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"La Izquierda Comunista" n° 21 - abril 2005
– NECROLÓGICO, Nuestro compañero Livio nos ha dejado.
– UN EPISODIO DE LA REVOLUCIÓN MUNDIAL, OCTUBRE DE 1934, LA GESTA DEL PROLETARIADO ASTUR: El contexto socioeconómico español en octubre de 1934; Comienza la insurrección.
NUEVO ASALTO DEL BENEFICIO A LA NATURALEZA: El uso capitalista de las nuevas técnicas genéticas: Lo que son las biotecnologías; Las biotecnologías y el ambiente; Biotecnologías y salud humana; Biotecnologías y medicina; La patente de la vida; Biotecnologías y agricultura; Confirmaciones.
UCRANIA: UN VASO DE BARRO ENTRE IMPERIALISMOS DE HIERRO.
LA TÉCNICA: DE LA OBEDIENCIA AL CAPITAL AL PLAN SOCIALISTA DE ESPECIE (II - Continuación): ¿Moloch o salvación?; PERO LAS CLASES SIGUEN EXISTIENDO...; La Ciencia Informática; Comidas y telemática gratis; Camaleones, Erizos, Castores; Las biotecnologías; De la Naturaleza al Trabajo (continuará).
CAPITAL Y POBLACIÓN (II - continuación): Forma terciaria; Entre feudalismo y capitalismo; 3) LA LEY DE LA POBLACIÓN EN EL CAPITALISMO: Impotencia y neurosis burguesas; La superpoblación relativa; Población y revolución capitalista; El crecimiento aminora su marcha; Las tendencias en Asia y África; ¿Hacia un estado estacionario?; La población en el Comunismo.
NOTICIARIO: Patriotismo en Brasil; Sobre el “Plan Ibarreche”; Tambores de guerra en Irán; El PSOE y la Iglesia; Despidos en Izquierda Unida; La lucha de los trabajadores del AVE; China invierte en Latinoamérica; Se ha ido la luz; Ser soldado en el ejército ruso; La farsa del SMI; El “Domingo Sangriento” 32 años después; Méjico: secuestros y respuestas; Sonrisas y lágrimas; Prestige: todo sigue igual; Relevo democrático y “paz” en Palestina; Explosión en Burgos; Acerca del tsunami; Citibank premia a sus lacayos; Nueva tragedia en el mar.
– Vida del partido - REUNIÓN DE TRABAJO [RG91] Florencia, 29 y 30 de enero de 2005: CURSO DEL CAPITALISMO; HISTORIA DEL IRAK MODERNO; EL ORIGEN DE LOS SINDICATOS EN ITALIA; EL CAPITALISMO RUSO DESPUÉS DEL 91.

 
 
 
 
 
 
 


NECROLÓGICO
Nuestro compañero Livio nos ha dejado

El pasado mes de marzo falleció en su casa en Nápoles, a la edad de 84 años.

Su enfermedad, sobre todo en los últimos meses, lo había debilitado bastante, pero nosotros creíamos que nuestro exuberante y desbordante Livio nunca podría decaer. Nos faltan y nos faltarán su energía, su inteligencia nada común, y su sentido del humor.

Era imposible no amarlo cuando mostraba en nuestras reuniones el mismo entusiasmo que mostró cuando era aquel joven que – hijo de un fiel compañero de los de 1921 (y de madre alemana a la que perdió muy pronto) – se adhirió al partido en los primeros años de la posguerra: “¿por qué no hacemos esto, eh, que os parece...?

Cuando estaba con los jóvenes, a los que amenizaba en cualquier ocasión, estaba como animado por una fuerza interna destinada a transmitir, echando mano de su lúcida memoria, todo cuanto podían dar sus experiencias y las enseñanzas de toda una vida dedicada al estudio.

Debido a su larga edad y su larga militancia, tenía el ansia de no perder nada del recuerdo, oral y escrito, del modo de ser de los comunistas, que mantuvo durante decenios, y de una parte del cual, debido a la situación adversa general, era el único depositario superviviente. Mantenía un orden total con todos sus documentos, e incluso tenía registradas frases sueltas y expresiones simpáticas de los viejos compañeros (una vez nos leyó una copia de una hermosa carta, personal, de Ludovico Tarsia a otro viejo, de Torre Annunziata según parece, como consuelo por la muerte de su mujer) y se preocupaba de la manera de poder publicarlas o por lo menos hacerlas accesibles al resto de los compañeros.

Para el partido se trataba de un trabajador incansable, fortalecido por sus enciclopédicas lecturas y capacidades. A esto había dedicado su no breve vida, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX. Y su habitación era como un equipadísimo laboratorio. Desarrollaba con entusiasmo cualquier labor, fuese sobre los argumentos que fuesen, difíciles y controvertidos, los cuales exponía con total seguridad.

Eran sus conversaciones verdaderas lecciones, y al igual que su trabajo para el partido, bien medidas, precisas, rigurosas y meticulosas. Su aportación al trabajo común ha sido grandísima, con la ayuda de su ordenada caligrafía (“con lápiz”), de tal manera que todo estaba clarísimo.

Se trataba, hay que decirlo, de un compañero indispensable.

Un fuerte abrazo a su mujer, a su hija y a los compañeros napolitanos, a los que, pese a las enormes distancias geográficas, nos sentimos tan unidos, y en estas circunstancias, muchísimo más.
 
 
 
 
 
 
 
 


UN EPISODIO DE LA REVOLUCIÓN MUNDIAL
OCTUBRE DE 1934: LA GESTA DEL PROLETARIADO ASTUR
 

El paso del tiempo nos ofrece ocasionalmente la oportunidad de conmemorar alguna de las grandes manifestaciones de la lucha de clase del proletariado internacional. Por nuestra parte, y es algo que el lector puede comprobar en todos los textos de nuestra corriente, no se trata de un ritual al estilo burgués, ya que cada una de las derrotas proletarias (donde incluimos sus efímeras victorias) constituyen lo que denominamos, las lecciones de las contrarrevoluciones, lecciones que ya son parte inseparable del bagaje doctrinal de nuestro movimiento y por tanto de la clase obrera mundial.

El movimiento revolucionario de los mineros asturianos en su 70 aniversario no ha despertado ciertamente un interés amplio entre los medios burgueses. Mejor que sea así. Cuando los estudiosos de la clase enemiga y sus auxiliares oportunistas, se dedican a recordar todo lo relacionado con la lucha de la clase proletaria, lo hacen con la evidente intención de desvirtuar su verdadera naturaleza. Tanto es así que algunos, en el desempeño de su miserable función, han llegado a afirmar en alguna ocasión, que el octubre rojo asturiano habría sido una respuesta no de la clase obrera, y de los mineros en especial, sino de la sociedad asturiana, un levantamiento de tipo separatista propio de esa raza indomable que serían los asturianos, teniendo siempre en mente el recuerdo de las famosas Guerras Cantábricas contra Roma.

Pero por mucho parangón que busquen, el contexto histórico y social de las feroces guerras entre los pueblos del Norte peninsular (no sólo los astures) y las legiones romanas es completamente diferente. Las tribus norteñas pelearon por mantener su estructura social bárbara frente al civilizado esclavismo invasor. Algunos de sus descendientes, dos mil años después, lucharon precisamente contra la estructura imperante en su momento y por desgracia aún hoy: la sociedad capitalista representada en 1934 por la república democrático-burguesa.

De cómo se fraguó el levantamiento, de su imparable y heroico avance, del vergonzoso y mil veces traidor aislamiento al que fue sometido, y de su derrota y la brutal represión de que fue objeto se hablará a continuación.

* * *

El contexto socioeconómico español en octubre de 1934

Tres años después de las instauración de la República, los trabajadores españoles ya habían tenido oportunidad de ver y sufrir en sus maltratadas carnes qué tipo de República era esa y qué intereses defendía, sin escatimar golpes ni plomo. El agravamiento de la situación económica hizo que las luchas reivindicativas fuesen radicalizándose cada vez más, y que las masas de obreros y campesinos pobres, fuesen dando progresivamente la espalda mediante la abstención a quienes les ilusionaron con la llegada del nuevo régimen republicano, el bloque republicano-socialista (PSOE). Esto tuvo su reflejo en las elecciones de 1933 que otorgaron un triunfo parcial, hablando en términos electorales, a la derecha burguesa.

Fue precisamente esto lo que motivaría un giro a la izquierda, puramente verbal por lo demás, en la dirección del PSOE. Así el ultrarreformista Largo Caballero y su séquito comenzaron una campaña con el fin de asustar a las derechas con términos nunca usados antes: revolución social, dictadura del proletariado, que podían impresionar a los ignorantes mojigatos, pero no a los círculos de poder real de la burguesía, más preocupados por el creciente radicalismo de las masas obreras y campesinas que por los excesos verbales de los reformistas.

Es por estas fechas cuando, a instancias del Bloque Obrero y Campesino y de la Izquierda Comunista (la cual no tenía vinculación alguna con nuestra corriente) se impulsará el desarrollo de las Alianzas Obreras. Con un planteamiento erróneo desde el principio, estas organizaciones, presuntamente críticas con el reformismo socialdemócrata y el estalinismo, impulsaron un Frente Único que agruparía a todas las organizaciones proletarias, sindicales o políticas, y que tenía un carácter puramente defensivo. Así declaraba la Alianza Obrera (AO) de Barcelona sus intenciones: "Las entidades abajo firmantes, de tendencias y aspiraciones doctrinales diversas, pero unidas en un común deseo de salvaguardar las conquistas conseguidas hasta hoy por la clase trabajadora española, hemos constituido la ’Alianza Obrera’ para oponernos al entronizamiento de la reacción en nuestro país, para evitar cualquier intento de golpe de Estado o instauración de una dictadura, si así se pretende, y para mantener intactas, incólumes, todas aquellas ventajas conseguidas hasta hoy, y que representan el patrimonio más estimado de la clase trabajadora".

Tal y como sostienen nuestras posiciones sobre el Frente Único político, el reformismo-estalinismo sólo puede cumplir una misión saboteadora de los intereses obreros y revolucionarios. La clase obrera internacional no necesitaba, entonces y ahora, más que un único partido realmente revolucionario y libre de compromisos con otras organizaciones políticas, por muy proletarias que fuesen, y si había que establecer un Frente Único sólo podía plantearse sobre la base de reivindicaciones económico-sindicales, capaces de movilizar sobre el terreno inmediato a las más amplias masas proletarias.

El sabotaje del PSOE-UGT no tardaría en llegar con motivo de la huelga campesina en el verano de 1934. La patronal agraria, envalentonada por el triunfo electoral de sus representantes, había decidido acabar con las mejoras laborales y salariales que había obtenido el proletariado del campo tras duras y sangrientas luchas. La Federación de Trabajadores de la Tierra (UGT), espoleada por el profundo malestar campesino contra los ataques patronales, convocaría huelga general en todo el campo español, en un momento propicio: la siega. La huelga fue traicionada por los mismos que la habían convocado, negándole la solidaridad del proletariado de las ciudades y aislando a los trabajadores del campo del resto de la clase obrera. Por su parte la CNT, contraria, y no le faltaban motivos, a la colaboración con los reformistas del PSOE-UGT, no apoyó la huelga campesina debido al fracaso de anteriores, y como siempre, prematuros y desorganizados movimientos insurreccionales que fueron reprimidos ferozmente por el estado burgués.

No obstante, la Regional asturiana de la CNT, abrazaría sin reservas su inclusión dentro de la Alianza Obrera. Era un hecho incontestable la estrecha y fraternal unión existente entre los trabajadores mineros de las dos centrales sindicales, UGT y CNT, en Asturias y León, consecuencia de las especiales características laborales de las minas de carbón que hacían ver, en el compañero afiliado a la otra central sindical, un hermano de clase, un explotado como él con los mismos anhelos de lucha y emancipación social.

Este fenómeno de importancia capital para el desarrollo de la lucha de clase, sería uno de los factores que contribuirían a la unidad sin fisuras del proletariado minero astur-leonés.
 

Comienza la insurrección

El día 1 de octubre de 1934, tras la habitual representación parlamentaria, presentó su dimisión el gobierno de Samper. Corrían insistentes rumores referentes a la creación del nuevo gobierno que incluiría a miembros de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), partido filo-fascista que representaba los intereses de la burguesía agraria e industrial. Si esto llegaba a realizarse, proclamaban solemnemente los capitostes del PSOE-UGT, convocarían la huelga general y harían la revolución. La CEDA formó parte del gobierno, y los que iban a hacer la revolución se limitaron a pedir al presidente de la República, mediante una huelga general pacífica, la dimisión del gobierno de Lerroux-CEDA.

La situación que se creó entre la clase obrera española es fácil de imaginar. Las masas, deseosas de plantar cara a la reacción burguesa mediante la lucha armada, vieron como iban pasando los días sin que ocurriese nada, salvo algún esporádico tiroteo y poco más. Existían armas suficientes para comenzar una insurrección obrera con grandes perspectivas de éxito, pero faltaba la voluntad política revolucionaria de llevarla a cabo. El Lenin español (como llamarían luego los estalinistas a Largo Caballero hasta que precipitaron su caída en plena guerra civil) demostró ser nada más que un vulgar Kerensky.

Y mientras esto sucedía en Madrid, en la otra zona determinante de España, quizás la que más, Cataluña, ocurriría otro tanto debido a la jugada maestra de la pequeña burguesía catalanista, que detentaba el poder de la Generalitat y a la política oportunista de quienes integraban la AO catalana, que dejaron toda la iniciativa en manos de la siempre burguesa Generalitat. Otro factor determinante, sobre todo en Barcelona donde era la fuerza proletaria hegemónica, fue la inhibición de la CNT, que desconfiando del giro a la izquierda del PSOE se limitó al mero apoyo verbal. Sumemos a esto las repetidas y descabelladas intentonas insurreccionales previas desatadas por la FAI (organización anarquista que controlaba políticamente a la CNT), y que habían dejado exhausta a la combativa militancia confederal.

La atmósfera social española, como puede comprobarse, estaba altamente cargada, y su descarga en la cuenca minera asturiana atraería la atención mundial.

Es cierto que la AO asturiana, cuyo germen sería el pacto CNT-UGT de marzo de 1934, englobaría también al PSOE (arrastrado hasta allí por la fuerza de los acontecimientos pero con la misma voluntad derrotista y reformista que en Madrid) y a otras fuerzas políticas, entre otros el Bloque Obrero y Campesino (BOC) y a la Izquierda Comunista antes mencionados (de cuya fusión surgiría más tarde el POUM) y a la sucursal estalinista española, el PCE, que se sumaría momentos antes de estallar la insurrección a una Alianza Obrera que hasta el día anterior había tachado de contrarrevolucionaria. La combatividad de los mineros pondría en evidencia una vez más a sus organizaciones, que se verían desbordadas por unas masas proletarias que se situaban a su izquierda al grito de guerra de UHP (Unión, hermanos proletarios) que estremecería a la burguesía y a sus acólitos.

El fracaso de la convocatoria patriótica que las derechas habían organizado en Covadonga el mes de septiembre, fue el fruto de la acción contundente de la clase obrera asturiana. Esta victoria parcial influiría mucho en el estado de ánimo de los mineros, los cuales, a partir de ese momento, dedicarían todas sus energías a la preparación de la insurrección. Creyendo los anuncios del reformismo, la insurrección comenzaría tomando como punto de partida la inclusión en el gobierno a miembros de la CEDA a primeros de octubre.

La falta inicial de armamento la suplirían con la utilización de grandes cantidades de dinamita, elemento primordial que manejado por manos diestras daría sus frutos de manera inmediata. Uno tras otro irían cayendo en poder de los mineros revolucionarios los cuarteles de la Guardia Civil y de Asalto de la cuenca hullera asturiana, pero los trabajadores de las dos grandes ciudades, Oviedo y Gijón, mantendrían una actitud expectante a través de una huelga general pacífica controlada directamente por el reformismo. Este hecho sería uno de los factores determinantes del comienzo de la derrota minera.

Tras duros combates los trabajadores revolucionarios se plantaron en las calles de la capital provincial, Oviedo y en el principal puerto asturiano, Gijón, pero en ningún momento la dirección del PSOE-UGT, claramente mayoritario entre el proletariado, lanzó la orden de unirse a los mineros. Estos, y los obreros cenetistas de Gijón que a duras penas pudieron armarse, tras batirse valerosamente contra un enemigo mucho mejor armado y que los bombardeaba despiadadamente desde el aire, debieron replegarse a la cuenca minera. Mientras tanto la aviación iba haciendo estragos entre los obreros y preparando el avance de los mercenarios de la Legión y de los regulares moros enviados a toda prisa por el gobierno de la República burguesa que no se fiaba de la lealtad de las tropas de reemplazo, que por lo general, simpatizaban con los revolucionarios y algunos de ellos, suboficiales y soldados, pasarían a engrosar sus filas uniendo su suerte a la de sus hermanos de clase.

En la retaguardia todo se supeditaría a la acción militar. Los talleres y fábricas se destinaron a la fabricación de elementos ofensivos y defensivos, pero la carencia de municiones pronto se hizo notar. Los numerosos prisioneros entre las fuerzas del orden burgués fueron bien tratados por los mineros, pese a las numerosas bajas que ocasionaron. De poco le serviría a la clase obrera ser tan magnánima cuando llegó la hora de la represión burguesa, masiva e indiscriminada como es su norma.

Poco a poco los obreros irían agotando sus municiones hasta que no quedó más remedio que pactar la rendición. Caerían en saco roto las garantías ofrecidas por el general masón López Ochoa, el cual en compañía de su compinche Franco, dirigiría las acciones represivas. Estas alcanzarían a todos los sectores de la población minera asturiana, no sólo a los miembros de los comités revolucionarios, contándose por centenares los asesinatos de hombres, mujeres e incluso niños pequeños. Nada parecía aplacar la sed de sangre obrera de la burguesía y sus asesinos a sueldo. Y mientras tanto, el resto del proletariado español observaba atónito e inmovilizado por sus dirigentes la atroz carnicería. La Comuna Asturiana caería heroicamente, abandonada a su suerte por los mismos que casi dos años después repetirían la misma jugada, esta vez con carácter general y con características de auténtico genocidio por todo el territorio español.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


NUEVO ASALTO DEL BENEFICIO A LA NATURALEZA
El uso capitalista de las nuevas técnicas genéticas

(Informe expuesto en la Reunión General de Génova, mayo de 2001)
 
 

Cuando hoy se usa la palabra “biotecnologías” parece que se nombra algo casi sobrenatural, un conjunto de conocimientos y técnicas, coto reservado de un restringido grupo de científicos, algo tan sofisticado que permitiría realizar cualquier sueño, cualquier fantasía, incluso las que parecen objetivamente irrealizables debido a obstáculos insalvables. El hombre actualmente piensa que no existen límites, que la naturaleza debe plegarse a sus designios modificando sus propias leyes para beneficio de este ser, que cree ser su dueño y señor absoluto, una especie de Dios omnipotente al que todo le está permitido.

¿Qué son las biotecnologías? ¿Son realmente tan revolucionarias y radicales como para modificar las mismas leyes que regulan la sociedad y la producción? ¿Seremos los mismos dentro de 30 años, o viviremos en una nueva sociedad, con nuevas reglas? En definitiva, ¿debemos los marxistas resignarnos e irnos a la cama, renunciando a la revolución social, visto que la sociedad está siendo revolucionada por las biotecnologías?

Aclaremos antes que nada a quienes se hayan creído otra cosa debido a la propaganda de los mercenarios de la pluma, que no nacerá una nueva sociedad de las técnicas que se desarrollan en los laboratorios de todo el mundo, y mucho menos una sociedad mejor. El entusiasmo por esta cuestión es exclusivo del capitalismo, y viene determinado por la única perspectiva capaz de excitar al burgués-masa, que estimula sus secreciones hormonales y glandulares, que pone en movimiento sus capacidades más recónditas, que eleva su fantasía despertando su espíritu de aventura: se trata de la perspectiva de obtener altos beneficios, naturalmente, ya que ésta es la única espiritualidad que el burgués puede expresar.

Para justificar las enormes inversiones en los laboratorios públicos y privados, provenientes del sobretrabajo obrero, es necesario dar un aspecto de progreso a dicha maniobra, y que en realidad está destinada a sostener la tasa de beneficio, empresa más ardua cada día. Así periodistas, divulgadores, científicos y políticos, todos se afanan en instruirnos acerca de las enormes ventajas que nos traerán las biotecnologías. Y es cierto, pero serán beneficios para los burgueses no para los proletarios. Pero, ¿realmente traerán beneficios?
 

Lo que son las biotecnologías

Si por biotecnología se entiende lo que indica su propia etimología, es decir técnicas preparadas por el hombre para influenciar los procesos biológicos espontáneos de modo que le sean ventajosos, entonces puede decirse que la especie siempre ha vivido utilizando biotecnologías, comenzando por el descubrimiento de la agricultura hace miles de años. Biotecnología es la transformación de la leche en queso, de la uva en vino, de la malta en cerveza, de la harina en pan. Pero igualmente lo son técnicas como la irrigación o el arado, que modifican la vida de las plantas. Y no hablemos de las mejoras genéticas debido a cruces y selecciones que en el transcurso de miles de años han puesto a disposición de los hombres innumerables variedades de plantas alimenticias y de animales domésticos, adaptados a las más variadas situaciones y exigencias. Es pues biotecnológico el modo en que el hombre se procura la comida desde que no le resultaban suficientes la recolección y la caza.

Pero actualmente la palabra biotecnología asume un significado particular: se trata de técnicas de control y modificación del patrimonio genético de los seres vivos, que operan en profundidad tanto a nivel cualitativo como cuantitativo, y determinan por tanto efectos ampliados. Tratándose de técnicas que pueden comportar enormes beneficios, todas las multinacionales de la agroquímica se han lanzado de lleno en esta aventura que promete ser el negocio del siglo.

Las técnicas fundamentales son dos: la ingeniería genética y la clonación, en un cierto sentido opuestas y complementarias.

La ingeniería genética es la modificación de la información genética, qure se obtiene sustituyendo partes de ADN, material que contiene la información genética dentro de las células de los organismos que interesan (plantas, bacterias, animales, hombres). De tal modo se obtienen un nuevo organismo, casi igual al original, pero con una diferencia fundamental que constituye la novedad, el “valor añadido” hace que sea más caro. La transformación se lleva a cabo en el núcleo de una sola célula, que después se multiplica diferenciándose de tal manera que llega a formar un nuevo organismo, llamado genéticamente modificado (OGM).

Los defensores de estas técnicas dicen que no es otra cosa que la mejora genética tradicional, en la cual se cruzan variedades diversas hasta obtener un individuo mejorado, pero muchísimo más rápido. Habría que objetar que con la ingeniería genética es posible realizar operaciones que no se podrían hacer con las técnicas tradicionales: no existen límites para los posibles cruzamientos, incluidos genes de bacterias insertados en plantas, o genes humanos sobre bacterias, o genes humanos sobre cerdos, uniones a las cuales la naturaleza espontánea coloca barreras insuperables. Por eso no resultan increíbles las noticias que nos hablan de genes de medusa implantados sobre plantas para hacerlas luminosas, o genes de melocotón transferidos a los tomates para mejorar su conservación, o genes de bacterias injertados en plantas con el fin de hacerlas venenosas para los insectos.

La clonación, por el contrario, no es otra cosa que la multiplicación de un individuo, o de una célula, produciendo más individuos completamente iguales entre sí; en teoría, si no se da la reproducción sexuada, con producción de gametos o células sexuales, el patrimonio genético no se modifica. Como sucede en muchas películas de política fantástica, de una célula del dedo meñique de Berlusconi se podrían obtener innumerables Berlusconis; el problema para el capitalista que los fabricase, sería el de encontrar compradores para esos pequeños Berlusconis, anatómicamente iguales al prototipo pero sin sus millones... La oveja Dolly es un caso de clonación, pero mucho más simple ya que las ovejas no tienen cuenta bancaria.

La técnica no es nueva, y se viene aplicando con las plantas leñosas desde hace miles de años mediante esquejes, injertos y acodos. La novedad reside en su aplicación a los animales superiores y al hombre: la naturaleza hace que se puedan propagar mediante clonación sólo las plantas y algunos animales inferiores (la lombriz de tierra si se corta por la mitad, por ejemplo); las nuevas técnicas permiten clonarlo todo, superando de esta manera barreras consideradas infranqueables.

Con estas perspectivas las empresas se han lanzado a buscar por un lado métodos cada vez más eficientes, y por otro las bases cognitivas de la genética, las secuencias genéticas de los más variados organismos para saber donde hay que cortar, introducir o sustituir pedazos de ADN, creando nuevos organismos inimaginables hace pocos años, los así llamados transgénicos. La “gran aventura” en la que se han embarcado las “Industrias de las Ciencias de la Vida”, como gustan llamarse a sí mismas esas multinacionales, crearían un mundo de abundancia y de salud para todos, exento de “contraindicaciones”.

Las posibilidades en verdad no son despreciables: plantas más productivas y más nutritivas, sin necesidad de fitosanitarios; alimentos que se conservan durante más tiempo, con la consiguiente reducción de pérdidas; animales más productivos, que transforman sus alimentos en carne de un modo más eficiente; producción de fármacos a bajo coste gracias a plantas, animales o microorganismos manipulados; animales que desarrollan tejidos u órganos compatibles con los nuestros para realizar transplantes; terapia de enfermedades genéticas interviniendo directamente sobre las células defectuosas modificándolas, etc.

La cuestión no obstante es: ¿podrá y sabrá el Capital emplear útilmente esta nueva técnica, más allá de la obtención de buenos dividendos? Y: ¿cuáles serán los procedimientos que adoptará para no convertir la aventura en desventura? Las respuestas, para quien las quiera leer, ya están.
 

Las biotecnologías y el ambiente

Naturalmente las industrias afirman que la introducción de las biotecnologías a amplia escala no tendrá ninguna consecuencia ambiental. Pero son afirmaciones que ni ellos mismos se creen: sería la primera vez en la historia que una innovación técnica de ese calado aporte sólo “ventajas”. La realidad es que la revolución biotecnológica dejará sobre el ambiente una impronta particular. Nadie puede prever los daños y la amenaza que representa para la biosfera, y la principal razón de esto estriba en el hecho de que “no saben lo que hacen”.

El principio que inspira a los biotecnólogos (o sea a los investigadores, porque el principio que anima a quienes los financian es el dólar) es el reduccionismo genético según el cual a cada gen le corresponde una única característica, mientras parece cada vez más demostrado que cualquier gen actúa de común acuerdo con otros muchos de su mismo cromosoma, y por ahora no se conocen los mecanismos de esto. También las variaciones en el medio ambiente pueden influenciar mucho estos fenómenos. Además, el gen puede mutar, recombinarse y transferirse a otras especies afines, ejerciendo sobre ellas acciones imprevisibles. Pero cuando son previsibles y previstas son ignoradas por razones de empresa. Por desgracia se trata de efectos no inmediatos, cuyas consecuencias se medirán por años o decenios desde la introducción de la novedad biotecnológica, y cuando a menudo ya no es posible remediar el daño. Existen numerosos casos de desastres ecológicos fruto de la intromisión en el ambiente de organismos modificados por un cierto carácter: desgraciadamente esos organismos no sólo expresan ese carácter, y a menudo la manifestación de todas sus potencialidades es incontrolable.

Es típico el síndrome de “aprendiz de brujo” de la burguesía, que desencadena en su propio beneficio fuerzas – a menudo útilmente revolucionarias en sentido antiburgués – que no consigue luego controlar. La complejidad de los organismos vivos no se presta a la mentalidad de “tiempos y métodos” propios de la empresa burguesa; y lo mismo puede decirse de la estúpida pretensión de “patentar” la vida.

Un ejemplo de posible efecto negativo lo tenemos en las plantas modificadas por la inserción de una toxina derivada de una bacteria: los insectos ya no se alimentarían de ellas, ahorrándonos insecticidas. Pero no siempre sucede así; y a menudo el rendimiento de ese cultivo es inferior. Pero los mayores peligros son otros: el peor es que se creen, en pocas generaciones, cepas de insectos resistentes a esa toxina; pero hay más, esas plantas modificadas se mezclarían con las espontáneas, cediendo su resistencia a ellas: por un lado las plantas infestantes se harían resistentes y se podrían propagar mucho mejor, y por otro esas plantas serían venenosas también para una serie de insectos útiles o inocuos, como abejas, algunos tipos de mariposas, etc.

La presencia de organismos genéticamente modificados, además del efecto de envenenamiento genético descrito, actúa muy negativamente sobre la biodiversidad: a medida que los agricultores de todo el mundo adoptan diversas variedades de plantas o animales más convenientes para sus intereses, se pierde la variedad de formas que se había producido durante decenas de miles de años de agricultura. Hace 50 años en la Llanura Padana (norte de Italia) se cultivaban centenares de variedades de maiz, y ahora sólo unas decenas, muy similares entre ellas, todas provenientes de USA e idénticas a las que cultivan los agricultores indios, rusos o nigerianos. Este fenómeno no sólo es característico de la ingeniería genética, se trata de un empeoramiento que empezó con la llamada revolución verde, sobre la que ya hemos hablado en otras ocasiones.

Pero la prueba de la peligrosidad de las nuevas técnicas proviene de la misma burguesía: ninguna compañía de seguros acepta cubrir los riesgos provocados por la liberación en el ambiente de organismos genéticamente manipulados.
 

Biotecnologías y salud humana

Los alimentos que provienen de organismos modificados podrían tener efectos negativos directos sobre el hombre. Esto podría suceder mediante diversos mecanismos. La modificación de un producto alimenticio puede provocar alergias o intolerancias alimentarias. Los ejemplos son muy numerosos, ya sea la soja o el maíz; una variedad de este último, la Starlink, sólo estaba autorizada en alimentación animal (¿vaya usted a saber porqué?), pero naturalmente los mecanismos del beneficio la han hecho idónea para la producción de tacos, alimento de origen mejicano muy popular en USA; como resultado de ello centenares de consumidores han sufrido transtornos, incluso graves. La última noticia es que esa variedad ha sido prohibida incluso como alimento animal. Este fenómeno es válido para todos los organismos nuevos, aunque sean obtenidos de manera tradicional: los casos de alergia al gluten de ciertos cereales (celiaca) se ha disparado en los últimos años, probablemente a causa de la introducción en todos los mercados de las nuevas variedades “mejoradas” más productivas. La razón de estos fenómenos es evidente: a diferencia de la mejora genética del pasado, que se llevaba a cabo en un proceso que podía durar siglos, ahora es casi instantáneo, y la humanidad no consigue someter a su selección estos nuevos alimentos para evitar que sean irreversibles.

Es imposible saber si en una determinada célula el gen modificado ha sido incorporado en el ADN o no, salvo que esperemos a que el organismo en cuestión esté totalmente desarrollado. Puesto que la técnica de transformación consiste en “disparar” trozos de ADN en gran cantidad y a ciegas, esperando que alguna célula tenga el gusto de aceptarlo dentro de su patrimonio cromosómico, sería prácticamente imposible saber qué células, entre miles de ellas tratadas, serían transformadas, sino hubiese algo que señalase claramente su transformación; ese algo serían los marcadores, habitualmente caracteres de resistencia a los antibióticos: de tal manera, si tratamos todas las células con antibióticos se pueden destruir todas las células que no han sido transformadas. Pero es necesario recordar que con este sistema para introducir un carácter en realidad se deben introducir dos. El problema es que el marcador, que permanece en toda la descendencia y por tanto también en los alimentos que produce el organismo genéticamente manipulado (OGM), una vez que se encuentra en el aparato digestivo puede transmitir sus características a las bacterias saprofitas que viven en él y de éstas transmitirse a las que son patógenas para el hombre, haciéndolas inmunes a esos antibióticos. De esa manera puede invalidarse un poderoso instrumento de defensa contra las enfermedades infecciosas.

Muchas variedades de OGM son estudiadas para resistir a fuertes cantidades de herbicidas, de tal modo que las multinacionales ganan doblemente, con la venta de las semillas y con la de los herbicidas. Pero está ya demostrado que el más importante de estos herbicidas, el glifosato de Monsanto, tiene efectos cancerígenos; puesto que el mayor consumo de herbicidas derivado de la introducción de los OGM se traduce en una mayor presencia de herbicidas en el ambiente, por ejemplo en los acuíferos, el peligro para la salud del hombre es evidente. Naturalmente la Monsanto está prevenida, y en los países en los que consigue sobornar a los políticos, los límites aceptados de los residuos del herbicida en los alimentos y en el ambiente superan 3 y 4 veces los valores originales. Los genes exógenos, injertados obviamente de manera más o menos casual, determinan una inestabilidad genética, con desplazamientos de porciones de ADN, y con consiguientes posibles alteraciones como expresión de genes distintos de aquellos sobre los que se ha actuado. En pocas palabras, los organismos transformados pueden tener comportamientos del todo imprevisibles.

Un ejemplo revelador, aunque por otro camino, ha sido el del doctor Pusztai, un científico húngaro que trabajaba en un instituto escocés. En sus estudios sobre una patata OGM, obtenida insertando en su ADN material de campanilla de las nieves y un virus de la coliflor, se muestra que los ratones alimentados con esa misma patata resultaban gravemente dañados en sus órganos vitales y en el sistema inmunitario; lo peor es que el daño estaba causado por el ADN del virus, virus que se usa normalmente para obtener muchos OGM. Este importantísimo descubrimiento no ha podido ir más allá, puesto que el doctor Pusztai, al ofrecerlo a la prensa, ha sido despedido por la empresa. Y no parece que los estudios sobre la producción de toxinas por parte de OGM sea tan meticulosa. Los resultados experimentales los tendremos dentro de 10 o 20 años. Sólo 10 años después se ha sabido que el triptófano producido por bacterias modificadas, utilizado como complemento dietético, ha matado a 37 personas en USA, y ha causado gravísimos daños al menos a otras cinco mil.

Otro factor de incertidumbre es el relacionado con el consumo de carne de animales alimentados con vegetales OGM. Una gran parte del maíz y de la soja transgénica van a parar a la alimentación de los animales de carne, aunque son numerosos los países que prohíben su importación. La distancia entre OGM y el organismo humano es mayor, y por lo tanto es más difícil establecer correlaciones, o mejor dicho, es más fácil para las multinacionales enturbiar las aguas. Pero que una alimentación innatural de los animales pueda tener consecuencias nocivas para su salud y para la de los humanos que se alimentan de ellos, es algo que ha demostrado el reciente caso de las “vacas locas”, que además ha demostrado con amplia evidencia qué intereses hay en juego, hasta el punto de estar comprometidos gobiernos enteros.
 

Biotecnologías y medicina

Las presuntas ventajas que podrían reportar a la humanidad las aplicaciones de las biotecnologías en medicina, han sido la principal baza esgrimida por los defensores del “nuevo orden biotecnológico”, ya que se trata de un argumento al cual el gran público es particularmente sensible: ¿quién puede estar en contra de algo que pueda aliviar los sufrimientos de un enfermo o permitirle llevar una vida normal? Pero pese a todo se trata de un terreno pleno de riesgos y con unas ventajas en gran parte sólo presuntas (dejando a un lado los beneficios de quien invierte en ello, naturalmente).

Los xenotransplantes, o sea el transplante de órganos o tejidos provenientes de animales OGM al hombre, son un negocio que mueve varios miles de millones de dólares al año. Esto explica el interés y el dinero invertidos, sobre todo por parte de la industria farmacéutica que prevé incluso el incremento de las ventas de inmunosupresores, sustancias que disminuyen las defensas naturales del organismo para evitar el rechazo. Como podemos ver, ya tenemos todo el conjunto al completo, al igual que sucedía con las semillas y los herbicidas.

Ningún xenotransplante ha tenido éxito hasta ahora, pero aunque un día se lograra, esto no significaría superar los graves peligros que encierra esta técnica. Uno de ellos es el paso de agentes patógenos desconocidos del animal al hombre. Normalmente esto no es posible debido a las barreras naturales (la piel y el tracto gastrointestinal), y a las defensas inmunológicas del organismo; pero si efectuamos un transplante, utilizando al mismo tiempo los inmunosupresores, anulamos las defensas y el organismo queda indefenso ante enemigos completamente desconocidos hasta que no se manifiesten. Para muchos científicos el virus del VIH se ha desarrollado a partir de un virus de los simios utilizado para producir una vacuna; lo mismo puede decirse del virus Ébola o la enfermedad de Creutzfeldt-Jacob, y los ejemplos son numerosos. Las consecuencias pueden ir desde el contagio individual a la epidemia.

Las diferencias entre hombre y animal son tales que provocan un rechazo agudo tras el transplante, y por lo tanto se debe recurrir a insertar genes humanos en los animales donantes (por ejemplo cerdos), pero usando igualmente dosis masivas de inmunosupresores, los cuales, además de ser extremadamente tóxicos, aumentan el riesgo para el paciente de contraer ciertas enfermedades. Además, tras el transplante, mientras el paciente viva, se ha comprobado que la modificación no se limita al órgano sustituido: las células del animal se difunden en otros órganos, haciendo del transplantado una “quimera” (animal mitológico compuesto de partes provenientes de numerosos animales). Una posible salida sería la de aumentar el número de genes humanos insertados en el animal donador, para hacerlo “más compatible”. De esta manera se tendría un cerdo humano “en un cierto porcentaje”. Pero ahora surgiría el problema ético-jurídico de establecer el porcentaje a partir del cual ese cerdo puede ser considerado humano, y por tanto poseedor de derechos, entre los que se encuentra el de no ser despedazado.

Pero el problema moral, no obstante, es otro. Los xenotransplantes, en el supuesto que llegaran a ser posibles, serían injustificables por los altísimos costes que implican, tal y como sucede con muchos tipos de transplantes que ya se realizan, con la intervención de aviones, helicópteros y pequeños ejércitos de personas dedicadas al ilustre enfermo que debe ser salvado sólo para permitir que una figura de la medicina aparezca en la prensa o en la televisión. Todo esto cuesta tanto que repercute en otras intervenciones sanitarias, de bajo coste pero mucho más eficaces para reducir los sufrimientos humanos y salvar vidas, al menos, “a paridad de costes”. Pero la sanidad “normal” no enriquece al capital con la misma velocidad que las terapias basadas en las “tecnologías avanzadas”. Está demostrado que el dinero gastado en la prevención es mucho más eficaz que el gasto de cualquier terapia, la quirúrgica en primer lugar. Año tras año se reducen las aportaciones para los hospitales, véase el ejemplo de Inglaterra, en su momento modelo de la asistencia sanitaria pública. En todos los países occidentales la sanidad pública es cada vez más precaria (en los países pobres ni siquiera eso). Este es el progreso, el bienestar, sí pero para los burgueses.

Otra de las ventajas que pregonan los defensores de las biotecnologías son las terapias génicas, o sea la intervención o la prevención de algunas patologías actuando directamente sobre los genes. Pero es más fácil decirlo que hacerlo, vista la ignorancia que existe actualmente sobre los mecanismos de funcionamiento de los genes. Además las técnicas adoptadas para manipular los nuevos genes se basan a menudo en el uso de virus, que pueden traer peligrosas infecciones para el paciente y para toda la población.

Pero otra posibilidad es que, una vez que se domine la técnica, se utilice para modificar a los nascituros; en principio para evitar enfermedades congénitas graves, pero si se puede... ¿por qué no aumentar su altura, cambiar el color de sus ojos o aclarar la piel? En definitiva: el inicio de los cuidados y de la educación de los hijos se podría anticipar nueve importantes meses. El sueño es intentar crear una raza mejor.

Este tipo de sociedad se caracterizaría por el hecho de haber tenido unos padres ricos que se han podido permitir la intervención sobre el genoma de su hijo. Si no se diera la continua ósmosis social entre las clases asistiríamos pues a una diferenciación genética entre proletarios y burgueses. Se abriría por tanto un capítulo muy interesante, sobre el cual no podemos extendernos en esta ocasión: la así llamada eugenética. Nacida en los Estados Unidos hace más de cien años, y retomada algún decenio después por el nazismo alemán y por la democrática y pacífica Suiza. El primero hubo de abandonarla debido a su derrota militar, la segunda ha continuado con ella hasta hace pocos años. Una vez más se abren perspectivas para la sociedad que no puede ser mantenidas dentro de los estrechos límites del mercantilismo y de la contraposición de clase.

Pero el problema es todavía más complejo. ¿Las enfermedades genéticas van a ser eliminadas de la riqueza cromosómica colectiva? ¿Es correcto, aunque sea posible, modificar el patrimonio genético de los hombres, entre otras cosas, sabiendo tan poco de su funcionamiento? Muchas enfermedades genéticas del hombre no son verdaderas y propias enfermedades, sino mutaciones que se han mantenido, debido al ambiente, en ciertos periodos y áreas, porque eran modificaciones que servían. Es el caso de la anemia mediterránea, causa de graves patologías si era transmitida por ambos padres; si por el contrario era uno solo de los padres el transmisor (heterozigosis) el hijo era más resistente a la malaria. Ya no hay malaria en el Mediterráneo, pero...¿será siempre así? No sabemos para que sirve la mayor parte de los genes presentes en nuestro genoma; ¿cómo podemos pretender modificarlo? Por tanto nuestro máximo interés radica en máximo de diversidad en nuestros genes, en lugar de suprimir unos cuantos presuntamente “malos”, ya que no sabemos qué consecuencias puede tener en nuestro futuro como especie.

Pero los partidarios de las biotecnologías tendrán la facilidad de hacer lo que les plazca. No les anima ningún espíritu filantrópico, sino la sed de beneficio; prueba de ello es que todo cuanto hacen es patentado, incluidos los genes. Pero quien no mira el ADN con la mirada del malhechor que observa un fajo de billetes, sabe que las perfección de la naturaleza reside en no ser perfecta.
 

La patente de la vida

Pues sí, también los genes, es decir el conocimiento de las secuencias de proteínas que componen los genes, puede ser patentada. Esta posibilidad, que estaba antes en manos de los americanos, no hace mucho que se ha extendido también a Europa gracias a la colusión de la Oficina Europea de Patentes con las multinacionales. Tras comprar los derechos sobre el patrimonio genético de los habitantes de Tonga (las pequeñas comunidades aisladas pueden suministrar valiosísimas informaciones genéticas sobre el ser humano), el capital internacional se ha asegurado los derechos sobre el genoma de los irlandeses y, en Italia, de los habitantes de Limone sul Garda y de otros pueblecitos de Cerdeña y quien sabe de cuales más.

Hablar de “patente de la vida” es un sin sentido, ya que no son patentados ni lo que hasta ahora constituye el misterio de la vida ni nuevos genes individuales. Los biotecnólogos sólo pueden cortar e insertar genes existentes en nuevas combinaciones, no pueden crearlos nuevos, tarea reservada hasta el momento a la “divinidad” ya que nosotros seguimos siendo extremadamente ignorantes. Lo que han patentado es el descubrimiento de una secuencia genética. Además, si el laboratorio consigue introducir un gen extraño o modifica el genoma de algún modo, esta novedad queda asegurada por la patente, y nadie puede trabajar, si no paga, sobre ese carácter, en cuanto la patente no sólo cubre el producto final, sino también la información y la técnica necesaria para obtenerlo. La información genética de un organismo puede ser utilizada para los fines más variados, desde el diagnóstico y prevención de las enfermedades genéticas hasta la manipulación genética y las investigaciones estadísticas.

La ley concede al propietario de la patente el derecho de prohibir a cualquiera el acceso al material patentado; el resultado de esto es una amplia parálisis de la investigación biomédica. Tratándose del derecho de excluir de la investigación a otros sujetos, entes públicos incluidos, la consecuencia perversa es que una vez patentado un gen o un genoma la investigación sobre esa secuencia puede cesar por completo, ya que a las demás entidades investigadoras puede no interesarles pagar los derechos a los titulares de las patentes, mientras que estos últimos no están obligados a estudiar el gen en cuestión si no les conviene. Pero ser propietario de todas las secuencias posibles es sumamente ventajoso: si un día le conviene, tendrá a su disposición una mina de oro. Es la plena realización de la propiedad privada: y es tal no por el uso que de ello hace el propietario, sino por la privación, o sea, la exclusión de su uso de todos los demás.

Que la patente es el corazón de la estrategia biotecnológica lo demuestran los desvelos con los que las empresas productoras defienden sus creaciones junto a su vida natural: la patente de cualquier organismo viviente abarca también la descendencia de este organismo durante todo el periodo de validez de la patente originaria (unos 15 o 20 años por lo general). Para las plantas y los animales esto impide su utilización para la reproducción, y por tanto para la producción de nuevos organismos. En definitiva, el agricultor ya no puede hacer, como ha venido haciendo desde hace miles años, separar una parte de las semillas para emplearlas al siguiente año, ni escoger los mejores reproductores de entre los animales que cría. De esta forma es completamente dependiente de la empresa biotecnológica, que obviamente le puede obligar a comprar los “kits” completos de productos, interviniendo de manera abrumadora a la hora de determinar qué tipo de agricultura se dará en una zona cualquiera.

El no va más de todo esto es la producción de semillas que traen incorporado el gen “Terminator”: la semilla germina, la planta crece, produce nuevas semillas; pero estas semillas nunca germinarán, porque son estériles. De esta manera todos los años hay que comprar nueva simiente. Una técnica alternativa a esta pero igualmente repulsiva es la de las semillas “Traitor”. En este caso las nuevas semillas germinan sólo si son tratadas con una sustancia química particular. ¿Es difícil adivinar quién vende esta sustancia a precio de oro?

Es obvio (obvio es esta sociedad) que las perspectivas de lucro desmesurado han sacudido al aventurero que todo burgués y todo consejo de administración lleva dentro, y las investigaciones de organismos y genes útiles comercialmente se hayan multiplicado. Iniciadas en los años 70, poco a poco se han intensificado, hasta determinar grandiosas inversiones para estudios en el tercer mundo, el más rico en biodiversidad desconocida. La metodología es: descubrir lo que hay y para qué sirve (es clásico el caso de las plantas medicinales de antigua tradición popular), cogerlo, modificar un gen o dos y luego patentarlo. Llegados a este punto, en teoría, las poblaciones locales, cuyo sabio trabajo ha servido para seleccionar esos organismos durante miles de años, si quieren seguir criándolos deberán comprarlos o pagar los derechos pertinentes a las multinacionales. No tiene nada de extraño que esta práctica haya sido denominada “biopiratería”. Son recientes las noticias de sentencias jurídicas contrarias a las multinacionales acerca de la propiedad de organismos vegetales indios como el arroz basmati y el árbol del neem, ambos vitales para la vida y la agricultura del subcontinente indio; en efecto sería algo muy evidente si se impusiera sobre ellos la propiedad privada. Pero frente a una pequeña victoria de los agricultores, las multinacionales triunfan centenares de veces, mediante atropellos que nunca son noticia, atropellos favorecidos por las inicuas reglas dictadas por la World Trade Organisation.
 

Biotecnologías y agricultura

En el terreno agrícola la repugnante retórica de las empresas biotecnológicas ha alcanzado niveles de hipocresía difícilmente superables. El argumento principal es que las biotecnologías están en grado de suministrar organismos vegetales y animales más productivos y dotados de superiores propiedades nutricionales; de ahí se deduce que quien esté contra las biotecnologías colabora en mantener el hambre en el mundo. Y esto parece un argumento invencible. Pero la realidad del capitalismo es muy distinta, tanto que el desastre del hambre para el 15-20% de la población mundial ha sido provocado precisamente por la aplicación de las técnicas que deberían reducirlo.

En primer lugar no es cierto que las plantas OGM sean más productivas: en algunos casos hay alguna ventaja para los agricultores, pero en la mayor parte de los casos los OGM producen lo mismo que las demás variedades, y a menudo menos; esto es ya evidente para muchos agricultores norteamericanos, que ven como su producción se hunde porque muchos mercados, entre ellos el europeo, rechazan importar soja y maiz GM. Además, y este es un problema que ya había surgido con las variedades de alto rendimiento de la Revolución Verde, las nuevas variedades requieren un uso masivo de medios técnicos (abonos, agua, labores, insecticidas, herbicidas, etc...) cuya ausencia o carencia puede significar cosechas desastrosas. Lo saben muy bien los agricultores indios, que después de haberse creído las bondades de las novedades biotecnológicas, han visto cómo los nuevos cultivos han fracasado de una manera impensable con las viejas variedades locales, mucho más rústicas y resistentes, y se han visto obligados a vender incluso órganos de su cuerpo para pagar los daños; muchos otros se han suicidado llevados por la desesperación.

Ahora los datos sobre la incierta productividad de las plantas OGM comienzan a ser abundantes, tras las experiencias de los agricultores, y pese a los desesperados intentos de las empresas biotecnológicas por ocultarlos. Por ejemplo, ha sido muy nombrado un desastre producido recientemente en Indonesia con el algodón GM.

Por lo que respecta a la calidad nutricional de las nuevas variedades GM, aparte de los no pocos casos de contenidos incluso tóxicos, de los que ya hemos hablado antes y que aumentan cada día de número, fuentes serias nos dicen que el porcentaje de proteínas de la soja “RR” es muy inferior respecto a las variedades tradicionales; dato que la empresa semillera en cuestión, Monsanto, había ocultado a la Food and Drug Agency de los Estados Unidos.

Pero las empresas semilleras tienen un as en la manga: se trata del tan nombrado “Golden Rice”, el arroz de oro (¡para ellos!), que ha sido modificado genéticamente de tal modo que favorece el aumento de vitamina A en el hombre; esto significaría la solución ideal para millones de niños desnutridos en Asia. ¡Ya se sabe que la malnutrición se soluciona añadiendo una única vitamina a un único alimento! Además, los mismos productores han calculado que para satisfacer la necesidad diaria de vitamina A un adulto debería consumir al menos 3,7 kilos de producto crudo, o sea 9 kilos de producto cocido, una mujer que dé el pecho el doble. ¿Qué es lo que pretenden, modificar genéticamente a los asiáticos para agrandar su estómago?

La realidad es muy distinta, y ya la hemos comentado otras veces en nuestra prensa. No hay ninguna relación entre hambre, en algunas zonas y periodos, y disponibilidad de alimentos, localmente o a nivel mundial. El planeta no ha conocido nunca anteriormente una abundancia de alimentos como la de los últimos 50 años, y sin embargo el hambre, temporal o crónica, ha afectado a un número cada vez mayor de seres humanos, y la muerte por hambre o por las consecuencias de la desnutrición o malnutrición nunca ha sido tan común. El problema, lo repetimos, no es la disponibilidad de alimentos; los alimentos son una mercancía en este sistema de producción, y quien quiere una mercancía debe pagarla, de lo contrario se la destruye. No es ningún cuento que la India exporte cereales mientras en alguno de sus estados la gente muere de hambre, ni que hace más de 150 años Irlanda exportase trigo mientras 3-4 millones de irlandeses morían de hambre. ¿Quién no sabe que en muchos países el Estado paga a los agricultores para que no cultiven ciertas superficies, con el fin de reducir la producción y mantener de esta manera altos los precios? ¿Y quién no se ha indignado cuando ha visto las enormes cantidades de fruta, tomates, y otros productos destruidos por el mismo motivo? Por lo tanto no serán las empresas burguesas y sus Estados de clase los que resolverán los problemas de la humanidad, ya que ellos son “el” problema.

De los peligros para la biodiversidad derivados de las nuevas variedades hemos hablado en otras ocasiones. Eran las variedades de la Revolución Verde, y las OGM tienen exactamente los mismos efectos, ya que destruyen y hacen desaparecer innumerables variedades tradicionales seleccionadas por el hombre en el curso de diez mil años de agricultura. El peligro es que el mundo llegue a cultivar nada más que unas pocas variedades, y que esta homogeneidad genética se traduzca en una vulnerabilidad irremediable, ya que mientras tanto todas las antiguas variedades de las que hemos hablado habrán desaparecido; obviamente el peligro es mayor para las plantas herbáceas, que cada año deben sembrarse, más que para los árboles. Se llegará a la siguiente paradoja: la ingeniería genética, que se jacta de inventar nuevas combinaciones genéticas, con variedades antes inimaginables, bajo el capitalismo dará el resultado opuesto de aumentar la uniformidad genética entre las plantas cultivadas provocando la pérdida de biodiversidad.

El daño es mayor de lo que aparenta. El mismo modo en que están constituidas las nuevas variedades es una fuente de pérdida de caracteres. El viejo método es muy complicado, y muy lejos del alcance de cualquier científico; las variedades se formaban lentamente, con la incorporación del nuevo carácter en un genoma que seguía siendo el básico, pero había permitido el establecimiento de la variedad original. El hombre y la naturaleza actuaban al unísono, para obtener genotipos verdaderamente mejorados, que sólo prosperaban en ausencia de defectos graves (véase el caso de las alergias a los alimentos provenientes de las nuevas variedades, por ejemplo). Las nuevas técnicas son por lo tanto mucho más primitivas si se comparan con los procesos naturales, ya que ofrecen una respuesta a un problema determinado, sin valorar la interacción de todo el organismo con el ambiente a largo plazo. Al incorporar el único gen que otorga la resistencia a menudo se modifica, e incluso se destruye, el complejo génico que constituye la verdadera base para la adaptación de una especie a un ambiente; nuestra ignorancia hace que no nos demos cuenta de lo que hacemos hasta que no se ven las consecuencias.

¿La mayor ventaja de los OGM es que su uso permite utilizar menos sustancias químicas (fitosanitarios) sobre las plantas, respetando mucho más el medio ambiente y nuestra salud? De eso nada. Incluso en las zonas en las que se cultivan plantas modificadas para producir en su interior las sustancias insecticidas, el uso de los pesticidas no ha disminuido; para no hablar de las perspectivas de resistencia de los insectos. Imaginemos lo que sucede en el ya clásico ejemplo de la soja “RR”, o sea resistente al Roundup (o glifosato), un herbicida; visto que la planta cultivada resiste, podemos arrojar en ese campo toneladas de herbicida, de tal manera que se destruya cualquier tipo de vegetal ajeno al cultivo. Puede ser que la soja no resulte dañada por ese tratamiento masivo, pero también es cierto que absorbe más que antes; esto es tan cierto que en algunos países la empresa fabricante del Roundup (que lo vende junto a las semillas OGM), la consabida Monsanto, ha hecho una petición formal a las autoridades con el fin de que los niveles tolerados de este producto en los alimentos aumenten 200 veces (recordemos que recientemente se ha demostrado que el glifosato es peligroso para el hombre ya que favorece la aparición de un tipo particularmente pernicioso de linfoma).

En el caso de las plantas modificadas para resistir plagas de insectos se ha creado un gran problema. La historia del Bacillus thuringiensis es una historia educativa, y muestra cómo la ley del beneficio destruye más que produce. Esta bacteria, llamada Bt, constituye una enfermedad mortal para los insectos; hace años se observó y se ideó una técnica de lucha basada en la dispersión de preparados con este bacilo en las plantas escogidas: los insectos resultaban afectados, pero sólo algunos y en ciertas fases de su desarrollo. Pero esto era suficiente para las finalidades agrícolas, porque si la infestación desciende por debajo de un cierto límite ya no constituye un problema.

Pero llegan los biotecnólogos. Descubren cual es el gen tóxico en la bacteria, lo aislan y lo implantan en el ADN de las células del maíz, obteniendo plantas completas que dan semillas: pero desde ese momento todos los insectos que se alimenten con las plantas descendientes de las transformadas morirán, porque ingerirán la toxina. Todos o casi todos. Parece perfecto. Si no fuera porque la toxina en las células vegetales está presente en altísimas cantidades, los escasos insectos que sobreviven se hacen resistentes; inicialmente serán pocos, pero después se multiplicarán y volverán a ser numerosos, y absolutamente inmunes al veneno. Así el maíz “Bt” no servirá para nada y por culpa del mercado un instrumento que utilizado con inteligencia era útil se volverá ineficaz. Los casos denunciados de resistencias se multiplican, sean por las plantas “Bt” o por las “RR”, entre los insectos para las primeras, entre las plantas infestantes para las segundas (pero en este caso las empresas no se preocupan lo más mínimo, se limitan a recomendar el aumento de las dosis de herbicida).

Los peligros no terminan aquí. Existe el envenenamiento genético, tal vez el peor porque es el menos controlable. Viento, lluvia, pájaros, abejas, insectos varios, todos ellos, en calidad de vectores del polen, han comenzado a transportar ese polen modificado por el medio ambiente. De este modo plantas “normales” han sido contaminadas y han producido semillas que contenían genes extraños. Este ADN es algo que no se puede controlar; las plantas alteradas genéticamente, como seres vivos, son bastante menos previsibles que los contaminantes químicos: pueden reproducirse, desplazarse, y mutar. Es algo evidente que las empresas semilleras nunca han controlado nada. Por ejemplo, la proteína responsable de la toxina del maíz OGM Starlink, que ha sido retirado del mercado, ha sido encontrada en otro maíz OGM que sigue en circulación. En la soja “RR” el ADN incorporado ha sido más de lo que creía la Monsanto, y no saben bien cuáles son los efectos de ese ADN de más. Una vez difundidos en el medio ambiente es prácticamente imposible controlar esos organismos modificados.

Se ha demostrado mediante diversas investigaciones, que los genes utilizados para modificar las especies cultivadas han saltado las barreras de la especie; por ejemplo, en el intestino de abejas ha sido encontrado el gen de resistencia a los herbicidas, en los pollos se ha encontrado ADN de maíz, que además aparece en las vacas lecheras. En definitiva, el ADN que en las plantas al “viejo estilo” estaba muy en su sitio, en las plantas transgénicas es más inestable, siendo capaz de separar genes o secuencias genéticas que pueden recombinarse con el ADN de organismos con los que entra en contacto. Por lo tanto no es ciencia ficción la posibilidad de que nosotros seamos más resistentes a los herbicidas, venenosos para los insectos, o más conservables en la nevera. Añadamos todos los efectos negativos del ADN en su interacción con nuestro organismo, cosa que el capitalismo no puede prever, suponiendo que ese fuese su deseo.
 

Confirmaciones

Como sucede con todas las empresas en las que se olfatean grandes beneficios, la burguesía se ha lanzado sobre las biotecnologías con enormes capitales y con todos los instrumentos posibles, lícitos e ilícitos.

¿Quién está contra las multinacionales? Específicamente los “ecologistas”. Pero ellos no pueden proponer nada alternativo, como no sea el puro y simple retorno a un utópico pasado arcádico, porque no osan hipotizar una sociedad que no se base en el beneficio. Dan votos a este o a aquel partiducho porque un poco de confusión ecologista sirve para dar crédito a la izquierda burguesa, y a crear ulteriores diversivos a la lucha de clase.

Los problemas son reales, como hemos visto. Pero nada, absolutamente nada puede impedir al capital que invierta donde espera obtener beneficios. Ninguna ciencia o razón podrá prevalecer sobre esta exigencia vital y ciega inscrita en el ADN de la sociedad capitalista.

Es necesario destruir el sistema capitalista en su conjunto, y no basta con corregirlo. Cualquier otra iniciativa es, en el mejor de los casos, puro deseo, ilusión, cuando no verdadera y propia falsificación consciente de la realidad para impedir a la clase obrera reagruparse alrededor de su programa histórico, el cual la guiará hacia la destrucción de la sociedad capitalista acabando con la plaga de las modernas biotecnologías sometidas al beneficio.

Pero nosotros no somos oscurantistas. Por el contrario, somos los más tenaces defensores de la importancia del conocimiento, de todos los fenómenos y a todos los niveles. El control comunista también sobre la ciencia no necesitará prohibir una investigación que contribuya a incrementar nuestros conocimientos en una determinada materia, reduciéndose mucho, respecto a la sociedad clasista de los milenios precedentes, el miedo a lo desconocido.

Nuestra doctrina política es la primera que puede adornarse con el adjetivo de “científica”, y reconoce que debe mucho a la precedente ciencia burguesa. No nos da miedo la ciencia en sí, porque no hace más que confirmar nuestras posiciones. Lo que denunciamos es la sumisión de la ciencia ante la clase dominante. Ese es el punto clave: esta ciencia no puede liberarse de las cadenas impuestas por la sociedad burguesa, que quiere que cada inversión que realiza dé, antes o después, de un modo o de otro, un beneficio. Un beneficio monetario, y cuanto antes mejor.

Este es el vicio incorregible de la investigación en el mundo burgués (o sea en todo el planeta), ver cómo se trastorna cualquier progreso que consigue. Así la mejoría en las producciones unitarias agrícolas se transforma en hambre; las conquistas en el campo farmacéutico han alargado la vida media en el occidente rico (más a los burgueses que a los proletarios), y la han acortado en el sur pobre, donde la superpoblación se ha encontrado con la hiperexplotación del suelo, la desertificación, las guerras, las epidemias, las carestías, fenómenos excepcionales en la gran parte del mundo hasta hace medio siglo. Un ejemplo reciente de las limitaciones de la ciencia por culpa del mercado ha sido el precio de los medicamentos antiSIDA. La investigación ha conseguido fabricarlos y a precios mínimos, pero Sudáfrica ha debido desafiar a WTO, una poderosa organización que dispone de armas letales de represalia, para poder comprar esos medicamentos a precios que no fuesen de monopolio; ¿mientras tanto, cuántos millones de africanos han muerto gracias a las patentes?

Es conocido el peligro de que la epidemia de VIH, fuera de control en África, se propague por todo el mundo. Pero al capital no le interesan las perspectivas más allá de la duración de su ciclo: semanas, meses. La pregunta que no obstante se hará el hombre comunista del futuro, libre ya de valoraciones monetarias es: ¿cómo será el hombre dentro de 10, 100, 1000 años? ¿Cuál será el efecto del capitalismo sobre la salud humana, sobre las formas de vida, sobre el medio geológico, sobre el clima? Evitaremos, ya que es posible conocer y prever, ciertos experimentos que utilizan a los hombres como cobayas, tal y como viene siendo norma con el capital.

Nada más lejos de nosotros la necia pretensión de que la naturaleza quede libre de “contaminación”: el hombre moderno ha llegado a ser tal porque ha modificado el ambiente permitiendo su supervivencia y el desarrollo social, material e incluso espiritual. En este camino, en todas las épocas ha provocado no pocos desastres, pero nunca se había llegado a la furia destructora del capital. También en el futuro, en la sociedad a la medida del hombre, que lo será también a la medida de la naturaleza porque su medida será el hombre, talaremos, excavaremos, construiremos y destruiremos donde sea necesario.

Pero el socialismo no es la cementización del planeta, porque el socialismo no es la extrapolación del capitalismo, sino su negación. El así llamado “socialismo real” estalinista pretendía ser un “supercapitalismo”, y, en muchos aspectos lo era. El socialismo será un mundo en el cual el hombre vivirá en armonía consigo mismo, y por lo tanto con la naturaleza. En esta armonía la ciencia será de gran ayuda: antes de modificar es útil saber lo que se está haciendo. Los instrumentos técnicos y cognitivos existen, y otros muchos y mejores los construiremos. No tenemos prisa ya que no tenemos que dar cuenta a la asamblea anual de accionistas de los resultados de nuestra gestión financiera.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


UCRANIA
UN VASO DE BARRO ENTRE IMPERIALISMOS DE HIERRO

En la primera vuelta de las recientes elecciones presidenciales Yuschenko había obtenido el 39,8% de los votos, frente a los 39,3% de Yanukovich. Mientras todos los sondeos pronosticaban la victoria de Yuschenko también en la segunda vuelta, la comisión electoral anunciaba la victoria del rival con un margen de tres puntos: 49,4 contra 46,7. La oposición denunciaba pucherazos, no reconociendo la derrota y organizando manifestaciones, consiguiendo invalidar las elecciones convocándose otras nuevas el pasado 26 de diciembre.

Esto parecería a simple vista un incidente “normal” en una “joven democracia”. Pero en los días sucesivos a los comicios se han escuchado palabras fuertes como “guerra civil”, “defensa militar de la integridad nacional”, que prefiguran otros escenarios. Más allá de las palabras todo parecía indicar que algo se estaba cociendo.

* * *

Ucrania tiene una superficie de 603.700 kilómetros cuadrados y una población de aproximadamente 49.000.000 de habitantes, compuesta por una mayoría de ucranianos (72%), una nutrida minoría de rusos (22%) y pequeños porcentajes de hebreos (1,5%), bielorrusos (1%) y otros. Limita al suroeste con Moldavia y Rumania; al oeste con Hungría y la República Eslovaca, al Norte con Polonia y Bielorrusia, con Rusia al este y al sur tiene el Mar Negro.

Ucrania era la segunda república de la URSS en términos económicos, después de Rusia. Suministraba un cuarto de toda la producción agrícola “soviética”; su industria pesada y las materias primas fueron un elemento clave en el desarrollo de la URSS. Hoy, por el contrario, Ucrania depende grandemente de las importaciones energéticas, particularmente del gas natural. Su primer socio comercial sigue siendo Rusia que compra a Ucrania el 33% de sus importaciones y le exporta el 17% de sus ventas.. Otro importante elemento en la crisis presente, es el papel cada vez más preponderante jugado por la Unión Europea, de donde provienen la mayor parte de las importaciones ucranianas.

Durante los últimos cuatro años la economía ucraniana ha mostrado una buena tasa de crecimiento medio, un 7,2%, pero el nivel del PIB es todavía inferior al de 1990, año de la “independencia”, y a estos ritmos de crecimiento serán necesarios al menos otros 8 o 9 años para que el país se recupere de la grave crisis económica que lo sacudió en el decenio siguiente.

La marcha de la economía durante el año 2003 fue positiva, exceptuando el sector agrícola. Con la desaparición de la URSS la mayoría de las tierras, propiedad de los koljoses, se han convertido en propiedad estatal, y han sido alquiladas a las familias campesinas. Éstas, que ya no disponen de los salarios que recibían al vender su fuerza de trabajo en los koljoses, salen adelante con economías de subsistencia, en espera de la tantas veces anunciada y siempre retrasada reforma, que debería permitir la compraventa de las tierras.

Los salarios obreros, tanto nominales como reales, han crecido en los últimos años, pero están por debajo de la media regional: el salario medio en Ucrania tiene un poder adquisitivo del 15% del salario polaco. Salarios tan bajos son los que quieren las empresas de los capitalismos maduros: por ejemplo empresas italianas del sector textil que habían abierto fábricas en Rumania, las están trasladando a Ucrania.

Las pensiones están a un nivel todavía más bajo, como media un tercio del salario, muy por debajo de la media regional (en Polonia son el 60-70% del salario).

* * *

En el plano de los equilibrios políticos en la región, Ucrania se halla en la típica posición “intermedia”, ligada doblemente con Rusia por una parte, y por otra atraída por la integración europea y por los dólares americanos. La burguesía ucraniana, al no poder aspirar a un papel autónomo en el reparto imperialista, se muestra dividida sobre la manera de actuar: o bien mantiene y estrecha sus vínculos con Moscú o se arroja a los brazos de Occidente.

Pero en los últimos meses, para la clase dominante ucraniana, se ha hecho cada vez más difícil permanecer en esta situación de incertidumbre debido a las presiones de Rusia y de la Unión Europea, y el gobierno ha debido “elegir” el camino a tomar.

La propuesta de instituir una Zona de Libre Intercambio entre los países de la antigua URSS ha creado una agria discusión tanto dentro como fuera del parlamento, al igual que en los partidos y formaciones políticas. En el gobierno los Ministros de Economía y de Integración Europea, de Industria, de Exteriores y de Justicia han sido muy críticos con el proyecto. El Ministro de Economía y de Integración Europea Valery Khoroshkovsky, en particular, ha señalado que el espacio económico común estaría controlado de hecho por Rusia porque el porcentaje de votos se determinaría en función de la cuota dentro del PIB de la zona: Rusia contará ella sola con el 85% de los votos y Ucrania el 10%. Con el presidente Kuchma, favorable, se alinean los partidos que lo sostienen (el Partido Socialdemócrata ha llegado a expulsar a todos sus dirigentes contrarios a la Zona de Libre Intercambio), los Socialistas y los “Comunistas”, cuyos electores son completamente favorables al acuerdo con los demás países de la Comunidad de Estados Independientes. Los partidos de centroderecha Ucrania Nuestra y el partido de la multimillonaria Yulia Tymoshenko se han declarado contrarios, ya que la adhesión a la Zona junto a Rusia, Bielorrusia y Kazakistán impondría una seria hipoteca sobre la futura adhesión a la Unión Europea.

La cumbre anual entre la Unión Europea y Ucrania, celebrada el 7 de octubre de 2004, se caracterizó por fuertes tensiones. Kuchma reprochó a la delegación de la Unión, encabezada por Romano Prodi y Silvio Berlusconi, no querer realmente la adhesión de su país en la UE, y de “dejarlo deliberadamente fuera”. Las dos condiciones que se le han impuesto a Ucrania para su ingreso en la Unión Europea son por un lado, que las reformas continúen a un ritmo sostenido, y por otro que Ucrania no participe en la Zona de Libre Intercambio con los rusos.

En realidad el país ha fracasado hasta ahora a la hora de alcanzar los objetivos del programa 2000-2007 para la integración europea, que preveía en su primera parte (2000-2001) que Ucrania entrase en la Organización Mundial del Comercio (lo que todavía no ha sucedido); en la segunda parte (2002-2003) que se convertiría en un “miembro asociado” de la Unión, firmando un acuerdo de libre comercio; en la tercera y última fase del acuerdo (2004-2007) Ucrania podría negociar la plena adhesión.

* * *

Lo que hemos visto en Ucrania hace poco es la repetición de cuanto ha sucedido en Yugoslavia y en el Caúcaso.

Es evidente que estas elecciones tienen un interés que va mucho más allá de las fronteras ucranianas. Una prueba de ello la tenemos en la rapidez y firmeza de los comentarios llegados desde otros sitios. Vladimir Putin no perdió el tiempo y ya antes del anuncio oficial se alegraba, desde Brasil, de la “victoria” de Victor Yanukovich en su carrera hacia la poltrona como jefe del estado. La Unión Europea por el contrario consideraba que las elecciones presidenciales ucranianas no habían respetado las “normas internacionales” y por esto solicitó a Kiev una revisión de todo el proceso y sus resultados. Lo anunció el ministro de Exteriores holandés Bernard Bot, presidente de turno de la Unión Europea. Cada uno de los 25 Estados miembros convocó al embajador de Ucrania para expresar su “preocupación” por el resultado de la convocatoria. El enviado del presidente norteamericano, el senador Richard Lugar, ha denunciado fraudes cometidos con la complicidad del poder: "Es evidente que ha habido un programa concertado y enérgico de fraudes y abusos puesto en práctica con la cooperación de las autoridades" afirmó. La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) ha considerado como “no democrático” el desarrollo del segundo turno de las elecciones ucranianas.

Como puede verse las grandes potencias capitalistas han actuado entre bastidores y, empujadas por la crisis económica, afilan sus garras para conquistar cuota de mercado y de materias primas y posiciones estratégicas de cara a la próxima matanza mundial.

También en los años pasados hemos visto “injerencias externas” en la política ucraniana. Un ejemplo: el 11 de diciembre de 2003 el parlamento ucraniano había decretado la formación de una comisión especial de investigación para aclarar algunas financiaciones occidentales a “organizaciones no gubernamentales” y “órganos de prensa independientes” que operaban en el territorio nacional. La resolución que dio nacimiento a la comisión denunciaba que esas financiaciones extranjeras habían alcanzado “proporciones masivas”, tanto que hacían sospechar “interferencias directas en los asuntos internos del país” en relación a las futuras elecciones presidenciales. En la lista de los mayores contribuyentes y de los principales “sostenedores” de la “sociedad civil ucraniana” estarían los Estados Unidos y la Unión Europea, que habrían financiado los más importantes medios de comunicación de Ucrania.

En la parte oriental del país estaba previsto un referéndum sobre la autonomía el pasado 19 de enero. El gobernador de la provincia de Donetsk, principal región industrial del país, tiene como objetivo la creación de una república dentro de Ucrania, la cual se convertiría en una especie de Estado federal. Kuchma, refiriéndose a la integridad territorial del país, ha declarado que "mi posición es que no podemos permitir la división de Ucrania. Todos los que reclaman autonomía deben saber que están asumiendo una gran responsabilidad frente al pueblo". El presidente saliente ha imputado a las provincias occidentales, y a su rechazo a la victoria de Yanukovich, la reacción centrífuga de las provincias orientales. "Ha sido el Oeste del país el que ha comenzado todo", denunciaba, recordando cómo tres de esas provincias rechazan el control del poder central. "Han dejado de pagar el gas, la electricidad y el carbón", y añadía: "¿quién es pues el que está intentando poner de rodillas a quién?".

Ucrania tiene en Irak un contingente militar de 1.600 hombres, el cuarto de la coalición después de EEUU, Gran Bretaña e Italia. Sobre la presencia de este contingente en Irak, rechazado por una gran parte de la población ucraniana, estaban totalmente de acuerdo en la campaña electoral el “premier” Yanukovich y el “aspirante” Yuschenko.

Al proletariado ucraniano no le tienen que importar nada estas diatribas entre burguesías y entre imperialismos, opuestos entre ellos pero sólidamente unidos contra el proletariado. El capitalismo tiene sus propias reglas, que sirven tanto para Rusia como para el así llamado “Occidente”; única es la explotación del proletariado. Los trabajadores también en Ucrania deberán retomar su vía de clase que, en el terreno de la acción, hoy consiste en dotarse de organismos de defensa y de lucha para obtener mejores condiciones salariales y laborales, y en el terreno político en encontrar en su Partido la auténtica tradición comunista.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


LA TÉCNICA: DE LA OBEDIENCIA AL CAPITAL AL PLAN SOCIALISTA DE ESPECIE
(Serie de informes expuestos en las reuniones del partido en Nápoles, Turín, Florencia y Génova, desde mayo de 2000 a enero de 2002)

(Continuación)
 

¿Moloch o salvación?

Es algo evidente para todos que el valor y el orgullo con el que la ciencia burguesa demolió creencias y errores milenarios están en declive, es más están en una fase de atrofia senil. Esa clase, que había superado los límites ideológicos y estatutarios, da ahora marcha atrás dejando a sus espaldas escombros y... mercancías que no consiguen pasar por el estrecho embudo de la sobreproducción relativa. Si el esfuerzo por comprender los procesos sociales al igual que los naturales fue potente y sincero, naturalmente porque era necesario, con mayor razón revuelven las tripas los comportamientos actuales, rechazando casi por completo el método científico no sólo en las ciencias naturales sino particularmente en las así llamadas “ciencias sociales”, abandonadas al sociologismo, al pragmatismo, al probabilismo. ¿Imaginemos el tostón que deben suponer nuestras lecciones basadas en el materialismo histórico y dialéctico?

La naturaleza de la técnica debería ser la de obedecer a una finalidad. Pero es inevitable que, como sucedía en la historia del aprendiz de brujo, los conjuros no puedan ser dominados. ¿Qué otra cosa sucede con la técnica que acaba por escapar al control de las fuerzas que la han puesto en marcha?

El objetivo de la técnica hay que verlo como algo ajeno a la misma técnica, la cual siendo un puro medio, que contiene en sí misma su propia racionalidad, debería ser fácilmente neutralizada y desechada por quien lo desee. Pero en el ámbito social los medios de producción son cosas que poseen vida propia. Ningún modo de producción puede ser invocado o detenido por el poder político, por muy fuerte que sea. Igual sucede con el poder proletario, ya que no es mediante un decreto como se puede abolir el sistema de producción del Capital, por simple capricho. Con el poder proletario se inicia una época de grandes reformas sociales que llevarán a la culminación del viejo régimen.

La racionalidad propia de la técnica tiende por el contrario a ser concebida como un Moloch insuperable, precisamente porque su intrínseca falta de finalidad hace de ella una potencia obtusa. Frente a ella se alzaría la reacción impotente de tipo ludista, o sea la destrucción violenta del objeto que tiende a someter la voluntad y la fuerza viva del hombre. La fetichización de la técnica, último grito teórico, sería la realización de la racionalidad occidental ya dominante y totalitariamente insuperable. En definitiva la Tekne sería el nuevo Dios que no admite otro Dios fuera de Él: o se le adora o se es víctima de él.

El circuito medios-fines, o fines, necesita que sea dominado también a nivel teórico, o de lo contrario la guía para la acción se convierte en un fin en sí misma. La Izquierda ha desustantivizado muy claramente la Teoría, para no convertirse en su víctima: esto es precisamente lo que le ha sucedido al oportunismo, que, tras haber delegado en los sumos sacerdotes la custodia del así llamado marxismo-leninismo, ha llegado a la evidencia... de la supremacía y victoria de la técnica. Por lo tanto considerar al socialismo como algo irrealizable e inútil se ha convertido en una nueva doctrina: quien se atreva a pensar lo contrario no es un hereje (falta la iglesia), sino simplemente digno de la balsa de la Medusa.

Pero las duras réplicas de la Historia no tardarán en hacerse notar, si es cierto que se admite la crisis estructural, la ingobernabilidad del mercado global, la geometría fratal en el ámbito del poder político, dividido entre las tentaciones nacionalistas-localistas y el gobierno mundial-ONU. En definitiva parálisis evidente tanto desde el punto de vista teórico como práctico.

Para nuestro partido el fin es el comunismo, y el medio, o mejor dicho, los medios, toda la serie de pasos necesarios que van desde la lucha de clase al Estado proletario. Quien se lamenta de que el Estado proletario ha acabado históricamente asumiendo para bien y para mal la forma del fin en sí, confunde las cosas. Y lo sabe perfectamente. No por casualidad, dentro del clima de los balances catastróficos de final de siglo, los que dictan la historia no han mencionado para nada a las corrientes políticas que denunciaron la degeneración oportunista y la combatieron a costa de su vida, desde dentro primero y desde fuera después. Ni tan siquiera una mención (¡por suerte!). La historia de la Izquierda ha señalado con insistencia no sólo errores teóricos, sino formas prácticas de colaboración, no tácticas, como pensaban los diversos Stalin, sino estratégicas. Una vez más los medios se han transformado en fines y viceversa.

Por lo tanto no hay que invocar ningún tipo de neoludismo como instrumento revolucionario, sino la lucha obrera que sepa conjugar la defensa intransigente del trabajo con la finalidad política.

La pregunta más candente, a menudo vulgarizada de la manera más simplista, es la del nexo técnica-ética, y hasta qué punto el hombre (Hombre con mayúsculas, es decir el hombre ético) está en grado de dominar las fuerzas productivas, sin ser aplastado por ellas, como le sucedía al aprendiz de brujo.

El nuevo demonio, exorcizado desde tantas partes, sería la voluntad de dominio que se aprovecharía del desarrollo de la técnica. El mito del progreso es sustituido por el miedo al exceso de sabiduría, porque el progreso, que habría debido llevar a todos, democráticamente, mejoras, abandono definitivo de la miseria, continúa provocando insuperables contradicciones, el hambre de casi dos mil millones de personas en el mundo, la destrucción de áreas geográficas enteras. La bestia es identificada con la técnica que todo lo domina, y a la que nadie puede dominar. Se podrá objetar que el pensamiento burgués es pluralista, y se permite oscilar perennemente entre la exaltación de la ciencia y su demonización. ¡Qué fácil es todo esto! En realidad la burguesía es constitucionalmente incapaz de un Plan general de Especie, prisionera como es de las contradicciones entre el trabajo social cada vez más complejo y sofisticado, y la apropiación privada. Las viejas e insuperadas contradicciones que la acompañan desde su nacimiento.

Si en un pasado no muy lejano se podía amenazar a las clases dominadas con la religión y el Estado por derecho divino, hoy se proponen dominarlas mediante la técnica, que debe dar la impresión del laberinto babélico, tentacular e incontrolable, que no ofrece la posibilidad de ser gobernado. Pero para nosotros se trata del predominio del Capital muerto sobre el Capital vivo, aplastándolo, no dejándole organizarse con arreglo a las verdaderas necesidades.

En la concepción marxista la técnica, lejos de asumir un significado y un valor categórico-abstracto, es puesta en su sitio cuando se reconoce que la estructura económica, la producción y la reproducción de la vida material por parte de la sociedad humana, es la base fundamental sobre la que se erigen las así llamadas superestructuras, desde las más básicas hasta las más sofisticadas y generales, incluidas las religiosas y filosóficas en sentido estricto.

Por lo tanto nada que objetar. Pero algo característico de nuestra posición es calificar de escolástico e impropio la pretensión de responder a preguntas abstractas como: ¿conseguirá nuestro héroe (¡siempre el Hombre!) no ser dominado por los productos de su trabajo? La cuestión debe abordarse de manera dialéctica: el hombre, como recuerda Marx, es al mismo tiempo producto social y actor, capaz de intervenir activamente al “hacer su propia historia”, pero no cuando le plazca y a su gusto, con sus propias manos. En apariencia lo que se da es una solución salomónica: tanto a las fuerzas productivas y tanto a las relaciones de producción...

Un cierto nivel de fuerzas productivas, o bien un cierto tipo de desarrollo de la técnica, determina un cierto tipo de relaciones sociales. Pero no existen, en nuestra versión, técnicas en abstracto, que no estén englobadas dentro de determinadas relaciones de producción, en grado de dirigirlas hacia ciertos objetivos. Hasta que explotan en sus manos, iniciando una profunda crisis, una transición hacia nuevas relaciones de producción.

¿Y entonces, por qué si el capitalismo está ultra podrido, el comunismo parece definitivamente fuera de la historia? Pues solamente porque una versión ultraimperialista y economicista, propia de la socialdemocracia de siempre, puede creerse el paso mecánico y gradual al socialismo. Las fuerzas productivas, las técnicas, no son neutrales, y nadie puede pensar en dominarlas a su gusto, ni creyendo en un equilibrio natural formado por el mercado, ni por un falso dirigismo estatal burgués, ni en una mezcla astuta de las dos formas.

Estas elaboraciones teóricas no carentes de sugestión no son ajenas al materialismo histórico, el cual ha dado su propia valoración y respuesta: las fuerzas productivas determinan relaciones de producción particulares, que entran en conflicto provocando una tensión y una dialéctica que empuja hacia nuevos ordenamientos sociales. En este sentido el regazo de la Historia está lleno de nuevas realidades.

Este determinismo histórico que desemboca en el socialismo ha sido desbaratado por el estalinismo, de manera herética, transformándolo en un socialismo que desarrolla las fuerzas productivas, que serían compatibles con el mercado y con el Capital. El mercado, según teorizó el estalinismo, es insuperable. Lo cual equivale a decir: el socialismo no es otra cosa que el capitalismo mejor (??)organizado, capaz de distribuir mas ecuánimemente... (¡ya hemos visto cómo!). Según este atasco teórico (naturalmente práctico) la técnica, su racionalidad intrínseca se ha convertido en el Dios invencible, en el fin de la historia, el medio sin fin, y otras amenidades por el estilo.

¿Cómo restablecer pues el control del remedio enloquecido? ¿Tiene solución el remedio? Los cortocircuitos teóricos, como los famosos “dolores de cabeza hegelianos”, necesitan de la espada de Alejandro, el cual ante el nudo gordiano dio una demostración tajante de cómo podía ser desatado.

¿La violencia entonces? Dicen lamentándose los pensadores oficiales. Ya hemos dicho que no será un decreto el que remedie las cosas, ni el recurso a un ludismo ciego, sino una serie de despóticas medidas sociales, necesarias para que el medio vuelva a ser lo que es.

El capitalismo presenta a su técnica como la única posible, la única natural en cierto modo, y sin embargo no son otra cosa que sus medios, fuerzas productivas necesarias para la valorización del Capital. Es el Capital el que de medio se ha transformado en fin, convirtiéndose en el Moloch que a los ojos de sus adoradores parece insuperable, como fin y como medio.

La áspera y ácida polémica que se ha desatado contra la técnica sin embargo está siendo utilizada. Incapaz de dominar los demonios invocados por ella misma, la sociedad del Capital ha intuido, con sus atentos ideólogos, que el resentimiento contra el progreso técnico es un buen instrumento para poner en estado de acusación a la expectativa de emancipación, ocultando de esta manera el verdadero objetivo de la polémica. Se prohíbe abordar la dialéctica real, nada de mencionar las relaciones entre las clases, que a decir de muchos, ya han sido superadas por difusión de los servicios, por el terciario que cada vez se parece más al “cuaternario”.

La técnica es el remedio puesto en práctica por el hombre para afrontar sus limitaciones, para hacer frente a la escasez primaria en la que tiene que vivir. Pero el remedio propuesto por los reformadores sociales corre el riesgo de llegar a ser peor que el mal que pretendería solucionar. Por tanto nos hallamos ya en pleno exitencialismo-catastrofismo. Se difunde pues la utopía de la sociedad a la medida del hombre, entendida como posibilidad de control de la técnica con el retorno a tiempos pasados mejores con el romanticismo de las cosas hechas a mano, monserga propia de pequeños burgueses reaccionarios, al menos a escala social.

Para los pensadores actuales que han pretendido ir más allá al objeto de alcanzar el meollo de la cuestión, desde Heidegger hasta algunos de sus seguidores y críticos, según ellos, una vez alcanzada la así llamada “muerte de Dios”, era inevitable que algo ocupase su lugar, una nueva deidad desconcertante e imbatible, además de, obvio es decirlo, eterna e insuperable: el non plus ultra, la técnica. ¿En qué consistiría su poder, capaz de dominar cualquier cosa y en particular toda voluntad humana o humanista? ¿En el hecho de “basarse” en medidas exactas, y criterios racionales! Los burguesuchos temen este poder de la técnica. Porque – además de la homologación que produciría, con el aplastamiento del individuo y la no utilización de las manos (piénsese en la llorada sociedad a la medida del hombre, sobre la que tanto hemos ironizado) – tienen miedo, llevados por un insuperable sentimiento de culpa, de la brutalidad de sus relaciones capitalistas de producción, las cuales son las verdaderas productoras de extorsión, alineación, y no sólo violentan el trabajo proletario, sino su misma cultura y ritmo de vida.

La burguesía no está capacitada para coger el aspecto positivo, en sentido dialéctico, de su obra de destrucción. Por el contrario nosotros estamos históricamente en grado de utilizar este aspecto positivo, y no solamente el aspecto nihilista que parece prevalecer: "envileciendo, alienando, hiriendo al individuo, para terror y escándalo de los reaccionarios, trabaja para la Revolución. De esta manera el Hombre, tras la revolución y la consiguiente desaparición de todo privilegio y monopolio, podrá retomar el estudio, sin el miedo a que las malignas fuerzas subterráneas del mercado le arrebaten las mágicas creaciones de su trabajo y de su cerebro" (Il Partito Comunista, mayo-junio de 2000).

La técnica refleja la potencialidad de la fuerza productiva del trabajo sometida a un determinado modo de producción. E inevitablemente, en el capitalismo, en cada producto, incluso el más fascinante, tecnológico y sofisticado, aparece la marca de la apropiación privada del beneficio, la manifiesta contradicción de que dentro de cada instrumento tenemos por un lado el trabajo social capaz de tanto, y por otra, el estigma de la especialización, de los límites determinados por la prisa necesaria para producirlo, con los defectos intrínsecos de un ensamblaje dirigido por el interés privado, con el pecado original de una exigencia de clase que hace pagar su precio.

Piénsese en el accidente aéreo del Lago Constanza: el aparato técnico en tierra para reordenar las líneas conflictivas existía, pero por falta de otro de reserva, durante las horas de revisión no había vigilancia; debido a los sagrados dogmas de la reducción de costes, en el servicio sólo había un empleado para controlar las maniobras de aterrizaje de cinco aparatos. Dada la saturación de los aeropuertos, la normativa técnica hace poco que ha dividido en dos el espacio que necesitan los aviones en vuelo circular que esperan pista, confiando en un nuevo y más preciso aparato que debería ir a bordo, pero que no todos los aviones lo llevan. Es cierto que las nuevas tecnologías de medidas de distancias son increíbles, pero no sirven para la seguridad aérea, o la hace más insegura, ya que todo está orientado hacia su rendimiento económico inmediato y empresarial.

La técnica, el último Golem, es en definitiva la más frágil de las criaturas: en las manos del Capital su peligrosidad explosiva aumenta día tras día. La técnica no está al servicio del hombre, sino de su ídolo, el dinero y de la acumulación. Cada vez que la técnica comete una traición, la organización capitalista promete más controles, organiza comisiones de investigación. Pero no está en grado de resolver el enigma. Solamente el topo de la revolución está en grado de triturar los fundamentos sobre los que se basa el edificio capitalista.

A nuestra invariancia le corresponde, camuflada de movimiento a toda costa, la invariancia de la burguesía y la artimaña sigue siendo la que era: cambiar el sujeto por el predicado. Para nosotros la técnica no es ídolo ni víctima sacrificable, ya que no existen una ciencia y una técnica por encima de las clases. Ciencia y técnica mantienen entre sí una relación peculiar, que es el reflejo de la lucha de clases. Cuando el viento sopla a favor del progreso la burguesía pretende hacer creer que todo se resolverá a base de aparatos, instrumentos, productos milagrosos. Pero cuando salen a la luz los estragos producidos por el modo de producción capitalista, el viento cambia y la inmensa puesta en escena se disfraza trágicamente, con guerras mundiales o con rupturas históricas de la presunta paz social.
 
 

PERO LAS CLASES SIGUEN EXISTIENDO...

La Ciencia Informática

El ordenador es un mandato, que aumenta a medida que se reproducen y desarrollan sus algoritmos, los cuales ya no caben dentro de los esquemas precedentes de la lógica verdadero-falso, antes-después y que son un poco dialécticos. Esto confirma cómo las técnicas, a medida que escapan de la medida humana, o sea de las manos del hombre, se convierten en máquinas, y terminan cumpliendo dignamente las tareas para las que han sido inventadas.

La forma que asume el Capital fijo bajo la forma del ordenador, es ciencia y memoria. La máquina sabe y decide mientras que, de un modo cada vez más evidente, el trabajador, el operador humano, no puede permitirse ninguna libertad, y debe atenerse escrupulosamente a las reglas (y a los berrinches, caprichos, rigideces, incapacidades de autocorrección) de la máquina. Naturalmente los cortos de entendederas echan la “culpa” a la máquina en cuanto tal, pero nosotros se la echamos al uso que hace de ella en el actual sistema social.

El hecho de que la Informática con sus leyes, pero también con sus nuevas posibilidades de flexibilidad y aumento en su capacidad de memoria y cálculo, gracias a sus lenguajes (software) en lento pero continuo y potencialmente indefinido mejoramiento, sea una ciencia del mandato a nosotros nos importa un bledo. Lo que hace realmente es confirmar nuestra valoración acerca de la así llamada tecnología, ya sea de primera o de quinta generación. No son las máquinas en sí las que son autoritarias, son las relaciones de producción las que dictan.

Pero además no pasa un día en el que la nueva economía fundada sobre la comunicación, con sus defensores más o menos críticos, no se esfuerce en convencer y en convencerse a sí misma de que se ha abierto por todo el planeta Tierra una nueva era sin retorno y sin espectros políticos, como el comunismo de sabor a cuarenta y ocho. Estas intervenciones, más episódicas que sistemáticas, reflejan la tentativa de dominar a nivel teórico una materia nunca hasta ahora tan fluida e incontrolable, una tentativa de poner orden en su propio terreno orientado hacia el objetivo de liberar el ambiente social, que para nosotros sigue siendo capitalista burgués, del miedo a nuevas catástrofes o acontecimientos imprevistos que pongan patas arriba toda la estructura. No hay que temer que de un momento a otro aparezca un nuevo Adam Smith que coloque los elementos dispersos en esta materia.

Nuestra atención sobre los procesos técnicos que someten la economía a continuos cambios no sólo es antigua, sino que además constituye el núcleo de la crítica a la economía política. Para empezar, rechazamos la acusación de que nos hemos dejado llevar por el volcán de los cambios económicos, de la cuarta, quinta, y no sabemos ya con que ordinal etiquetar, revolución tecnológica. Nosotros, que siempre hemos pecado de materialismo economicista y determinista, seríamos tachados de ingenuos en nuestro propio terreno. Pero realmente el bagaje de nuestros adversarios es de una debilidad intrínseca tal que no merece la pena entrar en polémicas.
 

Comidas y telemática gratis

El primer argumento lo constituye el tema, cada vez más debatido, de la tendencia de la economía a desmaterializarse, bajo el empuje de la revolución informática: "la rapidez con la que los factores comunicativos están tomando la delantera a los factores materiales de la producción, estarían haciendo inútiles no tanto algunos elementos de la teoría económica [¿cuáles?] sino el principio indiscutible que justifica cualquier modo de producción, antiguo o moderno, o sea el de la escasez". Dicho principio, se añade, encontró una lapidaria formulación en el célebre slogan ninguna comida es gratis y viene a simbolizar toda la historia humana, determinada por el fin de la edad dorada y la llegada, como dice Platón en La República, del Estado y de la penuria de bienes. Desde ese momento los hombres se verían obligados a encontrar remedios cada vez más eficientes para afrontar sus necesidades vitales, bajo el empuje de imperativos de productividad y de contención de costes invocados a cada momento por Estados, gobiernos, empresas, independientemente del tiempo o lugar.

Una prueba de esto sería que en el mismo régimen del comunismo real, finalmente hundido, no fueron capaces de librarse de una ley tan perentoria y natural. No volveremos ahora a la polémica sobre el falso socialismo de matriz rusa, contra el que hemos combatido durante casi un siglo y que nos caracteriza de modo inequívoco.

Con cada revolución técnica pretenden descubrir nuevas y espectaculares revoluciones sociales; nosotros afirmamos que mientras siga en pie la estructura capitalista de producción y distribución, los principios básicos de la economía serán los que señaló el materialismo histórico, desde el principio de escasez, al de la equivalencia trabajo/valor, a la ley de la caída de la tasa de ganancia.

No le es desconocido al materialismo histórico y dialéctico el fenómeno de la tendencia del Capital a convertirse en anónimo y a desmaterializarse; la perdición del Capital es la de pasar, en su metamorfosis, de la producción material (que hoy algunos llaman hard, contrapuesta al soft del terciario y de los servicios) a la distribución, que permite la realización del beneficio monetario, hasta el desarrollo del capital financiero, que ha alcanzado en la fase imperialista actual formas supersofisticadas, que para nada se salen del análisis de la economía política trazado por Marx.

La tecnología no ha impedido las vacilaciones de la new economy, el estallido de las crisis bursátiles cada vez más amplias y amenazadoras, las cuales nos las presentan como “enfermedades infantiles” que se irán estabilizando: es necesaria mucha audacia para llamar enfermedad infantil a la senectud esclerótica del capitalismo; nos encontramos frente a las mayores perturbaciones que haya ofrecido nunca la historia de la economía.

El mismo clamor en torno a la economía virtual no debe sorprender tanto: es una expresión más de la pretensión del Capital a desmaterializarse. Si bien es posible admitir que una gran parte de la superestructura económica es ampliamente virtual, esto no nos impide subrayar que el meollo de la naturaleza material de la economía capitalista (como sucede en cualquier otro tipo de economía) sigue siendo el mismo. La base material del capitalismo es y sigue siendo la producción industrial, fuera de los poemas acerca de la realidad virtual, sobre comercio fácil a través de Internet o sobre las acciones que se pueden cortar antes de que hayan madurado. Todos los sectores soft, telecomunicaciones, etc, que actualmente están en plena recesión y quiebra más y antes que los hard.

Las alabanzas sobre la ligereza de la actual new economy no deben engañar: la realidad sigue siendo dura y fatigosa, siendo necesarios todos sus procesos. ¡La materia no es fácilmente ocultable! Sin embargo con la revolución informática hay quien piensa que la "producción basada en la comunicación (y en particular sobre los nuevos medios, como el aclamado y globalizado Internet) representa un caso particular en la historia económica". El desarrollo de la comunicación por red cambiaría las reglas del juego social y del económico, porque transformaría el comportamiento de los sistemas tecnológicos hasta hacerlo similar a los de los sistemas biológicos: "La enorme cantidad de datos puesta en circulación hace que todos los sujetos inmersos en la red sean colectivamente geniales... del mismo modo que un hormiguero compuesto por millones de insectos de por sí estúpidos, actúa como un sistema inteligente ante determinados problemas".

Ya no hay más peligros de fiebres especulativas e improvisadas caídas bursátiles y financieras. La red, por el contrario, frente a cualquier regla impuesta por la escasez, crearía continuamente oportunidades inéditas de ganancia bajo la forma de demanda de nuevos productos y servicios, y es la misma red la que crea recursos humanos para satisfacer la demanda, alimentando un circuito infinito, ya que está libre de la escasez. La misma ley de la demanda y de la oferta se vendría abajo: desde el momento en que la red es tan eficiente cuanto mayor es el número de sus nudos, ya no tendría sentido la ley según la cual un producto vale menos cuanto más se difunde. Por el contrario, cuanto más se difunde un producto más se eleva su valor, medido como potencial de conexión. En definitiva: "de un sistema económico que funciona como un sistema biológico es lícito esperar que sustituya productividad y eficiencia por dinámicas de tipo derrochador. Del mismo modo en que la naturaleza despilfarra millones de espermatozoides para fecundar un óvulo, o seleccionar una mutación favorable entre miles de mutaciones incompatibles con el ambiente, de la misma manera la economía de red premiará sólo a quien esté dispuesto a probar miles de ideas erróneas para encontrar la correcta".

Así, en plena turbulencia capitalista, tendríamos finalmente, con la economía de red, un conjunto de elementos de socialismo, según la tesis oportunista de siempre, para insertarlo en el sistema capitalista impregnándolo desde dentro de economía orgánica. Ya hemos demostrado que las islas de socialismo, o de vida comunitaria, no son más que utopías que sirven para ocultar el dominio concentrado y tiránico del Capital.

Una vez más debemos reivindicar que el sueño de una comunidad libre postmercantil, que rompa el círculo vicioso producción-consumo, estructurada no según un plan rígido, sino unitario y conjunto, y que emplee instrumentos evolucionados, y en la cual se reconozca que una economía digna de este nombre reclama altos costes de producción, un derroche necesario para satisfacer todas las necesidades humanas, esto no es otra cosa que el Comunismo.

Pero los neófitos optimistas de la economía de red no osan negar el mercado, por el contrario idealizan un mercado que tampoco es nuevo sino, al estar poco ligado a las condiciones históricas reales, más fluido, que es lo que siempre han invocado los liberales. Según nuestra escuela nunca ha sido libre, ya que ha estado condicionado por precedentes modos de producción, por los aparatos políticos emanados de ellos, quitados de en medio sólo con la furia de las revoluciones sociales, que siempre han funcionado como potentes aceleradores de las nuevas fuerzas en acción. No hay libre mercado sin monopolios, al igual que no hay monopolios puros que se disputen las áreas de libre mercado, en una competición/contradicción que llevaría a “nuevas posibilidades económicas y sociales”, incluido el socialismo.

Se pretende que la economía de red abriese la posibilidad de comerciar de modo capilar, virtual, capaz de producir servicios, pero ligados a un mercado plagado de vulgares y prosaicas mercancías, producidas por el mercado imperialista. La economía ligera de la red, que espera suplantar la grave economía real, nos hace pensar en la distinción ya claramente establecida por Marx entre producción de bienes del sector A, destinados a la producción de otros bienes, y del sector B, destinados al consumo. En la sociedad capitalista el proceso no va hacia la desmercancialización de los productos, sino por el contrario, hacia la transformación en mercancía de cualquier bien necesario para la vida, desde el agua para beber hasta los más inmateriales productos del pensamiento, incluso internetados.
 

Camaleones, Erizos, Castores

Una vez desaparecida la palabra comunismo de los periódicos, se hace todo lo posible para hacer desaparecer también la de clase. Pero si es cierto que las palabras son cosas, no es menos cierto que no es omitiendo como se resuelven los problemas. Por eso los más perspicaces pero no por ello menos falsos, de los intelectuales delinean los posibles cambios sociales a la luz de las grandes concentraciones y fusiones de empresas a nivel mundial, que, éstas sí, no pueden ser evitadas. Entonces todo su entusiasta razonamiento de democracia de la información se viene abajo antes las duras necesidades de la empresas, aunque sean multimedias (véase el asunto AOL-Time Warner- Worlcom).

Aparecen de esta forma nuevas teorías sobre igualmente nuevas realidades de clase. Creyendo que descubren cosas nuevas escriben lo siguiente: "La realidad social, dominada por la informática y por las nuevas formas de producción y consumo de servicios altamente sofisticados, se complica con un nuevo fenómeno: la distribución del capital cultural no es idéntica a la del capital económico... cada uno de nosotros conoce al hombre de negocios ignorante o al taxista diplomado... el nuevo régimen lleva a cabo un catálogo de virtudes que hace obsoletos todos los precedentes códigos éticos... premia calidad y modos de comportamiento que antes eran sospechosos. La virtud cardinal requerida es la flexibilidad, la capacidad de afirmarse, la movilidad y la rapidez para aprender durante toda la vida". Hasta ahora no hemos visto nada extraordinario: es una descripción perfecta de las ya pluriseculares figuras capitalistas. Pero la recién hallada “poética” consiste en haber propuesto nuevos nombres para describir la actual composición de clase, que por otra parte no se niega, atribuyendo a las diversas couches simpáticos nombres de animales, un poco como sucede en el terreno de los partidos al asignar especies botánicas, al menos en nuestro territorio (encina, trébol, arbustos, notoriamente preferidos por los canes para levantar la pata y hacer sus necesidades).

Los nuevos “productores”, según el escritor, serían: camaleones, erizos y castores, mientras que detrás de ellos, como subclase, o incluso como sin clase, vendrían los desheredados, la gens sans feu et sans aveu que conocemos. Después de hablar de los nuevos productores nos habla de sus extrañas actividades: "los camaleones serían los agentes intermediarios, abogados, periodistas, artistas, managers de la ciencia, del dinero y de la información; la condición de su éxito es la de no tener nada que ver con la producción material".

Por debajo de ellos estarían los ricos, con el denominador común de la “falta de flexibilidad”, y protegidos por sus espinas. "Las instituciones internacionales, nacionales y locales son sus guaridas. Burócratas de todo tipo, administradores, funcionarios de los partidos, de la justicia, de los sindicatos, de las cámaras, de las mutuas".

Otro tipo de animales estaría destinado a la desaparición, es el caso de los castores, ocupados en los sectores productivos clásicos, destinados a los niveles de renta más bajos debido a la automatización, la racionalización y la internacionalización. El autor hace referencia a los sectores de la agricultura "donde el proceso ha ido tan lejos que sólo puede sobrevivir gracias a las subvenciones masivas".

Y finalmente llega la cuarta clase, para la cual no ha sabido o no ha querido encontrar un nombre, la de los perdedores, los excluidos, la de los últimos, como la llaman algunas corrientes religiosas: personas incompatibles con el catálogo de las virtudes del capitalismo digital y, en estas perspectivas, superfluas que, a nivel mundial constituyen la gran mayoría. Una subclase de la misma estaría formada por parados, prófugos, mal pagados, que terminarían en las redes del trabajo negro, de la prostitución y de la criminalidad.

Como conclusión de este extraño y variopinto catálogo el escritor añade una advertencia: "el capitalismo digital (sic) sólo puede reforzar estas tendencias... las consecuencias políticas de este desarrollo son incalculables". Como puede verse, ningún nuevo Capital está al caer; mucha sociología de vanguardia, una pizca de fantasía y ya tenemos la única verdad. La única que podemos reconocer, las clases, aunque tengan nombre de animales (¿los espíritus animales... del capitalismo?, existen todavía y ningún exorcismo digital ha podido hacerlas desaparecer.

Es inútil decir que nosotros mantenemos la vieja nomenclatura, que es suficiente para llevar a cabo un análisis y una síntesis mejor estructurada: la que prevé una burguesía con todas sus facetas, dueña de los instrumentos de producción, incluidos los de silicio, y un proletariado cada vez más empobrecido, en sentido relativo, que, en las áreas de distinto desarrollo, se encuentra en una trinchera histórica de la cual no podrá salir si no es reorganizándose como clase política y no sólo económica y estadística. Esto no quita que las nuevas tecnologías, al revolucionar permanentemente las fuerzas productivas, obliguen al frente proletario a reaccionar, no siempre con éxito y con la mejor organización.

No obstante es acertado el nombrecito dado a la clase de los camaleones. Se trata de la couche que, según nuestro criterio, entra dentro de las clases medias que, sin ser las verdaderas detentadoras de los medios de producción, encuentran su colocación como agentes de lujo del capital, con la particularidad de cambiar de actitud según el viento que sopla. También explotan a los trabajadores asalariados, a menudo infrapagados, mediante las sociedades de servicios.

Estas camaleónicas clases medias “a las que claramente despreciamos”, se creen la sal de la tierra, el sustrato que permite todas las mediaciones y transacciones. Para nosotros, por el contrario, son el terreno de cultivo de maniobras para impedir el choque directo entre la clase burguesa, poseedora de los medios de producción, y la que no sólo está privada de ellos, sino que además es expoliada cada día mediante la venta de su fuerza de trabajo, que es su único, escaso y limitado recurso.

Estas clases medias, en la nueva ordenación dentro de la revolución tecnológica informática, son definidas como la clase ansiosa, prisionera de la gran red. Para el anónimo Capital funcionan como adhesivo para experimentos políticos e ideológicos que van desde el fascismo clásico, al oportunismo y a la traición declarada a la clase proletaria.

Merece la pena citar el libro “Le capitalisme zinzin”, de Eric Izraelewicz: "El capitalismo alocado que tenemos ante nosotros, caracterizado por un montón de gestos histéricos, con síntomas de psicosis... Internet nos da tanta libertad que nos hace esclavos de ella... Vivimos en un universo dividido en redes y subredes, todo es interdependiente, por lo que, como en la teoría del caos, basta el batido de alas de una mariposa en Occidente para provocar un terremoto en Oriente... la intensidad de las relaciones financieras... hace que un pequeño error provoque un cataclismo en todo el planeta. Se es más libre y más esclavo al mismo tiempo. Una situación similar a la esquizofrenia, la esquizofrenia de la libertad: creíamos que el progreso económico y tecnológico no iba a llevar a una era de mayor estabilidad y seguridad, y sin embargo estamos al borde del precipicio. Piénsese en la brutalidad de los movimientos económicos, las bolsas y las instituciones financieras no caen, se precipitan. Piénsese en los peligros de una guerra desencadenada por una pequeña etnia dotada de una red de medios informáticos dignos de una gran potencia. Se tenía más seguridad en la Edad Media, la dependencia de las “redes” y de la socialización de la época era mucho menor. La gran red se comporta como el lobo en el cuento de Caperucita Roja. Internet multiplica la libertad y la prosperidad por un lado, pero la inseguridad y la angustia por otro... El aumento de la prosperidad viene acompañado del nacimiento de una clase ansiosa, “the anxiosus class”, desmembrada cada vez más por esta contradicción".

En resumidas cuentas, la reseaupolis, la ciudad-red, que en el parecer de muchos era la solución a todos los males, el Nuevo Mundo con toda clase de islas e islotes para todos los robinsones, ha resultado ser un espejismo que, en determinadas circunstancias quita la sed, y en otras, la mayor parte, la hace venir sin esperanza de una solución rápida.

Por lo tanto carece de sentido considerar a las nuevas fuerzas productivas sin tener en cuenta las relaciones de producción que la sostienen. ¿Puede la red informática por sí sola revolucionar las tradicionales, capitalistas, relaciones de clase? Evidentemente no. Se puede poseer hierro o silicio, fábricas fordistas o circuitos de producción dispersos unidos solamente por el hilo telefónico, pero el resultado no cambia. Podemos ponernos un mono azul sucio de grasa o una camisa inmaculada, pero los instrumentos de producción seguirán estando, autocráticos como siempre, en manos de los detentadores del Capital. No sólo eso: según nuestro criterio, cuántas más nuevas técnicas alcanza el Capital, más se amplía la masa de los proletarios y de los sin reservas, que son esto no porque pertenezcan a los servicios o a la fábrica tradicional, sino en cuanto tienen a su disposición únicamente la fuerza de sus manos, ya sean las callosas de los obreros manuales o los dedos sutiles de los ingenieros.

Es una tesis ya rancia la que dice que el desarrollo técnico reduciría el número de la clase obrera, que ya no sería un bloque, suplantada por las categorías de los así llamados servicios de todo tipo. Nosotros nunca hemos idolatrado la centralidad de la clase obrera; esto se ha hecho, ante litteram, con la sociedad de los productores, ideada por el fascismo naciente, y que ser convertiría después en el caballo de batalla del post-fascismo obrerista y oportunista. Sabemos, precisamente gracias a la teoría económica marxista, que la revolución constante del modo de producción capitalista comporta una revolución correspondiente de la composición técnica del proletariado. No nos impresiona, por ejemplo, que la producción de mercancías del sector agrario sea superada cada vez más por la del sector minero e industrial. Pero objetivamente eso nos favorece, ya que el aumento de la composición orgánica del capital constituye la premisa de la maduración de la inevitable crisis del capitalismo.

Para nosotros la fuerza rompedora, llamada por la historia a reaccionar contra la opresión y a destruir las relaciones de clase, será la de los obreros manuales, la masa del proletariado industrial y agrícola, la de la economía real. Pero la clase obrera, la última de la historia, la clase que se niega a sí misma, no la definimos en términos estadísticos o técnicos. La clase obrera es una perspectiva, una necesidad, una dirección y tendencia histórica. Esta perspectiva es inútil buscarla en la pureza de determinadas categorías sindicales en las cuales esta sociedad moribunda aprisiona de por vida, deforma y embrutece a los proletarios, y sólo se puede acceder a ella desde el privilegiado punto de observación del partido de clase.

En resumen, todo el jaleo que se forma en torno a la sociedad de los servicios no es más que una mascarada burguesa, que sin embargo no consigue ocultar su crisis, la ineludible caída tendencial de la tasa de ganancia teorizada por Marx, y que no por casualidad es la actual bestia negra del capital globalizado actual.
 

Las biotecnologías

Ha habido momentos en los que la química parecía ser la clave para penetrar dentro de los procesos íntimos de la materia: hoy esto se perfila en otro campo má complejo, el de la bioquímica, la biología molecular de los seres vivos. Pero la dirección que pueden tomar sus aplicaciones, las biotecnologías, sólo puede explicarse si se hace mediante nuestro método.

Hemos mostrado siempre cómo y porqué los procesos productivos no van separados de los reproductivos, y cómo la reproducción no puede seguir siendo simplemente natural o biológica, ya que la composición orgánica aumenta en el terreno productivo. Si el ciclo es abierto, y trae consigo un intercambio continuo, entonces es inevitable que el Capital invada cada vez más la reproducción natural, interviniendo con las máquinas, en el corazón mismo de la vida. El materialismo dialéctico no sólo no es a priori hostil a la intervención del hombre sobre la naturaleza, sino que desde siempre lo ha constatado, reconociendo su necesidad para el desarrollo y la realización de niveles más elevados de organización humana. Al mismo tiempo no podemos ni denunciar ni demonizar el estudio sistemático de los orígenes de la vida, incluido el desciframiento del genoma, que podría servir para vencer enfermedades y malformaciones.

El problema, una vez más, no se plantea desde el punto vista de una moral abstracta. La conciencia objetiva de estos procesos, que no pueden prescindir del modo de producción y reproducción de la vida, nos comporta la valoración del uso que se hace y hará de ello, valoración que debe refererirse al bienestar del hombre comunista del mañana, que sólo en una pequeña parte está anticipado por el proletariado actual.

Ya nadie, ni siquiera los mayores apologistas del Capital, niegan que la ciencia, la investigación, depende de las fuentes financieras, y por lo tanto reconocen que no es independiente de los grandes intereses económicos. El modo de producción capitalista se desarrolla y se afianza a través de una serie de contradicciones que nacen de esta base: producción social – apropiación privada. En el trascurso de su desarrollo, desde la acumulación primitiva hasta su fase imperialista que parece no tener fin, está fuera de duda que la producción y la reproducción son hechos inseparables de la vida y de la historia, pero si entramos en el centro de sus tensiones internas saltará a la vista que las naciones y las áreas que se dirigen a la modernización capitalista se apoyan en sus inicios, en la superabundancia de brazos, de fuerza de trabajo, que arrojan al fuego de la acumulación sin preocuparse en ahorros (véanse las minas en China). Su principal recurso, en esta fase no son las técnicas, y dependen para ello de las áreas o países más avanzados. Ante todo se piensa en producir, sin preocuparse gran cosa de los graves daños que se producen a la fuerza laboral. Hasta llegar al punto en que se da cuenta que los desequilibrios provocados por un modo de producción que no es capaz de proyectar y sacrificar si no es en nombre y sobre el altar del beneficio, afectan a la vida productiva, la cual se contrae, hasta el punto de hacer precaria la reproducción misma.

Cuando escuchamos que las biotecnologías estarán en grado de resolver el hambre de las áreas más pobres, no se está diciendo otra cosa que no se haya dicho antes: el progreso salvará a todos indiscriminadamente. Cuando los países más avanzados en la desertificación reproductiva, o sea los países metropolitanos, se encuentran en el corazón de la saturación técnico-tecnológica, entonces asistimos al nacimiento de movimientos que se reclaman a la naturaleza, reproponiendo el antiguo mito que debería salvar contra los daños del mundo mecanizado.

Nunca seremos de esos que fruncen el ceño ante la tecnología. Simplemente no aceptamos hablar de ella, en cuanto producción de la vida y de las condiciones para la misma, de manera genérica como siempre ha hecho y continúa impunemente haciendo la ideología burguesa. Ningún burgués se aventura a pensar que la tecnología, incluida la biotecnología, sobre la cual el Capital se proyecta actualmente para preparar nuevas formas de intervención en la producción y en la reproducción, encuentra su propio límite interno en el Capital mismo.

¿Deberemos nosotros, pequeño partido, embrión clonado, remendar un déficit histórico? (Nos permitiremos una pequeña digresión biológica). Si clonar significa como es sabido, cultivar células para producir nuevos tejidos, nosotros lo rechazamos. Hubo quien lo defendió, en 1921, en nombre de la bolchevización, en abierta polémica con nuestra posición organizativa de tipo territorial: fueron aquellos que se ilusionaban con crear, de manera voluntarista, células de fábrica, de taller, de empresa, y no se daban cuenta que el Partido no se refuerza creando células todas iguales para que se multipliquen. Una vez más opusimos la concepción orgánica, que prevé un complejo vivo, estructurado sobre una base programática, nos atreveremos a decir genética, bien precisa, dispuesta y mandada por la historia.

Hoy la investigación sobre las biotecnologías afirma poder llegar a cultivar células para corregir errores y curar ciertas enfermedades, pero todo el ruido que se hace en torno a este tema no ofrece un buen auspicio. La evolución de la célula, incluso biológicamente hablando, no es gradual, sino que responde a leyes y procesos dialécticos... Esto es tan cierto que los comités bioéticos, que se van multiplicando sin necesidad, buscan darse una forma democrática, de manera que estén representadas las distintas corrientes políticas e ideológicas, para camuflar o esconder la sed de beneficio de todos y no admitir que lo que frena la investigación y los descubrimientos no es más que la contradicción que abraza a la Ciencia y al Capital, en un cortocircuito sin precedentes.

El miedo a crear monstruos, a dar cuerpo a una humanidad de esclavos, como pretendían las creencias eugenéticas de los nazis, se ha propagado democráticamente por todos los ambientes de la sociedad civil: este miedo no tiene otra base que la que se apoya sobre la sociedad de monstruos existente, producida y reproducida diariamente mientras siga en pie el modo capitalista de organización social.

Tienen razón al temer que la situación puede empeorar: el Capital no puede dejar de desarrollar las condiciones de un modo de entender la vida que choca contra la humanidad entendida como Especie, la única que no tendrá nada que temer de la ciencia y de la técnica.
 

De la Naturaleza al Trabajo

En realidad la ideología burguesa, al ser variada y agrupar un arco de puntos de vista que nunca se han coagulado en una visión compacta y unitaria, como la manera de entender el órgano político que reivindicamos nosotros, se situó desde sus orígenes entre dos extremos: el primero, de origen roussoniano, gira alrededor del mito de la Naturaleza buena y de la Sociedad mala, que la corrompe, y el otro opuesto pero no tanto, que nos habla de la Naturaleza voraz y agresiva, lo cual obliga al hombre a defenderse, a ser violento si quiere sobrevivir y enfrentarse a todas las insidias.

Es cierto que la primera versión es la que más ha fascinado, ya que ha ofrecido la ocasión de teorizar la reacción humana ante la corrupción provocada por la vida social y el empeño en restaurar el reino de la “Virtud”. La otra versión, de impronta libertina y sensitiva, da cuerpo a la corriente del materialismo vulgar y mecanicista, que acaba por representar la Naturaleza como a la gran Madre violenta que es, por definición, acción y movimiento arrastrando en su torbellino a todas las criaturas, animales, vegetales y por supuesto a los humanos, justificando de este modo el comportamiento agresivo, ávido y violento de aquellos. Una especie de vitalismo nihilista que llegará a sus extremas consecuencias en el siglo XX, con los movimientos de tipo nacionalista, de matriz racista, afirmando el poder del más fuerte, el cual dicta su ley precisamente en nombre de la Naturaleza siendo él únicamente quien la interpreta adecuadamente. El mismo fenómeno del nazismo, que se suele atribuir a la cultura alemana, tiene en realidad sus raíces en el darwinismo social, que tiene muy poco que ver con los descubrimientos del sabio Darwin.

Junto a intuiciones “revolucionarias”, la burguesía pronto doblega ideológicamente sus concepciones a sus intereses exclusivos, llegando a conclusiones aberrantes y odiosas, rechazadas por el materialismo dialéctico no en nombre de un humanismo genérico, sino por las razones del proletariado, cerrando el paso al materialismo metafísico, nuevo Dios y nueva forma de idolatría que en buena medida influencia incluso corrientes socialistas, caídas en el oportunismo.

La deidificación de la Naturaleza tiene realmente un sentido para la burguesía: esto no sólo se encuentra en la cultura francesa, sino también en la inglesa, patria de la revolución industrial. Si las leyes de la Naturaleza son deificadas, basta con declararse devoto de ellas para blindarse. Las leyes del mercado comportan obediencia, y no la pretensión voluntarista de dominarlas antes sus propias necesidades y exigencias. Desde la fábula de las abejas de Mandeville, en la cual los vicios se transforman en virtud, hasta la consideración del padre de la economía clásica A. Smith, qué otra cosa se ha hecho sino afirmar que el presunto egoismo (no sólo individual, sino de clase) terminan revelándose como altruismo, una vez que se lleve a cabo con profesionalidad y empeño. ¿Alguien piensa que el carnicero o el cervecero nos dan sus productos porque les damos pena? No, lo hacen porque somos compradores a los que hay que respetar en la medida que pagan. Y todo esto se hace en nombre de la ley natural que mueve el mercado. Las leyes de la ética y de la moral, consideradas hasta este momento impuestas por Dioses, Iglesias o Estados, son reivindicadas como un gusto inducido por la naturaleza y que cada uno puede buscar libremente, ya que no hacerlo sería ir contra la misma naturaleza.

¿Y nosotros qué tenemos que oponer a esto? ¿Otra moral más edificante? Podría creerse que puesto que somos materialistas deberíamos alinearnos junto a la verdad de los fogosos libertinos... ¡Sería demasiado fácil y odioso a la vez! El materialismo dialéctico, aunque afirme la verdad de la praxis, no exalta precisamente la acción por la acción. La especificidad del materialismo histórico y dialéctico, es precisamente la de descubrir los ritmos de la acción y del movimiento; algo que ya había hecho, en sentido idealista, y por lo tanto digno de ser derribado, o mejor dicho, de poner sobre sus verdaderos pilares, el idealismo de Hegel.

Por el contrario la acción por la acción ya aparece en el siglo XVIII, en una furiosa tentativa de teorizar la primacía de la naturaleza, partiendo de su agitación interna, desde todos los puntos de vista hasta la exaltación, no metafórica o paradójica, del “crimen”. "¿Es sensato y admisible que el más débil tenga la fuerza de ofender al más fuerte? ¿Qué es lo que somos nosotros relativamente para la materia? [la cuestión nos afecta directamente, ndr]. ¿Puede ella, creándonos, haber puesto en nosotros algo que tuviese la capacidad de dañarla? ¿Esta estúpida suposición tiene algo que ver con la sublimidad y la seguridad con la que la vemos actuar conforme a sus propios fines? Ah? ¿Si el homicidio no fuese una de las acciones del hombre que mejor le permite realizar sus intenciones, permitiría que se realizara? ¿El hombre no permanecería impasible ante los golpes del hombre? Imitar la naturaleza puede por lo tanto dañar la naturaleza?... ¿por qué si se ha demostrado que la naturaleza no puede reproducirse si no es destruyendo, no se actúa conforme a sus objetivos multiplicando sin tregua la destrucción? ¿No es quizás algo agradable cooperar con sus designios?". (De Sade, La nouvelle Justine).

Esperamos que nos digan en qué se diferencia esto del así llamado darwinismo social de impronta positivista. ¡A ver cómo prueban que la ideología burguesa habría degenerado sólo con la llegada del fascismo y del nazismo! Nada más lejos de nosotros que decir que la burguesía y su pensamiento, sus superestructuras mentales, son las mismas en el siglo XVIII y en el XX, pero como vulgarmente se dice, la estaca se parece al palo. El pensamiento burgués sólo podía desarrollarse partiendo desde sus premisas.

La Izquierda comunista, sin caer nunca en el sentimentalismo simplón, que hoy es lo que impera, reivindica que su lucha por el comunismo se basa en un sentimiento básico y original, que al igual que no choca con la ciencia de la sociedad, no se halla dividido por ella. Sin ganas de hacer retórica diremos que verdaderamente para nosotros fe y razón van juntas. Hemos llegado a sostener que defenderemos a nuestra clase, si es necesario, con fe ciega, acusándonos de fanatismo. En realidad la fe ciega es la adhesión al programa histórico de clase incluso cuando el análisis y el estudio de la realidad concreta parecen incapaces de levantar el ánimo y plantean la llegada del comunismo en un lejano e impalpable futuro.

En contra de cuanto dice el materialismo burgués, nunca estaremos dispuestos a suscribir una versión y visión en la que la realidad está hecha por individuos en lucha eterna, inmersos en un maremágnum indiscriminado de tensiones y conflictos que sólo deberían ser conocidos por la naturaleza en cuanto madre o madrastra. Según nuestra opinión una simplificación de este género es incapaz de comprender no sólo el devenir histórico de las fuerzas de clase, sus choques, sino incluso sus puntos de encuentro, el reconocimiento mutuo y la unión entre individuos dentro de las clases inferiores, en determinados momentos históricos, dando pruebas de empatía, de una unión capaz de crear unos sentimientos y una lucha solidaria desinteresada que prepara el camino a la nueva sociedad, a vínculos y relaciones sociales superiores, dejando atrás la lucha entre los seres humanos, la prehistórica competición que selecciona, elimina y destruye.

Nuestra noción de materia y de naturaleza es mucho más articulada y dinámica, rica en distinciones internas y externas que la metafísica de la burguesía; y esto precisamente en virtud del hecho de que el ser humano no es simplemente una parte integrante o un apéndice último de la naturaleza, sino un factor activo, capaz de transformarla. Naturalmente hay una obviedad, y merece que la analicemos en todo su alcance. Si la naturaleza tuviese un poder envolvente y exclusivo, entonces sí que estaríamos a su merced, para bien y para mal.

La naturaleza del trabajo y de la producción no ha tenido antes de Marx una explicación y una justificación definitivas. Desde la concepción negativa, según la cual el trabajo es el producto de una culpa, a la positiva, según la cual el trabajo es una bendición, una intervención positiva sobre el ambiente, o directamente la colaboración en la actividad creativa permanente de la naturaleza o de Dios. Solamente con la llegada de la economía política clásica se inició una valoración radicalmente científica y crítica de la naturaleza y de la función del trabajo y la técnica. Marx no ha dejado de reconocer el valor científico de personajes como Smith y Ricardo, pero ha reivindicado para el materialismo dialéctico el descubrimiento completo de las razones y de los comportamientos fundamentales de la especie humana en su desarrollo histórico. Hablar de trabajo y de instrumentos productivos en general, no significa nada para nosotros si olvidamos las internas y específicas facetas del fenómeno producción. En la Introducción de 1857 a la Crítica de la Economía Política, Marx subraya que la producción también es destrucción, que el trabajo es también consumo, que el consumo es a su vez también producción, en un círculo trazado dialécticamente. No se trata de un círculo vicioso, como piensan los materialistas metafísicos, sino de una marcha contradictoria cuyas líneas de fuerza hay que descubrir.

(continuará)

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


CAPITAL Y POBLACIÓN
(Informe expuesto en la Reunión General de enero de 2002)

(continuación)
 

Forma terciaria

En los primeros siglos después de la caída del Imperio de Roma, entre los siglos V y VIII, la economía europea estaba hundida. Durante tres siglos varios pueblos asolaron los territorios del viejo imperio, determinando una regresión económica de tal alcance (abandono de campos, epidemias, etc), que el hundimiento demográfico fue inevitable. Solamente se dio una recuperación en el siglo VIII con la estabilización de la nueva estructura feudal. Por ejemplo la Galia, que a la caída del Imperio Romano había sufrido una disminución de la población de 6 a 3 millones de habitantes, a la mitad del siglo IX llegará a 5 millones.

Las enormes extensiones de la propiedad terrateniente romana eran poco conocidas en el Medievo y eran gestionadas de diversa manera; las familias de siervos trabajaban su propio terreno y además disponían del uso de tierras comunales. "El poder del señor feudal, como la de cualquier otro soberano, no se apoyaba en el volumen de sus rentas, sino en el número de sus súbditos, y esto dependía del número de cultivadores autónomos" (El Capital, vol. I). La posibilidad o no de extraer un remanente agrícola determinó en determinadas regiones el incremento, después del año 1000, de una población que se dedicó a las actividades comerciales, artesanales, bancarias, etc, enucleándose en las ciudades.

El potencial subversivo del fenómeno no escapó a la atención de la Iglesia: contra la extendida “sexualidad pública”, de carácter frecuentemente orgiástico y carnavalesco, en la que participaba también el clero (el celibato de los curas se remonta al año 1073), la Iglesia opuso un primer muro con la instauración del Tribunal de la Inquisición en el año 1183.

En Inglaterra se estiman unos 800.000 habitantes en el siglo VIII. De los datos del Domesday Book del año 1086 (en el que la población era de 1.100.000 habitantes) se puede ver que la población había aumentado y mantenía una discreta densidad en la zona de las tierras fértiles. Se ha deducido que habría una media de 2,5 hijos por pareja.

En Italia entre el siglo XI y XIII se han calculado más de 8 millones de habitantes igual que en España, que había subido de 4 millones de habitantes en el siglo IX a 7 millones en el X. En Francia se estiman 15,7 millones de habitantes en el 1300, el doble de los que había en 1150 y el triple de 1086.

Con el aumento de los excedentes agrícolas se pudieron desarrollar las ciudades, habitadas por individuos que no se dedicaban a la producción de alimentos. En el siglo XI la ciudad más grande de Alemania, Regensburg, tenía 25.000 habitantes. En el siglo XIV la ciudad más populosa era Colonia con 50.000. En Italia parece que Bolonia (que era la ciudad más grande tras Venecia) tenía en el siglo XIII 70-80.000 habitantes, Florencia 55.000, Palermo y Milán 50.000, Pistoia 45.000, Roma 35.000, Nápoles 30.000, Siena y Módena 20.000. En el siglo XII París contaba con 25.000 habitantes y un siglo después 60.000. Londres pasó de 17.850 habitantes en el año 1086 a 34.900 en 1377, año en el que sólo York, junto a Londres, superaba los 10.000 habitantes.

Escribe Marc Bloch: "¿Cómo podía haber en las ciudades tantos tejedores, tintoreros o tundidores de paños y alimentarlos, si la población no hubiese aumentado previamente y de igual manera la superficie cultivada, si los campos, revalorizados al trabajar más personas en ellos, y a ararse más frecuentemente, no hubiesen dado cosechas más ricas y frecuentes?" (La sociedad feudal).

En Inglaterra entre los siglos XI y XIV se dio un notable incremento demográfico:
 

 Año   Habitantes    Tasa ‰
------------------------------
1086    1.100.000
1100    1.300.000     12,0
1150    1.600.000      4,2
1200    1.900.000      3,4
1250    2.500.000      5,5
1300    3.300.000      5,6
1350    3.700.000      2,3
1377    2.000.000    -22,5


Sobre todo fueron la colonización agrícola y la relativa sustitución de la ganadería por la agricultura las que determinaron este crecimiento.

El siglo XIV será el siglo de la catástrofe demográfica del feudalismo. Los años 1315-17, 1340-50 y 1374-75 hubo graves carestías y entre 1347 y 1349 se añadió el terrible flagelo de la peste. La peste volvió a intervalos, en 1359-61, en 1369-76, en 1382-84, en 1390. Inglaterra en veintisiete años, de 1350 a 1377 pasó de 3,7 millones de habitantes a 2 millones. "En Viena se llegaron a enterrar 500 muertos al día; incluso hubo un día en el que se enterraron 1200. Znojmo y Brno quedaron completamente despobladas, Pomerania perdió más de la mitad de sus habitantes, Lubeck el 25% de los suyos, Magdeburgo el 50%, Hamburgo entre la mitad y dos tercios, Bremen el 70% "(Storia...).

A la epidemia de peste y a las carestías hubo que añadir la Guerra de los Cien Años. "Se dieron cita la crisis demográfica por un lado y la crisis económica por otro. Esta última precedió a la otra agravándola, la epidemia transformó una crisis de crecimiento en una catástrofe. No podríamos imaginar nada más lejano de ese modelo, fruto de un excesivo optimismo y que pretendía ver en la epidemia el medio para volver a un equilibrio entre población y producción, entre consumo y recursos alimenticios. Pasada la peste, la población, al reducirse tanto de número, no pudo satisfacer sus propias necesidades. El sistema económico, la estructura de la sociedad, la organización del Estado la aplastaron suscitando dificultades de todo género: la consecuencia de todo esto fueron violencias, desórdenes y revueltas. Golpeados en sus núcleos vitales los Estados no consiguieron un diagnóstico exacto del mal: aumentaron las cargas fiscales, lo cual no hizo sino incrementar los problemas, y siguieron con sus guerras. Tendrá que pasar más o menos un siglo para que a duras penas se restablezca la situación inicial". Hasta finales del siglo XV la peste y la carestía se volvieron a presentar periódicamente a la sociedad feudal. Por un lado subió la natalidad, pero a pesar de ello la mano de obra en el siglo XV faltaba y los salarios aumentaban cada vez más.

Pero en realidad estas epidemias se debieron más al capitalismo en desarrollo que al feudalismo. El ganado que se consumía en las ciudades traía consigo enfermedades del campo y además las urbes estaban llenas de roedores. La responsable de la peste bubónica de 1346 fue la apertura de una nueva ruta terrestre con China, a través de la cual llegaron pieles infestadas de pulgas portadoras del microbio. En 1500 parece que no se había recuperado aún el nivel demográfico alcanzado antes de la difusión de la peste.
 

Entre feudalismo y capitalismo

En el siglo XVI aumentó masivamente la población en España, con su fuerza comercial en pleno vigor: en Castilla se pasó de 3 millones de habitantes en 1530 a 6 millones de habitantes en 1594 (un aumento del 10,9‰). Entre 1563 y 1609 el Reino de Valencia tuvo un aumento del 50% y entre los moriscos del 70%. En 1609 los moriscos llegaron casi a alcanzar el 50% de los cristianos. Lisboa, otra ciudad en pleno esplendor capitalista-comercial, pasó de 65.000 habitantes en 1550 a 100.000 en el año 1600.

En Italia el Sur en poder de los españoles siguió el mismo incremento demográfico que España. Sicilia pasó de 600.000 habitantes en 1500 a un millón a finales de siglo (un aumento del 10,3‰). Palermo pasó de 25.000 a 100.000 y Messina llegó a finales de siglo a 42.000 habitantes. Nápoles con sus 200.000 habitantes estaba entre las ciudades más grandes de Europa. Roma pasó de 50.000 habitantes en 1526 a 100.000 a finales de siglo. En 1592 Milán tenía 100.000 habitantes y en 1576 Venecia tenía 170.000 (su punto máximo).

Holanda, país en el que el capitalismo se desarrollaba de manera resuelta, pasó de 275.000 habitantes en 1514 a 672.000 en 1622. Otro país en pleno vigor capitalista era Inglaterra que si en 1545 contaba con 3,2 millones de habitantes, en 1570-77 llegó casi a 4,4. En este país el aumento de la población trajo consigo una reducción de salarios y ambos fenómenos favorecieron el desarrollo de la burguesía.

La Reforma luterana retomó la consigna de los judíos “creced y multiplicaos” y entre otras cosas dispuso que los hombres se casasen a los 20 años y las mujeres entre los 15-18. Mientras el Catolicismo recomendaba el celibato, Lutero preconizaba los matrimonios precoces, pero ambos con una fundamentación religiosa. En los países de la Contrarreforma no regía la norma del “si gusta es lícito” recordada nostálgicamente por Torcuato Tasso en Aminta, sino la victoria de Tancredo sobre Clorinda, es decir del Hombre en la familia monogámica y del moralismo acerca del recato de la Mujer, proveniente de una sociedad en la que era más libre, como la del Islam descrita en Jerusalén liberada.

En el siglo XVII la coyuntura económica fue menos favorable y ese siglo y la primera mitad del siguiente registraron una profunda crisis demográfica. Fueron numerosas las carestías y las epidemias, pero también se dio la Guerra de los Treinta Años y varias guerras civiles. En el campo la edad media de los matrimonios subió a 24/27 años, muy alta con respecto a años precedentes, verdadero instrumento anticoncepcional en la Europa de la época. Es indicativo el siguiente caso: en Ginebra la edad media de los matrimonios pasó de 22 años en 1550 a 24,9 en 1600, 25,2 en 1650, hasta 27 en 1700. Si en el periodo 1600-1649 en Ginebra, hubo una media de 5,44 hijos por familia, en 1650-99 la media desciende a 3,62 y en 1700-49 a 2,91. Hacer pocos hijos no es algo propio de nuestro Occidente senil actual, sino típico de todos los periodos de crisis.

El atraso interno de España, que desarrollaba poco sus manufacturas, las empresas agrícolas y comerciales, no sólo no hizo aumentar la población, sino que la llevó a caer de 9 millones de habitantes en 1590 a 6 millones en 1650. Estaba claro que con estas cifras España no podía regir su inmenso imperio colonial, a diferencia de Inglaterra que hacía “correr” la economía y la población. Italia, aislada del nuevo contexto económico atlántico, registrará un descenso de la población del 10%. En el siglo XVII hubo un considerable aumento demográfico solamente en los Países Bajos e Inglaterra.

Fue en el siglo XVIII cuando comenzó el potente crecimiento demográfico moderno. En la Storia della popolazione mondiale los autores no pueden dejar de señalar cómo el desarrollo económico de tipo capitalista iba de la mano del desarrollo demográfico. Los mismos Estados nacionales reconocieron en el incremento de la población un sinónimo de poderío. Una población densa ofrecía bastante carne de cañón. Por eso Luis XIV ofreció favores especiales a quienes tuviesen diez hijos, y más relevantes eran los favores prestados a quien tuviese once. Federico II de Prusia propuso que los matrimonios pudiesen celebrarse a los quince años, para obtener un gran número de soldados.

"En el transcurso de un siglo [el XVIII, ndr] la población inglesa creció de 6 a casi 9 millones de habitantes, marcando un incremento del 50%, mientras que en el siglo XVII el máximo fue del 25%" (Storia...). Disminuía la mortalidad y crecía la natalidad, la población no dependía tanto de buenas o malas cosechas como sucedía antes, y sobre todo era el desarrollo económico el que pedía nuevos brazos.

Los mismos autores escriben lo siguiente: "Esta revolución [demográfica], por razones lógicas y geográficas, va unida a la revolución industrial: es una causa de ella y a la vez un efecto mediante un mecanismo de acción y reacción. Todas las formas del desarrollo económico – los progresos de la agricultura, el auge del comercio, los primeros pasos de la industrialización – contribuyen a favorecer el desarrollo demográfico. Éste a su vez contribuye a crear para la industria naciente una clientela y sobre todo le provee de una mano de obra a buen precio, porque la población excedente se concentra en la zonas fabriles y en los puertos. La mortalidad es mayor entre esta masa de población que en el campo, pero al no tener los frenos demográficos tradicionales – baja la edad matrimonial y aumenta el número de hijos ilegítimos – el empuje de la natalidad asume una importancia decisiva; el balance puede ser ahora más favorable en las regiones industriales que en las regiones agrarias".

Pero si los proletarios, los burgueses (grandes y pequeños) y los campesinos proliferan, mostrando de esta manera su propia vitalidad histórica, ¿qué es lo que sucede con la clase reaccionaria y parasitaria de la aristocracia? En 1778 Moheau escribía que "las mujeres ricas, para las cuales el placer representa el máximo de sus intereses y su única ocupación, no son ya las únicas que consideran la propagación de la especie como una bobería del pasado (...) Entre la primera y la segunda mitad del siglo la tasa de fecundidad de las mujeres de 20 a 25 años pertenecientes a la alta aristocracia se precipitó de 403 a 148". Una clase parasitaria muestra el agotamiento de su función histórica también con la incapacidad de reproducirse.

La Revolución Francesa confirmó definitivamente la familia monogámica y puso como principio la difusión numérica del “pueblo revolucionario” también mediante la procreación. Desde Saint-Just a Robespierre hasta Napoleón, todos eran favorables a la difusión de la Revolución incluso mediante la multiplicación de los revolucionarios. Francia necesitaba soldados para sus ejércitos y su Constitución invitaba a procrear y el célibe era condenado como un peso inútil para la tierra que lo nutre.

En el trascurso de cien años, de 1650 a 1750, la población europea pasó aproximadamente de 100 a 140 millones; de 1750 a 1800 superó los 190 millones: su incremento, que en cien años había sido del 40% (el 3,4‰), en 50 años fue del 33% (5,7‰). La población de Inglaterra y Gales pasó de 1789 a 1816 de 8.060.000 a 11.130.000, con un aumento del 38,1% equivalente a un aumento anual del 12‰: el influjo de la Revolución Industrial se hicieron sentir bruscamente. Un aumento de este tipo todavía no se daba en países fuertemente feudales, como España o el Imperio Austro-Húngaro.

No obstante había un territorio en la zona euroasiática que actuaba en sentido contrario: Rusia. Escribía Trotski en su informe sobre la revolución de 1905: "Debido a la presión de Europa Occidental, la autocracia rusa ha absorbido una parte desproporcionadamente grande del producto adicional, es decir ha vivido a costa de las clases privilegiadas ya formadas, frenando de tal modo su lento desarrollo. Pero no ha sido suficiente. El Estado se ha apoderado también del producto indispensable del agricultor, le ha quitado sus fuentes de subsistencia, lo ha obligado a abandonar los lugares donde apenas había conseguido establecerse y, con esto, ha obstaculizado el incremento demográfico y ha frenado el desarrollo de las fuerzas productivas".
 
 
 

3) LA LEY DE LA POBLACIÓN EN EL CAPITALISMO

Impotencia y neurosis burguesas

El comunismo – en la mayor parte de los casos – considera sana, vital y útil la tendencia al aumento de la población, que se traduce en un aumento del número de proletarios en este planeta: cuánto más se reproduce el proletariado, tanto más alcanza su difusión todos los rincones del mundo, y mayor necesidad hay del Comunismo y de la Revolución.

Por el contrario, si la burguesía defiende todavía hoy en su propia conciencia la relación causal población-alimentación, para hacer creer que su status quo es natural, inevitable y objetivo, ella hace suya sobre todo la segunda parte de la teoría mathusiana, que podríamos llamar propositiva, que atañe al control del incremento demográfico. Esto lo lleva a cabo a través de diversas políticas, con leyes punitivas contra las familias numerosas, con ligeras mitigaciones de la represión estatal de la contracepción, del aborto, del divorcio, con una mayor tolerancia de la homosexualidad, etc.

En toda la historia de las sociedades de clase, las principales víctimas de las políticas demográficas han sido las mujeres, tal y como ha denunciado siempre nuestro movimiento. Lo describe con detalle nuestro monográfico Oppresione della donna e rivoluzione comunista, en Comunismo, n°2.

La burguesía cree que puede controlar y se esfuerza en ello, la población para no encontrarse bajo la amenaza de una multitud de proletarios sin reservas que acaben con el cadavérico vertedero capitalista.

Pero la drástica caída actual de la natalidad en todo el mundo, y en particular en los países occidentales, más que el resultado de una voluntad política burguesa, es el producto de un capital cada vez más improductivo y en crisis que requiere menos nacimientos.

Escribía Lenin en junio de 1913: "El pequeño burgués ve que se acerca su ruina, que la vida cada vez se está poniendo más difícil, que la lucha por la existencia se hace cada vez más despiadada, que su situación y la de su familia se encuentra cada vez más cerca de un callejón sin salida. Esto es un hecho incontestable, contra el cual protesta el pequeño burgués. ¿Pero cómo protesta? Protesta abatido y pávido, como representante de una clase que se precipita sin esperanza hacia su propia ruina, sin ninguna confianza en el futuro. No hay nada que hacer, y por lo menos que haya menos hijos para que no sufran nuestros tormentos, para que no carguen con nuestras cadenas, para que no tengan que soportar nuestra miseria y nuestra humillación: éste es el grito del pequeño burgués (...) Nosotros somos enemigos abiertos del neomalthusianismo (...) Los obreros conscientes lucharán siempre de la manera más resuelta contra las tentativas de imponer esta vil y reaccionaria doctrina a la clase más avanzada en la sociedad actual, la más fuerte, la más preparada para las grandes transformaciones".

Aquí no se habla de moral sexual individual sino de determinaciones sociales que imperan sobre los individuos y sobre sus conciencias. Nada que ver pues con el moralismo eclesiástico, que delega la solución del problema al brazo secular y represivo de los Estados, ni con el liberalismo burgués que lo reduce a la mínima dimensión en los términos de libertad jurídica de la mujer y el hombre. Ya señalaba Lenin cómo las leyes de prohibición del aborto son una hipocresía de las clases dominantes, y vemos cómo los Estados autorizan o prohíben los anticonceptivos o el aborto según la marcha del ciclo económico capitalista.

En “Il Programa Comunista” n°12 de 1953 escribíamos: "No predicamos la limitación de los nacimientos, que es la equívoca misión de las asociaciones de beneficencia presididas por las mujeres de la burguesía, se combate el capitalismo. Por eso, si como hipótesis abstracta se pudiese frenar el aumento de las filas proletarias, que es un fenómeno mundial debido a la entrada progresiva de amplias zonas del planeta dentro del ciclo infernal del industrialismo y del trabajo asalariado, si se pudiese hacerlo, el capitalismo respiraría tranquilo. El hecho incontrastable del crecimiento y multiplicación del ejército de los trabajadores proletarios constituye una condena de muerte para el capitalismo, la cual tarde o temprano se cumplirá".

En la novela de ciencia ficción que hemos citado en algún punto de este trabajo, su autor, Philip K. Dick, imagina que en el futuro se construirá un enorme satélite-burdel para satisfacer a los hombres y que no procreen; por eso sería antimoral no abortar, precisamente porque esa sociedad no quiere “demasiados seres humanos”. La moral burguesa actual permite el divorcio y el aborto o es “tolerante” hacia la difusión de la soltería o de la homosexualidad en cuanto son de utilidad para sus fines. Pero por el contrario se muestra “moralista”, intolerante y represiva cuando necesita un aumento en el número de proletarios. Estas transformaciones de la moral sexual ya estaban presentes en sociedades precapitalistas: piénsese en los siglos de la República Romana en los que imperaba el rigor de los Catones y la corrupción de las costumbres en el periodo de su disolución y en los primeros siglos del Imperio.

La marcha de la curva demográfica, cada vez más hacia abajo, es el producto de la crisis secular del sistema capitalista, lo cual se expresa mediante extendidos sentimientos de impotencia y de inseguridad hacia el futuro. La impudicia del reverendo Malthus ponía como métodos para el control de la natalidad las guerras y epidemias. Estos factores en efecto acaban con decenas de millones de humanos, pero como sucede con las demás fuerzas productivas del trabajo, el efecto de las guerras es recuperable en la mayor parte de los casos, tras no demasiados años de “reconstrucción”. La guerra masacra al proletariado sobrante pero, en general la reconstrucción capitalista no se resiente de este vacío generacional, que sin embargo para la sociedad constituye una amputación que sólo se resuelve tras largos periodos biológicos de sucesivas generaciones. Consideraciones análogas pueden hacerse respecto a las epidemias, cuyo ejemplo actual más trágico es el del VIH en África.
 

La superpoblación relativa

En la Struttura economica e sociale della Russia d’oggi escribíamos: "Son los elementos antisocialistas los que mantienen alta la tasa de incremento natural en una estructura social. Entre ellos están la presencia de economías familiares, y en general de familias-empresas (...) y el vigor de la institución familiar monógama (...) Después está la presión para “producir productores” que nace del impulso hacia la acumulación, innata a toda economía mercantil, y de la consiguiente carrera hacia la superindustrialización". Es también cierto que "la disminución de la mortalidad debida a los avances de la medicina es otro factor moderno general, sobre el que naturalmente influyen también el clima y la situación económica".

Con el aumento de la acumulación se llega a una cierta fase en la que la oferta de trabajo resulta insuficiente a las necesidades del capital; cuando la acumulación disminuye sucede todo lo contrario, y la fuerza de trabajo llega a ser sobrante. En líneas generales en el primer caso la tendencia es al aumento de los salarios; en el segundo a su disminución en cuanto la oferta de mano de obra es abundante y los proletarios viven bajo el miedo a perder el puesto de trabajo.

Además hay que tener en cuenta el papel jugado por el aumento de la composición técnica del capital. Esta última es la cifra que expresa la relación entre el capital constante, es decir la masa de los medios de producción y materias primas usadas, y el capital variable, es decir la fuerza de trabajo. El capitalista, con el fin de detener la tendencia a subir los salarios, puede invertir “en productividad”, es decir en medios de producción, para obtener el mismo o un mayor producto con menos obreros, lo cual se traduce en el hecho de que muchos proletarios acaban engrosando el ejército de desocupados. Como escribe Marx: "El movimiento de la ley de la oferta y la demanda de trabajo sobre esta base lleva a la realización del despotismo del capital". Solamente la lucha sindical, creando la solidaridad entre el proletariado ocupado y el desocupado, está en grado de parar en determinadas fases este despotismo del Capital.

La superpoblación es una consecuencia directa del desarrollo de la acumulación, pero al mismo tiempo es también la palanca de la misma acumulación. La masa empobrecida por la inactividad pertenece a los capitalistas, que la utilizan en los periodos de expansión económica rechazándola en los periodos de contracción de la producción. Es completamente utópico pues empeñarse, como hacen muchos demógrafos y economistas, en anular la superpoblación. Gracias a ella el Capital puede vivir.

El Capital sobrevive, si bien con una dificultad cada vez mayor, precisamente porque la mayor parte de la población del planeta está hambrienta y vende su propia fuerza de trabajo a precios irrisorios y en condiciones sociales y laborales espantosas.
 

Población y revolución capitalista

Una opinión muy difundida y, como la mayoría de las opiniones muy difundidas, sin fundamento, afirma que la superpoblación mundial actual estaría determinada por el atraso y la “ignorancia”. En realidad es la revolución capitalista la que lleva a un crecimiento desmesurado de la población. "La miseria genera población", afirma Marx en el Tercer Libro del Capital, y la miseria crece enormemente con la revolución capitalista dada la necesidad del Capital de tener una enorme masa de población excedente. Es pues el progreso económico en sentido capitalista, y no el atraso pre-capitalista, el que genera un gran crecimiento de la población.

El Capital no extrae plusvalía de las máquinas, sino del trabajador asalariado: esto le es indispensable. El Capital requiere por tanto trabajadores que le den el trabajo del cual extraer plustrabajo y una población obrera desocupada para emplearla cuando le sea necesaria.

Además el desarrollo de la productividad y de los intercambios, el aumento de la división del trabajo y de la cooperación científica, la necesidad para el Capital de crear estratos intermedios entre la burguesía y el proletariado aptos para determinadas funciones sociales y el inflamiento del sector terciario, traen consigo una posterior demanda de población. “Una población que no trabaje” que se dedique de la manera más parasitaria nada más que a consumir (cfr Marx, Grundrisse, vol.II).

Cuando Stalin se jactaba estúpidamente del enorme crecimiento de la población “socialista”, nosotros respondíamos en la Struttura... que la población aumentaba enormemente porque en Rusia no había socialismo sino capitalismo. Y además el crecimiento de la población rusa un 25,8% entre los años 1913 y1957 era más bajo que el que se tuvo en Italia por aquellos años, un 35% y que en los cincuenta años precedentes en Italia que había sido del 45%. Estos altos incrementos no eran fruto de la casualidad: desde 1860 a 1913 se dio en Italia una expansión del capitalismo consecuencia de la unidad nacional alcanzada. Por lo tanto en Rusia no había ni un miligramo de socialismo, sino simple y banal capitalismo.

En Inglaterra entre 1800 y 1890 creció la población 3,2 veces (+13,1‰ anual); Francia paso de casi 27 millones de habitantes a 38 (+3,8‰); el Imperio Alemán de 23,5 millones en 1816 a 48 en 1890 (+9,7‰); el Imperio Ruso, que quisiera o no, estaba importando capitalismo, casi dobló su población desde 1850 hasta fin de siglo. Si en 1870 Japón tenía 34,5 millones de habitantes, en 1985 se habían convertido en 120,8 millones (+11‰). China en 1938 contaba con cerca de 446 millones de habitantes y hoy ha superado el millardo doscientos mil (+15,3‰)... gracias a la revolución burguesa de Mao. India en 1946 contaba con 341 millones de habitantes mientras que hoy sobrepasa el millardo (+19‰)... gracias a la revolución burguesa de Ghandi. El incremento que se ha tenido en China y la India en un siglo es igual a la población total del globo a principios de siglo. Por doquier se confirma que revolución capitalista significa explosión demográfica.

Otro factor fundamental que determina el desarrollo industrial de un país es la densidad de habitantes. En la Struttura... explicamos el crecimiento continuo en los años 50 del capitalismo estadounidense, frente al crecimiento más moderado de Rusia: "En Norteamérica hay un alto capitalismo, pero todavía una baja densidad de población (...) Los EEUU se han expandido con una velocidad enorme, pese a que su tasa de incremento demográfico era solamente equivalente al de Rusia (y hacia 1920-30 era muy inferior), gracias a la inmigración de todos los países de la Tierra. Ha alcanzado y superado a Inglaterra, arrancándole el primer puesto en la producción capitalista. Lo ha podido hacer porque ha hecho volar el incremento de la densidad de población. En el periodo que va de 1790 a 1950 ha alcanzado una cifra cuarenta veces la inicial. La Rusia europea sólo la ha cuadruplicado". El aumento constante, paralelo al desarrollo capitalista, de la densidad en los Estados Unidos se puede observar detalladamente en la Tabla histórica (pág.344/351) de nuestro estudio Corso del capitalismo mondiale.

En la tabla que viene a continuación, de otra fuente, que indica la densidad de habitantes en Inglaterra, Francia y Alemania, podemos ver la interacción industrialización – densidad de población:

 Año Inglaterra  Francia  Alemania
1300      10        40        18
1600      17        28        25
1700      42        42        27
1800      58        50        42
1900     168        71       135
1950     205        75       163
2000     243       107       230


Otro factor que puede ser útil para valorar la caducidad de la economía capitalista en un país es el grado de urbanización: en Francia la población urbana constituye actualmente el 75% del total, en Japón el 78,8%, en Italia el 67%, en los Países Bajos el 89,4%, en el Reino Unido 89,5%, en Rusia el 77,7%, en los Estados Unidos el 77,2% y en Alemania el 87,5%.
 

El crecimiento aminora su marcha

La tendencia que hoy se presenta para la población en Occidente es estacionaria o más bien de disminución, mientras que es de crecimiento sólo en los países de nueva industrialización. De 1950 a 1990 la población de los países desarrollados (esencialmente Europa incluida Rusia, América del Norte y Japón) ha pasado de 832 millones a 1,2 millardos de habitantes, con un aumento del 44% y del 9,2‰; en el resto del mundo ha pasado de 1,7 a 4,1 millardos, con un aumento del 141% y del 22,3‰.

Actualmente el 95% del aumento de la población tiene lugar en los países subdesarrollados.

Según la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia, éste disminuye históricamente debido al aumento relativo del capital constante respecto al capital variable. "La ley de la tasa decreciente de ganancia dice en otras palabras: dada una cantidad cualquiera de capital medio social, por ejemplo 100, hay un aumento continuo de la parte representada en él por los medios de trabajo y una continua disminución de la parte representada por el trabajo vivo" (El Capital, vol.III). Pero ya en el Primer Libro Marx anticipaba que "la proporción entre la parte constante del capital y la variable en origen era de 1:1, ahora es de 2:3, 3:1, 4:1, 5:1, 6:1,7:1, etc".

De aquí se deriva una contradicción demográfica, enunciada del siguiente modo por Marx en el primer volumen de los Grundrisse: "El capital debe crear incesantemente trabajo necesario para crear plusvalía; debe multiplicarlo para poder multiplicar el beneficio; pero debe igualmente suprimirlo ya que es necesario que se transforme en plusvalía. Es por esto por lo que el capital requiere el aumento de la población, y es el verdadero y propio proceso de reducción del trabajo necesario lo que hace posible poner en acción nuevo trabajo necesario (y por tanto plusvalía). De ahí la tendencia del capital tanto a aumentar la población obrera como a disminuir incesantemente la parte necesaria de la misma (o sea a colocar una parte como reserva). El aumento de la población es también el medio principal para su disminución".

Si bien es cierto que el capital extrae la plusvalía del trabajo del obrero, y que por tanto necesita su trabajo, por otra parte el capitalista lucha para aumentar la tajada de plusvalía extraída al proletariado, respecto al trabajo pagado, mediante el aumento del capital constante, y reduciendo relativamente la necesidad del trabajo obrero. Si el capital constante, desarrollando las fuerzas productivas, aumenta en relación al capital variable, se tiene por un lado la caída de la tasa de plusvalía (y de beneficio) y por otro lado la disminución relativa de la demanda de mano de obra.

Por tanto hay una relación entre la disminución de la tasa de beneficio y la disminución de la tasa de incremento de la población. Así se explica que hoy la tasa de crecimiento de la población es casi cero en Europa y en Norteamérica y sin embargo es más alto en Asia, África y Sudamérica.

En esta tabla la caída de la tasa de población en la “malthusiana” Inglaterra es patente (los datos hasta 1861 son del Capital de Marx, y desde 1861 del Corso...):

Periodo  Incremento ‰         Periodo  Incremento ‰
1811-21       15,3            1913-20       4,3
1821-31       14,4            1920-29       3,7
1831-41       13,2            1929-38      -2,3
1841-51       12,1            1938-47       4,6
1851-61       11,4            1947-55       4,0
1861-71       11,3            1955-60       4,6
1870-80       10,1            1960-70       5,9
1880-90        8,1            1970-80       1,3
1890-1900      9,5            1980-84       0,9
1900-10        8,6            1984-93       2,1
1910-13        5,2            1993-02       3,4
Si el aumento de población medio hasta 1880 era superior al 10‰, después de 1910 disminuye regularmente. No es una casualidad que al mismo tiempo se haya reducido también el aumento de la producción industrial. Resulta significativo el efecto de la Gran Depresión.

Se verifica esa ley que los demógrafos han denominado “transición demográfica”, pero que sin embargo no llega hasta la esencia de las causas. Según el marxismo "como el reciente desarrollo de la industrialización capitalista en diversas y amplias zonas del planeta ha alterado el hasta entonces lento desarrollo de las poblaciones, haciendo que se desborde peligrosamente, de igual modo la envejecida estructura capitalista de los siete principales Países está provocando el inexorable envejecimiento de sus poblaciones. Sobre sus territorios el río de la vida da claros signos de una acentuada tendencia a desaguarse y agotarse" (Corso..., pág. 86). En tanto que la enunciación dada por la burguesía de la “ley de la transición demográfica” se reduce a una banal constatación de datos empíricos, nuestra “ley de la población en el capitalismo” describe el flujo dialéctico y la relación entre causas específicas y efectos.

Occidente tiene menos hijos en tanto que el Capital occidental invierte (y no por voluntad sino por necesidad histórica) cada vez más en capital constante y cada vez menos en capital variable. Por consiguiente la fuerza vital del capitalismo occidental decae al llegar a su ya crónica senilidad estructural. En Occidente se producen demasiadas mercancías para poca población. Dicho de otra manera: las fuerzas biológicas, técnicas y productivas de la especie ya hace mucho que no se corresponden a las relaciones de producción vigentes. Sí, la presente sociedad está llena de la nueva que pugna por nacer, y no ya como simple figura retórica, sino en sentido literal.

Si la natalidad está en disminución en todo el mundo occidental, también empieza a bajar en el “Segundo y Tercer Mundos” (excluida África), ya que también sufren los efectos de la caída de la tasa de ganancia, pese al correspondiente retraso de fase.

Baja natalidad y baja mortalidad son las características de la evolución demográfica moderna a lo que se corresponde un aumento de la edad media. Si en 1985 la proporción como media mundial de los jóvenes mayores de 15 años y de los ancianos mayores de 65 era respectivamente de 33,5% y 6%, en el año 2025 está previsto que llegue a ser 21,4% y 9,7%.

La tasa de fecundidad, es decir el número de nacimientos de media por cada mujer, sigue un descenso constante a partir de la revolución capitalista. Si en 1800 en Francia la tasa era de 4,5, en 1920 había bajado a 2,5 y hoy es de 1,8 (para que la población no se reduzca es necesario que la tasa de fecundidad no baje de aproximadamente 2,2). Lo mismo ha sucedido en los EEUU que en 1800 marcaban 7 y en 1920 3,2 (citado en “Population”, n°1/2000). Desde el momento en que el capitalismo se implanta en una determinada región es una ley el que la tasa de crecimiento de la población, la tasa de natalidad y la tasa de mortalidad decrezcan.

Comentaba Marx en el Primer Libro del Capital: "Si la prolongación contra natura de la jornada de trabajo, que es la tendencia necesaria del capital llevado por su innato instinto de revalorizarse a sí mismo, abrevia el periodo de vida de los obreros y, con ello, la duración de su fuerza de trabajo, es necesario someterlos a mayores costes de desgaste en la reproducción de la fuerza de trabajo, igual que la parte de valor que reproduce una máquina cotidianamente es tanto mayor en cuanto más rápido es su desgaste. Por tanto parece que el mismo interés del capital le lleva a regular una jornada de trabajo normal", y por consiguiente, a una bajada de la tasa de mortalidad.

La baja tasa de mortalidad, en particular infantil y juvenil, y el aumento de la edad media son la consecuencia de las normas higiénicas y de los progresos de la medicina. Estas grandes transformaciones en la curva, en la distribución porcentual por clases de edad de la población, es una verdadera desgracia para el capitalismo, obligado como está a mantener con vida, bien o mal, a una gran parte del proletariado que no está en las fábricas. El vampiro-Capital se consuela pensando en el papel de “consumidores” que asumirán incluso en periodos de crisis crónica.

Pero no hay que excluir de ningún modo las interrupciones e incluso que se inviertan las tendencias en la disminución de la mortalidad ya sea por efecto de las guerras o por empeoramientos previsibles en las condiciones de vida urbana, alimentación y trabajo. Un ejemplo realmente apocalíptico, muy callado por los burgueses del este y del oeste, es el de Rusia, donde tras la caída económica de 1989 la media de vida ha caído de manera dramática: los ancianos han sido diezmados por el frío, el hambre, la criminalidad y los jóvenes por el alcohol y los suicidios inducidos por la desesperación.

En líneas generales, sobre la población actúan más la natalidad y la mortalidad que la emigración y la inmigración, exceptuando los continentes de América y Oceanía, con una enorme inmigración. La inmigración sirve ante todo para mantener la mano de obra a bajo precio y sobre todo cuando hay una necesidad inmediata de mano de obra y no se puede esperar al relevo generacional. En Occidente vista la situación, se recurre masivamente a la inmigración.
 

Las tendencias en Asia y África

Según algunas estimaciones la población mundial llegará a 8,5 millardos, repartidos por continentes de la siguiente manera:

1.597.000.000   en África
  757.000.000   en América Latina
  332.000.000   en Norteamérica
4.912.000.000   en Asia
  515.000.000   en Europa
  352.000.000   en la ex-URSS
   38.000.000   en Oceanía.
Según estas estimaciones internacionales África, donde en 1985 vivía el 11,5% de la población, podría alcanzar el 18,8% de la población mundial. Europa (sin la ex-URSS) donde vivía el 10,1% de la población no alcanzaría más que el 6,1%. Está previsto un leve aumento en el porcentaje correspondiente a Sudamérica (de 8,3 a 8,9%), un leve decrecimiento en Asia (de 58,4 a 57,7%) y una caída de la ex-URSS del 5,7 al 4,1%.

En África la tasa de crecimiento actual es del 28% anual (una tasa que, si bien es constante, implicaría el doble de población en tan sólo 25 años) y el número medio de hijos por mujer es de 5,8. Pero "si un padre de familia cuyo objetivo sea tener dos hijos que vivan cuando él tenga 60 años, objetivo plausible según las normas africanas, debería generar ocho hijos, dadas las condiciones de elevada mortalidad que subsiste todavía en ciertas regiones rurales".

Nigeria, que en 1950 contaba con 33 millones de habitantes, en 1998 tenía 106 millones, con un incremento medio anual del 24,6‰, y en aumento. El Banco Mundial prevé para este país 217 millones de habitantes en el 2025, lo que equivaldría seguir al 26,9‰. Para Etiopía se prevé la triplicación en el mismo periodo (de 55 millones a 141 millones, 37‰), en Kenya el doble (de 26 a 47 millones, 22,2‰) y además Kenya tiene entre otras cosas la media de fecundidad más alta, 8,1 hijos por mujer. África, gracias sobre todo a los países antes citados pero también a la superpoblada Argelia, es el continente más atrasado con respecto a los demás en el desarrollo capitalista de la población, pero desde los años 70 está recuperando rápidamente terreno aunque todavía no ha alcanzado el vértice en el crecimiento de la tasa de población, lo cual será el anuncio de su inevitable caída.

Jean-Claude Chesnais en La population du monde señala que el mundo se puede dividir en:
– regiones con un régimen demográfico moderno (incremento natural de la población, o sea excluyendo los flujos migratorios, en aumento entre el -1 y el +1‰ en el año 1999: Occidente para entendernos);
– regiones en “transición demográfica” avanzada (crecimiento entre el 1 y el 1,2‰: Corea, China, Argentina, Chile y muchos otros países);
– regiones en “transición demográfica” tardía (crecimiento entre el 1,2 y el 20‰: Brasil, Méjico, Colombia, Venezuela, pero también la India, Egipto, Marruecos, etc);
– el último grupo es el del crecimiento demográfico explosivo donde "al caer la mortalidad pero no habiendo disminuido la fecundidad, el ritmo de desarrollo demográfico está en su fase de crecimiento". En este grupo sobre 42 países, 28 pertenecen a África. En casi todos los países de África el crecimiento de la población ha oscilado entre el 100 y el 300 por ciento desde 1950 a 1990, o sea entre el 17 y el 35‰.

Escribe también Chesnais: "Una esperanza de vida de 40 años era lo normal es Europa occidental hacia 1850 y es la situación que prevalece hoy en la casi totalidad de África; en algunos casos extremos (Angola, Gambia) la esperanza de vida es todavía de diez años más corta. En África los países que superan tales valores son raros; se trata de los que, tras una forma positiva de colonización (formación de médicos, construcción de hospitales, creación de infraestructuras), han podido beneficiarse de las mejoras de la medicina occidental: Egipto, Magreb, África del Sur, Zimbabwe. La precariedad de las condiciones sanitarias es una característica también de África del Sur, donde la media de vida es de 39 años, un poco más que la de toda África (37 años). Existen 19 países con una media de vida inferior a 35 años". Esto también hay que apuntarlo en la lista de los “holocaustos”, si bien en este caso de signo democrático y liberal.

Este holocausto capitalista se hace particularmente atroz debido a la enorme difusión del VIH, que en algunos países tiene tal difusión que sus efectos son similares a los de la peste del siglo XIV. "Son 34 los países del mundo que a finales del siglo XX presentan una tasa elevadísima de población infectada, 29 de los cuales están en el África sub-sahariana, 3 en Asia (Camboya, India y Tailandia) y 2 en América Latina (Brasil y Haití). De los 30 millones de individuos que se estima están infectado por el VIH en todo el mundo, el 85% (26 millones) reside en esos 34 países en los cuales se registra también el 91% de las muertes por VIH en todo el mundo. El impacto sobre la media de vida ha sido devastador: en los 29 países africanos la media de vida es de unos 47 años, 7 menos que los que se tendría si no existiese el VIH" (Golini). En algunos países africanos cerca de la mitad de la población está infectada por el VIH. Es evidente que el capitalismo mundial, con la evidente complicidad de los gobiernos locales, no tiene interés en curar la enfermedad, ya que la epidemia es un instrumento para mantener el incremento demográfico dentro de unas tasas “razonables” para ellos.

En Asia, tras un periodo de fuerte crecimiento demográfico, se asiste, al contrario que en África, a un ajuste de la tasa de crecimiento. Entre 1970 y 1990, con excepción de pocos países como Afganistán y Arabia Saudita, ha habido un claro ajuste de la fecundidad, incluidas China y la India.

El ejemplo de China viene acompañado de muchos datos en “Population” n°2/2000, en el artículo La fecondité chinoise á l’aube du XXI siécle. En la época de Mao el Estado llamaba a “producir productores” con incentivos como premios en metálico y ventajas fiscales.

Año   Población    Tasa de    Tasa de     Tasa de
      (millones)  natalidad  mortalidad  crecimiento
1904    330.000
1953    587.960     37,0       14,0       23,0
1960    662.070     20,9       25,4       -4,6
1964    704.990     39,1       11,5       27,6
1970    829.920     33,4        7,6       25,8
1975    924.200     23,1        7,3       15,7
1980    987.050     18,2        6,3       11,9
1985  1.050.440     17,8        6,6       11,2
1990  1.143.330     21,1        6,7       14,4
1995  1.211.210     17,1        6,6       10,5
1998  1.248.000     16,0        6,5        9,5


La tabla anterior está sacada de la citada revista (Population) que no incluye Hong Kong y Macao; el dato del año 1904 proviene del Calendario Atlante De Agostini).

Actualmente el gobierno ejerce una campaña de propaganda que lleva a los chinos a tener un solo hijo, campaña que trae consigo sus premios y castigos fiscales. Esto ha impulsado la triste pero difundida práctica de la supresión de las niñas, antes o después de nacer. Sirven como testimonio del fenómeno las estadísticas por género de algunas clases de edad.

"Por primera vez en la historia de la República popular – con excepción de los tres años de carestía consecutiva al Gran Salto hacia delante (1959, 1960 y 1961) – la tasa de crecimiento natural ha pasado en 1998 por debajo de la barrera del 10‰ (...) La evolución está clara para los cuatro periodos intercensitarios (por media anual):

+ 17‰ desde 1953 a 1964
+ 20‰ desde 1964 a 1982
+ 15‰ desde 1982 a 1990
+ 13‰ desde 1990 a 1998".
Pero la disparidad existente entre región y región es enorme. Si en 1990 la tasa de crecimiento anual en Shangai era del 4,4‰ y en 1997 ha caído un -1,3‰, en el montañoso Tibet tenían una tasa del 16,4‰ en 1990 que había descendido solamente hasta el 16‰ en 1997. En línea general la zona costera con una industrialización más “vieja” tiene unas tasa muy bajas y las zonas más al interior y menos industrializadas, en las que las fuerzas capitalistas están en pleno proceso de revolucionar viejas tradiciones y modos de vida seculares, tienen tasas elevadas.

La necesidad de la caída de la tasa de incremento tiene efectos obvios sobre la “moral sexual”: "La pequeña revolución sexual que se lleva a cabo, según se puede leer en el artículo, revoluciona los viejos comportamientos: las relaciones sexuales no tienen ya, como sucedía en las sociedades tradicionales, como principal función la reproducción; la inmoralidad ya no se halla en el placer sexual y en el amor, como sucedía durante la Revolución cultural; hoy se busca la afirmación personal a través de la afirmación sexual". Las nuevas y diversas exigencias del Capital, como se ve, actúan directamente sobre la moral y sobre lo que cada uno considera más personal, íntimo y reservado: el amor de pareja. Hasta tal punto se ha modernizado China que el 83% de las mujeres en edad de procrear usa métodos anticonceptivos y están en aumento los casos de divorcio. Se desarrolla un tipo nuevo de sexualidad, no ligada inmediatamente a la reproducción.

En la India desde comienzos del siglo XX hasta los años 60 la fecundidad por mujer permaneció en torno a los 5,9-6,0 hijos, mientras la media de vida pasaba de 20 a 46 años. A partir de la mitad de los años 70 la fecundidad ha caído lentamente llegando en 1991 a 3,4 hijos por mujer.
 

¿Hacia un estado estacionario?

Naciones Unidas y el Banco Mundial han formulado una previsión según la cual en el periodo 2030-2035 habría una estabilización de la población a nivel mundial, debida al descenso de la tasa de natalidad.

Si aceptásemos esta hipótesis, de la cual el Banco Mundial está convencido, o al menos así lo hace creer, y si el capitalismo aún vive y no ha sido enterrado por el comunismo, se llegaría a una condición perfectamente estacionaria, con una tasa de fecundidad un poco superior a 2 y una mortalidad baja, con un gran porcentaje de ancianos en la población, etc.

¿Qué sucedería entonces? Aunque la imagen de la estacionalidad es del gusto de todo tipo de reaccionarios y pequeños burgueses, para el Capital no es una buena noticia, más aún, es totalmente incompatible con él. En el World Economic Forum de Nueva York en enero de 2002, el economista Gail Foster explicó del siguiente modo porqué la aguda crisis japonesa no presenta vías de salida: "Con la población en declive, la crisis y las políticas erróneas tememos que no se pueda evitar lo peor". Lo que el Banco Mundial llama estabilización demográfica sería en realidad una catástrofe para el modo de producción capitalista, mucho mayor que la hipócritamente deplorada “muerte por sobrepoblación”.

Por tanto el Capital, aunque salga de la Tercera Guerra Mundial de la que esperaba encontrar linfa vital, continuaría encontrando una tasa de ganancia que roza el cero, ligado a una tasa de crecimiento de la población igualmente exánime. El modo de producción capitalista, y esto es algo evidente, ha cumplido su ciclo, ha dado todo lo que podía dar y solamente espera su jubilación por las fuerzas vivas del Comunismo.

Sabemos que el número de por sí no basta si los millardos de iones no se orientan y alinean según las líneas de fuerza del campo histórico, que sólo conoce y preve el partido de clase. Pero contra la putrefacción capitalista ya se ha formado el gran ejército del proletariado mundial, cada vez más numeroso. Si Norteamérica y Europa en conjunto, no llegan al millardo, África, Asia y Sudamérica suministrarán ocho millardos de hombres, en gran parte proletarios, a los que el Capital no podrá siempre controlar y reprimir fácilmente. Millardos de proletarios contra un exiguo número de parásitos que han dedicado la vida a enriquecerse y a dominar sobre las espaldas de la mayoría de la humanidad.
 

La población en el Comunismo

En nuestra antigua batalla contra la degeneración estalinista aparecieron nuevas confirmaciones de la validez del marxismo y se profundizaron otras cuestiones, entre ellas la de la población.

Stalin consideraba como una “conquista socialista” el enorme incremento de población, que en realidad no se debía al socialismo, que no existía, sino al naciente capitalismo ruso. En esa ocasión de “diálogo” dijimos a Stalin que si hubiese socialismo en Rusia se darían otras leyes de población: "Con unos índices de la producción agraria e industrial sensiblemente constantes e iguales a los de la población – índice creciente de la productividad del trabajo e índice decreciente en proporción inversa de tiempo de trabajo – mortalidad baja tendente a un mayor equilibrio entre la edad joven y adulta y limitada al 10‰ anual – natalidad a un nivel del 15‰ anual – incremento de población bajo y de aproximadamente el 5‰ anual. Esta sociedad imaginaria en la que se acercaría el límite de la vida biológica al de la posibilidad reproductiva, y por tanto ni demasiado vieja ni demasiado joven, no se plantea como un ideal surgido de los complicados cálculos de la demografía matemática, sino que se ha descrito para dar una idea de la renovación de las generaciones en un supuesto flujo normal, que siga a la época de las catástrofes. En esa sociedad imaginaria 1000 habitantes serían 1160 al pasar 30 años, 1350 después de 60 años y 1570 después de 90 años. Habrían nacido en este periodo 1740 personas y muerto 1140, o sea no habría supervivientes demasiado viejos, como norma. Además los fenómenos migratorios por una parte y otra del globo serían de tal amplitud que la densidad local se acercaría a la densidad optimum, o capacidad de la tierra para albergar seres humanos vivos".

Más adelante añadimos que en el Comunismo se vendrán abajo las tendencias demográficas del capitalismo "con la limitación racional de los contactos procreativos, según razones de edad, sanidad y mediante una auténtica planificación de las actividades; en la cual lo primero será contar, no ya con unidades-moneda, sino unidades verdaderas, la primera de todas la unidad animal-hombre".

Malthus consideraba que una sociedad de hombres libres e iguales era utópica: "no consigo imaginar una forma de sociedad más propicia al aumento de la población [que la comunista]. La indisolubilidad del matrimonio, que hace de él actualmente una decisión irreversible, realmente desanima a muchos a dar este paso. Por el contrario, la libertad de relación sería la mayor incitación a las uniones precoces (...) El número de habitantes aumentaría necesariamente más rápido que en cualquier sociedad antes conocida". Para Malthus, que sólo conoce al hombre del mundo burgués, una sociedad "sin guerras, vicio y miseria" estaría abocada a la ruina ya que no existiría ningún freno al incremento de la población.

Hemos demostrado con los datos actuales de historiadores y demógrafos que Marx tenía razón y Malthus no. Cada modo de producción tiene sus propias leyes de población. Hemos visto que, antes de que interviniesen las prohibiciones impuestas por los distintos modos de producción de clase, era el instinto de Especie el que regulaba la producción de seres humanos. En la futura sociedad comunista, que será nuevamente una sociedad en sentido pleno, el instinto de reproducción, individual y colectivo, volverá a liberarse de las constricciones de la ignorancia moderna, de la miseria y de la dictadura de los Estados.

En un fragmento de Engels sobre la asociación del futuro podemos leer: "Las asociaciones que ha habido hasta ahora – naturales o artificiales – existían, según las circunstancias, por razones económicas, pero estas razones estaban escondidas y tapadas por hechos ideológicos secundarios. La polis antigua, la ciudad o corporaciones medievales, la liga feudal de la nobleza terrateniente, todas tenían unos fines ideológicos secundarios que las justificaban y que, en la liga familiar patricia y en la corporación, derivaban, al igual que en la polis antigua, de recuerdos, de tradiciones e ideales de la sociedad gentilicia. Sólo las sociedades mercantiles capitalistas son completamente claras y prácticas, pero vulgares. La asociación del futuro unirá la frialdad de estas últimas con el ansia de prosperidad social común propia de las antiguas, alcanzando de esta manera su fin".

La especie y no el pueblo dividido en clases como actualmente, será en el Comunismo un único cuerpo orgánico – viviente y reproductor – para el cual “el desarrollo de cada uno será la condición para el libre desarrollo de todos”.
 
 
 
 
 
 
 
 


NOTICIARIO

Patriotismo en Brasil

A la cúpula del Partido dos Trabalhadores do Brasil le parece que ya va siendo hora de arrojar a la papelera todos los adornos y toda la retórica que emplearon para ganar las elecciones engañando a los trabalhadores. Después de dejar a las claras cual iba a ser su política socio-económica, de aplastar las huelgas y las reivindicaciones obreras, ahora pueden entonar los himnos patrióticos, al estilo de la pasada dictadura cuartelera, en medio de paradas militares y el despliegue de las banderas. Todo un gesto de alto valor simbólico hacia los sectores más desconfiados de la burguesía, haciéndoles entender que el PTB es una garantía de continuismo para la sociedad del capital.
 

Sobre el “Plan Ibarreche”

Anda todo el mundo burgués alborotado en España por el llamado “Plan Ibarreche” que pretendería llevar a las provincias vascas a la separación formal del estado español quedando en situación de “estado libre asociado”, una especie de Puerto Rico ibérico. Los resultados económicos de la tal propuesta para la patronal vasca son del todo dudosos y en realidad se trata más bien de un “farol” lanzado por el sector capitalista enucleado en torno al PNV, para conseguir más prebendas del gobierno de Madrid. Mientras tanto la pequeña burguesía vasca (HB-ETA) se frota gozosa las manos esperando obtener su parte en el reparto del botín, botín que no olvidemos, procede de la explotación del proletariado.
 

Tambores de guerra en Irán

Lejos de haber alcanzado la “pacificación” deseable en Irak, el actual portavoz (sólo habla, los que piensan son otros) de la burguesía norteamericana dirige sus amenazas ahora contra Irán. Este país, regido actualmente por la dictadura burguesa del clero islámico, está llevando a cabo un rearme que empieza a preocupar seriamente a los EEUU y sobre todo a su lacayo Israel. El anuncio a finales del pasado año 2004, de la fabricación del misil Shahab-3, capaz de alcanzar 2.000 kilómetros (llega hasta Centroeuropa) y la prosecución de su programa nuclear ha desatado la caja de los truenos. Que la burguesía teocrática iraní no está sola, lo demuestra el hecho de que el susodicho artefacto se fabrica con la ayuda de ciertos amigos íntimos del gobierno yanqui: China, Rusia y Corea del Norte. Las fichas del tablero interimperialista siguen moviéndose sin tregua perfilando lo que es inevitable en la sociedad capitalista: un enfrentamiento generalizado.
 

El PSOE y la Iglesia

Con el tema de la financiación como telón de fondo, la jerarquía católica española ha amenazado con lanzar a sus huestes a la calle contra la pretensión del gobierno del PSOE de “renegociar” las aportaciones del Estado a la Iglesia. Rápidamente, uno de los portavoces del PSOE, Blanco, ha tranquilizado a las masas católicas afirmando que en PSOE no es ningún partido de “rojos tragacuras” y que sólo pretende “negociar”. Un asunto éste que la progresía ha saludado haciendo creer a los trabajadores que el gobierno del PSOE sigue realmente una política de ”izquierdas”. Una vez más el arma del anticlericalismo es utilizada en ambos sentidos, por la derecha y por la izquierda del Capital, en sentido antiproletario.
 

Despidos en Izquierda Unida

En todo un ejemplo de coherencia, que suele ser inherente a todos los demócratas, el partido-empresa Izquierda Unida ha despedido a tres de sus trabajadores: un administrativo, un técnico medio y un licenciado. Tras el consiguiente proceso judicial por el despido, el juez ha condenado a la empresa (IU) a readmitir o a indemnizar a los trabajadores. A esta mezcla de estalinistas “descafeinados” (la coyuntura histórica lo exige así), progres parlanchines y pequeños burgueses descarriados le crecen los enanos últimamente por doquier.
 

La lucha de los trabajadores del AVE

La situación de los proletarios del sector de las subcontratas es el fiel reflejo de la dinámica capitalista en tiempos de crisis. Por un lado salarios de miseria realizando el mismo trabajo que los trabajadores de la empresa contratante, y por otro el desprecio de los sindicatos del régimen burgués hacia sus demandas sociolaborales. Así sucede en las líneas de Alta Velocidad Española (AVE) con el personal de tierra de la empresa Clece S.A, la empresa contratada por RENFE (ferrocarriles estatales españoles) para atender a los viajeros. Con salarios que no llegan a los 600 euros al mes, estos trabajadores, que realizan 40 horas semanales, y en medio de una fuerte represión y terror patronal traducido en amenazas y despidos, han ido a la huelga. Es de señalar la actitud de total indiferencia de los sindicatos del régimen burgués hacia estos trabajadores, más preocupados en defender su política de pactos con la patronal, que en definitiva es su verdadera función como sindicatos verticales de la democracia.
 

China invierte en Latinoamérica

Llegan noticias inquietantes para EEUU y la Unión Europea. China está cada vez más interesada en los mercados sudamericanos. El pasado mes de noviembre se firmaron una serie de jugosos acuerdos de carácter económico entre China y Cuba. Como más destacable tenemos una planta de ferroniquel en Moa (al este de Cuba) producto de la inversión del grupo industrial chino Minmetals. Además en Argentina los chinos tienen previsto invertir unos 20.000 millones de dólares en diez años en el sector petrolero argentino. Sumemos las inversiones previstas en Brasil, Chile... Como vemos imperialismo puro y duro, por mucho que nos hablen de “socialismo”.
 

Se ha ido la luz

Una serie de apagones han dejado sin luz a una serie de grandes ciudades españolas. Incendios “inexplicables”, accidentes “imprevisibles” forman parte de la nueva estrategia de las empresas eléctricas con el objeto de recabar ayudas del Estado para subsanar las causas. No contentos con vender más energía de la que pueden suministrar (verdadera causa de muchas de las averías) y a precio de oro, encima piden que el dinero que el Estado saca a los trabajadores sirva para que mejoren las instalaciones de sus negocios. El gobierno burgués del PSOE “está estudiando la situación”, lo que traducido a nuestro crudo lenguaje marxista significa que da luz verde al asunto pero con la mayor discreción posible.
 

Ser soldado en el ejército ruso

Lo ha dicho muy claramente Putin: Rusia debe mejorar e incrementar su potencial bélico y no sólo debido a la amenaza del “terrorismo internacional”. De esta manera se dotarán muy pronto de nuevas armas nucleares “que no existen y no existirán en los próximos años en las otras potencias nucleares” (obvia advertencia a EEUU). Las pomposas declaraciones del ex-espía fueron contrarrestadas por su ministro de Defensa, Serguei Ivanov. Las cifras, ofrecidas por él mismo, son elocuentes: en 2004 murieron más soldados rusos por suicidio que en el frente de Chechenia. La brutalidad en los cuarteles, los accidentes (debido al mal estado del material y de los vehículos) y los sueldos miserables de los profesionales dejan a las claras que el potencial militar ruso no puede depender de su armamento y de sus soldados “convencionales”. No tiene nada de raro que los jóvenes reclutas se nieguen a ir a ese matadero que es el ejército, aumentando los casos de deserción y teniendo que ir la policía personalmente a los domicilios para arrastrar a los jóvenes hacia su “deber patriótico”.
 

La farsa del SMI

Para garantizar la “competitividad” nada mejor que unos salarios miserables y unas condiciones de trabajo cada vez más parecidas a las de los países del así llamado “Tercer Mundo”. En España la “disputa” entre gobierno, patronal y sindicatos sobre la cuantía del SMI (Salario Mínimo Interprofesional), tiene en definitiva que garantizar eso. De esa manera se da la impresión de que andan a la gresca cuando en definitiva no es más que la enésima representación teatral con los actores habituales. Con unos salarios de los más bajos de Europa (sólo por delante de Portugal), resulta evidente que la subida del 4,5% del SMI para este año, según la propuesta del Gobierno burgués del PSOE, es una muy buena noticia para el conjunto de la patronal, por mucho que simulen lo contrario.
 

El “Domingo Sangriento” 32 años después

Se espera que el próximo verano (2005) se publique el informe final sobre estos sucesos. Como es sabido, el ejército inglés abrió fuego contra una manifestación pacífica en Derry en el año 1972. El resultado fueron 14 muertos y numerosos heridos y un recrudecimiento de las acciones del IRA y de la agitación de la población irlandesa en el Ulster. Ahora, cuando el crimen ya ha prescrito, es el momento de buscar responsables, y todo quedará en un tirón de orejas, o ni tan siquiera eso, como siempre.
 

Méjico: secuestros y respuestas

La situación social en algunos países es tal que la población debe defenderse por sí misma de la delincuencia generada por el capitalismo. Así está sucediendo en Centroamérica y Méjico, donde la oleada de secuestros y asesinatos de jóvenes obreras motiva la aplicación de la ley de Linch. La inhibición policial, cuando no la participación abierta de sus miembros en estas prácticas delictivas que afectan sobre todo a la clase trabajadora, ha llevado a la creación de patrullas de control de la población afectada para intentar atajar estos crímenes. Sólo la destrucción total y sin contemplaciones de todo el aparato estatal capitalista y la instauración de la dictadura revolucionaria del proletariado podrán sanear el podrido panorama social presente.
 

Sonrisas y lágrimas

La portavoz de la Asociación de Víctimas del atentado del 11-M en Madrid compareció el pasado mes de diciembre en el Congreso de los Diputados. Durante su intervención, inesperada, según parece, vistas las reacciones que suscitó, arremetió con buenas maneras pero con un fondo de amargo reproche, contra todos los estamentos del estado capitalista. La reacción de los aludidos fue una repugnante comedia, (pidiendo incluso perdón a las víctimas) y ¡cómo no! la creación de un Alto Comisionado (como hizo el PP con el Prestige) según anunció Rodríguez Zapatero.

Avispados editores olfatearon el negocio, dada la enorme simpatía popular que despertó el hecho, y ya han publicado la intervención íntegra a seis euros la pieza.

La ausencia de auténticos organismos sindicales y políticos de la clase obrera hacen posible estas farsas y que la desesperación y el dolor de las víctimas y familiares (192 muertos y 1.500 heridos) se canalice a través de las mefíticas instituciones del enemigo de clase.
 

Prestige: todo sigue igual

Para hacerse una idea de lo que le importa a la burguesía española el medio ambiente y las condiciones de vida de los trabajadores del mar, leemos en La Voz de Galicia que esta región sigue sin contar con remolcadores más potentes (se ve que prefieren alquilárselo a los chinos, como sucedió durante el naufragio), sin barcos anticontaminantes (para qué si los tienen los Países Bajos) y sin aviones de reconocimiento (con lo que gastan). Y todo esto dos años después de la mayor catástrofe medio ambiental de la Europa Atlántica. Total, para qué gastar en más medios si la población costera y los miles de voluntarios hicieron el trabajo gratis.
 

Relevo democrático y “paz” en Palestina

Como era de esperar el candidato oficial Abu Mazen resultó elegido como presidente del batustán palestino. Las declaraciones pomposas, las reuniones “al más alto nivel” con sus colegas burgueses del resto del mundo y la más refinada represión, será lo único que puedan ofrecer a las masas proletarias palestinas. Éstas, ante la falta de una perspectiva de clase seguirán creyendo en la alternativa islámica tan impotente como falsa.
 

Explosión en Burgos

El pasado mes de enero una explosión en un local de Burgos ocasionó la muerte de 10 trabajadores de la construcción. Los obreros pertenecían a una constructora muy importante en la provincia y ligada a los caciques locales y a sus medios de comunicación. La indignación entre la población obrera de la ciudad castellana fue patente si bien la protesta se encauzó civilizadamente. Pero esa misma tarde, rompiendo la tónica general, alguien intentó hacer justicia arrojando un artefacto incendiario contra la sede de la empresa. Rápidamente empezaron a llegar los pesos pesados de las instituciones capitalistas (gobierno, sindicatos...) para canalizar el descontento y prometer llegar “hasta el fondo” del asunto.
 

Acerca del tsunami

La terrible catástrofe, evitable en otro modelo de sociedad no mercantil y no monetaria, que ha asolado Asia, ha puesto de manifiesto una serie de innovaciones en las técnicas de “ayuda a los damnificados”. Dejando a un lado el apetitoso bocado para los bancos, canalizadores de los donativos, y sus apéndices las ONGs, hemos visto como diversos gobiernos han enviado a Indonesia por su cuenta y riesgo, aprovechando el caos y la confusión reinante, a sus propios efectivos militares, como si de un ejercicio táctico se tratara. La medida no ha sentado nada bien a la burguesía indonesia que ha visto ultrajada su dignidadnacional con la llegada de las tropas extranjeras, por muy “humanitaria” que fuese su misión.
 

Citibank premia a sus lacayos

El asunto, que ha llegado hasta los tribunales merced a la denuncia de un ex-ejecutivo del banco, es ya tan habitual que casi no es noticia. Citibank España ha pagado una jugosa cantidad (más de 650.000 euros) a Comisiones Obreras, UGT y FITC (Federación Independiente de Trabajadores del Crédito) a cambio de la aprobación de una serie de acuerdos claramente perjudiciales para los trabajadores del banco. Además de los pagos en metálico, estas sanguijuelas han recibido otra serie de prebendas tales como material informático y viajes a EEUU, donde es de suponer, habrán sido agasajados convenientemente por sus amos. Así funcionan los sindicatos del régimen capitalista, y así funcionarán hasta el día en que la revolución social les chafe la fiesta.
 

Nueva tragedia en el mar

Otra vez el hundimiento de un barco pesquero ha sido noticia. En este caso le ha tocado al Siempre casina, navío con base en Burela (Lugo) en cuyo naufragio frente a las costas asturianas perecieron el pasado mes de febrero ocho de sus nueve tripulantes. Desde el año 2000 ya van 89 muertos como consecuencia de naufragios en España. Es el tributo que la clase trabajadora debe pagar en el mar a la sociedad mercantil en la que nos ha tocado vivir.
 
 





REUNIÓN DE TRABAJO

Florencia, 29 y 30 de enero de 2005
[RG91]






El 29 y 30 de enero los compañeros del partido se volvieron a encontrar en la sede de la redacción de Florencia para la reunión periódica de trabajo.

Es sabido que, según antigua aspiración del movimiento comunista desde sus orígenes, confiamos el desempeño de todas las funciones propias del partido, desde las embrionarias de hoy a las más diversificadas y potenciadas de mañana, al convergente, disciplinado y ordenado trabajo de todos los grupos e individuos que constituyen su red militante. En nuestras reuniones no se contraponen nuevas tesis, se aportan contribuciones para el colectivo redescubrimiento y defensa de las viejas, y para rediseñar la línea de continuidad que, por encima de los presentes, une el pasado de la clase y del partido a su futuro. Prefiguramos un partido no conflictivo en su interior, que trabaja según un plan único, por todos conocido, por todos aceptado y que tiende a utilizar todas sus disponibilidades.

El medio, los modos y los sentimientos de nuestro trabajo en el partido, no son menos importantes ni separables de los resultados que con él se obtienen, las correctas valoraciones de las experiencias históricas y las correctas consignas. No se trata de formalidades estéticas o de un ritual hipócrita, sino de un natural y espontáneo comportamiento del partido que le concede una mayor eficiencia y coherencia en el tiempo.

Como se dice en ciertos cuerpos de tesis, negamos que la lucha entre las clases opuestas de la sociedad traspase al partido (de hecho estamos por un partido “cerrado”), y por ello se deba necesariamente, constitucionalmente, reflejar en una guerra entre individuos y grupos. “Aquí no se hace política”, es una frase de Carlos Marx. La Izquierda Comunista Italiana no la ha hecho nunca, ni siquiera en la Tercera Internacional en plena degeneración y cuando, bajo Stalin, se llegó a teorizar de manera barriobajera que en el partido habría escondidos “traidores” y “vendidos a la burguesía”.

Con este espíritu, con las fuerzas determinadas a serlo, llevamos a cabo la reunión.

Los primeros compañeros empezaron a llegar desde el jueves por la mañana para tener tiempo de preparar mejor las exposiciones; posteriormente, el sábado por la mañana reunión organizativa, en la que se han examinado rápidamente los términos y las cuestiones que han surgido de nuestras intenciones de estudio y de la posible intervención externa. El sábado por la tarde y el domingo por la mañana lo hemos dedicado a escuchar los resúmenes de los grupos de estudio, a los que, como de costumbre, damos aquí un vistazo rápido, y que serán publicados en toda su extensión en el próximo número de la revista “Comunismo” (en italiano) que saldrá en julio.
 

CURSO DEL CAPITALISMO

Se proyectaron lúcidas descripciones, con cifras y gráficos, de nuestra actualización de los ciclos que marcan la coyuntura económica del capitalismo. El relator se extendía en cada uno de ellos desarrollando comparaciones históricas y entre países. Se describió aparte la marcha de la crisis actual en los diversos países.

En conexión a lo anterior, después, se intentó sacar un balance global del período que va de 1937 hasta nuestros días, en los 6 países de viejo capitalismo a los que hemos dedicado más trabajo a lo largo de décadas. Un ciclo que va desde 1937, antesala de una crisis económica que desembocará en la Segunda Guerra Mundial, hasta un momento, el actual, que, sin querer llevar la analogía más allá de lo permitido, ve de nuevo fenómenos asociados de difusa crisis económica y preparación de guerras.

Se expusieron pues numerosas tablas relativas a la producción industrial, que es un dato global y de fácil disponibilidad. Mencionamos aquí de modo particular una dedicada a representar los ciclos cortos, y otra los ciclos largos del capitalismo. Si alineamos los años extremos de esta última, 1937-1973-2000, vemos que marca períodos de 36 y 27 años de duración respectivamente.

Considerando el período total de 63 años, que comprende una guerra, una reconstrucción y un más prolongado y preocupante crecimiento senil, tenemos la serie siguiente del más lento al más dinámico: Gran Bretaña (+1,6% de media anual) – Francia (3,1) – Usa (3,7) – Germania (3,8) – Italia (4,0) – Japón (5,6). Nuestras suposiciones económico-políticas se confirman, por enésima vez y a pesar de post-industrialismos y globalización: la tasa de ganancia es menor cuanto más viejo es el capitalismo nacional.

Considerando, sin embargo, los dos períodos observamos que en cada uno de los países la tasa de beneficio cae inexorablemente con el tiempo.

Por el contrario, aunque la serie 1937-1973 confirma perfectamente la marcha creciente de las tasas, yendo del capitalismo más viejo al más joven, alguna irregularidad aparece en los últimos treinta años, 1973-2000: la tasa media de crecimiento de los Estados Unidos es ligeramente más alta, la de Italia mucho más baja de lo que dicha ley general del marxismo haría predecir. Queda pues por explicar la marcha excepcionalmente favorable de la industria americana en su ciclo breve transcurrido que coincide con el último decenio del siglo XX. Cierto es que algún peso pueden tener motivos sobraestructurales, de fuerza política y militar, que benefician a los USA y no a la burguesía italiana. Pero un elemento de incertidumbre está en la elección, a la que en estos momentos estamos obligados, del año final, el 2000, que quizá no viene a cerrar todavía este largo ciclo capitalista: las cuentas, todas ellas, están todavía por cerrarse.
 

HISTORIA DEL IRAK MODERNO

El estudio describió los acontecimientos comprendidos entre la revolución de julio de 1958 y el golpe de Estado de 1963.

El 14 de julio de 1958, mientras la radio transmitía la Marsellesa, las tropas insurrectas asaltaban el palacio real. Tras un breve bombardeo la guardia real se rendía y el rey Faisal II, el príncipe hereditario ’Abd al-Ilah y otros miembros de la familia real fueron inmediatamente pasados por las armas. Como colofón del golpe de Estado los militares llamaron a la población para que saliera a las calles. Las masas respondieron al llamamiento con entusiasmo y Bagdad y las otras ciudades iraquíes se convirtieron inmediatamente en teatro de enormes manifestaciones, se verificaron numerosos fenómenos de saqueos y de expropiaciones.

La situación social iraquí era tan explosiva que el nuevo gobierno, que representaba a la clase burguesa en ascenso, se encontró desde sus primeras actuaciones con que debía tener en cuenta a un proletariado urbano y agrícola organizado y combativo por una parte, y por otra con una clase de propietarios de tierra todavía potente y vertebrada. Así pues tocaba decidir sobre la reforma agraria, sobre qué relación tener con las empresas petrolíferas extranjeras, sobre la libertad de asociación para partidos y sindicatos. Emergía además el enredo del independentismo curdo. Se trataba también de escoger entre una política panarabista, que habría llevado en breve a una unión con Egipto y Siria, o una nacionalista, que apuntaba a hacer de Irak una potencia regional.

Las primeras fisuras en el gobierno se verificaron precisamente entre la tendencia panárabe, sostenida por el partido Baaz y el Coronel Arif, que pedía la inmediata unión a la RAU (República Arabe Unida), y la tendencia nacionalista iraquí, apoyada por los liberales, los stalinistas y el Partido Democrático Curdo. La lucha se resolvió en las calles con la revuelta militar de Mosul, en marzo de 1959.

En la formación de los bandos de la revuelta se dio un alto grado de coincidencia con las divisiones económicas, étnicas y religiosas. Pero donde la división enonómica no coincidía con la étnica o confesional, fue el factor de clase el que prevaleció, y no el racial o religioso. Los soldados árabes se solidarizaron no con los oficiales árabes, sino con los soldados curdos. Los jefes de clanes latifundistas curdos se unieron a los jefes de clanes latifundistas árabes. Las viejas y ricas familias cristianas de mercaderes no hicieron causa común con los campesinos cristianos. Cuando los campesinos actuaban por propia iniciativa, cualquiera que fuese su etnia, dirigían su ira contra los latifundistas de modo indiscriminado y sin considerar la posición política individual. Por su parte los pobres y los trabajadores de las zonas árabes se unieron a los campesinos curdos y cristianos arameos contra los latifundistas árabes musulmanes.

La reforma agraria tendía a poner la tierra en el mercado y modernizar las técnicas, de modo que se favoreciera una evolución en sentido capitalista de las relaciones de producción y propiedad en el campo, y no por cierto de sacar de la miseria a los millones de campesinos sin tierra. Las tierras realmente confiscadas fueron las peores, y el precio a pagar para adquirir la tierra confiscada dejo fuera de los beneficios de la reforma a los campesinos pobres, ya que no tenían ni capital ni acceso al crédito, y reforzó en cambio a los pequeños y medianos campesinos.

La organización al-Dawa (“la Llamada”), entorno al joven Alim Muhammad Baquir al Sadr (el padre del al-Sadr que quizá ha podido chinchar un poco a los marines americanos), compuesta de musulmanes chiitas, había hilvanado protestas contra la ley de reforma agraria, sosteniendo que la expropiación de una propiedad privada era contrario a la Sharia; esta campaña permitió al gobierno pagar indemnizaciones a los propietarios de tierra y llevó a la decisión de excluir de la ley la tierras waaf (es decir propiedad de entes religiosos) reduciendo posteriormente el impacto de la ley.

En Noviembre de 1960 los ministros próximos al PC fueron obligados a presentar la dimisión y fueron cerradas las principales organizaciones de masa del partido, los Partisanos de la Paz, la Liga de la Juventud y la Liga de la Mujer.

No obstante la revolución puso en movimiento a toda la sociedad iraquí: los ciudadanos pobres comenzaron a transformarse en proletarios y a desplazarse a la ciudad; fueron revolucionados las relaciones entre los individuos y en el interior de la familia, y las mujeres empezaron a liberarse de una opresión antigua. Entre convulsiones a menudo sangrientas el nuevo Irak se convertirá en algunos decenios en uno de los Estados más potentes del área, una potencia regional que las diplomacias imperialistas no dudarán en empujar hacia una terrible guerra con el vecino Irán, para redimensionar el peso económico, financiero y militar.
 

EL ORIGEN DE LOS SINDICATOS EN ITALIA

Continuó el examen de cómo acabaron configurándose las organizaciones sindicales en Italia durante el fascismo. El fascismo hace alarde de no tener una teoría, sin embargo “teoriza” su relativismo, de coger de cada partido lo que le viene bien y de rechazar lo que le viene mal. Con esto anticipa una actitud proclamada por todo el espectro político post-fascista. Único punto de referencia y concepto “absorbente” sería “la idea de la Nación gerárquicamente ordenada”.

Pero, más precisamente, y en la práctica política, es el fascismo el primero que teoriza la “identificación” del partido en el Estado y su desaparición en él. Por tanto acaba el Partido, queda el Estado, poniendo de relieve la verdadera relación del partido fascista, y cualquier otro partido de la burguesía, con el Estado, necesariamente el de subordinación del partido al Estado. “El partido no es más que una fuerza civil y voluntaria a las órdenes del Estado” (Mussolini).

Tocando tales temas, de manera declaradamente oportunista, es cómo el fascismo también se encuentra con que debe afrontar la “cuestión sindical”.

Es verdad que un sindicato obrero, aunque inspirado, formado y controlado por burgueses, y aunque los comunistas consideren que no deben militar y den la consigna a los obreros de abandonarlo, sigue siendo un cuerpo aceptado en cuanto inevitable aunque estraño y conflictivo dentro del régimen burgués, y de molestia al menos en el plano económico, además del conceptual. Toda la “mística” del Estado “que absorbe” la Nación no consigue ni evitar ni reconocer del todo la representación económica de los trabajadores.

El relator documentó pues ampliamente, con trozos de intervenciones en las reuniones del Gran Consejo del Fascismo, reiteradas posturas sobre este tema. Se oscila entre gritos de alarma por lo peligroso de una evolución en el sentido “de clase”, incluso en los sindicatos fascistas, y la adopción de medidas destinadas al más estricto control de su organización, como es el nombramiento desde arriba de sus funcionarios. Otra garantía que se ha observado oportunamente es la cohabitación en la misma organización de los sindicatos obreros con los sindicatos de los empresarios.

Sin embargo, un ejemplo, aunque bastante aislado, de la ya mencionada imposibilidad de embridar completamente la lucha de clase, fue la huelga de los metalúrgicos lombardos en marzo de 1925, con ocasión de la cual los sindicatos fascistas se pusieron a la cabeza de las reivindicaciones de los trabajadores. Y el fascismo no pudo hacer otra cosa que avalar la huelga y reivindicar los resultados.

Con el Pacto del palacio Vidoni del 2 de octubre de 1925 se abolen las comisiones internas, pero los sindicatos fascistas continuaron reivindicando el reconocimiento de una red suya de fiduciarios de fábrica y su tutela legal en las negociaciones con la empresa, derecho que el régimen no concedió.

Rigola, sindicalista ex-reformista, entonces escribió: “La Carta del Trabajo ha sido un paso valeroso en el camino de las reformas, en cuanto sirve para integrar y generalizar las conquistas de clase que, con el desinterés del Estado, el sindicalismo libre no conseguía asegurar sino para un número restringido de trabajadores”.
 

EL CAPITALISMO RUSO DESPUÉS DEL 91

La obra maestra de la infamia contrarrevolucionaria ha sido travestir de comunismo una variante del capitalismo, en la ex Unión Soviética, con lo que se consiguió invertir los propios fines de la clase obrera, los cuales se hicieron coincidir, en economía con los del máximo y más veloz desarrollo de la acumulación capitalista, en política interior con la aceptación de los principios burgueses de la democracia, la coexistencia de las clases y de la difuminación del proletariado en la nación, y en política exterior con la defensa de la patria Rusia y el apoyo a toda empresa suya imperialista y belicista.

El hecho de que en 1991 toda la nauseante – ahora ya consumida e increible – iconografía de trapos rojos y doradas hoces y martillos fuese retirada para mostrar la realidad de un capitalismo hermano gemelo de sus rivales mundiales, no ha llevado a la confesión de capitalista del precedente régimen ruso.

Como algunos animales, incapaces de defenderse de otra manera o para agredir sin ser vistos, el capitalismo debe esconderse del proletariado. Monstruoso como es, no debe dejarse reconocer. Sus metamorfosis exteriores, su reformarse, son por lo tanto continuos: de la democracia al fascismo y el nazismo, y viceversa, del capitalismo al socialismo, y viceversa. A veces basta un insignificante cambio de gobierno, ambos burgueses, en virtud del cual debería cambiar la opinión del proletariado mundial al respecto. Fácil es después escribir colosales Libros de los Horrores, con doble efecto, para una parte y para la otra, con los cuales alimentar la confusión de las masas.

Nuestro partido ha dado de modo notorio su coherente valoración de los acontecimientos sociales de Rusia, interpretando en clave marxista el ciclo que desde formas autocráticas-feudales pasa por la revolución de 1917 dirigida por el partido comunista, la sucesiva contrarrevolución que llevaba a la degeneración del partido en Rusia y en la Internacional, con exterminio de la vieja guardia comunista, y llega a la cruenta acumulación primitiva del capitalismo, bajo tutela estatal, en el inmenso y hetereogéneo imperio.

Esta lectura nuestra de la historia del capitalismo en Rusia, en conexión y en paralelo al internacional, interpreta la llamada “caída del comunismo” de 1991 como un paso ulterior involutivo de esa economía capitalista y de ese régimen estatal burgués. Y lo que ha determinado esta crisis es, a fin de cuentas, la propia debilidad de la estructura económica rusa, eficiente y moderna en el sector de la gran industria pero mucho menos en el de la pequeña y, muchísimo menos en la agricultura.

El “pecado originario”, incluso en sentido burgués, aunque históricamente inevitable, de la contrarrevolución estalinista, que fue el desbaratar la originaria alianza entre el proletariado industrial y el campesinado con la brutal sumisión política del primero y la búsqueda de apoyo y compromiso con el segundo. Este compromiso entre el capital ruso y su Estado y el mundo campesino generará un espantoso atraso en la agricultura, que ya dura más de tres cuartos de siglo.

La poca fertilidad, como media, de aquellas tierras frías es la principal determinante. Otra cosa que ha influido es la dificil y no resuelta salida al mar del país.

El peso político del campesinado, que se ha empobrecido y concentrado muy lentamente, bien atrincherado en el bastión del autoconsumo, ha atrasado medio siglo las reformas de liberalización que desde el vigésimo congreso del PCUS, 1956, se empezaban a afirmar como necesarias.

Esta debilidad estructural del capitalismo en Rusia ha determinado también sus dificultades y falta de habilidad, tanto en la contienda interimperialista con la derrota diplomática y militar del gigante ruso ante sus grandes rivales, el americano y el chino, el primero también él en declive y el segundo en ascenso; así como en la incapacidad de alcanzar la “temperatura de fusión” con las diversas, antiguas y dispares nacionalidades, prisioneras en lo que se llamaba “la prisión de los pueblos” que se reprochaba al zar.

Por tanto ahora hace falta documentar cómo transcurre la economía post-1991 de los países de la ex Unión Soviética, que, según la demagogia corriente, el pluripartidismo conquistado, la práctica electoral y parlamentaria habrían debido, finalmente, liberar de la estrangulación de la planificación estatal, del control centralizado de los precios y de la intromisión de la burocracia.

Después de la desorganización tras el desmembramiento de la Unión, la Oficina de Estadística Estatal de la Federación Rusa ha reemprendido la publicación de los Anuarios, de los que es posible sacar los datos que nos interesan. Las nuevas series, evidentemente, se remontan sólo a 1992, no siendo fácil y sólo a veces posible ponerlas en conexión con las “soviéticas”, que se referían al territorio mucho más extenso de la Unión. Toda comparación, por tanto, presupone esta discontinuidad.

En la reunión pudimos proyectar y comentar un número considerable de cuadros numéricos, seleccionados y resumidos, sin más uso por el momento del gran tocho del anuario. Se ha debido aplazar para un trabajo posterior más extenso, un estudio más detenido de dicho anuario, la reproducción y comentarios del mismo.

Sin embargo hemos podido hacer referencia ampliamente a los datos brutos relativos a: demografía; ocupación de la fuerza de trabajo y repartición por sectores productivos; consumos de la población, en valor y en cantidades físicas, como alimentos y disposición de vivienda; forma de las empresas, que los rusos ponen cuidado en distinguir entre las de propiedad estatal y privada; la marcha de la producción industrial en general y en los diversos sectores; repartición y extensión de los distintos tipos de gestión de la tierra; cuota de producción agrícola por tipo de gestión: base técnica de la gestión agrícola expresada en disposición de maquinaria y uso de fertilizantes; progreso de las recolecciones, en total y subdivididas por tipo de gestión; red de transportes, por ferrocarril y carretera, y volumen de mercancías transportadas; inversiones extranjeras en la Federación por país de procedencia; relaciones económicas con los países de la “Confederación de Estados Independientes”, la ex URSS, en términos de inversiones de flujo migratorio, intercambios financieros y comerciales recíprocos; la tendencia de los precios; estructura de las importaciones y exportaciones subdivididas por países de origen y destino.

Y las conclusiones a sacar son estas:

1. Todos los datos concuerdan en confirmar, algunos de manera dramática, la profundidad de la crisis que ha sacudido al gran país, una laceración que en los datos sobre la población y sobre las producciones no es inferior a la provocada por la Primera Guerra Mundial con sucesiva guerra civil y a la de la Segunda Guerra con invasión. Seguramente, desde 1929-33 en los Estados Unidos de América, no se había asistido, en tiempos de paz, a una símil destrucción y catástrofe.

2. La recuperación aparece, ya con datos de 2003, a 12 años del hundimiento, todavía incierta y muy por detrás respecto a los máximos anteriormente alcanzados: la producción industrial de la Federación, que disminuyó en 1998 al 46% de lo que era en 1990, en 2003 sólo llega al 70%. Todos los indicadores expuestos (transportes, consumos, etc.) confirman la extrema dificultad de la recuperación.

3. El mundo agrícola ha respondido todavía peor a la crisis, prácticamente refugiándose en el autoconsumo. El ganado ha sido sacrificado: de 1993 a 2004 el ganado bovino ha pasado de 52 a 25 millones de cabezas, el porcino de 31 a 16, el ovino de 51 a 17… Ha disminuido la tierra cultivada, fuerte contracción de la cosecha de cereales y forraje, resisten los cultivos en huertos, aumento sólo de los cultivos industriales (lino, remolacha, oleaginosas).

4. La “privatización” de las empresas industriales, partiendo del 20% de 1992, parece haber alcanzado el 52% de utilización de la fuerza de trabajo. En agricultura va disminuyendo rápidamente la producción proveniente de las “organizaciones agrícolas” (koljos y sovjos), evidentemente desmembrándose, en favor de las “empresas familiares” (en gran parte) y de las fábricas “de campesinos y de emprendedores individuales” (en pequeño número pero en fuerte ascenso). Para medir el grado de desarrollo agrario, hay que recordar, el marxismo tiene en cuenta la forma técnica y el tipo de relación de trabajo, más que el título de propiedad de la tierra.

En respuesta a fáciles demagogias corrientes, se recuerda que la cuestión de si la “planificación estatal” es favorable o no al desarrollo del capitalismo, está mal planteada, aunque se demostrase que el capital se pueda, y se deje, “planificar” desde algo “exterior” a él. No es el Estado el que interviene en la economía, sino que es la economía capitalista la que interviene en su Estado, utilizándolo según le convenga.

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Un compañero ferroviario ha informado detalladamente de nuestro trabajo sindical, relativo a los acontecimientos que siguieron al incidente de Crevalcore y de las posteriores reacciones de los trabajadores de los ferrocarriles y sus organizaciones. En particular ha hecho referencia a las dificultades de mantener sobre una línea correcta al sindicato OrSA, muy culpable de haber abandonado la huelga espontáneamente convocada por los trabajadores inmediatamente después del incidente.