Partido Comunista Internacional

El Partido Comunista N.26 - Mayo 2022
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actualizado el 14 de mayo de 2022
órgano del partido comunista internacional
Lo que distingue a nuestro partido: – la línea de Marx a Lenin a la fundación de la III Internacional y del Partido Comunista de Italia a Livorno 1921, a la lucha de la Izquierda Comunista Italiana contra la degeneración de Moscú, al rechazo de los Frentes Populares y de los bloques partisanos – la dura obra de restauración de la doctrina y del órgano revolucionario, en contacto con la clase obrera, fuera del politiqueo personal y electorero

Contenido:

Un primero de mayo contra la guerra. A los trabajadores de todos los países

Ucrania: El capitalismo es la guerra. Para detenerlo, la clase obrera debe derrocar al capitalismo

Las causas de la inflación

Alternancia escuela/trabajo

Homosexualidad-transexualidad y comunismo - Breves notas históricas, Informe a la Reunión General de septiembre de 2021: Comunismo primitivo - Grecia y Roma - La burguesía - Evolución reciente - El marxismo - Lenin - Octubre - Contrarrevolución - El movimiento LGTB - Comunismo

Vida de partido:
Reunión General, del 28 a 30 de enero de 2022. Introducción del centro - Los tradicionales símbolos del comunismo en el partido, ¿Qué reconocen los comunistas? - La sucesión de los modos de producción, La teoría de la plusvalía, Los fisiócratas - La revolución en Alemania, La acción de marzo 1921 - La revolución húngara - Las relaciones entre el PC de Italia y la Internacional Comunista - Historia de Kazajstán.

Un 8 de marzo en tiempo de guerra - Las mujeres y la revolución comunista internacional: La opresión de la mujer se origina en la sociedad dividida en clases - Gloriosos orígenes socialistas y comunistas del 8 de marzo - Derecho al voto de las mujeres - La “nueva mujer” de Alexandra Kollontai - El triste final del Día Internacional de la Mujer en la ilusión democrática


Un Primero de Mayo contra la guerra
A los trabajadores de todos los países

En los últimos ochenta años que separan a la humanidad de la última guerra mundial, los conflictos nunca han cesado. Han estado combatiendo, muchas veces “por poder, en la periferia de las grandes metrópolis imperialistas, en otras regiones y continentes, para que los capitalismos más fuertes se apoderen de los recursos agrícolas, mineros, laborales y de los mercados para sus mercancías.

Las clases trabajadoras de muchas naciones jóvenes -en África, en Medio Oriente, en Asia, en América Latina- han combatido en estas guerras con la esperanza de que la emancipación de sus países significará también mejores condiciones de vida y de trabajo. Estas expectativas a menudo se han hundido en la sangre de nuevas opresiones y dictaduras, tal vez envueltas en el usurpado nombre de “socialismo”.


* * *

Pero hoy el capitalismo mundial está en crisis desde hace décadas, sofocado por la sobreproducción que bloquea las fábricas e impide la desmesurada acumulación. Es un modo de producción que se hunde y se retuerce ahora en su fase agónica.

Sólo puede sobrevivir destruyendo. Para esto necesita de la guerra general: no es una elección de hombres locos o malvados sino una necesidad económica ineludible.

La guerra, que destruye, junto con las mercancías, todas las reglas y valores, que elimina las deudas y los créditos, sanciona el fracaso del capitalismo. Pero también es el último recurso para resolver sus problemas y para tratar de iniciar un nuevo ciclo monstruoso de acumulación.


* * *

Por eso la guerra contra Ucrania desatada hace dos meses, fue fríamente decidida por las altas finanzas capitalistas mundiales, con la fuerte implicación directa de uno de los gigantes económicos y militares e indirectamente por casi todos los demás imperialismos, todo esto inmerso en la ensordecedora y venenosa propaganda intervencionista.

Al mando del alto capital mundial en todos los Estados vasallos se activó la disciplina de guerra, incluso en los más democráticos se impuso una disciplina dictatorial a los medios y a los parlamentos. Un régimen de tiranía tan absoluta como sin arrepentimiento aparente.

Como en guerras mundiales anteriores, todos los Estados se ven obligados al rearme y pronto arrojarán las mejores fuerzas de la clase obrera al horno de la guerra. Esa clase que con su sola presencia social, amenazará en cuanto recupere su dirección comunista, derrocar el poder de la burguesía y abrir el camino al comunismo.


* * *

Muchos cientos de millones de muertos costará la guerra, inmolados para mantener a los capitalistas el flujo de las ganancias.

¡Para el capital “somos demasiados”!

Los que soportarán el luto y el sufrimiento de la guerra serán principalmente los trabajadores, incluso aquellos que no hayan sido enviados directamente al frente. Los salarios ya se están reduciendo por el aumento de los precios y sobre todo de los bienes primarios en los países que más dependen de las importaciones.

El régimen del capital acostumbra desde hace años, hacer pagar sus guerras a los proletarios, gastando enormes recursos en armamentos destructivos. El gasto mundial anual en armamentos es de 2 billones de dólares. Recursos materiales que en el comunismo, utilizados de diferentes formas, permitirán una existencia digna a todas los seres del mundo.

¡A todo esto debe oponerse la clase obrera!

¡No debe dar su sangre a la guerra de sus patronos!

En todos los países la clase obrera debe liberarse de las garras de la rabiosa propaganda burguesa, militarista y nacionalista, que difunde el odio entre los proletarios de diferentes países y organizar su propia fuerza de clase.

En todos los países es necesario fortalecer el sindicalismo de clase y donde aún no existe, luchar para que renazca. Sólo organizada puede la clase obrera demostrar y emplear su fuerza.

Pero esta fuerza, para elevarse a la dimensión histórica que le es propia, necesita una guía, la de su partido, que ha hecho propia, en su vida más que secular, la tradición de lucha de los trabajadores por su emancipación política, social y económica, no en un solo país sino en el mundo entero: el Partido Comunista, internacionalista, revolucionario, el único que señala, en su programa, en su tradición de lucha, el camino necesario de la clase proletaria, de los trabajadores, por su liberación de la explotación, de la necesidad y de la guerra.

 

 

 


Ucrania
El capitalismo es la guerra para detenerlo la clase obrera debe derrocar al capitalismo

Tenía que pasar, el choque entre capitalismos, entre los estados que dividen el mundo, es inevitable. Ucrania es solo el comienzo: el choque es global, entre estados imperialistas, no entre "democracias" y "regímenes autoritarios" como se pretende. Desde Estados Unidos hasta China, pasando por Rusia, pasando por Gran Bretaña, Japón, Alemania, Francia, Italia, todos están armados hasta los dientes para la división de territorios y esferas de influencia, en todo el mundo.

Las relaciones entre los estados se basan en la fuerza y no en el derecho internacional abstracto.

Distinguir entre agresores y agredidos es falso, es una herramienta ideológica para justificar la guerra imperialista en ambos lados del frente. Todos los capitalismos nacionales son agresores y agredidos al mismo tiempo.

Todos ellos están amenazados por la crisis global de la economía capitalista -que avanza inexorablemente por la enorme sobreproducción de bienes y capitales, agravada por la pandemia-. Se muerden unos a otros para sobrevivir, para dividir las ganancias decrecientes.

Y porque el capitalismo se siente amenazado, por lo que él mismo ha producido en su desarrollo: el comunismo. El comunismo es el espectro que madura en las cosas mismas del mundo moderno, que incumber materialmente y urgen en todos los aspectos de la vida. El capitalismo ha formado y magnificado a su sepulturero, el proletariado internacional, destinado a rebelarse en las condiciones de miseria a las que la crisis lo conduce.

No es una ideología política particular o una cultura o tradición nacional lo que empuja a los capitalismos a la guerra: estas son solo las mentiras con las que los regímenes burgueses intentan justificar los conflictos y absolver al capitalismo de sus infamias.

Rusia, que en octubre era comunista, ha vuelto a ser un estado capitalista entre otros desde la contrarrevolución estalinista y la derrota de la vieja guardia bolchevique.

Los inmensos intereses económicos de las grandes empresas están provocando la guerra imperialista. Todos los días por estos intereses miles de millones de proletarios son explotados, despedidos y reducidos a la inanición, obligados a trabajar en condiciones que provocan su muerte por accidente o enfermedad. Para ahorrar costos y obtener más ganancias, la burguesía provoca desastres ambientales, industriales, de infraestructura y de salud que causan miles de víctimas.

La guerra imperialista no es sólo un conflicto entre burgueses para dividir el mercado mundial: es una guerra de todas las burguesías unidas contra los trabajadores del mundo entero para mantenerlos divididos, sometidos, aterrorizados. La única solución que tiene el capitalismo a su crisis económica es oponerse a la vida: destruir, además de las mercancías sobrantes, a los mismos seres vivos, a la mercancía-fuerza de trabajo, a los trabajadores, por millones y millones.

Unas semanas antes de entrar en Ucrania, soldados rusos fueron enviados a Kazajstán para ayudar al régimen burgués local a sofocar con sangre la revuelta proletaria que estalló por la subida del precio del gas, represión que contó con el consentimiento unánime de todos los burgueses de el mundo, desde el chino falsamente comunista, hasta el autocrático turco, pasando por las democracias occidentales.

Todos los intereses del capital, y su propia supervivencia, se concentran en las máquinas estatales y militares. Su protección los lleva inexorablemente a la guerra.

Si la clase obrera no logra derrocar primero al capitalismo, un gran y devastador conflicto convertirá al mundo en un campo de batalla donde los trabajadores serán llamados a derramar sangre solo por los intereses de sus respectivas burguesías y por la preservación de su poder político.

Europa del Este es sólo uno de los frentes en los que chocan los imperialismos: los mismos destellos de guerra surgen del Pacífico, alrededor de Taiwán y China, el primer oponente estratégico del imperialismo estadounidense.

La guerra en Ucrania, como la anterior en Yugoslavia, vuelve a disipar la ilusión de una Europa de paz y confirma lo que siempre ha denunciado el marxismo revolucionario: no puede haber paz mientras exista el capitalismo; no puede haber coexistencia pacífica entre capitalismos nacionales. La guerra en Ucrania, por lo tanto, no solo es provocada por la política agresiva de Putin, como superficialmente lo quieren hace creer: es provocada por el régimen burgués, que es ruso y mundial. Es provocado por el capitalismo, todo preñado de guerra.

Para detenerlo, los trabajadores no deben seguir las indicaciones ni de los partidos nacionalistas, abiertamente burgueses, ni de los partidos obreros oportunistas, que siempre les dicen que "elijan", y que tomen partido por los "menos belicistas", "menos anti- frente "proletario", "más democrático" que el otro. Los trabajadores deben unirse, más allá de las fronteras, contra todos los frentes imperialistas y sobre todo contra su propia burguesía. La primera consigna comunista de 1848 - ¡Proletarios de todos los países, uníos! - es cada vez más vigente y actual.

La consigna de los comunistas en la guerra es la misma que la de Lenin y los comunistas de izquierda frente a la Primera Guerra Mundial: transformar la guerra imperialista en revolución.

Desde hoy los trabajadores deben separar su orientación y actitud de las de su propia burguesía, desde hoy deben luchar en defensa de las condiciones de vida y de trabajo, contra su propio capitalismo nacional.

No hay una comunidad de intereses entre la clase obrera y la clase burguesa. El llamado “bien común de la patria” es sólo un manto ideológico que disfraza la defensa de los intereses del capitalismo nacional.

Para los trabajadores, apoyar hoy a su burguesía, aceptar sacrificios en sus condiciones de vida y de trabajo para hacer más competitivo el "sistema del país", significa subirse al carro de la clase dominante, que los llevará mañana a derramar sangre en defensa de los privilegios sociales y económicos de la clase política que los oprime.

El camino a la salvación no está en el predominio de la propia burguesía en la arena mundial, sino en la unidad internacional de la clase obrera contra el capitalismo.

Para esta guerra social necesitamos las armas de lucha del proletariado, es necesario reconstruir verdaderas sindicatos de clase y militar en el Partido Comunista Internacional.

 

 

 



Las causas de la inflación

Tradicionalmente, las crisis de sobreproducción van acompañadas de deflación, es decir, de una caída de los precios. Esto es bastante comprensible, ya que la sobreproducción significa un excedente de bienes, que se acumulan en los estantes de los vendedores que ya no pueden venderlos, a menos que bajen sus precios.

El capitalismo se encuentra constantemente en una situación de desequilibrio: por un lado, la acumulación de capital empuja a la producción a aumentar cada vez más, pero por otro lado, es necesario vender los bienes producidos para realizar su valor y permitir la acumulación de capital. Pero en una sociedad donde la apropiación es privada, donde cada productor y consumidor es independiente del otro, el equilibrio entre producción y consumo se realiza constantemente a través de reajustes caóticos. Cuando la empresa ve que ya no puede vender su producción, reduce su producción poniendo a “descansar” a sus trabajadores, lo que genera dificultades financieras para los trabajadores y las empresas e incluso la quiebra.

Durante los “treinta gloriosos años”, estas quiebras se mantuvieron localizadas y fueron compensadas por crecimientos en otras localidades y en otros ramos. Por otra parte, antes de que sonaran las alarmas, las mercancías ya se habían acumulado en las estanterías de comerciantes y mayoristas; los inventarios se estaban incrementando más allá de toda medida.

La crisis suele ir precedida de una presión sobre los precios, es decir, de una subida de los precios, en particular de las materias primas como consecuencia de la fuerte demanda de la industria, y de una subida de los tipos de interés. Esto es lo que vimos, por ejemplo, con el petróleo, justo antes de la gran crisis de sobreproducción de 1974-1975. Los precios del petróleo volverán a subir al final del próximo ciclo.

Silenciosamente, las quiebras de empresas van en aumento y con ellas el número de facturas impagas. Las letras de cambio, cuyos pagos de intereses tienen más de tres meses de atraso, aumentan considerablemente, poniendo en riesgo a las instituciones financieras. Estas instituciones financieras, que para prestar, se endeudan diariamente en el mercado interbancario, el mercado de repos. Por ejemplo, Lehman Brothers, antes de su quiebra el 15 de septiembre de 2008, por 1 dólar de capital prestó hasta 30 dólares. En otras palabras, todo este dinero prestado no era propio. Para hacer frente a sus salidas de efectivo, este gran banco de inversión dependía totalmente de los préstamos diarios en el mercado de repos. Pero cuando aparecieron las primeras grietas los otros bancos se dieron cuenta de que el rey estaba desnudo y ya nadie quería prestarle dinero.

Cuando llega la crisis, puede manifestarse primero como una crisis comercial, debido a la acumulación de bienes sin vender, pero puede comenzar fácilmente como una crisis financiera, como en 2008, o como una crisis bursátil, como en 1929. En todos los casos, la crisis de sobreproducción lleva al desplome del precio de los bienes y más aún del precio de todos los valores – acciones, bonos, bienes raíces, commodities, etc. – que han visto dispararse sus precios. - En todos los casos, la crisis de sobreproducción conduce a un desplome del precio de las materias primas y más aún del precio de todos los valores – acciones, bonos, bienes inmuebles, materias primas, etc. de la tremenda especulación que precedió a la crisis de sobreproducción.

La crisis del capital es a menudo referida como una enfermedad. Así, un organismo sano sería atacado por una enfermedad, que a veces podría ser fatal a menos que se encuentre un remedio. Para la gran masa del pueblo -proletarios o pequeñoburgueses, pero también para la gran burguesía y sus economistas- las relaciones capitalistas de producción -trabajo asalariado, capital, ganancia, intereses, etc.- aparecen como algo natural. Entonces, si hay una crisis, es porque en algún lugar ha habido manipulación – la crisis es intencionada, porque beneficia a unos pocos – o se debe a causas externas al capitalismo; factores accidentales provocan una crisis. Para los economistas burgueses, toda crisis se debe a factores contingentes: mala gestión, codicia, aumento exagerado del precio de las materias primas, etc. Pero nunca para ellos es inherente al modo de producción capitalista; no entienden que el modo de producción capitalista, como cualquier modo de producción, es una forma social históricamente transitoria. La crisis no es una enfermedad, sino que se debe a que el capitalismo, en su desarrollo, produce su propia negación: la base económica de la sociedad comunista. La acumulación de capital conduce a la ruina del pequeño productor y a la socialización de las fuerzas productivas, reemplazando la masa de pequeños productores por un ejército de proletarios que trabajan colectivamente de forma centralizada y que no poseen la propiedad del producto, ni el de los medios de producción, y cuyo trabajo colectivo utiliza instrumentos, cuyo uso y producción requieren toda una organización social y exigen los últimos conocimientos técnicos y científicos.

Es el antagonismo entre esta base económica y la apropiación privada resultante de las relaciones de producción lo que conduce a las crisis de sobreproducción. Por eso el dilema sólo puede resolverse definitivamente pasando al comunismo. Este antagonismo se refleja en el desequilibrio permanente entre producción y consumo y en la caída de la tasa de ganancia: cuanto más se desarrollan las fuerzas productivas, más aumenta la productividad del trabajo y, en consecuencia, cae la tasa de ganancia. Los remedios aplicados por las burguesías para resolver la crisis: desregulación, subcontratación, deslocalización, especulación desenfrenada, carrera por el endeudamiento, etc., acaban por agravar la crisis del capital.

En cuanto a la inflación, no tiene nada de nuevo: nació con el sistema monetario. Lo que determina el precio del dinero es la relación entre la oferta monetaria en circulación y la oferta de bienes cuyo valor se supone que representa. Cuanto mayor sea la oferta monetaria en circulación para la misma cantidad de bienes, menor será el valor del dinero. Por el contrario, si la oferta monetaria disminuye para representar la misma cantidad de bienes, cada unidad de dinero representará una fracción mayor de bienes y por tanto los precios disminuirán porque se necesita menos dinero para comprar la misma cantidad de bienes. Por tanto, el valor del dinero aumenta, es decir, cada unidad de dinero refleja un valor mayor.

En tiempos de crisis, como en las guerras, en el pasado han recurrido repetidamente a imprimir dinero para pagar sus gastos. Es decir, empezaron a emitir más dinero para hacer frente a sus gastos que no podían pagar, porque la tesorería estaba vacía. El resultado fue cada vez una inflación significativa, porque la multiplicación de monedas o billetes no conduce a un aumento de la producción: hay más dinero en circulación para la misma cantidad de bienes, de ahí la inflación, es decir, la subida de precios debido a la devaluación del dinero que resulta de su mayor masa en relación con los bienes cuyo valor se supone que refleja

Esto es lo que pasó en Alemania en 1923: como la socialdemocracia no quería obligar a la gran burguesía a pagar la deuda, Alemania no tenía suficiente moneda para pagar sus importaciones, para pagar la deuda de guerra y para reembolsar a la pequeña burguesía alemana, que había subvencionado el esfuerzo bélico. La inflación saldó todas las cuentas con la pequeña burguesía, cancelando la deuda que Alemania les debía, que se había vuelto ridícula a raíz de la monstruosa inflación. La clase pequeñoburguesa salió arruinada, cosa que los marxistas apreciamos, pero la gran burguesía salió ilesa y hasta fortalecida, porque el proletariado alemán no supo tomar el poder en aquellos terribles años de la posguerra.

Más cerca de casa, la inflación en Venezuela, Líbano o Turquía es el resultado del hecho de que estos países son incapaces de pagar sus deudas y pagar sus importaciones, tras, para algunos como Venezuela, un colapso de las exportaciones. Las arcas están vacías, el banco central no tiene más reservas o muy pocas, ya no se pueden pagar las importaciones y el capital se va del país, la moneda se derrumba. Las importaciones expresadas en moneda nacional se encarecen cada vez más; las exportaciones, al ver caer su precio, compensan cada vez menos las importaciones. Todo el mundo quiere dólares, pero cada vez son más caros. El banco central se ve obligado a imprimir dinero. En Turquía, el banco central, para hacer frente a la fuga de capitales, está aumentando las tasas de interés, pero como el gobierno bloquea este aumento, el resultado es un colapso en el valor de la lira turca. Durante la crisis de 2015-2016, China, para frenar la caída de su moneda, tras la fuga de capitales, tuvo que desembolsar ¡1.000 billones de buenos dólares!

Clásicamente, el capitalismo liberal -el de Marx en los días del Imperio Británico- vio caer los precios como resultado de la competencia y la mayor productividad del trabajo. Pero con los monopolios la situación ha cambiado. Se reduce la competencia y el crecimiento va acompañado de inflación y una carrera entre salarios y precios. Esto es lo que sucedió durante todo el período de la posguerra. El crecimiento económico fue de la mano de la inflación, obviamente en detrimento del proletariado.

Entonces, ¿qué pasa con el regreso de la inflación en los principales países imperialistas? Antes de responder a la pregunta, comencemos por mirar hacia atrás.

La gran crisis internacional de 1974-1975 puso fin definitivamente al ciclo casi libre de crisis de acumulación de capital que siguió a la posguerra. Siguieron, cada 7 a 10 años, como en la época de Marx, crisis de sobreproducción. Hasta la crisis de 2001-2002, todas estas crisis de sobreproducción, a diferencia de las clásicas, fueron con inflación. Esto se debe a que los Estados y los monopolios lograron organizar la retirada, distribuyendo cuotas de producción dentro de una sola rama, para evitar un desplome de los precios. Este fue el caso, por ejemplo, del acero en Europa; después de la negociación, la Comisión Europea logró distribuir las cuotas de producción entre los diferentes miembros de la Unión Europea.

Pero la gran crisis de 2008-2009 dio la vuelta a las cosas. Tras la quiebra de Lehman Brothers, luego de AIG, salvada in extremis por el Estado norteamericano, todas las bolsas de valores se desplomaron, los precios de los inmuebles, especialmente en Estados Unidos y en España, cayeron con fuerza, el precio de las materias primas se desplomó trayendo con ellos la caída de todos los precios. En este período de posguerra, la recesión de 2008-2009 fue la primera gran crisis con deflación. Sin la enérgica intervención de los bancos centrales y los gobiernos, que no dudaron en endeudarse para salvar su sistema económico, habríamos tenido una deflación como la de los años treinta. Con dificultad la producción se ha recuperado, especialmente en 2017-2018. Sin embargo casi todos los principales países imperialistas, además de China, tienen un nivel de producción más bajo que antes de la crisis de 2008-2009. Y sobre todo si la burguesía mundial ha evitado un derrumbe, como en la década de 1930, ha sido al precio de una deuda colosal, tipos de interés cercanos a cero, incluso negativos para algunos países y una inflación monstruosa de los balances de todos los grandes bancos centrales. ¡El capitalismo global se mantiene en un estado de supervivencia gracias a la inundación de billones de dólares por parte de los bancos centrales! Tal avalancha de dinero en una situación “normal” conduciría a una alta inflación; este no ha sido el caso, ya que las fuerzas deflacionarias han demostrado ser más poderosas.

Sobre todo porque todo este dinero virtual no fue a parar a los bolsillos del proletariado o de la pequeña burguesía para su consumo, sino a los de la gran burguesía, que lo utilizaba en gran medida para la especulación; esto impulsó al alza el precio de los valores en la bolsa de valores, que nuevamente están alcanzando máximos históricos y los precios de los bonos y los bienes raíces, que se están disparando en las principales ciudades del mundo. Así que han sido los valores y los bienes raíces los que han impulsado la inflación. Pero como esta valoración de títulos es puramente artificial, basta la más mínima mala noticia para que todo retroceda como un soufflé. Esto explica la caótica tendencia en los precios del mercado de valores mundial.

El “boom” de 2017-2018 se ha convertido en un fiasco, porque en 2019 volvió a haber recesión a nivel mundial, incluso en China, con caída de la producción y del comercio internacional. El confinamiento por el virus de marzo a mayo de 2020, más o menos extenso según los países -Japón no ha impuesto un confinamiento-, agravó una recesión ya en marcha.

Esta recesión fue seguida por una fuerte recuperación en marzo y abril de 2021, pero desde mayo la recuperación se ha ralentizado en todas partes: excepto en Estados Unidos, donde el crecimiento de la producción industrial sigue siendo alto (5,1% en octubre de 2021) gracias a los masivos paquetes de estímulo gubernamentales. En el resto del mundo, aparte de China, para el que no tenemos cifras fiables, el crecimiento es cercano a cero, o incluso negativo, como en Alemania e Italia. A continuación mostramos el gráfico de Estados Unidos, donde podemos ver la curva de campana de la recuperación.


La siguiente tabla muestra la situación actual de los principales países industrializados además de los Estados Unidos.

Crisis de la produccion industrial
2007/09 2007/18 2007/19 2007/20 2019/21 2007/21
Japón -23,30% -10,90% -13,20% -21,70% -5,80% -18,30%
Alemania -17,40% 8,20% 3,60% -6,60% -6,30% -3,00%
Reino Unido -11,00% -6,00% -7,10% -14,40% 1,10% -6,00%
Francia -14,80% -7,80% -7,60% -17,20% -5,20% -12,30%
Italia -21,90% -17,50% -18,50% -27,50% -1,50% -19,70%
España -22,00% -21,60% -21,10% -28,60% -3,10% -23,50%
Portugal -25,10% -22,60% -24,30% -29,90% -4,50% -27,70%

Se puede ver en la quinta columna que en todas partes, excepto en Inglaterra, la producción es más baja que en 2019, un año de recesión. Y que respecto al máximo alcanzado en 2007, la producción oscila entre el -3% de Alemania al casi -28% de Portugal, sin olvidar el -18% de Japón y el casi -20% de Italia. Para este último, Mario Monti no puede hacer mucho al respecto. Por lo tanto, la inflación actual no se debe a la alta demanda, sino al hecho de que la producción de petróleo y gas se mantiene por debajo del nivel necesario para mantener altos los precios y se debe sobre todo a la anarquía inherente a este modo de producción. A los productos agrícolas hay que sumar también la mala cosecha debida al mal tiempo, que ha provocado un aumento del precio de determinados alimentos.

Desde la crisis del 74-75, las empresas, por razones de costos, han mantenido muy poco inventario. Cuando la producción se reanudó a principios de año, todas las empresas del mundo comenzaron a pedir piezas producidas en Asia, las materias primas necesarias y el aceite al mismo tiempo. El resultado es que la flota mercante internacional, que está en manos de unos pocos monopolios, no puede seguir el ritmo y los puertos congestionados no pueden cargar y descargar con la rapidez suficiente para satisfacer la brutal y colosal demanda. En los Estados Unidos los trabajadores portuarios tienen que trabajar las 24 horas del día para descargar barcos. La imbecilidad de este caótico modo de producción está a la vista.

Y para la energía las multinacionales europeas, para ahorrar dinero, han esperado hasta el último momento para llenar sus tanques, haciendo explotar el precio del gas, que por supuesto está alineado con el pozo menos rentable -eso lo llaman la ley del mercado: es de hecho la ley de los monopolios que permite a algunos embolsarse una renta real. Y los famosos aerogeneradores, que deberían dar algo de electricidad, han dado muy poco este año por la falta de viento, empeorando aún más la situación.

Todo se agrava aún más por el sistema de saqueo que las distintas burguesías han implantado desde hace treinta años con el liberalismo. Por ejemplo la electricidad nuclear francesa, la más barata de Europa, después de Finlandia, un pequeño país donde la producción hidroeléctrica es suficiente para sus necesidades, ¡se ha alineado con el precio del gas para no competir con otros productores! Esto es lo que llaman libre competencia. Y aún no ha terminado: EDF se ve obligada a vender la mitad de su producción de electricidad por debajo de su precio de costo a proveedores subsidiados que no producen nada, pero están ahí para esquilar las ovejas.

Es así como son los proletarios quienes pagan el enriquecimiento de toda una banda de parásitos. La burguesía se ha convertido, con su modo de producción, en una clase totalmente parasitaria incapaz de la más mínima previsión a largo plazo. Estas funciones están a la vista.

 

 

 

 


Alternancia escuela/trabajo

El 21 de enero un muchacho de dieciocho años estudiante de un instituto profesional, Lorenzo Parelli, murió en un accidente de trabajo en una fábrica metalúrgica en la provincia de Udine, aplastado por una viga de más de cien kilogramos que cayó sobre él. La tragedia ha suscitado emoción y volvió a plantear la cuestión de la seguridad en el trabajo y sobre la llamada alternancia escuela - trabajo y de los centros de formación profesional.

El régimen burgués ha interpretado el papel probado de convertirse él mismo en promotor del debate sobre tal cuestión, para no parecer sordo sino abierto, democrático, progresista. Un drama que parece ser lo más cónsono, en el clima de pasividad de la clase de estos años, a los fines del mantenimiento de la paz y de la conservación social. Sucede por la cuestión femenina, por el racismo, por el medio ambiente y también por los trabajadores muertos en el trabajo. Lorenzo es recordado también por el presidente de la república en su discurso de toma de posesión quien pronunció el ritual “Nunca más tragedias como estas”.

Los estudiantes de secundaria salieron a las calles y, a pesar del poco número consistente de sus movilizaciones, fueron agredidos y golpeados por la policía, con una conducta homogénea a nivel nacional, desde Turín hasta Roma, lo que sugiere que esto ocurrió sobre la base de una indicación del Ministro del Interior. Alternancia escuela - cachiporra, se comentó con amargo sarcasmo.

Casi todas las organizaciones sindicales de base que, después de la huelga unitaria del 11 de octubre del 2021, se habían reunido en la asamblea nacional posterior a la huelga del 24 de octubre -Usb, Cub, Confederazione Cobas, Sgb, Unicobas, Usi Cit, Cobas Sardegna- el pasado 4 de febrero habían firmado un “Llamado de solidaridad y apoyo al movimiento estudiantil”. La Adl Cobas, las Clap (Cámaras de Trabajo por Cuenta Propia y Precario) y el SI Cobas, que había sido el único en salirse de esta suerte de cartel sindical, no lo firmaron.

La unidad del llamamiento es positiva en sí misma -sobre esto escribimos en otro artículo- pero el documento se basa en las posiciones características del oportunismo. Estas son la defensa del “derecho al estudio” y la abolición de la alternancia escuela-trabajo: “un tiempo para estudiar y uno para trabajar”. La lucha por el derecho al estudio tendería a “una escuela mejor”, capaz de realizar la función de “emancipación social” para las jóvenes generaciones y, por tanto, de general progreso social.

Todo reformismo antimarxista, típico de los movimientos estudiantiles seudo-revolucionarios, radicales en superficie y pequeñoburgueses en la esencia, desde 1968 en adelante.

Que el comunismo se ponga al frente.

Ante todo no es verdad que la escuela en el capitalismo pueda convertirse en un instrumento de emancipación social. Que la educación, en una sociedad dividida en clases, se eleve hacia formas sociales superiores es el emblema del gradualismo reformista. Las revoluciones de 1848, la Comuna de París, la Revolución de Octubre, que aspiraban abrir a la humanidad el camino del comunismo, no esperaron ciertamente la escolarización obligatoria, sino las enseñanzas del partido de Marx, Engels y Lenin.

La escuela en el capitalismo es en cambio un instrumento de conservación, sirve para inculcar en los jóvenes la ideología de la clase dominante con sus prejuicios, ante todo la mistificación democrática y para encerrarlos en un recinto -en el espacio en el tiempo en las ideas- separado de la vida social real.

El llamado movimiento estudiantil, compuesto solamente por estudiantes que quieren luchar por supuestos objetivos estudiantiles, sanciona este confinamiento, en una condición social ficticia y transitoria. Igualmente, desde fuera, lo apoya el oportunismo político sindical, que invoca la “unión obreros-estudiantes” del movimiento obrero con el “movimiento estudiantil”, a los cuales se reconoce su dignidad.

Sacar a los jóvenes proletarios de la jaula de la escuela burguesa y ponerlos en contacto con la realidad del trabajo asalariado, de la explotación y de la lucha contra la explotación es ciertamente un interés del capital, siempre hambriento de fuerza de trabajo, pero lo es también para esos jóvenes y para la clase trabajadora toda que, cuando este en condiciones de reconstruir sus organizaciones de lucha y en ellas acogerlos, recibiría las vitales energías de la juventud proletaria, de la que ha estado privada durante demasiado tiempo.

“El vínculo precoz entre el trabajo productivo y la educación sería uno de los más potentes medios de transformación de la sociedad actual”, se lee en la “Crítica del Programa de Gotha” de Carlo Marx.

El sindicalismo de base debe por lo tanto colocarse en la correcta línea sindical de clase incluso de frente a este importante problema, no reivindicar el “derecho al estudio”, de mantener alejados a los estudiantes del trabajo, sino que el trabajo sea pagado, al salario de las calificaciones de ingreso ya establecido por los contratos colectivos.

Los jóvenes proletarios, con su espontáneo deseo de luchar, deben involucrarse en el movimiento obrero como jóvenes trabajadores, no como estudiantes. En lugar del “movimiento estudiantil”, debe cultivarse y construirse un movimiento de la juventud proletaria por la defensa de las condiciones de vida de su clase.

No será la escuela burguesa la que emancipará a los jóvenes y a la humanidad del capitalismo sino la lucha de clases y la militancia en el sindicato de clase y en el partido revolucionario.

 

 

 


Homosexualidad-transexsualidad y comunismo
Breves notas históricas
 
Informe a la Reunión General de septiembre de 2021


Comunismo primitivo

La mayor parte del tiempo que los humanos han existido en nuestro planeta es en lo que el marxismo ha llamado comunismo primitivo, las sociedades de cazadores-recolectores. Hay evidencias de que el comunismo primitivo carecía de homofobia y transfobia. El registro histórico más antiguo se remonta a los escritos de Heródoto, donde él hace referencia a chamanes transexuales, existentes en los pueblos Escitas de la antigua Europa.

A pesar de los efectos devastadores del contacto con el colonialismo europeo, se observó que más de 150 tribus nativas americanas, todavía tenían recolectores masculinos y un tercio de los cazadores eran mujeres. Las cazadoras tendían a formar relaciones emocionales y sexuales con los recolectores, mientras que los recolectores masculinos tendían a formar relaciones con los cazadores. Las mujeres cazadoras no fueron discriminadas, participaron en la guerra y, a menudo, se las asoció con el chamanismo. El fenómeno se ha observado en comunidades nativas de Siberia, Birmania, Malasia, Borneo, Vietnam, India y China.


Grecia y Roma

La homosexualidad y la transexualidad eran comunes en la antigua Grecia y Roma. Hacia el final de la era republicana, la homosexualidad masculina se convirtió en un delito castigado con multas en Roma. Fue especialmente con el surgimiento del cristianismo que se intensificó su represión. En China las corrientes confucianas de la clase dominante, expresaron opiniones homofóbicas casi al mismo tiempo. La homofobia y la transfobia, se desarrollaron como una consecuencia tardía del surgimiento de sociedades de clases, basadas en la familia monógama patriarcal.


La burguesía

Después de la toma de la Bastilla en París, el 14 de julio de 1789, quedó inmediatamente claro para el Cuarto Estado, que los principios impresos en la bandera revolucionaria: “liberté, egalité, fraternité”, debían entenderse sin reservas exclusivas a la burguesía y sus clases aliadas, la Asamblea Constituyente en 1791 con nuevas ordenanzas y reglamentos, eliminó de la lista negra las “conductas desviadas”, entonces punibles hasta con la hoguera, bajo la autoridad judicial en los tribunales eclesiásticos.

La Francia revolucionaria burguesa se convirtió así en la primera nación europea en abordar la cuestión homosexual con una nueva lente, realizando cambios significativos contra los prejuicios religiosos y medievales y aboliendo los tribunales eclesiásticos y la legislación anti sodomita, circunscribiendo este problema dentro del tema de estupro, es decir, de violencia. En el Código Napoleónico, promulgado en 1810, se aclaraba que en el delito de estupro, debían ser considerados indistintamente, tanto hombres como mujeres.

Con estos actos legislativos se garantizó a los homosexuales la tolerancia de la ley en sus relaciones íntimas, aunque la homosexualidad y la transexualidad continuaron siendo consideradas inmorales y sujetas al hostigamiento legal, según el vago criterio de la moral y el orden público.


Evolución reciente

En el congreso de juristas alemanes de 1867 se presentó una demanda para reivindicar el fin a la criminalización contra las personas de diferente orientación sexual. El neologismo “homosexualidad” aparece en una carta dirigida al Ministerio de Justicia de Prusia en 1869. El término transexualidad fue acuñado en 1923 por el socialdemócrata alemán Hirschfeld.

En 1969 en un lugar público de Manhattan se produjeron violentos enfrentamientos entre la policía y numerosos grupos de homosexuales. Los homosexuales comienzan a reclamar derechos legales, limitados desde mediados de la década de 1970. En los años noventa en torno a las siglas LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales) se congregó una importante minoría transnacional, así como interclasista, con orientaciones sexuales diversas y con problemáticas específicas. Lo que dio lugar a movimientos reivindicativos, tendientes a enfrentar cualquier discriminación legal, económica y cultural.

Las relaciones homosexuales fueron despenalizadas en Polonia en el año 1932, en Dinamarca 1933, Suecia en 1944 y en Reino Unido en 1967. En 1973 la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, eliminó la definición existente de homosexualidad, que la definía como un “trastorno mental”. La Organización Mundial de la Salud en el año 1990, quitó a la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales. En 1977, en el Quebec francófono, por primera vez en occidente, se comenzó a prohibir cualquier discriminación basada en la orientación sexual. Posteriormente, la mayoría de las naciones desarrolladas levantaron las normas que tipificaban como delito la homosexualidad e imponían derechos limitados. La mayor resistencia se mantiene en estados de Medio Oriente, Asia, África y el Caribe; en una docena de países la homosexualidad se considera punible incluso con cadena perpetua e incluso la pena de muerte.

La Iglesia Católica en su Catecismo define la homosexualidad como una inclinación “objetivamente desordenada” y se opone a equiparar la pareja homosexual con la heterosexual.


El marxismo

A pesar de las agresiones provenientes de tantas vulgatas tendientes a hacer pasar al socialismo científico y al proletariado en general, desde sus orígenes, como insensibles y sordos, si no hostiles, a la condición de los homosexuales, el marxismo por el contrario, desde sus inicios siempre los ha asimilado a otras minorías discriminadas (niños, mujeres, minorías étnicas y religiosas), sin negar sus aspectos específicos. Pero el marxismo enmarca coherentemente con su propia visión revolucionaria del mundo, todas estas contradicciones y reclamos dentro de una determinada realidad social de clase, en oposición a las abigarradas concepciones interclasistas burguesas, que no ven ni pueden ver que es entre clases la contradicción principal.

Damos la palabra a Carlo Marx en Manuscritos económico-filosóficos de 1844.

“La relación inmediata, natural y necesaria del hombre con el hombre es la relación del varón con la mujer. En esta relación natural de la especie, la relación del hombre con la naturaleza es inmediatamente la relación del hombre con el hombre, del mismo modo que la relación del hombre es inmediatamente la relación del hombre con la naturaleza, es decir, con su propia determinación natural”.

“Así, en esta relación aparece de manera sensible, es decir, reducida a un hecho de intuición, en qué medida para el hombre la esencia humana se ha convertido en naturaleza, o la naturaleza se ha convertido en esencia del hombre. Sobre la base de esta relación, se puede juzgar enteramente el grado de civilización que ha alcanzado el hombre”.

“Del carácter de esta relación podemos sacar que el hombre como ser perteneciente a una especie se hizo hombre y se entendió a sí mismo como hombre; la relación del varón con la mujer es la más natural de las relaciones que tienen lugar entre hombre y hombre. En él se muestra hasta qué punto el comportamiento natural del hombre se ha vuelto humano o hasta qué punto la esencia humana se ha convertido para él en esencia natural y su naturaleza humana se ha convertido en naturaleza para él. En este informe se vuelve a mostrar en qué medida la necesidad del hombre se ha convertido en necesidad humana y, por tanto, en qué medida el otro hombre en cuanto hombre se ha convertido en necesidad para él y en su existencia más individual se encuentra en un tiempo comunitario”.

Hemos explicado y comentado este pasaje en el número 17 de “Programma Comunista” de 1959.

Carlo Marx sitúa el discurso bajo el lente de la dialéctica materialista de la naturaleza, considerando las diferentes orientaciones sexuales en estrecha relación con la familia y la sociedad y la evolución material e histórica de estas instituciones.

La doctrina del marxismo está alejada tanto del fanatismo religioso y conservador como de cualquier concepción liberal, conceptos que están todos lejos de una relación armoniosa y sinérgica entre hombres, entre hombre y mujer, entre hombre y naturaleza.

El punto central del discurso de Marx, es que la relación heterosexual es un acto funcional a la reproducción biológica de la especie, en este sentido la relación hombre-mujer es la “más natural”.

Por lo tanto, no hay condena en Marx hacia otras orientaciones sexuales o la definición de estas diferentes orientaciones como “antinaturales”.

Ciertamente está implícito en este discurso que en una sociedad que ya no se fundamenta en la explotación y el dominio del hombre sobre el hombre y del hombre sobre la naturaleza y que ya no se basa en la existencia y división en castas, clases y pandillas, tales conflictos, que normalmente están fundamentados en los intereses económicos, tenderían a desaparecer casi por completo. Contrariamente a la actualidad que, en la fase de decadencia de la clase burguesa y del modo de producción capitalista, tienden a acentuarse.


Lenin

En la famosa conversación con Clara Zetkin en el otoño de 1920, Lenin se preocupaba y recomendaba que la cuestión fuera tratada rigurosamente con el método del materialismo histórico. El mismo enfoque se evidencia en una carta de 1915 dirigida a Inessa Armand. Para Lenin la revolución proletaria y su consolidación son la condición para liberar nuevas relaciones entre los sexos. En primer lugar están la redención de la mujer y la cuestión de la familia. El argumento de la homosexualidad debe enmarcarse en él como un enfoque doctrinal.

Como escribimos en “La opresión de la mujer y la revolución comunista”, de 1979: “Luchamos contra la ideología del “amor libre”, sólo en la medida en que se pretende sustituir a la revolución, como medio para resolver definitivamente el problema de las relaciones entre los sexos”. (...) La búsqueda del amor libre, si está depurado de todas las ideologías radical-burguesas y del anatema de los conservadores y reaccionarios, es un aspecto de la afirmación de uno mismo – en cuanto persona... No se pueden establecer nuevas formas de relaciones entre los sexos sin quebrar todo el orden social existente, pero el proceso que conducirá a esta meta ya es identificable hoy en el camino independiente que tantas mujeres están siguiendo laboriosamente”.


Octubre

La Rusia soviética con la promulgación del nuevo código penal del 1 de junio de 1922 se convirtió, después de Francia en 1789, en el segundo país más importante en legalizar la homosexualidad y las relaciones consentidas entre adultos.

El Octubre Rojo incide en todos los aspectos económicos, sociales, culturales y familiares al mismo tiempo, proyectando la condición de la mujer y la homosexualidad en nuevas dimensiones.

La legalización del divorcio y del aborto, la igualdad jurídica de todas las uniones y de todos los hijos, como y donde se conciba, junto con una política de apoyo social (guarderías, clínicas, lugares de diversión, comedores, lavanderías públicas, etc.), son algunas de las primeras medidas de los comunistas. Se dictan nuevas normas sobre el trabajo en las fábricas, las ocho horas diarias, las pausas para el almuerzo, el descanso semanal, las vacaciones pagadas, la prohibición de trabajar para los menores de 14 años.

Para Lenin estos eran procedimientos radicales, pero aún dentro de la esfera de la “ley”. Pero demuestran la nueva etapa alcanzada por la dictadura del proletariado con respecto a la Francia revolucionaria.

Ya en 1917 se abolieron todas las normas legales discriminatorias contra la sodomía, previstas en el código penal zarista. Los tribunales soviéticos también aprobaron el matrimonio homosexual y en la década de 1920 incluso se registraron casos de operaciones de cambio de sexo.

Estas libertades se otorgan, por ejemplo, años antes de que las mujeres occidentales obtuvieran el derecho al voto y un siglo antes que se derogaran las leyes contra la homosexualidad.


Contrarrevolución

Todas las afirmaciones del Octubre Rojo, económicas, sociales y culturales; fueron pasando paulatinamente en Rusia por una revisión involutiva, debido al declive de la dictadura del proletariado, la marginación de las facciones revolucionarias y el repliegue de las fuerzas marxistas en Occidente. Ya en 1925, los legisladores del Turkestán volvieron a castigar la homosexualidad. En 1926 los homosexuales fueron definidos como “no proletarios”. Hasta que en 1934 una nueva norma del código penal, reintroduce la prisión por el delito de sodomía. Al mismo tiempo nuevas reglas impondrán restricciones y trabas al divorcio y al aborto. En la era estaliniana se volvió a la aprobación y al apoyo oficial de la familia tradicional, célula básica del nuevo Estado nacional funcional, en la defensa de los cánones del modo de producción capitalista.

Será la izquierda comunista, en línea con el legado revolucionario bolchevique, la que vuelva a atar todos los hilos rojos de octubre por el “termidor”, incluso sobre los problemas sexuales y homosexuales.


El movimiento LGTB

El Partido Comunista reconoce que las personas LGBT, al igual que las de otros grupos oprimidos, tienen problemas particulares que son propensos a enfrentar en la práctica. Y reconoce la existencia de facto de un movimiento que reivindica su igualdad jurídica y social.

Se produjo una conexión con el movimiento laboral, por ejemplo, en los Estados Unidos en la década de 1930 y más tarde cuando el Stewards Union se abrió tanto a los homosexuales como a varias razas. El macartismo también condujo a purgas de afroamericanos y homosexuales en los sindicatos. Sin embargo, se observa que en esa fase ese movimiento tendió a circunscribirse a un ámbito cultural y existencial, desvinculado de la lucha de clases.

El comunismo indica al movimiento de los homosexuales -así como al de las mujeres o de las minorías raciales o nacionales- unirse a la lucha de la clase obrera, con sus distintas organizaciones, por sus justas reivindicaciones, junto a la lucha general del proletariado.


Comunismo

Hoy la burguesía otorga a los homosexuales y transexuales la oportunidad de crear sus propias familias a través del matrimonio, que no deja de replicar todos los males de la familia heterosexual tradicional, incluidos los roles sociales de hombre y mujer y la propiedad arbitraria de los hijos.

Sólo con la abolición de la sociedad dividida en clases, se podrán sentar las bases para socavar la institución de la familia monógama tradicional, como eje central de la sociedad. Sólo en el comunismo se superará el conjunto de roles sociales, afectivos y sexuales específicos asignados a los géneros en la familia monógama, así como las rígidas distinciones entre las diversas orientaciones sexuales.

El fin de toda discriminación está ligado al éxito del comunismo, que es el único que puede acomodar todo impulso de emancipación, en resultados no transitorios de la infinita y multiforme afirmación humana.

 

 

 

  


VIDA DE PARTIDO
Reunión Internacional del Partido
(En Video-Conferencia del 28 al 30 de enero 2022)

  

Conscientes de la necesidad de un compromiso para sentar las bases de un partido comunista mundial y en nuestra certeza de que ya nos estamos moviendo correctamente en esa dirección, tratamos de mantener un ritmo de reuniones frecuentes de todo nuestro colectivo para la transmisión del sano método de trabajo y para mantener bien entrelazado el desarrollo de todas las tareas que debe realizar la milicia revolucionaria, más allá de la sucesión de generaciones y la distancia geográfica de las secciones y de los individuos.

Actualmente el trabajo de nuestro pequeño partido ha tomado espontáneamente y con toda naturalidad el aspecto de una sucesión de reuniones divididas por regiones lingüísticas, quincenales o incluso menos, de reuniones de grupos de trabajo específicos y de reuniones internacionales, una cada dos meses a lo largo de año, de las cuales, alternativamente, una de carácter exclusivamente organizativo, de un día de duración, y otra general, de tres días de duración, la primera de ellas destinada a la preparación de la propia reunión y las dos siguientes a la exposición de los informes de la grupos de estudio y de actividad.

En las reuniones generales, traducimos inmediatamente todas las intervenciones de los compañeros y todos los informes al italiano, inglés y español. Esta forma de exposición ayuda a proporcionar a todos los participantes el texto impreso, previamente traducido a los tres idiomas.

Nos complace constatar que este complejo, en realidad muy duro y nada fácil de trabajar, que interesa a un número creciente de compañeros, algunos de ellos muy jóvenes en la militancia, funciona con resultados, a juicio de todos, más que satisfactorios. De hecho, responde tan plenamente a las antiguas proposiciones del comunismo de izquierda como a la necesidad y demanda fundamental, primitiva, instintiva y voluntaria de disciplina y centralismo, tan fuertemente sentida y practicada en nuestras filas, que ni siquiera es necesario recordársela a nadie.

Evidentemente hemos abandonado el ahora inútil naufragio del juego de mayorías-minorías y votaciones, sustituido con mucha más eficacia por un trabajo comunista cada vez más apretado e impersonal, en el partido aprovechando su doctrina inmutable y las lecciones de su historia y junto a la clase obrera y sus cotidianas batallas.

Este es el programa de trabajo de la reunión, en la cual han participado compañeros residentes en 14 países:

Sesión del viernes 28
Informes bien desarrollados de la actividad de cada sección y de cada grupo de trabajo
Sesión del sabado 29
Sobre el uso de los símbolos del comunismo
La cuestión militar – Después de la paz de Brest-Litovsk
La sucesión de los modos de producción - La teoría de la plusvalía, Los fisiocratas
La revolución en Alemania – La acción de marzo 1921
Origen e historia del Profintern
Informe de los compañeros venezolanos
La cuestión kurda, primera parte
La rivolución húngara
Sesión del domingo 30
Movimientos de sedición en Balochistán
La actividad sindical del partido
Las relaciones entre el PC de Italia y la Internacional Comunista
El curso de la crisis del capital mondial
Historia de Kazajstán
Origenes del Partito Comunista de China
Ultimos acuerdos y conclusiones del centro

 

Como de costumbre, aquí les adelantamos un breve resumen de las exposiciones.


Los tradicionales símbolos del comunismo en el partido

Evidentemente no es una cuestión de principios. Ciertamente no podemos excluir a priori ninguna forma expresiva. Los estandartes, pancartas e insignias son armas, herramientas para la guerra. Un cuerno, un tam-tam, un tótem, sirven para consolar a los amigos y amenazar a los enemigos, en determinadas circunstancias son realmente necesarios.

Pero ahorita no estamos en guerra. La guerra de estos momentos es con las palabras, con medios impresos, donde se confrontan tesis, interpretaciones y lecciones de guerras pasadas. Los símbolos hoy hacen más daño que bien en la guerra actual. Hasta propiciar que el tiro nos pueda salir por la culata. Los símbolos, las imágenes, pueden ser aún más mentirosos y engañosos que las palabras.

La Segunda Internacional escondió su traición detrás de dulces imágenes de amaneceres radiantes, sobre espigas y yunques. Muchos proletarios fueron engañados por esa retórica y creyendo que se dirigían hacia el sol rojo naciente del socialismo, se vieron masacrados en las trincheras de la Primera Guerra Mundial.

El estalinismo también ahogó al comunismo en una inundación de pintura roja, con martillos y hoces empuñados por trabajadores musculosos, en el contexto de los santos fundadores, desde Marx hasta... Enver Hoxha. Hoy nos encontraríamos compitiendo por esos símbolos, con uno de los máximos estados del capitalismo mundial.

Cuando el partido se reorganizaba en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, existía la ilusión generalizada de que el segundo período de posguerra sería tan fértil para la revolución como el primero. Muchos camaradas se comportaron en consecuencia, preparándose para ello en todos los sentidos. Por ejemplo mostrarse ante la clase, ataviados con los símbolos tradicionales que habían pertenecido al comunismo y a la Tercera Internacional.

Todo esto fue el resultado de una evaluación demasiado optimista de ese momento histórico. El partido no estuvo plenamente convencido de esto sino hasta 1952. Aquellos que se negaron a aceptar que la revolución había sido pospuesta por el momento, abandonaron el partido.

Cedió – decíamos – al activismo". Esto no significa hacer actividad, una intensa actividad propagandística para penetrar en las filas obreras, sino la pretensión de cambiar el curso de la historia a través de herramientas organizativas y, sin principios, ir a la cola del “movimiento”.

Desde entonces, también hemos dejado de lado – temporalmente – toda la iconografía. No porque queramos sacar al partido del devenir la clase obrera y convertirlo en un círculo de estudio y publicaciones.

Pero presentar un símbolo detrás de nosotros, que se vea primero, solo habría creado confusión, nos habría acercado hasta cierto punto a los demás, pero habría hecho más difícil la tarea de definir la doctrina.

Hermosos títulos en nuestros periódicos habían sido "El soviet", la forma del poder proletario en Rusia, "Prometeo", el que robó el fuego a los dioses, y "Espartaco", el esclavo rebelde. Pero después quisimos llamarlos "El Programa Comunista", luego "Comunismo" y finalmente "El Partido Comunista".

Después de muchas décadas de contrarrevolución estalinista y posterior a Stalin, es necesario que el programa del partido se identifique de la manera más precisa, a través de sus antiguas posiciones tácticas y de principios originales.

La revolución será producto del retorno a la escena social de fuerzas históricas reales, no de una forma de organización especialmente voluntaria y visible. El hecho organizativo, que también tiene su propia importancia, no debe eclipsar el contenido disruptivo de nuestro programa. Queremos ser reconocidos como el partido del comunismo, no solo y no tanto como una organización, en competencia con las demás. Es necesario no distraer la atención de los compañeros de una rigurosa delimitación programática, más que organizativa.

El partido tiene una organización pero no es una organización.

A diferencia del caso del sindicato, que es ante todo una organización: un elemento fundamental en él es la fuerza numérica de los trabajadores solamente. Un ejército con camisas rojas parece más grande de lo que es. La clase obrera se organiza para salir de las fábricas, verse y hacerse ver, y salir a ocupar las plazas, con todas las herramientas útiles: banderas, gritos, consignas, música, himnos, camisetas, chapas, etc. etc.


¿Qué reconocen los comunistas?

Nos llamamos el "Partido Comunista Internacional". Tres palabras lo dicen casi todo. ¡Y por el momento es un nombre más grande que nosotros! No tenemos nada que inventar. Mañana, cuando sea necesario, los símbolos y las banderas saldrán solos.

Y hoy nuestros camaradas no tienen miedo, en cada situación, de simplemente declararse "internacionalistas", individualmente y como grupos.

¿Cómo en la multitud nos reconocemos los comunistas? Respondemos que los comunistas deben estar tan bien formados (incluso en las manifestaciones de calle), en la solidaridad y entrenados, en las actitudes, en el lenguaje, en la lucha y en el trabajo común, que se conoce muy bien desde hace tiempo, o que pueden "olfatear" el uno al otro incluso en la primera reunión. Demasiado ingenuo sería confiar en un signo fácilmente falsificable en el sombrero, o en la solapa de la chaqueta.

Pero, ¿cómo nos reconocerán las masas ignorantes, que no saben nada de marxismo ni de historia y no tienen tiempo para leer la prensa comunista?

Llegará el momento en que seguirán nuestras banderas. Pero esto ocurrirá cuando, en el desarrollo de la lucha práctica entre las clases, éstas hayan podido reconocerlas, asociarlas a una determinada dirección de combate, que hayan buscado, experimentado y aceptado.

Por el momento, en el ambiente del abuso mediático de símbolos e imágenes, sólo podemos ser reconocidos por nuestras palabras y por nuestra característica actitud de seriedad y coherencia.

La ropa en las sociedades de clases, es importante, porque puedes verla. No es casualidad que los sacerdotes lleven sotana y los jueces armiño. Los comunistas que no somos idealistas, lo sabemos. Los comunistas, por otro lado, nunca usaron uniformes.

Pero la revolución no es el producto de una campaña publicitaria bien organizada, incluso mejor que la de los burgueses. ¡Si fuera así estaríamos perdidos! Será en la experiencia práctica de la clase obrera, en guerra social contra la burguesía y su estado, donde se podrá probar la justeza de la dirección del partido, hecho que permitirá la unión de este con la clase.


La sucesión de los modos de producción - Los fisiócratas

La serie de informes que llaman la atención del partido sobre los Manuscritos de Marx que llevan el nombre de Teorías sobre la plusvalía comienza con el estudio de la escuela fisiócrata.

El relator resumió primero el cuadro histórico del período mientras que por cuestiones de tiempo omitió -pero esta parte irá en el informe ampliado- la breve biografía de los principales autores. Rápidamente recordó cómo según esta doctrina la estructura social se divide en tres clases: la clase productiva compuesta por empresarios y los trabajadores agrícolas; la clase ociosa de todos aquellos que viven de la renta de la tierra y la clase estéril que incluye a los trabajadores dedicados a actividades no agrícolas. De esta subdivisión se deriva lógicamente la importancia de la agricultura, que se justifica históricamente por el hecho de que los principales exponentes de la fisiocracia vivían en Francia, un país de industrialismo aún no maduro.

Para los fisiócratas el origen del valor hay que buscarlo en la producción, superando de este modo el supuesto de los mercantilistas según el cual el intercambio incrementaría la riqueza.

En este punto surgió la pregunta de cuál de las actividades humanas era la más idónea para crear este excedente. Para responder a esto los fisiócratas propusieron la distinción entre trabajo productivo e improductivo, el primero de los cuales proporciona un producto superior a los costos. Sin embargo, la ausencia de una teoría general del valor les llevará a identificar a la tierra como el único factor capaz de crear plusvalía.

Los fisiócratas no ignoraban la circunstancia de la creciente acumulación de capital en la industria y llegaron a la conclusión de que, si hay transferencia de renta a los individuos, su aporte al producto nacional es en todo caso nula.

Quesnay sólo notará los rendimientos crecientes en aquella actividad agrícola en la que se invierten abundantes capitales y si no logra afirmar la productividad del factor capital, admitirá que la agricultura misma estaría destinada a marchitarse sin esas inversiones.

Para Marx el intento realizado por la Tableau économique de representar toda la producción del capital como un proceso de reproducción, la circulación simplemente como la forma de este proceso y la circulación del dinero solo como un momento de la circulación del capital, fue la más genial idea de la economía política.

La doctrina fisiocrática es el primer sistema que analiza la producción capitalista en su conjunto, que representa las condiciones en las que se produce y reproduce el capital.

Por otra parte, todavía parece una reproducción burguesa del sistema feudal. Las esferas industriales, en las cuales el desarrollo del capital se verifica antes que en otras partes, aparecen como “improductivos”, apéndices de la agricultura. El terrateniente aparece entonces como el verdadero y propio capitalista, el que se apropia del plustrabajo. El feudalismo es así reproducido y explicado dentro de la producción burguesa, mientras que la agricultura es representada como la rama productiva en la cual se manifiesta exclusivamente la producción capitalista, es decir, la producción de plusvalía. El feudalismo es aburguesado, la sociedad burguesa asume una apariencia feudal.

Las formas burguesas aparecen en las formas de producción natural. El mérito de los fisiócratas es haber concebido estas formas como fisiológicas de la sociedad, surgidas de la necesidad natural de la producción, independientes de la voluntad, la política, etc. El error de los fisiócratas, por el contrario, consiste en haber extendido la ley material de una determinada fase histórica a todas las formas sociales posteriores.

Este sistema explica primero la plusvalía con la apropiación del trabajo ajeno y explica esta apropiación sobre la base del intercambio de mercancías, pero no concibe el valor en general como trabajo social, ni la plusvalía como plustrabajo. Define el valor como un simple valor de uso y la plusvalía como un simple plusproducto, don de la naturaleza, la cual restituye al trabajo, pero en una cantidad dada de materia orgánica, una cantidad mayor.

Más allá de los errores teóricos de los diversos exponentes de la escuela fisiócrata, esta contradicción deriva de la producción capitalista misma, que aún está abriendo el camino para salir de la sociedad feudal. Se limita a interpretar la sociedad feudal a la manera burguesa. Pero aún no ha encontrado su forma específica.

Por lo tanto, incluso en las conclusiones extraídas por los fisiócratas, la aparente glorificación de la propiedad de la tierra se invierte en su negación económica y la afirmación de la producción capitalista.


Revolución en Alemania - La acción del 21 de marzo 1921

En Diciembre de 1920, el ala izquierda del USPD se había fusionado con el KPD para crear un partido con un mayor número de miembros pero cuyo programa era algo moderado. En las elecciones de dos meses después de este VKPD, el Partido Comunista Unido de Alemania, obtuvo 200.000 votos en la región de Halle-Merseburg, tres veces más que el SPD. Mientras tanto, como reacción a esta tendencia electoral, los comunistas de izquierda ya se habían desprendido para formar el KAPD.

En ese momento, el poder bolchevique en Rusia estaba en problemas, la guerra civil se desató en el sur de Rusia y Ucrania; el 1 de marzo hubo un motín naval en Kronstadt. Lenin, por lo tanto, tenía la gran esperanza de que una revuelta en Alemania pudiera dar aliento a la revolución en Rusia. El Komintern envió algunos delegados a Alemania, entre ellos Bela Kun, para apoyar y asesorar al KPD.

Kun alentó al KPD a seguir la “Teoría de la Ofensiva” que Zinoviev y muchos comunistas alemanes adoptaron, según la cual la clase obrera podría ponerse en movimiento mediante una serie de actos “ofensivos”, en marcado contraste con el legalismo de la VKPD. Kun declaró en el periódico KPD, “Die Rote Fahne”: «Las armas serán esenciales. A los trabajadores no les importa la ley y tomarán las armas donde las encuentren».

Otto Hörsing, presidente socialdemócrata de la Sajonia prusiana (casi totalmente superponible a la actual Sajonia-Anhalt), temía una toma del poder por parte de los comunistas. Anticipándose a los movimientos de los comunistas, provocó tensión, anunció “acción policial enérgica” contra una región “fuente constante de disturbios”.

Cayendo en la provocación, los comunistas convocaron una huelga general el 21 de marzo de 1921: se unieron unos 300.000 trabajadores, particularmente en el centro de Alemania.

El presidente del Reich, Friedrich Ebert, del SPD, impuso entonces el estado de sitio en toda Sajonia. El mismo día el VKPD pidió una extensión de la huelga en todo el Reich, pero las únicas regiones que participaron fueron aquellas donde existía potencial de conflicto armado. Lo que se conoció como la Acción de Marcha comenzó así como defensiva. Los comunistas de la región lo vieron como una reacción similar a la del Putsch Kapp del 13 de marzo de 1920, pero en el resto del Reich faltaba esta motivación.

Lo que los defensores de la “Teoría de la Ofensiva” esperaban que sirviera como estímulo para una insurrección militar general resultó ser una lucha defensiva limitada a la región y sin salida al mar. La acción de solidaridad más consistente fue en Hamburgo con la participación de solo unos pocos miles de trabajadores. La clase obrera no estaba preparada para la revolución.

La insurrección en el centro de Alemania se redujo sustancialmente a las iniciativas de comandantes individuales del Ejército Rojo, decididos y carismáticos pero carentes de un enfoque político sólido.

Uno era Max Hoelz, hijo de un peón y un soldado de caballería. En su Vogtland natal, cerca de la frontera checa, el 9 de noviembre de 1918 había fundado el Consejo de Trabajadores y Soldados de Falkenstein y más tarde la rama local del KPD. También había organizado la movilización de los desempleados de la ciudad, obligando a los dueños de fábricas y terratenientes a apoyar a los más necesitados. Tras el golpe de estado de Kapp, había reunido un Ejército Rojo: sus unidades motorizadas se movían entre pueblos y aldeas en Vogtland, requisaban suministros, robaban bancos e imponían impuestos a los capitalistas.

Aunque había luchado en los frentes oriental y occidental, carecía de instructores militares y de tiempo para formar una milicia verdaderamente eficaz. Pero era un buen propagandista y su reputación iba en aumento. Los éxitos de Hoelz se basaron en la guerra de guerrillas, la desorientación del oponente y los movimientos constantes, tácticas que, sin embargo, no resistieron más que unos pocos días.

Cuando Hörsing ordenó los ataques policiales en marzo de 1921, Hoelz ya era un héroe popular. Sin embargo, lo que más le faltaba era una dirección política y estratégica clara desde el centro del partido. Escribió: «Se demuestra la determinación y solidaridad de los trabajadores, independientemente de su filiación política. Los trabajadores del USPD, el KPD, el KAPD y la AAU están todos decididos a continuar la huelga hasta que el “socialista” Hörsing abandone sus descaradas provocaciones y retire a sus hombres».

En las reuniones de Hettstedt, Mansfeld y Eisleben, se tomaron decisiones sobre contramedidas militares.

Inicialmente, el Ejército Rojo, impulsado por el entusiasmo revolucionario, ganó algunas batallas al conquistar ciudades como Eisleben, Hettstedt y Sangerhausen, apoderarse de suministros y tomar rehenes. Se requisaron automóviles y furgonetas para impulsar el motín y se utilizaron ciclistas disfrazados de civiles como mensajeros entre las unidades.

La situación pronto cambió. El gobierno del Reich pidió refuerzos y artillería: su objetivo era el bastión operativo de la planta química de Leuna en Halle.

En la región de Halle-Merseberg, ahora en el estado de Sajonia-Anhalt, el Partido Comunista era particularmente fuerte en 1921. Junto a las minas de cobre de Mansfeld y de lignito de Bitterfeld había una próspera industria química centrada en la ultramoderna planta de Leuna. Más de 100.000 trabajadores se concentraron en este pequeño distrito, 25.000 solo en la planta de Leuna, muchos de los cuales procedían de diferentes partes del Reich. Aquí no habían sido completamente derrotados tras el Putsch Kapp y todavía tenían abundantes reservas de armas pequeñas.

Allí, desde enero de 1921, los trabajadores exigían que la semana laboral de 56 horas se redujera a 48. Un comité de lucha organizó huelgas allí, pero la mayoría de los militantes eran trabajadores jóvenes con poca experiencia política.

A finales de marzo, la fábrica estaba ocupada por 1.000-1.500 trabajadores. Tenían 200 rifles y varias ametralladoras e incluso se habían construido un tren blindado. Sin embargo, se quedaron esperando dentro de la fábrica.

La ciudad de Bitterfeld, que también tenía plantas químicas, estaba en manos de insurgentes armados. Alrededor de un centenar de militantes del KAPD dirigidos por Karl Plättner llevaron a cabo robos a mano armada en bancos y oficinas de correos del distrito, actos sin ningún propósito militar real. Plättner había estado activo en la política y en el sindicato desde antes de la guerra y había tomado parte en la breve República Soviética de Bremen en 1919, pero, frustrado por los fracasos de ese año, había abandonado por completo toda disciplina de partido.

También surgieron pequeñas rivalidades entre Hoelz y Plättner, que acabaron debilitando aún más a las fuerzas rojas.

La Reichswehr se trasladó a Bitterfeld en los últimos días de Marzo, 2.000 policías, con el apoyo de la artillería, sitiaron la planta de Leuna. Los miembros del comité de acción ofrecieron entregar la planta sin pelear, pero la dirección de la empresa solicitó un asalto policial.

Con la huida de la mayoría de los ocupantes, en la mañana del 29 de marzo la fábrica fue atacada con fuego de artillería. Los trabajadores restantes se rindieron, la policía los rodeó y los masacró. Las tropas de Hoelz, que habían intentado sin éxito avanzar hacia Halle, fueron aniquiladas por las tropas gubernamentales en la batalla el 1º de abril cerca del pueblo de Beesenstedt.

En los combates murieron 35 policías y 150 trabajadores, 72 de ellos a sangre fría.

El estado de sitio permaneció en vigor hasta septiembre de 1921; durante el período fueron detenidos 6.000 insurgentes, de estos 4.000 recibieron penas de prisión. Los propios Hoelz y Plättner cumplieron largas condenas. Cuatro soldados del Ejército Rojo fueron ejecutados.

Después de la amnistía de 1928, Hoelz fue readmitido en el KPD (había sido expulsado por “aventurerismo” y “comunismo primitivo”, ignorando el equilibrio de poder entre las clases) y en 1929 emigró a la Unión Soviética, donde fue aclamado como un héroe, antes de convertirse en una de las víctimas de la campaña de Stalin contra los comunistas alemanes; se hizo que su muerte pareciera un ahogamiento accidental. Plättner renunció a su pasado terrorista y se reincorporó al KPD. Más tarde será internado en campos de concentración y murió mientras intentaba encontrar el camino a casa en 1945.

Todo el asunto fue un desastre para el comunismo alemán. El KPD perdió alrededor de la mitad de sus miembros. Pero éste no era el peor de sus males. Todas las facciones, tanto del KPD como del KAPD, intentaron sacar lecciones de esta derrota, pero las conclusiones fueron en su mayoría equivocadas. Se pueden resumir en dos títulos: condena absoluta y defensa incondicional.

El expresidente del KPD, Paul Levi, publicó un panfleto titulado “Nuestro camino contra el putschismo” en el que describía el levantamiento de marzo como “el mayor golpe bakuninista de la historia hasta la fecha”. El KPD lo expulsó y volvió al SPD. Lenin aprobó su expulsión, pero al mismo tiempo se reprochó haber confiado en Bela Kun y en la aplicación de la Teoría de la Ofensiva.

El KAPD respondió a la denuncia de Levi de la Acción de Marcha con un panfleto titulado “El Camino del Doctor Levi: El Camino del VKPD”, donde defendía con firmeza las acciones de los trabajadores revolucionarios, argumentando que habían actuado en defensa propia, mientras condenaba “quietismo” y el oportunismo de los dos años bajo el liderazgo de Levi. Sin embargo, el KAPD rechazó los métodos de Plättner.

Otto Rühle, jefe de una fracción de la KAPD y del sindicato AAUD, sacó otra lección que también fue sumamente equivocada. Haciéndose eco del anarquismo, culpó a las “tendencias autoritarias” y a la influencia de Moscú. ¡Argumentó que los trabajadores deberían haber recurrido a la ocupación de las fábricas para obligar a la burguesía a rendirse, a pesar de la clara evidencia de lo que había sucedido en la fábrica de Leuna!

Lenin escribió a Clara Zetkin que la crítica de Levi estaba en gran medida justificada, pero “no había ningún sentido de solidaridad con el partido (...) que exasperaba a los camaradas”, y por ello fue condenado. Lenin se cuidó de no desacreditar a aquellos que, disciplinados, habían seguido las directivas de la dirección, aunque fueran insensatos.

La Acción de Marzo fue combatida por la abrumadora mayoría de trabajadores jóvenes e inexpertos, ávidos de éxito rápido y fervorosos por el “kunismo”.

La respuesta de Lenin fue que la fuerza del partido debe estar formada por jóvenes pero también por militantes más sólidos y experimentados, capaces de actuar con más juicio y cautela. Pero éstos en todo el asunto habían estado prácticamente ausentes. Un liderazgo fuerte y maduro reconoce cuando una situación y un estado de ánimo son revolucionarios; en su ausencia en la clase, no se deben arriesgar revueltas militares. “Una revolución no se puede hacer sólo con la vanguardia”, escribió Lenin, y “decenas de millones de hombres no hacen una revolución sólo porque el partido lo ordena”. El éxito de una acción militar depende de una larga y paciente preparación y el partido debe ser capaz de reconocer el momento en que la insurrección armada puede ser decisiva.


La revolución húngara

En esta reunión leímos parte de un informe sustancial y detallado elaborado por la Delegación Laborista Británica en Mayo de 1920, formada por miembros de los sindicatos y del Partido Laborista que habían viajado a Viena y Budapest. Después de haber recogido varios testimonios de refugiados húngaros, la Delegación describe cómo estalló el terror blanco: 1) la persecución de todos aquellos que no apoyaban al régimen de Horty; 2) supresión de sindicatos y derecho de huelga; 3) antisemitismo; 4) masacres, ejecuciones, encarcelamientos, incluso sin proceso judicial; 5) tortura y malos tratos a los presos; 6) detención arbitraria por largos períodos.

El informe describe una larga serie de torturas, asesinatos despiadados y atrocidades de la peor calaña perpetradas por los matones de Horty, una práctica bien establecida de toda contrarrevolución.

El informe continuaba testificando cómo la burguesía en el poder, además de impedir las huelgas, prohibió a los mineros cambiar de industria y cómo sus sindicalistas fueron golpeados y obligados a huir bajo pena de ser fusilados. 400 mineros comunistas fueron encerrados en prisión. Sin embargo, el 20 de Febrero de 1920, los mineros se declararon nuevamente en huelga por dos días para obtener mejores salarios y condiciones de trabajo; cien de ellos fueron echados en prisión. El gobierno, que oficialmente emitió disposiciones para la libertad de organización sindical, en realidad la concedió solo a las organizaciones "cristianas", las demás estaban sujetas a todo tipo de restricciones.

El 1 de mayo, la policía impuso arresto domiciliario a los dirigentes sindicales del 29 de abril al 2 de mayo.

En las conclusiones de su informe, la super reformista Delegación británica afirmaba: «Nos han asegurado (…) que el número total de arrestados y detenidos superaba los 25.000. Se reconoce que treinta y nueve comunistas fueron ejecutados bajo la jurisdicción civil en Diciembre pasado; que el 28 de abril, diecinueve hombres fueron sacados por soldados de la prisión de Szolnok y asesinados en Abonyi (...) Sobre la base de las pruebas reunidas, afirmamos que en Hungría hay "Terror", que el gobierno es incapaz de hacerlo cesar y que, de hecho, muchos de sus propios actos son tan rigurosos como para merecer el nombre de "Terror". Y no entendemos por qué el Alto Comisionado británico pudo declarar el 21 de Febrero de este año que “si bien indudablemente se han realizado actos reprobables, no hay nada que se asemeje al “terror”.

La exposición continuó con el relato de las peripecias sufridas por los comisarios del pueblo y sus familias en el exilio en Austria e Italia.

También se mencionó el trabajo diplomático del Estado soviético para reparar a los comunistas desde Hungría hasta Rusia. Se ofreció un acuerdo con el gobierno húngaro para intercambiar a los oficiales húngaros prisioneros de guerra en Rusia con los líderes de la República de los Consejos, ahora en prisión y parcialmente condenados a muerte. Las negociaciones, que se llevaron a cabo en Riga, duraron dos años: en el otoño de 1921 tuvo lugar el primer intercambio en Riga, que continuó hasta finales de 1925.

Se concluyó con la lectura de extractos de artículos aparecidos en "Liberator", revista estadounidense, y del folleto "De revolución en revolución", donde el Kun describe la traición de los socialdemócratas y el "terror rojo", còmo acertadamente define la burguesía la dictadura del proletariado y del terror blanco, las masacres de comunistas y proletarios por parte de la contrarrevolución.


Relaciones entre el Partido Comunista de Italia y la Internacional - Hacia la guerra

En esta reunión se inició un nuevo estudio para ilustrar, en primer lugar, la convergencia entre las posiciones de la izquierda del PS en Italia con las de la izquierda marxista en la Segunda Internacional, que perduraron hasta las tesis del segundo congreso de ésta, en 1920, para luego divergir progresivamente, tanto en cuestiones tácticas como de principios.

Comenzó afrontando la actitud hacia la guerra imperialista.

La propaganda antimilitarista en el seno del Partido Socialista Italiano ya había comenzado a principios del siglo XX: los “intransigentes” de la época expresaron el odio de las masas proletarias contra el ejército real, pero en su propaganda aún se entrelazaban argumentos contradictorios.

En cambio, es la Federación juvenil la que comienza a librar una batalla antimilitarista más centrada con la propaganda a través de su órgano “La Vanguardia” y con varios intentos de agitación.

En los dos primeros congresos de la Federación juvenil, respectivamente en Bolonia, septiembre de 1907 y Reggio Emilia, agosto de 1908, el tema del antimilitarismo tuvo gran prominencia. Se colocaba en total adherencia con las resoluciones del Congreso Internacional de Stuttgart de 1907, que llamaba al proletariado a la lucha contra la guerra ligándola indisolublemente al derrocamiento de la dominación capitalista.

En 1910, en Florencia, los jóvenes socialistas reafirmaron y fortalecieron sus posiciones antimilitaristas.

En el congreso de Bolonia en septiembre de 1912, los jóvenes se pusieron del lado de la tendencia revolucionaria que había salido victoriosa en el congreso del partido “adulto” en Reggio Emilia. En esto, la expulsión de Bonomi, Bissolati, Cabrini y Podrecca había sancionado el triunfo de la corriente de extrema izquierda, que luego se fortaleció en el Congreso de Ancona en 1914.

En esa ocasión el joven revolucionario Benito Mussolini había ganado un considerable número de seguidores en el PSI, tanto que ingresó a la dirección nacional y poco después asumió la dirección del “Avanti!”.

El evento que polarizó las fuerzas en el seno del PSI y galvanizó la lucha antimilitarista y antipatriótica fue la guerra de Libia de 1911-12.

Aunque el partido “adulto” tenía una dirección maximalista, de este no salió ninguna ayuda para los jóvenes socialistas, acérrimos defensores de la posición justa contra la guerra: el PSI no podía luchar contra la guerra de Libia porque habría supuesto la ruptura de todos los acuerdos con los partidos radical-burgueses.

La guerra ítalo-turca fue parte de ese desarrollo del capitalismo mundial que, en el arco de pocos años, habría desembocado en la primera guerra interimperialista. El año tope de 1914 será una dura prueba para el PSI: apremiado por los jóvenes, en el mejor de los casos no llegará desprevenido. Los jóvenes socialistas, con artículos de prensa, conferencias y mítines, mantuvieron alto y vigoroso el sentimiento de aversión a la guerra, de movilización y de agitación por el retiro de los soldados de África.

Incluso Lenin, el 28 de septiembre de 1912, escribió sobre la guerra en Libia y publicó en “Pravda” un artículo titulado “El fin de la guerra de Italia contra Turquía”, donde delineó admirablemente cómo las características de esta guerra eran completamente similares a las realizadas por todas las burguesías nacionales: «¿Qué provocó la guerra? La codicia de los magnates financieros y de los capitalistas italianos (…) ¿Qué fue esta guerra? Una masacre de hombres, una masacre de árabes con armas “muy modernas” (...) Por supuesto, Italia no es ni mejor ni peor que los demás países capitalistas, todos igualmente gobernados por la burguesía, la cual, por una nueva fuente de ganancias, no retrocede ante ninguna carnicería».

Las posiciones de la juventud socialista y de la fracción de izquierda del PSI en contra de la guerra resultaron, a lo largo del tiempo, siempre totalmente en la línea con las de Lenin.

El proletariado italiano se opuso compacto a la empresa de Trípoli y si la huelga general del 27 de septiembre, próxima a la declaración de guerra, no consiguió los efectos esperados, sólo debe atribuirse a quienes la convocaron con el único fin de sabotearla, es decir, conjuntamente, la Dirección del partido, el grupo parlamentario y la CGL.

En abril de 1914 se celebró en Ancona el XIV Congreso del Partido Socialista, cuyos adherentes entretanto se habían duplicado: selló la victoria del ala maximalista y la derrota de los reformistas (turatianos), aún, sin embargo, dominantes en el grupo parlamentario y en la Confederación General del Trabajo.

Y fue de una manifestación antimilitarista de donde saltó la chispa que desencadenó los disturbios de la Semana Roja (7-14 de junio de 1914), acontecimiento que alcanzó el punto álgido de aquella ola de huelgas que sacudió toda Italia entre 1912 y 1914 y cerca (4 de agosto) al estallido de la Primera Guerra Mundial. En esa ocasión se consumó la traición de todos los socialistas de los países que ingresaron a la guerra y la deriva definitiva de la Segunda Internacional.

Además dentro del partido italiano, pocos, incluso entre los maximalistas, consideraban obligatorio el derrotismo revolucionario, como lo teorizó Lenin, para todos los Estados imperialistas burgueses. El Partido Socialista Italiano se pronunció por la neutralidad, pero la Fracción de Izquierda denunció inmediatamente la insuficiencia de esta fórmula y sostuvo la necesidad del derrotismo revolucionario, de la adopción de medios de intervención de clase como la huelga general en una primera fase y posteriormente de una efectiva ofensiva revolucionaria, en la conciencia de una indispensable transformación de la guerra imperialista en guerra civil.

Para la dirección del Partido, sin embargo, todo se reducía a una oportunista invocación a la neutralidad. Incluso el 1º de septiembre, el “Avanti!” había llegado a escribir: “Los socialistas no admiten más que una sola hipótesis de guerra, la necesaria para rechazar una eventual invasión”. Por tanto, el Partido Socialista no descartaba “un tipo de guerra” para la cual el proletariado tendría que donar su sangre a la burguesía nacional.

Lenin en septiembre de 1914 en “La Guerra Europea y el socialismo Internacional” escribió entusiasta sobre la aparentemente justa toma de posición del Partido Socialista Italiano, apreciación que repetirá el 9 de enero de 1915 en “Y ahora”. En realidad Lenin no confiaba mucho en el partido italiano sino que usó este ejemplo solo para azotar a los partidos socialistas que se habían unido abiertamente a la guerra.

Mientras tanto en Italia en los artículos amenazantes de Mussolini ya se podía ver ceder ante el bloqueo de las naciones “democráticas”. Fueron los jóvenes socialistas quienes se dieron cuenta de esto y vislumbraron el trágico giro. Un ejemplo es su artículo “L’Avanti! y la guerra”, publicado en “Il Socialista” el 17 de septiembre de 1914. El 18 de octubre, Mussolini hizo explícita su traición publicando en la tercera página del “¡Avanti!” un largo artículo: “De la neutralidad absoluta a la neutralidad activa y operante” en el que sostenía que la neutralidad habría comportado para el partido la condena al “aislamiento político”. Los jóvenes socialistas respondieron de inmediato, en “Il Socialista” del 22, con el artículo “Por el antimilitarismo activo y operante”.

Incluso el joven Gramsci se adhirió a la tesis intervencionista de Mussolini, que demostró en el artículo “Neutralidad activa y operante” escrito en “Il grido del popolo” del 31 de octubre.

Por su parte, la dirección del partido sólo logró formular la desdichada fórmula lazariana de “ni adherir, ni sabotear”. La posición de la fracción de Izquierda fue, sin embargo, inmediatamente de un tenor completamente diferente: “¡Al ordenar movilizarse, responder con una huelga!”. Porque: “No éramos ni neutralistas ni pacifistas [...] Deploramos el desarme de la lucha de clases, de la guerra de clases, para dar paso a la guerra nacional [...] Éramos los verdaderos intervencionistas de clase, intervencionistas de la revolución” (de la Historia de la Izquierda, Vol I). A través de tales ambigüedades culpables, el PSI de alguna manera había logrado “salvar su alma”.

Un primer intento de reanudar las relaciones internacionales entre los partidos socialistas para una acción en favor de la paz fue la reunión de Lugano del 27 de septiembre de 1914 entre socialistas italianos y suizos que, a pesar del resultado, representó una primera toma de posición de condena de la guerra y de ese movimiento antimilitarista que se hizo cada vez más patente en los posteriores encuentros internacionales de Zimmerwald (septiembre de 1915) y Kienthal (abril de 1916).

La Fracción de Izquierda y los jóvenes socialistas mantuvieron siempre la justa posición. Esto se confirmó cuando, en vísperas de la entrada de Italia en el conflicto, defendieron firmemente el principio derrotista de la huelga general en la reunión del 16 de mayo de 1915 en Bolonia.

Los jóvenes socialistas también se expresaron resueltamente acerca de la necesidad, al final de la guerra, de la escisión de la Internacional Socialista, de que los viejos dirigentes, manifiestamente traidores en agosto de 1914, fueran rechazados «más allá del abismo real que separa a los marxistas revolucionarios de todos los tránsfugas en el campo social patriótico».

Las críticas de los jóvenes a los órganos directivos del partido, que habían asumido una actitud sustancialmente pacifista y gradualista, se hicieron cada vez más ásperas.

La Federación de Jóvenes también hizo un claro pedido de “imponer un enfoque netamente clasista a la Confederación General del Trabajo”. En septiembre de 1917, en el congreso que logró celebrarse en Florencia, se adhirió plenamente a la Fracción revolucionaria intransigente y al orden del día de la Internacional.

El órgano de la Federación juvenil, al que inmediatamente apareció inequívocamente su completa nivelación con el trabajo de los bolcheviques y los dictados fundamentales del marxismo, mostrará una gran atención a las noticias de la revolución rusa y de la victoria de Octubre y demostrará su posición cada vez más claramente en la futura batalla entre el ala izquierda del Partido Socialista y las fuerzas reaccionarias anidadas en sus filas, de las que era urgente deshacerse.


Historia de Kazajstán

El Estado moderno de Kazajstán se ha desarrollado en un área caracterizada durante varios siglos por una gran movilidad de la población. Esta es una de las razones por las que la transición a la modernidad capitalista estuvo marcada por fases de crisis que en ocasiones han tomado una tendencia catastrófica. El desarrollo demográfico ha sufrido dramáticas rupturas que han distorsionado la estructura social, en varias ocasiones con notorias alteraciones en la composición étnica del país. Entre estos éxodos masivos de personas kazajos a los países vecinos (por ejemplo, todavía hoy un millón y medio de kazajos viven en China), y deportaciones a Kazajstán de grupos étnicos enteros (como los alemanes y los tártaros del Volga y los ucranianos).

Se suman las hambrunas que han provocado la muerte por inanición de una parte importante de la población: al menos tres veces en apenas veinte años entre la segunda mitad del segundo decenio y la mitad del cuarto decenio del siglo XX. Tales cataclismos prepararon el terreno para la inmersión del país en las turbulentas aguas del capitalismo.

Hubo dos etapas fundamentales que marcaron estos grandes cambios de época: primero, la entrada del amplio territorio que hoy llamamos Kazajstán en la esfera de la influencia de la Rusia zarista;. segundo, que se produjo tras una breve y agitada fase revolucionaria, la contrarrevolución estalinista que para toda el área geohistórica de Asia Central, corresponde a la afirmación del capitalismo, aunque se presentará bajo el manto "socialista" de la Unión Soviética.

La ausencia de una burguesía autóctona, capaz de afirmarse a través de una revolución nacional, ha significado que el establecimiento de un Estado moderno ha sido producto de dos formas de dominación externa: la colonial de la Rusia semifeudal zarista y la del imperialismo burgués “soviético”.

La ocupación rusa del Kazajstán, se remonta a los primeros años del seiscientos, no finalizó hasta la segunda mitad del siglo XIX cuando en 1864, las tropas zaristas llegaron a Sir Daria, el gran rio afluente del mar Aral.

Kirguisos y kazajos, con una notable afinidad étnica y lingüística, aún no liberados del nomadismo, habían permanecido ambos en gran parte ajenos a las grandes civilizaciones vecinas, en la inmensidad de la estepa centroasiática. La palabra Kazak deriva del término turco-tártaro "qazak" que significa "hombre libre", y por lo tanto también "nómada". También proviene de esta raíz la palabra rusa "cosacos". La adhesión de los kazajos al Islam, hecho que se remonta al siglo X, a causa de su vida nómada no había cambiado demasiado sus antiguas costumbres, la ley coránica era poco conocida y en la estepa no existían mezquitas ni escuelas religiosas. Solo los estratos dominantes de la sociedad tenían alguna familiaridad con el Islam.

Un primer intento de "civilización" de las regiones del norte del actual Kazajstán que cayeron en la esfera de influencia rusa se produjo en tiempos de Catalina II, quien, una vez derrotada la insurrección de Pugachev en 1775, emprendió una labor de pacificación con las poblaciones de lengua turca, que también se habían unido al usurpador cosaco. Convencida de la obra civilizadora del Islam para los pueblos nómadas la emperatriz, ilustrada y amiga de Voltaire, hizo construir mezquitas y escuelas coránicas, invitando a trabajar por la primavera a maestros elegidos entre los eruditos tártaros del Volga, que desde entonces se convirtieron en mediadores políticos y culturales entre los rusos por una parte, los kazajos y kirguises de la otra. Después el tártaro se convirtió en la lengua de las élites de las poblaciones turcas del imperio zarista y Kazán el centro del resplandor de la cultura tártara.

La política rusa de integración de las poblaciones turcas de Asia Central sufrió un cambio después de las manifestaciones de descontento, no privadas de sentimientos antirrusos, que a finales de la década de 1850 siguieron a la guerra de Crimea. El gobierno inició entonces una política de difusión de la cultura rusa y nacieron escuelas ruso-kazajas en el corazón de las estepas. En la pequeña élite kazaja, algunos vieron la cultura rusa como una oportunidad para la modernización.

Hacia finales del siglo XIX las diversas tribus de los kazajos juntas sumaban alrededor de 2,5 millones de personas, mientras que sus parientes kirguises eran alrededor de 300.000 en total.

En consideración de la bajísima población en tan vasta extensión (la densidad apenas llegaba a un habitante por kilómetro cuadrado), de la extrema atrasada economía y la gran fertilidad del suelo, Kazajistán se convirtió en destino de un notable movimiento migratorio de colonos rusos que se asentaron permanentemente. Una gran ola migratoria ocurrió en 1892-1893, provocando amargas fricciones con los nativos. Frecuentes eran los enfrentamientos entre las dos comunidades con asesinatos y secuestros mutuos.

En los primeros años del mil novecientos la reforma agraria ligada al nombre del ministro zarista Piotr Arkadevich Stolypin, con la liquidación de las comunas agrícolas y la expulsión de la fuerza de trabajo provocó la migración a Siberia y Kazajistán de varios millones de campesinos rusos. En tierra kazaja, los nuevos colonos robaron tierras de pastos de los nómadas, alimentando aún más su descontento.

Las tensiones entre kazajos y rusos se agudizaron con la Primera Guerra Mundial. En junio de 1916, a partir del deterioro de la situación militar en el frente y en un momento de hambruna severa, un decreto imperial ordenó al ejército zarista el reclutamiento de la población masculina del Asia Central, Siberia y algunas regiones del Cáucaso. A los kazajos no les gustaba ir a morir por el zar. Las patrullas rusas procedieron al reclutamiento de los nativos con el apoyo de los colonos armados, quienes a menudo se apoderaron del ganado de los nómadas que huían. La colisión se hizo inevitable: kazajos y kirguises mataron a más de 3.000 campesinos rusos, mientras unos 200.000 nativos fueron eliminados en masacres espantosas y un número similar se refugió en Asia Central china. El zar encomendó al general Kuropatkin la tarea de pacificar toda la región de Asia Central.

La Revolución de febrero de 1917 no suscitó especial entusiasmo entre los kazajos. La estructura todavía tribal de su organización social no ofrecía motivaciones suficientes para insertarse en el proceso revolucionario. La reducida élite kazaja ni siquiera estaba en condiciones de aspirar a una verdadera autonomía dentro del Estado ruso. Nació así un partido moderado, la Orda de Allash. Los kazajos exigieron la devolución de las tierras ocupadas por los rusos al gobierno de Kerensky, el cual no tenía ni la intención ni el poder de imponerlo. La reivindicación de la autonomía se hizo entonces más fuerte junto al deseo de expulsar a los rusos de las estepas kazajas.

La extendida presencia de tropas cosacas vinculadas tradicionalmente a la autocracia impidió durante algún tiempo que los efectos de la revolución de Octubre se extendieran por los territorios de Turkestán. Un congreso de varios grupos kazajos liderados por la Orda de Allash se celebró en Oremburgo del 5 al 12 de septiembre de 1917 y fue sustancialmente hostil a los bolcheviques. Proclamó la autonomía, que en este punto encontró también el favor de los grupos prorusos los cuales vieron en ella el único recurso extremo para oponerse a los comunistas.

En enero de 1918 las fuerzas bolcheviques iniciaron la ocupación de la estepa encontrando la resistencia de los cosacos y de los grupos kazajos. La guerra civil se difundió con mayor severidad cuando en el verano siguiente los blancos asumieron la dirección de las fuerzas contrarrevolucionarias. Pero pronto surgieron fracturas al interno de un frente heterogéneo que sólo se mantenía unido por el anticomunismo. La Orda de Allash vio fracasar la alianza con los bashkiri, que proponía el nacimiento de una unión turco-cosaca. El intento de colaborar con el gobierno blanco de Siberia también fracasó a causa de la falta de disponibilidad de las fuerzas contrarrevolucionarias rusas para favorecer las aspiraciones nacionales de las poblaciones de lengua turca.

Esta resistencia de los rusos blancos a unir las fuerzas de la reacción fue uno de los elementos que empujó a las poblaciones locales a aceptar la revolución y a preparar la derrota de las fuerzas contrarrevolucionarias que fue total cuando el 26 de agosto de 1920 el gobierno kazajo de la Orda de Allash se disolvió y se proclamó la República Socialista Autónoma de Kirguistán (kirguiso significa kazajo) en el ámbito de la República Socialista Federativa Soviética Rusa. Centro administrativo de la nueva república fue la ciudad de Oremburgo, habitada predominantemente por rusos y que más tarde se encontró fuera del territorio de Kazajstán.

La fase de la guerra civil no quedó sin consecuencias incluso para la población del Kazajstán. Una nueva hambruna que afectó a amplias regiones del territorio, sometidas al control del Estado obrero también golpeó con notable severidad al país de los kazajos, donde según algunas estimaciones entre 1919 y 1922 murieron aproximadamente 400.000, el 18% de la población.

 

 

 

 


Un 8 de marzo en tiempo de guerra
Las mujeres y la revolución comunista internacional

Este es el texto que habíamos preparado para ser publicado con motivo del Día Internacional de la Mujer. Hoy, cuando la guerra burguesa hace estragos en Europa, recordamos el ejército de mujeres ucranianas que durante décadas han tenido que dejar a sus familias para venir a trabajar como cuidadoras en los países más ricos de Occidente. Se han visto obligados a hacerlo por un régimen capitalista de opresión y miseria que no es mejor para los proletarios que el de los países vecinos. Ninguna carroña burguesa ha denunciado jamás el sacrificio de estas mujeres y sus hijos. Es esa misma propaganda burguesa que hoy pretende llorar las vicisitudes de los que huyen de la guerra, pero sólo con fines de propaganda militarista y para enfrentar entre sí a los trabajadores de diferentes países.


* * *

No fue el movimiento feminista burgués sino la Internacional Socialista, luego comunista, la que proclamó el Día Internacional de la Mujer.

¿Qué queda de él hoy?

 
La opresión de la mujer se origina en la sociedad dividida en clases

Los objetivos del movimiento feminista burgués, compatibles con las relaciones de producción capitalistas, difieren radicalmente de los propagados por las mujeres socialistas a finales del siglo XIX y principios del XX. Afirmaron que sin lucha de clases, sin revolución proletaria, la lucha por la emancipación del proletariado, de todos los oprimidos, y por tanto también de las mujeres, es enteramente ilusoria.

La opresión de la mujer, que apareció con la división en clases de la sociedad, basada en la familia y el patriarcado, sólo puede terminar, poniéndole fin al sistema social basado en la propiedad privada, el trabajo asalariado y la explotación del hombre por el hombre y de la mujer por el hombre. Sólo la revolución comunista podrá derribar el monstruoso edificio del modo de producción capitalista y sus infinitas formas de división y opresión: sobre los trabajadores, sobre las mujeres, así como sobre cualquier grupo de hombres identificados por sus rasgos religiosos, étnicos, sexuales, entre otros.

Los gigantescos maestros del marxismo nos señalan la dirección a los comunistas.

La sociedad de clases no es natural y eterna. Hubo un antes, habrá un después.

En el comunismo primitivo la reproducción era esencial para la supervivencia de las agrupaciones humanas. De ahí la matrilinealidad de la descendencia y el culto a las diosas-madres. Pero sin la opresión de la mujer sobre el hombre, sin un “matriarcado” y sin la acumulación privada de bienes.

Hacia fines del Neolítico el desarrollo de las fuerzas productivas, la agricultura y la ganadería, permitió gradualmente la transición a un modo de producción basado en la división en clases y la propiedad privada de los bienes. Se estructuró en torno a la familia y la descendencia patrilineal. La condición de la mujer se invirtió. Anteriormente la procreadora, la mujer fue reducida a guardiana del templo de la propiedad patriarcal.

El capitalismo, con su desarrollo disruptivo de las fuerzas productivas, que también sienta las bases materiales de una futura sociedad sin clases, ahora se arrastra como un cadáver putrefacto, sembrando muerte y desesperación a la espera de su sepulturero, el proletariado revolucionario. El comunismo del futuro se levantará sobre las ruinas del modo de producción capitalista y su sistema de explotación, llevando a la humanidad a reencontrarse consigo misma.

Clara Zetkin, socialista y luego comunista (en 1918 colaboró en la fundación del Partido Comunista Alemán), rindió homenaje al libro “La mujer y el socialismo” publicado en 1879 por el socialdemócrata August Bebel: «Fue más que un libro, fue un acontecimiento, un gran gesto. El libro por primera vez colocó la cuestión femenina dentro del desarrollo histórico. Por primera vez en el libro resonó el llamamiento: Solo conquistaremos el futuro combatiendo junto a nuestras mujeres».

Al final del libro Bebel resume la posición que luego tomaría el movimiento proletario de mujeres: «También la mujer, y en especial la mujer proletaria, ha sido llamada a no quedarse atrás en esta lucha que se libra por ella y su redención también. Depende de ella demostrar que ha reconocido su verdadera posición en el movimiento y en la lucha del presente por un futuro mejor y que está decidida a participar. Es deber de los hombres ayudarla a desechar todos los prejuicios y a tomar parte en la gran lucha. Que nadie subestime su fuerza y piense que su ayuda no tiene importancia». ¡Para 1913, el libro había sido reimpreso 50 veces!

De manera similar el libro de Engels de 1884 “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” brinda una explicación esclarecedora de las causas de la opresión de las mujeres y que el empleo del trabajo de las mujeres a gran escala, hecho posible por el desarrollo económico capitalista – que las guerras volvieron a renovar con los hombres en el frente – era un paso esencial en el camino de su emancipación.

Engels en el “Anti-Dühring”, felicitando a Charles Fourier por ser el primero en darse cuenta de esto, argumenta que «El grado de emancipación de la mujer es la medida natural de la emancipación general» y por tanto también del varón. Marx en la “Sagrada Familia” cita a Fourier: «La degradación del género femenino es una característica innegable tanto de la sociedad civil como de la sociedad bárbara, con la única diferencia de que la sociedad civil eleva cada uno de los pecados que la sociedad barbara practica de forma simple a un modo de existencia compuesto, en doble sentido, ambiguo e hipócrita... Nadie es más profundamente castigado que el hombre, por el hecho de que la mujer sea mantenida en la esclavitud».


Gloriosos orígenes socialistas y comunistas del 8 de marzo

A medida que el capital se desarrollaba y necesitaba más y más mano de obra femenina, se afianzaron las demandas de un reconocimiento social más equitativo entre hombres y mujeres. Sin embargo el llamado movimiento “feminista” pronto tomó dos caminos: el burgués, que no cuestionaba la relación de explotación del trabajo asalariado, y el socialdemócrata, que a fines del siglo XIX todavía se declaraba marxista.

Dentro de la Segunda Internacional, dominada por la socialdemocracia alemana, en una Alemania en rápido desarrollo económico, fue Clara Zetkin la que abordó el problema de la opresión de las mujeres, denunciando al movimiento feminista como “burgués”, ya que no cuestionaba el capitalismo y especialmente no llevó a las mujeres a la lucha de clases. En el congreso de fundación de la Segunda Internacional en 1889, Zetkin recordó que «la cuestión de la emancipación de la mujer es, en última instancia, la cuestión del trabajo femenino», y pidió una legislación que respetara el principio de «igual salario por igual trabajo». Incluso hoy este llamamiento sigue siendo una piadosa esperanza, ¡incluso en los países más desarrollados!

Entonces, se trataba de que los socialistas de principios del siglo XX involucraran a las mujeres trabajadoras en el movimiento político de la lucha de clases. En 1896, en el Congreso de Gotha del Partido Socialdemócrata Alemán, Zetkin defendió ardientemente, contra la opinión de otros militantes y revisionistas bernsteinianos, la clara separación del movimiento de mujeres proletarias del movimiento burgués por los derechos de las mujeres: estos dos movimientos no tienen más en común entre sí que lo que la socialdemocracia tiene con la sociedad burguesa, argumentó Zetkin. La mujer proletaria es combatiente en la lucha de clases y su emancipación no puede ser obra de mujeres de todas las clases; sólo todo el proletariado, sin distinción de género, podría lograr la emancipación de la mujer proletaria.

Y, añadimos, ¡a través de la revolución comunista, a la emancipación de todas las mujeres!

Incansable propagandista del movimiento de mujeres socialistas desde 1890, Zetkin fue así la creadora de un movimiento de mujeres proletarias en oposición al movimiento de mujeres burgueses. Debido a la prohibición de la participación femenina en la política impuesta por la ley prusiana desde 1850 hasta 1908, a las mujeres alemanas no se les permitió unirse al Partido Socialdemócrata. Por tanto, Zetkin organizó una estructura paralela y autónoma dentro del SPD y desde 1900 se celebró una conferencia de mujeres antes de cada congreso del partido. Cuando se les permitió participar en la actividad política, el Partido Socialdemócrata propuso abolir la sección de mujeres, pero Zetkin se opuso con razón: el momento no estaba maduro.

El primer congreso internacional de mujeres socialistas tuvo lugar en Stuttgart, reuniendo a los movimientos de mujeres de los distintos partidos de la Segunda Internacional, formando la Internacional Socialista de Mujeres, SID. La conferencia rechazó cualquier alianza con otras clases. Exigió el sufragio universal para las mujeres trabajadoras. De hecho, el movimiento burgués de las “sufragistas” exigía el derecho al voto en las mismas condiciones que los hombres: es decir, sobre la base del censo, que en muchos países excluía a las trabajadoras. Pero, a diferencia de las feministas burguesas, esta reivindicación democrática no era un fin en sí misma; para los socialistas tenía una clara connotación de clase.

El primer Día Nacional de la Mujer se celebró el 28 de febrero de 1909, convocado por el Partido Socialista de Norteamérica y se prolongó hasta 1913. El movimiento “feminista” allí había tenido un gran desarrollo desde mediados del siglo XIX y apuntaba, entre otras cosas, al sufragio electoral femenino, que logró en 1920.

La segunda conferencia internacional, que reunió a mujeres de 17 países, incluida la bolchevique Alexandra Kollontai, tuvo lugar en agosto de 1910 en Copenhague. Estableció el Día Internacional de la Mujer. La fecha del 19 de marzo se propuso como homenaje al éxito de la insurrección de 1848 en Prusia, Berlín, y se consideró inseparable de la lucha de todos los trabajadores sin importar su género. El aniversario fue un éxito por primera vez el 19 de marzo de 1911: más de un millón de mujeres, no sólo las organizadas por los partidos socialdemócratas, se manifestaron por el sufragio femenino en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza y se organizaron innumerables mítines con motivo de la ocasión.

En 1913, el último domingo de febrero, las mujeres rusas celebraron el primer Día Internacional de los Derechos de la Mujer, como parte de un movimiento amplio contra la guerra.

El trabajo de propaganda fue extremadamente efectivo. En el SPD el número de mujeres militantes aumentó de 4.000 en 1905 a 174.754 (sobre 1.085.905 miembros) en 1914, la mayoría de ellas simpatizantes del ala izquierda del partido. El periódico fundado por Zetkin, “Die Gleichheit” (“Igualdad”) con el subtítulo “Diario por los intereses de las mujeres trabajadoras”, publicado entre 1892 y 1923 (Zetkin fue retirada de la redacción en 1917), se convirtió en la principal publicación de la organización de mujeres del Partido Socialdemócrata Alemán. Creció de 4.000 copias en 1902 a 124.000 en 1914.

En los sindicatos alemanes, de un total de 2,5 millones de afiliados en 1914, había 216.000 mujeres.

Durante la guerra, en Suiza, en 1915, se realizó una conferencia del Congreso Internacional de Mujeres Socialistas a la que asistieron la alemana Clara Zetkin y las rusas Alexandra Kollontai e Ines Armand.

Fueron las manifestaciones de mujeres trabajadoras en Petrogrado el 8 de marzo de 1917 (23 de febrero en el calendario ruso de la época), que exigían pan y el fin de la guerra, las que iniciaron la insurrección revolucionaria en Rusia. Desde entonces se debía trasladar a esta fecha la movilización de mujeres por parte de los partidos comunistas. La antorcha revolucionaria rusa iluminaría al resto del mundo proletario durante unos años, dejando entrever la luz de la futura sociedad comunista.

Hay que recordar que a pesar de estos esfuerzos, dentro de la propia organización política socialista, la situación de las mujeres no siempre fue fácil. Si bien el SPD se volvió cada vez más reformista, con el apoyo de los sindicatos dirigidos por Legien, el trabajo de las mujeres militantes dentro del partido se vio cada vez más obstaculizado, especialmente en los años previos a la Primera Guerra Mundial. Zetkin encontró oposición en su partido por parte de mujeres y hombres quienes la culparon, incluido Bebel, por su intransigencia hacia el movimiento feminista burgués. Ya en 1908, Karl Legien amenazó con fundar un periódico sindical de mujeres para competir con “Die Gleichheit” debido a su apoyo a la huelga de masas, a la que se opusieron sindicalistas y reformistas socialdemócratas. En 1910, la sede del partido se negó a convocar la conferencia de mujeres socialistas antes del congreso, citando dificultades financieras como pretexto. La sección de mujeres del SPD se disolvió en 1912 y Zetkin fue marginada cada vez más, junto con toda el ala izquierda en torno a Rosa Luxemburgo.


Derecho al voto de las mujeres

Una de las demandas clave, además de los derechos en materia de trabajo asalariado, era el derecho al voto. El Partido Socialdemócrata Alemán ya en 1891 incluyó en su programa el derecho al voto de todos los ciudadanos, hombres y mujeres, siendo el único en hacerlo. A partir de 1891, se publicó el primer periódico socialista de mujeres, “Die Arbeiterin” (“La [mujer] trabajadora”). El sufragio universal para los hombres existía desde la fundación del Reich en 1871, pero en Prusia el sistema de censo se mantuvo en tres niveles, con votos que tenían diferentes pesos según los ingresos fiscales, lo que obviamente excluía a los trabajadores.

En Abril de 1917, el emperador anunció, como recompensa por el esfuerzo bélico, la abolición del sufragio de clase en Prusia, pero no lo concedió a las mujeres, a pesar de que habían estado muy involucradas en los sacrificios de guerra en el cuerpo nacional. El 2 de octubre de 1918, con Alemania sumida en la fiebre revolucionaria, el parlamento aprobó la igualdad de derechos de voto, ¡pero solo para los hombres!

A principios de noviembre de 1918 se organizaron en Berlín, Hamburgo y Munich grandes mítines de mujeres burguesas y socialdemócratas. La insurrección del 9 de noviembre llevó al poder al gobierno de los “comisarios del pueblo”, una alianza de socialdemócratas de derecha y de “izquierda”, que cosechaban los beneficios de un movimiento de masas que pronto reprimirían. Prometieron libertades democráticas, jornada de 8 horas, convenios colectivos, prestaciones por desempleo, etc., que la patronal tendría que ratificar el 15 y 16 de noviembre.

El 12 de noviembre, el gobierno de los “comisarios del pueblo” proclamó el sufragio universal para hombres y mujeres. En realidad este gobierno ya estaba planeando recuperar el poder de los consejos de obreros y soldados mediante elecciones a una asamblea nacional cuya fecha se decidió en diciembre para el 19 de enero de 1919. La asamblea se realizó, pero sobre los cadáveres de los insurrectos de Berlín! Este es un ejemplo dramáticamente significativo del uso de las elecciones por parte de las clases dominantes.

Alemania fue entonces uno de los primeros países europeos, después de Finlandia en 1906, Noruega en 1913 y Rusia con la revolución de febrero de 1917, en introducir el sufragio femenino. Esto fue saludado en un artículo del órgano espartaquista, “Die Rote Fahne” No. 7, del 22 de noviembre de 1918, artículo encargado por Rosa Luxemburg, escrito por Clara Zetkin, titulado “La mujer y la Asamblea Nacional” con un párrafo titulado “Gracias a las mujeres”. Se recordó a las mujeres trabajadoras la importancia de su participación en la política, denunciando la tontería que las había considerado “inmaduras” para poder votar. Pero era claro que este adelanto de la mujer sólo podía ser importante en el marco del movimiento proletario y no fuera de él, como sucedió en años posteriores en todos los países que lo otorgaron. A partir de entonces fue sólo un medio entre otros para atraer a las mujeres a la ilusión democrática a favor de las clases dominantes.

A pesar del malestar provocado por los acontecimientos de Berlín, con la llegada al poder de los socialdemócratas traidores, el 9 de noviembre se produjo el fracaso de los consejos de obreros y soldados, que al día siguiente entregaron al gobierno todos sus poderes gloriosamente adquiridos en las luchas de las semanas anteriores por toda Alemania. Los espartaquistas con su periódico y en mítines denunciaron las fechorías de los socialdemócratas, a pesar de los ataques cada vez más viles de la prensa burguesa y socialdemócrata contra los “bandidos espartaquistas”.

Luxemburg y Zetkin prestaron gran atención a la cuestión de las mujeres en la revolución. Rosa siempre destacó, incluso en el período revolucionario de noviembre-diciembre de 1918 en Alemania, la importancia de la agitación de las mujeres, su papel crucial en la revolución. El 24 de noviembre, le propuso a Clara la redacción de un suplemento diario de Die Rote Fahne centrado en temas de mujeres, o incluso un periódico separado. Pero los hechos de enero de 1919 y la terrible represión contra los comunistas frustraron sus esfuerzos conjuntos.

En Abril de 1920 se crea la Internacional Comunista de Mujeres (ICF), asociada a la Internacional Comunista. Su secretaría, presidida por Zetkin, incluía a ocho mujeres, seis de las cuales eran rusas, una holandesa y una suiza. En agosto de 1920, se llevó a cabo en Moscú una conferencia con 82 delegados de 28 países, paralelamente al segundo congreso de IC. En el 3er congreso de la IC en 1921, se aprobó el informe Kollontai sobre propaganda entre mujeres. La ICF también publicó una revista llamada Women’s CI, bimensual, que apareció entre 1921 y 1925.

Otros partidos comunistas también publicaron revistas femeninas como “Compagna” del PCd’I, “La Messagère” de Holanda, tres revistas en Checoslovaquia y tres en Rusia. Pero si el trabajo de propaganda organizado por Kollontai tuvo un enorme éxito en Rusia, la ICF tuvo más dificultades en otros países.

Zetkin dio importancia al Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo y se involucró en la organización de mujeres en el movimiento comunista.

Pero ya en 1925 el degenerado comité ejecutivo de la IC decidió reorganizar el movimiento de mujeres comunistas: el Secretariado Internacional de la Mujer se convirtió en una sección de mujeres del Comité Ejecutivo, la publicación de la ICF fue suspendida “por razones financieras”. La autonomía del movimiento de mujeres comunistas terminó así con el fin de una organización específica de mujeres en la Internacional Comunista, que se había vuelto contrarrevolucionaria. ¡La ICF se disolvió oficialmente en 1930!


La “nueva mujer” de Alexandra Kollontai

De hecho, la comunista Alexandra Kollontai, que representó a los trabajadores textiles de San Petersburgo en el congreso de la ICF de 1910, se unió a las luchas de Zetkin. Ya en 1900, en el Partido Socialdemócrata Ruso, había pedido una comisión especial para mujeres en el partido. Tuvo que huir de Rusia en 1908 solo para regresar en 1917. Se unió a los bolcheviques en 1915, se desempeñó como comisaria del pueblo para asuntos sociales y asuntos de la mujer en el gobierno comunista de 1917 y luego como embajadora en Noruega en 1923. Fue la primera mujer ministro y embajador en la historia!

Fue una increíble propagandista de la emancipación de la mujer, trabajando sobre el divorcio, las uniones libres, la legitimidad de los hijos extramatrimoniales, el derecho al aborto y a la anticoncepción, la igualdad salarial, etc., con todo el apoyo de Lenin.

Su concepción del “amor libre”, en la que la sexualidad se disocia del amor, nociones de las que Lenin y Zetkin eran muy escépticos, le valieron algunos desafíos. Fue jefa del departamento encargado del trabajo de la mujer, en el comité central, el Zhenotdel, creado en 1919 (y disuelto en 1930), con Ines Armand (fallecida en octubre de 1920 de cólera).

En su libro de 1913 “La mujer nueva”, escribió:

«¿Quiénes son, entonces, estas nuevas mujeres? No son las muchachas puras y “bonitas” cuyo romance culmina en un matrimonio de gran éxito, no son las esposas que sufren las infidelidades de sus maridos, o que ellas mismas han cometido adulterio. Tampoco son solteronas que lamentan el amor desdichado de su juventud, como tampoco son “sacerdotisas del amor”, víctimas de miserias de vida o de sus propias naturalezas depravadas. No, es un “quinto” tipo de heroína completamente nuevo, hasta ahora desconocido, heroínas con demandas independientes de la vida, heroínas que afirman su personalidad, heroínas que protestan contra la servidumbre universal de la mujer en el Estado, la familia, la sociedad, que luchan por sus derechos como representantes de su sexo. Las solteras son las que cada vez más determinan este tipo».

Pero para Kollontai, la lucha de las mujeres estaba indisolublemente unida a la lucha de clases. Su militancia entre las mujeres trabajadoras se llevó a cabo a través de asambleas, secciones de mujeres en los barrios, comercios y talleres, con sucursales repartidas por todo el territorio soviético.

En el 3er Congreso de la IC en junio de 1921 las tesis de propaganda entre mujeres, presentadas por Kollontai, apoyada por Zetkin, decían:

«Para cumplir la misión principal en las secciones, a saber, la educación comunista de las grandes masas femeninas del proletariado y el fortalecimiento de los cuadros de los campeones del comunismo, es indispensable que todos los partidos comunistas del Este y del Oeste se asimilen al principio básico del trabajo entre mujeres, que es éste: “Agitación y propaganda por la acción.

«La agitación por la acción significa ante todo acción para despertar la iniciativa de la mujer trabajadora, para destruir su falta de confianza en sus propias fuerzas, formándola en el trabajo práctico en el campo de la organización y de la lucha, para enseñarle a comprender desde la realidad que todo logro del Partido Comunista, toda acción contra la explotación capitalista, es un avance que alivia la situación de la mujer (...) La propaganda de la idea comunista con hechos consiste, en la Rusia soviética, en traer al obrero, al campesino, al ama de casa en todas las organizaciones soviéticas, comenzando con el ejército y la milicia y terminando con todos los trabajos destinados a la emancipación de la mujer».

Vale la pena señalar que en las diversas insurrecciones alemanas de la década de 1920, en la formación de las tropas armadas revolucionarias, los historiadores nunca mencionan la existencia de batallones de mujeres, mientras que en la revolución rusa, después de la revolución de febrero de 1917, se crearon quince formaciones de combate de mujeres, dos de los cuales fueron empleados en el frente, y muchos otros en ciudades de toda Rusia. ¡Estos batallones de mujeres se disolvieron gradualmente debido a la hostilidad de los soldados y oficiales bolcheviques ya en 1918!

En 1926, el comité ejecutivo del partido ruso se opuso al establecimiento de organizaciones separadas de mujeres proletarias. Y con la degeneración de la IC, la contrarrevolución estalinista impuso la vuelta al modelo familiar tradicional.


El triste final del Día Internacional de la Mujer en la ilusión democrática

Después de 1945, el origen comunista del 8 de marzo quedó en el olvido, ahogado en la “solidaridad nacional” sostenida por los ahora partidos estalinistas y contrarrevolucionarios.

Durante muchos años el 8 de marzo se celebró únicamente en los países y partidos denominados “comunistas”. ¡Es desde los años 60 y el movimiento de 1968, con su ola “feminista”, que las manifestaciones del 8 de marzo se han multiplicado y así han sido adoptadas por partidos democráticos de todos los horizontes! En 1975 Naciones Unidas declaró el Año Internacional de la Mujer y en 1977 hizo suyo el 8 de marzo como “Día Internacional de la Mujer”, convirtiéndose en 2016 en “Día Internacional de la Mujer”. En definitiva, este día se ha convertido en una oportunidad para que muchos movimientos burgueses y pequeñoburgueses denuncien las injurias que sufren las mujeres, sea cual sea su clase, a menudo explotando su condición de víctimas para negar su capacidad de lucha.

El día 8 de marzo es ahora una fiesta “popular”, protagonizada por un revoltijo de movimientos, desde agrupaciones de izquierda hasta partidos de derecha, anulando cualquier mensaje revolucionario. Un ritual democrático que apaga la más mínima chispa de lucha de clases. Perpetúa la ilusión de una lucha de mujeres, con su pliego de reivindicaciones, sojuzgadas dentro de la democracia. Mientras tanto, se perpetúan las agresiones contra las mujeres, dentro y fuera de las familias, despidos injustificados, triste testimonio del sistema patriarcal, que la actual crisis económica está acentuando.

Esta es la lección de las grandes activistas del movimiento comunista de mujeres: sin lucha de clases y sin la dirección del partido comunista y de las organizaciones sindicales de clase no hay verdadera lucha de mujeres. ¡Sin revolución comunista no hay salida para acabar con la opresión de las mujeres!

El camino de la lucha de las mujeres contra su opresión sólo puede ser contra todas las opresiones. Como dijo Zetkin, «La mujer proletaria no obtiene su emancipación como la mujer burguesa, luchando contra el hombre de su propia clase social; por el contrario, la conquista junto al hombre de su clase social luchando contra la sociedad burguesa e incluso contra el grueso de las damas de la burguesía».

Las mujeres, para liberarse definitivamente de la opresión que sufren, no tienen más remedio que unirse a sus compañeros de trabajo en la lucha por destruir la sociedad actual y construir una sociedad nueva, ¡una sociedad sin clases y sin opresión!

Tendrá que haber una revolución en la que los proletarios de ambos sexos luchen juntos y sin un rol de género diferenciado.