|
||||||
|
||||||
|
La decisión del Tribunal Supremo de EEUU, es un acto de guerra de la dictadura de la burguesía contra el conjunto de la clase obrera, disfrazado bajo el engañoso concepto de democracia. Es una reacción a la naturaleza tumultuosa y siempre cambiante de la sociedad capitalista, plagada del miedo constante a que la producción se detenga. Bajo la fachada de los “valores familiares tradicionales”, su verdadera motivación es la caída de la tasa de ganancia y el aumento del coste de los salarios causado por la escasez de mano de obra y el aumento de los precios de los productos básicos.
La capacidad del proletariado para abortar se ve amenazada cuando el capitalismo entra en su fase moribunda y de crisis. Nos encontramos en medio de una prolongada crisis de sobreproducción que viene desde el 2008. Todo el sistema del capitalismo mundial está apuntalado artificialmente por los bancos centrales. El capitalismo mundial se precipita hacia el colapso y a una tercera guerra mundial. ¿Y qué necesitará entonces la burguesía sino más carne para sacrificar ante el altar de la ganancia?
Para la clase capitalista, los trabajadores no son más que una fuerza de trabajo, para ser explotados para obtener el mayor beneficio posible. Toda la cuestión del control de la natalidad se reduce a los cálculos inhumanos y despóticos de la oferta y la demanda.
Y esto es lo que llaman “libertad”. Es su libertad de clase, la dictadura democrática de la burguesía. Es su libertad para explotar y destruir, para quebrar al proletariado mediante el trabajo excesivo y luego enviarlo al matadero.
Los comunistas siempre han apoyado el aborto. La Comuna de París de 1871, la primera victoria del proletariado mundial, garantizó el acceso al aborto junto con otros derechos sexuales y reproductivos. La revolución bolchevique de 1917 dio a Rusia el sistema de acceso al aborto más libre de la historia, que la Internacional Comunista prometió dar a todo el mundo. El aborto estuvo disponible libremente para todas las ciudadanas soviéticas desde 1920 hasta 1936. En ese año, la marea de la contrarrevolución estalinista, que mató la revolución mundial y devolvió el capitalismo a suelo ruso, reinstauró la prohibición del aborto junto con otras restricciones a la libertad sexual, que databan del periodo zarista. La razón fue un programa brutal de acumulación ilimitada de capital (sin embargo, los actuales estalinistas de hoy, que siguen pretendiendo ser comunistas, lloran lágrimas de cocodrilo por las restricciones al aborto).
Compara la situación del aborto en la Comuna de París y la Rusia bolchevique con la dictadura burguesa que ahora prevalece en todos los rincones del mundo: el acceso al aborto es tenue; a menudo está restringido a los ricos si no está prohibido; donde el aborto está disponible, hay ignorancia y estigma en torno a él. Esta es la naturaleza del aborto bajo el régimen burgués, que trata la libertad reproductiva sólo como un medio para el fin último de obtener mayores beneficios.
Para la oposición burguesa al aborto, el objetivo es claro. El embarazo forzado empobrecerá aún más al proletariado, promoverá la desigualdad de género y garantizará una mayor cantidad de trabajadores jóvenes para ser explotados en el futuro. Y los ¡conservadores llaman a esto “derecho a la vida”!
Para la fracción de la burguesía que “apoya” el aborto, esta “libertad” es sólo un medio para explotar una mayor parte del proletariado, para hundir más a las mujeres trabajadoras en el infierno del trabajo.
Para los liberales y la izquierda pequeñoburguesa, el espectro de las restricciones al aborto, es también una herramienta eficaz para engañar al proletariado para que participe en sus ilusiones democráticas. La decisión del Tribunal Supremo muestra lo poco que sus promesas han significado en la práctica. Vemos que todo el esquema burgués del aborto sirve para mantener al proletariado encadenado, haciéndolo totalmente dependiente de la voluntad de la clase propietaria.
Los que han tratado de asegurar los derechos políticos dentro del régimen burgués existente a través del voto, etc. – el programa característico del activismo liberal y falsamente socialista que ha prevalecido desde el caso Roe vs. Wade – no pudieron detener la decisión de hoy, y nunca podrá proteger la capacidad de las trabajadoras de abortar en el futuro. Los comunistas reconocen que el concepto de derechos humanos, es una farsa perpetuada por la burguesía para subordinar a los trabajadores bajo el yugo de la unidad nacional. No tiene sentido pedir favores a un Estado que sólo existe para oprimirnos.
Ahora es el momento de la acción de clase militante, no de votar o peticiones. ¡Lucha por la unidad de acción de la clase obrera ¡contra el orden capitalista! ¡Echad a las burocracias sindicales colaboracionistas que os frenan! ¡Defiende tus intereses de clase a través de la lucha de clases sin concesiones!
Sólo el comunismo puede garantizar la libertad reproductiva y sexual
¡Viva la revolución proletaria internacional!
Un análisis del relativo incremento de movilizaciones en España tanto en sectores privados como públicos, e incluso en pleno verano, confirma una vez más anteriores y repetidos exámenes que el Partido viene haciendo sobre la situación de las luchas de clases. En España, a los problemas de la dominación burguesa con sus crisis políticas y a los retrocesos que los sindicatos del régimen han amparado, se unen ahora, con toda su crudeza, los efectos combinados de la crisis en ciernes y su expresión en una situación bélica que, en todos los países europeos e independientemente de su situación, ha empezado ya a descargar casi sin previo aviso sus terribles efectos.
El anticipo de lo que venía, en el caso concreto de España, tuvo lugar con las subidas brutales en los precios de la electricidad. Pero al respecto, nadie tiene una solución para los trabajadores asalariados. Ninguno habla del salario sino como una variable colateral, casi accesoria. El reclamo salarial debería venir de los sindicatos. Pero no es así. Por ejemplo, dentro del sector sindical, la UGT concentra su planteamiento en el llamado a un «Pacto de Estado por la Energía», de fantasmales y manoseados «cambios en el modelo productivo» y la «accesibilidad de todos» a la energía, pero a través del mercado. Plantean la rebaja del precio de la luz, el agua y el gas. Claro que es ineludible que la UGT, como cualquiera de las demás centrales sindicales, planteen la exigencia de un aumento del salario mínimo. Pero es público y notorio que no le complicarán la situación al empresariado capitalista, a su gobierno y a su parlamento con llamados a la movilización y la huelga por aumento del salario y reducción de la jornada de trabajo. Ni UGT ni CC.OO. asumirán esta lucha. Darán muchas declaraciones a los medios y una que otra vez realizarán movilizaciones de calle o algún piquete de agitación, pero nunca organizarán una lucha real y unitaria contra los patronos y sus gobiernos.
El comienzo del disparo de la inflación a finales del año 2021 (si bien se estaba haciendo notar en meses anteriores) coincide con la huelga por la renovación del convenio colectivo del sector del metal en la provincia de Cádiz, con 30.000 trabajadores actualmente, y que incluye aeronaútica e instalaciones de energía. Con la segunda tasa de desempleo provincial más alta de España, y perteneciente a una Comunidad andaluza en donde el turismo supone el 74% del PIB, ese sector vino desde la época de las reconversiones sufriendo no sólo el descenso de metalúrgicos y su emigración, sino también el incremento en la precariedad laboral anexa a la subcontratación. Pese a ello, la huelga que se desarrolló en noviembre de 2021 durante 10 días de movilizaciones y enfrentamientos con la policía fue ejemplar por su determinación y decisión de arrancar unas condiciones salariales y de poder adquisitivo (junto a las muestras de apoyo de otros sectores obreros del resto del país), cuando paralelamente la prensa ya daba noticias sobre el desenfreno de los precios. Como no podía ser de otra manera, esa determinación masiva de lucha en la calle y voluntad de continuar encuentra sus límites en las negociaciones, ejercidas únicamente por los dos principales sindicatos del régimen, CCOO y UGT, al margen de asambleas y en condiciones de secretismo. Los acuerdos finales se refrendaron por un 65% de trabajadores, con la oposición de otros sindicatos minoritarios presentes en el sector, como CGT y CTM. Los incrementos salariales alcanzados y las revisiones previstas han demostrado, antes de que transcurrieran dos meses tras la firma del acuerdo y ante las cifras de inflación de los primeros meses de 2022, la pérdida que suponen.
Mas reciente, la huelga del metal de la provincia de Cantabria (20.000 trabajadores) que se inició el 1 de junio y duró notablemente 20 días, vuelve a mostrar características de la anterior, ya con unos índices de inflación más acuciantes y una sensación de empeoramiento futuro mayor y más clara que la impresión que tenía sobre ello la clase obrera 8 meses antes. Nuevamente, la voluntad de no parar hasta lograr las reivindicaciones, la masiva participación en la huelga y el apoyo que reciben de otros sectores obreros son sus características, y que son reseñables dado que contrastan con la sensación derrotista percibida durante años anteriores. A destacar el apoyo a los obreros, demostrado en la manifestación del primer día de huelga, que unió a unas 8.000 personas y la última, con una participación calculada en 20.000. De forma curiosa, al someter a votación de los trabajadores los acuerdos alcanzados, el porcentaje de apoyo fue el mismo que en Cádiz: el 65%. En el caso del metal de Cantabria, los índices de aumento son mayores que los alcanzados por sus compañeros del sur de España, y las claúsulas de regularización respecto al índice futuro del coste de la vida, mejores. Pero mes tras mes, de forma inexorable, las estadísticas publicadas demuestran que todo aumento salarial se está quedando corto ante una inflación desbocada que ya en junio alcanzó los dos dígitos.
Entre finales de junio y principio de julio entraban en liza los sectores del metal de Vizcaya (52.000 trabajadores) y Álava (20.000), con grandes manifestaciones en Bilbao y Vitoria, huelgas “de aviso” de 3 y 4 días, y un calendario de huelgas anunciado para el próximo mes de septiembre. Al margen de ello, es significativo el conflicto en la empresa Mercedes de Álava, con 5.000 trabajadores, en donde la existencia de otros sindicatos ha mostrado las contradicciones y el papel de los sindicatos del régimen y también las debilidades de los llamados sindicatos “críticos”. Tras varias semanas de huelgas intermitentes, masivas manifestaciones y un preacuerdo firmado por CCOO y UGT, la división sindical se hacía patente con la oposición de otros tres sindicatos presentes. Sometidos a votación el 13 de julio, el 80% de la plantilla no sólo rechazó los acuerdos (firmados bajo el chantaje habitual de no realizar inversiones millonarias), sino que también rechazó la propuesta de los sindicatos LAB, ELA y ESK de no hacer huelga “ya que los preacuerdos ya estaban firmados”. La gran mayoría de la plantilla (de la fábrica) no sólo rechaza los acuerdos de los sindicatos del régimen, sino que sobrepasa a los sindicatos críticos y afirma su voluntad de seguir con la huelga a toda costa.
El lunes 18 de julio la empresa somete a votación los preacuerdos: el resultado da un 57% de apoyo, por lo que han quedado aprobados. ¿Por qué esa diferencia de apoyo? Ese día votan todos, lo que incluye al personal directivo, a los mandos, a personal no afectado por el convenio y a los trabajadores eventuales, a quienes se ha venido amenazando con chantajes. El resultado final de ligar “inversiones y apoyo a los acuerdos” es que ahora, tras la firma, la dirección sugiere que “…tienen todavía que solicitarlas a Alemania…”. Al final el chantaje tiene visos de ser además una engañifa, otra más.
Ausente su organización proletaria y presos de los sindicatos de regime, los trabajadores participan en las acciones convocadas por estos de forma muy mayoritaria; pero como se observa, los porcentajes de apoyo a los acuerdos son bastante más minoritarios.
Son retazos e impresiones del escenario español de una lucha de clases más general, que se muestra, con la excusa de la guerra imperialista, con toda su intensidad. Ante un endurecimiento repentino y acusado de las condiciones de vida y de trabajo, el proletariado se ve obligado a la defensa. La indefinición de un futuro lleno de malos presagios también juega su papel.
Con una sinceridad que pone de manifiesto su decisión de llevar a cabo la guerra de clase por cualquier medio, el presidente francés Macron, durante su discurso del 14 de julio, hacia recordar el “sangre, sudor y lágrimas” de Churchill en un discurso que arengaba al ahorro, avisaba de un próximo otoño e invierno duros, y explicaba la necesidad de «una economía de guerra», explicación dirigida al Estado Mayor militar y a sus proveedores. «Un ejército más fuerte», el aumento de los presupuestos militares, la «movilización general» en un clima de «sobriedad», la necesidad de «trabajar más tiempo», entre otras amenazas, son todos ellos conceptos presentes en ese discurso, que nos ahorra el dudar sobre el camino que los países europeos tienen ante sí y los desafíos que acechan al proletariado europeo.
La meridiana claridad en los planes expresados por los representantes tan fieles de la dictadura del capital vuelve, por si hiciera falta, a verificar las posiciones y los principios del conjunto teórico marxista, de los principios invariables que nuestro Partido tiene como bandera. El centro de la lucha de los asalariados en España y en todo el mundo debe ser la exigencia de aumento salarial y la reducción de la jornada de trabajo, y para esto deberá avanzar hacia una organización sindical y de base que se oriente hacia la unidad de acción de toda la clase obrera, en su enfrentamiento con los gobiernos y con el Estado burgués.
Momento de oportunidades y riesgos para la burguesia en America Latina
Hemos visto como la guerra entre Rusia y Ucrania y las sanciones económicas que ha venido implementando EEUU y sus aliados europeos, han generado impactos negativos y positivos para las economías capitalistas de américa latina y los diferentes gobiernos al sur del río grande. La necesidad de hacer ajustes a las cadenas de suministros de materias primas, dentro de las que destacan el petróleo y el gas natural, y donde Rusia ha venido teniendo peso como gran proveedor, ha llevado a que estos países se volteen hacia américa latina y esto explica como en el caso de Venezuela EEUU avanza en negociaciones tras el interés de que PDVSA retome su producción y su colocación de productos en el mercado, lo que implica la flexibilización de un conjunto de sanciones para que este proyecto fluya. Estas negociaciones avanzan con mucha presión por obtener resultados en el corto plazo considerando la crisis de desbalance energético que se avecina en el invierno europeo. Está por verse con que velocidad EEUU y Europa lograrán obtener resultados de sus negociaciones con países latinoamericanos y hasta qué punto esto les permitirá compensar el déficit por los comodities que ahora no suministrarán Rusia, Ucrania y el entorno afectado por la guerra y las sanciones.
La cumbre de la OTAN en Madrid dejó claro el mensaje de EEUU de que la confrontación fundamental es con China y que en función de esto se avanzará en la carrera armamentista y los movimientos geoestratégicos de contingentes bélicos y bases militares. En ese contexto, américa latina también se presenta como una retaguardia estratégica para el suministro de materias primas, pero también de la logística y los servicios para la guerra (como ya sucedió durante la primera y segunda guerra mundial).
Pero así como la guerra ha traído consigo un conjunto de oportunidades de negocio para la burguesía y el imperialismo en américa latina, también se ha generado un disparo de un conjunto de procesos como la inflación y la recesión en varios sectores de la economía que, junto a políticas públicas en las que los gobiernos buscan reducir gastos y aumentar sus ingresos fiscales, se han reflejado en la caída del salario real, en el aumento del desempleo y del empleo precario e informal (desempleo encubierto), la desmejora de las ya deficientes condiciones y medio ambiente de trabajo, junto al deficiente acceso a agua potable y servicios básicos. Una parte de la inflación en los países de américa latina es importada desde los países capitalistas más desarrollados, a lo que se suma la apreciación artificial del dólar impulsada por el gobierno norteamericano como una de sus medidas anti‑crisis. Los capitalistas en Latinoamérica tratan de defender sus cuotas de ganancia manejando una mezcla de plusvalía relativa y plusvalía absoluta, inclinando la balanza más hacia un lado o más hacia el otro, dependiendo de la rentabilidad de los capitales invertidos y de los niveles de sobreproducción que se presenten en el sector económico en el que se ubican; pero en ambos casos los componentes esenciales de estas estrategias son los bajos salarios, la extensión de las jornadas de trabajo y la flexibilización laboral, que también abarca modalidades de trabajo como contratos a tiempo parcial, trabajo a distancia, la llamada “uberización” y todas aquellas modalidades que permitan a los capitalistas apropiarse de una mayor cuota de plusvalía. El crecimiento del ejército industrial de reserva, que es históricamente numeroso en Latinoamérica, ha servido como soporte para bajar salarios o frenar su incremento y particularmente entre los trabajadores menos calificados, para los cuales no están surgiendo muchos puestos de trabajo. Así mismo, dentro de este ejército industrial de reserva, la burguesía desarrolla una política salarial diferenciada por factores como el sexo, la edad, la condición étnica y la migración ilegal, de manera de obtener por esta vía también una mayor tasa de explotación del trabajo asalariado. Todas las estrategias de la burguesía para contrarrestar la tendencia a la caída de la tasa de ganancias se traducen en colocar el peso de la crisis sobre los hombros de los trabajadores asalariados.
De aquí se ha derivado un proceso de agitación social que destaca en este último trimestre en países como Panamá, Perú, Argentina y Ecuador. Como es normal, sectores de la pequeña burguesía, que es más sensible a los impactos de la crisis, pequeños y medianos comerciantes, fabricantes, productores agropecuarios, prestadores de servicios y profesionales, son los primeros en reaccionar y en tomar la dirección de las protestas donde, si bien se denuncia el alto costo de la vida, no se coloca la exigencia de aumento salarial como consigna central ni se plantea el camino hacia la Huelga General, sino que los pliegos reivindicativos se enfocan en el control de precios, en el rechazo al aumento del precio de los combustibles, en la solicitud de financiamiento y trato especial a la pequeña y mediana empresa, en el rechazo a algunas privatizaciones (como si la explotación y los bajos salarios fueran a desaparecer si las empresas se mantienen bajo el control del Estado). De esta manera algunos gobiernos han presentado crisis políticas al ser sometidos bajo la presión de estos movimientos. Pero estas crisis políticas se han venido “resolviendo” temporalmente, canalizando las energías del descontento de las masas a través de los procesos electorales (recientemente Colombia y próximamente Brasil) o a través de negociaciones y acuerdos políticos (recientemente Perú y Ecuador). La clase obrera se mantiene sin presencia política independiente y hasta ahora solo suma su presencia a las estadísticas de las movilizaciones que dirigen los partidos oportunistas, los llamados “movimientos sociales” y ocasionalmente las centrales sindicales, todas patronales. En algunos países (Venezuela, Argentina, etc.) se han presentado algunas iniciativas de movilizaciones y concentraciones de trabajadores protagonizadas por sindicatos que han puesto como centro de sus exigencias el aumento salarial; sin embargo en estas iniciativas se observa aún baja participación aunque son importantes como canal de agitación, se prestan para que los partidos y movimientos que lideran estas iniciativas incorporen su enfoque legalista de la lucha y reivindicaciones como la defensa de la patria y la soberanía nacional y el rechazo a las privatizaciones entre otras exigencias no proletarias, y así mismo estos movimientos no se plantean en su agitación, como norte, la huelga general como forma de integrar todas las fuerzas de la clase obrera en su lucha contra la explotación capitalista. Pero el planteamiento de la Huelga General terminará abriéndose paso con el crecimiento del descontento de los trabajadores en diferentes países. En cada país estas situaciones se presentan con sus especificidades y con tendencia a incrementarse, como ocurrió en Venezuela en agosto.
La recuperación económica anunciada por diferentes gobiernos de la región cada vez más queda al descubierto como demagogia ante las masas, que ven como los llamados “signos de recuperación económica”, no se traducen en más empleo o mejores salarios. Ciertamente se podrán observar algunas cifras de crecimiento del producto interno bruto en países latinoamericanos pero es debido a la recuperación de actividades económicas que se habían hundido en el foso y, aun creciendo, no recuperan sus estadísticas del 2008 o de antes de la pandemia del Covid 19. Todavía los trabajadores no han llegado a comprender que la salida a su situación no depende de la “honestidad” o “buena gerencia” de los gobernantes o de las directivas de las empresas, sino que es preciso destruir los mecanismos de la economía capitalista. Y detrás de toda esta confusión y de este freno a la lucha de clases está el trabajo traicionero de las diferentes corrientes oportunistas que se presentan ante los trabajadores como opciones “obreras”, “revolucionarias” y “socialistas”, pero que le prestan sus servicios a la burguesía canalizando el descontento obrero hacia la salida democrática y parlamentaria, que desmovilizan a los trabajadores y cuando los movilizan los distraen con reivindicaciones policlasistas que no atentan contra la explotación capitalista.
La posibilidad de que gobiernos recién electos se vean sometidos a crisis políticas comienza a ser un poco más común, como hemos visto en los casos de Perú, Ecuador y Argentina. La salida democrática y electoral es el camino hacia el que tanto derecha como “izquierda” conducen a las masas, para frenar temporalmente la protesta social; pero ante la crisis, el desgaste político de los nuevos gobiernos pudiera acelerarse y no debe sorprendernos si se presentan situaciones como la salida y recambio de algún presidente a mitad de su período de gobierno, como ya ha sucedido en Perú y un par de décadas atrás en Argentina. En este sentido habrá que evaluar hasta donde podrán llegar a contener la protesta con su demagogia los gobiernos de Boric en Chile o de Petro en Colombia o un hipotético gobierno de Lula en Brasil, ya que evidentemente no van a cumplir con las expectativas de las masas. La respuesta de la represión es una opción que siempre podrán utilizar los gobiernos, pero esta respuesta se hará más compleja si se repiten movilizaciones mutitudinarias como las que se presentaron en el 2019 en Chile, Ecuador, Perú, Bolivia y Colombia. Pero igual los aparatos represivos se fortalecerán para afrontar estas situaciones.
En el marco de todo este contexto nos corresponde dar continuidad a nuestro trabajo revolucionario, apegados a los principios y a los postulados de nuestra corriente, recorriendo un curso que ya está previsto: rechazo de los Frentes Populares, frentes de partidos y bloques nacionalistas, perseverancia en la dura obra de restauración de la doctrina y del órgano revolucionario, en contacto con la clase obrera, fuera del politiqueo personal y electorero.
Las luchas de la clase obrera
En Colombia la inflación anual al cierre de junio alcanzó el 9,67%; pero la inflación en el sector de alimentos es de 15,76%, afectando desmesuradamente a la clase obrera. El salario mínimo de un millón de pesos (227 dólares), es uno de los salarios mínimos más bajos de América Latina. Por supuesto que el salario nominal ha aumentado, pero lo relevante es que el salario real, la capacidad de compra del salario, ha disminuido paulatinamente; lo cual tiene como soporte el amplio ejército industrial de reserva existente, que ha crecido más con el avance de los procesos de automatización y que es aprovechado por la burguesía para presionar hacia la baja de los salarios reales. La tasa de desocupación para los jóvenes de 15 a 28 años entre marzo y mayo fue de 19%, casi el doble de la tasa nacional de 11,3% para el mismo trimestre. Si bien varias instituciones y analistas de la burguesía proyectan en los medios de comunicación que Colombia se ubicará entre los países con mayor crecimiento económico de América Latina este año, la inflación es una fuerza económica que destruye el salario y que pone a amplios sectores de la población en condiciones de pobreza. Organismos como el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (Dane) tienen el cinismo de reconocer que este año el salario de los trabajadores colombianos no se recuperará; es decir, crecerá la economía, prosperarán los negocios, pero el salario real decrecerá y la pobreza se mantendrá más alta que en los años previos a la pandemia.
Pero esta parte de la realidad que viven en Colombia los trabajadores asalariados es asumida por las centrales sindicales con un discurso abiertamente burgués y pro‑empresarial. La Confederación de Trabajadores de Colombia, luego de la reciente elección de Gustavo Petro como Presidente, manifestó «Es necesario recibir este triunfo con alegría, pero con humildad, sin prepotencia, aplicando todos los valores humanos. El nuevo mandatario tiene ante sí grandes retos: reconstruir la confianza entre gobernantes y gobernados, restaurar la Democracia, impulsar la reconciliación y procurar la Paz estable». La CTC aseguró en un comunicado que es prioridad iniciar el fortalecimiento de la producción nacional en el campo y en la industria, que conduzca a generar empleo y por ende solucionar paulatinamente la pobreza y la desigualdad. ¡No podían ser más rastreros! En estos momentos la burguesía ha logrado su objetivo de desmovilizar a los trabajadores apoyándose en el triunfo electoral de Petro y todo el aparataje mediático que apunta a fortalecer las expectativas de un “cambio” genérico, que cada quien lo interpreta a su manera, pero que realmente no será otra cosa que continuidad de la explotación capitalista, en defensa de la tasa de ganancia. Con el triunfo de Petro las mayores expectativas las tiene la pequeña burguesía, que tenderá inicialmente a propiciar el acercamiento y conciliación con el gobierno y que con esto también contribuirá a desmovilizar a los trabajadores.
En Chile el salario mínimo mensual pasó de 380.000 pesos chilenos (US$ 446) a 400.000 pesos chilenos (US$ 468) desde el 1 de agosto. Según el anuncio del gobierno, si la inflación acumulada a diciembre de 2022 supera el 7%, el salario subirá a 410.000 pesos chilenos (US$ 479) a partir de enero de 2023. Pero El nuevo salario mínimo partió haciéndose polvo ante el empuje de la inflación, que hizo que los 400.000 pesos equivalieran a los 371.000 pesos de enero 2022. Al cierre de junio la Canasta Básica de Alimentos (CBA) alcanzó un valor mensual de 56.386 pesos por persona, una variación de un 17,9% en los últimos doce meses, cuando la CBA estaba a 47.811 pesos. Mientras tanto los trabajadores se encuentran bajo jornadas laborales extenuantes, donde el 17% trabaja 46 horas y el 49% entre 44 a 45 horas semanales, es decir el 66% de los trabajadores activos labora por más de 40 horas semanales. En el marco de estas condiciones la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) se mantiene pasiva y no convoca ni a movilizaciones ni a la huelga y todo los deja en manos de la campaña por la nueva Constitución chilena. En el banco de inversiones de Luksic, el BanChile, los trabajadores agrupados en el Sindicato de Empresa de Trabajadores Banchile Inversiones, que reúne al 52% de los trabajadores del BanChile, dieron inicio a una huelga en la segunda semana de agosto durante la negociación del contrato colectivo sin acuerdo con el patrón.
Además de todo el discurso demagógico del nuevo gobierno de Boric, además del trabajo traidor de las centrales sindicales chilenas, la principal arma actual de la burguesía para apaciguar las luchas de los trabajadores es la expectativa sobre la aprobación de una nueva Constitución, la cual es impulsada por el andamiaje mediático y la acción integrada de los partidos de la derecha y la “izquierda”.
En Argentina avanzan luchas de los trabajadores docentes que se han lanzado a la huelga en varias provincias, aprobando esta acción en asambleas. En las provincias los trabajadores de la educación se han venido uniendo en las movilizaciones con las de los trabajadores de la salud y con algunas otras luchas locales. Todos coinciden en exigir aumento salarial. También se han estado movilizando los trabajadores de las fábricas de cauchos exigiendo aumento salarial. En de julio más de 100 repartidoras y repartidores organizados en el Sindicato de Base de Trabajadores de Reparto por Aplicación (SiTraRepA) realizaron una movilización al Ministerio de Trabajo exigiendo el reconocimiento de su sindicato. Trabajadores de la salud exigen 25% de aumento salarial. A partir del 1 de agosto el Salario Mínimo Vital y Móvil pasó a 47.850 pesos (360,17 dólares) para trabajadores mensualizados y 239,30 (1,80 dólares) el valor de la hora para trabajadores jornalizados. La Confederación General del Trabajo (CGT) celebró la medida e indicó que mantiene un “diálogo constante y fluido” con las autoridades del Ministerio de Trabajo; ¡más patronales imposible! El monto del salario mínimo lo establece el Consejo Nacional de Empleo, la Productividad y el Salario, integrado por representantes del sector sindical, del empresariado y del Poder Ejecutivo. Este Consejo se reunió en agosto para evaluar nuevos aumentos y estableció los montos de 51.200 pesos, 54,550 pesos y 57.900 pesos para los meses de septiembre, octubre y noviembre. Pero está claro que una familia promedio de un trabajador o trabajadora, no cubriría el costo de la vida con este salario mínimo. La inflación acumulada durante los primeros siete meses del año fue de 44,70 %, en tanto que la interanual alcanzó los 68,87 puntos porcentuales. La Inflación proyectada para 2022, se eleva a 90%. Los incrementos nominales de los salarios no han compensado la inflación y por lo tanto el salario real se sigue deteriorando. La Canasta Básica Total que es determinante de la línea de pobreza, alcanzó durante Julio 2022 un importe de 119.298 pesos (808 dólares). Se trata del valor mínimo que precisó durante ese periodo, una familia de cuatro integrantes para cubrir los gastos alimentarios y no alimentarios. La línea de indigencia – para ese mismo tipo de familia de 4 integrantes – se situó durante Julio 2022, en 60.369,79 pesos, según el valor registrado de la Canasta Básica Alimentaria durante este periodo. Esta es la situación que empuja a los trabajadores argentinos hacia la lucha por aumento salarial y que los sindicatos del régimen tratan de contener en su constante colaboracionismo con el gobierno. El 17 de agosto las dos principales centrales sindicales del país, la Central General de Trabajadores (CGT) y la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) realizaron marchas en apoyo al gobierno; sin embargo un conjunto de sindicatos de base y de movimientos de desempleados (”piqueteros”) realizaron concentraciones de protesta aparte, exigiendo mejora del salario y jubilaciones y otras reivindicaciones. Destacaron las luchas de los trabajadores de la educación y de los trabajadores del neumático.
El 30 de julio en Panamá, luego de un mes de masivas protestas diarias de calle, se puso fin al conflicto en una mesa de negociación en la que se registraron un conjunto de acuerdos. Panamá llegó a quedar paralizado en medio de las más grandes protestas vividas por el país en décadas. La gran mayoría de las provincias y comarcas del país centroamericano fueron foco de las manifestaciones, con cortes de carreteras, bloqueos y una huelga indefinida del magisterio. De un punto a otro del país prácticamente no hubo lugar donde las protestas no se hicieron sentir. Pero antes de que estas protestas siguieran creciendo y abarcando a todos los sectores laborales, sobrevino este acuerdo entre los representantes de los manifestantes y el gobierno, con la iglesia como mediadora. En la mesa de negociación llegaron a acuerdos en temas como el precio de la gasolina, monto de la canasta básica familiar, precios de los medicamentos y presupuesto para la educación. Pero lo que más destaca es que en esta negociación no se puso sobre la mesa ni la exigencia de aumento salarial, ni la amenaza de despidos de trabajadores de la administración pública que tiene previsto el gobierno para reducir sus gastos. Treinta días de protesta en todo el país para al final sentarse a negociar con el gobierno y dejar de lado las principales reivindicaciones obreras. En cuanto a algunas conquistas alcanzadas, referidas principalmente a precios de la gasolina, alimentos y medicamentos, ya la inflación y el mercado se encargarán de volver a inclinar la balanza a favor de los empresarios, que no han dejado de perder incluso con las “concesiones” hechas por el gobierno. Los trabajadores tendrán que seguir lidiando con salarios reales disminuidos y con el desempleo, con un 50% de informalidad, que no es otra cosa que desempleo encubierto.
Sigue funcionando la estrategia de las mesas de negociación que convocan los gobiernos para aplacar estas oleadas de movilización de masas. Pero los cómplices de los gobiernos burgueses son los diferentes movimientos y específicamente los sindicatos actuales, dispuestos siempre a mantener la paz, a traicionar a los trabajadores asalariados y ajustarse a las necesidades de los capitalistas y las políticas anti‑obreras de sus gobiernos. Los partidos oportunistas y los sindicatos controlados por ellos, siempre saldrán en defensa de la democracia burguesa y del capital; son un caballo de troya dentro del movimiento obrero. Las masas salieron a la calle con el impulso de su descontento, sin poder ser frenadas por los sindicatos y otros movimientos, que se vieron obligados a ponerse al frente de las protestas hasta encontrar el momento oportuno para detenerlas.
En México las violaciones al Contrato Colectivo del Trabajo y la negativa de la empresa a cubrir vacantes, obligó al Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana (STRM) a convocar la huelga en la compañía Teléfonos de México (Telmex) a partir del 21 de julio. La huelga comenzó en las oficinas principales de Telmex y se extendió de manera simultánea en todas las instalaciones de la empresa que existen en las 32 entidades federativas de México. Según los voceros del STRM, más de 60 mil trabajadores telefonistas se sumaron a la huelga. Pero la huelga solo duró 24 horas y dio paso a la instalación de una mesa técnica en la que se sentaron los representantes del patrón y de los sindicatos
En Ecuador, luego de 18 días de Paro Nacional, convocado y dirigido por la organización indígena CONAIE, que puso en crisis al gobierno del presidente Laso, ambas partes, demostrando su espíritu democrático-burgués, llegaron a un acuerdo en el que el gobierno hizo un conjunto de concesiones y se concretó la desmovilización de las masas. La clase obrera no tuvo ningún protagonismo político y el pliego de reivindicaciones y los acuerdos no contemplan el aumento salarial. El movimiento indígena avanzó en la acumulación de fuerzas como un posible contendor electoral más adelante, es decir, como una alternativa de gobierno para la burguesía. Los diferentes partidos y movimientos oportunistas e intelectuales pequeño-burgueses han llenado páginas de diferentes publicaciones enalteciendo a la CONAIE como un movimiento con amplia capacidad de movilización que puede sumar fuerzas hacia un nuevo gobierno “progresista” en Ecuador, pero para la clase obrera la CONAIE y los partidos y movimientos que la respaldan, no son otra cosa que una opción burguesa más. Este movimiento que dirigió el Paro Nacional, que llegó a tener signos insurreccionales, fue capaz de montar una gran presión para detener el aumento del precio del combustible (que finalmente fue aumentado por el gobierno, aunque en un monto menor), fue sin embargo incapaz de poner sobre la mesa de negociación la exigencia de un aumento general de salarios. Por eso es la clase obrera la que está llamada a organizarse, a dirigir y a poner el marcha la huelga general por aumento de salarios y reducción de la jornada de trabajo. Mientras tanto miles de desempleados se suman al trabajo informal en las calles, lo cual no es otra cosa que desempleo encubierto, y hacen más numeroso el ejército industrial de reserva que le permite a los capitalistas mantener salarios de hambre. El salario mínimo nominal en Ecuador equivale a 425 dólares mensuales. En Quito el costo de la vida mensual para una familia de 4 personas se estima en 2.424 dólares (se estima en 953 dólares el costo para una persona) y es el costo de vida más caro que en el 67% de las 36 principales ciudades de América Latina, aunque pueda ser más barato que en muchas otras partes del mundo. Un 25% de ecuatorianos – unas 4,5 millones de personas – vive con USD 2,90 al día. La pobreza es mayor en la zona rural. Según las cifras del Instituto Ecuatoriano de Estadística y Censos (INEC) el 47% de la población se encuentra en condiciones de pobreza o pobreza extrema, es decir, sus ingresos familiares per cápita están por debajo de 87,57 dólares mensuales. Es decir que el ejército industrial de reserva ni siquiera percibe el salario mínimo nominal y mucho menos el real. Esta explotación de la clase obrera ecuatoriana, si la vemos integralmente y no separada por sectores de la economía, es la base material que hará inevitable nuevos levantamientos de las masas y en esos escenarios de agitación social los trabajadores deberán encontrar su camino de lucha y organización, con pliegos reivindicativos cada vez más apartados de la conciliación de clase y el oportunismo.
En Venezuela continúan las acciones de protesta de trabajadores activos, jubilados y pensionados enfocándose en la exigencia de un aumento del salario, pensiones y jubilaciones y también con la exigencia de libertad a trabajadores presos. Estas iniciativas, aunque inicialmente eran de baja participación numérica, han venido creciendo principalmente con trabajadores del sector público y han funcionado como un espacio propicio para la agitación hacia toda la clase obrera. Estas manifestaciones hasta ahora han estado controladas por partidos oportunistas y sindicatos que impulsan el legalismo, la “defensa de las libertades democráticas” y el nacionalismo. Dentro de la lucha por aumento salarial también una derivación ha sido las acciones de protesta contra el instructivo de tablas salariales impuestas por el gobierno que condujo a una rebaja salarial en el sector público. La Canasta Alimentaria se ubicó en 2.593,47 bolívares (459,84 dólares) al cierre del mes de junio, mientras que el salario mínimo es de 130 bolívares que equivalen a 23,04 dólares mensuales. Así mismo el gobierno ha incumplido con pagos previstos en las contrataciones en el sector público o ha realizado pagos muy por debajo de lo previsto en estos contratos, como han sido los casos de las evaluaciones entre los trabajadores tribunalicios o las vacaciones entre los trabajadores de educación.
Un sector del movimiento sindical realizó un Encuentro Nacional de Trabajadores para el 30 de julio en Caracas con la finalidad de unificar las luchas. En términos generales la iniciativa tuvo una intención correcta, aunque no faltaron las reivindicaciones oportunistas de plantear la lucha contra las privatizaciones o por la defensa de la soberanía nacional. De aquí surgieron acuerdos para mejorar la coordinación de las diferentes corrientes sindicales y movimientos que vienen impulsando la movilización de los trabajadores. Entre los acuerdos más destacados del encuentro están: a) impulsar la unidad de acción de los trabajadores en torno a un pliego de reivindicaciones obreras, b) organización de movilización nacional, c) crear una coordinación nacional de trabajadores, d) incorporar a movimientos sociales y no solo a movimientos de trabajadores, e) introducción de dos proyectos de ley para la Asamblea Nacional, uno en defensa del salario y un segundo en defensa de las prestaciones sociales, f) exigencia de mejores servicios públicos, g) contra la represión del gobierno, h) exigir la salida de las Fuerzas Armadas de las empresas del Estado y de las instituciones de salud y de educación y que los militares vuelvan a sus cuarteles, i) recuperar el Estado de Derecho, j) no pago de la deuda externa, etc. Se trata de un sector del movimiento sindical que ha venido tomando la iniciativa en la promoción de la movilización de los trabajadores y que mezcla reivindicaciones obreras con reivindicaciones democrático burguesas. Todavía su capacidad de movilización es pequeña, pero puede crecer en el contexto de la crisis económica y su efecto sobre los trabajadores. Por el lado del gobierno la Central Bolivariana de Trabajadores ha activado movilizaciones y concentraciones para manifestar su apoyo al gobierno y a sus políticas. Las movilizaciones de los trabajadores del sector público crecieron significativamente, principalmente con la participación de trabajadores de educación y salud. El gobierno tuvo que reaccionar de inmediato anunciando que se pagaría a los trabajadores de la educación el 100% del bono vacacional y destituyendo al Director de la Oficina Nacional de Presupuesto (ONAPRE) para escurrir el bulto a su responsabilidad en la aplicación de políticas anti‑obreras. Está por verse hasta que punto el gobierno logra detener a partir de septiembre el potencial crecimiento de las protestas de los trabajadores del sector público. Al cierre del mes de agosto el salario mínimo (130 Bs mensuales) pasó a ser equivalente a 16,5 dólares.
En Brasil continúa el dominio político de las diferentes expresiones del oportunismo sobre el movimiento obrero y los sindicatos actuales mantienen a los trabajadores desmovilizados y divididos.
Según los datos del IBGE (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística), la tasa de desempleo en Brasil durante el primer trimestre de 2022 es del 11,1%. En el noreste, la región más pobre del país, dicha tasa alcanza el 14,9%. En los últimos años, también es visible lo que se conoce como "uberización". Se trata de un trabajo informal, sin vínculos laborales, en el que la remuneración no está regulada y en el que no existen derechos de ningún tipo. Casi la mitad de la mano de obra negra está sujeta a empleos informales, mientras que el 33,7% de la mano de obra de blanca también labora en estas condiciones. Se profundiza la desigualdad social, crece la pobreza y grandes fortunas se concentran cada vez más en pocas manos. El salario mínimo es de 1.212 reales (224 dólares), que no alcanzan para cubrir todos los gastos de sobrevivencia de las familias trabajadoras. Los defensores de Lula plantean que en su gobierno los salarios reales fueron más altos y usan ese mensaje para ganar simpatías electorales entre los trabajadores. Pero Temer y Bolsonaro han realizado parte del trabajo sucio para ajustar la economía brasileña y en un hipotético gobierno de Lula, los trabajadores descubrirán con amargura que el comportamiento del salario real está subordinado al comportamiento de la tasa de ganancias del capital, que será la verdadera prioridad de ese y de cualquier próximo gobierno. Según un estudio del DIEESE (Departamento Intersindical de Estadística y Estudios Socioeconómicos), para el mes de junio el salario mínimo mensual debió ser de 6.527 reales (1.206,5 dólares), más de cinco veces el salario mínimo actual. Es de esperar que un nuevo gobierno de Lula o de Bolsonaro persevere en la política de cancelación de bonos o ayudas monetarias en vez de acceder a la implementación de aumentos salariales significativos. Mientras tanto Petrobrás a obtenido beneficios récord, que han ido a parar a los bolsillos de sus accionistas, principalmente en la Bolsa de Valores de Nueva York. De esta manera, la política salarial de la burguesía brasileña permite apuntalar la apropiación de plusvalía, en el marco de una dura lucha del capital internacional por detener o desacelerar la tendencia a la caída de la tasa de ganancias.
Mientras tanto todas las corrientes políticas tratan de encausar a las masas hacia las elecciones presidenciales en octubre, como los vaqueros que llevan reses al matadero. Organizaciones que se autoproclaman de “izquierda”, con cierta incidencia en el movimiento sindical y que cuestionan al PT y a Lula, igual han proclamado que la “tarea inmediata” de los trabajadores brasileños es votar por Lula para salir de Bolsonaro en la primera vuelta electoral. De allí que por los momentos no se observan sindicatos de base que estén fuera del control del oportunismo, incluso siendo críticos al PT. En plena campaña electoral Bolsonaro asegura que luchan “el bien contra el mal”, mientras que Lula habla de la confrontación de “el amor contra el odio”; pero la polarización real que ambos plantean, es la decisión entre la elección de un verdugo u otro, entre una alternativa burguesa u otra.
A fines de febrero pasado la Federación Rusa entró en guerra contra Ucrania.
La peculiaridad de este choque bélico está en el hecho de que una de las potencias militares más poderosas, la Federación Rusa, está directamente implicada en una guerra contra un Estado, Ucrania, en las fronteras de la Unión Europea, un centro del capitalismo mundial y en las fronteras de la OTAN, alianza militar que tiene a Estados Unidos como socio mayoritario.
Con la guerra, Rusia pretende alejar la presión de la OTAN en la frontera occidental y al mismo tiempo reafirmar su condición de potencia militar, presentando al mundo sus Fuerzas Armadas y su armamento y poniéndolos a prueba. De hecho, en todo el mundo, los expertos están atentos a esta nueva masacre para evaluar la eficacia de los sistemas de armas y las innovaciones técnicas, para decidir sobre sus próximas adquisiciones.
Estados Unidos, utilizando la Organización del Tratado del Atlántico Norte, tiene la intención de aprovechar el movimiento del Estado ruso para debilitarlo económica y militarmente, con miras a aislar posteriormente a su principal oponente estratégico, China. Es por eso que están proporcionando a Ucrania las informaciones fundamentales de sus sistemas de control y adquisición de datos sobre los movimientos de las fuerzas rusas y están enviando a Kiev sistemas de armas cada vez más pesados y considerables recursos financieros.
Una preparación meticulosa
La preparación de la guerra actual lleva muchos años y ha encontrado un punto de inflexión con los acontecimientos de Euromaidán en 2014. Desde entonces Ucrania ha entrado definitivamente en la órbita de la hegemonía estadounidense y británica, ya consolidada sobre muchos países de Europa del Este. que pertenecía al disuelto Pacto de Varsovia.
La vulgata occidental quiere que la OTAN y la Unión Europea sean la expresión de un mundo homogéneo en el que se manifiesten intereses convergentes. Esta tesis también es compartida por los círculos de “extrema izquierda”, que así confiesan su extrañeza al marxismo. En realidad, la contienda interimperialista también está candente dentro de la OTAN y de la misma Unión Europea, que no es más que un tratado entre Estados soberanos, como todos los tratados destinados a ser violados sistemáticamente por las propias partes contratantes.
Además, hacer cada decisión política y cada nueva transformación de la UE particularmente compleja, es el criterio unánime de los 27 Estados miembros, que no protege contra la inacción y la ausencia de una política común que nunca tendrá éxito. De hecho, sólo la guerra pudo en el pasado conducir a la unificación del decadente continente europeo.
El Brexit ha acentuado la brecha entre sus áreas. El Reino Unido, en la estela de su política centenaria, también ha utilizado el contenedor de la OTAN para potenciar en la UE el antagonismo entre la línea de desarrollo de las relaciones e intercambios con Rusia, propia de los países de Europa Occidental, incluida Alemania e Italia, y la de los países de Europa del Este, encabezados por Polonia, que se presentan como una barrera para Occidente ante las incursiones políticas y económicas de Rusia. Estados Unidos ha trabajado duro para despertar en Ucrania, a través de un nacionalismo que reinventa una tradición histórica y cultural ficticia, sentimientos de alienación hacia el área geohistórica rusa. Al mismo tiempo USA llenó el país de armas e instructores militares para preparar al ejército ucraniano para una confrontación con Rusia.
Más allá de la frontera, Rusia ha seguido un camino similar. La tradición, también ficticia, evocada por Putin pretende reconectar con las glorias pasadas de la Santa Madre Rusia, desde Iván el Terrible, pasando por Pedro, pasando por Catalina, que permitió al país resurgir tras las invasiones y dominaciones turco-mongolas, luego a afirmarse en un contexto en el que el expansionismo era el antídoto necesario para la desintegración. En esta construcción, entre las deidades menores, vendidas bajo el mostrador por razones obvias, también están Stalin y Zhukov, artífices de la victoria en la “Gran Guerra Patria”.
Para Putin, el intérprete histórico de la nación, Ucrania siempre habría sido parte de Rusia. Solo Lenin hubiera hecho de ella una nación propia, “peor que un error”, un crimen. Una reconstrucción caricaturizada de la política de las nacionalidades de los revolucionarios bolcheviques. Una renuncia a comprender los procesos históricos de la Rusia pre y post‑stalinista y del andamiaje estatal pre y post‑soviético.
Tanto en Rusia como en Occidente se hizo de todo para dar connotaciones ideológicas a este choque: por un lado se hablaba de una “Operación Militar Especial” para combatir “el nazismo” y restablecer las fronteras “naturales” de nación rusa; por otro lado se habló de una lucha entre el “mundo libre” de las democracias occidentales y el mundo “autocrático” de Putin y aliados Naturalmente, el andamiaje ideológico levantado por la burguesía para justificar la enésima masacre de trabajadores rusos y ucranianos no tiene nada que ver con los procesos en curso.
Para identificar las razones que llevaron a Rusia a la “Operación Militar Especial” es necesario comprender la importancia geoestratégica y económica que tiene Ucrania para la burguesía rusa. El control de Ucrania permite a Rusia exportar gas a Europa, mientras que los puertos ucranianos del Mar Negro y Crimea le permiten proyectar su influencia militar y económica en el vecino oriente y en el Mediterráneo oriental. Una potencia hostil en el Mar Negro amenazaría directamente lo que para Rusia es casi un mar interior. Fundamental para las exportaciones de hidrocarburos, a través de los oleoductos Turk Stream y Blue Stream Pipeline, que cruzan el Mar Negro desde el Cáucaso hasta Turquía y para el acceso a regiones estratégicas, Turquía, Siria, Irán, con las que Rusia tiene estrechos vínculos económicos y militares.
Ucrania también cuenta con ricos yacimientos de materias primas, carbón, mineral de hierro, gas, petróleo, arcilla y metales como el litio y el manganeso, yacimientos a los que las multinacionales chinas y occidentales han intentado echar mano en los últimos años. Dejar a Europa y los Estados Unidos con recursos como estos sería una derrota devastadora para la burguesía rusa.
Por lo tanto, es imposible analizar las causas de la guerra en Ucrania sin comprender que es parte de un choque imperialista mucho más amplio entre las diferentes facciones de la burguesía cuyo propósito es labrarse esferas de influencia, conquistar mercados para sus mercancías, asegurar la plusvalía y expulsar a los adversarios, de regiones geográficamente vitales y ricas.
No sabemos si el Kremlin ya ha decidido intervenir. Un par de semanas antes del inicio de las hostilidades, casi parecía que Moscú podría contentarse con denunciar las incoherencias occidentales, con una Alemania ansiosa por inaugurar el oleoducto Northstream 2.
Pero la administración Biden estaba cada vez más decidida a evitarlo. En esta actitud hay que ver la intolerancia por los resultados diplomáticos alcanzados por Rusia, que se ha elevado al papel de árbitro en Oriente Medio, en una alianza política y militar de geometría variable con Irán, y al mismo tiempo a tejer lazos económicos con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos en la OPEP Plus. Esto mientras que al mismo tiempo Rusia sigue teniendo una relación de interlocutoria con Israel, que, junto con Turquía y entre los aliados militares occidentales, no han aplicado sanciones. Un complejo juego de equilibrios que va de la mano de unas excelentes relaciones comerciales, pero en parte también políticas, con India, archienemiga de China, con la que Rusia mantiene relaciones económicas y diplomáticas bastante estrechas, hasta el punto de vislumbrar una alianza con una función antiamericana.
Cumbres de guerra
El llamado a las armas del frente occidental de Estados se produjo cuando, el 26 de abril, el Secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, convocó a ministros de 43 gobiernos en la base militar de Ramstein, en Alemania, para establecer “un grupo de contacto permanente”, una “plataforma técnica” para coordinar ayuda militar a Ucrania.
La elección de esa base envió ciertamente un mensaje a Alemania, reacia a cortar sus lazos económicos y comerciales con Rusia: se ha reiterado que su soberanía es limitada, que Estados Unidos en Alemania tiene su segundo contingente militar en el extranjero: 38.500 soldados, después del de Japón, con más de 56.000.
A la cumbre no solo fueron convocados los 29 Estados miembros de la OTAN, sino también 14 externos: Ucrania primero, pero también Suecia y Finlandia, próximos miembros, los asiáticos Japón, Corea del Sur, Nueva Zelanda, Australia, luego del Medio Oriente, Israel, Jordania, el bastión estadounidense en la frontera de la Siria filorusa, y Qatar, finalmente cuatro africanos: Kenia y Liberia, aliados de confianza de Estados Unidos, pero también Marruecos y Túnez. Este último como para presionar a Argelia, fuerte compradora de armamento ruso que, en los últimos días, ha estrechado lazos con Italia firmando numerosos proyectos de colaboración económica.
Un frente mundial, por tanto, desplegado no sólo contra Rusia sino también contra China en la región del Indo‑Pacífico, donde la OTAN podría intervenir, según un belicoso discurso de abril del Ministro de Defensa británico y hacia el África subsahariana, donde se está reforzando la presencia Rusia y China.
En la cumbre se declaró abiertamente que el objetivo de los Estados Unidos no sería tanto repeler la agresión contra Ucrania sino “debilitar” a Rusia para impedir nuevos ataques a otros países.
Todas las burguesías, estranguladas por una gravísima crisis económica, se lanzan al gran asunto: los “suv” ya no son rentables, ¡ahora es el momento de los tanques! Los representantes de las grandes industrias y de los grandes bancos de todos los países – incluso, después de dos siglos de neutralidad, los de Suecia – se resuelven y se lanzan a la guerra, no podían hacerlo de otra manera.
Propaganda para dividir a los trabajadores
La reconstrucción del progreso de una guerra en curso es siempre una operación riesgosa. Si la guerra desde la antigüedad, como explicó Sun Tzu, es “el arte del disimulo”, es comprensible que los mandos de los ejércitos en lucha no puedan ser fuentes fiables. Para nosotros, que utilizamos el método científico marxista, el trabajo de interpretación de la guerra se ve facilitado por la continua referencia a las relaciones entre las clases y por el análisis de la base económica sobre la que las potencias burguesas hacen reposar su fuerza militar.
Para complicar las cosas se suma el ensordecedor estrépito mediático que, fingiendo informar al público, en realidad brinda un relato conveniente de los hechos para orientar a la opinión pública y empujarla a enrolarse ideológica y emocionalmente en uno de los frentes.
Con motivo de esta guerra, el trabajo sistemático de mistificación mediática confirmó el perfecto funcionamiento de una organización centralizada, como ocurre en la “paz”, lo que confirma el carácter totalitario, fascista, de todo régimen del capital, aunque perfectamente democrático en sus instituciones formales, como en Italia.
Tonterías increíbles, más allá del límite de la idiotez, se han convertido en instrumentos corrientes de control social explícito. En perfecta legalidad determinados órganos de prensa están prohibidos y bloqueados. Cada Estado, así como ostenta el monopolio de la fuerza, ostenta también el monopolio ideológico y de la información y, en su fase de decadencia y descomposición, de la mentira.
La Unión Europea ya desde 2015, evidentemente ante la guerra actual que ya estaba madurando y que había tenido un primer prólogo con la toma de Crimea por el ejército ruso y los territorios de Luhansk y Donetsk por las milicias filorusas, había puesto en marcha una “task force” llamada East StratCom que, dentro del Servicio Europeo para la Acción Interna, responde a la “necesidad de desafiar las continuas campañas de desinformación de Rusia”. El Consejo de la Unión llegó el 2 de marzo a suspender las transmisiones de radio de Sputnik y RT/Rusia Today. Evidentemente el Estado ruso está procediendo de manera exactamente simétrica.
Para la Unión se trata también de evitar que se manifieste el carácter ficticio de su supuesta unidad y la del llamado “mundo libre” ante la amenaza de las “autocracias”.
Desde las primeras 48 horas de la guerra se impidió a los periodistas de los órganos de prensa publicar noticias que no hubieran pasado el escrutinio de las principales agencias occidentales. Una aguda vigilancia censura y “dosifica” previamente los contenidos de los comunicados de los documentos.
Nosotros, por el contrario, no tenemos ninguna necesidad de convencer o mover a ninguna “opinión pública” y no nos planteamos el problema de responder siempre punto por punto a los disparates burgueses. Después de todo, el 99% de las tonterías que proponen, serán los propios burgueses que en poco tiempo las desmientan, con las tonterías contrarias. Nos interesa analizar los procesos desde el punto de vista de la lucha de la clase obrera, de la revolución, del comunismo. Aparte de las peleas simuladas de los talk show.
Tres meses de guerra
Antes del amanecer del 24 de febrero comenzó la intervención militar rusa en Ucrania. Está marcado con una Zeta en pintura blanca y no marcha bajo la bandera y los símbolos nacionales. Instalaciones militares bombardeadas en las principales ciudades del país, las primeras incursiones en pocos días penetraron un frente de más de mil kilómetros de largo. Las líneas de ataque en el norte fueron inicialmente dos: una iba hacia la provincia de Cernihiv y luego directamente hacia la capital Kiev, la otra hacia el óblast de Sumi. El área de acción del ejército ruso se extendió rápidamente a todas las regiones del norte al este de la capital, apretadas por dos lados sin, sin embargo, dar la impresión de un intento de conquistarla. La misma cosa ocurrió en las demás ciudades del Norte con el avance ruso que tendía a sortear los grandes centros urbanos.
El trabajo de golpear los acuartelamientos disimulados de soldados y medios ucranianos se encomendó a la aviación que, como sucede en estas circunstancias, destruye escuelas y hospitales, ayuntamientos, edificios destinados a uso residencial, con la muerte de numerosos civiles.
Sobre los motivos de este enorme compromiso de tropas en el cuadrante Noreste, la máquina propagandística de Occidente ha especulado libremente, afirmando que se trataba de una operación concebida desde un principio como una guerra relámpago que debería haber desembocado en el rápido hundimiento del Estado y del ejército ucraniano. Un plan que habría fracasado dada la decisión del valeroso presidente ucraniano Zelensky de quedarse en el país y no huir al exterior y a la determinación del ejército ucraniano de luchar para defender “la patria y la libertad”.
Dejando de lado la propaganda occidental, un primer intento de cambiar el régimen de Kiev podría considerarse fundado, sobre todo por la presencia en Ucrania de una facción filorusa, o en todo caso no hostil a Rusia, que estuvo en el poder hasta 2014 y que actualmente es objeto de la represión estatal. Por otro lado, Putin el 25 de febrero se lanzó contra el gobierno de Kiev, llamándolo “banda de drogadictos y nazis”, y apeló al ejército ucraniano diciendo “tomen el poder en Kiev, sería más fácil negociar vosotros”.
Centrarse en Kiev fue funcional para la estrategia rusa de enfrentarse a una gran parte de las tropas ucranianas en el norte y el noreste, haciendo que el avance hacia el sur fuera más rápido desde Donbass y Crimea. Esta parte de la “Operación Militar Especial” cosechó los mayores éxitos. Ya a mediados de marzo, apenas veinte días después del inicio de la guerra, la franja costera hasta Kherson estaba bajo control ruso. Tras este resultado, las tropas rusas comenzaron a retirarse de la zona norte de Kiev, volviendo a entrar en las fronteras o desplazándose hacia el este, dejando campo libre a la reconquista ucraniana.
Actualmente las fuerzas rusas controlan un área que corresponde a una quinta parte del territorio de Ucrania, debido a su subsuelo y ubicación de plantas industriales, las más ricas. La guerra imperialista nunca puede separarse del robo.
Choque entre mercaderes
En el plano económico y político Rusia anotó puntos a su favor. El alto precio del gas y del petróleo ha permitido ingresos que han compensado cierto descenso de sus exportaciones. Los precios del rublo marcaron una notable recuperación frente al euro y al dólar, gracias también a la imposición a los países que habían votado a favor de sanciones contra Rusia de pagar los productos energéticos en moneda rusa. Para limitar los efectos indeseables del aumento excesivo de los precios del rublo el Banco Central de Rusia, el 26 de mayo, redujo la tasa de interés del 14 al 11%.
Por ahora los países de la Unión Europea no pueden aprobar el sexto paquete de sanciones, que debería incluir la prohibición de importar petróleo. Muchas burguesías europeas tienen algo que perder. Basta pensar en el caso de Italia, que desde el 24 de febrero ha multiplicado por cuatro sus importaciones de petróleo de Rusia. Aún más difícil y a largo plazo es la extensión de las sanciones al gas, de las que dependen los industriales europeos, especialmente alemanes e italianos en particular.
Para la ironía de esa guerra real‑falsa entre comerciantes, como lo son todas las guerras imperialistas, una decisión de este tipo dañaría a la propia Ucrania, que por el paso del gas ruso por su territorio sigue cobrando regularmente importantes regalías, pagadas en euros y en dólares, del país con el que está en guerra. La guerra es siempre una tragedia aterradora para los proletarios que se ven obligados a combatirla y sufrirla, mientras que para la burguesía de todos los frentes es una excelente oportunidad para hacer espléndidos negocios, desde lejos o en refugios seguros.
Carne de cañón en venta
La burguesía ucraniana, a cambio de una importante ayuda económica y militar occidental, fuerza a su proletariado al frente, vendido como carne de cañón para librar la guerra de los capitalistas estadounidenses contra los rusos. Asimismo, el proletariado ruso es enviado a morir en nombre de la defensa de la Gran Madre Rusia, es decir, para defender los intereses de los capitalistas y terratenientes rusos, ansiosos por salvaguardar sus esferas de influencia económica y militar. Esta es la realidad de las cosas, por encima de las “ideas” y los pretextos éticos y patrióticos con los que se pretende empujar al frente de guerra a los proletarios de ambos Estados.
El 30 de diciembre de 1938, pocos meses después de la Segunda Guerra Mundial que habría estallado el 1 de septiembre de 1939, Trotski, advirtiendo de los preparativos, escribió: «De 1871 a 1914 el capitalismo europeo, sobre la base de los Estados-nación, floreció sobreviviendo a sí miamo, transformándose en monopolio o capitalismo imperialista. El imperialismo es esa fase del capitalismo en la que éste, después de haber realizado todo lo que estaba en su poder, comienza a decaer. La causa del declive radica en esto: que las fuerzas productivas están encadenadas a la estructura de la propiedad privada, así como a las fronteras de los Estados-nación».
Este declive, por tanto ya presente en los primeros años del siglo XX, fue frenado por dos guerras mundiales que, con su carga de destrucción y muerte, permitieron al sistema imperialista en cierto modo rejuvenecerse, postergando así su fin.
Los setenta años que ahora nos separan del fin del segundo matadero imperialista, definidos como de paz por la propaganda burguesa, han sido salpicados por decenas de guerras, en Medio Oriente, Asia Central, África, América Latina, los Balcanes. Mientras tanto, el capitalismo se ha extendido a las regiones del mundo todavía atrasadas, en primer lugar a China. El tiempo de vida para el capitalismo es aún más corto hoy en día y necesita cada vez más destruir para sobrevivir, para alejar un poco su final.
Volvamos a Trotski.
«El imperialismo busca dividir y repartirse el mundo. En lugar de guerras nacionales hay guerras imperialistas. Son de naturaleza completamente reaccionaria y son la expresión del callejón sin salida, del estancamiento y de la putrefacción del capital monopolista».
«El imperialismo enmascara sus propias peculiares aspiraciones – la conquista de las colonias, de los mercados, de las fuentes de materias primas, de las esferas de influencia – con ideas como “salvaguardar la paz contra los agresores”, “la defensa de la patria”, “la defensa de la democracia”, etc. Estas ideas son falsas de arriba a abajo. La tarea de todo socialista no es apoyarlas sino, por el contrario, desenmascararlas ante el pueblo».
«La cuestión de qué grupo dio el primer golpe militar o declaró la guerra por primera vez, escribió Lenin en marzo de 1915, no tiene nada que ver con la definición de la táctica socialista. Las frases sobre la defensa de la patria, sobre la resistencia contra la invasión enemiga, sobre la conducción de una guerra de defensa, etc., son por ambos lados un completo engaño para la población. Durante décadas, explicó Lenin, tres bandidos – la burguesía y los gobiernos de Inglaterra, Rusia y Francia – se han armado para saquear Alemania. ¿Es de extrañar que los dos bandidos – Alemania y Austria-Hungría – lancen un ataque antes de que los tres bandidos logren obtener los nuevos cuchillos que ordenaron?» (“Lenin y la guerra imperialista”).
«Así se derriba todo el aparato de la propaganda burguesa y oportunista que, sobre la base de un “derecho internacional” inexistente, distingue entre agredido y agresor, entre ofensa y defensa, asumiendo simultáneamente, por todos lados, el derecho a exportar “la democracia” a cañonazos».
«En ambos lados, en ambos frentes – escribió Lenin en 1915 y repite Trotski en 1938 y repetimos nosotros hoy – las frases sobre la defensa de la patria, sobre la resistencia contra la invasión enemiga, sobre la conducción de una guerra de defensa, son sólo fórmulas vacías para engañar al proletariado, para obligarlo a la guerra, en beneficio exclusivo de las clases dominantes».
Incluso en la guerra actual en Ucrania, los dos frentes de Estados, Moscú y Kiev, son ambos de capitalismo maduro y establecido. Que el proletariado niegue a ambos cualquier solidaridad. Además, debe preparar su oposición de clase a esta guerra, su guerra de clase. Cualquiera, estalinista, trotskista o anarquista, que haya sido persuadido por la propaganda de uno de los dos militarismos, ha demostrado sólo su incapacidad para interpretar los hechos, su traición práctica al dirigir la batalla de la clase obrera.
En video-conferencia, 28‑30 de enero 2022
La actividad sindical del partido en Italia
En Italia, desde finales de septiembre hasta hoy, la actividad sindical se ha desarrollado en torno a dos hechos centrales: la huelga general del sindicalismo de base el 11 de Octubre y la huelga general de la CGIL y Uil el 16 de Diciembre.
Intervenimos en ambos con folletos especiales, el 11 de Octubre en Roma, Florencia, Génova y Turín, el 16 de diciembre en Milán y Roma.
Los hechos que giraron en torno a las dos movilizaciones, su preparación y seguimiento, confirmaron la acciòn correcta de la política sindical del partido. Los comentamos en el diario italiano 412 y 413, presentando los dos folletos.
La huelga general unitaria del sindicalismo conflictivo del 11 de octubre
El 11 de octubre pasado, todos los dirigentes del sindicalismo de base, sin excepción, por primera vez en al menos 15 años convocaron a una huelga general unitaria. El partido subrayó su valor, pero explicó que fue el resultado de cálculos contingentes de la mayoría de los dirigentes del sindicalismo de base, que con esta decisión no venían a negar su carácter oportunista, y que debìa entenderse como un retorno a la conducta anterior, constituido por acciones separadas y contrapuestas entre las distintas organizaciones, que dividen el movimiento sindical.
Recordamos que esta conducta ha caracterizado todo el período desde la crisis económica de 2008 hasta la actualidad. Un período durante el cual la clase obrera fue objeto de un severo ataque a sus condiciones, y que debería haber visto a los líderes sindicales intentar una defensa adecuada. El oportunismo incontrovertible de estos dirigentes ha demostrado no haber hecho nada de esto, al contrario, se han agudizado las divisiones y enfrentamientos entre los dirigentes de los sindicatos de base.
El empeoramiento de las condiciones de los trabajadores se corresponde con el empeoramiento de la crisis tanto de los sindicatos de base como del régimen. Los sindicatos de base no han sabido distinguirse de los del régimen, tanto qué, la desconfianza de la masa obrera hacia el sindicato no distingue uno de los otros.
La excepción del movimiento obrero en logística, aunque positiva, no ha podido por sí sola revertir este cuadro general tan negativo.
La huelga general unitaria del 11 de octubre no podía, por tanto, hacer creer que la dirección del sindicalismo de base estaba retrocediendo.
El rumbo de la unidad de acción del sindicalismo conflictivo para que rinda frutos positivos debe ser seguido permanentemente y no ocasionalmente y debe informar la acción sindical en todos sus niveles, no sólo de los dirigentes confederales a través de la proclamación de la huelga general o de eventos nacionales, sino también a nivel de empresa, territorio y categoría.
Una auténtica y plena unidad de acción de las organizaciones que se refieren al sindicalismo de clase – indispensable para el logro de la unidad de acción de los trabajadores – sólo será posible con una lucha conducida desde abajo – de la base militante, de los militantes, de los los delegados – contra los actuales dirigentes sindicales oportunistas.
Esta lucha desde abajo – que surge espontáneamente – contra el oportunismo político-sindical que controla los sindicatos será tanto más resuelta y eficaz cuanto más esté dirigida por nuestro partido, que es el único que tiene una visión correcta del proceso completo de la lucha entre las clases, y por lo tanto, en ella, la lucha sindical, y que, por este privilegio y esta capacidad, està en grado de direccionar a los trabajadores y militantes sindicales que no se adhieren a ningún partido, y también a los que estàn idealmente cercanos a otros partidos.
Los hechos que precedieron a la huelga del 11 de octubre, su desarrollo y lo que siguió, confirmaron lo que aquí decimos sobre el oportunismo de los dirigentes sindicales.
La preparación de la huelga, que al igual que su proclamación debió ser unitaria – con asambleas comunes en los lugares de trabajo, en las categorías, en los territorios – estuvo algo deficiente. Lo demuestra el fracaso de la asamblea nacional unitaria de propaganda de la huelga que se suponía iba a tener lugar el 19 de Septiembre en Bolonia. En la última reunión preparatoria de esta asamblea, los dirigentes de los sindicatos de base se dividieron – el de SI Cobas frente a todos los demás – en cuanto al manejo de participantes e intervenciones. La asamblea de Bolonia quedó así reducida a una iniciativa del SI Cobas solo, abandonada por todas las demás organizaciones que se reunieron, sin embargo, después de la huelga, el 24 de Octubre en Roma.
El retroceso: las manifestaciones del 5 de diciembre
La asamblea posterior a la huelga, si por un lado reafirmó su deseo de continuar el camino unitario, incluso declarando que quería activar "una forma estable de consulta entre todas las organizaciones", por otro lado sancionó la desaparición del SI Cobas, que por número de afiliados es el segundo sindicato de base después de la Usb, de este frente del sindicalismo conflictivo, nacido pues ya cojo.
Pero incluso la intención declarada de establecer formas estables de consulta ha quedado en el papel, lo que confirma cuánto valen las proclamas del oportunismo.
El único acto unitario posterior a la asamblea del 24 de octubre fue la proclamación de un día nacional de manifestaciones regionales contra el gobierno, el sábado 5 de Diciembre. Una decisión equivocada, hija también del oportunismo político gremial. Con esta decisión, los dirigentes del sindicalismo de base renunciaban a convocar una segunda huelga general, en un momento más propicio, o al menos desfavorable, en comparación con el 11 de Octubre; esto se debe a los ataques antiobreros contenidos en la ley de estabilidad, cuyo proceso de aprobación parlamentaria se inició a finales de Octubre y habría concluido a finales de Diciembre.
Además, la maniobra del gobierno provocó cierta agitación dentro de la CGIL. Todas sus corrientes de izquierda, que en su momento constituyeron la llamada "izquierda sindical", se habían pronunciado a favor de la proclamación de una huelga general. Tanto los mayoritarios – "Trabajo y Sociedad" y "Democracia y Trabajo" – como los de oposición o alternativa, como definen respectivamente "Recuperemos todo" y "Días de marcha", el segundo desligado del primero en julio de 2020. En cambio, la mayoría de la CGIL se opuso a la huelga, alineada con la CISL.
Una primera confirmación de la corrección de la dirección de la unidad de acción del sindicalismo conflictivo vino de la huelga del 11 de Octubre, con un resultado moderadamente positivo, si se compara con las huelgas generales proclamadas por el sindicalismo de base en años anteriores.
Una segunda confirmación provino de la adhesión a la huelga de cierto número de grupos de trabajadores de fábrica organizados en el área de oposición en la CGIL. La unidad de acción del sindicalismo de base ha permitido así una unidad de acción del sindicalismo conflictivo que ha trascendido el perímetro de los sindicatos de base. Esto ayudó a fortalecer un poco la huelga, aunque todavía estaba lejos de ser una verdadera huelga general, de grandes masas proletarias, que bloqueaban la producción y circulación de mercancías.
El ataque antiobrero realizado por el gobierno con la ley de estabilidad y la relativa intolerancia al interior de la CGIL habrían favorecido, ante una proclamación de una segunda huelga general del sindicalismo de base, una invitación a unir tanto a los trabajadores en su conjunto como de las agrupaciones obreras combativas aún enmarcadas en los sindicatos de régimen, favoreciendo una mayor extensión de la unidad de acción del sindicalismo conflictivo más allá del perímetro del sindicalismo de base.
Finalmente, la proclamación de una segunda huelga general por parte de los dirigentes sindicales de base reunidos el 24 de Octubre en Roma habría permitido, con toda probabilidad, reagrupar el frente unitario del sindicalismo de base, recuperando SI Cobas en la acción conjunta, cuya dirección habría tenido más dificultades para justificar su no adhesión que en comparación con el día de las manifestaciones locales del 5 de diciembre.
Por estas razones, nuestros compañeros, junto con otros activistas sindicales, como ya lo han hecho varias veces en el pasado, han promovido un llamamiento a una nueva huelga general del sindicalismo de base, a ser firmada por militantes sindicales y trabajadores: "Por una huelga general unidad del sindicalismo conflictivo. ¡Contra el nuevo ataque a las pensiones y los demás contenidos antiobreros de la ley de presupuesto! ¡En defensa de los salarios frente a la inflación creciente! ¡En defensa de las libertades sindicales y políticas de la clase obrera!”.
Dos hechos posteriores han demostrado la corrección de esta iniciativa. El primero fue el fracaso de la jornada de movilizaciones locales del sábado 5 de Diciembre promovida por el cartel semiunitario (sin el SI Cobas) del sindicalismo de base. Este día se caracterizó en un sentido más político que sindical. El comunicado de convocatoria apareció desde la izquierda radical burguesa y pedía la formación de un movimiento popular y el apoyo de los partidos de esa àrea política.
La baja participación en las manifestaciones, generalmente reducidas a los presidium, muy por debajo de las de la huelga del 11 de Octubre, confirmó que un rasgo característico del oportunismo es la tendencia a doblegar el desarrollo natural del movimiento sindical de clase a sus propios fines políticos particulares, que lo debilitan y dañan. El 5 de Diciembre, por mucho que convocaran, los sindicatos se pusieron al servicio de uno de los tantos frentes políticos de la izquierda radical. Los miembros, y no pocos de los propios delegados, lo abandonaron, a diferencia del 11 de Octubre.
Se constata que las masas trabajadoras son movilizadas como clase por los sindicatos, y para sus fines, la defensa de los intereses materiales y económicos inmediatos de los trabajadores. No objetivos mediados por ideologías, eso es político: demócratas, pacifistas, reformistas y ni siquiera “comunistas”.
Lo que no significa un movimiento y metas apolíticas.
Por el contrario, la gran mayoría de los grupos políticos sacrifican y subordinan la unidad de lucha de los trabajadores al bloque político. Así excluyen del frente sindical a los trabajadores que no se adhieren a su política. Por ejemplo: la dirección de SI Cobas se mantuvo al margen de la jornada de manifestaciones del 5 de diciembre, y todos los demás sindicatos de base nunca se sumaron a la Asamblea de Trabajadores Combativos, impulsada año y medio antes por la dirección de SI Cobas, por lo que estaba evidentemente subordinada al frente político denominado Pacto de Acción.
La huelga general de la CGIL y la UIL el 16 de diciembre
El segundo elemento que demostró la justeza del llamado a una segunda huelga general unitaria del sindicalismo conflictivo fue la proclamación de la huelga general por parte de la CGIL y la UIL, convocada el 10 de Diciembre para el día 16 (como lo esperaban nuestros compañeros, mientras todos habían descartado que el sindicato de régimen más grande de Italia llamaría a una huelga general).
Con respecto a esta movilización de la CGIL y la UIL, hemos agitado la otra dirección de acción sindical del partido, la unidad de acción de los trabajadores, contenida en el llamamiento a la segunda huelga general del sindicalismo de base. En él se planteó que, en la hipótesis, no excluyente, en que la CGIL hubiera proclamado huelga general, los sindicatos de base tendrían que participar, de manera unitaria, con una plataforma común y con segmentos comunes en las marchas, para buscar acercar a los trabajadores aún controlados por los sindicatos del régimen y radicalizar la huelga. Para este objetivo, las condiciones más favorables se encuentran en la unidad de acción entre los trabajadores, incluso por encima de las divisiones entre las siglas sindicales.
El partido señala el camino hacia una unidad de acción permanente entre los sindicatos en conflicto, que conduce a un frente sindical único de clase, pero no da la misma dirección a los sindicatos de régimen.
Sin embargo, indicamos, como una mejor manera de quitar el control de los sindicatos de régimen sobre los trabajadores, que el sindicalismo conflictivo participe en las huelgas promovidas por el sindicalismo de régimen porque, como está escrito en el folleto distribuido en la huelga del 16 de Diciembre: "Una huelga llevada a cabo, es siempre una victoria para los trabajadores y un problema para el sindicalismo colaboracionista [mientras que] una huelga leve es siempre una derrota para los trabajadores y un fortalecimiento del sindicalismo colaboracionista».
Una vez más, los dirigentes de los sindicatos de base han mostrado su oportunismo. En primer lugar por no haberse consultado el propósito de una reacción común ante la proclamación de la huelga general de CGIL y UIL, actuando cada una por su cuenta y dejando en el papel las buenas intenciones plasmadas en la moción final de la asamblea del 24 de Octubre. Luego, por lo que cada dirigencia haya decidido hacer. Ha habido un abanico de conductas, desde la dirección de la Usb que boicoteó abiertamente el paro – sin duda la conducta más deplorable – hasta la de la directiva de SI Cobas que declaró su participación en el paro solo 36 horas antes del inicio y solo en algunas empresas.
Los dirigentes sindicales abandonan el camino unitario
Tras la improvisada iniciativa del sábado 5 de Diciembre, no hubo otra acción conjunta y cada organización sindical de base volvió a su habitual conducta oportunista, desvinculada de las demás.
Dos hechos han venido a confirmar lo que valen las proclamas de la dirección oportunista.
Este año se esperan las elecciones de los Representantes Sindicales Unitarios en el sector público, decisivas para definir qué sindicatos serán "representativos" en los distintos departamentos en que se divide el sector. Para las elecciones en las Funciones Locales – en las que trabaja el 15% de los empleados – la Usb ha decidido pactar con un sindicato autónomo de inspiración corporativa. Esta decisión generó cierto descontento entre los delegados, también porque fue impuesta por los líderes nacionales sin siquiera consultar a los coordinadores territoriales. Ni siquiera para las elecciones del sector Educación e Investigación (el mayor, con el 38,3% de los trabajadores públicos) se planteó la hipótesis de pactar con el resto de los sindicatos de base.
El segundo hecho fue la proclamación por parte de la USB de un paro nacional en salud pública para el 28 de Enero, sin consulta alguna con los demás sindicatos de base presentes en la categoría.
La cuestión militar
En el folleto “La revolución proletaria y el renegado Kautsky”, escrito en Octubre-Noviembre de 1918, Lenin afirma: "Para definir el carácter de una guerra (¿si esta es reaccionaria o revolucionaria?), no es necesario averiguar quién atacó o en en qué país se encuentra el “enemigo”, pero hay que establecer qué clase hace la guerra, qué política es la continuación de esta guerra (...) No debo pensar desde la perspectiva de “mi” país (ya que esto es el razonamiento de un pobre idiota, de un pequeño burgués nacionalista, que no sabe que es un títere en manos de la burguesía imperialista), sino desde el ángulo visual de mi aporte a la preparación, propaganda, aceleración de la revolución proletaria mundial”.
Después de la paz de Brest-Litovsk
Para Lenin, se requería la aceptación, a toda costa, del tratado de Brest-Litovsk con el imperialismo Alemán para salvar el poder proletario en Rusia, en espera de la revolución internacional y como ejemplo y exhortación al derrotismo en todos los países.
Las condiciones impuestas por Alemania y sus aliados por el tratado fueron duras: el Estado ruso tendrá que ceder Polonia Oriental, Lituania, Curlandia, Livonia, Estonia, Finlandia, Ucrania y Transcaucasia, casi una cuarta parte de su superficie y un tercio de la población. En términos de producción, significó un tercio de la zafra, el 80% de las centrales azucareros, el 73% de la producción de hierro, el 75% del carbón y 9.000 empresas industriales de 16.000, un tercio de los ferrocarriles. Además, Alemania impuso una cláusula adicional a Rusia, 6 mil millones de marcos para compensar las pérdidas alemanas. En la reunión se expuso una carta con los nuevos límites impuestos por el tratado.
Los gobiernos de la Entente ofrecieron ayuda estadounidense, británica y francesa, a condición de que se reanudara la guerra contra Alemania.
Lenin reiteró la necesidad de aceptar las duras condiciones del tratado porque: «Si la revolución europea tarda en nacer, nos esperan derrotas muy duras, porque no tenemos ejército, porque no tenemos organización, y porque no podemos resolver inmediatamente estas dos problemas (...) Es excelente si el proletariado alemán podrá levantarse (...) Si nace la revolución, todo está a salvo. ¡Por supuesto! Pero si no se presenta como deseamos, si no gana mañana, ¿qué haremos entonces?».
La oposición a la línea de Lenin se centró en la necesidad de continuar la guerra, en la consiguiente traición y abandono de la Finlandia soviética, en la futilidad de una breve tregua para reorganizar las fuerzas soviéticas.
El Congreso aprobó la política de Lenin. Čičerin, jefe de la delegación en Brest-Litovsk, fue nombrado ministro de Relaciones Exteriores y Trotski comandante en jefe del Ejército Rojo con la ardua tarea de organizarlo de manera eficiente.
En lugar de un período de relativa calma para consolidar la revolución, se abrieron órdenes de crisis más graves: la terrible carestìa y el hambre que asoló a toda Rusia; la reorganización del Ejército Rojo; la reanudación de la producción industrial y agrícola; la coalición antibolchevique de ejércitos blancos, apoyada por los países de la Entente.
Dentro de unos meses y casi al mismo tiempo: el frente caucásico alrededor de Kuban, el frente sur con las batallas de Caricyn, el frente este con enfrentamientos con el ejército checoslovaco en retirada, el frente norte contra los antiguos aliados, la guerra civil en Siberia.
Alemania incorporó Estonia, Letonia, Lituania y todo el este de Polonia.
La República Socialista de los Trabajadores de Finlandia
En la vecina Finlandia, el intento de los comunistas de establecer su propia República estaba terminando trágicamente.
En las elecciones a la Dieta finlandesa del verano de 1917 hubo una paridad sustancial entre los rojos, que obtuvieron 90 escaños, y los blancos, con 95. Se estableció un gobierno no socialista.
El 6 de Diciembre de 1917, tras la revolución de Octubre, los finlandeses proclamaron su independencia del antiguo imperio ruso, formando una República, que pidieron a la Rusia bolchevique que reconociera oficialmente. Lo obtuvieron del gobierno soviético, que había apoyado a los revolucionarios finlandeses enviándoles armas y hombres.
A principios de 1918, estallaron violentas luchas políticas y sociales entre los finlandeses rojos y blancos. Los dos campos políticos también tenían sus propias organizaciones paramilitares. La Guardia Roja finlandesa tenía 30.000 elementos bien motivados y armados bajo el mando de un oficial superior, Aaltonen, ex miembro del Partido Socialdemócrata.
También había un contingente considerable de fuerzas rusas, de las cuales 40.000 del ejército, concentradas principalmente en Vyborg, en el sur de Karelia, y en Tampere en el interior, y 20.000 de la flota báltica en los puertos del sur de Finlandia. Sus comandantes habían recibido la orden de apoyar la lucha de los finlandeses, pero tratando de no dar un pretexto para disputas con Alemania. Pero los soldados rusos presionaban para volver a casa y detener todo tipo de guerra. No se estableció un mando único entre finlandeses y rusos, lo que generó serios problemas de gestión estratégica.
El senado finlandés burgués encargó al general Mannerheim, que había servido durante 30 años en el ejército zarista y había regresado recientemente a Finlandia, que formara un ejército. Se retiró a todos los voluntarios antisoviéticos locales, más los ex prisioneros de guerra liberados de Alemania, más unos 26.000 combatientes no calificados. Las tropas blancas más confiables estaban compuestas por 1.800 jóvenes que huyeron a Alemania durante la guerra para entrenarse y organizarse para una revuelta contra el opresivo imperio zarista: estos regresaron a Finlandia en formaciones militares bien entrenadas y armadas. El resultado fue una amalgama desigual de unas 40.000 unidades, aproximadamente igual a la formación opuesta.
El enfoque estratégico general estuvo condicionado por dos factores importantes. El primero es geográfico: Finlandia es una vasta llanura llena de lagos, pantanos y bosques que bloquean la vista desde la distancia. Las vías de comunicación son escasas, fangosas cuando se descongelan y muchas veces inutilizables para el rápido traslado de artillería pesada. Viajar es más fácil durante el invierno con ríos y lagos congelados. Imposibles maniobras amplias y profundas de la caballería, arma de ataque fundamental de las tropas rusas. El segundo se refiere a la composición social de la población: en el norte, mayoritariamente agrícola, formada por pequeños agricultores independientes, que se unieron en masa a las guardias blancas; en el sur, con industrias y astilleros, la población, mayoritariamente proletaria, se adhirió a los ideales comunistas participando en las Guardias Rojas.
El 26 de Enero de 1918, el gobierno fue derrocado por una huelga general y la intervención de 4.500 Guardias Rojos finlandeses armados que ocuparon los centros neurálgicos de Helsinki. No encontraron resistencia particular. El gobierno huyó al norte.
En poco tiempo los revolucionarios tomaron el control del sur del país. Pero, a pesar de las continuas llegadas de armas y municiones desde Rusia, no pudieron consolidar esta ventaja extendiendo su territorio y silenciando a la Guardia Blanca, a pesar de que Mannerheim aún no puede desplegar el Ejército Blanco, que aún está en proceso de ser organizado. Estableció su base en la ciudad portuaria de Vaasa, en medio del golfo de Botnia entre Suecia y Finlandia, bien comunicada por ferrocarriles que unen el país de este a oeste.
Gracias al factor sorpresa, el conocimiento del territorio, sus mejores tropas, y la falta de compromiso de las tropas rusas, que en su mayoría prefirieron rendirse sin luchar, las atrevidas maniobras ofensivas de Mannerheim en apenas 10 días lograron controlar todo el norte de Finlandia, capturando a miles de prisioneros rusos y mucho material.
Finlandia quedó así dividida en dos, con un gobierno comunista en el sur y suroeste del país, mientras que en el norte se formó una autoridad que apoyaba al gobierno blanco y la formación de una República democrática burguesa.
Los compañeros expuesieron un mapa que mostraba la división del país.
El 2 de Febrero de 1918, comenzó la ofensiva de los finlandeses rojos, cuyo objetivo era recuperar el control del vital ferrocarril este‑oeste y dividir en dos al ejército blanco. Las ofensivas fueron neutralizadas por defensas bien organizadas. Estos fracasos se debieron a su retraso, cuando los blancos habían logrado consolidarse en las vías férreas, lo que les garantizaba el abastecimiento. Por el contrario, los Guardias Rojos se quejaron de la falta de medios de transporte, con avituallamiento y municiones ineficientes. Además, las tropas y los comandantes rojos tenían poco entrenamiento, experiencia y capacidad para operar maniobras coordinadas.
El 3 de Marzo, la firma del tratado de paz de Brest-Litovsk obligó a Rusia a retirar las tropas y barcos que habían apoyado a los finlandeses rojos; sin embargo, el envío de armas e instructores continuó en secreto. El mismo día, el Senado finlandés pidió a Alemania ayuda militar para poner fin a la guerra civil.
El 10 de Marzo se inició una importante ofensiva roja con 15.000 combatientes, encaminada a recuperar el control del ferrocarril, que fracasó como las oleadas de los días siguientes.
El 3 de abril, una primera fuerza expedicionaria alemana de 9000 soldados de infantería experimentados aterrizó detrás de las líneas rojas en Hangö, al oeste de Helsinki, para una rápida ofensiva contra las ciudades.
El 6 de Abril, tras sangrientos enfrentamientos, Tampere cayó en manos de los blancos. Del Ejército Rojo Occidental, fuerte de 25.000, 2.000 murieron por la defensa de la ciudad y 11.000 fueron hechos prisioneros.
Un segundo desembarco de 3.000 alemanes tenía la intención de cortar la ruta de escape de los combatientes rojos a lo largo de la costa. Cayó Tampere, luego Helsinki, los combatientes aislados sin salida. El estado mayor rojo se retiró en barco a Vyborg.
El 2 de Mayo cayó la última fuerza roja en el frente occidental finlandés: 25.000 combatientes, con 50 cañones y 200 ametralladoras, y miles de civiles se rindieron a las tropas de Mannerheim.
Después de la guerra civil, estalló un terror blanco sangriento lleno de odio y venganza. Durante los meses siguientes, unos 80.000 excombatientes rojos fueron detenidos y maltratados severamente.
Según un estudio del gobierno finlandés de 2004, 3.414 finlandeses blancos más 5.199 finlandeses rojos murieron en batalla. Desaparecidos 46 blancos y 1.767 rojos. Los fusilamientos sumarios realizados fueron: 1.424 blancos más 7.370 rojos. Las muertes en los campos de prisioneros, principalmente por desnutrición, condiciones climáticas, higiénicas y enfermedades inherentes, fueron 4 blancos más 11.652 rojos. El total de muertes resultó ser 36.640. La mayoría de las bajas no ocurrieron en los campos de batalla sino en los campos de prisiones y terror.
* * *
Reunión Internacional del Partido
En video-conferencia, 27‑29 mayo 2022
Las fuerzas productivas se rebelan contra el capital
La primera parte del informe demostraba la conexión en los textos de Marx y Engels entre el desarrollo de las fuerzas productivas y el desarrollo de las necesidades de la especie humana, con la consiguiente “contradicción entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas”.
Se presta especial atención al «Manifiesto» de 1848. Se recuerda, en sus pasajes relevantes, la breve descripción del desarrollo del capitalismo a partir del feudalismo, demostrando que es el crecimiento de las “necesidades de nuevos mercados”, y la incapacidad para cumplirlas por las existentes formas sociales de la industria, lo que impulsó el desarrollo del nuevo modo de producción, pasando en primer lugar al sistema de corporaciones, luego a la manufactura y finalmente a la gran industria capitalista. Se establece claramente la conexión entre la estructura de clases de la sociedad y el modo de producción, junto con que el crecimiento de las necesidades es una fuerza impulsora en el desarrollo de las fuerzas productivas.
Otra cita muestra que la incapacidad del actual modo de producción para satisfacer las necesidades del proletariado obliga a este último a luchar de manera revolucionaria contra el capitalismo.
Se afirma a continuación que las necesidades de la especie no son inmutables, sino el producto de un largo curso de desarrollo histórico.
Progresivamente, la sociedad, encadenada a unas relaciones de producción determinadas, se vuelve incapaz de utilizar plenamente las herramientas de trabajo incrementadas, de utilizar las fuerzas productivas de tal manera que satisfagan las necesidades de la especie. El desarrollo de las fuerzas productivas se define por nuevos descubrimientos científicos o por la introducción de nuevos métodos de empleo de esas fuerzas.
Las crisis de sobreproducción son una manifestación de esta contradicción. Las crisis de la industria expresan la incapacidad de la sociedad para satisfacer sus necesidades en términos de consumo de productos materiales. En estas crisis, los trabajadores son despedidos, las empresas cierran, las herramientas de trabajo quedan fuera de uso o se destruyen.
Los ejemplos históricos de la política económica del nazismo en Alemania – incluido el intento de exterminio de los judíos, que hay que definir como medida económica – y del gobierno estadounidense de Roosevelt, demuestran cómo el Estado burgués interviene ante las crisis de sobreproducción. Se informa sobre un pasaje de un artículo de «Prometeo» de 1952 que afirma que la política económica del New Deal también era de tipo fascista. Citando a Lenin, confirmamos que en la era del imperialismo no hay gran diferencia en política económica entre gobiernos fascistas y democráticos.
La relación ligaba así a la necesidad social de artículos de consumo a las necesidades de los proletarios directamente ligadas a la producción: acortamiento de la jornada laboral, reducción de su intensidad y fatiga, superación del despotismo fabril y necesidad de una división del trabajo mucho menos rígida. El potencial para la satisfacción de todas estas necesidades existe en las fuerzas productivas modernas, pero su satisfacción se ve impedida por las formas capitalistas de propiedad.
Y de las necesidades del proletariado nace el programa comunista, y su correspondiente expresión como partido. El partido comunista es el representante social, político e ideológico de las fuerzas productivas modernas, de una revolución histórica y científicamente inevitable.
Orígenes del Partido Comunista de China
El segundo congreso
El Segundo Congreso del Partido se llevó a cabo en Shanghai a partir del 10 de julio de 1922. Presentes 9 delegados oficiales, en representación de los 123 miembros que tenía el Partido en ese momento.
Los documentos del Congreso profundizaron notablemente la situación internacional y los sucesos que habían caracterizado la agresión imperialista contra China, dando mayor prominencia a los aspectos de la lucha contra el imperialismo, pasando a un segundo plano en el Manifiesto del 10 de junio, que se había concentrado principalmente en las condiciones políticas internas de China.
La agresión de los imperialistas se insertaba en la necesidad del capitalismo mundial de saquear las colonias y las semi‑colonias de sus recursos y explotar su mano de obra. China era un país rico de materias primas y con una grandísima población, que la convertía en campo de batalla de las distintas potencias. La situación política interna se caracteriza por la presencia de los señores de la guerra, que los imperialismos utilizaron para controlar la política y la vida económica de China. Durante once años, desde el nacimiento de la República, China había estado atravesada por una guerra civil que había provocado una inestable división del país. Sin el derrocamiento de la opresión militarista y del imperialismo, China nunca habría logrado su unidad y la guerra civil nunca habría cesado.
Analizando las fuerzas sociales de la revolución nacional, el informe destacó cómo la burguesía china nació como un apéndice del capitalismo extranjero que, al llegar a China, no pudo operar independientemente, sino que tuvo que pedir la ayuda de los comerciantes chinos. De este modo se formó la burguesía compradora, que operó como intermediaria para beneficio de los capitalistas extranjeros y a ellos se unió en la explotación de China. En este contexto, fue posible el inicio de la primera etapa de industrialización en China.
Una gran oportunidad de desarrollo para la burguesía china llegó con la primera guerra mundial que determinó un debilitamiento de la penetración económica de los productos europeos y americanos y al boicot de las mercancías japonesas. Pero al final de la guerra, un sucesivo desarrollo de la burguesía china estaba obstaculizado por el regreso agresivo de los imperialistas que en defensa de sus negocios, se apoyaron en los señores de la guerra. Ante esta situación, según el Manifiesto del 10 de junio, “la joven burguesía china para prevenir la opresión económica debe levantarse y luchar contra el imperialismo capitalista internacional”. El movimiento antijaponés de 1919 había demostrado que la joven burguesía china podía unirse contra el imperialismo y el corrupto gobierno de Pekín, mientras que el gobierno de Cantón era considerado el medio de la burguesía ilustrada.
Más allá del juicio sobre el papel de la burguesía china en la revolución, se planteó correctamente declarado que el más importante factor del movimiento revolucionario estaba constituido de los trescientos millones de campesinos chinos, que vivían en una condición de miseria general debido a la falta de tierra, a las guerras civiles, al bandolerismo, a la presión de los productos extranjeros. Los campesinos podían dividirse en tres grupos: los grandes propietarios terratenientes y los campesinos ricos; los campesinos que cultivaban la propia tierra y los arrendatarios; los diarios. Los más pobres del segundo grupo y los del tercero constituían el 95% del total. Solo la revolución podría sacarlos fuera de esta condición de miseria y la victoria revolucionaria solo se lograría a través de su alianza con la clase obrera.
Debido a la invasión de mercancías extranjeras habían caído en la miseria incluso los artesanos y los pequeños comerciantes y cuanto más se desarrollaba el capitalismo nacional, más crecía su miseria. La evaluación fue que dada esta condición, la pequeña burguesía también se incorporaría a la lucha revolucionaria. Luego estaba la clase obrera, que se estaba desarrollando. La gran huelga de los marineros de Hong Kong y las otras huelgas en el resto del país demostraron la fuerza del proletariado. Las organizaciones de trabajadores también estaban cobrando impulso.
Dadas las condiciones económicas y políticas de China se decidió incorporarse al movimiento nacional revolucionario, como en su Segundo Congreso había establecido la Internacional para los países atrasados.
En otro documento congresual, es sobre la decisión de incorporarse a la lucha revolucionaria nacional, se aclara como esta posición se basó en la evaluación de estar en el período entre el feudalismo y el capitalismo (“democracia” en el texto congresual). China estaba bajo el dominio de los militaristas feudales y fuera de ella era un país semi‑independiente controlada por las potencias imperialistas. En este período, dice el documento, “es inevitable para la burguesía luchar contra el feudalismo”. No siendo el proletariado capaz de dirigir solo la lucha revolucionaria, habría debido unirse a la lucha antifeudal.
Ya en la revolución rusa los bolcheviques habían demostrado falsa la tesis menchevique que en la revolución burguesa el proletariado no tenía que apoyar a la burguesía liberal, que tiende a un compromiso con las clases y las instituciones feudales, pero habían afirmado, y con éxito demostrado en los hechos, que la palabra de orden del proletariado era la de la alianza con los campesinos en la revolución democrática, que hubiera podido trascender en revolución permanente, de la sola clase obrera.
Esta perspectiva no fue delineada con claridad por el PCdC, careciendo en los documentos del segundo congreso del Partido una clara concepción del papel de las clases en la revolución democrática, como la que esperaba China.
En esta fase, sin embargo, las decisiones del segundo congreso del PCdC, si bien esbozaron un marco teórico que dejaba espacio para una posible afirmación de la táctica menchevique de la revolución por etapas, pretendían el alcance de incorporar la correcta táctica revolucionaria tal como había sido establecido por el segundo congreso de la Internacional sobre la unión de la revolución proletaria en los países capitalistas maduros con las revoluciones nacionales en los países atrasados como China.
No obstante una cierta debilidad desde el punto de vista teórico, el Partido Chino tuvo el mérito de mantenerse firme en la necesidad de preservar la independencia política del proletariado en la revolución nacional.
Siguiendo las teorías sobre el carácter antifeudal de la revolución china y sobre la naturaleza revolucionaria de la burguesía nacional en su conjunto se utilizarán para justificar la abierta traición de la clase obrera y servirán para impulsar la táctica de la alianza con el Kuomintang, que se llevará a cabo con el sometimiento del proletariado al partido de la burguesía china, proceso iniciado en 1922 y completamente realizado en 1924.
Pero en el segundo congreso no fue ni siquiera tomada en consideración la propuesta de Maring del ingreso de los comunistas en el Kuomintang, haciendo en cambio emerger una solución que se basaba solo sobre la cooperación entre los dos partidos. Imaginamos, en términos todavía vagos, pero ya citando al Kuomintang, una cooperación con la burguesía liberal, apoyando “desde fuera” al partido de Sun Yat‑sen.
A ello se sumó la propuesta de una llamada “Alianza Democrática”, que debía involucrar a los trabajadores sindicalizados junto a los miembros de organizaciones campesinas, comerciantes, docentes, estudiantes, mujeres y periodistas, así como también a los diputados parlamentarios que simpatizaban con el comunismo. De esta forma los comunistas parecían querer dar vida a una amplia “alianza democrática”, que en la práctica reemplazaría el frente entre el PCdC y el Kuomintang, no considerado como el único partido revolucionario en China. Por su parte, el Kuomintang no apoyó esta iniciativa, que vino caer del todo tan pronto, al día siguiente del congreso del Partido, el regreso de Maring a China hizo prevalecer la táctica del ingreso de los comunistas en el Kuomintang.
El trabajo en el movimiento obrero era también visto como el objetivo principal del PCdC, comprometido a promover un movimiento de clase independiente.
Si bien las condiciones chinas determinaron la necesidad de la realización de un frente de todas las fuerzas revolucionarias, en particular del movimiento dirigido por Sun Yat‑sen, este frente fue considerado como una unión temporal entre el proletariado y los campesinos, por un lado, y la burguesía revolucionaria del otro lado. Pero estaba claro para el joven Partido que el compromiso para la emancipación nacional no significaba capitular ante la burguesía. De los documentos del congresuales: «El proletariado no debe olvidar su propia organización independiente durante esta lucha. Es muy importante que los trabajadores se organicen en el partido comunista y en los sindicatos. Todos los trabajadores deben siempre recordar que son una clase independiente, deben disciplinarse para prepararse para la organización y la lucha, deben preparar a los campesinos para unirse y organizar los soviets para lograr la completa emancipación».
La revolución Húngara
La cuestión agraria - Conclusiones
En esta reunión describimos cómo también en Hungría y en Rusia, la cuestión agraria es decisiva para la revolución. El informe mencionaba el escrito de Kun “Sobre la República Húngara de Consejos”: “La causa fundamental del derrocamiento de la República Húngara de Consejos fue la falta de una solución al problema de los campesinos, es decir, la cuestión agraria. Hungría tiene una industria desarrollada y un proletariado de trabajadores completamente capacitados, pero la mayoría de su población está compuesta por trabajadores agrícolas y pequeños propietarios. [...] La República de los Consejos ordenó que todas las propiedades grandes y medianas, con todos sus bienes muebles e inmuebles, pasaran sin indemnización alguna a la propiedad del Estado proletario. Un decreto que apareció unos días después, eximió de expropiación a las propiedades menores de 57 hectáreas. Las tierras así nacionalizadas debieron ser cultivadas en cooperativas, en realidad la gestión de las mismas quedó en manos de los administradores de los latifundios, sin que los campesinos interesados cumplieran su palabra. Una parte de los trabajadores agrícolas se dio cuenta de que la dictadura del proletariado los había liberado, pero los jornaleros sin tierra, que no trabajaban permanentemente en latifundios, sin recibir tierra, no tenían interés en defender la dictadura del proletariado”.
En otro escrito de 1920, “La clase obrera Húngara bajo el terror blanco”, también de Kun, leemos otros pasajes al respecto: «La clase de los grandes terratenientes, que había pasado sólo parcialmente a la economía capitalista, y que feudalizándose de nuevo tras el declive económico del país, encontraron cada vez más fácil atraer a los campesinos a su vagón [...] Contra el proletariado industrial y agrícola, las clases propietarias estaban estrechamente unidas detrás de la dictadura militar blanca. La propia burguesía judía encubrió voluntariamente el terror blanco, aunque renunció al poder, porque en Hungría sólo era posible la forma terrorista de defensa de la propiedad privada [...] En Hungría, no se produjo ningún reparto de tierras durante la dictadura. La República de los Consejos socializó la gran propiedad territorial y la colocó bajo administración social a través de las cooperativas del proletariado agrícola. Falta la actividad revolucionaria del proletariado agrícola en la expropiación de las grandes haciendas, con excepción de algunas regiones. Debido a la necesidad de proceder con precaución para asegurar la continuidad de la producción agrícola, la expropiación fue predominantemente legal y no tuvo el carácter revolucionario necesario. A pesar de ello, los proletarios agrícolas reunidos en las cooperativas formadas en los latifundios fueron un apoyo casi tan grande a la dictadura, incluso armado, como los obreros industriales. La dictadura ofreció las mayores ventajas inmediatas y palpables precisamente a los trabajadores agrícolas. Por eso fueron rechazados más que nadie después de la caída de la dictadura: la población agrícola proletaria y semiproletaria se convirtió entonces y durante mucho tiempo en la servidumbre del campesinado terrateniente».
Luego, el informe pasó a describir el movimiento comunista secreto e ilegal, que se formó tardíamente para combatir los elementos socialdemócratas que socavaron y sabotearon la dictadura del proletariado desde adentro.
Finalmente, comenzó el capítulo de conclusiones. Llevaba largos pasajes del escrito de Bela Szanto “Luchas de clases y la dictadura del proletariado en Hungría”, en el capítulo “¿Con quién tenían que tratar los comunistas?”.
“La unificación de los eisenachianos y lassallistas había sido caracterizada por Marx, en su carta a Bracke, entre otras cosas, de la siguiente manera: “Sabemos cuánto agrada a los trabajadores el mero hecho de la unificación, pero cometen un grave error si creen que no han pagado muy caro este éxito momentáneo”. Bela Kun cita esta proposición de Marx en su carta a Ignatius Bogar. Lamentablemente, es cierto que la clase obrera realmente pagó un alto precio por la unificación.
«Kun se equivocó en sostener que solo el hecho de la unificación agradaría a los trabajadores. No, mil veces no. Una vez la unificación se dio solo en el papel, pero en la masa siguió dominando la desconfianza total […] Desconfianza no contra la unificación, el restablecimiento de la unidad del movimiento obrero, sino contra los dirigentes socialdemócratas. La masa los aborrecía, no les tenía fé. Instintivamente tenía la sensación de que aquellos que, con su política anterior a la revolución de Octubre, pero especialmente después de esto durante cuatro meses y medio, había combatido a muerte la revolución proletaria, no había podido adquirir el genio revolucionario de la noche a la mañana. ¡Y no se equivocó! Sin embargo, se resignó a ello, viendo que no había otra opción».
«La plataforma de Bela Kun no preveía la fusión del Partido Socialdemócrata con el Comunista, sino solo el restablecimiento de la unidad del movimiento obrero. Cuando la escribió no pensó en compilar un programa de gobierno, sino una plataforma – como él lo expresó – “para el esclarecimiento de nuestros propios puntos de vista y los de nuestros benévolos adversarios”, y propuso concretamente en primer lugar una conferencia común de los elementos revolucionarios para discutir la plataforma».
Continuando, Szanto subraya las diferencias incurables entre los comunistas revolucionarios y los socialdemócratas. “Allà los métodos legalistas, la vía constitucional y los medios parlamentarios, aquí la lucha de clases sin cuartel, los métodos revolucionarios, la dictadura del proletariado: entre estas dos directivas no hay punto de encuentro, no hay confrontación, una unidad e imposible. Estas dos directivas no son compatibles en una sola organización. No sólo las diferencias en principio, sino más aún los métodos de acción, que se derivan de las premisas teóricas, son tan divergentes que necesariamente deben separarse entre sí [...] Cuanto más agudamente, cuanto más duramente se lleva a cabo este proceso, más profunda y completa es la separación entre las dos tendencias, más rápidamente y en mayor número los elementos revolucionarios se separan de la derecha, y la izquierda crece y se ensancha. la lucha, junto con la educación y preparación del proletariado para la revolución, el proletariado mismo crea la unidad del movimiento proletario, separando y purificando los elementos proletarios de los intrusos elementos semiproletarios inclinados a la paz civil. Si el proletariado ha rechazado por sí solo estos elementos, puede ser capaz de explotar las situaciones revolucionarias y de participar en la revolución internacional”.
Al concluir este examen sincero, Szanto afirma:
«Ante los ojos de los comunistas se cernía la causa de la revolución, la causa de la revolución mundial. Al proletariado Húngaro se le ofreció la oportunidad de aprovecharla y así promover y revivir la revolución mundial; era su deber revolucionario fortalecer al proletariado de otros países en su revolución, despertarlo, incitarlo. Que al mismo tiempo incluso aquellos de quienes se había desprendido toda la masa en la dirección del movimiento, no puede ser la única circunstancia decisiva para una revolución, aunque no es secundaria […]»
“Los comunistas ya sabían que no se trataba de revolucionarios de buena fé, ni de organizadores y líderes de la revolución, sino de gente que sólo quería participar en el reparto del botín [...]”
«Los dirigentes socialdemócratas se pusieron muy celosos tras la caída de la dictadura de los Consejos. Escriben y se expresan muy severamente en la prensa extranjera para obtener justificación frente a los socialdemócratas de otros países. Creían que el terror blanco en Hungría destruiría todo el material impreso, en el que se pueden leer sus escritos y discursos».
«Pero no deben olvidar que aunque el terror blanco venga a colmar sus esperanzas, seguirá viviendo en el corazón de los proletarios la convicción de que fueron los socialdemócratas quienes socavaron y derrocaron su poder».
La teoría marxista de las crisis
Las teorías de la plusvalía - Adam Smith
Tras abordar el estudio de los fisiócratas en la pasada reunión general, el relator expuso el capítulo relativo a Adam Smith, a quien sólo se puede considerar de forma muy aproximada el fundador de la escuela económica clásica pero cuyas ideas liberales y en particular la teoría de la “mano invisible” se adaptaban bien a los albores del capitalismo, aunque no dejó de señalar los posibles antagonismos entre el interés individual y el colectivo.
Marx descubre que Smith confunde y a veces suplanta la determinación, compartida por Marx, del valor de las mercancías por la cantidad de trabajo necesaria para su reproducción, con el valor de la cantidad de mercancías con la que se puede comprar esa cantidad de trabajo. Que siempre es menor que el primero.
Dado que Smith parte con razón de la mercancía y del intercambio de mercancías, en el que los productores se oponen originariamente sólo como poseedores de mercancías, parece que en el intercambio entre capital y trabajo asalariado la ley general queda inmediatamente abolida y las mercancías no se intercambian en relación con la cantidad de trabajo que representan. De ahí concluye que el tiempo de trabajo ya no es la medida inmanente que regula el valor de cambio de las mercancías, puesto que las condiciones de trabajo se oponen al trabajador asalariado en forma de propiedad de la tierra y de capital. Siente, por tanto, la dificultad de deducir de la ley que rige el intercambio de bienes el intercambio entre capital y trabajo, intercambio que, aparentemente, se basa en principios opuestos. La contradicción, sin embargo, no podía aclararse, mientras el capital se opusiera al trabajo en lugar de a la capacidad de trabajo, a la fuerza de trabajo.
En cuanto a la relación de intercambio entre poseedores de las condiciones de trabajo y poseedores de simple capacidad de trabajo, afirma que «en el estado informe de la sociedad que precede a la acumulación de los capitales y la propiedad de la tierra, la cantidad de trabajo necesaria para adquirir los diversos objetos de intercambio es [...] la única circunstancia que puede proporcionar alguna regla para los intercambios» (“La riqueza de las naciones”). Así, el tiempo de trabajo necesario para la producción de las diversas mercancías determina la proporción en que se intercambian recíprocamente, es decir, su valor de cambio. Es decir, en la hipótesis en que el trabajador es un simple vendedor de mercancías, con su mercancía manda tanto trabajo del otro como está contenido en su propia mercancía, puesto que se intercambian entre sí sólo como mercancías, y el valor de cambio de las mercancías, determinado por el tiempo de trabajo.
«Tan pronto como el capital se acumula en manos de los individuos, alguien (...) lo empleará (...) para dar trabajo a personas industriosas, proporcionándoles materias primas y medios de subsistencia, a fin de obtener una ganancia de la venta de su producto, es decir, de lo que su trabajo añade al valor de las materias primas».
Smith se diferencia de los mercantilistas en que, correctamente, no deriva el beneficio de la venta, del hecho de que la mercancía se vende por encima de su valor. El valor, es decir, la cantidad de trabajo que los obreros añaden a la materia prima, se divide en cambio en dos partes, una de las cuales paga sus salarios y la otra parte constituye la ganancia del capitalista; es decir, una cantidad de trabajo que vende sin haberla pagado.
Por lo tanto, si el capitalista vende la mercancía por su valor, es decir, la cambia por otras mercancías según la ley del valor, su ganancia proviene del hecho de que no ha pagado parte del trabajo contenido en la mercancía.
Smith, por tanto, refutó la opinión de que la circunstancia de que ya no pertenezca al trabajador todo el producto de su trabajo, aboliría la ley según la cual la proporción en que se intercambian las mercancías, es decir, su valor de cambio, está determinada por la cantidad de tiempo de trabajo materializado en ellas. Sin embargo, a esta determinación del valor añadirá otra, incorrecta, que pone en el mismo plano el intercambio del producto terminado contra el dinero y contra el trabajo.
Según la teoría de Smith, la parte del capital que consiste en materias primas y medios de producción no tiene nada que ver directamente con la producción de plusvalía; éste deriva exclusivamente de la cantidad adicional de trabajo que el trabajador realiza en exceso de la parte de su trabajo que constituye el equivalente de su salario. Por tanto, sólo en la parte del capital adelantado como salario surge la plusvalía, ya que es la única parte del capital que no sólo se reproduce a sí misma, sino que también produce una excedente.
La ganancia, en cambio, surgiría de la suma total del capital anticipado.
Sin embargo, dado que Smith explica la plusvalía de modo exacto, pero no explícitamente en la forma de una categoría determinada, distinta de sus formas particulares, inmediatamente la confundirá con la ganancia. Este error permanece en Ricardo, y de manera más marcada, por el hecho de que la ley fundamental del valor es elaborada por él con más unidad sistemática. Esta cuestión formará parte del próximo informe.
Historia del Profintern
El 2° congreso
El "Sindicato Rojo" del 1 de julio de 1922, había anunciado la próxima apertura del 2º Congreso de la Profintern, informando las reglas de representación de los Centros Nacionales y de las fracciones sindicales adheridas, así como una agenda general, pero sujeta a cambios.
El Congreso se llevó a cabo simultáneamente con el IV de la Internacional. Este, en las “Directrices para la acción” de diciembre, había tratado la cuestión sindical de manera integral y en todos sus aspectos. De este documento fundamental, en la exposición del informe, se han leído extensas citas que serán reportadas en la publicación ampliada.
Las “Tesis y resoluciones del segundo Congreso de la Profintern” denuncian las burocracias sindicales que, para contrarrestar el cada vez mayor giro de las masas hacia la izquierda y reducir al silencio la oposición, recurrieron indiscriminadamente a «la expulsión de individuos y grupos, hasta la de varios cientos de miles de trabajadore».
Para contrarrestar esta acción criminal de la Internacional de Amsterdam, la ISR dio la directiva de que en cada reunión de trabajadores, en cada taller, en cada fábrica, se planteó la cuestión de la readmisión de los expulsados y se puso la cuestión a juicio de las amplias masas.
Otra organización, aparentemente revolucionaria pero que se proponía sabotear la unidad sindical, era la de los anarcosindicalistas que, en nombre de una pretendida autonomía de los partidos, de hecho apoyaban a los reformistas en el esfuerzo escindidor.
El 2º Congreso de la Profintern se centró en objetivos comunes a todo el movimiento internacional, por tanto sobre todo en cuestiones prácticas: frente único, unidad sindical, organización, relación con los anarcosindicalistas.
Los trabajos del congreso comenzaron el 21 de noviembre con la participación de 213 delegados, significativamente menos que los 380 del primer congreso, pero esto no significó que la influencia del Profintern hubiera disminuido, incluso podemos decir que había aumentado.
De las masas proletarias adheridas o influenciadas por la Internacional Sindical Roja, Lozovski estimó una cifra entre 12 y 15 millones, por tanto, no inferior para Amsterdam, debido a que un tercio de sus afiliados simpatizaban con Moscú, mientras que en el Profintern nadie simpatizaba con Amsterdam.
El tema más espinoso que tuvo que afrontar y resolver el congreso fue el de la relación orgánica entre Komintern y Profintern, relación que el componente anarcosindicalista se negaba a aceptar. Unidos en esta negativa, se produjeron dos corrientes dentro del movimiento anarcosindicalista: por un lado, los anarquistas "puros", que querían fundar su propia Internacional autónoma, con una marcada orientación anticomunista y antisoviética; en el lado opuesto, los sindicalistas revolucionarios, entre los cuales había una fuerte tendencia que, colocándose enteramente en la misma plataforma que los comunistas y admitiendo la dictadura del proletariado, se declaraban dispuestos a permanecer dentro del Profintern en caso de que se disuelva el estrecho vínculo entre la IC y la ISR. Esta aspiración se concretó sobre todo en las resoluciones del Congreso de Saint-Etienne y en las peticiones de la delegación francesa.
Así fue que el II Congreso de la Profintern, para evitar mayores escisiones, derogó el artículo del Estatuto que, de hecho, vinculaba y subordinaba a la Internacional Sindical a aquella política.
Al adoptar esa subordinación, el congreso quería poner fin al debate entre la ISR y las organizaciones anarcosindicalistas. Para mayor claridad, dirigió un manifiesto a las organizaciones anarcosindicalistas de todos los países, invitándolas a unirse a la ISR y a trabajar allí junto a los trabajadores de todos los países por la liberación del proletariado.
Por su parte, los sindicalistas revolucionarios de Francia e Italia respondieron registrando «la màs grande satisfacción que fue el voto unánime del II Congreso sobre las relaciones recíprocas entre las dos Internacionales. [...] Este acuerdo permite un mayor desarrollo del movimiento proletario mundial y acortar la hora de la liberación de los trabajadores [...] ¡Viva la dictadura del proletariado! ¡Viva la Internacional Sindical Roja!»
Oído el Informe Moral del Ejecutivo, el congreso aprobó:
1) La actividad desarrollada para la realización del frente único proletario;
2) Los repetidos ofrecimientos de acción conjunta dirigidos a la Oficina
Ejecutiva de la Internacional de Amsterdam, naturalmente caídos en oídos sordos;
3) Los esfuerzos tendientes a agrupar a todas las organizaciones
anarcosindicalistas dentro de la ISR con miras a la lucha común contra la
burguesía y el reformismo;
4) Oposición al intento de establecer una nueva internacional anarquista;
5) El reconocimiento de que se formó un frente único reformista y anarquista en
la lucha contra la ISR, la IC y la revolución Rusa;
6) La necesidad de fortalecer la influencia y el papel de los comités
industriales internacionales para la concentración de todas las fuerzas
revolucionarias del movimiento sindical;
7) Se admitió una vinculación insuficiente entre las organizaciones adheridas a
la ISR y su Centro, sin embargo, se previó la creación de una vinculación
permanente y sistemática entre todas las organizaciones de cara a futuras
batallas.
A la palabra del frente único no hubo objeción alguna, y para su implementación
práctica se estableció que los partidarios del ISR debían ante todo:
1) Organizar y conducir una enérgica resistencia a la ofensiva del capital;
2) Nunca perder de vista el hecho de que la tarea principal residía en organizar
movimientos comunes a todos los grupos de trabajadores;
3) Unidad, disciplina, solidaridad en la acción de todas las fuerzas
revolucionarias;
4) Trabajo intenso entre las masas proletarias y en los lugares de trabajo y no
fruto de acuerdos entre los dirigentes sindicales.
La defensa contra los ataques del capital debía basarse en objetivos elementales que pudieran ser compartidos por todos los trabajadores: la igualdad salarial entre hombres y mujeres; lucha por mantener las ocho horas; a favor de las reivindicaciones económicas de la juventud y la resistencia a su uso como competidor del proletariado adulto; mantenimiento de las conquistas sindicales y su extensión a las trabajadoras y la maternidad; compensación a los desempleados por todo el período de desempleo con igual compensación para hombres y mujeres; lucha sistemática y organizada contra los grupos paramilitares de la burguesía y el Estado, con el armamento del proletariado; lucha por la abrogación de los tratados de paz imperialistas y contra los ataques a la Rusia soviética; contra la explotación y esclavización de las masas proletarias de las colonias, sin distinción de raza.
Un aspecto digno de mención fue la particular atención que el congreso prestó a los movimientos sindicales de los países coloniales y semicoloniales, donde «el espíritu de clase se hace sentir cada vez más en este formidable torrente revolucionario. Y el deber de la ISR, como el de la IC, es dar a este movimiento de clase una forma cada vez más precisa y profundamente revolucionaria, penetrarlo con un espíritu comunista para que pueda lograr los máximos resultados en la lucha contra el capital extranjero y nacional. África y Australia se acercan a la bandera roja del Profintern porque en ella se lee: “¡Guerra a muerte contra el capitalismo, en nombre del poder de la clase obrera!”».
El 2º congreso fue sobre todo práctico, tratando principalmente cuestiones de organización y actividad. Los principios generales ya estaban establecidos, por lo que se limitó a aprobar el programa de acción elaborado en el primer congreso, que resumía la experiencia del movimiento sindical revolucionario de todos los países.
El congreso no rehuyó tomar en serio las dificultades que el movimiento sindical revolucionario se habría propuesto superar: decenas de millones de proletarios seguían todavía a los reformistas; millones estaban enmarcados en sindicatos católicos, demócratas, protestantes, mientras que decenas y decenas de millones más estaban completamente fuera de cualquier organización.
En presencia de una clase obrera de la cual una parte muy sustancial estaba inserta en organizaciones cómplices del capitalismo, la ISR se habría visto en la necesidad de adoptar un programa y una táctica adecuada. El otro aspecto, aún más grave, eran las enormes masas proletarias desorganizadas. «Así, la tarea más importante del próximo período – establecido el mismo – consiste en la lucha por el reagrupamiento de los trabajadores dispersos, por el aumento de la fuerza de los sindicatos, por la atracción de las amplias masas en los sindicatos. Nuestra consigna es: "Ningún trabajador debe quedarse fuera de los sindicatos". Es de suma importancia luchar contra la teoría que tiende a justificar el abandono de los sindicatos en nombre de consideraciones revolucionarias [...] Su propaganda debe ser combatida enérgicamente [...] porque la revolución social es imposible sin trabajadores sindicalizados [...] Las amplias masas pueden ser atraídas a los sindicatos sólo a través del trabajo incansable y sistemático por las demandas y necesidades cotidianas y prácticas de los trabajadores».
Otro problema importante tomado en consideración fue el financiero.
Sin duda, el Congreso propició la consolidación de la Internacional Sindical Roja que, a diferencia de Amsterdam, arraigada únicamente en Europa y limitada a América del Norte, había establecido un gran número de contactos en países coloniales y semicoloniales desde sus inicios y este segundo congreso pudo demostrar su presencia y actividad en todos los rincones del mundo.
El partido y la cultura
Nuestra concepción de “cultura” proviene del materialismo, expresión que preferimos sustituir por “conocimiento”, que también reducimos a la palabra “conciencia”. El Partido Comunista histórico ha sido claro en este tema desde sus inicios, Babeuf y Blanqui ya habían entendido que la fuerza está antes que la razón.
La Izquierda Comunista Italiana, una connotación puramente geográfica que designa a la Izquierda Comunista de la Tercera Internacional, ha mostrado un claro enfoque marxista desde sus orígenes también sobre este tema. En el congreso de la Federación de Juventudes Socialistas Italianas, celebrado en Bolonia en 1912, se enfrentaron dos posiciones: la de derecha, denominada “culturista”, y la de izquierda “anticulturalista”, aprobada luego. Ambas son expuestas en “La Vanguardia”, Diario de esa federación, donde publicaban posiciones de izquierda.
La moción derechista habla de “crear... buenos productores, mediante un trabajo de superación y perfeccionamiento técnico profesional”, y de “transformar” “La Vanguardia” “en un órgano principalmente de cultura”. Ya entonces rechazábamos este concepto, viendo en los “buenos productores” la tendencia a la colaboración de clases, y en las posiciones de Tasca la génesis del “ordinovismo”, la pretensión inmediatista de construir el socialismo dentro de la fábrica y sobre todo dentro del Estado Capitalista.
La moción de izquierda dice que “bajo el régimen capitalista la escuela representa un arma poderosa de conservación en manos de la clase dominante, que tiende a dar a los jóvenes una educación que los haga leales y resignados al régimen actual”, y que «Ninguna confianza debe atribuirse a una reforma escolar en el sentido laico o democrático». También se dice que “la atención de los jóvenes socialistas debería dirigirse más bien a la formación del carácter y el sentimiento socialistas”. En una carta posterior a “L’Unita”, el diario de Salvemini, el representante de la izquierda escribe: «No le hemos declarado la guerra a la cultura en absoluto (...) Pero no podemos permitir que Tasca y su columnista resuelvan el vasto problema con la simplista fórmula “crisis de la cultura” (...) Creemos que la cultura obrera puede figurar en los programas de la democracia, pero tiene poco valor en el campo de la acción subversiva del socialismo».
En “L’Avanti!” del 5 de abril de 1913 hay un artículo nuestro, “El problema de la cultura”, donde se decía: “El socialismo quiere interesarse por la emancipación intelectual del trabajador al mismo tiempo que la económica, considerando siempre que la primera es una consecuencia de la segunda (...) Pero el “reformismo” y la “democracia” ven el problema de la cultura desde un punto de vista muy diferente, exactamente invertido. En la cultura obrera ven, más que la consecuencia paralela de la emancipación económica, el medio principal y la “condición necesaria” de esa emancipación (...) No podemos “esperar” a que la clase obrera sea “educada” para creer que la revolución es posible, porque al mismo tiempo admitiríamos que la revolución nunca sucederá».
Encontramos conceptos similares en Lenin, quien el 8 de octubre de 1920 redactó un proyecto de resolución para la Proletkult, una organización para la cultura de la clase obrera, impregnada de idealismo. En esta y otras organizaciones similares existía la idea de su autonomía del partido y la idea futurista de que la vieja cultura burguesa simplemente debería tirarse a la basura. Lenin dice que «el marxismo (...) en lugar de rechazar las más preciosas realizaciones de la era burguesa, por el contrario asimiló y reelaboró lo más válido en los más de dos mil años de desarrollo de la cultura y el pensamiento humanos (...) El congreso de toda Rusia de Proletkult rechaza de la manera más enérgica (...) todos los intentos de inventar su propia cultura particular, de encerrarse en sus propias organizaciones específicas (...) de establecer la “autonomía” de Proletkult dentro las instituciones del Comisariado del Pueblo para la Educación».
Para nosotros, la cultura, la ciencia y la conciencia se resuelven en el conocimiento (que siempre tiene una base material, siempre es saber de), y no formas abstractas que reflejan la división del trabajo y la alienación de la sociedad capitalista.
Incluso la ciencia en las sociedades de clases burguesas, conduce inevitablemente a una forma de mistificación ideológica que no tiene nada que envidiar a la vieja mística. En “El Programa Comunista” n. 12 de 1953, encontramos “Danza de fantoches: de la Conciencia a la Cultura”. Se decía: «Mucho tiempo después de la conquista del poder político, entonces por primera vez habrá una actividad consciente de los hombres (…) ya que no habrá más clases (...) La conciencia vendrá por primera vez no como conciencia de clase, sino como conciencia de la sociedad humana (...) La revolución es la tarea histórica de la clase proletaria llamada a la acción por fuerzas que actualmente desconoce. La conciencia de la salida no está en las masas, pero sí en el órgano específico portador de la doctrina de clase: El partido».
La burguesía, muy aficionada a la cultura y a la que horroriza la violencia (por eso el concepto gramsciano de “hegemonía cultural” ha tenido tanto éxito en Italia), ha llevado a cabo sus propias revoluciones con dictadura y terror, a un Cromwell o Robespierre no le bastaba la “hegemonía cultural”. A los nombres de Babeuf, Buonarroti y Blanqui, podemos añadir también el de Carlo Pisacane, a quien ya hemos definido como “un marxista que tuvo tiempo de leer a Marx”. De hecho, la sustancia de sus posiciones, socialista, clasista y materialista, son válidas, y no tendría sentido reprocharle las carencias e imprecisiones que la historia, y su trágico final, no le permitieron colmar.
De sus ensayos histórico-político-militares: “Concluyo recordando a los conservadores que la revolución social no se aceleraría ni una hora, aunque el mundo entero reconociera como factible un nuevo orden social”. Evidentemente Pisacane no creía en la “hegemonía cultural” de Gramsci. En su “Testamento Político” Pisacane escribe: «Mi profunda convicción de que la propagación de la idea es una quimera y la educación popular un absurdo. Las ideas surgen de los hechos y no éstos de aquéllas, y el pueblo no será libre por estar educado, pero si será educado cuando sea libre».
El socialista y materialista Pisacane compartía nuestras posiciones sobre la cultura, la ciencia, la filosofía, así como sobre otras “cosas sagradas”, como la justicia, que ya el sofista Trasímaco, entre los siglos V y IV a.C. llamó “el beneficio del más fuerte”.
La Biblia, en el libro de Qoelet, o Eclesiastés, dice: “Quien aumenta el conocimiento aumenta el dolor”. El saber, la cultura (y también la ciencia, la filosofía, el arte, la conciencia) no son saberes abstractos, que el proletariado hace serenamente leyendo uno o varios libros, tal vez sentado en un cómodo sillón. El conocimiento es un dolor concreto que se ha asentado a lo largo de los siglos, pues surge de las miserias, los sufrimientos, las revoluciones que han caracterizado toda la historia de la especie humana. Historia que ha sido una historia de lucha de clases durante milenios, y que durante más de dos siglos ha sido una lucha de clases entre burguesía y proletariado. El saber no habita entre los eruditos, y menos en las escuelas y universidades de la burguesía. El conocimiento ni siquiera pertenece a los militantes comunistas individuales. El conocimiento es la historia de la especie, que en un momento dado se condensó, dando origen al programa y la teoría comunista. El conocimiento, en la sociedad capitalista, reside sólo en el Partido Comunista y no puede residir en otra parte: así como los dioses griegos se instalaron en estatuas esculpidas especialmente para ellos, así el conocimiento se instala en el Partido. El conocimiento es el Partido.