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En la toma de posesión del nuevo presidente estadounidense, el demócrata Joe Biden, escribimos en nuestra prensa que muy poco cambiaría en política exterior respecto al republicano Trump y a su lema “Estados Unidos primero”. Pues bien, en los últimos días hemos tenido una nueva evidente confirmación.
Biden ha anunciado una nueva alianza estratégica, militar y de seguridad con el Reino Unido y Australia en el área del Indo-Pacífico. El nuevo pacto, llamado Aukus, apunta a un mayor intercambio e integración de capacidades de defensa e de la información y a dotar a Australia de una consistente flota de submarinos de propulsión nuclear, abiertamente en función anti-chinos.
Hasta ahora, la tecnología necesaria para construir submarinos nucleares solo se había compartido entre USA y el Reino Unido, y esto da una medida de la gravedad y la importancia estratégica del acuerdo.
China respondió de inmediato denunciando el acuerdo como “extremadamente irresponsable”: «La cooperación entre Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia sobre submarinos nucleares afecta gravemente la paz y la estabilidad regionales, intensifica la carrera armamentista y compromete los esfuerzos internacionales por la no proliferación nuclear». Palabras claras, que demuestran una vez más que Pekín no está dispuesto a renunciar a las ambiciones en el Pacífico y que Washington y sus aliados están dispuestos a todo para oponerse a ellas.
Pero el acuerdo también tiene graves repercusiones en Europa y en Francia en particular. De hecho, en 2016 Australia había firmado el “contrato del siglo” con Naval Group, grupo industrial francés 62% propiedad del Estado y 35% de Thalès, para el suministro de 12 submarinos de propulsión diésel-eléctrica por un importe de 32 mil millones de euros, luego revalorizados a 56. Los submarinos habrían sido construidos por 1.800 trabajadores en astilleros de Australia.
El pacto Aukus implicó la rescisión inmediata de Australia del contrato con Francia. Obviamente, París se lo tomó mal: no solo su diplomacia no fue invitada ni consultada para el acuerdo, sino que sufrió un daño gravísimo a su industria militar. El ministro de Relaciones Exteriores habló de una “puñalada por la espalda” mientras que el de Defensa declaró: «en materia de geopolítica y de política de defensa esta decisión es grave y demuestra claramente cómo los Estados Unidos trata a sus aliados».
Pero toda la Unión Europea se sintió “traicionada”, mantenida en la oscuridad justo cuando se preparaba para presentar su plan de intervención en el área del Pacífico: la diplomacia estadounidense elaboró el nuevo pacto sin decir una palabra a los representantes de los capitalistas europeos, sin importarle un comino sus clamores. Es la segunda vez en pocas semanas, tras las modalidades de la apresurada huida de Afganistán, que Washington ha demostrado que no tiene en cuenta ninguno de los intereses de la burguesía europea cuando se trata de defender los suyos. Así ocurre en las relaciones entre ladrones.
El gallo francés, picado por la derecha, llamó a los embajadores de Washington y de Canberra “para consultas”, pero, extrañamente, no los de Londres. París, por tanto, parecería querer trasladar la mayor responsabilidad a Australia.
Los gobiernos europeos simpatizan suavemente con París, recordando los millardos que pagan a la OTAN y se lamentan del “egoísmo” estadounidense. Conscientes de que no pueden esperar que Washington defienda los intereses de sus capitalistas, sacan del cajón la cuestión de la defensa europea común. ¡Pía ilusión! Un ejército europeo presupone una unidad política que la Europa burguesa nunca logrará. En Europa cada estado va por su propia cuenta y cuando se trata de la guerra general tendrá que ponerse del lado de uno u otro de los dos grandes imperialismos que intentan vender la sangre de sus proletarios en armas al mejor postor.
¡Al proletariado no le quedará más que un camino para salvarse de una nueva inútil masacre en tierras y mares, volver las armas contra su propia burguesía bandolera, oponerse a la guerra entre Estados con la guerra entre las clases!
En el siglo XXI de la era cristiana, ya no hay motivo para ir a buscar algún rastro remoto de socialismo en el imperio chino. El coloso inmobiliario Evergrande, la tercera empresa de China por sus dimensiones, activa esencialmente en el sector inmobiliario, declaró en el mes de septiembre 2021 su insolvencia por el pago de los cupones de bonos, los intereses a pagar sobre los capitales que ha tomado prestado de bancos, empresas financieras, de instituciones estatales y privadas chinas.
China es un capitalismo demasiado maduro, a la par los otros imperialismos del mundo y no es necesario verificar los efectos perversos de los mecanismos financieros, idénticos a los de Occidente en su fase final, para mostrar de forma incontrovertible la verdadera naturaleza del capitalismo chino, que también ha llegado al mismo fatal resultado. Por lo tanto, tratar los efectos de esta “fase final” es oportuno no para demostrar la inexistencia de un “socialismo chino” que en efecto nunca ha existido, sino para medir a escala global el estado del capitalismo alcanzado en su punto extremo de desarrollo.
Las “burbujas financieras” son una característica de esta fase; han acompañado el desarrollo del capitalismo desde su impetuosa afirmación, pero sólo en el mundo del imperialismo presentan la característica de expandirse en modo irresistiblemente por todo el mundo y desarrollar sus efectos disruptivos en todos los sistemas económicos y financieros.
En el siglo pasado el epicentro por lo general se determinaba en la área de los Estados Unidos, la primera y más formidable ciudadela del capitalismo, pero la imposición en el escenario mundial de otros poderosos imperialismos políticos, económicos y militares en competencia sustancial con ellos, muestra que las crisis son generalizadas y globalmente de la misma gravedad.
EEs una poderosa confirmación de nuestra visión de que en la super-desarrollada y triunfante China, que marcha hacia el “adelantamiento” de la economía de barras y estrellas, con índices de crecimiento de dos dígitos, surgen las mismas situaciones de crisis, con el mismo tiempo y evolución. También en este caso la infame “emulación” entre los Estados burgueses es la maestra, en el “progreso” y en la catástrofe.
En el 2008, después de otras crisis financieras todas similares al mismo esquema, la expansión de la deuda para garantizar la rentabilidad y la estabilidad a largo plazo de las inversiones realizadas, recordamos la crisis generada por las especulaciones sobre las llamadas punto com, las empresas nacidas de la ola de la nueva tecnología -la crisis de los llamados subprimes sacudió los cimientos del capitalismo. Aunque no de forma directa, en su base estaba la gestión financiera del mercado inmobiliario. En ese caso fueron los créditos otorgados por bancos y grandes empresas financieras, sin ninguna garantía, para el reembolso de las deudas contraídas los que provocaron el gigantesco e inesperado crash, cuya recuperación supuso entonces un enorme aumento de la deuda estatal, en una de las transacciones financieras más “atrevidas” en la historia del capitalismo. La crisis inmobiliaria del 2007 dio lugar a la crisis financiera del 2008, cuyos efectos, aún hoy, después de 13 años, se siguen sintiendo.
Las llamadas burbujas inmobiliarias no son una novedad ni prerrogativa del poderoso imperialismo ultramar: en el capitalismo siempre han existido y en general se resolvieron con un empeoramiento de las cuentas públicas y amargas pérdidas de las pequeñas y medianas aseguradoras.
Para dar un ejemplo doméstico, en los años 90 del siglo XIX, el escándalo de la Banca Romana sacudió la política y las finanzas del recién nacido Reino de Italia, involucrando al Primer Ministro, ministros, parlamentarios, gerentes de bancos. Para compensar las pérdidas debidas a las líneas de crédito generosamente otorgadas a las especulaciones inmobiliarias tras el establecimiento de Roma como capital, basada en deudas y anticipos no reembolsables, la dirección del Banco, gracias al silencio conspirativo de la política, hizo imprimir nuevos billetes en Inglaterra -el banco tenía el privilegio de acuñar monedas- que habrían tenido que sustituir a las andrajosas y gastadas y tenían, casualmente, los mismos números de serie que esas. Pero los andrajos no se retiraron, con el evidente aumento fraudulento de la liquidez circulante a un exceso de 25 millones de liras (¡de ese momento!) en beneficio de la banca. Naturalmente fue el Tesoro el que se hizo cargo del agujero financiero y la caída fue solo para los pequeños inversores que se habían lanzado al juego.
Los refinadísimos instrumentos que en el nuevo milenio fueron puestos a disposición por los bancos centrales y los gobiernos para taponar las burbujas financieras ni siquiera eran concebibles en ese momento, pero el principio básico, aumentar desmesuradamente el circulante, entonces basado en la simple masa monetaria, ya había sido intuido.
El sector inmobiliario es un elemento fundamental en los activos fijos, junto a las acciones y bonos, las materias primas y las divisas, es decir, lo que se negocia en el mercado financiero. Su debilidad es un síntoma claro de la debilidad general del sistema capitalista-financiero y las altas tasas de insolvencia hipotecaria son un índice fiable de una situación crítica.
Hoy en este sector la “burbuja” no es solo china; Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Alemania, solo para dar una lista resumida e incompleta. Un índice «representa el valor de las acciones de los promotores inmobiliarios de medianas y grandes dimensiones en 23 Estados que en agosto pasado (2021) llegó a 230, un valor más del doble que el registrado en el 2006». A partir de este desenfrenado crecimiento de los valores accionarios a lo largo de 15 años, resulta evidente el desarrollo anormal del sector, que induce un aumento igualmente desenfrenado del precio de las acciones. Los eventos del “Viernes Negro” estadounidense están claramente delineados en esta fase y un colapso en el sector inmobiliario representaría un evento en todo el sistema financiero mundial.
LLuego de la gran crisis de las subprimes China se había defendido con 856 millardos de dólares que terminaron sosteniendo al sistema financiero expuesto en el sector inmobiliario y en la infraestructura. Pero la nueva clase media amplia en ese momento requería casas propias que luego también se convertirían en una fuente de inversión con préstamos hipotecarios; solo para ampliar la base de la deuda. Entonces, ya en el 2012, tres años después, la situación inmobiliaria había experimentado un desarrollo vertiginoso, que también impulsaba el crecimiento general del “sistema de China”. Que esta situación no era estable, sino que requería una ampliación continua y desenfrenada de la base financiera, estaba claro tanto para los analistas fuera de China como para los líderes del PCCh: pero el ritmo de acumulación hizo necesario continuar por ese camino.
Hoy en día, el peso de las inmobiliarias representa el 30% del PIB: un valor enorme si se compara con el resto del mundo. Esta masa en continuo equilibrio dinámico y precario fue y es una fuente de grave riesgo. En su conjunto el sector inmobiliario tiene una deuda de 3.300 millardos de deudas y el endeudamiento de las sociedades no financieras, las que por su constitución natural operan mayormente en el sector, había alcanzado el 159% del PIB, el valor más alto del mundo.
PPor este motivo ya en el 2018 el gobierno había puesto en marcha una serie de medidas para mantener bajo control el recurso al endeudamiento, imponiendo límites de ope legis al crédito bancario para el sector inmobiliario con el fin de desinflar progresivamente la burbuja inmobiliaria: un intento con todos los riesgos conexos de bloquear un potente instrumento de crecimiento. Pero las dimensiones del fenómeno fueron tan grandes que los efectos no fueron determinados en dos años. Sin embargo indujeron una condición de dificultad en el financiamiento que ha llevado a las crisis descritas. No sabemos, ni nos importa, si el gobierno chino había tenido en cuenta la situación derivada del freno puesto en su lugar.
En el 2021 comenzaron los síntomas de la insostenibilidad de todo esto. A finales de enero, ya había fallado una gran sociedad “conglomerada”,, Huarong Asset Management Co., que operaba en muchos sectores, aviación, servicios financieros, logística y propiedad inmobiliaria, colapsada bajo el peso de las deudas después de 20 años de adquisiciones desordenadas y a pesar de que en agosto de 2020 se había salvado con una fuerte inyección de capital a través de préstamos blandos de empresas estatales. Evidentemente no fue suficiente para cubrir la pérdida de 123 mil millones de dólares del año anterior.
Evergrande, habiendo secado la posibilidad de continuar en su “esquema Ponzi”, cubriendo la deuda con otras deudas, no ha saldado una deuda externa de 85 millones de dólares y una nacional de 36 millones. Qué es Evergrande, su tamaño, ocupaciones y puestos de trabajo directos e indirectos lo han escrito y discutido bastante en prensa y televisión.
Aquí ponemos en evidencia el volumen de sus obligaciones, 14 mil millones de dólares y los 850 millones necesarios el próximo año para pagar los intereses de sus títulos. El fracaso, el default,, comienza desde este punto. La comparación con Leheman Brothers puede parecer obvia, pero son dos situaciones diferentes; en un caso la deuda se basó en efectos de la morosidad y especulaciones con derivados, en el otro en una gran empresa industrial que, para mantenerse en actividad, ha recurrido frenéticamente a la financiación, pero aún posee, además de deudas, propiedades y otros valores “reales” que hacen menos grave, desde el punto de vista contable, su condición de pre-quiebra.
Sin embargo lo que se lee en los estados financieros desde el lado de la economía capitalista evidencia una situación peor, porque se trata de actividades productivas que no son de nicho, sino que impulsan por su parte el sistema económico general. Para el gobierno burgués de China esto no es un problema menor, aunque, como informan los analistas, por ahora sus hombros parecen robustos.
El colapso de la cotización de las acciones en las bolsas chinas se contuvo temporalmente con los medios de financiación habituales, poniendo a disposición del sistema bancario otros 18 millardos de dólares, con un mecanismo de préstamos a corto plazo; dinero que debería servir para aumentar la liquidez del sistema comercial. El inicio de la crisis bursátil se ha detenido temporalmente a la espera de otras medidas.
El problema subyacente inmediato sigue siendo el reembolso de títulos de crédito. Y aquí la situación se vuelve menos clara. La Compañía dijo que había llegado a un acuerdo con los acreedores de bonos para cumplir con el plazo de $ 36 millones internamente. No se dice nada de los vencimientos en el exterior, los otros 85 millones. Nada, es obvio, sobre los plazos del próximo año. Nada para acreedores extranjeros, bancos y fondos de inversión que recaudan gran parte del ahorro privado. Sobre estos acreedores debe caer la carga de la insolvencia. En efecto, existe una precisa jerarquía de acreedores a proteger.
El gobierno chino quiere evitar una gravísima crisis financiera interna y una posible crisis social, considerando los 80.000 pequeños inversores que en el “ladrillo” pusieron sus ahorros a través de una empresa de préstamos online de Evergrande y el millón y más de ciudadanos que ya han pagado los apartamentos en construcción. Los bancos chinos más expuestos tendrán que ser protegidos o incluso rescatados, así como los proveedores de los sitios de construcción. Estos fondos deberán encontrarse, de una forma u otra. La deuda mantenida por crédito extranjero (dos de los nombres más importantes para dar una indicación, Amundi, un fondo de gestión controlado por Crédit Agricole y UBS, una empresa suiza de servicios financieros, banco privado y de inversión) puede esperar a ser pagada; pero nadie sabe cuándo.
No nos interesa qué será de Evergrande, cómo operará el gobierno para resolver la crisis inmobiliaria. Pero interesante es lo que aparece de inmediato: el sector inmobiliario está lejos de estar estabilizado, incluso con las restricciones al crédito. Llega la noticia de que otra inmobiliaria está en crisis; Fantasia Holdings no puede pagar 206 millones de dólares adeudados a los acreedores después de que su subsidiaria no pagara un préstamo de 93 millones de euros.
Este es el caso chino: el resto del mundo podría completar el cuadro. Por ahora el sistema financiero occidental podrá absorber las repercusiones de la crisis inmobiliaria china reestructurando ferozmente la deuda, que alguien pagará. Quizás, por ahora, el gobierno chino pueda controlar y sobre todo aislar esta explosión. Pero bien sabemos que es solo cuestión de tiempo, las cuentas se presentarán a los gigantes del capital. Y luego será una dura, aguda cuestión: o revolución social o guerra imperialista.
En mayo del año 2020 escribimos sobre los disturbios en las cárceles que estallaron entre marzo y abril, mientras el virus se extendía, sobre las limitaciones a las entrevistas, la suspensión de los permisos y del régimen de semi-libertad y, sobre todo, la falta de medidas de protección, en prisiones ya por sí en pésimas condiciones. Esto tanto en Italia como en varios otros países.
La reacción violenta del Estado burgués incluso en la civilizadísima Europa, cuna de los “derechos universales del hombre”, no tardó, pero pronto un manto de silencio cubrió el crimen. La prensa informó de la muerte “anómala” de 13 detenidos, presuntamente por sobredosis de opiáceos, saqueados de las enfermerías. La retórica de la burguesía itálica se jactaba de que “el Estado no retrocede ni un centímetro frente a la ilegalidad”, por “el respeto a las reglas”, aquellas que el Estado había roto sin freno.
AA un año de eso los prisioneros han sufrido graves violencias, con la participación de los gerentes, con desvíos, informes médicos falsos y fotos y artefactos de video. Lo ocurrido en la prisión de Santa María Capua Vetere provocó un escándalo: un video da testimonio de la golpiza planeada, capturada en cámaras de vigilancia por 300 guardias penitenciarios. La impunidad debió ser garantizada por funcionarios que, con pruebas falsas, intentaron justificar que el incidente fue causado por los detenidos.
Ante las denuncias de violencia recogidas por el Garante Nacional de los presos y por la asociación Antígona y sobre las que la Fiscalía, los más altos niveles de las instituciones encargadas de la “justicia”, el Departamento de Administración Penitenciaria y el Ministerio de Justicia comenzaron a investigar, definieron la acción como “un deber para restaurar la legalidad y usabilidad de todo el departamento”.
El Manifiesto y diversas asociaciones burguesas lamentan el “comportamiento inadmisible en un Estado constitucional de derecho” y que sea “reportado el sistema penitenciario en el ámbito de la legalidad”. Los comunistas, en cambio, sabemos que el comportamiento del Estado no sólo es “admisible” sino inevitable, es su función de constreñimiento de clase, que también se manifiesta en el sistema penitenciario. Es su legalidad. El diario hace un llamamiento a los “altos funcionarios del Estado” para que “digan no a la violencia institucional”: una contradicción de términos, ¡pidiendo al verdugo que “diga no” a la violencia!
Prisiones sí, cierto! Sin embargo “la organización penitenciaria pone en el centro a figuras profesionales como educadores, trabajadores sociales, animadores, mediadores, psicólogos y que la prisión se reabra en todas partes a la sociedad exterior”. Cárceles sí, pero “abiertas”. Los carceleros golpean porque son... ignorantes: “encomendémoslos a una formación interdisciplinar e interprofesional”.
No es de extrañar que la prensa, hipócritamente horrorizada por los hechos, apoye el estado de cosas, el aparato que garantiza la supervivencia y los intereses de la burguesía. Así como la sociedad capitalista no es reformable también no lo son sus instituciones, incluidas las carcelarias. En Italia más de la mitad de los presos tienen una condena de más de tres años por cumplir. Terminan en la cárcel principalmente subproletarios con adicciones, desempleados, inmigrantes sin reservas y pequeños delincuentes. El 35% de los presos están acusados de violar la ley de drogas; el 55% por delitos contra la propiedad; por tanto, sólo uno de cada diez por delitos contra la persona.
Uno de cada tres detenidos está en prisión preventiva sin una condena definitiva. La incidencia de casos positivos de coronavirus es más alta en las cárceles que afuera. En abril de 2020, 18,7 reclusos por cada 10.000 fueron positivos en promedio; en diciembre de 2020 hubo 179,3 de 10.000 positivos, en comparación con 110,5 en Italia; en febrero de 2021 fueron 91,1 contra 68,3 en Italia.
DDesde el comienzo de la pandemia 18 presos han muerto por Covid. En el último año se han reportado 61 suicidios dentro de las cárceles, alrededor de 11 por cada 10.000 personas. En los últimos 20 años se han registrado 3.078 muertes en las cárceles de las cuales más de un tercio, 1.123, fueron suicidios. Los presos se suicidan 20 veces más a menudo que los ciudadanos libres y mueren más italianos que extranjeros. Números subestimados: si un recluso intenta suicidarse en la celda pero muere en el hospital no figura en las estadísticas carcelarias.
Muchos se quitan la vida cerca de la excarcelación por la angustia de volver a la libertad, a menudo ligada a la dependencia de las drogas. La jurisdicción penal y el sistema penitenciario están indisolublemente ligados al mantenimiento de las sociedades divididas en clases y a la inevitable función represiva de los Estados. Engels escribe, en El Antidüring: «A partir del momento en que se desarrolló la propiedad privada de los bienes muebles, todas las sociedades en las que esta propiedad privada estaba en vigor deben tener en común el mandamiento moral: no robarás.
¿Se convierte, por tanto, este mandamiento en una ley moral eterna? De ningún modo. En una sociedad donde se eliminen los motivos para robar, en la cual a la larga sólo los locos podrían robar, cuánto se reirían del predicador de la moral que proclamase solemnemente la verdad eterna: ¡No robarás!». Con la revolución burguesa, en aquella época progresista, se teorizó y se implementó la igualdad de los hombres ante la ley, anulando dentro del derecho cualquier residuo de las jurisdicciones propias de los modos de producción anteriores.
EEl “habeas corpus” y los “derechos individuales universales” fueron celebrados como la cumbre del progreso humano, aunque bajo el dominio económico de la burguesía. En sus primeros escritos, el joven Marx ya había refutado el mito de la “justicia” en abstracto. En el artículo Debates sobre la ley contra los hurtos de madera (Gazzetta Renana, n. 298, 1842), describió cómo la nueva clase dominante podía transformar en robo lo que antes era un derecho, haciendo referencia al derecho a recolectar madera en propiedad pública o privada, vigente por siglos en el sistema feudal.
Desde sus inicios el marxismo demuestra cómo los factores económicos llegan a determinar el nuevo ordenamiento jurídico, una superestructura por tanto, pero que a su vez garantiza la conservación de las relaciones sociales. Al propagar la igualdad entre los hombres, sanciona las verdaderas diferencias de clase. El sujeto activo y protagonista es el nuevo Estado burgués que, como describe Marx: «muy lejos de suprimir estas diferencias de hecho, el Estado existe más bien sólo en la medida en que las presupone” (Marx, La cuestión judía, 1844).
Marx, en el análisis en profundidad del nacimiento y del desarrollo del Capitalismo que, en síntesis, prevé la «separación del productor de los medios de producción», donde «grandes masas de hombres son separados, repentinamente y por la fuerza, de sus medios de subsistencia y lanzados al mercado laboral como proletariado», desarrolla las posibles consecuencias sobre el nuevo derecho penal, dedicando particular atención a las legislaciones que golpeaban al ocio y al vagabundaje. «No era posible que los hombres expulsados de la tierra por la disolución de las sucesiones feudales y por la expropiación violenta y repentina, fueran absorbidos por la manufactura en su nacimiento con la misma rapidez con que ese proletariado fue traído al mundo. Por otra parte ni siquiera aquellos hombres lanzados de repente fuera de la órbita habitual de su vida pudieron adaptarse tan rápidamente a la disciplina de la nueva situación. Se transformaron así en masa, en mendigos, bandidos, vagabundos, en parte por inclinación, pero en la mayor parte de los casos bajo la presión de las circunstancias. Por tanto a finales del siglo XV y durante todo el siglo XVI hubo una sangrienta legislación contra el vagabundeo en toda Europa Occidental.
Al principio los padres de la actual clase obrera fueron castigados por la transformación en vagabundos y en miserables que tuvieron de inmediato. La legislación los trató como delincuentes “voluntarios” y partió del supuesto de que dependía de su buena voluntad seguir o no trabajando en las viejas condiciones ya no existentes». Las nuevas relaciones de producción que habían vaciado los campos feudales, alimentando un pauperismo desenfrenado, habían determinado, por tanto, vagabundeo y, al mismo tiempo, el delito de la deambulación, que obligaba a los nuevos proletarios a la «disciplina necesaria para el sistema del trabajo asalariado» (El Capital).
La prisión de las democracias modernas no ha perdido esta función. ¿Qué son hoy los Centros de Identificación y Expulsión, donde los nuevos vagabundos, los inmigrantes proletarios, marcados de por vida como inmigrantes ilegales, son arrendados para alimentar a ese ejército de sin reservas en sacrificio en el altar del capital? Son estructuras, muchas veces en manos de privados, donde los inmigrantes son mano de obra forzada, para sobrevivir, para trabajar con salarios bajísimos en los campos manejados por asociaciones que brindan “humanamente”, en complicidad con el Estado, “generosos” sistemas de “integración”.
Pero, en general, el capitalismo actual, que por la mano de obra barata se basa en el mercado mundial, utiliza la detención con fines de disciplina social, incluso si la realidad de las cárceles privadas y del trabajo forzoso aumenta constantemente. Toda utopía burguesa de una sociedad progresista y pacificada ha terminado definitivamente y la solución soñada por los iluminados y piadosos, ante las intolerables condiciones de millones de presos, es construir nuevas cárceles modernas.
«Por otro lado, cuando las relaciones humanas están en vigor, el castigo no será más que el juicio de aquellos que yerran sobre sí mismos. No se pretenderá persuadir de que una violencia externa, ejercida por otros sobre él, sea una violencia que él mismo ha ejercido. En cambio encontrará en otros hombres a los naturales redentores del castigo que se ha infligido a sí mismo, es decir, la relación se invertirá» (Marx-Engels, “La Sagrada Familia”).
El Covid-19, como hemos mencionado repetidamente, no provocó la crisis económica sino que la agravó, excitando la tensión entre los imperialismos. La crisis del comercio mundial provocada por la pandemia, la denominada ruptura de las cadenas productivas con la escasez de algunos componentes indispensables para la producción, como los semiconductores y de algunas materias primas como las tierras raras, la contienda por la producción y la distribución de las vacunas, acusaciones recíprocas de responsabilidad por la propagación del virus, etc. evidenciaron los contrastes entre los Estados y sus debilidades.
La crisis económica que se aproxima será más devastadora que la del 2009 y se producirá en este contexto de creciente tensión internacional. De ahí la tendencia de los Estados a incrementar su compromiso con el rearme, a pesar de los problemas presupuestarios derivados de la regresión en la reproducción del capital.
Esta tensión global fue confirmada en junio por el primer viaje al exterior del nuevo presidente estadounidense Biden para participar en el G7 en Cornualles y posteriormente en la cumbre de la OTAN el día 14. El objetivo de Biden era anunciar que “los USA ha vuelto” y recomponer la alianza con los principales países industrializados para oponerse a las amenazas provenientes sobre todo de China y de Rusia. Pero las cosas no salieron según sus deseos.
Ni siquiera la siguiente cumbre del G8, a la que asistieron Reino Unido, Italia, Francia, Alemania, Japón, Canadá, Estados Unidos y la Unión Europea y, demostrando el interés, se desplazó hacia el Pacífico, a la que fueron invitados Australia, India, Corea del Sur, Sudáfrica y el sultanato de Brunei, presidente de turno de la ASEAN, no dieron los resultados esperados, es decir, la unanimidad bajo el paraguas estadounidense que Washington se propuso obtener. A pesar de la inexistencia de una política exterior común de la UE, puso en evidencia las diferencias entre los Estados Unidos y los principales Estados europeos.
Alemania, sobre la base de sus lazos económicos con China, principal destino de sus exportaciones, declaró que “es mejor estar a favor de algo que en contra”, e incluso Francia no parecía dispuesta a seguir a los USA en esta nueva guerra fría contra el gigante de Asia.
En respuesta a estas cumbres, China afirmó que se acabaron los tiempos en que «un pequeño grupo de países podía decidir el destino del mundo». Mientras tanto, con la aprobación no oficial del gobierno, ha circulado en los canales digitales una caricatura que, imitando el fresco de Leonardo da Vinci “La Última Cena”, muestra diferentes animales, cada uno de los cuales representa a una de las potencias mundiales, con la intención de transformar el papel higiénico en dólares y compartiendo un pastel con forma de China. El lugar central lo ocupa el águila americana. Pruebas de guerra fría en preparación de la “caliente”.
Las diversas visiones estratégicas en el campo occidental también surgieron en la posterior cumbre de la OTAN. Los USA han impuesto su agenda dedicando buena parte del documento final a condenar a Rusia y expandir la acción de la Alianza al Océano Pacífico y a las fronteras de China. Sin embargo nada se ha decidido sobre el cercano y cada vez más cálido Mediterráneo. En el mismo documento, luego de acaloradas negociaciones, se declaró que China representa un “desafío sistémico” para Occidente, a pesar de que Washington quiere que se la defina abiertamente como “un adversario”.
Pero los contrastes existentes entre los aliados de la OTAN aparecieron a plena luz con la precipitada retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán, tras los acuerdos firmados por la diplomacia de Washington con los talibanes, excluyendo tanto al gobierno oficial afgano como al resto de países implicados en el conflicto. La fulminante toma de control de Kabul y la disolución del ejército regular afgano mostraron abiertamente la debilidad intrínseca de la estrategia estadounidense y su determinación a salvaguardar sus propios intereses incluso en detrimento de colaboradores y aliados.
LLa última pieza que confirma las divergencias entre los Estados Unidos y los países europeos estuvo representada por el lanzamiento de la nueva alianza entre Washington, Londres y Camberra en función anti-china, el Akus del cual se habla en otra parte de este ejemplar de nuestra prensa.
Estos hechos han demostrado que el lema republicano “América primero que todo” fue perfectamente y necesariamente recibido por la nueva administración democrática que, puesta ante el desafío de Pekín, ha colocado en el centro de su estrategia el mantenimiento del control sobre el Océano Pacífico en detrimento de la Alianza Atlántica.
A pesar de la crisis el gasto sigue creciendo
Los datos del gasto militar mundial publicados en abril de 2021 por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres y del Instituto Internacional de Investigación para la Paz en Estocolmo confirman que estas tensiones diplomáticas y comerciales han llevado a la mayoría de los principales Estados a expandir su gasto militar. De hecho los Institutos concuerdan en sus análisis que en 2020, a pesar del agravamiento de la crisis económica y la propagación de la pandemia el gasto registró un fuerte aumento a nivel mundial, a diferencia de lo ocurrido en la anterior crisis de 2009.
Según los cálculos del IISS en el 2020, mientras que la producción económica global cayó un 3,5%, hubo un aumento del 3,9%, en términos reales, del gasto mundial en armamentos. En proporción al PIB, pasó del 1,85% en el 2019 al 2,08% en el 2020. En valores absolutos habría superado los 1.830 millardos de dólares.
Según estimaciones del SIPRI, el PIB global habría disminuido un 4,4% mientras que el gasto militar mundial habría aumentado un 2,6%, alcanzando los 1.981 millardos de dólares. El aumento sería el mayor desde 2009, al final de la última crisis económica mundial.
Cabe señalar que el régimen del capital, en su catastrófica y destructiva fase imperialista, a pesar de la crisis económica y sanitaria, gasta cada vez más dinero en cañones y cada vez menos en “mantequilla”. A los marxistas no nos sorprende.
EEn 1915, tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, Lenin hizo nuestra célebre frase del general Von Clausewitz: «La guerra es la continuación de la política por otros medios». El concepto podría ser precisado afirmando que la guerra es también la continuación por otros medios, por medios violentos, de la economía, del comercio, de las finanzas. El militarismo es una parte inseparable del capitalismo y es una ilusión en el régimen capitalista plantear la hipótesis de la posibilidad de una paz universal, de la colaboración a largo plazo entre los Estados. Para el régimen del Capital no existe otra vía de salida a la crisis económica que la guerra, la destrucción generalizada y programada de mercancías y medios de producción, incluidos millones de proletarios, para “rejuvenecerse” e iniciar un nuevo ciclo de acumulación. Este fue el caso de la primera y, más aún, de la segunda guerra imperialista. De esta conciencia se deriva el hecho de que en los programas de los centros de decisión de los aparatos militares de los distintos Estados existe una demanda de enormes recursos para mantener las fuerzas armadas eficientes y listas para su uso.
La dimensión del gasto refleja naturalmente la jerarquía de la potencia a nivel mundial.
Estados Unidos domina, pero China le sigue
Siguen siendo los Estados Unidos los que se distancian con un compromiso mucho mayor que el de todos los demás Estados manteniendo y reforzando su formidable arsenal. En el 2020 el gasto militar estadounidense creció por tercer año consecutivo después de siete años de leve disminución. Reducida por la crisis de 2009, aún no ha vuelto a los máximos de esa época: en 2009 y 2010 fue del 4,9% del PIB, luego bajó al 3,3% en 2017 y 2018, para luego volver a subir. Al 3,4% en 2019 y 3.7% en 2020. Este año, el gasto superó los 778 mil millones de dólares, con un aumento del 4.4% con respecto a 2019.Es un esfuerzo dirigido a confirmar el control sobre todo el planeta y mantener la superioridad estratégica en primer lugar en la confrontación con China, identificado como primer adversario global.
El gasto militar estadounidense por sí solo contribuye con el 39% del total mundial. Y esto sucede al menos desde 1989, año del colapso de la URSS. A pesar de todos los crujidos y las posiciones perdidas en el campo económico, financiero y comercial, los USA mantienen una clara supremacía en el sector militar.
Pero su supremacía viene de lejos. Ya en 1931, en plena depresión económica, Trotski, en una entrevista al “Manchester Guardián” observaba: «La preponderancia potencial de los Estados Unidos en el mercado mundial es mucho más grande de lo que fue la de Gran Bretaña en los días más brillantes de su hegemonía mundial, aproximadamente en los tres cuartos del siglo pasado. Esta fuerza potencial tendrá que transformarse inevitablemente en una fuerza cinética y un día el mundo será testigo de la explosión de la agresividad estadounidense en todos los sectores de nuestro planeta. El historiador del futuro escribirá en sus libros: “¿La famosa crisis del 30-33? Fue un punto de inflexión en toda la historia de los Estados Unidos, ya que impuso tal reconversión de los objetivos espirituales y políticos que transformó la vieja doctrina de Monroe “Estados Unidos para los estadounidenses” en “El mundo entero para los estadounidenses”».
El segundo país que más gasta en armamento es China que en el 2020 invirtió 252 millardos de dólares, alrededor de un tercio de los Estados Unidos en valor absoluto. Este gasto corresponde al 1,7% del PIB chino frente al 3,7% de los EEUU. Después de unos años en los que el gasto de Pekín en valores absolutos había aumentado inmediatamente entre un 4% y un 5% cada año, en el 2020 aumentó aproximadamente un 2%. Según el SIPRI: «El continuo crecimiento del gasto chino se debe en parte a los planes de expansión y modernización militar a largo plazo del país, en línea con el deseo declarado de alcanzar a las otras principales potencias militares». De hecho, China, tradicionalmente una potencia continental, ahora ha expresado claramente su voluntad de contrarrestar la posición dominante de los Estados Unidos y sus aliados en el Pacífico, el Océano en el que se abren sus puertos y a través del cual el país intercambia la mayoría de las mercancías. Pekín aspira al papel de máxima potencia económica pero sus capitalistas son conscientes de que la adquisición de ese papel no se producirá si no logra competir con las demás potencias en el plano militar y con los Estados Unidos primeramente. Por eso China está dedicando grandes recursos al fortalecimiento sobre todo de la armada, la fuerza aérea y el arsenal de misiles.
Las distantes medianas potencias
A cierta distancia respecto a los dos principales imperialismos, siguen las que podríamos definir como potencias regionales, India (72,9 mil millones de dólares); Rusia (61,7), Gran Bretaña (59,2), Arabia Saudita (57,5), Alemania y Francia (respectivamente con 52,8 y 52,7) y finalmente Japón (48, 1) y Corea del Sur (46,0).
Cabe señalar, en la lectura de este ranking, cómo India, a pesar de competir con China por el número de habitantes y a pesar de tener el arma atómica, a nivel militar sigue representando una potencia media y, sobre todo, dependiente de las importaciones del exterior para los principales sistemas de armas, aunque en los últimos años se ha venido haciendo grandes esfuerzos por lograr la autonomía en diversos sectores, sobre todo en el Ejército y la aeronáutica, menos en la Armada.
Rusia redujo su gasto militar del 3,9% en el 2009 al 3,4% en el 2011, para luego subir al 5,4% en el 2016. No obstante posteriormente volvió a caer al 3,7% en el 2018 y al 3,8% en el 2019 para crecer al 4,3% en el 2020. Aunque el gasto es significativo en comparación con el PIB, en valores absolutos sigue siendo comparable al de una potencia media, negando la retórica patriótica putiniana que apuntaría a restaurar las glorias “imperiales”. Sin embargo Moscú tiene una tradición, vínculos diplomáticos, un nivel tecnológico y una red de industrias militares que le permiten estar en el segundo lugar del mundo como exportador de armas, solo superada los por Estados Unidos.
En los últimos tres años, Arabia Saudita, a pesar de librar una guerra sangrienta y costosa en Yemen, ha disminuido considerablemente sus gastos a en armamentos, también a causa de la caída del precio del petróleo que ha reducido los ingresos del Estado. Esto permitió a Gran Bretaña, que en cambio siguió gastando cada vez más, ganar el tercer puesto en el grupo, dejando atrás a Francia y Alemania.
Cabe señalar que Francia, a pesar de su gasto relativamente modesto, ganó el año 2020 el tercer lugar en el ranking mundial de exportadores de armas.
Evidentemente todos los países exportan sin escrúpulos a pesar de declarar que condicionan las ventas al respeto de los “derechos humanos” por parte de los compradores: no en vano uno de los Estados que se encuentra entre los mayores compradores es Egipto. Pecunia non olet! (el dinero no apesta).
Japón está inmerso en un notable proceso de rearme que afecta sobre todo a la flota. Para ello el gobierno pretende superar el límite anterior del 1% del PIB para el gasto militar. Además recientemente se han eliminado todas las restricciones legislativas a la exportación de armas. Tokio en esta fase constituye el principal aliado de los Estados Unidos en la lucha contra China.
Corea del Sur también está comprometida en un decisivo proceso de rearme, acelerado en los últimos años, también bajo la presión de los Estados Unidos, para mantener a raya tanto a Corea del Norte como a China. Seúl también está tratando de reducir la dependencia de las importaciones mediante la adopción de sistemas de armas de construcción nacional que parecen haber dado excelentes resultados tanto en el campo aeronáutico como en el marítimo.
El gasto total para los diez Estados hasta ahora citados es de cerca de 1.464 millardos de dólares, el 74% del gasto militar global.
Menores pero bien armados
Tras los dos principales, hay un tercer grupo de potencias que podemos definir como menores: Italia (28,9 millardos de dólares), Australia (27,5), Brasil (25,1), Canadá (22, 7), Israel (21,7), Turquía. (17,7). El SIPRI no tiene datos disponibles para los Emiratos Árabes Unidos pero ciertamente se encuentran en este grupo.
Estos tres grupos de potencias, 17 Estados en total, representan aproximadamente el 82% del gasto militar mundial.
Por lo tanto podemos confirmar lo que escribió Lenin hace un siglo: un pequeño grupo de Estados imperialistas y militaristas domina el mundo.
Por el antimilitarismo y el antibelicismo de clase
Pero la magnitud del gasto en armamento, el número de aviones, barcos o de soldados, no bastan para definir la efectiva fuerza bélica de un Estado.
A finales de los años 80 del siglo pasado asistimos, sin que se disparara un solo cañonazo, la desintegración de uno de los ejércitos más poderosos del mundo, el de la Unión Soviética, que el nuevo Estado ruso tuvo que reconstituir casi en su totalidad. De los aproximadamente 3,4 millones de soldados soviéticos, solo unos 2,7 millones ingresaron en las filas de las fuerzas armadas rusas, para luego ser reducidos a aproximadamente un millón a fines de siglo, mientras se abandonaba un inmenso armamento.
Las Fuerzas Armadas son eficientes si el Estado funciona, si funciona la economía y la política, si la sociedad en su conjunto las sostiene. Por eso la burguesía da tanta importancia a la propaganda a favor de los militares, tratando de disfrazar su función de defensa del Estado burgués y por eso es tan importante la acción del Partido Comunista y de los sindicatos de clase oponiéndose claramente al militarismo y a la guerra, sobre todo rechazando cualquier colaboración de clases para la defensa de la patria burguesa y su economía nacional.
Después de la caída del imperio “soviético” y la drástica reducción del gasto militar por parte de Rusia y los países satélites, los Estados Unidos también comenzaron a reducir el gasto, que pasó del 6,1% del PIB en 1988 al 3,1% de 2001. Esta reducción temporal en el gasto de armas de las entonces dos mayores potencias fue utilizada por la izquierda burguesa y el movimiento pacifista para sembrar la ilusión de que una guerra general sería evitada para siempre y que se estaba abriendo una era de relaciones pacíficas entre los Estados. Esta ilusión reaccionaria duró poco y ahora los USA vuelven a definir a Rusia como un enemigo, declarando abiertamente que China representa el adversario estratégico global y Moscú y Pekín están respondiendo de la misma manera. Los mismos partidos de la “izquierda” parlamentaria presumen de su nacionalismo e incitan al rearme, como lo hizo recientemente el jefe del Partido Laborista en Gran Bretaña, quizás justificándolo con la lucha contra el “terrorismo”, con la protección de la economía nacional y con el defensa de los puestos de trabajo en la industria bélica.
Sólo el proletariado, organizado y consciente de sí mismo, encuadrado en sus sindicatos de clase y con la dirección de su partido, puede oponerse al militarismo y a la guerra imperialista preparando su guerra de clase contra el régimen del Capital.
Ante el impacto de la crisis capitalista sobre las masas asalariadas y la creciente agitación social en los países americanos los oportunistas de todos los colores asumen que es el momento de reforzar sus llamamientos a constituir frentes que expresen la unidad de diferentes partidos que se autoproclaman de izquierda, bajo consignas que plantean como salida a las vicisitudes de los trabajadores, el advenimiento de un gobierno obrero y popular, de un gobierno de salvación nacional, de un gobierno verdaderamente democrático, que acabe con la corrupción, que se ocupe de las mayorías con programas sociales, que defienda la soberanía nacional y que se mantenga independiente de países imperialistas y de organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI), es decir, un gobierno burgués “progresista”. Pero estos frentes políticos promovidos por el oportunismo, que terminan siendo variantes de la política burguesa y sus programas de gobierno nacionalistas, que llegan a denominar “socialistas”, son solo una ilusión, una mentira, que termina dando continuidad a la explotación capitalista.
La reanudación de la lucha de clases de los trabajadores en los países del continente americano y en todo el mundo, pasará necesariamente por la ruptura con estos frentes cuyos llamados unitarios solo canalizan el descontento obrero hacia la conciliación de clase, para beneficio de la burguesía y el imperialismo que supuestamente declaran enfrentar. Así mismo estos frentes terminan conduciendo a los trabajadores hacia la participación electoral, las reformas constitucionales, el legalismo y la defensa de la democracia burguesa.
En Venezuela el gobierno burgués de los bolivarianos, que se autoproclaman de izquierda, tiene su propio frente de partidos, el “Polo Patriótico”. Integrado por el partido socialista unido de Venezuela (PSUV) y varios partidos y movimientos de la izquierda parlamentaria. Desde el gobierno el chavismo ha impulsado movimientos bajo su control, que son integrados a las campañas electorales, como los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). También el chavismo cuenta con organizaciones sindicales y en diferentes segmentos de la población que, aunque no tienen muchos afiliados reales, tienen todo el respaldo del gobierno y se suman a la estructura mediática electorera. En la actualidad este frente ha venido dando un viraje en sus políticas económicas, dando más espacio a la empresa privada en el control de la economía y desarrollando atractivos al capital trasnacional. Es un frente político reaccionario, que se autodefine de izquierda, que ha venido garantizando la continuidad de la explotación capitalista en un ambiente de paz social, confusión ideológica y represión.
La Alternativa Popular Revolucionaria (APR) agrupa a un conjunto de partidos y movimientos, que en su mayoría integraron anteriormente el Polo Patriótico, se desprendieron de este frente con una crítica al gobierno burgués actual de los bolivarianos, liderado por Nicolás Maduro. En este frente se integraron el Partido Comunista de Venezuela (PCV), Patria Para Todos (PPT), Izquierda Unida (IU), Lucha de Clases, el Partido Revolucionario del Trabajo (PRT), Movimiento Bolivariano Revolucionario - 200, Red Autónoma de Comuneros, Compromiso País (COMPA) y Somos Lina, entre otros. Este frente surgió para participar en las elecciones parlamentarias del 2020 y presentaron sus candidatos en las elecciones regionales de noviembre 2021. Desde el punto de vista político plantean volver al programa que venía liderando el fallecido Hugo Chávez, un programa de Capitalismo de Estado y con componentes populistas, que se debilitó con la caída significativa de los ingresos petroleros. Igual que en el caso del Polo Patriótico se trata de un frente político reaccionario, que se autodefine de izquierda, cuyo programa y orientación política apunta a dar continuidad a la explotación capitalista.
Al final los resultados electorales en Venezuela, sin entrar en detalles, permiten dar continuidad a la dominación burguesa y las cuotas alcanzadas por cada frente político solo le dan a la burguesía alternativas para continuar confundiendo y explotando a los trabajadores. Los trabajadores seguirán sometidos a una intensa agitación electoralista que se mantendrá en los próximos años para la elección o revocatorio del presidente de la república, con lo cual el poder burgués pretenderá mantenerlos al margen de las luchas por sus reivindicaciones e intereses.
En México (Alianza de Morena con otros partidos), Chile (“Frente Amplio” donde participa el partido socialista y otro donde se integra al partido comunista), Uruguay (Frente Amplio), Argentina (Frente de Todos), Nicaragua (Alianza Unida Nicaragua Triunfa), Honduras (donde la nueva presidenta se declara “chavista”), dominan frentes en los que participan partidos reformistas que se autodenominan “socialistas” y “comunistas” junto a partidos de derecha que se denominan de “centro” o “moderados”. Han evolucionado para canalizar el descontento de las masas y sus programas no representan la más mínima amenaza a la explotación capitalista. En Brasil vemos al PT de Lula Da Silva y sus alianzas con partidos y personalidades de la derecha que ya estuvo en gobiernos anteriores; y los posibles críticos a este curso no tardarán en presentar la propuesta de un frente alternativo “verdaderamente de izquierda” o de mantenerse dentro de los frentes actuales, con mayores posibilidades electorales, como una corriente que coexistiría con ellos en una “lucha” por cambiar su curso en el futuro. En Colombia un posible frente podría estar en torno a la candidatura presidencial de Gustavo Petro, cuyo movimiento político no ha sido legalizado; y la izquierda oportunista podría terminar integrada en este Frente, incluidos los desmovilizados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Al final en estos frentes “de izquierda” pesan mucho los cálculos electorales.
En Argentina también podemos observar el Frente de Izquierda y de los Trabajadores - Unidad (FIT-U), que es una coalición electoral de izquierda que se vanagloria de haberse convertido en la “tercera fuerza política nacional” y de representar en el parlamento una “bancada de izquierda” y con “independencia de clase frente a los partidos patronales”. Está integrado por el Partido Obrero, el Partido de los Trabajadores Socialistas e Izquierda Socialista, además de otros en carácter de adherentes. El Frente de Izquierda posee un programa con veintisiete puntos, poniendo atención al salario mínimo, el rechazo al pago de la deuda externa, la nacionalización, sin indemnización, de los bancos, el petróleo, la minería, las telecomunicaciones y el comercio exterior agrario, la entrega de los ferrocarriles bajo el control de los trabajadores, entre otras. Este Frente llama a conquistar un “gobierno obrero” que, pese al discurso pretendidamente “marxista”, termina siendo un camino para la integración de estos partidos en los gobiernos y el parlamento burgués.
La experiencia histórica acumulada por el movimiento revolucionario da cuenta del desastroso curso tomado por aquellos partidos que, pretendiendo ampliar su influencia entre los trabajadores o sumar fuerzas para enfrentar posiciones de la reacción burguesa, construyeron frentes políticos con otros movimientos sedicentemente proletarios. Quienes tomaron este camino sacrificaron su autonomía y abandonaron su rol de vanguardia; cayeron en la charca del activismo, del economismo, de la idea distorsionada del papel de la vanguardia, poniéndose a la cola del movimiento de masas (Ver en Lenin: ¿Qué Hacer?). Todos estos frentes promovidos por la llamada “izquierda”, por el oportunismo internacional, siempre terminaron conduciendo a la desviación de la lucha de clase y la canalización de todos los descontentos hacia la “solución” democrático burguesa: la participación electoral para conquistar un supuesto gobierno obrero y popular. Todos estos frentes que proclaman el “socialismo” reivindican la democracia (burguesa, ¡no hay otra democracia!), rechazan la dictadura del proletariado como único sustento para hacer viable la transformación socialista y reivindican reformas y ajustes sociales que no perturben la dictadura de clase de la burguesía.
Es cierto que parte del proletariado tiende a organizarse en otros partidos y particularmente en partidos que se autoproclaman de izquierda y siempre estará presente la necesidad de “sumar fuerzas”. Pero el método revolucionario para sumar fuerzas se basa en esgrimir el arma de la crítica y la confrontación con las diferentes posiciones oportunistas y esto no es posible a través de los diferentes frentes que presentan los oportunistas en todo el mundo. “Un objetivo esencial del partido comunista es el de ganar terreno en el seno del proletariado, incrementando sus efectivos y su influencia en detrimento de los partidos y corrientes políticas proletarias disidentes. Este objetivo debe ser alcanzado con su participación en la lucha proletaria real, sobre un terreno que puede ser simultáneamente de acción común y de recíproca oposición, a condición de no comprometer jamás la fisonomía programática y organizativa del partido” (Tesis de Roma, 1921).
POR EL CAMINO REVOLUCIONARIO
Toda la política oportunista de constitución de frentes de partidos supuestamente de “izquierda”, para “enfrentar a los capitalistas”, “a los neoliberales”, “a la derecha”, es una política común a los diferentes estratos que componen las diferentes agrupaciones que en América se autodenominan de “izquierda”, “socialistas” y “comunistas”, pero que practican una política traidora, de engaño y confusión al proletariado y, en definitiva, contrarrevolucionaria.
Por lo general estos frentes terminan concentrándose en la participación electoral, hasta el punto que la unidad para asumir cualquier movilización por la exigencia de alguna reivindicación y reforma legal termina poniéndose al servicio de la búsqueda del voto y del parlamentarismo; aunque hay muchos ejemplos, se puede mencionar en este caso el llamado movimiento “Fora Bolsonaro” en Brasil, con un profundo trasfondo electoral apoyado en diferentes sindicatos y movimientos sociales. Así mismo el activismo que caracteriza a estos frentes termina integrando en un solo programa las aspiraciones de diferentes clases y estratos sociales. La participación en estas alianzas de partidos significa la renuncia del partido del proletariado a su papel de vanguardia revolucionaria y su postración ante programas ajenos a la posición de clase del proletariado.
Estos frentes igualmente tienden a confluir en el llamado a la conquista de gobiernos obreros o de obreros y campesinos o gobiernos de salvación nacional, todos en defensa de la patria y de la soberanía nacional, lo que es lo mismo que la defensa del capitalismo y la democracia burguesa. Y es común que el socialismo se convierta en el adjetivo para la promoción de adefesios como la “patria socialista”, la “democracia socialista”, el “mercado socialista”, las “empresas socialistas”, etc. El proletariado no lucha por tomar el control del parlamento burgués ni del Estado burgués; el proletariado lucha por derribar el poder de la burguesía y destruir todas sus instituciones políticas, económicas y sociales. Ningún programa que se presuma revolucionario, por progresivo y anti-capitalista que parezca, tiene sentido si el proletariado no implanta y ejerce su dictadura. Los llamamientos a conquistar estos gobiernos obreros y populares y de salvación nacional, son cantos de sirena que apartan al proletariado del curso histórico descubierto y determinado por el marxismo.
El movimiento revolucionario del proletariado, en esta época, la época imperialista, deberá levantarse al margen de los diferentes cursos que presenta el oportunismo, mal disfrazado de “izquierda”, en diferentes países. Entre las coordenadas del camino revolucionario a recorrer, están las siguientes:
1) El fortalecimiento de los mecanismos fascistas en los gobiernos burgueses, incluso y sobre todo si en estos participan partidos reformistas, laboristas o los llamados “progresistas”, no deberá utilizarse como argumento para llamar a la clase obrera a reivindicar la “verdadera democracia”, la “democracia participativa”, la “democracia popular” o el retorno ilusorio a las formas liberales de la democracia burguesa. La única dictadura que enfrenta el proletariado es la dictadura de clase de la burguesía, sin importar si ésta asume la figura de democracia parlamentaria o de gobierno dictatorial o autoritario.
2) Reconocimiento de los gobiernos de Cuba, de Venezuela, de Nicaragua, de Bolivia, de Argentina, de Perú y demás gobiernos dirigidos por partidos reformistas, que se autoproclaman de “izquierda”, “socialistas” y hasta “comunistas”, como gobiernos que administran los intereses de la burguesía y el imperialismo, al igual que ocurre en el resto de los países en el continente americano.
3) Rechazo de toda invitación a la solidaridad nacional de las clases y de los partidos, al apoyo a “gobiernos de salvación nacional”, a los llamados a la defensa de la patria y de la economía nacional. Combate contra toda campaña mediática e ideológica que tienda a integrar y movilizar a la clase obrera en frentes patrióticos de los diversos países ante la posible nueva guerra imperialista, en los que se les pida, o bien batirse a favor del imperialismo vestido de rojo, o apoyar al imperialismo de vestimenta democrática, convocando al derrotismo revolucionario.
4) Rechazo de la maniobra y de la táctica oportunista de frentes únicos, o sea, de la invitación a los falsos partidos socialistas y comunistas, los cuales no tienen nada de proletarios, a salir de la coalición gubernamental para crear la llamada “unidad proletaria” o “unidad revolucionaria”. Esto abarca, sin excepción, a los diferentes frentes de “izquierda” que tratan de confrontar a los frentes que hoy controlan los gobiernos en Argentina, Venezuela, etc., y a los partidos que pretenden coexistir en estos frentes de partido como corrientes internas. Solo son admisibles los frentes que constituyen las organizaciones de lucha económica de la clase obrera, conformados y con participación activa de los trabajadores y no de supuestas vanguardias “clasistas” y siempre y cuando dichos frentes no se mezclen organizativamente con los llamados “movimientos sociales” o con organizaciones que agrupan a no proletarios y que terminan propiciando el policlasismo. Es una táctica errada la alianza de los comunistas con los socialistas en luchas proletarias (frente único) y aún peor, en el campo parlamentario para una conquista legal del poder en común (gobierno obrero). En América y en todo el mundo deben ser totalmente descartadas las alianzas y propuestas de alianzas con los partidos políticos socialistas y pequeñoburgueses (táctica del frente único político). Se debe tender a ampliar la influencia sobre las masas estando presentes en todas las luchas económicas y locales e invitando a los trabajadores de todas las organizaciones y de todos los credos a darles un mayor desarrollo, pero negamos absolutamente que se pueda jamás comprometer la acción del partido, aunque solo fuese en declaraciones públicas y no en las intenciones e instrucciones al aparato interno, a subordinarse a la de comités políticos de frente, de bloque y de alianza entre varios partidos. Aún más vigorosamente el partido comunista internacional rechaza la táctica supuestamente “bolchevique” cuando ésta asume la forma de “gobierno obrero”, o sea del lanzamiento de la consigna de agitación que llama a la conquista parlamentaria del poder con mayorías mixtas de comunistas y socialistas de diversos tintes.
5) Una de las corrientes más peligrosas en las filas del oportunismo es la que convoca a luchar por un “gobierno obrero”, “gobierno obrero y campesino”, “gobierno obrero y popular” como entidades sustitutivas de la Dictadura del Proletariado. El movimiento de los trabajadores debe seguir el curso trazado por el partido proletario, apartándose del llamado oportunista a luchar por la constitución de gobiernos obreros, que terminan formando parte de consignas electorales y que solo conducen a la continuidad de la explotación capitalista.
6) A través de su aparataje mediático y de sus partidos (de derecha o de izquierda) la burguesía pregona la tesis de que toda estatización o expropiación de empresas es una medida socialista. Nada más lejos de la realidad. Los medios de producción que pasan a ser propiedad del Estado burguñes no pierden el carácter de capital. El Estado burgués es el capitalista colectivo ideal. Y para esto todas las estatizaciones pregonadas como “socialistas” se basan en el sostenimiento de las mismas relaciones de producción, de explotación del trabajo asalariado, de apropiación del plusvalor extraído de la fuerza de trabajo aplicada a diferentes procesos. En estos casos el Estado, como capitalista colectivo, es el patrón al cual se deben enfrentar los trabajadores al igual que lo deben hacer contra los patronos privados. Las estatizaciones aplicadas por algunos gobiernos burgueses, por lo general han respondido a la necesidad de salvar a empresarios capitalistas en quiebra, o dar respuestas a reclamos de las masas en el área de servicios cuyos costos operativos y precios no pueden ser asumidos por los privados y no generan ganancias. Por eso recurrentemente vemos gobiernos que durante un tiempo estatizan empresas y en otros momentos, según el comportamiento de la economía, las privatizan y las devuelven al sector privado. Por otro lado, los movimientos que llaman a los trabajadores a enfrentar las privatizaciones caen en una posición errónea impulsada por los partidos oportunistas. Para los trabajadores, no importa si el patrón es público o privado, la lucha unitaria de la clase obrera debe enfocarse en la exigencia de aumento salarial, reducción de la jornada de trabajo y rechazo a los despidos.
7) La emancipación de la clase trabajadora de la explotación capitalista solo es posible con la lucha política y con el órgano político de la clase revolucionaria: el partido comunista. Y este partido comunista no podrá surgir y asumir su rol de vanguardia, integrado en frentes pluripartidistas, policlasistas y mucho menos si se orientan hacia la participación electoral y parlamentaria y hacia la administración del capitalismo a través de “gobiernos obreros y populares”.
8) Ningún programa anti-capitalista podrá implementarse sin el derrocamiento de la burguesía y la instauración de la Dictadura del Proletariado. Todas las luchas ecomónicas de la clase obrera deben confluir en la lucha política, es decir, en la guerra civil y la insurrección armada, por medio de la cual se destruirá el poder de la clase dominante, la burguesía. Esta lucha no podrá ser victoriosa si no es dirigida por la organización de partido.
9) Así como la lucha contra el poder de la clase explotadora no puede desarrollarse sin un partido político revolucionario, tampoco se puede desarrollar sin el mismo la obra posterior de extirpación de las instituciones económicas precedentes. La dictadura del proletariado, necesaria en el no breve período histórico de transición, deberá ser ejercida abiertamente por su partido, el partido comunista internacional.
10) La política de conformar frentes de partidos de izquierda ha incluido en América Latina y Centroamérica a movimientos guerrilleristas, que se han autoproclamado como revolucionarios y que igual han terminado levantando programas policlasistas y nacionalistas y auspiciando todo tipo de alianzas que refuerzan esta tendencia oportunista. Hemos visto las experiencias de El Salvador, Colombia, Perú, Nicaragua y otras más y es importante que el proletariado no se deje confundir por este tipo de movimientos que, aún con su apariencia “radical”, también son alternativas para la continuidad de la burguesía en el poder.
Para acelerar el nuevo ascenso de clase no existen recetas a punto. Para hacer escuchar a los proletarios la voz de clase no existen maniobras y expedientes, que como tales no harían aparecer al partido tal como es verdaderamente, sino que desfigurarían su función, en detrimento y perjuicio de la efectiva reanudación del movimiento revolucionario, que se basa en la real madurez de los hechos y de la correspondiente adecuación del partido, habilitado para ello solamente por su inflexibilidad doctrinaria y política.
El partido proletario, sobre la línea de experiencias pasadas, se abstiene, pues, de enviar o de aceptar invitaciones, cartas abiertas y consignas de agitación para formar comités, frentes y acuerdos mixtos con cualquier movimiento y organización política. Este curso de acción vale para América y para todo el mundo.
Los Mapuche son el grupo indígena más grande de Chile, con alrededor de 1,7 millones de Mapuches en el país, que comprenden el 84% de la población indígena chilena y alrededor del 9% de los 19 millones de habitantes del país. La mayoría de los Mapuches se han trasladado a las ciudades, principalmente Concepción, Temuco y Santiago, pero son originarios de la Zona Sur de Chile, especialmente Biobío y la Araucanía, donde muchos de ellos viven en la pobreza. Estas zonas son conocidas como focos de violencia política entre la guerrilla Mapuche y las fuerzas terroristas del régimen burgués.
A diferencia de los Estados Unidos, donde la mayoría de los nativos fueron exterminados en los genocidios de la sociedad burguesa, los pueblos nativos constituyen una parte significativa de la población en centro y sur américa, incluido Chile. Así mismo la dinámica del modo de producción capitalista convierte a parte de esta población indígena en proletarios. Parte de la población indígena se integra a la economía como artesanos, comerciantes y como pequeños y medianos campesinos, preservando parte de su cultura y costumbres societarias ancestrales.
La insurgencia Mapuche, que lleva un tiempo, volvió a estallar de manera impactante, escalando a tiroteos por primera vez en medio del panorama general del terrorismo de Estado a favor de las empresas agrícolas y madereras que sistemáticamente toman tierras de los empobrecidos Mapuches trabajadores de sus tierras.
Orígenes económicos del conflicto
Nunca subyugada por los Incas, la sociedad tribal de los Mapuche se mantuvo independiente hasta finales del siglo XIX. La guerra y el comercio fueron las principales relaciones entre los Mapuche en Chile y Argentina. Adquiriendo caballos, los Mapuche resistieron la conquista y asaltaron los asentamientos hispanos. También comerciaban caballos y ganado, textiles y platería. Desarrollada a partir de una tradición más antigua de trabajar el cobre cuando la plata se obtenía a través del comercio, existía la orfebrería, una ocupación masculina.
En 1881 los Mapuche fueron “pacificados” por el ejército chileno y confinados en reservas como muchos otros pueblos indígenas en regímenes burgueses, pero incluso entonces, las tierras de las reservas continuaron siendo comunales, no como propiedad privada. Esto cambió cuando los terratenientes poderosos les expropiaron más tierras. A partir de la década de 1930, el hambre de tierras llevó a muchos Mapuches a emigrar a las ciudades.
El gobierno burgués de Unidad Popular de Salvador Allende aprobó una Ley Indígena y comenzó a restaurar tierras Mapuche, pero esto se detuvo con el golpe de Pinochet. Durante este régimen, junto con sindicalistas y miembros de partidos de izquierda, muchos activistas de derechos Mapuche fueron asesinados y torturados.
Pero a pesar del cambio de la dictadura abierta a la fachada democrática de la dictadura burguesa, nada ha cambiado y menos la explotación: las empresas forestales chilenas ahora poseen y explotan la mayor parte de la tierra Mapuche, un monopolio que imponen con el terrorismo despiadado antes mencionado, mientras que los propios Mapuche viven en una pobreza increíble, ganando alrededor de un 60% menos que el chileno promedio y a menudo sin acceso a agua potable o electricidad.
Como tal esta “revuelta indígena”, tan destacada por los medios de comunicación, pone sobre el tapete el caracter de capitalista de las relaciones sociales y de producción en el campo chileno y la opresión de clase que se impone desde el Estado.
Atados a su tierra ancestral tal como están, trabajándola para comer y sobrevivir en un ambiente de pobreza generalizada, la base de clase de la revuelta Mapuche se hace evidente: la revuelta del empobrecido pequeño campesinado, cada vez más sin tierra y empujado a convertirse en asalariado rural o urbano. Ciertamente se trata de indígenas que pretenden mantenerse en sus territorios con autononmía y aplicando un autogobierno independiente, manteniendo su idioma y costumbres, pero que en la práctica terminan integrados a la sociedad como pequeños y medianos campesinos, artesanos, comerciantes u obreros, dentro de las relaciones de producción capitalistas. El desarrollo capitalista en el campo chileno ha conducido a la expulsión de los Mapuche de las tierras que ocuparon sus ancestros.
De acuerdo con las condiciones incluidas en el Decreto 701 (introducido por Pinochet en 1974) las empresas forestales disfrutan hoy de subsidios estatales de hasta el 75%. No es una coincidencia entonces que dos de las mayores corporaciones forestales, CMPC y Bosques Arauco, posean por sí mismas más de dos millones de hectáreas mientras que los Mapuche poseen menos de 500.000 hectáreas (y estas estadísticas se basan en estimaciones conservadoras).
Para mantener a la dictadura burguesa, escondida tras una fachada democrática, a salvo de ataques, el Estado burgués ha convertido estas áreas de la Zona Sur en una auténtica zona militarizada: kilómetros de plantaciones de eucaliptos y pinos están rodeadas de frecuentes retenes de carabineros, así como tanques del ejército y fusileros fuertemente armados.
El curso de los acontecimientos
La insurgencia no es nueva – el más “radical” de los grupos de derechos Mapuche (cuyas demandas van desde la devolución de sus tierras ancestrales hasta el establecimiento de un Estado Mapuche totalmente independiente), inició una campaña de guerrilla para destruir violentamente la propiedad de las empresas forestales en 1997.
El régimen burgués naturalmente llama a esto “terrorismo” y utiliza la Ley Anti-terrorista de la era Pinochet para permitir que sus fuerzas terroristas, las fuertemente militarizadas Fuerzas Especiales de la policía, maten a Mapuches desarmados, torturen, abusen, fabriquen pruebas, detengan Mapuches sin juicio durante meses, etc. Los grupos guerrilleros, por su parte, tienden a evitar los tiroteos directos y tienden a concentrarse en la destrucción de los vehículos de las empresas forestales lanzando cócteles molotov y saboteando maquinaria. Pero las cosas se han intensificado y han aumentando ahora.
El conflicto pasó a una nueva etapa en el 2021: en julio hubo enfrentamientos entre la policía y miembros de la Coordinadora Arauco-Malleco (CAM), un típico grupo guerrillero indígena que lucha por el rescate de tierras y un autogobierno Mapuche independiente, similar al EZLN en Chiapas, México.
En julio un grupo de militantes de la CAM prendió fuego a tres vehículos de la empresa que talaba sus tierras – la policía respondió con fuego y mató a uno de sus militantes. Según un miembro de la CAM, fue “ejecutado en el acto”. La rebelión estalla poco después con enfrentamientos armados y en octubre el gobierno chileno declara el estado de emergencia para restablecer el “orden” en el Sur después de serios tiroteos, que hasta ahora eran poco frecuentes.
A principios de noviembre llegaron informes de que Mapuches fueron baleados por la policía, respaldada por el ejército, incluidos informes de un niño muerto.
El Weichán Auka Mapu (WAM), una escisión más radical de la CAM, publicó videos de sus milicias ataviadas con armadura completa y armamento de grado militar como rifles de asalto y pistolas semiautomáticas.
El 6 de noviembre, la policía abrió fuego contra Mapuches desarmados, paralizando a un niño y matando a un joven de 23 años, lo que provocó los combates salieran del sur rural y tomaran las ciudades, con enfrentamientos en Santiago en las protestas por su muerte.
La CAM y la WAM han redoblado su campaña armada contra el Estado burgués en una insurgencia cada vez más violenta y aún en desarrollo – hay muertos en ambos lados y el conflicto ha alcanzado una intensidad nunca antes vista.
El guerrillaismo no es la salida para los pueblos indígenas
Las luchas guerrilleras se convirtieron en un referente político importante dentro de las luchas latinoamericanas desde la victoria del Che Guevara y Fidel Castro en Cuba, pero, aunque en la mayoría de los casos terminaron derrotados militarmente y pacificados, todos los movimientos guerrilleros sin excepción resultaron ser alternativas políticas para la dominación burguesa.
El guerrillerismo ha sido la expresión de la desesperación de la pequeña burguesía, agobiada por los efectos sociales y políticos de la explotación capitalista, llegando a autoproclamarse en muchos casos como “socialistas” y levantando programas policlasistas, democráticos y nacionalistas, que terminan respetando la propiedad privada y la producción de mercancías. Los movimientos guerrilleros Mapuche no son la excepción.
Sabiendo que son incapaces de enfrentarse a las fuerzas del Estado, los grupos guerrilleros se limitan a la selva, a pequeños ataques, no esperando acabar con el Estado burgués, sino manteniéndose en interminables escaramuzas, tratando desesperadamente de contener a sus explotadores mediante medios de ataques violentos pero pequeños.
La autonomía territorial y el autogobierno independiente Mapuche es entonces una utopía imposible, pero más allá de su imposibilidad, ni siquiera es deseable, ya que es una ilusión demócrata burguesa que va en dirección contraria al desarrollo capitalista del campo en Chile. Por supuesto que estos grupos guerrilleros pretenden alcanzar esta autonomía y este autogobierno por la fuerza; pero nada indica que esto sea posible. Un autogobierno Mapuche no cambiará la realidad de pobreza y opresión que sufre esta población indígena y no podría existir sin estar articulado con las fuerzas del capital y de las empresas que hoy declaran enfrentar.
Basta recordar el ejemplo de los zapatistas. Su supuesto “éxito” en Chiapas consistió en tratar de proteger a los tzotziles, quienes han sido explotados y reprimidos violentamente durante siglos al encerrarse en los lugares más remotos de la selva enzarzados en una lucha estéril con su oponente mientras dejaban que el Estado mexicano liderara sus escuadrones de la muerte, llegaran directamente a Acteal y ejecutaran su horrenda masacre que dejó 45 muertos, mientras el EZLN permanecía atrincherado e impotente para ayudar. Luego de tal derrota, lo único que salió del ingenuo grupo reformista fue, esencialmente, la autogestión municipal para Chiapas, que no perjudica a la burguesía y facilita la explotación de los nativos y es algo que el experimentado gobierno mexicano sabe muy bien, podría terminar en cualquier momento si así lo decidiera; y puede hacerlo.
La creciente militarización de la policía contra las “rebeliones indígenas”
no se limita a Chile
La creciente militarización de las fuerzas de seguridad que luchan contra la insurgencia Mapuche no es exclusiva de Chile, sino más bien un ejemplo de una tendencia general en América del Sur.
El 18 de octubre el gobierno ecuatoriano decretó un estado de emergencia de 60 días, aparentemente para combatir el narcotráfico, siendo en realidad para reprimir las protestas y huelgas en curso. El Gobierno desplegó las Fuerzas Armadas en las calles para apoyar a la policía. Las organizaciones indígenas, que han provocado el colapso de dos gobiernos en este siglo, llevaron a cabo protestas, incluidos bloqueos de carreteras. Siguieron escaramuzas entre los nativos y la policía. El presidente llamó al diálogo y revirtió el aumento de los precios de los combustibles como reacción al malestar autóctono. Estos manifestantes indígenas en ecuador, integrados a la economía en el comercio y los servicios, no acompañaron las luchas de los trabajadores por aumento salarial.
En Guatemala, el 17 de noviembre, la policía prendió fuego a las casas de las familias Mayas Q’eqchi’ en El Estor, como parte de un asedio estatal contra las comunidades indígenas que se resisten a las plantaciones de palma aceitera y una mina de níquel. Esto fue después de que la policía fuertemente militarizada llevara a cabo más de 40 redadas y 60 arrestos y el gobierno declaró un estado de emergencia de 30 días.
En todas partes la lucha es la misma – la de los indígenas que necesitan su tierra para trabajar y vivir y que saben que la explotación de sus tierras por el capital solo puede traer una opresión insoportable. Así como en todas partes la lucha es la misma, también lo es el enemigo – el capital y el Estado burgués reprimiendo a aquellos a los que explota.
Solo la lucha de los trabajadores puede liberar a los pueblos indígenas de su opresión
Ni los movimientos democráticos y el parlamentarismo ni los movimientos guerrileristas, conducirán a la liberación de oprimidos y explotados y esto también es cierto para los indígenas latinoamericanos, explotados violentamente durante siglos.
El pueblo Mapuche, así como todos los explotados, no puede poner sus esperanzas de liberación en los pequeños movimientos armados y menos en los oportunistas que cortejan la democracia, sino solo en un partido verdaderamente revolucionario que organice a los trabajadores y explotados a todos los niveles, que pueda vincular las luchas de los trabajadores urbanos y rurales con las de los indígenas para derrocar la dictadura burguesa que los oprime.
En las protestas de 2019, pese al control del oportunismo y la pequeña burguesía, el proletariado chileno logró, con sus propias manos y la violencia (¡en lugar de la democracia!), arrebatar concesiones significativas al gobierno: un aumento en el salario mínimo de 310 mil a 350 mil pesos, aumento del 20% en la pensión básica de jubilación y cancelación del aumento del 9,2% en las tarifas eléctricas. El gobierno había actuado de la misma manera terrorista que lo hace con los indígenas. Aunque el proletariado, como en otras partes de América del Sur, no luchó de manera clasista en su conjunto, sino que fue la masa real que respaldó las amenazas de la pequeña burguesía nacionalista y democrática que aparta al proletariado de su programa revolucionario, su violencia fue suficiente para forzar al Estado a entregar concesiones.
Durante las protestas, muchos manifestantes ondearon la bandera Mapuche como oposición al gobierno. Pero si bien los trabajadores urbanos Mapuche obtuvieron una victoria al actuar junto con toda la clase trabajadora, no se hicieron concesiones a los pequeños campesinos indígenas rurales de la Zona Sur. Esto se debe a que el movimiento Mapuche no tiene ningún vínculo político con el movimiento obrero. A partir de esto, el camino a seguir es claro: unir las luchas rurales y urbanas como una única lucha de los trabajadores, en lugar de sobre una base “étnica” o “nacional”. Y sólo el partido revolucionario puede y hará tal vinculación de fuerzas de clase.
El proletariado, única clase que puede liderar estas luchas, no puede sin embargo asumir consignas indigenistas ni reivindicar sociedades ancestrales o un autogobierno Mapuche. El proletariado puede mover detrás de sí a los pequeños campesinos empobrecidos que trabajan sus tierras ancestrales, sumandolos a su lucha anti-capitalista. Del mismo modo el proletariado no podrá anteponer a sus propios objetivos de clase, completamente independientes, la defensa de las tierras ancestrales, ya que es esencialmente una demanda de defensa de la propiedad privada.
El proletariado no incorporará a su programa la entrega de tierras ancestrales a los campesinos indígenas. Sin embargo, el partido comunista no es indiferente a la opresión que sufren los campesinos pobres y los indígenas desplazados de sus tierras por la burguesía y los terratenientes. El Partido Comunista ha previsto en su táctica las acciones para sumar a los campesinos pobres y los indígenas a la lucha del proletariado por la toma del poder e incluso durante el ejercicio de la Dictadura del Proletariado. Basta recordar a Lenin en 1917, por muy diferente que fuera la situación: la necesidad de adoptar el programa de reforma agraria de la Revolución Soviética, pero sin ilusiones sobre su carácter meramente transitorio. Si bien el proletariado lucha contra las mismas empresas que oprimen a los Mapuches y los expulsan de sus tierras, el programa revolucionario contempla la eliminación de toda forma de tenencia de la tierra (que incluye la propiedad agraria e indígena grande y pequeña), las instalaciones de producción y los productos del trabajo. Las luchas del pueblo Mapuche y de todo el campesinado deben luego sumarse al combate de clases del proletariado contra la burguesía, alejándose de toda defensa de la propiedad privada.
Los campesinos pobres Mapuche, sin la ayuda del proletariado, todavía no toman conciencia de ello y tratan de defender su situación cada vez más precaria por medio de las luchas guerrilleras que se tornan cada vez más violentas en su desesperación. Sólo cuando el movimiento obrero, liberado de los partidos oportunistas y de los sindicatos del régimen, retome su programa de clase comunista intransigente, lo reconocerán como la única clase que abre el camino contra la opresión capitalista.
Desde el martes 16 de noviembre, los trabajadores del metal de la bahía de Cádiz, en el sur de España, en la costa atlántica, están en una gran huelga, una de las más duras de la historia reciente de la clase obrera española.
Un comentarista burgués, en el editorial de un periódico local de la ciudad, la comparó con la huelga de los astilleros que tuvo lugar hace 45 años, lamentando – según la tonta ideología de su clase social – cómo la ciudad se quedaría estancada en el siglo XIX.
La burguesía se adormece en la ilusión de una paz social eterna y no puede admitir que la lucha de clases surge de la relación social entre el Capital y el trabajo asalariado, no pertenece sólo al pasado del capitalismo sino a su presente y determinará su destino futuro. Basta observar la oleada de huelgas que ha atravesado Estados Unidos en los últimos meses para negar la tesis de que los capitalismos nacionales más avanzados han superado definitivamente la lucha de clases.
La huelga tiene su origen en la pérdida de poder adquisitivo de los salarios de los trabajadores en los últimos diez años, agravada por la subida de la inflación en las últimas semanas, y en este contexto en las negociaciones para la renovación del convenio colectivo provincial, que vence el 31 de diciembre de 2020, entre la patronal de la pequeña y mediana empresa – la Femca – con los sindicatos del régimen – Comisiones Obreras (CCOO) y la Unión General del Trabajo (UGT) – rotas por la patronal a finales de octubre.
De los aproximadamente 27.000 trabajadores del metal de la provincia, el 70% trabaja con contratos temporales. Éstos reciben un salario medio de 1.500 euros menos al año que los trabajadores con contratos fijos y permanentes.
Los primeros trabajan principalmente en pequeñas y medianas empresas que trabajan como contratistas para grandes empresas de la zona, como los tres astilleros de Navantia en Cádiz, Puerto Real y San Fernando, Airbus, Dragados, cuyos empleados directos son en cambio contratados mayoritariamente con contratos indefinidos, con condiciones laborales relativamente mejores, definidas en los contratos de empresa. Por tanto, en las negociaciones para la renovación del contrato provincial sólo participa la patronal de las pequeñas y medianas empresas – la Femca – y no las grandes empresas implicadas.
Una primera manifestación fue convocada por CCOO y UGT el 21 de octubre frente a la sede de Femca.
Pocos días después un sindicato minoritario presente entre los trabajadores del metal en Cádiz, la Coordinadora de Trabajadores del Metal (CTM) -formada en marzo de 2020- denunciaba las condiciones de explotación en los astilleros de Navantia en Cádiz y Puerto Real, que en los últimos meses han reanudado el trabajo a pleno rendimiento adquiriendo encargos para la reparación de grandes cruceros, empleando a unos 1400 trabajadores, la mayoría empleados de pequeñas y medianas empresas, muchos de ellos trabajando hasta 12 horas diarias, siete días a la semana. El sistema de empleo laboral parece similar al de los astilleros en Italia, donde la mayoría de los trabajadores no son empleados directos de Fincantieri que, como Navantia, es una empresa estatal. Esto debería disipar cualquier duda sobre la presunta bondad de la pretensión de nacionalización, en Italia contestada por la mayoría del sindicalismo combativo.
CTM también denunció la lista negra de la patronal, es decir, la lista de trabajadores indeseables por su militancia sindical, con decenas de expulsiones de sus puestos de trabajo, obligados a emigrar, con las contrataciones apoyadas por CCOO y UGT, y afirmó oponer a esto una Bolsa de Trabajo, es decir, una lista de trabajadores a contratar según criterios no discriminatorios gestionados por los sindicatos.
A finales de octubre, la patronal Femca rompió las negociaciones para la renovación del contrato provincial. La CTM -que dice luchar por el sindicalismo de clase- convocó una asamblea general de metalúrgicos por parte de los sindicatos CCOO y UGT, con el fin de que los trabajadores conozcan la marcha de las negociaciones y no las lleven a cabo a sus espaldas. También según la CTM, CCOO y UGT organizan a menos del 20% de los trabajadores temporales del metal.
CCOO y UGT, en respuesta a la ruptura de Femca, han convocado dos jornadas de huelga para los días 9 y 10 de octubre, a las que CTM, sin revocar obviamente sus críticas a estos sindicatos del régimen, ha indicado acertadamente que se adhieran, como muestra de la unidad de acción de los trabajadores en la lucha sindical.
Otro sindicato minoritario activo entre los trabajadores del metal en la provincia de Cádiz es la Confederación General del Trabajo (CGT), una organización históricamente anarcosindicalista presente por su presencia, por ejemplo, en la planta de Airbus y en una empresa contratista de Dragados.
Los dos días de huelga fueron un éxito, con miles de trabajadores atravesando Cádiz en una compacta y feroz procesión. La huelga también afectó a Algeciras -otra ciudad de la provincia de Cádiz, en el Estrecho de Gibraltar-, parando las empresas del puerto y las acerías Acerinox, que emplean a unos dos mil trabajadores. Esto demostró el grado de enfado de los trabajadores y su voluntad de lucha.
Fue esta presión desde abajo la que llevó a CCOO y UGT a convocar una huelga indefinida, como ya se ha dicho, a partir del 16 de noviembre, cuyo desarrollo confirmó su inevitabilidad, a la que los sindicatos del régimen se sumaron para no perder el control de los trabajadores.
Las reivindicaciones de CCOO y UGT eran de una subida salarial del 2% para 2021, del 2,5% para 2022 y del 3% para 2023, frente a la propuesta de la patronal del 1,5% para cada uno de los tres años y sólo con un aumento de la productividad.
Desde el primer día de huelga y durante los siguientes diez días, los trabajadores tuvieron que enfrentarse a la acción de la policía que atacó a los trabajadores en los piquetes frente a las fábricas e incluso en los barrios obreros, disparando gases lacrimógenos, balas de goma y utilizando un coche blindado para romper las barricadas levantadas por los trabajadores.
Esta es la respuesta del gobierno de centro-izquierda español, formado por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Podemos, el Partido Socialista de Cataluña e Izquierda Unida, y que se ha autodenominado "el gobierno más progresista de la historia" de España.
Evidentemente es la respuesta de un gobierno burgués en defensa de los intereses de la patronal amenazado por una huelga real y aterrorizado por la posibilidad de que la lucha obrera se extienda a las demás provincias y comunidades autónomas del país.
Por su parte, Enrique Santiago, secretario de Estado para la "Agenda 2030" y secretario general del Partido "Comunista" de España (PCE) -que forma parte de Podemos y por tanto está en el gobierno con dos ministros, incluido el de Trabajo- tuvo la desfachatez de pedir a los trabajadores que volvieran al trabajo y que "¡confiaran en la labor que está haciendo el gobierno!".
Entre los diversos factores que contribuyen a la división de la clase obrera en España, cabe destacar que en este país, a diferencia de Italia – donde desde hace años se intenta vaciarlas – no existen contratos laborales nacionales, sino provinciales. Es decir, ni siquiera contratos regionales, como ocurre en la Alemania federal, en los distintos Länder. La patronal y los sindicatos del régimen se encargan de llevar a cabo las negociaciones, y las huelgas, para la renovación de los contratos provinciales con un desfase temporal, para evitar el riesgo de la unidad de los trabajadores.
Esta división territorial – en provincias – de la clase obrera, se ve reforzada por la histórica división regionalista del país ibérico, sancionada por la constitución de 1978 que dio lugar a las autonomías.
El autonomismo, el regionalismo y el localismo son los caballos de batalla de la izquierda burguesa radical y del oportunismo español, que contraponen al centralismo de la derecha burguesa, en un juego de partidos en el que se pierde el interés de la clase obrera, que es unificar su acción, sus organizaciones, sus condiciones de trabajo, a nivel nacional e internacional.
Por ejemplo, ante la acción represiva del Estado burgués español, el alcalde de Cádiz – elegido en las listas de Adelante Cádiz, formación política de la izquierda radical – ha defendido a los huelguistas, como enemigo del gobierno central de Madrid, aprovechando la oposición entre el territorio de Cádiz y Madrid, poniendo en segundo plano la realidad social de la oposición entre las clases sociales, obrera y burguesa, por la del Estado central y la población local. Se cuidaron de señalar que la única forma que podría ayudar a los metalúrgicos en su lucha no es, de hecho, la solidaridad de palabra pidiendo el fin de la represión policial, que de hecho continuó, sino la extensión de la huelga al resto de la clase trabajadora en el resto de la provincia y en todo el país.
Ni siquiera los sindicatos alternativos, como CTM y CGT, parecen haberse liberado de estos grilletes ideológicos del oportunismo, si su manifiesto común para una manifestación de apoyo a la huelga del sábado 19 de noviembre, llamaba a participar en nombre de la "Defensa de la Industria de Cádiz", en lugar de en defensa de la clase obrera y su unidad, en España e internacionalmente.
Uno de los puntos débiles de la huelga, además del fundamental de que no se extendiera a otros sectores de trabajadores y provincias, fue que los empleados directos de las grandes contratas no se sumaron a la huelga. CCOO y UGT se cuidaron de no promover estas acciones, escudándose siempre en que las condiciones de empleo de estos trabajadores no están definidas en el convenio provincial sino en los contratos de empresa. En otras palabras, sancionaron con su acción sindical las divisiones entre los trabajadores, un beneficio para la patronal.
Un punto fuerte de la huelga, sin embargo, fue la solidaridad recibida de la clase obrera de la ciudad y de la provincia – con manifestaciones también en Sevilla – que no podría materializarse en una huelga general de la ciudad o de la región por la falta de una organización sindical de clase suficientemente fuerte.
Desde el primer día de huelga y durante los siguientes diez días, los trabajadores tuvieron que enfrentarse a la acción de la policía que atacó a los trabajadores en los piquetes frente a las fábricas e incluso en los barrios obreros, disparando gases lacrimógenos, balas de goma y utilizando un coche blindado para romper las barricadas levantadas por los trabajadores.
Esta es la respuesta del gobierno de centro-izquierda español, formado por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Podemos, el Partido Socialista de Cataluña e Izquierda Unida, y que se ha autodenominado "el gobierno más progresista de la historia" de España.
Evidentemente es la respuesta de un gobierno burgués en defensa de los intereses de la patronal amenazado por una huelga real y aterrorizado por la posibilidad de que la lucha obrera se extienda a las demás provincias y comunidades autónomas del país.
Por su parte, Enrique Santiago, secretario de Estado para la "Agenda 2030" y secretario general del Partido "Comunista" de España (PCE) – que forma parte de Podemos y por tanto está en el gobierno con dos ministros, incluido el de Trabajo – tuvo la desfachatez de pedir a los trabajadores que volvieran al trabajo y que "¡confiaran en la labor que está haciendo el gobierno!".
Entre los diversos factores que contribuyen a la división de la clase obrera en España, cabe destacar que en este país, a diferencia de Italia – donde desde hace años se intenta vaciarlas – no existen contratos laborales nacionales, sino provinciales. Es decir, ni siquiera contratos regionales, como ocurre en la Alemania federal, en los distintos Länder. La patronal y los sindicatos del régimen se encargan de llevar a cabo las negociaciones, y las huelgas, para la renovación de los contratos provinciales con un desfase temporal, para evitar el riesgo de la unidad de los trabajadores.
Esta división territorial – en provincias – de la clase obrera, se ve reforzada por la histórica división regionalista del país ibérico, sancionada por la constitución de 1978 que dio lugar a las autonomías.
El autonomismo, el regionalismo y el localismo son los caballos de batalla de la izquierda burguesa radical y del oportunismo español, que contraponen al centralismo de la derecha burguesa, en un juego de partidos en el que se pierde el interés de la clase obrera, que es unificar su acción, sus organizaciones, sus condiciones de trabajo, a nivel nacional e internacional.
Por ejemplo, ante la acción represiva del Estado burgués español, el alcalde de Cádiz -elegido en las listas de Adelante Cádiz, formación política de la izquierda radical- ha defendido a los huelguistas, como enemigo del gobierno central de Madrid, aprovechando la oposición entre el territorio de Cádiz y Madrid, poniendo en segundo plano la realidad social de la oposición entre las clases sociales, obrera y burguesa, por la del Estado central y la población local. Se cuidaron de señalar que la única forma que podría ayudar a los metalúrgicos en su lucha no es, de hecho, la solidaridad de palabra pidiendo el fin de la represión policial, que de hecho continuó, sino la extensión de la huelga al resto de la clase trabajadora en el resto de la provincia y en todo el país.
Ni siquiera los sindicatos alternativos, como CTM y CGT, parecen haberse liberado de estos grilletes ideológicos del oportunismo, si su manifiesto común para una manifestación de apoyo a la huelga del sábado 19 de noviembre, llamaba a participar en nombre de la "Defensa de la Industria de Cádiz", en lugar de en defensa de la clase obrera y su unidad, en España e internacionalmente.
Uno de los puntos débiles de la huelga, además del fundamental de que no se extendiera a otros sectores de trabajadores y provincias, fue que los empleados directos de las grandes contratas no se sumaron a la huelga. CCOO y UGT se cuidaron de no promover estas acciones, escudándose siempre en que las condiciones de empleo de estos trabajadores no están definidas en el convenio provincial sino en los contratos de empresa. En otras palabras, sancionaron con su acción sindical las divisiones entre los trabajadores, un beneficio para la patronal.
Un punto fuerte de la huelga, sin embargo, fue la solidaridad recibida de la clase obrera de la ciudad y de la provincia -con manifestaciones también en Sevilla-, que no podría materializarse en una huelga general de la ciudad o de la región por la falta de una organización sindical de clase suficientemente fuerte.
Origen del Partido Comunista de China – Del 1° al 2° Congreso
1. La cuestión de las relaciones con el Kuomintang
En el Congreso de los Comunistas y Organizaciones Revolucionarias del Extremo Oriente, la Internacional definió con claridad la relación entre el movimiento nacional-revolucionario y el movimiento proletario en los países del Extremo Oriente. Sobre la cuestión habíamos visto los informes de Zinoviev y Safarov. A continuación se presentan algunos extractos de la respuesta que se dio a las objeciones de los delegados del Kuomintang.
Con el Kuomintang era necesario recorrer juntos un pedazo del camino en un país como China donde estaba en la orden del día revolución doble, sin esconder el futuro curso de la lucha de clases y sin bajar la bandera del comunismo y sin siquiera proceder a revisiones de la base teórica, organizativa y táctica. Poco después, sin embargo, se llegaron a acuerdos con el Kuomintang, hasta el punto de la traición abierta bajo la dirección estalinista. La Internacional respondió a los delegados del Kuomintang que no era tan ingenuo como para imaginar que el partido fuese comunista y revolucionario.
El Kuomintang era un partido democrático-revolucionario con el cual se podría haber establecido una colaboración para perseguir los objetivos de la revolución nacional, pero bajo condiciones precisas, bien delineadas por los líderes del comunismo mundial. El representante de la Internacional dijo:
«Damos nuestro apoyo a este movimiento, si se dirige contra el imperialismo. Pero no podemos reconocer esta lucha como nuestra lucha, como la lucha por la revolución proletaria. Los comunistas de China o Corea planteamos la consigna de un gobierno democrático, un impuesto a la renta unitaria, la nacionalización de la tierra, consignas de la revolución democrática. Pero el proletariado y los elementos del semiproletariado deben organizarse independientemente en sus sindicatos de clase. Continuaremos llevando a cabo de manera independiente nuestro trabajo comunista de organizar al proletariado y las masas semi-proletarias en China. Ésta es la causa de las propias masas proletarias. El movimiento de los trabajadores chino debe desarrollarse de forma completamente independiente de la mentalidad radical burguesa y de las organizaciones y partidos democráticos».
Las masas proletarias de China no tuvieron que renunciar a su propia visión y la tarea de organizar su propio partido de clase. Se trata de una cuestión fundamental porque estaba dirigida a los jóvenes partidos comunistas que, como hemos visto en el caso de los orígenes del PCCh, carecían de una consolidada tradición marxista y revolucionaria y además se movían en un contexto donde el retraso del desarrollo capitalista había producido una pequeña clase obrera, que tenía sobre sus espaldas la gigantesca tarea de una revolución doble que podía ser realizada solo en unión con las exterminadas masas explotadas de la inmensa China, formada principalmente por cientos de millones de campesinos.
Otro punto muy importante que se discutió fue la cuestión de la nacionalización de la tierra. El representante del Kuomintang había afirmado que era necesario primero liberar a China del imperialismo y establecer la democracia en el país. Le respondieron:
«Para los campesinos chinos la cuestión de la nacionalización de la tierra no es una cosa que se regule desde lo alto con reformas administrativas, para ellos es una necesidad vital. Debemos avanzar en esta medida revolucionaria para mostrar a los campesinos chinos que donde se establece un régimen democrático los campesinos viven mil veces mejor y que sus intereses son mil veces más seguros. Sin una actitud correcta sobre la cuestión de la tierra, las grandes masas no pueden ser arrastradas a la lucha de nuestro lado».
La contrarrevolución estalinista impuso a China la táctica menchevique de la llamada revolución por etapas, que contemplaba llevar a cabo primero la etapa burguesa para luego pasar a la socialista. Esta táctica retomó la doctrina de Sun Yat-sen de los “tres principios del pueblo”, nacionalismo, democracia y bienestar del pueblo: etapa militar, para la unificación de China; etapa de democracia política; etapa del “bienestar del pueblo”. Stalin le atribuyó el significado: antiimperialista, agraria, soviética. Durante la primera etapa se excluyó a los comunistas de plantear la cuestión agraria, sacrificando los intereses de las masas campesinas y el futuro mismo de la revolución burguesa radical en China.
2. Los primeros congresos
En su primer congreso el Partido Comunista de China se definió a sí mismo como el partido del proletariado con clara independencia política y separación de los otros partidos, excluyendo las alianzas con otras organizaciones. El campo revolucionario en China inicialmente amalgamó anarquistas, demócratas, nacionalistas, debido al atraso de la joven clase obrera. De 1921 al 22 se encendieron imponentes huelgas, como la de Hong Kong y se multiplicaron los sindicatos, de industrias y ya no profesionales; en menos de cinco años los trabajadores pasaron de gremios profesionales y otras formas atrasadas para reconocerse a sí mismos como una clase obrera unida por encima de las profesiones, de las categorías y de las divisiones provinciales.
El PCCh necesitaba delimitarse principalmente contra el Kuomintang, que intentaría asumir el papel principal de guía del movimiento revolucionario. Desde el primer congreso del PCdC surgió la afirmación del papel independiente del proletariado que excluía las uniones con otros partidos y tendía a la formación de un partido de clase autónomo con influencia burguesa y pequeñoburguesa.
La directriz de acción del Partido se centró en el trabajo sindical destinado a liderar los sindicatos, que mientras tanto se extendían en China y a desarrollar sólidas relaciones con el resto de los sindicatos. Las organizaciones locales del Partido también desarrollarían su acción en el movimiento juvenil y de mujeres.
El Congreso fue también la ocasión para que los comunistas chinos para poder recibir de la Internacional la táctica relativa al movimiento revolucionario nacional. Se aconsejó a los delegados de los pequeños partidos comunistas de Oriente que no se mantuvieran al margen sino que penetraran profundamente entre las masas que, como en China, iniciaban la lucha por la independencia y la liberación nacional. Se planteó el problema de relacionarse con otros partidos políticos para una lucha en unión con todas aquellas fuerzas revolucionarias que combatían contra opresores internos, los señores de la guerra y los opresores extranjeros; en particular, los comunistas chinos fueron exhortados a cooperar con el Kuomintang.
La perspectiva de una unión con el movimiento nacional-revolucionario y en particular con el Kuomintang, encontró espacio en la “Primera Declaración del PCCh sobre la situación actual” del 15 de junio de 1922. La Declaración fue una invitación al Kuomintang, a los otros partidos democráticos y a todos los grupos revolucionarios socialistas a un “frente único democrático” para luchar contra los señores de la guerra y las potencias extranjeras.
Pero en la Declaración también hay críticas al Kuomintang por las actitudes de cercanía con los imperialistas y la cooperación periódica con los militaristas del Norte. Para mantener su puesto en el movimiento revolucionario, el Kuomintang tuvo que abandonar esta política conciliadora y de compromiso. También se criticaron las ilusiones pacifistas de la pequeña burguesía que representaban un obstáculo para la lucha: solo derrocando el poder de los señores de la guerra se podrían terminar las continuas guerras, así como la eliminación de la influencia de las potencias extranjeras en el país.
Con esta Declaración el PCCh se puso en la dirección hacia la cooperación con el Kuomintang, pero este paso ciertamente no contempló la forma que tomó posteriormente la alianza, es decir, la entrada de los comunistas en el Kuomintang.
La actividad sindical del partido
De febrero a mayo pasado hubo en Italia una leve reanudación de las movilizaciones sindicales, antes ausentes por la pandemia, en el contexto de una baja combatividad de la clase trabajadora que perdura desde hace años. Pudimos participar en algunas de ellas, repartiendo volantes tanto del partido, como de nuestros compañeros de trabajo, comunicados de la Coordinadora de Trabajadores Autoconvocados (CLA), junto con otros miembros de este organismo.
Identificamos los siguientes frentes de trabajo en Italia, en parte relacionados con el de los compañeros de otros países.
1) Directamente en las movilizaciones obreras. Intervenimos el 5 de marzo en la huelga de los estibadores genoveses, proclamada por los sindicatos del régimen (Cgil, Cisl y Uil) y a la que también se adhirió el sindicato de base Usb, que desde octubre se ha afianzado entre los trabajadores del puerto. En esta ocasión repartimos un volante del partido y colaboramos en la difusión de un volante de la CLA.
Ambos volantes enfatizaron la acertada decisión de los portuarios de la Usb de adherirse a la huelga proclamada por los sindicatos del régimen, como muestra de la unidad de acción de los trabajadores, en contraste con la tradición mayoritaria en la Usb y en el sindicalismo de base en general, destinado al boicoteo de las movilizaciones promovidas por los demás sindicatos.
Sin embargo, luego verificamos como la directriz de la unidad de acción de los trabajadores fue seguida solo a medias por los portuarios de Usb, ya que finalmente decidieron no participar en los piquetes cerca de las puertas del puerto, en lugar de reunirse bajo la sede genovés de la principal asociación de empleadores de Italia (Confindustria). Incluso los estibadores que siguieron a los sindicatos del régimen deberían haber convergido bajo la sede de Confindustria, después de algunas horas, pero al final los delegados sindicales decidieron dejar a los trabajadores en las puertas. En conclusión Usb y los sindicatos del régimen han dividido a los estibadores en la acción de lucha.
2) Actividades dentro de la CLA.
El 13 de marzo participamos en la manifestación nacional organizada por SI Cobas en Piacenza en respuesta al ataque estatal que habían sufrido unos días antes, con la detención de dos de sus dirigentes locales. Distribuimos el volante del partido y colaboramos con los militantes sindicales de otras ciudades para la distribución del volante de la CLA.
La manifestación fue un buen resultado pero no puede decirse que sea un éxito. Se ha visto la ausencia casi total del resto del sindicalismo combativo. Nuestro volante en la manifestación de Piacenza reiteró la necesidad de construir un frente único del sindicalismo de clase, en contraposición al frente único político propuesto por los dirigentes del SI Cobas.
3) Actividades dentro de la USB.
El 20 de marzo participamos en una asamblea frente a la fábrica textil Texprint en Prato, en la que estaba en curso una larga de obreros paquistaníes, organizada por SI Cobas. Por primera vez distribuimos el volante traducido en urdu, su idioma. Hemos indicado la necesidad de construir la unidad entre los obreros textiles de todas las nacionalidades presentes en el distrito industrial de Prato (el más grande de Italia): pakistaníes, bengalíes, italianos y chinos. En particular con los chinos, porque son la mayoría de los obreros textiles de la zona y porque la mayor parte de los propietarios de las fábricas textiles también son chinos, se ha desarrollado una forma de racismo que divide a los obreros. Desafortunadamente los obreros chinos están atrapados en lazos comunitarios, lo que dificulta su lucha de clases contra sus patronos connacionales.
En el volante reiteramos que los trabajadores deben confiar solo en la fuerza de su clase, tratando de extender la lucha y la organización sindical a otras fábricas y de no depositar ninguna confianza en las instituciones y partidos burgueses.
4) Contribución a la conformación de un organismo intersindical dentro de las fábricas de Stellantis en Italia y en otros países.
El 27 de marzo la CLA publicó un comunicado elaborado por nuestros compañeros en solidaridad con los estibadores del Colectivo Autónomo de Trabajadores Portuarios, un grupo de estibadores genoveses constituidos hace 10 años, la mayor de parte de los miembros pasaron de la Cgil a la Usb el pasado mes de octubre. A finales de febrero las viviendas y casilleros de los vestuarios del puerto de algunos de estos estibadores habían sido registrados por la policía política como parte de una investigación iniciada a raíz de dos hechos: el lanzamiento de bengalas durante una huelga un año antes para evitar la carga de material de guerra en un barco saudí; los enfrentamientos que se produjeron en la ciudad con la policía para impedir un mitin de un grupo fascista. El comunicado de solidaridad de la CLA insertó este episodio represivo en el marco de un renovado ataque al sindicalismo de base, vinculándolo por un lado a hechos similares ocurridos en los mismos días en Piacenza y Prato, por otro lado al relanzamiento del sistema de relaciones entre el gobierno, la patronal y los sindicatos de régimen.
5) Actividades dentro de la Asamblea de Trabajadores Combativos en Roma.
El 30 de marzo colaboramos en la distribución de un volante de la CLA en la manifestación de trabajadores de Alitalia en Roma. Durante años Alitalia se ha visto destinada a la quiebra. El número de empleados se fue reduciendo progresivamente mediante la subcontratación de actividades, despidos y cuyos efectos se mitigaron con diversas amortizaciones de seguridad social. Las condiciones de empleo de los trabajadores, que en un tiempo fueron favorables, también se han deteriorado progresivamente. Ahora el nuevo capítulo de la historia ve la drástica reducción de las dimensiones de la empresa y también en el número de trabajadores.
El sindicalismo de base, presente desde hace años en Alitalia con la Cub y la Usb, se ha movido de forma unitaria. Abrazó la reivindicación del regreso de la compañía a la propiedad estatal (“nacionalización única solución” es una de las consignas) aprovechando el orgullo corporativo y nacional, la nostalgia por los tiempos en que Alitalia era la aerolínea de bandera nacional, competitiva en el mercado mundial. Es comprensible que los trabajadores de una empresa con una historia similar en el presente contexto histórico contrarrevolucionario, con una clase obrera de la que durante décadas se le ha arrancado de las manos el hilo de su tradición de lucha internacionalista, haciendo propias semejantes ideas e ilusiones, que el sindicalismo de base, dominado por ideologías políticas reformistas y oportunistas, apuntala en lugar de luchar.
Los trabajadores que siguen al Cub y Usb han desplegado diversas movilizaciones participativas y combativas, llegando incluso a algunos leves enfrentamientos con las fuerzas policiales. El texto del volante de la CLA, sin polemizar las posiciones antes mencionadas, indicaba a los trabajadores de Alitalia a buscar involucrarse en la movilización de los trabajadores relacionados con el aeropuerto, así como la unidad con las demás luchas contra los despidos, con el fin de superar los límites de una lucha “corporativa”. Nótese la ausencia de la intervención en esta importante movilización en la Asamblea de Trabajadores Combativos romana.
6) El 1 de abril algunos militantes del sindicalismo de base en las fábricas de Stellantis intentaron promover una huelga simbólica de 2 horas en solidaridad con los obreros de la fábrica estadounidense de Sterling Heights, en Michigan, donde la empresa había impuesto un cambio desfavorable en la jornada laboral. El volante de solidaridad internacional de los obreros se ha traducido a varios idiomas. Dio una indicación opuesta a la de la dirigencia de la Usb en un comunicado nacional, sobre las consecuencias para los trabajadores del nacimiento del grupo Stellantis de la unión de los dos grupos PSA y FCA. El comunicado, al que contribuimos para la traducción y difusión, indicaba a los trabajadores a construir su unidad internacional y depositar su confianza solo en ella. La dirigencia de la Usb indicó a los trabajadores la necesidad de luchar para que el Estado burgués italiano defienda la industria nacional.
7) La actividad de la CLA y de nuestros compañeros dentro de ella, continuó intensamente. Son 15 comunicados de solidaridad y de dirección para varias luchas obreras: Alitalia, Fedex Tnt, Texprint, puerto de Trieste y Génova, para el proceso sobre la masacre de Viareggio, por la manifestación en Prato tras la muerte de un obrero, hasta el comunicado de prensa por la huelga en el ámbito sanitario del pasado 21 de mayo.
Se organizaron dos asambleas de videoconferencia sobre el tema de la seguridad y salud de los trabajadores y la represión contra ellos, ambas en marzo. En resumen, podemos decir que la actividad de la CLA continúa, con un leve aumento de su influencia en el movimiento sindical, dada la apreciable baja intensidad de las luchas obreras.
8) En Roma el domingo 23 de mayo se celebró la Asamblea de los Trabajadores Combativos (ALC) del Lazio. Inmediatamente después de su primera presentación, el pasado mes de julio en Bolonia, nuestro partido había señalado en este organismo un intento de la dirigencia del SI Cobas y los demás grupos que lideran ese frente político único denominado “Pacto de Acción”, de darle un barniz sindical a este último. Por un lado condenamos el funcionamiento del frente único político, como acción equivocada y oportunista en sí misma, por otro lado denunciamos el intento de constituir la Asamblea de Trabajadores Combativos como un mero instrumento de ese frente político, al que los grupos dirigentes del Pacto de Acción le habrían impedido ser nada más que un ejecutor de sus directivas políticas.
En coherencia con toda nuestra línea sindical, hemos dado la indicación práctica para participar en la actividad de la ALC y luchar dentro de ella para que asuma realmente el carácter de que se proclame portadora, es decir, un instrumento para la construcción de la unidad de luchas de los trabajadores.
Un pequeño ejemplo de cuan absurda ha sido la acción de la dirección del SI Cobas es dado por el hecho de que, mientras el frente político llamado Pacto de Acción se doto inmediatamente de un grupo de correspondencia nacional, en el que se discutió varias cuestiones, para la ALC este instrumento práctico tan banal como básico no se puso en marcha, ni siquiera un año después. La razón es claramente que temen perder el control de este organismo, dado su carácter sindical.
La mesa de la presidencia nacional –el órgano dirigente nacional autonominados está constituido por dirigentes de los grupos adheridos al Pacto– estableció que la ALC se organizaría a nivel regional. Inmediatamente identificamos la ALC del Lazio como la más activa y quizás la única realmente. Esta fue la única que tuvo un grupo de correspondencia, aunque parcial, resultado obtenido tras no pocas resistencias por parte del grupo dirigente local.
En la ALC del Lazio se conformó un grupo de whatsapp para las comunicaciones operativas, en el cual se vertieron las discusiones de mérito político-sindical que no encontró espacio en ningún otro ámbito, siempre y cuando no se constituyera el grupo de correspondencia. En las otras regiones donde se estableció la ALC (Piamonte, Lombardía y Véneto) no se creó el grupo de correspondencia. En Génova ni siquiera se constituyó la ALC.
En la ALC del Lazio ha surgido con una cierta fuerza, posiciones políticas en contraste con las directivas del Pacto de Acción. En particular una parte sustancial de la asamblea se manifestó contra las reivindicación reformista de la patrimonial, colocada en el centro de lo agitado en la ALC por sus grupos dirigentes nacionales. También ha surgido una orientación internacionalista con respecto al reavivamiento del conflicto en Israel-Palestina, en contraste con la dirección de la dirigencia nacional del Pacto de Acción y la ALC destinado al apoyo de la lucha por un Estado nacional palestino.
El resultado de esta situación fue que en la asamblea convocada en Roma, después de largo tiempo, los grupos políticos que garantizaban el control por el Pacto de Acción no se presentaron. Esto ofrece la medida de las intenciones de estos dirigentes.
Se trata de organismos numéricamente pequeños, pero estos acontecimientos ofrecen algunas importantes confirmaciones de la corrección de nuestro enfoque de la cuestión sindical y de las consecuentes direcciones prácticas
-no está garantizado el control de los organismos sindicales de clase de las dirigencias oportunistas y es posible conquistarlas con la dirección sindical comunista;
- mantener el control de organismos sindicales de clase por parte de dirigencias oportunistas, en presencia de una fracción sindical comunista en su interior, es posible sólo recurriendo a métodos coercitivos, que perjudican su propio desarrollo; por ejemplo: impidiendo la libre discusión dentro de ellos y rompiendo los canales de comunicación entre estructuras territoriales, militantes sindicales y trabajadores;
-Frente único político y Frente único sindical no son sólo caminos diferentes, son incompatibles: el éxito de uno implica el debilitamiento del otro.
El curso de la economía mundial
La mayor parte de los principales países imperialistas no salieron de la recesión de 2008-09: solo Alemania, China, Corea del Sur y algunos otros lograron superar el máximo alcanzado en el 2007. La crisis de 2008-09 no se transformó en una crisis sistémica como en 1929. Pero tenemos una carrera hacia un endeudamiento colosal de Estados, empresas y familias, endeudados por salvar el sistema. Fenomenal es el redondeo de los balances de los bancos centrales, que evita el colapso del sistema. ¿Pero por cuánto tiempo?
El modo de producción capitalista, después de haber vivido 5 recesiones mundiales desde 1975, ha entrado en una crisis histórica a gran escala que puede ser resuelta sólo con una tercera guerra mundial o el derrocamiento de la burguesía con la fuerza de las armas y la transición al comunismo en los principales centros industriales. La epidemia de Covid ha agravado un estado desastroso empeorando el endeudamiento y la situación financiera de muchas empresas.
Todo este dinero entregado gratis a la gran burguesía -las tasas de interés son cercanas a cero o incluso negativas- va acompañado de una especulación frenética que conduce a un aumento desproporcionado del precio de los títulos valores, muebles e inmuebles. Todo está bien para hacer dinero, no invierten, no producen, pero especulan. La sociedad burguesa se descompone esparciendo su hedor. Establecido el cuadro general, como siempre, pasamos revista sintéticamente a los principales países imperialistas, para luego sacar nuestras conclusiones. Una recuperación económica se manifestó de 2017 a 2018, pero una desaceleración comenzó a manifestarse a partir de mediados de 2018, convirtiéndose en una recesión en la mayor parte de los países a partir de 2019.
Esto llevó a la Fed y al BCE, juntos, a relanzar la “flexibilización cuantitativa” desde finales de 2019. En los Estados Unidos, gracias a la producción de gas y petróleo de esquisto, la producción industrial se reanudó inmediatamente después de la recesión de 2008-09, permitiéndole superar el máximo de 2007. Pero el índice de producción manufacturera por sí solo sigue por debajo de ese máximo. Y la situación es aún peor para la construcción. En los Estados Unidos, la recesión de 2019 se tradujo en una fuerte desaceleración: +0,8% para la industria y -0,2% para la manufactura. En 2020 tenemos casi el -7%, tanto para la industria como para la manufactura. Japón ha experimentado un estancamiento crónico con deflación desde principios de los años noventa. Hoy el índice de producción industrial es inferior al pico alcanzado en 1991: ¡101,2 en 2019 contra 106,6 en 1991! Japón ha sufrido las consecuencias de la recesión global, tanto es así que la producción disminuyó casi un 10% en 2020, respecto a 2019, cuando ya había disminuido un 2,6%. La profundidad de la recesión se mostró en el gráfico de los incrementos mensuales: comienza en marzo de 2019, toca fondo en mayo de 2020 con -24,6% para luego aumentar gradualmente.
El crecimiento anual ha vuelto a ser positivo a partir de marzo de 2021. La producción industrial en Rusia nunca ha recuperado el nivel alcanzado antes del colapso de la Unión. Gracias a las exportaciones de gas y petróleo, después del colapso de 1997-98, desde inicios de los años 2000 Rusia ha experimentado una espectacular recuperación económica. Este ciclo está llegando a su fin y estamos entrando nuevamente en un ciclo de recesiones y desordenes. Como los otros capitalismos, se vio resentido por el Covid y la recesión global. Tenemos un mínimo de -2,7%. Sin embargo, dado que el Estado ruso no ha perdido el hábito de manipular las estadísticas, para apreciar mejor la gravedad de la crisis es necesario hacer referencia a datos físicos, como para China. Las siguientes tablas muestran los incrementos de la producción industrial respecto al máximo alcanzado en el 2007. Los rusos están siguiendo exactamente el mismo camino, con un -10% en el 2020 para la industria, pero casi un -22% para la manufactura.
Para Rusia el año de referencia no es el 2007 sino 1989. En el 2009 la producción manufacturera fue la mitad que la de 1989. ¡Y en 2020 es -22%! La burguesía rusa puede mostrar sus armas en el escenario internacional, pero el capitalismo ruso se encuentra particularmente en malas condiciones. La producción en Japón, después de caer al -23% en el 2009, volvió a subir al -11% en el 2018, volvió al -13% en el 2019 y nuevamente al -22% en 2020, volviendo así a los niveles del 2009. En cuanto a la producción de petróleo los más golpeados no son los Estados Unidos sino Arabia Saudita y Rusia, que tuvieron que reducir la producción para frenar el colapso de los precios. Como hemos visto en una tabla, los USA se han convertido en el principal productor mundial, incluso durante la crisis del 2020. Y con el aumento de los precios la producción estadounidense no puede hacer otra cosa sino reiniciarse. El mercado estadounidense es gigantesco, durante la crisis los Estados Unidos redujeron sus importaciones de petróleo y vivieron de su producción.
De China hemos reportado las curvas referidas a la producción de energía eléctrica, carbón y el índice PMI de la producción manufacturera. El PMI (Purchasing Managers Index) está basado en la tendencia de las compras de las empresas: cuando el índice es inferior a 50 hay una contracción, pero cuando está por encima hay un aumento de las compras. La producción anual de electricidad se ha desacelerado considerablemente desde la crisis del 2008-09 con un pico en el 2012 y en el 2015. La producción mensual muestra una disminución en enero y febrero de 2020, luego una fuerte recuperación. El índice PMI de la producción manufacturera muestra una fuerte caída en febrero de 2020, con el índice en 35,7. De marzo de 2020 a marzo de 2021 está muy cerca de 50, por lo tanto un crecimiento muy débil. La recuperación no es tan espectacular como las autoridades chinas quisieran hacernos creer. De Europa solo expusimos la curva de la producción industrial para Alemania, de nuevo en recesión en el 2019 con -4,2% y en el 2020 con casi el -10%.
La curva mensual nos muestra un vertiginoso pico del -30% en abril, luego un lento aumento a lo largo de todo el año pero una recaída en enero y febrero de 2021, con en particular -6% en febrero. La tabla muestra una división entre los países del Norte, Alemania, Inglaterra, Francia y los países del Mediterráneo donde la recesión es netamente más grave. Además de Alemania, Bélgica, Suiza, Irlanda, también los recién llegados países de Europa del Este, Polonia, Hungría, Eslovaquia, los Estados bálticos, etc., superaron el máximo del 2007. Al ingresar a la comunidad europea después del colapso de la URSS, todos marcaron un gran desarrollo.
Pero todo tiene un final e incluso el capitalismo de estos países correrá la misma suerte que los otros. La ya asombrosa deuda global creció entre 2019 y 2020 en promedio un 10%. Expresado como porcentaje del PIB los más endeudados son Japón, con más de 4 veces su PIB, Francia (3,7 veces), Bélgica (3,6), China (más de 3 veces). En conclusión, para salir de la crisis, los Estados Unidos están armando un New Deal, como después de la crisis de 1929. Esa intervención del Estado les permitió salir de la crisis solo temporalmente: a finales de los años 30 volvió la recesión. Fue la Segunda Guerra Mundial la que permitió al capitalismo salir de la crisis histórica de 1929 e iniciar un nuevo largo ciclo de acumulación, ciclo que terminó definitivamente con la gran crisis internacional de 1975.
El desarrollo del capitalismo en Asia, especialmente en China, la transferencia de la producción y su asentamiento en China han permitido que el capitalismo mundial, moribundo y podrido, gane medio siglo de vida. Hoy este capitalismo sobrevive gracias a un monstruoso endeudamiento hecho posible por la intervención de los bancos centrales, que recompran por billones de billones, obligaciones, bonos del Tesoro y acciones. Si los bancos centrales interrumpieran la “flexibilización cuantitativa”, se produciría un colapso inmediato de todo el sistema: las tasas de interés comenzarían a subir nuevamente, lo que provocaría un colapso del mercado accionario y los precios de los títulos, lo que llevaría a la bancarrota en cadena de las grandes instituciones financieras. Las empresas, debido al aumento de las tasas de interés y de la escasez de dinero, a su vez irían a la quiebra; primero aquellos que se mantuvieron artificialmente en un estado de sobrevivencia de dinero fácil, luego los otros que no pudieron soportar las altas tasas de interés.
Deudas no pagadas y préstamos en mora se acumularían en las cuentas bancarias y provocarían la quiebra de grandes bancos como Deutsch Bank y BNP. Los Estados a su vez, ya no pueden contratar préstamos a tasas razonables en el mercado, se encontrarían en la misma situación que el Estado griego, obligado a declararse en bancarrota. Los bancos centrales ya no pueden detener la máquina infernal de la “flexibilización cuantitativa”. La consecuencia es la creación de gigantescas burbujas, que tarde o temprano estallarán, aumentando la inestabilidad y la toma de riesgos cada vez mayores por parte de las instituciones financieras. Para la clase obrera junto a la precariedad crecerá la pobreza. ¿Cuánto tiempo puede durar esta situación? ¿Hasta el estallido de la Tercera Guerra Mundial o habrá una reanudación de la lucha de clases mucho antes con el desarrollo del Partido Comunista Internacional? En cualquier caso el capitalismo mundial nos está conduciendo hacia una gigantesca catástrofe.
La formación de la nación india
En el precedente informe habíamos descrito los acontecimientos ocurridos después de la independencia de Bangladés en 1971, hasta la derrota del “Congreso Nacional” Indio en las elecciones de 1977, con la victoria del “Partido Janata”. El capitalismo hindú obtiene algunos resultados, pero no resuelve satisfactoriamente las necesidades alimentarias de gran parte de la población. Continúan las fallas de la reforma agraria en el extenso medio rural. Las clases dominantes del mundo campesino tienen peso en el partido de gobierno y sobre toda en la burocracia estatal, manteniendo la producción con métodos arcaicos. Las clases dominantes hindúes en disputa por el control de las instituciones estatales, están sin embargo unidas contra el proletariado, que en diversas ocasiones levanta la cabeza, como por ejemplo la poderosa huelga conducida por los ferroviarios, en mayo de 1974. La cual fue sometida a una feroz represión.
El partido “Janata” en el poder, copia del “Partido del Congreso”, se apoya en la derecha hindú y se hace brazo político de la Rashtriya Swayamsevak Sangh, organización extremista fundada en los años 20. La burguesía india, sometida por la crisis y aterrorizada por la creciente tensión social, se dota de un nuevo gendarme político. Como en el “Congreso”, las elites agrarias paralizan también al “Janata”. En algunos estados hindúes crece la violencia social de la derecha radical hindú. El RSS se convierte en una útil herramienta para la clase dominante. Los militantes de la derecha hindú son reclutados en la policía y en los medios impresos, mientras la base del RRS se entrega a cometer graves agresiones a la comunidad musulmana. Llegando en algunos casos a cometer masacres. Acciones útiles a todas las fracciones de la burguesía hindú, en cuanto a que alimentaba la división entre las comunidades y sobre todo entre la clase obrera. Es en este escenario que el “Partido del Congreso” logra nuevamente formar un gobierno estable y garantizar la paz social. Apaciguando a las minorías étnicas, religiosas y a las clases inferiores del mundo rural. Mejor que el “Partido Janata”.
Pero la situación es muy precaria, desde 1979 la India ha experimentado el peor periodo de escases de lluvias desde su independencia. Se utilizan ampliamente los préstamos internacionales y se fomentan las inversiones del exterior con una serie de liberaciones, incluida la del precio del acero y el cemento. Las consignas contra la pobreza son seguidas de nuevas leyes que endurecen la represión. Detenciones sin procesos judiciales y las huelgas son prohibidas en los servicios públicos. En 1981 una huelga general de protesta es finalizada con el arresto de 23.000 huelguistas. Sin embargo muchos de los sindicatos cercanos a los numerosos partidos falsamente comunistas hindúes, aunque reprimidos por el estado burgués, debido a su oposición a las centrales afines al gobierno, nunca han trabajado sinceramente por la unidad de la clase asalariada y, en la lucha de los unos contra los otros, sólo han contribuido a la debilidad del movimiento obrero. En este escenario ocurre la Gran Huelga textil de Bombay, iniciada el 18 de enero de 1982, durando unos 14 meses.
La huelga en pocas semanas involucra a casi todas las fábricas y a unos 200.000 trabajadores. Son exigidos sustanciales aumentos salariales, pagos atrasados y la abolición de la ley antisindical. La huelga puso de rodillas a la industria textil de la ciudad. Sobre los patronos propensos a encontrar un acuerdo, llega la orden de Indira Gandhi de hacer fracasar cualquier negociación. Era muy probable que si la huelga hubiera triunfado, también los estibadores de la ciudad se habrían movilizado, creando una reacción en cadena, eventos muy peligrosos para la burguesía. Los patronos ayudados por el gobierno, mudaron las fábricas, modernizaron las estructuras y despidieron a 100.000 trabajadores. La debilidad del movimiento obrero indio es la causa de esta derrota, que en la mayoría de los casos no tuvo éxito en romper con aquellas centrales sindicales, ya irremediablemente del lado de la patronal. El Punjab indio, nacido después de las matanzas cuando su delimitación, fue organizado en 1966 para conceder a los Sikh un estado donde eran la mayoría.
La comunidad Sikh, entre las más ricas del país, después de la independencia habían continuado con una posición privilegiada dentro de las fuerzas armadas. El Punjab, una de las regiones más fértiles de la tierra, había tenido un considerable desarrollo económico, gracias a la agricultura capitalista, que contribuyó la formación de una burguesía agraria local. Desde 1972 el gobierno en el Punjab era “El Congreso”, pero en el 1977 una eventual situación política que lo abrumaba, puso en el poder al partido sikh Akali Dal. Para desestabilizarlo, “El Congreso” financió a un joven predicador de la provincia, Jarnail Singh Bhindranwale, quien fundó un partido en 1978. Esta organización fomentaba acciones violentas contra las sectas heterodoxas sikh y recurrió cada vez más al asesinato de enemigos políticos y religiosos, sikh e hindúes, sin que se tomaran medidas judiciales contra este partido.
Esta situación era apoyada sustancialmente por gran parte de las clases dominantes del mundo rural del Punjab, que en un período de crisis mal gestionaron los impuestos y las leyes impuestas desde Nueva Delhi. Estos ricos terratenientes y campesinos, han defendido durante mucho tiempo una fuerte autonomía o independencia total del gobierno central y la creación de un nuevo estado llamado Khalistan. Así, continuó la política de terror para expulsar a los hindúes de la región, con la esperanza de que persecuciones iguales en toda la Unión, empujaran a los sikh a regresar al Punjab, fortaleciendo con este hecho la causa por su independencia.
Después de un apoyo y una tolerancia durante varios años, Indira Gandhi adoptó contramedidas radicales. El 3 de junio de 1984, las fuerzas armadas indias se estacionaron alrededor del “Templo de Oro”, en la ciudad de Amritsar, donde Bhindranwale y sus seguidores se habían refugiado desde hacía cierto tiempo, abarrotando la instalación grandemente. El cual fue tomado dos días después, en el aniversario del martirio de Guru Arjan, el quinto de los diez gurús sikh.
En los meses anteriores, el Templo había sido fuertemente fortificado bajo el liderazgo de un ex general del ejército indio. Hubo que traer tanques con sus cañones de 105 mm. El complejo sufrió importantes daños, Bhindranwale fue muerto junto con unos 600 de sus seguidores, pero numerosos fieles también fueron masacrados, alrededor de 400. Entre tanto algunos de los sikh que servían al ejército indio, acusados de pertenecer a un grupo étnico separatista, se amotinaron. Y en represalia, el 31 de octubre, dos guardaespaldas del cuerpo sikh mataron a Indira Gandhi. Y así en Nueva Delhi, bandas de hindúes, dirigidas por miembros de “El Congreso” local, atacaron las casas de los sikh de la ciudad, matando y torturando a cualquiera que lograran capturar. Familias enteras fueron quemadas vivas. La policía no intervino y en varios casos participó activamente en favor de estos motines. En unos pocos días, sólo en Delhi murieron unos tres mil sikh. La India de la década de 1980, como la India de hoy, no dudó en medio de enfrentamientos entre saqueadores persuadidos con posiciones burguesas, en avivar las divisiones regionales, étnicas y religiosas, para crear un enemigo ficticio y someter al proletariado a la clase dominante.
La breve pero mortal llamarada de la guerra de mayo en Palestina marcó un paso que modifica en parte los equilibrios internos de los campos en lucha. El primer hecho en orden cronológico fue la manifestación de la extrema derecha judía en la ciudad vieja de Jerusalén bajo el lema “muerte a los árabes”. A pretexto de la marcha algunas agresiones contra judíos ocurrieron en la parte árabe de la ciudad. La manifestación, en la cual participaron un millar de extremistas, a los cuales se unieron muchos jóvenes judíos ortodoxos, los haredim, hasta hace poco tiempo en gran parte extraños a las manifestaciones de odio en las confrontaciones de los palestinos, tuvo lugar la noche del 22 de abril, con enfrentamientos con cientos de jóvenes palestinos. Haaretz escribió: “los ultra-ortodoxos son las reservas del movimiento neonazista que se está desarrollando en Israel”.
Entre los organizadores de la manifestación estaba el grupo de extrema derecha “Lehava”, acrónimo que significa “Prevención de la asimilación en la Tierra Santa”. El tema de la asimilación no podía dejar de repetirse en el mismo Estado judío. Marx en la Cuestión Judía, que se remonta a 1844, enfatiza que la solución de la emancipación judía residía en la superación del Estado político. Esta posición mantiene toda su relevancia dado el balance histórico del movimiento sionista, el cual, por su nombre, implica la intención programática de un camino en la dirección exactamente opuesta a la de Marx, aquello de dar a los judíos un Estado político, establecida como nación entre las naciones.
No es de sorprenderse por lo tanto que se afirmen tendencias chovinistas, racistas y fascistas, expresión de los impulsos objetivos de la burguesía no tanto judía sino nacional israelí para garantizar el propio espacio en términos de fuerza de trabajo y de territorio sobre la que derrama la sobreproducción. Véase la “fiebre de la construcción” para los asentamientos judíos en Cisjordania. El gobierno israelí apunta al ulterior debilitamiento del elemento étnico árabe en Jerusalén, “capital del Estado judío” reconocida por los Estados Unidos durante la administración Trump. Crear una Jerusalén Oriental con mayoría judía, sancionando el estatus de la Ciudad Santa “capital indivisible del Estado de Israel”, disiparía todos la humareda de la solución de dos Estados de los cuales Jerusalén debería ser la capital. El 7 de mayo, en ocasión del último viernes de Ramadán, alrededor de 70.000 fieles musulmanes se habían reunido cerca de la mezquita de al-Aqsa en presencia de un draconiano dispositivo de seguridad desplegado por las fuerzas policiales israelíes.
Después de las oraciones vespertinas se desarrollaron graves incidentes. Las fuentes de la mezquita afirman que los enfrentamientos se desarrollaron después que la policía israelí intentó evacuar el complejo donde duermen muchos fieles musulmanes durante el mes de Ramadán. La versión israelí quería en cambio que algunos palestinos lanzaran piedras contra los agentes. En los tres días sucesivos los incidentes se extendieron a varios barrios árabes; episodios de violencia afectaron también a zonas de mayoría judía y luego a muchas ciudades israelíes con poblaciones mixtas. La policía israelí ocupa la mezquita de al-Aqsa entre duros enfrentamientos. Hamas y su brazo militar la Brigada al Qassam reivindicaron el liderazgo del levantamiento y lanzaron un ultimátum al gobierno israelí para liberar al- Aqsa antes de las 6 pm. Poco antes de esa hora comenzó el lanzamiento de 150 misiles desde la Franja de Gaza hasta Tel Aviv, Sderot y Ashkelon. En la noche a Lod, ciudad israelí, una población mixta, se desarrollaron graves incidentes entre palestinos y judíos: jóvenes árabes asaltaron una sinagoga, una escuela y tal vez algunas casas y un grupo de judíos reaccionó disparando y un joven árabe murió. Una multitud de judíos vandalizó un cementerio musulmán.
En los días sucesivos, siempre en Lod, un judío fue asesinado, apenas salió de una sinagoga, por un grupo de árabes que buscaban “venganza por la sangre derramada”. La revuelta de la minoría árabe-israelí se extendió a Haifa, Tiberíades, Acri y algunas otras ciudades mixtas de Israel. Es cierto que los árabes israelíes son ciudadanos de serie B del “Estado judío”. Como materialistas sabemos que el racismo, el nacionalismo, la xenofobia y la opresión de las minorías son necesidad del capitalismo y que estos abismos de inmundicia solo podrán superarse después del derrocamiento de la dominación política de la clase burguesa. En la sociedad burguesa las diferencias étnicas son mantenidas y reproducidas por la economía mercantil, por lo cual todo hombre tiene un precio, no obstante el dinero no conoce diferencias de lengua, religión, color de piel o tradiciones culturales. Los palestinos israelíes son ciertamente la parte de la población con mayor pobreza. Pero sería equivocado pensar que en Israel la miseria sea una peculiaridad de los no judíos. Un porcentaje bastante alto de “pobres” (categoría no científica y que no podemos confundir con las de los proletarios) es difundida también entre los judíos chassidim, los ultra-ortodoxos, entre los que se cuenta el 17% de familias debajo del umbral de pobreza. En el caso de los palestinos israelíes este porcentaje todavía es aún más alto.
Los israelíes-palestinos están excluidos de hecho del servicio militar, al cual acceden solo aquellos que se consideran confiables para la seguridad del Estado, los judíos, los drusos y los circasianos. Sin embargo, los árabes-israelíes pertenecientes a las clases medias tienen generalmente acceso a una instrucción de buena calidad que se transforma a menudo también en una discreta integración entre las categorías profesionales más calificadas. Los palestinos, poco menos del 21% de la población, son el 23% de los médicos de Israel. Esto no significa que la marcha de la crisis económica no haya determinado un empeoramiento de las condiciones de vida también de los palestinos israelíes, lo que explica el descontento de muchos jóvenes proletarios árabe-israelíes que, en ausencia de manifestaciones significativas de auténtica lucha de clases, han derramado sus frustraciones en el choque interétnico. Mucho más difícil es la condición de los jóvenes proletarios de la Cisjordania en la cual la asfixiada vida económica se ha resentido primero por el estancamiento económico mundial y luego por la pandemia.
Esta última ha reducido gran parte de los salarios de los 150.000 trabajadores que todos los días cruzaban el muro, en manera legal, para ir a trabajar a Israel. A estos se sumaron los 50.000 que todos los días entraban en Israel ilegalmente. En este contexto se ha desarrollado por lo tanto un enfrentamiento militar asimétrico entre Hamas y el ejército israelí, el Tzahal. De hecho Hamas durante 11 días, con el lanzamiento de más de 4.300 cohetes, no obstante de su imprecisión, mantuvo bajo presión a la población de las regiones central y sur de Israel. Pero cuando Hamas logró el objetivo de convertirse en portavoz de la revuelta pidió una tregua, luego Netanyahu, abrazando las demandas de los jefes del ejército, continuó el bombardeo sobre Gaza, según él para poner a Hamas en la imposibilidad de volver a atacar. En 11 días los incesantes bombardeos han sembrado muerte y destrucciones. No se salvó infraestructura de vital importancia para la población.
Gran número de víctimas de esta breve guerra. Entre los habitantes de Gaza hubo 248 muertos y cientos de heridos (1.900 según Hamas), a los que se agregaron 26 muertos y más de 500 heridos entre la población palestina de Cisjordania víctimas de las represiones del ejército israelí. Es más, se deben contar numerosos heridos en los enfrentamientos en ciudades israelíes entre los cuales un muerto en Lod. Las víctimas de los cohetes de Hamas y de la Jihad Palestina son 12, de los cuales 3 trabajadores extranjeros (un indio y dos obreros tailandeses muertos en la fábrica en la cual trabajaban) y un beduino árabe-palestino. Entre las víctimas uno solo es un militar. A estos se suman 500 heridos, según cifras proporcionadas por Israel. Después de una semana de intensos bombardeos, el 18 de mayo se llevó a cabo un día de huelga que por primera vez vio unidos a los palestinos de Cisjordania y de Israel.
Las reivindicaciones son de carácter exclusivamente nacional, quedando fuera de la proclama de la huelga cualquier reivindicación económica de clase, o ligada en la condición obrera. Sin embargo el día después en Israel no fueron los negocios comerciales los que cerraron sino que solo los trabajadores pararon y muchos fueron despedidos por los patronos israelíes. De la huelga se resaltó el carácter nacional. Pero es más la parodia de un movimiento nacional. La sacudida de un agregado de clases diversas, lo que fue la nación en épocas pasadas, pudo haber tenido un sentido guiada por una burguesía revolucionaria. Pero la burguesía palestina demasiado desgastada, decrépita, corrupta es un feudo de su hermana mayor israelí. Imposible pensar en revoluciones nacionales con medio siglo de retardo. La comparación de la huelga del 18 de mayo de 2021con la de 1936 resulta ridícula ya que evoca un episodio de otra importancia, que no se consumó en el espacio de una mañana.
Finalizada la huelga Hamás si tenía por lo tanto la urgencia de cerrar la guerra con una instantánea en mano del ficticio éxito. Se trataba de no recibir otros golpes, ya que no podía ir más allá de cierto límite. La tregua llegó por las presiones estadounidenses sobre Israel. Biden tuvo que hacer las cuentas con un cierto descontento del Partido Demócrata y del componente liberal de los judíos de Estados Unidos hacia el actual gobierno de Israel, no dispuesto a aceptar una política que ha tenido como interlocutor a Donald Trump. Es necesario también ver cuánto pesa la determinación de la administración Biden de retornar a la negociación con Irán sobre el tema nuclear. Ese pacto fue abandonado unilateralmente por Trump en el 2018 con la consecuencia, ciertamente deseada, de fortalecer el frente anti-Irán que ve alineados a Israel, Arabia Saudita y, en manera más difusa, a los Emiratos Árabes Unidos.
El fin de la ruptura con Irán era eliminar un competidor entre los países petroleros, apropiándose de su cuota en términos de barriles extraídos, en un contexto en el cual la demanda mundial de crudo estaba estancada. Pero a los Estados Unidos se les presenta la cuestión esencial de impedir que la actitud de hostilidad hacia Irán por parte de una amplia gama de las burguesías del Medio Oriente, que ven en primer plano a Israel y Arabia Saudita, empujando demasiado a Teherán en la órbita de Pekín. Irán es una potencia regional de primer plano que cuenta con un notable aparato industrial, una población que supera los 80 millones y fuerzas armadas dotadas con armamentos tecnológicamente avanzados que han permitido a las milicias pro iraníes sostener años de guerra en Irak y en Siria logrando significativos éxitos.
Los Estados Unidos no pueden renunciar a una relación interlocutoria con Irán, además si esto no significa en absoluto abandonar las alianzas en el Medio Oriente. Si de una parte Biden ofrece la “rama de olivo” sobre la negociación nuclear, la diplomacia estadounidense está diseminando de trampas el área que circunda la esfera de influencia de Irán. En el 2020 las negociaciones inter-afganos de Doha entre el gobierno afgano y talibanes en la presencia del secretario de Estado Mike Pompeo y del enviado de Washington para Afganistán Zalmay Khalilzad fueron un paso significativo hacia la desconexión de Estados Unidos después de 20 años de guerra. El anunciado retiro de los estadounidenses de Afganistán, que abrió el regreso a Kabul de los talibanes, podría cerrar Teherán a Asia Central. Pero sobre todo el regreso de los talibanes al poder, desde siempre apoyados por Pakistán pero apreciados también por las petromonarquías del Golfo, podría ralentizar los planes chinos de florecer el comercio con Irán. Incluso el plan para la vía férrea de los 5 países, destinada a conectar la China occidental al Mar Arabico, pasando también por Irán y Afganistán, podría esfumarse.
Los Estados Unidos, después de una fase de blando aislamiento (premisa de un retorno inevitable al intervencionismo), necesitan relanzar su papel de árbitro en Medio Oriente. Esto contrasta con la idea que quieren difundir siempre y en cualquier caso con Israel empeñado en una medición de fuerzas Irán. Los Estados Unidos no pueden apoyar indefinidamente las tendencias expansionistas israelíes sin favorecer las de otros países que sirven de contrapeso. No pueden regalar el Medio Oriente a Israel. La prensa israelí habló de la máxima distancia de la administración estadounidense por el Estado judío desde el momento de su fundación. Se trata de una distancia relativa obviamente, pero que es de por sí suficiente para explicar cómo los intereses de los diversos Estados, incluso a lo interno de un campo imperialista definido, no pueden siempre coincidir.
El movimiento sindical asume una importancia decisiva para los fines revolucionarios y los comunistas se proponen la tarea de liberarlo de cualquier influencia que limite su actividad, manteniéndolo tolerable al capitalismo. La tarea del comunismo por el contrario, es desarrollar sus potencialidades revolucionarias y guiarlo en el asalto de las instituciones burguesas. El informe tiene el deseo de ilustrar como el anarcosindicalismo, revolucionario sólo de palabra, había actuado para dividir el movimiento sindical y así debilitar el frente de clase. A nivel internacional, el anarcosindicalismo antes de la primera guerra mundial, se reconocía dentro de las posiciones afirmadas en la famosa “Carta di Amiens” de 1906, que entre los puntos que establecía estaba el sindicato como la guía revolucionaria para el abatimiento del régimen burgués y, luego del triunfo obtenido, se encargaría de la producción y la distribución de esta. Existiría la libertad para los miembros de pertenecer a cualquier “concepción filosófica o política”, pero quedaba prohibido el proselitismo dentro del sindicato.
En otras palabras, el sindicato en términos programáticos y de propósito, se comportaba como un partido. A principios de la década de 1900, se formaron varios sindicatos de inspiración anarcosindicalista. Entre los más importantes recordaremos la IWW en América, la CNT en España, la SAC en Suecia, la CGT en Portugal, la USI en Italia, la FAU en Alemania, la FORA en Argentina, etc. La CGT francesa ya había nacido en 1895. Ya entonces los anarcosindicalistas se habían fijado el objetivo de fundar su propia Internacional sindical y en septiembre de 1913, se celebró un congreso en Londres con miras a este objetivo. Asistieron 38 delegados en representación de 65 federaciones de diversas partes del mundo. La IWW se abstuvo de participar, sobre todo porque siempre se había considerado una internacional.
El congreso se limitó a formular una declaración de principios: Lucha de clases; solidaridad internacional, independencia de los partidos políticos, emancipación de la dominación capitalista y estatal, socialización de la propiedad y los medios de producción y sindicato organizador de la producción y la distribución. No solo no se materializó la internacional sindical, sino que al estallar la guerra, en los países involucrados, las confederaciones libertarias, o partes de ellas, correrán la misma suerte que las socialdemócratas: se unirán a la guerra. Al final de la guerra, como los socialdemócratas, los anarcosindicalistas también intentaron re-tejer las filas de una organización internacional, que de hecho nunca hicieron. En diciembre de 1919 nació en Berlín el sindicato FAUD (Freie Arbeiter Union Deutschland) y en esta ocasión se renovó la propuesta de fundar una internacional sindical. Mientras tanto, se formó en Moscú la Tercera Internacional, a la que inicialmente se adhirió gran parte del sindicalismo revolucionario.
Esto se debe a varias razones. Una se deriva de la forma en que se concibió inicialmente la nueva Internacional, que declaraba que quería «constituir un bloque con aquellos elementos del movimiento obrero revolucionario, que si bien no pertenecían antes al Partido Socialista, ahora están plenamente colocados en el terreno de la dictadura proletaria en su forma soviética, es decir, con los elementos del sindicalismo». Otro motivo surgió de la necesidad de oponerse al sindicalismo reformista que ya se había organizado en la Internacional amarilla de Ámsterdam. Pero el factor decisivo fue el hecho de que el proletariado internacional vio en la revolución rusa, en el partido bolchevique, en Lenin la guía y la prefiguración de la victoria internacional sobre el régimen burgués. Si las organizaciones proletarias que se autodenominaban revolucionarias hubieran dado la espalda a Moscú, las masas trabajadoras las habrían abandonado repentinamente.
Entonces en ese momento, los anarcosindicalistas no se declararon opuestos ni a las propuestas de Moscú, ni a la dictadura del proletariado. En diciembre de 1920, se celebró en Berlín una primera conferencia sindical internacional, convocada por la FAUD alemana y la NAS neerlandesa. A la reunión también asistieron delegados de la IWW, cuatro organizaciones argentinas, una minoría de la CGT francesa, representantes británicos y más de Europa continental. Por el arresto de sus delegados, la CNT y la USI no estuvieron presentes. Otros sindicatos se limitaron a enviar mensajes de afiliación. Un observador de los sindicatos rusos, expresó sus dudas sobre la necesidad de esta conferencia, dado el inminente congreso de fundación de la “Internacional Sindical Roja” (también conocida en Rusia por su acrónimo “Profintern”). Los acuerdos en las condiciones para la afiliación a la Internacional Sindical de Moscú, fueron rechazados en vista de la oposición a la subordinación a partidos políticos y reafirmaron el concepto de que la organización revolucionaria de la producción y la distribución, debería ser gestionada por los sindicatos.
Sin embargo, el documento emitido por esta primera conferencia de Berlín, llamaba a todas las organizaciones sindicales revolucionarias, a participar en el congreso convocado en Moscú por el Consejo Provisional de la I.S.R. para fundar una Internacional Sindical Roja. Entonces, cuando se inauguró el primer Congreso de la Profintern, muchas organizaciones anarcosindicalistas estaban representadas allí. Con el Congreso ya terminado, una declaración de Lozovski sugirió que cualquier desacuerdo entre comunistas y anarcosindicalistas se había resuelto, en nombre de la necesidad de un frente revolucionario internacional unido, para oponerse a la contrarrevolucionaria internacional amarilla de Ámsterdam. En cambio, la unidad de propósito fue solo el resultado de la desorganización de los anarcosindicalistas, quienes no se habían presentado con una plataforma común. Ya el 14 de julio, tres organizaciones alemanas, FAUD, AAUD y el sindicato alemán de marineros, redactaron un documento contradictorio que, si bien declaraba la necesidad de una internacional puramente anarcosindicalista, reconocía que eso habría llevado a una dispersión aún mayor de las fuerzas proletarias.
En conclusión, propuso “transformar la ISR en una verdadera internacional y garantizar su independencia”. Una parte de los anarcosindicalistas apoyó la necesidad de permanecer dentro de la ISR como una minoría organizada; la otra en la necesidad de fundar la propia Internacional. A partir de la pretensión de independencia total de los partidos comunistas y de la IC, los anarcosindicalistas pasaron a denigrar abiertamente al bolchevismo y del régimen ruso. Así que ya en la secuela del Congreso fundacional de la ISR quedó claro que el objetivo que se había marcado, de reunir a todos los sectores del movimiento sindical de clase, no podría haberse logrado, debido al sabotaje de quienes se declararon revolucionarios. En octubre de 1921, en Düsseldorf, otra conferencia anarcosindicalista propuso nuevamente la constitución de la Internacional independiente. En Italia, en marzo de 1922, la USI celebró su congreso nacional durante el cual los anarquistas, partidarios del destacamento de Moscú, obtuvieron la victoria.
No nos detendremos aquí en el método de votación fraudulento con el que los anarquistas, en la escuela de los socialdemócratas, obtuvieron esa victoria. Finalmente, como los socialdemócratas, exigieron que el segundo congreso de la Internacional Sindical Roja se realizara fuera de la Unión Soviética, prefiriendo cualquier estado burgués a la primera República Proletaria victoriosa. De hecho ya habían decidido fundar su propia internacional que desde el punto de vista de la acción habría sido insignificante, pero habría supuesto una fractura dentro del movimiento proletario mundial. En junio de 1922 se celebró la segunda conferencia anarcosindicalista en Berlín. En ella participaron muy pocas organizaciones: la FAUD alemana, la USI italiana, un Jansen desconocido como representante de los países escandinavos, una minoría anarquista autodenominada de los sindicatos rusos. Los representantes de la CGTU francesa y la central sindical rusa asistieron a título informativo.
A otras organizaciones anarcosindicalistas, que estaban a favor de unirse a la Internacional Sindical de Moscú, se les negó la oportunidad de participar. La fracción sindicalista italiana, que de hecho representaba la mayoría efectiva de la USI, y los sindicatos alemanes Gelsenkirchen y Schiffahrtsbund fueron excluidos, aunque tenían plenos derechos según el reglamento interno de la propia Conferencia. El tema del encuentro fue solo uno: El ataque continuo a la Revolución Rusa y la República Soviética, acusados de ejercer un régimen represivo de terror sobre la clase obrera y campesina. La moción aprobada resumía el programa habitual del anarcosindicalismo: “Comunismo libre contra la opresión estatal”, “no a la conquista del poder político, sino la abolición de cualquier función estatista, incluida la dictadura del proletariado, fuente de nuevos monopolios y nuevos privilegios”, “Acción revolucionaria bajo la dirección de las organizaciones económicas del proletariado en oposición a los partidos políticos”, etc. También se afirmó que la Profintern “de hecho no representaba, ni desde el punto de vista de los principios ni desde el de los estatutos, una organización internacional capaz de unir al proletariado revolucionario mundial en un organismo de lucha”.
Por lo tanto, se decidió nombrar una oficina provisional para convocar una tercera reunión anarcosindicalista internacional en Berlín en noviembre de 1922. La fundación de la internacional anarquista había sido anhelada durante muchos años y nunca había podido lograrla, no habiendo elaborado hasta entonces un programa común que pudiera integrarlos. Ahora, en el verano de 1922, una parte de estas organizaciones nacionales parecían haber encontrado un objetivo común en la lucha anticomunista, entregándose así a dividir el movimiento revolucionario internacional. Su hipocresía fue tal que no tuvieron el valor de apelar a sus principios, pero trataron de culpar a una actitud sectaria y dictatorial de la Profintern. El Congreso anarcosindicalista se celebró del 25 de diciembre de 1922 al 2 de enero de 1923. Entre presencias y adhesiones parece que participaron organizaciones anarcosindicalistas de Alemania, Dinamarca, España, Italia, Noruega, Portugal, Suecia, Checoslovaquia, México, Argentina, Chile.
Hubo observadores franceses, en particular del comité de defensa sindical formado dentro de la CGTU. Desde Rusia había por supuesto, sólo la minoría autodenominada anarco-sindical. Por supuesto, la lista de participantes y miembros es larga y podría dar la idea de una organización grande y fuerte, pero es una lástima que esos sindicatos incluyan solo unos pocos cientos de miles de miembros en total. El congreso de Berlín confirmó plenamente las decisiones tomadas en la conferencia de junio de 1922: los anarcosindicalistas tenían a su Internacional tratando de presentar a la Profintern como responsable de la división. El movimiento anarcosindicalista, que pomposamente llamó a su creatura “Asociación Internacional de Trabajadores”, sólo hizo una contribución a la reacción internacional.
Informe de los compañeros venezolanos
Facciones burguesas en lucha
En Venezuela en el "Polo Patriótico", ese frente de diversos partidos y movimientos agrupados en torno al chavismo y su gobierno – y que corresponde a la alternativa electoral progresista en otros países, para los reformistas que se proclaman de "izquierda" – se resquebraja. Esto se manifestó en las elecciones parlamentarias de finales de 2020. Algunos partidos integrantes de este frente han criticado al gobierno bolivariano. Los que pretendían romper con el Polo Patriótico han sido obligados a volver al carril, como en el caso de “Podemos”, “Patria Para Todos” y “Tupamaros”, cuyos grupos de dirección han sido reemplazados por personajes alineados con el chavismo.
A “Marea Socialista” no se le permitió registrarse para las elecciones. Los chavistas, gracias al control del poder estatal, impidieron la captación de votantes descontentos. Solo el Partido Comunista de Venezuela (PCV) logró obtener un escaño en el parlamento, en su mayoría chavista, y con una minoría en la oposición de derecha.
El presidente del gobierno ha señalado como “Izquierda trasnochada” al PCV y a varios grupos, como Marea Socialista. Estas críticas al PCV y grupos vinculados al chavismo han sido interpretadas como un "giro a la derecha" del gobierno de Maduro, ahora comprometido con políticas neoliberales, de acuerdos con la llamada "oposición de derecha", alejándose de las líneas programáticas del fallecido Hugo Chávez.
En Venezuela tanto los partidos de derecha como los oportunistas de izquierda, que desde la década de 1970 se reconciliaron con el parlamentarismo, la defensa de la democracia y el anticomunismo, definieron a los partidos que se lanzaron a la guerrilla en los años 60 como "izquierda trasnochada".
Pero cuando el chavismo ganó las elecciones presidenciales y Chávez comenzó a autoproclamarse "socialista", no lo llamaron "izquierda trasnochada" porque había grandes negocios en juego, por lo que muchos grandes burgueses expresaron su apoyo al "socialismo del siglo XXI".
Se mantuvo y alimentó la gran mentira de la oposición entre "izquierda" y "derecha", entre "imperialistas" y "antiimperialistas", entre "patriotas" y "apátridas", entre "socialistas" y "neoliberales", expresión sólo de la lucha entre las distintas facciones políticas burguesas y pequeñoburguesas por el control del Estado y de las empresas que dependen de él.
Maduro, que hoy ataca a quienes cuestionan las medidas neoliberales de su gobierno, no hace nada diferente a lo que hicieron los Kruschov, los Tito, los Hoxha, los Castro y toda la gama de oportunistas que se han autoproclamado "de izquierda", "marxistas", “Socialistas” e incluso “comunistas” y que en algún momento tuvieron que confesar abiertamente el carácter capitalista de su sociedad y sus programas.
La historia se repite
Pero esa "izquierda trasnochada" denunciada por Maduro es tan oportunista, tan anticomunista, tan antiproletaria como los gobernantes chavistas que ahora se están volcando hacia el liberalismo. Tanto la llamada "derecha radical", que apoya una intervención militar de Estados Unidos y sanciones internacionales, como la "derecha moderada", que pretende tomar la vía electoral, y el chavismo y los partidos que apoyan al gobierno, y los "movimientos chavistas" coherentes "que critican al gobierno de Maduro" desde la “izquierda”, son todas expresiones de facciones burguesas y pequeñoburguesas.
Todos estos movimientos forman parte del partido único del Capital, que lidera la dictadura de clase de la burguesía sobre el proletariado.
El Partido Comunista de Venezuela, el partido más antiguo, fundado en 1931, ha sido oportunista desde su fundación, nacido bajo la influencia contrarrevolucionaria del estalinismo.
Es comunista solo de nombre, de hecho es nacionalista como los demás. Aunque proclama la defensa de los trabajadores, su práctica sindical nunca ha sido diferente a la de las corporaciones sindicales dominantes, como la Central Bolivariana y Socialista Obrera.
Este partido (PCV), criticó recientemente las políticas salariales del gobierno y la apertura al capital extranjero pero aún así se comprometió con el gobierno bolivariano, aceptó cada migaja que se le arrojó y apoyó el programa de capitalismo de Estado de Chávez. Ahora, a medida que crece el descontento entre los trabajadores por los efectos de los ajustes económicos y la reducción del gasto social, parece hacerse a un lado, pero para prepararse para cualquier nueva alianza que los cambios de gobierno le puedan abrir.
El caso de movimientos como Marea Socialista, de los diversos grupos trotskistas y otros nacionalistas, ecologistas, indigenistas, etc., no es diferente. Ninguno de ellos representa una reacción del proletariado a la crisis y las reformas gubernamentales. Todos están envueltos en programas nacionalistas, con enfoques legalistas y constitucionales, en defensa de la democracia y los postulados políticos burgueses.
Representan la reacción de una parte de la pequeña burguesía golpeada por la caída de los ingresos petroleros y la pérdida de la capacidad del Estado burgués para concentrar ingresos y divisas de las que se beneficiaban, directa o indirectamente.
No tienen nada no solo de revolucionarios, pero ni siquiera reformistas, defensores de la propiedad privada y el interclasismo. Lejos de admitir la necesidad de la dictadura del proletariado para oponerse a la dictadura burguesa, defienden el electoralismo y las maniobras parlamentarias y todo lo que da oxígeno y continuidad a la explotación capitalista.
La clase trabajadora debe avanzar hacia la lucha unida por sus demandas inmediatas, salarios, condiciones de trabajo, salud y seguridad, lucha contra la represión. En esta batalla social se alejará de todas las organizaciones oportunistas, y encontrará su partido para converger en un gran movimiento anticapitalista y revolucionario, de dimensión local, nacional e internacional.
En el contexto de una pandemia que evidencia y agrava las peores contradicciones de un modo de producción decrépito, también se puede esperar un aumento de las luchas obreras en la provincia de Québec. Mientras las negociaciones en el sector público están en curso, la dirección de los organismos sindicales no habla de una lucha común, cuando sería necesario más que nunca unir fuerzas contra el Estado burgués, que ciertamente no dudará en utilizar cualquier medio para aplastarlos. Se confirma su papel de complicidad con los patronos en la explotación de los trabajadores, ya que a estas alturas se entiende que la lucha sindical así desarrollada no es capaz de producir resultados. Es así, que es imperativo que la base de las organizaciones sindicales levante la cabeza y recupere el control de los sindicatos, esencial instrumento en la lucha contra el capital.
La lucha sindical en Québec comenzó con el desarrollo del capitalismo en la provincia. A partir del siglo XIX, los obreros de varias fábricas se unieron a grandes sindicatos internacionales bajo la influencia de los compañeros estadounidenses. Al principio, como en todas partes, los sindicatos no fueron reconocidos y tuvieron que organizarse en la clandestinidad. La Segunda Guerra Mundial permitió un rápido desarrollo del sindicalismo, con más espacio de maniobra gracias al pleno empleo generado por la industria militar. En 1945-46, durante la huelga de los 17.000 obreros de Ford en Windsor, el juez Rand, llamado a la causa, decidió que la empresa debía deducir las cuotas sindicales de los salarios de todos los empleados y remitir la suma al sindicato: todos los beneficiarios del contrato de trabajo tuvieron que pagar la cuota.
La situación de euforia productiva continuó por algunos años después de la victoria de los aliados, con Canadá emergiendo de la guerra como potencia industrial, beneficiándose durante un tiempo del debilitamiento de las potencias europeas. Fue el período de la llamada “Revolución Tranquila”, que comenzó en 1960 cuando el Partido Liberal de Québec asumió el gobierno con el lema “Patrones en nuestra casa”. Siguieron una serie de reformas que implicaron importantes nacionalizaciones (como la de la electricidad, que se convirtió en monopolio estatal). Fueron creados los Cégeps, nuevos institutos públicos de instrucción técnica. Se sugirió que este era el comienzo de un cauteloso movimiento de liberación nacional en Québec. La “identidad” de Québec fue así inventada en ese momento: antes, los francófonos de la provincia se consideraban ciertamente canadienses de lengua francesa
La posguerra y hasta la “Revolución Tranquila” estuvo marcada por una intensa actividad sindical y de una dura lucha contra el gobierno de Quèbec, que no ocultó su posición antisindical. No obstante a pesar de las leyes y medidas utilizadas para disolver a los sindicatos y la brutalidad de la represión policial. Las luchas se multiplicaron y la ira creció. El Estado se enfrentó a un adversario en una posición de fuerza. En estos años fueron los trabajadores sindicalizados quienes se opusieron a la resistencia más enérgica a las ideas, políticas y métodos reaccionarios del gobierno de la Union Nationale de Canada. El movimiento sindical de Québec experimentó otra importante evolución en esos años, cuando los empleados de los servicios públicos comenzaron a sindicalizarse masivamente en grandes organizaciones, la FTQ, la CSN y la CSQ. La tasa de sindicalización pasó del 25% al 39%, aproximadamente la misma que en la actualidad. Durante este período, que hoy se considera una época de oro para el sindicalismo en Québec, se libraron grandes luchas que culminaron en 1972 con el frente común y la huelga general que sacudió la provincia. La década de 1980 marcó un gran cambio.
A partir de 1982 Québec ha experimentado una gran crisis económica con un aumento significativo de la tasa de desempleo. Los patronos y el gobierno aprovecharon la situación para pasar al ataque con todo tipo de decretos y leyes especiales como la Ley 105 y 111, conocida como la “ley de la cachiporra”. Derrota tras derrota, los sindicatos siempre estuvieron a la defensiva. Tras una serie de amargos fracasos, ante toda esta arrogancia estatal, los sindicatos se mostraron cada vez más sometidos y menos exigentes y los dirigentes cada vez más sumisos. Estos hoy casi siempre están a la cola de sus afiliados, quienes a veces llegan a creer que los sindicatos tradicionales ya no son útiles para defender sus intereses. Mientras tanto, el mercado laboral ha cambiado radicalmente. La precariedad (temporal, a tiempo parcial o sin horas garantizadas) y la subcontratación son ahora casi la norma.
Las cláusulas que defienden sólo los derechos adquiridos –aceptadas por los sindicatos– se están multiplicando en los contratos colectivos, creando divisiones entre las distintas generaciones de trabajadores. Con la subcontratación los trabajadores están separados en diferentes lugares y a menudo no están incluidos en los contratos colectivos, lo que a veces los lleva a no hacer huelga durante las luchas sindicales. De hecho, el número de días de huelga por año se redujo drásticamente entre 1981 y 2010: 272 días promedio de interrupción del trabajo por año durante la década de 1981-90; 134 días para el decenio 1991-2000; 91 días para la década de 2001-2010. Esto en un período en el que se han incrementado los ataques contra los trabajadores, es un testimonio de su falta de organización y desconfianza hacia los sindicatos. Esta situación no puede dejar de cambiar.
El sindicato se redujo a hacer afiliaciones, a menudo con métodos oportunistas y creando divisiones entre los trabajadores. En la construcción, por ejemplo, la adhesión es individual, a diferencia de otras categorías. Los trabajadores deben elegir entre cinco sindicatos dispuestos a representarlos. Esta particularidad da lugar a la “caza de afiliados” con los representantes sindicales que, durante el período de “reclutamiento sindical” establecido por la ley, intentan convencer a los trabajadores en las obras, a veces incluso con métodos violentos. Sin embargo, cabe señalar que la tasa de sindicalización se ha mantenido estable en el curso de los años y sigue siendo la más alta de Norte América. No hay duda de que la “fórmula Rand” juega un papel importante y hace resaltar más que el apego de los trabajadores a su sindicato. Muchos se afilian automáticamente a pesar de que no confían en sus representantes o no tienen interés por la lucha sindical. Hay tres grandes confederaciones sindicales en Québec que reúnen a un gran número de sindicatos. En primer lugar la Fédération des Travailleurs et des Travailleuses du Québec (FTQ) con el 44% de los trabajadores sindicalizados, casi medio millón de afiliados.
La FTQ agrupa una multitud de sectores y categorías de la clase trabajadora. El “Fondo FTQ” es uno de los más grandes inversores de Québec y poseen también cuotas de participaciones significativas en empresas extranjeras. Más allá de tantos escándalos de corrupción, este hecho coloca a la FTQ en una posición contradictoria porque el estallido de luchas dentro de las empresas en las que invierte a través del fondo FTQ va en contra de sus intereses económicos. La Confederation des Syndicats Nationaux (CSN) representa cerca de 300.000 trabajadores, la mayor parte de la administración pública, categorías históricamente combativas en Québec. Tiene por lo tanto un papel importante que desempeñar en las negociaciones del sector. La Centrale des Syndicats du Québec (CSQ) tiene cerca de 200.000 afiliados en Québec. La Centrale des syndicats démocratiques du Québec (CSD) fue fundada por sindicalistas disidentes durante el cambio del CSN en el frente común en 1972. Es la más pequeña de las centrales, cerca de 75.000 afiliados. Organiza 300 sindicatos en ocho grupos profesionales. El CSD de la construcción tiene 25.000 afiliados. Además de los grandes organismos centrales del trabajo, también hay sindicatos con ciertos seguidores.
La Fédération Interprofessionnelle de la Santé du Québec (FIQ), con 76.000 afiliados, el 90% de las cuales son mujeres. Organiza enfermeras y varios especialistas de la salud. La FIQ no se suma a las otras centrales en las negociaciones. La Alianza du personnel professionnel et technique de la santé et des services sociaux (APTS) tiene 60.000 afiliados. La Fèderatiòn autónome de l’enseignement (FAÉ) cuenta con unos 49.000. La FAÉ es por lo tanto, la más importante en el sector escolar. Finalmente el Syndicat de la fonction publique du Québec (SFPQ) tiene 40.000 afiliados. En Quebec los sindicatos no defienden a los trabajadores de los ataques cada vez más duros del capital. La negativa de sus órganos centrales a formar un frente común en la disputa del sector público de 2020 lo demuestra. Los afiliados expresan su descontento con las direcciones.
Los trabajadores necesitan de un verdadero organismo de lucha, un sindicato de clase, que trascienda las fronteras profesionales y defienda los intereses de la clase obrera en su conjunto. Este organismo no se deberá limitar a Québec sino que se extenderá a Canadá y también a nivel internacional. Los trabajadores de todo el mundo tienen los mismos intereses y solo la solidaridad les permitirá expresar su fuerza.
Andrea entro en contacto con la izquierda comunista en sus años de estudiante de secundaria. Vivía en la costa romana italiana, cuando se estaban formando los sempiternos Colectivos Iskra" y reconoció instintivamente su activismo, desconfiando de estos pequeños grupos de jóvenes activistas. Ese mismo instinto le llevó a reconocer a nuestro Partido como la organización correcta. Se unió al Partido Comunista Internacional mientras estaba en Canadá, donde se había mudado para obtener un doctorado en física. Allí militó en nuestra joven sección norteamericana.
Andrea era comunista. Nuestros camaradas romanos y francófonos lo recordarán por su gran modestia y su forma de ser muy fraternal. Siempre de gesto grave y presto al compromiso.
Murió con solo 31 años, atropellado por un camión mientras andaba en bicicleta. No fue simplemente una fatalidad trágica, sino una demostración más de que el sistema de carreteras en las ciudades, no esta hecho en pro de los seres humanos. Para el capitalismo la entrega de bienes y mercancías está primero que la vida de las personas. Sólo subvirtiendo y destruyendo las relaciones de propiedad burguesas, será posible construir las ciudades, poniendo en el centro de los diseños urbanos, la vida y las necesidades del ser humano.
Todo nuestro partido se agrupa en torno a los compañeros, amigos y familiares de Andrea.