Partido Comunista Internacional Indices Africa



“Vías al socialismo” y “socialismo africano”

(“Il Programma Comunista”, n. 22, 1963)

 


El número del 10 de agosto de “Rinascita” publicaba el discurso pronunciado en Addis Abeba por Kwame Nkrumah, presidente de Ghana, durante la “cumbre” de los treinta y dos jefes de Estado africanos. A su vez, la revista alemana Ost Probleme, en su número 11 del 31-5-1963, informaba sobre lo que los rusos piensan oficialmente del “socialismo africano”, reproduciendo casi en su totalidad el artículo de I. Potecin, titulado: Sobre el “socialismo africano”: una respuesta a mis adversarios, aparecido en “Mezhdunarodnaja Zhizn” de Moscú, n. 1/63.

Así podemos ver al mismo tiempo lo que los africanos entienden por socialismo y cómo los rusos los “corrigen”; lo cual haremos inmediatamente remitiendo al lector a nuestros tratados generales sobre la cuestión colonial y reservándonos examinar más detalladamente, en su momento, las teorías de los “africanos”.


Premisa

Evidentemente, y lo decimos de entrada, estamos muy lejos de definir como socialistas las teorías elaboradas por los africanos, Nkrumah incluido, en estos años. Sabemos que la mayoría de los Estados africanos se encuentran en la etapa de la difícil superación de economías primitivas y feudales mediante el desarrollo de la economía capitalista, lo que representa indudablemente una revolución de gran alcance. Y es natural que se le opongan con todas sus fuerzas los imperialismos “civilizados”, desde los “antiguos” franceses e ingleses hasta los “neo” americanos y rusos “democráticos” y “tolerantes”, que ven con buenos ojos la liberación política de los pueblos sometidos solo para entrar con el enorme peso de su potencial económico en la dirección de esos mismos países “liberados”, reducidos al rango de proveedores exclusivos de pocos y bien determinados artículos a precios bajísimos, con el consiguiente fortalecimiento unilateral de su economía.

Tampoco adherimos a la presentación de Rinascita del discurso del filo-ruso Nkrumah como «una de las expresiones más completas y autorizadas» de la idea «de la unidad del Continente negro», mientras que la misma revista no dedica ni una línea a aclarar, como sería el deber de un periódico “comunista”, que el sueño de Nkrumah de una África unida en federación nacional es una pura utopía, y que todos los objetivos que este se propone pueden reducirse a la introducción de un vigoroso capitalismo que rescate la fuerza africana de la humillación de la prepotencia del sistema burgués, europeo y estadounidense.

No tenemos la menor dificultad en reconocer la flagrante contradicción entre el deseo (surgido de las condiciones materiales del capitalismo en formación) de acumular capitales explotando los recursos naturales del Continente negro, y el deseo (surgido de la presión externa del colonialismo) de fundar un único Estado africano con el cual los imperialismos antiguos, intimidados por una potencia tan joven, deberían tratar de igual a igual. Acumular capitales significa crear diferenciaciones entre zona y zona, país y país, según sus diferentes recursos, cavar abismos entre los estratos de poblaciones aún compactas y “sin clases”, según que estas se transformen en rebaños de funcionarios del capital o en trabajadores asalariados. Si tiene sentido hablar de la unidad del Continente negro hoy, es solo en relación con los antagonismos internacionales; pero esta unidad no puede ser más que momentánea y efímera: una alianza de países con intereses contrapuestos.


Las dobles revoluciones

Tampoco un Continente como África puede seguir otro camino, abandonado como está a sí mismo, desligado como está de la revolución de los países avanzados. De una economía primitiva no se salta al socialismo de un solo golpe, porque faltan los presupuestos del socialismo, es decir, una fuerte productividad del trabajo ligada a la industrialización y a la división y concentración del trabajo mismo. Estos presupuestos son el capitalismo, y es falso, aunque hoy sea una falsedad corriente, presentarlos como socialismo. Es otra revolución la que deberá dar el paso de utilizar tales presupuestos, una vez maduros, para la transformación anticapitalista, es decir, para la eliminación del capital como opresor de la utilización humana de los recursos físicos, a través de la destrucción del principal eje en que se apoya, el trabajo asalariado y, en consecuencia, el mercado.

La visión correcta del socialismo en África es la de las dobles revoluciones: conquista del poder e introducción del capitalismo bajo el “control despótico” de un Estado socialista, a la espera de recibir el apoyo determinante del movimiento revolucionario de las masas proletarias en Europa, finalmente reencaminadas en su recta vía histórica y frontalmente alineadas contra los regímenes burgueses y sus, y solo sus, superestructuras: Estado democrático (o fascista), parlamento, elecciones, religiones constituidas. Un único Estado africano es pensable solo en esta perspectiva, la única que tiene en cuenta las condiciones económicas particulares y diferenciadas de los espacios geográficos.

El comunismo es el movimiento histórico que corresponde a las sociedades en las que ya existe una separación acentuada entre trabajo asalariado y condiciones del trabajo (capital): nace, por tanto, en el área de formación del capitalismo, Europa Occidental. En la situación actual, en que el capitalismo se ha difundido ya en gran parte del mundo, no está excluido que el movimiento político comunista pueda arraigar en países que no han alcanzado aún un alto nivel capitalista, pero que están aún sacudidos por las luchas por la formación nacional. En este marco, si los países ya avanzados con sus luchas proletarias abiertamente dirigidas al objetivo máximo, muestran que la antorcha de la revolución no se apaga sino que vuelve a arder con mayor vigor apenas obtenida la independencia, también los países atrasados podrán dar vida al Partido de la doble revolución, como lo hizo Rusia en 1905-1917. Fuera de estos vínculos internacionales no existe ningún socialismo, aunque tenga la pretensión y la buena voluntad de serlo o de llamarse así.


Nkrumah y la unidad africana

La concepción de los diversos Nkrumah está claramente determinada por las condiciones económicas africanas y por las condiciones políticas internacionales. Que su máximo deseo sea la introducción de la forma capitalista se deduce de las medidas requeridas por el propio Nkrumah en el signo de una África unida y sin contradicciones internas. Él ve las cosas al revés: la unión de los Estados africanos es la condición necesaria para obtener los capitales necesarios para el desarrollo económico. Es una concepción en cierto sentido avanzada, en cuanto hace un cálculo justo de la dificultad del movimiento nacional para emanciparse en un mundo prisionero del imperialismo más poderoso. Es más, hace evidente cómo los movimientos coloniales, abandonados a su desarrollo aislado, no pueden sino fracasar y, en la práctica, renunciar a muchas medidas de revuelta social. No es la unión misma, en todo caso, lo que se proclama como fin; es el medio para obtener los capitales necesarios para el desarrollo económico: «¿Cómo es pensable obtener de otra manera [es decir, sin la unión] los capitales necesarios para nuestro desarrollo económico? ¿Cómo es posible crear de otra manera un mercado interno para nuestras industrias?» (Nkrumah, en “Rinascita”, pág. 17).

Más claro no se podría ser: el fin es el desarrollo económico capitalista, la creación de un mercado interno para la venta de los productos industriales -condición necesaria e indispensable para el capitalismo- y el medio para este fin es la unión de los Estados africanos.

Solo “Rinascita”, es decir, el PCI (partido comunista italiano), y Potecin, es decir, el actual Estado ruso, pueden confundir la creación del mercado interno con la introducción del socialismo. Y también esto se explica: Stalin es el “inventor” de la falsificación, compartida por los actuales anti-estalinistas, que hace pasar por “construcción del socialismo” la formación del mercado interno.


Las críticas de Potecin

En su crítica al “socialismo africano”, el ruso Potecin trata de basarse en la teoría marxista, y afirma con razón que el “socialismo africano” no es algo definido, sino que cada uno de sus teóricos lo entiende de manera totalmente personal y diferente. También para los propugnadores del “socialismo africano” el fin último es el socialismo, pero cómo llegar a él, este “cómo” los separa del socialismo científico. En realidad, muchos africanos consideran el socialismo como una economía de pequeños productores independientes con intercambio individual de los productos. Potecin objeta que una sociedad así es imposible en la etapa actual de la técnica, que requiere para su utilización la gran producción (fábricas, establecimientos, ferrocarriles); y tiene razón. Pero su crítica se limita a esto, y también un economista americano o europeo podría haberla hecho. La economía moderna requiere enormes medios y completo centralismo productivo: las pequeñas economías están obligadas o a fracasar, o a desarrollarse y diferenciarse aún más creando precisamente grandes complejos que compiten entre sí superando y eliminando a los pequeños.

Está claro que la concepción de un “socialismo” consistente en una sociedad de pequeños productores independientes es una utopía idéntica a la de los primeros utopistas que no lograban, por mucha fantasía que tuvieran, superar los límites y esquemas de la sociedad existente y, a lo sumo, la imaginaban justa y perfecta. Es una concepción que surge necesariamente en un nivel aún inmaduro del capitalismo, que suele presentar su introducción revolucionaria y violenta como la introducción de la justicia, de la libertad (los pequeños productores imaginados por los africanos serían libres e independientes), y de la fraternidad (estarían obligados a ayudarse mutuamente). Cuando el capitalismo es inmaduro, se sueña con el socialismo; pero siempre se termina en la fantasía de un capitalismo imposible, porque carece de defectos y abusos.

Potecin no tiene en cuenta en absoluto estas condiciones primitivas, y se limita a afirmar que una concepción así está determinada por la propaganda llevada a cabo durante décadas y décadas por los colonialistas ingleses o franceses. Sin embargo, prosigue con esta interesante observación: «Los hombres de Estado y los líderes políticos de África son hombres cultos y maduros. Entienden perfectamente las verdaderas intenciones de la propaganda anticomunista. Sin embargo, algunos de ellos son sensibles, en cierta medida, a esta propaganda». ¿Cómo es posible? Potecin responde que esto ocurre porque la socialización de los medios de producción contradice los intereses de las castas inmediatamente superiores. Pero esto no es una novedad y basta para aclarar qué tipo de socialismo sueñan los ideólogos africanos, un socialismo que no perjudique los intereses de la burguesía. Por nuestra parte, queremos dar una explicación más amplia, que en vano pediríamos al señor Potecin.

Todos saben que los Estados nacionales atrasados no pueden no apoyarse en otros organismos y fuerzas de carácter mundial. El apoyo que los pueblos coloniales pueden recibir desde el exterior es de dos tipos: el de los imperialistas, que equivale a la explotación y sometimiento por parte de estos últimos, y el del proletariado en lucha, que vincula su acción subversiva a la de los pueblos ex coloniales. Actualmente, el proletariado está bloqueado en su camino por partidos y sindicatos oportunistas, y el único “apoyo” que queda a las nuevas naciones es el imperialismo. Su independencia se transforma, por tanto, tarde o temprano en dependencia de este o aquel bloque. Es por eso que algunos países son sensibles a la “propaganda” de la que habla Potecin. No tienen otra opción. La propaganda anticomunista de los imperialismos occidentales equivale exactamente a la “anti-imperialista” de los rusos, ya que el resultado para los “independientes” es siempre el mismo: dependencia, sometimiento económico, imposición de desarrollar las ramas económicas que interesan al gran succionador, ya se llame USA o URSS.


¿Cuál ayuda para África?

Pero un hecho así, naturalmente, Potecin no quiere ni puede verlo. ¿Cuál es la “ayuda” que Rusia ofrece a los pueblos coloniales? No tiene como objetivo agudizar los contrastes internos de clase vinculándolos a las luchas de clase de todos los demás países y proporcionando los medios necesarios para la victoria; es una ayuda propagandística dirigida a obtener la conquista y explotación de nuevos recursos y mercados.

Luego refuta un argumento de los africanos, que pretenderían reconstruir el socialismo originario que los colonialistas encontraron al inicio de su dominio, basándose en el hecho de que en los países de África Central nunca existió la propiedad privada de la tierra y que aún hoy la tierra es propiedad de las comunidades campesinas. Potecin objeta que «desde hace muchos siglos en África en el terreno común domina la producción privada, es decir, desde hace muchos siglos existe una desigualdad de propiedad»: esto es todo. El señor Potecin va a la caza de los errores “africanos” y, desde lo alto de la cátedra rusa, enseña que el comunismo primitivo ha desaparecido y que nadie puede resucitarlo, en lugar de mostrar que el comunismo primitivo aún existente en África es muy diferente del comunismo superior, que miles de años de historia los separan, y que estos milenios no se pueden saltar con un acto de voluntad. Pero el profesor no puede comprometerse explicando que al comunismo superior se llega solo con la lucha de clase en la sociedad burguesa, es decir, en una fase muy avanzada del desarrollo histórico, y por tanto que en determinados giros hay que por fuerza introducir economía capitalista y no socialismo: ¿cómo podría empujar a los africanos hacia un presunto “socialismo científico” que él imagina ya desde ahora realizable en todas partes, incluido el orden social en que viven hoy?

La verdad es que, si el pobre corrector de errores africanos tuviera que llevar a fondo sus críticas, también debería aclarar cómo en la misma Rusia no existe ni una pizca de socialismo. Por eso, al argumento “africano” de que el marxismo, al propugnar la lucha de clases, no sería aplicable en África, donde las clases no existirían, responde que Marx dijo que no había descubierto las clases y las luchas de clases, sino que había dado la explicación científica de su existencia y desarrollo. Además, objeta que la sociedad africana no es una sociedad sin clases, especialmente en los Estados independientes donde una nueva (¡todo nuevo, para estos señores!) burguesía burocrática se habría formado.


Las condiciones del socialismo

Pero el razonamiento marxista es otro. Si en África las clases no se han diferenciado bien, es porque el nivel de la sociedad es pre-capitalista. Con la introducción del industrialismo y de la división moderna del trabajo (propugnados por Nkrumah), también estos países conocerán tarde o temprano las delicias de la división en clases antagónicas. Los marxistas, que han observado el proceso análogo en otros lugares, pueden prever fácilmente todo esto, que además está en curso. Sin embargo, una enorme ventaja sería la formación de una vanguardia, aunque sea pequeña, que, en conexión con la revolución proletaria de los países desarrollados, viera cuál es el camino de la revolución africana y supiera en el momento oportuno reconectarla con la del proletariado internacional. En este sentido trabajan los marxistas, no en el de “construir” socialismo en cada país africano o, en otros términos, de crear las bases de un próspero y mercantil comercio con Rusia.

El artículo de Potecin concluye con la satisfecha constatación de que los africanos abandonan poco a poco su socialismo utópico y se acercan cada vez más al socialismo científico: Nkrumah ya no habla de “socialismo africano”, sino simplemente de “socialismo”. En el programa de 1962 del partido popular de Ghana, el socialismo científico es reconocido como base del partido, y lo mismo ha hecho un reciente congreso del partido gobernante de la república de Mali (Unión sudanesa). Esto hace que nuestro profesor se ponga contento. Se atreve a creer que dentro de poco tendremos un Ghana y un Sudán “socialistas”, así como hemos tenido una Mongolia o una Rumanía “socialistas”. Trabaja con criterios científicos similares: la introducción del socialismo es una cuestión de declaraciones programáticas, no de luchas internacionales, y prescinde completamente, él que tanto ama las situaciones inmediatas y “particulares”, de esas particulares condiciones económicas que no permiten a África la introducción económica del socialismo y en cuyo ámbito, para decirlo con Lenin, ya sería un gran progreso la introducción del capitalismo privado.

Las vías al socialismo -vosotros proclamáis- son diversas y también África necesariamente tendrá la suya. Pero el socialismo es uno solo, corrige Potecin. Nosotros respondemos: Existen dos únicas vías al socialismo: la de los países avanzados donde la transformación económica de las principales estructuras es posible inmediatamente, y la de los países atrasados, donde solo se puede conquistar el poder político y realizar medidas de fortalecimiento económico a la espera de la ayuda de los países avanzados (¡ayudas gratuitas, señor Kruschev, no comerciales!): ¿cómo se podría socializar una producción casi inexistente? La segunda es precisamente la vía del socialismo africano, no “nueva”, no “diferente”, sino válida para todas las áreas en posición análoga: vincularse al movimiento comunista internacional, luchar con él, conquistar también -si es posible- el poder nacional pero manteniendo el más estrecho vínculo con la clase trabajadora de los países avanzados y sin crear la ilusión de poder “construir” socialismo, suprema blasfemia al marxismo científico.

Solo esta es la “vía africana”. Quien no la plantea no tiene derecho a cuestionar las “peculiaridades” del socialismo made in África. Por lo demás, profesor Potecin, después de los “socialismos” ruso, polaco, rumano, alemán, yugoslavo, etc., ¿por qué no un socialismo ghanés o de Mali?

Pero el socialismo no tiene apelativos ni fronteras nacionales; es internacional o no es nada; solo en el plano internacional puede vencer, y vencerá.