|
||||||
|
||||||
|
Durante el último trimestre del 2019 vimos como amplias masas de indígenas y trabajadores se lanzaron a las calles en Ecuador y obligaron al gobierno de Lenin Moreno a moverse de Quito a Guayaquil, ante la toma de las inmediaciones del palacio de gobierno. Las fuerzas del orden ejercieron la represión pero sin lograr controlar el torrente de la protesta de las masas. El gobierno de Moreno tuvo que anunciar un retroceso en su paquete de medidas; pero no fue más que eso: un anuncio. El gobierno burgués mantuvo su paquete de medidas de austeridad (pactado con el FMI) y solo extrajo lo referente a la eliminación del subsidio a la gasolina, para manejarlo por separado, de una manera que no genere resistencia social y protestas.
Tan relevante como las masivas concentraciones y protestas callejeras fue la alianza tácita entre el gobierno, el liderazgo indígena, las organizaciones sindicales, los partidos de todos los colores y los medios de comunicación, para desactivar un conflicto que podría haber disparado los resortes que activan las luchas de la clase obrera.
Todas las opciones puestas sobre la mesa en Ecuador conducen a los escenarios electorales y a las ya trilladas asambleas constituyentes, pasando por las mesas de diálogo. Esas son las opciones que se imponen a las masas trabajadoras, que no conducen a nada que no sea la continuidad de la opresión capitalista, ya sea con gobiernos controlados por partidos de “derecha” o de “izquierda”.
En Chiletambién se volcó a las calles el torrente de masas descontentas por el alto costo de la vida, pasando por encima de los carabineros y del Ejército y el Toque de Queda decretado por el gobierno. Coincidieron en las calles las masas asalariadas y la pequeña burguesía, los habitantes de los barrios pobres y los de las urbanizaciones de clase media. La chispa fue el aumento de la tarifa del metro, pero el reclamo de las masas rápidamente se enfocó en todos los componentes del costo de la vida: tarifas de servicios de electricidad, agua, telefonía, educación, salud, fondos de jubilaciones, etc. El reclamo salarial no se expresó con claridad ya sea por la influencia de los puntos de vista de la pequeña burguesía, ya sea por la manipulación informativa de los medios de comunicación y decenas de analistas e intelectuales burgueses o ya sea por el papel traidor de los sindicatos del régimen. En la medida que los partidos políticos parlamentarios comenzaron a incidir mediáticamente sobre el movimiento de calle, se impulsaron las falsas salidas propias de la democracia: asamblea constituyente para modificar la constitución, destitución de ministros, renuncia del presidente, elecciones anticipadas.
Si bien los partidos de “izquierda” y las centrales sindicales se manifestaron de acuerdo con el llamado a la Huelga General, no tomaron ninguna acción para su ejecución práctica. El Partido “Comunista” de Chile y la Central Unitaria de Trabajadores (CUT Chile) asumieron el llamado a la Asamblea Constituyente.
El gobierno, con el respaldo de las fuerzas armadas y del parlamento, planteó el llamado a un referéndum presentando un conjunto de alternativas para reformar la Constitución, manteniendo el funcionamiento del gobierno actual y sin ninguna medida inmediata que dé respuesta a las exigencias de mejoras salariales y demás reivindicaciones que han expresado los movimientos agrupados en la llamada “Unidad Social”, frente que agrupa a la Asociación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF), la CUT, la No+AFP (movimiento que se opone a las Administradoras de Fondos de Pensiones y que exige que las pensiones en Chile vuelvan al Estado), Colegio de Profesores, 8M (coordinadora feminista) y más de 100 movimientos sociales chilenos. La suspensión del aumento de las tarifas del metro y los anuncios del gobierno sobre un referéndum para definir como reformar la Constitución no han hecho que cese la agitación social: las grandes movilizaciones y la represión han continuado, demostrando que hay contradicciones mucho más profundas que socavan la paz social del llamado “Oasis Latinoamericano”.
A partir del 25 de noviembre los trabajadores portuarios se lanzaron a la huelga como antesala de la huelga general convocada por la CUT para el 26 de noviembre. Pero en Chile no se logró visibilizar con claridad a la clase obrera en estas masivas movilizaciones. En los medios de comunicación las caras de los manifestantes que dominaron la escena fueron las de la pequeña burguesía, destacando jóvenes desempleados y estudiantes universitarios y de secundaria que saltaron los torniquetes del metro de Santiago y llamaron a toda la población a no pagar y “eludir” masivamente.
El descontento de las masas también se canalizó por la vía electoral en el caso de Colombia (elecciones regionales), Argentina y Uruguay (elecciones presidenciales), donde el voto favoreció a las opciones de oposición, apoyándose como siempre en el descontento de las masas trabajadoras, que son recurrentemente conducidas a la trampa democrática.
En Colombia se cumplió un Paro Nacional el 21 de noviembre, convocado por sindicatos, líderes estudiantiles e indígenas y las masas se movilizaron por miles en 32 Departamentos y más de 500 municipios, superando claramente las expectativas de los convocantes (Comité Nacional del Paro). Las movilizaciones el 21 de noviembre colmaron calles y plazas y en la tarde se convirtieron en enfrentamientos con la policía, ante lo cual el gobierno decretó toque de queda. Aún con el toque de queda y el ejército en las calles se desarrollaron en la noche ruidosos cacerolazos, incluso frente a la residencia del Presidente Duque. Las reivindicaciones que circularon en medios de comunicación fueron principalmente: rechazo a la corrupción y al “paquete” de medidas económicas y reforma laboral impulsado por el gobierno de Duque, destacando la denuncia de las centrales sindicales de que el gobierno busca eliminar el fondo estatal de pensiones (Colpensiones) y dejar los aportes de empresas y trabajadores para la jubilación en manos de fondos privados, un modelo del que dicen ya fracasó en Chile; Exigencias estudiantiles de acceso a la educación y contra la brutalidad policial en las protestas; rechazo a las matanzas de indígenas, líderes sociales y ex‑guerrilleros; y, el cumplimiento del proceso de paz.
La reforma laboral que es promovida en el parlamento por el partido en el que milita el presidente Duque (Centro Democrático) busca habilitar también la contratación a tiempo parcial para los jóvenes entre 18 y 28 años, mujeres mayores de 57 años y hombres mayores de 62 años. Además, pretende permitir “los aportes a la seguridad social y el pago de prestaciones sociales en proporción al tiempo laborado, en virtud de estos contratos”.
Las movilizaciones continuaron espontáneamente y las organizaciones sindicales, estudiantiles, indígenas y partidos opositores establecieron coordinaciones para impulsar nuevas acciones de protesta y exigir al gobierno que dialogue directamente con ellos y no con los partidos tradicionales. Las movilizaciones y paros continuaron hasta finalizar el año.
También se observó la movilización de las masas en Panamá donde se rechazó la privatización de la educación y varias modificaciones a la Constitución. El presidente Laurentino Cortizo manifestó su disposición a llamar a una Asamblea Constituyente, cuyos miembros se encargarían de redactar el texto de la “Carta Magna”.
Haití acumuló más de 16 meses de protestas por las subidas de precios de los alimentos, la corrupción gubernamental y otras reclamaciones, con parálisis en áreas como la educación, la sanidad o el transporte. Como en todos los otros países, se registraron numerosos muertos, heridos y detenidos.
En Brasillas movilizaciones se mantuvieron enfocadas en confrontar al gobierno, solicitar la salida del presidente, la excarcelación del oportunista Lula y la realización de elecciones. Lula fue liberado y con esto se abrieron las compuertas al desahogo del descontento social por el canal de las elecciones presidenciales.
En Boliviael choque social, liderado por la oposición, se basó en la denuncia de fraude electoral y la exigencia de la renuncia de Evo y la realización de nuevas elecciones. La oposición de derecha en Bolivia logró obtener el respaldo de la policía y de parte de las fuerzas armadas. De allí que bajo esta presión y de la Organización de Estados Americanos (OEA), el presidente Evo Morales planteó la convocatoria a nuevas elecciones presidenciales y la recomposición de la directiva del Tribunal Supremo Electoral. Sin embargo este anuncio no apaciguó la situación, se consumó la caída del gobierno y el golpe de Estado que condujo a la renuncia del presidente Evo Morales, solicitada por las fuerzas armadas; anunciándose también la renuncia de su vicepresidente, la presidenta del Senado y el presidente de la Cámara de Diputados, creándose las condiciones para el surgimiento de un gobierno de transición y la convocatoria a nuevas elecciones.
Ante las movilizaciones de rechazo al nuevo gobierno se desató una dura represión y masacre contra los manifestantes que rechazaban a la autoproclamada presidenta interina y exigían el regreso de Evo Morales al gobierno. El nuevo gobierno aprobó el decreto 4.078 del 15 de noviembre que libra de responsabilidades a las Fuerzas Armadas bolivianas a quienes ordena reestablecer el orden interno y la estabilidad pública de esa nación, sin preocupación de ser juzgados penalmente por sus acciones de represión y asesinato de manifestantes.
La confrontación por el control de los negocios del gas, el litio y otras materias primas ha llevado a esta confrontación por el control del gobierno en Bolivia. Con la intervención de la ONU los factores políticos realizaron una negociación y acordaron ir a nuevas elecciones presidenciales, como solución clásica que siempre impone la burguesía en las crisis políticas.
En Venezuelalas aisladas y reprimidas protestas se han mantenido opacadas por el choque mediático y las negociaciones entre gobierno y oposición para realizar nuevas elecciones del parlamento y de la presidencia de la república y renovación de los demás poderes públicos.
El gobierno burgués de “izquierda” de los chavistas ha puesto en práctica con buenos resultados, una maquinaria propagandística en la que se presenta ante los trabajadores y las masas en general como defensores del “socialismo democrático y participativo” e impulsando la vía electoral como el único camino para salir de la crisis en que el “capitalismo salvaje” ha sumido a las masas en Venezuela.
Simultáneamente a la perorata en contra del “capitalismo”, reduce drásticamente las reivindicaciones socio-económicas contenidas en las contrataciones colectivas y anula a las pocas organizaciones sindicales que se atrevieron a presentar reclamos, tanto en el sector público como en el sector privado. Los aumentos salariales contemplados en los contratos colectivos, fueron sustituidos por “bonos” que el gobierno paga a su criterio, sin considerar la afectación del salario real por efecto de la inflación. Esto pone al empresariado en un paraíso con salario mínimo mensual inferior a los 4 dólares. Esta política se complementa con entrega de bolsas de comida a precios subsidiados, a través de esquemas de distribución en barrios y empresas.
En cada país el Estado ha mostrado la saña de su aparato represivo policial – militar. El saldo de muertos, heridos, mutilados y detenidos creció diariamente y puso en evidencia la esencia de clase burguesa de la democracia, del nacionalismo y de todo el aparataje de las instituciones internacionales como la ONU, la OEA y la CIDH. Al final, a sangre y fuego, los gobiernos garantizarán la administración de los intereses de la burguesía, ya sea que los dirijan facciones de derecha o de “izquierda”.
Los sesudos analistas políticos de “izquierda” y de “derecha” resumen toda esta dinámica como un choque entre Neoliberalismo (derecha) y Keynesianismo (izquierda) y las reformas salvadoras de los demagogos de ambos frentes burgueses se resumen en “más democracia”, “reformas constitucionales” y las siempre demagógicas “medidas económicas que mejoren las condiciones de vida” de las masas oprimidas por el capital.
En toda América latina, cada país a su ritmo, han venido avanzando las reformas laborales que persiguen abaratar aún más el costo de la mano de obra y defender los márgenes de ganancias de las empresas. La “izquierda”, keynesiana, ha venido buscando caminos para retroceder en sus medidas estatistas y dinamizar el mercado, abriendo espacios a la empresa privada, nacional y trasnacional, y liberando precios de productos y servicios que venían siendo regulados o subsidiados. La derecha, neoliberal, viene buscando como incorporar políticas sociales de atención a los sectores de la población más afectados por la crisis. Pero ambos bandos burgueses, izquierda y derecha, maniobran para administrar los intereses de la burguesía desde el gobierno de cada país, teniendo que afrontar la devaluación de sus monedas frente al dólar, el crecimiento de la inflación, el aumento de la deuda externa, la reducción del PIB y, con ello, la profundización de los efectos devastadores sobre las masas: hambre, desempleo, bajos salarios, empobrecimiento y proletarización de la pequeña burguesía y clases medias, etc.
El movimiento obrero trata de reaccionar desde la base con luchas dispersas que no necesariamente surgen de organizaciones sindicales sino incluso de organismos más elementales y efímeros (comités de conflicto, etc). Las centrales sindicales del régimen o dieron la espalda a los conflictos, como destaca en Venezuela, Uruguay y Bolivia, donde estos organismos concentran sus esfuerzos en respaldar al gobierno, o tomaron el control de las demandas obreras pero para frenar las luchas y reconducir los reclamos hacia el podrido ambiente parlamentario.
En lo que destaca el sindicalismo argentino, que incluso utilizó la movilización de los trabajadores como apoyo a la campaña electoral del nuevo presidente electo.
Incluso en Chile, con el grado de agitación alcanzado por las masas, los trabajadores portuarios y de las minas de cobre estuvieron muy activos, pero su dirigencia sindical, aunque terminó respaldando el llamado a una huelga general, se mantuvo alineada con las consignas de “fuera Piñera” y “Asamblea Constituyente”. Para movimientos como los trotkistas del MST, lo más “radical” es la exigencia de la salida de Piñera; pero su “radicalismo” es igual al que practican en Argentina, donde pretenden mostrarse como una opción entre Macri y Fernández, buscando hacer pasar por socialista su programa interclasista y su táctica electoralista y parlamentarista. Igualmente los sindicatos del régimen en Colombia estructuraron un pliego de reivindicaciones que eludió la exigencia de aumento salarial y que quedó integrado al pliego más amplio de exigencias del policlasista Comité Nacional del Paro.
Los partidos políticos autodenominados “socialistas” y “comunistas” mostraron su trágica posición vacilante en casos como los de Chile y Ecuador, por ya tener décadas participando desde el parlamento y desde gobiernos anteriores en el diseño de políticas antiobreras y en la telaraña de la corrupción. Y con esto se pudo verificar que en el momento de la radicalización de la situación social los oportunistas de todos los colores no serán capaces de profundizar la lucha para llevarla al plano de las consignas revolucionarias y proletarias. Al momento de la radicalización de la situación social todos estos partidos y sindicatos, integrados a la democracia y al Estado Burgués, saldrán en defensa del capitalismo de manera abierta o encubierta.
Toda esta tormenta social con la que finalizó el año 2019 en América Latina nos da indicio de las primeras manifestaciones sociales y políticas hacia las que apunta el desarrollo de la crisis capitalista en la región.
No siempre los oportunistas de “izquierda” y “derecha”, al servicio de la burguesía, podrán contener y reorientar la agitación social de las masas oprimidas hacia la democracia y el capitalismo. Cada vez más la crisis económica del capitalismo facilita las condiciones materiales para la reanudación de la lucha de clase del proletariado, para la guerra civil y la insurrección revolucionaria. En principio toda esta agitación social ha sido liderada en la región por la pequeña burguesía, por los estratos de clase media que se han visto lanzados por la crisis capitalista al precipicio de la depauperación y la proletarización, perdiendo el acceso a bienes, servicios y prebendas que les daban un estatus social de alto nivel de vida. De esta manera la clase obrera participó en las movilizaciones y acciones de calle en toda la región a la cola de la pequeña burguesía y sus reivindicaciones democráticas. Aunque la clase obrera logró en algunos casos colocar sus reivindicaciones económicas, éstas terminaron convirtiéndose en un relleno o complemento de las reivindicaciones centrales impulsadas por la pequeña burguesía. El temor de la burguesía y de los diferentes partidos y movimientos integrados al sistema parlamentario es que toda esta agitación termine despertando al gigante dormido: al proletariado. La clase obrera en todo el mundo deberá avanzar en la unidad de acción, por la base, para afrontar la lucha reivindicativa y política. La ruptura con los sindicatos del régimen y con los diferentes partidos oportunistas permitirá que el proletariado se abra paso en la historia y salga del pantano democrático en el que ha sido mantenido. Y la organización en el partido comunista internacional, el partido del proletariado, permitirá llevar la lucha al plano revolucionario, de ruptura radical con el capitalismo, de impulso del programa comunista.
Los trabajadores asalariados deberán encontrar el camino hacia la organización combativa por la base, hacia la unidad de acción de la clase en cada lucha reivindicativa y también cuando se dé el salto a la lucha política. Los comunistas revolucionarios estaremos constantemente impulsando la organización de los asalariados en sindicatos de clase, organismos de lucha obrera abiertos a todos los trabajadores sin distingo de oficios, razas, nacionalidades, creencias religiosas u opiniones políticas, capaces de unir al proletariado en su lucha cotidiana contra la explotación capitalista, sin dejarse encerrar dentro de las paredes de una sola empresa y presentando siempre pliegos reivindicativos abarcadores de las exigencias de toda la clase, reivindicando la huelga indefinida y sin preaviso y la movilización unitaria como principales armas para confrontar a la burguesía y sus gobiernos.
Así mismo los comunistas revolucionarios nos ocupamos de mantener el instrumento político del proletariado, la expresión de su organización en “clase para sí”, el partido comunista internacional, en condiciones para afrontar la lucha por la toma de control de la sociedad para conducirla hacia el comunismo. Toda esta convulsión social que observamos en todo el mundo y que hoy siguen capitalizando los oportunistas de “derecha”, “ultraderecha”, “izquierda” y “ultraizquierda”, con sus flautistas de Hamelín, terminará dando paso a la lucha de clase del proletariado, que insurgirá, liberado de todo tipo de frentes interclasistas y de los atolladeros parlamentaristas y electoralistas, para beligerar políticamente como única y verdadera opción revolucionaria.
Durante más de dos meses, cientos de miles de manifestantes se enfrentaron con la policía en las calles de Hong Kong, tanto como para temer una intervención del ejército chino.
Las protestas comenzaron con una propuesta de una ley de extradición que permitiría que sean juzgados en la República Popular China los ciudadanos de Hong Kong acusados de determinados crímenes. Esta ley, que es requerida por el Estado chino porque la ciudad sería un refugio para evasores, funcionarios corruptos y para aquellos que escapan de sus tribunales, suscitó en Hong Kong un vasto movimiento de oposición temiendo que pueda conducir a juicios y detenciones arbitrarias en China.
Las primeras manifestaciones fueron puestas en marcha por el Civil Human Rights Front (CHRF), una plataforma que une a unos cincuenta grupos pro‑democracia, con marchas de protesta el 31 de marzo y el 28 de abril de 2019. En junio la adhesión a este Frente creció enormemente, con imponentes manifestaciones: los 130 mil manifestantes del 28 de abril se convirtieron en 1 millón el 9 de junio y en 2 millones el 16! Estas son las cifras reportadas por los organizadores. Hay que considerar que la población de Hong Kong es de cerca de 7,5 millones de habitantes.
Ante esta masiva oposición, el gobierno de Hong Kong anunció el 15 de junio la suspensión de este proyecto de ley.
Pero esto no detuvo las protestas, continuaron ininterrumpidamente hasta el cierre del 2019. Lo más significativo: el primero de julio, en ocasión del vigésimo segundo aniversario del regreso de Hong Kong a China, con cientos de miles de manifestantes, un grupo que irrumpió en el Parlamento, agitando la bandera del ex colonizador; el 5 de agosto hubo una huelga general en la ciudad en la que, según las cifras proporcionadas por la Hong Kong Confederation of Trade Unions, uno de las principales centrales sindicales de la metrópoli, alineada con las fuerzas pro‑democracia, participaron unos 350 mil, golpeando duramente el transporte, con 200 vuelos cancelados y el bloque de metropolitana de autobuses y de las oficinas; el 18 de agosto, en respuesta a la brutalidad policial, la CHRF convocó una manifestación pacífica en la que, según los organizadores, participaron 1,7 millones.
Estas grandes protestas fueron intercaladas con repetidos enfrentamientos con la policía, acciones con una participación reducida pero decidida, barricadas, bloqueo del tráfico, ocupación del aeropuerto del 12 al 14 de agosto; la policía procedió con cientos de arrestos. Además del retiro del proyecto de ley, los manifestantes exigieron: la renuncia de la gobernadora de Hong Kong, Carrie Lam; la liberación y absolución de manifestantes arrestados; una “investigación independiente” sobre la violencia policial; el retiro de la calificación de “revuelta” con la que las autoridades definieron la protesta. Todo incluido en el marco de una solicitud general de mayor democracia y “un verdadero sufragio universal”. De hecho, solo la mitad del parlamento es electiva, y la otra mitad “funcional”, es decir, designada por los representantes de los diversos sectores económicos.
El retiro definitivo del proyecto de ley sobre la extradición, anunciado el 4 de septiembre por la gobernadora de Hong Kong, no devolvió el orden: la ley dio inició a las protestas, pero hay contradicciones mucho más profundas que socavan la paz social de la gran metrópoli.
“Un país, dos sistemas”
Hong Kong ha sido una colonia prácticamente desde 1841, cuando las tropas británicas la ocuparon durante la Primera Guerra del Opio, hecho formalizado el año siguiente con el Tratado de Nanjing, que sancionó la derrota china y el comienzo de la serie de los llamados “tratados desiguales” que las potencias extranjeras impusieron a China para someter al gran Imperio a los apetitos imperialistas. Además durante la ocupación japonesa en la Segunda Guerra Mundial, Hong Kong siguió siendo una colonia británica hasta el 1 de julio de 1997. A partir de la década de 1980, Gran Bretaña y la República Popular de China comenzaron a negociar el futuro de la metrópoli, llegando a un acuerdo en 1984 según el cual el primero de julio de 1997 cesaría la soberanía británica sobre la colonia, que pasaría a colocarse bajo la administración china.
Este acuerdo, conocido como la Declaración Conjunta Chino-Británica, no solo fijó la fecha del paso de Hong Kong a la República Popular, sino que también estableció las modalidades, según las cuales Hong Kong debía mantener “un alto grado de autonomía” con poderes legislativo y judicial “independientes”, un gobierno democrático y “fundamentalmente sin cambios” en las leyes vigentes al momento de la firma de la Declaración, el 19 de diciembre de 1984. Los únicos ámbitos bajo el control de la República Popular habrían sido la política exterior y la defensa. De esta manera, aunque la ex‑colonia regresó bajo la soberanía china, se le otorgó un estatus especial según el principio de “un país dos sistemas”: mantendría por al menos 50 años, hasta el 2047, su “sistema económico” y su “organización social”, es decir, el “estilo de vida”, el consuetudinario derecho individual y empresarial, civil y comercial, heredado del dominio británico.
El Estado del falso comunismo chino, con la fórmula “un país dos sistemas”, que expresa el principio de la unidad de una nación con un único destino, concedería a esa parte del País su propio “sistema económico”, diferente del llamado “socialismo con características chinas”. La misma fórmula y propuesta también para el retorno de Taiwán a la madre patria.
El centralismo jacobino de la República Popular y la voluntad de defender también con la fuerza su integridad territorial, es otra confirmación de que el régimen económico y social en China es el capitalista y que la teoría del “socialismo con características chinas” no es nada más que una fórmula para encubrir la brutal explotación del proletariado. El énfasis en los “dos sistemas”, capitalistas el uno y el otro, más que querer preservar en Hong Kong un tipo de sociedad cualitativamente diferente de la de China continental, no ha tenido otro propósito que permitir el tráfico del gigante chino, para lo cual fue útil reconocer a la ex‑colonia un régimen “administrativo especial”, con sus propios órganos de gobierno, elecciones pluripartidistas para su parlamento y un sistema legal independiente del de la República Popular. Por lo tanto, la fórmula “un país dos sistemas” funcionó bien y es reiterada por Pekin como eje de su relación con Hong Kong.
Sin embargo, con el tiempo ha sufrido cambios que han afectado el grado de autonomía otorgada a Hong Kong. Aquí está la disputa actual, cuyas causas son todas económicas.
El declive de la ex‑colonia
Hong Kong fue el puerto de desembarco del imperialismo británico en China, allanando el camino para todos los demás, que sometieron y depredaron al gran país durante más de un siglo, desde la Primera Guerra del Opio (1839‑42) hasta el nacimiento de República Popular en 1949. Bajo el dominio colonial, mientras que China continental era un país económicamente atrasado, con una población casi exclusivamente campesina y áreas industriales limitadas, la afluencia de capitales extranjeros permitió a Hong Kong desarrollar el comercio y actividades manufactureras, haciendo de la península un baluarte avanzado del capitalismo en Oriente, una metrópoli urbana con un proletariado altamente concentrado y combativo, como lo demuestran las grandes luchas obreras de los años veinte. Sin embargo, además de una encrucijada del comercio regional y un importante centro industrial, Hong Kong ha construido su prosperidad en su rol de intermediario entre los capitales extranjeros y el vasto interior continental, una función reforzada con el nacimiento de la República Popular, convirtiéndose en el principal canal entre la atrasada economía china y occidente. Hong Kong se ha convertido así en un centro financiero de primer plano a nivel mundial.
Pero con la apertura progresiva de la República Popular al mercado exterior, hacia finales de los años setenta, se hizo cada vez menos importante para la economía china. En los últimos años, su rol financiero ha sido socavado por otros mercados que se han desarrollado en China, como la Bolsa de Valores de Shanghai y la de Shenzhen. En lugar de obligar a la antigua colonia a convertirse en “China”, ha sido la sociedad y la economía chinas las que han llegado a acoger cada vez más numerosas concentraciones monstruosas en comparación con Hong Kong. La “integración”, en la vida práctica, está por lo tanto casi ya hecha.
La península de Hong Kong ha sufrido un declive no porque estuviera condicionada por el gobierno central de Pekin sino por su nueva posición en el mercado global. Pero se trata de una declinación solo relativa con respecto a la madre patria: Hong Kong sigue siendo un centro financiero y comercial de relevancia mundial, una de las áreas donde el modo de producción capitalista ha alcanzado el pico de su parábola. En el momento del regreso a China, en 1997, Hong Kong concentraba aproximadamente una quinta parte de toda la economía china, razón por la cual la República Popular tuvo cuidado de no poner en discusión el estatus de la metrópoli. Hoy, después del estrepitoso desarrollo del continente, Hong Kong produce solo el 3% del PIB de China. La antigua colonia ya no es tan fundamental para el tráfico de los capitalistas chinos como para justificar la concesión de tratamientos especiales.
Entonces, aunque el epílogo está marcado y Hong Kong se convertirá en una ciudad china a todos los efectos en 2047, ya ha aumentado la presión de China para una mayor integración con la metrópoli y para erosionar los términos del “estatus especial”. Esto pone en agitación a todos en la península, que ha disfrutado de las ventajas económicas de la “posición especial”.
Causas sociales de las protestas
Para explicar el vasto movimiento que se desarrolló, debemos profundizar en las contradicciones del monstruo capitalista que es Hong Kong, distinguiendo el papel y los intereses de las clases sociales involucradas.
En primer lugar, la ley de extradición ha sido criticada por los gigantes comerciales y financieros que se encuentran allí. Ellos apoyaron el movimiento de protesta contra el proyecto de ley: en los días de junio más de cien empresas favorecieron, con el consentimiento de las diversas Cámaras de Comercio internacionales, la participación de sus empleados en las protestas, otorgando horarios de trabajo “flexibles” o incluso cerrando sus oficinas.
Y el gobierno de Hong Kong suspendió el proyecto de ley de extradición, sin duda ante el vasto movimiento, pero sobre todo debido a la presión de las finanzas y las grandes Corporaciones. De hecho, el movimiento “de los jóvenes” y “de los estudiantes” pro‑democracia no había recibido el mismo apoyo en los últimos años, por ejemplo en el 2014 con el llamado “Movimiento de los paraguas”, que exigía el sufragio universal.
Aunque ya en marzo el gobierno de Hong Kong, para calmar al mundo económico, había eliminado nueve delitos, en su mayoría económicos, de la lista de aquellos para los que se podía otorgar la extradición, el proyecto de ley seguía siendo inaceptable para el mundo de los negocios porque afectaba las particulares garantías legales y judiciales heredadas del pasado colonial. Aquí está la descripción que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Italia hace de este paraíso para los capitalistas de todo el mundo: «Hong Kong disfruta del mayor grado de apertura económica al mundo, combinado con un bajo nivel de impuestos y con un ambiente propicio para el desarrollo de actividades económicas y comerciales, que lo convierten en un lugar ideal para negocios e inversiones. Entre los principales centros financieros del mundo, Hong Kong es el hogar de la más grande comunidad bancaria de Asia y su bolsa de valores se posiciona en el octavo lugar en el mundo en términos de capitalización. Los actores económicos operan en un ambiente que garantiza la seguridad jurídica y la transparencia e independencia del sistema judicial».
La pérdida de la “protección” de dicha legislación haría que la ciudadela se proyectara en el Mar del Sur de China como poco atractiva para los capitalistas, ya que ya no habría ninguna diferencia entre Hong Kong y cualquiera de las grandes ciudades chinas, Shanghái y Shenzhen, todas en fuerte ascenso.
Cabe señalar que la tendencia autonomista de la burguesía de Hong Kong proviene, además del interés en preservar su paraíso de negocios, de la voluntad de mantener la libertad de exprimir a su propio proletariado “autónomamente”, sin las intrusiones de Pekin.
Sin embargo con las protestas la burguesía de Hong Kong comenzó a resentirse, con la caída de la bolsa de valores, y temieron las graves consecuencias que una intervención del ejército chino podría tener en la economía de la ciudad. Pero lo que más teme es la posibilidad de que a partir de las protestas en curso se desarrolle un movimiento de la clase obrera con objetivos bastante diferentes a las demandas democráticas actuales. En caso de una entrada en escena de una clase obrera autónoma, con objetivos propios, la burguesía de Hong Kong no tendría ningún problema para acordar con Pekin la represión violenta del proletariado.
Entonces la burguesía ahora quiere el fin de las protestas y el retorno del orden y de la disciplina. Este es el significado de las apelaciones a principios de septiembre de los principales bancos de Hong Kong (HSBC, Standard Chartered y Bank of East Asia) y de una docena de otros grandes grupos que en los periódicos de la ciudad condenaron la “violencia” y que invocaron un retorno de la paz social.
Una mayor determinación para oponerse a la integración en la madre patria china proviene del movimiento juvenil y de los estudiantes. La prosperidad económica de que goza Hong Kong ha producido en el pasado cierto bienestar en los estratos pequeñoburgueses de los cuales ese movimiento es una expresión. Estos estratos, que sufren las consecuencias de la pérdida constante de peso económico, se sienten amenazados por una integración completa en la República Popular. Detrás de las palabras de Democracia y Libertad hay un movimiento defensivo de estratos pequeñoburgueses, nostálgicos de algunos privilegios pasados y apariencias de los estilos de vida occidentales, pero también la típica incertidumbre de las clases medias aplastadas por el capital buscando en vano protección en la ley y en el Estado.
Esto ha dado vida a un movimiento “democrático” y micro-nacionalista, fuertemente antichino, que en la lucha desesperada por la autonomía de la República Popular llega a apelar al imperialismo estadounidense y al antiguo colonizador británico. Las acciones más violentas provienen precisamente de estos sectores, que en general tienen una gran visibilidad mediática, sobre todo por los llamados a una supuesta noble lucha por la libertad que tanto disfrutan los pútridos demócratas occidentales. Pero al final logran movilizar a unos pocos miles de manifestantes.
Si, en cambio, ha sido posible, la sucesión de protestas en cientos de miles, esto se debe ciertamente a que estas manifestaciones se han ampliado por la participación de los proletarios. La clase trabajadora de Hong Kong ciertamente no se beneficia de su riqueza. Esa prosperidad desde la llegada del imperialismo británico se ha basado en una explotación feroz de los obreros. Incluso hoy, los industriales en Hong Kong exprimen al proletariado durante más de 50 horas a la semana. Los propios analistas burgueses se ven obligados a admitir que existe una alta polarización de la riqueza, con una quinta parte de la población en estado de pobreza. El salario mínimo se establece en poco más de 4 dólares y medio la hora, en gran medida insuficiente para una de las ciudades más caras del mundo.
Aspecto dramático para el proletariado es la cuestión de la vivienda. En poco más de 1.000 kilómetros cuadrados están abarrotados cerca de 7,5 millones de habitantes, lo que hace de Hong Kong uno de los lugares de mayor densidad de población del mundo. Esta situación se ve agravada por el hecho de que, bajo la presión de unos pocos propietarios que controlan el mercado inmobiliario, solo se construyen viviendas de lujo. Por lo tanto, el precio de los alquileres es muy alto, tanto que decenas de miles de trabajadores se ven obligados a vivir en celdas de unos pocos metros cuadrados, algunos de los cuales, llamados “ataúdes”, son de dos metros cuadrados. Es a partir de esta condición de miseria y explotación que se origina el descontento entre los trabajadores de Hong Kong. Por lo tanto, la participación de los proletarios en las luchas en curso tiene lugar bajo la presión de necesidades materiales específicas.
Pero, hasta donde sabemos, sin plantear sus propias reivindicaciones. Por lo tanto, los obreros parecen ser remolcados por las clases medias y los estudiantes, que contaminan el movimiento con la pútrida ideología democrática. En Hong Kong, el proletariado ha sido llamado hoy a luchar por objetivos que no son los suyos.
Las cinco solicitudes presentadas por el movimiento, para las cuales tratan de utilizar la fuerza de la clase obrera, con dos huelgas generales proclamadas una el 5 de agosto y otra el 2 y 3 de septiembre, no tienen nada que ver con los intereses del proletariado, con su defensa de clase, son objetivos de la pequeña burguesía que quisiera involucrar a la clase obrera en esta lucha por la democracia y la autonomía.
El proletariado, determinado a moverse por sus intereses materiales, puede hacerlo solo con su propia autonomía de clase, política, ideológica y organizativa, no bajo la dirección de clases sociales adversarias y por objetivos burgueses, terminando por ser reclutado en uno de los dos frentes burgueses, como ha sucedido históricamente y desafortunadamente continúa repitiéndose, asumiendo ante la cuestión de Hong Kong la forma de una lucha entre una facción pro‑democracia, autonomista y filo‑occidental, y la patria histórica china.
La cuestión de Hong Kong también, e inevitablemente, se inserta en la confrontación más general entre China y Estados Unidos, que la utilizan en el enfrentamiento entre las dos superpotencias, comprometidas actualmente en una lucha en el frente comercial. Pekin (Beijing), por su parte, condenó abiertamente “la interferencia extranjera” (“Futile for Washington to play HK card”, scrive il Global Times).
Para Beijing, Hong Kong es un frente interno que se agrega a los otros frentes abiertos, sobre todo Xinjiang. Para no hablar de Taiwán, considerada por la República Popular como una provincia rebelde. En agosto anunció un fuerte aumento en el gasto militar del 5,2% para el año 2020. Los Estados Unidos, que es el principal proveedor de armas de Taiwán, les venderá alrededor de 2,2 millardos de dólares en equipos militares, y para el futuro se proyecta un contrato por un valor de 8 millardos para el suministro de 66 cazas, la mayor venta de armas hecha por los Estados Unidos a ese país.
Un destino marcado
En los planes del capitalismo nacional chino el destino de Hong Kong está marcado, insertado en un futuro común a toda el área alrededor del delta del Río Pearl. El proyecto es el de la Greater Bay Area (Gran Área de la Bahía), que proporciona la integración de una vasta área altamente poblada y con un elevado desarrollo económico, uniendo la provincia de Guangdong y las regiones bajo administración especial de Hong Kong y Macao. Hay 11 metrópolis involucradas en el proyecto, incluidas Hong Kong, Guangzhou (Cantón) y Shenzhen, que darán vida a un área metropolitana con cerca de 69 millones de habitantes y un PIB de cerda de 1.500 millardos de dólares, prácticamente tanto como el de Rusia.
El proceso de desintegración del campo chino liberó a millones de campesinos que se volcaron en las ciudades. En China este proceso está asumiendo enormes dimensiones. Se calcula que en los próximos años se moverán hacia asentamientos urbanos otros 250 millones de chinos. Es un proceso imparable que el PCCh tiene la ilusión de tratar de manejar. Se formarían “cluster”, agrupaciones, de ciudades, áreas urbanas de dimensiones regionales debido a la proximidad de enormes metrópolis. En ellas se derramaría la migración del campo en las áreas industriales que tendrían a disposición un ejército de más de 50 millones de proletarios. Esta que se formaría alrededor de Shanghai contaría con 150 millones de habitantes; otra, llamado Jing‑Jin‑Ji (Beijing-Tianjin-Hebei) 112 millones.
La Greater Bay Area, que ya representa el 12% del PIB y el 37% de las exportaciones chinas, tendría tres puertos entre los primeros diez del mundo para el transporte de contenedores (Shenzhen 3º, Hong Kong 6º y Guangzhou 7º). Para hacer una comparación entre las regiones más desarrolladas del mundo, la Tokyo Bay Area llega a los 44 millones de habitantes, el área metropolitana de Nueva York a 20 millones. Serán maravillosas y explosivas concentraciones proletarias donde el capitalismo hará un ruinoso fracaso al precipitar la crisis mundial, el comunismo objetivamente apremia y la lucha por el comunismo madurará para esperar solo a ser desencadenada.
Por lo tanto, el futuro de Hong Kong ya está incluido en esta evolución inevitable, con el ulterior reforzamiento de su papel internacional como centro financiero, transporte y comercio. Además, la integración de Hong Kong con la madre patria no está esperando el 2047, ya que de esto son testimonio las majestuosas obras de infraestructura, como la serie de puentes de 55 kilómetros de largo, en parte bajo el mar, que conectan la península con Macao.
Es inevitable que, tarde o temprano, incluso la legislación se adapte al proceso en curso. Por lo tanto, el capitalismo chino no cederá frente a las demandas autonomistas de Hong Kong, cuyo destino, sin embargo, está marcado. Una unificación que ciertamente no dañará la futura lucha de clases.
Ni democracia ni patria china
Cualquiera sea la forma del Estado, democrático en Hong Kong o de partido único en Beijing, no cambia su naturaleza de clase burguesa, una máquina burocrática y militar dirigida a la sumisión de la clase obrera a las necesidades del capital.
Solo una intervención autónoma y unitaria de la clase obrera de Hong Kong y China trastornaría los planes de las facciones opuestas.
Tanto es así que la perspectiva de una autónoma entrada en escena de la clase obrera con reivindicaciones propias perturba los sueños de sus explotadores tanto en Hong Kong como en Beijing. Una explosión de la lucha obrera en Hong Kong podría extenderse a las metrópolis de la vecina Guangdong, donde millones de proletarios son exprimidos por el capital chino e internacional.
No es una perspectiva sin fundamento que se repita la historia del movimiento obrero chino, con las grandes luchas proletarias de los años veinte, caracterizadas por una solidaridad de clase que trascendió las fronteras de las empresas, sectores y localidades. En cuanto a Hong Kong, podemos recordar la huelga de los marinos de 1922 que, apoyada por la huelga general de toda la colonia y por la solidaridad del proletariado de todas las ciudades chinas, doblegó al imperialismo británico después de 56 días de lucha; y la huelga de Hong Kong-Cantón de 1925‑26, la más larga en la historia del movimiento obrero (¡desde junio de 1925 hasta octubre de 1926!), con cerca de 250 mil obreros en huelga en Cantón, a los que se sumaron otros 100 mil de Hong Kong, que abandonaron la ciudad y se mudaron en masa a Canton, donde el proletariado estaba armado y prácticamente controlaba la ciudad.
Pero hoy una recuperación de la lucha proletaria autónoma debe pasar necesariamente por la afirmación en su interior de un partido basado en dos piedras angulares: el rechazo del nacionalismo y el rechazo del interclasismo encubierto en la democracia.
La reanudación de la lucha de clases pasa en primer lugar por el rechazo de todo patriotismo y por la perspectiva de una más estrecha unión entre los trabajadores, en Hong Kong, como primer paso, con los hermanos de clase de China continental.
Por ahora, en cambio, esos proletarios se han movido junto con partidos y sindicatos consagrados al interclasismo y que tienen el cuidado de no presentar la más mínima reivindicación obrera. En este contexto, las imponentes manifestaciones, incluso si participan los proletarios, están destinadas a la impotencia si tienen lugar bajo la dirección de fuerzas y programas de otras clases sociales.
Como en todas las otras metrópolis capitalistas, el proletariado no debe dejarse engañar por el mito democrático que la pequeña burguesía vende en todos los rincones del mundo: Occupy, Primavera Arabe, Chalecos Amarillos, aunque en la base están empeorando las condiciones de vida de masas de trabajadores, son todos estos movimientos interclasistas los que desvían la lucha de los proletarios hacia objetivos que no son suyos y compatibles con el dominio del capital.
El proletariado comunista rechaza los llamados del nacionalismo y de la democracia, y dirige las luchas obreras por la defensa de sus intereses de clase, incompatibles con los de los capitalistas, grandes y pequeños, hacia su organización en sindicatos de clase que son la verdadera fuerza de la clase obrera. Solo así el proletariado en lucha encontrará su Partido y su internacional y revolucionario programa comunista.
Incluso las empresas del sector farmacéutico deben demostrar toda su habilidad en las maniobras y las trampas para mantenerse a flote a expensas de las compañías rivales. En el caso específico: ¿Cómo hacer frente a la pérdida de ingresos cuando llega el vencimiento de una patente? ¿Cómo, si no has logrado inventar nuevos medicamentos para reemplazarlo? o ¿Cómo aprovecharlo?
El juego pronto se hizo: se llama “medicamento genérico”.
Ya en el 2004, para las compañías farmacéuticas, se puede hablar de crisis: estaban luchando por patentar y poner en el mercado nuevas moléculas mientras se acercaba el vencimiento de las viejas patentes que les aseguraran la exclusividad de producción y ventas. Fue entonces cuando se introdujo por primera vez la definición de “medicina genérica”.
Genérico se define como un medicamento cuya biodisponibilidad (es decir, la cantidad de ingrediente activo que alcanza la circulación en función del tiempo) es similar en efectividad y seguridad a la del medicamento de referencia. La diferencia no debe superar el 20%, más o menos. No es poco! Dentro de estos límites legales, es posible sustituir el medicamento de referencia con el genérico.
Dados los menores costos en términos de investigación y desarrollo sostenidos para la entrada en el comercio, desde 2004, las compañías productoras de medicamentos genéricos han surgido como hongos y ha comenzado una campaña de “sensibilización” para los médicos, farmacéuticos y usuarios: conteniendo los gastos farmacéuticos, salvando el origen de los residuos y ahorrando al menos un 20% al paciente.
Por otro lado, las empresas que poseen la “marca” original para no perder terreno montan una “sensibilización” al contrario. Al mismo tiempo, son ellos mismos quienes a menudo proporcionan el ingrediente activo a las empresas que producen el genérico. Y a veces lo producen ellos mismos. ¿Qué prescribirá el pobre médico, obligado a especializarse en marketing y sujeto a cualquier tipo de solicitud y desinformación? ¿El medicamento “brand” (marca), el “co‑marketing” (medicamento idéntico, incluso en el precio, al medicamento de la marca, excepto por el nombre, comercializado por compañías distintas a la compañía matriz que lo ha dado en concesión incluso antes de la expiración de la patente) o el genérico más barato? Es casi inútil subrayar cómo este entorno, empresa-médico-farmacéutico, solo gira en torno a la renta y las ganancias.
Por lo tanto, la industria de los genéricos ha crecido, creando gigantes en términos de facturación. La israelí Teva, líder del sector, tiene 13,1 millardos de capitalización en bolsa.
Así como el capital desata guerras para destruir y reconstruir, también utiliza escándalos para “regenerar” los mercados. Otro enésimo escándalo ha afectado a la salud pública estadounidense: cuarenta y cuatro estados acusaron a las principales compañías farmacéuticas de haber creado un cartel para aumentar el precio de 100 medicamentos genéricos muy comunes en 10 veces. En el centro del cartel estaría la sucursal estadounidense de Teva Pharmaceutics: “los competidores en la industria de medicamentos genéricos se comunicaron sistemáticamente entre sí para dividirse los clientes y mantener los precios altos”.
Por otro lado, los altos precios cobrados por los genéricos de Teva, también ayudaron a las compañías de “Brand” en dificultades...
Una vez más se concluye que en el capitalismo “racional”, en la guerra permanente entre los lobos corporativos, todo medio ladronesco es permitido, alabado y recompensado; esto hace que el gasto en la investigación, la ciencia, la posibilidad práctica de saber algo, la “verdad” (hoy también reconocida como “post”) y, en el análisis final, es la clase trabajadora, la más sujeta a enfermarse por sus peores condiciones de la vida.
La conmemoración de los dirigentes proletarios caídos en el período de posguerra, en el nombre y por cuenta del proletariado internacional que lucha por su liberación en todos los países, reviste, a causa de la situación actual, una importancia particular. Mientras todo se fractura en el campo obrero, las prisiones italianas, alemanas y rusas están repletas de proletarios revolucionarios; aunque el orden capitalista se ha roto aquí con la violencia, en otros lugares con la corrupción de la conciencia y las organizaciones de clase de los trabajadores, cuando la guerra imperialista se anuncia inminente, es necesario proclamar y demostrar que la obra de Lenin, Luxemburgo, Liebknecht persiste a pesar de la función reaccionaria del Estado soviético, a pesar de la victoria momentánea del capitalismo.
Es falso buscar en las situaciones de derrota que vivimos, la prueba del fracaso de sus esfuerzos, porque su genio no expresaba en última instancia, el desencadenamiento de la lucha de clases, que permitió al proletariado mundial conquistar el Estado en Rusia y fundar la Internacional Comunista y los partidos comunistas. Este desencadenamiento, estas erupciones sociales, ninguna corrupción puede detener definitivamente su aparición, ya que esas son la expresión de las bases contradictorias del régimen capitalista. La situación actual no es más que un interludio antes del desencadenamiento de eventos que nuevamente arrojarán al proletariado a luchas gigantescas en las que surgirán otros dirigentes con una visión que marcará una continuidad con la obra precedente y un progreso de la visión histórica del proletariado.
Hoy, con el triunfo de la contrarrevolución, es el fango lo que fecunda a los “dirigentes” proletarios, los Stalin, los Blum, Vandervelde, quienes tienen la estatura de su obra nefasta.
Por lo tanto, queremos considerar a Lenin, Liebknecht, Luxemburgo como la expresión de la conciencia proletaria en la fase de la lucha contra el oportunismo en la Segunda Internacional y de las erupciones insurreccionales del período de posguerra.
Nos negamos categóricamente a conmemorar un “leninismo” o un “luxemburguismo”, por considerar únicamente el aporte de Lenin y de Luxemburgo al proletariado mundial – del cual fueron una expresión progresiva en su dolorosa vía a la emancipación – al patrimonio ideológico, al arsenal de las armas de la revolución que el proletariado debe perfeccionar continuamente para poder alcanzar sus objetivos específicos.
Lenin es el problema del partido, de la selección de sus cuadros, de la dictadura del proletariado a través de la insurrección armada de los obreros; Rosa es el intento – en un frente de clase más resistente y más complejo – de abordar el examen teórico y práctico de los problemas de la revolución proletaria; Liebknecht es la abnegación heroica del revolucionario que sacrifica su vida para llevar a los obreros a la insurrección. Para aquellos que necesitan un “leninismo” y un “luxemburguismo” para llevar a cabo su trabajo de embotamiento de los cráneos, Lenin será para ellos el discurso sobre las Cooperativas, introducción al socialismo en un solo país, también serán quienes preconizan las bases políticas y estructurales para la fundación de partidos comunistas sobre otros fundamentos, distintos de aquellos sobre los que él había fundado el partido bolchevique. Rosa será la espontaneidad de las masas, el antipartido, el demócrata irreductiblemente opuesto al “leninismo”. Habrá otros, como Trotski, que desafortunadamente fue quien ya no será – un dirigente proletario de primer orden – que necesitará de un “leninismo” para explicar la necesidad de llegar, en el nombre de la maniobra, a los partidos socialistas.
Nosotros vemos en las especulaciones leninistas de los centristas y de los trotskistas, en la remezcla de la obra de Rosa de los Laurat, Souvarine o de ciertos socialistas que olvidan su complicidad en su asesinato, que consagró la masacre del proletariado alemán, de las expresiones ideológicas de un trabajo contra-revolucionario que debe impedir a los obreros continuar su esfuerzo de clarificación y progresión programática, al mismo tiempo que sirven para explicar su traición.
Es cierto que existieron serias divergencias entre Lenin y Rosa, pero no se puede apreciar su significado fuera de la época histórica, de situaciones diferentes en Alemania y en Rusia, donde estas divergencias surgieron. Por lo tanto, tampoco se puede apreciar a Lenin fuera de la apreciación de las circunstancias históricas que le permitieron fundar un partido, llevar al proletariado a la insurrección, pero eso solo le permitiría colocar por primera vez – y sin poderlo resolver – el problema de la gestión del Estado proletario, de su conexión permanente con las luchas del proletariado internacional.
Luxemburgo y Liebknecht representaron la batalla de una clase obrera en un sector capitalista muy avanzado, donde la corrupción democrática había hecho un trabajo de disgregación y de corrupción considerable. Su visión de los acontecimientos no pudo marchar simultáneamente con la erupción insurreccional del proletariado en 1919. De esto depende la contradicción entre la Crítica de la Revolución Rusa, de Rosa, escrita en prisión antes de los acontecimientos revolucionarios y el programa de los Spartacusbund, directamente fecundado en las luchas de los proletariado alemán.
Lenin, por otro lado, surgió de la conjunción del despertar de las masas de todos los países con las irrupciones revolucionarias en Rusia, donde desde 1900 hasta 1917 existió una fermentación revolucionaria que la estructura del régimen zarista no pudo hacer desaparecer, sino retardar y que permitieron a los bolcheviques llegar a las formulaciones programáticas antes de la revolución.
El programa de la revolución mundial no podrá ser abordado por Lenin debido a la magnitud del problema planteado por la aparición del primer Estado proletario. De este hecho se derivan las contradicciones durante este período, en el que lo esencial serán las nociones internacionalistas, que hicieron de la fundación del Estado proletario una victoria de los obreros de todos los países y no las concepciones que debían servir para la edificación del socialismo en un solo país cuando el centrismo apareció como una expresión de las derrotas proletarias.
Colocar en el mismo plano a Lenin y Rosa es en realidad afirmar que la lucha de los obreros alemanes fue el primer eco de la revolución rusa y el segundo intento en el camino de la revolución mundial, que se trata de dos fases de la formación de la conciencia de clase de los obreros en la post‑guerra, de la cual, la de Lenin, podía expresarse con la toma del poder y de la otra, la de Rosa, tuvo que ser asesinada por el capitalismo y sus agentes socialistas.
Conmemoraremos a Lenin, Luxemburgo, Liebknecht, con la convicción de que la obra que reanudaron, después de Marx, Engels (a pesar de la depresión actual del movimiento obrero) continúa y progresa en los organismos donde se intenta comprender y traducir el nuevo período, para armar los núcleos comunistas con armas ideológicas para resolver los problemas que las irrupciones revolucionarias del mañana traerán consigo de nuevo.
No necesitamos de un “leninismo”, sino únicamente de un método de investigación que nos permita comprender la significación, el aporte y los límites de las realizaciones programáticas de nuestros dirigentes, significación, aportes y límites que son los de la formación de la conciencia del proletariado en su época. Dejemos que aquellos que deben disfrazarse, vestirse con ropas que no son suyas, para engañar al proletariado, asuman la tarea de manejar estas teorías. Las revoluciones burguesas tuvieron que ocultar, bajo ideologías confusas en el diseño, los antagonismos de clase que se revelan. Los traidores y los oportunistas deben surgir del “leninismo” y del “luxemburguismo” para introducir en el proletariado una ideología de derrota, de desesperación, de impotencia y, finalmente, de participación en la guerra imperialista.
El proletariado mundial, en sus fracciones comunistas que toman la bandera que trajeron estos revolucionarios, sabrá responder, hoy con el desprecio, mañana con la violencia, a los falsificadores burgueses y a los regímenes de los cuales son la expresión fiel. Conmemorará a Lenin proclamando su misión histórica, que persiste a pesar de las derrotas momentáneas y su fidelidad al programa de la revolución mundial, para el que vivieron estos grandes dirigentes.
El pasado martes 8 de octubre se realizó un foro público titulado “Economía en tiempos de guerra”. Fue realizado en Caracas, en una localidad donde funcionan una de las tantas fracciones chavistas, que pertenecen al conglomerado que se ha etiquetado comúnmente como “chavismo crítico”.
El conferencista centró su exposición en hacer un análisis de lo que el gobierno chavista ha llamado “guerra económica”. Hizo referencia documentada a un supuesto pacto entre varios sectores burgueses para sabotear la gestión gubernamental chavista. Como si este tipo de estratagemas no fueran algo muy común en las pugnas de las diferentes fracciones burguesas.
En su recorrido por la “historia” de la política económica del gobierno en sus años de mandato, el expositor explicó los detalles y su investigación de esta “guerra económica”. Como sabemos esta frase se ha convertido en el cliché favorito del chavismo, para justificar toda la grave situación de hiperinflación y debacle socioeconómica, que viene sufriendo la clase trabajadora actualmente. Aquí no vamos a mencionar todos los casos y hechos que el conferencista mencionó; con su explicación respectiva de como ha sido el “ataque” económico contra el gobierno. Solo queremos desenmascarar todas estas acciones “defensivas” del oportunismo chavista – “crítico” o no – contra la “ofensiva” burguesa opositora.
Como buenos políticos oportunistas el chavismo ha sabido capitalizar medianamente en su favor, por lo menos en una parte de la población, el descontento por la crisis capitalista nacional. Valiéndose fundamentalmente del aparataje del Estado burgués que dirige. Como son los grandes recursos económicos que le han permitido literalmente, comprar simpatía; ahí están los bonos en dinero que reparte regularmente a la población, haciéndola más dependiente de su gobierno. Y el control desmedido de los medios de comunicación, que le ha garantizado sostener una gigantesca propaganda en favor de su política. Y en la base de su “entorno”, apuntalar una “amalgama ideológica” de posiciones políticas reaccionarias, que son “vendidas” como revolucionarias.
En el mencionado foro el expositor fue mostrando un abanico de medidas – capitalistas todas – para “reparar” la economía en los diferentes episodios “bélicos” de la supuesta guerra económica. Medidas que no distan en nada de las correcciones administrativas que cualquier gestión gubernamental aplicaría para enfrentar los entuertos en su mandato.
A este foro asistimos e hicimos una intervención, planteando las posiciones revolucionarias del comunismo y una crítica a esta supuesta guerra económica. Además repartimos nuestra propaganda a todos los presentes. Quedando nuestra acción como algo muy puntual y preciso.
Desde 1975, el gran ciclo post‑bélico de expansión del capitalismo mundial, especialmente en los principales centros imperialistas, ha finalizado. En los 30 años transcurridos entre 1945 y 1975, el capitalismo mundial casi nunca ha tenido una crisis de sobreproducción, o al menos estas permanecieron confinadas en aquellos países que, como Inglaterra y Estados Unidos, no sufrieron la destrucción masiva causada por la Segunda Guerra Mundial. Para los otros países, esas destrucciones llevaron a un rejuvenecimiento de la composición orgánica del capital y las crisis no fueron más allá del marco regional, o incluso menos, y en cualquier caso ninguna de ellas se extendió a escala internacional.
Pero desde 1975, en un ciclo de 7 a 10 años, como en los tiempos de Marx, el capitalismo ha conocido, después de cada fase de crecimiento, una crisis internacional de sobreproducción. El comercio internacional y nacional se ha contraído bruscamente, los fracasos de las empresas comerciales se han multiplicado con los mercados nacionales e internacionales congestionados con mercancías que tienen dificultades para ser vendidas. Las bancarrotas han conducido al desempleo y a la reestructuración de las empresas.
Cuando las deudas incobrables se acumulan, incluso los bancos quiebran, los precios de los bonos y de las acciones caen, el capital entra en una espiral deflacionaria.
Al principio la crisis puede permanecer oculta, silente, hasta una caída imprevista del mercado de valores o el fracaso de las grandes instituciones financieras. O la crisis puede tener como punto de partida un aumento repentino en los precios de las materias primas luego de una fuerte demanda por la especulación, revelando una crisis latente de sobreproducción.
Mientras que las empresas se reestructuraron y despidieron trabajadores, los Estados imperialistas reaccionaron, por un lado, con medidas keynesianas para apoyar la acumulación con importantes obras públicas para impulsar la acumulación, por otro lado, aprovecharon el desempleo estructural para desindexar los salarios respecto a la inflación y recurriendo al uso de mano de obra extranjera para reducir los salarios y aumentar la tasa de ganancia.
Cuando estas medidas resultaron insuficientes para resolver la crisis y para elevar la tasa de ganancia, lo que habría permitido un retorno al crecimiento sostenido como durante los “Treinta años gloriosos” (pero basados en la masacre de la Segunda Guerra Mundial con sus 50 millones de muertes), han pasado al “neoliberalismo” y la “globalización”, es decir, al desmantelamiento del Estado del bienestar, a la privatización de los servicios públicos y a la desregulación en todas las direcciones, con el objetivo de favorecer una mejor circulación de los capitales.
Mientras tanto, la burguesía de los Estados imperialistas, en su esencia esclavista, ha invertido donde la tasa de ganancia es más alta, teniendo a buena disposición, además del proletariado de la metrópoli, el de los países más atrasados, que cuesta menos, no goza de protección social alguna y solo pide trabajo. El resultado fue una especulación frenética, una avalancha de deudas y una organización sistemática de sub‑suministros, transfiriendo compañías que no son lo suficientemente rentables y que requieren una gran cantidad de mano de obra.
Alemania ha aprovechado la mano de obra calificada y a bajo precio de los países vecinos, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, etc., sobre todo porque el costo del transporte por carretera es bajo – los costos de mantenimiento de la red de carreteras son responsabilidad del contribuyente – y por qué estos países están cerca de sus fronteras orientales. El capitalismo alemán ha reservado para sus empresas solo el ensamblaje final del producto. Esto, junto con la “reforma” de Schröder, ha sido la base de la relativa prosperidad del capitalismo alemán en los últimos años. El capitalismo francés hizo lo mismo con España, África del Norte y Turquía, pero también transfirió industrias enteras: Francia hoy produce más automóviles afuera que dentro de sus fronteras. Tanto es así que su balanza comercial ha estado en un déficit estructural crónico desde la década del 2000. En 2018, las grandes empresas francesas han aumentado significativamente sus inversiones, pero ¾ partes de estas se han destinado al extranjero. Estados Unidos está haciendo lo mismo con China y con México, y Japón igualmente ha transferido parte de su producción a China y otros países del sudeste asiático.
Es por eso que hoy la fabricación de un producto dado, requiere muchos viajes de ida y vuelta entre diferentes países, lo que se traduce en un aumento engañoso del comercio. Según la Organización Mundial del Comercio, la participación de estos productos semi‑elaborados en el 2008 representó el 40% del comercio mundial.
Estas medidas han permitido al capitalismo mundial mantener la tasa de ganancia y ganar tiempo. Pero, sobre todo, como se mostró en los capítulos anteriores, es el desarrollo del capitalismo en el sudeste asiático y principalmente en China, lo que ha ayudado a forzar la tasa media de ganancia a escala global, lo que le valió al menos treinta años de supervivencia al capitalismo.
Sin embargo, estas intervenciones y el desarrollo en Asia no han evitado las crisis de sobreproducción. Desde 1973, ha habido cinco recesiones mundiales, la peor de las cuales fue la de 2008‑09. Ciclo tras ciclo, la situación ha empeorado: el crecimiento industrial, por lo tanto la creación de riqueza, se ralentiza progresivamente y la deuda pública y privada –empresas industriales, comerciales y financieras y familiares– se vuelve vertiginosa. Según Standard & Poor’s, el peso de la deuda mundial habría aumentado en un 50% desde la crisis financiera; según el FMI, en 2017 habría alcanzado 184,000 millardos de dólares, ¡o el 225% del PIB mundial! Dos tercios de esto están a cargo del sector privado. Los más endeudados son los principales países industrializados: Estados Unidos, China y Japón, aún según el FMI, en conjunto suman más de la mitad de la deuda mundial, superando así su participación en la producción mundial. Solo en China se ha concentrado el¾ del aumento de la deuda privada del2007. La siguiente tabla muestra el peso absoluto y relativo de la deuda de los principales países imperialistas.
Debido a los diferentes métodos de cálculo de las distintas instituciones, el índice de endeudamiento de los países y el endeudamiento global a escala mundial que resulta, varía considerablemente. Según el Instituto Internacional de Finanzas, que representa a más de 500 instituciones bancarias y financieras en el mundo, la deuda mundial ascendería a 237 billones de dólares en 2017, más de tres veces el PIB mundial. El FMI no explica la diferencia entre sus cálculos y los del IIF.
Deuda bruta en% del PIB Año 2017 Millardos de dólares, Fuente: FMI |
|||
Deuda | PIB | % | |
Japón | 19.248 | 4.873 | 395% |
Francia | 7.479 | 2.588 | 289% |
Reino Unido | 6.753 | 2.628 | 257% |
USA | 49.881 | 19.485 | 256% |
China | 30.518 | 12.015 | 254% |
Italia | 4.769 | 1.939 | 246% |
Alemania | 6.328 | 3.701 | 171% |
Brasil | 3.144 | 2.055 | 153% |
India | 3.278 | 2.602 | 126% |
Rusia | 1.325 | 1.578 | 84% |
La tabla muestra claramente la desaceleración en el crecimiento de la industria; se refleja la caída de la tasa de ganancia, que es inevitable: mientras la productividad del trabajo aumenta, la productividad del capital disminuye y su acumulación se ralentiza, con una desaceleración incluso en la expansión de la producción industrial.
Por otro lado, todas las “reformas” que la burguesía mundial ha adoptado para apoyar la tasa de ganancia –haciendo que las condiciones de los trabajadores sean cada vez más precarias y miserables, agravando su explotación para aumentar la tasa de plusvalía–en definitiva no han servido para nada. El resultado fue el fracaso de la política económica “neoliberal”: todo lo que la burguesía puede hacer es aumentar la miseria para ganar algo de tiempo.
Sin embargo, las contradicciones internas en este modo de producción, mezquino y sórdido, basado en la explotación del trabajo asalariado, no hacen más que agravarse y acumularse, preparando así una crisis de sobreproducción histórica en una escala que será mucho mayor que la de 1929.
El modo de producción capitalista, para mantener la acumulación de capital, se ve obligado a revolucionar constantemente la base productiva sobre la que se desarrolló. Y solo puede hacerlo socializando cada vez más las fuerzas productivas; en esencia, se ve obligado a desarrollar a una escala cada vez más amplia la base económica de la sociedad comunista. Este es su gran papel histórico: lo hizo reemplazando al pequeño productor aislado, que trabajaba por su propia cuenta, con la gran producción industrial centralizada, que requiere para su funcionamiento de una completa organización social y los últimos conocimientos científicos y técnicos aplicados a la producción. El ejército de hombres requerido para poner en marcha todo este aparato productivo funciona de manera coordinada y centralizada y no tiene la propiedad de los medios de producción ni de los productos del trabajo. Pero la apropiación de los productos del trabajo sigue siendo privada
CICLO DE ACUMULACION DEL CAPITALE Incremento de la producción industrial |
||||||
1950 -73 |
1973 -79 |
1979 -89 |
1989 -00 |
2000 -07 |
2007 -15 |
|
Reino Unido | 3,0% | 1,2% | 1,0% | 1,1% | -0,5% | -1,0% |
Estados Unidos | 4,2% | 2,7% | 2,0% | 3,8% | 1,2% | 0,3% |
Francia | 5,9% | 1,6% | 1,2% | 1,5% | 0,4% | -1,6% |
Alemania | 7,2% | 1,8% | 1,9% | 0,9% | 2,5% | 0,2% |
Italia | 7,3% | 2,7% | 1,5% | 1,3% | 0,2% | -3,1% |
Rusia | 10,6% | 5,6% | 3,6% | -8,6% | -1,2% | -0,8% |
Japón | 13,5% | 2,2% | 4,0% | -0,1% | 1,3% | -1.9% |
China | 12,7% | 8,3% | 10,5% | 12,5% | 11,8% | 8,9% |
Corea d.Sur | 7,6% | 9,4% | 7,5% | 3,3% |
Este desequilibrio empeora durante el ciclo de 10 años del capital y eventualmente conduce a la crisis general de sobreproducción.
El capitalismo se ve impulsado a encontrar nuevos mercados para vender sus mercancías e intenta superar los límites del mercado con crédito, para posponer las condiciones de pago.
Esta contradicción fundamental se ve agravada por la tendencia a la baja de la tasa de ganancia: la fuente de ganancia es el trabajo no remunerado, la parte del trabajo que no es retribuida con el salario. Cuanto más aumenta la productividad del trabajo, más disminuye la cantidad de trabajo incorporado en el producto final, ya que se necesita cada vez menos trabajo para producir el mismo objeto. La misma cantidad de trabajo transforma una masa cada vez más gigantesca de capital constante, por lo que para obtener el mismo beneficio es necesario emplear una masa de capital cada vez mayor.
Esta tendencia a la baja en la tasa de ganancia es compensada parcialmente, pero solo parcialmente, por la reducción en el valor de los salarios: cuanto mayor es la productividad del trabajo, menor es el valor de los productos que ingresan al consumo de los trabajadores y menores son los salarios. Este fenómeno es enmascarado por la inflación. Sin embargo, la acumulación de capital en el sector de los medios de producción crece más rápidamente que en el sector de los medios de consumo, por lo que esta compensación es solo parcial.
Por lo tanto, está claro que ninguna política económica burguesa puede evitar la crisis al capitalismo. Y ciertamente no serán las diversas corrientes “autonomistas”, ya sean de la derecha, de la extrema derecha o de la izquierda, las que propongan una retirada de la nación o un retorno al estatismo, para encontrar algún remedio. Su programa económico, cuando tienen uno, es una mezcla inconsistente de keynesianismo y neoliberalismo. No pueden responder al problema de la tendencia a la baja en la tasa de ganancia, que conduce a una desaceleración general en la acumulación de capital, o al desequilibrio entre la producción y el mercado, que periódicamente conduce a una crisis de sobreproducción.
Trump, en el enfrentamiento con China, para reequilibrar el comercio entre las dos naciones, no solo debe luchar contra el gobierno chino, sino también y sobre todo contra sus propios industriales e inversores financieros, que prefieren invertir en China o México, porque esta es la única solución que tienen para tratar de retardar la tendencia a la baja de la tasa de ganancia.
A raíz de la recesión de 2008‑09 en los Estados Unidos, las denuncias sobre el uso y abuso por parte de China de la devaluación de su moneda y de sus subsidios a las exportaciones de su industria se hicieron más acuciantes. En el 2011, el senador de Nueva York Charles Shummer presentó un proyecto de ley para imponer impuestos adicionales a los bienes importados de países cuya moneda está infravalorada: “Estamos en una guerra comercial, nos despluman todos los días y todos los días perdemos empleos debido a prácticas desleales de China”. Pero, contrariamente a lo que este honorable senador cree, no existe el comercio justo: prevalece la ley de aquellos que son económicamente más fuertes. ¡El comercio internacional durante una crisis económica solo puede conducir a la guerra comercial, y por lo tanto a la guerra, como en 1914 y como en 1939!
Incluso Barack Obama, impulsado por la preocupante situación económica de los Estados Unidos, advirtió en una conferencia de prensa: “China ha sido muy agresiva en el comercio en su beneficio y en detrimento de otros países, particularmente Estados Unidos”. Obviamente, China no dejó de responder vigorosamente. Las preocupaciones de Estados Unidos sobre los excedentes comerciales de China, por lo tanto, no son nuevas. Ya en los tiempos de Lyndon B. Johnson, Washington tenía las mismas preocupaciones con respecto al comercio con Japón.
Pero hay otra cita es muy interesante: después de las críticas de Barack Obama, el periódico neoliberal “Les Echos” del 10 de octubre de 2011, entrevistó a Karl de Gucht, Comisionado Europeo para el Comercio. A la pregunta del periodista, “¿está de acuerdo con las críticas de Barak Obama, quien acusa a China de “distorsionar” el comercio rebajando el yuan?”, el Comisionado respondió: No es imponiendo tales medidas que el mundo se recuperará, aunque pienso que el proyecto no se llevará a cabo. Por otro lado, en lo que respecta a Europa, necesitamos examinar cada aspecto del problema. Dos tercios de lo que importamos de China viene reexportado. Entonces, si el yuan se aprecia, nuestras importaciones serán más caras. Y dos tercios de estos dos tercios son producidos en China por nuestras empresas”.
Es así. Los monopolios europeos y norteamericanos prefieren producir muchos de los componentes, que incorporan a sus productos finales, en China, en lugar de en la madre patria, porque allí la tasa de ganancia es más alta, incluso si nuestro comisionado de comercio tiene cuidado de no decirlo. Es por eso que Trump no puede vencer su pulseo con China. Todo lo que puede hacer es presionar a las grandes compañías estadounidenses para que abandonen China, pero estas solo se trasladarán a países, como Vietnam, India o México, más cooperativos y “amigos”. (Los Estados no tienen “amigos”, solo tienen sus intereses egoístas que defender. La burguesía en sus relaciones entre Estados habla y habla de “amistad entre pueblos” precisamente para enmascarar este conflicto. Cuando sus intereses lo requieren, los Estados no dudan en girar 180° y traicionar cualquier “amistad entre los pueblos”. Los ejemplos son infinitos: durante la guerra en Yugoslavia, el Estado francés no dudó en abandonar a los serbios y una “amistad” secular para apoyar la política imperialista de desmembramiento deliberada de los Estados Unidos y Alemania; Italia abandonó el régimen de Gadafi después de recibirlo unos días antes con todos los honores. Solo los pequeños burgueses pueden creer que las relaciones entre los Estados pueden basarse en principios éticos). No resolverá el problema del déficit comercial, pero debilitará a un competidor que se está preparando para tomar el lugar de Estados Unidos como la primera potencia mundial.. Sin embargo, a diferencia de la industria textil, que requiere mucho trabajo y poco capital fijo, no veremos transferir fácilmente las industrias que han requerido miles de millones de dólares de inversión y años de desarrollo para ser implantadas; será necesario un largo tiempo.
Otro ejemplo de la impotencia de la corriente “nacionalista” es la del pasado gobierno italiano, de una coalición entre la Liga y el 5 Estrellas. Intentar con unos pocos miles de millones financiar el programa de “recuperación económica” ha agravado el déficit y aumentado la ya enorme deuda del Estado italiano–al menos el 132% del PIB–atrayendo sobre sí los relámpagos de Bruselas. Si hubiera querido el gobierno, habría podido encontrar fácilmente estos pocos millardos: habría bastado con obligar a la burguesía italiana a pagar impuestos; pero debería haber usado el bastón, lo que por ahora es incapaz de hacer. Sobre todo porque, como los “neoliberales” y como Trump, han demostrado que quieren reducir los impuestos a la burguesía. ¿Y estos payasos pretenden resolver la crisis del capitalismo? Sería risible.
El hecho es que estos señores ignoran totalmente el verdadero origen de la crisis del capitalismo.
La única solución que, como lo confirma la experiencia histórica, la burguesía ha encontrado para salir de la crisis es arrastrar al proletariado y a la humanidad a un conflicto mundial. Esta desastrosa y reaccionaria masacre, que ya ha rejuvenecido dos veces la composición orgánica del capital, ha permitido posponer el momento de la Revolución, para comenzar un nuevo ciclo de acumulación.
En un futuro no muy lejano, la burguesía nos presentará nuevamente esta solución, llamando por una y otra parte a los proletarios a luchar en nombre de los falsos mitos de “libertad”, del anti‑imperialismo, de la “soberanía” y, nuevamente, de algunos mentirosos “socialismos”.
La crisis del capitalismo impone la urgencia de la transición a la sociedad comunista. Esto solo puede suceder con el derrocamiento político de la burguesía, industrial, financiera y de la tierra, con su expropiación y la transición a una gestión comunista de la producción y de la distribución de los bienes producidos.
Esto implica la abolición del capital y del trabajo asalariado, el fin de la producción de bienes como mercancías y de su mercado, para producir lo necesario para la vida. La contabilidad mercantil, será sustituida por los comunistas por una contabilidad física y centralizada.
El viejo topo en el trabajo
¿Pero en que punto estamos hoy?
Estamos al final de la carrera, cuando el drama está a punto de terminar en tragedia. La de 2008‑09 fue, con mucho, la recesión más grave de la posguerra. Sin la intervención de los Estados y los bancos centrales, podría haberse convertido en otro 1929. Su intervención energética salvó al sistema financiero al restaurar la circulación interbancaria y evitar el colapso del curso de las monedas, es decir, la deflación, el fantasma que la burguesía espera con terror.
Sin embargo, esto ha llevado a un enorme aumento en la deuda de los Estados: la del Estado francés bajo Sarkozy pasó del 64,3% del PIB en 2007 al 89,5% en 2012 y hoy está cerca del 100%. La deuda de Irlanda y España, que era solo el 30% del PIB antes de la crisis, alcanzó el 64,8% en 2018 para la primera y el 97,1% para la segunda. ¡La del Estado italiano supera el 132% del PIB! Sin mencionar todos los demás, por ejemplo Japón, que rompe todos los récords con una deuda pública que excede el 240% del PIB.
Los bancos centrales han visto sus balances enormemente inflados por muchos billones de dólares, que corresponden a muchos créditos, después de sus enormes compras de letras del tesoro y bonos corporativos, sin mencionar los préstamos de varios cientos de miles de millones a los bancos. Cuando, debido a la crisis de sobreproducción, los grandes bancos quiebren o los Estados, como el Estado italiano, se declaren insolventes, será el mismo corazón del sistema financiero el que sufra: cientos de miles de millones de dólares en préstamos y bonos no podrán ser reembolsados. Pero estos préstamos y adquisiciones son realizados por la banca central utilizando los depósitos de los bancos, y no con su propio dinero. Entonces, si el banco central se encuentra en manos de miles de millones de títulos valores que ya no pueden pagarse, es todo el sistema bancario el que se ve afectado: ¡el bombero se convierte en un pirómano!
La intervención de los bancos centrales, en un primer momento salvadora, se convierte en lo contrario: el mantenimiento de tasas de interés muy bajas impulsa a muchas instituciones financieras a realizar inversiones cada vez más riesgosas para obtener mejores rendimientos. Al mismo tiempo, estas tasas muy bajas obligan a las empresas, a las personas y los gobiernos a endeudarse cada vez más. Todo esto, cuando estalle la próxima recesión, provocará una explosión de deudas impagas y una multiplicación de quiebras. Muchos “diques” cederán y los mismos bancos centrales se verán abrumados.
En esta carrera por la deuda para salvar el modo actual de producción y continuar la acumulación de capital, China ocupa el primer lugar en el mundo que representa, según el FMI, el 40% del aumento de la deuda mundial entre 2007 y 3/4 del aumento de la deuda privada global.
Pero es en la producción industrial donde se juega el destino de la acumulación de capital. Porque, contrariamente a lo que creen los burgueses y sus bien pagados economistas, que dan vuelta a la realidad, no es el mercado el que genera la acumulación de capital, sino la producción, el trabajo excedente, la parte no pagada del trabajo, la fuente de la plusvalía. La “especulación”, que aumenta el precio de las materias primas y los títulos valores, o de los bienes inmuebles, no crea ningún valor, ninguna riqueza, solo hace que la plusvalía ya extorsionada del proletariado pase de un bolsillo a otro.
Si el valor de las acciones o bienes inmuebles aumenta o por alguna razón se derrumba, la sociedad no se hace más rica o más pobre en un solo centavo; las cosas cambiarán solo cuando los tenedores de estos títulos valores y activos pierdan la facultad de acumular el plusvalor producido por el proletariado. Nuestra acción desde este punto de vista será radical; expropiaremos a toda esta banda de parásitos.
La montaña rusa
Siete años después de la recesión de 2001‑03, volvió la crisis de sobreproducción, con una fuerza mayor que la de 1975‑76. Esta fue anunciada por la continua disminución, un ciclo tras otro, de los aumentos en la acumulación de capital.
Los mismos datos brutos hablan.
Disminución de la producción: Estados Unidos -14,5% para todos los sectores y -17,9% solo para la producción manufacturera; Japón -23,3% y -24,5%; Alemania -17,4% y -17,2% (la producción minera prácticamente no tiene peso en toda la producción industrial alemana); Francia -14,8% y -16,7%; Reino Unido -13,5% y -11,9% (la diferencia entre los dos aumentos indica una caída significativa en la producción de petróleo, que corresponde a la fuerte caída de la demanda); Italia -21,9% y -22% (Italia prácticamente no tiene más recursos minerales).
LA RECESION 2008‑2009 | ||
Colapso de las exportaciones mundiales | ||
En valor | 2009-2007 | -22,30% |
En volumen | 2009-2006 | -19,00% |
Colapso de la producción por País | ||
Toda la industria |
Manufa- ctura |
|
Estados Unidos | -14,5% | -17,9% |
Japón | -23,3% | -24,5% |
Alemania | -17,4% | -17,2% |
Francia | -14,8% | -16,7% |
Reino Unido | -13,5% | -11,9% |
Italia | -21,9% | -22,0% |
Esta es la primera crisis de este período de posguerra que ha estado acompañada de una deflación. La deflación fue frenada temporalmente con gran dificultad y después de varios años de vigorosa intervención por parte de los bancos centrales. Sin embargo, sigue presente en el fondo porque después de la crisis no hubo una recuperación de la producción realmente vigorosa, capaz de superar el máximo alcanzado en el ciclo anterior. La mayoría de los países aún registran una producción industrial inferior al pico de 2007: Italia: -17,8%; Reino Unido: -9,2; Francia: -9,1%; Japón: -10,9%.
Estados Unidos registró un + 3,9%, pero solo gracias a la producción de gas y petróleo de esquisto bituminoso, la producción manufacturera de hecho todavía es 3,7% menor que el pico de 2007. El sector de la construcción está en una grave crisis, con un -47,8% en 2018 en comparación con el pico de 2004. Entre los grandes países imperialistas, solo Alemania superó el pico de 2008 con un sorprendente + 8,2%. Sin embargo, veremos que en los últimos meses Alemania está en recesión. En el caso de China no confiamos en los índices oficiales de producción industrial que son falsos, pero utilizamos los datos físicos que muestran una recesión en 2015‑16.
En resumen, después de la recesión de 2008‑09, tuvimos una fuerte recuperación en el período 2009‑10, sin que los diferentes países industrializados hayan alcanzado el pico de 2007, ni mucho menos. Luego, nuevamente, una recesión en 2012‑14, excepto en los Estados Unidos, donde la recuperación continuó, aunque mucho más lentamente. Más tarde, en 2015‑16 tuvimos una recesión en los Estados Unidos, en China y varios países asiáticos.
Los incentivos fiscales y los de los bancos centrales, acompañados por la fuerte caída en el precio de las materias primas, condujeron a una recuperación económica general en 2017 y 2018. Pero a partir de la segunda mitad de 2018 en adelante, todos están presenciando una fuerte desaceleración en todas partes, que en los últimos meses se ha convertido en una recesión en muchos países: Alemania, Japón, Italia, Francia, etc. La recesión está por confirmarse en los próximos meses, pero la Fed ya no está hablando de aumentar las tasas y el BCE está listo para intervenir nuevamente con todos los medios a su disposición, si es necesario.
(Continúa en el próximo número)
Reunión general
Turin, del 25 al 27 de enero 2019
La formación de la nación india
El compañero exponía la serie de informes sobre India, describiendo los acontecimientos antes, durante y después de la independencia indo‑pakistaní.
Entre el final del año 1945 y la primera parte de 1946, se realizaron en la India nuevas elecciones solicitadas por el Gobernador General, con el fin de verificar en el medio electoral, la situación de los diferentes partidos. El éxito de las elecciones fue centrado en la cuestión pakistaní. Si era evidente que el Raj británico estaba “en su lecho de muerte”, las relaciones de poder entre las facciones burguesas encabezadas por el Congreso y la Liga Musulmana no estaban del todo claras. Los resultados de las elecciones mostraron el dominio adquirido, casi absoluto, por estos dos partidos, que ganaron casi todos los escaños "generales", los reservados para los hindúes y los asignados a los musulmanes, respectivamente.
El “estribillo” de la historiografía oficial, que ve en Nerhu al autor de la derrota del plan británico (16 de mayo de 1946), que preveía una Unión india independiente formada tanto por las provincias británicas de la India como por los estados principescos, es evidentemente superficial, porque no recoge las causas reales y ciertamente, no debe buscarse solamente en las opciones de un solo individuo.
El decadente imperialismo británico, al cabo de los años, había aprendido dados los hechos, hasta qué punto el "sistema colonial" era conveniente. Pero la burguesía inglesa, incluso después de la segunda guerra imperialista y el nuevo orden mundial, aspiraba a mantener cierta influencia en esta parte del mundo.
Al mismo tiempo la cobarde burguesía hindú, que nunca había demostrado ser una clase revolucionaria, estaba dominada por un gran temor: La revuelta de las clases oprimidas y su unión. Por lo tanto le era esencial tras la independencia, crear un nuevo estado con poderes mucho más amplios que los propuestos por los británicos, un gobierno central limitado solo en la defensa exterior. Y la posibilidad de dividir un territorio tan grande, se mostró necesaria.
Así, Nerhu que por años había criticado duramente la división, aceptó la secesión de Pakistán.
La burguesía india por el contrario, necesitaba un gobierno central fuerte sin obligaciones y limitaciones, para implementar una serie de reformas a través de la planificación económica y la intervención estatal en la economía. Un escenario que más allá de la retórica y la ideología del futuro Primer Ministro hindú (desde 1947 hasta 1964), solo podría darse con el apoyo de los capitalistas, muchos de los cuales eran partidarios del Partido del Congreso. Esto no podría haberse implementado con el esquema propuesto por los británicos, que restaba poderes al gobierno central para otorgarlos a provincias individuales.
En espera de una nueva constitución se formó un gobierno bajo el liderazgo de Nerhu; en el cargo desde el 2 de septiembre de 1946. La Liga no dudó en unirse al ejecutivo junto con el Congreso, y al mismo tiempo declarar que la acción directa es el preludio de una serie impresionante de masacres, que habrían acompañado el nacimiento independiente de la India y Pakistán.
El 16 de agosto de 1946 una manifestación de la Liga en Calcuta, desembocó en lo que la historia recogerá como la gran masacre de Calcuta. Episodio que primeramente marcó la distancia entre los desórdenes “tradicionales”, y el inicio de una espiral de numerosas masacres; entre hindúes y sikh por una parte y musulmanes por la otra. Hechos que definieron la separación.
El odio entre las masas de diversas religiones y etnias explotó en algunas áreas del subcontinente. Deseado, planificado y alimentado por las respectivas burguesías, y con consecuencias más desastrosas después de la independencia.
Sin embargo en varias regiones, la lucha entre las clases prevaleció e impidió la guerra religiosa. Los campesinos pobres, musulmanes e hindúes, lucharon juntos contra sus amos. Hubo numerosos casos de levantamientos campesinos en el área rural de Bengala y en algunos estados principescos, como en Tranvancore y Hyderabad, y en particular en la región de Telengana (territorio ubicado entre Orissa y Andhra Pradesh) donde en julio de 1946, hubo una verdadera y propia insurrección contra terratenientes hindúes y musulmanes.
En 1946, era evidente que el Congreso Nacional de la India había abandonado el objetivo de una sola India. Incluso la Corona inglesa, proporcionando su mejor apoyo para los dos nuevos estados que aún estaban en su esfera, ahora seguía esa ruta.
El plan de separación concluyó el 11 de mayo de 1947, aprobado por el gobierno británico, aceptado por el Partido del Congreso, los representantes Sick y la Liga musulmana. El 18 de julio el Parlamento británico ratificó la Ley de independencia del subcontinente hindú, concretando el fin del Raj a la medianoche del 14 de agosto de 1947.
Cuando los británicos se retiraron después del 15 de agosto de 1947, no solo separaron la India de Pakistán, sino también a las grandes provincias de Punjab y Bengala. Esta línea divisoria fue arbitrada por Cyril Radcliffe, y se reveló solo en el último momento.
Gandhi, que de hecho ya no tenía voz en el Partido, se opuso de palabras a esta división del subcontinente, declarando que Gran Bretaña no tenía derecho a imponer la partición en una "India temporalmente insana". Pero cuando se presentó el plan de partición el 2 de junio y el virrey recibió respuestas favorables de todos, el monje hindú sólo decidió asumir un día de silencio.
La partición fue bien recibida por los líderes del Congreso, la línea Radcliffe siguió la mayoría de las condiciones que el Partido había establecido. El final de la guerra efectivamente había reducido la influencia de la Liga en la Corona y había aumentado el poder del Partido de la burguesía hindú. Se puede decir que el Congreso está satisfecho, Pakistán fue redimensionado con la división de Punjab y Bengala, quedando así dos entidades separadas por más de 1.500 kilómetros de territorio hindú: Pakistán occidental al oeste de la India y Pakistán oriental, al este de la India, que con la guerra indo‑pakistaní en 1971, se convertirá en Bangladesh.
Se produjeron violentos disturbios en varias provincias del norte, lo que llevó a una migración masiva y la transferencia de población a lo largo de líneas de demarcación religiosa, causando la mayor migración forzada en la historia del siglo XX. En marzo de 1948, en el Punjab, los refugiados musulmanes procedentes de la India alcanzaron la cifra de 6 millones, mientras que los sijs y los hindúes en el camino inverso fueron 4,5 millones. Un discurso similar ocurrió en Bengala donde se contaron otros millones de refugiados.
La partición no fue un regalo envenenado del demonio imperial en su partida, sino el fruto de una voluntad precisa de las burguesías hindúes y musulmanas. La historiografía nacional pakistaní e india describe los brotes de violencia como irracionales y espontáneos, o como máximo acusan a la burguesía rival. Y no muestra en cambio, que antes de la independencia, los enfrentamientos y la violencia eran debido a la lucha por el poder de las dos burguesías, con la intención de prevenir o influir en el arbitraje inglés en las fronteras. Y después de alcanzar la soberanía, tenían el propósito específico de borrar los sentimientos profundamente arraigados, de solidaridad y fraternidad de clase.
Fue una violencia programada y organizada con el apoyo más o menos velado de los nuevos estados. En el norte de la India se desplegaron numerosos grupos paramilitares en las ciudades, que reclutaban voluntarios armados, de los miles de soldados desmovilizados por el fin la guerra mundial. Solo en el Punjab habían unos 60.000 seguidores del movimiento RSS (Rashhttriya Swayam Sevek Sang).
La violencia comenzó antes de la partición y no fue una consecuencia, sino una de los principales instrumentos para tomar la decisión irreversible, de dividir el subcontinente en dos estados y separar no solo físicamente a las clases oprimidas. El amanecer indo‑pakistaní fue manchado por la sangre de millones de hombres; sacrificados por el triunfo de su majestad el capital.
* * *
Reunión general
Genova, 24‑26 mayo 2019
En nuestras reuniones generales convergen y se entrelazan las contribuciones de todos los grupos del partido en su tenaz y coherente batalla
La maduración de la lucha de clases bajo el conflicto árabe‑israelí
La segunda parte del informe, una continuación del análisis económico de la reunión anterior, se propuso estudiar el desarrollo de las organizaciones defensivas y de las luchas del proletariado en ambos frentes, israelí y palestino.
La cuestión de la revolución proletaria incluso en la Palestina histórica y su traducción en la práctica táctica son para el partido el resultado del estudio metódico de la economía política, a través de esa arma del proletariado que es el materialismo histórico.
Cuando la gran mayoría de las “izquierdas” dieron un apoyo incondicional a la lucha de Fedayn por la liberación nacional burguesa, dejando de lado la perspectiva de la lucha de clases, parecieron llevar a la izquierda al Partido, anclado en sus bases clasistas y con la perspectiva histórica de la revolución de clase. La historia luego confirmó ampliamente lo que el Partido había previsto. Por cierto, el compañero leyó los “Puntos firmes sobre la cuestión del Medio Oriente” que concluyeron nuestro importante estudio de 1983.
Nuestra posición no ha cambiado, confirmando la eficacia de nuestro método de trabajo, en los campos de la teoría y, sobre todo, de la táctica. No el del inmediatismo estéril, que ha costado tantos inútiles derramamientos de sangre, ni la del pacifismo burgués, un colaborador efectivo de la guerra entre las razas.
Un primer capítulo describió la magnitud de la fuerza de trabajo en Palestina, en Cisjordania y Gaza, en fuerte crecimiento. La agricultura tiene cada vez menos peso mientras crece el sector de los servicios, la construcción y la industria. El desempleo, que en Gaza alcanza niveles extremos del 44%, en Cisjordania roza el 14%.
En Gaza, la falta de agua potable, de energía eléctrica, la reducción de las ayudas económicas, el desempleo, hacen que la situación sea explosiva y es inevitable que se encienda la revuelta de los proletarios. El compañero informó en detalle sobre las más recientes movilizaciones en defensa de los salarios, principalmente del sector público.
Con la rabia y la desesperación, los proletarios han sido guiados en las manifestaciones frente a la frontera con Israel, por organizaciones político-religiosas, burguesas y pequeño burguesas que pretenden proteger la “Madre Patria”. Este fue un baño de sangre, Israel puso fin a la vida de 110 palestinos e hirió a 4.000, demostrando una vez más que la democracia moderna, con toda su palabrería sobre los “derechos humanos”, no se detiene ante nada cuando el poder burgués se siente mínimamente amenazado.
A los palestinos que trabajan en Israel y dentro de los asentamientos de los colonos, se les asignan los trabajos agotadores y tediosos, que el proletariado israelí generalmente desprecia. ¡La mayoría de ellos trabajan en la construcción, muchos en asentamientos judíos, generalmente para construir colonias!
En Israel hoy hay 4 millones de proletarios, de los cuales el 87% son asalariados. El 12% de los asalariados están empleados en la industria, la agricultura representa entre el 1 y el 2% y está subvencionada por el Estado. El 21% de la población vive por debajo del umbral de pobreza. El desempleo ha alcanzado cifras inferiores al 4%, pero seguramente el dato real es mucho mayor.
Casi medio millón de proletarios no nativos trabajan en Israel, en la construcción y en la agricultura. Están en constante crecimiento. Se trata principalmente de proletarios provenientes de Sudán, de Eritrea, de países de Europa del Este, de Sudamérica y del sudeste Asiático. Se encuentran en condiciones de explotación y de miseria, sin recibir ningún apoyo de los sindicatos del régimen.
Las protestas de los refugiados de los países de África Oriental ocurrieron en el 2014, el 2015 y el 2018 en oposición a las expulsiones, pero las palabras humanitarias, típicas de la burguesía pacifista, no pudieron detenerlos, ni mejoraron la condición de esta parte del proletariado.
Al llegar a la historia del movimiento obrero en Israel, el compañero primero resumió las piedras angulares de la interpretación marxista general sobre la formación de las naciones modernas, un tema complejo que va unido a los fundamentos doctrinales del marxismo y no permite simplificaciones. Debe ser reconocida, abordando la cuestión palestina, la importancia de la creación del Estado israelí y de la influencia que el conflicto árabe‑israelí ha tenido en la región. Esto no significa ceder ante las posiciones “tercermundistas” que ven el “espíritu revolucionario” trasvasado del proletariado mundial a los movimientos populares del Tercer Mundo, expresión de la lucha por el “desarrollo” contra la opresión ejercida sobre estos pueblos por los Estados imperialistas, especialmente por el imperialismo occidental.
En cambio, el apoyo que el marxismo siempre ha prestado a los movimientos nacionales nunca ha descendido de consideraciones abstractas y apriorísticas, no se trata de una cuestión de “justicia” o de “razón”, sino de valoraciones estrechamente vinculadas a hechos históricos revolucionarios.
Por el contrario, la explotación, el exterminio, la expulsión y la aniquilación del proletariado palestino son una realidad que se verifica todos los días. El destino del proletariado israelí está necesariamente ligado al proletariado palestino. Su liberación debe pasar necesariamente por la liberación del proletariado en los territorios ocupados.
Podemos sin embargo demostrar que, aunque el proletariado en Israel siempre ha estado sometido ideológicamente, esto no ha impedido la lucha de clases.
La confederación sindical Histadrut, por largo tiempo representante casi exclusivo de la clase obrera judía, adhiere fielmente al sionismo y es su pilar. Sus orígenes se remontan a antes de la creación del Estado israelí, en un vínculo histórico con el Mapai, partido sionista laborista presente en el parlamento.
El Histadrut siempre ha fomentado el odio racial entre judíos y árabes. Solo en 1943 creó una sección árabe y solamente en 1959 aceptó a los árabes en la organización. Pero continuó obstruyendo toda forma de solidaridad proletaria entre judíos y árabes.
No obstante, el informe se refería a organizaciones comunes espontáneas en 1919 y a huelgas en 1924. A las tantas traiciones de los Histadrut contra la clase proletaria, se oponen episodios brillantes de solidaridad proletaria entre los trabajadores árabes y judíos. Famoso entonces el de los trabajadores de correos y de ferrocarriles de 1946, que se generalizó con 23.000 huelguistas, de los marineros de 1951, de los portuarios de 1969.
Hoy el Histadrut sigue siendo un sindicato del régimen capitalista y enemigo de todo el proletariado.
Pero el movimiento proletario israelí está cambiando rápidamente, con casi medio millón de proletarios no nativos. A esto se suma el rápido crecimiento demográfico del proletariado palestino y la intolerancia de los trabajadores judíos contra los ortodoxos. Así emergieron un cierto número de sindicatos independientes de Histadrut, todavía de poca influencia, pero que lograron organizar un par de clamorosas huelgas en algunos importantes sectores del transporte.
La ausencia de ni siquiera una embrionaria organización de clase en Israel no puede explicarse solamente por la Unión Sacrée con la burguesía a la que el proletariado judío se vio obligado, sino por la situación desfavorable a nivel internacional desde la creación del Estado de Israel. El estalinismo, entonces antifascismo, representaba el desviación y la liquidación del Partido mundial, de lo que fue el formidable movimiento comunista internacional.
Si la tragedia de Palestina ha sido implementada por la burguesía israelí, la responsabilidad directa recae en todo el imperialismo mundial. Con el proletariado occidental, el israelí refleja pasivamente, y a veces activamente, la ideología del imperialismo, intoxicado por la droga del nacionalismo.
El capitalismo europeo expulsó a los judíos de Europa porque no había lugar para ellos: el capital en crisis económica tenía que liberarse de la sobrepoblación. Su expulsión provocó, en otro lugar, una nueva expulsión de la población. Los victoriosos frentes imperialistas han impuesto un régimen formalmente democrático pero en realidad es el más totalitario. A esto han contribuido, por décadas, todos los imperialismos: europeo, norteamericano, ruso y, hoy, chino.
Israel, un puesto de avanzada del imperialismo mundial en este retazo geográfico, es una muestra concentrada de las contradicciones y toda la demagogia del imperialismo. Pero, como el capitalismo mundial, Israel no tiene futuro. El futuro está destinado a la clase proletaria. La patria del hombre es la especie humana.
Así mismo la lucha de clases en Cisjordania tiene su historia. El proletariado palestino siempre ha estado solo en su lucha; las innumerables masacres que ha sufrido durante estos setenta años son la prueba. Tiene su primer enemigo en su gobierno, que habla de revolución pero capitula frente a la burguesía israelí y recibe el dinero.
Los bantustanes que creó la OLP, junto con la macabra tortura israelí, las expulsiones y los asentamientos son responsables de la miseria en Cisjordania. Además de que uno de los factores de riqueza del propio Israel y de la burguesía árabe de la región: la fuerza laboral palestina, que es mano de obra barata para la burguesía jordana, siria y libanesa.
Antes de la creación del Estado israelí y la anexión de Cisjordania a Jordania, la organización sindical más grande existente en Palestina era la Asociación Árabe de Trabajadores. Antes de la Nakba tenía casi 35.000 miembros.
Con la creación del Estado israelí, el centro de la actividad sindical se trasladó a Naplusa y terminó uniéndose al movimiento sindical jordano. En cambio, en Gaza, cuando estaba bajo el dominio egipcio, el movimiento sindical palestino tomó un camino autónomo y se fundó la Federación Sindical Palestina. En 1969 se convirtió en parte integrante de la OLP.
Desde la entrada en vigor de la ley jordana, los sindicatos fueron sometidos a un riguroso control. Luego, con la ocupación de Cisjordania por parte de Israel, todas las actividades sindicales quedaron prohibidas hasta 1979. Sin embargo, el sindicato creció de manera sorprendente. Se estima que a fines de la década de los años setenta organizó a casi 12.000 proletarios.
En los años ochenta, el movimiento sindical se fracturó, dividiéndose en más de 160 sindicatos autónomos, que todos juntos organizaron a menos de 6.000 trabajadores. Las razones de esta división se encuentran en la lucha sectaria entre las diversas organizaciones burguesas por controlar el movimiento proletario y por sustituir las reivindicaciones de clase del creciente proletariado urbano con las reivindicaciones nacionalistas de ese movimiento reformista que se estaba preparando para negociar la institución de la Autoridad Palestina. Esta formación, originó un centro sindical unitario, llamado Federación General de Sindicatos de Palestina, aliada y dirigida por Fatah, luego por la propia Autoridad Palestina.
En 2011 y 2012, al mismo tiempo que la Primavera Árabe, el proletariado se encendió en violentas manifestaciones de rabia por defender sus condiciones de vida, contra el aumento de los impuestos y la gasolina, oponiéndose directamente a la Autoridad Palestina. Las revueltas fueron reprimidas severamente por las fuerzas del orden palestinas que aprovecharon el apoyo logístico de las fuerzas de ocupación israelíes.
Hamas es un movimiento con fuertes matices religiosos fundado bajo los auspicios de los servicios secretos israelíes para contrarrestar el movimiento proletario incontrolado de la Intifada y la antigua OLP. Hamas ha extendido una red de servicios sociales, con dinero también proveniente del Shin Bet, y se ha convertido en el representante de la resistencia palestina.
A medida que Estados Unidos justifica sus intervenciones imperialistas con el fantasma del terrorismo islámico, Israel tardó más de veinte años en organizar a Hamas, con excelentes resultados.
Este movimiento anti‑obrero y fundamentalista sin duda ha obtenido un considerable apoyo de la población palestina. Ha permitido mantener la propaganda de la unidad nacional del Estado sionista y ha justificado la continua masacre de los “fanáticos religiosos”, de los “terroristas”. Se intenta convertir la cuestión social del drama palestino en uno de los terribles capítulos de las guerras religiosas, una máscara para cubrir la verdadera guerra, la guerra de clases contra el proletariado, especialmente contra el palestino.
El fenómeno islámico en el Medio Oriente no es un movimiento regresivo, campesino o pequeño burgués, sino una criatura del imperialismo financiero y petrolero, de la región y del maldito Occidente. No es un movimiento de nacionalistas burgueses, listos para la revolución. Es un instrumento del capitalismo imperialista, financiero y depredador, para prevenir o poner fin a la revuelta proletaria. La mayor parte de su base está compuesta por burgueses, pequeños burgueses, comerciantes, estudiantes, desempleados y profesores formados en las universidades islámicas de la región.
Se practica una represión continua contra cualquier movimiento de tipo sindical y contra cualquier forma de agrupación de los trabajadores.
Al igual que el fascismo en Europa, es una forma moderna de capitalismo que en su fase de agonía utiliza la religión como escudo, cuando ya no tiene ningún programa que ofrecer a la Especie.
Se han visto en todo el mundo manifestaciones de apoyo a las protestas de Gaza. En Turquía, en Francia, en el propio Israel. En Haifa, las manifestaciones sufrieron la represión policial. Estas manifestaciones evidenciaron un malestar, pero lo hacen desde una perspectiva pacifista e interclasista. Es una oposición prácticamente inútil. Ningún pacifismo interclasista podrá detener la guerra y las masacres.
En todo lo que este informe ha descrito, nada es nuevo. Este es su mérito. No se trata de hacer descubrimientos sensacionales, sino de comprender, no individualmente sino en el Partido, estas antiguas verdades históricas. Solo la claridad de ellos en el partido dará la posibilidad de abrir el camino al comunismo. No existen diferentes vías o atajos. La revolución no está hecha de voluntades individuales.
La guerra social de las organizaciones obreras contra la opresión capitalista, no está exenta de altos y bajos. El partido se nutre de estas crisis y de estas sacudidas capitalistas, tanto en su número como en su solidez organizativa; pero no de forma mecánica y lineal. El desarrollo de la crisis capitalista general llevará al proletariado a la lucha. Es en este momento que bajo la influencia del Partido Comunista, el proletariado se lanzará a la insurrección por la toma del poder político. Es en ese terreno que los revolucionarios marxistas deberemos desentrañar, el único en el que se podrá detener la guerra imperialista.
El informe expuso la intensa actividad sindical llevada a cabo desde finales de enero hasta mayo del 2019.
Dividimos el trabajo actual en este campo vital en cuatro áreas: descripción y análisis de la lucha económica de clase, que se realiza en las redacciones de los artículos publicados en nuestra prensa internacional; presencia del partido en huelgas y manifestaciones; actividades en el seno del grupo de oposición interno del sindicato de base USB, denominado “Coordinadora de Afiliados USB por el Sindicato de la Clase”; eso finalmente dentro de la coordinación de militantes del sindicalismo conflictivo que se ha constituido formalmente desde enero 2019 dándose el nombre de Coordinación de Trabajadores y Trabajadores por la Unidad de la Clase.
En nuestra prensa italiana informamos sobre la larga huelga postal en Canadá, declarada ilegal por el Estado burgués; de la lucha contra las obligaciones extraordinarias de las enfermeras canadienses; la huelga de los operadores de grúas (wincheros) en Venezuela; de la gran huelga en las fábricas maquiladoras en México; las huelgas organizadas por la IWW en el Reino Unido y el congreso de esta organización; de la amenaza de una huelga en los Estados Unidos que requirió el desbloqueo del presupuesto del Estado federal.
Artículos más detallados fueron: sobre la Federación Sindical Mundial, de la cual en Italia forma parte la USB, para evidenciar su naturaleza anti‑obrera; un comentario sobre una entrevista a un delegado de la CUB Trasporti en Alitalia a un militante sindical metalúrgico brasileño del sindicato CSP Conlutas, con el objetivo de criticar la consigna de las nacionalizaciones y el soberanismo “de izquierda” que subyace en ella; La reproposición, con una introducción adecuada, de un artículo muy interesante y actual de 1922 de Terracini titulado “El sindicalismo fascista”.
Los camaradas del partido intervinieron con
volantes especialmente redactados, que también fueron publicados en
nuestra prensa:
- el 6 de abril en Módena en la manifestación de
solidaridad con Aldo Milani, el coordinador nacional del SI Cobas,
bajo proceso judicial con el cargo de extorsión y luego absuelto;
-
el 10 de mayo en Roma en la manifestación nacional de la Unión
Sindical de Base por la huelga nacional que ésta proclamó por los
trabajadores del sector público;
- el 17 de mayo en Roma en la
manifestación por la huelga nacional de trabajadores escolares
proclamada por todos los sindicatos de base (Cobas Scuola, Unicobas,
Cub Sur, Sgb) excepto la USB y el sindicato autónomo Anief;
- el 23
de mayo en Génova en la exitosa manifestación de los portuarios por
la huelga nacional de la categoría anunciada por la CGIL, CISL y
UIL.
De la actividad de la Coordinación de Trabajadores Autoconvocados por la Unidad de la Clase ya tenemos parcialmente terminados los encabezados introductorios de los volantes comentando los eventos en los que fueron distribuidos. En nuestro periódico se publicó el documento de presentación del 12 de enero.
Luego, nuestros camaradas colaboraron en la redacción de un comunicado de solidaridad con el Coordinador Nacional del SI Cobas, fechado el 27 de marzo de 2019 (“Solidarietà ad Aldo Milani”) y con la del volante distribuido en Roma entre los educadores en huelga el 17 de mayo (“Il nostro saluto ai lavoratori della scuola in lotta”).
La Coordinadora también publicó un manifiesto para la convocatoria de una asamblea en Florencia sobre el tema del llamado Decreto de Seguridad, que tuvo lugar con éxito el 1º de junio de 2019.
Dentro del grupo de oposición interno de la USB, nuestros camaradas colaboraron en el trabajo de redacción, difusión y recopilación de adhesiones a un Llamamiento, de fecha 20 de marzo de 2019, titulado “Por una huelga general unitaria de todo el sindicalismo de base y combativo”, con el cual se pidió a la base del sindicato que hiciera presión sobre la dirigencia para posponer la huelga y realizar una consulta previa con las otras organizaciones sindicales en conflicto para una huelga unitaria.
Luego, después de que se levantó la huelga, la Comisión de Garantía, la Coordinadora de Afiliados USB por el Sindicato de la Clase publicó un documento detallado para polemizar contra la conducta contradictoria y equívoca de la dirigencia que renunció a la huelga general al dividirla en cuatro acciones sectoriales.
Finalmente, el 13 de mayo, se publicó un documento comentando el éxito de la huelga – fracaso – proclamado por la USB para los trabajadores de las Agencias Tributarias para el 12 de abril (la fecha original establecida para la huelga general se revocó y ya no se replanteó), en el que se atacó la decisión de la USB de llamar a estos trabajadores a una huelga separada de la organizada solo 10 días antes – el 2 de abril – por CGIL, CISL y UIL y que – esto sí – que había tenido una excelente adhesión. Otro ejemplo de oposición de la dirigencia de la USB al principio fundamental de la unidad de acción de los trabajadores (“Sobre la huelga separada de la USB el 12 de abril en las Agencias Fiscales”).
Recapitulando sobre la revolución china: el nacimiento del PCCh
En la reunión fueron expuestas las condiciones del movimiento obrero y revolucionario en China en la víspera del nacimiento del Partido Comunista Chino en 1921. El informe destacó cómo el desarrollo del movimiento comunista en China tuvo un carácter internacional desde su inicio, identificando como factores determinantes del nacimiento del PCCh, la difusión de la revolución mundial en Oriente y la acción de la Internacional para la formación de partidos comunistas en todos los países, no como partidos nacionales, sino como secciones de un único partido mundial.
A principios de la década de 1920, en el momento del encuentro de la revolución mundial que avanzaba, con el mundo chino, este último se caracterizó por el retraso en el desarrollo económico que inevitablemente afectó las luchas sociales, con un proletariado numéricamente exiguo y en los primeros pasos, que no había todavía formado sus organizaciones y estaba bajo la influencia de otros estratos sociales.
Durante varios años se desarrolló un movimiento nacionalista, dentro del cual se formó un ala decididamente anti‑imperialista y revolucionaria.
La Tercera Internacional, haciendo una distinción dentro de los movimientos nacionalistas entre el ala moderada, inclinada a comprometerse con el imperialismo, y el ala decididamente revolucionaria burguesa, intentará sacar a los movimientos revolucionarios nacionales de los estrechos límites de la lucha de liberación nacional de la opresión extranjera para ponerlos en relación con la lucha del proletariado de los países desarrollados insertada en la gran estrategia mundial por el comunismo.
Un extenso informe ha sido reportado en el artículo “Il “Movimento del 4 maggio 1919”, I giovani e il comunismo in Cina allora e oggi” (Il Partito Comunista 396).
El capitalismo ha entrado en la crisis global de su economía. Los patronos y sus regímenes políticos de todos los países, sea cual sea la ideología con la que intentan enmascarar su naturaleza burguesa, trabajan para descargar los efectos de esta crisis sobre la clase trabajadora con el fin de posponer el inevitable colapso catastrófico de esta forma de producción moribunda.
Durante años, las condiciones de vida y empleo de los trabajadores han estado bajo ataque y en continuo deterioro. Los sindicatos del régimen (en Italia CGIL, CISL, UIL), han impedido la organización de cualquier movimiento real de lucha defensiva, siempre firman contratos nacionales y de empresas para perder, mantienen las luchas divididas por empresa y por categoría.
El sindicalismo de base – nacido del empuje de los trabajadores más combativos en reacción al paso definitivo de la CGIL a la parte patronal – ha estado en crisis durante años porque una buena parte de su liderazgo no ha podido preparar la base de miembros para la dureza de la batalla abierta, demostrando que no tenían una concepción sindical verdaderamente orientada a la clase, tanto porque libraban la guerra unos contra otros subordinándoles las necesidades básicas del movimiento de lucha de los trabajadores, principalmente la unidad de acción de los trabajadores.
El SI Cobas es el único sindicato de base que en los últimos años se ha podido fortalecer, construyendo un aguerrido movimiento obrero a través de una larga serie de huelgas duras llevadas a cabo con los métodos del sindicalismo de clase auténtico. Pero los patronos y los sindicatos del régimen hasta ahora han logrado cerrarlo dentro de la categoría de logística – salvo por excepciones importantes pero aún leves – y en parte entre los trabajadores inmigrantes.
Para poder extender este
movimiento a la mayoría de la clase trabajadora es necesario seguir
el camino de la UNIDAD DE ACCION DE LOS TRABAJADORES Y DEL
SINDACALISMO CONFLICTUAL:
- portar la fuerza y la
combatividad de los trabajadores enmarcados en el SI Cobas y ponerla
en contacto en la mayor medida posible con los otros trabajadores,
tratando de hacer huelga en conjunto tanto con los que todavía están
movilizados por los sindicatos del régimen para liberarlos de su
control, tanto con los organizados en el sindicalismo conflictivo,
para mejorar los grupos más combativos y darles fuerza contra el
oportunismo de la dirección;
- promover y luchar por
acciones conjuntas de todo sindicalismo conflictivo (sindicatos
básicos y oposición en la CGIL), como la condición más favorable
para el despliegue de huelgas – a nivel de empresa, territorial y
de categoría – que estén lo más cerca posible de la fuerza
necesaria para poner realmente a los trabajadores en movimiento;
- luchar dentro de cada
organización del sindicalismo conflictivo para que se pueda
organizar una coordinación unitaria para apoyar cada lucha,
intervenir en disputas con el objetivo de ofrecer a los trabajadores
una alternativa al sindicalismo del régimen.
Es solo como resultado de tal trabajo que podemos llegar mañana a organizar una verdadera huelga general. El trabajo que se debe hacer hoy es tratar de unir las cientos de luchas contra los despidos debido a las crisis corporativas sostenidas por los sindicatos colaboracionistas, aquellas contra la represión patronal que afecta cada vez más a los trabajadores y militantes sindicales combativos, aquellas de las renovaciones de contratos nacionales que involucran a millones de trabajadores, comenzando desde la logística, para luego pasar a los trabajadores metalúrgicos, ferroviarios, autoferrotranvieri, empleo público.
En la dirección opuesta a la unidad de acción de los trabajadores y del sindicalismo conflictivo, va la participación de los sindicatos en la construcción de frentes organizativos de los que forman parte ciertos partidos que, por lo tanto, no son más que frentes políticos únicos. Esta operación solo perpetúa y agrava la división en la acción del movimiento sindical conflictivo, ya que cada dirigencia sindical subordina las huelgas y manifestaciones en apoyo de su frente político.
La tarea de las revoluciones proletarias, militantes del sindicalismo de clase, es construir un movimiento de lucha sindical lo más unitario y fuerte posible y es sobre esta base material, y trabajando hacia este fin, que cada partido tendrá que demostrar de estar a la altura para liderar la clase trabajadora desde la lucha sindical, hasta la superior y necesaria lucha política revolucionaria para derrocar al capitalismo.
En cuanto al Partido Comunista revolucionario, no surge de los frentes políticos únicos que, favoreciendo la ilusión piadosa de ser más fuertes porque son más numerosos, son construcciones muy débiles listas para colapsar en el primer terremoto social y político, basado en la ambigüedad de las posiciones, de falta de claridad y, por lo tanto, de oportunismo.
Por el contrario, el auténtico partido comunista es el fruto de todo el camino histórico de la lucha proletaria de casi dos siglos que ha definido y seleccionado – separando e descartando escuelas y corrientes -- los caràcteres teòricos, el programa y la tàctica, a travès de grandiosas batallas y tragicas derrotas.