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La agresión por parte de unidades de élite del ejército israelí contra una flotilla de buques mercantes tripulada por pacifistas de varias nacionalidades, que intentaban romper el bloqueo naval sobre Gaza y llevar suministros a la población sometida al embargo, ha sido un nuevo acto de guerra en una región que no conoce la paz desde hace un siglo.
Mientras el lenguaje diplomático de los Estados se hunde en la palabrería de los debates en la ONU, demostrando toda su inutilidad e hipocresía, la guerra, con su cortejo de sangre y sufrimientos, se impone una vez más como la única solución ante la crisis económica que actualmente atenaza a la sociedad burguesa.
Las continuas provocaciones del estado burgués de Israel ante los estados vecinos y sus poblaciones sólo son un instrumento de la política imperialista del capital mundial y en particular estadounidense, siempre interesado en mantener un foco de tensión en esa crucial región para mantenerla políticamente y económicamente dividida.
El estado burgués de Israel, al igual o incluso más que los demás estados industrializados, está atravesando una profunda crisis interna, desde el punto de vista económico y también político y social. El ataque al Líbano y la ofensiva contra Gaza mostraron cómo el gobierno israelita utilizó la alternativa bélica para intentar alejar su situación de crisis.
Todas estas guerras han tenido como primera víctima a la población civil palestina, y en particular al proletariado. Pero también han sido sus víctimas los proletarios hebreos, obligados a comportarse como esbirros, y al mismo tiempo, a aceptar todos los sacrificios impuestos en nombre de la “defensa nacional”, en realidad para defender los intereses estratégicos de su propia burguesía.
Las continuas guerras no han traído ni la seguridad ni la paz prometidas a tres generaciones, y por el contrario corren el riesgo de envolver a toda la región en un nuevo conflicto abierto, que tendría consecuencias desastrosas para todo el proletariado, sin distinción de religión, raza o nacionalidad.
Lo que temen los capitalistas de todo el mundo es que el proletariado de Israel, como el de todos los países, perdido desde hace decenios entre la propaganda bélica por culpa de la socialdemocracia y el estalinismo, así como por los partidos abiertamente reaccionarios, deje de ofrecer su solidaridad a las clases dominantes, cada vez más corrompidas, incapaces, interesadas y obsesionadas sólo con el mantenimiento de su poder y de sus privilegios.
Pero hay otro camino, distinto y opuesto al recorrido hasta ahora, y es que la clase trabajadora de todos los países y también por supuesto de Israel, pueda empezar a recorrer la vía de la lucha de clases. En Oriente Próximo significa la unión y la colaboración del proletariado israelí y del palestino y de toda esa región, luchando contra su propia burguesía por la defensa de sus intereses de clase, inmediatos y futuros. Por eso es necesario que el proletariado vuelva a encontrar su propia independencia política, su propio partido, la dirección del comunismo revolucionario internacionalista, y ese camino deberá recorrer todo el proletariado de esa región.
¿Dónde han conducido las perspectivas burguesas, esas que se decían “más realistas”? ¿Qué sucede en esa enorme prisión que es Gaza y en Cisjordania, con salarios de hambre y ninguna perspectiva de vida decente, y donde miles y miles de jóvenes proletarios palestinos han dado su confianza a los partidos nacionalistas? ¿Qué podrá ofrecer el micronacionalismo palestino a los trabajadores en una situación de crisis que está llevando al hambre a millones de desempleados incluso en los grandes Estados industrializados?
Contra la guerra entre Estados guerra entre las clases por la
emancipación
proletaria, por la verdadera paz de la sociedad sin clases, por el
Comunismo.
Esta perspectiva, que hoy se presenta tan lejana que parece una utopía
inalcanzable, es la única perspectiva realista para la emancipación
proletaria.
En Grecia los trabajadores buscan como reaccionar a los ataques decididos conjuntamente por el gobierno griego y la Union Europea.
La huelga general del 5 de Mayo, la tercera huelga general desde comienzos de año, ha visto la salida a la calle de los funcionarios públicos, por ahora los más golpeados junto con los pensionistas por las medidas decididas por el gobierno del PASOK para obtener los préstamos de la Unión Europea, y continuar pagando las deudas contraídas en los años pasados por el gobierno helénico burgués.
Grande es la desilusión de los trabajadores, que ven atacados directamente sus salarios, sus condiciones de trabajo y las pensiones, y las manifestaciones del 5 de Mayo han visto una participación más numerosa, manifestaciones efectuadas en las principales ciudadas, como Atenas, Salónica y Patrasso.
Pero los sindicatos y los partidos falsamente obreros, con el KKE a la cabeza, tratan de evitar que el movimiento se transforme en choques entre las clases, en enfrentamientos entre el proletariado y la patronal. Acusan de la crisis a los plutócratas de Europa, de Alemania, al gobierno griego, que serían incapaces de defender el honor nacional y los intereses del “pueblo” griego.
El proletariado griego no puede fundar sus esperanzas en una extemporánea guerrilla callejera, sino que tiene necesidad de reconstituir la fuerza de su unidad en una organización sindical de clase, que trabaje para la unidad de los trabajadores, de los del sector público con los del sector privado, que unifique a los trabajadores griegos con los inmigrantes, dotada de una estructura territorial para organizar a los jóvenes proletarios que no tienen un trabajo estable o que trabajan en negro.
La burguesía griega, adoptando medidas de sangre y lágrimas hoy contra los empleados públicos y mañana contra la generalidad de los trabajadores, como ha hecho durante decenios en Italia y está haciendo en todos los país de Europa, pone las bases materiales para la unión de todo el proletariado en la lucha por la defensa de sus condiciones de trabajo.
Pero la unidad, para ser efectiva y duradera, debe tener en la dirección del movimiento claridad de objetivos, tanto en el plano político como en el sindical. Las reivindicaciones económicas son las comunes a cualquier trabajador: defensa del salario, lucha contra el aumento de la explotación, condiciones de trabajo y salario tendentes a la igualdad para todos, hombres, mujeres, nativos e inmigrantes, jóvenes y mayores; salario íntegro para los parados, defensa de las pensiones y de la asistencia sanitaria.
Los instrumentos para imponer estas reivindicaciones son las tradicionales en nuestra clase, las que muestran al enemigo burgués la fuerza del proletariado: organización, manifestaciones, huelga cada vez más generales y más prolongadas en el tiempo.
La vanguardia proletaria no tiene otro camino, para no caer en los
errores
que han costado caros al proletariado internacional en pasados
decenios,
que la del apoyo a las tradiciones y al programa del comunismo
revolucionario
de izquierda, y reforzar las filas del Partido Comunista Internacional.
Finalmente ha explotado, de manera potente y fiera, la rabia de los jornaleros inmigrantes. Golpeando en el rostro a todos los limpiabotas del capitalismo y de su “progreso”, la huelga que ha estallado en Rosarno no es un episodio de la guerra entre razas, sino de clases sociales antagónicas, una lucha típica de braceros agrícolas temporeros con los mismos rasgos tumultuosos de su secular historia. Por un lado se encuentran los proletarios asalariados, que al igual que le sucede a toda su clase, no tienen nada que perder y no tienen patria, y por otro lado los terratenientes, su Estado, su policía y sus jenízaros armados, con la fruta en los árboles a punto de madurar.
Ha bastado con que la clase se levantase para que se aterrorizaran los burgueses y desaparecieran de la escena todos sus bravucones.
Sí, es cierto que las condiciones de alojamiento, salariales y de trabajo en Rosarno eran “de esclavitud”, como ahora finge descubrir y lamentar toda la clerigalla burguesa. Pero éstas han sido siempre las condiciones de la parte más baja de la clase trabajadora. Pagas al límite de la supervivencia con unas largas jornadas de trabajo son la condición normal e inevitable a las que tiende la clase obrera en el capitalismo. Así era en el siglo XIX y así sigue siendo en el siglo XXI con un capitalismo decadente y moribundo. ¿Es distinta la condición de los jóvenes trabajadores precarios en el Norte, ciudadanos italianos y blancos? ¿Y ganan más de 30 euros al día, que es lo que cobran los "negros"? ¿Y no se les despide igualmente sin preaviso y sin pagarles los atrasos cuando le viene en gana al patrón?
El racismo, fruto de una asquerosa campaña bien organizada por los agitadores del régimen burgués, es el instrumento necesario para dividir a la clase obrera. La otra gran división la impone la existencia de viejos obreros “con garantías” y los jóvenes privados de todo tipo de protección y seguridad. No se trata de combatir el racismo con el antirracismo, de “integrarlos” en “nuestra” sociedad, sino de integrarlos en nuestra clase y en sus luchas. ¡Y por lo visto los que tienen que integrarse en este sentido no son los braceros inmigrantes, sino los obreros italianos!
Nada de esta simple verdad se deduce de los comportamientos de los sindicatos del régimen, tal y como se ve en los documentos de la FIOM y también de la RdB.
Toda la culpa la tiene la “criminalidad local”, como si el problema, en vez de ser algo consustancial a la sociedad capitalista, fuese de “orden público” o el producto de una particular “inmoralidad”, contra la cual deberían luchar los trabajadores, evidentemente junto a los burgueses “honestos”, para que su Estado funcione correctamente. La clase obrera debe combatir al Estado burgués, no “mejorarlo”. Tampoco se ve que la “ndraghetta” al servicio de los burgueses pueda ser peor que el Estado contra la clase obrera.
La verdadera responsabilidad de las duras condiciones de los braceros, y de los inmigrantes irregulares en general, está en las infames leyes discriminadoras del Estado burgués, que dividen a los trabajadores en virtud de su pasaporte. Pero esto ha sido posible porque los sindicatos del régimen Cgil-Cisl-Uil-Ugl, nunca se han opuesto a esto y nunca han hecho nada en favor de esa gran masa de trabajadores sumidos en la clandestinidad. La defensa de la clase obrera coincide con la lucha en defensa de su parte más débil, contra la utilización burguesa del esquirolaje, o sea la utilización de trabajadores más rentables y con salarios más bajos, ya sean precarios o inmigrantes. Los sindicatos han abandonado a los inmigrantes “irregulares”, de la misma manera que han preparado y aceptado la “regularización” de la precariedad, porque son sindicatos traidores al conjunto de la clase obrera. La organización común de todo tipo de asalariados y la batalla sindical común por objetivos comunes, con la movilización y la fuerza de los “regulares”, sirve en primer lugar para defender a estos últimos, pero también a las nuevas generaciones de trabajadores.
Los antirracistas, que organizan a los inmigrantes como tales aparte de los trabajadores italianos, y que abordan el racismo como una enfermedad de la que hay que curar a la sociedad actual, y no como un arma de la burguesía en su guerra permanente contra la clase trabajadora, expresan sólo un movimiento de opinión pequeño burgués, cobarde, moralizante, ajeno a la clase obrera. Es un antirracismo que no niega ninguna de las premisas sociales del racismo.
A medida que son cada vez más asimilables las condiciones de los trabajadores de todas las nacionalidades, de todas las razas y categorías, es cada vez más fácil y necesaria su unitaria reorganización sindical de lucha y la recuperación de su antigua y común perspectiva de emancipación.
Por
todo esto nos dirigimos a la clase obrera, en Rosarno o en cualquier
otro
lugar del mundo, gritando e invitando a gritar nuestra consigna, que es
la suya, la única: ¡Proletarios de todos los países, uníos!
Observamos admirados lo que está sucediendo en Egipto, y estamos orgullosos del coraje de aquel proletariado que a riesgo de su vida se enfrenta a las fuerzas policiales decidido a derrocar un régimen odioso y repugnante. El ejército es la última defensa, pero no se ha dicho que la tropa fraterniza con los insurgentes, como ha sucedido otras veces.
Egipto es la piedra angular del mundo árabe: si el proletariado egipcio, con la fuerza de su determinación, de su coraje y de su número, consigue derrocar el régimen, la onda del choque se propagaría por todo el norte de África y Oriente Medio, despedazando o poniendo en peligro a los regímenes implantados tras la última guerra mundial, incluso aquellos que en apariencia son estables pero en realidad están podridos. Esta onda de choque amenazaría con propagarse a una Europa presa de la crisis económica y que sufre desde hace más de un año la miseria de la clase obrera pero también sus huelgas, en Grecia, en Portugal, en España, en Francia, y ahora en Gran Bretaña. Muchos de entre los proletarios europeos se plantean ya seriamente la pregunta: ¡por qué nosotros no!
Sin embargo, estamos todavía lejos de una revolución. Esta requiere una organización y una preparación para la cual, tanto en Occidente como en los países de capitalismo joven, la clase obrera está, desgraciadamente muy lejos, hoy tras más de 80 años de contrarrevolución. Todavía estos extraordinarios sobresaltos que cruzan y sacuden África del norte pueden ser verdaderamente los primeros signos que son el anticipo de una reanudación de la lucha de clase y de la salida el proletariado mundial de un largo letargo y del estado de embrutecimiento al que le ha llevado la contrarrevolución.
Las dos trampas que debe evitar el proletariado egipcio, como el tunecino, son la demagogia del islamismo y la de la democracia. El islam, que los islamistas quieren presentar bajo una nueva luz, esta ideología atrasada y contrarrevolucionaria, es un fundamento seguro de la conservación social y de la opresión de clase. Irán, que gobierna con las cámaras de tortura, es un triste ejemplo. En cuanto a la democracia, ideología que arranca de la burguesía europea de los siglos 16 y 17, cuando era todavía revolucionaria, es hoy sólo un mito y en Occidente la garantía más segura de su dominio de clase.
El orden democrático no puede ser otra cosa que la sociedad burguesa, convertida hoy, en todo el Mundo, en estéril, parasitaria y decadente, incluso donde parece encontrar nueva vida como en China o en Brasil. La sociedad burguesa, cuyo sistema económico es el capitalismo, ha sobrevivido hasta hoy gracias a los dos guerras mundiales. Y las contradicciones propias del modo de producción capitalista están preparando una tercera.
Se trata hoy de derrocar con la fuerza el poder de la burguesía e imponer el de la clase obrera. Solo entonces podrá empezar a desarrollarse un mundo que no esté determinado por las leyes económicas del capital sino por las necesidades humanas.
En esta perspectiva, hoy lo primero que hay que hacer en Egipto, como en todas partes, es organizar verdaderos sindicatos para la defensa de los intereses materiales del proletariado, que encuadren a los trabajadores independientemente de su origen étnico, religioso o filosófico, uniendo a trabajadores en activo y en paro. Sindicatos rigurosamente libres de toda influencia estatal y de los partidos burgueses, sean democráticos o musulmanes.
La vanguardia del proletariado, su fracción más decidida y más
combativa
debe integrarse en el Partido Comunista Internacional, expresión viva
del programa original del comunismo y de los principios del marxismo
revolucionario,
confirmados todos y fortalecidos por las dolorosas lecciones de la
historia
de dos siglos en Europa, en Asia y en todos los países que se han ido
emancipando del dominio colonial.
El 15 de junio los trabajadores griegos salieron a la calle debido a la tercera huelga general que se convoca desde comienzos de año para oponerse a las nuevas medidas que el gobierno del Pasok se dispone a tomar presionado por el Banco Central Europeo. El enésimo plan de austeridad prevé recortes a salarios y pensiones y despidos masivos de empleados públicos.
Los trabajadores griegos serán obligados a padecer “dramáticos sacrificios” posteriores para asegurar que los “cortadores de cupones” y la banca continúen funcionando y manteniendo eficiente su aparato de represión y de control de la clase trabajadora. Comprendidos sindicatos y partidos llamados de izquierda, todos en la lista de los proveedores de servicios para el Capital.
Durante la manifestación en Atenas, la ira contra los partidos del gobierno y de la oposición, contra los políticos privilegiados y corruptos, se ha manifestado en el ataque al Parlamento provocando la dura reacción de la policía que no ha escatimado en palos y arrestos.
Como solución a la crisis del gobierno, obligado a aceptar las imposiciones de los bancos europeos, los partidos de la izquierda parlamentaria, desde el KKE a Syriza y Synaspismos, piden elecciones anticipadas: con el único objetivo de alejar al proletariado de la lucha y aprisionarlo en los estériles juegos parlamentarios y en el engaño de las elecciones burguesas.
Los trabajadores griegos no pueden esperar nada de nuevas elecciones ni de este teatro parlamentario, sino sólo de su organización independiente de lucha de clase.
Ningún gobierno burgués defenderá sus intereses, ni siquiera si forman parte el KKE o los otros partidos de la llamada “izquierda” parlamentaria. Por el contrario, en los momentos de crisis política grave, son precisamente estos partidos los que se convierten en primeros defensores del régimen burgués, como se ha demostrado histórica y definitivamente, con el papel desarrollado por la Socialdemocracia en Alemania en los primeros veinte años del siglo XX, cuando fueron precisamente los socialdemócratas los que llevaron al proletariado a la guerra mundial y destruyendo posteriormente el movimiento comunista revolucionario.
La de ayer ha sido la undécima huelga general desde el inicio del 2010. Pero el régimen burgués esta ya guarnecido para resistir este tipo limitado de movilización, por una lado con el control policial tomando la calle, por el otro “dialogando” con sindicatos y partidos de oposición para llegar a nuevos acuerdos, para después volver a meterles regularmente en discusiones y empeorar dichos acuerdos en las semanas siguientes.
Los sindicatos griegos, tanto la Adedy como el GSee o como el Pame, no son sindicatos de clase decididos a defender hasta el final los intereses generales del proletariado sino que están ligados a los partidos burgueses y oportunistas, y desarrollan más una acción de freno y contención que de estímulo para la lucha por la defensa de las condiciones de vida y de trabajo del proletariado, en primer lugar del más débil y explotado.
Es necesario que la organización sindical trabaje sin reservas para asegurar la unidad de la clase trabajadora para superar las contraposiciones entre trabajadores de la empresa privada y trabajadores de la pública, entre los fijos y los precarios, entre ancianos y jóvenes, entre trabajadores en activo y desempleados, entre mano de obra autóctona e inmigrantes. ¡Sólo si la clase trabajadora reconstituye su unidad sobre la base de su defensa económica podrá vencer su batalla, de otro modo sucumbirá! ¡Por la organización independiente del proletariado!
La generosa lucha del proletariado griego contra las medidas antiproletarias dispuestas por el gobierno y por la patronal, llevará a los proletarios más combativos a comprender que no se trata de luchar contra un partido o contra un gobierno, sino que el enemigo es el régimen del Capital en su conjunto; por esto ellos deberán poner en primer lugar el trabajo para formar organizaciones de clase en condiciones de asegurar la defensa cotidiana de los intereses de los trabajadores, pero deberán también ligarse al programa histórico para la emancipación del proletariado del trabajo asalariado, al programa del comunismo revolucionario e internacionalista.
Las medidas bestiales que el gobierno griego está imponiendo a sus proletarios, son las mismas que están tomando todos los Estados de capitalismo avanzado; la burguesía hoy, impone al proletariado verter sangre y lágrimas buscando reactivar el mal que, como un cáncer, roe su organismo desde el interior: la crisis mundial de superproducción inducida por la caída de la tasa de ganancia, mañana al frente de guerra para dar una nueva, horrible juventud a este sistema económico decrépito e injusto, como sucedió ya en 1914 y después en el 1939.
No existen alternativas dentro de este sistema productivo; no puede existir un capitalismo más justo, menos corrupto, más respetuoso con los hombres y con el medio natural: la búsqueda incesante de cada vez mayores beneficios no soporta reglas y puede llegar, en una loca carrera, a destruir a la humanidad misma.
El rechazo al régimen del Capital sólo puede ser total y revolucionario.
Proletarios,
¡Volved a uniros al programa genuino del comunismo revolucionario de
izquierda, adhiriendo al Partido Comunista Internacional!
Tal y como el comunismo marxista prevé, las contradicciones internas del régimen capitalista determinan su ruina actualmente.
La crisis económica internacional en curso no es solamente financiera, sino que es una crisis de sobreproducción. La debacle de la deuda y la especulación no son la causa, sino las consecuencias inevitables de la recesión y del fracaso histórico del capital – que es industrial y financiero – en tanto que modo de producción. Los mercados están atragantados de mercancías sin vender, numerosas ramas industriales reducen su producción y cierran fábricas enteras. Los trabajadores en paro técnico y los parados aumentan, muy frecuentemente sin ninguna asistencia social. El Capital tiene cada vez mayores dificultades para mantener vivos a sus esclavos asalariados.
Los Estados del mundo entero, con gobiernos de «derecha» o de «izquierda» han actuado para defender los beneficios del capital nacional, por un lado reduciendo a la fuerza los salarios y aumentando la intensidad y la duración del tiempo de trabajo, y por otra acumulando enormes deudas a fin de prevenir el desborde de una crisis que está presente desde hace decenios, y que finalmente explotará de forma aún mas gigantesca. El desarrollo de la crisis mundial ha demostrado sucesivamente el fracaso del régimen del beneficio, tanto bajo la forma del capitalismo de Estado como bajo la del que dice llamarse liberalismo. Con la agravación de la crisis, se hace más difícil enmascarar la dictadura de hierro del capital sobre la clase trabajadora, tras el abyecto mito burgués de la burocracia.
Sea cual sea la política llevada por el Estado burgués, está y estará siempre dirigida contra la clase trabajadora. Cada capital nacional está indisolublemente ligado al mercado internacional y a las finanzas mundiales. La demanda de cortar estos lazos es una proposición aún más reaccionaria y utópica. Sea cual sea el gobierno, esté a la cabeza de una potencia media o a la cabeza de un gran Estado imperialista, la política presupuestaria, fiscal, etc… está impuesta por las leyes económicas del capital que no les permite ningún margen de maniobra, ninguna libertad de elección; o se bate en retirada o defiende su sistema económico y los privilegios que de él obtiene.
Ya se conceda a una burguesía nacional la posibilidad de retrasar su declaración de quiebra, o sea obligada a aceptarla, tanto si «paga» como si «no paga», nada cambiará la situación de los trabajadores si estos no saben oponerse a la presión patronal y estatal por la fuerza, gracias a su movilización de clase, organizándose a escala cada vez mayor.
La deuda del Estado burgués, ya sea a otros burgueses o a otros Estados, no concierne a la clase trabajadora. El endeudamiento forma parte del sistema capitalista. Hoy no solamente están los Estados, sino que todas las Naciones están archiendeudadas. Por esta huida hacia delante la burguesía mundial a podido ganar tiempo retrasando la crisis, agravando así sus condiciones. Pero llega un momento en el que es necesario pagar. ¡La ruina de este o aquel Estado es el signo del fracaso de este sistema económico y de la burguesía, pero no de los trabajadores! Los trabajadores no están oprimidos por «el pago de la deuda», sino por la acumulación de capital que reposa sobre la explotación del trabajo asalariado.
La necesidad de la clase obrera no es aconsejar al Estado burgués lo que debe o no debe hacer – es imposible «volver al crecimiento» – sino ponerse con todas sus fuerzas al propósito de la patronal de aprovechar la crisis para aumentar la explotación obrera, vivirles, canalizándolos hacia una vía errónea.
Este régimen no caerá por sí mismo, bajo el único efecto de la quiebra económica, social y teórica, es evidente. Si los burgueses de los grandes centros imperialistas consiguen mantenerse en el poder conservando intacta la fuerza de su Estado, entonces una tercera guerra mundial es inevitable. La crisis del capital obligará con una fuerza arrolladora a los diferentes Estados al enfrentamiento, conduciendo a un nuevo reparto del mundo y permitiendo recomenzar un nuevo ciclo de acumulación gracias a las destrucciones masivas de mercancías y de personas. Esto es lo que las dos primeras guerras mundiales nos han enseñado e incluso la burguesía ha sacado sus lecciones de ello. Únicamente la acción internacional consciente del proletariado revolucionario, apoyándose firmemente sobre los principios del comunismo, puede evitar a la humanidad precipitarse en un tercer conflicto imperialista, derrocando por la fuerza de las armas esas clases infames.
Esta crisis general, profunda e irreversible, demuestra que el régimen capitalista no deja ninguna esperanza a los proletarios. No encontrarán la salud enfermando en el interior de su fábrica ni de su nación. Los proletarios no tienen patria. El proletariado puede salvarse, y con el los oprimidos del mundo, solamente si reconstituye su unidad de clase, primero en el interior de sus fronteras y después a nivel internacional.
La crisis del capital, lejos de resolverse, se agravará en una espiral de causas y efectos cada vez más dramáticos. No hay una variedad de posibles soluciones para la misma; solamente existe una única solución burguesa, a la cual se opone la solución proletaria. La alternativa será necesariamente la siguiente: o guerra imperialista entre los Estados nacionales burgueses o revolución proletaria internacional.
Todos los gobiernos burgueses, de «derecha» y de «izquierda», obligados por la crisis, hoy unas duras medidas a la clase trabajadora; mañana, frente al precipicio, buscarán atar a los trabajadores a la carnicería de la guerra, para asegurar un nuevo reparto del mercado mundial, y sobre todo para impedir la revolución mediante la guerra.
Esta perspectiva prevista por el comunismo revolucionario se confirmará mañana, como en la actualidad se ha confirmado la previsión marxista de la gran crisis, porque se apoya sobre la base científica del marxismo, sobre la lectura de la experiencia histórica de dos siglos de capitalismo, de sus crisis, de dos guerras mundiales y de sus revoluciones.
Las consignas de «no pagar la deuda» y la lucha «contra la Europa de los bancos» no defienden a la clase trabajadora. Serán, por el contrario, útiles a futuros gobiernos burgueses revestidos de rojo o de negro, que tendrán la tarea de uncir a los trabajadores hacia la guerra para la defensa de la «Patria» contra las naciones enemigas.
¡La verdadera lucha proletaria no es contra la deuda, sino por el
salario! Los trabajadores deben actuar para tomar las
reivindicaciones
históricas del movimiento proletario:
- Ningún salario inferior a un salario mínimo en relación con
el coste de la vida para todos los trabajadores, incluidos los
precarios
y los parados, inscritos o no en las agencias de empleo;
- Reducción del tiempo de trabajo con mantenimiento del salario;
- A trabajo igual, igual salario, cualquiera que sea la raza, la
nacionalidad y el sexo;
- Derechos de ciudadanía para los trabajadores inmigrados y para
sus familias.
Estas reivindicaciones son comunes a todos los trabajadores y unifican sus luchas por encima de divisiones de empresa, de categorías, de razas, de religiones. Son las únicas sobre las que se puede construir una movilización general de la clase.
Estas reivindicaciones históricas han sido arrebatadas de la mano de los trabajadores y sustituidas por otras, elaboradas durante décadas por el sindicalismo del régimen (UGT, CCOO, USO, etc. etc.), que les dividen y les encierran en la cárcel de cada empresa. Aquellos que hoy proponen a los trabajadores la «lucha contra la deuda» no hacen mas que tapar la bandera proletaria con otra antiproletaria que pertenece al tan conocido oportunismo.
Lo que cada vez es mas urgente para los trabajadores es la constitución de un frente único sindical sobre la base de estas reivindicaciones, para su defensa incondicional, contra los intereses de la economía nacional burguesa y fuera de todo compromiso con el régimen capitalista. ¡Sólo sobre esta vía se puede actuar para la reconstitución de un potente Sindicato de clase, desde fuera y contra todos los sindicatos del régimen!
La clase trabajadora debe aprender a organizarse separadamente de las clases dominantes enemigas, y de las inseguras capas intermedias y sus «movimientos», porque solamente ella aporta la fuerza y la semilla del porvenir. Sólo una clase bien organizada y con objetivos claros, empleando la huelga como arma y no las urnas electorales y el referéndum, podrá mañana tomar la cabecera de las infinitas expresiones de descontento social contra el capitalismo.
Para ello es necesario que se refuerce y se extienda la organización
política del proletariado, el Partido Comunista Internacional,
instrumento indispensable para mantener hoy la perspectiva de la
revolución
comunista, para guiar mañana al proletariado en la lucha por la
conquista
del poder político, hacia la completa emancipación comunista humana.
El bien del país, entendido como bien de los ciudadanos, por encima de las clases, es una mistificación: siempre y únicamente es el bien de los beneficios de la industria y de la banca, es el bien del Capital y de la clase que lo posee, la burguesía.
Todo el régimen burgués nos machaca a diario con que de la buena marcha de la economía nacional depende la vida de los trabajadores, porque esta es la única sociedad que puede existir, fundada sobre el Capital; por ello, los trabajadores no tendrían alternativa, y tienen que estar dispuestos al sacrificio. “O capitalismo, o muerte”, es el dogma de la burguesía. Trabajadores y burgueses estamos en el mismo barco, repiten los altavoces del régimen.
Mas que los partidos abiertamente de la patronal, son los denominados de “izquierda” tanto “moderada” como “radical” los que de forma mas eficaz encadenan a la clase trabajadora con esta ideología reaccionaria.
Estos partidos ilusionan a los trabajadores con la creencia de que en el capitalismo es posible conseguir la igualdad social, conciliando los intereses de las clases opuestas: bastaría aplicar un modelo diferente de desarrollo. Afirman que el enemigo no es el capitalismo sino una particular versión del mismo: el liberalismo. Sostienen que la causa de la crisis es la desigualdad social, y que por ello si se reduce el capitalismo saldría de esa crisis de forma equitativa, sano y salvo.
Esto es falso. El capitalismo está fundado sobre la desigualdad entre quienes solamente poseen la fuerza de trabajo, y la tienen que vender a cambio de un salario para vivir, y quienes poseen Capital, y compran esta fuerza de trabajo a fin de incrementarlo: es una sociedad dividida en clases.
La brecha entre las condiciones de los trabajadores y las de la burguesía no es eliminable. La miseria del proletariado crece cuanto mas se moderniza y perfecciona el Capital. Pero esta miseria no se debe a un nuevo tipo de capitalismo, es consecuencia de su curso natural de siempre, imposible de ser modificado.
Cuando la economía crece, como por ejemplo en la segunda postguerra y los beneficios son enormes la burguesía está dispuesta a conceder algunas migajas a los trabajadores, migajas pagadas con la sobre explotación, porque así se pueden conseguir beneficios aún mayores. Pero ¡en el capitalismo la crisis es inevitable! Sus causas son la sobreproducción y la caída de la tasa de ganancia, enfermedad incurable y degenerativa del Capital.
Es en las crisis cuando se hace evidente que los intereses de los trabajadores son inconciliables con os intereses del Capital, de la burguesía, del denominado “bien del país”. Lo que es un bien para el Capital es dañino para los trabajadores y viceversa.
La burguesía, en su búsqueda de mantenimiento su economía y retrasar su caída, solo tiene un camino: aumentar la explotación de la clase trabajadora.
Esto es a lo que se dedican los gobiernos de todos los países, todos metidos en la misma crisis: de Inglaterra a Grecia, de Alemania a Francia, a Italia, a Norteamérica y Sudamérica, a China…Se adoptan medidas que se pueden reducir a una única característica, la reducción del salario total de la clase trabajadora: se recorta el salario directo (el que figura en nómina), indirecto (los servicios sociales), diferido (las pensiones).
Este ataque se lleva a cabo independientemente del color del gobierno: es la demostración de cómo la contraposición entre “izquierda” y “derecha” es una farsa. Quien acepta el Capital debe obedecer sus leyes, renegando de todo bello discurso sobre los “modelos de desarrollo”.
La máquina de poder del Capital es su Estado, que sobrevive inmutable a cada gobierno. El teatrillo parlamentario sigue con vida en tanto es útil para esconder a la clase obrera la verdadera naturaleza dictatorial y de clase del régimen burgués.
Tanto en el caso de que los trabajadores crean que para defender sus propios intereses sirva un cambio de mayoría parlamentaria, votando a la derecha o a la izquierda, como en caso de que echen la culpa de sus situación a la casta de los políticos, el dominio de clase del gran Capital sale reforzado, al poder presentar a los trabajadores falsas alternativas: gobierno “técnico”, de una mayoría “diferente”, o, mañana, una dictadura abierta, con un parlamento cerrado y la casta despedida.
Las diferencias entre los diversos partidos burgueses son solo apariencias. Las varias bandas de politicastros, en competencia en sus asuntos de negocios, están todos al servicio del Capital. El único enfrentamiento es el que se da entre los defensores del capitalismo y quienes luchan por su abolición: el comunismo revolucionario.
El marxismo explica, sobre bases científicas, que desde hace más de un siglo el propio capitalismo ha creado las condiciones materiales para su superación. El Capital, en su afanosa búsqueda de beneficio ha llevado a un desarrollo tal de las fuerzas productivas que permitiría satisfacer todas las necesidades de la humanidad con pocas horas de trabajo medio diario por individuo. Pero esta fuerza es al mismo tiempo su límite y su condena. Organizar la producción sobre un plan racional, encaminado a satisfacer las necesidades humanas es imposible, ya que esa producción está subordinada al mercado y al beneficio.
Emancipar al trabajo del Capital, la abolición del trabajo asalariado es la clave del programa revolucionario comunista, y la única alternativa a la miseria del capitalismo.
Tal y como en la fórmula propagandista del bien del país se camufla el beneficio del Capital. Igualmente tras el mito de la democracia se esconde la dictadura de la burguesía. Quien es soberano en el capitalismo no es el pueblo, el conjunto de la ciudadanía por encima de las clases, tal y como recita la ideología democrática, sino el Capital nacional e internacional. Luchar por una verdadera democracia es el mismo contrasentido que luchar por un capitalismo más equitativo.
La única política de la clase obrera, mientras el poder este en manos de la burguesía, es la revolución, para conquistar el poder e imponer su dictadura sobre la burguesía, único medio de liberar a la sociedad del Capital, y sacar a la Humanidad de la prehistoria de la sociedad dividida en clases.
La perspectiva de superación del capitalismo, aun cuando aparezca aún lejana, es también necesaria para poder llevar, en particular en la presente situación de crisis económica, luchas eficaces para la defensa cotidiana de los trabajadores. De hecho, hoy la defensa de la clase obrera solo puede darse contra los intereses nacionales, contra los intereses del capital.
La clase sólo tiene una única posibilidad de defensa: responder a la ofensiva burguesa atacando, sin trabas, el capitalismo, organizando huelgas auténticas y potentes que pongan de rodillas “el país”, es decir la industria y las finanzas.
En este camino, los trabajadores deben dotarse de sus organizaciones
de combate reconstruyendo un auténtico sindicato de clase,
fuera
y contra los sindicatos del régimen, y militando su vanguardia en el Partido
Comunista Internacional.
El pasado 30 de Noviembre aproximadamente unos dos millones de trabajadores públicos fueron a la huelga en Gran Bretaña, convirtiéndola en la mayor protesta desde la Huelga General de 1926. Numerosos sindicatos de estos sectores convocaron a sus afiliados, beneficiarios en la actualidad de un sistema público de pensiones, contra los profundos recortes que el gobierno proyecta, y que afecta a los trabajadores extendiendo su vida laboral y recibiendo menos cuando llegue su retiro. En la huelga ha participado incluso el sindicato de rectores, que jamás había participado en ninguna ¡en 150 años de existencia!
En una clásica estrategia de divide y vencerás, el gobierno ha intentado poner a los asalariados del sector privado en contra de los funcionarios, presentando a estos como los afortunados beneficiarios de una confortable jubilación, a expensas de los impuestos del resto de los trabajadores. Por ello, una abundante propaganda distribuida en las numerosas marchas de protesta a lo largo y ancho del país se ha dirigido a aclarar estos engañosos argumentos gubernamentales, ofreciendo las cifras que la mayoría de trabajadores del sector público van a cobrar efectivamente de pensión, que, incluso antes de los cambios anunciados no es tampoco mucho (con una media, grosso modo, entre 2.500 y 5.000 libras esterlinas). Mientras, el gobierno, para demostrar sus argumentos ponía como ejemplo de un trabajador del sector privado….al propietario de un café y al dueño de un puesto en el mercado!
Pero, a partir de esto ¿qué tenemos?
La naturaleza en general reaccionaria de las cúpulas sindicales (obligadas a la convocatoria de esta huelga por las bases, como expresado mas o menos de forma orgánica por la National Shop Stewards Network, organización formada por el sindicato de transportes RMT en 2006) se pone en cuestión de forma abierta, pero las soluciones planteadas para controlar este problema están generalmente en la línea de reformar los sindicatos a través de incrementar la democracia en las agrupaciones. Así, podemos leer en The Socialist «es esencial que las decisiones en las luchas no se dejen en las manos de los líderes sindicales nacionales. Exigimos que los afiliados tengan un control democrático de las negociaciones a todos los niveles». Hay una llamada a «las organizaciones luchadoras de izquierda para que aseguren que los sindicatos luchan por los intereses de sus miembros. Una exigencia de estas organizaciones debiera ser la elección regular de liberados, y que estos no cobren una cantidad superior al salario de un trabajador». Por otro lado, y no sólo en The Socialist, hay llamamientos a los sindicatos para desvincularse del Partido Laborista, al no ser este un partido obrero.
Nada de lo que podamos decir detendrá a los partidarios de esta estrategia de intentar ponerla en marcha; pero esperamos que los participantes en este experimento controlen los resultados muy de cerca, porque creemos que el movimiento sindical en su forma actual está tan entrelazado con los intereses capitalistas que esos intentos para desvincularse del Partido Laborista, y disminuir los salarios de los liberados, están inevitablemente condenados al fracaso.
En nuestra opinión sería mas productivo el trabajo encaminado a aumentar la autonomía de organizaciones como el TUSC ((Trade Union and Socialist Alliance), y la NSSN (National Shop Stewards Network), que aunque han estado, están o pudieran caer en manos de sectores de la burocracia sindical, claramente ligada al Estado capitalista mediante el Partido Laborista, tienen sin embargo el potencial para formar una unión de clase fuera y contra los sindicatos patrióticos, apoyos del sistema; sindicatos estos dispuestos a colocar una imaginaria unidad nacional ‘de la patria’ (el capital nacional, en otras palabras) por delante de los intereses de sus miembros, cuyos intereses reales no están unidos a esa particular ‘jaula nacional’, sino a la clase obrera internacional. La unión de clase debe estar dispuesta a recorrer todo el camino, más allá de los límites de lo que es compatible con el capitalismo.
Esta grandiosa huelga ha causado, sin haber pasado mas de un día, un repentino giro por parte del gobierno. Tras haber insultado duramente a la huelga calificándola de ‘petardo mojado’, se ha mostrado muy deseoso de sentarse en una mesa de negociaciones lo antes posible, y ha prometido futuras concesiones, fijando encuentros para finales de la siguiente semana.
Si los líderes sindicales en estas negociaciones aceptan cualquier cosa que no suponga doblegar al gobierno probablemente tengan que enfrentarse a una considerable ira por parte de sus miembros, que seria de desear fuera aprovechada por las nuevas organizaciones de base intersindicales que están lentamente emergiendo y ejercitando sus músculos.
Pero no debiéramos juzgar lo que sucede únicamente por los
‘resultados
concretos’. A propósito de las organizaciones sindicales en general,
hay un pasaje en el Manifiesto Comunista que afirma que «de
vez en cuando los trabajadores resultan victoriosos, pero sólo por un
tiempo. El fruto real de sus batallas no descansa en los resultados
inmediatos,
sino en una unión de trabajadores siempre creciente». Este será
el auténtico legado de la huelga de trabajadores del sector público del
30 de Noviembre de 2011 en Inglaterra, y de hecho ya se empieza a
hablar
de la unidad de estas luchas con las de los trabajadores del sector
privado.
Occupy Wall Street es el movimiento que actualmente recorre los EEUU de punta a punta. La rabia contra las grandes corporaciones y las instituciones financieras es auténtica, pero hasta el momento ninguna demanda concreta se ha planteado. No hay soluciones. Ni siquiera una vulgar tirita para aplicar a la herida abierta y purulenta del capitalismo.
Veamos en que consiste el movimiento OWS.
En un principio, consistió en una serie de manifestaciones centradas en el distrito financiero de Wall Street, en Nueva York. Las protestas fueron convocadas por grupos activistas, y sus objetivos eran la desigualdad económica, a codicia de las corporaciones, la corrupción política y los grupos de presión políticos. Su slogan “Somos el 99%”, hace referencia a la desigualdad en la riqueza en los EEUU y en el resto del mundo, en donde el grueso del dinero mundial y del poder está situado en las manos del 1% mas rico de la población. Desde su comienzo en Septiembre de 2011, las protestas se han extendido a unas mil poblaciones de los EEUU, con centenares de miles de participantes, con una atención mediática masiva y una creciente represión policial. Las donaciones económicas han mantenido el movimiento a flote, y el mayor problema es el inmediato tiempo invernal.
Todos hemos visto los noticiarios en la TV, y todos hemos escuchado a los locutores. Pero ¿qué quiere exactamente el movimiento Occupy Wall Street?
Según lo que se puede recoger del barullo, OWS pide mas puestos de trabajo, mas igualdad en la distribución de la riqueza y una menor influencia de las corporaciones sobre el gobierno. Una especia de “capitalismo compasivo”. Esto parece ser todo lo que hay. Mientras las encuestas indican que hay un 50% de votantes favorables al movimiento, los dos mayores partidos capitalistas, Demócratas y Republicanos, se han subido al vagón populista del OWS, diluyendo aún mas el desanimado empuje que los líderes del OWS desplegaban.
Muchos de los participantes piensan que se puede obtener un capitalismo mas compasivo a través de una presión moral: si los capitalistas se sienten culpables por su codicia y su egoísmo, pueden llegar a convencerse de que hay que “compartir”, al estilo de los niños en el jardín de infancia. De hecho, los capitalistas están encantados de poder llevar el debate a este terreno, ofreciéndonos los ejemplos de “grandes hombres”, capitalistas filántropos tales como Carnegie y Rockefeller. No es ninguna casualidad que veamos como se presenta como el héroe del día, como el valiente defensor de los manifestantes (y de los capitalistas)… ¡a Bill Gates!.
Si las voces predominantes en el OWS son las que predican que el capitalismo debe ser purgado de sus elementos corruptos mas escandalosos, y convertirse en algo mas amable, es de desear que una vez que los manifestantes hayan sido expulsados de las calles or la policía, y las autoridades hayan aplicado desinfectante sobre las aceras en donde habían acampado, algunos de ellos llegue a la conclusión de que ese “1%” debe ser derrocado, en vez de “presionarles” a ser mas caritativos, y compartir mas con el “99%”.
Es de desear que los manifestantes lleguen a ver que el capitalismo es ahora un muerto que camina, y que la única discusión que merece la pena es sobre como sus enterradores, la clase obrera, cumplirá su tarea histórica de enterrarlo. Y, de hecho, la airada respuesta de los manifestantes del OWS ante la dura respuesta de la autoridad a sus ocupaciones y campamentos ha resultado en un curioso injerto de su movimiento en una preexistente lucha económica de los trabajadores.
El 18 de Noviembre, Occupy Oakland, siguiendo una iniciativa lanzada por Occupy Los Angeles, convocó «el bloqueo y la interrupción del aparato económico controlado por el 1%, mediante el bloqueo coordinado de los puertos de toda la Costa Oeste, fijando la fecha del 12 de Diciembre. El 1% ha devastado las vidas de los conductores de camiones, de los portuarios y de los trabajadores que crearon su riqueza, lo mismo que los ataques policiales coordinados a escala nacional han transformado nuestra ciudades en campo de batalla, en el intento de destruir nuestro movimiento de ocupación. Invitamos a cada movimiento local de la Costa Oeste a organizar una movilización masiva para bloquear los puertos. Los sindicatos necesitan ser atentamente vigilados, el particular la ruptura del contrato con los portuarios de EGT en Longview Washington. Occupy Los Angeles ha aprobado ya una resolución para llevar a cabo en el puerto de Los Angeles el 12 de Diciembre el cierre de los terminales de SSA, propiedad de Goldman Sachs. Occupy Oakland hace extensiva esta invitación a toda la Costa este, y llama a la solidaridad con los portuarios de Log View Washinton en su lucha con EGT(…) Durante la huelga general de 2 de Noviembre, decenas de miles bloquearon el puerto de Oakland para convencer a EGT que debían detener sus ataques contra los trabajadores de Longview.Dado que EGT ha ignorado este mensaje, y continua sus ataques contra los trabajadores, cerraremos los puertos de toda la Costa Oeste».
La huelga general del 2 de Noviembre, a la que se refiere este comunicado, había tenido lugar un par de semanas antes y según algún informe consiguió reunir “decenas de miles de trabajadores, precarios y estudiantes”. Los bancos centrales y muchas escuelas cerraron, así como todos los muelles. Bastantes problemas de tráfico en el resto de la ciudad indicaban que muchos otros establecimientos cerraron ese día.
El cuerpo organizador de esta huelga general fue una asamblea general. Ningún mérito tuvieron en esto los grandes sindicatos centrales. La AFL-CIO y Change to Win intentaron de forma inmediata boicotear las acciones invocando leyes anti-huelga que ellos mismos firmaron en los contratos de categoría. Fueron ágiles también para invocar la Ley Taft Hartley de 1947, que junto a numerosas cláusulas adicionales y a nivel local y federal, prohíbe en la práctica las huelgas generales y establece severas multas; y hay que mencionar que los grandes sindicatos no lanzaron ninguna campaña importante para impedirlo… Pero una vez que importantes secciones locales de maestros y portuarios declaran su apoyo a la huelga (a pesar de no participar), los grandes sindicatos plegaron velas y decidieron no atacar la huelga de manera frontal. Solo el pequeño pero histórico IWW y el sindicato Local 10, que también participaron en el bloqueo de barcos portadores de armamento destinado a las tropas en Iraq en 2003 organizaron activamente la huelga en los puestos de trabajo.
El consiguiente bloqueo de los puertos el 12 de Diciembre incluyó marchas y protestas en puertos a lo largo de toda la Costa Oeste desde San Diego hasta Portland, y Anchorage en Alaska, pero la participación fue baja. Solo en Portland y Oakland tuvo el bloqueo algún éxito real recibiendo otra vez apoyo de las secciones locales de la unión de portuarios (ILWU), pero no de los dirigentes sindicales. En efecto, Robert McElrath, secretario nacional del ILWU, considerando su posición amenazada, denunció rápidamente «el intento de grupos exteriores que planteando sus demandas políticas están manejando la huelga».
Otros portavoces sindicales intentaron introducir divisiones señalando al movimiento Occupy como responsable de la pérdida de un día de trabajo de los miembros del ILWU, y así de forma irónica pareciendo apoyar a los chóferes no sindicalizados y autónomos, también en lucha por la pérdida de trabajo.
Se habla ahora de otra gran huelga para el 1 de Mayo de 2012. Un gran proyecto, sin duda; pero si se va a realizar debemos avisar contra una visión que contemple un apoyo general del “99%” a esa huelga general. Una alta proporción dese porcentaje, concretamente los estratos medios y bajos de la burguesía, nunca adoptarán una postura decididamente anti-capitalista, y solo los trabajadores, los que tienen un interés económico directo en enfrentarse al capitalismo, estarán por la labor, solo ellos, incluyendo los desempleados y pensionistas, son la audiencia apropiada. No es coincidencia que solo cuando los trabajadores han entrado en liza es cuando se han creado nuevas perspectivas, y un proyecto tan ambicioso como clausurar todos los puertos de la Costa Oeste pudo ser visto como un objetivo realista.
Un participante en el forum de Occupy Los ANgeles escribe que “debemos reforzar el movimiento Occupy uniéndolo a los trabajadores y a los sindicatos, con emigrantes estudiantes, desempleados, sin-techo, comunidades de resistencia y grupos religiosos”. Una consigna avanzada en algunos aspectos, pero… ¿grupos religiosos, estudiantes, los sin-techo y las comunidades de resistencia? Anda ya… ¿Qué coherencia posible podría tener alguna directriz política que incluyera a todos estos grupos?
Si el capitalismo debe ser derribado, es necesaria una clara visión del camino a andar, y como debe ser alcanzado. Si la lucha por el derrocamiento del capitalismo noo está disciplinado ni centrado en unos objetivos y rechaza, o no sabe como hacer para reconocer las lecciones del pasado, fracasará. En pocas palabras, las lecciones de luchas pasadas consisten en que las fuerzas de la clase obrera que eventualmente derriben el capitalismo cristalizarán en torno a demandas prácticas en los terrenos de la lucha económica, y asumirán la forma de organizaciones sindicales basadas en la lucha clasista. Estas fuerzas, para ser eficaces, necesitarán ser dirigidas por un partido de clase internacional, un partido que se remonta a mediados del siglo XIX, y es el depositario de la experiencia política del movimiento obrero.
El mopvmiento del que hemos hablado no es ni un movimiento económico ni uno político, sino una confusa y desorientadora mezcla de ambos. Es un movimiento interclasista, y junto a los inevitables anarquistas, predicando su mensaje indiscriminado e incapacitante contra toda organización, encontramos también liberales, pequeño burgueses y elementos cristianos socialistas, en competencia entre sí para ganar reclutamiento para sus diversas causas; y todos ellos con el común efecto de expulsar a los auténticos luchadores de clase.
Para derrocar al capitalismo la clase obrera tendrá que estar bien organizada, ser consciente de su papel histórico de oponente natural y material al capitalismo, un sistema que ya no puede ofrecer mas concesiones a la clase que explota. La clase trabajadora, la clase productiva cuya labor produce todo, es capaz de organizar su vida económica sin capitalistas, cuya ‘habilidad organizativa’ tan cacareada y tan bien recompensada está totalmente ausente. Es una ‘habilidad’ que en la práctica no es mas que una racionalización de su posición como explotadores; la racionalización de un parásito.
Pero como cualquier parásito, el capitalismo vampiro morirá inevitablemente sino puede extraer la sangre vital de su ‘huésped’, la clase obrera. El proletariado (término mas específico al incluir a los desempleados) deteniendo su labor y organizándose hacia una huelga general masiva, desafía directamente esta relación parasitaria.
Pero una cosa es segura; los preparativos para una huelga general el 1° de Mayo no serán exitosos si se fetichiza la democracia como es el caso en el actual movimiento Occupy, en la medida en que intenta crear un frente amplio contra el capitalismo (lo sentimos, pero ya lo hemos visto antes). Lo que se necesita para librarse del capitalismo no son mas debates, mas discusiones, mas conversiones de la gente al ‘buen rollo’; lo que se necesita es adherirse al programa clásico e intransigente de la clase trabajadora que ya está determinado, y basado en la experiencia de 150 años.
Los enterradores del capitalismo, la clase obrera, no necesita mas
debates
sobre enterrarlo o no enterrarlo, sino que necesitan poner en práctica
su poder en sus propias organizaciones de clase; organizaciones
que estén preparadas para librar intransigentes batallas por metas
económicas
inmediatas, y que para su éxito dependen de organizaciones aún mas
amplias.
Esto es algo por lo que la clase obrera norteamericana ha dado tanta
sangre
en el pasado, durante una larga historia de enfrentamientos con un
capitalismo
nacional especialmente cruel, brutal y explotador. Pero ahora no solo
necesita
redescubrir su orgullosa tradición de lucha económica, sino también
su propia organización política, el Partido Comunista Internacional,
redescubrimiento que será hecho en el país en donde el comunismo, tal
vez más que en ningún otro, ha sido considerado el enemigo número
uno del capitalismo.
La crisis actual no es un fenómeno pasajero sino histórico: es la crisis general de este modo de producción, el capitalismo. No se ha generado por una “mala política”, por los “derroches”, o por la “corrupción”. La crisis no es el fruto de una “malévola” gestión de la economía capitalista que, con una política “justa” u “honesta”, estaría en disposición de garantizar el bienestar y el progreso también para la clase trabajadora. La economía capitalista tiene que necesariamente caer en la crisis general y profundizar en ella hasta la ruina completa a causa de sus inevitables contradicciones internas. Las auténticas causas de la crisis son la sobreproducción y la caída de la tasa de beneficio. Estas causas residen en la producción, allí en donde el trabajo obrero crea la plusvalía. La hinchazón desmesurada de la esfera financiera no es una causa de la crisis sino un síntoma: cuanto más difícil resulta obtener un beneficio adecuado de la producción, mas se ve atraído el capital por la especulación financiera, como si de una droga se tratara.
El crecimiento – invocado de uno a otro extremo de las formaciones políticas burguesas como un “bien común a todas las clases – no es otra cosa que el crecimiento del Capital. Mas allá de un cierto límite es imposible: porque se han producido demasiadas mercancías y porque el margen de beneficio se ha hecho demasiado exiguo. Las fases económicas de crecimiento intenso son solo las premisas de las fases de crisis. Reclamar “inversiones para relanzar el crecimiento” no tiene ningún sentido.
La actual no es la primera crisis general del capitalismo. La última fue la Gran Depresión de 1929. La denominada política keynesiana – es decir, la intervención estatal en sostén de la economía capitalista – invocada hoy desde la “izquierda”, “moderada” o “radical”, fue entonces practicada indiferentemente por todos los regímenes burgueses, tanto democráticos como nazis o fascistas, y no resolvió de hecho la crisis. Los que permitió el llamado boom económico de los años ’50 y ’60 fue únicamente la Segunda Guerra mundial. ¡Este es el precio a pagar por la vuelta al crecimiento económico!
No existe una solución económica a la crisis del
capitalismo.
Únicamente existen las opuestas soluciones políticas de las dos clases
de esta sociedad.
-
La solución burguesa es una nueva guerra mundial para destruir
el exceso de mercancías, la primera de todas la mercancía fuerza de
trabajo, y someter a los trabajadores a la máxima explotación,
dentro
de un nuevo y loco ciclo de acumulación.
-
La solución proletaria es la Revolución: arrebatado
el poder a la clase dominante, imponer los cambios revolucionarios para
que la clase trabajadora y toda la humanidad pueda superar este modo de
producción cada vez mas antihistórico e inhumano.
No se trata de descubrir nada nuevo, sino de redescubrir y aplicar el programa comunista revolucionario original, liberándolo del desastre de la última y peor oleada oportunista, la del estalinismo y sus herederos actuales, que ha mistificado y ocultado a ojos de los trabajadores del todo el mundo el significado y el sentido del Comunismo, haciendo pasar por ello el capitalismo de Estado ruso, chino, cubano, etc.
Los puntos fundamentales del programa comunista son:
-
la abolición del trabajo asalariado, con la consiguiente
extinción de su oponente, el Capital, y por tanto del dinero, y la
distribución
gratuita de bienes y servicios;
-
la obligación social del trabajo, y la desaparición del
desempleo;
-
la reducción drástica del horario laboral a una pocas horas
diarias;
-
la regulación de la producción según parámetros físicos referidos
a las necesidades humanas, y no según los intereses mercantiles y
empresariales;
- la supresión de sectores completos de actividad puramente
capitalistas
y parasitarias: desde aquellas ligadas a la contabilidad monetaria
y a las finanzas a aquellas, por ejemplo, publicitarias, con la
consiguiente
liberación de enormes energías para tareas realmente útiles.
La realización de este programa social revolucionario es posible, no porque haya sido bien diseñado en una mesa, sino porque el capitalismo mismo es el que ha creado sus bases materiales: la búsqueda necesaria del beneficio ha desarrollado la fuerza productiva del trabajo hasta el punto de hacer posible la satisfacción de todas las necesidades humanas con una media de pocas horas diarias de trabajo.
Se trata de liberar el trabajo de las leyes económicas capitalistas, que obligan a un número cada vez menor de trabajadores a trabajar cada vez mas prolongada e intensamente, frente a un crecimiento desmesurado de los desocupados, que arruinan al proletariado nunca carencia de bienes, sino al contrario, por haber producido demasiados.
Hoy, la grave alternativa que la historia impone es entre Guerra y Revolución. Quien lo decida será la clase obrera mundial: para no someterse a la guerra deberá derribar el capitalismo. Aquellos que predican sacrificios temporales de los trabajadores por el “bien del país” – que no es otro que el bien del Capital – están ya empujando al proletariado hacia el camino de su sacrificio completo en una nueva guerra imperialista. El mensaje es sencillo: ¡del capital depende la existencia de los trabajadores, todo sacrificio es legítimo porque no hay alternativa, ó Capitalismo ó muerte! ¡La clase trabajadora tiene por el contrario en su mano todos los instrumentos para vivir sin el Capital en una sociedad superior!
Para tomar ya desde hoy este camino los trabajadores deben defender sus propios intereses económicos de clase, de forma intransigente: ¡sin hacerse cargo en absoluto de la salvación de la economía nacional, que no es mas que la salvación del capitalismo!
Esto es solo posible planteando las reivindicaciones históricas
del movimiento obrero, el único capaz de defender el salario de
todos los trabajadores, uniéndolas realmente:
-
fuertes aumentos salariales, mayores para las categorías
peor pagadas;
-
drástica reducción del horario laboral, manteniendo el salario;
-
salario íntegro para los trabajadores despedidos.
Estos objetivos son alcanzables solo desde un movimiento general de la clase, lo que incluye también a los cada vez mas numerosos trabajadores desempleados, con huelgas cada vez mas extensas y prolongadas, hasta llegar a la huelga general indefinida. Para esto es necesaria una organización general de los trabajadores, un verdadero sindicato de clase, que tenga entre otras características la de privilegiar la organización territorial de los trabajadores respecto de la organización por empresa o por categoría, para unir ocupados y desocupados, trabajadores de las pequeñas empresas con los de las grandes, como en la gloriosa tradición de las Cámaras del trabajo italianas.
El SINDICATO DE CLASE hoy solo puede renacer DESDE FUERA Y CONTRA LOS SINDICATOS DEL RÉGIMEN, decididamente dedicados a la defensa de la economía nacional. Los sindicatos de base pueden representar un paso en esta dirección solo a base de superar sus divisiones, convirtiéndose en una verdadera alternativa para los trabajadores. La lucha intransigente en defensa del salario conducirá al proletariado hacia la Revolución contra un capitalismo cada vez mas imposibilitado de alimentar a sus esclavos asalariados.
A lo largo del camino los trabajadores encontrarán no sólo la resistencia de la clase dominante sino también aquella, mas insidiosa, de los falsos partidos obreros que presentan sus siempre falsos objetivos intermedios, que solo son útiles para alejarlos de la Revolución. Reivindicaciones “alternativas”, tales como “la anulación de la deuda”, la “nacionalización” de bancas y empresas, la salida de la Unión Europea, no son objetivos de la clase trabajadora sino alternativas para la clase dominante, al igual que en el pasado parecidos métodos se han adoptado indiferentemente por gobiernos burgueses, tanto democráticos como fascistas. Los “nuevos modelos de desarrollo” son solamente una nueva propuesta de las viejas ilusiones de un capitalismo diferente.
El
Partido Comunista Internacional es el auténtico heredero
de la Izquierda Comunista italiana, única corriente que ha
podido
extraer de la última derrota revolucionaria, culminada con el
estalinismo,
las lecciones necesarias para las nuevas luchas. Por ello, es el único
que puede conducir victoriosamente a los trabajadores a la superación
revolucionaria del capitalismo. Y para esta grande y vital tarea os
llama
a la militancia en sus filas.
TEORIA
La lucha económica del proletariado es la lucha de los trabajadores por sus intereses inmediatos: salario, intensidad, duración y organización del trabajo, etc. Es el primer grado de la lucha de clases que es realmente tal cuando se convierte en lucha política, y cuya cumbre es la Revolución contra la burguesía y por la conquista y el ejercicio del poder.
La lucha económica es una escala que conduce a la lucha política. Todo peldaño es superior al precedente al corresponder a una lucha más extensa y profunda, que afecta y une a un mayor número de trabajadores. Realizando este recorrido los trabajadores se unen superando los límites que los dividen: el primero peldaño es siempre el individual, al que siguen los del reparto, de departamento, de empresa, de categoría y en fin, el más duro, el nacional. Los planos más altos de la lucha económica – cuando la que se moviliza es la totalidad de la clase trabajadora por objetivos comunes – tienden a coincidir con los primeros grados de la lucha política, porque actuar como clase es el primer paso para sentirse y comprender ser una clase.
Los motivos de la lucha económica son continuos, porque las condiciones materiales que la generan no pueden eliminarse. Estas residen en las relaciones de producción que distingue al capitalismo de los modos de producción precedentes: la relación entre Capital y Trabajo. Los dos polos de esta relación – que determinan las dos principales clases del capitalismo, burguesía y proletariado – están en contraste irremediable. En términos generales, es decir tendenciales pero totalmente correctos:
- El Capital ó crece ó muere. Una empresa que no incrementa su capital está destinada a corto o medio plazo a fracasar. La suma de los capitales de las empresas individuales – pequeñas, medias o grandes – es el Capital total de la sociedad. Cuanto mas se granda, mas dificultades tiene para crecer posteriormente. Para hacerlo, está obligado a incrementar la explotación, es decir a comprimir los salarios y aumentar la duración e intensidad del trabajo.
- El Salario – como forma, la última, que ha asumido el Trabajo – es solo el medio de subsistencia del proletariado, de los trabajadores en el capitalismo, privado de todo instrumento de producción que no sea la propia fuerza de trabajo que debe vender para poder comer. Para su propia supervivencia el trabajador necesariamente se encuentra en oposición a las necesidades del Capital.
La oposición entre Capital y Trabajo asalariado es así inevitable porque no es el fruto de la voluntad de los individuos que componen las dos principales clases sociales del capitalismo –trabajadores y capitalistas – sino mas bien de las leyes que rigen este modo de producción, que determinan las necesidades y por tanto las acciones de los individuos, según su localización social. La lucha de clases no es el parto de una ideología sino un hecho, que la teoría comunista, precisamente porque es científica y no ideológica, reconoce y coloca en el centro. Ideologías son la paz social, la concertación, la idea de conciliar las necesidades de los trabajadores con las del Capital; en una palabra, el reformismo.
Entre la lucha económica y la lucha política del proletariado no
existe
oposición. La lucha económica solo golpea a los efectos
del capitalismo:
defiende a los trabajadores de la necesidad que el capital tiene de
enfrentarse
a la caída de la tasa de beneficio. La lucha de clase política
mira a la causa del problema: la relación de producción
Capital-Trabajo.
Toda victoria de los trabajadores en el campo de la lucha económica es
efímera.
Lo muestra la historia del capitalismo y lo confirman estos últimos
años,
en los que las pasadas conquistas obreras, fruto de duras luchas, son
destruidas
una por una por la patronal y sus gobiernos. El único modo que tiene la
clase trabajadora de superar su condición de explotación y precariedad
es pasar de la lucha contra los efectos del capitalismo a la lucha
contra
el capitalismo mismo. La lucha política es el complemento coherente de
la lucha económica. Los comunistas no instrumentalizan la lucha
económica de los trabajadores por fines políticos extraños a los
mismos.
«Los comunistas no tienen intereses distintos de los del proletariado
(…) Se distinguen (…) solo por el hecho de que (…) hacen valer sus
intereses comunes, independientes de la nacionalidad, intereses comunes
a todo el proletariado (…) Por el hecho de que apoyan constantemente
los intereses del conjunto del movimiento, a través de los diversos
estadios
recorridos por la lucha entre burguesía y proletariado» (Manifiesto
del Partido Comunista, Marx-Engels, 1848).
EL PARTIDO
Es evidente la importancia crucial de la lucha económica. Sin ella no hay posibilidad de victoria sobre el capitalismo: una clase incapaz de defenderse en el plano económico no puede atacar en el plano político. «El movimiento político de la clase obrera tiene naturalmente como objetivo último la conquista del poder político para la misma clase obrera, y a estos efectos es naturalmente necesaria una organización previa de la clase obrera, desarrollada hasta un cierto punto y surgida de sus mismas luchas económicas» (Carta de Marx a Bolte del 29 de noviembre de 1871).
Esta importancia se acentúa por el hecho de que, en los arcos históricos contrarrevolucionarios, la lucha económica es el único campo de acción del Partido, entendiendo con esto no la mera actividad de propaganda y proselitismo sino la intervención para influenciar, organizar y dirigir las luchas obreras. La celosa tutela de esta posibilidad de acción es uno de los pilares de defensa de la naturaleza y de la eficiencia del mismo Partido.
«8. (…) es evidente que el pequeño partido de hoy tiene un carácter preeminentemente de restauración de los principios de valores doctrinales (…) Pero en cualquier caso no por ello podemos establecer una barrera entre teoría y acción práctica; porque mas allá de un cierto límite nos destruiríamos a nosotros mismos y todas nuestras bases de principio. Reivindicamos por ello todas las formas de actividad propias de los momentos favorables en la medida en que las relaciones reales de fuerza lo permitan» (Consideraciones sobre la actividad orgánica del partido cuando la situación general es históricamente desfavorable, 1965).
«9. (…) El partido reconoció rápidamente que, también en una situación extremadamente desfavorable y también en aquellos lugares en los que la esterilidad es máxima, hay que evitar el peligro de concebir el movimiento como una mera actividad de propaganda y de proselitismo político. La vida del partido se debe integrar siempre y sin excepciones en un esfuerzo incesante de establecerse en la vida de las masas y también en sus manifestaciones influenciadas por directivas contrarias a las nuestras (…) Es importante establecer que, también allá en donde este trabajo [la actividad sindical] no ha alcanzado aún un impulso apreciable, se rechaza la posición según la cual el pequeño partido se reduzca a círculos cerrados sin relación con el exterior, o limitado a buscar adhesiones únicamente el mundo de las opiniones» (Tesis «de Nápoles», 1965).
El Partido da así el mayor cuidado a las definiciones de su acción
en el campo de la lucha económica proletaria. Objetivo general de esta
acción es hacer ascender a cada trabajador de los escalones de lucha
económica
hacia la política revolucionaria. El trabajo duro es ligar cada batalla
– desde la mas pequeña y particular, limitada en sus objetivos y
extensión
– con el conjunto del recorrido de lucha que la clase deberá efectuar
para alcanzar sus máxima finalidad, a través de la elección de los
objetivos,
de los medios y de los métodos de lucha. Este trabajo está condicionado
por dos factores fundamentales: el papel de las organizaciones
económicas
proletarias y la oposición de la clase dominante.
LA HISTORIA
Desde los orígenes del movimiento obrero lucha proletaria ha significado organización de los trabajadores. Dotarse de una organización para los trabajadores es una necesidad. «Los conflictos entre el trabajador individual y el empresario individual asumen cada vez mas el choque de dos clases. Los obreros comienzan formando coaliciones contra los burgueses y se reúnen para defender su salario. Fundan incluso ASOCIACIONES PERMANENTES para aprovisionarse en la perspectiva de levantamientos previstos«(Manifiesto del Partido Comunista). De estructuras temporales que nacían y se disolvían en una sola batalla se pasó a organizaciones permanentes, que permiten no desperdiciar energías y experiencias, estabilizar el grado conseguido de unidad de clase. Mientras – inevitablemente – la combatividad de los trabajadores sufre altibajos, la organización desarrolla las funciones de inercia, acumulando la energía expresada en el fervor de la lucha, conservándola cuando la masa de trabajadores cesa las huelgas, transmitiéndola la lucha siguiente.
El desarrollo de las organizaciones proletarias ha ido en dirección de la superación, más allá de los límites temporales, también de aquellos ligados a la estructura productiva del capitalismo, es decir, límites empresariales y de categoría. Un típico desarrollo de las organizaciones es aquel que las ve nacer en la empresa y después extenderse a similares empresas en lo productivo, a fín de impedir que los trabajadores de una y otras entren en competencia. De tal manera se llega a la organización de todo el ramo a un nivel nacional. El paso siguiente es la unión de los sindicatos de varios oficios en una única organización. Otra vía de formación de sindicatos encuadrando a toda la clase ha sido la de formación de organismos territoriales locales que coordinaban las luchas de los trabajadores uniéndolas por encima de haciendas y de sectores. Un típico ejemplo fueron las Cámaras del Trabajo en Italia. Los comunistas siempre han saludado calurosamente la formación de organizaciones de lucha proletarias, aunque se constituyeran fuera de su influencia, porque lo que refuerza la clase refuerza también el comunismo revolucionario. El Partido no organiza sindicatos de partido: organizaciones económicas y organizaciones políticas deben ser diferentes. Esto no corresponde a ningún precepto moral. Los comunistas saben ser los más cercanos a los trabajadores y representar su partido. Nunca fingen apoliticismo en sus enfrentamientos, comportamiento que identifica a todos los oportunistas. Por principio: «Los comunistas desdeñan esconder sus opiniones y sus intenciones» (Manifiesto del Partido Comunista) El Partido anima la construcción de organizaciones de lucha de los trabajadores, allá en donde figuren energías proletarias disponibles en ese sentido. Pero sostiene la formación de organizaciones abiertas a todos los trabajadores, mas allá de todas sus divisiones incluyendo las políticas.
El Partido no apoya la creación de sindicatos exclusivos de comunistas porque estos serían inevitablemente minoritarios. De hecho el Partido comunista, en tanto revolucionario, encuadra necesariamente una minoría de la clase trabajadora porque «la ideología dominantes es siempre aquella de la clase dominante» (Marx). Organizar sindicatos de partido solo llevaría a abandonar a la mayoría de los trabajadores a la influencia de los partidos burgueses, que estos ejercitan a través de sus agentes en las organizaciones sindicales mayoritarias. Por esta razón se rechazan las formas híbridas entre Partido y Sindicato.
En cuanto revolucionario y minoritario, el Partido comunista no tiene las fuerzas para crear una relación directa con el conjunto de la clase. Las organizaciones de lucha proletaria son organismos intermedios que Lenin define eficazmente como correa de transmisión entre el partido y la clase. Solamente a través de la acción de los comunistas en el interior de estas organizaciones se puede multiplicar la voz y la fuerza del partido.
El mejor desarrollo de la lucha de clase se da con unos trabajadores
ampliamente encuadrados dentro de una o más organizaciones económicas
proletarias y con un Partido, con caracteres teóricos y programáticos
revolucionarios bien definidos, que haya podido desarrollar en el
interior
de estas organizaciones una actividad intensa, y que haya sido
reconocida
por sus miembros.
TRES FASES
La historia de dos siglos de lucha proletaria muestra como el proceso de formación de las organizaciones sindicales no se ha realizado de una vez por todas, sino que puede repetirse, para una parte o para el conjunto de la clase, según los sucesos de cada país, por efectos de las acciones en contra de la burguesía.
Aún teniendo el movimiento obrero y sindical caracteres peculiares en cada país, resultado de las distintas historias nacionales, sus rasgos fundamentales son comunes, delineados por el comunismo revolucionario desde sus orígenes con el Manifiesto de 1848, que concluye con la consigna ¡proletarios de todos los países, uníos! Es posible y necesario describir un recorrido general efectuado por las organizaciones proletarias y por la acción de las burguesías nacionales en sus enfrentamientos. La conducta de la clase dominante ha sido cambiante en el curso de la historia del capitalismo y se pueden diferenciar tres fases sucesivas: prohibición, tolerancia, sometimiento.
Prohibición
La actitud de la burguesía a las peticiones del movimiento obrero fue de prohibición intransigente y de represión. Típico ejemplo fueron la Ley Chapelier en Francia de junio de 1791 y la del parlamento inglés de julio de 1799. La conquista del poder por parte de la burguesía revolucionaria, a expensas de la aristocracia, tuvo como vestidura ideológica la denominada doctrina liberal, según la cual en el nuevo orden instaurado, la sociedad civil, en virtud de la alcanzada igualdad jurídica de los ciudadanos, se autorregularía, sin que en su interior se generasen fuerzas sociales destructivas, como había sucedido en el ancien regime feudal, hundido bajo los golpes de las revoluciones burguesas. Para la burguesía, naturalmente, su régimen debía –y debe – ser él último, eterno. La formación de cuerpos sociales diferentes en el interior de la sociedad, como las organizaciones obreras, eran así reprimidas, consideradas un reducto del pasado, asociadas a las corporaciones medievales.
Tolerancia
La doctrina liberal mostró enseguida su carácter ideológico, y por lo tanto falso: frente al desarrollo impetuoso del capitalismo juvenil en Europa Occidental, y así frente al rápido crecimiento del proletariado, la conducta represiva se mostró peligrosa. Si los obreros, cada vez que se daba una huelga, tenían delante el plomo del estado burgués, pudieran ser rápidamente convencidos a pasar de la lucha económica a la revolucionaria. Las luchas económicas tendían a convertirse rápidamente en luchas políticas. Por esta razón en la época organización económica y organización política de la clase proletaria a menudo coincidieron, como en el caso de la gloriosa Primera Internacional (1864-1876).
La burguesía – llegada al poder en Inglaterra con la revolución de 1649-58, en Francia con la Gran Revolución de 1789-1793, en el resto de Europa occidental tras las revoluciones de 1848-49 – modifico su actitud, aceptando el asociacionismo proletario. El régimen zarista ruso, aún feudal, no puede lo mismo, y también por esto cayó bajo los golpes de la Revolución Proletaria en el octubre rojo de 1917.
Sobre la sangre de la Comuna de parís de 1871 se abre de esta forma en Europa la fase de la tolerancia que contempla de forma paralela el desarrollo impetuoso del capitalismo por un lado, y de los sindicatos por otro. Un típico ejemplo fueron los sindicatos alemanes y las Trade Unions inglesas.
El estado burgués admite de ese modo que la sociedad capitalista no era un conjunto homogéneo de ciudadanos – libres, iguales, fraternos – sino que está dividida en clases. En tanto pudo, buscó – en honor de la doctrina liberal – dejar autonomía tanto a las organizaciones patronales como a aquellas proletarias en las luchas entre Capital y Trabajo, interviniendo cuando el enfrentamiento se hacía un problema de orden público. Pero el curso del capitalismo tenía inevitablemente que empujar en dirección contraria, hacia un intervencionismo estatal cada vez mayor. El largo e intenso crecimiento económico de los últimos treinta años del siglo XIX y los primeros del XX, similar a la que siguió a la Segunda Guerra mundial, fue la base material que desarrolló en el seno del movimiento obrero y socialista una corriente reformista y la aupó a la dirección de las organizaciones sindicales. La nueva política de tolerancia apareció asó como vencedora para los intereses burgueses: la lucha económica no llevaba a los trabajadores hacia la revolución sino hacia el reformismo.
Sometimiento
El reformismo negaba la salida revolucionaria de la lucha de clase, pero compartía con el marxismo revolucionario el objetivo de la sociedad sin clases, sin Capital, sin la esclavitud del trabajo asalariado. Existía un reformismo proletario, ó marxismo reformista, que el marxismo revolucionaria combatía, denunciando su inevitable fracaso, pero con los cuales, mientras la historia no lo demostrara, compartía la organización política, como en el típico caso de la Segunda Internacional, fundada en 1889.
Los sindicatos, si bien dirigidos por reformistas, eran autónomos teórica y materialmente de la burguesía y de su Estado, tanto por el carácter del reformismo proletario como por el de la denominada burguesía liberal. Ambas posturas no eran una libre elección de sus actores sino un fruto de la época juvenil del capitalismo, fase que, con el potente desarrollo de finales del XIX, se dirigía velozmente hacia la caída.
El agotamiento del ciclo de crecimiento y el comienzo de la crisis general en torno a 1905, que desemboca en la Primera Guerra mundial, la ola revolucionaria proletaria de 1917 a 1923, modificaron radicalmente la situación, en el sentido previsto por el comunismo revolucionario.
Se demostró que las corrientes marxistas están en disposición de desarrollar en el interior de las organizaciones sindicales una actividad eficaz, cuestionando su sometimiento al reformismo, y que para la burguesía era preciso un control mas estrecho de las mismas.
La Primera Guerra mundial aceleró el paso del capitalismo de su fase juvenil a la madura – el imperialismo – cuyos caracteres centrales en el aspecto económico eran los correspondientes a la concentración y centralización de los capitales, estrechamente ligada a la fusión del capital bancario con el industrial. Estos caracteres de la estructura económica tuvieron, como reflejo sobre la superestructura política, el reforzamiento de la máquina estatal capitalista, que despojado de las prendas viejas de la ideología liberal, se dispuso desde entonces a intervenir, controlar y disciplinar tanto el movimiento obrero como la misma burguesía, a efectos de tutelar los intereses globales del Capital nacional e internacional.
La Primera Guerra mundial marcó la caída del reformismo que había apoyado en todos los países a la burguesía, empujando a los proletarios a la masacre fraticida en los frentes, demostrando su rechazo de la violencia revolucionaria y su aceptación de la guerra capitalista. El reformismo revolucionario muere, y desde entonces su cadáver camina solamente porque está echado en los brazos del estado burgués, que lo sostiene porque es un instrumento fundamental contra la Revolución. Desde entonces sólo existe un reformismo burgués.
La derrota de la oleada revolucionaria de los años 1917 a 1923 ayudó a la burguesía en su intento de controlar las organizaciones económicas de los trabajadores. En los países en los que mas fuerte eran los lazos entre los trabajadores y el comunismo revolucionario la clase dominante recurre a la acción armada del fascismo, destruyendo las organizaciones sindicales de clase, creando en su lugar sindicatos de Estado y teorizó – claramente – el encuadramiento de las fuerzas sociales, Capital y Trabajo, en disciplinadas Corporaciones en el estado por el bien superior de la Patria. Pero el contenido material de la ideología fascista – aparte de la acción militar antiproletaria – no fue más que la acción concreta de todos los estados burgueses, democráticos y fascistas, desde aquel momento. Basta sustituir “Corporaciones” por “Partidos sociales” y “Patria” con “Democracia” o “País”.
En los países en donde el comunismo revolucionario era más débil este resultado fue obtenido por la burguesía apoyándose todavía en el reformismo que, siendo ahora su siervo fiel, abandonó sus anteriores objetivos de clase por otros burgueses: la sociedad sin clases, sin Capital, sin trabajo asalariado fue identificada primero y después sustituida por la Democracia, elevada a bien supremo al cual subordinar la lucha obrera, en cuanto régimen político capaz de garantizar un capitalismo justo, en desarrollo permanente, con un siempre creciente bienestar y progreso. Todo falso, porque ningún régimen político puede modificar las leyes económicas del capitalismo.
La victoria de la contrarrevolución fue la recuperación del reformismo que, salvado el peligro revolucionario de 1917-1923, penetró con el ropaje ideológico del estalinismo en los partidos comunistas, destruyéndolos. Esta nueva derrota de la revolución y del movimiento comunista condujo a la Segunda Guerra mundial. Otra vez les fue negada a los proletarios de todos los países la consigna del Manifiesto: ¡uníos! El reformismo envió nuevamente a los trabajadores a la masacre de los frentes de guerra. La contrarrevolución triunfó, no pudo ser destruida y debía consumarse hasta el final.
El fin, en 1974, del nuevo ciclo de acumulación capitalista hecho
posible
por la Segunda Guerra mundial, el hundimiento del falso comunismo en
1989,
la explosión de la crisis general en 2008, nos enseñan el agotamiento
de las bases materiales del este largo período contrarrevolucionario.
SEGUNDA POSTGUERRA
Tras la Segunda Guerra mundial el Partido identificó las nuevas políticas de la clase dominante, dirigidas al control de las organizaciones de la clase trabajadora. El arco histórico que incluye las dos guerras mundiales había contemplado los cambios de las tradicionales organizaciones sindicales de clase, seriamente comprometidas en su autonomía, transformadas en sindicatos de régimen, ligados de esa manera al régimen político, social y económico capitalista. El largo período contrarrevolucionario no podía mas que favorecer este proceso.
Ante esto, el Partido mantiene la tradicional consigna de trabajar en el interior de estas organizaciones sindicales a fin de conquistarlas, orientándolas a ser organizaciones de clase. Pero añadiendo que, cuanto mas avanzara su encuadramiento en el régimen, mas se abriría la posibilidad de que los trabajadores se reorganizaran para luchar fuera y contra los mismos.
El trabajo en el interior de estos sindicatos estaba por lo tanto vinculado al progreso del proceso de su control, y más exactamente, a la posibilidad por parte de los militantes del Partido de poder desarrollar una actividad sindical comunista en su interior y batirse para reafirmar la dirección sindical comunista:
«11. (…) El partido, mientras admite que hoy solamente puede realizar de forma esporádica un trabajo sindical, nunca renuncia a ello y, desde el momento en que la relación numérica concreta entre sus miembros y simpatizantes y los afiliados en un determinado grupo sindical resulte apreciable, y tal grupo tenga alguna posibilidad virtual y estatutaria de actividad autónoma clasista, el partido desplegará la penetración y la conquista de su dirección» (Tesis características del partido, 1951)
El Partido no tiene “prisa” en la elección de alguna de estas dos posibilidades – reconquista o reconstrucción fuera y contra – pero cuando considera tener elementos suficientes para hacerlo, debe indicar a la clase trabajadora el camino a recorrer, porque su función es favorecer, influenciar, dirigir con sus orientaciones la lucha económica proletaria. «7. (…) Tarea del partido en los períodos desfavorables y de pasividad de la clase proletaria es prever las formas y animar la aparición de las organizaciones de tipo económico para las luchas inmediatas». Como en cualquier otro ramo de actividad, la abdicación de alguna de sus funciones perjudica al conjunto del organismo, de su vida interna, de su trabajo.
La evaluación definitiva de la naturaleza de aparato del régimen de una organización sindical, es decir de su incapacidad para ser conquistada por parte de los comunistas, descansa, además de las características de su orientación, en los factores siguientes: 1) intentos no esporádicos de grupos de trabajadores de organizarse fuera y contra la misma; 2) imposibilidad práctica de la actividad de los militantes del Partido en su interior.
Tras la Segunda Guerra mundial únicamente en Italia ha podido el Partido desarrollar una actividad sindical significativa. En este país se ha luchado en el interior del mayor sindicato – la CGIL – desde su reconstitución “desde arriba” con el “Pacto de Roma” en 1944, ya sobre las bases del régimen, durante un período temporal de mas de treinta años.
Únicamente a finales de los años setenta se llegó a la conclusión de que ya no era posible desarrollar un trabajo sindical comunista en su interior, ya no era posible su reconquista ni siquiera como se diría, a golpes, no por la vía congresual sino en la ola de luchas potentes de formas violentas. Esta evaluación se apoyó, además de la actividad sindical interna en la CGIL, y también sobre importantes episodios de lucha en los que los trabajadores se organizaron fuera y en contra de la misma.
Ambos factores arriba indicados estaban muy presentes. De hecho, en los siguientes años, la orientación del Partido – que desde entonces para Italia es la de “fuera y contra los sindicatos de régimen por el renacimiento del sindicato de clase” – se ha visto confirmada por el nacimiento de nuevas organizaciones sindicales, consideradas “de base”. El hecho de que en el arco temporal posterior de 35 años, desde finales de los años 70 hasta hoy, estas nuevas organizaciones no hayan conducido a la formación del Sindicato de Clase, que evidencien algunas taras graves, e incluso que algunas tiendan a repetir el recorrido involucionista ya realizado por la CGIL, no contradice la postura del Partido respecto al tema sindical, sino que es una confirmación. En la época del imperialismo, de hecho, toda organización sindical que no sea conquistada por el Partido Comunista revolucionario está destinada a ser, antes o después, sometida al régimen burgués.
Tras haber elegido para Italia la alternativa “reconquista o renacimiento desde fuera y en contra”, el Partido en el siguiente treintenio ha desarrollado una actividad sindical dentro de las nuevas organizaciones sindicales de base con los métodos y los objetivos de siempre, como había hecho en el interior de la CGIL del régimen de la época imperialista, y como anteriormente en la CGL roja del primer cuarto del siglo XX. Lo que distingue este nuevo período temporal de los anteriores es la ausencia de importantes luchas proletarias, que pudieran someter a pruebas serias a las pequeñas organizaciones sindicales de base.
* * *
El sentido del trabajo sindical del Partido, su coherencia y
continuidad,
mas allá de los sucesos que de forma inevitable – al tratarse de luchas
y no de actividad académica – lo han condicionado, reduciéndolo ó
incluso interrumpiéndolo, puede ser seguido usando el principal
instrumento
del trabajo comunista, el periódico como “organizador colectivo”,
a través de sus órganos sindicales: “Il Sindicato Rosso” (1921-1925),
“Spartaco” (1962-1968), “Il Sindacato Rosso” (1968-1973), “Per
Il Sindacato Rosso” (1974-1987). Esta página sindical se propone
continuar
el mismo trabajo y sobre la misma vía trazada.
El capitalismo es ahora un cadáver nauseabundo en su economía, en sus instituciones políticas, en sus supersticiones sociales, y únicamente espera ser sepultado por sus enterradores
¡VIVA EL COMUNISMO!
El Primero de Mayo es el día en el que los trabajadores de todo el mundo, por encima de nacionalidades, por encima de religiones, reafirman su pertenencia a una misma clase social, sus mismos intereses, su misma batalla por la emancipación de la explotación y de la miseria.
En este Primero de Mayo de 2013 los trabajadores se encuentran, en todos los países del mundo, en una situación que desde hace ya muchos meses, en vez de mejorar, se ha venido agravando a causa de la crisis que ha golpeado a la economía de todo el planeta.
El capitalismo está en una guerra permanente
En aquellos países de más antiguo capitalismo, Europa, Norteamérica, Japón, cuya economía está en plena recesión, la clase trabajadora se ve golpeada por las reducciones de salarios, por los cortes al Estado social, por el desempleo masivo. Las consecuencias de la crisis comienzan sin embargo a hacerse sentir también en aquellos países de más reciente industrialización, de China a la India, de Corea del Sur a Vietnam e Indonesia, a pesar de los bajos salarios y de las durísimas condiciones de trabajo. En América Latina, Argentina está de nuevo en plena crisis, pero en todos los países del socialdemócrata Brasil a la Venezuela “chavista” y al Chile liberal, los distintos regímenes, a pesar de que la crisis nos les haya aún embestido con fuerza, realizan la misma política y buscan aumentar la explotación del trabajo asalariado.
En África del Norte la lucha del proletariado para obtener mejores condiciones de vida y de trabajo, libertades políticas y sindicales, ha sido desviada hacia el falso objetivo de cambio de gobierno que no han afectado mínimamente los mecanismos de la explotación y de la opresión capitalista. En Sudáfrica, las potentes luchas organizadas en los últimos meses por los trabajadores de la minería demuestran la terrible explotación también en aquellos países con un capitalismo más joven y vital.
Por el momento, la burguesía, con la ayuda de los partidos falsamente “obreros”, de los sindicatos amarrados al régimen, de la policía y, cuando es preciso, del ejército, consigue mantener cerrada la olla a presión de la revuelta proletaria, pero el fuego continúa calentándola, y no está lejos el momento del estallido.
Las verdaderas causas de la crisis económica
La auténtica causa de esta crisis económica, prevista por el análisis económico marxista, reside en la sobreproducción de mercancías causada por la caída tendencial de la tasa de beneficio, fenómeno inevitable e imparable de la economía capitalista al estar implícito en el mecanismo infernal que la guía, la búsqueda incesante del beneficio a través de la explotación del trabajo asalariado.
El capitalismo no puede más que profundizar en la crisis cada día que pasa. Las proclamas de los gobiernos burgueses de todo color, de izquierda y de derecha, que se ilusionan con poder superar la crisis cambiando la política económica, imponiendo “reglas” al mercado, etc., son mera propaganda para convencer a los trabajadores la aceptación de sacrificios según la formulilla “estar hoy peor para estar mañana mejor”, mientras los cortes al gasto social, a los subsidios de desempleo, a las pensiones, son medidas crueles e inútiles impuestas por la burguesía para afianzar su dominio sobre el proletariado y sobre las clases medias.
De la crisis económica a la guerra
El capitalismo es una lucha permanente entre Estados, grupos industriales y financieros, bancos y empresas, cada cual en defensa de los intereses de su propio Capital, del propio beneficio.
En cada país la burguesía llama a “sus propios” trabajadores a sacrificarse para vencer su batalla haciendo mas competitiva la economía nacional y trata de convencerlos de que “están todos en la misma barca”. Muy al contrario, en esta guerra la derrota cae siempre sobre los mismos; siempre es el proletariado. Cuando aceptan unir su propia suerte a la de la empresa, la del País o de la Patria, los trabajadores se enrolan en el ejército burgués, empujados a la guerra entre sí, hoy a golpes de salarios más bajos y de ritmos de trabajo más altos, mañana a golpes de fusiles y de cañones.
El imparable avance de la crisis económica hará cada vez mas insoportables las condiciones de vida del proletariado de todos los países y mas dura la competencia económica, comercial y militar entre los distintos Estados burgueses, hasta que lo que se ponga al orden del día sea la alternativa ó guerra mundial imperialista ó revolución comunista internacional. Entonces, el proletariado deberá conectar de nuevo con la tradición revolucionaria trazada por la victoriosa tradición revolucionaria marcada por la revolución victoriosa en Rusia de Octubre de 1917, oponiéndose con todas sus fuerzas a la perspectiva de una nueva matanza mundial, que hoy sería ciertamente mucho mas terrible y sangrienta que las anteriores dos guerras imperialistas que permitieron sobrevivir un siglo mas a este régimen infame.
Que hacer
Los trabajadores asalariados tienen en primer lugar que organizarse para defender cada día sus condiciones de vida y de trabajo; deben unirse entre sí, superando las artificiales divisiones nacionales, de religión, de categoría, y luchar para defender su salario, para reducir el horario de trabajo, para oponerse a los despidos reivindicando igual salario por menos trabajo.
Deberán renacer en todos los países, bajo el impulso de las luchas reivindicativas, sindicatos de clase dispuestos a la defensa intransigente de las condiciones de vida de los trabajadores, que rechacen con decisión cualquier responsabilidad hacia la economía empresarial y nacional, es decir, capitalista, porque saben que si esta se hunde la clase trabajadora no morirá con ella, sino que tendrá la oportunidad histórica de abatir el régimen estatal burgués instaurando la dictadura proletaria, liberando las fuerzas productivas de las leyes económicas del Capital y del trabajo asalariado.
Y en esta fase histórica de un resurgir internacional de la lucha de clases es cuando el Partido Comunista Internacional, heredero del programa histórico del comunismo revolucionario de Marx y Engels, de Lenin y de la Izquierda italiana, recogiendo las vanguardias mas combativas y decididas de la clase trabajadora, podrá lanzar la batalla para impedir una nueva matanza mundial y enterrar mediante la revolución el capitalismo, con su insensata explotación del trabajo humano, sus guerras permanentes y su creciente miseria para millones y millones de proletarios.
¡Los proletarios no tienen mas que perder que sus
cadenas, y tienen un mundo entero por conquistar!
EE.UU., Turquía, Canadá, Arabia Saudita y Francia están abogando por una intervención en Siria, el Parlamento británico se ha mostrado en contra, y Alemania se comporta con “discreción”; los países como Rusia, China, India, Indonesia, Argentina, Brasil, Sudáfrica e Italia, así como el secretario general de la ONU, están en contra de las acciones militares. También se han pronunciado contra esta guerra el papa Francisco y ya el presidente de Venezuela dirigió una carta a Obama solicitando que abandone su postura guerrerista.
El mismo Obama reconoció que «honestamente no puedo demostrar que el uso de armas químicas por parte de Assad en contra de mujeres, niños y civiles inocentes, represente una amenaza inmediata a la seguridad de EEUU». También reconoció que no cuenta con el respaldo de la comunidad internacional ante una posible agresión militar contra Siria, aunque insistió en la necesidad de hacer cumplir la norma internacional sobre la prohibición de usar armas químicas.
Toda la prensa burguesa está copada por noticias sobre la crisis en Siria con las mentiras y discursos de los dos bandos imperialistas que se están confrontando en esa región. Pero detrás de los hipócritas discursos humanitarios de los dos bandos imperialistas hay que buscar las causas económicas que han motivado esta situación y los intereses que se ocultan detrás de los discursos de derecha o de izquierda. La clase obrera no se debe dejar manipular por ninguno de los bandos imperialistas que intervienen en las guerras de la actualidad, en las que solo está en disputa el control del mercado y de las materias primas estratégicas.
Siria está situada en Oriente Medio, limita con el Mar Mediterráneo, con Turquía, con Irak, con Jordania, con Israel y con el Líbano. Es una zona de paso entre Oriente Medio y Europa. De hecho, se ha previsto recientemente realizar un gaseoducto que lleve las enormes reservas descubiertas en Irán a través de Irak y Siria, con lo que Irán se fortalecería y Estados Unidos y algunos estados aliados de él, como Catar, perderían un gran negocio económico y una palanca de poder política, ya que ese gas va a Europa, que lo necesita mucho. A esto se une además que en la propia Siria se han descubierto también importantes yacimientos de gas natural. Pero no solo es el gas la causa del acoso a Siria, sino el control completo de la región de Oriente Medio.
Con el derrocamiento del gobierno actual sirio y la colocación de uno títere, EEUU tendría el camino preparado para conquistar todo Oriente Medio. El siguiente paso sería Irán. Estos son los objetivos, y, en relación a Siria, EEUU no dudará incluso en considerar sumar como ejército de choque a las fuerzas de Al Qaeda al frente opositor en Siria. Los medios de comunicación y las llamadas “organizaciones humanitarias” completan el cuadro de fuerzas que intervienen en esta confrontación.
Entonces los trabajadores deben estar conscientes de que es mentira que EEUU, Rusia, China, Alemania y demás potencias imperialistas estén preocupadas por el uso de armas químicas, por las muertes y por los padecimientos de la población siria. Detrás de los discursos politiqueros e hipócritas de estos gobiernos están los intereses de las corporaciones trasnacionales bien conocidas, como: Goldman Sachs & Co, Nike, Facebook, Coca Cola, Pepsi, Ford Foundation, Rockefeller Foundation, Visa inc, Exxon, Chevron, Shell, Siemens, Boeing, General Electric, Toyota, Microsoft, Google, etc.
Siria es el teatro de operaciones de una confrontación entre frentes imperialistas en la lucha por el control de los mercados y de materias primas estratégicas. Lo mismo ha ocurrido en Afganistán, Irak, Libia y Egipto. En cada caso las potencias imperialistas se han repartido las cuotas de los negocios en cada país ocupado. Y en este reparto participan muchas veces los dos "bandos" enfrentados. Para corroborar esto hay que revisar cuales son los países y empresas que controlan el negocio petrolero o las obras de reconstrucción de infraestructuras en Irak o Libia. De esta manera no se pueden interpretar los discursos de los diferentes países que están interviniendo en esa región sin conocer los intereses económicos que tienen o aspiran tener. Incluso los intereses militares y geopolíticos son un reflejo de los intereses económicos de las trasnacionales y sus gobiernos. Es así como entenderemos hasta qué punto llega la hipocresía de los discursos de los diferentes gobiernos y las matrices de opinión que imponen los medios de comunicación. Más allá del resultado del informe de la ONU y de las denuncias sobre montajes que buscan culpar al gobierno sirio del uso de armas químicas, de lo que se trata es de establecer los pretextos o justificaciones para invadir Siria y derrocar su gobierno. Pero la clase obrera en Siria será oprimida por igual ya sea por el gobierno actual o por el nuevo gobierno que apoye EEUU; solo cambiará de manos el negocio con el petróleo y el gas.
Pero sobre toda esta dinámica económica se levanta la lucha de clases, que en esta época histórica se resume en la confrontación entre la burguesía y el proletariado. De manera que en estas confrontaciones militares también subyace la opresión y represión al proletariado. Un proletariado que por los momentos no logra encontrarse a sí mismo y que marcha en todas partes levantando banderas patrióticas y contrarrevolucionarias; un proletariado desorganizado o controlado por partidos oportunistas alineamos con alguno de los bloques imperialistas. Sólo la reanudación de la lucha de clase del proletariado en países como EEUU, Rusia, China, Alemania y demás potencias imperialistas pondrá freno a las guerras imperialistas y dará paso a la revolución social planetaria.
La clase obrera en todo el mundo debe movilizarse uniendo sus reivindicaciones económicas e inmediatas con la lucha por la toma del poder político y la instauración de la Dictadura del Proletariado y su partido, el Partido Comunista Internacional. Y esto pasa por la transformación de la guerra imperialista en guerra revolucionaria bajo la dirección del proletariado y su partido.
En cada país volver las armas contra los gobiernos burgueses !
O guerra mundial imperialista ó revolución comunista internacional !
Apoyo a la reconstrucción de las organizaciones económicas de la clase obrera y del Partido Comunista Revolucionario
Después de las batallas en las calles, las masacres y la matanza general en Egipto a lo largo de los últimos días, los comentaristas burgueses, que esconden la realidad bajo la manipulación emocional, hablan de “guerra civil”, pero ninguno de ellos explica los diferentes y opuestos intereses de clase que estarían chocando en los diversos enfrentamientos y confrontaciones. Todo es explicado en términos del choque entre la Hermandad Musulmana, que reclamaría una “legalidad” violada por el golpe de Estado, y el ejército, que está tratando de restaurar el orden con el soporte de un frente amplio laico.
No debemos dejarnos engañar por los símbolos, las consignas y los objetivos que se han escrito en las pancartas de los manifestantes. Por supuesto, esta no es una lucha por la “legalidad” o “democracia” o “ley islámica” en un país plenamente capitalista y moderno. Lo que está claro, dadas las circunstancias actuales de Egipto, es que los manifestantes están motivados por intereses materiales y necesidades vitales que ninguno de los dos frentes tienen la capacidad de resolver. Ni los jefes del ejército ni la Hermandad Musulmana serán capaces de garantizar un futuro y una vida digna para los millones de egipcios que se movilizaron por las calles.
La clase obrera, la única que tendría la fuerza para oponerse al régimen burgués, se ha mantenido ausente de la lucha. Las manifestaciones organizadas por la Hermandad Musulmana para la restauración de la “legalidad” del gobierno depuesto de Morsi no han entusiasmado al proletariado; no hubo informes de huelgas o manifestaciones en apoyo del movimiento sindical en las calles. De hecho las únicas declaraciones, como denuncia un volante difundido por los sindicatos independientes, han sido las declaraciones de los sindicatos oficiales que llamaron a los trabajadores a manifestarse en apoyo de los líderes del golpe de Al-Sisi.
En el ejército, por lo que sabemos, no ha habido casos de deserción, por lo menos no masivas, y el aparato estatal ha mantenido no obstante la dureza de la represión.
La Hermandad Musulmana es uno de los partidos más antiguos de Egipto, y tiene una organización de gran alcance extendida por todo el país, formado en casi un siglo en el que el movimiento tuvo que actuar en la clandestinidad, aunque en realidad era tolerado por el régimen, que sacó de vez en cuando a sus líderes de las cárceles para usarlo contra el proletariado.
Una organización muy extendida, junto con los servicios de
asistencia
social que el movimiento ha ofrecido históricamente entre los sectores
más pobres con considerables recursos económicos a su disposición, son
los factores que pueden explicar la movilización que ha logrado
alcanzar
en los días de mediados de agosto. La mayoría de los manifestantes
parecen
pertenecer a la gran masa de marginados, que representan una gran parte
de la población de Egipto, e incluso de la clase media, pero no al
proletariado
industrial o agrícola.
Lanzar a sus seguidores contra el ejército (que incluso había anunciado
en varias ocasiones la determinación de disolver las manifestaciones
por
la fuerza) puede haber sido una estratagema cínica por parte de la
hermandad
para recuperar la credibilidad, después de la experiencia de su
gobierno,
que resultó adverso a las clases menos favorecidos y en plena
continuidad
con las políticas del anterior régimen de Mubarak. A su vez, el
ejército
habría hecho su parte con provocaciones abiertas; algunos comentaristas
han escrito que los militares han encarcelado a los principales
dirigentes
de los Hermanos Musulmanes, dejando en libertad a los jóvenes más
extremistas
solo para que caigan en la provocación. La ola de represión, aunque se
cobró la vida de cientos, tal vez miles, de musulmanes y decenas de
soldados,
ha revivido el mito de que el ejército es el único defensor de la ley
y el orden y de la Hermandad como mártires del Islam.
Al parecer a este trillado juego no escapa al menos un sector de los proletarios egipcios: dice el llamamiento a los trabajadores interpuesto el 26 de julio emitido por una minoría sustancial en el Comité Ejecutivo de Sindicatos Independientes: «Pregúntate: ¿en interés de quién es la continuación de estos enfrentamientos y derramamiento de sangre? Es en el interés de ambos, los jefes de la Hermandad Musulmana y del Ejército. Al igual que los pobres son la carne de cañón en las guerras entre Estados, también los pobres de Egipto son el combustible para el conflicto y la guerra civil». Sí: una guerra interna contra el proletariado!
La sangre de los muertos y heridos derramada en las calles de las principales ciudades de Egipto tiene como finalidad hacer una terrible advertencia a la clase obrera y las clases oprimidas de Egipto, que la crisis económica mundial, y la egipcia en particular, amenazan con poner en movimiento.
A este proletariado, aplastado por salarios de miseria y la explotación capitalista, obligado a una vida infame y sin perspectivas, nos dirigimos. El proletariado no es “el pueblo” no es una masa confusa que se mueve sin una dirección clara, a merced de cualquier influencia demagógica. El proletariado es una clase social que tiene un programa determinado y con formas características de lucha y de organización. Puede llegar a ser un ejército capaz no sólo de hacer caer el sistema de producción capitalista, sino de hacer frente a la máquina del Estado hasta su destrucción y el establecimiento de su dictadura de clase. Cuando el proletariado se ponga en movimiento todas las instituciones de la represión burguesa que ahora parecen invencibles resultarán impotentes, socavadas por las contradicciones propias de la sociedad capitalista.
Para lograr este objetivo, para convertirse en un ejército
disciplinado
y potente, la clase obrera en todos los países del mundo, deberá luchar
para reconstruir las organizaciones de defensa económica – en Egipto
ya se ha dado un primer gran paso con la formación de la Federación de
Sindicatos Independientes (EFITU), fuera y en contra de la federación
sindical del régimen – pero también tendrá que reencontrarse con su
partido de clase.
Venezuela
Medidas contra la usura
Recurso politiquero del gobierno burgues
Durante el mes de noviembre de 2013 el gobierno burgués en Venezuela tomó un conjunto de acciones contra empresas comerciales “especuladoras” y “usureras”.
El gobierno venezolano se autoproclama socialista, pero junto a Cuba, China y otros, no es más que otra de las expresiones del oportunismo reformista en el poder, que administra los intereses de la burguesía, usando un discurso mediático pseudorevolucionario que queda desenmascarado ante el análisis marxista de sus acciones.
El gobierno venezolano venía denunciando durante varios meses atrás que estaba en curso una guerra económica dirigida por los opositores políticos al chavismo, en alianza con el gobierno norteamericano. Esta guerra económica supuestamente perseguía deteriorar el nivel de vida de la población y provocar de esta manera la debilitación de la base electoral del chavismo y utilizar el descontento a favor de la oposición en las elecciones municipales del 8 de diciembre.
Lo que venía ocurriendo es que, aprovechando que existe un control de cambio que establece que en Venezuela 1 dólar equivale a 6,30 bolívares y se tiene acceso a estos dólares a través de la Comisión de Administración de Divisas (CADIVI), se estructuró un circuito económico enfocado en la adquisición de dólares para la importación de mercancías para luego comercializarlas basadas en un equivalente de 40–60 bolívares por dólar. Los comerciantes comenzaron a subir los precios de una manera grosera, apoyándose en una matriz mediática (que utilizaba principalmente a internet y las “redes sociales”) que empujaba al alza todos los días del llamado “dólar paralelo” y que se convertía en la tasa de medida para la fijación de precios en el comercio, aun habiendo utilizado dólares regulados en sus compras internacionales. En noviembre los precios se incrementaron hasta en 1.000%. Los precios de electrodomésticos, repuestos para vehículos, equipos celulares y muchas otras mercancías cambiaban día a día sin control. Una de estas empresas comercializadoras, que contaba con un circuito integrado de importación de electrodomésticos para la venta en sus tiendas en Venezuela, en el 2012 recibió 51 millones de dólares a través de CADIVI y más de 400 millones de dólares entre el 2004 y el 2012.
El control de cambio aplicado en Venezuela, y también aplicado en Argentina, ha sido un mecanismo por medio del cual el gobierno ha subsidiado a los empresarios importadores con los dólares generados por el petróleo. Ha sido una medida paliativa para frenar los efectos de la inflación. El gobierno venezolano ha realizado devaluaciones parciales hasta llegar a la actual equivalencia de 6,30 bolívares por dólar. Con estas devaluaciones graduales el gobierno ha logrado producir más bolívares por cada dólar que le ingresa por las ventas de petróleo y sus derivados para alcanzar el equilibrio fiscal. Pero en cada devaluación realizada por el gobierno aumenta el dinero circulante y crece la inflación. Esta cuota parte de responsabilidad por el incremento en los productos de primera necesidad no ha sido asumida por el partido de gobierno, que se inventa la tesis de la conspiración de la oposición.
En paralelo se mantenía en el país un desabastecimiento relativo de varios productos de primera necesidad y de consumo masivo (leche, aceite, harina de maíz, papel sanitario, azúcar etc.) y el gobierno no lograba frenar los incrementos de precios de la carne de res y otros productos. En este terreno el gobierno actuó principalmente importando alimentos e iniciando operativos contra el contrabando y el acaparamiento.
En el plano político el gobierno manifestó que esto era parte de una “guerra económica” y comparó esto con las situaciones vividas en Chile durante el gobierno de Allende. El gobierno planteó la necesidad de aprobar en la Asamblea Nacional una Ley Habilitante que le permitiera tomar acciones contra la corrupción y contra la “guerra económica”. En 1984, el presidente Jaime Lusinchi, del partido Acción Democrática, también solicitó al antiguo Congreso de la República (hoy Asamblea Nacional), una Ley Habilitante para legislar en materia económica y “contra los especuladores” de manera expedita, en un país que se encontraba sumido en una crisis económica y en un desequilibrio financiero. Como vemos la similitud de las medidas demuestra no solo la presencia de crisis cíclicas de la economía capitalista sino que los diferentes gobiernos burgueses (ya sea que se autoproclamen de derecha, de centro o de izquierda) manejan un abanico único de medidas económicas y no podrán plantear soluciones radicales que solo están contempladas en el programa de la revolución proletaria anticapitalista.
Meses antes el gobierno burgués en Venezuela detuvo a un gobernador y un alcalde de las filas del PSUV por casos de corrupción. Con esto el gobierno planteó que no dudaría de atacar la corrupción, aunque tuviera que golpear a funcionarios vinculados políticamente al chavismo. Con esto el gobierno comenzaba a preparar cambios en su imagen de manera de mejorar la aceptación de las masas en la coyuntura electoral de diciembre.
La Ley Habilitante autoriza al Presidente de la República para que, en Consejo de Ministros, dicte Decretos con Rango Valor y Fuerza de Ley en temas establecidos por la Asamblea Nacional, por un lapso de 12 meses. En este caso la Ley Habilitante le permitirá al presidente Nicolás Maduro establecer decretos en el marco de la “lucha contra la corrupción” y de la “defensa de la economía”. Se trata de áreas como el control del flujo de divisas, el fortalecimiento del sistema bancario, la regulación de los precios de venta de las mercancías (“precios justos”), defender la estabilidad económica, etc.; es decir que el gobierno podrá dictar decretos para favorecer el funcionamiento de la economía capitalista en la situación actual.
LO CIERTO Y LO FALSO EN ESTA HISTORIA
Lo cierto es que efectivamente un sector de los empresarios venezolanos en coordinación con los opositores políticos al chavismo, redujeron la producción y distribución de aquellas mercancías cuyos precios fueron regulados por el gobierno, ya sea porque esto les acarreaba pérdidas o porque los márgenes de ganancia no eran atractivos. Esto condujo a una baja de los inventarios de productos de consumo masivo y se comenzaron a ver en todo el país tanto las colas en los supermercados y abastos como las compras nerviosas. También es cierto que en el plano político los partidos opositores encontraron la oportunidad de atacar al gobierno como ineficiente y errado en sus políticas económicas.
Lo falso es el discurso del gobierno que pretendió descargarse de su responsabilidad en la inflación y desabastecimiento presente. Los bolivarianos, que se dicen socialistas, no reconocían que su modelo capitalista de Estado, su “socialismo del siglo XXI”, sufría de las enfermedades típicas de la economía capitalista. Y no podía ser de otra manera porque en Venezuela funciona una economía capitalista y ninguna de las medidas previstas por el chavismo (ni siquiera en su “programa de la patria”) conducirá a otro modo de producción que no sea el capitalista.
Es notoria la insuficiencia en la oferta de mercancías que debían garantizar las empresas nacionalizadas, pero que no lo hacen. El Estado controla la producción y distribución de gas metano doméstico y cemento y buena parte de la producción de azúcar y harina precocida de maíz y sin embargo estas mercancías escasean y se consiguen a precios especulativos. La empresas estatales o no producen o producen a pérdidas. Esto hace también al gobierno responsable del desabastecimiento.
Ambos bandos de la burguesía (los del gobierno y de la oposición) han conducido a esta situación en la que los precios de los productos y servicios básicos suben constantemente y los salarios se van quedando cada vez más rezagados, golpeando con esto no solo a la clase obrera sino también a la pequeña burguesía empobrecida. Pero ni siquiera esta situación, en la que los precios de las mercancías suben por el ascensor y los salarios suben por tortuosas escaleras, responde a la voluntad de los representantes políticos de la burguesía, sino que es el resultado de la dinámica del sistema capitalista y, claro está, el gobierno está allí (aunque siempre diga lo contrario) para garantizar que en medio de esta situación se protejan los intereses de la burguesía en detrimento de los asalariados y sus familias.
En medio de esta situación el gobierno normalmente no plantea dentro de sus medidas los aumentos salariales. En el caso del chavismo en el gobierno en Venezuela, ha implementado aumentos de salario que no compensan la inflación y no volvieron a plantear la reducción de la jornada de trabajo. Las medidas tomadas en Venezuela buscaron mantener un balance entre la economía de los trabajadores, los beneficios de los empresarios y la inclinación de los votantes a su favor en las elecciones de alcaldes y concejales. Y decimos balance y no equilibrio, porque en este balance el gobierno siempre favorecerá a los empresarios capitalistas, aunque mediáticamente lo presente como medidas “para beneficiar a las mayorías, a los más necesitados, a los excluidos”.
El gobierno “revolucionario” permitió esta situación de especulación en los precios como lo hicieron los gobiernos predecesores. Tanto los gobiernos de la llamada “derecha” como el gobierno de “izquierda” de los chavistas cuidaron siempre los negocios de la burguesía. Ahora casualmente descubren que hay especulación, pero se cuidan de que las rebajas implantadas en los precios no afecten las ganancias de los comerciantes. Al final las medidas “contra los especuladores” fueron una emboscada contra el proletariado y la llamada clase media empobrecida para levantar las ventas de los comerciantes.
POLITIQUERIA Y LUCHA POR EL CONTROL DEL GOBIERNO
Faltando un mes para las elecciones municipales el gobierno de los chavistas impulsó una ofensiva política que logró poner a sus opositores a la defensiva. La matriz mediática impuesta a los trabajadores identificaba a los opositores políticos como corruptos y especuladores y como causantes de la especulación y organizadores de una “guerra económica”. El gobierno actuó con el ejército y sus organismos policiales deteniendo a varios comerciantes a los que se les encontró pruebas de que estaban especulando en los precios de venta pese a que habían contado con dólares de CADIVI. Inmediatamente el gobierno intervino estos comercios y abrió las puertas a la población para permitirles comprar diversas mercancías con rebajas significativas en los precios. El gobierno comenzó con comerciantes de electrodomésticos, pero luego pasó a expendios de juguetes, de ropa, de calzado, de partes y repuestos para vehículos. Y en ese ambiente el chavismo logró la mayoría necesaria en la Asamblea Nacional para aprobar una Ley Habilitante. El plan del gobierno fue sacarle el mayor provecho electoral a esta situación. Así mismo, esta coyuntura le permitió al chavismo golpear a algunos de los financistas de los partidos de la oposición.
Por supuesto que el gobierno ha tenido el cuidado de no tocar a sus empresarios ni a los banqueros y no habla de cómo sus funcionarios (principalmente en instituciones como el SENIAT y CADIVI) no solo no actuaron antes contra los “usureros” a tiempo, sino que fueron sus cómplices y se beneficiaron con espléndidas comisiones.
Fue creciendo la lista de comerciantes detenidos acusados de “usura genérica”, especulación y asociación para delinquir. El gobierno se promovió en los medios como defensor de los trabajadores ante “burgueses ladrones e inescrupulosos” que se roban los salarios y los aguinaldos de los asalariados.
LO
QUE ES DE EL CURA VA PARA LA IGLESIA
LA RENTA PETROLERA SIEMPRE LLEGA A MANOS
DE LA BURGUESIA
Las medidas tomadas por el gobierno venezolano contra los comerciantes especuladores hacen que estas empresas requieran vender más mercancías de lo previsto para poder acceder a su parte de la renta petrolera. Pero no hay problema porque el gobierno aseguró la movilización de compradores entre los obreros asalariados y la clase media empobrecida, asegurando en paralelo el rédito político electoral. Además el gobierno realizó algunos ajustes salariales que garantizarán dinero en los bolsillos de los asalariados que llegará a banqueros y comerciantes casi de inmediato.
UN NEGOCIO REDONDO
Producto de las medidas del gobierno las tiendas se abarrotaron de compradores como nunca antes. Los comerciantes cambiaron un margen alto de ganancias por un aumento en el volumen de sus ventas. Al estilo del “viernes negro” norteamericano, en medio del paroxismo de las “rebajas”, las masas de la clase media empobrecida y parte de la clase obrera se olvidaron de los problemas de la carestía de los alimentos y volcaron sus ahorros hacia la compra de electrodomésticos, calzado, etc. Todo resultó un negocio redondo para los comerciantes. Los bancos también se beneficiaron por el aumento de las transacciones y de las solicitudes de crédito.
Incluso los programas del gobierno como MERCAL vendieron alimentos subsidiados y especialmente el pernil (de alto consumo en navidad), con lo cual también se incrementaron los ingresos de las diferentes empresas proveedoras del gobierno para la implementación de este programa.
Los grandes almacenes y tiendas por departamento vendieron en solo dos semanas los productos que habían adquirido para atender la demanda de tres meses. «Los “ajustes” en los precios impulsaron la rotación de los artículos de línea blanca como neveras, lavadoras y cocinas; así como los de línea marrón: televisores, equipos de sonido y reproductores de video» (“El Universal”, 23 de noviembre de 2013).
CAPITALISMO PURO Y SIMPLE
En el marco de la euforia por la aprobación de la Ley Habilitante en el parlamento y dentro de su ofensiva política, el presidente Maduro anunció un proyecto de Ley para fijar los márgenes de ganancia. Maduro manifestó que el margen de ganancias estará entre 10 y 30 por ciento, según la actividad del sector. El cinismo apesta cuando manifestó además que con esto se encamina a Venezuela al socialismo. No hay anuncios ni siquiera tímidos sobre la obligación a producir a la máxima capacidad de las empresas o sobre el salario y la duración de la jornada de trabajo. Los “precios justos” que se aplicaron en los comercios por mandato del gobierno fueron, en la mayoría de los casos, los precios de octubre que ya tenían márgenes de ganancia que escandalizarían a los usureros de la época del imperio romano.
El mensaje es claro: Las empresas tienen que obtener ganancias pero no deben “especular”. Por lo tanto el chavismo no pretende detener el ciclo de acumulación del capital en la producción y distribución de mercancías; solo aspira que no se “especule”.
El gobierno inspeccionó e intervino a algunos proveedores mayoristas de diferentes mercancías para implantar también allí una reducción de los precios (respetando siempre la santa ganancia capitalista). Pero se anunció que el gobierno centralizaría las importaciones de electrodomésticos y por ende los despachos a los comercios al detalle. También el gobierno anunció la creación de empresas mixtas con trasnacionales como Samsung y Mabe. Todo esto configura un reforzamiento del capitalismo de Estado preexistente.
Las primeras medidas anunciadas por el presidente Maduro en el marco de la Habilitante fueron:
1. La “Ley para el Control de los Costos, Precios, Ganancias y protección de la familia venezolana” que «tiene como objetivo proteger las libertades económicas y los derechos económicos y sociales del pueblo»;
2. Maduro pidió a los venezolanos ahorrar y dijo que su Gobierno buscará "estimular el ahorro" con un incremento de 3,5 puntos porcentuales a la tasa de ahorro en las cuentas de personas naturales con saldos promedios iguales o inferiores a 20.000 bolívares (lo que abarca unos 19 millones de cuentas). Maduro aprovechó para alabar el sistema bancario como una fortaleza de la economía venezolana;
3. Decreto especial para el “Control y la Regulación de los Arrendamientos vinculados a los comercios” del país. El decreto establece que los cánones de arrendamientos comerciales no podrán exceder de Bs. 250 por metro cuadrado. Aclaró que en el caso de los locales comerciales que paguen tarifas menores, se mantendrán congeladas. El decreto también contempla que quedarán sin efecto los ajustes a los cánones de arrendamiento y los contratos que establezcan cánones de arrendamiento en moneda extranjera. El decreto además regula el costo del condominio, que "no podrá exceder de 25% del precio del canon de arrendamiento mensual", lo que equivale a 62,5 bolívares.
4. Decreto para la creación de la “Corporación Venezolana de Comercio Exterior”, «para controlar las divisas que sean usadas para las actividades comerciales por importación» y que tendrá como función principal organizar y garantizar las importaciones para cubrir las necesidades del país. «Esta es una corporación que va a dirigir un conjunto de empresas de mucho poder que son del Estado y que va hacer alianzas en áreas específicas con empresas privadas».
El 29 de noviembre, en el marco del anuncio de medidas económicas el presidente venezolano Nicolás Maduro afirmó «Me quiero convertir, y ya me estoy sintiendo, en el presidente obrero protector de la clase media productiva, de la clase media decente, en el presidente de la clase media». Con esta afirmación Maduro ratificó la característica de la caricatura llamada “revolución bolivariana”, una versión más del oportunismo pequeño burgués que administra los intereses de la burguesía a través de una democracia burguesa y de políticas populistas que apartan a las masas asalariadas de las posiciones comunistas. Todas estas medidas combinan la politiquería para ganar la simpatía de la clase media y de los asalariados y en paralelo acciones para fortalecer áreas y procesos del Capitalismo de Estado.
La única guerra económica actual es la de la burguesía contra el proletariado en todo el mundo, con medidas que buscan reducir el costo de la mano de obra y aumentar o mantener la tasa de ganancias. Y contra la guerra económica de la burguesía el proletariado plantea como salida la revolución, la única revolución: la revolución comunista. La burguesía y sus gobiernos no podrán detener ni la inflación ni ninguno de los procesos propios de las crisis capitalistas. No servirán de nada ni las recetas neoliberales, ni las recetas keynesianas, ni ninguna de las recetas reformistas y oportunistas, porque la crisis de sobreproducción y la tendencia a la caída de la tasa de ganancias es indetenible.
LOS TRABAJADORES SON LOS UNICOS QUE PIERDEN
Mientras tanto los trabajadores ven como sus salarios no cubren el costo de la cesta básica y que, aún con los anuncios de aumentos salariales y con los descuentos impuestos por el gobierno a los comerciantes, su ingreso mensual no les permite atender las necesidades de sus familias.
La lucha por aumento lineal de los salarios, por reducción de la jornada de trabajo y por mejoras en el medio ambiente de trabajo está planteada, aunque para esto se tenga que realizar al margen de los sindicatos actuales, vendidos al patrón y obedientes a las leyes burguesas. Así mismo, los trabajadores deben denunciar y unirse contra el encarcelamiento de dirigentes obreros con el uso de las fuerzas policiales y militares, las cárceles y los tribunales, que siempre están a la disposición para catalogar las luchas proletarias como delitos previstos en su Código Civil y Penal. Los trabajadores deben enfrentar con la huelga y la movilización las políticas antiobreras, explotadoras y represivas del gobierno burgués de los chavistas en Venezuela, con una posición política independiente de todos los partidos que hacen vida en el parlamento y que convocan al voto elección tras elección.
Asimismo las luchas reivindicativas planteadas deben unirse a la pugna por la salida revolucionaria prevista en el programa comunista y cuya implantación pasa por el combate de clase, por la toma del poder y la instauración de la Dictadura del Proletariado.
En la nueva sociedad, que se alcanzará con la lucha revolucionaria del proletariado, no será necesario pugnar por “precios justos”, porque se abolirá el trabajo asalariado, la moneda y el intercambio mercantil. La nueva sociedad proveerá a cada quien de bienes y servicios según su necesidad sin la intermediación del dinero y del mercado.
Venezuela
La
clase media levanta barricadas y la burguesía prepara
paquete
económico antiobrero
A partir de la segunda semana de febrero se iniciaron en Venezuela un conjunto de protestas de estudiantes universitarios como parte de las jornadas de calle del día de la Juventud (12 de Febrero) y de la campaña denominada “La Salida”, convocada por los dirigentes de la oposición María Corina Machado y Leopoldo López, del partido Voluntad Popular. Uno de los sectores sociales donde los partidos opositores al chavismo han logrado ganar gran influencia ha sido entre los estudiantes universitarios y es su principal fuerza motriz para acciones de agitación. Se realizaron en varias ciudades del país protestas estudiantiles que rápidamente se hicieron violentas y que se terminaron circunscribiendo a las zonas residenciales de clase media en ciudades como San Cristobal, Maracaibo, Valencia y Caracas, donde se atrincheraban y cortaban el acceso a dichas urbanizaciones. Cuando trancaron avenidas y vías principales de transito fueron reprimidos por la policía y la Guardia Nacional. Entre las motivaciones declaradas por los manifestantes opositores figuran el descontento ante la vulneración de los derechos civiles, la escasez crónica de productos básicos, los altos niveles de violencia delictiva y la injerencia de Cuba y el castrismo en la política de Venezuela. La exigencia principal del movimiento estudiantil, que se ha autodenominado de resistencia, es «el cambio de modelo político y económico y la renuncia del presidente Nicolás Maduro y de su gabinete» (El Nacional, 18.02.2014).
A la par de las manifestaciones de oposición, el gobierno también convocó a marchas a su favor en Caracas y en otras ciudades. El Ejecutivo afirmó que en Venezuela se vive el ejercicio pleno de las libertades civiles y que estas protestas formaban parte de una estrategia de golpe de Estado apoyada por EEUU en alianza con sectores de la derecha venezolana. El gobierno de Maduro identificó a los manifestantes y líderes opositores como “fascistas”.
Del total de 335 municipios en Venezuela, se presentaron situaciones de protestas en 29, de los cuales en 17 se caracterizaron por la acción violenta y el uso de barricadas. En su gran mayoría se trata de municipios de clase media o donde hay importante presencia de urbanizaciones de clase media. Hasta el momento, las manifestaciones y los disturbios dejaron un saldo de 18 fallecidos (incluyendo oficialistas, opositores y otros) y 261 heridos, según reporte de la Fiscalía General de la República. Los manifestantes llegaron a quemar y apedrear vehículos y edificios públicos en medio de las manifestaciones y en algunos casos saquearon comercios o quemaron o secuestraron vehículos de transporte para trancar algunas autopistas o avenidas (en operaciones de grupos de presumible organización militar). El 21 de febrero el gobierno venezolano retiró el permiso de funcionamiento y la señal dentro de Venezuela a los canales internacionales NTN24 y CNN en Español, retractándose de su decisión el 22 de febrero con CNN, emitiendo nuevas credenciales para los periodistas de la cadena norteamericana.
En Venezuela se ha venido acumulando el descontento tanto de los trabajadores asalariados como de la pequeña burguesía y otros estratos sociales como los campesinos. En el 2013 este descontento se fue incrementando, pero ha sido contenido gracias al control político que mantiene el chavismo y demás partidos aliados sobre las masas trabajadoras y sectores sociales marginados. Este control no se cumple a través del mecanismo tradicional de las organizaciones de masas. Si bien el chavismo controla importantes organizaciones sindicales y de masas, realmente no existen organizaciones de masas representativas y con amplia capacidad de movilización, ni controladas por el chavismo, ni controladas por los partidos opositores. Ni los sindicatos actuales ni las demás organizaciones de masas cuentan con suficiente capacidad de movilización.
En el
caso del chavismo su capacidad de movilización se basa
principalmente en que el propio gobierno, sus ministerios, sus
misiones sociales y sus empresas organizan y movilizan a las masas a
su conveniencia; y en esquema el partido de gobierno (PSUV) y otros
partidos aliados son apenas instrumentos en planes mediáticos y de
movilización.
Algunos sindicatos y gremios han sido creados incluso
básicamente como parte de la estrategia del gobierno de hacer
contrapeso a los viejos gremios controlados por la oposición.
En el caso de la oposición su control sobre las masas es fundamentalmente basado en lo mismo, pero con la debilidad de que cuentan con muy pocas gobernaciones y alcaldías. La oposición cuenta con importante influencia entre los estudiantes universitarios (principalmente de las universidades privadas) y controlan las directivas de antiguos gremios y sindicatos, todos de orientación patronal. Los partidos de oposición se sustentan en el amplio apoyo mediático y financiero nacional e internacional.
Gobierno y oposición representan fracciones de la burguesía en pugna por el control del Estado y de la renta petrolera y movilizan a las masas para el choque en defensa de sus intereses. Ambos frentes utilizan al máximo los medios de comunicación social y las redes sociales en su confrontación por el poder. De esta manera, el control político sobre las masas es desarrollado tanto por los partidos de gobierno como por los partidos de oposición a través de la organización y movilización electoral. La droga de la democracia parlamentaria mantiene a las masas sometidas a la política burguesa impulsada por los dos frentes burgueses en choque.
Ambos frentes han hecho uso de fuerzas paramilitares para provocar o aplacar conflictos a lo largo de estos años de gobierno de los chavistas. El chavismo usó círculos bolivarianos y diferentes “colectivos” armados que constantemente se han dedicado a amedrentar a medios de comunicación, a practicar el esquirolaje en conflictos reivindicativos y a atacar o responder ataques de opositores. La oposición también cuenta con grupos violentos de choque constituidos por algunos exguerrilleros, por militares conspiradores y presumiblemente por paramilitares colombianos. En los choques del 2014 estos elementos siguen presentes y ambos bandos los denuncian.
En el 2013 el chavismo logró capitalizar la situación política y manejar la crisis económica y ganar la mayoría de las alcaldías. Pero para lograr esto no solo desarrolló una campaña denunciando una guerra económica implementada por la oposición y los empresarios para tumbar el gobierno, sino que aplazó la implementación de un conjunto de medidas de ajuste para superar la crisis capitalista.
Según las cifras del Banco Central de Venezuela en el 2013 se registró la inflación más alta del mundo, siendo el único país con inflación superior al 50% ese año. La expectativa de las masas era que luego de las elecciones municipales de diciembre 2013 se normalizara el abastecimiento de productos básicos, pero la escasez continuó en el 2014, producto de la caída de la producción por falta de materias primas importadas y producto del crecimiento del contrabando hacia Colombia de los diferentes productos subsidiados en Venezuela. Así mismo la escasez de las divisas que aporta PDVSA para la realización de importaciones ha generado mucha tensión con los empresarios (tanto los que realmente producen como los que ganan mucho dinero revendiendo los dólares subsidiados). Dentro de este cuadro al gobierno venezolano se le hace difícil normalizar la situación y no puede seguir aplazando la toma de medidas que le resultarán impopulares.
Al comenzar el año los sectores empresariales han utilizado toda la situación de violencia presente para presionar al gobierno y exigir que se tomen las medidas económicas correctivas. El gobierno burgués venezolano viene adelantando un proceso de negociación con empresarios y políticos de oposición que ha definido como espacio de diálogo por la paz y como una salida a los focos de violencia de sectores de clase media alentados por sectores radicalizados de la derecha.
Los chavistas en el gobierno se han venido preparando para tomar un conjunto de medidas “anticrisis” que resultarán antipopulares. Pero han venido pulsando la situación social y están conscientes de que para implementar estas medidas requerirán el apoyo de fuerzas políticas opositoras. De allí que la “Mesa por la Paz” no es más que la pantalla que encubre un proceso de negociación y de pacto para implementar las medidas antiobreras previstas.
Las medidas a implementar ya han sido visualizadas con tiempo por el chavismo, incluso antes de la muerte de Hugo Chávez. La burguesía ha venido presionando para que se apliquen con rapidez, pero los dirigentes del chavismo temen un estallido social que no puedan controlar. Es por eso que insisten en negociar con empresarios y políticos opositores, para hacer un solo frente en la implementación de estas medidas que traerán duras repercusiones en las condiciones de vida de los trabajadores. Este pacto está en pleno desarrollo y las medidas económicas se implementarán aun cuando no se sumen sectores radicalizados de la derecha opositora.
En estos momentos la protesta opositora luce aislada por concentrarse en barricadas aisladas que afectan básicamente a sectores residenciales de la clase media. Cuando toman acciones para bloquear vías principales interviene la policía y la Guardia Nacional para normalizar la situación. Las marchas pacíficas no logran continuidad y siguen nutriéndose básicamente de las masas estudiantiles (que en parte no obedecen a las directrices de los partidos opositores). Por lo tanto, aunque los organizadores de estas protestas no se sumen a la “Mesa por la Paz” la tendencia de estos focos será a apagarse.
Sin embargo, está por verse el impacto político que tendrá sobre las masas la aplicación de las medidas económicas “anticrisis” que tarde o temprano tomará el gobierno. A los trabajadores se les planteará el reto de la lucha por la defensa y mejora del salario y de las condiciones y medio ambiente laboral. De nuevo se presentará a los trabajadores la dura realidad de no contar con sindicatos de clase.
PRIMERO DE MAYO 2014
A un siglo del estallido de la Primera Guerra
imperialista
Contra el capitalismo y los preparativos para una tercera
Por la reanudación de la luchas obreras
Por la Revolución
Por el Comunismo
AYER
En 1914 el atentado de Sarajevo, daba el pretexto a todos los estadosburgueses de Europa para desencadenar su primera guerra imperialista, prevista con dos decenios de anticipación por Federico Engels, quien había advertido que esa movilización de millones de hombres en armas se resolvería en vano, en una horrible masacre sin límites.
Fiel a la línea de Marx y Engels, los socialistas de la izquierda radical – Lenin, Luxemburgo y la Izquierda italiana – oportunamente denunciaron que la guerra era impuesta por los dioses de la ganancia, con el fin de destruir la enorme sobreproducción de mercancías que para entonces se había acumulado, y además con un fin claramente contrarrevolucionario: exterminar a una generación de jóvenes proletarios, que en todos los países, consientes de su fuerza de clase, amenazaban los poderes burgueses.
No obstante a pesar de estas advertencias, en ningún país de Europa la clase trabajadora pudo oponerse, y fue forzada a marchar y a morir en aquella primera guerra contrarrevolucionaria, gracias a la abierta traición de los partidos socialistas que, de la noche a la mañana cambiaron toda la doctrina y las consignas de guerra social de clases, y además llamaron a los proletarios a la defensa de la patria (cada uno a la “suya”) e igualmente apoyo al militarismo burgués.
Fuera de la reacción a esta traición, con la escisión de los viejos partidos traidores, reformistas y social-chovinistas, además del nacimiento de los nuevos partidos revolucionarios y comunistas, en Europa no ocurrió nada hasta después de la tormenta de la larga guerra. Generosas y resueltas sublevaciones obreras, algunas armadas, ocurrieron en 1919, particularmente en Alemania e Italia. En este tiempo hasta entonces no se había alcanzado la claridad programática del partido, ocurrió en 1920 el Segundo Congreso de la Tercera Internacional y, en Italia en 1921, la fundación del Partido Comunista de Italia. Etapas fundamentales a partir de las cuales el movimiento se mantendrá. Pero en aquellas circunstancias, era demasiado tarde para poder dar una eficaz dirección política y revolucionaria a la clase, que en Italia y en Alemania, no fue vencida por el fascismo, pero si desarmada para el gradualismo de la socialdemocracia sobreviviente, reformista, electorera y social-pacifista.
Solo en Rusia, donde existía antes de la guerra un fuerte y bien asentado Partido Comunista, fue posible para la clase obrera convertir la guerra imperialista en guerra civil, derrocar el poder del estado, e instaurar la dictadura del proletariado.
En los otros países, la burguesía, pasada la crisis de la posguerra y mantenido el poder, se hacia fuerte sobre una clase obrera que había visto fallar sus intentos de asaltos al poder. Incluso el poder comunista en Rusia estaba presionado por el peso de la derrota proletaria en occidente, y rápidamente el partido que fue de Lenin, degeneró con el estalinismo, en un partido burgués y nacionalista; no obstante se escondía bajo una etiqueta comunista, expresión de una sociedad capitalista y de un Estado imperialista y en competencia con los demás.
Desde entonces, por tanto, el transcurso del resto del siglo hasta hoy ha estado marcado por la contrarrevolución, sólo la Izquierda Comunista Italiana, que desde la segunda postguerra organizó el Partido Comunista Internacional, ha tenido la capacidad de reconocer y denunciar la asquerosa degeneración y de vislumbrar este fin. Fuera del partido, el peso de esta secular contrarrevolución y del dominio desbordante de la burguesía en todos los campos, primero ha torcido y después ha borrado la memoria no solo de los mas eleméntales postulados de la revolucionaria doctrina marxista, base propia del partido comunista, sino también de las finalidades históricas de la clase obrera, el comunismo y la sociedad sin clases.
El capitalismo, mientras tanto, continuó agigantándose a más no poder, y agudizó sus contradicciones económicas, acumulando siempre más riquezas en un polo y miseria en el otro. Otra grave crisis de sobreproducción lo golpeó en 1929 y después en 1938. Y de nuevo recurrió a una guerra mundial para borrar, por la fuerza de las armas, sus hipertróficos números rojos. El Estado ruso, ahora plenamente capitalista, como los otros lanzó sus proletarios a la segunda guerra imperialista, hecha pasar como "democrática", pisoteando las indicaciones del comunismo revolucionario, planteadas por Lenin, el sabotaje a la guerra capitalista en todos los frentes y su transformación en una revolución social, como lo habían tratado de hacer los partidos socialistas en el estallido de la Primera Guerra Mundial.
HOY
A lo largo del siglo, el capital, en su carrera salvaje, ha barrido con todos los obstáculos a su crecimiento, y penetrado en todos los rincones de la tierra, y con el fin del colonialismo ha derribado imperios y sociedades patriarcales ancestrales y hoy sus signos monetarios, con sus reflejos de la libertad (de mercado) y de individuo libre (para venderse como empleado), son en todas partes aceptadas como "naturales". China, a pesar de la pintura roja, tiene en el poder a la burguesía, ya es un gran capitalismo y está a punto de convertirse en el último imperialismo mundial. El capitalismo de las nuevas grandes naciones presiona desde cerca a los antiguos centros del imperialismo mundial, que basan su fuerza ahora más en los residuos de su poder financiero, y para los EE.UU. en su aparato militar, y cada vez menos en la producción de plusvalía y en su dominio comercial del mercado mundial. Una gigantesca revolución se ha producido en gran parte del mundo, por un lado con la salvaje destrucción de las clases campesinas y la antigua pequeña producción, y por el otro con su transformación en asalariados, concentrados en monstruosas aglomeraciones urbanas. Esto se ha traducido por lo general en cierto progreso en sus miserables condiciones de vida. Incluso la clase trabajadora en Occidente por una pequeña participación en esta guerra ha podido obtener algunos beneficios efímeros de la expansión universal del capitalismo. Hoy en día, en todos los continentes el capital se encuentra frente a frente a una clase trabajadora ilimitada.
Desde el año 2008, el capitalismo mundial ha vuelto a precipitarse en una insoluble crisis de sobreproducción y se muestra incapaz para continuar su expansión, que, monstruosamente, le es necesaria para sobrevivir. En la lucha por los asfixiados mercados y para soportar la tasa decreciente de ganancia el capital se impone la reducción de los costos, en particular de la fuerza de trabajo. Por lo tanto, asistimos a un ataque económico general a la clase obrera, obligada a bajos salarios, aumento de horarios y ritmos, alargamiento de la vida laboral, lo que resulta en un aumento del desempleo.
En esta guerra social, económica y política, en constante y cotidiano combate entre las clases opuestas, el proletariado se está dando cuenta que no dispone de ninguna de sus mejores armas: no tiene un sindicato que organice, no tiene un partido que lo dirija. De hecho, la generalidad de los sindicatos en todos los países han aceptado y refrendado los principios de productividad burguesa, la competencia entre empresas, la solidaridad nacional; y los llamados partidos de los trabajadores mantienen su patriotismo y lealtad a la democracia, que es la forma que toma la dictadura del capital. Nadie proclama la defensa incondicional de la clase obrera, sino dentro de la "compatibilidad" del Capital. La recuperación de la gran combatividad de la fuerza de trabajo se manifestará con el renacimiento de los reales sindicatos de clase y el redescubrimiento de programa revolucionario, tal como fue formulado por el auténtico marxismo de izquierda, y en el resurgimiento de un único Partido Comunista Mundial que sea su viva expresión.
MAÑANA
La crisis económica mundial de sobreproducción, que después de seis años no da señales reales de solución, exacerba la competencia, que la euforia productiva parecía haber disminuido, entre el viejo imperialismo, y entre lo viejo y lo nuevo. Las maniobras más o menos legales en la bolsa y las finanzas tienden sólo a una repartición entre la burguesía de la plusvalía producida por los trabajadores, por lo que no pueden resolver la crisis, sólo pueden aplazarla, aumentando la deuda de los bancos privados y estatales, pero, tarde o temprano, esta a punto de estallar una nueva y peor crisis financiera.
Los regímenes burgueses saben que sólo la guerra puede permitirles otra posibilidad de perpetuar su modo de producción en otro ciclo histórico con una enorme destrucción de bienes y trabajadores. Y para la guerra se preparan. Prueba de ello es la reciente contienda del posicionamiento del frente militar USA / Rusia en Ucrania. El ruido de las armas y ejércitos por lo tanto parece más cerca de la vieja Europa, sangrienta cuna del capitalismo, su ideología, sus revoluciones y sus primeras formas estatales, del colonialismo y el imperialismo; pero también de la clase obrera, su doctrina marxista original y brillante, y de su primera aunque todavía no definitiva, victoria.
La crisis es primero que todo crisis de la burguesía, crisis del capitalismo como modo de producción, que ha agotado su contenido progresista histórico y ahora es sólo una carga inútil para la humanidad trabajadora, se ve obligado a hacer un esfuerzo y aumento creciente de la inseguridad, sólo por la obediencia a la religión de la ganancia loca.
La burguesía nunca renunciará a sus mezquinos privilegios sin ser obligada por la fuerza. Preferirá la guerra. El proletariado mundial aceptará el desafío: guerra económica en defensa del salario, organizado en verdaderos sindicatos de clase, en contra de la guerra económica para el beneficio de la burguesía; guerra revolucionaria de clase contra la guerra entre los Estados, encuadrado y dirigido por su único y disciplinado partido comunista internacional.
No sabemos cuánto se podrá prolongar la agonía de la bestia capitalista, pero hemos aprendido de las lecciones del siglo pasado, que los órganos de la revolución, el Partido, aunque sea minoritario, y el Sindicato, deberán prepararse temprano, mucho antes de que se precipite la crisis revolucionaria, para ser reconocido y utilizado por la clase. Trabajar hoy en día, entonces, en medio de la contrarrevolución en curso, por la formación del cuerpo político y el órgano de defensa de la clase obrera hacia el comunismo y la Revolución.