que era el objetivo del levantamiento nacionalista que estalló en 1916 en la región de Hegiaz. Franja costera en el mar rojo de la península arábiga. El emir Feysal, sheriff de La Meca, estaba al mando de varias formaciones tribales locales y le fue prometido que al final de la guerra, como recompensa por el apoyo contra los otomanos y alemanes, tendría territorios, que los dos bandidos europeos ya habían dividido en los acuerdos de Sykes‑Picot, el cual luego fue refrendado con el establecimiento del Mandato Británico en la región, gracias a la Liga de las Naciones. El emir Feysal, al final de los atormentados asuntos diplomáticos, fue nombrado en 1921 como el primer rey de Irak, recién inventado por los británicos, y su hermano fue nombrado rey de lo que más tarde se convirtió en el reino de Jordania.

La campaña de Sinaí y Palestina se llevó a cabo del 28 de enero de 1915 al 28 de octubre de 1918, en varias ocasiones y posteriormente se extendió a Siria. Involucrando a un total de 650,000 hombres del lado otomano, además de consejeros militares alemanes. Contra un conjunto mixto de tropas británicas y Anzac (Australia y Nueva Zelanda) para un total de 550,000 efectivos.

En ese momento, el Sinaí era una enorme extensión desértica sin caminos ni suministros de agua, que obstaculizaba seriamente las maniobras de un ejército moderno.

La primera ofensiva otomana comienza el 2 de febrero de 1915, pero falla en solo dos días porque los británicos, a través de sus espías, estaban perfectamente al tanto de los planes del enemigo. Conscientes de la importancia estratégica y del peligro del Canal, los británicos refuerzan sus defensas retirando tropas del frente de Gallipoli, y requiriendo un mayor compromiso con las fuerzas egipcias, mal armadas y mal entrenadas.

El frente se enfría por un año, debido a que en Gallipoli, Mesopotamia y el Cáucaso, que se consideran más importantes, la batalla se inflama y requiere más fuerza.

En julio de 1916 una segunda ofensiva otomana fue rechazada por los británicos, quienes más tarde decidieron adelantar las líneas del frente del Sinaí. El objetivo estratégico británico de proteger el Canal al ocupar una buena parte del territorio enemigo, se logra con éxito sin un gran esfuerzo.

En Londres el nuevo gobierno de Lloyd George da un nuevo impulso a la guerra, y sin proporcionar los refuerzos adecuados da órdenes al ejército en Egipto para una nueva ofensiva en el sector, tanto para apoyar a la Revuelta Árabe y así distraer a las fuerzas otomanas, como para obtener un fácil y predecible logró, compensado así los infructuosos esfuerzos en los otros sectores.

Mientras tanto las fuerzas otomanas se encontraban en una línea fortificada que se prolongaba desde la fortaleza de Gaza en el Mediterráneo, hasta Beersheba, terminal de la línea ferroviaria hacia Damasco. El ataque evasivo inglés del 26 de marzo de 1917, resultó un fracaso y la fortaleza de Gaza no fue conquistada. Sin embargo, Londres ordena proceder con la conquista de Jerusalén, suministrando a las tropas nuevos tanques de guerra y gases asfixiantes. Pero incluso el segundo ataque del mes siguiente termina en una derrota.

Al nuevo comandante inglés Allenby, se le suministran nuevos aviones bombarderos y tropas bien entrenadas, con órdenes de tomar Jerusalén antes de la Navidad de 1917, quien explota el hecho de que la mayoría de las tropas otomanas fueron trasladadas a Mesopotamia y Arabia.

El nuevo plan inglés hace creer a los otomanos, a través de espías e infiltrados, que un ataque a Gaza es inminente, mientras se lleva con éxito uno verdadero a Beersheba.

El 7 de noviembre los otomanos de Gaza para evitar ser cortados por su retaguardia abandonan la ciudad. Rinden las últimas líneas de la defensa otomana, y el 9 de diciembre los británicos ingresan a Jerusalén, lo que le da al imperialismo británico un gran éxito político y uno de los pocos éxitos militares después de tres años de guerra.

Se espera que el imperio otomano se retire de la guerra, en cambio este ya está preparando una contraofensiva. Francia ha preparado un plan para la conquista de Siria, el cual debe dejar de lado porque en el sector occidental tiene que contrarrestar una poderosa ofensiva alemana. Por esta razón, incluso las tropas británicas son transferidas al frente europeo.

El 19 de septiembre de 1918 comienza una repentina ofensiva inglesa; después de la batalla victoriosa de Megiddo comienza el retiro general otomano, cuyas columnas son fuertemente bombardeadas por la aviación, hasta el punto de que solo después de una semana, el séptimo Ejército Otomano deja de existir como una unidad operativa. Se libera el camino a Damasco, cuya guarnición se rinde sin luchar, y se toma el 1 de octubre de 1918.

Después de la campaña en Palestina, la de Siria duró un mes más debido a la resistencia otomana. Es la capitulación de Bulgaria, con el peligro real de los ejércitos hostiles bajo las murallas de Constantinopla, lo que convence a los turcos de querer el fin de las hostilidades, con el armisticio de Mudros el 30 de octubre de 1918. Así concluyó el dominio otomano, que duró 600 años, en el cercano y medio oriente, ahora bajo el control del imperialismo británico y francés.



Reunion General
Génova, 25‑27 mayo 2018

Según lo previsto, una amplia representación de las secciones y grupos se encontraron para la reunión general del partido en nuestra hermosa sede genovesa desde el viernes 25 al domingo 27 de mayo. Estuvieron presentes camaradas de Turín, Francia, Venezuela, Gran Bretaña, Friuli, Cortona, Roma, Bolonia, Florencia, Parma.

Este es el muy denso y articulado orden de los trabajos presentados en esa reunión:
 - Viernes y sábado temprano por la mañana: reunión organizativa.
 - Sábado segunda mitad de la mañana: Curso de la economía mundial.
 - Sábado por la tarde: El rearme de los Estados; La cuestión militar, el frente occidental en 1916‑1917; La cuestión militar, el contraataque italiano por el Piave; La revolución en Hungría de 1919, primeras conclusiones;
 - Domingo por la mañana: Situación social a principios de los años veinte en China y la dirección de la Internacional; Informe sobre nuestra actividad sindical; Informe de la sección venezolana; El concepto y la práctica de la dictadura antes de Marx, Blanqui en la Comuna.

Todos estos difíciles estudios e informes, que no aspiran tener nada de académico o de meramente historiográfico, son necesarios para dar sustancia y evidencia al cuerpo de las tesis a las que nuestro movimiento comunista se ha alineado en el transcurso de casi dos siglos, sondeados en el pasado que, por el contrario, consideramos la premisa necesaria para mantener al partido en una relación directa con las luchas obreras y sociales de hoy, de las cuales, en una relación recíproca compleja, obtiene su fuerza y razón.

Es a partir de este arduo trabajo que esperamos el desenvolvimiento, natural y espontáneo, del pequeño partido de hoy, del renacido partido mundial de la clase obrera. Esto, como ya lo fue en la Primera Internacional, tendrá un único fin histórico y declarado, el comunismo internacional sin clases y sin Estado político, pero que, por madurez histórica, profesará también, una sola doctrina, la marxista, también una sola estrategia, conocida y prevista para las áreas con diferente desarrollo en el mundo.

Como en la tesis: «Si bien aceptamos que el partido tiene un perímetro estrecho, debemos sentir que preparamos el verdadero partido, sano y eficiente al mismo tiempo, para el período histórico en el que las infamias del tejido social contemporáneo harán retornar a las masas insurgentes a la vanguardia de la historia».

Como es habitual, a la espera de su perfeccionamiento, redacción definitiva y publicación, aquí anticipamos las síntesis de los distintos informes.

 

 
Las relaciones de fuerza entre los principales Estados imperialistas en su aspecto militar

Como todos los años, en nuestra reunión general de primavera, comentamos los datos sobre el gasto mundial en armas y su comercio. Nos basamos en la serie de datos del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, que se actualiza anualmente en el mes de abril. Esta fuente, que informa sobre el gasto militar de casi todos los Estados desde 1988, es hoy la más completa, coherente y extensa entre las que tenemos disponibles. En otra parte del documento informamos una síntesis de los datos numéricos.

Es interés primario del Partido estudiar, junto al comportamiento de la crisis económica de los principales países imperialistas, también los datos sobre el rearme de los diversos Estados y bloques de alianzas, en la convicción de que este sistema social solo tiene una salida de la crisis que lo afecta, una nueva guerra mundial que destruya buena parte de los medios de producción y del propio proletariado, para poder iniciar un nuevo ciclo productivo, tal como sucedió después de la segunda guerra mundial.

Presentamos a continuación nuestra tesis sobre la guerra:
     «Desde que entramos en la era del imperialismo, guerras de usurpación, de rapiña, de banddidaje de ambas partes, para la repartición de los mercados, para una subdivisión y nueva reparticipación de las esferas de influencia del capital financiero y la consiguiente subyugación de los Estados y naciones a las grandes potencias, son inevitables.
     «¿Podrían los gobiernos burgueses y sus líderes impedir la guerra? No tienen la posibilidad ni de provocarla ni de impedirla. Incluso si, personalmente, no quieren que estalle la guerra o les resulta inoportuno apresurarla, sus intenciones tienen poco efecto: la oligarquía del alto capitalismo que representan y de la que dependen, se ve obligada a operar en la producción, en la industria, en el comercio, en las finanzas, según leyes económicas inexorables que conducen a la guerra. La guerra no es una “política” de un cierto estrato o partido burgués, es una necesidad económica».

En verdad, después del final de la Segunda guerra imperialista en 1945, el mundo no ha conocido un período de paz incluso relativa. Los dos principales bloques imperialistas, los Estados Unidos de América y la Unión Soviética estalinizada, se han enfrentado, aunque no directamente, en conflictos gravísimos con millones de muertos, llevando la devastación a muchos países del Asia oriental, del Africa, del Medio Oriente.

Todas las bellas palabras y las buenas intenciones expresadas por las clases dominantes del mundo entero al final de una guerra que habían querido, marcada por decenas y decenas de millones de víctimas, culminaron en el uso de dos mortíferas, terroríficas bombas atómicas, en pocos años se revelaron como solo propaganda, mientras las fábricas de armamentos continuaron con fervor la “carrera de armamentística”, contribuyendo así a la recuperación de las diversas economías nacionales.

Ya a pocos años después del final de la segunda masacre mundial, tomando en cuenta la cronicidad de la guerra en el período de decadencia capitalista, escribimos (“Neutralidad”, en “Prometeo”, enero‑marzo de 1949):

«Para el capitalismo, la guerra no ha sido más que la válvula de seguridad para su crisis de desarrollo: en la fase actual del imperialismo, y por lo tanto de su declive, en cuanto experiencia histórica de la clase, que no tiene nada más que decir a la humanidad, la guerra ha asumido un carácter de permanencia para la cual la paz no es más que una breve tregua de armas, un momento estratégicamente necesario y vital de la guerra que continúa».

En los últimos años estas guerras de carácter regional se han intensificado, ayudando al régimen capitalista a atenuar los efectos de la crisis de sobreproducción y al mismo tiempo, impulsado el aumento de la consistencia y la eficiencia del aparato militar de los principales países.

Las guerras, aunque limitadas a algunas regiones del globo, pero cada vez más cercanas a los centros nodales del régimen capitalista, han sido tan numerosas y devastadoras que los mismos burgueses las definen como una “tercera guerra mundial a pedazos”. Una nueva guerra se cierne sobre toda la humanidad.

Nadie puede prever hoy los resultados de una guerra generalizada en la que se utilicen las llamadas “armas de destrucción masiva”, de las cuales esta sociedad tanto tecnológicamente avanzada como humanamente atrasada se ha sabido dotar, pero los comunistas sabemos que esta guerra puede evitarse. Es la clase proletaria, y solo ella, la que podrá impedir la deflagración, amenazando primero e imponiendo después su revolución comunista internacional.

Citando nuevamente nuestras tesis:
     «En el ámbito del modo de producción capitalista y con los instrumentos ofrecidos por el orden político en el que se apoya, la guerra imperialista no puede ser evitada. Solo una contrafuerza histórica que se oponga a este orden (...) la de la clase proletaria, guiada por su partido, puede constituir la única posibilidad de impedimento (...) Para este fin será necesaria una organización profundamente arraigada en el proletariado y en el ejército, que emane del partido de clase, extenso e influyente, basado en fuertes posiciones teóricas, programáticas, tácticas, el único organismo que puede dirigir la toma proletaria del poder con el fin de abatir la podrida sociedad del capital (...) De hecho, solo si es arrasada la estructura mundial del poder capitalista podrá ahorrarse a la humanidad sus horrores, el primero entre todos la guerra: en un mundo socialista, en una sociedad no mercantil, no capitalista, no estatal, primer verdadero comienzo de la historia humana, ya no tendrá razón de ser».


Cuestión militar, frente occidental 1916‑1917

El primer relator se refirió a las maniobras en el frente occidental en los años 1916‑1917. El balance general para las operaciones de 1916 estaba ligeramente a favor de las fuerzas de la Entente. El plan alemán para derrotar a los franceses en Verdún había fracasado; ni siquiera el ejército austrohúngaro había logrado derrotar al italiano, y las repetidas ofensivas rusas en el frente oriental habían puesto en dificultad a los imperios centrales.

Establecido definitivamente el diseño alemán de una guerra relámpago, difícil de lograr entre dos frentes de estas dimensiones y poder, opuso a fines de 1916 425 divisiones de la Entente a los 331 adversarios, que aumentaron aún más en los meses siguientes.

En las primeras fases de la guerra, los mejores y más experimentados soldados se habían perdido y los nuevos reclutas estaban compuestos por reservas de edad adulta y jóvenes reclutados en armas anticipadamente, instruidos apresuradamente en las nuevas técnicas militares y poco entrenadas físicamente. Mientras tanto se difundían entre las masas las ideas de la revolución social, a pesar de las terribles represalias llevadas a cabo por todos los mandatos para detener su difusión.

Cada plan militar preparado para el 1917 se vio interrumpido por dos eventos importantes: la revolución rusa de Febrero y la entrada de Estados Unidos en la guerra el 6 de abril.

El nuevo comando alemán apuntó a debilitar la economía del principal adversario, Inglaterra, a través de la guerra submarina, para impedir el enorme flujo de suministros de su extenso imperio y de los aliados. Solo en el mes de abril, el u‑boot alemán hundió alrededor de un millón de toneladas de buques mercantes.

La incorporación de los EEUU de forma voluntaria proporcionó un contingente de un millón de hombres, fácilmente incrementable a tres; esa eficiente máquina organizativa, sin embargo, necesitaba al menos un año para funcionar a plena capacidad, y era fue el lapso de tiempo que quedaba a los alemanes.

Es dentro de esta impulsora estrategia que el 9 de abril de 1917, tres días después de la declaración de guerra de los Estados Unidos, desde Suiza, después de una compleja y no fácil negociación diplomática, que parte el “vagón sellado” que llevará a Lenin a Petrogrado. En los planes alemanes (en esto coincidentes con los de los bolcheviques) su llegada agravaría las dificultades o incluso provocaría la desintegración del nuevo gobierno provisional ruso, leal a la Entente, constituido después de la abdicación del Zar el 15 de marzo, llevando a la esperada salida de Rusia de la guerra.

En esta situación, el comando anglo-francés preparó otra potente ofensiva tendente a romper las líneas alemanas, a pesar de los grandes fracasos de las anteriores. En zona de Arras, después de cinco días de fuertes bombardeos contra las defensas alemanas y ataques aéreos, comenzó una “barrido móvil” con la artillería a solo cien metros de la avanzada de la infantería y de los tanques. Pero esta táctica tuvo éxito solo en unos pocos casos debido a las pérdidas causadas por el fuego amigo y la dificultad de avanzar con tanques y cañones tirados por caballos en el terreno fangoso y en mal estado a consecuencia de los bombardeos. Después de cinco días, se suspendieron las operaciones debido a las graves pérdidas y los pocos resultados.

El 16 de abril comenzó otra gran ofensiva francesa, apoyada en una acción de distracción en Champagne, utilizando casi un millón de soldados con 7.000 ametralladoras y los primeros tanques franceses. Resultó en un completo desastre y ninguno de los objetivos se logró. Las pérdidas francesas fueron de casi 100.000 bajas. De los 128 tanques que entraron en acción, 32 fueron destruidos solo el primer día.

Con ese enésimo inútil baño de sangre, la moral de las líneas del frente se derrumbó, el resentimiento contra la guerra explotó y se intensificaron las deserciones esporádicas que se convirtieron en verdaderos amotinamientos. No bastó la sustitución del duro general Nivelle con Pétain, quien finalmente otorgó a las tropas períodos de descanso más prolongados, permisos frecuentes y mejores raciones.

El 27 de mayo, mientras los primeros destacamentos estadounidenses llegaban a Francia, 30.000 soldados de primera línea abandonaron sus trincheras en la estratégica via del Chemin des Dames, teatro de sangrientos enfrentamientos, para ubicarse en la retaguardia. Las protestas continuaron y un destacamento tomó el control de un pequeño pueblo en la retaguardia y le designó un gobierno pacifista y, por una semana, en todo el sector los soldados se negaron a volver a combatir.

La represión de los comandos militares fue súbita, con arrestos en masa; las cortes marciales condenaron por amotinamiento 23.395 soldados a varias penas, entre ellos 400 a muerte o a trabajos forzados en las colonias. Petain luego redujo los fusilamientos a 50. Pero duró seis semanas el período de crisis en el sector y, cuando cesó, el Alto Mando francés se dio cuenta de que ya no podía contar por completo con las tropas, que ya no soportarían una nueva ofensiva general, sino que, como máximo, estarían dispuestas a mantener la defensa de sus posiciones.

La tarea de la ofensiva general pasó luego al comando británico, apoyado por el estadounidense. En junio los británicos comenzaron una segunda gran ofensiva (segunda batalla de Ypres). A lo largo de todo el año anterior, los ingenieros británicos habían excavado bajo las líneas alemanas 19 túneles llenos de 500 toneladas de explosivos: la explosión causó la muerte instantánea de 10.000 alemanes y varios miles quedaron aturdidos. Siguió un bombardeo masivo de 2.266 cañones, lo que permitió ocupar algunos objetivos en las alturas y hacer miles de prisioneros; pero la ofensiva tuvo que ser detenida el mismo día por el terreno fangoso y devastado.

En julio, otra gran ofensiva británica (tercera batalla de Ypres) permitió un avance inicial, pero costó enormes pérdidas. Las bien guarnecidas defensas alemanas se resistieron, la dinámica ofensiva se convirtió en puro desgaste, convenciendo también a los comandantes ingleses de la imposibilidad de abrirse paso.

Pero, a pesar de que las lluvias incesantes convirtieron todo en un mar de barro, los comandos continuaron ordenando otros inútiles ataques.

Mientras se derrumbaba el frente italiano en Caporetto, fue necesario enviar lo antes posible refuerzos anglo-franceses.

Los británicos aportaron mejoras a los carros para romper los cercos y pronto se convertirían en un arma estratégica de asalto y no solo tácticas, en la guerra de trincheras.

Los alemanes, por su parte, estaban perfeccionando la formación de los Stoßtruppen, batallones de asalto compuestos por los mejores soldados agrupados en pequeñas unidades dinámicas con equipo bélico adecuado y entrenamiento especial. Para ellos, la tarea de resolver la naturaleza estaticidad de la guerra de trincheras con acciones decisivas en tierra de nadie y en ciertos determinados puntos de las líneas adversarias en las que debían abrir significativas brechas.

La situación a fines de 1917 terminó con la Entente en dificultad: en el frente occidental, un precario estancamiento estratégico, con Francia en crisis e Inglaterra que no podía obtener una victoria significativa; los alemanes resistieron, incluso con las tropas recuperadas del frente oriental; el gobierno soviético ruso había iniciado los contactos para un tratado de paz, mientras en Italia los austrohúngaros habían avanzado hasta el Piave.

Era el momento propicio para la entrada en guerra de Estados Unidos. Pero el empleo en batalla de las tropas estadounidenses se llevará a cabo solo el 23 de febrero de 1918. El flujo constante de llegadas elevará su total a 500.000 hombres en mayo de 1918, que se duplicó en el siguiente mes de julio.

Alemania, después de la rendición definitiva de Rusia con el Tratado de Brest-Litovsk del 3 de marzo de 1918, debía explotar la momentánea superioridad numérica para terminar rápidamente la guerra.

La ofensiva de primavera comenzó con el bombardeo de artillería más devastador de toda la guerra: 6.400 cañones, cerca de la mitad de todas las piezas de artillería en el frente occidental, 3.500 morteros y 730 aviones, en unas pocas horas lanzaron un volumen de fuego en el Líneas británicas para ponerlas fuera de combate, permitiendo a las tropas de asalto alemanas ocupar, solo en el primer día, un territorio igual al conquistado por los británicos en los 140 días del Somme. En la semana siguiente, la avanzada prosiguió otros 65 kilómetros, acercándose a París. 90.000 los prisioneros capturados, 1.300 los cañones, 212.000 los soldados enemigos muertos o heridos y todo un ejército británico fuera de combate. Pero también los alemanes perdieron 240.000 entre soldados y oficiales de las tropas elegidas con algunas divisiones reducidas a la mitad de los efectivos.

Pero el camino hacia el norte y los puertos del Canal no fueron abiertos. El 29 de abril se ordenó la suspensión de la ofensiva, que resultó ser un fracaso. En mayo los Aliados lograron detener a los alemanes a las puertas de Reims y aquí terminaron la lucha contra el tiempo de los alemanes por la poderosa intervención de las fuerzas estadounidenses.

Al alba del 8 de agosto, en medio de una densa niebla, los anglo-franceses más 4 divisiones de infantería canadienses, lanzaron un gigantesco y repentino ataque con el apoyo de 456 tanques y vehículos blindados. El frente alemán se rompió con 6 divisiones destruidas o cercadas. Ludendorff llamó a esto “el día más negro para el ejército alemán”, no solo por la pérdida de 30.000 soldados más 13.000 prisioneros, sino por el colapso de la moral de las tropas que se habían rendido en masa y que, como refirió, gritaban a los oficiales que “pongan fin a la guerra”, y “esquiroles” a las reservas enviadas ese día al frente!

La batalla entre tanques de los lados opuestos repropuso la guerra de movimiento respecto a la estática de la guerra de trincheras.

En agosto, británicos y estadounidenses atacaron en el Somme y en una semana sacaron a los alemanes de toda el área. En septiembre, el comando alemán, dada la pérdida de 230.000 hombres solo en ese mes, tuvo que admitir que el frente occidental estaba próximo al colapso y la guerra se perdió. El 29, Ludendorff se dirigió al Kaiser Wilhelm II para pedirle que hiciera una propuesta de paz para evitar una derrota militar en el campo. Culpó de la situación a “las ideas espartaquistas y socialistas que habían envenenado al ejército alemán”. El 4 de octubre, el nuevo Canciller von Baden telegrafió a Washington para solicitar un armisticio sobre la base de los “Catorce puntos”, que el presidente estadounidense Wilson había declarado por la paz y un nuevo arreglo de las fronteras en Europa.

El 3 de noviembre, el frente interno de Alemania estaba en confusión y aquí se trasladó la guerra social. Ese día, después de los diversos disturbios del 29 y 30 de octubre, toda la flota alemana se amotinó en Kiel, oponiéndose firmemente al plan de los almirantes de organizar una última incursión suicida contra la costa británica. Ese día marcó el inicio de la “Revolución de Noviembre”; y el día 6 la revuelta de los marineros se extendió a la base naval militar de Wilhelmshaven.

Una nueva ofensiva en el Argonne dio el golpe final al ejército alemán, desangrado y desmotivado, con la crisis política en su patria, que se reflejaba en el frente.

Pero a pesar de la disponibilidad mucho mayor de hombres y medios y el gran apoyo estadounidense, los Aliados en esta última ofensiva no pudieron repeler desde Francia y Bélgica a una Alemania que, mientras tanto, se quedó sola, después que el 30 de octubre, el Imperio Otomano había firmado el armisticio de Mudros con los Aliados y, el 4 de noviembre, Austria-Hungría habían capitulado y firmado el armisticio de Villa Giusti con Italia. La retirada alemana nunca fue una ruta desordenada y Alemania no parecía haber sido derrotada en el terreno como hubiera querido el general estadounidense Pershing, haciendo que la guerra continuara durante al menos una semana. Entraron en juego consideraciones de estabilidad política muy creíbles en toda Europa, dada la victoriosa revolución bolchevique en Rusia, los numerosos motines en todos los frentes de la guerra, duramente reprimidos, mientras que ahora en Alemania las antiguas instituciones imperiales colapsaban con la proclamación de la República de Weimar. ¡Se temía que el viento victorioso revolucionario ruso acabara con todos sus gobiernos burgueses podridos!

Solo en esta ofensiva “de 100 días”, la cuenta de las pérdidas de los Aliados fue espantosa: de un total de 1.069.000 efectivos, las pérdidas de Francia fueron de 531.000, el Imperio Británico de 412.000 y de los Estados Unidos 127.000. Además de estos, se cuentan los de Bélgica, Canadá, Australia y Portugal, que tenían tropas en el sector. Estas altas pérdidas se debieron al insulto, después de 4 años de guerra, en los enfrentamiento suicidas “ataques frontales”. La burguesía temía el período de posguerra y la crisis de la desmovilización: preferían que los proletarios murieran por millones, en lugar de encontrarlos, encuadrados en los sindicatos y en el bolchevismo, por las calles de las ciudades en revuelta.

Onerosas para Alemania fueron las cláusulas del Tratado de Versalles, que incluían la aceptación de su “culpabilidad de la guerra”. Las negociaciones duraron un año, del 18 de enero de 1919 al 21 de enero de 1920: se rediseñaron nuevas fronteras y se crearon nuevos estados, en particular en Europa central contra la Rusia bolchevique y otras de los eslavos del sur, para contener el expansionismo italiano. en las costas adriáticas.

Desde esta guerra, Inglaterra, a pesar de su victoria, ya no será la primera potencia marítima del mundo, debilitada por los Estados Unidos.

La guerra también mostró el poderoso desarrollo de los sistemas industriales de los países beligerantes, con la producción de grandes masas de todo tipo de sistemas de armas, barcos, aviones, equipos de comunicación y diversos instrumentos en continua mejora, producción, posible con el uso generalizado en las fábricas del trabajo de mujeres que reemplazaron a los hombres en el frente.

Las estadísticas generales sobre esta Primera Guerra Mundial son todavía aproximadas. Para los militares muertos indican entre 9 y 12 millones, de los cuales los de los aliados son alrededor de 6 millones. En porcentajes: Imperio ruso 30%; Francia 25%; Imperio Británico 16%; Italia 12%; Serbia 8%; Rumania 6% Estados Unidos 2% y otros países 1%. Los imperios centrales tuvieron alrededor de 4 millones de muertes.

Se ha establecido que las muertes de civiles fueron entre 6 y 9 millones, excluyendo las resultantes de la guerra civil rusa y del genocidio armenio. Hasta ahora las guerras habían afectado principalmente a los combatientes, mientras que ahora también la población civil estaba afectada. Entre civiles y soldados, la pérdida total del conflicto se estima en más de 37 millones: 16 millones de muertos y más de 20 millones de heridos y mutilados.


La revolución en Hungría

En esta reunión continuó la exposición del trabajo describiendo la función de los Consejos de Obreros, Soldados y Campesinos.

En Budapest había 500 Consejos Obreros; cada uno nombró un comisionado para la producción que ocupó el puesto del director del taller. Pero en algunos casos esta tarea fue asignada al propietario mismo.

Los talleres con menos de 20 obreros fueron excluidos de la socialización, pero lo hicieron por su cuenta para reemplazar al patrón en la dirección de la fábrica.

Las fábricas que producían las mismas mercancías estaban centralizadas en un grupo único. Trataron de organizar la producción de la mejor manera posible; a los mejores técnicos les pagaban un salario más elevado.

También fueron constituidos los Consejos de todo tipo de industria. Un delegado de cada Consejo fue a formar parte del Consejo Central de la Producción, en el cual, además de representantes de todos los oficios en todas las industrias, estaba el Comisionado de Producción Social elegido por el Gobierno. Con el control de la producción, también se organizó el control de la venta de los productos.

El Comisionado de Producción, Gyula Havesi, dijo que la toma de posesión de todo el aparato productivo de la industria privada por parte del proletariado se había producido sin violencia: la resistencia de los patronos había sido débil y fácil de domar.

Con respecto a la asignación de materias primas, todas las órdenes se enviaron al Consejo Central de Producción, y este las distribuía a los talleres mejor equipados para procesarlas.

Unos días después de la proclamación de la República de los Consejos fue emitida la orden del Consejo de Gobierno para las instalaciones del Ejército Rojo. Fueron elegidos comisarios del pueblo para defender a los comunistas de confianza con experiencia adquirida en la revolución rusa. Después de solo cinco semanas, el Gobierno de los Consejos pudo pasar revista en la avenida Andrássy con los batallones de obreros armados de las fábricas de Budapest.

Simultáneamente con el Ejército Rojo, la Guardia Roja se organizó para garantizar el orden proletario interno. Se formaron también los tribunales revolucionarios para juzgar a quiénes realizaron actividades contrarrevolucionarias dentro y fuera de Hungría; para su dirección fue designado un antiguo miembro del Partido (pero “antiguo” significaba más de noventa días).

Después de la proclamación de la dictadura del proletariado en las aldeas, se formaron directorios con la tarea de organizar la producción agrícola. En muchos lugares se manifestaron los agricultores ricos e incluso los representantes de los terratenientes expropiados: hicieron todo lo posible para incitar a la contrarrevolución.

El Gobierno de los Consejos expropió latifundios pero no los dividió, apuntando directamente a una conducción del Estado, un salto “sin transición”; la inexperiencia jugó en contra de la revolución: en la mayor parte de los casos, la dirección de los latifundios continuó siendo sostenida por los factores de los antiguos propietarios, considerados insustituibles desde el punto de vista técnico. Se intentó remediarlo designando comisarios para la producción agrícola, políticamente confiables, pero sin ninguna experiencia en el manejo de un gran empresa agrícola.

Kun escribe que llevaría tiempo formar a los campesinos pobres más capacitados en las técnicas de conducción de una gran empresa agrícola. Pero también faltaban equipos para administrar cientos de miles de pequeñas empresas: arados, rastras agrícolas, caballos, etc.

Nuestro informe continuó examinando los aspectos políticos de la dictadura del proletariado en Hungría. Kun anunció la elección de los delegados, votados solo por el proletariado, no por todos: «En menos de dos semanas se reunirá la representación de la clase del proletariado, el Congreso Nacional de los Consejos, con el fin de poner de nuevo un firme poder en manos de aquellos que están muy decididos a ejercer este poder. Hasta ese día, el único depositario del poder central del Estado proletario es el Consejo Revolucionario del Gobierno».

Entonces nos enfrentamos a la difícil situación militar. El 19 de abril se reunió el Consejo Central Revolucionario de los obreros y soldados de Budapest. Kun aún: «Por encima de la República Húngara de los Consejos dos corrientes mundiales están a punto de chocar: la del capitalismo imperialista y la del socialismo bolchevique. Participamos en este choque. Compañeros, son conscientes del intercambio de opiniones entre nosotros y el General Smuts (delegado de la Entente, quien propuso, el 4 de abril de 1919, establecer una nueva línea de demarcación y una zona neutral al este de Tisza. El gobierno de la República de los Consejos no aceptó e hizo la contrapropuesta de convocar una conferencia de los representantes de Austria, Checoslovaquia, Yugoslavia, Rumania y la República Húngara de los Consejos para determinar las nuevas fronteras políticas) que nos llegaron con el mandato de la Entente. No es nuestra la doctrina de la integridad territorial, pero queremos vivir, y por esta razón no hemos aceptado retirar la línea de demarcación. No queríamos rechazar bajo el yugo del capitalismo a nuestros hermanos proletarios liberados en la región de la zona neutral; esto habría significado, en efecto, la privación para el proletariado húngaro de los medios físicos para vivir. Ahora los boyardos de Rumania han lanzado la ofensiva. Este argumento pone en evidencia la lucha de clases internacional, la lucha entre la revolución internacional y la contrarrevolución internacional. Hemos subrayado y subrayamos que la suerte de la República Húngara de los Consejos se fundó sobre la revolución proletaria internacional».

Kun luego hizo referencia a los continuos combates en curso con los rumanos en los diferentes frentes y de la fatiga, así como también sobre la inexperiencia y el escaso equipamiento, en el que se encontraba el Ejército Rojo Húngaro. Hizo un llamamiento a los compañeros presentes: «Si no queremos el sistema de propiedad privada, si no queremos el retorno del capitalismo, pero si, compañeros, queremos el mantenimiento de la dictadura del proletariado; si queremos que en este país no reine la burguesía sino en el proletariado, debemos actuar, debemos tener en cuenta de inmediato las fuerzas que tenemos disponibles para oponernos a las fuerzas imperialistas enemigas (...) Nuestro primer deber consiste en enviar al frente a todos aquellos que están aquí en Budapest, de los que se puede prescindir, todos aquellos que no son indispensables en la administración central, todos los proletarios y todos los representantes del proletariado! (...) Las tropas de la República Soviética Rusa han roto las fronteras de Galicia oriental, una parte de las cuales ya avanza hacia Tchernowitz; esto no impide que el rescate esté todavía muy lejos. De ahora en adelante, cuando los proletarios de los países vecinos vengan activamente en nuestro socorro, debemos apoyarnos en nuestras fortalezas, en las fuerzas revolucionarias del proletariado húngaro. Vuestra tarea es estimular estas fuerzas revolucionarias. También tienen la misión de organizar, emplear y darles un buen uso».


El Comunismo y China:
La situación social y la posición de la IC

En el Manifiesto del Partido Comunista, Marx escribe, en referencia al modo de producción capitalista: «Con el rápido mejoramiento de todos los instrumentos de producción, con comunicaciones infinitamente facilitadas, la burguesía atrae a la civilización a todas las naciones, incluso a las más bárbaras. Los bajos precios de sus mercancías son la artillería pesada con la que sobrepasa todas las murallas chinas (...). Obliga a todas las naciones a adoptar el sistema de producción de la burguesía; si no quieren caer en la ruina, les obliga a introducir en casa la llamada civilización, que se convertirá en burguesa».

La fuerza expansiva del modo de producción capitalista logró sacudir y romper el edificio social del Imperio Celestial. A pesar de los levantamientos campesinos la sociedad china había permanecido en un estado de equilibrio, y ni siquiera las oleadas de invasión de los pueblos nómadas y los guerreros de Asia Central habían cambiado su naturaleza. Aunque lograron victorias en el campo militar, estos pueblos eran portadores de modos de producción inferiores, por lo que se vieron obligados a adaptarse y a fusionarse rápidamente con el país conquistado sin cambiar nada. Solo el impacto con el modo de producción capitalista podría poner fin a un sistema que había permanecido casi sin cambios durante siglos: en el choque entre las diferentes formas de producción, la forma más atrasada es barrida por la más joven y dinámica.


El campo

Por milenios en China había prevalecido, casi inmutada, una economía natural en la cual el cultivo del suelo estaba acompañado por la producción de artefactos, ambos centrados en las estructuras familiares y llevadas a cabo en el entorno del poblado. A esta forma estática pronto se superpuso el poder central. Aún en el umbral de los años veinte del siglo XX China era un país atrasado en comparación con el desarrollo capitalista de Occidente y su población se utilizaba casi exclusivamente en el campo: más de 300 millones de hombres dependían de la tierra para su sustento.

Ya en la antigua China la compra y venta de tierras se negociada libremente. Posteriormente, el impacto del imperialismo europeo causó un considerable debilitamiento del poder central, por lo que los mandarines y la burguesía compradora despilfarraron los bienes del Estado. El imperialismo también trastornó las relaciones sociales en el campo. La vieja clase de los funcionarios gubernamentales, de los mandarines y de los militares, enriquecidos con el comercio con los extranjeros y transformados en una gran burguesía mercantil, invirtió las ganancias en el campo arrancando la tierra de los campesinos y a las comunidades agrícolas a través de préstamos usurarios y su consiguiente endeudamiento.

El hambre y la miseria golpearon a la mayoría de los campesinos, obligados a vivir, a trabajar y a producir en parcelas de tierra insuficientes para su mantenimiento. No solo no producían excedentes para destinar al mercado, sino que ni siquiera eran suficientes para su sustento, por lo que se veían obligados a endeudarse tanto para la compra de semillas y fertilizantes, como para los alimentos con los cuales vivir hasta la cosecha, y para el alquiler y uso de herramientas agrícolas.

Por lo tanto, se vieron obligados a hipotecar la cosecha futura y, si eso no era suficiente, incluso el pedazo de tierra, a tasas de interés nunca inferiores al 30% y que alcanzaban picos de hasta el 80%. A esto se agregaba el peso abrumador de los impuestos y de las extorsiones de los señores de la guerra, haciendo que la deuda de los campesinos aumentara de año en año, poniéndolos a la merced del usurero y del recaudador.

Además, como no podían tener acceso a mercados distantes para sus productos, estaban sujetos a la arbitrariedad del comerciante, básicamente, libre para manipular los precios.

Así, al final de una temporada de penurias y de trabajos, el campesino chino inevitablemente se encontraba cada vez más endeudado.

Agregando deudas sobre deudas terminaba por perdiendo el pedazo de tierra y se convertía en un colono: como tal debía ceder al propietario un porcentaje que oscilaba entre el 40 y el 70% del producto, más un conjunto de regalos y beneficios personales. El campesino chino se redujo a la condición de inquilino o semi-inquilino y el contrato de arrendamiento era la forma predominante de relaciones sociales en el campo. Cerca del 55% de la población agrícola estaba representada por campesinos sin tierra, obligados a arrendar una miserable parcela de terreno de los grandes propietarios, que detentaban el 80% de la superficie cultivada.

En China, la llegada de los occidentales había creado un vínculo estrecho entre los terratenientes y la burguesía comercial. Bajo la presión del imperialismo, los principales exponentes de la clase dominante china se habían convertido en los principales intermediarios del capital extranjero. Ellos, los “compradores”, aliados al imperialismo y vehículos para la comercialización de los productos occidentales, acumularon enormes ganancias, que invirtieron en la tierra o que aprovecharon como capital usurario en el campo. Por lo tanto, eran una parte integral del sistema que oprimía y explotaba al campesino chino.

Era difícil hacer una distinción clara entre las diversas figuras sociales a las que estaba sujeto el campesino chino: terratenientes, recaudadores de impuestos, funcionarios locales, comerciantes, usureros, señores de la guerra, burgueses. Los intereses de estos grupos, fusionados los unos a los otros, expresaron el interés de la clase dominante. A menudo se unificados en una misma persona: un propietario de la tierra podría al mismo tiempo ser un recaudador de impuestos, un comerciante, un prestamista; y, a veces, era dueño de una fábrica y sus hijos se incorporaban como oficiales en el ejército y como funcionarios del Estado. Todas estas figuras formaban la clase dominante que oprimía y explotaba al campesino, e incluso, si estuvieran buscando aliviar la presión externa, sus intereses estaban vinculados a los de los imperialistas y la separación que los separaba de las masas explotadas era mucho mayor que el antagonismo que los puso en conflicto con los extranjeros, de ahí su acción reaccionaria frente a las revueltas de independencia que nacieron en China.


Desarrollo contradictorio del capitalismo

La naciente burguesía china, dada su condición determinada por la opresiva presencia imperialista, se caracterizó como una burguesía casi exclusivamente comercial. El desarrollo de esta clase estaba estrechamente relacionado con los intereses de los capitalistas extranjeros, a los cuales representaba como su agente en el territorio chino. Esta situación de vinculación y dependencia con el capitalismo occidental determina la contradicción de la burguesía china frente a los problemas planteados por la naciente revolución en China: si ésta por un lado aspiraba a una lucha de liberación nacional para romper las cadenas impuestas por las potencias extranjeras, por otro lado, su desarrollo y su riqueza provenían precisamente de relaciones entrelazadas con capital extranjero. Además, temían más que ninguna otra cosa las incontrolables consecuencias de un proceso revolucionario, que habría puesto en movimiento a las masas campesinas que aspiraban a la tierra y al naciente pero ya aguerrido proletariado, que se concentraba en los principales centros industriales.

La posición contradictoria de la burguesía china fue claramente expresada por su propio representante político, Sun Yat‑Sen, quien, derrocada la milenaria monarquía china en 1911, había abandonado espontáneamente el poder en manos de los señores de la guerra.

A finales de 1912, Lenin dejó en claro la verdadera naturaleza de la burguesía revolucionaria china y estableció la actitud del futuro partido proletario en China. En un artículo sobre Sun Yat‑Sen “Democracia y populismo en China”, Lenin sostiene que el proletariado debe desconfiar de la burguesía, porque cuanto más revolucionaria es y más “socialismo” pone en su propia ideología, mayor es la posibilidad de que mantenga al proletariado bajo su control.

Lenin se concentra en la correlación entre democracia y populismo en las revoluciones burguesas actuales en Asia, es decir, en el hecho de que la burguesía de los países coloniales o atrasados, en una época en que el proletariado lucha por tomar el poder, pinta sus banderas con los colores del socialismo. Este fue también el caso de la burguesía rusa, y Lenin señala los mismos rasgos en la ideología de Sun Yat‑Sen: «Es la teoría del “socialista” reaccionario pequeño-burgués. De hecho, es del todo reaccionario soñar que sea posible en China “prevenir” al capitalismo; que a causa del atraso de China, la “revolución social” sea más fácil (...) El mismo Sun Yat‑Sen, con lo que se puede calificar como una inimitable ingenuidad virginal, destruye su teoría populista reaccionaria, cuando reconoce lo que la vida lo obliga a reconocer, que “China está en el umbral de un gigantesco desarrollo industrial” (es decir, capitalista), que en China “el comercio” (es decir, el capitalismo) “se desarrollará en enormes proporciones”, que “en 50 años habrá aquí muchos Shanghai”, es decir, centros de riqueza capitalista y de la miseria y expoliación de los proletarios».

En realidad, la “revolución económica” de la cual hablaba por Sun Yat‑Sen se reduce a la transferencia de la renta al Estado, es decir, a la nacionalización de la tierra a través de un impuesto único. Lenin escribe: «Asegurar que el aumento en el valor de la tierra sea propiedad del pueblo significa transferir la renta, es decir, la propiedad de la tierra al Estado o, en otras palabras, la nacionalización de la tierra. ¿Es esta reforma posible dentro del marco del capitalismo? No solo es posible, sino que representa el capitalismo más puro, más consecuente e idealmente perfecto (...) La ironía de la historia quiere que el populismo, en nombre de la lucha contra el capitalismo en la agricultura, presente un programa agrario cuya realización completa significaría el desarrollo más rápido del capitalismo en la agricultura».


La clase obrera

Para Lenin la burguesía populista era incapaz de llevar a cabo tal programa, en China o en Rusia. Se trata de comprender la dialéctica de las relaciones de clase en la revolución china: «En la medida en que aumente en China el número de Shanghai, el proletariado chino aumentará, formando probablemente un partido obrero socialdemócrata que, criticando las utopías pequeño-burguesas y las ideas reaccionarias de Sun Yat‑Sen sabrá cómo socavar, conservar y desarrollar cuidadosamente el núcleo democrático-revolucionario de su programa político y agrario».

A diferencia del populismo que soñaba con la posibilidad de saltar más allá de la fase capitalista, el marxismo ha reconocido su necesidad histórica. El nacimiento de numerosos Shanghai, que es la concentración de los proletarios en los centros industriales, habría sido el resultado de la expansión del capitalismo al interior de la atrasada China.


Las tesis de la Internacional Comunista

Escribimos en las Tesis sobre la cuestión china de 1965: «La aparición de un proletariado industrial en China, como en la Rusia zarista o en la Europa de 1848, significó para los comunistas la necesidad de una organización de clase que explotaría para sus propios fines políticos la crisis del régimen pre‑burgués. Tal es la línea del “Manifiesto del Partido Comunista” y de la Revolución de Octubre, línea que Marx definió con el nombre de “revolución permanente”.
     «Desde el punto de vista de una victoria definitiva del comunismo, el carácter “permanente” del proceso revolucionario, que debía otorgar poder al proletariado de los países atrasados, solo tenía sentido si la revolución proletaria lograba extenderse a las metrópolis del capital. Rusia, decía el segundo prefacio de Marx a la edición rusa del “Manifiesto del Partido Comunista”, podrá evitar la fase dolorosa de la acumulación capitalista solo “si la revolución rusa se convierte en la señal de una revolución proletaria en Occidente, de modo que las dos revoluciones se complementen entre si”.
     «La Internacional de Lenin no adoptó esta perspectiva solo para la Rusia soviética, sino que la extendió a toda Asia. Como recordaban las “Tesis del Congreso de los Pueblos del Oriente”, celebradas en Bakú en 1920, “solo el triunfo completo de la revolución social y el establecimiento de una economía comunista mundial pueden liberar a los campesinos del Oriente de la ruina, de la miseria y de la explotación. Por lo tanto, no tienen otra vía para su emancipación que aliarse con los obreros revolucionarios de Occidente, a sus repúblicas soviéticas, y combatir al mismo tiempo contra los capitalistas extranjeros y sus propios déspotas (los terratenientes y los burgueses) hasta la victoria completa sobre la burguesía mundial y la instauración definitiva del régimen comunista».

La perspectiva revolucionaria que había llevado a la victoria en Rusia era así extendida a China.


Concepto y práctica de la dictadura - Antes de Marx: Blanqui y la Comuna

La guerra franco-prusiana y la derrota francesa en Sedan el 2 de septiembre de 1870 marcan el final de Napoleón III y el Segundo Imperio. El 14 de agosto, una tentativa insurreccional blanquista no obtiene ningún apoyo y termina en nada. El 4 de septiembre se formó un gobierno de defensa nacional que, el 28 de febrero siguiente, pidió un armisticio. Luego se elige por sufragio universal una asamblea nacional en Burdeos, donde se forma un gobierno presidido por el ex orleanista Thiers. El 10 de mayo, con el Tratado de Frankfurt, Francia cede a Alsacia y parte de Lorena, y se compromete a pagar una fuerte indemnización. El 18 de enero, el rey de Prusia Guillermo I fue proclamado por los príncipes alemanes emperador de una Alemania unida.

Sobre el gobierno nacido el 4 de septiembre Blanqui escribe en su periódico: «El gobierno provisional no es más que una pálida falsificación del imperio. Al mismo tiempo, teme a la revolución más que Prusia, y se protege contra París en lugar de armarse contra Guillermo (...) La palabra Unidad se ha convertido en el arma de guerra de todos los enemigos de la libertad. Es bien sabido que la concordia, para los republicanos, no significa esclavizar a los contrarrevolucionarios (...) Nuestros padres del 92 se reunieron alrededor de un gobierno revolucionario que pisoteó al enemigo interno, a la monarquía, y le hizo sentir la espada a su cómplice, el invasor extranjero (...) La república de 1870 no conoce otros enemigos que los republicanos, está de rodillas ante los aristócratas y el clero (...) ¿Qué nos dicen en el ’92, gritando: “Osanna al ¡Gobierno de defensa nacional!” (...) Es ayudado por todos aquellos monárquicos que gritan: “¡Viva la república!”, después de haberla matado (...) Es la bandera de los traidores y los camaleones».

El 31 de octubre de 1870 hubo un intento, fallido, de derrocar al gobierno de defensa nacional; por eso Blanqui fue arrestado en marzo de 1871, condenado a muerte y luego deportado en abril de 1872; retornará en libertad solo en junio de 1879. Su periódico de 1870 se titulaba: “La Patria en peligro”. La confusión implícita en este título no es solo una cuestión de terminología: las palabras a veces son piedras. Blanqui en el pasado se había pronunciado en contra de la mitificación de los jacobinos y de la Gran Revolución, reconociendo sus límites y la necesidad de ir más allá. Pero no pudo deshacerse de ella por completo. Para él, como para Robespierre, Babeuf y Buonarroti, Nación, País, República y Revolución siguen siendo sinónimos. Su posición sobre los hechos de la Comuna no es errada, ya que la alianza intentada con la pequeña burguesía parisina tenía su garantía en el proletariado en armas en una perspectiva, un tanto confusa, de doble revolución. Desafortunadamente, sus palabras sobre patria y nación trajeron confusión en las filas del proletariado, justo en el momento en que era más necesaria una orientación clasista e internacionalista que rompiera con los fuertes elementos ideológicos burgueses que los proletarios inevitablemente traían consigo.

Del resumen de un informe de Lenin en Ginebra en 1908 leemos: «La idea patriótica se remonta a la Gran Revolución del siglo XVIII; ésta dominaba las mentes de los socialistas de la Comuna, y Blanqui, por ejemplo, que fue indudablemente un revolucionario y un ardiente defensor del socialismo, no encontró para su periódico un título más apropiado que el del grito burgués: ¡La patria está en peligro! En la unión de tareas contradictorias – patriotismo y socialismo – consistió el error fatal de los socialistas franceses (...) Dos errores comprometieron los frutos de la brillante victoria. El proletariado se detuvo a medio camino: en vez de proceder a la “expropiación de los expropiadores”, se dejó seducir por los sueños de la instauración de una justicia superior en un país unido por un fin nacional; por ejemplo, no se apoderó de instituciones como la Banca; las teorías de los proudhonianos sobre el “intercambio justo”, etc. todavía dominaban entre los socialistas. El segundo error fue la excesiva magnanimidad del proletariado: habría debido exterminar a sus enemigos y, en su lugar se esforzó por actuar moralmente sobre ellos, descuidó la importancia de las acciones exclusivamente militares en la guerra civil y, en lugar de coronar su victoria en París con una ofensiva muy enérgica contra Versalles, temporizó y le dio tiempo al gobierno de Versalles para reunir a las fuerzas reaccionarias y preparar la sangrienta semana de mayo».

El 18 de marzo de 1871, antes de la firma del tratado de paz, cuando las tropas prusianas ocuparon una parte de los suburbios de París, estalló una insurrección popular, a cuya cabeza se puso un Comité Central que pedía una asamblea municipal electa, con grandes poderes: la Comuna. El gobierno de Thiers en Versalles, para evitar que las tropas fueran contagiadas de las ideas revolucionarias, las retiró de París, que luego quedó en las manos de los insurgentes. El 26 de marzo Blanqui, ya arrestado, es elegido miembro de la Comuna, junto con muchos de sus partidarios. La Comuna intentó intercambiar todos sus rehenes con Blanqui, pero no sucedió: Thiers era muy consciente del peligro que representaba el viejo revolucionario. Blanqui será amnistiado el 10 de junio de 1879; al año siguiente fundó un periódico titulado “Ni Dios ni Patrón”. Murió el 1 de enero de 1881. Si los blanquistas de la Comuna cometieron muchos errores, también es cierto que Vaillant y Eudes estaban convencidos, desde el 18 de marzo, de la necesidad de marchar contra Versalles. Las tropas de Versalles entraron en la ciudad el 21 de mayo y el 28, con la semana de sangre, la Comuna fue destruida.

Engels, en la introducción a la edición alemana de 1891 de “La Guerra Civil en Francia” de Marx, escribe:

«Los miembros de la Comuna se dividieron en una mayoría de blanquistas, que también habían predominado en el Comité Central de la Guardia Nacional, y en una minoría compuesta por miembros de la Asociación Internacional de Trabajadores, principalmente seguidores de la escuela socialista de Proudhon. En su mayoría, los blanquistas eran socialistas solo por instinto revolucionario, proletario; solo unos pocos habían llegado a una mayor claridad de principios gracias a Vaillant, que conocía el socialismo científico alemán. Así se comprende cómo en el campo económico se pasaron por alto muchas cosas que la Comuna debió haber hecho de acuerdo con nuestras concepciones actuales.

«Por supuesto, lo más difícil de entender era el sagrado respeto con el que se detuvieron con reverencia ante las puertas del Banco de Francia. Este fue también un grave error político. La banca en manos de la Comuna valía más de diez mil rehenes. Significaba la presión de toda la burguesía francesa sobre el gobierno de Versalles para empujar a la paz con la Comuna. Pero lo que es aún más admirable son las muchas cosas justas que la Comuna, compuesta por blanquistas y proudhonianos, ha logrado a pesar de todo (...)

«La ironía de la historia quiso – como suele ser el caso cuando los doctrinarios llegan al poder – que los unos y los otros hicieran precisamente lo contrario de lo que prescribía la doctrina de su escuela. Proudhon, el socialista del pequeño campesino y el maestro artesano, odiaba la asociación del odio positivo (...) El más importante entre los decretos de la Comuna ordenaba una organización de la gran industria e incluso de la manufactura, que no debería basarse solo en el asociación de trabajadores en cada fábrica, sino que debía también reunir a todas estas asociaciones en una gran federación; en resumen, una organización que, como dice Marx con razón en la “Guerra Civil”, eventualmente debería conducir al comunismo, es decir, lo opuesto a la teoría proudhoniana. Y así, la Comuna fue la tumba de la escuela socialista proudhoniana (...)

«Tampoco fue mejor la suerte de los blanquistas. Levantados en la escuela de conspiración, mantenidos unidos por la rígida disciplina correspondiente a esta, partieron de la idea de que un número relativamente pequeño de hombres resueltos y bien organizados podían, en un momento favorable, no solo tomar el poder sino también mantenerlo, desplegando una gran energía, desprovista de todo respeto, hasta que lograron arrastrar a la masa del pueblo a la revolución y reagruparla en torno a las pequeñas filas de los dirigentes. Por eso era necesario primero que todo la centralización más rigurosa, dictatorial, de todo el poder en manos del nuevo gobierno revolucionario. ¿Y qué hizo la Comuna, que estaba compuesta principalmente por estos blanquistas? En todas sus proclamas a los franceses de la provincia, los llamó a formar una federación libre de todos las comunas franceses con París; una organización nacional, que por primera vez debía ser creada por la propia nación.

«El poder opresivo del antiguo gobierno centralizado, el poder del ejército, de la policía política, de la burocracia, que Napoleón había creado en 1798 y que desde entonces cada nuevo gobierno había aceptado como un instrumento muy querido y había explotado contra sus adversarios, ese mismo poder tenía que caer en todas partes, como ya había caído en París. La Comuna tuvo que reconocer desde el principio que la clase trabajadora, una vez en el poder, no lo puede continuar administrando con la antigua máquina estatal; que la clase obrera, para no perder de nuevo el poder apenas conquistado, por una parte debe eliminar toda la vieja maquinaria represiva ya explotada contra ella, y por otro lado, debe asegurarse contra sus propios diputados y empleados, declarándolos revocables sin ninguna excepción. y en todo momento (...) El Estado no es en realidad nada más que una máquina para la opresión de una clase por otra, en la república democrática, no menos que en la monarquía; en el mejor de los casos, es un mal que se deja como legado al proletariado vencedor en la lucha por el dominio de clase, cuyos peores lados el proletariado no podrá menos que amputarlos inmediatamente, en la medida de lo posible, como hizo la Comuna, hasta que una generación, crecida en condiciones sociales nuevas, libre, no sea capaz de sacudirse de los hombros toda la basura estatal.

«El filisteo socialdemócrata recientemente se sintió obligado a saludar el terror cuando escuchó la expresión: dictadura del proletariado. Bueno, señores, ¿quieren saber cómo es esta dictadura? Mira la Comuna de París. Esta fue la dictadura del proletariado».