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I. IRAK BAJO LA MONARQUÍA
La estructura social
La región conocida actualmente como Irak fue incorporada al mercado mundial a mediados del siglo XIX, con motivo de la apertura del Canal de Suez en 1869, siendo un país exportador de grano. En pocos decenios la agricultura orientada hacia el mercado conoció un desarrollo sin precedentes: mientras en los años 1867-1871 se exportaban cereales por valor de 140.000 libras esterlinas anuales, en el periodo 1912-1913 se llegó a un valor de 8 millones al año.
Este aumento productivo, de casi 60 veces en cuarenta años, estuvo determinado por el proceso de modernización de la agricultura, que disgregó la precedente economía pastoril, estructurada a nivel social en las tribus, e igualmente estuvo determinada por la sedentarización de las poblaciones nómadas. Los nómadas disminuyeron de un 37% de la población en 1860 al 7% en 1930, mientras los campesinos aumentaron, desde 1867 a 1930, del 41 al 68 por ciento. Al mismo tiempo, por intervención directa del estado turco, del cual formaba parte la región, fue disuelta la propiedad común de la tierra, y los antiguos jefes tribales (jeques en las zonas árabes y agas en las zonas kurdas) fueron transformados en terratenientes. En los años setenta del siglo XIX no obstante se introdujo una reforma del régimen de propiedad de la tierra, mediante la cual para exigir su posesión era necesario acreditarlo legalmente; la tierra era propiedad del Estado, pero su poseedor gozaba de casi todos los derechos, como si fuese suya.
Según el nuevo código "la propiedad colectiva de la tierra estaba prohibida y el registro del título de propiedad sólo podía efectuarse a nombre de un individuo. En áreas de cultivo tribales el título estaba a nombre del jeque, como personalidad reconocida y con poder. Bien por ignorancia, bien por dudas, o por un exceso de confianza en el altruismo de la familia de los jeques, muchísimos agricultores tribales no fueron registrados transformándose así en aparceros" (Charles Tripp. Historia de Irak, pág. 47).
Este proceso de concentración de la propiedad agraria en manos de los jeques se agravó posteriormente con la ocupación, y después el control inglés de las tres provincias otomanas de Basora, Bagdad y Mosul y el nacimiento del Estado iraquí, bajo la monarquía hachemita en 1921. Los terratenientes fueron confirmados por los ingleses como los pilares de la sociedad iraquí. Sobre ellos se apoyaba la monarquía filobritánica, la cual gobernó casi exclusivamente para ellos, promulgando leyes que ampliaban y protegían sus derechos, reprimiendo las revueltas campesinas e inclinando una buena parte del balance estatal a su lado. En pocos decenios llegaron a concentrar en sus manos casi la totalidad de las tierras: cuando cayó la monarquía, en 1958, el 2% de los propietarios poseía 2/3 de las tierras cultivadas, y 49 grandes familias poseían ellas solas el 17% de todas las tierras, mientras el 64% de los campesinos propietarios apenas poseía el 3,6% de las tierras cultivadas.
El sistema de explotación predominante era la iqta, según la cual las grandes fincas eran divididas en pequeños lotes a aparceros o alquiladas a familias campesinas, ligadas mediante una relación casi servil con el propietario. "En 1933 la influencia predominante de los propietarios quedó patente en la Ley sobre los derechos y los deberes de los cultivadores. Esta ley otorgaba a los terratenientes amplios poderes sobre sus arrendatarios, los cuales eran responsables de la escasez de cosechas, siendo además desahuciados casi sin previo aviso por un lado, y por otro, si no saldaban sus deudas con el dueño quedaban vinculados a la tierra mientras durase esa situación. Dadas las enormes deudas contraídas por los campesinos en algunas zonas, muchos de ellos tuvieron que huir, viviendo en la miseria en las sarifa, barrios de chabolas construidas con paja y barro en los alrededores de Bagdad" (Tripp, p.125).
Una de las consecuencias de este sistema de explotación fue que la producción agrícola, destinada en gran parte a la exportación, aumentaba debido a la ampliación de las superficies cultivadas (quintuplicadas entre 1913 y 1943 y después duplicadas entre 1943 y 1958) o exprimiendo cada vez más a los campesinos (en los años 50 muchos de los campesinos que trabajaban la tierra como medianeros no recibían más que el 15-20% de la cosecha), mientras que la modernización de las técnicas agrícolas era obstaculizada.
El atraso de estas relaciones en los campos fue también una de las causas del lento desarrollo industrial del país. Dado que los latifundistas, a menudo asentistas, eran reacios a invertir sus beneficios en la industria, ésta se desarrolló lentamente, limitándose a la transformación de los productos agrarios y a la producción de bienes de consumo para el mercado interno, por lo demás, bastante restringido.
La producción de petróleo, totalmente en manos de compañías extranjeras, empezó a ser significativa a partir de 1934.
Con esta situación económica las mayores concentraciones obreras se formaron entre los portuarios de Basora, donde en la década de los 40 del siglo XX se contaban 5.000 obreros, en los ferrocarriles (11.000) y en la industria de extracción petrolífera (13.000). En conjunto los trabajadores iraquíes que trabajaban en empresas con más de cien miembros pasaron de 13.000 en 1926 a 63.000 en 1954, de los cuales la mitad concentrados en Bagdad y Basora. En los años cincuenta del siglo XX los proletarios, incluidos aquellos que trabajaban en los transportes y en los servicios, eran unas 400.000 personas (en una población urbana de 2.600.000 habitantes), pero en su mayor parte estaban empleados en empresas muy pequeñas con menos de 50 trabajadores.
La situación del proletariado, sobre todo del agrario, durante la primera mitad del siglo XX era de una pobreza extrema. En los años 50 el 80% de la población era analfabeta, porcentaje que aumentaba al 90% entre las mujeres; había un médico por cada 6.000 personas y un dentista por cada 500.000. No existía ninguna forma de seguro asistencial por desempleo, vejez y enfermedad. La esperanza de vida en el ámbito rural era de 35 a 39 años.
La burguesía iraquí, en esta fase del desarrollo económico, no podía
ser otra cosa que una clase social muy frágil; la burguesía comercial
representaba el sector más importante, pero estaba muy poco interesada
en inversiones a largo plazo, mientras la burguesía industrial tenía
vínculos directos, a menudo de tipo familiar, con la gran propiedad
agraria,
siendo más del 34% de la joven industria iraquí una industria de
transformación
de los productos de la agricultura.
La aparición de los primeros sindicatos
La primera asociación económica de tipo sindical nació en 1929, y se llamaba "Asociación de los Artesanos", siendo dirigida por Muhammad Salih al-Qazzaz, un mecánico que se convirtió en el primer líder obrero de Irak. Esta asociación combinaba aspectos típicos de una corporación, con aspectos sindicales modernos, y no tenía características exclusivamente de clase ya que junto a los trabajadores de los talleres ferroviarios de Bagdad organizaba artesanos y pequeños comerciantes que luchaban sobre todo por un sistema fiscal menos injusto.
La Asociación organizó una huelga general de 14 días en julio de 1931 contra las nuevas tasas municipales, la cual movilizó a nivel nacional a la oposición a la monarquía títere de los ingleses. El gobierno respondió poniendo fuera de la ley a la Asociación y deteniendo a su dirigente. En 1932, al Qazzaz fundó la primera Federación sindical, que fue ilegalizada en enero de 1934, después de haber organizado el boicot, durante un mes, a la compañía eléctrica de Bagdad, la cual era propiedad inglesa.
Durante diez años fue imposible cualquier tipo de trabajo sindical
legal, pero los trabajadores fueron a la huelga masivamente en todo el
país en abril-mayo de 1937 para pedir aumento de sueldo: se estima que
hubo unos 20.000 huelguistas.
La penetración del comunismo
La difusión del movimiento comunista en Irak tuvo lugar en los años veinte del siglo XX siguiendo un proceso similar al de Rusia, ya que la teoría comunista penetró en el país de la mano de los intelectuales, los únicos capaces de leer la literatura comunista, casi inexistente en lengua rusa; lo mismo sucedió en Irak, donde los primeros comunistas provenían sobre todo de familias de pequeña burguesía. Pero si en Bagdad la propaganda se limitaba a los círculos intelectuales, en Basora y Nassiria, ciudades obreras, la actividad se dirigía también a los trabajadores.
El primer llamamiento del que se tiene noticia, atribuible a una organización comunista, estaba firmado por "Un trabajador comunista" y apareció precisamente en Nassiria en diciembre de 1932, con el título: "Trabajadores del mundo, uníos" ¡Larga vida a la unión de las repúblicas de los trabajadores y de los campesinos de los países árabes!". El texto era muy simple, pero con un tono claramente clasista. Este, como casi todos los documentos que citamos del Partido Comunista Iraquí los hemos sacado del libro de Ilario Salucci, al-Wathbah (el salto). Movimiento comunista y lucha de clase en Irak (1924-2003) que también aporta una detallada bibliografía.
Algún tiempo después los círculos de Bagdad, de Basora y de Nassiria convocaron un congreso de unificación. El 8 de marzo de 1935 en Bagdad se proclamó el nacimiento del partido comunista iraquí, bajo el nombre demasiado genérico de "Asociación contra el Imperialismo", probablemente un medio para escapar, al menos de momento, a la represión. El Manifiesto de la Asociación se dirigía "A los obreros y a los campesinos, a los soldados, a los estudiantes, y a todos los oprimidos!" expresando una mayor madurez política que el precedente, y delineando una crítica clara, incluso desde el punto de vista económico, al sistema de explotación que sufría el proletariado iraquí por parte de las clases dominantes indígenas, ligadas estrechamente al imperialismo inglés, y dando cabida igualmente a un programa de reivindicaciones inmediatas tanto para los proletarios de la ciudad como para los del campo.
"La primera revolución iraquí [la de 1929 contra la ocupación inglesa] se desarrolló gracias a nuestros brazos, a nosotros, masa de obreros y campesinos. Para nuestra clase fueron las desgracias, los sacrificios, las decenas de miles de víctimas (...) Los beneficios fueron a los financieros, a los señores feudales, a los altos oficiales (...) A nosotros por el contrario nos tocó en suerte el hambre, el frío y las enfermedades (...) y un montón de recaudadores de impuestos sin piedad ni humanidad (...)
"Hoy los ingleses y la clase dominante están unidos con el objetivo de perpetuar la opresión y la explotación que sufrimos... El petróleo y otras materias primas del país se han convertido en una reserva exclusiva para los ingleses, e Irak se ha convertido en el depósito de sus mercancías y sus capitales, en ganancia, en una base militar para atacar a los pueblos vecinos, y para luchar contra cualquier aspiración de libertad que puede surgir en los países árabes. La clase dominante, por su parte, se lleva todos los impuestos, se apropia indebidamente de la tierra, y construye palacios sobre las orillas del Tigris y del Eufrates. Millones de campesinos y obreros, mientras tanto, se mueren de hambre, desangrados, atormentados (...)
"Debemos acabar con estas condiciones tan injustas e intolerables. Pedimos un cambio vital fundamental, un cambio decisivo en beneficio de todas las clases productivas (...) Alcemos alta la voz en los campos, y que sea el trueno que aterrorice a nuestros opresores. ¡Hombre de la ciudad y hombre de la aldea, obrero y campesino, unidos, por encima de creencias o raza, apoyados por los pensadores revolucionarios, marchemos codo con codo para conquistar la primera fase de la lucha: la cancelación de todas las deudas de los campesinos; su liberación de las clases que los oprimen; la distribución a los pobres de las tierras estatales; y la garantía de todos los créditos necesarios; la garantía a los obreros de la libertad de asamblea y de palabra (...) La reapertura de sus círculos y sindicatos; la promulgación de leyes que protejan a los obreros (...) contra los despidos arbitrarios y que les aseguren contra el hambre en su vejez, por la jornada de ocho horas en todos los puestos de trabajo, ocupados por iraquíes o extranjeros!
¡Abajo el imperialismo inglés! ¡Fuera todos los tratados esclavistas! ¡Larga vida al frente unido contra el imperialismo y contra los opresores de los campesinos y de los obreros!".
El partido no obstante se disgregó, tras sólo un mes de existencia, acerca de la cuestión de presentarse o no presentarse públicamente como Partido Comunista; algunos grupos se separaron (Basora, Nassiria, una parte de Bagdad), mientras que el núcleo que permaneció decidió publicar un periódico ilegal, cuyo primer número salió en julio con el título La Lucha del Pueblo indicando que era el "órgano del Comité Central del Partido Comunista de Irak".
El programa publicado en agosto de 1935 en seis puntos hacía un llamamiento a la lucha para: " 1. Expulsión de los imperialistas; garantía de libertad para el pueblo, de una independencia completa para los kurdos y de los derechos culturales (...) a todas la minorías de Irak; 2. Distribución de la tierra a los campesinos; 3) Abolición de todas las deudas e hipotecas sobre la tierra (...) 4. Expropiación de todas las propiedades pertenecientes a los imperialistas, en primer lugar los bancos, los campos petrolíferos, los ferrocarriles y los latifundios agrícolas; 5. La concentración del poder en manos de los trabajadores y de los campesinos; 6) Comienzo inmediato de la revolución social en todos los ámbitos de la vida y la liberación del pueblo de todas las opresiones existentes".
Es interesante señalar que este programa se dirige indistintamente a los trabajadores y a los campesinos, haciendo hincapié solamente en las contradicciones de clase e ignorando sin más las distinciones de tipo religioso, reconociendo únicamente la existencia de una cuestión nacional para los kurdos y otras minorías.
Probablemente la inexperiencia y la falta de la necesaria disciplina en una situación de ilegalidad, llevaron pocos meses después al arresto de los militantes que publicaban La lucha del pueblo, periódico que, tras tener una tirada de 500 copias, dejó de salir a finales de 1935.
Además el joven partido se había constituido en un ambiente externo dominado por una Internacional Comunista estalinizada y sometida totalmente a los intereses del estado ruso. El régimen ex-soviético ruso, que ya era un estado burgués como los demás en el mundo capitalista, ya no apoyaba la toma del poder por parte del proletariado de otros países, ya que esto habría puesto en peligro sus relaciones de colaboración y sus alianzas diplomáticas.
Para ahogar cualquier política revolucionaria se prestaba muy bien la táctica suicida de la Revolución por etapas, que fue impuesta a las diversas secciones nacionales: primero se debería luchar para llevar a cabo, o completar, según los casos, la revolución burguesa junto a los partidos nacionalistas burgueses, y sólo después, una vez completada la revolución burguesa, con todas sus instituciones bien constituidas y asentadas, se podría emprender la lucha por el socialismo.
El VII Congreso de la IC, en 1935, impuso la táctica del Frente popular antiimperialista en los países coloniales y obligaba a los comunistas a "formar parte activa en el movimiento de masa antiimperialista capitaneado por los nacionalreformistas, esforzándose en llevar a cabo una acción conjunta con las organizaciones nacionalrevolucionarias y nacionalreformistas sobre la base de una plataforma antiimperialista bien definida", dejando por tanto al margen cualquier función autónoma.
Una resolución sucesiva aprobada por el Secretariado de la
Internacional
Comunista en febrero de 1936, dirigida a las secciones árabes, no hacía
ningún llamamiento a la lucha de clase: "Los comunistas de los países
árabes deben ser profundamente conscientes del hecho de que ellos
responden
del destino de su pueblo y de su patria, que sobre ellos recae la
responsabilidad
del éxito de la lucha por la independencia nacional y la emancipación
social, deben ser conscientes del hecho de que ellos son los herederos
y defensores de las mejores tradiciones nacionales y culturales de sus
pueblos". A los partidos comunistas se les recomendaba "asegurar una
estrecha
colaboración con los nacionalrevolucionarios, conseguir la colaboración
con las organizaciones nacionalreformistas, apoyar las reivindicaciones
de estas organizaciones dirigidas contra las posiciones del
imperialismo".
La crisis política de los años Treinta
En los años Treinta la estructura del poder monárquico iraquí entró en crisis. El 30 de junio de 1930 el nuevo primer ministro Nuri Said firmó un nuevo tratado con Inglaterra, sustituyendo al del 1922. "Este acto diplomático reconocía la independencia de Irak, manteniendo importantes privilegios para Gran Bretaña durante un periodo de 25 años, entre los cuales la posesión de dos bases militares, la de Habbaniya cerca de Bagdad y la de Chouiba cerca de Basora. Los nacionalistas se indignaron y la efervescencia alcanzó a la población, pero Nuri Said, que acumulaba los cargos de presidente del Consejo, Ministro de Exteriores, del Interior y de Defensa, controlaba el país con mano de hierro. El 3 de octubre de 1932 Irak, con el patrocinio de Gran Bretaña, entraba en la Sociedad de las Naciones: el mandato británico finalizó automáticamente" (P. Rondot, Irak, pág. 28).
El rápido crecimiento de una élite de poder se basó principalmente en la comunidad sunnita y sobre el ejército, formado por los ingleses en 1921, junto a la Monarquía.
En 1934 la monarquía introdujo el servicio militar obligatorio; el gobierno de Londres se opuso a esta disposición, ya que su deseo era tener un ejército profesional, menos numeroso, menos costoso y más controlable; la monarquía, por el contrario, quería utilizar el ejército como instrumento para unificar el país, reforzando de esta manera el sentimiento nacional; la introducción de la leva obligatoria fue acogida negativamente por los latifundistas chiítas del sur y por la etnia kurda.
En enero de 1935, en la región del medio Eúfrates, estallaron tumultos e importantes jeques tribales chiítas presentaron al gobierno, en marzo de ese mismo año, una Carta del Pueblo que representaba la preocupación de una gran parte de la población: "En ella se aceptaba al Estado iraquí, pero se ponía en evidencia la falta de proporcionalidad de la representatividad chiíta tanto en el parlamento como en el sistema judicial, y se pedían elecciones libres, libertad de prensa y reducción de impuestos" (Tripp, p.112).
Después de algunas semanas de negociaciones el gobierno optó por la vía represiva. Fue proclamada la ley marcial y la revuelta de los chiítas fue sofocada por el ejército, compuesto mayoritariamente por sunnitas, a las órdenes del Jefe del Estado Mayor Bakr Sidqi, que no dudó en usar contra los insurrectos la aviación, recién formada. Tras esta sangrienta represión "quedó claro – comenta Tripp – que las tribus ya no iban a ser una amenaza al poder del Estado central".
Mientras tanto también en las ciudades iba creciendo una oposición
política al poder monárquico: se trataba sobre todo de intelectuales
y profesionales, la naciente burguesía, críticos hacia las camarillas
y las facciones que se habían situado en la cúspide del Estado iraquí.
Esta oposición, agrupada alrededor del rotativo Al-Ahali, señalaba que
muchos de las dificultades financieras de Irak, muchos de sus problemas
económicos y sociales podían imputarse a los principales propietarios
del país, acusados de llevar a cabo una política de auténtica rapiña
hacia las clases más pobres, provocando una situación de extrema
tensión
social y yendo de esta manera contra los propios intereses del Estado
burgués
iraquí.
El golpe de Estado de 1936
En octubre de 1936, mientras el nuevo jefe del gobierno Taha al-Hashimi se encontraba de visita oficial en Turquía, el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Bakr Sidqi, de acuerdo con Hikmat Sulaiman y otros dirigentes del grupo Ahali, ordenó a las unidades bajo su mando la marcha hacia Bagdad, mientras se obligaba al rey para que dimitiera a al-Hashimi y nombrara primer ministro a Hikmat Sulaiman, cosa que el rey hizo rápidamente.
El nuevo gobierno se formó con muchos miembros del grupo Ahali, y algunos chiítas se convirtieron en ministros, pero el jefe del Estado Mayor del Ejército siguió siendo Bakr Sidqi que pocos meses antes había ordenado masacrar a los campesinos insurrectos. Pese a esto, el nuevo gobierno despertó la ilusión de una nueva era de reformas sociales, y su formación "fue saludada por manifestaciones de apoyo, prácticamente en todas las ciudades de Irak, organizadas por diversos grupos radicales de discusión, por los sindicatos más o menos clandestinos y por un embrional Partido Comunista Iraquí (PCI), esperanzados todos ellos en poder alcanzar todos sus objetivos" (Tripp, p.133).
El "embrional" PCI, en atención a las directivas de Moscú, y pese a encontrar resistencias en su seno, dio su apoyo al golpe de estado del general Bakr Sidqi y entró a formar parte de la Asociación para la Reforma Popular, una organización progresista que luchaba por las libertades democráticas, por la libertad de organización sindical, por la jornada de ocho horas y la fijación de un salario mínimo, por la reforma agraria y un impuesto progresivo.
El apoyo de los comunistas a la fracción "progresista" de la burguesía se pagó muy caro: bastó la modesta propuesta, por parte de la Asociación para la Reforma Popular, de distribuir una limitada proporción de tierra estatal a los agricultores con derecho a la propiedad de la misma, para que los terratenientes en bloque y la burguesía se lanzasen contra los reformistas acusándoles de querer realizar una reforma agraria radical y de ser comunistas camuflados.
"En marzo y abril una serie de huelgas sobre los salarios y las condiciones de trabajo fueron dirigidas por esos sectores reformistas como una especie de desafío contra su acentuada exclusión del juego político. Pero todo esto sólo sirvió para trazar las líneas del conflicto. Hikmat Sulaiman dio muestras de su talante autoritario y ordenó a la policía poner fin a las huelgas, arrestando a algunos de los organizadores y deportando a otros" (Tripp, pág.134). El 12 de julio de 1937 la misma Asociación de la Reforma Popular fue puesta fuera de la ley, y numerosos comunistas fueron arrestados, expulsados de Irak u obligados a huir al extranjero. Desde este momento hasta 1946 no se permitió la actividad política legal a ningún partido.
Así comenta muchos años después, tras tantas derrotas sangrientas del proletariado iraquí, el estalinista Aldo Agosti en su Storia dell’Internazionale Comunista (vol.II, pág.927): "La dirección dada por el Komintern a la acción de los partidos comunistas árabes tuvo efectos positivos también en Irak, donde el golpe de Estado de los militares progresistas en octubre de 1936 fue, tras algunas vacilaciones, apoyado con decisión por el pequeño partido comunista, el cual tuvo un papel importante en la movilización de las masas planteando como objetivos la reforma agraria y la nacionalización de la industria. El Partido de la Reforma Nacional que se hizo con el gobierno del país, tenía en ciertos aspectos el carácter de un verdadero y auténtico frente popular, y la experiencia fue seguida por la prensa del Komintern con interés y esperanza. Ya en junio de 1937 salieron a la luz dentro del partido dirigente, profundos contrastes entre moderados y revolucionarios, y los elementos de izquierda, incluidos los comunistas, fueron alejados del gobierno pasando a la defensiva". Como puede observarse no se dice nada aquí de la acción represiva de la burguesía, ninguna crítica hacia la táctica suicida impuesta por el Komintern al joven partido iraquí, obligado a unirse a los partidos burgueses, renunciando a su propio papel.
"El centrismo [estalinismo ndr.] – escribía con mucha lucidez el órgano de nuestra corriente Bilan, en otoño de 1937 – evidentemente da mucha importancia a los movimientos nacionalistas e invita a sus representantes a los congresos "antiimperialistas". Pero es cierto que Wafd en Egipto, el Comité Ejecutivo Árabe en Palestina, el Bloque "Nacional" en Siria, el Destour (partido nacionalista) en Túnez, están siempre dispuestos a pactar con el imperialismo. Y cuando se han puesto a la cabeza de agitaciones de tipo violento, lo han hecho con el fin de frenarlas e impedir que de ellas surgiese una solución de clase. Tanto para el imperialismo extranjero, como para las clases árabes privilegiadas, el enemigo es el mismo: la masa de los explotados que busca su liberación. La gran revuelta de Marruecos de 1924-1926 (Abd-el-Krim), de Siria en 1925, el movimiento de Palestina en 1929 y 1936, las agitaciones en Túnez y en Egipto son, más que obra de los nacionalistas, la expresión del descontento de las masas contra su doble explotación. Y mucho menos son obra de la "mano roja" de Moscú (...)
"Hay evidentemente en Oriente Próximo partidos comunistas, al menos en Egipto, Palestina, Siria y en el Norte de África francés, pero son muy débiles numéricamente y están sometidos a la despiadada represión por parte de las "democráticas" Francia e Inglaterra. Su historia interna está representada por la "arabización" reclamada por Moscú, que significa, en pocas palabras, su integración en el movimiento nacionalista. Naturalmente no faltan minorías trotskistas y ya sabemos lo que eso significa".
Pese a la represión ya en el verano de 1937 una célula "comunista" fue reconstruida en Bagdad, a la cual se unió, en enero de 1938, Yusuf Salman Yusuf, un militante que se había formado en las escuelas del partido en Rusia, a la que se había trasladado en 1935.
En este periodo la posición del joven partido sobre la guerra se presenta en línea con la tradición comunista e internacionalista: la guerra es imperialista y debe combatirse en ambos frentes; el partido debe luchar por la neutralidad de Irak e impedir el tránsito de tropas inglesas. Las directrices venían no obstante del Kremlin que, tras firmar el pacto de no agresión con la Alemania hitleriana el 23 de agosto de 1939, lo había transformado a finales de septiembre en un verdadero y propio pacto de amistad. Esto obligó a la Internacional Comunista y a las diversas secciones nacionales a "revisar" las consignas respecto a la guerra. Ahora se trataba de una "guerra imperialista", y no de un choque entre democracia y fascismo, como se sostenía en los tiempos de los Frentes Populares, propugnados cuatro años antes pro el VII Congreso del Komintern.
Este nuevo bandazo en la orientación de la Internacional Comunista fue oficializada por un artículo de Dimitrov y por el llamamiento hecho con motivo del 22º aniversario de la Revolución de Octubre, en noviembre de 1939, donde se definió la guerra como "injusta, reaccionaria e imperialista", presentándola como el fruto de la rivalidad entre las potencias por las colonias y el control de las fuentes de materias primas, por el dominio de las vías marítimas y la explotación de los demás pueblos; la responsabilidad de la guerra ya no era de la Alemania nazi sino de los imperialismos ingleses y franceses. "En esta situación – escribía Dimitrov en su artículo – sólo hay una posición justa para la clase obrera: una lucha decidida y sin compromisos contra la guerra imperialista, una lucha contra los responsables y los agentes de esta guerra, antes que nada dentro del propio país, una lucha para poner fin a esta guerra de rapiña".
Bien. Pero sólo eran palabras, dado que la política de la Internacional no era la de evitar al proletariado la terrible experiencia de una nueva y devastadora guerra imperialista, preparándolo para transformarla en guerra de clase, sino la de apoyar el complejo juego diplomático de Moscú.
El pequeño grupo que constituía el Partido Comunista Iraquí tuvo
la fuerza, en diciembre de 1940, de constituir un "Comité Central"
editando
un periódico, La chispa, inicialmente con una difusión de 90
copias,
y que dos años después pasaron a 2.000. Pero el reconstituido Partido
iniciaba su obra en un momento de particulares dificultades, ya que
estaba
en pleno desarrollo la segunda guerra imperialista y el frente de
Oriente
Próximo era uno de los principales.
Irak en la Segunda Guerra Mundial
El estallido de la guerra en Europa en septiembre de 1939 determinó el reforzamiento del dominio de Gran Bretaña sobre Irak; Londres pidió al gobierno iraquí la ruptura de relaciones diplomáticas con Alemania, la detención de todos los ciudadanos alemanes residentes en Irak y el establecimiento de algún tipo de asistencia al ejército inglés. El rey Ghazi, que en varias ocasiones no había escondido su hostilidad ante la política británica en Oriente Medio, había fallecido en un accidente de automóvil en abril de 1939, y al ser su hijo Feisal menor (tenía sólo tres años), fue nombrado regente el príncipe Abd al-Lah, más tolerante hacia las presiones británicas.
Mientras tanto una serie de golpes de estado habían sacado del gobierno a los sectores de la burguesía modernista y a un reforzamiento del poder de las jerarquías militares; el gobierno estaba dirigido por Nuri al-Said que ya había mostrado sus dotes políticas y su fidelidad a los intereses británicos al reprimir las huelgas del verano de 1931.
"Visto el desarrollo que la guerra tomaba en Europa, tras las repetidas victorias alemanas, con el ingreso de Italia en la guerra y con la caída de Francia, en el consejo de ministros iraquí las opiniones se fueron dividiendo cada vez más, ya que había quien defendía que Irak debería hacer lo imposible para ayudar a los aliados y quien defendía que esto sería fatal para los intereses del país" (Tripp, pág.146). Una parte de las jerarquías militares, agrupadas alrededor del así llamado "Cuadrado de oro", convencida de la próxima victoria de las potencias del Eje y hartos de los ingleses, obligaron a Nuri al-Said a dimitir y a huir del país junto al regente, mientras que destacamentos del ejército iraquí ocupaban Bagdad. Se formó un gobierno de defensa nacional, presidido por Rashid Ali-al Kailani, con el objetivo de "salvaguardar la integridad y la seguridad del País".
Los aliados se encontraban en un momento crítico porque las tropas alemanas se extendían por los Balcanes y África Septentrional, y junto a los italianos habían avanzado hasta Tobruk. La amenaza era muy seria siendo muy necesario para los ingleses impedir que a sus espaldas se abriese un nuevo frente.
Pese a las declaraciones del nuevo gobierno, tendentes a tranquilizar a Inglaterra acerca del cumplimiento de los tratados, Londres no quiso reconocerlo e intentó conocer sus verdaderas intenciones sondeándole con la petición de un desembarco de soldados británicos en Basora; la actitud titubeante del gobierno iraquí obligó a Gran Bretaña a enviar sus tropas sin esperar la autorización iraquí. El gobierno de Irak respondió enviando algunas unidades militares a la base aérea británica de Habbaniya y, el 2 de mayo, el comandante militar de la base ordenó a sus soldados atacar a las tropas iraquíes. Este fue el episodio conocido como la "Guerra de los treinta días". Los comunistas iraquíes apoyaron al nuevo régimen, el cual obtuvo también el reconocimiento diplomático de Rusia. Había una gran efervescencia popular; los comunistas esperaban armas de Rusia, que naturalmente nunca llegaron; el gobierno mientras tanto suspendió la Constitución y el derecho de asociación política y sindical.
A pesar de la movilización popular a los ingleses no les costó mucho dar cuenta del ejército iraquí. Refuerzos provenientes de la India atacaron Basora mientras que al Oeste la Legión árabe del seguro reino de Transjordania, atacó en dirección al estratégico nudo petrolífero de Rutba. Fue una carrera contrarreloj, ya que se trataba de impedir que Alemania e Italia (desde el 20 de mayo estaba en curso la invasión alemana de Creta), pudiesen ayudar a los iraquíes; tan sólo algunos aviones llegarían hasta el-Kailani. El 31 de mayo de 1941, el primer ministro fue derribado por un golpe de Estado inspirado por el príncipe regente Abdul-Ilah, filobritánico. El 1 de junio las tropas inglesas ocuparon Bagdad.
El 22 de junio de 1941 – por sorpresa – Alemania atacó a Rusia. Este hecho, que pilló a Moscú completamente desprevenido, le llevó a imponer un repentino cambio de política a todos los partidos comunistas: los estados nuevamente aliados de la URSS volvían a ser los "democráticos", y cualquier acción contra ellos y sus colonias no estaba permitida. El Partido Comunista Iraquí tardó en tragarse esto, pues era particularmente indigesto, y sólo en noviembre de 1941 apareció un documento que decía lo siguiente: "Si el gobierno inglés quiere buscar el apoyo de las grandes masas, aliviando la cruel crisis en la que se hallan (...) entonces la libre e iluminada juventud árabe, seguida de las más amplias masas árabes, tomará las armas y combatirá por el frente democrático que es también nuestro frente (...) Con la entrada en la guerra de la Unión Soviética y de la República China, y por consiguiente por la actitud mostrada por el pueblo americano e inglés, las hostilidades han perdido su carácter imperialista (...) La guerra es ahora la guerra de toda la humanidad ya que de su resultado depende el destino de cada nación (...) La guerra es pues nuestra guerra y nosotros debemos ocupar nuestro puesto junto a los pueblos democráticos y libres". Hasta mayo de 1942 el periódico del PC iraquí no asumiría plenamente las posiciones de Moscú, afirmando: "Nuestro partido ve al ejército inglés, que ahora combate al nazismo, como a un ejército de liberación (...) nosotros estamos junto a los ingleses (...) debemos pues ayudar al ejército inglés en Irak de todas las formas posibles", lo cual significaba para los trabajadores iraquíes que el PC se situaba junto a la monarquía y los terratenientes que dominaban el país.
En el curso de seis años que van desde la fundación del partido y su reconstitución en 1940-41, se había producido una profunda mutación: el sometimiento a la política del Estado ruso se convertía en uno de los factores determinantes en la elaboración política y en sus indicaciones, y un acentuado moderantismo en las consignas sustituía el empuje revolucionario, quizás ingenuo, de la primera generación de comunistas.
El 29 de octubre de 1941 el máximo dirigente del reconstituido grupo
comunista, Abdallah Mas’ud, fue detenido por la policía. Yusuf Salman
Yusuf fue su sustituto como secretario general del partido. Bajo su
dirección
el PC iraquí se alineará cada vez más bajo las directrices de Moscú
y se convertirá en un partido de masas imponiéndose, en siete años,
como la fuerza política más importante de Irak.
La posguerra
Tras la ocupación militar del país por parte del ejército de Su Majestad británica y el retorno al país del regente acompañado de los políticos que le habían seguido en su fuga a Transjordania, la vida política en Irak aparentemente vuelve al punto de partida. Una vez en la jefatura del gobierno, Nun al-Said, fiel a sus métodos, inició una depuración radical tanto en las fuerzas armadas como en las administraciones públicas.
La política puramente represiva de Nuri lo enfrentó a una parte de la clase dominante, la cual pensaba que la introducción de algunas reformas podría impedir que la situación social se volviera explosiva.
Incluso el regente expresó "su preocupación por la falta de reformas económicas y sociales, y de libertades políticas. Aunque no fuesen hechas públicas, las opiniones del regente fueron recogidas por la clase dirigente y la embajada británica, donde aumentaba el temor hacia las explosivas consecuencias políticas que podía tener el régimen conservador y represivo de Nuri" (Tripp, p.158).
La reconstrucción del PC bajo la dirección de Yusuf Salman Yusuf ("el camarada Fahd") se había llevado a cabo mediante una fuerte centralización de las estructuras y el rechazo a cualquier crítica hacia el secretario general. Esto provocó numerosas protestas, que en agosto de 1942 llevaron a la expulsión de un grupo de militantes que fundaron el periódico Adelante, y meses más tarde, en noviembre, se verificó una auténtica y propia escisión formándose dos PC de Irak: uno bajo la dirección de Abdallah Mas’ud, liberado de su prisión, con su propio órgano La Chispa, y el otro bajo la dirección de Fahd con su órgano La base. Los dos grupos antagonistas, tras su mutuo debilitamiento tras una oleada de arrestos, se unificarían de nuevo publicando el periódico Unidad de la lucha.
Todos los grupos escisionistas tenían como propia reivindicación central la celebración de un congreso del PC de Irak y el establecimiento de unas reglas de funcionamiento interno, petición a la que Fahd se opuso ya que "en las condiciones internacionales existentes la celebración de un congreso clandestino de los comunistas partidarios del bando democrático puede provocar colisiones entre los comunistas y las autoridades, lo cual no es deseable por nadie, ni son del interés de los pueblos que están luchando contra el fascismo".
El PC de Fahd, como todos los partidos estalinistas de los países industrializados o semi-industrializados, se dedicó desde comienzos de 1944, a organizar a los trabajadores de la industria con el fin de impedir que se alineasen bajo una línea sindical de clase. Los estalinistas consiguieron crear células clandestinas primero en Bagdad y luego en el resto del país, incluyendo en la dirección del partido a intelectuales provenientes de la pequeña burguesía más pobre (la así llamada "inteligencia del pueblo"), y convocando finalmente una conferencia del partido en marzo del 1944, y después el primer congreso en marzo de 1945.
La conferencia adoptó una "Carta Nacional" del partido, que combinaba posiciones patrióticas y democráticas con un programa socialdemócrata; los trabajadores debían limitarse a reclamaciones de tipo legalitario y sindical. Nada de una perspectiva socialista, nada de república, nada de abolición del tratado Anglo-Iraquí (que establecía el poder de ipso de Gran Bretaña sobre Irak), sólo la revisión de algunas cláusulas; ninguna petición de expropiación al capital extranjero y a los latifundistas; nada de unidad árabe, nada de independencia para el pueblo kurdo (tachada como reaccionaria y a favor del imperialismo). La "etapa" de la lucha era la de la "liberación nacional y por lo derechos democráticos", y los objetivos debían ser congruentes con la fase de la "revolución nacional burguesa".
Es cierto que la política defendida por Moscú en esa época, y asumida por el PC sirio, que llegó a autodisolverse, no fue nunca aceptada por el PC iraquí, oponiéndose vivamente, y entrando en una feroz polémica con los "liquidadores", que también en Irak seguían la línea de Moscú.
Desde enero de 1944, y naturalmente siguiendo las directrices provenientes de Moscú, que se preparaba para romper la alianza con los aliados del día anterior, la dirección del PC de Irak inició un nuevo rumbo indicando que el apoyo al ejército inglés y al gobierno se había terminado o estaba terminándose.
Claro está que los motivos para oponerse al gobierno y a sus patronos ingleses no faltaban. La nueva línea del PC de Irak comenzó denunciando de manera tibia el aumento del coste de la vida, y después atacando duramente la presencia inglesa en Irak en abril de 1945.
El nuevo gobierno iraquí de al-Suwaidi, en el poder desde febrero de 1947, puso fin a la ley marcial, cerró el campo de prisioneros de al-Faw, levantó la censura de prensa e introdujo una nueva ley electoral para conseguir una mayor representatividad en las áreas urbanas, donde la población estaba en rápida expansión. El nuevo gobierno permitió nuevamente la formación de los partidos políticos: además del Partido Democrático Nacional (un partido nacionalista de tendencia socialdemócrata), y el Partido Independiente (de tendencia panárabe), fueron reconocidos también dos pequeños partidos socialistas: no obstante se rechazó la petición del Partido Comunista de Irak, pese a la moderación de su programa político, de constituirse como Partido de Liberación Nacional.
Esta nueva libertad de asociación y de propaganda política permitió la difusión de posiciones muy críticas ante la situación económica y social del país. "En medio de un creciente descontento, derivado en menor parte de las viejas desigualdades estructurales de la sociedad iraquí, y en mayor medida por la preocupación inmediata de la gente que veía recortados sus salarios a causa del coste de la vida, las actividades de los partidos de oposición y de los sindicatos recién reconstituidos parecían prometer al aumento creciente de las protestas sociales. Se organizaron huelgas en el puerto de Basora y continuaron las agitaciones entre los obreros de los ferrocarriles, cuyo sindicato había sido perseguido como consecuencia de las huelgas de abril de 1945.
Las condiciones económicas de muchos iraquíes normales se habían deteriorado enormemente durante los cinco años precedentes. Carestías como consecuencia de la guerra, pésimas cosechas, aumento del poder adquisitivo por parte de las tropas británicas estacionadas en Irak: todos estos factores habían modificado dramáticamente los precios de casi todos los productos, incidiendo sobre todo en el sector alimentario y en el vestido. El coste de la vida había aumentado cinco veces, golpeando en particular a los salarios, tanto a nivel gubernativo y estatal como a nivel industrial, y tal aumento no había tenido como contrapartida ningún incremento de salarios y pensiones. La espiral de precios de los productos cerealistas (que en su momento fue la principal exportación de Irak) había inducido a los propietarios agrarios y a los comerciantes de toda la región medio oriental, a aprovecharse de las oportunidades ofrecidas para la exportación. Esto no sólo agravó las presiones inflacionistas dentro de Irak, creando una escasa disponibilidad de productos sino que, en algunas partes del país, sobre todo en las zonas kurdas, determinó una situación que se encaminaba hacia una grave carestía. Las huelgas organizadas durante estos tres meses de relativa posibilidad fueron encaminadas en su mayor parte a pedir aumentos salariales y mejores condiciones de trabajo" (Tripp, pág.163).
El PC de Irak participó activamente en la organización de las
huelgas,
y pese a su carácter clandestino parece que de 16 sindicatos que habían
sido legalizados, unos 12 estaban bajo la dirección del PC. Los
sindicatos
más importantes coincidían con las mayores concentraciones obreras, el
puerto de Basora, ferrocarriles y yacimientos petrolíferos: en estos
tres
sectores la tasa de sindicalización oscilaba entre el 30 y el 60 por
ciento
y la mayoría de sus dirigentes pertenecían al PC de Irak. La primera,
y masiva, oleada de huelgas en estos tres sectores (las huelgas siempre
se convocaban con carácter indefinido y duraban varias semanas) tuvo
lugar
entre abril de 1945 y mayo de 1947, con peticiones de aumentos
salariales,
de legalización de los organismos sindicales y de una verdadera
independencia
nacional contra la presencia inglesa en Irak. "Desde el punto de vista
de los británicos, que tenían importantes intereses estratégicos en
los importantes sectores industriales, de transportes y del petróleo,
las huelgas formaban parte de un ataque general contra los intereses
británicos"
(Tripp, pág.164). Para muchos miembros de la clase dirigente iraquí
esta
oleada de huelgas era el preludio de la revolución social. La respuesta
del gobierno y de los ingleses fue la de conceder aumentos salariales,
pero disolviendo los sindicatos tras las huelgas, arrestando a sus
dirigentes
obreros y persiguiendo a los comunistas. El mismo Fahd fue arrestado en
febrero de 1947 (pero no pudo ser identificado como secretario general
del PC de Irak) siendo condenado a muerte (la pena fue conmutada en el
presidio tras numerosas protestas internacionales).
El gran salto: la revuelta de 1948
Una nueva grave crisis del régimen iraquí se dio en enero de 1948 cuando, a continuación del Tratado de Portmouth entre Irak y Gran Bretaña, estalló en Bagdad la mayor insurrección masiva en la historia de la monarquía, la al-Wathbah.
Todo empezó con manifestaciones estudiantiles el 4 de enero, convocadas para protestar contra la hipótesis de un nuevo tratado anglo-iraquí, que habría mantenido a Irak bajo la tutela británica. Continuó los días siguientes con diversos incidentes y se amplió después que el 15 de enero se anunciase la firma del nuevo tratado que, pese a prever la retirada de las tropas británicas del País, sancionaba formalmente la influencia británica sobre Irak, durante otros 25 años.
Todos los partidos de oposición se pusieron manos a la obra para movilizar a la opinión pública contra el tratado. El 20 y el 21 de enero salieron a la calle los trabajadores de los ferrocarriles y de las otras fábricas de Bagdad, los desempleados, las masas de campesinos recién instalados en la capital. La policía intentó parar a los manifestantes a golpes y tiros, pero no fue suficiente para disolver las manifestaciones. "La atmósfera que se respiraba en Bagdad olía a revolución social" escribe el historiador Batatu describiendo esos días.
El PC de Irak, que todavía no se había declarado republicano, polemizó con los "sectores extremistas", que participaban en las manifestaciones con pancartas que pedían la caída de la monarquía y la proclamación de la república.
Pese al rechazo del tratado por parte del regente, las manifestaciones no cesaron. El 23 tuvo lugar una gigantesca manifestación y el 27 otra; el gobierno decidió acabar con el movimiento por la fuerza. La policía disparó de manera indiscriminada, continua, usando el asesinato como medio para disolver las manifestaciones. Murieron de 300 a 400 manifestantes, pero las manifestaciones no cesaron y la policía tuvo que retirarse de las calles.
El primer ministro huyó y se refugió en Gran Bretaña. Se formó un nuevo gobierno. Su nuevo jefe, el chiíta Muhammad al-Sadr, prometió nuevas elecciones pero no fue suficiente.
Se inició un periodo – que durará hasta la primavera – de continuas movilizaciones en todo el país, con fuertes huelgas en los ferrocarriles entre marzo y mayo (el sindicato había sido ilegalizado en abril de 1945, por lo que fue el PC de Irak el que organizó directamente a los obreros dirigiendo las huelgas); en los yacimientos petrolíferos, de abril a mayo, (es ya legendaria la huelga en el pozo K3 cercano a Hadita con una "gran marcha" sobre Bagdad de 3.000 trabajadores); en el puerto de Basora, de abril a mayo. Estalló igualmente una revuelta campesina dirigida por el PC en Arbat, en abril. Las peticiones de los trabajadores eran aumentos salariales, "pan y zapatos", derechos democráticos, liberación de los prisioneros políticos, e independencia nacional.
La respuesta, como sucedió en 1945-47, fue la de ilegalizar a las organizaciones obreras, la detención de las direcciones sindicales, y a cambio, una aceptación parcial de las reivindicaciones salariales.
Esta revuelta dio un gran impulso al crecimiento de la influencia del PC, el cual siempre se mantuvo dentro de una perspectiva de apoyo a un "gobierno democrático nacional" de la burguesía iraquí. Las manifestaciones solamente cesaron en mayo de 1948, cuando el gobierno proclamó la ley marcial tomando como pretexto el estallido de la guerra en Palestina.
La derrota en esta guerra, en la que Irak participó enviando algunos miles de soldados, determinó en enero de 1949 la caída del gobierno. Las acusaciones del gobierno egipcio culpando de inacción a las tropas iraquíes, provocaron graves desórdenes, sobre todo en Bagdad; el regente llamó una vez más al verdugo Nuri al-Sa’id como jefe del gobierno. Fueron usadas las cortes marciales para procesar a todos aquellos acusados de instigar los desórdenes, y centenares de personas acabaron en la cárcel. El precio más alto lo pagaron los militantes del PC que, una vez más, pagaron con la sangre de centenares de militantes el acatamiento a la política de Moscú.
La aceptación por parte del PC de Irak de la línea dictada desde Rusia referente a la aprobación de la división de Palestina y el nacimiento del Estado de Israel, llegó el 6 de julio, después de siete meses de resistencia, provocando un gran desconcierto y una desmoralización general en el partido. Como resultado de ello centenares de militantes lo abandonaron disgustados. De esta situación se aprovechó el aparato represivo del estado, que en los últimos meses de 1948 arrestó a centenares de comunistas. El gobierno procesó públicamente en enero de 1949 a Fahd como secretario general del partido, junto a otros camaradas suyos. El PC de Irak pasó de 4.000 militantes a unos pocos centenares.
La reconstrucción fue lenta desde junio de 1949, pero sólo a partir de 1951 se puede afirmar que la crisis se había superado.
De esta manera el PC iraquí pudo participar – y tener un papel dirigente – en la nueva oleada de huelgas en la primavera-otoño de 1952, que culminaron en la revuelta del 22-24 de noviembre del mismo año, cuando en Bagdad y otras ciudades se convocaron manifestaciones que reclamaban derechos civiles y democráticos y elecciones libres. El gobierno respondió exclusivamente con la fuerza de las armas, y proclamó la ley marcial: todos los partidos fueron ilegalizados (el PC ya lo estaba desde siempre) y sus dirigentes arrestados. Pero en cuanto se derogó la ley marcial al año siguiente, una nueva serie de huelgas sacudiría el país, y en Basora el gobierno impuso de nuevo la ley marcial en enero de 1954. El nuevo ascenso al poder de Nuri al-Said llevó de nuevo a la ilegalización de los partidos políticos, clubes culturales, sindicatos y prensa aunque fuese vagamente liberal.
En estos años el PC de Irak daría un "giro a la izquierda" con la adopción, en marzo de 1953, de una nueva "Carta Nacional" en sustitución de la de 1944, planteando el objetivo de "una República popular democrática que represente la voluntad de los trabajadores, de los campesinos, de las masas populares", reconociendo el derecho de autodeterminación del pueblo kurdo, hasta la secesión.
Esto provocó la expulsión de 73 miembros del partido que se habían opuesto a la nueva "Carta Nacional" en nombre de las viejas posiciones de Fahd: estos opositores editaron su propio órgano La bandera de los trabajadores.
En los meses sucesivos el partido llamaba a una "revolución popular", con la "conquista del poder por parte del proletariado (...) como tarea inmediata", mediante la construcción de un "ejército popular revolucionario", que "practique la lucha armada", llenando el país de "baluartes revolucionarios". Esta línea llega a su punto máximo entre junio de 1954 y junio de 1955, contando el partido con alrededor de 500 militantes.
En junio de 1955 esta línea es rechazada por el Comité Central y todas las posiciones "extremistas" adoptadas en 1953 son derogadas.
En junio de 1955 se firmó un acuerdo de venta de armas entre la URSS y el Egipto de los "Oficiales Libres", los cuales mediante un golpe de Estado, tres años antes, habían derribado la monarquía. Una nueva línea se impone e inmediatamente el PC de Irak abraza la causa del panarabismo árabe propugnado por los dirigentes egipcios. Esta línea se reforzará el siguiente año cuando, en julio de 1956, y como consecuencia de la nacionalización del Canal de Suez, Egipto fue atacado por una coalición anglo-franco-israelí, y en la segunda conferencia del partido, celebrada en septiembre de 1956, dicha línea panarabista será en adelante la oficial.
Pero se trató de una política de breve duración que no influiría en la revolución de julio de 1958. Para el PC de Irak "la tarea inmediata es la formación de un gobierno patriótico que ponga fin al aislamiento de Irak respecto al movimiento de liberación árabe y defienda una política patriótica árabe independiente".
El Pacto de Bagdad – firmado con un carácter antirruso y contra el nacionalismo árabe, y bajo la supervisión de EEUU e incluyendo a Irak, Irán, Pakistán y Turquía – y el ataque contra Egipto por parte de Israel con el apoyo de Gran Bretaña y Francia, provocaron una oleada de protestas y revueltas en Irak, esta vez centradas en las zonas más periféricas como Mosul, Kirkuk, Basora, y con verdaderas insurrecciones en Nayaf y Havy. La respuesta gubernativa fue la de siempre: la represión militar.
Como consecuencia de esta nueva revuelta en febrero de 1957 se formó un "Frente Nacional Unido" – que incluía al PC, al Partido Nacionalista Democrático (el partido de la burguesía antimonárquica y nacionalista iraquí), el Baaz (el partido, formado a comienzos de los años 50 y que hacía del panarabismo su bandera) y otras formaciones – teniendo como plataforma la independencia política y económica, la abolición del Pacto de Bagdad, la destrucción del sistema agrario del iqta, derechos democráticos, libertades civiles y solidaridad árabe contra el imperialismo y el sionismo.
Dejando a un lado el breve periodo "extremista" de 1953 a 1955, la perspectiva estratégica del PC iraquí se mantuvo estos años (y los sucesivos) coherentemente socialdemócrata. Según las palabras del historiador Samira Haj, en el PC iraquí "mientras la posición teórica afirmaba la lucha de clases y el internacionalismo, en la práctica la política del partido fue la propia de la doctrina de la revolución en dos etapas (...) El partido veía la lucha anticolonial en Irak como parte de un inevitable proceso evolutivo que habría llevado a la revolución nacional burguesa. El partido veía su papel central dirigiendo a las "clases oprimidas" (obreros y campesinos) en alianza con la fracción progresista de la "burguesía" nacional, para llevar a cabo la lucha de liberación, las reformas sociales y la extensión de los derechos democráticos en el marco de un Estado burgués (...) Esta posición dogmática de una fase "democrático burguesa" de desarrollo separado se demostró dañina para el PC, para sus militantes y la misma revolución nacional. Para mantener estos principios, el PC de Irak fue obligado a subordinar el conflicto de clase a la lucha nacional (...) apoyando al nacionalismo iraquí respecto al nacionalismo pan-árabe (...) y asumiendo que hubiese una "burguesía nacional" capaz de realizar [la revolución agraria]. El PC de Irak (...) no reconoció la intrínseca debilidad de la "burguesía" iraquí y sus estrechos vínculos con las estructuras agrarias".
Pese a esta orientación estratégica el PC iraquí consiguió asumir
un papel central en la vida política del país, pese a las condiciones
de ilegalidad y clandestinidad a las que se vio obligado
permanentemente.
Pero si en el periodo terrible de lucha contra la monarquía la línea
socialdemócrata hizo del PC un organismo marginal dentro de la clase
obrera,
en el periodo de la revolución nacional, el sometimiento del partido al
movimiento nacional burgués lo llevará a la catástrofe y junto a él
– en ausencia de una dirección obrera alternativa – llevará a la
catástrofe al movimiento obrero en su conjunto.
En una espaciosa y tranquila sede que los compañeros habían reservado en Camucia, a los pies de la colina de Cortona, se tuvo la reunión del partido, los días 1 y 2 de octubre.
Nuestra actividad, que por fuerza mayor es en la actualidad más de estudio, publicación y propaganda, y sólo en pequeña medida de agitación en el seno del movimiento obrero, tiende a mantener vivo el patrimonio genético del partido comunista, que es un partido distinto de los burgueses y oportunistas, no sólo por un propio y opuesto cuerpo doctrinal, sino también por un tipo de funcionamiento interno que al ser único lo diferencia.
Seguimos manteniendo sin perderlo el hilo de esta continuidad. La forma en la que se manifiesta nuestro pequeño partido ha sido determinada por las vicisitudes de la lucha de clase, directas e indirectas, y por cómo se ha impuesto y resistido al enemigo. Su particular modo de configurarse no ha sido decidido ni inventado por nadie, ni pretende adaptarse a módulos formales preconstituidos, es un orden que el partido ha asumido espontáneamente, en el desarrollo colectivo de sus funciones, afinado por la experiencia de muchos decenios y bien confirmado por responder a su naturaleza y funciones.
El partido es un órgano de trabajo que dispone de una ciencia y tradición suyas. Es este coherente trabajo el que le da forma: es el buen trabajo comunista el que hace al buen partido.
Con esta voluntad, teniendo muy presente las dificultades de la época, que no permiten tener esperanza en éxitos próximos, celebramos las frecuentes reuniones generales, necesarias para ligar mejor nuestros trabajos y percibir el no siempre fácil cuadro general.
En Cortona se ha reencontrado una amplia representación de nuestros grupos. Algunos compañeros se juntaron desde el viernes, otros desde el sábado por la mañana y el resto a primera hora de la tarde. Como de costumbre hemos dedicado las horas de la mañana del sábado al análisis de lo hecho y al reparto de lo que hay que hacer.
En las dos sesiones de sábado por la tarde y domingo por la mañana
hemos escuchado, con orden y atención, las numerosas exposiciones,
todas
ellas sobre temas que exigen mucha dedicación. Serán publicados en los
próximos números de Comunismo (en italiano), pero, debiendo dar
prioridad,
por continuidad, a los temas ya empezados en esta publicación. Para
informar
a los compañeros ausentes y a quién sigue nuestro trabajo, como de
costumbre
sacamos aquí un resumen básico.
ANTIMILITARISMO Y MOVIMIENTO OBRERO
El capítulo expuesto del informe sobre el antimilitarismo esta vez no ha mantenido el orden cronológico que los precedentes venían siguiendo, y que se habían desarrollado partiendo del nacimiento del Estado unitario italiano hasta el estallido de la primera guerra interimperialista. Gran cantidad del trabajo expuesto en las reuniones generales precedentes espera todavía ser publicado, por eso ha sido posible una indagación colateral al tema tratado.
Este trabajo, tratando siempre el tema del antimilitarismo, surgió como consecuencia de una investigación profunda motivada por la necesidad de arrojar luz sobre el documento de archivo que habíamos publicado en el número 57, diciembre 2004, de la revista: El Proletariado Italo-Austro-Húngaro contra el Militarismo y contra la guerra.
En el momento de su republicación no estábamos en disposición de acompañarlo de una presentación exhaustiva, por no conocer todavía tanto el largo y fatigoso trabajo que lo había precedido como quiénes habían sido los promotores del convenio internacional, los cuales, animados por un auténtico espíritu clasista e internacionalista, luchaban desde hacía años por la confraternización del proletariado por encima de las razas y las naciones, y que sobretodo se batían activamente contra el militarismo. Con coherencia, incluso después del estallido de la carnicería europea, supieron mantenerse ajenos a la traición generalizada de los partidos de la II Internacional.
Desde 1904 y hasta la víspera del estallido de la guerra había sido desplegado un intenso trabajo en este sentido, con un grande y profuso empeño por parte de un pequeño grupo de compañeros, que quedaron prácticamente desconocidos para las crónicas de la historiografía oficial. La iniciativa, la coordinación, la función de mantener viva la necesidad de una política socialista internacionalista contra toda forma de chovinismo, racismo e irredentismo, recayó sobre todo en el pequeño partido socialista de la península de Istria. La exposición del informe por tanto se desarrolló ilustrando el nacimiento y las varias etapas del desarrollo de este partido.
Ciertamente, a su connotación rigurosamente de izquierda contribuyó su situación en un ambiente histórico-geográfico particular. Istria, junto a Venecia-Julia, han representado siempre un puente de conexión entre la península italiana y la balcánica. En la milenaria historia de los desplazamientos humanos fueron punto de encuentro y separación de pueblos, portadores de distintas civilizaciones, corrientes culturales y lingüísticas.
La moderna clase obrera se encontraba en la necesidad de luchar a la vez contra el poder central de los Habsburgo, el poder local y económico principalmente italiano, el clero eslavo y la naciente burguesía autóctona. En aquella compleja y difícil situación, aunque instructiva, al socialismo istriano-triestino se le hizo abrazar muy pronto los principios de la doctrina internacionalista y las directivas teóricas del socialismo de izquierda, que puso resueltamente en práctica.
Ya en el momento de su nacimiento, septiembre de 1894, la Liga Social-Demócrata expresó esta cualidad específica y en su Manifiesto de presentación, dirigida al proletariado triestino e istriano. La liga, que se había adherido inmediatamente al Partido Socialdemócrata de Austria, fue seguidamente denominada Sección Italiana Adriática del Partido Obrero Socialista en Austria.
Pero las secciones socialistas de Venecia-Julia y Dalmacia, tanto italianas como eslavas, no tardaron en distinguirse por las posiciones radicales y clasistas, de la socialdemocracia austriaca, que se inspiraba en un programa reformista en el plano de las luchas de clase y simplemente autonomista en el plano de la cuestión nacional: es decir, lo que se definió como austro-marxismo. Mientras en Viena, el programa aprobado por el Congreso de 1901 se limitaba a hablar de "evolución", y establecía que la finalidad del partido era la de "organizar al proletariado, introducirle la conciencia de su estado y su función, hacerle y conservarlo intelectualmente y físicamente capaz para la lucha, sirviéndose de todos los medios oportunos y que corresponden al derecho natural de los pueblos", en Trieste, por el contrario, se escribía: "el partido socialista es la vanguardia del ejército proletario, despierta al proletariado para que tome conciencia de clase, lo organiza, lo instruye, y lucha por asegurarle la fuerza.
El proletariado, encaminado por la vía de las reivindicaciones sociales, no podrá pararse, y todo medio útil deberá servir al objetivo (...) El partido socialista no es un partido legalitario (...) la mayor o menor resistencia de las clases adversarias determinará el uso de medios legales o el de la violencia".
Todavía en los primeros meses de 1914 los socialistas adriáticos se empleaban activamente para que no se perdiera la red de relaciones socialistas internacionales, a cuya realización habían contribuido de modo determinante. El estallido de la guerra hizo inútil el último proyecto de retomar el discurso iniciado en 1904 y sometió a una drástica verificación el proclamado internacionalismo y antimilitarismo de los partidos de la Segunda Internacional.
En el trágico y crucial momento de ruptura, el 15 de agosto, Il Lavoratore de Trieste tuvo una inequívoca reacción a la manifestación de socialpatriotismo del órgano vienés del partido: "El Arbeiter Zeitung, hablando de la guerra en curso, se atribuye la autoridad de poder hablar por todos los socialistas (...) Por doquier, tras el estallido de la guerra, el modo de sentir de los representantes de nuestro partido (...) en general resulta distinto del que durante tantos años había podido y debido parecer". Por el contrario, el comportamiento del PSI era elogiado: "Los socialistas de Italia se baten con coraje por la neutralidad contra las tentativas nacionalistas".
De nada valieron las presiones ejercitadas por los socialistas alemanes y austriacos y los peligros previstos por ellos respecto a la "amenaza paneslavista". Los istrianos, como todos los socialistas de izquierda de Europa y Rusia, con el indigno final de la Segunda Internacional al estallar la guerra, veían de un día para otro fracasar sus tentativas de mantenerla sobre la vía del comunismo. Uno de ellos, Valentino Pittoni, escribía a su hermano: "Es la exaltación de la lucha lo que nos sostiene en la convicción profunda que la causa es justa y vale la pena ser sus instrumentos (pues cuanto más se avanza en años y en experiencia tanto más nos convencemos de ser muy poco factores – ilusiones de cierto momento – sino solamente instrumentos)".
Y la actividad de este semidesconocido partido no cesó ni siquiera con la entrada en la guerra de Italia y la no honrosa posición asumida por el PSI que entregaba el proletariado italiano en las manos del verdugo estatal. En el curso de diversos encuentros entre socialistas istrianos, de nacionalidad italiana y eslovena, fue confirmada nuevamente su clara adversión a la guerra al votar la resolución: "Los partidos socialdemócratas unidos del Litoral condenan la guerra y las aspiraciones nacionalistas que fueron causa de ella".
Después de la ocupación por parte del ejército italiano de las
tierras
ya "irredentas", las ex-secciones adriáticas, italiana y eslava, del
Partido
Obrero Socialista en Austria se adherían al PSI. El 26 de enero de 1919
se tuvo el primer congreso socialista de Venecia-Julia. El 7 de abril
fue
aprobada la salida de la Segunda Internacional y la adhesión a la
Tercera.
En el congreso de Livorno, las organizaciones triestinas y regionales
del
proletariado, pasaron, en su grandísima mayoría, al partido comunista,
mantuvieron la dirección de la Cámara del Trabajo de Trieste, además
de variados organismos proletarios, y trajeron al partido el glorioso Il
Lavoratore.
IDEOLOGÍA ITÁLICA: EL BLOQUE
POST-RESISTENCIA
La teoría gramsciana de los "bloques históricos" antagonistas ha sido clasificada por nosotros como terminología dispuesta a colarnos un nuevo tipo de "alianza", en oposición a nuestra tesis fundamental de lucha de clase contra clase.
Después de la Resistencia, una vez que el "bloque antifascista" hubo derrotado al fascista, se vendió como algo nuevo que la amalgama política probada con la guerra podría representar una alternativa social triunfadora y definitiva.
¿Pero con qué composición?, es la pregunta que surge hoy. El proletariado, desde su posición de centralidad, habría debido hacer de coagulante en lo que se refiere a las clases medias, campesinos, pequeños emprendedores, comerciantes, empleados, todos juntos por el deseo de lucha antimonopolio. ¿Contra quién? Contra clases de alguna manera ligadas a las "rentas de posición".
De esta teoría del "bloque social", siempre capaz de renovarse, ha vivido la política oportunista, bien secundada por los intereses estatales en su conjunto, ora con la "concertación", ora con la abierta competencia entre las clases emergentes.
Tras la crisis económica de los años sesenta y setenta, los bloques se descompusieron, hasta el punto de que esto ha estado presente en el hecho de rendir cuentas en los juzgados en los 90.
¿En qué punto se encuentra hoy el "transformismo" itálico? En el punto de siempre, es decir en el esfuerzo de hacerlo pasar por Política, cuando en cambio no es más que camuflaje de la tensión antiproletaria que ha alcanzado los éxitos que hoy sabemos.
Parece que la lucha de clase, junto con su historia, haya sido
definitivamente
abolida por los "nuevos bloques" emergentes. No estemos tan seguro de
ello.
Precisamente cuando los bloques sociales nacionales no saben ya dar
razón
de su composición, los bloques históricos entre naciones se están
barajando,
sometiendo a dura prueba tanto la política interna de los estados como
la externa. Italia forma parte de ello, con sus peculiares
características
de estado-nación que llegó tarde, con aires de grandeza pero realizando
chapuzas.
ORIGEN DE LOS SINDICATOS EN ITALIA: EL
FASCISMO
Y LA GUERRA
El informe venía a describir los episodios de huelga que, desde la segunda mitad de 1942 hasta finales de 1944, afectaron a las ciudades industriales del norte de Italia. Las publicaciones estaliniano-resistenciales los han descrito como patrióticos y antifascistas, es decir motivados por un ideal político, interclasista y de corte democrático. Por el contrario se trataba de pura lucha obrera de clase y por motivos de clase. El proletariado industrial, aplastado por el plustrabajo en los talleres, por el hambre y la represión impuestos por el ejército ocupante, y por los bombardeos del ejército "liberador", aun privado de la dirección comunista, espontáneamente se planta sobre su terreno defensivo natural, y por tanto se organiza y se bate.
"Lucha contra el hambre y el terror", se proclamaba en una octavilla. Y dirigido a los mutilados de guerra supervivientes: "Vosotros sois desgraciados como nosotros. Mientras los empresarios acumulan riqueza con vuestra sangre y vuestro sudor".
Lo demuestra el tipo de reivindicaciones que afloraban en las huelgas: salarios, horarios, raciones de alimentos y protección contra los bombardeos.
Los estalinistas, por otra parte, tan sólo se sumaron en segundo plano al movimiento, que ni se lo esperaban ni lo habían promovido. No lo ostaculizaron porque se sentían seguros de poder instrumentalizarlo para sus fines nacionales y controlarlo.
Además, el hecho de que en el movimiento participaron activamente no sólo los obreros que individualmente se consideraban fascistas o que pasaban por tales, sino además los de formaciones de control creadas a propósito por el régimen en las fábricas, es la confirmación de cómo la lucha de clase se impone transversalmente a las falsas oposiciones burguesas, frentes de guerra o estilos de gobierno.
La conciencia está, una vez más, fuera de la clase y del movimiento
inmediato. La lección burguesa y estalinista que querían que nos
tragáramos,
y que por desgracia posteriormente lograron meter en el movimiento,
decía
que la explotación obrera era el producto del fascismo y de la guerra
fascista, y que por tanto para oponerse a la explotación hacía falta
hacerse partisano por la democracia y por la victoria aliada. La
lección
comunista, que nuestros pocos compañeros trataron de impartir con
claridad
en periódicos y manifiestos, era que la clase burguesa y terrateniente,
cualquiera que sea el color con el que se pinten, son el sujeto de la
sumisión
proletaria y el enemigo a combatir y vencer.
Como de costumbre, fueron detalladamente ilustrados, aunque de manera sintética, los gráficos que describen la situación económica mundial, los presentes los pudieron ver en grande en la pared de la sala. A menor escala estaba representado todo el periodo desde la Segunda Guerra Mundial, y más ampliado el último año transcurrido.
Haciendo balance del último ciclo económico, entre los capitalismos más fuertes se puede distinguir los que eventualmente van ganando o perdiendo. Estados Unidos y Alemania han marcado ritmos relativamente más altos y no han tenido recesión. Se verifica, por tanto, que la acumulación de capital no está de hecho en contradicción con la evidente miseria en crecimiento, ni con el perpetuarse de una alta tasa de desempleo.
En el lado opuesto se encuentran en cambio en clara recesión Gran Bretaña e Italia. Muy grave en Italia, pues el índice de la producción industrial ha descendido de 1943, último máximo alcanzado en el año 2000, al 1577 actual (en 1913 se consideró base 100), una contracción del 19%. Gran Bretaña está en recesión desde el 2000.
Pero también están en recesión Francia y Japón, aunque menos grave. En este último capitalismo el índice de producción no ha superado nunca el máximo de 13.431, que se remonta al lejano 1991, y que tras altibajos todavía se encuentra un 1 % por debajo del mismo.
Considerando la tasa media de crecimiento de todo el último ciclo, comprendido entre el penúltimo y último máximos relativos de crecimiento, resulta confirmada la serie que desciende acorde a la edad del capitalismo en cada país: Gran Bretaña + 1,3%, Francia + 1,8%, Alemania + 2,5%, Italia + 3,4%, Estados Unidos + 3,6%, Japón + 5,8%.
Pasando al volumen de las exportaciones es de notar que China se ha
colocado en el segundo puesto a nivel mundial. El orden actualmente es
este: Estados Unidos – China – Japón – Alemania – Francia.
IRÁN, BALANCE DE LA "REVOLUCIÓN ISLÁMICA"
El estudio sobre este importante país se ha iniciado con un primer capítulo de enfoque geográfico e histórico.
Con el hundimiento de la Unión Soviética y su fragmentación en repúblicas autónomas, y la invasión de Irak por parte de los Estados Unidos de América, Irán se encuentra en el centro, en sentido geográfico y político, de una red de fortísimas tensiones por el control de Oriente Medio y de las principales reservas petrolíferas del planeta. Esta dinámica imperialista abre escenarios con consecuencias cruciales para todo el orden mundial, prefigurando castigos y enfrentamientos a escala mundial entre los estados capitalistas.
Sin pretender emular a los institutos internacionales de estudios estratégicos, la misma naturaleza de los acontecimientos que están acaeciendo, hace necesario abordar, desde nuestro punto de vista, el proceso de crisis activado a finales de los 70 con la caída del régimen Pahlavi, proceso al que actualmente se le une la tremenda aparición, en la escena mundial, de los colosos China e India.
La propia situación geográfica del país, entre las ex repúblicas soviéticas del mar Caspio (con los enormes yacimientos de la zona, poco y mal explotados), Turquía, Irak, toda su costa con el golfo pérsico y las fronteras con Afganistán y Pakistán, pone de manifiesto su papel de "cremallera". Que no se trata de un país "atrasado", sino plenamente capitalista, lo ponen de relieve sus indicadores económicos, su tasa de crecimiento anual, los sectores industriales (además del preponderante petrolífero) y el volumen de intercambio comercial.
Con una población de más de 68 millones, Irán es con mucho el país más poblado del golfo pérsico, y con la más alta concentración urbana.
En su historia Persia no ha sufrido nunca una dominación colonial directa, pero fue objeto de presiones por parte de la Rusia zarista y, entre las potencias europeas, especialmente por parte de Gran Bretaña.
En 1906, contra la creciente influencia extranjera, y para oponerse a la corrupta y débil monarquía Qayarí, se afirma un gobierno constitucional, promovido por un partido nacionalista, pero la injerencia europea vuelve a cobrar vigor tras el descubrimiento de petróleo.
La historia del Irán moderno tiene inició en 1925, cuando un simple oficial de la armada cosaca, Reza Kan, con el apoyo de Gran Bretaña, toma el poder y destrona al último soberano Qayarí. El nuevo monarca acelera el proceso de occidentalización del país y le da el nuevo nombre oficial de "Irán", dando comienzo un largo pulso con las jerarquías religiosas, y poniendo en marcha una reforma de la estructura agraria basada en el latifundio, todavía de tipo semifeudal.
Durante la segunda guerra mundial el norte del país sufrió la ocupación de los soviéticos, mientras que en el sur se establecieron los ingleses y americanos, que obligan a Irán a declarar la guerra a Alemania. Para librarse de un aliado difícil y no alineado con su política, americanos e ingleses obligan a Reza Kan a abdicar, sustituyéndolo con el hijo Mohamed Reza, dando un ulterior impulso al proceso de modernización, también en el campo social.
Desde este momento el país entra en la esfera de los estados occidentales y se afirma, también gracias a la eficiente organización militar, como la principal potencia del golfo pérsico.
La explotación de los recursos petrolíferos determina sin embargo nuevas diferencias con los estados occidentales. Un fuerte movimiento popular, de nuevo contra las injerencias extranjeras y por una distinta repartición de las rentas petrolíferas, dirigido por un bloque de grupos nacionalistas, religiosos y del Tudeh, obliga al Shah a nombrar primer ministro a Mohamed Mossadeq, que en 1951 pone en marcha un plan de nacionalización del petróleo, dejando fuera a Gran Bretaña y confiscando la mayor parte de los ingresos.
Irán es sometido al boicot económico por parte de Inglaterra, con el apoyo de Estados Unidos. La crisis económica que le sigue, resquebraja el poco posible bloque político que sostenía al primer ministro.
Los americanos imponen un embargo al país, impidiendo la exportación de petróleo a los USA. Mossadeq es derribado en 1953 por un golpe de estado inspirado y apoyado por la CIA.
Mohamed Reza, huido del país y demandando la solución de la crisis al nuevo amo americano, sube de nuevo al trono, donde permanecerá hasta 1979, fecha en la que escogerá la vía del exilio tras la revolución.
La presencia de los Estados Unidos en oriente medio se potencia con
un nuevo fuerte aliado, y se consolida en 1955 con la firma del pacto
de
Bagdad con función antisoviética y anti egipcia, al cual se adhieren
USA, Inglaterra, Turquía, Irán, Irak y Pakistán.
LA GUERRA EN IRAK Y LAS DIRECTRICES DEL PARTIDO
Los informes presentados en las reuniones generales precedentes, que están saliendo publicados por capítulos en nuestra revista Comunismo, van siguiendo la trayectoria histórica del movimiento proletario en Irak, desde principios del siglo XX hasta el estallido de la guerra con Irán. El compañero encargado del estudio esta vez nos ha hecho una anticipación ilustrando en esta reunión los aspectos que ha asumido, en los últimos meses, la guerra entre la coalición y la resistencia.
Es en efecto una verdadera guerra: el número de soldados estadounidenses muertos en Irak ha superado el segundo millar, mientras en el noroeste del país el ejército USA, con el apoyo de grupos mercenarios, lleva a cabo ataques masivos contra ciudades y pueblos para destruir a los "terroristas". Después de dos años desde el "final" de la guerra, la guerra continúa y el ejército americano, en lugar de reconstruir, continúa volando los puentes sobre el Éufrates.
Naturalmente partidos y movimientos políticos occidentales que se reclaman a la ideología "tercermundista", aunque también al "comunismo revolucionario", se han puesto abiertamente al lado de la resistencia iraquí, que combate "armas en mano" al enemigo número uno, el imperialismo estadounidense.
La resistencia iraquí, como ha demostrado bien el informe, utilizando numerosas citas de diversas fuentes, es un movimiento políticamente muy heterogéneo pero constituido preponderantemente por ex baazistas, nacionalistas y fundamentalistas religiosos, y se propone expulsar a los ocupantes para reconstruir un Irak unido e independiente.
El proletariado iraquí, se ha recalcado, no tiene nada que ganar poniéndose de lado de este movimiento que es abiertamente reaccionario. Se han denunciado ataques armados de las bandas de la resistencia contra las organizaciones sindicales obreras y contra las organizaciones de mujeres.
La tarea primaria del movimiento proletario también en Irak es el de luchar por defender las propias condiciones de vida y de trabajo devastadas por los largos años de guerra. Su enemigo es el estado burgués, tanto si es "independiente" o al servicio del extranjero. El proletariado no tiene que preferir un régimen islámico o baazista antes que uno de barras y estrellas. El proletariado iraquí, como el iraní, a experimentado sobre su piel y ha pagado con millones de muertos la defensa de tales regímenes "revolucionarios" y "antiimperialistas".
El comunismo es antiimperialista en el sentido de que está contra el capitalismo, del cual la política imperialista es sólo la evolución necesaria, "suprema" y última.
En Irak no hay que hacer ya ninguna labor histórica de emancipación
nacional y de revolución burguesa. La batida de los americanos es un
problema
comercial y financiero, que puede dividir a la burguesía nacional
iraquí,
pero ésta está ya en el poder, en su conjunto, en su constituido estado
nacional. Una desmembración del estado iraquí, producto de una
cualquiera
combinación de fuerzas centrífugas internas o externas, no vendría a
modificar esta condición.
ILA CUESTIÓN HEBREA, UNIVERSALISMOS EN
CONFLICTO
Pretendemos poner de relieve en este trabajo que cuando nos alejamos de la estructura económica y social de las diversas formas de sociedad, y se pretende emitir juicios de tipo ideológico (en el sentido auténtico que atribuimos a este término), se corre mucho riesgo de malinterpretar y cometer no sólo errores, sino horrores.
Que también el universalismo judío sea, como los otros, en particular el católico, el producto sobreestructural de las condiciones históricamente dadas en las que han nacido y diversamente adaptado, está fuera de discusión. El hecho es que las varias manifestaciones de "universalismo" están destinadas a enfrentarse, precisamente a causa de su procedencia de condiciones materiales contradictorias.
Nuestro "universalismo", que seguimos llamando, no por casualidad, "internacionalismo", es de distinto tipo, en cuanto no negamos que el proletariado, llamado por el Manifiesto a unirse contra la Hidra capitalista-imperialista, debe tener en cuenta las propias condiciones nacionales, no para aceptarlas, sino para combatirlas según las distintas necesidades históricas.
Esto es tanto más verdad cuando la burguesía produce los fascismos y los nazismos, por no hablar del monstruo estatal estalinista, y los conjuga dentro del degenerado movimiento comunista, derrotado en su función internacionalista.
Ahora se comprende mejor que hagan llamamientos a formas de reacción contra ciertos universalismos en nombre de intereses "corporativos", que no soportan el espíritu disgregador del individualismo en sus varias manifestaciones.
Por mucho que se quiera cambiar las cosas con las palabras, ¿no es acaso verdad que la polémica en contra y a favor de la globalización se desarrolla utilizando acciones y reacciones que tienen su matriz en el choque de clases a nivel internacional?
Por lo tanto tenemos el deber de desenmascarar la matriz social de
los
universalismos, tanto si los entendemos en sentido histórico positivo,
o como expresión de peligro y complot.
PLATAFORMA
(Tercera Internacional, 1919)
1er. Congreso de la Tercera
Internacional,
marzo de 1919
TESIS
SOBRE LA DEMOCRACIA BURGUESA Y
LA DICTADURA DEL PROLETARIADO
(III - Continuación)
LA TÉCNICA EN EL SOCIALISMO
Falsificaciones estalinistas
Fruto de una investigación del Partido Socialista Italiano a finales del siglo XIX, se averiguó que el obrero podría trabajar, con los medios de entonces, cuatro horas al día, manteniendo el mismo nivel de vida, de manera que podría dedicar más tiempo a su educación y a solidarizarse con sus semejantes. Si lo hiciésemos actualmente con las revoluciones tecnológicas del siglo XXI, quién sabe hasta donde podríamos llegar. Y sin embargo, actualmente la jornada media de trabajo sobrepasa la histórica conquista de las ocho horas. Es más, ya se admite que el trabajo negro, infantil y otras infamias del género están a la orden del día, no solamente en los países con un escaso desarrollo sino también en los más desarrollados, empezando por los Estados Unidos. Y todo esto a pesar de la enorme capacidad productiva del trabajo moderno.
Ni reducción del esfuerzo y de la jornada de trabajo prometen ya los movimientos falsamente obreros y socialistas, desde los ex de Stalin y sucesores hasta Fidel Castro y los demás ex de todo el mundo. Una vez llegados al punto en el que nos encontramos, con el rumor de fondo de la caída del muro de Berlín, los aspavientos de Fidel Castro y el capitalismo "comunista" de China, es hora ya de remachar sin género de dudas cual es nuestro modo de entender el nexo técnica-socialismo.
En el socialismo, antes incluso de la racionalidad del plan, viene la liberación política y económica del proletariado de la sujeción al Capital; si se olvida y se sacrifica esta prioridad, se cae, como ha sucedido, en las aberraciones del emulativismo tipo "socialismo real", o sea el nuevo ídolo que la versión estalinista de la contrarrevolución ha identificado con la planificación.
La función de las Medidas Revolucionarias Inmediatas de la dictadura comunista en el terreno de la técnica y del trabajo no será el desarrollo de las fuerzas productivas, ya suficientemente desarrolladas por el propio capitalismo. Sucederá más bien lo contrario, tendiendo a redimensionar inmediatamente las producciones, que en un 90% son productos inútiles, suprimiendo radicalmente ramas enteras de la industria o reduciendo la actual en gran parte (en la extracción de petróleo, por ejemplo). A diferencia de la planificación cuantitativa y sin medida del capitalismo, destinada a violentar y destruir todo, el Plan de Especie del socialismo tendrá la función de armonizar los ciclos vitales, proporcionar producción y reproducción en ritmos lentos, que son los propios ritmos biológicos del hombre y la mujer, de las estaciones, del día, y los ritmos complejos y a veces larguísimos de la naturaleza. Sólo una vez destruido el insaciable apetito de plusvalía, se podrá planificar, apoyados por el enorme crecimiento de las fuerzas productivas heredadas del capitalismo, por primera vez en la historia humana, libres del vínculo de los costes. Lo que pueda comportar este control consciente a nivel de la especie y en la perspectiva temporal de algunas generaciones, sólo puede ser bosquejado por nuestras mentes prehistóricas.
Todo lo referente a la racionalidad no es de por sí hostil a nuestra concepción de la vida y de la sociedad, por el contrario; pero a condición de que antes que nada se afirme la negación del trabajo asalariado y éste sea abolido. Conocemos muy bien lo apasionados y trágicos que fueron los debates acerca de la manera de llevar a cabo la política dictatorial en Rusia, políticamente comunista pero económicamente atrasada y basada socialmente en la alianza obreros-campesinos, y las aberrantes herejías que se han podido formar bajo el empuje de presiones y exigencias históricas que se presentaron sin alternativa. Solamente la sana teoría de Lenin y de la Izquierda no perdió de vista la globalidad de las cuestiones, y ninguna necesidad, ni la del desarrollo de la industria, ni el de la agricultura, que se disputaban la preferencia, podía dejar en segundo plano la valoración histórica de fondo: la victoria del socialismo no es una cuestión de técnicas más productivas, sino una cuestión eminentemente política, o sea referente a la clase que detenta el poder del Estado. Pero si se la reduce a un hecho administrativo, entonces todo es posible, incluido el stajanovismo y el sometimiento al nuevo ídolo, el Capital, interpretado en clave nacional-popular. Por esto la Izquierda nunca ha renunciado a plantear la cuestión Partido fuera de las maniobras administrativas y organizativas, ya que éstas también son expresión de técnicas, de maniobrismos, de formas, más que de sustancia.
Aquellos que han insistido en buscar las razones de las diferencias entre el mundo capitalista occidental, y la realidad oriental y asiática, no se han percatado que las superestructuras, pese a no ser indiferentes, no constituyen ciertamente la causa de la preponderancia tecnológica de Occidente. En la contraposición histórica entre los así llamados eslavófilos (como Stalin) y los occidentalistas (Lenin y Trotski) hay una pizca de verdad, pero se tiende a olvidar que a los marxistas les interesaba sobre todo el diferente grado de desarrollo y de maduración social del capitalismo entre Europa y los Estados Unidos y entre Rusia y Asia. Marx llama asiático a un modo de producción, el de la gran Rusia, que no se puede asimilar exactamente al Medievo. La cuestión técnica no se podía resolver solamente planificando interiormente, dentro de los límites del país, la construcción de máquinas o la electrificación, porque requería profundas transformaciones, técnicas y sociales, que presuponían la solidaridad de un proletariado mucho más fuerte y maduro, educado por la gran industria y que dispusiera de ella, como el de Alemania y el resto de Occidente. El dramático problema no fue el desarrollo técnico, sino el mantenimiento del poder en Rusia, en espera de la revolución en Occidente.
Ahora que el presunto comunismo asiático ruso ha explotado
es
incluso más difícil acercarse a las grandes cuestiones que impidieron
al proletariado occidental la toma del poder en los años Veinte. Es
cierto
que en 1989, el imperialismo ruso no ha caído por debilidad cultural,
tecnológica,
sino porque en la crisis económica, ha sido desplazado por sus
competidores
en el mercado mundial.
Hacia el Plan de Especie
La técnica, como expresión de la capacidad de trabajo y organización, no es solamente un remedio, que alude inevitablemente a una deficiencia de base del ser humano, sino la facultad que, al unir mano y mente, permite realizar la integración recíproca entre hombre y naturaleza, que Marx definió muy bien en los Manuscritos como "humanización de la naturaleza y al mismo tiempo naturalización del hombre". Este intercambio equilibrado y racional no ha sido posible, debido a la traición de la burguesía, pese a que en su tiempo lo prometió, ya que las contradicciones inherentes al modo de producción capitalista le impiden actuar según un Plan de Especie.
Contrariamente a las expectativas, se reconoce que las diferencias entre quien tiene y quien no tiene nada son cada día más grandes dentro del actual modo de vida: ¿dónde está el secreto, el arcano terrible de esta marcha de las cosas? Inevitablemente en un modelo de desarrollo que no es simplemente el que viene determinado por la técnica, sino que más bien las técnicas son dominadas y gobernadas por el imperialismo mundial. ¿A santo de qué viene ahora lamentarse de los así llamados excesos de la globalización si la marcha hacia el imperialismo ya fue ampliamente analizada y denunciada hace un siglo y medio por el Capital de Marx? Y cuando Marx sostiene que las sociedades de clase están condenadas a un choque que lleva a la instauración de la dictadura del proletariado, no está expresando solamente un deseo, sino que analiza un proceso histórico y sus leyes internas.
Solo el Comunismo como régimen social desplegado a escala social está en grado de superar todo tipo de fetichismo. El Comunismo constituye la abolición del Capital, y con ello de las mercancías como moléculas fundamentales del mismo.
La tendencia de la ideología burguesa a atribuir a la técnica ciertos desarreglos que son producidos realmente por el modo de producción capitalista es falsa y falaz. Culpando, como hacen algunas corrientes humanistas, al aspecto modernizante del capitalismo, pretenden salvar al sistema en su conjunto. Nosotros, por el contrario, no sólo no somos hostiles a las técnicas, sino que estamos convencidos de que sólo el comunismo podrá desarrollarlas de modo armónico, una vez que las clases dejen de existir. No pretendemos hacer de esto una cuestión intelectual, sino una cuestión práctica, cuando el fetichismo de la mercancía no produce solo alineación, sino hambre efectiva de una buena parte de la humanidad. Quien pretenda restituir a la Especie la tierra y sus recursos para que sean utilizados por todos, debe reconocer que sin la lucha política contra los aparatos que custodian el Capital a nivel general, no es posible pasar al reequilibrio, tan propagado, entre hombre y naturaleza.
Por lo tanto no se trata de hacer ningún ostracismo a las técnicas en cuanto tales, sino al Capital que las somete a su fetiche básico, el Beneficio. En el socialismo será posible dar comienzo efectivo a la reforma social de fondo: producir a nivel de especie para llevar a cabo una distribución social, contra la insanable contradicción actual que hace corresponder a una producción ya globalizada una distribución ligada a la miseria de la apropiación privada de los productos. Cualquier otra vía es impracticable, pese a que pueda ser de utilidad al régimen capitalista.
Sólo el abatimiento del poder político burgués liberará la capacidad para poder desarrollar y modificar nuestras relaciones con la naturaleza. Opondremos a la fórmula presentada como eterna por la ideología liberal Tierra-Capital-Trabajo, la díada Tierra-Trabajo, propia del modo de producción y de vida social comunista. ¿Significa esto que somos hostiles al desarrollo de las técnicas? Hemos dicho infinidad de veces que no. No tenemos y no queremos, ni podemos, tener nada en común con el socialismo reaccionario, con el Estado comercial de Fichte y las vulgaridades reaccionarias que van desde Sismondi, Fourier, hasta las más o menos larvadas nostalgias federal-populistas o no globales que pretenden oponerse al imperialismo a escala mundial mediante ecologismos, comercios justos, regionalismos, acuerdos subnacionales, locales, etc.
Pero no somos partidarios de la técnica en cuanto tal, por las razones que hemos expuesto hasta ahora. ¿Y entonces, cuál será, cuál podrá ser el vínculo entre conocimientos generales de la naturaleza y de la vida y las formas de producción que regirán en el socialismo? Una vez que sea abolida la ley del beneficio, no podrán existir contradicciones entre trabajo, elaboración de las técnicas más adecuadas y útiles, y un Plan general de especie. El régimen social comunista no tiene nada que temer de la técnica, ya que ésta será el trabajo racional, fruto del conocimiento cada vez mayor sobre la naturaleza y la sociedad. El Trabajo solamente necesita volver a manos del proletariado siendo gobernado por él, ya que es la última clase que no tiene intereses privados que defender.
El socialismo, por tanto, no nace de una exigencia de cerrar los límites de la creatividad humana, en nombre de una miope seguridad, del garantismo, como sostienen los herejes de cada escuela. Marx formula la necesidad del comunismo no por puro capricho personal, sino partiendo de la base de la construcción histórica de la evolución de las fuerzas productivas, y de la incapacidad para dirigirlas y controlarlas por parte de las relaciones de producción capitalistas. Es precisamente aquí donde se halla el reconocimiento de que las fuerzas productivas constituyen el elemento dinámico y rompedor en relación a las fuerzas productivas. Dicho de otra manera, esto significa que el potencial del trabajo entra en contradicción con la pretensión privada de apropiarse de él a buen precio. El trabajo alcanza en el sistema capitalista una compleja red de relaciones, que hoy se llama globalización. En realidad la concurrencia, la lucha sin cuartel entre infinidad de empresas privadas (o estatales... lo mismo da) conduce al monopolio, con una inevitable destrucción de fuerzas productivas. El liberalismo originario, en sus distintas formulaciones, quería impedir que el Capital estuviese animado por esta dinámica interna que le es propia, dictando leyes antitrust para preservar un pasado que en realidad nunca ha existido, según el cual la libertad de empresa debería desarrollarse sin los gigantes que devoran a los pequeños operadores económicos...¡Qué visión de futuro! La ideología burguesa no enfoca para nada el futuro, porque es incapaz de ello; mira continuamente al pasado, empujada por su mala memoria.
Por lo que nosotros respecta, dialécticamente, reconocemos al Capital el mérito de haber roto antiguas y limitadas relaciones, pero ha creado la imposibilidad de que las nuevas cedan a la presión que emana del potencial del trabajo social, que sólo necesita ser liberado para dar cuerpo a la producción de tipo socialista, en la cual no habrá contradicción entre trabajo altamente organizado en sentido social y apropiación privada, de tal manera que condicione el futuro.
No serán precisamente los ingenieros, los técnicos, y mucho menos los filósofos, que según el idealismo vulgar serían los que mandarían, los que subviertan la sociedad fundada sobre el beneficio, sino la revuelta de la clase trabajadora, de los clásicos obreros manuales, cuando llegue el momento. El socialismo, lo venimos repitiendo desde hace siglos, no será el producto del pensamiento iluminado de los filósofos, sino la necesidad-libertad impuesta por los procesos sociales que no soportarán ya sus contradicciones internas.
Los obreros están en grado de levantarse contra las inhumanas condiciones de trabajo en las que se encuentran. Pero la liberación de la dominación de clase comporta luchas y experiencias que no son posibles sólo con el simple paso del trabajo manual al intelectual, de manera gradual e indolora. Si así fuese el paso de una técnica a otra, sólo se trataría de una lenta transformación de las viejas fuerzas productivas, un añadido de nuevos engranajes y mecanismos dentro de la gran maquinaria de la organización del trabajo. A que estas fábulas gocen de crédito ha contribuido el optimismo burgués, al cual hemos desmitificado históricamente, y actualmente debe ser combatido más que nunca.
Es necesario que el partido no pierda de vista las líneas críticas y programáticas de su tradición. La técnica no se mueve como una naturaleza semidivina entre los hombres. La técnica es el trabajo humano organizado según formas y modos que no son fruto de la casualidad, sino de determinadas necesidades, ante cuyas respuestas la sociedad asume una fisonomía u otra. Pero precisamente también se ha hecho de la técnica una divinidad que necesita sacrificios, y esto equivale a decir que ha terminado la fase revolucionaria y progresista, y ha ocupado su lugar otra represiva y hostil para las clases inferiores. La racionalidad de la mensurabilidad, de la serie, se convierte en el único dios al que debe seguir la consideración y la defensa del trabajo asalariado.
Por lo tanto no hay ninguna idiosincrasia preconcebida ante las técnicas, incluidas las mediáticas, informáticas, telemáticas, que debemos usar como instrumentos al servicio de nuestra causa. Por lo demás, si sabemos comunicar, transmitir, hablar mejor, no se trata de una casualidad. Debemos, si es posible, hacerlo mejor que los burgueses, y la experiencia no nos falta. En el siglo XIX una obra como El Capital tuvo el poder de fascinar por su verdad y su fuerza a muchos intelectuales situados al otro lado de la barricada; e incluso hoy resulta que en las universidades americanas, como materia de estudio, las teorías "marxistas" vuelven a estar de moda. Pero no es esto lo que nos interesa, y más bien deberíamos combatirlo, pero es la prueba de que no debemos caer en trampas actualizadoras y reaccionarias.
Cuando decimos que el hombre es el reflejo de las relaciones sociales ya va dicho todo, ya se viva en la época del telégrafo, de la radio o de las redes informáticas. Lo que nunca podrá conquistar la burguesía debido a sus limitaciones intrínsecas de clase es la concepción de un plan de Especie, que acabe con el individualismo y con la apropiación privada, con la tendencia a concebir las técnicas como expedientes para la extorsión de plusvalía, o como bagatelas para satisfacer sus estupideces y gustos chabacanos.
Por el contrario nuestra concepción general de la organización del trabajo, incluida la capitalista, apunta en la dirección del socialismo. Contrariamente el pesimismo burgués, que convive con la alegría aparente de quien cada día teoriza ligereza y virtualidad, se presenta, ayer y hoy, cubierto por el velo nihilista, debido precisamente a la fobia inconsciente que siente ante un aparato técnico que amenaza y fagocita con la complejidad que le es propia, y que cada vez es más inexplicable ante sus ojos. De aquí surge la nostalgia por un pensamiento lúdico que no dice nada ni sirve para nada, mísero sucedáneo de nuestra previsión social, cuya actuación práctica es el partido, con su tiempo de trabajo y de estudio desinteresado y no retribuido, necesario para la ciencia y el progreso auténtico.
No hay secretos particulares porque los instrumentos que el hombre usa adquieren, o readquieren, un alma. La reapropiación del sentido del trabajo y de la vida no será individual, sino general; algo que la mentalidad pequeño-burguesa no puede aceptar, porque no quiere renunciar al sentimiento propietario, al uso exclusivo de sus propias cosas. La relación que se establece entre el individuo y los objetos de uso viene hoy marcada por el estigma de clase: se nos hace creer que el título de propiedad puede doblegar los utensilios y las expresiones del trabajo a las manías más cretinas del individuo, siendo incapaz de ver el fruto del trabajo colectivo, que está ahí, al alcance de la mano para el uso y la realización de todos.
El ciclo vital de las técnicas necesarias para llevar a cabo
la interacción capitalista es inexorablemente cada vez más breve,
pronto
caen en la obsolescencia con el mismo ritmo frenético con el
cual
el trabajo vivo se acumula como capital fijo muerto. Esto lo hemos
llamado
homicidio
de los muertos. El hombre primitivo aprendió a creer en el alma,
imaginando que era su doble y que podía sobrevivirle. Actualmente la
conciencia
de las masas también sobre esta ilusión, no puede producir objetos, o
idear principios, no digamos eternos, como fueron la poesía, el
arte, la religión, sino simplemente duraderos, empujada como
está,
por la necesidad de servir al beneficio que todo envilece y destruye.
En
la producción comunista esta escisión, que ha sido el producto de la
discordancia social y temporal entre producción y distribución, entre
el trabajo y el disfrute de su producto, no existirá. El intercambio
mutuo
entre cultura y naturaleza permitirá vivir, producir y
consumir,
según
un plan, con un horizonte no inmediato, y que reunirá al hombre con
las cosas producidas por él. Una resurrección-reapropiación del trabajo
de los muertos y de los vivos.
Energía, masa, aceleración
"Si la masa no pudiese transformarse en energía una llama no podría dar luz. La luz por lo tanto tiene sus raíces en este extraordinario proceso en el cual la masa se transforma en energía" (Zichichi). Probemos, con un poco de fantasía (¡aunque quizás no sea necesaria!), pero dictada por la pasión y el entusiasmo, a imaginar de qué manera la masa del trabajo humano proletario se transforma en energía revolucionaria. Alguien nos podría objetar que esto "no se ve", confirmándose una vez más que no hay peor ciego que el que no quiere ver...
Pensemos,además, en la aceleración que la masa del trabajo proletario ha sufrido en dos siglos de extorsión de la fuerza de trabajo, con las clásicas llamaradas del 48, del 71, de 1917, y nos daremos cuenta de lo cierta que es la teoría según la cual la masa es una magnitud física cuyo módulo viene representado por la relación entre la fuerza aplicada a los cuerpos y su aceleración que, mientras en la física clásica aparece como constante, en la relatividad, por el contrario, depende de la velocidad.
La clase proletaria, y no sus miembros individuales, es parte interesada en la aplicación de la fuerza de aceleración determinada por las nuevas técnicas de producción, provocando, en el ámbito de las relaciones de producción, acontecimientos que han llevado al estallido revolucionario tres veces en dos siglos.
La relatividad es confirmada por el hecho de que los tres acontecimientos principales no se repiten según un plan constante, sino que aumentan de potencia y tamaño, determinando un incendio mundial, que algunos creen sedado definitivamente pero que por el contrario proyecta sombras siniestras todavía hoy, no sólo en la memoria, sino en la realidad histórica y social. Es cierto que la Luz, la Chispa (Iskra), no siempre es visible... como sucede con el estallido de las bombas atómicas.
Los mismos desastres y carnicerías de las derrotas no son de la misma naturaleza.
Pero también a nivel social, si bien no mecánicamente, se verifican
los procesos que afectan a la materia: ante nosotros tenemos
energía,
masa, aceleración.
No contenta con las elecciones regionales y otros tantos montajes provinciales y municipales, la astuta burguesía itálica ha preparado otra orgía electoral, la del referéndum sobre la reproducción asistida. Y no se ha tratado de votaciones de bajo calibre, ya que las intervenciones sobre la cuestión han sido de máximo nivel, con unas tomas de posición transversales, como se suele decir, en línea con la mejor tradición democrática
A decir verdad existe una pequeña mancha que ensucia la perfección del rito electoral, la cual se sublima en un corolario fundamental, el del carácter secreto del voto. La sucia maniobra de invitar a desertar las urnas hace que quien no vota exprese en cierto modo su intención de voto; y esto tiene su importancia ya que si bien es cierto que sólo Dios, como decían los democristianos en tiempos de Don Camilo, puede verte cuando votas, también es cierto que cualquier Peppone puede saber si te has abstenido.
Es sabido que la opinión de la mayoría se mueve como una banderola a merced de quien la agita, o de la dirección en que sople el viento. Nosotros siempre contestamos a esto que sólo aceptaremos el recuento de cabezas cuando pueda hacerse incluyendo en el cómputo a los que ya han vivido y a los que deben todavía nacer. El individuo, hic et nunc, no comprende nada, no ve nada, no recuerda nada, no prevé nada de los destinos de la humanidad (ni tampoco de los suyos propios como individuo). Esta capacidad sólo se la reconocemos a los únicos órganos colectivos que superan las generaciones: al partido de clase, su inteligencia histórica, y con ciertas reservas, al Estado burgués, limitado a las vicisitudes inmediatas de la clase a la que representa.
Acusan a nuestro acérrimo e históricamente irreversible abstencionismo de hacer el juego a la reacción. La respuesta se halla en el descubrimiento marxista de precisos mecanismos y leyes de física social, en cuyo centro se encuentra la demolición del dogma burgués de la soberanía popular, que para el marxismo sólo es mito y superstición. Debido al monopolio de clase sobre los poderosos medios de comunicación, resulta que el resultado de cualquier consulta electoral es siempre el que han establecido de antemano sus organizadores. La hábil propaganda del régimen, que nos muestra a unos contra otros, está destinada a que se cumpla siempre la voluntad del capital. Si debe salir SÍ sale SÍ, y si debe salir NO sale NO.
El hecho de que esta voluntad del Capital aparezca expresada libremente por la mayoría de los ciudadanos es una evidente contribución para la conservación y la sumisión de la clase trabajadora. Y especialmente si el partido de la clase obrera ha empujado a los proletarios a participar y a creer en esta farsa.
Es cierto que nosotros, los comunistas revolucionarios, empuñaremos contra el enemigo sus propias armas; pero no será precisamente el parlamentarismo, que no es un arma, sino una trampa. La clase obrera sólo podrá decidir algo cuando tenga el poder, cuando haya destruido el poder burgués, su economía y su modo de vida y de pensar; haciendo esto se destruirá así misma como clase.
Pero va siendo hora ya de centrarnos en el tema que nos ocupa. El pasado año (2005) el Estado burgués italiano ha generado una ley que debería adecuar la legislación a los progresos de la ciencia, reglamentando de este modo un ámbito muy delicado y polémico.
Es difícil moverse en medio de la confusión que se ha creado sobre la cuestión de la reproducción asistida, afrontando analíticamente la cuestión, y por lo tanto renunciamos a un examen completo de la misma, dejándoselo a todos esos que consideran que la sociedad burguesa tiene cura. Por lo tanto aquí no vamos a valorar virtudes y defectos de la ley, y mucho menos nos dedicaremos a indicar quién está en lo cierto y quién no, cuál sería el mal menor, sugiriendo de este modo qué casilla habría que tachar con una cruz en la fatídica papeleta electoral. Nunca lo hemos hecho desde que nuestro partido se reconstituyó en la segunda posguerra, ni era nuestra intención hacerlo antes, en ninguna ocasión, por muy fuerte que fuera la tentación para algunos de nuestros "primos" degenerados. Por eso este artículo se publicó post festum, cuando la kermesse pierda fuelle y los especialistas en mercadotecnia estén pensando en el próximo evento para seguir atontando las mentes de los proletarios con la droga electoral.
Este acontecimiento no hace sino confirmar que cualquier intervención del Estado burgués en la anarquía de la vida económica y civil no hace más que crear una anarquía peor, y peores perturbaciones posteriores, más insipiencia y dolor. Este mecanismo perverso, interviniendo en unas cuestiones fundamentales, lo comentaremos desde nuestro observatorio, al margen de esas polémicas a menudo tan falsas como interesadas; se nos presenta una vez más la oportunidad de reafirmar los pilares de nuestra doctrina, de nuestro modo de ver el mundo, que no deriva ciertamente de unas verdades reveladas, sino de un atento estudio de cuanto ha sucedido y sucede.
La cuestión central que nos ocupa en este caso es la reproducción asistida, es decir la ayuda médica a esas parejas que, por incapacidad biológica de uno de los dos, no consiguen, mediante el sistema propio del mundo animal desde hace millones de años, producir un nuevo individuo. Actualmente la ciencia está en grado de superar las dificultades que los defectos de ciertos individuos imponen para la procreación; dificultades por lo general congénitas, unas veces transmisibles por el organismo del candidato progenitor, otras veces por el contrario debidas a causas accidentales. Todos están de acuerdo en admitir que estas parejas tienen el derecho de acceder a la ayuda de la ciencia médica; las divergencias se presentan sobre el tipo y la extensión de dicha intervención, destinada a obtener hijos que de otra forma no podrían venir.
No vale la pena comentar los aspectos técnico-jurídicos de esta polémica porque sabemos que antes o después, independientemente del resultado de las votaciones, la reproducción asistida se aprobará bajo la forma más amplia y liberal. Al igual que las elecciones obedecen a las instituciones del régimen, éstas, a su vez, obedecen a las determinantes fuerzas económicas de la producción y la reproducción, las cuales pueden ser encerradas y sujetadas hasta un cierto límite.
Puede investigarse la razón del deseo de maternidad y de paternidad en la sociedad actual. Hay, especialmente en la mujer, un componente fisiológico determinante, pero decir qué es "natural" y qué no lo es en la sociedad de los hombres, y sobre todo en la sociedad burguesa, es una ardua tarea.
Una cosa es segura: la desertización reproductiva, la caída de la natalidad que se observa y se lamenta en todo occidente, pero pronto sucederá en todas partes, no es el resultado de la esterilidad y la impotencia físicas, sino del ambiente social capitalista en su ciclo decrépito y que sobrevive a sí mismo, en el cual la falta de nacimientos pone de manifiesto su maléfico potencial de muerte; y junto a esto su irremediable ruina histórica.
En las economías del Capital, en plena crisis de sobreproducción, no hay sitio para los jóvenes, la sociedad no los necesita. Son un gasto inútil. De ahí se derivan las disposiciones para el control de la natalidad, la liberalización de los anticonceptivos y del aborto y su prestación gratuita por parte de la sanidad pública, y la aceptación de la homosexualidad impuesta a la "moral corriente". Estas medidas, que han sido presentadas como ejemplo de "libertad", en realidad no lo son tanto, y van en el mismo sentido, contra los neonatos, que las actuales que limitan la reproducción asistida, y que son por lo tanto medidas "represivas".
El deseo, a veces obsesivo, de tener un hijo propio, o sea con un 50% de genes propios, viene determinado en parte por las condiciones sociales, y por tanto culturales, y no sólo por la "naturaleza humana", que nos impone el cuidar de las crías de nuestra especie. En cualquier especie viviente el empuje más fundamental es el de la conservación y la difusión de la misma especie; el sujeto no es el individuo, sino la comunidad, por más que en algunos casos pueda parecer lo contrario.
La especie humana ha sido siempre, según nos dice la ciencia, una especie social; el aspecto original de esta sociabilidad era la ausencia, o una débil presencia, de los lazos familiares, en favor de los de los del grupo: esto significaba que los niños eran del todo el clan, de la comunidad; a menudo porque la paternidad era imposible de averiguarse, y en la comunidad los vínculos de sangre eran muy estrechos y sólidos. Los hijos eran de todos, y todos sentían la responsabilidad de cuidarlos, y a todos daban, y de todos recibían, atención y cariño.
Esto se vino abajo con el nacimiento de la propiedad privada y de la familia, categorías que probablemente nacieron juntas, y que fueron seguidas por el Estado. La propiedad exige que sea mantenida unida, y esto no es posible en presencia de una comunidad informe, en la cual todo se posee en común. Cuando la propiedad, atribuida al género masculino, se afianzó sobre todo lo que podía ser definido y caracterizado como tal, lo hizo igualmente sobre los hijos, y llegó el matrimonio y la segregación sexual de la mujer, todo ello defendido con leyes apropiadas. La propiedad de los hijos, pues, se afirmó con la sociedad dividida en clases, manteniéndose hasta hoy.
Además las sociedades clasistas, en su conjunto, no son precisamente unas buenas madres, y sirva de muestra la triste suerte que les reserva a sus hijos; por tanto, el cuidado familiar de los pequeños, y la existencia de la familia misma, en las sociedades divididas en clases, es inevitable, aún más, es una necesidad biológica; una necesidad como lo puede ser el trabajo asalariado, las guerras, los desastres innaturales...
Hoy, una vez realizado el ciclo burgués y de las formas propietarias, el ambiente de la familia celular plenamente burgués, en la cual la mujer trabaja y vive igual que el hombre, aparece como el menos idóneo para la reproducción, siendo más bien su contrario. La edad de fertilidad máxima en la mujer culmina antes de los veinte años de edad y declina drásticamente poco después, mucho antes de que, en la sociedad actual, una vez roto el sentimiento de solidaridad más allá de la familia nuclear, pueda haber alcanzado el espejismo de la "autonomía personal".
Por lo tanto nada puede ya justificar la defensa de las relaciones familiares burguesas, cuando las condiciones históricas permiten ya la plena recomposición de las relaciones humanas, entre los sexos y entre las generaciones.
La aparición de la sociedad de clase tiene otras implicaciones que pueden ser de interés de cara al argumento que estamos abordando. En particular la eugenética. Mientras que en las sociedades primitivas la tribu se seleccionaba a través de su capacidad para procurarse el alimento, o de luchar contra otros grupos de hombres, junto a la resistencia orgánica a las enfermedades, con las obvias consecuencias evolutivas, con las sociedades divididas en clases entra en juego otro tipo de presión selectiva, la ligada a la riqueza. Quien es rico puede tener muchas mujeres, y por lo tanto muchos hijos, y protegiéndolos se asegura una amplia descendencia, pese a que como individuo sea débil. Si en épocas pasadas las enfermedades no tenían casi remedio, y los ricos morían al igual que los pobres, la calidad en la alimentación ejercía no obstante su influencia. Otra selección venía impuesta por las muertes violentas: los ricos dirigían los ejércitos, pero los que morían eran sobre todo los pobres; es todavía reciente el hecho de que los ricos siempre encontraban la manera de evitar el servicio militar, a veces pagando a otro para que les sustituyera. Las clases superiores, como siempre han vivido del trabajo de las inferiores, han velado para que los esclavos y hoy los proletarios se reprodujesen en su justa medida. Por lo tanto siempre ha existido una presión selectiva ligada a factores "no naturales", pudiéndose afirmar que el homo faber (hombre que fabrica), a diferencia de los demás animales, se selecciona a sí mismo.
La compartida, y justificada, repulsa moderna a la eugenética se presenta por lo tanto solamente tras su manifestación histórica dentro de un ambiente mercantil e individualista.
Otro aspecto grotesco de la moderna diatriba, en la que todos fingen acalorarse, como si se tratase de algo crucial para la civilización, es que por un lado se hace un llamamiento a la defensa de la vida, y por otro a la santidad de la investigación, que podría, por su parte, salvar vidas. No seremos nosotros quienes dictaminemos de cuántas células debe estar constituido un embrión para que se le pueda considerar ser humano; la vida nació hace 4.000 millones de años, y no se puede comprender cuándo se debería interrumpir y cuándo retomar: la vida es un continuum del cual todo individuo forma parte por un breve periodo. ¿Por qué el embrión estaría vivo mientras que cualquier célula del organismo originario no? ¿Cómo establecer la fecha de nacimiento? Y sobre todo, ¿qué sentido tiene todo esto frente a los problemas, incluidos los de supervivencia, que debe afrontar la humanidad, y que son ignorados con un perfecto cinismo? Cuando la Iglesia católica afirma querer defender la vida que nace cae en el individualismo, típico de las religiones actuales, al servicio de la ideología burguesa.
Por otro lado, igualmente hipócritas son los defensores de la investigación la cual debería servir para salvar vidas, pero su único objetivo es la de obtener beneficios. La burguesía investiga sólo si hay perspectivas de negocio. Mientras que en el pasado se admitía que se investigase a largo plazo, de modo indirecto, y por tanto se sostenía también la investigación de base, hoy es una necesidad urgente que el beneficio llegue rápidamente, ya que el capital debe reproducirse en periodos cada vez más cortos. Por lo tanto la investigación de base está extremadamente arrinconada. Las células reproductivas prometen dar resultados que se pueden traducir en beneficios a corto plazo, y por lo tanto no hay que oponerse al progreso de la ciencia.
La necesidad del capital, no obstante, a fin de cuentas, se impondrá, ignorando el resultado de los referéndums: si hay negocio en perspectiva, adelante. Si en un primer momento aparecen obstáculos presentados por los curas, ya encontrará el camino para eludirlos. Lo importante es el negocio, aunque sea explotando cualquier deseo y debilidad humanos, y por lo tanto la procreación es una mercancía como las demás.
El hombre, al aumentar continuamente sus capacidades de trabajo, al igual que está en condición de intervenir poderosamente sobre sus propias fuerzas productivas, y por tanto sobre la historia, puede igualmente influenciar y decidir su propia reproducción, para la cual el término "selección" no parece muy adecuado. Encontrar respuesta a esa grave cuestión, que evidentemente reclama la superación del ambiente social capitalista, sólo se podrá hacer en una sociedad comunista, armoniosa y fraterna, que es posible que no tarde mucho en afirmarse, y en la cual la felicidad del individuo volverá a ser un problema de todos.
Sólo el Comunismo es vida. Sólo entonces el querer y el saber
humanos
podrán ser destinados enteramente a la defensa de la vida, en su
acepción
más amplia y general, la defensa de la continuidad y del futuro de un
mundo viviente y de sus infinitas y preciadas interrelaciones, entre
especie,
entre generaciones y entre individuos.
La sabiduría popular ha recogido desde siempre la "profundidad" de los cambios que tenían lugar cuando un Papa era sustituido por otro.
Hoy, por el contrario, especialmente desde el lado "laico" y de "izquierda", la elección del Papa se sigue con una profunda atención, y se apuesta por este o aquel personaje innovador, abierto a una sociedad en cambio, mientras que se teme a los tradicionalistas que, según parece, tienen el poder de hacer girar hacia atrás la rueda de la historia. El actual Papa Ratzinger es precisamente considerado como uno de estos peligrosos personajes. Y por lo tanto los laicos de la izquierda se preguntan qué oscuro complot habrá determinado su elección. ¡Necesariamente algo sospechoso debe haber sucedido!
Así, a finales de 2005 los periódicos de medio mundo eran invitados a publicar las clamorosas revelaciones de un presunto cardenal brasileño que, mediante un presunto diario, habría revelado las intrigas llevadas a cabo para elegir a Ratzinger.
El diario del anónimo cardenal, publicado nada menos que por "Limes", no posee en sí mismo ningún valor probatorio: podría ser fácilmente un montón de falsedades ofrecidas a la prensa en el marco de una campaña denigratoria dedicada a desacreditar al actual pontífice por parte del partido clerical derrotado, in primis la corporación de los curiales italianos, o de alguien completamente ajeno a la Iglesia y al Vaticano. Por otra parte el "documento" contiene crasos errores que no deben ser propios de un purpurado.
Pero imaginemos por un momento que sea verdad. ¿Cuál sería entonces el escándalo? El Opus Dei, se dice, habría puesto en ejecución una estrategia muy bien preparada tanto para situar a sus propios afiliados, como para "orientar" a los indecisos, de tal manera que cuando el 18 de abril entró en el cónclave, el cardenal Ratzinger ya tenía el papado en el bolsillo. Se cuenta que se organizaron encuentros y se firmaron pactos secretos en los hoteles y conventos romanos donde se alojaban los cardenales extranjeros.
¿Por qué se escandalizan de una praxis tan estrechamente ligada a la práctica democrática y por el hecho de que las riendas las lleve el Opus Dei (pintado aquí como Opus Diabuli)? ¿Qué pasa, que las demás Obras y Órdenes no han hecho lo mismo? Tampoco nos parecen lugares inconvenientes para los encuentros de los purpurados los hoteles y los conventos. Los hay peores, como veremos. Acuerdos "secretos" sobre quién y qué votar se han hecho para todo, y no nos imaginamos a la Iglesia católica corriendo el riesgo de elegir un papa merced a la improvisación a la espontaneidad de los cardenales.
En el Manifesto (el "quotidiano comunista") con fecha 29 de diciembre de 2005 leemos: "No ha sido precisamente el Espíritu Santo el que ha presidido las elecciones para elegir a Benedicto XVI.¿O sea, que los del Manifesto, además de creer en Dios, cosa que actualmente no es un problema para los de "izquierdas", creen también en el Espíritu Santo? ¿Y sobre el problema del filioque (el hijo) que posición tienen?
Por lo que respecta al Espíritu Santo, la Iglesia nunca ha afirmado que sea el Paráclito el que guía la mano de los cardenales o que sugiera en sus corazones el nombre del Vicario de Cristo. Los que votan y eligen son los cardenales y no el Espíritu Santo, los cuales no poseen el don de la infalibilidad. Y es archiconocido que los cardenales siempre han sido más sensibles a los reclamos materiales de este mundo que a los espirituales del otro, lo cual por otra parte es algo natural. Recordemos que Juan Pablo II, en el documento apostólico Universi Dominici Gregis, había previsto la posibilidad de elección simoniaca (o sea negociando), la cual habría sido igualmente válida.
Pero no estamos aquí para dar una lección de doctrina teológica a los redactores del Manifesto. Nosotros – a diferencia de toda la prensa italiana e internacional que, basándose en testimonios, quizás falsos, y carentes de todo crédito y viles, porque gracias al anonimato (praxis enraizada en las costumbres de la Iglesia católica), han escrito hipotéticas (no verificadas) intrigas, que habrían llevado a la elección de Benedicto XVI – tenemos un documento oficial firmado nada menos que por un Papa, donde se habla del desarrollo de un conclave.
De los textos que citaremos, y en observancia a las actuales disposiciones de tutela de la privacidad, el lugar de los nombres de las personas será sustituido por unos puntos entre corchetes. El documento en nuestro poder comienza con estas palabras: "Conclave in Apostolico Palatio apud Sanctum Petrum perstructum est" (El Cónclave en el Palacio Apostólico de San Pedro). El documento, tras una descripción sumaria de los locales destinados a albergar a los cardenales y de los dos primeros días del cónclave, dice que, según los resultados del primer escrutinio, en el tercer, día, "se formaron muchos corrillos: los que eran más poderosos en el sacro colegio o por autoridad o por riqueza, llamaban a los demás y les pedían el pontificado para él o sus amigos. Rogaban, prometían, amenazaban. No faltaban quienes, sin mostrar ninguna vergüenza y sin ningún pudor, hablaron de sí mismos reclamando el pontificado; así hicieron [...], [...] y [...]; y tampoco el cardenal de [...] olvidó sus propios intereses. Cada uno celebraba ampliamente sus propios méritos. Grande era la vitalidad, grandísimo el celo; el día transcurrió sin paz, la noche sin sueño".
Las argumentaciones que se usaban contra los recalcitrantes eran de este tipo: "Soy experto en derecho canónico y desciendo de [...] Tengo amigos y riquezas, con los que puedo ayudar a la Iglesia que es pobre. Además poseo no pocos beneficios eclesiásticos, a los que renunciaré para dártelos a ti y a los demás".
El argumento del acreditado (y no anónimo) compilador era el siguiente: "No pocos de ellos fueron conquistados por las grandes promesas dejándose atraer como moscas glotonas. Se vendía la túnica de Cristo sin Cristo. Algunos de los cardenales se reunieron en las letrinas (convenere apud latrinas plerimine) y en ese lugar que estaba apartado y era lo suficientemente secreto, tomaron acuerdos sobre el modo de elegir a [...] para el pontificado, comprometiéndose con pactos escritos y jurados. Él, confiando en esos pactos, comenzó inmediatamente a prometer obispados, magistraturas y cargos y a distribuir legaciones. Luego fue muy digno elegir un papa de esa guisa; ¿y dónde mejor que en las letrinas para firmar estúpidos pactos? (Dignus locus in quo talis pontifex eligeretur: nam foedas coniurationes ubi convenientius ineas quam in latrinis?)".
Naturalmente cuanto hemos citado sólo son pequeñísimos esbozos de cuanto hay escrito en el documento: quién sabe cuánto estarían dispuestos a pagar "Limes", "Il Manifesto" y todos los demás periódicos sedientos de escándalos para poderlo publicar íntegramente.
El autor dice finalmente como, en plena noche, fue despertado por el cardenal de Bolonia quien, tras decirle que los días se habían acabado, comentó: "Te aconsejo que te levantes y te dirijas a él para darle tu voto antes de que sea elegido si quieres evitar que [...] sea tu enemigo. Yo quiero estar atento y no caer otra vez en una trampa. Sé bien lo que significa tener como enemigo al Papa. Te ofrezco este consejo que yo también intento seguir".
El compilador narra como inmediatamente se levantó de la cama, pero no para rendir homenaje a quien consideraba adversario de la Iglesia y, sobre todo suyo, sino al contrario, ya que junto al cardenal de Venecia pusieron en marcha al momento un plan de convencimiento personal de los purpurados más eminentes y, con argumentaciones más materiales que espirituales, les convencieron para que renegasen de los acuerdos estipulados en las letrinas cambiando de bando.
Después se relata detalladamente el último día del cónclave, durante el cual además de tentativas de fraude en el recuento de votos, se intentó que faltase el número legal de los mismos, sin el cual no puede cerrarse un cónclave. "Algunos dejaron su sitio, con el pretexto de necesidades corporales (necessitates causati corporis), intentando escapar al destino establecido para ese día". Pero no sólo eso, ya que incluso se llegó a impedir con la fuerza a un cardenal que expresase su voto: "Para ello intentaron expulsarlo de la capilla, tirando de ambos brazos, intentando de ese modo quitar el pontificado a [...]". Pero el cardenal, aunque inmovilizado gritó: "También yo voto al cardenal [...] y lo proclamo Papa".
El resto lo dejaremos porque mutilar un documento tan clarificador y precioso sería propiamente un pecado mortal. Sería necesario leerlo todo.
Todo lo que hemos leído no lo hemos seleccionado con fines escandalosos para mostrar que en la Iglesia y entre sus representantes reina la corrupción. La corrupción, el chanchullo, la compra-venta de votos, las promesas y las amenazas son instrumentos que forman parte a título legítimo y pleno del método democrático, y es natural que quien adopte este método (sean curas o falsos comunistas) se vea obligado a someterse a sus férreas leyes.
Queda por último revelar el "misterio" del documento que poseemos.
No es que nuestros compañeros tengan acceso a las confidencias de
eminentes
purpurados, ya que no están acreditados en el Vaticano ni tienen libre
acceso a sus archivos secretos. Pero sí tienen acceso a las bibliotecas
públicas en las cuales se puede consultar, por ejemplo, los Comentarii
rerum memorabilium quae temporibus suis contigerunt, doce libros
densos
en acontecimientos y anotaciones, en los que Enea Silvio Piccolomini,
hecho
Papa con el nombre de Pío II en 1460, quiso recoger todas las
informaciones
relativas a su vida y a su época. ¡Qué lástima que los Papas actuales
no hagan lo mismo!
Huelga, represión y traición en Iberia
La negociación del XVI Convenio Colectivo en esta empresa aeronáutica
ha seguido la tónica habitual de la así llamada negociación
colectiva
del régimen democrático burgués. Nuevamente han entrado en juego los
sindicatos del régimen firmando un acuerdo a espaldas de los
trabajadores.
Estos han visto como eran reprimidas brutalmente sus protestas por la
policía
democrática siguiendo las directrices emanadas de los cargos políticos
del PSOE.
Nueva reforma laboral en España
Una de las preocupaciones básicas del gobierno de turno es satisfacer
las demandas de la patronal a la hora de seguir apretando las tuercas a
la clase trabajadora. El actual gobierno burgués del PE (suprimimos la
S y la O que en realidad le vienen sobrando desde su fundación a
finales
del siglo XIX), en colaboración con los agentes político-sociales,
ya está ultimando la enésima reforma laboral facilitando y abaratando
el despido y potenciando las empresas de trabajo temporal. Por si esto
fuera poco, vuelven a insistir en retrasar la edad de jubilación. El
golpe
es doble. Por un lado, el trabajador cotiza casi toda su vida, y por
otro
vivirá muy poco para disfrutar de su vida de pensionista. Todo ese
dinero
irá a parar al voracísimo estómago del Estado capitalista que se
encargará
de atender las necesidades de la clase a la que representa.
Los funcionarios se movilizan en Alemania
En la provincia alemana de Waden-Württemberg los empleados públicos
se movilizaron el pasado mes de febrero para protestar por el intento
de
aumentar su jornada laboral. Es de suponer que los sindicatos del
régimen
se emplearán a fondo para hacer digerir esta difícil píldora a los
trabajadores.
Despidos en Aerolíneas Argentinas
Esta compañía controlada por el grupo español Marsans (¡el de los
viajes con plena confianza!) ha despedido a 168 empleados, entre
pilotos
y técnicos, por ponerse en huelga exigiendo aumento salarial. Para ello
ha contado con el pleno apoyo del gobierno del demagogo Kirtchner que
ha
saboteado la huelga desde el primer día dictando unos servicios
"máximos"
que la desvirtuaban totalmente.
Patrimonio sindical incautado por el franquismo
Tras la guerra civil, y ejerciendo su derecho de conquista contra el
enemigo
rojo, o sea la clase obrera derrotada y aplastada, el Estado
capitalista
robó todo cuanto pudo a las organizaciones obreras. La llegada de la
democracia
vino a premiar los favores prestados y así UGT y CCOO (¡inexistente en
los años 30!) han recibido jugosas remesas en dinero y locales. Ahora
ha saltado la polémica pues CCOO reclama también su parte en el pastel
y acusa a su compinche UGT de "deslealtad". Y es que el bocado es
jugoso
ya que están en juego unos 300 millones de euros del Patrimonio
Sindical.
Insaciable afán recaudatorio
Están surgiendo continuas protestas en Madrid, sobre todo en los
barrios
obreros, debido a la instalación de parquímetros. Las protestas están
siendo criminalizadas y perseguidas ferozmente, y en ello participan
tanto
el PP desde el gobierno municipal como el PSOE desde la delegación del
gobierno, enviando a los antidisturbios para "controlar" a palo limpio
el democrático derecho de manifestación.
Cosa de locos
Tanto la televisión española como los medios escritos recogieron
la noticia. Una protesta de los jornaleros convocados por el SOC
(Sindicato
de Obreros del Campo), fue disuelta a porrazos por la policía enviada
por la Junta de Andalucía (en poder absoluto del PSOE). El motivo de la
manifestación era evitar que se nombrase a Cayetana Fitz-James Stuart,
Duquesa de Alba y una de las mayores terratenientes de España, Hija
Predilecta
de Andalucía. La susodicha señora, verdadero paradigma de la
degeneración
consanguínea secular de la aristocracia española, añadió respecto a
la protesta que: "unos cuantos locos me dan igual". Y es que claro,
cuando
un gobierno "socialista" premia a los terratenientes, protestar es cosa
de locos.
Honores a Denikin
El ex-espía Putin ha rendido los honores debidos al general Denikin,
"héroe" de la guerra civil en el bando blanco, o sea en el bando de la
contrarrevolución. No estará mal recordar que las hazañas de este
personaje,
representante armado de los terratenientes, no fueron otras que el
asesinato
de cuantos revolucionarios caían en sus manos, la salvaguardia y
entrega
a los terratenientes y campesinos ricos (kulaks) de los bienes
incautados
por los consejos obreros y campesinos (los soviets) así como la
política de "tierra quemada" en aquellas zonas susceptibles de apoyar
a los "rojos". Tendría más suerte que otros compinches suyos y lograría
escapar, muriendo sin ser molestado lo más mínimo en su exilio de EEUU.No tiene nada de extraño que un estalinista, reconvertido hoy de la
forma
más natural en demócrata, se dedique a homenajear a este tipo de
personajes.
Los revolucionarios y trabajadores rusos asesinados por los blancos y
el
estalinismo quedan en la memoria de quienes intentamos proseguir su
obra
en pos de la revolución comunista mundial.
Diseño inteligente
Esta parece ser la panacea capaz de retirar de la circulación el
evolucionismo
como teoría científica. Una vez más el engendro viene de EEUU, país
donde las teorías evolucionistas empiezan a ser cuestionadas seriamente
dentro del campo educativo. La burguesía, víctima de la implacable
dialéctica
histórica, reniega de sus principios fundacionales con el único
objetivo
de apartar a la clase obrera de su programa revolucionario.
Ahorro mínimo mínimo
La caída del ahorro familiar ha alcanzado en España mínimos históricos.
Consecuencia di- recta de ello es la "moderación" salarial, con unos
salarios
de los más bajos de Europa, y unos precios, sobre todo en el sector de
la vivienda, que obligan necesariamente al endeudamiento de las
familias
obreras. Según la Fundación de Cajas de Ahorro el ahorrador
actualmente:
"es un personaje cada vez más difícil de encontrar". A mayor
endeudamiento
de la clase obrera mayor volumen de negocio para toda la clase
burguesa.
Nada nuevo bajo el sol ibérico.
Bolivia: más de lo mismo
El relevo presidencial en Bolivia no va a suponer ningún cambio
apreciable
en la situación de la clase trabajadora boliviana. Pese a las proclamas
demagógicas del nuevo gobierno populista, el yugo capitalista va a
seguir
apretando con fuerza a los trabajadores, como sucede en Venezuela y
Cuba,
cuyos gobiernos burgueses encuentran de momento una válvula de escape
a las tensiones sociales internas con el espantajo del imperialismo
yanqui.
Serbia llama a la puerta de la Unión Europea
No parece nada casual la muy oportuna muerte de Milosevic y el comienzo
de las negociaciones entre el actual gobierno serbio y la UE para la
admisión
de Serbia como estado de pleno derecho de la Unión. Como ya hemos
apuntado
en nuestra prensa en otras ocasiones, la responsabilidad de la tragedia
en Yugoslavia, corresponde a la burguesía mundial, habiendo sido una
vez
más los Balcanes, el escenario del choque interimperialista. Esto
evidencia
una nueva derrota de Rusia que estaría a punto de perder a uno de sus
más fieles aliados históricos en el corazón de Europa.
El bantustán palestino y la cárcel de Jericó
El asalto del ejército israelí a la cárcel de Jericó ha puesto
nuevamente de manifiesto la artificialidad del presunto Estado
palestino,
que es en realidad una copia más o menos disimulada, de los famosos
estados
fantasmas creados en Sudáfrica para mantener a raya a la población
negra.
Contratos y despidos en Francia
Sabemos lo que supone el urgente llamamiento a la "responsabilidad
sindical" llevado a cabo por el gobierno y la presidencia franceses. De
nuevo los sindicatos del régimen se deberán emplear a fondo para tratar
de llevar por el camino de la paz social las protestas por el nuevo
modelo
de contratación juvenil.
El "fin" de ETA
En realidad desde el punto de vista del comunismo revolucionario, es
del todo indiferente que ETA continúe sus actividades armadas o no, ya
que el espacio político que ocupa el patriotismo vasco "radical", que
es el propio de la pequeña burguesía impotente, va a seguir ahí, con
ETA o sin ETA, y jugando el mismo papel contrarrevolucionario y
anticomunista
que siempre ha jugado el nacionalismo en todas sus versiones.
Dura lucha obrera sindicalista en Teherán
El proceso de conversión a la economía capitalista que todos los
países están condenados a realizar, para no ser presas fáciles del
imperialismo
de las grandes potencias capitalistas, trae consigo las contradicciones
y los peligros del capitalismo. En este contexto Irán está viviendo el
proceso de la urbanización de la población y la proletarización de las
clases trabajadoras, es decir, hacerlas dependientes de un salario. El
aumento del número y la concentración de proletarios, son factores que
facilitan también las luchas y la capacidad organizativa de éstos. Una
dura lucha con jornadas de huelga y detenciones en masa alcanzó su
punto
álgido a principios de año en la compañía de autobuses urbanos e
interurbanos
de Teherán, de unos 17.000 empleados. Los puntos interesantes del
conflicto
han sido la consolidación de un sindicato que ha roto con los
sindicatos
y otras organizaciones del régimen, destinados precisamente a impedir
que surjan verdaderos sindicatos que pongan las condiciones de vida de
los obreros por encima de los intereses nacionales, islámicos, etc.; y
el hecho de constatar que conflictos como éste, por objetivos
económicos
y no político-religiosos, entre trabajo asalariado y capital,, son
típicos
de países capitalistas desarrollados y no de regímenes atrasados
arcaicos
o medievales, a pesar de que los gobernantes lleven túnica y turbante.