Partido Comunista Internacional

El Partido Comunista N.23 - Octubre 2021
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actualizado el 6 de octubre de 2021
órgano del partido comunista internacional
Lo que distingue a nuestro partido: – la línea de Marx a Lenin a la fundación de la III Internacional y del Partido Comunista de Italia a Livorno 1921, a la lucha de la Izquierda Comunista Italiana contra la degeneración de Moscú, al rechazo de los Frentes Populares y de los bloques partisanos – la dura obra de restauración de la doctrina y del órgano revolucionario, en contacto con la clase obrera, fuera del politiqueo personal y electorero

Contenido:

Escasez mercantil de las vacunas

En Cuba brota la luchas de clases ante la opresion y explotacion capitalista

Mexico: el precio del gas aumenta y los salarios siguen en elfoso. Unidad, organización y movilización por aumento salarial y reducción de la jornada de trabajo

El Gran Juego entre imperios en Asia central: Un Estado diseñado por el imperialismo - El interés de China - Negociaciones USA-Talibanes - El talibán mutante - De nuevo al poder - El gran juego del siglo XXI

La Batracomiomaquia (Este texto apareció en “Il Programma Comunista” n° 10, 21 de mayo - 4 de junio de 1953, en la columna mensual “Sul Filo del Tempo”): Para hacernos devolver el “La” - Optamos por los ignorantes - Nuevo protagonista - Ayer: Clase que nace vieja - Atrofia dialéctica - Las relaciones de producción - Fuera del sembrado - Pilares terminológicos - Metafísica de la explotación - Hoy: Estado y revolución - Extinción de la burocracia - Ilíada y batracomiomaquia

Vida de Partido:
– Convergencia de nuestros grupos en la Reunión Internacional del partido, 28 a 30 de mayo de 2021: Introducción del Centro - El Ejército Rojo en Alemania, 2. La derrota en el Ruhr - La cuestión militar, La guerra civil en Rusia - El concepto de dictadura, Estado y consejos de fábrica - La revolución húngara, La Constitución, La invasión rumana.





Escasez mercantil de las vacunas

Con más de 3 millones de muertes desde abril de 2020, la pandemia del Covid-19 provocó una catástrofe descrita como la peor desde la Segunda Guerra Mundial. Desde que la Organización Mundial de la Salud fue informada el 31 de diciembre de 2019 del brote de una neumonía viral peligrosa para la vida en Wuhan, China, la enfermedad ha provocado una crisis de salud en los meses siguientes que ha acompañado a la humanidad en la peor recesión económica desde los tiempos de la Gran Depresión.

Aunque la epidemia puede ser ralentizada, es improbable que la pandemia se extinga hasta que haya una distribución global de vacunas eficaces.

Desde el inicio de la infección, ha habido progresos sin precedentes en el desarrollo y en la producción de las vacunas. En menos de un año ya están en uso clínico 11 vacunas y cerca de 900 millones de dosis han sido suministradas en 155 países. Además, 88 vacunas se encuentran en fase de experimentación clínica y otras 184 en fase preclínica.

Sin embargo, tener vacunas probadas y reproducibles en gran número no es suficiente para lograr el control de la epidemia: también es necesario que tengan un precio asequible y que se distribuyan uniformemente en todos los países.

Por otro lado, los intereses de los Estados nacionales condicionan su suministro. Los más poderosos han estipulado acuerdos anticipados de compras masivas con las compañías farmacéuticas, asegurándose la mayor parte de las dosis. Algunos Estados han registrado en sus pedidos un número de vacunas que supera con creces a sus poblaciones, alimentando una grave perturbación del mercado en todo el mundo. La UE ha ordenado 1.600 millones para su población adulta de alrededor de 375 millones, un excedente de cerca de 525 millones de dosis. El Reino Unido ha pedido 219 millones para 54 millones de adultos, Canadá 188 millones para sus 32 millones de adultos. Estos países, que representan solo el 19% de la población adulta mundial, han reservado el 54% de las dosis de vacunas compradas hasta ahora, 4.600 millones, dejando solo 3.200 millones para el resto del mundo.

Esta disparidad en el acceso a las vacunas puede tener graves consecuencias: miles de millones de personas no serán vacunadas para fines de 2021, lo que podría prolongar la pandemia y aumentar el riesgo de que surjan más mutaciones virales, comprometiendo potencialmente la eficacia de las vacunas existentes. No proporcionar equidad en la vacunación temprana podría conducir a una duplicación de la mortalidad global.

Finalmente, la propuesta de suspender temporalmente los derechos de patente llega del presidente de Estados Unidos, Biden. Las burguesías nacionales se han dividido en pro y contra la suspensión según sus propios intereses, ocultos o abiertos, mientras que el frente de las farmacéuticas evidentemente no pretende ceder los derechos de su “propiedad intelectual”.

Pero reducir a cero los ingresos por las patentes no es la solución. Se cancelaría una renta, pero las ganancias permanecerían intactas.

Por otro lado, la renuncia a la propiedad intelectual haría poca diferencia en la distribución global de las vacunas. De hecho, su producción requiere el conocimiento de los secretos de producción, bien custodiados por las empresas farmacéuticas, independientemente de la renuncia a los derechos de propiedad intelectual. Sin las instrucciones correctas sobre los procedimientos y las precauciones técnicas, la capacidad de producir vacunas rápidamente por cuenta propia es imposible. Actualmente esa producción está fuertemente concentrada en unas pocas fábricas en Europa, América del Norte y Asia Oriental, por lo que la distribución también está controlada por un puñado de monopolios. Renunciar a las patentes de vacunas no cambiará esta realidad.

Otro argumento debatido. Las vacunas anti-Covid disponibles en la actualidad son en gran parte el producto de la investigación financiada por el Estado y no tanto por la financiación privada. Desarrollar tantas vacunas en menos de un año es un resultado científico monumental. Pero son el fruto de décadas de inversión pública masiva en investigación y experimentación. Se estima que solo los Institutos Nacionales de Salud del gobierno estadounidense gastaron 17.200 millones de dólares en tecnología de vacunas desde el 2000 hasta el 2019; este financiamiento ha sido esencial para la velocidad y el éxito de las vacunas contra el Covid-19.

La mayor parte las principales vacunas candidatas activan el sistema inmunológico contra la proteína viral “spike”, un enfoque basado en el trabajo pionero de los científicos del NIH y de instituciones financiadas por los Estados. Otro descubrimiento fundamental que surgió de la investigación pública es la posibilidad de modificar el ARN, introducido por primera vez en la Universidad de Pennsylvania. Luego se invirtió una cantidad sin precedentes de fondos públicos en el desarrollo y en la producción de vacunas durante la pandemia actual.

La mayoría de las empresas farmacéuticas se mostraron reacias a invertir en esto: la producción de vacunas no había resultado rentable durante epidemias anteriores. El proceso de desarrollo es largo y el resultado dista mucho de ser seguro: la tasa de fallos puede llegar al 94%. Además, las vacunas son generalmente productos de bajo margen de ganancias y con un potencial de desarrollo limitado en comparación con los productos farmacéuticos en otras áreas terapéuticas. Por tanto, los inversionistas privados han mostrado poco interés en la carrera por las vacunas. Solo cuando los gobiernos y las instituciones presentaron promesas de financiación, las empresas se pusieron a trabajar.

Desde el inicio de la pandemia, las seis principales vacunas han recibido alrededor de los Estados cerca de 12 mil millones de dólares: Oxford / AstraZeneca 1,7 mil millones, Johnson & Johnson 1,5 mil millones y 2 vacunas de ARN mensajero de BioNTech y Moderna. Según un estudio reciente, las subvenciones públicas representaron entre el 97% y el 99% de los financiamientos de I + D para Oxford / AstraZeneca, y menos del 2% provino de la industria privada.

Pero que el Estado burgués en los casos de emergencia esté dispuesto a intervenir, en tiempos de paz como de guerra, aportando capital, exenciones fiscales y de todo tipo, imponiendo precios moderados o sostenidos, poniendo a disposición sus fuerzas y medios, el hecho es que, en cualquier caso, no va en detrimento de que las mercancías de todos modos se producen y venden dentro de las relaciones de producción capitalistas. El Estado de los capitalistas ayuda a los capitalistas a resolver sus problemas, viene al rescate de los capitalistas. Obviamente refiriéndose a las otras clases y las clases medias. Por tanto, no escapa al análisis marxista que la “contribución pública” del Estado burgués refuerza el capitalismo, no lo condiciona, y no es cualitativamente diferente de la de los inversores privados.

Entonces, si los recientes éxitos en la producción relámpago de las vacunas trajeron esperanza, también han evidenciado la dramática incapacidad del sistema económico capitalista para afrontar una amenaza mundial de este tipo. La solución a esta, así como a posibles pandemias futuras, solo puede ser la erradicación de las relaciones de propiedad existentes, única barrera real para el acceso universal a las terapias. Solo en el comunismo podrá la humanidad beneficiarse de una ciencia médica que esté verdaderamente libre de la ley de la ganancia y solo en una sociedad sin clases serán posibles modos de vida saludables, la prevención científica de enfermedades y su cura eficaz.

 

 


En Cuba brota la lucha de clases ante la opresion y explotacion capitalista

Los resortes que han impulsado las protestas de calle de la población cubana en más de 30 localidades a lo largo de la geografía de ese país, a mediados de julio de 2021, son los mismos resortes presentes en Chile, en Colombia, en Perú y en toda América: los resortes de la sobre-explotación del trabajo asalariado por el régimen capitalista y las medidas tomadas por el gobierno burgués de turno.

En enero de 2021 el gobierno burgués cubano comenzó a implementar medidas anti-obreras, enmarcadas en la llamada “tarea de ordenamiento de la economía”, que fueron ratificadas en el 8vo Congreso del Partido “Comunista” de Cuba. Estas medidas dispararon los precios de los productos y servicios de primera necesidad, generaron escases y tiraron al piso el salario real de los trabajadores, que en la calle ya está por debajo del salario mínimo nominal de 15 dólares mensuales.

El “Socialismo a la Cubana” no es otra cosa que capitalismo, un capitalismo con atrasos en muchas áreas de su economía, que ha sido afectada por años de bloqueo norteamericano. Pero el bloqueo norteamericano no cambia el hecho de que en Cuba siempre ha imperado el capitalismo desde el derrocamiento del dictador Batista. La compensación al bloqueo norteamericano la representó por un tiempo el auxilio ruso hasta la década de los ochenta. Pero también fue importante la intervención de capitales europeos principalmente en el turismo. Más recientemente el gobierno cubano logró acordar un conjunto de negocios con el gobierno burgués venezolano, que les permitió amortiguar su crisis interna, pero el capitalismo en Venezuela entró en crisis y su apoyo económico se minimizó. Cuba, igual que el resto del mundo, está sufriendo actualmente los embates de la crisis de la economía capitalista y el impacto negativo que ha traído la pandemia del coronavirus, que ha paralizado los vuelos comerciales, la actividad hotelera y turística en general, trayendo consigo una fuerte caída de los ingresos en divisas y aumento del desempleo. EEUU ha aplicado un bloqueo durante 80 años, pero no para detener al “socialismo”, sino para cerrar una de las puertas a la penetración del capital ruso, de Europa Occidental y de China; es apenas otro de los muchos teatros de operaciones en los que toma cuerpo la lucha por el control de los mercados entre las grandes potencias imperialistas. Estados Unidos trata de evitar que la isla caribeña se convierta en un puesto de avanzada en América, para el avance comercial de potencias rivales; pero ahora también esta Venezuela y son varios los gobiernos en Centro y Latinoamérica, que se han aproximado a los imperialismos rivales. Son precisamente los imperialismos rivales de EEUU los que enviaron “ayuda humanitaria” a Cuba luego de los disturbios.

No es de extrañar el levantamiento de proletarios hambrientos que se enfrentaron con la policía y saquearon las tiendas de alimentos del gobierno. La dura represión provocó una muerte en las afueras de La Habana, numerosos heridos y muchas detenciones. Los disturbios obligaron al gobierno, reconociendo el peligro, a una reorganización repentina y algunas concesiones socio-económicas. La burguesía cubana le tiene miedo al proletariado, lo que demuestra que sabe reequilibrar las relaciones de poder entre las clases a su favor. Los proletarios cubanos sienten más el llamado de los estómagos que el de la “patria socialista” y de la retórica nacionalista que ya no alcanza para calmarlos.

Los reclamos principales de la protesta se enfocaron en exigencia de servicio eléctrico, de agua y de vacunación. Y el reclamo salarial, que no estuvo en el centro de las protestas, terminó quedando en evidencia por las quejas ante los altos precios de los alimentos. Por supuesto que los movimientos conectados con el imperialismo norteamericano trataron de montarse sobre estas protestas para levantar sus llamados a derribar a la “dictadura cubana” con la consigna “patria y vida”. Pero estos grupos no han logrado tomar la dirección de este descontento.

Así mismo podemos observar a ciertos grupos que se autodenominan de “izquierda”, que han apoyado las protestas y que han cuestionado el “socialismo” cubano, pero apoyados en argumentos antimarxistas. Dentro de los planteamientos y mentiras oportunistas de esta “izquierda”, crítica al régimen cubano, destacan:

1) Tesis Oportunista: Que en Cuba hay un choque del “pueblo y la juventud cubana” contra el gobierno y la burocracia civil y militar enriquecida del castrismo, contra la pobreza y por las libertades. Contra-tesis: Aun con toda la confusión imperante y con toda la destrucción de las organizaciones proletarias, en Cuba estas manifestaciones de descontento, son la expresión de la contradicción entre capital y trabajo, entre burguesía y proletariado. La burocracia civil y militar no es una clase social, independientemente de que se visualice como gran beneficiaria de la explotación del trabajo asalariado. Independientemente de la presencia en las protesta de una pequeña burguesía golpeada por la crisis y el impacto de la pandemia del coronavirus en sus negocios, la lucha soterrada que terminará imponiéndose en Cuba, es la lucha entre burguesía y proletariado. La represión en marcha no es la de un gobierno “socialista” para defender la “revolución”, sino la violencia del gobierno burgués contra el proletariado, para defender la apropiación de la plusvalía.

2) Tesis oportunista: Rechazo a que en Cuba exista un régimen político basado en un partido único y limitadas libertades democráticas. “Por un gobierno de los trabajadores y los sectores populares y por un socialismo de verdad, donde los trabajadores puedan decidir los destinos del país”. Contra-tesis: Los revolucionarios marxistas propugnamos la Dictadura del Proletariado como único régimen político capaz de poner en práctica un programa de transformación anti-capitalista orientado hacia el comunismo y esta Dictadura del Proletariado será la Dictadura del Partido Proletario, el Partido Comunista Internacional. Por lo tanto no cuestionamos la existencia de un partido único en Cuba, sino la condición burguesa y anti-obrera del Partido “Comunista” de Cuba.

3) Tesis Oportunista: En Cuba hubo revolución socialista inicialmente y ahora esto ha sido abandonado y se han encaminado hacia el capitalismo. Contra-tesis: En Cuba nunca hubo una revolución socialista. Con el derrocamiento del dictador Fulgencio Batista surgió un gobierno que rompió con el imperialismo norteamericano y que luego terminó como satélite del imperialismo ruso, pero las relaciones de producción nunca dejaron de ser capitalistas, independientemente de toda la fraseología pseudo-revolucionaria con la que se proclamaron “socialistas”. Ya desde los años ochenta, bajo la dirección de Fidel Castro y Raúl Castro, se impulsaron ajustes en la economía cubana que fortalecieron la participación del capital trasnacional, la propiedad privada y las empresas mixtas y se desarrollaron zonas económicas especiales que brindaron condiciones favorables a la inversión multinacional. Si bien el gobierno actual se ve en la necesidad de realizar ajustes a la economía, no está con esto traicionando un “socialismo” que nunca existió.

La represión del gobierno burgués de Cuba dejó un saldo de un muerto y más de 100 detenidos. El gobierno movilizó también a sus partidarios para confrontar a los manifestantes y para mostrar a los medios de comunicación que cuenta con respaldo popular. Paralelamente los movimientos anti-castristas de la derecha mayamera solicitaron al gobierno de Biden implementar un programa de apoyo “humanitario” a la población cubana, que es uno de los mecanismos que ha usado el imperialismo para justificar intervenciones militares en varios países.

El gobierno cubano se escuda en el bloqueo norteamericano y en el covid 19 para justificar la crisis económica y el deterioro del nivel de vida de la población. Y no ha faltado el ya podrido discurso del famoso “golpe suave orquestado por contrarrevolucionarios pro-imperialistas”. Pero el paquete de medidas hambreadoras y anti-obreras, solo son responsabilidad del falso partido “comunista” que ha gobernado Cuba desde los años 60. Han quedado al descubierto como un régimen falsamente socialista, como un régimen burgués. El gobierno cubano anunció algunas medidas en materia de suministro eléctrico, de planes de vacunación y de flexibilización de las compras de alimentos y medicinas por parte de pasajeros de vuelos internacionales, pero no anunció ninguna medida para atender el problema medular: el salario de hambre y el desempleo.

Por supuesto acudió la representación del gobierno venezolano a reunión con el gobierno cubano para ratificar convenios y manifestar su solidaridad y se produjeron manifestaciones de apoyo de otros gobiernos burgueses dirigidos por oportunistas, como es el caso de Nicaragua y Bolivia.

Las protestas de calle en Cuba se suman a la oleada de movilizaciones y descontento que recorre a todo el continente americano y que en cada país ha estallado por alguna causa específica. Y, aunque todos estos movimientos, acosados por la represión, se han venido levantando cegados por la nube de la confusión oportunista, que aparta al proletariado de la verdadera lucha de clase, tarde o temprano la clase obrera irá copando la escena política y asumirá la confrontación con la burguesía y no servirán de nada los disfraces de la “izquierda” oportunista y sus esfuerzos por distraer al movimiento con sus llamados a luchar por la democracia y por gobiernos “obreros y populares”, con los que pretenden asegurarse de dar continuidad a la explotación capitalista.

Los comunistas están siempre y en todo momento con cada rebelión proletaria en la que ven indicios del despertar de la clase y los encaminan hacia la maduración de un nivel superior de formación clasista, dotándose de los órganos del proletariado, que son el sindicato y el partido comunista.

 

 

 


México:
El precio del gas aumenta y los salarios siguen en el foso
Unidada, organización y movilización por aumento salarial y reducción de la jornada de trabajo

Cuando el gobierno mexicano de López Obrador (AMLO) quiso ajustar el precio del Gas Licuado de Petróleo (gas LP), de uso doméstico, e incorporar en la distribución a la nueva empresa estatal “Gas Bienestar”, anunciando el 28 de julio el Decreto “Directriz de Emergencia para el Bienestar del Consumidor de Gas Licuado de Petróleo”, se activó la respuesta de los dueños y carteles de este negocio lucrativo, que mueve miles de millones de pesos al día.

Por lo menos el 80% de la población se ve afectada por el desabastecimiento de gas LP. El paro y la protesta de los llamados “comisionistas”, que son los que cierran el circuito en la atención a los usuarios finales, en un ambiente de “informalidad tolerada”, con la entrega de cilindros o la recarga de tanques estacionarios, fue la respuesta patronal, apoyada en esta masa de trabajadores informales que hacen la distribución. Estos “comisionistas” fueron empujados al paro por los Distribuidores al reducirles su margen casi totalmente, ante el nuevo precio establecido por el gobierno. Con este paro patronal la intención es clara, forzar al gobierno para dar marcha atrás en el tope del precio del gas y en la creación de la empresa pública. El paro de los Comisionistas cesó rápidamente, ante las amenazas del gobierno de intervenir con la Guardia Nacional. Pero pareciera que la tendencia es hacia una confrontación directa entre el gobierno y las empresas Distribuidoras.

A lo largo de los años los gobiernos anteriores permitieron el movimiento exponencial de los precios del gas. Cuando la petrolera estatal, PEMEX, ya no podía con la carga de atender la creciente demanda de gas en México, para procesos industriales y domésticos, se estableció una legislación que permitía al capital privado incorporarse a este negocio, por supuesto, en las condiciones más lucrativas. En México la producción de gas, como en muchos países petroleros, nunca prosperó porque se concentraban en el negocio principal: el petróleo; y la mayor parte del gas se reinyectaba en pozos petroleros o simplemente se quemaba. México cuenta con grandes reservas de gas, solo superado en América por EEUU y Venezuela. Simultáneamente con esta situación EEUU fue incrementando significativamente su producción de petróleo y gas. Y en Texas se fueron generando altos volúmenes de producción de gas para el que no tenían la infraestructura para sacarlo hacia los mercados internacionales, convirtiéndose México en un mercado natural, que se beneficiaba de bajos precios. Pero en Texas se fueron desarrollando nuevas infraestructuras para el gas y el comportamiento de los precios comenzó a ser más sensible a los altibajos del mercado mundial.

En agosto el gas se vendía por encima de los 500 pesos. El salario mínimo en México no rebasa los 150 pesos. Para comprar un tanque de gas un trabajador debería ahorrar más de 3 salarios mínimos y no gastar en nada más. A partir del primer minuto del domingo 8 de agosto, los millones de capitalinos amanecieron con la noticia de que el precio del gas LP, tanto para tanques estacionarios como en cilindro metálico, tendrían incrementos de 45 centavos y 15 centavos por kilogramo y litro, respectivamente. Aún con la intervención del gobierno, que impuso recortes a los nuevos precios, el golpe sobre el salario de los trabajadores y de pequeños establecimientos de todo tipo, fue muy duro.

En medio de la mayor alza en 20 años en el precio de internacional del gas LP, el valor de las importaciones mexicanas de dicho combustible entre enero y mayo pasado creció 67,5% a 1.299 millones de dólares, de acuerdo con datos más actualizados de la balanza comercial que publica el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi). Durante el mismo período, los valores de las importaciones de gasolina y de diésel – los dos derivados del petróleo que más importa México – crecieron a ritmos mucho más moderados, de 3,2% y 1,8%, respectivamente. En consecuencia, la participación del gas LP en el valor de las importaciones mexicanas totales de productos derivados del petróleo de enero a mayo creció de 8,3% a 12,8% del 2020 al 2021, mientras que la cuota de la gasolina bajó de 52,5% a 50% y la del diésel, de 22,9% a 21,6 por ciento. La notable alza en el valor del gas LP importado se explica principalmente por el significativo incremento en el precio de su principal componente, el propano, cuya cotización promedio internacional (Mont Belvieu, spot) entre enero y mayo se elevó 132% a 0,865 dólares por galón en comparación con el mismo período del 2020. Este incremento es, según datos de la Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA, por sus siglas en inglés), el mayor que se haya observado para un período equiparable desde el año 2000, cuando aumentó 111 por ciento. En este contexto, el volumen de gas LP importado por México durante enero-mayo creció apenas 6,8% a un promedio de 194.000 barriles diarios, de acuerdo con datos de la Secretaría de Energía del gobierno mexicano.

PEMEX podría impulsar una estrategia de sustitución o compensación del abastecimiento de gas, incorporando el gas natural, que se puede producir en México. Pero esta es una solución que necesita tiempo e inversiones importantes.

Cinco grandes empresas controlan la distribución del gas doméstico, los principales grupos gaseros que operan en México son el Grupo Tomza, de Tomás Zaragoza Fuentes, que desde Baja California controla la mayor parte de la región noroeste del país junto con Zeta Gas, de su hermano Miguel Zaragoza Fuentes. En este listado de los G5 está también Gas Uribe, que dirige Óscar Uribe, y que tienen alta penetración en el Valle de México y sus alrededores, donde también comparte el mercado de esta zona con Vela Gas, de Lázaro Bello. Estas empresas operan de manera cartelizada, imponen los precios y se reparten las zonas donde distribuyen.

En la confrontación política los oportunistas pretenden que este conflicto se presente como un choque entre carteles capitalistas del gas por un lado y el gobierno y los trabajadores por el otro. AMLO declaró que “el gobierno no se doblegará ante el paro”; pero inmediatamente, conciliador, afirmó: “Ya se les explicó, es una medida que se tomó de emergencia, es transitoria hasta establecer un equilibrio en los precios, porque se fueron muy arriba y están afectando a la economía popular” y reconoció que “no se trata de todos los distribuidores y comisionistas”. Pero ese “equilibrio en los precios” no se logrará, a menos que se implanten políticas de subsidio a través de PEMEX y “Gas Bienestar”, dejando en manos del capital privado los segmentos rentables del mercado, los que pueden pagarlo, y asumiendo el Estado las pérdidas asociadas a la atención a las familias y pequeñas empresas; y es de esperar que si se toma este curso, surgirá el mercado paralelo o “mercado negro” típico de estas situaciones.

El gobierno de AMLO y su 4T, como los gobiernos anteriores, solo administra los intereses de la burguesía, los intereses del gran capital, incluso cuando trata de buscar un punto “medio” entre las ganancias empresariales, los precios internacionales y la capacidad de compra de los trabajadores. La aparente confrontación entre el gobierno y los empresarios del gas, no debe confundir a los trabajadores. Incluso algunos llamados a la nacionalización de las empresas del gas y su paso a control de los trabajadores, termina siendo un planteamiento que aunque suena “radical”, realmente aparta al movimiento de los trabajadores de la lucha central por aumento salarial. De nuevo el oportunismo coloca sus trampas caza bobos en el camino del proletariado para apartarlo del centro de su batalla.

El movimiento obrero mexicano deberá avanzar en su organización sindical y de base y orientarse hacia la unidad de acción por aumento salarial y reducción de la jornada de trabajo. El precio del gas deberá poder ser cubierto con un nuevo salario que permita a los trabajadores pagar sus cuentas y las de su familia. En esta lucha el gobierno de AMLO es tan enemigo de los trabajadores como lo son los carteles capitalistas del gas y de toda la economía.

 

 

 


El Gran Juego entre Imperios en Asia central

El retorno de los talibanes al poder en Kabul no nos sorprendió demasiado, no obstante lo surreal del final macabro de un enloquecido conflicto de veinte años, que costó ríos de sangre y montañas de dinero, resultando en la reinstalación en el poder de la facción que fue inicialmente expulsada.

El colapso del régimen, mantenido gracias a la protección de las fuerzas armadas de la primera potencia militar del mundo, se presenta como una derrota tormentosa, susceptible de modificar de manera sensible el equilibrio entre las grandes potencias imperialistas. No es una coincidencia que el gobierno de Beijing, envalentonado por la derrota estadounidense, aprovechara la oportunidad para reafirmar los apetitos imperiales de China continental por Taiwán y lanzar una advertencia a los gobernantes de Taipei: “Miren cómo Estados Unidos está abandonando a sus protegidos a un infeliz destino. Mañana también te puede tocar la misma suerte”.

Pero las consecuencias para Washington no son menos graves a lo interno: revivir en la Kabul de 2021la derrota sufrida en Saigón en 1975, y con un guion muy similar, inflige una herida aterradora a las instituciones estadounidenses, después de 2.400 bajas estadounidenses y un billón de dólares disipados de una manera totalmente inconclusa. Un botín muy escaso para presentar la máquina del espectáculo y de propaganda burguesa. Sería un error ver en estos resultados solo la ineptitud de los cuatro presidentes que en estos veinte años han manejado la política exterior estadounidense.

Pero si en la época de su decadencia la frenética carrera del capital hacia la sobreproducción de mercancías y capitales nos parece cada vez más irracional y destructiva, ¿por qué sorprendernos si la política de la mayor potencia económica y militar del planeta también resulta absurda e inconclusa? Si la política para nosotros los marxistas es un concentrado de economía, ¿por qué a una economía demente no debería corresponder una política igualmente demente?

Nunca insistimos en la ineptitud, real o simulada, de los grandes líderes, ya que redimensionamos mucho la función de los individuos. Nuestra lectura, en cambio, parte de la consideración de que la línea de política exterior de los Estados no es más que el resultado de factores objetivos ligados a los intereses generales de la clase dominante, a la necesidad de valorización del capital, a los fines de la conservación social y en última instancia, de las relaciones de fuerza entre las potencias.

En el caso de Estados Unidos, marcados por décadas de declive relativo de su peso económico a escala planetaria, la política exterior ya no puede apegarse a un coherente diseño estratégico general, sino que se ven obligados a afrontar las crecientes dificultades en muchas áreas del mundo, que imponen fluctuaciones y giros repentinos con consecuencias casi nunca decisivas.

A raíz de los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono, la decisión del entonces presidente estadounidense George W. Bush de invadir Afganistán fue motivada oficialmente por la necesidad de golpear la alianza que vinculaba a al-Qaeda al régimen de los talibanes, que ha dirigía el país centroasiático desde 1996. En realidad, si el objetivo hubiera sido de verdad vencer a los directores y protectores de aquellos que habían golpeado de manera casi devastadora el corazón de la potencia estadounidense, la guerra debería haberse librado en otro lugar, dado que detrás de al-Qaeda estaban los grandes intereses económicos ligados esencialmente a la renta petrolera.

Este aspecto fue confirmado también por el hecho de que la mayor parte de los ejecutores del atentado resultaron ser ciudadanos saudíes. En segundo lugar, si el objetivo hubiera sido golpear a los talibanes, en esa época al frente de una frágil estructura estatal nacida sobre las ruinas de la guerra civil entre los “señores de la guerra” de la llamada “resistencia” a la invasión soviética, entonces hubiera sido más lógico culpar a Pakistán, que había sido protector y padrino político del movimiento de “estudiantes coránicos” desde su nacimiento. Pero todo esto era imposible, ya que Pakistán y Arabia Saudita eran aliados históricos de los USA.


Un Estado diseñado por el imperialismo

Ya se habían verificado entonces algunos de aquellos contragolpes que marcan el progreso de la historia: los mujahidines religiosos afganos, que habían sido apoyados militarmente por los USA en su guerra contra la Unión Soviética, una vez derrocado el régimen pro-soviético, fueron masacrados entre ellos, en una sangrienta guerra civil cuyos alineamientos habían llegado a coincidir a lo largo de las líneas divisorias de los diversos componentes étnicos y religiosos, de un país de unidad nacional ficticia.

La fragilidad de la cohesión del Estado afgano se remonta a su formación, decidida por la política colonial británica, que lo diseñó en el papel. La frontera de 2.670 kilómetros que separa Afganistán de Pakistán, dos Estados que desde su nacimiento, en diferente medida y por diversas razones, llevan los estigmas de la dominación colonial británica, fue el resultado de un acuerdo alcanzado en 1893 entre el Secretario de Estado de La India británica Sir Mortimer Durand y el entonces Emir afgano Abdur-Rahman Khan. Pakistán nació después de la Segunda Guerra Mundial gracias a la obra de división, sobre bases religiosas, del movimiento independentista de la India, planeada y perseguida con empeño por Londres.

En cambio, Afganistán nació a fines del siglo XIX como un “Estado amortiguador”, siempre a instancias de la diplomacia británica, para contener la expansión de la Rusia zarista que, a través de Asia Central, apuntaba al Océano Índico. Afganistán, que se independizó completamente de un protectorado británico de facto solo en 1919, fue una solución provisional para la potencia colonial. Fue la consecuencia del resultado de las tres guerras afgano-inglesas que en un lapso de 80 años no lograron someter al país. El llamado Gran Juego a partir de la mitad del siglo XIX había involucrado a las grandes potencias mundiales de la época en torno al Afganistán actual.

A mediados de la década de los 70 del siglo XX, después de décadas de relativo adormecimiento, el Gran Juego retornó a la actualidad como consecuencia de la primera grave crisis económica del ciclo de acumulación capitalista posterior a la Segunda Guerra Mundial. Y no es casualidad que en los últimos 42 años Afganistán haya pasado de una guerra a la otra, en un trastorno social que también se ha manifestado con la urbanización de amplias porciones de la población rural.


El interés de China

Las dos últimas décadas de la “guerra estadounidense” han visto la inserción progresiva de China en el Gran Juego afgano en paralelo con la afirmación en el mundo de su potencia industrial. Los dos países comparten, entre las alturas de la cadena Hindokush, un tramo de frontera de 92 kilómetros, definido en 1895 en un acuerdo entre Rusia y Gran Bretaña, con el que los dos imperios interpusieron entre sus respectivas áreas de influencia una “tierra de nadie”, atribuyendo a Afganistán el inhóspito, desolado e impermeable Corredor del Wakhan, de 350 kilómetros de largo y menos de 30 kilómetros de ancho en promedio.

Hoy la atención de China hacia Afganistán está motivada por representar un paso obligatorio para tres expansiones del comercio chino, en dirección una hacia el Océano Índico, una hacia la antigua Asia Central ex soviética y una hacia el Mediterráneo. En la primera dirección Beijing ha invertido en dos grandes proyectos. El primero es el “Vía Férrea de los cinco países” que, a través de Tayikistán, Kirguistán, Afganistán e Irán, terminará en el puerto de Chabahar conectando a China con el Golfo de Omán. El segundo es el “Corredor económico chino-pakistaní” que atravesará las áreas habitadas por Pastunes y Balochis (los mismos pueblos también presentes en Afganistán), llegará a Gwadar, un puerto pakistaní en el Océano Índico en fase expansión gracias a un importante financiamiento chino.

Por tanto, la política afgana de Pekín aspira a la estabilización política del país. Esta pretensión, por las razones opuestas, no buscada por Estados Unidos, que es el principal rival de China.


Negociaciones USA-Talibanes

En un intento por obstaculizar la hegemonía china sobre la vasta área geo-histórica que comprende Pakistán, Afganistán e Irán, las dos últimas administraciones estadounidenses han decidido jugar la carta de rehabilitación de los talibanes, que se han convertido en interlocutores de primer plano en su política afgana. Varios elementos de hecho corroboran el cuadro de un diálogo y de una colaboración con los talibanes, que quizás nunca hayan fracasado del todo pero que ciertamente han crecido en los últimos años.

En 2017 Estados Unidos presionó a Pakistán a fin de que liberara de su prisión al jefe talibán Mullah Abdul Ghani Baradar, también conocido como Mullah Baradar Akhund, para representar al movimiento de los “estudiantes coránicos” en una negociación directa. La negociación entre el representante de Estados Unidos para los asuntos afganos, el diplomático Zalmai Khalilzad, de origen afgano y de etnia pastún, y el propio Abdul Ghani Baradar, también, como la mayoría de los talibanes, de etnia pastún, ha llegado al acuerdo de Doha de febrero de 2020 con el que Washington, después de casi veinte años de guerra ininterrumpida, acordó con los “archienemigos” el calendario del retiro militar.

En cambio el gobierno “amistoso” de Kabul se mantuvo al margen de las negociaciones!

Ocurre que Qatar, de la que Doha es la capital, es el país donde se ubica la base militar estadounidense de al-Ubeid, la más importante de Oriente Medio. Al mismo tiempo, Doha ha sido sede del cuartel general de los talibanes durante varios años. Además, Qatar es, como es bien sabido, el principal patrocinador internacional de los Hermanos Musulmanes, el componente más grande del Islam político sunita, cuya expansión ha sido rechazada o alentada, en fases alternas, por los propios Estados Unidos. Basta con pensar que a la Hermandad Musulmana está afiliado también el partido AKP del presidente turco Erdogan y la palestina Hamas, como una confirmación más de las relaciones de ambivalencia entre Estados y organizaciones ahora considerados enemigos y otras veces como aliados. Y no es casualidad que, aprovechando la hospitalidad ofrecida a los talibanes, Doha sea resucitada para contribuir a ese cambio de identidad que ha mutado los rasgos del movimiento fundamentalista afgano, acercándolo a la Hermandad Musulmana y, en algunos aspectos algo inaudito hasta hace poco, también a la teocracia iraní.


El talibán mutante

Antes misoneístas e iconoclastas (recordemos la destrucción de las gigantescas estatuas de los Buda de Bamyan o las escenas de los televisores destruidos en espectáculos de propaganda de la lucha contra la incredulidad), los talibanes están dispuestos a propagar su nuevo curso en el cual, en sintonía con el moderno fundamentalismo, se muestran dispuestos a islamizar la modernidad capitalista en lugar de oponerse a ella. Esta actitud se manifestó inmediatamente después de la toma de Kabul con una proclama en la cual afirmaban su compromiso de respetar la propiedad y las inversiones, incluidas las extranjeras. Los talibanes quieren acreditarse como la mejor promesa de continuidad burguesa para Afganistán y en este intento no es en absoluto obvio que deban fracasar, ya que tienen excelentes credenciales de las cuales la clase capitalista mundial es muy consciente.

A este propósito cabe destacar la inconmensurable confianza depositada en los talibanes por los USA que, entre los puntos del acuerdo de Doha, había aceptado la liberación de 5.000 prisioneros de guerra. A esta concesión se le opuso en todos los sentidos, por razones fácilmente comprensibles, el presidente afgano Ashraf Ghani. Pero un gobierno títere no puede dejar de obedecer los hilos del titiritero: la Loya Jirga, la Gran Asamblea Nacional que agrupa al notabilado afgano en representación de todas las etnias y de todas las realidades territoriales del país, pidió en agosto de 2020 que la liberación de los 5.000 talibanes prisioneros correspondiese a la liberación de mil soldados y funcionarios públicos detenidos por estudiantes coránicos. Un episodio que explica cómo grandes sectores de la clase dominante afgana, preocupados por tanta debilidad por parte del gobierno en Kabul, se mantuvieron firmes en ambos bandos, preparándose para la eventualidad de un cambio de régimen, limitando posibles colisiones, fricciones e inútiles heroísmos.

Explicar la rendición sin combatir que presenciamos en la primera quincena de agosto es también el uso, propio de todas las sociedades que no cuentan con una tradición de sólido orden nacional, de considerar la fidelidad al Estado inferior que la que se tiene hacia su propia tribu. Gran parte de los prisioneros liberados en septiembre de 2020 pasaron a engrosar las filas de las milicias talibanes, contribuyendo a gestar confusión y desconfianza en las fuerzas gubernamentales.

A finales de 2020 los talibanes ya controlaban una parte considerable del territorio del país. Aunque excluidos de las grandes ciudades, controlados por el ejército regular respaldado por militares estadounidenses y por las fuerzas de los países de la OTAN, estaban a la cabeza de un “Estado de hecho” que manejaron con eficiencia y prudencia, especialmente si se le comparaba con la extrema ineficiencia y corrupción del gobierno oficial. En esto, desprovisto de una real cohesión, se descartaron los intereses de los clanes tribales, que sobrevivieron a la falta de centralización del país.

En el año fiscal 2020 los talibanes gestionaron un presupuesto de aproximadamente 1,6 millardos de dólares, de los cuales solo una parte fue resultado de los impuestos al cultivo del opio, de la refinación y de su comercialización: un hecho que incluso según fuentes como el Financial Times disipa el mito de una insurgencia armada totalmente dependiente del narcotráfico. Según algunas estimaciones, el comercio de estupefacientes habría aportado con una cuarta parte de los ingresos de los talibanes, en una medida a groso modo igual a los impuestos recaudados sobre la explotación de las minas, un sector muy importante y muy prometedor para el futuro teniendo en cuenta la riqueza del subsuelo afgano. Particularmente rentable es la explotación de minas de talco, exportado a través de la porosa frontera con Pakistán gracias a los buenos oficios del ISI, los servicios secretos paquistaníes y comercializado como talco “made in Pakistán” en todo el mundo (entre los mayores consumidores están Estados Unidos e Italia).

Las tasas de impuestos a la población bajo su control (la prensa adversa a los talibanes las define como “extorsión”) contribuyeron con 160 millones, el 10% del presupuesto total. Las exportaciones de mercancías que ingresaron en las arcas de los talibanes estuvieron por el orden de 240 millones de dólares mientras que las donaciones de muchos países (Pakistán, Qatar, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos) por una cifra similar, confirmando la existencia de una densa red de apoyo internacional.

La disponibilidad financiera de los talibanes ha jugado un papel esencial en la larga guerra de posiciones que preparó la triunfal ofensiva final, como se puede ver en diversas fuentes, las milicias talibanes eran tropas mercenarias a todos los efectos y recibían un salario en general superior al de las tropas regulares. Además, como han reiterado varios órganos de información, en estos días el número de los efectivos del ejército regular fueron inflados por los comandantes para quedarse con las pagas.


De nuevo al poder

Ahora, para el poder de los talibanes se presentan varias dificultades e incógnitas. La unificación política del país bajo su propia bandera, con la excepción de algunos focos de resistencia, parece estar sustancialmente completa. También parece poco probable que la llamada “Alianza del Norte”, atrincherada con unos pocos miles de hombres en el valle de Panjshir, se oponga efectivamente a una anunciada ofensiva talibán.

El botín de guerra de los talibanes, producto de la disolución del ejército regular provisto por los Estados Unidos, comprende muchos cientos de tanques Humvee, algunos helicópteros de combate Black Hawk y una veintena de aviones A-29 Super Tucano. Todos los aspectos que colocan a los talibanes en una posición ventajosa frente cualquier posible insurgencia armada.

Esto no significa que el país se pacificará fácilmente. Otra dificultad con la que los talibanes deben hacer las cuentas es el congelamiento de los flujos financieros internacionales destinados al antiguo gobierno afgano y que eran indispensables para garantizar su funcionamiento. Una tercera dificultad podría provenir de las divisiones internas de una estructura política que no es muy homogénea políticamente. Algunos componentes estarían más interesados ​​en imprimir un carácter “internacionalista” para la propaganda islámica en todos los campos del Emirato talibán, como sería el caso de la Red Haqqani, tradicionalmente vinculada a los servicios paquistaníes y al-Qaeda.

El componente más influyente en este momento parece estar más interesado en resaltar las características nacionales del movimiento. Los exponentes de esta tendencia son el líder Hibatullah Akhundzada, designado como Amir al-Muminin (Príncipe de los Creyentes), y el ya nombrado jefe de gobierno Mullah Abdul Ghani Baradar.

Este último, en un encuentro en Tianjin a principios de agosto con el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, se comprometió a no interferir con el espinoso tema de la población uiguri, musulmana sunita y de habla turca del Xinjiang chino, cuya discriminación étnica por parte del gobierno de Beijing es uno de los motivos de la propaganda antichina de los USA y de las potencias occidentales. El movimiento armado denominado Partido Islámico del Turkestán (Turkistan Islamic Party), que agrupa a los jihadistas uigures, está activo en China y participó en algunos momentos de la guerra en Afganistán y la guerra en Siria uniéndose a los jihadistas de Idlib. Este es uno de los escollos que podrían impedir el desarrollo de esas relaciones “amistosas” entre China y el Emirato Islámico de Afganistán, que el gobierno de Beijing se apresuró a solicitar inmediatamente después de la caída de Kabul en manos de los talibanes.


El gran juego del siglo XXI

Para nosotros los marxistas los conflictos nacionales y religiosos esconden inconfesables intereses materiales, así como negocios turbios hay detrás de la bandera de los talibanes. Una nueva avanzada de China ciertamente podría beneficiarse de un Afganistán pacificado y unificado, aunque bajo la bandera de muchos talibanes indigestos. El imperialismo chino está ansioso por llenar el vacío dejado por la retirada del imperialismo estadounidense, pero el éxito en este sentido está lejos de ser obvio. Lo que determinará los desarrollos futuros del Gran Juego del siglo XXI serán las relaciones de fuerza entre las grandes potencias, hacia la disolución de la guerra general, de la masacre imperialista mundial.

 

 

 

 


Siguiendo el hilo del tiempo
La Batracomiomaquia

("Il Programma Comunista" n ° 10, 21 de mayo - 4 de junio de 1953)


Para hacernos devolver el “La”

En el hilo anterior a este, para vincular el declive de las funciones individuales en la historia, tanto en las actividades mentales como en las económicas, hemos reproducido el pasaje de Engels, que define el advenimiento de la cuarta y última fase del capitalismo mediante la desaparición de los burgueses que, confiando al Estado los organismos de producción e de cambio, se revelan como «una clase superflua» cuyas funciones sociales son «desempeñadas por empleados mantenidos a tal propósito».

Engels reitera este hecho en distintos y sugestivos pasajes que se reconectan con aquellos no menos expresivos de Marx acerca de la impersonalidad del capital y el carácter de puro vacío figurativo del capitalista.

Es obvio que tales pasajes sean citados para establecer que donde se ha llegado al control y a la gestión estatal de empresas productivas e incluso donde toda la industria está estatizada, no por esto puede hablarse de socialismo.

Esto, sin embargo, está lejos de ser todo. Se hace más necesario sacar de estas citas dos cosas: en primer lugar, que casos de estatización capitalista ya se habían presentado y se conocían cuando se formó la doctrina marxista y, por consiguiente, para Marx y Engels no eran hechos nuevos en la historia; en segundo lugar que ellos no sólo previeron la difusión sistemática de tales formas como consecuencia inevitable de la concentración del capital, sino que basaron tal previsión en la definición marxista del capital, contrapuesta a la burguesa. Es, desde su aparición, una forma y una fuerza social de la producción y no una nueva forma histórica de la propiedad privada, personal. Por tanto, precisamente, si no hubiéramos llegado a las estatalizaciones y si el Estado moderno se hubiese mostrado capaz de permanecer ajeno a la economía, no solo habría caído una previsión del marxismo, sino que la teoría antimarxista de la producción capitalista habría derribado la nuestra. En otros términos: desde su primera aparición, no es un carácter esencial y discriminante del capital productivo el hecho de que pertenezca a propietarios privados individuales.

Las características esenciales son otras, recordadas muchas veces por nosotros y a las que con paciencia retornaremos.


Optamos por los ignorantes

La evidencia de estas cosas nos lleva a sorprendernos de que esos textos se conozcan en detalle (dado que son reproducidas las mismas citas) por algunos dirigentes intelectuales de grupitos y movimientitos cuyo error no es tener efectivos limitados, sino el de pretender que con efectivos limitados se puedan gestionar diques secos para teorías que han navegado siglos de historia, canalizando a millones de seguidores.

Si tal posición fuese lógica, evidentemente caería toda la tesis marxista de que un nuevo programa histórico no puede hacer su aparición en la cabeza de un autor individual, o peor aún, en un cenaculillo de «boutique» de tipo existencialista. El ejemplo del que nos ocupamos es el de la revista «Socialisme ou barbarie» y de su compilador Chaulieu, que no nos parece el más estúpido y burro entre los amarxistas. Un verdadero pecado.

¿Quién remendará a los remendones? Aquí solamente se trata de despejar el campo de sus remiendos, sin conseguir exprimir una lágrima a algunos de sus admiradores y colaboradores que imitan sus pretensiones; por muy penoso que sea que una vez más, con razón o sin razón, se hayan jactado de la ortodoxia de escuela. La gran nave atraviesa mejor que nunca las tempestades del océano y si tuviera que ser mantenida a flote por estos tipos ya se habría ido a pique.

Para despersonalizar y deslocalizar, hablaremos de aquí en adelante de reparadores y remendones (en dialecto romano pecetta es el parche con el que se cierra el agujero, digamos de un neumático desinflado, por lo demás con aquel dicho que comentan los venecianos con el famoso «remienda el roto del agujero»).

El intento de probar que las fallas existen queda claro por frases como esta: «tanto la evolución del capitalismo como el desarrollo del movimiento obrero mismo han hecho surgir nuevos problemas, factores imprevistos e impredecibles, tareas antes insospechadas, bajo el peso de las cuales el movimiento obrero se ha replegado para llegar a su actual desaparición».

En dique pues, para una operacioncilla como: «tomar conciencia de aquellas tareas, responder a aquellos problemas». En Roma dirían: ¡no has dicho nada!

Después de cierto recuerdo del Manifiesto de los Comunistas al cual se reconoce vagamente el mérito de haber afirmado algunas primeras intuiciones revolucionarias y haber descubierto la lucha de clases, que Marx mantenía no haberla descubierto él, da vueltas y vueltas para llegar a la conclusión de que la teoría actual debe ser una cosa muy diferente a la de 1848. Que no se pretende agregar solo algunos capítulos o incluso cortar algunas ramas secas para injertar otras nuevas, sino que se trata de sustituir el tronco entero, queda claro por la pueril configuración de los títulos de un documento inicial que imita a los clásicos: burguesía y burocracia – burocracia y proletariado – proletariado y revolución, en lugar de los famosos: burgueses y proletarios – proletarios y comunistas. Pero admitiendo que con esta tesis central: salir de la burguesía, ingresar a la burocracia, no se hace una sustitución de una parte sino del todo, que no se repara el casco de madera sino que se hace alarde de colocar en su lugar el de acero, lo mostraremos en breve.

Estos varanos carenados de hecho lanzan barquitos de papel.


Nuevo protagonista

Así que en esencia si quieres saber qué cosa era para Marx y sus seguidores en 1848 o en 1914, «impredecible e insospechable» lo deducimos inmediatamente de otra frase central: «Aproximadamente se puede decir que la profunda diferencia entre la situación actual y aquella de 1848 viene dada por la aparición de la burocracia en cuanto estrato social tendente a reemplazar a la burguesía tradicional en el período de declinación del capitalismo». Este personaje, definido como nuevo en la escena de la historia, no es un extra, sino un primer actor. De hecho, se lo presenta como un estrato (couche) social, pero pronto se lo eleva a clase: ¿de qué otra manera la situación social rusa, una vez desaparecida la burguesía, se definiría como economía y estructura de clases? Una clase es el proletariado ¿y la otra? La burocracia: esto está claro.

La definición de la burocracia como clase social es un sinsentido tal que si por un momento se admite, toda la teoría tal como era en la época del Manifiesto y hasta Lenin (y por fortuna todavía hoy) se hace añicos y ninguna parte o capítulo continua sobreviviendo. Esto aún sería poco: sólo habría surgido, al lado de tantas, una nueva demolición del marxismo: ¡se romperán dentaduras! Pero el hecho es que el error ínsito en esta doctrina radica todo él en tesis no sólo antimarxistas sino premarxistas, que el marxismo no sólo ha sospechado y previsto, sino que ha denunciado repetidamente como ya rancias en su tiempo y trituradas con clásicos «passage à tabac» (cursiva: santurrones, que son aquellos que en la comisaría convierten las detenciones en infiernos).

Vamos, por tanto, a probar que quien quiera ser seguidor del reparadorismo y el remendonismo de rive gauche puede acomodarse, pero debe declarar haber hecho pedazos, página por página, tanto El Capital como El Estado y la Revolución.

Porque no se podría definir mejor, exactamente lo contrario de la posición de la izquierda marxista internacional antes y después de Lenin, si no con las palabras: «El programa de la revolución proletaria no puede seguir siendo el que era antes de la experiencia de la revolución rusa y de las transformaciones que han tenido lugar después de la Segunda Guerra Mundial en todos los países de la zona de influencia rusa». Sucede apenas esto: que se ponen a rehacer el programa de la revolución proletaria aquellos que demuestran claramente no haber aprendido cual era, es y será.

Nuestro movimiento apunta al polo contrario y creemos haber aportado a este trabajo una contribución no indiferente: «El programa de la revolución proletaria debe seguir siendo el que era antes de la revolución rusa y de la primera guerra mundial y de la corrupción de la segunda Internacional». Marx volvió a encontrar en la Comuna de 1871 el programa del Manifiesto de 1848; Lenin en octubre de 1917 y en la situación posterior a la primera guerra mundial reencontró este mismo programa. El hecho importante es que tal programa no se ve por ningún lado implementado en Rusia y esto está muy claro, pero no por las razones que dan los reparadores. En cuanto que ellos mismos tampoco lo pondrían en práctica si venciesen sus postulados: democracia, control proletario y reducción de los goces de la clase burocrática. Ellos no saben pedir otra cosa.



Ayer

Clase que nace vieja

Bastaría una sola consideración para colocar el descubrimiento de este nuevo planeta en el sistema solar de las clases sociales históricas – la burocracia-clase – lastimosamente fuera de cualquier mínima comprensión de la dialéctica materialista, empujándolo hacia limbos metafísicos de pensamientos completamente burgueses. La parodia incautamente intentada del Manifiesto 1848 carece de toda explicación, justificación y «apologia» de esta clase nueva, original, que sustituye a las antiguas. Si hemos sido testigos, como se pretende, de su advenimiento, hemos sido testigos de la formación y de la victoria de una clase «inútil», y apenas ha aparecido la hemos considerado merecedora solo de malas palabras. ¡Qué presentación tan diferente a la que el Manifiesto hace de la revolución burguesa, de la conquista burguesa del mundo! ¿Un error, por lo tanto, una distracción, un aborto de la historia? ¿¡Esto es marxismo; o sucio idealismo de burguesía decadente!?

¿Y por qué este aborto con la cara horrenda de una anciana decrépita, en lugar de lanzarlo al barril de alcohol, es tan aterrador que impone cambiar todo el «programa de la revolución», y enviar de vuelta en la escuela de pálidos cirujanos a la «partera de la historia»?

Esta hipótesis de que el aparato del poder de clase – en lenguaje marxista la burocracia y el Estado no son otra cosa – tenga el poder no para la defensa de uno de los modos de producción de clase, sino que lo conserva para sí mismo, para su conveniencia, para conseguir el dinero para el cine o para el burdel, no es más que la más baja edición de la más banal objeción al socialismo proletario: llevar fuerzas nuevas a la cima de la sociedad, no hará más que recomenzar desde el principio, ya que quien gobierna y dirige lo hace solo por sus propios negocios. Y todo filisteo sabrá decir: contra esto la única receta es una receta moral, que gobernados y gobernantes sean honestos, es una receta liberal (¡el control, pobres de nosotros!...) por la que el elegido para dirigir sea el servidor de los electores, como por ejemplo en la vieja Inglaterra y en la joven América. ¿Y con este estilo enseñará a Carlos Marx algo que él, pobrecito, no había logrado sospechar? Pero ve más bien a hacer el oficio de revelar la verdad a los esposos cornudos, que es algo más serio.

En una extraña y desaliñada polémica con Trotski, al que dan por equivocado en todo lo que dijo justamente, y viceversa, toman su mal movimiento literario en la frase que sigue a la que es justa (la certeza de que la burocracia no tiene futuro histórico): si el fracaso de la revolución permitiese a la burocracia instalarse establemente en el poder a escala mundial, «sería un régimen en decadencia, que significaría un eclipse de la civilización». ¿El proletariado y el marxismo revolucionario estarían por lo tanto prestos a hacer cambios a su programa de clase, si se demuestra que el progreso se convierte en decadencia y que una civilización común a todas las clases y superior a las luchas de las clases amenaza con oscurecerse? Progreso y luz de la civilización histórica: nada más se necesita para caer de lleno en lo que Marx y Engels mil veces fustigaron como ideología del socialismo burgués y pequeño burgués.

Los reparadores querrán superar nuestro poco marxismo: que gocen de esta preciosa confesión: para evitar que al capitalismo le sucedan regímenes en decadencia y que la civilización actual (para nosotros tenebrosa al máximo) tenga que eclipsarse, nosotros no tocaremos una tecla de la máquina de escribir o de la linotipia y no encenderemos ni una sola de tales velas: con tal de que el régimen burgués se quite del medio, dejémoslo irse a la cama en la oscuridad.

Pero para mostrar cómo la pretensión del reparador es en cambio un intento – ciertamente inútil – de desmantelamiento pieza a pieza, se necesita un mínimo de orden: veamos un poco el quehacer del curso económico, después del poder político.


Atrofia dialéctica

La polémica parte de querer contradecir a Trotski sobre la tesis de que en Rusia todavía existía, después de la victoria de la burocracia, un Estado obrero. Trotski habría dicho (en verdad los juicios críticos de Trotski deberían examinarse en un orden lógico mucho mejor) que la economía era socialista en la producción a fuerza de la estatización de la industria, pero no socialista en la distribución única (o mejor repartición) de las rentas (o más bien de productos). Pero al refutar esta posición con el argumento obvio de que cada una de las formas históricas de producción también presenta inseparablemente sus propias características de la distribución, se produce una loca confusión de los términos y de los conceptos básicos de la economía marxista.

Nosotros discrepamos con Trotski en la definición y en el reconocimiento de los distintos estadios por los que ha atravesado el desarrollo social ruso desde febrero de 1917, y creemos que ha tenido un constante «desfase» en la imputación de los abandonos de las distintas posiciones revolucionarias: primero en el campo táctico, luego en el político, finalmente en el económico. Hoy Trotski – como parece haber afirmado su compañera Sedova – ya no hablaría más de maniobras, de poder o de economía proletaria para Rusia; esto es seguro.

Pero la indiscutible superioridad de Trotski sobre estos sus despreciadores que en cuanto a marxismo no le llegan a la suela de los zapatos, es que él coloca el desarrollo en la sucesión de acontecimientos históricos y comprende que las relaciones entre estrategia de maniobra y política económica se reconocen teniendo en cuenta el movimiento de todos los factores sociales internos y externos, y sabe distinguir entre las muy diversas vías de victoria, de freno y de derrota de las revoluciones en juego; incluso cuando la solución del caso se adapta mal al problema.

Estos críticos suyos no ven nada históricamente y dialécticamente y cuando intentan volver a narrar la sucesión internacional de los hechos lo hacen con la marcha de los cangrejos, viendo todo de una forma desesperadamente estática, estadística y, solo porque aplican palabras y frases leídas en Marx, creen encontrar soluciones nuevas y felices. En verdad ellos no se despegan de un «análisis» absurdo según el cual si me das una fotografía aérea de un país, yo te explicaré cuál es desde el inicio la posición de las relaciones de producción y de distribución y después podré dar el veredicto sobre el «color» del «régimen».

A esta impotencia dialéctica le es imposible comprender que hay instantes en los cuales economía y política, por ejemplo, producción y distribución, e incluso intereses de la clase dominada y de la dominante, se nos aparecen con una marcha perfectamente invertida, como la historia de las revoluciones y contrarrevoluciones le había enseñado a Marx antes de 1848 y como un reexamen de los acontecimientos posteriores confirma tanto que ni un clavo en las láminas del casco debe clavarse en un agujero diferente.


Las relaciones de producción

Este primario concepto marxista no ha sido digerido en absoluto, aunque se recurre a formulaciones clásicas. De hecho fue invertido. El objetivo que se quiere alcanzar es vincular las relaciones de producción a las de distribución, y esto es justo y nosotros lo hemos hecho correctamente a propósito de los caracteres mercantiles de la economía rusa que demuestran su carácter capitalista, dadas las actuales condiciones históricas y políticas generales de hoy. Pero en la época, por ejemplo, de la introducción de la N.E.P., la conclusión podría haber sido diferente.

Pero el hecho grave es que al redefinir las relaciones de producción es tan deformado el criterio marxista, que cae por completo en un idealismo antideterminista crasamente burgués. Partiendo en efecto del punto correcto se llega esta especie de tesis, repetida varias veces: «Sabemos (!) que toda relación de producción es, en primer lugar e inmediatamente (?), organización de las fuerzas productivas en vista del resultado productivo».

En este enunciado de una docena de palabras, todas fuera de lugar, se reconocen todos los modos burgueses de pensar en economía y filosofía.

El punto de llegada hacia el que tiende toda la tortuosa exposición: la conciencia y la voluntad, se ha insinuado bajo el mentiroso disfraz en el deforme punto de partida.

Presten mucha atención: el teorema quiere definir lo que tienen en común todas las relaciones de producción de la historia, incluso las más remotas. La fórmula versa, por tanto, sobre las tesis idealistas y voluntaristas: en principio era la conciencia, en principio era la voluntad. Dado que alguien organizaba, este alguien disponía la producción y la economía según su plan, o sea, según su voluntad. Y como se dijo, ese alguien tuvo una visión clara del resultado, en él ya estaba la ciencia y la conciencia de las leyes económicas. ¿Pero quién es este alguien? Quien respondería: el hombre medio, sería un correcto y leal antimarxista liberal. Quien declararía: el hombre de excepción, sería un decente idealista de una de las tantas escuelas. Quién: el enviado de Dios, sería un revelacionista consecuente. Pero el alguien de los reparadores lo decimos de inmediato: es la clase dominante (en Rusia, por lo tanto, la burocracia, soberana de las leyes económicas y de los resultados productivos). Aquí está toda la trama.

Se pretende ser marxistas porque se introduce la clase incluso cuando no es clase (y quizás solo entonces). Se ha leído a Marx y compulsado a fondo, se le cita tal vez más que nosotros y precisamente cuando demuestra lo contrario de la «organización en vista de un resultado productivo». Habría sido mejor no leerlo: existe también una forma de leer los libros que es similar a aquella con la que el ladrón hojea paquetes de billetes de mil. Un compañero trasnochador suele divertirse recordando los nombres de muchos que, conocedores a fondo de Marx y de su obra, son los peores enemigos del marxismo.

Repetimos que la fórmula es general para todas las relaciones de producción históricas. Casi como si el maharajá indio cuyo peso está cubierto en oro de tributos, como si el señor feudal que vivió decenios en las cruzadas, nunca hubiera organizado partes de la producción. Pero cuando la pensamos aplicada al capitalismo, vemos la recaída, como en la filosofía, en la ciencia económica burguesa: la caza al resultado productivo. El impulso irresistible de producir sin límites y sin razón, por lo tanto sin conciencia de resultados y sin organización, se convierte, en lugar de la manifestación contradictoria e inestable que demuestra el determinismo económico, en una búsqueda consciente y voluntaria de resultados por parte de la clase dominante, la cual «construye» ad hoc la relación «material y personal». Hemos llegado al punto que queríamos: todo es una relación entre dos personas: patrón y obrero. Y entonces, en general, se definen todas las clases históricas en este modo fósil: un grupo de personas que saben y quieren y dirigen y otro grupo de personas que se someten y ejecutan pasivamente. De modo que la lucha entre las clases y sobre todo entre las fuerzas que derivan del viejo y del nuevo modo de producción se reduce chismosamente a una serie de aspectos de un mismo conflicto eterno: ¡entre el dirigente y el ejecutor! He aquí la otra fórmula clave del desequilibrado sistema.

Si además la fórmula antes tratada debiese definir el modo de producción socialista, sólo entonces se podría decir: organización de las fuerzas productivas en vista del resultado. Pero no se debería agregar productivo, que apesta a mercantilismo y a economismo capitalista a una milla de distancia, sino más bien: resultado de consumo, de uso. Esto será dentro de mucho tiempo en una sociedad sin clases y cuando sea resuelto el filisteo problema de evitar que el dirigente engañe al ejecutor; pero mientras haya clases, la realización consciente del resultado es imposible, para los individuos y para las clases. ¡Solo en el partido! Como le reprochan a Lenin de haberlo proclamado.


Fuera del sembrado

Se quiere probar que la propiedad nacionalizada y estatal no es socialismo y esto es justo, pero la vía que se sigue es errada. Se dice que las relaciones de producción son una cosa y las formas de propiedad son otra. En cambio, en Marx son dos mangas del mismo par. Sea la empresa de un burgués privado o del Estado, la forma de propiedad es la misma, basta que se entienda que se piensa no en la fábrica o en las máquinas, sino en la relación del trabajador asalariado con el producto. La forma burguesa de propiedad es aquella cuando al trabajador le ha sido arrancado todo derecho de apropiación sobre el producto de la empresa. Naturalmente también le ha sido arrancado sobre los instrumentos de producción, pero esto es un derivado del hecho material de que se trabaja asociados: sería bueno si (aunque sea por decisión del autónomo consejo de fábrica) cada obrero se llevase una piedra del muro y una pieza de la máquina...

Sin embargo se parte de la más perfecta de las enunciaciones de Marx, escrita ciertamente un día que el maldito padecimiento del ántrax, que luego lo hicieron invocar la muerte, no lo torturó y uno menos de los atroces cigarrillos había sido fumado, aquella de la introducción de 1859 a la Crítica de la economía política. La reproduciremos poniendo las palabras no citadas del texto entre paréntesis.

«En la producción social de su vida los hombres entran en determinadas relaciones, necesarias, independientes de su voluntad (relaciones de producción que corresponden a un determinado grado de evolución de las fuerzas productivas materiales). La estructura económica de la sociedad está constituida por el conjunto de estas relaciones de producción, que forman la base real sobre la cual se eleva la superestructura jurídica y política (a la cual corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia de los hombres la que modifica su ser, sino a la inversa, es su ser social el que determina su conciencia). En cierto estadio de su desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en conflicto con las relaciones de producción existentes, o, lo cual sólo constituye una expresión jurídica del mismo hecho, con las relaciones de propiedad, dentro de las cuales se habían estado moviendo hasta el momento. (Tales relaciones sociales, que hasta aquí fueron formas evolutivas de las fuerzas de producción, se transforman en sus cadenas. Se inicia entonces una época de revolución social. Transformándose las bases económicas de la sociedad, tarde o temprano, se revoluciona toda la monstruosa superestructura social. Examinando tales revoluciones) siempre es necesario distinguir entre la revolución material en las condiciones de la producción económica (constatable con precisión científica) y las formas jurídicas, políticas (religiosas, artísticas o filosóficas) en resumen, ideológicas (dentro de las cuales los hombres toman conciencia del conflicto y en él combaten. Así como no es juzgado un individuo según lo que éste cree ser, no se pueden juzgar tales épocas de subversión social por la conciencia que se forman de sí mismas, pero se debe declarar la formación de esta conciencia a partir de las contradicciones de la vida material y del conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción)».

La lección de este texto es clara. No lo estamos diciendo nosotros, lo dicen aquellos que lo han mutilado de todos los pasajes entre paréntesis. Clara! Después de haber leído una vez aquel texto en posesión de todas las facultades fisiológicas, se puede prender fuego ligeramente a la biblioteca y arrancar de la materia cerebral la circunvalación del alfabeto. Pero no es lícito omitir pasajes a conveniencia (peor aún: no por casualidad, sino siempre que se trate de poner delante la condición material y en la cola la conciencia, postergada hasta mucho después de cada revolución, y que en cambio es el punto de llegada de todos los cuadernos de notas, lamentablemente hace un siglo de este deslumbrante rayo de luz). Si a continuación se hace frente a quien quiera, harto de compulsar lo publicado desde 1859, cambiar alguna palabra, entonces no queda más que el notorio molinete de patadas en la subestructura de la conciencia.


Pilares terminológicos

Releamos con calma. Producción social de la vida. Relación que sale absolutamente de la persona y de su balance de dar y recibir, en la que las supuestas actualizaciones están desesperadamente condenadas a extraviarse. Producción por asociaciones humanas de sus alimentos y reproducción biológica de la especie, de los productores del mañana. Todo nunca planeado por cabeza, o cabezas, sino determinado por el estado de las fuerzas productivas materiales. También los hombres son una fuerza productiva, que se desarrolla, pero no puede romper las condiciones determinadas por las posibilidades técnicas: azadón o arado, remo o vela, trineo o rueda, fauna, flora, geología del terreno. Estas son las condiciones materiales, no el dinero en la billetera. La «conciencia» de este avance se puede declarar en las leyendas de Jason que corre a cortar el pecho de Thetis, de Encelao que, prisionero, hace erupcionar al Etna, de Talo, que inventa la rueda y el torno y es asesinado por el maestro Dédalo, enfurecido por haber inventado el aeroplano y no la carreta... Detrás de las charlatanerías de Socialisme ou Barbarie no se puede declarar esa conciencia cero.

Relaciones de producción son la misma cosa que relaciones o formas de propiedad, solo que primero se expresan en términos económicos, luego en términos jurídicos. Inútil intentar hacer cosas distintas y esconder los pasajes que establecen cómo el derecho deriva de la relación económica.

En el esclavismo la relación de producción es que el producto del trabajo del esclavo está a disposición del amo, sin que le corresponda más que los mínimos géneros de consumo y que el esclavo no puede alejarse o producir para otros o para sí mismo. La relación de propiedad es sobre la persona y la vida del esclavo y expresa la misma cosa en derecho.

Fuerzas productivas son los utensilios, las máquinas, los vehículos de todo género, materias primas y los productos que ofrece la naturaleza y, obviamente, la clase trabajadora todo el tiempo. Modo de producción (Produktionsweise) o forma de producción es uno de los grandes tipos históricos de relaciones productivas: recursos técnicos y formas de propiedad. Al cultivo de la tierra se adaptan sucesivamente tanto el comunismo primitivo como el esclavismo, la servidumbre y el asalariado. En la producción de las manufacturas van resultando poco a poco inadecuados el comunismo primitivo, el esclavismo, el artesanado libre y, finalmente, en un cierto estadio lo hace el asalariado mismo.

El capitalismo es uno de los grandes modos de producción históricos y una de las formas de propiedad más importantes. Esta bien definida forma, con sus características, no permite evasiones a través de las supuestas sustituciones: capitalismo privado-capitalismo de Estado o burguesía-burocracia.

Pero hay otro equívoco. Formas de propiedad son las relaciones de derecho. Estas se explican en su determinación por el hecho económico, pero otra cosa es explicarlas, otra es proceder a comprender la ideología religiosa, filosófica y etc.

La relación de propiedad es una relación material. El Estado que funciona según la sancionada norma jurídica es un mecanismo material mucho más palpable que un sistema filosófico. Si el esclavo escapa, los agentes del Estado lo capturan. Si el asalariado toma un objeto producido, o incluso si el industrial o el dirigente lo incauta en la fábrica, los gendarmes vienen a arrestarlo o liberarlo. ¡Las formas de propiedad son agentes económicos materiales y no factores que actúan sólo «mistificando»! Nosotros por ejemplo, tenemos la conciencia mucho más allá de la mistificación mercantilista, pero lo que consumo lo compro con absoluta obediencia espontánea a la ley del valor. Precisamente así: en esta gente no hay un concepto fuera de su lugar.


Metafísica de la explotación

No dejemos todavía el tema económico. Toda la concepción de las luchas de clases se reduce a una ininterrumpida batalla contra un enemigo único: la explotación. El monstruo es siempre ella, las víctimas de la revuelta cambian: esclavos, siervos, asalariados, etc. Aquí estamos en plena Philosophie de la misère a la Proudhon. Materia sepultada en 1847, cualquier cosa menos insospechada en 1848.

Se trata de leer y no comprender lo que significa el pasaje: «las mismas relaciones sociales que antes fueron formas evolutivas de las fuerzas de producción se transforman en cadenas». Ahora la explotación del asalariado, el sobretrabajo, el plusvalor, sólo hoy, con el capitalismo avanzado, son cadenas. Cuando nació el capitalismo, fueron formas evolutivas útiles de las fuerzas de producción. Liberté, égalité, fraternité, eran una mistificación (como recuerdan los nuestros totalmente «en passant») que iba muy bien; y lo siguen siendo ya que hipócritamente los vuelven a aplicar dentro de la clase proletaria, olvidándose de darnos la receta consciente, para cuando, finalmente, ya no será ni de clase ni proletaria. Pero no era una mistificación el hecho de que el mismo objeto, digamos las tijeras, hechas por los asalariados y no por el artesano libre, permitía al «pobre» tener una tijera en lugar de ninguna en casa, o cuatro en lugar de una. El artesano ferozmente expropiado, dado que precisamente por ser víctima inconsciente de las formas tradicionales, se resiste contra el subjetivo interés, ganará en nivel de vida convirtiéndose en asalariado.

El artesano no prestaba, al menos directamente, sobretrabajo. Pero el hacer prestar masas de sobretrabajo a los asalariados asociados en las nuevas empresas y fábricas era la única vía para acumular capital, desde entonces social y evolucionar hacia la actual dotación de instalaciones. Que existiese la explotación es una objeción extramarxista y neciamente moral.

El error económico de base es el de reducir todo a la disputa por el plusvalor, que se confunde con la ineluctable hambre de sobretrabajo del capital. En su surgimiento el modo de producción burgués hace posible un mayor aprovisionamiento social con menor trabajo de los vivos: por lo tanto, no es por haber sido engañados sino por la influencia material y determinista de la moderna y futura fuerza productiva más ferviente, que los proletarios se dan la mano para romper las cadenas de la servidumbre de la gleba y de la pequeña producción. Paralelamente la ley de la caza al sobrevalor, que impide al capital la «organización con vistas a un propósito», conduce a la nueva forma a ser desfavorable. Por tanto, no existe un valor absoluto ético, sino un traspaso cuantitativo de rendimiento social. Naturalmente que estos, que remiendan a Marx descendiendo por debajo de Lassalle, ven en la lucha entre dos históricos modos de producción la única contienda obrero-patrón u obrero-burocracia y la circunscriben dentro del límite del margen de ganancia que hoy se basa en una alta tasa de plusvalía por efectos mecánicos.

Y entonces, cegados en el campo de la repartición de las ganancias y leyendo al revés las frases que citan del otro formidable texto de la crítica al programa de Gotha sobre el reparto de la miseria, no viendo cómo en principio se pueda proponer la tesis: el gasto para la burocracia de empresa y de Estado es una de las tantas fracciones en las que se reparte la ganancia: al final de un veloz paso de la economía parcelaria semi-asiática a un mercado nacional y a una industria floreciente, la suma explotada por la burocracia rusa actual, en cuanto consumo en sí y para sí, podría ser el menor de todos los problemas en el complejo camino mundial hacia el mejoramiento marxista de las «condiciones del trabajo vivo». La discusión que llevan a cabo con las cifras de Trotski y de los apologetas estalinistas en la que consiste su análisis superior y preciso, sólo demuestra que les queda un largo camino por recorrer antes de llegar al nivel en el que se encontraba la ciencia económica cuando se formó la nueva construcción propia del proletariado moderno. Discuten sobre la reducción de unos centavos, hacen la queja del gasto como el sirviente en el mercado ambulante, no ven el mundo que se trata de conquistar.



Hoy


Estado y revolución

Después de haber visto cómo la manía por mejorar y actualizar, y el esnobismo infeliz de siempre temer estar un poco por detrás de las últimas aportaciones de la ciencia conformista, han llevado a denegar párrafo por párrafo todos nuestros textos económicos, veamos algunas cosas del curso político.

¿Qué es para nosotros el Estado? Es un aparato conformado por hombres con asignaciones dadas, y sobre todo hombres armados, el cual no es absolutamente necesario para toda comunidad humana (y aquí, Lenin decía, tienen razón los anarquistas), dado que hubo y habrá (la justa razón está en Engels) sociedades sin Estado.

Pero no puede dejar de haber Estado mientras haya sociedades divididas en clases en conflicto entre sí. Hasta aquí podría llegar también el anarquista.

Más exactamente el Estado de una época dada es una forma de propiedad que corresponde a determinadas relaciones económicas, que aparece con ellas y que luego tiende a conservarlas y las defiende con la fuerza incluso cuando se han convertido en «cadenas para las nuevas fuerzas productivas» capaces de hacer progresar el bienestar general.

El Estado, conjunto de cuerpos armados y no armados, o sea, sistema de burocracias (policía, milicia, magistratura, administración, incluso el clero) no siempre es, por tanto, el mal absoluto. Después de la revolución antifeudal el Estado francés con su falange de funcionarios, su ejército permanente, su guardia nacional, sus gendarmes, etc. tiene la función de combatir la reacción. Digamos que expresa la lucha de los nuevos capitalistas contra los antiguos aristócratas, señores terratenientes. No es todo. El Estado está explicado por la presencia de esas dos clases y es un instrumento rompedor de cadenas y no cerrador de cadenas, por el momento. Pero diremos más exactamente que eso expresa la lucha entre un futuro modo de producción (el capitalista) y uno pasado y en descomposición (el feudalismo), lucha histórica y universal. Por encima de la división de la población de Francia, un tal Estado en un tal momento histórico expresa la presión de todas las clases burguesas y proletarias en lucha y se puede decir que además de una red mundial de intereses representa el potencial de algo aún más amplio: la irresistible fuerza generadora de futuras fuerzas productivas materiales.

De esta manera debemos juzgar las formas y las luchas de un tal aparato y el impresionante entrelazamiento se da en los tres textos clásicos de Marx.

No con un avance continuo sino con un proceso muy complejo, un tal aparato cambia sus funciones «antiformistas» en funciones «conformistas» y se levanta contra él una clase y una fuerza que apunta a abatirlo.

El Estado es, por tanto, aquel aparato que se apoya sobre una clase que defiende y reivindica un determinado modo de producción y que, después del éxito revolucionario, se resiste al retorno de las antiguas fuerzas y modos.

Por consiguiente, está claro que toda revolución social a caballo entre dos grandes tipos de la forma de producción, y en particular la venidera revolución del proletariado, debe hacer pedazos al viejo Estado, dispersar sus jerarquías y su personal. Pero también está claro – y aquí los anarquistas no entienden, y arrugan la nariz los grupos más o menos anarcoides – que durante todo el tiempo en que el viejo modo productivo tiene fuerzas y defensores, no solo dentro del territorio sino también fuera, se necesita en una nueva forma un Estado y cuerpos de hombres armados y burocracia.

Una tendencia anarcoide se revela en estas curiosas palabras:¡«el poder de las masas armadas ya no es más un Estado en el sentido habitual del término»! Aquí, por encima del marxismo, liberalismo y libertarismo de una manera romántica se dan la mano.


Extinción de la burocracia

La necesaria formación del nuevo Estado revolucionario para Marx y Lenin: la dictadura del proletariado, está en razón del hecho de que mientras la conquista del poder político con medios revolucionarios es un salto brusco, no lo son, y se diluyen en el tiempo: la plena sustitución del viejo modo de producción por el nuevo, la correspondiente desaparición local de la clase que anteriormente tenía el poder y reflejaba el viejo modo de producción, la influencia de las fuerzas externas que defienden aquel mismo modo de producción y se oponen al nuevo, y más que todo los residuos de influencias superestructurales de todos los tipos dominantes en la ideología y psicología social. Por lo tanto, el Estado no se abole, sino que se funda uno nuevo, derrocando al anterior. Con aquel largo proceso, cuya duración depende del grado de desarrollo interno de las fuerzas sociales y de las relaciones internacionales de fuerza de las clases, el Estado se extingue. Todo bien conocido y a lo que los reparadores simulan no aportar retoques.

Ellos mismos citan a Engels en pasajes bien claros, en cuanto a probar que tal curso no ha mutado si la concentración ha alcanzado el estadio del industrialismo estatal. «Los medios de producción deviniendo en propiedad del Estado no pierden el carácter de capital. El Estado es el capitalista colectivo ideal».

He aquí el punto crucial. Si los medios de producción de propiedad dispersa e individual del trabajador autónomo se convierten en capital, lo haga un individuo privado financiado o el Estado, es un proceso hacia el modo de producción capitalista. Si de capital se convierten en medios de producción social, o sea, son empleados sin forma salarial de la producción y sin la forma mercantil de distribución, entonces es un pasaje desde el modo capitalista al socialista. Este segundo traspaso no puede, está claro, ser realizado ni por privados ni por el Estado político de la clase burguesa: puede hacerlo sólo el nuevo Estado revolucionario, de la dictadura del proletariado.

Aquí está la solución vanamente buscada en la «pirámide de las rentas» y en el escándalo de la desproporción de los salarios en Rusia – desproporción contra la cual se podrá seguir los gloriosos pasos de la Comuna, poner en alto una revolución puramente socialista, en un tejido de capitalismo avanzado.

Sin embargo, debe reconocerse que el Estado obrero, que es el único que puede llevar a cabo esas tareas de transformación de la forma de producción, bien puede, en períodos no sólo de evolución y desarrollo técnico interno, sino también de la lucha política internacional, verse obligado a gestionar formas de capitalismo de Estado con un trasfondo salarial, mercantil, en otros términos y en ciertos estadios – que el estalinista de hoy ha superado desde hace años y años – sigue siendo el Estado político del proletariado y del futuro modo socialista de producción mundial, aun ocupándose todavía de la transformación preliminar «de medios de producción en capital».

El Estado ruso, con la inevitable burocracia, está hoy «adaptado» solamente a transformar medios de producción en capital, como un Estado capitalista joven, y se ha convertido en un aparato que ya no combate por el modo de producción proletario, sino que, como todos los otros, está presto para defender al capitalista.

¿Quiere ver desvanecerse esta teórica burocracia sin necesidad de revoluciones y guerras? Suponga realmente posible el pasaje al modo socialista de producción: aprenda que eso presentará la desaparición del mercado y del registro de precios, de la división empresarial y del registro de los salarios, de la división profesional del trabajo y de la diferencia entre ciudad y campo, y comprenderá que el proscenio de escuálidos mocosos que está formado por funcionarios de todo tipo se apagará por sí mismo, declinando el honor, demasiado grande para la pereza de los ronds-de-cuir, de dar el nombre a un período de la historia.


Ilíada y batracomiomaquia

He aquí está «la otra solución», realizada totalmente desde hace siglos, que se utiliza para esclarecer los problemas de los reparadores y sus pretendidos datos ignorados por el marxismo.

A estas poderosas armas críticas las sustituyen las estadísticas chismosas de las rentas, buscan, pero no conocen, las cuotas de la renta y del plusvalor, y sobre todo no saben indicar como varían cualitativamente: hacia arriba o hacia abajo, verificando el progreso de la difusión del capitalismo, que ellos cambian con la palinodia habitual: aumento de la extorsión, disminución del tenor de vida y otras tonterías.

La solución está en clasificar ausentes a los burgueses rusos y destruido el esquema: dos clases (al menos) y el Estado para una sola de ellas (y hecho pedazos el texto de Marx sobre la Comuna y el de Lenin sobre el Estado) los ciudadanos soviéticos entre «obreros» y «burócratas». Pero si la relación de producción fuera la de obrero-Estado, sería una relación única y no habría diferencia ni lucha de clases. Tal selección arbitraria e irreal es la peor parodia del marxismo. Equivale a la sustitución del choque de dos formas históricas que describe míticamente la Ilíada, con una lucha de especie entre ratones y ranas que Homero mismo habría cantado humorísticamente en la Batracomiomaquia.

En la Ilíada dos civilizaciones antiguas chocan terriblemente y determinan la historia de los siglos sucesivos. Por una parte la inmóvil, agraria, satrápica sociedad asiática de eternas monarquías y señoríos teocráticos a los que son tributarios los pueblos aún nómadas y las tribus aún comunistas (muy pobres de burocracia, lo prueba Marx: una docena de tipos por cada tribu, incluido el astrólogo. Porque la gente de pluma de la que tratamos ni siquiera en terreno retórico ha inventado nada: ¡deben saber que entre burocracia dominante y barbarie no hay paralelo, sino directa antítesis!) – por la otra, la navegante, comerciante, industrial respecto a los tiempos, estirpe eólica y jónica, que las superestructuras jurídicas y filosóficas, el genial individualismo, acercan a la burguesía romántica de la mejor época moderna europea. Dos mundos y dos formas seriamente diferentes de la organización humana, efectos determinados por la misma distancia de trasfondo geográfico entre la inmensidad de los desiertos y de las tierras del interior y la muesca caprichosa irregularidad de penínsulas y archipiélagos, entre el clima glacial y turbio en una época del supercontinente y el dulce y templado de las risueñas costas mediterráneas, se encuentran, cuando el carro de Héctor y el de Aquiles chocan terriblemente.

Pero con la estadística del veintisiete del mes el cuadro se vacía, como cuando, distinguibles entre ellos a primera vista, los ratoncitos y las ranas se pelean, repitiendo en voz alta las invectivas de los héroes antes del duelo, recalcando las vicisitudes alternas de la guerra de diez años de los continentes e imitando con los apodos de burla a troyanos y argivos.

El choque entre el modo capitalista de producción y el socialista radica en estas mismas proporciones con el intento de descripción (impotente para citar un solo episodio histórico o de crónica que llene, no digamos un libro homérico sino un telegrama de Reuter) de la sociedad rusa. Es la proporción entre el gran poema épico y la agradable batalla entre ranas y ratones.

 

 

 

 

 


VIDA DE PARTIDO
Convergencia de nuestros grupos en la Reunión Internacional del partido
(Reunión General de los días 28-30 de mayo 2021)
 

Durante los días 28, 29 y 30 de mayo una representación de nuestras secciones en Italia, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Sudamérica, Estados Unidos y camaradas de otros países, se encontraron en la reunión general del partido, además de convocada y organizada con suficiente anticipación avance.Esta reunión también se realizó vía videoconferencia, tanto por la dificultad de viajar a causa de la epidemia como para poder llegar a los compañeros más lejanos. Al cambiar apropiadamente el tiempo de las sesiones, pudimos permitir que todos escucharan al mismo tiempo.

El sistema fue diferente a de las anteriores reuniones generales. En lugar de mantener ambientes separados – para italiano, inglés y español – y con traducciones simultáneas de los informes, todos nos encontramos en la misma conexión. Los relatores se expresaban en su propia lengua, o en la que consideraban más eficaz, mientras que a los oyentes se les enviaron previamente los textos traducidos de los informes: los que no entendían el idioma podían ayudarse a sí mismos con los escritos. El experimento demostró funcionar bien.

Obviamente, esto requirió mucho trabajo para preparar y distribuir las traducciones de todos los informes por adelantado y, a menudo, a última hora.

Como es habitual, dedicamos la sesión del viernes a grupos de trabajo – grupos de estudio, de intervención en las luchas obreras, de propaganda, de actividades editoriales, de presencia local – para que pudieran informar al partido de sus avances, resultados y eventuales dificultades.

El sábado 29 y el domingo 30 escuchamos el conjunto bien articulado de numerosos informes, sobre temas de doctrina comunista e historia, todos de la máxima importancia para la solidez y la vida práctica del partido, su verdadera espina dorsal. El merecido reconocimiento de todos los compañeros para los relatores, de quienes conocemos la dificultad del trabajo en estos tiempos adversos.

Estos fueron los puntos tratados:


Viernes 28
- Sesión preparatoria y organizativa
Sabado 29
- Introducción del Centro
- Orígenes del Partito Comunista de China, del 1° al 2° Congreso
- Informe sobre la actividad sindical del partido
- Curso de la crisis económica mundial
El Ejército Rojo en Alemania, La derrota en el Ruhr
- El partido en la India en la década de 1980
- Últimos acontecimientos de la guerra del Estado de Israel en Gaza
- Cuarenta años de lucha de clases en Turquía, segunda parte
- La Cuestión Militar: La guerra civil en Rusia
Domingo 30
- El nacimiento de la Internacional de Sindicatos Rojos, segunda parte
- El concepto y la práctica de la dictadura. El Soviet y los consejos de fábrica
- Informe de la sección venezolana sobre la situación en América Latina
- Historia de la Revolución Húngara, La constitución - La invasión rumana
- La estructura de los sindicatos en Quebec
- El avance del rearme de los Estados
- Conclusiones de la reunión con recapitulación de los compromisos acordados entre todos nuestros grupos





El Ejército Rojo en Alemania
2. La derrota en el Ruhr

En la primera parte habíamos visto cómo se formó el Ejército Rojo del Ruhr, después del golpe de Kapp y como se ha pasado a la ofensiva.

El Ejército Rojo controlaba militarmente la cuenca del Ruhr y estaba obteniendo victorias, pero no se creó ningún organismo político para capitalizar esta situación, circunstancia que la burguesía aprovechó para organizar el contraataque. En los consejos de trabajadores del Ruhr dominaban los dos partidos socialdemócratas. En la mayoría de los casos, los antiguos alcaldes y autoridades municipales se mantuvieron en sus puestos y no hubo ataques al poder de la capital. Incluso en Essen, donde prevalecía el KPD, no se estableció ninguna dictadura después de la victoria militar.

¿Cuáles eran las características de este Ejército Rojo?

En tanto, debemos reconocer que fue un resultado sorprendente, formar en pocos días un ejército de trabajadores, compuesto por entre 60.000 y 100.000 hombres.

Hubo condiciones de admisión de diverso rigor, en algunas áreas se dio mayor importancia a la afiliación política, en otras a la experiencia militar. Y en áreas más extremas, como en la ciudad de Marl, los trabajadores excluyeron a los representantes del SPD y del Sindicato de Mineros Libres del comité de acción local, alegando que no eran revolucionarios.

Los Guardias Rojos eran en su mayoría trabajadores, en mayor parte mineros. La lista policial de los Guardias Rojos caídos en Pelkum, por ejemplo, reporta 79 muertos, donde hay 52 mineros, 16 trabajadores diversos y el resto artesanos y sus ayudantes. Trabajadores de otras nacionalidades, principalmente inmigrantes polacos, combatieron al lado de los alemanes.

Las mujeres se desempeñaron como enfermeras, mensajeros y en las cocinas de campo. Se ofrecieron tantos voluntarios que algunos tuvieron que ser regresados a casa. Con pocas excepciones, la adhesión al Ejército Rojo del Ruhr era voluntario y los comandantes eran nombrados por elección.

El jefe del KPD del comité ejecutivo en Dortmund, Adolf Meinberg, identificó el fetichismo democrático como una debilidad del Ejército Rojo del Ruhr.

En este ejército la organización básica era la “compañía”, dividida en pelotones y grupos. Tomaba su nombre de la ciudad de origen, de sus comandantes, o de notas marxistas. Había una gran variedad en el tamaño de las compañías, pero el promedio era de 70 hombres. Los batallones o regimientos se formaban solo en la inminencia de las batallas. Utilizaban todos los medios de transporte disponibles: camiones, tranvías, automóviles, motocicletas, caballos, bicicletas.

Tras la derrota de los kappistas, el 17 de marzo de 1920, nacieron las distintas estructuras de mando del Ejército Rojo. Primero en el sector occidental, donde el KPD era más influyente, y luego en el este, donde predominaba el USPD.

El Comité de Acción de Essen se convirtió en uno de los mejores organizados: el alto mando requisó automóviles, teléfonos y otros medios de comunicación. Empleó a un gran número de pilotos y conductores para el transporte. Tenía una columna médica organizada en tres autobuses, que transportaban a trabajadoras que se desempeñaban como enfermeras voluntarias, en la Samaritan Workers ’Foundation. También se creó una oficina de propaganda del Ejército Rojo.

Los jefes del Ejército Rojo del Ruhr eran mucho más radicales que sus líderes políticos, lo que llevó a Paul Levi y Wilhelm Pieck a acusarlos de "militarismo de izquierda".

El intento del KPD de promover el Consejo Central de Essen, con el liderazgo general del Ejército Rojo del Ruhr, fracasó. Esto creó una gran dificultad para coordinar la distribución de alimentos, ropa, equipos y armas; especialmente porque en el área del Ruhr se producían pocos medios de subsistencia y la coalición de Weimar la había cerrado en bloque.

Los Comités de Acción también se encargaron de asegurar los salarios de los Guardias Rojos. En algunos distritos obligaron a los capitalistas a pagarlos. En otros casos, como en Dortmund, hicieron que los pagaran las cajas de ahorros, pero luego los bancos retiraron sus reservas en efectivo, lo que imposibilitó la confiscación.

En comparación con el enemigo, el Ejército Rojo estaba enormemente escaso de armas y municiones: solo tenía 10 cañones, alrededor de 50 morteros, 700 ametralladoras, 60.000 rifles y 10.000 granadas de mano.

La ropa de civil estaba a la orden del día, con bandas o cintas rojas en el brazo.

Todas las fuerzas armadas de la burguesía se lanzaron contra el proletariado insurgente en el Ruhr y otros distritos. Entre ellos se encontraba la Reichswehr, que se había retirado del Ruhr occidental en virtud del Tratado de Versalles. Muchos suboficiales y oficiales licenciados, formaron la estructura básica de los Freikorps (“cuerpos libres”, organizaciones de carácter para-militar) que habían luchado contra los levantamientos radicales de izquierda y asegurado las fronteras orientales del Reich. En 1919 también se utilizaron en los Estados bálticos contra el avance de las tropas soviéticas.

En los primeros años de la República de Weimar, existían unas 365 unidades Freikorps, con una fuerza total de unos 400.000 hombres.

Muchas ciudades tenían un Einwohner Wehr, una defensa civil. Esta organización aparecía en forma de grupos de autodefensa burgueses. Después de la revuelta de Espartaco en enero de 1919 en Berlín, el Ministerio de la Reichswehr dio instrucciones a todos los comandos generales, para transformar a todos estos grupos en fuerzas controladas centralmente, de acuerdo con un modelo unificado. En caso de emergencia, podrían usarse como reserva del ejército, pero luego fueron disueltos de acuerdo con las disposiciones del Tratado de Versalles.

La Sicherheitspolizei (SiPo), la llamada "Policía Verde", se estableció en la mayoría de los Länder alemanes (“Länder”, estados federales que constituyen la Alemania) a finales de 1919 y comenzó a funcionar a mediados de la década de 1920, con la aprobación de Gustav Noske, como una fuerza policial armada y entrenada militarmente.

El gobierno central de Berlín aprovechó la división política entre el sur y el este, donde gobernaban el USPD y el SPD. El oeste, dominado por el KPD; y Mülheim, donde prevalecían los sindicalistas y los comunistas de izquierda.

El 21 de marzo de 1920, el socialdemócrata Carl Severing, ministro de Interior prusiano, convocó una conferencia en Bielefeld, lejos del campo de batalla. Los comunistas y sindicalistas de izquierda se opusieron de inmediato, al igual que la dirigencia militar, quien estaba atacando la ciudad de Wesel. Sin embargo, cuatro comunistas, de Essen, Elberfeld y Barmen, participaron en parte de la reunión. Los representantes de los partidos burgueses pro Weimar, vinieron a negociar con los ministros. El comandante militar general Watter, quien había enviado solo observadores, exigió la rendición total el 23 de marzo.

El acuerdo de Bielefeld, basado en puntos ya acordados a nivel nacional por la confederación sindical ADGB y el gobierno, preveía un armisticio y una amnistía para los actos cometidos contra los kappistas. El Ejército Rojo debería haberse retirado al sur del río Lippe y la Reichswehr permanecer en el norte. En realidad, el acuerdo de Bielefeld tenía como objetivo ganar tiempo para la Reichswehr y luego avanzar. La estrategia de Severing funcionó: el comandante del Ejército Rojo (USPD) en Hagen, decidió detener la ofensiva del Ejército Rojo, que sufrió su primera derrota el 24 de marzo. El Consejo Central de Hagen y los Comités de Acción aceptaron el Acuerdo de Bielefeld el 27 de marzo, creyendo que sus armas serían tomadas por las autoridades municipales, en lugar de los militares.

El 28 de marzo, el nuevo canciller Hermann Müller (SPD) emitió un ultimátum que hizo añicos todas las ilusiones. Los acuerdos de Bielefeld fueron cancelados. Hacia el mediodía del día 30, es decir, en 48 horas, todos los antiguos “cuerpos administrativos y de seguridad del Estado” debían ser restaurados. El Ejército Rojo iba a ser desarmado y el general Watter establecería “las formas y el momento del desarme”.

Watter amplió el plazo para la entrega de armas en 24 horas, pero estableció nuevas e inalcanzables condiciones para la disolución inmediata del Ejército Rojo y la liberación de prisioneros. Si “tocan incluso un solo cabello, las condiciones no se considerarán cumplidas”.

La alarma se extendió por toda la región del Ruhr. El Consejo Central de Essen convocó otra huelga general, que fue casi tan masiva como la del 14 al 15 de marzo. Ahora existía la oportunidad de difundir la huelga por toda Alemania, especialmente en Berlín. Pero tanto el USPD como el KPD (encabezado por Wihelm Pieck) no lo anunciaron. La confederación sindical ADGB llegó a un compromiso con el gobierno para extender la amnistía a los Guardias Rojos que entregaron sus armas antes del 2 de abril. Pero el gobierno de coalición de Weimar no lo respetó.

El hambre se estaba convirtiendo en una amenaza.

Una conferencia del KPD-USPD-SPD en Essen exigió que el Ejército Rojo fuera reemplazado por una milicia ciudadana democrática – una amalgama interclasista impotente.

Mientras tanto, los Freikorps y la Reichswehr avanzaban y mataban a los rebeldes en el Ruhr.

El terror blanco comenzó antes de que expirara el ultimátum. Las unidades que apoyaban al Putsch Kapp y las que se oponían a él, se unieron en la represión del levantamiento obrero.

El 2 de abril, el Consejo Central huyó de Essen. Al día siguiente, el gobierno dio oficialmente a la Reichswehr “plena libertad para actuar, para hacer lo que la situación requiera”. Las tropas (80 90% Freikorps) entraron en la región desde todos los lados. Los supervivientes del Ejército Rojo recuperaron las armas que ya habían entregado y emprendieron una lucha sin esperanzas.

El 5 de abril, el Consejo Central, que se había reunido con relativa seguridad en Barmen (más al sur), dio instrucciones a los combatientes restantes del Ejército Rojo, que huyeran a la zona de ocupación británica, alrededor de Colonia y a la zona desmilitarizada, en la que la Reichswehr no osaba entrar, por miedo a una ofensiva aliada.

El Ejército Rojo sufrió entre 1.200 y 2.000 muertos en los combates, la mayoría de ellos muertos por fusilamientos o golpeados a muerte después de ser capturados. La Reichswehr, los Freikorps y la SiPo perdieron cerca de 400 hombres, 120 de los cuales fueron desertores, hechos fusilar por sus propios comandantes. Cerca de 1.000 soldados y civiles del Ejército Rojo murieron en combates en el resto de Alemania, principalmente durante la represión del golpe de Estado de Kapp. Un cabo del Freikorps escribió más tarde: “A los infames les disparamos con alegría ... Fuimos mucho más generosos en el campo de batalla con los franceses”.

El Ejército Rojo adoleció de la falta de un liderazgo central claro. Falta comunicación entre los comités de acción de las distintas ciudades. En particular, no hubo una conexión con los trabajadores insurgentes en el resto de Alemania.

El error político consistió en creer que la clase obrera podía derrotar a la reacción burguesa mediante una amplia coalición popular que incluía a los partidos de la coalición republicana de Weimar, que hacían causa común con el nacionalismo. Una vez que los kappistas fueron expulsados, fue una tarea relativamente simple para Severing sembrar confusión en las filas del Ejército Rojo, dividirlos y permitir que Watter lanzara la contraofensiva.

Además de la falta de un liderazgo político claro, las condiciones no eran favorables. Escribimos en nuestra prensa: “Tampoco somos tan pobres materialistas como para decir que incluso si el movimiento comunista en Alemania hubiera adoptado la estrategia y táctica perfectamente “correctas”, la victoria habría estado asegurada. Fue la situación objetiva, tanto en Alemania como a nivel internacional, lo que hizo muy difícil, e incluso imposible, la obtención de la victoria».


La cuestión militar:
La guerra civil en Rusia

Las tropas comunistas habían conquistado Kiev el 9 de febrero de 1918, pero eso no resolvió la crisis con la Rada ucraniana, por el grave error de no perseguir y destruir lo que quedaba del ejército y gobierno ucraniano, que de esta forma tenía la posibilidad de reorganizarse en Zytomyr, a 150 kilómetros de Kiev, donde contaba con la ayuda de los austro-alemanes para organizar la contra ofensiva. Esa misma noche, sus representantes en las conversaciones de paz del tratado de Brest-Litovsk, firmaron una paz separada con las Potencias Centrales.

Al día siguiente Trotski se negó a firmar los acuerdos propuestos por todos los enemigos de la Rusia revolucionaria, y anunció el fin de la guerra del lado soviético, y el inicio de la desmovilización del ejército ruso. Para enfrentar a los focos de resistencia cosacos, aún activos, donde estaban los del general Alekseev, los de Kaledin y Kornilov, se asignaron a Antonov-Ovseenko, 7.000 hombres y carta blanca sobre cómo conducir estas operaciones.

Kaledin había logrado un primer éxito al conquistar la importante ciudad de Rostov el 25 de noviembre de 1917, con la contribución decisiva del Ejército de los Voluntarios (EV), un cuerpo especialmente experimentado formado por 1.440 oficiales, visto como una continuación del antiguo ejército Zarista. Los tres generales coordinados, dividieron las áreas de acción y adoptaron una estrategia defensiva, pendiente de la ayuda austro-alemana.

Un primer éxito nuestro fue la derrota del fuerte grupo cosaco del Capitán Ernecov y su muerte el 21 de enero, lo que permitió a las columnas de Sablin reanudar su avance sobre Novo Erkassk. Los de Sivers se enfrentaron al EV por la conquista de Taganrog. En los duros enfrentamientos, determinante fue el levantamiento de 5.000 trabajadores en la ciudad, hecho que abrió un frente en la retaguardia de los contrarrevolucionarios. Los grupos cosacos, debido a la dificultad de aprovisionamiento, ligados a la incierta afluencia de capitales de los reaccionarios rusos, a la propaganda comunista, a la ausencia de victorias importantes pero más bien por continuas retiradas, comenzaron a dispersarse, tanto que su capital fue defendida por sólo un centenar de hombres a los que se unió un batallón de oficiales de Kornilov. Los cosacos que regresaban del frente por ferrocarril fueron detenidos y desarmados por los guardias rojos.

Las fuerzas comunistas, sin embargo, avanzaron lentamente debido al continuo sabotaje de las vías férreas. No obstante, el 10 de febrero cesó efectivamente la resistencia blanca en su capital. El día 12 Kaledin se suicidó, mientras el EV permanecía en Rostov, pero debido al levantamiento de la ciudad y el acercamiento de las tropas revolucionarias, decidió retirarse a Kuban, donde otras formaciones contrarrevolucionarias seguían activas.

La columna de Sivers llegó a Rostov y la columna de Sablin se preparó para el ataque final a Novocherkassk, donde se habían concentrado nuevos voluntarios cosacos. Pero estos, el 20 de febrero a la hora de ir a la línea de fuego se negaron. Finalmente una división de 3.000 hombres que regresaba del frente del Cáucaso, se unió con los rojos, atacando por la retaguardia al EV, que por la noche habiendo roto el cerco huyó hacia la estepa.

El 23 de febrero de 1918 los comunistas de Sivers ocuparon Rostov, y dos días después los de Sablin entraron en Novocherkassk.

El 25 de febrero, el Ejército de Voluntarios decidió trasladarse a Ekaterinodar, al borde de las estepas de Kuban, porque en esos días la Rada local había declarado su independencia. Debido a la escasa presencia de industrias allí, el componente obrero a favor del comunismo también fue escaso; además, las unidades militares rojas tenían su base en la lejana Armavir, aún en fase organizativa y con escasas conexiones recíprocas.

La primera de las dos columnas del Ejército Rojo enviadas a la región, fuerza de 18.000 efectivos, tenía la tarea de conquistar Ekaterinodar y aplastar la Rada local; Se suponía que la segunda, con 12.000 cosacos rojos, interceptaría el EV que en ese momento tenía 4.000 hombres en 3 regimientos, más unas centenas de refugiados civiles.

La columna del EV andando 15 kilómetros diarios, enfrentó con éxito algunos choques con las fuerzas comunistas locales, utilizando la táctica efectiva de sortear las posiciones enemigas con las mejores unidades a caballo, atacándolas por la retaguardia.

Ekaterinodar será capturado por el Ejército Rojo el 15 de marzo. Dos días después se producirá la primera batalla importante entre las fuerzas comunistas bastantes sólidas, equipadas con buena artillería y municiones, y las de Kornilov, con ahora escasas municiones y artillería. Después de la caída de Ekaterinodar el EV se dirigió hacia el sur, sobre el río Kuban, perseguida, pero de manera descoordinada e ineficaz, por las unidades rojas.

Todas las formaciones blancas se reunieron así bajo el mando único de Kornilov, que ahora contaba con unos 6.000 efectivos. Decidiendo retomar Ekaterinodar a pesar que solo una parte de sus tropas habían llegado a destino, y estableció su comando en una colina frente a la ciudad. Al iniciar la ocupación de algunos barrios suburbanos, recibió un eficaz contrataque de los rojos, que con un efectivo bombardeo le dieron de lleno al cuartel general de Kornilov, matándolo ese 13 abril.

Denikin, entonces asumiendo el mando del EV, decidió una rápida retirada hacia el norte, en territorios poco controlados por los comunistas y sin vías férreas. Sorokin también cometió el error de no perseguir los restos del EV.

Denikin, luego de una caminata sobre el barro helado de 245 kilómetros en 9 días, con una columna de 10 kilómetros de largo, llegó a una línea férrea, llegó a Rostov el 30 de abril, desde donde habían partido 80 días antes, en los cuales habían recorrido 1.266 kilómetros. Aquí se dispersaron, concluyendo en una pesada derrota los intentos contrarrevolucionarios del Ejército de los Voluntarios.

La situación en Ucrania se complicó tras la firma de una paz separada entre el gobierno efímero de la Rada ucraniana y las potencias centrales, que, con el pretexto de defender la independencia de los ucranianos, pretendía lograr dos objetivos: Presionar al gobierno comunista a una paz inmediata con el fin de trasladar las tropas del frente ruso a Occidente, donde el “juego” aún estaba abierto. Segundo, establecer un gobierno títere pro-alemán, para apoderarse de los inmensos recursos agrícolas locales, y materias primas necesarias para apoyar el compromiso militar. Todo antes que las fuerzas recién ingresadas de los Estados Unidos, pudieran entrar en batalla.

Se hizo una primera mención breve de las complejas y turbulentas negociaciones para los acuerdos de Brest-Litovsk, sobre las que volveremos luego.

La operación militar Faustschlag, también conocida como la guerra de los 11 días, fue lanzada por Alemania el 18 de febrero de 1918, solo 9 días después de la firma de la paz con la Rada ucraniana. Estaba respaldada por una fuerza considerable de 230.000 hombres, con un uso amplio de las líneas ferroviarias para una guerra de rápidos movimientos. El ataque se planeó en 3 direcciones: al norte hacia Petrogrado, en el centro a Bielorrusia, y en el sur hacia Ucrania con el objetivo final Kiev.

La resistencia soviética fue débil debido a la relación desfavorable entre las fuerzas, por lo que los alemanes avanzaron rápidamente. En el norte, el 25 de febrero, Letonia y Estonia estaban completamente ocupadas. En el centro, el 21 de febrero, se ocupó Minsk en Bielorrusia, y el 2 de marzo la columna sur austro-alemana, con el apoyo de las fuerzas de la Rada ucraniana, entró en Kiev. La penetración en los territorios rusos fue de 240 kilómetros, llegando a casi 100 Km. de Petrogrado, por lo que el gobierno soviético se trasladó a Moscú.

El 3 de marzo, la delegación rusa firmó el tratado de paz final, peor que los borradores anteriores. Rusia también tuvo que ceder Finlandia, los tres países bálticos, Polonia, Bielorrusia y Ucrania. Los alemanes pudieron ocupar toda Ucrania hasta Rostov, cercano al rio Don. Alemania tenía la intención de construir un cinturón de estados satélites alrededor de Rusia, formalmente independientes pero subordinados a sus intereses políticos y económicos.

El gobierno soviético tuvo que liberar de inmediato a 630.000 prisioneros austro-alemanes que, en las intenciones de Viena, iban a reemplazar las pérdidas humanas de varios frentes.



El concepto de dictadura:
Estado y consejos de fábrica

Al igual que con los soviéticos, también con los consejos de fábrica la confusión general era grande. La concepción “corporativista” de salvar a los consejos de fábrica en las confrontaciones del partido y de la revolución, se había difundido tanto fuera como dentro de los partidos de la Tercera Internacional: basta pensar en nuestros compañeros de “L’Ordine Nuovo”.

Los comunistas, en perfecta continuidad con los primeros congresos de la Internacional y con la tradición de la Izquierda comunista italiana, identificamos una línea que va de Proudhon a Stalin, que pretende emancipar al proletariado conservando el intercambio mercantil. También encontramos aquí la vieja utopía de Owen, que quiso emancipar al proletariado entregando la gestión de la fábrica mientras permanecía en la sociedad burguesa. Proudhon y los “corporativistas” también tienen en común la desconfianza en las confrontaciones del Partido y del Estado: que crearían líderes que, dado que “la carne es débil”, formarían una nueva casta dominante. A este temor a la naturaleza humana corrupta, Marx respondió: “El señor Proudhon ignora el hecho de que toda la historia en su conjunto no es más que una continua transformación de la naturaleza humana”.

El Partido Comunista, sin reclamar garantías al respecto, es en cambio el organismo menos accesible a las influencias de la burguesía y de sus ideologías. Después de la primera guerra mundial y la traición del proletariado por partidos, grupos parlamentarios y confederaciones sindicales, tuvo un gran desarrolló una nueva forma de organización inmediata de los proletarios de la industria: el consejo de fábrica. Este reivindicaba la defensa de los intereses inmediatos de los trabajadores de la empresa, pero también el control de la producción y finalmente de la gestión, previendo la expropiación definitiva del patrón.

Del texto “Los fundamentos del comunismo revolucionario”, en el segundo capítulo, subtitulado “La organización de fábrica”, leemos: “Este espejismo, en un primer momento seductor, fue inmediatamente, al menos en Italia, considerado por los marxistas revolucionarios como completamente erróneo. Desde esta perspectiva, quedaba eliminada la cuestión del poder central, ya que se admitía que coexistían el poder del Estado burgués y un grado avanzado de control obrero (...) No se trataba más que de un nuevo revisionismo”.

De las “Tesis de la facción comunista abstencionista del PSI” de mayo de 1920, publicadas en “Il Soviet” en fechas 6 y 27 de junio de 1920, segundo capítulo, leemos: “Es en general un error creer que la revolución sea un problema de forma de organización de los proletarios según las agrupaciones que se forman por su posición y sus intereses en los cuadros del sistema capitalista de producción. Por tanto, no es una modificación de la estructura de la organización económica lo que puede proporcionar al proletariado los medios eficaces para su emancipación. Los sindicatos de empresa o consejos de fábrica surgen como órganos para la defensa de los intereses de los proletarios de las distintas empresas, cuando comienza a parecer posible limitar el arbitrio capitalista en la gestión de las mismas. Sin embargo, la adquisición por parte de estos organismos de un derecho más o menos amplio de control de la producción no es incompatible con el sistema capitalista y, por tanto, podría ser un recurso conservador. El mismo paso a ellos de la gestión de las empresas no constituiría (análogamente a lo que se ha dicho para los sindicatos) el advenimiento del sistema comunista.

Según la sana concepción comunista, el control obrero sobre la producción tendrá lugar sólo después del derrocamiento del poder burgués como control de todo el proletariado unificado en el Estado de los consejos sobre el funcionamiento de cada empresa; y la gestión comunista de la producción será la dirección de la misma en todas sus ramas y unidades por parte de organismos colectivos racionales que representarán los intereses de todos los trabajadores asociados en la obra de construcción del Comunismo”.

Esta claridad cristalina no era propia de los compañeros de “L’Ordine Nuovo”. Con la dirección centrista del partido a partir de 1924, se crearon o propusieron en las fábricas órganos múltiples y contradictorios, con una devaluación del sindicato y de su necesidad en cuanto órgano de lucha proletaria. No tenemos ningún placer en polemizar con Gramsci, un camarada hacia quien la Izquierda comunista siempre ha cultivado respeto e incluso afecto. Como escribimos en nuestro “Dialogato con Gramsci”, lo reconocemos como nuestro compañero por su sincera fe revolucionaria, pero no por sus ideas, que provenían más del idealismo de Croce y Gentile que de nuestro materialismo. Sin embargo, en 1921 el comunista Gramsci se sometió disciplinado a la dirección de la izquierda.

Para Gramsci el partido comunista, el partido político revolucionario, cuando es negado explícitamente, pasa en todo caso a la segunda, tercera o cuarta línea. Lo mismo ocurre con el sindicato: los inmediatistas no comprenden que “el nivel de conciencia” de los proletarios, del que hablan, es superior en el sindicato de clase que en un consejo de fábrica. Cualquier obrero puro es suceptible de degenerar en una colaboración entre las clases.

En Alemania y en Holanda, con el KAPD y con los “tribunistas” encontramos concepciones análogas, con una paradoja subyacente: el hecho de que en Europa occidental no sea necesaria una doble revolución y por tanto una fase democrática, les lleva a acentuar las características democráticas de la revolución y no al contrario, como debería ser.

No tiene nada que ver con el comunismo la idea gradualista de que el poder se conquista pieza por pieza, casamata por casamata. Mientras no sea quebrado el Estado de la burguesía, el proletariado no ha conquistado nada. El Partido se reduce a una escuela, un centro de la iluminación de las conciencias. Esta degradación del papel del partido y del sindicato, si era típica del KAPD en Alemania, no era del todo extraña a nuestros mejores camaradas alemanes (incluidos polacos y judíos) de la Liga de Espartaco, con nefastas consecuencias.

En nuestro texto “Fuerza, violenta y dictadura en la lucha de clases”, en el capítulo V titulado “Degeneración rusa y dictadura”, leemos: “Pasando a los consejos de fábrica o de empresa, recordamos que esta forma de organización económica, presentada en un primer momento como mucho más radical que la del sindicato, va perdiendo cada vez más sus pretensiones de dinamismo revolucionario, siendo ya de aceptación común para todas las corrientes políticas, incluidas las fascistas. La concepción que veía en el consejo de fábrica un organismo participante, primero en el control, después en la gestión de la producción, e incluso capaz de conquistar ésta en su totalidad, empresa por empresa, se reveló como puramente colaboracionista (...)

“La polémica relativa a esta cuestión tuvo un gran reflejo en los jóvenes partidos comunistas cuando los bolcheviques rusos fueron constreñidos a tomar medidas esenciales y a veces drásticas para luchar contra la tendencia de los obreros a hacer autónoma la gestión técnica y económica de la fábrica en la que trabajaban, cosa que no sólo impedía el inicio de un verdadero plan socialista, sino que amenazó con gravísimos daños a la eficiencia del aparato productivo sobre el que los contrarrevolucionarios intentaban especular. De hecho, incluso más que el sindicato, el consejo de fábrica puede actuar como exponente de intereses muy estrechos y susceptible de entrar en contradicción con los intereses generales de clase”.

Hay un argumento conexo a aquel de los comités de fábrica, el de la organización de los partidos comunistas por células o núcleos de empresa. A esta transformación, decidida por la Internacional Comunista en 1925-26, sólo se opuso, o casi, la Izquierda italiana, que sostenía las más tradicionales circunscripciones territoriales. En la última página del citado capítulo, bajo el epígrafe “Nota”, se dice con la claridad habitual: “Si la función orgánica del partido, no sustituible en ella por ningún otro órgano, es el desarrollo de las luchas económicas por separado, de categoría y locales hasta la unidad de la lucha general de la clase proletaria en el plano social y político, ningún eco de tales tareas puede tener seriamente en una reunión en la que sólo participan trabajadores de una misma categoría profesional y de una misma empresa de producción”.

“Tal ambiente sentirá solo exigencias circunscritas y corporativas, la expresión de la directiva unitaria de partido bajará solo desde arriba y como cosa extraña; el funcionario del partido no se encontrará jamas en en unplano de igualdad con los miembros individuales de la base, en un cierto sentido ya no será parte del partido y no perteneciendo a ninguna empresa económica. En el grupo territorial, en cambio, son colocados en principio en el mismo plano los trabajadores de cada oficio y dependientes de variadísimos patronos (...)”

“Mostramos entonces que la concepción de las células, a pesar de la pretensión de implementar la estrecha adhesión del organismo de partido a las más amplias masas, contenía los mismos defectos oportunistas y demagógicos del obrerismo y laborismo de derecha y contraponía los cuadros a la base, en una verdadera caricatura del concepto de Lenin sobre los revolucionarios profesionales”.



La revolución húngara:
La Constitución - La invasión rumana

En esta reunión, el camarada informó sobre la Constitución provisional de la República Soviética de Hungría, aprobada el 2 de abril. Consta de 89 artículos que trataban sobre la organización de la dictadura del proletariado bajo la forma de Consejos de los obreros, soldados y campesinos. Hemos resumido los más significativos.

Artículo 1 En la república de los Consejos el proletariado ha asumido todas las libertades, todos los derechos y todo el poder, para abolir el sistema capitalista y el dominio de la burguesía y para sustituirlo por el sistema productivo y social socialista. La dictadura del proletariado es un medio para eliminar todo tipo de explotación y dominio de clase y sirve para preparar un sistema social sin clases, en el que incluso el principal instrumento de dominación de clase, el poder estatal, habrá desaparecido.

Art 2 La república de los Consejos es la república de los Consejos de obreros, soldados y campesinos. En la república de los Concejos no hay lugar para los explotadores. En los Consejos de obreros, soldados y campesinos es el pueblo trabajador quien hace las leyes, las aplica y persigue a quienes las violan. Todo el poder central y local lo ejerce el proletariado en los Consejos.

Luego tratamos sobre el gobierno contrarrevolucionario de los socialdemócratas, dirigido por Giulio Peidl y sobre la ocupación rumana. Informa en las Memorias “nuestro” Romanelli, jefe de la misión italiana en Budapest: “Peidl comenzó a darme un cuadro de la situación general en Hungría en aquel momento, representándome en primer lugar la urgente necesidad de garantizar la seguridad interna amenazada por los residuos de aquellas asociaciones adversas a cualquier orden constituido, que hasta entonces se habían valido de la complacencia y debilidad de la dictadura proletaria para aterrorizar la ciudad y el campo y de las multitudes de soldados dispersos, que regresaban del frente armados (...)

“Peidl me rogaba en nombre del nuevo gobierno húngaro que telegrafiara sin demora al Presidente de la Conferencia de Paz para invocar su intervención autorizada en el gobierno rumano para suspender las hostilidades, ya que el nuevo régimen establecido en Hungría declarava que repudiaba la política del anterior y se pronunciaba dispuesto a dar a la Entente todas las garantías de su deseo de someterse a las condiciones de paz, que sería dictado a su debido tiempo por el Supremo Consejo”.

Romanelli informó a París y la respuesta confirma la voluntad de los merodeadores de la Entente: “Tengo el honor de acusar recibo de vuestro radio de ayer en el cual anuncia la dimisión del Gobierno de la República de los Consejos, la formación de un nuevo Gobierno húngaro y la declaración realizada por éste último, que han sido puestas en conocimiento del Consejo Supremo (...) Las Potencias Aliadas y Asociadas están atentas a la actuación del nuevo Gobierno húngaro. Esperan que la llegada al poder de un Gobierno que mantendrá sus compromisos y representará al pueblo húngaro acelerará el momento de restaurar la Paz y la reanudación de las relaciones económicas regulares. Clèmenceau”.

Las tropas rumanas continuaron su avance hacia Budapest, mientras que desde Szeged se movieron los blancos de Horty. En la noche del 3 de agosto disparos de cañón en las afueras de Budapest anunciaron el avance rumano. A la mañana siguiente llegó una división de caballería rumana a las afueras de Budapest. Los rumanos ocuparon la ciudad y sus alrededores, detuvieron los trenes que partían y los intentos de comunicarse con Viena.

Los rumanos empezaron a aprovechar todo lo que consideraban útil e incluso inútil en la ciudad y en el campo: a Paris era conveniente la ocupación de Hungría.