Partido Comunista Internacional
El Partido Comunista N. 13 - septiembre 2018
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órgano del partido comunista internacional
Lo que distingue a nuestro partido: – la línea de Marx a Lenin a la fundación de la III Internacional y del Partido Comunista de Italia a Livorno 1921, a la lucha de la Izquierda Comunista Italiana contra la degeneración de Moscú, al rechazo de los Frentes Populares y de los bloques partisanos – la dura obra de restauración de la doctrina y del órgano revolucionario, en contacto con la clase obrera, fuera del politiqueo personal y electorero
Cuba: El capitalismo de Estado se reforma
Venezuela: La lucha obrera desde el sindicato de base de Ferralca, Mayo 2018 - Aprendizajes que deja esta experiencia a los trabajadores
Por la unificación de las luchas de la clase trabajadora - Por el frente único sindical de clase (Conferencias celebradas por el partido, octubre-noviembre 2017): La situación actual - La necesaria unificación de las luchas obreras - El sindicalismo de base - Concepciones opuestas sobre la naturaleza de las huelgas - El frente único sindical de clase - Lucha sindical y lucha política
– Detrás de la puesta en escena del 19° congreso del Partido Comunista (!) Chino: El poder y la fragilidad de un gran imperialismo - De Mao a Deng: Independencia nacional y desarrollo del capitalismo - La reforma agraria - Xi Jinping y el imperialismo chino - La nueva Ruta de la Seda - Las tensiones recientes: ¿Podrá China realizar su proyecto?
Israel - La lucha de los trabajadores portuarios: una pequeña muestra de la democracia burguesa israeli – La burguesía israeli impulsa el cambio de inmigrantes africanos por otros mas baratos, con la complicidad de los sindicatos del régimen
– Actividad del movimiento obrero en América

– Vida de partido - Reunión General en Genova 29 de septiembre - 1 octubre 2017: La cuestión militar, La ruta de Caporetto

 

 

 

 


Cuba: El capitalismo de Estado se reforma

La Asamblea Nacional de Cuba recibió en julio 2018 el anteproyecto de la nueva Constitución en la que destaca el establecimiento del respeto a la propiedad privada, el mantenimiento del derecho de herencia de la tierra y reconoce la inversión extranjera. También destaca que en el texto constitucional ya no aparecerá la palabra comunismo.

El “partido comunista de Cuba” está haciendo lo que en América Latina llaman “salir del closet”.

Este anteproyecto fue aprobado por unanimidad, luego de dos días de debates en el parlamento cubano y será sometido a consulta popular desde el lunes 13 de agosto hasta el jueves 15 de noviembre del 2018.

El cambio o reforma es por supuesto solo en el texto constitucional, porque la mentirosa y falsa “revolución cubana” nunca ha sido socialista y ha sido un espacio para la inversión trasnacional, que no ha sido más amplia por el bloqueo económico mantenido por EEUU como una de sus estrategias geopolíticas.

La exportación de sus servicios de salud y de alfabetización se han visto afectados recientemente por la crisis de uno de sus principales clientes: el gobierno venezolano. Al igual que con la crisis de la URSS en los ochenta, la crisis económica venezolana ha traído un impacto negativo en la economía cubana. El gobierno cubano trata de reacomodarse a la nueva situación.

No trae nada nuevo esta reforma de la Constitución cubana. Solo se trata de ajustes o adecuaciones a su búsqueda de captación de inversiones de capital y de acceso a los mercados internacionales. Como es propio de los oportunistas, de los falsos socialistas, observamos afirmaciones como “Estamos ante una reforma total en el marco de los principios que establece el socialismo”, expresadas por Homero Acosta, secretario del Consejo de Estado, a cargo de mostrar ante los diputados los cambios que se esperan llevar adelante en la Constitución y para quien se espera que Cuba sea “un estado socialista de derecho”. Pero lo cierto es que reconocen la “existencia objetiva de las leyes del mercado” en Cuba.

El capitalismo de Estado en Cuba necesita hacer crecer los ingresos fiscales por impuestos a empresarios privados; necesita dinamizar la demanda de bienes de inversión por parte de las empresas privadas (nacionales o trasnacionales) y aumentar la penetración de inversiones extranjeras. Eso explica el camino que se viene tomando hacia la eliminación de subsidios en los precios de productos y servicios y a la eliminación de la Tarjeta de Racionamiento, hacia la reunificación monetaria y la devaluación de la moneda. Afloran cada vez con más fuerza las actividades mercantiles privadas que se han mantenido ocultas o soterradas en la economía cubana. Esto es lo que algunos oportunistas cubanos han llamado “el paso a un nuevo tipo de socialismo, más funcional”. Está pendiente el desprendimiento que tendrá que hacer el Estado de empresas quebradas e inviables que han sido por décadas “elefantes blancos”, atrasadas tecnológicamente y con productos fuera de toda competitividad en los mercados internacionales.

Algunos oportunistas de la llamada “izquierda” comenzarán a ver en estos pasos el “retorno del capitalismo a Cuba”; pero lo cierto es que el capitalismo nunca se fue de Cuba; la acumulación de capital fue centralizada por el Estado y nada más que eso; pero nada que ver con el socialismo con el que tanto se ha propagandizado a Cuba en el ámbito internacional.

Hoy el gobierno burgués cubano solo reforma su Capitalismo de Estado y sus políticas económicas tratan de ajustarse a los efectos de la crisis mundial del capitalismo. Ante un salario equivalente a 20 dólares mensuales y jubilaciones de 10 dólares mensuales, la lucha reivindicativa de los asalariados deberá tomar cuerpo y, más temprano que tarde, transformarse en lucha política. En Cuba, al igual que en el resto del mundo, el proletariado deberá reencontrarse con sus objetivos históricos revolucionarios y reanudar la lucha de clase.

 

 

 

 


Venezuela
La lucha obrera desde el sindicato de base de Ferralca
 
Mayo 2018

En Venezuela, en el estado Carabobo, ubicada en la región centro‑norte costera de ese país; se encuentra la población de Morón, donde se desarrolló un emporio industrial de gran proporción durante la década de los años 60 y 70, aprovechando la bonanza petrolera. Allí se instalaron empresas como Venezolana de Pulpa y Papel (Venepal), Petroquímica de Venezuela (Pequiven), Tripoliven, Produven, Ferralca, Compañía Anónima de Industrias Militares (CAVIM), Corporación Miranda, Termoeléctrica (Planta Centro) y Pdvsa (Refinería “El Palito”). En estas empresas se concentraba y se concentra gran parte de la mano de obra disponible en los estados Carabobo, Yaracuy y Falcón. En promedio hasta la fecha de este informe allí se han movilizado unos 8.000 trabajadores.

Específicamente a partir del año 2016 en la empresa Ferralca, (única empresa en Venezuela que produce sulfato de aluminio para tratamiento de agua de consumo humano), se desarrolló una lucha que se orientó a la aplicación consecuente de las formas de organización y de lucha de la clase obrera. De esta manera, entre los años 2016 y 2017, se vivió un periodo muy rico en experiencias, impulsando la lucha de clase de los trabajadores, pese al ambiente político hostil, dominado no solo por diferentes Corrientes políticas oportunistas, sino también por un sindicalismo patronal, desmovilizador y traidor que mantiene a los trabajadores desorganizados, divididos y sujetos a la legislación burguesa.

Queremos destacar a continuación el conjunto de eventos y circunstancias que en este periodo nos permitieron confirmar la justeza de la política revolucionaria y rescatar la experiencia como parte del aprendizaje de la clase obrera en su lucha por retomar su unidad a través de verdaderos sindicatos de clase.

Durante el período 2015‑2017 el sindicato de Ferralca participó en el Frente Sindical denominado “Fuerza Laboral del Eje Costero” (FLEC), que surgió como un mecanismo de coordinación coyuntural de solidaridad, apoyo y unidad de los sindicatos de la zona de Puerto Cabello, Morón y Tucacas. En este Frente el sindicato de Ferralca impulsó las posiciones clasistas y enfrentó las posiciones legalistas, la inclinación por vincular a los sindicatos con las campañas de candidatos a elecciones parlamentarias, presidenciales y demás instituciones burguesas, la pretensión de construir un Frente solo con dirigentes sindicales y sin trabajadores de base, la tendencia a mantener las luchas aisladas dentro de cada empresa y sin reivindicaciones generales que unieran y movilizaran a todos los trabajadores de la región. Y aunque se realizaron algunas actividades importantes por su contenido clasista, no fue posible dar cuerpo y estabilidad a un organismo unitario que fuera capaz de coordinar la lucha de los trabajadores del eje costero del estado Carabobo, organizados por la base, y en torno a reivindicaciones generales de la clase obrera como el aumento salarial, la reducción de la jornada de trabajo y otras. La FLEC fue decayendo rápidamente, sobreviviendo algún tiempo solo sus siglas, ya que los sindicatos que la integraban se dispersaron y se concentraron en atender situaciones específicas en sus áreas de trabajo, abandonando toda iniciativa de lucha, de integración sindical o de agitación reivindicativa.

A partir del año 2016 coincidió la discusión del contrato colectivo de las empresas Tripoliven (180 trabajadores), Produven (60 trabajadores) y Ferralca (143 trabajadores). En el mes de Marzo de ese año, el sindicato de Ferralca organizó una reunión conjunta para hacer un petitorio único que sería discutido con los dueños de estas empresas, logrando así el acuerdo unitario entre los sindicatos para exigir la misma oferta de salario, bono alimentario, vacaciones, utilidades y seguro de hospitalización, cirugía y maternidad (HCM).

Las reivindicaciones planteadas en esta lucha y que se exigía que quedaran reflejadas en el contrato colectivo a firmar, fueron las siguientes:
– Salario: 6.000 Bs por los 2 años de contrato, lo que representaba el 100% de lo que se ganaba para aquel momento en las tres empresas.
– Bono de alimentación 90.000 Bs.
– Vacaciones: 65 días pagos, con un mínimo de 30 días de disfrute indistintamente del tiempo de antigüedad del trabajador, más los días adicionales por años de servicios cumplidos.
– Utilidades: 120 días pagos como mínimo para cada trabajador.
– Seguro de hospitalización, cirugía y maternidad de 1.500.000 Bs.

Además, el sindicato de Ferralca propuso hacer asambleas generales entre los trabajadores de las tres empresas y acordar acciones conjuntas de parada de producción y así ir coordinando acciones para lograr los objetivos planteados.

En Ferralca se impuso un esquema de asambleas permanentes por parte del sindicato, las cuales salían al paso de las acciones de chantaje del patrón quien, a través de los esquiroles e informantes, pretendía boicotear las acciones de lucha impulsadas por el sindicato. Una de estas acciones de los dueños de los medios de producción en Ferralca fue pretender otorgar un bono de producción a los trabajadores a cambio de que no paralizaran la producción de sulfato de aluminio, y a través del mecanismo de las asambleas permanentes fue rechazado rotundamente dicho bono por los trabajadores.

Como resultado de la feria gubernamental “Expo Venezuela Potencia” (evento donde los empresarios no solo exponen sus productos, sino que además acuerdan negocios entre ellos y con el gobierno), llevada a cabo en marzo del 2017, el empresariado privado acordó con el chavismo que se le dieran todas las facilidades para fortalecer el aparato productivo a expensas de los beneficios de los trabajadores. En la Expo Venezuela se le otorgaron créditos en dólares a los empresarios, precios preferenciales en materias primas nacionales, créditos fiscales y celeridad en el otorgamiento de las solvencias laborales para las empresas, entre otras cosas. Pero sin duda alguna la mayor prebenda dada por el gobierno a los empresarios fue darle prioridad a los casos de calificaciones de despidos en contra de los trabajadores, que estaban pendientes por decisión y las que a futuro se iban a introducer en contra de los trabajadores y sus dirigentes. Para esto, no solo habilitaron al Ministerio del Trabajo sino que también, pusieron a disposición de los dueños de los medios de producción a los cuerpos de seguridad del Estado para sofocar cualquier intento de huelga o manifestaciones que asomaran la posibilidad de lograr las verdaderas reivindicaciones de la clase obrera.

Aun así, en Tripoliven, Produven y Ferralca (denominadas “empresas mixtas” por haber contado originalmente con capital accionario del sector privado y del sector público) los trabajadores mantenían las posiciones acordadas con el sindicato de Ferralca a la cabeza y se realiza en diciembre de ese año (2016) la toma de la entrada a las empresas mixtas, impidiendo la entrada y salida de materias primas y mercancías. A partir de ese momento los acuerdos de la Expo Venezuela no se hicieron esperar y fue militarizada Ferralca, que era el epicentro de todo aquel movimiento. La empresa fue tomada por el Ejército, Guardia Nacional Bolivariana (GNB), Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN), Dirección de Contra Inteligencia Militar (DIGECIM), Ministerio del Trabajo, entre otros organismos, con la excusa banal de que el tratamiento de aguas era estratégico para el país; pero la realidad es que, la unificación de las reivindicaciones y las acciones llevadas a cabo por los trabajadores en cada una de estas empresas encendió las alarmas, porque eran acciones que trascendían el plano electoral, sindicalero, oportunista y mediocre de la polarización entre chavismo y oposicionismo.

El gobierno de Maduro, fiel a la clase que representa, envió bolsas de comida a los trabajadores a cambio que abandonaran las posiciones emanadas de las asambleas de trabajadores; incluso incitaron a los trabajadores a organizarse en consejos obreros u otras organizaciones distintas al sindicato y a aceptar "propuestas muy buenas", como los bonos de producción ofrecidos por Ferralca. Específicamente la respuesta de los trabajadores fue simple: ¡Rechazamos los bonos de producción, que se firme la convención colectiva y nos mantenemos en y con el sindicato!. De ahí se desprende la decisión de ir a una paralización sin previo aviso y sin servicios mínimos durante un día y se obliga al patrono a acceder a las solicitudes de los trabajadores, pero paralelamente aumentó la represión de los cuerpos de seguridad del Estado, que comenzaron a hacer citaciones selectivas de los dirigentes más influyentes de ese movimiento. El Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC), la Inspectoría del Trabajo, el SEBIN y la DIGESIM, comenzaron a girar citaciones a los compañeros, procedieron a interceptarlos en la empresa, a parar los carros oficiales de esos órganos de seguridad en frente de la casa de esos dirigentes, así como también frente a la sede del sindicato. Además lograron que algunos esquiroles se infiltraran en las asambleas de trabajadores de Ferralca, grabaran lo que se decía en ellas y se lo llevaran a dichos cuerpos de seguridad. Mientras la burguesía que gobierna y la que se opone, se disputaban en aquel momento el control de las manifestaciones de calle que arrastraban a los trabajadores de ese país y a su dirigencia sindical a defender consignas que los alejaban cada vez más de sus verdaderos intereses de la clase obrera, como el llamado a las “elecciones presidenciales anticipadas”, “liberación de los presos políticos”, “apertura del canal humanitario”, “por la defensa de la patria”, “en defensa de las misiones”, entre otras, los trabajadores de las empresas mixtas intentaban correctamente mantener centradas sus fuerzas en el logro de las reivindicaciones de naturaleza proletaria.

Todo ese escenario de calle condujo al gobierno de Nicolás Maduro a comenzar a realizar juicios militares contra los manifestantes y fue precisamente en Carabobo donde se comenzó a ensayar estos juicios políticos-militares, luego del asalto al fuerte militar Paramacay. Con estos juicios express se fueron mitigando las manifestaciones de calle, al punto que para finales de Junio de 2017 ya había una treintena de presos por estos juicios políticos-militares. Pero al gobierno aún le quedaban abiertos los frentes de lucha que ocurrían dentro de las empresas donde se discutían los contratos colectivos, como era el caso de las empresas mixtas; esos frentes necesitaba cerrarlos.

Es así como el gobierno abordó el asunto pendiente en las empresas mixtas que, según palabras del director del SEBIN “esta situación es distinta y hay que darle un trato distinto”. El conflicto se mantuvo en las empresas mixtas, aunque fue en Ferralca donde se focalizaron las acciones de represión, debido a que de allí emanaban los lineamientos para la lucha de los trabajadores. Es por esto que se abren los expedientes administrativos y judiciales contra el secretario general, secretario de actas y secretario de deportes de este sindicato. Entre los cargos que se les imputaron estaban, en primer lugar: terrorismo, por haber paralizado una empresa estratégica; en segundo lugar: asociación y concierto para delinquir, por las asambleas generales convocadas desde ese sindicato con todos los trabajadores de las empresas mixtas; tercero: sabotaje, cuarto; traición a la patria y conspiración. El gobierno necesitaba dar una lección contundente a los trabajadores que rompieran el orden burgués y con esta medida lo lograron. Los dirigentes fueron suspendidos de sus puestos de trabajo y con esa suspensión, también se suspendieron todos sus beneficios laborales mientras atendían las citaciones administrativas y judiciales que le llegaban casi a diario. Estos trabajadores fueron aislados por parte de los cuerpos de represión, del resto de los trabajadores, para que los patronos de las empresas mixtas retomaran el orden bajo la amenaza de que a los trabajadores que mantuvieran las posiciones de los dirigentes en cuestión se les abriría igualmente un juicio militar por conspiración.

Esto trajo como consecuencia el repliegue de las fuerzas proletarias al ver que el resto de los sindicatos de las empresas mixtas y del eje costero de Carabobo no respaldaron a los dirigentes sindicales de Ferralca, que el gobierno mantendría aislados. El gobierno forzó la salida de los dirigentes sindicales a través del ministerio del trabajo y los cuerpos de seguridad del Estado, siendo liquidados sus contratos de trabajo en el mejor de los casos con el 50% de las prestaciones sociales, que les correspondía.

En Ferralca se lograron firmar todas las cláusulas acordadas en común con los sindicatos de Tripoliven y Produven, siendo que estos últimos lograron parcialmente las reivindicaciones acordadas entre sindicatos.

El resumen de los resultados de este conflicto fueron los siguientes:
     1) El conflicto se extendió durante 10 meses de acciones continuas.
     2) Se retomaron los métodos tradicionales de lucha como la huelga sin previo aviso y las asambleas permanentes.
     3) Se retomaron las asambleas generales sin distingo de rama u oficio.
     4) Se hicieron movilizaciones internas en Ferralca con consignas netamente proletarias como “reducción de la jornada laboral”, “aumento general de salarios”, “una sola nomina - una sola clase”, “plan de jubilación para los trabajadores de las tres empresas mixtas”.
     5) Se logró la unidad de acción entre los sindicatos de empresas mixtas (aunque al final los sindicatos de Tripoliven y Produven la abandonaron).
     6) Se obligó a los patronos de empresas mixtas a discutir y firmar las convenciones colectivas.
     7) Se neutralizó al sindicato de Ferralca, que dejó de ser un promotor de la unidad y la movilización de los trabajadores.


Aprendizajes que deja esta experiencia a los trabajadores

La práctica de realizar asambleas regularmente, no solo para informar sino para debatir temas tanto de la dinámica dentro de la empresa como sobre situaciones en otras empresas y otros países, es una práctica de gran importancia para elevar el nivel de conciencia, voluntad de lucha y unidad en cada conflicto planteado. Es muy importante debatir en las asambleas otras experiencias de lucha de actualidad para que los trabajadores vayan identificando posiciones equivocadas, conciliadoras o traidoras. En Ferralca se debatió mucho con los trabajadores los diferentes planteamientos del patrón y las acciones a tomar. De hecho en las asambleas se centró la lucha y la directiva del sindicato tuvo que ganarse a la mayoría para realizar cada acción de respuesta al patrón. Precisamente por este nivel de debate los trabajadores respaldaron la posición de la directiva sindical después de los despidos y pese al amedrentamiento de militares y policías. Los trabajadores confrontados al azar por los militares que tomaron la empresa, ratificaron las exigencias reivindicativas acordadas en las asambleas.

La unificación de trabajadores de diferentes empresas para exigir un pliego único de reivindicaciones, aún presentadas a patronos diferentes es el camino correcto en la lucha reivindicativa y de clase. Se debe dar el salto hacia sindicatos de clase que organicen a los trabajadores no por empresa sino por espacio o localidad territorial, uniendo la lucha de los asalariados de diferentes ramas de industria y oficios. Un sindicato de clase que agrupe en Morón a los trabajadores de Venepal, Pequiven, Tripoliven, Ferralca, Produven, CAVIM, Agropatria, PDVSA El Palito, Corpoven, Celta, Nestlé, del comercio, de la educación, de la alcaldía, etc.; en Puerto Cabello a Bolipuertos, Ocamar, Vopak, Dianca, Monaca, del comercio, de la educación, de los tribunales, de la alcaldía, etc.; en Tucacas de los hoteles, del comercio, de la educación, de la alcaldía, etc.; un sindicato así en Morón, en Puerto Cabello y en Tucacas alcanzaría una importante fuerza numérica para enfrentar al enemigo de clase y su gobierno, pudiendo presentar pliegos generales y únicos de reivindicaciones y facilitando las reuniones de coordinación por la afinidad territorial. El sindicato de Ferralca trató de impulsar este enfoque en la FLEC pero no hubo comprensión ni disposición a asumirlo por parte de los sindicatos que se integraron en este frente; pero así quedó registrado en el Manifiesto aprobado por los trabajadores en Encuentro realizado el Primero de Mayo de 2017 en Morón.

No importa lo opuestos y enfrentados que se presenten ante los medios de comunicación, los frentes políticos que luchan por el control del gobierno y el parlamento, que regularmente llaman a votar en las elecciones de la democracia burguesa, siempre se unen cuando se trata de detener y reprimir las luchas de los trabajadores. Ninguno de los partidos de oposición se pronunciaron en contra de la represión y los despidos de dirigentes en Ferralca. Tampoco se pronunciaron los partidos del Polo Patriótico que se autodenominan de “izquierda”, como el Partido Comunista de Venezuela (PCV). Con su silencio todos estos movimientos, incluida la dirigencia sindical que en algún momento estuvo integrada a la FLEC, avalaron la acción represiva del Estado.

Queda demostrado por enésima vez que gobierno, ministerio del trabajo, ejército, policía y los patronos actúan de manera integrada para frenar y aplastar las luchas de los trabajadores. También se suman en esta acción anti‑obrera toda la gama de partidos oportunistas y de sindicatos traidores y patronales.

Cuando los trabajadores están firmes en la lucha y organizados por la base, es común que el patrón utilice los esquiroles y aquellos trabajadores atrasados que se venden al patrón, para abandonar la lucha, para aceptar la conciliación, para rebajar las exigencias reivindicativas y para ir contra las acciones de protesta acordadas en las asambleas.

El movimiento obrero debe perseverar en la lucha reivindicativa unitaria, organizándose por la base, rescatando la práctica de las asambleas, comunicándose más allá de los portones de su centro de trabajo con compañeros trabajadores de otras empresas. Debe retomarse la huelga como principal forma de lucha, indefinida, sin preaviso y sin servicios mínimos.

Es necesario señalar la necesidad de mantener, en la medida de lo posible, cuadros sindicales de reserva, que cubran la ausencia de los dirigentes apartados de la lucha por la acción represiva del patrón y el gobierno. Por eso es importante que en toda lucha se impulse al máximo la participación de base en las asambleas y en las diferentes comisiones que requiera la organización para el conflicto, porque eso le permitirá al movimiento generar muchos dirigentes que le den continuidad a la lucha.

Se debe crear y mantener un órgano informativo, así como mecanismos de difusión de los conflictos en la zona para una mayor organización y respuesta de los trabajadores. La agitación y la propaganda es casi nula en los sindicatos actuales y no se debe depender de la prensa burguesa, que no informa o que distorsiona la información. Los trabajadores deben desarrollar su propia propaganda y agitación.

El movimiento de los trabajadores en Venezuela debe superar la exigencia de incrementos al Bono de Alimentación o Tarjeta Electrónica de Alimentación (TEA). Esta figura se ha convertido en una reivindicación que beneficia más a los patronos que a los trabajadores. El movimiento obrero de base debe concentrarse en la exigencia de un salario que permita pagar productos y servicios de primera necesidad y sin requerir de laborar en horas extras. El Bono de Alimentación o TEA, le permite al patrón mantener los salarios bajos y reducir significativamente el pago de prestaciones sociales y otros beneficios. A esto se suma el conjunto de bonos que viene pagando el gobierno a través del “Carnet de la Patria”, que igualmente buscan impedir el surgimiento de luchas por aumento salarial y le ahorran costos a los patronos capitalistas. El movimiento obrero debe movilizarse por alcanzar un aumento salarial que permita cubrir sus costos de vida sin necesidad de bonos que no aplican para el cálculo de sus prestaciones sociales.

Todo sindicato debe plantear dentro de sus exigencias reivindicativas mejoras en el monto de las pensiones y jubilaciones y pagos especiales a los trabajadores desempleados.

Con la reanudación de la lucha reivindicativa y de clase de los trabajadores y con nuevas organizaciones de lucha económica, verdaderamente clasistas y combativas, el proletariado está llamado a ocupar su lugar en la historia, que no es solamente reaccionar ante la sobre-explotación capitalista diaria, sino que deberá transitar, bajo la dirección de su verdadero partido comunista, el camino hacia el derrocamiento de la burguesía, la instauración de la Dictadura del Proletariado y la implementación del programa de transformación comunista.

 

 

 

 

 

 


Por la unificación de las luchas de la clase trabajadora - Por el frente único sindical de clase
Conferencias celebradas por el partido en Turín, Génova, Bolonia, Florencia, Roma, octubre - noviembre 2017

La organización de un ciclo de conferencias del partido, en Bolonia, Florencia, Roma, Génova y Turín, sobre el tema del Frente Único Sindical de Clase se decidió porque en los últimos meses la cuestión se ha convertido una vez más en un problema práctico para una parte minoritaria, pero no indiferente, del movimiento sindical en Italia, es decir, para el campo del llamado sindicalismo de base y, en consecuencia, también de las corrientes de oposiciones de izquierda en la CGIL.

De hecho, desde el pasado mes de julio de 2017 surgió la proclamación, por los sindicatos de base, de dos huelgas generales separadas y en competencia, como sucedió con las del 27 de octubre y del 10 de noviembre. Contra esta división y en apoyo de una huelga general unitaria de todos los sindicatos de base y de clase, nuestros compañeros han colaborado con militantes de diversas organizaciones sindicales – USB, CUB, Confederación Cobas, el área de la oposición interna de izquierda de la CGIL “El sindicato es otra cosa” – a la redacción de un manifiesto titulado “Por un frente único sindical de clase, por una acción general de toda la clase trabajadora, en defensa de la libertad de huelga”.

De la actividad relacionada con la redacción y la difusión de este Manifiesto hemos informado en el número 385 de nuestro periódico “Il Partito Comunista” (“Il percorso accidentato ma segnato verso un fronte unico sindacale di classe”) y continuamos en el número 386, en el que incluimos el volante distribuido en las dos huelgas.

Nuestro partido ha vuelto a realizar agitación en el seno de la clase y del movimiento sindical en Italia con la consigna del “frente único sindical de clase”, y la otra consigna estrechamente ligada de la “unidad de acción de los trabajadores”, y lo ha hecho – según su método y su tradición – a través de su fracción sindical, es decir, los compañeros trabajadores y militantes en las organizaciones sindicales, que actúan disciplinados según la común y única dirección sindical de partido.

El “frente único sindical de clase” y la “unidad de acción de los trabajadores” son dos pilares de la táctica del comunismo revolucionario, de ese conjunto de normas de acción que el partido, a través de toda su experiencia histórica y sobre la base de su teoría y de su programa, ha seleccionado, considerándolas adecuadas y necesarias para perseguir su finalidad política, el Comunismo.

La táctica es un área crucial para el partido comunista, como lo son la teoría y el programa político, siendo el ligamento entre éstos y la acción práctica. Tesis característica de nuestra corriente es que lo que hace el partido determina lo que el partido es, la buena táctica hace al buen partido y, naturalmente, vale también lo opuesto en el caso de las tácticas erradas. La táctica no puede ser un área en la cual sea lícito dar rienda suelta a las más arriesgadas alquimias, encuadrables en el lema: el fin justifica los medios, sino que estos deben estar en armonía con aquel. Nuestro partido por lo tanto, se distingue por buscar definir con anticipación el complejo de normas tácticas que pretende emplear en una situación dada. Esta fue una de las lecciones más valiosas de la peor de las derrotas del movimiento comunista, la de la degeneración del partido ruso y de la Tercera Internacional.

El informe quería mostrar cómo las dos directrices de acción mencionadas anteriormente son correctas, tanto a nivel sindical como sobre los objetivos políticos del partido, y cómo la primera está encuadrada completamente en la segunda.

La situación actual

El compañero relator proporcionó preliminarmente un breve cuadro general de la situación económica mundial, y de la clase trabajadora y del movimiento sindical en Italia.

Aquí solo reiteramos cómo en el plano económico el capitalismo continúa hundiéndose en su crisis mundial (leer el informe sobre el “Curso de capitalismo mundial” publicado en los números 11 y 12 de “El Partido Comunista”).

La situación de la clase trabajadora en Occidente ha seguido un curso análogo al de la crisis: la mejora de los niveles de empleo y de vida, iniciada a principios de los años sesenta, alcanzados a través de duras luchas obreras, costó también decenas de víctimas por obra de la fuerza pública, en la segunda mitad de la siguiente década se invirtió en un deterioro, al principio lento y luego acelerado.

El movimiento sindical en Italia está dominado por las grandes confederaciones sindicales tradicionales, CGIL, CISL y UIL, que durante décadas han abandonado y renegado, también en sus proclamas, los principios y los métodos de la lucha de clases, para abrazar un sindicalismo abiertamente colaboracionista. Estos sindicatos conservan todavía el control de la mayor parte de la clase asalariada sindicalizada, aunque sujetos a un lento desgaste. A estos se contrapone un conjunto, más pequeño y variado, de organizaciones sindicales llamados “de base” que, con distinciones no secundarias entre sí, se declaran partidarios de la lucha de clases, de un sindicalismo “conflictivo” y “anti‑concertación”.

La conducta del partido en las confrontaciones de los sindicatos en Italia en el período de posguerra

Nuestro partido define a la CGIL como un sindicato del régimen desde la reconstitución desde lo alto de este sindicato en 1944, con el Pacto de Roma, obra de los principales partidos que integraron el CLN (Democracia Cristiana, Partido Comunista Italiano, Partido Socialista, que fue el grupo de partidos políticos burgueses que se encargó de administrar y conservar el poder político capitalista en el pasaje desde la dictadura abierta de el fascismo hasta la democracia, en la fase final de la Segunda Guerra Mundial). La nueva organización sindical renació, colocando en su núcleo el principio según el cual los intereses de la clase obrera están subordinados a los de la nación. Para el marxismo revolucionario, la Nación y su Estado, llamándolos País o Patria, no son más que la burguesía organizada en defensa del capitalismo. Esta subordinación se evidenció también en su nuevo nombre, con la adición de la “I” nacional a la CGdL original de 1906‑1927, que fue un sindicato “rojo” y de clase, aunque con una dirección reformista.

Esta nueva sumisión de la CGIL al régimen burgués era coherente con la ideología del partido que la dominaba, el estalinista Partido Comunista Italiano, con su teoría de la “democracia progresista”, según la cual con la caída del fascismo – que nosotros afirmamos que es solamente externa y aparente – se estableció un nuevo régimen, de “nueva democracia”, abierta a la clase obrera y susceptible de modificar y mejorar gradualmente el capitalismo, hasta hacerlo convertir en socialismo sin traumas revolucionarios.

Es evidente que esta teoría niega los fundamentos del marxismo revolucionario según los cuales el capitalismo no es reformable y la democracia es una forma de gobierno del régimen burgués, la más cónsona a su conservación (“La mejor cubierta del capitalismo”, como la define Lenin), complementaria y no opuesta a su dominio totalitario. De hecho, era solo una cuestión del renacimiento del oportunismo socialdemócrata de la Segunda Internacional, contra el cual Lenin y el Partido Comunista de Italia original se batieron fieramente.

El curso histórico ha demostrado el fracaso de esa teoría. Cuatro décadas de profundización de la crisis económica, lenta pero inexorable, han demostrado que el capitalismo post‑fascista no es mejor que el de antes y de siempre. Las mejoras conquistadas por la clase obrera después de la Segunda Guerra Mundial no fueron el resultado de una naturaleza diferente del capitalismo o de un supuesto nuevo régimen, completamente democrático, sino de la lucha obrera, en una fase de fuerte crecimiento de la acumulación de rentas y ganancias. Cumplida la obra de engaño de dos generaciones de proletarios y bajo el peso de tales negaciones históricas, se deshizo finalmente aquel falso Partido Comunista, cuya vasta mayoría había renegado abiertamente de todo su arsenal teórico, ya fracasado vergonzosamente para el marxismo.

Inmediatamente después de la segunda guerra mundial, definida la nueva CGIL sindicato del régimen, nuestro reconstituido partido consideró sin embargo posible entonces dos perspectivas posibles para el renacimiento del sindicato de clase, considerado tan necesario como irreparable: o bien a través de la reconquista de esta Confederación Sindical para una línea de clase o de su renacimiento desde fuera y en contra de éstos.

Teniendo siempre un verdadero partido comunista que daba orientación práctica inmediata a la lucha incesante de los trabajadores, ésta fue, en el período de post‑guerra, la de inscribirse en la CGIL y luchar para traerla de nuevo a las posiciones clasistas. Esto debido al hecho de que en su interior militaba la parte más combativa de la clase obrera. Éste, en las décadas de crecimiento económico, aunque a menudo choca con la estructura de la CGIL, que ya entonces había comenzado el trabajo de erradicación de los principios y los métodos de la lucha de clases, logró utilizar a la CGIL para conducir duras batallas y obtener significativas conquistas.

La situación cambió con la apertura del ciclo de crisis del capitalismo, en la primera mitad de los años setenta. En coherencia con el principio de subordinación de los intereses de la clase trabajadora a los del País, la CGIL se hizo ahora portadora entre los trabajadores de la necesidad de sacrificios en nombre del supuesto interés superior nacional. Esto sucedió, de una manera muy neta y clara, con el llamado cambio del EUR de febrero de 1978.

Fue así que, desde entonces, minoritarios pero consistentes grupos de trabajadores se encontraron en la necesidad, no por una elección ideológica sino por la práctica de la lucha, de organizarse fuera de la CGIL, teniendo que enfrentar no solo al patrón sino también al sindicato mismo que, en comparación con las tres décadas anteriores, era cada vez menos utilizable para la lucha defensiva de la clase obrera.

Sobre la base de esta dirección asumida espontáneamente por el movimiento obrero, sobre la base del análisis del partido, del curso general de la degeneración de la CGIL hacia posiciones de colaboracionismo de clase cada vez más abierto, y sobre la base de treinta años de experiencia de lucha interna de nuestros grupos obreros, evaluamos cerrar la posibilidad de reconquista de aquel sindicato para una dirección clasista, es decir, lo consideramos desde entonces definitivamente del régimen, irrecuperable para la lucha de clases, y pasamos luego a indicar los trabajadores la vía de la reconstrucción del sindicato de clase fuera y en contra de estos.

La justeza de la nueva directriz de la táctica sindical – no nueva, sino prevista disolución de una alternativa esperada desde el principio de la postguerra – fue confirmada por el curso posterior del movimiento obrero, que luego vio la formación de los sindicatos de base, en un proceso caracterizado por avanzadas y retiradas pero que no deja de crecer, confirmando que son el producto de una necesidad material.
 
La necesaria unificación de las luchas obreras

En el arco temporal de cuatro décadas, si la CGIL aún no ha tenido la oportunidad de volver a sostener, tan abiertamente como en 1978, la necesidad de que los trabajadores se sacrifiquen para salvar al país, sin embargo, ha impedido constantemente la organización real de la clase para la lucha defensiva contra la crisis capitalista. En otras palabras, se ha comportado como el estado mayor de un ejército que se mantiene inmóvil frente a la ofensiva enemiga.

Por lo tanto, nuestro partido se plantea el problema de cómo los trabajadores pueden defenderse frente a la crisis del capitalismo. En este sentido, la directriz de la acción sindical que consideramos fundamental es la de la unificación de las luchas, de la superación de los límites de la empresa y de categoría.

La lucha encerrada dentro de los límites de la empresa o de la fábrica debe contar necesariamente con la compatibilidad empresarial. En una fase de crecimiento económico, las elevadas ganancias de las empresas ofrecen márgenes más amplios a las reivindicaciones obreras, e incluso las batallas realizadas al interior de un solo puesto de trabajo, de una sola empresa, de una sola categoría, pueden permitir mejoras.

Pero incluso entonces, el partido indicó cómo, la acción sindical más favorable, era aquella que unificase la lucha al grado más alto, para evitar la indiferencia entre los trabajadores por el destino del resto de la clase, el espíritu corporativo, el mantenimiento de las luchas dentro de los límites de las empresas. Deficiencias que hoy los afligen gravemente y que son el producto de décadas de sindicalismo del régimen de CGIL, CISL y UIL.

Pero es en una fase de crisis económica que la directriz de la unificación de las luchas obreras se vuelve vital. La competencia cada vez más feroz entre las empresas, las quiebras o las llamadas reestructuraciones, limitan la disponibilidad empresarial para reducir a cero los márgenes reivindicativos por la acción sindical de cierre de una empresa individual. O esos márgenes lo hacen negativo: se puede hacer que los trabajadores acepten recortes salariales, despidos y otros empeoramientos para evitar que la empresa cierre. El sindicalismo encerrado dentro de los límites de la fábrica en crisis pasa de la defensa de los trabajadores a la defensa de la empresa. En las miles de disputas, que siguen inexorablemente las mismas pistas y que en la casi totalidad de los casos conducen a la derrota, se difunde entre los obreros la convicción de que hay una cierta comunidad de intereses entre los trabajadores y la empresa, que la vida del esclavo depende del bienestar del patrón. Se apuntala el supremo dogma burgués: o capitalismo o muerte.

Mientras el horizonte no traspase los límites de la fábrica, los trabajadores están condenados a permanecer privados de la posibilidad de unificar sus luchas y objetivos, cuando la satisfacción de las necesidades de los obreros puede ocurrir no en confrontación con el patrón individual, sino con toda la clase capitalista – industrial, financiera, terrateniente – y con su régimen político. Esto permite que la acción sindical se mueva dentro de márgenes reivindicativos más amplios que aquellos dictados por la estrecha compatibilidad económica de la empresa individual y se desarrolle sobre la base de una fuerza enormemente superior.

El proceso de unificación de las luchas de la clase trabajadora debe tener lugar en dos planos. El primero, más elemental, es aquel de ir a la huelga juntos, en tiempo y espacio: haciendo coincidir el día de la huelga y uniendo físicamente las concentraciones y movilizaciones, donde el número da y hace la fuerza. El segundo plano, que solo se puede implantar en el primero, es que el movimiento obrero exprese reivindicaciones que unan a toda la clase y justifiquen y hagan necesaria la unificación de las luchas: aumentos salariales para todas las categorías, mayores para los peor pagados; reducción generalizada de la jornada de trabajo con el mismo salario; salario completo para los trabajadores despedidos; reducción de la edad de jubilación y regreso al sistema retributivo; servicios sociales (escuela, salud, transporte) gratuitos para la clase trabajadora.

Cuanto más crece y se afirma un movimiento general de clase, menos opresivas se harán las condiciones del trabajador en la fábrica individual.

Es importante destacar que una lucha general de la clase trabajadora por estos objetivos, conservando la forma de un movimiento sindical, es en sí mismo, intrínsecamente, un gran hecho político, que ve alinearse, una frente a otra, las dos clases enemigas de esta sociedad.

Para llegar a esta unificación de las luchas obreras, es evidentemente necesaria una organización. Incluso cuando se verificase un movimiento espontáneo de grupos de trabajadores en esta dirección, hecho que sin duda auspiciamos y que sin duda ocurrirá, este movimiento deberá expresar su adecuada organización para defenderse, unirse y poder crecer.
 
El sindicalismo de base

La situación en la cual se encuentra hoy para actuar la clase trabajadora, es aún más grave que aquella de una ausencia de tal instrumento, porque el campo de batalla, la red de decenas de miles de puestos de trabajo en el territorio, está controlado ampliamente por la capa asfixiante de los sindicatos del régimen cuya conducta durante todo el período de la posguerra, y particularmente en estos cuarenta años de larga crisis, se ha estado dirigida principalmente a impedir esta unificación.

Por otro lado, el sindicalismo de base hasta ahora ha demostrado ser inadecuado para esta tarea, en parte debido a condiciones objetivas desfavorables pero, en nuestro juicio, también por errores de política sindical, uno de los más importantes de los cuales es acerca de la unidad de acción.

Por ejemplo, la crítica, en línea general correcta, impulsada por el sindicalismo de base, al manejo de los principios de los sindicatos del régimen, fue seguida, en la gran mayoría de los casos, de la indicación de no participar, si no de boicotear, las movilizaciones por estos promocionadas. Esta actitud sin duda tiene su razón de ser: en los puestos de trabajo, a menudo los sindicatos del régimen o tricolores cometen varios hechos perversos; la reacción de los delegados de los sindicatos de base es a menudo negarse a ir a la huelga y a las plazas, al lado de esos traidores, con los que se enfrentan cotidianamente. Por lo tanto, esta directriz, si es promovida por la dirigencia, es compartida por una gran parte de los militantes de los sindicatos de base.

Sin embargo, si tal conducta es explicable, no se menciona la superficialidad: aquí no se trata de luchar al lado de la estructura de los delegados y de los funcionarios de los sindicatos colaboracionistas, sino con los trabajadores por éstos movilizados.

No participar en las huelgas convocadas por los confederados es contraproducente por varias razones:
     1. En primer lugar, los sindicatos de base con esta conducta aparecen ante la masa de los trabajadores, todavía controlados por el sindicalismo del régimen, como desertores en el campo de batalla: estamos aquí y ustedes están ausentes;
     2. La parte más combativa de los trabajadores, que se supone es aquella encuadrada en las organizaciones sindicales de base, aislada en su acción, en las huelgas y manifestaciones, abandona la masa restante al control e influencia del sindicalismo del régimen;
     3. Con una práctica afinada y por su larga experiencia, el sindicalismo del régimen cuando moviliza a los trabajadores está siempre atento a no ordenar acciones demasiado débiles, que aparezcan como su fracaso, ni tampoco demasiado fuertes, como para arriesgarse a perder el control. Privando a estas huelgas y estas marchas de la presencia de los trabajadores más combativos, organizados en los sindicatos de base, con su aporte de entusiasmo, energía, crítica, dirección, se facilita al sindicalismo del régimen el control de sus propias movilizaciones.

Estas consideraciones tienen un valor general, pero siempre es necesario considerar cada movilización específica con sus propios caracteres. Donde, por ejemplo, hay empresas o categorías en las cuales los sindicatos del régimen ya han sido vaciados y derrotados por parte de las organizaciones sindicales de base, evidentemente la actitud puede ser diferente. Este es el caso, por ejemplo, de importantes empresas de la logística, donde el SI Cobas resulta ser una fuerza hegemónica y los sindicatos tricolores se reducen a condiciones de extrema minoría, o incluso de ausencia. Por el contrario, entre los metalmecánicos, por ejemplo, el control del Fiom Cgil sigue siendo robusto y muy débil el establecimiento organizativo del sindicalismo de base.

Tampoco hay que engañarnos acerca de la capacidad de recuperación del sindicalismo del régimen, que todavía controla a la mayoría de los trabajadores: si los últimos años se han caracterizado por una ausencia de movilizaciones por parte de la CGIL, esto no excluye que en el futuro registre un cambio, haciendo alarde de un nuevo activismo, montando falsas movilizaciones, como de hecho es capaz de hacer, pensar en lo que hizo la FIOM al día siguiente del acuerdo en la fábrica FIAT‑FCA de Pomigliano (Napoli) en junio de 2010, ilusionismo en el que también cayó una parte no indiferente del sindicalismo de base.

Nuestro partido indica entonces batirse dentro de los sindicatos de base por la afirmación de la directriz opuesta, coherente con la de la unidad de acción de los trabajadores, de la participación en huelgas promovidas por los sindicatos del régimen, si son susceptibles de movilizar una parte consistente de determinada fracción de la clase trabajadora, y de intervenir en las concentraciones organizadas por sus fracciones, claramente visibles y distinguibles, difundiendo ampliamente entre los trabajadores en huelga sus reivindicaciones y métodos de acción.

Concepciones opuestas sobre la naturaleza de las huelgas

En la base de estas dos directrices opuestas, la de la unidad de acción y la de la mayoría de la dirigencia del sindicalismo de base, apuntando a huelgas separadas y en competencia, hay dos concepciones opuestas de la naturaleza de la huelga y el proceso de crecimiento y desarrollo del movimiento obrero: la primera se funda en las reivindicaciones reales de la clase obrera y la necesidad de defenderlas, la segunda pone en el centro y como motor de este proceso al factor de la “conciencia”, de la comprensión de la realidad social por parte de los trabajadores. En el movimiento obrero y sindical primero los trabajadores llegarían a una gradual toma de conciencia, difusa e individual, de la realidad de su situación social, y sólo después alcanzarían los instrumentos de juicio, las motivaciones racionales e las convicciones ideales para organizarse adecuadamente en sindicatos combativos y para entrar en lucha.

En nuestro modo de ver, el proceso se lleva a cabo de acuerdo a un camino inverso, en el que la conciencia es el resultado final, y siempre parcial, no el punto de partida. Primero, instintivamente, se entra en lucha, juntos, y el número todos comprenden de inmediato que es el primer factor de fortaleza; después, en la masa, con una larga experiencia se llega a comprender algo. Y así pueden evaluar su experiencia las direcciones de los diversos partidos y grupos políticos.

Debe notarse aquí como los mismos sindicatos de base no nacieron a través de un proceso de gradual toma de conciencia de los trabajadores, sino bajo la presión de fuertes movilizaciones de determinadas categorías. La concepción realista de la huelga y del desarrollo del movimiento obrero pone en su motor no la cabeza sino el corazón y la panza de los trabajadores.

En segundo lugar, nos parece que ahora cuatro décadas de práctica de la directriz de las huelgas separadas por parte del sindicalismo de base demuestran claramente su ineficacia. Estas movilizaciones, sobre todo por lo que concierne a aquellas generales inter categorías, pero no sólo éstas, son siempre extremadamente minoritarias, reducidas a inocuas manifestaciones de opinión, pero no verdaderas pruebas de fuerza para doblegar a los patronos, de los cuales la mayoría de la clase trabajadora ni siquiera las ve o, en el caso más benévolo, considera una vana agitación de una minoría extremista.

Es importante hacer una distinción entre los sujetos que actúan en el movimiento obrero. En la base está la masa de los trabajadores. De esta, una parte está encuadrada en la organización sindical. En esta a su vez se distingue la base de los afiliados, los militantes, los delegados, los dirigentes territoriales y, finalmente, los nacionales.

En línea general, en un sindicato sano, al subir los niveles de esta pirámide, aumenta el grado de conciencia de los problemas ligados a la lucha sindical. Solo porque un trabajador decide involucrarse más en las actividades del sindicato, convirtiéndose por ejemplo en un delegado, porque realmente tiene pasión por esta lucha y, al cumplir esta actividad, con el tiempo y la experiencia adquiere un conocimiento cada vez mayor.

Juzgar la base de los afiliados de un sindicato con los mismos criterios con los cuales se juzga a sus dirigentes, considerando a los unos y los otros igualmente traidores a la clase obrera, es, por lo tanto, un grave error, útil sólo para justificar la negativa a ir a la huelga junto con ellos. Esto obviamente no significa ignorar la existencia en todas partes de trabajadores oportunistas o peores.

La huelga es un fenómeno social vivo que tiene caracteres pre‑eminentemente irracionales. Muchas veces se ha comparado con un fuego: necesita de determinadas condiciones para que se encienda, combustible, oxígeno, temperatura, ignición; una vez que se enciende, cuanto más se extiende, tanto más difícil es extinguirlo; por otro lado, cuando se apaga, después de haber consumido parte del combustible, durante un cierto período, se vuelve más difícil volver a encenderlo. No por casualidad, en un tiempo no muy lejano, cuando los dirigentes de los sindicatos del régimen fueron enviados a las fábricas para dividir y sofocar las huelgas, se los llamó bomberos. Y de manera significativa toda una serie de acuerdos entre patronos y sindicatos del régimen, dirigidos a impedir huelgas reales, introducen procedimientos de enfriamiento que confiesan ya en el nombre de sus intenciones y muestran cómo los patronos y los falsos sindicatos que se le vendieron, tienen muy claro cuál es la verdadera naturaleza de la huelga.

La huelga es el elemento primordial y elemental de la lucha de clases. Elemental porque es la primera manera en que un grupo de proletarios se opone colectivamente, y casi siempre, al principio inconscientemente, a la opresión del capitalismo. Primordial porque en una huelga real, incluso en la más pequeña, se debe reconocer, en forma embrionaria, todos esos factores – primeramente de naturaleza emotiva y sentimental – destinados a crecer y madurar en todo el curso del desarrollo de la lucha de clases, hasta su salida final en el reconocimiento de su partido, comunista, y en poder así continuar la lucha por la toma revolucionaria del poder político. Para la masa de trabajadores, vista desde abajo, la revolución se experimenta como una grandísima huelga.

Por el contrario, una verdadera huelga es una pequeña revolución. Los trabajadores están involucrados en una situación completamente diferente y nueva. Se liberan de la opresión del trabajo, con la disponibilidad elemental y simple de tiempo para reunirse y para pensar. La nueva situación colectiva libera energías que encienden la necesidad de profundizar en los problemas de naturaleza sindical, lo que los entusiasma, y de la voluntad de poner a prueba la fortaleza de su clase. Es en el fuego de la lucha que se crean en la clase las condiciones favorables para una comprensión en grado más general de los problemas que la afligen. Y cuanto más crece el fuego y se extiende, a través de un proceso de unificación de las luchas obreras, más se crean las condiciones para la difusión de la convicción de que es posible y útil afrontar también la cuestión de la condición salarial, no sólo en el plano sindical, sino también en el político, mirando los diversos partidos y direcciones sociales de los cuales cada uno propone una solución general a la historia de la lucha entre las clases.

Todo esto difícilmente sucede en frío, en ausencia de lucha, durante las dos horas de asamblea, en la cual los trabajadores se encuentran escuchando las campanas de dos, tres o cuatro sindicatos diferentes, sus problemas también complejos, y con frecuencia deliberadamente más complicados, cansado del trabajo y consciente de tener que regresar para llevarlo a cabo después de la breve pausa. Entonces, para la masa de trabajadores, a diferencia de la estrecha minoría de los militantes sindicales, realmente primero viene la acción, después la comprensión. Confundir los roles y los sujetos, dirigirse y mirar a las masas de los asalariados como si tuvieran las mismas falsas convicciones y los mismos prejuicios de los dirigentes de su sindicato, no puede más que conducir a graves errores y a la incapacidad de intervenir en su contra.

Entonces surge el problema de cuáles serán condiciones necesarias para poner en marcha una verdadera huelga. Estas, en nuestra opinión, tratándose de un fenómeno precisamente elemental, no son de naturaleza compleja, por cuanto no es fácil predecir el momento adecuado para pulsar el elemento desencadenante. Podemos reducirlas a dos: la presencia de un efectivo malestar en los trabajadores, ante una medida patronal que se siente como un mordisco en la carne viva de su existencia cotidiana; el hecho de que los trabajadores ven, sienten que tienen a su lado, un número adecuado de compañeros de trabajo dispuestos a luchar. Dado que en el primer factor no es facultad de los militantes sindicales poder intervenir, si no para comprender el estado de ánimo y la moral de los trabajadores, es en el segundo en el que es necesario actuar.

Es en esta dirección que opera la directriz de la unidad de acción de los trabajadores. Luchar dentro de los sindicatos de base para participar, con reivindicaciones propias, en las huelgas promovidas por el sindicalismo del régimen, intentando crear las condiciones más favorables para que estas movilizaciones alcancen un grado de fuerza que desborde el control de los sindicatos sobre la sus afiliados. Ir a la huelga junto con los sindicatos del régimen no significa, como argumenta la mayor parte de la dirigencia del sindicalismo de base, mezclarse con ellos y favorecerlos: las diferencias serán explicadas por los militantes de los sindicatos de base a los trabajadores en huelga. Se trata, por el contrario, de la conducta más apropiada para desgastar a estos sindicatos subordinados al capital.

Porque, y aquí cerramos esta parte del informe, para que la masa de trabajadores abrace el sindicalismo de clase y sus reivindicaciones, no es por una elección, sino ¡un problema de fuerza! Es cuando se sienten fuertes que entienden que hay efectivamente la posibilidad de luchar por objetivos más ambiciosos y con métodos más intransigentes. Mientras las reivindicaciones sacrosantas y clasistas se apoyen en movilizaciones extremadamente minoritarias, la masa de la clase asalariada claramente se dirigirá hacia el sindicalismo que parece más fuerte, más cómodo, clientelar. Un comportamiento oportunista, cierto, pero es el de una clase oprimida, hasta que encuentra la fuerza para enfrentar abiertamente la fuerza social enemiga que la oprime.

El frente único sindical de clase

Entonces, desde el sindicalismo de base, unirse a las huelgas promovidas por el sindicalismo del régimen no significa ir a la huelga con la estructura de esos sindicatos, sino con los trabajadores que ellos movilizaron. Se trata de seguir la directriz de la unidad de acción de los trabajadores – conducta que consideramos más adecuada para combatir ese sindicalismo – no de buscar un frente común entre sindicatos de base y sindicatos tricolores. Un similar frente único sindical estaría en clara contradicción con la naturaleza definitivamente del régimen de la CGIL y nuestra consecuente directriz táctica, desde finales de los años setenta, de reconstruir el sindicato de clase fuera y contra éstos.

La consigna de acción del Frente Único Sindical está estrechamente ligada a la de la Unidad de Acción de los Trabajadores, pero no coincide con ella, se mueve paralelamente y cumple su función. Para aclarar esta directriz, es útil explicar el carácter del Llamamiento por una huelga unitaria de todo el sindicalismo de base y de clase que hemos mencionado en la introducción de este informe.

El Llamamiento se tituló “Por un frente único sindical de clase”: la especificación “de clase” indica, también, que un acuerdo sobre el plano de la acción se consideró posible solo dentro del sindicalismo de base y con los grupos y las corrientes de oposición de izquierda dentro de la CGIL, pero excluyendo a ese sindicato.

El Llamamiento fue dirigido, además de “a todos los trabajadores” a fin de que adhirieran y apoyaran la huelga, “a los afiliados y militantes” de todas las organizaciones sindicales de base para que ejercieran presión a sus dirigentes para superar las divisiones y para el llamado de una huelga unitaria, y “a los afiliados y a los militantes de las corrientes de oposición de izquierda en la CGIL” para apoyar una huelga similar, independientemente de lo que hubiera hecho la dirección de la CGIL. Por lo tanto, no fue un llamamiento a la dirigencia de las organizaciones sindicales, como erróneamente entendieron algunos inicialmente, sino dirigido a la base de estos sindicatos.

Esto en la conciencia del hecho de que, en un arco temporal de cuatro décadas, esta dirigencia no solo ha fallado en alcanzar una unidad organizativa del sindicalismo de base, sino que ni siquiera en alcanzar una unidad en el plano de la acción, más bien, las divisiones, en lugar de disminuir, parecen volverse cada vez más graves, como lo demuestra la enésima proclamación de dos huelgas generales separadas a una distancia de 15 días la una de la otra (27 de octubre y 10 de noviembre de 2017).

Nuestra convicción es que la completa y orgánica unidad de acción del sindicalismo de base solo será posible en detrimento de la mayoría de sus dirigencias actuales. Entonces, el llamamiento, lejos de acreditarlas, fue un acto de confrontación con estas.

La unidad de acción del sindicalismo de base y conflictivo será la premisa de la realización de un Frente Unico Sindical que será “de clase” también porque, pudiendo cumplirse y realizarse sólo a través de una lucha contra los actuales dirigentes, permitirá abrazar una dirección sindical que sea realmente tal.

Este objetivo permitirá la creación de un polo sindical – precursor de un único gran Sindicato de Clase – con una masa capaz de generar una atracción adecuada para contrarrestar esa, todavía superior, del sindicalismo del régimen.

Esto no significa dar por hecho que la formación del futuro Sindicato de Clase necesariamente tendrá lugar a través de la fusión organizativa de los actuales sindicatos de base. Es posible que algunas o incluso todas estas organizaciones no demuestren estar a la altura de esta tarea, dando paso al proceso de encuadramiento en el régimen político burgués, como ya ocurrió a la CGIL, o viceversa, ser arrastrados por ésta, y que nuevos organismos de lucha obrera surjan y cumplan con esta necesidad histórica.

Esta posibilidad no se contradice con las directrices sindicales aquí expuestas y el trabajo que el partido hace por su afianzamiento en el movimiento obrero y sindical, ya que esta tarea no puede, obviamente, ser cumplida excepto en las organizaciones que existen en la actualidad, no en aquellas que están por venir.

Es importante aclarar la relación que transcurre entre las dos directrices tácticas en el campo sindical que hemos expuesto aquí.

El del Frente Unico Sindical de Clase es un objetivo que consideramos indispensable para lograr la realización más completa de la unidad de acción de los trabajadores. Nuestro partido no excluye la necesidad, y su trabajo, de aplicarla directamente en las masas proletarias, mostrándoles la necesidad de unificar las luchas reivindicativas y proponer, además de la unidad de acción, también objetivos unificadores. Esto fortalecería la batalla llevada a cabo con el mismo propósito dentro de las organizaciones sindicales. Pero no debemos engañarnos pensando que se puede alcanzar la unificación de las luchas de la clase trabajadora evitando la tarea de la batalla dentro de las organizaciones sindicales para el afianzamiento de la correcta directriz de acción.

Los sindicatos son los sujetos fundamentales y vivientes del movimiento obrero. Ignorar su papel y renunciar a la batalla en su interior solo puede conducir a la dispersión general de las fuerzas. Esto se aplica no sólo en una condición histórica como la actual, en la cual es manifiesta la condición de debilidad y desviación de las ideas de la clase obrera, sino que también tendrá valor en situaciones en las cuales los trabajadores volverán a luchar duramente, obteniendo un grado de conciencia de su condición de clase explotada muy superior a la actual.

Esto nuestro partido lo puede afirmar sobre la base de la gran experiencia de una lucha, ahora de más de un siglo, ya que nos consideramos fieles continuadores de una corriente política que ha tenido la oportunidad histórica y el mérito de cumplir un papel de principalísimo nivel en la época en la que ocurrió la máxima avanzada del proletariado revolucionario, en los años de la Revolución de Octubre en 1923. Esta corriente es la Izquierda Comunista Italiana, que se originó alrededor de 1912 al interior del PSI, en reacción al avance del reformismo en éste, se formalizó en 1919 como Fracción Comunista Abstencionista y en enero de 1921 dirigió la escisión que dio lugar a la fundación del Partido Comunista de Italia, del cual detentó la dirección hasta 1923 y el consenso de la mayoría hasta 1926, cuando, en el Congreso de Lyons, prevaleció la corriente centrista, expresión de la contrarrevolución estalinista en el partido ruso y en la Tercera Internacional, con sus epígonos en el partido italiano (Togliatti).

Desde los meses posteriores a su fundación, el Partido Comunista de Italia se empeñó en la batalla por el Frente Único Sindical entre las organizaciones de clase de esa época. El Comité sindical comunista envió una carta dirigida a la CGdL, al Sindicato de los Ferroviarios (SFI) y a la USI en la cual proponía “la constitución del frente único proletario en el terreno sindical y la huelga general nacional en defensa de la clase trabajadora”, para hacer frente “al desarrollo de la ofensiva capitalista”.

Incluso en esos años, cuando el proletariado italiano y europeo expresó el máximo vigor, llevando a la Europa entera al borde de la revolución proletaria, las divisiones entre las organizaciones sindicales jugaron un papel de obstáculo y daño en el movimiento obrero, y el partido consideró que su tarea ineludible era batirse en su interior por la más amplia unidad de acción. Al mismo tiempo, no dejó de dirigirse directamente a los trabajadores.

Los dirigentes reformistas de la CGdL tacharon “de demagogia y de inconsciencia” a la propuesta comunista. El Sindicato Ferroviario y la USI, aunque se declararon favorables al frente único, no tomaron en consideración la invitación de los comunistas. La táctica del partido fue eludir estas posiciones derrotistas y cobardes, con un llamamiento dirigido directamente al proletariado. Así se lee en el informe del PCd’I para el IV Congreso de la Internacional Comunista: “La cuestión fue llevada por los comunistas directamente entre la masa, en la cual encontró la mayor simpatía; simultáneamente se pidió a la CGdL que discutiera nuestra propuesta en un Congreso nacional”.

Los días 7 y 8 de septiembre de 1921 se celebró en Milán una conferencia nacional puesta en marcha por los comunistas en la que confluyeron un centenar de delegados, en representación de más de 500.000 trabajadores encuadrados en la CGdL y en el Sindicato de Trabajadores Ferroviarios, procedentes de todas partes de Italia. En el documento conclusivo se afirmaba: “Los comunistas se fijan como su principal objetivo sindical el logro de la unidad de todas las organizaciones económicas del proletariado italiano”.

La campaña por el frente único comenzó a dar sus primeros frutos. El Consejo Directivo de la CGdL se vio obligado a convocar al Consejo Nacional que se celebró en Verona en los primeros días de noviembre de 1921. En el orden del día estuvieron los temas del frente único y de la huelga general nacional. Todavía se lee en el informe citado. “Contra tal propuesta se alinearon casi todos los burócratas sindicales de la CGdL (...) Numerosas organizaciones sindicales, aun no siendo dirigidas por comunistas, aceptaron la propuesta comunista (...) A pesar de todos los obstáculos y todos los impedimentos, la presión de las masas empujó inexorablemente hacia el frente único (...) La historia de la acogida dada a nuestra propuesta en agosto de 1921 se resume en pocas palabras: obstruccionismo de los líderes sindicales, cada vez más creciente simpatía de las masas” (“Informe del C.E. del Partido Comunista de Italia al Comintern sobre la táctica del partido y sobre la cuestión del frente único”).

Lucha sindical y lucha política

No se trata de volver a proponer en la situación actual, de repliegue de la clase trabajadora, la misma directriz táctica propuesta en aquellos años de máxima avanzada del proletariado revolucionario, de hacer una transposición mecánica y forzada de la conducta práctica del partido, para hacerla resultar una parodia.

Los comunistas revolucionarios, creemos saber reconocer en la huelga más pequeña, aquellos elementos de rebelión proletaria a la opresión del capitalismo, destinados a crecer y madurar en todo el curso del desarrollo de la lucha de clases, por lo que nuestra doctrina nos permite identificar también los procesos en su forma embrionaria. En la limitada actividad sindical que las condiciones actuales nos permiten, reconocemos los caracteres fundamentales que han aparecido claros y nítidos en la experiencia de las grandes batallas pasadas y que sabemos se repetirán en las batallas por venir:
     – la oposición de las dirigencias sindicales reformistas y oportunistas;
     – la aparentemente inexplicable vacilación de los grupos políticos, como los anarquistas, a palabras favorables al frente único sindical;
     – la acogida entusiasta de la masa proletaria, incluso de los trabajadores pertenecientes a partidos opuestos al comunista;
     – la adhesión de las estructuras sindicales, territoriales y de categorías, aunque no dirigidas por la fracción del partido, a la directriz sindical comunista.

Explicada la función de las dos directrices de acción en el campo sindical y las razones por las cuales lo consideramos correcto en aquel ámbito, se trata ahora de exponer cómo encajan en la lucha política por el comunismo.

La relación entre partido y sindicato es un problema siempre presente en el movimiento sindical, que solo el marxismo revolucionario encuadra correctamente.

Nuestra escuela prevé el crecimiento del partido en una determinada relación con el resurgimiento de la lucha de clases, pero niega que pudiera elevarse a la guía de clase trabajadora, dirigida a la conquista revolucionaria del poder político, sobre la base de un número de adherentes aumentado sólo a través de la actividad de propaganda y de proselitismo. Estas son tareas fundamentales y necesarias, pero no suficientes.

Si nos ceñimos a la tesis de Marx según la cual en cada época la ideología dominante es la de la clase dominante, el partido seguirá siendo una minoría de la clase, y por un período no breve también después de la conquista del poder. La fuerza que catapultará esta minoría revolucionaria a la cabeza de la clase trabajadora es la de la guerra social, de la clase obrera contra las clases burguesas, en particular, de la lucha sindical. Es en este campo que las directrices prácticas del partido serán seguidas por los trabajadores, incluso por los no comunistas, ya que en el curso de la lucha se demostrará que son las más adecuadas a sus necesidades.

En esto, el partido auténticamente comunista no necesita instrumentalizar al movimiento obrero y sindical, porque el mejor desarrollo de este crea la condición más favorable para la realización de sus finalidades políticas. Exactamente como dice el Manifiesto del Partido Comunista, “Los comunistas no tienen intereses distintos de los intereses de todo el proletariado”.

El partido, por lo tanto, no busca una “politización” forzada del sindicato. Traduce en términos de justas directrices prácticas de acción, las tesis teóricas que lo distinguen de todos los otros partidos. Por ejemplo, en un ambiente sindical, no propone consignas de acción del tipo “El capitalismo no se reforma se destruye”, sino “Lucha a ultranza contra la explotación capitalista”, consciente de que durante el desarrollo de la lucha de clases la segunda fórmula terminará de hecho coincidiendo con la primera. O bien, no incluir en los comunicados sindicales la propaganda anti‑religiosa, sino explicar la necesidad de la solidaridad obrera por encima de toda creencia religiosa.

Por ejemplo una de las tesis del documento congresual del segundo congreso de la Unión Sindical de Base afirma que sería necesario “Aceptar el reto de la politización de los conflictos”.

Incluso la dirección del SI Cobas ha repetido a menudo que, en la ausencia, por así decirlo, del partido comunista revolucionario, el sindicato debería desempeñar el papel de su “sustitución”.

El respeto por la función y de la naturaleza del sindicato no significa la devaluación de la función del partido.

Los camaradas del partido que son trabajadores y militantes en los sindicatos no deben ocultar sus opiniones y llevar a cabo actividades de propaganda y proselitismo también dentro del sindicato. Pero la función fundamental de la fracción sindical comunista en el sindicato no es hacerlo convertirse, poco a poco, en un medio partido, que esté al lado y respalde al primero: este objetivo, que se cree obvio y necesario y perseguido por todas las demás fuerzas políticas, viene a negar al sindicato o dañar su sano desarrollo. En cambio, el trabajo principal de la fracción sindical comunista se lleva a cabo con respeto a la naturaleza y función del sindicato, diferentes de las del partido, en su defensa y en luchar por la afirmación de las directrices de acción que favorecen su máximo fortalecimiento.

El afianzamiento de una directriz del todo coherentemente clasista en las organizaciones sindicales y en la clase, es la resultante de la lucha del proletariado contra la burguesía, de la cual es un reflejo, dentro del movimiento sindical, la lucha entre sus diversas corrientes, y las continuas y coherentes directrices sindicales consecuentes, que emanan de la correcta política revolucionaria del partido comunista marxista. Entonces solo puede tener éxito en presencia del partido comunista. Sin éste, el movimiento sindical, guiado por otros partidos y corrientes políticas, solo de manera ocasional y parcial podrá asumir el método correcto de lucha, pero al final estará destinado a traicionar o mostrar su insuficiencia ante la profundización de la crisis social.

En las batallas individuales, la directriz sindical comunista, demostrando su adecuación y correspondencia con las necesidades de la lucha obrera en su crecimiento, encontrará la adhesión de los trabajadores que no son parte del partido y también de aquellos de otras organizaciones políticas. También tuvimos una pequeña confirmación de ello en la batalla realizada en los últimos meses para apoyar la huelga unitaria del sindicalismo de base. El mismo llamamiento que fue elaborado no solo por los compañeros del partido, incluso respondía completamente a nuestra directriz.

Los partidos políticos agentes en el campo del movimiento obrero adverso al comunista, ocasionalmente pueden encontrarse para compartir algunas de las directivas sindicales comunistas, pero, en la mejor de las hipótesis, oscilando en torno a la justa línea de acción, y solo por momentos, coincidirán con ella, y están destinados, tarde o temprano, a tratar de doblegar, como se suele decir, a instrumentalizar, al movimiento sindical para sus propias finalidades políticas, revelándose que éstas no están en armonía con aquellas.

La oposición de parte de los actuales grupos dirigentes del sindicalismo de base a la huelga unitaria ya ha mostrado la contradicción entre las finalidades políticas de los grupos políticos oportunistas que los dirigen y las necesidades del movimiento de los trabajadores. Asimismo, está el hecho de que de los partidos que se definen proletarios y revolucionarios, los que han dado un apoyo efectivo al Llamamiento a favor de la huelga unitaria se cuentan con los dedos de una mano, a pesar de decir todos que comparten la directriz de la unidad de acción y algunos de sus militantes trabajadores se expresaron a favor de ello.

En este movimiento oscilatorio de los partidos alrededor de la correcta línea de la política sindical clasista se va a revelar la contradicción con su base obrera, con sus fracciones sindicales, que cada vez más tenderán a no seguir la directriz de sus organizaciones políticas sino la comunista.

Es por esta vía que el sindicato desempeñará la función de correa de transmisión entre la minoría de los marxistas revolucionarios organizada en el partido y la masa de la clase proletaria.

En este proceso las directrices del frente único sindical de clase y de la unidad de acción de los trabajadores, juegan un papel fundamental, ya que son las más susceptibles de llevar a toda la clase trabajadora a moverse y entrar en conflicto con toda la clase burguesa y su régimen. Como explicó Marx, el movimiento sindical, cuando alcanza a movilizar a toda la clase trabajadora por sus intereses, ya es un movimiento político.

El afianzamiento de la directriz sindical clasista, que emane de la fracción comunista, y la participación de una amplia base de proletaria, conducirá a que se refuercen mutuamente el movimiento obrero y el partido comunista.

La movilización general del proletariado, determinada por el avance de la crisis económica mundial, llega al terreno revolucionario a medida que el capitalismo se vuelve cada vez menos capaz de alimentar a sus esclavos asalariados. Aprovechando las condiciones objetivas de fragilidad del capitalismo y de su régimen a escala mundial, la huelga general, finalmente dirigida por un único partido comunista, desbordará en acción insurreccional para la toma del poder, primer paso hacia la emancipación de la clase obrera y el comunismo.

Esta táctica comunista en el terreno sindical contrasta, por encima de la distinción rigurosa y la definición teórica y programática, con el rechazo de cada frente en el terreno político. Nuestro partido no persigue objetivos intermedios en la conquista revolucionaria del poder y rechaza toda alquimia política inevitablemente conectada a estos intermedismos que el oportunismo siempre propone en la falsa perspectiva de acercar la revolución.

Es de la combinación de estas dos actitudes tácticas de signo aparentemente contrario –máxima unidad de acción del proletariado en el campo de las reivindicaciones inmediatas, máxima independencia y definición respecto a todos los otros partidos – que desarrollamos la mayor eficiencia y potencia revolucionaria de nuestra clase.

 

 

 

 

 

 

 

 


Detrás de la puesta en escena del 19° congreso del partido comunista (!) chino

 
El poder y la fragilidad de un gran imperialismo

Los comentarios de la prensa burguesa sobre el 19º Congreso del Partido Comunista Chino, concuerdan en exaltar la confirmación del poder del presidente chino Xi Jinping, consagrado como el tercero más poderoso en la historia de la República Popular, después de Mao Zedong y Deng Xiaoping. El compasivo The Economist le ha dedicado la portada, “el hombre más poderoso del mundo”.

Una vez más, la impotencia burguesa demuestra necesitar soñar con grandes líderes. Sin distinción de partido político, todos concuerdan en atribuirle influencias determinantes en eventos pasados ??y futuros, a la obra y a las cualidades personales de los cambiantes Presidentes. Para la burguesía y sus penitentes, los procesos históricos serían gobernados por líderes brillantes, pérfidos o ilustrados, y son exaltados y postrados en reverente admiración ante algunos personajes, en realidad más que banales. Cuanto más se pudre la sociedad capitalista, más se difunde la religiosa convicción de que solo de estos grandes hombres debemos esperar la salvación o la ruina. Para determinar la historia serían los “hombres del destino”, en su alternancia en la cúspide de los Estados, sin importar si actúan con el método estadounidense, ruso o chino.

Para nosotros, estos grandes líderes son solo “títeres”, “un tipo que llama la atención y al mismo tiempo revela su absoluta vacuidad”. El marxismo siempre ha identificado la función de los hombres dentro del proceso social y, en particular, el papel de determinadas grandes personalidades. Engels escribe: “Que un gran hombre dado, y precisamente eso, surja en aquel determinado momento y en aquel determinado lugar, es naturalmente un caso puro. Pero, si lo eliminamos, hay una demanda inmediata de un sustituto, y este sustituto, bueno o malo, se encuentra, al final se encuentra”. El marxismo identifica el verdadero motor de la historia en las necesidades económicas materiales de las clases dentro de un determinado modo de producción y en su lucha social. Son las circunstancias que requieren la aparición y el éxito de determinados individuos, es la historia que juega con estos “superhombres”, y no al contrario.

Ya en 1924, hace casi un siglo, afirmamos que “nuestra teoría del jefe está muy lejos de las idioteces con las que la teología y la política oficiales demuestran la necesidad de los papas, de los reyes, de los “ciudadanos de primera”, de los dictadores y de los caudillos, pobres títeres que se engañan a sí mismos de poder hacer historia”.

Por lo tanto, es parte de las necesidades del capitalismo en China que la “visión política” de Xi Jinping se haya agregado en la Constitución del Partido como “pensamiento de Xi Jinping”, que hasta ahora se había reservado solo a Mao Zedong; en 1997, entró a formar parte de la Constitución del Partido la “teoría de Deng Xiaoping”, pero ya está muerto. Mao, Deng y ahora Xi, son celebrados como “grandes timoneles”, pero para la concepción marxista ellos no representan otra cosa que tres fases diferentes en la historia de la nación china.

De Mao a Deng: Independencia nacional y desarrollo del capitalismo

China, que hoy en día se perfila como potencia capitalista mundial, capaz de competir con las viejas potencias que llegaron a serlo durante siglos, a principios del siglo XX se presentaba en condiciones miserables a causa de las imposiciones de los Estados imperialistas, que llegaron a la vergüenza de la Guerra del Opio.

A diferencia de India y de otros países coloniales, China entró en la historia moderna como la “colonia de todos”. Muy pronto la exportación de capitales a China prevaleció sobre la de productos industriales, y para proteger sus inversiones, las grandes potencias acordaron la repartición del país en esferas de influencia. En Pekín (Beijing), todo el cuerpo diplomático disponía de las finanzas del Estado.

El dominio imperialista, que antes había debilitado a la dinastía imperial, para luego eliminarla completamente, había producido en China el desmembramiento del territorio que, privado de un poder central, se dividió en varias regiones sometidas al dominio de los llamados Señores de la Guerra, jefes militares contratados por las potencias imperialistas y que detentaban el poder basándose en ejércitos mercenarios formados por campesinos sin tierra. El control de una región por parte de un Señor de la Guerra correspondía a la esfera de influencia de la potencia extranjera que lo apoyaba. Los Señores de la Guerra protegían los intereses del imperialismo y de la burguesía compradora explotando al proletariado de las ciudades y del campo y apropiándose de todas las riquezas del país. La débil burguesía nacional, aunque consciente de la necesidad de liberarse de la opresión imperialista y de restaurar la unidad territorial de la nación, no disponía de las fuerzas necesarias para lograr sus propósitos.

La China de comienzos de siglo, preñada de la revolución burguesa, tenía ante sí no solo la imprescindible tarea de conquistar la independencia nacional, sino también la de llevar a cabo la reforma agraria, premisa del desarrollo industrial. Quedaba pendiente saber si la realización de estas tareas la asumiría la burguesía o el proletariado.

En 1911, una revolución desde arriba derribó la dinastía imperial e instauró la república burguesa bajo la presidencia de Sun Yat‑sen. Pero pronto surgió la inconsistencia; la naciente República fue inmediatamente dejada de lado por la intervención de los Señores de la Guerra, a instancias de la propia burguesía, que así demostraba no ser capaz de realizar incluso las tareas de su propia revolución burguesa. Esto se debió principalmente al temor de no poder controlar las poderosas fuerzas de los proletarios y de los campesinos que inevitablemente el proceso revolucionario pondría en movimiento. Por lo tanto, la burguesía estaba en contra de los Señores de la Guerra, pero al mismo tiempo estaba ligada a ellos y los utilizó en la represión del movimiento proletario. En 1911, Sun Yat‑sen abandonó espontáneamente el poder en manos de los Señores de la Guerra. Estaba claro que, como en Rusia, la burguesía nacional con sus propias fuerzas no habría podido llevar a cabo su revolución con éxito.

Mientras tanto, un hecho nuevo comenzó a tener una influencia determinante en los acontecimientos mundiales. La Primera Guerra Mundial había producido en Rusia la revolución, y la victoria del proletariado en octubre de 1917 literalmente había trastornado al mundo, colocando a todos los países frente a la alternativa: revolución comunista o contrarrevolución burguesa. El sentido de todas las Tesis de la Internacional Comunista sobre la cuestión colonial es vincular la lucha de clases en la metrópoli a las revoluciones nacionales en las colonias, con la Rusia comunista en el centro, en una única estrategia mundial que, en un ciclo complejo, será concluido solo con el derrocamiento del capitalismo en todo el mundo. Al igual que en Rusia, la clase obrera, en alianza con los campesinos pobres, que se arrancó del cuello la cadena del poder de los capitalistas y los terratenientes y puso fin a la guerra imperialista, mientras que en Occidente se colocó a la orden del día la cuestión de la pura la revolución proletaria, en los países atrasados ??como China se habría podido y, para los comunistas revolucionarios debido, asumir directamente la lucha por una doble revolución dirigida por los comunistas en la forma de un régimen de soviet.

El abatimiento desde dentro del poder proletario en Rusia, con el afianzamiento del estalinismo, puso fin a esta perspectiva. La contrarrevolución triunfante en el mundo y en Rusia, también entregó al proletariado chino a las manos de la burguesía. En el período 1923‑1927 el estalinismo, que se erigió como fuerza dominante en Rusia y en la Internacional, impuso que el Partido Comunista Chino se sometiese a la dirección del partido nacionalista burgués, el Kuomintang, perdiendo así toda posibilidad de lucha independiente, necesaria para la victoria revolucionaria.

Las generosas tentativas revolucionarias de los obreros y de los campesinos chinos fueron ahogadas en sangre. El trágico final se produjo en 1927. En marzo de ese año, el proletariado de Shangai, la ciudad portuaria más importante de China, desde el punto de vista industrial y comercial, particularmente numeroso y combativo, tuvo éxito con una insurrección para tomar el poder en la ciudad. Por la posición dominante de Shanghai en la vida económica de China, este episodio podría haber imprimido a la revolución china, dado el desarrollo que estaba tomando el movimiento revolucionario obrero y campesino, una dirección decididamente anti‑burguesa. El Partido Comunista y las organizaciones obreras que tenían el poder en sus manos, sin embargo, sometiéndose a las directrices de Moscú, lo cedieron a Chiang Kai‑shek, que poco después rompió la alianza con los comunistas y pasó a la represión abierta, encarcelando y masacrando comunistas y obreros, destruyendo sus organizaciones políticas y sindicales. Las masacres de Shanghai fueron solo el comienzo de otras masacres que golpearon a los obreros y los campesinos en rebelión.

1927 representa la victoria de la contrarrevolución y la derrota del movimiento proletario revolucionario en China.

Un movimiento revolucionario se reanudará solo después de la Segunda Guerra Mundial, partiendo de las zonas agrícolas y más atrasadas de China, con un carácter de clase completamente diferente, nacionalista y antiimperialista, no comunista.

Era de esas regiones que los ejércitos campesinos de Mao se extendieron para conquistar las ciudades. Los acontecimientos posteriores y el carácter mismo de la revolución china, que en 1949 conducirá a la constitución de China como un Estado nacional independiente, solo pueden explicarse a la luz de los trágicos acontecimientos de los años veinte. De hecho, la derrota del proletariado chino y la represión a la que fue sometido favorecieron la transferencia del movimiento revolucionario de las ciudades al campo y la destrucción completa de su carácter desde el punto de vista de clase. El movimiento revolucionario posterior en China ve al proletariado completamente ausente y se califica como un movimiento pequeño burgués y campesino, encerrado dentro del ámbito de la revolución nacional. El partido que dirige este movimiento, aunque continuó llamándose Partido Comunista, de comunista no tenía nada: se había convertido en sus propias palabras, en el “verdadero Kuomintang”, que era el verdadero representante de los intereses de la burguesía y de la pequeña burguesía nacionalista china. La base social del PCCh estaba constituida por campesinos y su principal objetivo fue la realización de la unidad y de la independencia nacional, en nombre no de la dictadura proletaria, sino del “Bloque de las cuatro clases”, es decir, del desarrollo burgués.

Aunque definimos como reaccionario al partido de Mao por haber abandonado la táctica de la revolución doble y la línea maestra que habría llevado a la afirmación histórica del proletariado, la victoria final del PCCh en el Kuomintang y la instauración de la República Popular China ha constituido un paso esencial desde el punto de vista de la implantación del capitalismo moderno, que ha permitido, en un largo y tormentoso proceso, el enorme desarrollo de la economía china y, por tanto, de un moderno proletariado, poderoso y centralizado, futuro enterrador de la sociedad burguesa.

La revolución nacional china desde el principio debió cumplir su tarea histórica de desarrollar el capitalismo, de favorecer el comercio y la industrialización del inmenso país, dominado por un desmesurado y atrasado mundo rural. Aunque traidores y falsificadores han anunciado la “construcción del socialismo” en China y en otros lugares, nuestro Partido siempre ha respondido que tal “socialismo” no podría significar más que la acumulación de capital y la extensión de una economía de mercado.

Subrayamos sin embargo, el gran significado histórico de aquellos eventos, y la figura de Mao fue parte de este gran proceso histórico. El “pensamiento de Mao” no era más que la expresión de la revolución democrático-burguesa en China y de la contrarrevolución proletaria mundial.

El proceso de acumulación de capital en China tenía como premisas materiales necesarias la unificación nacional, la constitución de un mercado interno para el intercambio mercantil entre la ciudad y el campo, el desarrollo de relaciones económicas capitalistas, basadas precisamente en el trabajo asalariado, asociado y mecanizado, en la perspectiva de la verdadera y propia industrialización. Por lo tanto, el programa económico de Mao esencialmente consistió en la estatización de las grandes empresas y de los bancos y la implementación de la reforma agraria. A pesar del extremismo del verbo maoísta, que exaltaba la vía china al socialismo, saltándose la fase capitalista, era un programa que correspondía exactamente al programa de la revolución democrático-burguesa. El programa maoísta se diferencia ligeramente de aquel del Kuomintang, añadiendo a los “tres principios del pueblo” de Sun Yat‑sen (nacionalismo, democracia y bienestar) algunas medidas como la jornada laboral de ocho horas y una reforma agraria que fue llamada “radical”.

La reforma agraria

El primer acto importante de la República Popular China fue, de hecho, la Ley Agraria de junio de 1950. Esta reforma era perfectamente compatible con el régimen burgués. Mencionamos el primer artículo que no deja ninguna duda al respecto: “El régimen de propiedad de la tierra por parte de los campesinos será instaurado para liberar las fuerzas productivas en el campo, aumentar la producción agrícola y preparar el camino para la industrialización de la nueva China”.

Inicialmente, la reforma pareció realizar el sueño milenario de una repartición igualitaria de la tierra. La nueva ley garantizaba a cada individuo que cumpliese los 16 años, un mínimo de 2 a 3 mu de tierra (una mu equivale a alrededor de una quinceava parte de una hectárea) dependiendo de las regiones. En la práctica, una familia de cinco personas debía poder tener, por lo tanto, alrededor de una hectárea. Las asignaciones de tierras también dieron al nuevo propietario los derechos de compra, venta y alquiler. La distribución de la tierra se hizo principalmente a expensas de los terratenientes, cuyas tierras, animales de tiro, equipos agrícolas, excedentes de granos y de construcciones rurales fueron confiscadas sin compensación (conservando, sin embargo, el derecho a recibir, como todos, de 2 a 3 mu de tierra). Salvo en casos excepcionales, la tierra de los campesinos ricos, cultivadas por ellos mismos con la ayuda de mano de obra asalariada, y también sus otros bienes, estaban protegidos y no podían ser tocados, así como protegidos estaban todos los pequeños lotes de terreno de su propiedad y dados en alquiler. Mientras que las tierras de los campesinos medios, incluidos los más ricos de ellos, eran inviolables sin excepción alguna. De esta forma, casi la mitad del área cultivada (47 millones de hectáreas) se repartió entre 300 millones de campesinos, algo más de 0,15 hectáreas cada uno, apenas 2,3 mu.

Pero la repartición de la tierra no podría ser para China la solución a la cuestión agraria. Durante siglos, el campo chino estuvo extremadamente parcelado: de hecho, la tierra, aunque pertenecía a un pequeño número de terratenientes, se alquilaba en pequeños lotes a los campesinos. La tierra estaba ya dividida, y una nueva repartición masiva no habría resuelto ningún problema. Por esta razón, hasta 1927, la reivindicación del proletariado revolucionario había sido la de la nacionalización, lo que habría facilitado la formación de grandes empresas estatales dirigidas por trabajadores asalariados y con el empleo de medios técnicos modernos. La consigna de acción de la repartición era la típica reivindicación de los campesinos medios, es decir, aquellos campesinos que ya cultivaban un pequeño lote de tierra y que querían liberarse de la pesada renta debida al propietario. Con la reforma, la renta fue reemplazada por un impuesto estatal que ascendía al 17‑19% del valor de la cosecha.

Si la reforma agraria había eliminado a los propietarios terratenientes y parte de los campesinos ricos, con la distribución de toda la tierra de los primeros y parte de la tierra de los segundos, liberando así a los campesinos arrendatarios de la necesidad de pagar las cuotas de renta al propietario del terreno, tales innegables ventajas no podían llevar a cabo la más mínima modificación de las relaciones de producción en el campo, precisamente por la excesiva parcelación de la gestión agrícola y por el atraso extremo de la estructura técnica y de los métodos de producción agraria que chocaban con la necesidad de acumulación de capital.

La división de la tierra, si bien llevó a una mejora inmediata de las condiciones de vida de los campesinos, no provocó ningún aumento de las fuerzas productivas y no puso a disposición los excedentes agrícolas. Los campesinos se preocuparon sobre todo, de alcanzar un mejor nivel de vida y la conducción de las pequeñas parcelas se mantuvo con los métodos de atrasos en uso durante milenios. Así que cuando el Estado burgués ganó dinero, el campo no sólo no respondió, sino que el excedente agrícola (estimado en cerca de 30 millones de toneladas de cereales) fue absorbido por los campesinos. Sin embargo, ya aparecían signos significativos de polarización social, con la compra‑venta de tierras, la usura, etc.

La ilimitada pequeña producción familiar campesina se había convertido en el pantano que bloqueaba los proyectos de rápida industrialización. La baja productividad de gestión agrícola parcelada era incapaz de llevar a cabo plenamente y sin rodeos la tarea burguesa de formación y el desarrollo del mercado nacional, no era capaz de proporcionar a la ciudad plusvalor y excedentes de productos agrícolas, necesarios para la industrialización y alimentar un creciente ejército de proletarios. La industrialización se estaba frenando por el campo atrasado, sin máquinas ni capitales.

Ya sea para superar estos hechos materiales desfavorables, o sea por temor a no ser capaz de controlar las diferencias sociales que se manifestaban en el campo, a mediados de los años cincuenta el régimen puso en marcha el movimiento de las cooperativas y de las Comunas. Las impactantes campañas masivas que se organizaron se inspiraron en los viejos principios, siempre presentes en la milenaria historia china: la comunidad es superior al individuo y la supremacía indiscutible pertenece al Estado central. Pero el punto fundamental sobre el que se basaban estas iniciativas era de haber identificado la única riqueza de la atrasada China en sus millones de hombres. Se hizo aprovechando la energía y los intereses directos de las masas campesinas, que fueron invitadas a actuar en una nueva e inmensa tarea: no proporcionar al Estado central plusvalor y más alimentos para el desarrollo del sector industrial, sino entregarlo, en su reemplazo, a una pequeña industria local que utilizaría los recursos técnicos disponibles allí y la fuerza de trabajo excedente del trabajo en los campos y en los establos.

Pero las dificultades de las comunidades campesinas para responder a estas nuevas tareas no sólo no produjeron capitales excedentes, sino que a menudo fueron un completo fracaso. También, por las malas condiciones meteorológicas y climáticas, se desembocó en un desastre que causó nueva hambruna y miseria. Las fuerzas productivas, las cuales no estaban hechas para dominar la voluntad de los gobiernos ni la personalidad de hombres más o menos grandes, impusieron su ritmo; un brusco contragolpe sacudió a un régimen que hasta entonces se había mantenido estable en el poder. El fracaso de estas gigantescas campañas de masas, el Gran Salto Adelante y el movimiento de las Comunas, trajo como consecuencia una primera amarga crisis en el régimen de Pekín, pero, tal vez por la fuerza y ??el prestigio de la gran victoria de la década anterior, logró mantener íntegra y sólida su estructura de Partido y de Estado. Mao Zedong tuvo que entregar el cargo de Presidente de la República a Liu Shaoqi, lo que no era una simple sustitución de hombres, al contrario era la manifestación inicial del choque de enormes fuerzas sociales que por casi veinte años, con acontecimientos más o menos cruentos y espectaculares, incluida la llamada Revolución Cultural, habría recorrido los inmensos espacios de China.

El fracaso de esa primera movilización maoísta volvió a dar fuerza a la tesis ya establecida en los años cincuenta y calificada como “correcta”. El problema más profundo y, ciertamente, más amenazante para el crecimiento y desarrollo de China desde la fundación de la República era una estructura de la sociedad todavía predominantemente agrícola. En ella dominaban formas de autosuficiencia alimentaria y artesanal de los pueblos, que impedían la fluidez necesaria en el suministro de materias primas a la industria. Para la industria era necesario que aumentase la productividad del mundo agrario y que éste produjese para el mercado y no para el consumo directo. Por otro lado la industria nacional, a causa de su insuficiente desarrollo, era incapaz de proporcionar al campo las herramientas necesarias para aquella mecanización y modernización, que habría podido permitir un aumento de la productividad.

La superación del retardo del desarrollo industrial en China tuvo entre sus supuestos la expropiación de decenas de millones de campesinos, obligados a abandonar la tierra, y, privado de medios de sostenimiento, establecerse en la periferia de la ciudad, iniciando así su proletarización. Sin embargo, un proceso rápido en este sentido, aterrorizaba al Partido Comunista al poder, por la dificultad para gestionarlo y controlarlo, evitando poner en peligro el orden constituido.

Para resolver este problema, ya a partir de los años cincuenta existían dos tendencias principales dentro del PCCh: una más decidida a ponerse rápidamente a la cabeza de la cuestión agraria procediendo con las reformas necesarias para introducir el sistema capitalista también en la agricultura; la otra más preocupada por los efectos que estos podrían haber provocado, más conservadora y menos apresurada para implementarlas. Esta última tendencia no olvidaba que el reciente ascenso al poder del PCCh había sido posible gracias al apoyo decidido de los campesinos, cuyo apoyo no podían perder. Esto había intentado con el Gran Salto Adelante para alcanzar la meta de la industrialización por la vía “campesina”, a través de movilizaciones forzadas y gratuitas de fuerza de trabajo, movilizaciones que requirieron, no por poses estéticas sino para una necesidad íntima, una sociedad fuertemente igualitaria y absolutamente colectiva, que combatiese todo “individualismo” y evitase la polarización social.

La llamada tendencia de “derecha”, más abierta a la necesidad de introducir reformas, sostenía que, dado que el Estado no estaba en capacidad de financiar la introducción de capitales en el campo sino en medida totalmente insuficiente, tendría que ser una parte de los campesinos la que cumpliría esta tarea histórica, enriqueciéndose con tierras, máquinas y capital. Por lo tanto, habría invitado a los campesinos a comerciar y enriquecerse de modo que el Estado, a través de los impuestos y las deducciones, podría a su vez fortalecer su aparato de control y mantener en sus manos las palancas formidables del monopolio del comercio de cereales y de los permisos de residencia y de desplazamiento de la población para evitar un urbanismo excesivo e incontrolado.

Las dos líneas que se enfrentaron, aunque se definieron de izquierda y de derecha, correspondían ambas a las exigencias de la economía nacional, a la necesidad de desarrollar el capitalismo y ambas eran líneas burguesas. A pesar de las diferencias, coincidían en la necesidad de asignar todos los recursos a la reproducción y la acumulación de capital. Posteriormente podemos afirmar que la llamada línea de “derecha” vislumbró una perspectiva de industrialización más segura y más rápida, decidida a precipitar rápidamente una buena parte de la inmensa clase campesina en el círculo infernal de la proletarización y del trabajo asalariado. Significaba sin duda el regreso de la empresa privada al campo, con plena libertad de vender la tierra, de comprarla, de darla en alquiler, para facilitar una relativamente rápida ruina y expropiación de la mayoría de los campesinos, con una formación, al final, de una agricultura moderna, mecanizada, fundada en grandes empresas bajo gestión privada.

La Revolución Cultural en la segunda mitad de los años sesenta significó, por otro lado, el intento de la línea más conservadora, de frenar a los reformistas, que fueron expulsados ??de sus posiciones de dirección. Las afirmaciones propagandísticas y las frases célebres debieron ser descifradas en el contexto de la lucha entre las fuerzas económicas en curso: fue llamada Revolución Cultural porque eran los ambientes pequeño burgueses estudiantiles y de los profesores los que más la acogieron y se movilizaron de la fracción maoísta del partido y del Estado.

Para el afianzamiento definitivo de la línea “reformista”, China debió esperar el XI Congreso del PCCh en agosto de 1977, que marcó el ascenso al poder de Deng Xiaoping. Así concluía la épica romántica de la revolución nacional china, que durante más de 60 años sacudió a éste inmenso país, y se abrieron para China páginas mucho más pragmáticas. Una vez resguardados mitos e ilusiones, se afianzó el único imperativo categórico de producir más, del desarrollo de las fuerzas productivas, de la reducción del tiempo y de los costos de producción, de la extensión constante y segura del capital en el mundo rural, inmenso y en buena medida por subvertir y proletarizar. Esta etapa ha representado, en ausencia de un movimiento proletario victorioso en los países capitalistas maduros, un paso necesario para la ruptura de las relaciones de producción y las formas de propiedad pre‑capitalistas, que eran un obstáculo para un mayor desarrollo de las fuerzas productivas; pero todo esto a costa de un viaje empapado de dolor y sangre para las generaciones proletarias que lo sufrieron.

Xi Jinping y el imperialismo chino

La China de hoy ha concluido este grandioso proceso de desarrollo de las fuerzas productivas, se ha convertido en la “fábrica del mundo”, el mayor exportador mundial. Hoy, China puede proyectar su fuerza económica y militar más allá de las fronteras nacionales, y se presenta en el mercado mundial como un bandido entre los bandidos, en búsqueda de materias primas y de nuevos mercados. Ha comenzado a redefinir las relaciones con los otros Estados, no sólo con sus vecinos, basta mencionar las tensiones en el Mar Chino meridional y oriental, sino que amenaza directamente la primacía del máximo imperialismo del mundo: los Estados Unidos de América. El imperialismo chino intenta redefinir los equilibrios mundiales, expandirse, y es inevitable que esta poderosa fuerza se traduzca en reflejos ideológicos y requiera la teorización de las nuevas formulaciones para el Partido Comunista en el poder en China.

El último congreso del PCCh confirmó a Xi Jinping como el líder del Partido y del Estado, e incluso acrecentó el mito. Pero, al igual que sus ilustres predecesores, Xi no es otra cosa que el producto de una determinada situación social, de un determinado nivel de desarrollo de las fuerzas productivas a las cuales, más allá de sus dotes personales, no se puede oponer. El llamado “pensamiento de Xi” no puede hacer otra cosa que sintonizarse con el poderoso recorrido histórico que testimonia China al final del período en el que era necesario “mantener un bajo perfil” y el comienzo de una nueva fase histórica, la tercera después de la de Mao y de Deng, la de explotar los intereses del imperialismo chino.

Como se formuló en el Congreso, el pensamiento de Xi está compuesto de “14 principios” que expresan claramente la maduración imperialista de China y su aspiración de convertirse en una potencia mundial. El “sueño chino” del “resurgimiento de la nación”, retórica propia de todos los líderes chinos a partir de Sun Yat‑sen en adelante, se entiende hoy como un retorno al papel de potencia mundial después de las humillaciones sufridas entre los siglos XIX y XX; en torno a tal concepto gira el “pensamiento de Xi Jinping” sobre el “socialismo con características chinas para una nueva era”.

La nueva Ruta de la Seda

Enorme importancia es atribuida al proyecto de la Nueva Ruta de la Seda (Belt and Road Initiative, BRI), las nuevas rutas comerciales que desde China atravesarán Asia arribando al corazón de Europa. Este proyecto fue incluido explícitamente en el Estatuto del Partido, entre los “14 Principios”, para subrayar la relevancia en el “sueño chino” del “resurgimiento de la nación”.

Pero la China de hoy no solo debe encontrar mercados donde vender la inmensa cantidad de mercancías que produce, también necesita invertir en el exterior el capital acumulado y ya excedente. Sus reservas en moneda extranjera se estiman en alrededor de 3 billones de dólares; el proyecto BRI permitiría invertir parte de estos capitales en la construcción de infraestructura en muchos países atravesados, 65, que hospedan más de la mitad de la población mundial, tres cuartas partes de las reservas de energía y un tercio del producto interno bruto global. El enorme proyecto, según Morgan Stanley, requerirá 1,2 billones de inversiones en carreteras, ferrocarriles, puertos, redes eléctricas ... El BRI representaría el más grande proyecto de inversión jamás hecho antes, superando, ajustado a la inflación, al menos 12 veces, al famoso Plan Marshall. Un plan Marshall global.

China ya se ha dotado de los instrumentos financieros necesarios con la creación del Silk Road Fund y del dell’Asian Infrastructure Investment Bank, pero cualquier entidad pública o privada en el mundo que tenga interés es llamada a participar en el proyecto (por ejemplo, durante la visita de Trump a China fue firmado un acuerdo entre la norteamericana General Electrics y el chino Silk Road Fund).

Además del enlace terrestre entre China y el norte de Europa, con derivación del Asia Central al Medio Oriente, con el desarrollo de una franja comercial a través de toda Asia, está prevista una ruta marítima, la 21st Century Marítime Silk Road, una serie de puertos de apoyo que conectará los puertos chinos con los del sur de Europa a través del Mar del Sur de China y el Océano Índico. Estas infraestructuras reducirían significativamente el tiempo de transporte de las mercancías Europa‑China, actualmente de 19 días por ferrocarril y 29‑35 por mar.

Las tensiones recientes
¿Podrá China realizar su proyecto?

La expansión de China entra en conflicto, primero que todo, con el imperialismo estadounidense. Los proyectos chinos no se refieren exclusivamente a aspectos económicos, tienen consecuencias estratégicas de gran alcance en cuanto a la inversión china en otros países, el financiamiento de grandiosas infraestructuras para permitir a China expandir sus intereses económicos en el extranjero, haciendo entrar en su esfera de influencia política los países involucrados. Es una clara respuesta al Pivote para Asia, la estrategia de los Estados Unidos para contener el ascenso económico y militar de China en el Extremo Oriente, prevé la consolidación de las relaciones con los Estados que perciben a China como una amenaza: Japón, India, Corea del Sur, Vietnam, Filipinas, Australia.

Con sus proyectos, China no se dirige exclusivamente al área continental euroasiática, sino que Pekín, como hemos descrito en artículos precedentes, reivindica el control de gran parte del Mar Chino Meridional, compitiendo con la soberanía de los otros países ribereños, Vietnam, Filipinas, Taiwán, Malasia, Indonesia. Con este fin, China está construyendo islas artificiales con fines militares en estas aguas, en los archipiélagos de Paracel y Spratly. El objetivo es proteger la costa de posibles ataques y controlar el tránsito de buques mercantes a China. Una China en ascenso no puede tolerar indefinidamente la intrusiva presencia militar de los EEUU en esas aguas.

Por otro lado los Estados Unidos se oponen a China en el área, ya sea manteniendo una consistente fuerza militar en las bases del Pacífico, o sea tratando de reforzar sus históricas relaciones y alianzas con los Estados asiáticos que se sienten amenazados por China.

En su viaje a Asia en noviembre de 2017, el viaje más largo realizado por un presidente estadounidense en los últimos 25 años, Trump ha hecho escala en Japón, Corea del Sur, China, Vietnam y Filipinas, viaje que tenía como principal objetivo tranquilizar a los aliados y reafirmar el compromiso estadounidense en la región.

Trump también hizo una parada en China, donde se encontró con Xi Jinping. Pero, además del despliegue de la guardia de honor, el menú del banquete y el itinerario de la visita a la Ciudad Prohibida, los dos “grandes líderes” no tienen muchas más posibilidades de influir en el curso de los acontecimientos. La región Asia‑Pacífico representa el corazón latente de la economía mundial, es en esta área donde los contrastes entre los imperialismos serán más encendidos, es aquí donde se desatará la confrontación directa entre China y Estados Unidos.

Por el momento, estos contrastes se arriesgan a explotar dramáticamente con la cuestión de Corea del Norte. Los Estados Unidos, amenazando acciones comerciales contra China, intentan obligarla a poner freno a las ambiciones nucleares de Corea del Norte. Pero, aunque de un lado Pekín no puede ir demasiado lejos al adoptar medidas drásticas contra Corea del Norte, porque no quiere un colapso de ese régimen, por otro lado, Pyongyang continúa con sus pruebas misilísticas y nucleares para garantizar su propia seguridad. Una última prueba de misiles tuvo lugar el pasado 28 de noviembre. El lanzamiento, que ocurrió después de más de dos meses del anterior, provocó que la tensión aumentara en el área, tanto que se habló de guerra. En varias ocasiones se ha informado preparativos militares chinos en vista de un posible enfrentamiento entre USA y Corea del Norte. China continúa promoviendo el diálogo entre los dos países, está tomando contramedidas en la frontera entre China y Corea. En los últimos meses ha habido una aceleración de las actividades chinas en esta parte del país, que involucró el aumento de tropas y la realización de ejercicios militares. Mientras tanto, los medios chinos hablan de un posible conflicto inminente en la península de Corea.

La cuestión de fondo es que el nacimiento de un nuevo gran imperialismo ha trastornado los equilibrios globales y ha puesto a la orden del día una nueva repartición del mundo, en la que el imperialismo chino aspira a tomar el puesto de los Estados Unidos. Esto es esencialmente el “sueño chino” y para realizarlo, los proletarios chinos serán llamados a derramar su propia sangre por la patria.

La constante alarma de una inminente guerra en Corea lanzada por los medios de comunicación de los diversos países implicados, aunque por ahora pueden responder solo a la propaganda, sin embargo, sirven para preparar a los trabajadores para el momento en el que serán llamados a sacrificarse por “la salvación de la Patria”, cuando ésta los llamará a las armas. El proletariado chino, como el de los de otros países, no tienen que tomar partido en apoyo de su propio imperialismo, el “sueño” del que hablan los líderes chinos no es más que una ilusión para desviar a los proletarios de la lucha por sus propios intereses, para frenar las luchas reivindicativas que crecen cada vez más. Por el contrario, deben continuar extendiendo la lucha por aumentos salariales, por la reducción de la jornada de trabajo, por la libertad de asociación y de huelga, dando impulso a la organización de clase, al renacimiento de los sindicatos de clase, y reconectándose con el programa del comunismo revolucionario.

El joven proletariado chino tiene una gloriosa tradición a la cual remontarse, debe retornar a los métodos de lucha y de organización de sus primeras generaciones obreras. En los años veinte, el proletariado chino, a pesar de su escasa consistencia respecto a las masas campesinas, se puso a la cabeza de la revolución. Los sindicatos, casi inexistentes en China antes de los años veinte, se formaron en aquellos años, llevando a cabo luchas y huelgas que fueron verdaderas guerras de clase, que dejaron en el campo tanta sangre obrera como también una enésima confirmación histórica de que el proletariado puede luchar por el poder y vencer, como sucedió con la victoriosa insurrección de Shanghai hace noventa años.

Hoy en China, el desarrollo del capitalismo ha disgregado el campo chino y amasado a los proletarios en cientos de gigantescas metrópolis industriales, creando cientos de Shanghai. Para estos proletarios, el “sueño chino” del “resurgimiento de la nación” significa solo la pesadilla de la explotación por el Capital, seguros de que mañana la Patria los llamará a derramar sudor y sangre.

La respuesta tendrá que ser, como en Shanghai en 1927: guerra de clases por el abatimiento del régimen capitalista y la toma del poder. De esa insurrección, la historia no ha transmitido “ningún nombre” ilustre para conmemorar, ningún “gran jefe” para ser idolatrado. Los proletarios anónimos lucharon, por sus propias organizaciones de clase y su Partido. Esta es una enseñanza que no debe olvidarse. Dejamos a la vil e impotente burguesía el culto de sus homúnculos. El proletariado, para vencer, no espera la llegada de ningún gran líder. Como lo hemos afirmado una y otra vez: la revolución se levantará de nuevo, anónima y tremenda.

 

 

 

 

 

 

 


Israel
La lucha de los trabajadores portuarios
Una pequeña muestra de la democracia burguesa israeli

Casi cinco años lleva el sindicato de los trabajadores portuarios – organizado en la Central Sindical Histadrut – negociando un acuerdo sobre la reforma de los puertos sin ningún resultado. Mientras el tiempo pasa, los obreros ven avanzar a grandes pasos la construcción de dos nuevos puertos que, en manos privadas, están programados para abrir operaciones en el 2021, al lado de los viejos puertos estatales. El malestar general, la precarización del trabajo y la amenaza del despido acechan sobre las cabezas de los proletarios portuarios.

La reforma de los puertos, prevé una disminución de los puestos de trabajo, una renovada competencia capitalista de los dos nuevos puertos a manos privadas – más modernos y eficientes – el traspaso de la potestad de la unidad encargada de la entrada y salida de los buques al puerto, la disminución de las condiciones salariales de los proletarios incluyendo los bonos, las flexibilidad del despido, la inversión para la competitividad, la cantidad e intensidad de trabajo y la seguridad en el puesto de trabajo.

Uno de los sectores más estratégicos de la economía israelí, el puerto de Ashdod ha reportado solo en el último año un balance con ganancias por más de 200 millones de shekels israelíes. Es además una de las bases de mayor fortaleza de la central de trabajadores Histadrut, y del movimiento sindical israelí en general, con una afiliación muy cercana al 100%.

El pasado mes de abril, los proletarios hartos de la negociación sin resultados, cuando el tiempo avanza al punto de llegada, e incluso se prevé la apertura de los nuevos puertos privados antes de lo previsto, la paciencia de los trabajadores ha colmado. La gota que ha derramado el vaso, han sido dos factores: Primero, la difusión de un audio entre los trabajadores donde el encargado de la Histadrut en el campo de transportes, deja entrever que es posible que no se pueda obtener las demandas planteadas y prometidas en el Contrato Colectivo, que es mejor no comprometerse a ningún acuerdo, e incluso la disposición del sindicato a capitular por mucho menos.

Segundo, un decreto judicial que obliga a los trabajadores a retomar una determinada cantidad e intensidad del trabajo por medio de una orden judicial.

Durante la última semana de Abril, y comienzos de Mayo, se produjo un decaimiento en la producción de casi el 20% en relación al año anterior, un aumento de un 39% en el tiempo de tratamiento y manejo de la mercancía que llega al puerto. Esto se traduce en una intensidad de trabajo disminuida, que ocasiona pérdidas a la patronal.

Todos estos datos de la patronal, preparados a sueldo por un “profesor” en estadística, fueron la base que presentaron ante el juzgado como prueba de un supuesto sabotaje del trabajo, para obligar a los trabajadores a “normalizar” la producción, es decir implantar mayor intensidad del trabajo, por lo que han apelado al juzgado procesal!, con la acusación de estar llevando a cabo una “huelga a la italiana”. El juzgado emitió un decreto ordenando a los proletarios no ejecutar ninguna medida de fuerza mientras dure el proceso de negociación, un proceso que parece no tener fin, pero de resultados finales obvios. Es entonces cuando la rabia proletaria estalla.

El 9 de Mayo, los proletarios portuarios de Ashdod y Haifa, se lanzaron a una huelga inmediata, sin aviso previo, sin consultar con la central sindical, simplemente abandonaron el puesto de trabajo de manera organizada hasta paralizar las operaciones de forma total sin establecer ningún límite de tiempo, y en contra del decreto de fuerza del juzgado burgués.

La burguesía israelí entró en pánico. En la patronal hablan de pérdidas de casi 500 millones de shekels, del “daño a la economía israelí”, de la ilegalidad de la huelga, del material dañado e irrecuperable que llegó a cantidades inimaginables, de la ley y el Estado de derecho, de la democracia burguesa, del respeto al patrón, del Estado como protector de los ciudadanos, de la Histadrut como necesario colaborador, en otras palabras de todo el poder de la burguesía amenazada. Corrieron hacia el juzgado a criminalizar a los huelguistas, los proletarios portuarios no estaban dispuestos a retroceder en este punto.

El juzgado burgués, miembro del aparato de dominación capitalista “ilegalizó” la huelga, ordenó de “forma inmediata paralizar la medida de fuerza”, “normalizar el trabajo”, e incluso ordenó a la central sindical Histadrut, su cómplice directo en la represión de la lucha clasista, a “aplicar su fuerza organizativa para reconducir a los trabajadores a sus puestos de trabajo”. Una semejante confesión solo se puede entender por la desesperación de la burguesía!, los trabajadores organizándose y actuando con medidas y métodos de lucha de la clase proletaria, con autonomía y en contra de los deseos de los sindicatos vendidos al Capital, se presentan como clase en sí, enfrentada directamente a todo el artilugio ideológico y represivo de la burguesía, su clase enemiga, que va desde la central sindical colaboradora con el Estado, pasando por los medios de comunicación, los periodistas de medio pelo, los “profesoritos” de la clase media, hasta llegar a la represión misma, dígase juzgado penal, policía… y, si es necesario, ejército y cárcel.

Es así que el siguiente día, 10 de Mayo, y ante la resistencia de los proletarios a regresar al trabajo el juzgado burgués ordenó a la policía, la búsqueda y captura de los dirigentes del sindicato de trabajadores portuarios como responsables directos de la continuidad de la huelga, y por su inasistencia y rebelarse a la citación judicial. Para el encargado de la central sindical Histadrut en el área de transportes, los dirigentes del sindicato “estaban inubicables”, más cuando fuera posible el sindicato “colaboraría con todos los medios disponibles para llegar a las conversaciones con los dirigentes”. El juzgado burgués, baluarte de aquella izquierda burguesa y de la supuesta democracia se ensaña con todas sus fuerzas contra los que osan romper con la ley y el orden burgués, el régimen de explotación, criminalizando y atacando con la represión, la disposición del proletariado a la lucha. “Lo que ha ocurrido aquí es algo impensable en un Estado de derecho”, “cuestión no particular sino de índole nacional” – por no decir de clase! – “algo que no se puede pasar en silencio”. Ciertamente que el proletariado israelí se encuentre con los métodos de lucha de clase, y vea en perspectiva, que sus intereses particulares están opuestos a los intereses de la burguesía, es algo impensable y extremadamente peligroso para el Estado Israelí.

El juzgado multó a los líderes con sumas extraordinarias, de casi 25.000 euros por dirigente, ordenando a la policía encontrar y traer al juzgado a los dirigentes con la amenaza de la cárcel, el aumento de las multas por cada hora que continúe la huelga, y con la ayuda de la central de trabajadores Histadrut, que en ningún momento intentó proteger a los líderes del sindicato ni a los trabajadores del ataque patronal, demostrando una vez más toda la vileza de este sindicato corrupto y vendido al Capital, que incluso ha hecho una confesión de su dirigente, “Para la Histadrut el Estado de derecho y el respeto a la ley son el principio fundamental”, por sobre la defensa de las condiciones de vida y trabajo de los proletarios, agregamos nosotros.

De ahí que el camino hacia la reanudación del trabajo y el cese de la huelga fue facilitado. El 12 de Mayo, luego de tres días de huelga y en una maratónica jornada en el juzgado, bien entrada la noche, con cientos de proletarios manifestando fuera del juzgado enfrentándose con los dirigentes de la central sindical, se dio por concluida la medida de fuerza, y aunque puede que hoy la huelga haya sido derrotada, esto fue más que nada gracias a la pasividad y complicidad de la central sindical al servicio de la patronal, la Histadrut. Una acción como esta, una acción de lucha con métodos clasistas, es por sí misma un triunfo para el proletariado israelí, clarificando así que la democracia no es más que otra cara del dominio político burgués, que está dispuesto a utilizar todos sus mecanismos represivos para contrarrestar cualquier tipo de sublevación de su enemigo más temido, el proletariado, y que la Histadrut es un escollo en el camino, más que una organización efectiva en la lucha de clases.

Sera necesario así, que el proletariado sublevado se desligue de las organizaciones que no velan por sus intereses de clase particulares, sino por los intereses de los enemigos, de la patronal, del Estado democrático y sus leyes. Y con un sindicato de clase, con métodos de lucha clasistas, mediante una lucha abierta por sus condiciones de vida y trabajo, utilizando todos los métodos a su alcance: la huelga sin preaviso, sin servicios mínimos, total e indefinida, podrá alcanzar los objetivos no en el marco de la legalidad, sino en el marco de la correlación de fuerzas de clase; y es que la cuestión de la legalidad no es una cuestión de justicia, sino de fuerza entre las clases. A través de este largo camino que tendrá que recorrer el proletariado israelí, terminará de comprender que todas estas ilusiones democráticas no son más que la ideología dominante, y que sus intereses están opuestos a los de esta sociedad cada vez más hundida en crisis y guerras, que los proletarios no tienen nada que perder con la destrucción de cualquier Estado, y que como clase para sí, tienen todo el mundo por ganar.

La patronal todavía sigue quejándose de una disminución en la producción, de la continuación de una “huelga a la italiana”. Los dirigentes del sindicato hablan de que están a punto de perder el dominio sobre los trabajadores, que bienvenido sea y mientras más pronto mejor, estamos atentos a ello.


La burguesia israeli impulsa el cambio de inmigrantes africanos por otros mas baratos, con la complicidad de los sindicatos del regimen

El proletariado inmigrante en Israel, la gran mayoría procedente de Africa (refugiados de la guerra y matanza capitalista), se ve hoy amenazado por una campaña por parte de la burguesía israelí, que busca su expulsión a un tercer país – léase Rwanda o Uganda – o su encarcelamiento indefinido. Más allá de las vociferantes palabras racistas de un sinnúmero de políticos – que pareciese que el único racismo que conocen es el antisemitismo – y de su hipocresía, expulsan familias proletarias radicadas en Israel para traer proletarios de otros países de forma temporal y a más bajo costo. Las marchas en nombre del humanitarismo de la izquierda burguesa (independientemente de la motivación de sus participantes) son inútiles y no impedirán que se concrete la expulsión, y que los ataques racistas logren su cometido.

Es indiscutible el silencio de los sindicatos traidores al proletariado. Ningún sindicato ha intentado hablar de este tema hasta hoy en términos de clase. Ni siquiera la central de trabajadores Histadrut, el más importante sindicato en Israel. Nacida como central obrera de corte vertical, relacionada con la política sionista de colonización, no sorprende que hoy, con proletarios estando en riesgo de muerte, mantenga un silencio total y traidor; no sorprende, pues se podría decir que el silencio ante estos temas es su modus operandi.

A los que han escrito alguna suerte de apoyo, les ha tomado mucho tiempo “descubrir” que los inmigrantes también son proletarios!, sin salir de la dicotomía entre trabajadores locales o inmigrantes. A lo máximo que han apelado es al humanitarismo, tan estéril como impotente.

Es defendiendo a las capas más bajas como el proletariado se defiende a sí mismo. Son estos proletarios “ilegales”, aunque sometidos a la muy legal explotación, los que hoy ven peligrar su existencia física. Pero mañana serán, uno a uno, los proletarios autóctonos, los que han de pagar con hambre, represión y guerra. Son las organizaciones de rompehuelgas y asimiladas al régimen, las enemigas más importantes para la reanudación de la lucha de clases en Israel y en todo el mundo.

Nosotros materialistas, sabemos que no existe forma de frenar el renacimiento del movimiento proletariado, porque es el capitalismo mismo el que lo produce, y que cuando rebrote habrá de ser el catalizador de un proceso que, en la lucha codo a codo entre proletarios, hará nacer el sentimiento que acabará con la distinción entre judíos y árabes, negros y blancos, autóctonos e inmigrantes. Es en la lucha de clase donde nace la solidaridad de clase, y esta solidaridad entre proletarios es la base material del comunismo futuro.

Es en esta perspectiva que todos los que se sensibilizan ante la situación de los proletarios inmigrantes, pueden actuar efectivamente. Y de alcanzarse esto, tendrá un empuje gigante a la reanudación de la lucha de clases a nivel mundial.

 

 

 

 

 

 

 


Actividad del movimiento obrero en America

En el continente americano los trabajadores y sus organizaciones de lucha económicas se encuentran bajo el control político de los partidos de la burguesía, en sus diferentes variantes, ya sea de partidos o movimientos de discurso abiertamente de derecha o de la izquierda reformista, que se autoproclama socialista y radical, pero que es uno más de los pilares de la explotación capitalista.

Los sindicatos del régimen en todos los países del continente, aun reflejando las diferentes posturas políticas de los partidos que intervienen en el movimiento obrero, coinciden todos en su labor desmovilizadora, servil a los patronos y a las consignas de aumento de la producción y de la productividad.

La presión sufrida por los trabajadores por efecto de la agudización de la crisis capitalista y las medidas tomadas por cada gobierno para resguardar el poder burgués, la tasa de ganancia de las empresas y los intereses de las diferentes potencias imperialistas que invierten sus capitales en la región y que requieren las materias primas que aquí se encuentran (EEUU, China, Rusia, etc.), ha conducido a que las bases de algunos sectores del movimiento obrero se agiten y se propicien conflictos. La caída significativa del salario real de los trabajadores empuja a los asalariados a la lucha por aumento salarial. A los sindicatos del régimen no les ha quedado otra opción que ponerse a la cabeza de estos conflictos para poder reconducirlos hacia el carril de la paz laboral. Se propicia la salida electoral ante el descontento de las masas y la pérdida de popularidad de los gobiernos de turno. En toda América central y del sur los gobiernos burgueses impulsan reformas laborales que apuntan principalmente a contener los salarios reales, reducir los costos de los despidos, facilitar el empleo temporal e inestable y aumentar la edad de jubilación.

En Argentina el gobierno de Macri, como parte de sus acuerdos con el FMI, continúa haciendo ajustes a las tarifas de los servicios públicos, con lo cual se merma aún más los salarios de los trabajadores activos, pensionados y jubilados. El gobierno retomó el impulso a la reforma laboral, que tuvo que paralizar el diciembre de 2017, debido a la masiva movilización de los trabajadores. Como parte de las acciones que tiene previsto someter el gobierno al parlamento está la exoneración de pago de las multas y deudas de las empresas con la seguridad social. Adicionalmente el gobierno tiene previsto el “fomento del empleo juvenil”, con incentivos a las empresas que incorporen jóvenes y les brinden capacitación, convirtiéndose en la práctica en una fuente de fuerza de trabajo gratis para los empresarios. Así mismo el gobierno tiene previsto implantar medidas que le permitan a los empresarios abaratar los costos del despido de trabajadores.

Una parte de los sindicatos argentinos han planteado la movilización contra el “tarifazo” y contra la vuelta del gobierno al FMI, sin embargo no han puesto el mismo empeño en la lucha por aumento salarial. Continúa la ola de despidos. El gobierno de Macri ya ha acumulado unos 350.000 despidos, con lo cual queda clara la hipocresía de los planes de empleo anunciados. El Ministerio de Agroindustria despidió 565 trabajadores y la protesta contra los despidos fue reprimida. Antes del anuncio de estos despidos el Ministerio de Agroindustria ya despidió a 160 trabajadores en el 2016 y 330 en junio de este año.

Los trabajadores han visto derrumbarse su salario real ante el impacto de la inflación. La inflación correspondiente al mes de junio arrojó un incremento del 3,7% a nivel nacional. Lo que más aumentó fue el rubro “transporte” (5,9%), seguido por “alimentos y bebidas” (5,2%). Dos cosas de la que el trabajador no puede prescindir: la comida y el pasaje de tren, colectivo o subte para ir a su fábrica u oficina. La inflación acumulada en los primeros seis meses del año se ubicó en 16% mientras que en el acumulado de los últimos 12 meses alcanzó el 31%. De esta manera, la inflación acumulada del primer semestre de este año (16%) estuvo a 1 punto de la meta de inflación del 15% anunciada por el Banco Central de la República Argentina (BCRA) para el cierre del 2018. El gobierno de Macri autorizó solo los aumentos salariales que no superaran el 15% en todas contrataciones colectivas y en esto ha venido contando con el apoyo de los sindicatos del régimen; pero, con la depreciación del peso frente al dólar, ya se estima que al cierre del 2018 la inflación acumulada será mayor o igual al 40%. Sin embargo una parte de la patronal CGT comienza a plantear la exigencia de un aumento salarial de 27%, como una forma de ir anticipándose a los conflictos obreros que tenderán a tomar cuerpo próximamente. El Banco Central de la República de Argentina (BCRA) aumentó el tipo de interés de 45% a 60% con la expectativa de “frenar la inflación”, pero el peso argentino sigue devaluándose, acumulando en lo que va de año una devaluación de 68% frente al dólar, acelerándose la caída del salario real de los trabajadores.

El movimiento “Barrios de Pie” junto a otros movimientos sociales, cortaron el 15 de mayo un carril de la avenida Corrientes a la altura del Obelisco y desde allí marcharon hacia el Banco Central, donde instalaron ollas populares en rechazo a la solicitud del gobierno de un salvataje del FMI. Mientras tanto en los comercios se acelera el remarcaje de precios que comienzan a hacer cada vez más inalcanzables los productos de primera necesidad por parte de los trabajadores. Movimientos influenciados por el trotskismo vienen agitando promoviendo un Paro Nacional contra los tarifazos, contra el techo de incrementos salariales de 15% planteado por el gobierno, contra los despidos y contra la reforma laboral. Se han estado movilizando trabajadores de la educación y de los subterráneos (metro) entre otros. El salario real sigue cayendo y la moneda argentina sigue devaluándose frente al dólar estadounidense.

El gobierno suspendió la Mesa de Negociación Salarial con los docentes universitarios, luego de marcha realizada por los trabajadores en su quinta semana de huelga. La marcha de trabajadores universitarios concentró 300.000 personas en la Plaza de Mayo y sus alrededores y más de 200.000 en 70 localidades del país.

En Rosario los sindicatos están planteando un paro de 24 horas ante la ola de despidos en el parque industrial de esa región.

En Colombia la burguesía concentró la atención de las masas en las elecciones presidenciales del 27 de mayo y en las expectativas de pacificación de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Junto a la represión que caracteriza a Colombia, se ha impuesto un silencio mediático a los padecimientos de la clase obrera y a las iniciativas de lucha reivindicativa. El nuevo gobierno, presidido por Ivan Duque, continua con las políticas antiobreras y el distraccionismo en los medios de comunicación, explotando políticamente su confrontación con el gobierno venezolano y la numerosa afluencia de migrantes de Venezuela.

En Perú usaron algunas movilizaciones de masas como telón de fondo para destituir y cambiar al presidente. Los focos de distracción política para la clase obrera, se han mantenido con los escándalos de corrupción y renuncias de altos funcionarios del poder burgués.

En Brasil pretenden aglutinar al descontento de los asalariados en torno a la candidatura presidencial del oportunista Lula Da Silva que se encuentra preso por corrupción. El Tribunal Supremo Electoral negó la candidatura de lula Da Silva a la Presidencia de la República y el PT pretende que los trabajadores se movilicen contra esta decisión. Mientras distraen a las masas con el circo electoral el gobierno y el parlamento avanzan en la reforma laboral.

En Venezuela marcha el tic‑tac de la bomba de tiempo social. Se mantiene la inacción de los sindicatos. Las masas se encuentran adormecidas por la droga electoral. Las elecciones presidenciales se realizaron el 20 de mayo, ratificando como presidente a Nicolás Maduro (que era el resultado esperado).

El gobierno burgués en Venezuela anunció un conjunto de medidas anti‑crisis que conducirán a una mayor explotación de los trabajadores, aumentando las condiciones materiales para el surgimiento de las luchas de los asalariados. Entre las medidas destacan el desmontaje del control de cambio de divisas, la introducción de un nuevo cono monetario, la liberación de los precios de productos y servicios, el ajuste del precio de la gasolina en base a referencias internacionales, el aumento de los impuestos y un aumento del salario mínimo que, aunque nominalmente fue significativo, todo indica que será diluido rápidamente por la inflación, que sigue teniendo como combustible la escasez. No faltó entre las medidas el incentivo a importadores y trasnacionales petroleras con exoneraciones de impuestos. Ninguna de estas medidas va dirigida a favorecer a los trabajadores, pero la propaganda oficial insiste en hablar de “prosperidad económica” y de medidas “socialistas” y “revolucionarias”. El gobierno burgués viene promoviendo la organización de milicianos (civiles subordinados a los mandos militares) con la justificación de prepararse para la defensa ante una invasión de EEUU y sus aliados en la región. Con este discurso patriótico pretenden anular la reacción de la clase obrera ante el impacto de las medidas económicas.

Continúa la caída dramática del salario real y de devaluación real del bolívar frente al dólar estadounidense. Han comenzado a tomas cuerpo algunas luchas de trabajadores exigiendo aumento salarial. Destaca la huelga nacional de las enfermeras que exigen un aumento salarial y que han rechazado la oferta de bonos compensatorios que ha realizado el gobierno. Al conflicto de las enfermeras se han sumado los médicos. Así mismo se han cumplido protestas de los trabajadores del servicio eléctrico (Corpoelec) y se ha venido manteniendo un núcleo de agitación y movilización de trabajadores que podría terminar ampliando su radio de acción, uniendo a trabajadores en la exigencia de un salario que permita pagar la cesta básica y el rechazo a los bonos que ofrece el gobierno.

En Nicaragua, aunque el actual presidente fue electo en el 2017 con una alta votación, la oposición puso sobre la mesa la renuncia de éste o la realización de elecciones en el 2019, apoyándose en la revuelta de las masas por la reforma a la seguridad social y, aunque el gobierno dio un paso atrás en esta reforma, los acontecimientos han evolucionado hacia una confrontación violenta en todo el país, en la que el gobierno ha asesinado a más de 300 manifestantes y ha herido a más de 2.000. Las acciones de masas sirven de base a las negociaciones entre fracciones burguesas (gobierno y oposición), que a su vez están conectadas con el choque de intereses entre los capitales de EEUU y de China principalmente. Destaca la controversia por el proyecto de desarrollo de un canal interoceánico que atravesaría Nicaragua, que favorecería las rutas logísticas de China y entraría en competencia con el Canal de Panamá, controlado por EEUU. Los trabajadores asalariados nicaragüenses todavía no logran presentarse en la escena política como una clase con intereses propios y con consignas desligadas de la defensa de la democracia burguesa y de la patria.

En Chile trabajadores de la Compañía de Cervecerías Unidas (CCU) discutieron su convención colectiva, exigiendo mejora del salario y de las condiciones de trabajo.

En Estados Unidos la Corte Suprema dictaminó que los aportes obligatorios a los sindicatos del sector público son “inconstitucionales”. La Corte Suprema sentenció que los trabajadores de la administración pública no tienen la obligación de pagar cuotas si no desean adherirse a algún sindicato. La medida afecta a unos 5 millones de trabajadores. Por más de 40 años ha estado establecida la obligatoriedad de los trabajadores cotizar al sindicato mayoritario y único de su centro de trabajo. La afiliación sindical en Estados Unidos está concentrada en el sector público; sólo el 6,5% de los asalariados del sector privado está sindicalizado. Esta sentencia podría estimular la desafiliación sindical y/o las escisiones sindicales o surgimiento de varios sindicatos en un mismo centro de trabajo. Es todo caso el sindicalismo norteamericano mantiene todavía una condición patronal y desmovilizadora de los trabajadores asalariados.

Los Teamsters (camioneros) mostraron amplia agitación por la exigencia de mejoras en el contrato de trabajo. Sin embargo la UPS, el sindicato que los agrupa, ha sido un freno que ha terminado evitando la huelga, pese al respaldo dado a esta acción por los trabajadores en las asambleas. Los dirigentes de la UPS no solo no prepararon la huelga, sino que plantearon un acuerdo provisional con los patronos que incluye la introducción de “conductores híbridos” (los que realizan otras tareas además de conducir, por un salario más bajo), aumentos salariales insuficientes y semanas obligatorias de 70 horas.

 

 

 

 

 


Vida de partido
Reunión General del Partido
Génova, 29 septiembre - 01 de octubre 2017

La cuestión militar: La ruta de Caporetto

En esta reunión un compañero expuso las vicisitudes bélicas sobre el frente italiano y relativamente de los acontecimientos del año “crítico”, 1917.

En la primavera las operaciones del ejército italiano se reanudan en el altiplano de Asiago, con la idea estratégica de sortear desde el norte el despliegue del ejército austroungaro de 300.000 soldados, y un imponente emplazamiento de artillería para un frente de 14 kilómetros. Las operaciones militares se desarrollaron desde el 10 al 11 de junio, luego son suspendendidas y se reanudan desde el 19 al 25 de junio. El objetivo es el monte Portule, pero las ofensivas fueron truncadas en la llanura de Caldiera y sobre el monte Campigoletti, con un balance trágico de 25.000 caídos por unos pocos kilómetros de ganancia territorial: El Ortigara está en una posición casi inexpugnable, y los ataques están condenados al desastre, usando el concepto de ataques en masa contra posiciones escalonadas y no bien identificadas.

La actividad tiende después a moverse hacia el este, sobre el frente del Isonzo, con la décima ofensiva entre el 12 y 28 de mayo, donde el 2do. Ejército opera de Plava a Gorizia para forzar la línea de montaña Kuk‑Vodice, cerca del altiplano de la Bainsizza. La batalla se prolonga hasta el 22 de mayo, consiguiéndose la ampliación de la cabeza de puente de Plava; pero solo se consiguieron las alturas del Kuk y del Vodice y a un precio de 112.000 muertos. La prolongación de la ofensiva sobre el Monte Santo fracasa y la avanzada se detiene, debido a los reveces en los ataques a la última cresta.

Para el 3er. ejército la lucha debía reanudarse contra los montes Stol y Hermada, verdaderas piedras angulares del sistema defensivo austriaco para abrir el camino a Trieste. El 3er. ejército llega a 2,5 kilómetros del monte Hermada pero el 4, 5 y 6 de junio la contraofensiva austríaca en la cuenca de Flondar recupera las posiciones perdidas. Estos resultados tácticos fueron conseguidos gracias a un esquema de infiltración y cerco conceptualmente igual al usado en Caporetto.

Durante estos combates sucedió tal vez la única rebelión con un mínimo de organización espontanea: el 15 y el 16 de julio en Santa María la Longa, estalla la revuelta de la brigada “Catanzaro”, que ya había sido diezmada en el altiplano de Asiago el 16 de mayo. Rebelión sofocada en sangre.

Después de una pausa de reorganización, entre el 17 de agosto y el 10 de septiembre se desarrolla la onceava ofensiva, pero con un cambio de estrategia. Para el ejército italiano el problema de fondo sobre el Carso era el forzamiento de la línea de defensa continua, una detrás de la otra, Se busca realizar ahora sorpresa táctica: máxima concentración de fuerza, con el objetivo de tomar la cabeza de puente de Tolmino, irrupción sobre el altiplano de la Bainsizza y eludir las posiciones sobre el Carso. El 3er. ejército en el sur prosigue sus estrategias destinadas a eludir con maniobras esquivas la toma del formidable Hermada, sin embargo nunca se “emparejó” en un ataque directo. Siendo ahora diferentes los criterios del empleo de la artillería: preparación breve, contrabatería e incapacitación. La ofensiva se prolonga por un mes.

El 2do. Ejército se adentra varios kilómetros en el Altiplano de Bainsizza y el Monte Santo es conquistado el 24 de agosto. Pero en los días siguientes la avanzada es interrumpida bruscamente. El Altiplano de Bainsizza demuestra ser un terreno muy difícil de atravesar y el ejército emplea muchos días para desplazar el armamento pesado. Estimando que ya no es posible seguir el avance sobre la Bainsizza, el 2do. Ejército reanuda el avance hacia Tolmin, pero el último objetivo de esta operación, el Monte San Gabriele, a pesar de 20 días de ataques y 25.000 caídos, no se conquista.

El único éxito táctico en la Bainsizza para el ejército austriaco es la contraofensiva de contención en San Gabriel, y finalmente el retiro a posiciones mejor defendibles; pero la ruptura sería convertida en una cuestión de recursos y tiempo. La estrategia de ataque y consumo de recursos del ejército italiano le permite conseguir su objetivo pero a costos terribles. El ejército italiano se detiene en una posición falsamente defensiva, con la gravedad critica de las cuencas de Plezzo y Tolmino. El 2do. Ejército permanece organizado en modalidad ofensiva.

El ataque austro‑germano se inicia el 24 de octubre a las 2:00 de la madrugada, con violentas descargas de artillería. Al alba la 12ava. División germana desbocada desde Tolmino rompe la línea italiana, saliendo al valle del Isonzo al dorso de la defensa avanzada, llegando a Caporetto a las 3:00 pm de la tarde. Continuando esta División, su cuerpo alpino en la misma jornada conquista toda la región oriental del Monte Kolovrat, fortaleza en la defensa de la segunda línea italiana. El empleo específico de gas toxico permite la ruptura también en la cuenca de Plezzo.

Conocimiento perfecto de las disposiciones logísticas, del posicionamiento de la artillería, de la ubicación de los comandos, etc. por parte de los atacantes. El Evidentzburo supera la inteligencia italiana, subordinada a los pensamientos de Cadorna, quien no es capaz de estructurar la batalla defensiva e incluso controlar la ejecución de sus órdenes; con ausencia de despliegues en profundidad y organización significativa de las reservas.

El ala izquierda del 2do. Ejército esta abrumada, desplegada de una forma totalmente ofensiva, es sorprendida por la ofensiva enemiga.

Badoglio, al comando de 27avo. Cuerpo del Ejército, y destacado para la escapada a Tolmino, desapareció en las fases cruciales del ataque.

El 25 de octubre los austro‑alemanes ensanchan considerablemente sus maniobras llegando al Isonzo, a Saga y empujan hacia Monte Maggiore. La resistencia del ejército italiano en las cumbres a lo largo del Isonzo es fuerte, pero absolutamente desligada. Al norte el 10mo. Ejercito austríaco se mueve a través del Tagliamento.

El ala izquierda del dispositivo de ataque apunta desde el monte Kolovrat sobre las carreteras de Cormons y Cividale. Finalmente, después de superar casi todas las posiciones defensivas de montaña, en la jornada del 26; el 14 Ejército se desvanece en la llanura y se dirige hacia Cividale.

Toda la estructura de comando italiana, fosilizada en la dimensión ofensiva, cede bajo un ataque que no está preparado para soportar. A las 2 am del 27 de octubre el Comando Supremo italiano ordena la retirada general. Un millón y medio de soldados abandonan las áreas por las cuales han combatido durante dos años. La tentativa de resistencia sobre la línea del Tagliamento no resulta posible, porque nunca ha estado preparado para esto. Luego por esta ruta se ven 280.000 prisioneros, 350.000 soldados en desbandada, 40.000 entre muertos y heridos, y 400.000 civiles desplazados. El “Fucilatore” Andrea Graziani es nombrado inspector general del movimiento de desalojos y rápidamente inicia su oficio.

Desde el 1ro. de noviembre el 10mo. Ejército de Von Krobatin se mueve contra el Cadore. El 15 de noviembre cae Cortina. Y el 9 de noviembre es conquistado el resto del Cadore. El grueso del 4to. Ejército retrocede y son hechos prisioneros 11.500 soldados.

Finalmente la avanzada austro‑alemana se va ralentizando. Avanzar es siempre más difícil para esta coalición.

El 9 de noviembre Armando Díaz sustituye a Cadorna. Se delinean las condiciones para la Batalla de Arresto.