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El Partido Comunista en la tradición de la Izquierda
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PARTE IV
Reconstituyéndose sobre bases clásicas en 1952, nuestro partido, no se distinguía solo por la posesión de un correcto bagaje doctrinario y teórico, programático y táctico, que se derivaba de la aplicación de la continua e invariante doctrina a las lecciones de cincuenta años de contrarrevolución; ni solo a su predisposición de combate dirigida «a buscar cualquier pequeño rayo de luz» que le permitiese, sin menospreciar en ningún momento los principios vitales, ampliar el sector de contacto con las masas proletarias donde estas fuesen impulsadas a la lucha incluso por objetivos parciales e inmediatos; pero también, por tanto, para forjar una estructura organizativa y de trabajo centralizada, preparada para el desarrollo de las tareas que al partido se le planteaban. Esta estructura de trabajo está ampliamente definida en las citas que siguen. Esta se funda, desde 1952, en la existencia de un centro del que parten todas las disposiciones para el conjunto de la red bajo forma de "circulares a la organización", en un enlace y contacto cada vez más frecuente que une el centro con los distintos puntos de la organización comprometidos en los diversos sectores de trabajo; sobre el flujo opuesto de las secciones territoriales y de los grupos o militantes individuales activos hacia el centro; sobre reuniones periódicas de toda la red organizada que puntualizan, a través de amplios informes, el trabajo realizado, tanto en el campo teórico como en el práctico, por el partido en un determinado periodo de tiempo. El vasto material de estas reuniones periódicas es publicado en la prensa de partido y constituye un objeto de estudio y de ulterior elaboración en las reuniones locales y regionales. Esta estructura de trabajo ha permitido al partido la publicación regular de sus órganos de prensa para los que se exigen colaboradores y difusores; ha permitido un continuo trabajo consistente en esculpir los lineamientos teóricos, programáticos y tácticos del movimiento, y una intervención constante en lo vivo de las luchas obreras, para coordinar y dirigir estas tareas se sintió la necesidad, en 1962, de publicar un órgano sindical específico, y, en 1968, la necesidad de crear un órgano coordinador llamado "oficina central sindical".
Puede ser que esta estructura funcionase mal y, por tanto, compartimos todas las tentativas de hacerla más rígida y estricta, intensificando las relaciones entre centro y periferia, y viceversa, exigiendo mayor regularidad y precisión en el doble flujo a través de la disposición, en los puntos apropiados del engranaje de todos los brazos necesarios. Está claro que, en la medida que el trabajo del partido se intensifique y llegue a ser más complejo, harán falta otros instrumentos de coordinación y centralización; se verificará, en conexión con el aumento del número de compañeros y las dificultades del trabajo, la necesidad de una selección cada vez mayor entre los militantes, la cada vez mayor precisión de las funciones, de los órganos dedicados a realizar las funciones y de los hombres que deben ser destinados a los distintos órganos. Pero esto es un hecho orgánico, no voluntarista; está determinado por la potenciación del trabajo del partido, no por la voluntad de cualquiera. Los órganos diferenciados que el partido posee en un determinado momento deben ser el resultado de las necesidades funcionales de la actividad del partido, no de un esquema organizativo sin base material, y considerado necesario solo porque corresponde a la idea del partido perfecto o del mecanismo perfecto que alguien puede tener en su cabeza.
Lenin ha sostenido en "¿Qué Hacer?" que, si es verdad que la organización cada vez más compleja del partido se deriva del desarrollo del trabajo del partido mismo, también es verdad que las formas de organización pueden a su vez favorecer o, viceversa, limitar el desarrollo del trabajo. Esto equivale a decir que el partido debe tener en todo momento una forma estructural de su actividad que esté en condiciones de no impedir, sino de favorecer el desarrollo de la actividad en todos los campos. Ahora bien, las formas de organización que el partido se ha dado desde 1952 a 1970 son quizás inadecuadas para contener el rápido desarrollo de la actividad o bien ¿a causa de la existencia de estas formas, el trabajo no puede desarrollarse cuanto debería, ni desarrollarse del mejor modo? El problema merece atención y estudio racional. Pero solo sobre este plan y no sobre otros, fruto de elucubraciones cerebrales.
Se puede decir que la estructura centralizada del periodo 1952-1970 debe ser mejorada y potenciada para responder mejor a las tareas de más amplio alcance que se le presenten al partido, pero no se puede decir que «hasta ahora la nuestra ha sido una vida de círculo», «estamos luchando por darle al partido una forma organizada», etc. Afirmaciones de este género, no solo falsifican la historia real del partido, el cual «desde 1952 encontró por vía orgánica y espontánea una forma estructural de su actividad que ha sido sometida a una prueba de quince años» (Tesis - 1965), sino que pueden conducir a consecuencias mortales en la concepción marxista del partido. La primera consecuencia puede ser la de afirmar que esta organización no existía, porque en realidad no existía el partido, sino más bien un grupo de aprendices de la teoría o un círculo marxista. Se derivaría de esto que la transformación de este grupo o círculo en partido sería un hecho organizativo y, por tanto, que el partido debe todavía nacer y nacerá en la medida en que se forje una estructura organizativa determinada. Así se recaería en el "modelo de organización" idealista que caracteriza al partido, contra Marx, Lenin y la Izquierda. Pero una desviación aún más grave sería la de identificar la existencia o no de una estructura organizativa centralizada en la presencia de formalismos de organización como estatutos, códigos, aparatos especiales de tipo burocrático, etc, afirmando que, solo si estos existen, se puede hablar de estructura organizada. Una afirmación de este género nos conduciría por su propio peso a una concepción idealista del partido. Es el marxismo el que ha afirmado que ha existido y existirá una sociedad que, aun teniendo órganos diferenciados y centralismo absoluto, no ha tenido necesidad, ni tendrá necesidad para mantener esta estructura ni de estatutos, ni de códigos, ni de un aparato especial y diferenciado del cuerpo social, características propias solamente de las sociedades divididas en clases, sino que se servirá exclusivamente de una jerarquía de funciones técnicas para el desarrollo de las cuales serán seleccionados orgánicamente individuos que serán «tan necesarios como dispensables», según su idoneidad para desarrollar la función, entendiendo que son las funciones técnicas las que se sirven de los individuos y no al revés. Hemos aclarado en otra parte que precisamente en este sentido el partido prefigura a la sociedad futura.
En 1952, el partido ha renunciado a tener en su interior codificaciones estatutarias, así como ha renunciado a servirse de los mecanismos democráticos internos hasta la convocatoria de «congresos soberanos», no porque fuese una secta de estudiosos o un "círculo" sin ninguna organización, sino porque ha definido que puede estructurarse la organización de partido sin recurrir a estos mecanismos; ha renunciado a ellos no para retomarlos posteriormente, una vez terminada la fase del "círculo", sino para siempre.
Dejemos demostrar esto a nuestra correcta tradición:
1) Escribíamos en 1967 (Programma Comunista, n.5-1967): «La generosa preocupación de los compañeros de que el partido actúe de modo organizativamente seguro, lineal y homogéneo, reclamándose pues – como ponía en guardia Lenin en la "carta a un camarada" – no a la búsqueda de estatutos, códigos y constituciones, o peor aún, de personajes de temple "especial", sino a aquella del modo mejor de contribuir, todos y cada uno, al armónico cumplimiento de las funciones sin las cuales el partido dejaría de existir como fuerza unificadora y como guía y representación de la clase, que es la única vía para ayudarle a resolver día por sí mismo – como en el "¿Qué Hacer?" de Lenin allí donde se habla del periódico como de un "organizador colectivo" – sus problemas de vida y de acción. Aquí la clave del "centralismo orgánico", aquí el arma segura en la histórica batalla de las clases, no en la vacía abstracción de las pretendidas "normas" de funcionamiento de los mecanismos más perfectos o, peor aún, en la escualidez de los procesos contra los hombres que por selección orgánica se encuentran manejándolos "desde abajo" o "desde arriba"». Y un poco antes: «fuerza real operante en la historia con caracteres de rigurosa continuidad, el partido vive y actúa (y aquí la respuesta a la segunda desviación) no en base a la posesión de un patrimonio estatutario de normas, preceptos y formas constitucionales, al modo hipócritamente querido por el legalismo burgués o ingenuamente soñado por el utopismo premarxista, arquitecto de estructuras bien planificadas para introducirlas ya dispuestas en la realidad de la dinámica histórica, sino en base a su naturaleza de organismo, que se ha formado en una sucesión ininterrumpida de batallas teóricas y prácticas sobre el hilo de una directriz en constante marcha: como escribía nuestra "Plataforma" de 1945: "las normas de organización del partido son coherentes con la concepción dialéctica de su función, no descansan en recetas jurídicas y reglamentos, superan el fetiche de las consultas mayoritarias". Es en el ejercicio de sus funciones, de todas y no de una, donde el partido crea los propios órganos, engranajes y mecanismos; y es en el curso de este mismo ejercicio donde los deshace y los vuelve a crear, no obedeciendo en esto a dictámenes metafísicos o a paradigmas constitucionales, sino a las exigencias reales y precisamente orgánicas de su desarrollo. Ninguno de estos engranajes es teorizable, ni a priori ni a posteriori».
2) Y en 1970, para volver a probar que cuanto está escrito más arriba forma parte del pensamiento continuo del partido ("In difesa…" pág.131): «La organización, como la disciplina, no es un punto de partida, sino un punto de llegada; no tiene necesidad de codificaciones estatutarias y de reglamentaciones disciplinarias (...). Consultas, constituciones y estatutos son propios de las sociedades divididas en clases, y de los partidos que expresan a su vez no el curso histórico de una clase, sino el cruce de los cursos divergentes o no plenamente convergentes de varias clases. Democracia interna o "burocratismo", homenaje a la "libertad de expresión" individual o de grupo y "terrorismo ideológico" son términos no tanto antitéticos, sino dialécticamente conexos».
Sacamos esta conclusión: nuestro partido ha pretendido, desde
1945, darse una estructura centralizada y diferenciada en una
jerarquía
defunciones técnicas ("In difesa…" pág.131) sin
recurrir a estatutos, mecanismos democráticos, aparatos
burocráticos,
procesos, expulsiones, y elección de hombres "especiales". Quien
ve en esto una ausencia de estructuras organizativas está orgánicamente
fuera de nuestro partido, porque el partido ve en ellos, por el
contrario,
como se demuestra en todas las citas «la realización de
aspiraciones
que eran manifiestas en la Izquierda Comunista desde la época de
la II Internacional» (Tesis de Nápoles) y la
eliminación
por parte de la propia estructura de uno de los errores de partida de
la
Internacional de Moscú» ("Consideraciones…" 1965).
CITAS
117 - Tesis sobre la tarea histórica, la acción y
la
estructura del partido... (Tesis de Nápoles) - 1965
7 - Tratándose de un traspaso y de una
consigna
histórica para una generación que había vivido las
luchas gloriosas de la primera posguerra y de la escisión de
Livorno
a la nueva generación proletaria que se trataba de liberar de la
loca felicidad de la caída del fascismo para reconducirla a la
conciencia
de la acción autónoma del partido revolucionario contra
todos
los otros, y sobre todo contra el partido socialdemócrata, para
reconstituir fuerzas consagradas a la perspectiva de la dictadura y del
terror proletarios contra la gran burguesía como contra todos
sus
odiosos instrumentos, el nuevo movimiento encontró por
vía
orgánica y espontánea una forma estructural de su
actividad
que ha sido sometida a una prueba de quince años...
8 - La estructura de trabajo del nuevo movimiento,
convencido de la magnitud, de la dureza y de la amplitud
histórica
de la propia obra, que no podía incitar a elementos dudosos y
deseosos
de rápida carrera porque no prometía, sino que
excluía
éxitos históricos a corto plazo, se basó en
reuniones
frecuentes de enviados de toda la periferia organizada, en los que no
se
planificaban debates contradictorios y polémicos entre tesis
contrapuestas,
o que por tanto pudiesen esporádicamente aflorar de las
nostalgias
del morbo antifascista, y en las cuales nada había que votar y
nada
que deliberar, sino que solamente había la continuación
orgánica
del importante trabajo de consignación histórica de las
lecciones
fecundas del pasado a las generaciones presentes y futuras, a las
nuevas
vanguardias que se van delineando en las filas de las masas
proletarias,
diez y cien veces golpeadas, engañadas y desilusionadas, y que
finalmente
se levantarán contra el fenómeno doloroso de la
descomposición
purulenta de la sociedad capitalista...
Esta obra y esta dinámica se inspiran en
enseñanzas clásicas de Marx y de Lenin, que dieron la
forma
de tesis a su presentación de las grandes verdades
históricas
revolucionarias, y estas tesis y relaciones, ligadas en su
preparación
a las grandes tradiciones marxistas de hace más de un siglo,
eran
reflejadas por todos los presentes, gracias también a las
comunicaciones
de nuestra prensa, en todas la reuniones de la periferia por los grupos
locales y de convocatorias regionales, donde tal material
histórico
era transportado para conocimiento de todo el partido. No
tendría
ningún sentido la objeción de que se trató de
textos
perfectos, irrevocables e inmodificables, porque a lo largo de todos
estos
años se ha declarado siempre en nuestro seno que se trataba de
materiales
en continua elaboración y destinados a alcanzar una forma cada
vez
mejor y más completa; tanto es así que de todas las filas
del partido, e incluso de elementos jovencísimos, se ha
verificado
con una frecuencia cada vez más creciente la aportación
de
contribuciones admirables y perfectamente a tono con las líneas
clásicas propias de la Izquierda.
Es solo con el desarrollo del trabajo en esta
dirección,
que hemos tratado, como nosotros esperamos la dilatación
cuantitativa
de nuestras filas y de las espontáneas adhesiones que
llegarán
al partido y que le harán un día una fuerza social
más
grande.
9 - Antes de dejar el argumento de la
formación
del partido después de la segunda gran guerra, está bien
reafirmar algunos resultados que hoy valen como puntos
característicos
para el partido, en cuanto son resultados históricos de hecho, a
pesar de la limitada extensión cuantitativa del movimiento, y no
descubrimientos de inútiles genios o solemnes resoluciones de
congresos
"soberanos".
El partido reconoció muy pronto, que, incluso
en una situación extremadamente desfavorable e incluso en los
lugares
en que la esterilidad de ésta es máxima, es desechado el
peligro de concebir el movimiento como una mera actividad de prensa
propagandística
y de proselitismo político. La vida del partido se debe integrar
donde quiera y siempre y sin excepciones en un esfuerzo incesante para
injertarse en la vida de las masas y también en sus
manifestaciones
influenciadas por directrices contrapuestas a las nuestras. Es antigua
tesis del marxismo de Izquierda que se debe aceptar trabajar en los
sindicatos
de derecha donde los obreros están presentes, y el partido
aborrece
las posiciones individualistas de quienes muestran desdeñar el
meter
el pie en aquellos ambientes llegando finalmente a teorizar la ruptura
de las pocas y débiles huelgas a las que los sindicatos actuales
se lanzan. En muchas regiones el partido tiene ahora detrás de
sí
una notable actividad en este sentido si bien deberá cada vez
más
afrontar dificultades graves y fuerzas contrarias, superiores al menos
estadísticamente. Es importante establecer que, incluso donde
este
trabajo no ha alcanzado todavía una apreciable
preparación,
es rechazada la posición por la cual el pequeño partido
se
reduzca a círculos cerrados sin ligazón con el exterior,
o limitados a buscar adhesiones solo en el mundo de las opiniones, que
para el marxista es un mundo falso siempre que no sea tratado como
superestructura
del mundo de los conflictos económicos. Tan erróneo
sería
subdividir el partido o sus agrupamientos locales en compartimentos
cerrados
que fueran activos solo en uno de los campos de la teoría, de
estudio,
de investigación histórica, de propaganda, de
proselitismo
y de actividades sindicales, que en el espíritu de nuestra
teoría
y de nuestra historia son absolutamente inseparables y en principio
accesibles
a todos y cada uno de los compañeros.
Otro punto que el partido ha conquistado
históricamente
y que jamás podrá abandonar, es la neta repulsa a todas
las
propuestas de ampliar sus efectivos y sus bases a través de
convocatorias
de congresos constituyentes comunes con otros círculos o grupos,
que pululan por todas partes desde el final de la guerra, elaborando
teorías
sin conexión y deformes, o afirmando como único dato
positivo
la condena del estalinismo ruso y de todas sus derivaciones locales.
118 - Tesis suplementarias... (Tesis de Milán) - 1966
Sabemos bien que la dialéctica
histórica
conduce a todo organismo de lucha a perfeccionar sus medios ofensivos
empleando
las técnicas en poder del enemigo. De esto se deduce que en la
fase
del combate armado los comunistas tendrán un encuadramiento
militar
con precisos esquemas de jerarquías con fines unitarios que
aseguren
el mejor resultado de la acción. Esta verdad no debe ser
inútilmente
imitada en toda actividad aún no combatiente del partido. Las
vías
de transmisión de las operaciones deben ser unívocas,
pero
esta lección de la burocracia burguesa no nos debe hacer olvidar
por qué vías se corrompe y degenera, incluso cuando es
adoptada
en las filas de asociaciones obreras. La organicidad del partido no
exige
de hecho que todo compañero vea la personificación de la
forma partido en otro compañero específicamente designado
para transmitir disposiciones que vienen de arriba. Esta
transmisión
entre las moléculas que componen el órgano partido tiene
siempre contemporáneamente la doble dirección; y la
dinámica
de toda unidad se integra en la dinámica histórica del
conjunto.
Abusar de los formalismos de organización sin una razón
vital
ha sido y será siempre un defecto y un peligro sospechoso y
estúpido.
De las citas que exponemos a continuación, partiendo de las Tesis de Roma de 1922, para llegar a las citas del prefacio a "In difesa" de 1970, resulta claramente la noción del desarrollo del partido político propia de la escuela marxista revolucionaria. Es la teoría marxista la que ha liquidado el viejo dilema de la humanidad – la separación entre pensamiento y acción, entre teoría y práctica – demostrando que estos términos están estrecha e inseparablemente ligados entre sí en la realidad. En la sociedad humana es la acción la que determina la conciencia y esto también es válido para la clase proletaria, cuya acción está determinada por hechos y exigencias materiales. En el partido de clase, conciencia y acción inseparablemente ligadas y no pueden existir la una sin la otra. La única diferencia es que el órgano partido es susceptible, a diferencia de todos los otros, de acción consciente, o sea la conciencia es premisa de la actuación en el teatro de las luchas sociales.
Estamos en presencia del órgano partido de clase cuando se compendian en la dinámica de un determinado reagrupamiento los tres factores ya descritos en las Tesis de Roma: defender y esculpir la teoría y la doctrina histórica; organización física de un núcleo combatiente; intervención y actividad en la física lucha proletaria. Estas tres tareas están contenidas contemporáneamente en todo momento de la vida del partido, porque son las tareas que definen al partido. La proporción entre las energías que son dedicadas por el partido a cada una de estas tareas puede variar según las épocas históricas y las situaciones objetivas en las que el partido se encuentra para actuar, pero ninguna de ellas es despreciada, al menos en la predisposición del partido incluso cuando una situación absolutamente negativa lo redujese prácticamente a cero. En una situación contrarrevolucionaria como la actual, el 95% de las energías del partido están dedicadas a la restauración de la sana doctrina, y solo el 5% al conjunto de la actividad organizativa y de intervención en las luchas obreras. En una situación de reanudación revolucionaria y de ataque al poder burgués, el porcentaje de energía se invertirá necesariamente y el 95% del mismo estará dedicado a tareas de organización y de intervención en las luchas. Pero esto depende solo y exclusivamente de la situación externa al partido, la cual influye sobre él no solo determinando el perímetro más o menos restringido de la organización, sino también imponiendo una cierta y particular distribución de las energías dentro del órgano. Estos son accidentes históricos, pero el partido no renuncia en ningún campo al desarrollo de todas sus funciones vitales en ningún momento de su vida. Son relaciones cuantitativas entre las diversas manifestaciones de a que no determina el partido, sino la situación externa. Pero desde el punto de vista cualitativo las funciones del partido siguen manteniéndose todas en pie en todos los momentos de su vida. En determinados momentos de la historia el trabajo práctico entre las masas proletarias puede ser, desde un punto de vista inmediato, inexistente, pero la predisposición del órgano partido para realizar este trabajo aprovechando todo resquicio debe existir. Del mismo modo por cuanto se refiere a la organización armada y al trabajo ilegal, cuya necesidad debe estar siempre presente en el partido incluso, si, en la práctica, éste no desarrolla ninguna actividad en este sentido.
De la distribución de las energías del partido en las distintas actividades – trabajo teórico, propaganda, proselitismo, acción sindical, acción armada, etc – nada se debe deducir y nada se debe concluir sobre la naturaleza del partido, porque cualitativamente no cambia nada. Deducir que, puesto que el cien por cien de los efectivos están dedicados a un trabajo teórico, cosa que puede depender solo de condiciones objetivas externas, el partido se encuentra en la "fase" de preparación teórica, y que es inútil o secundario el trabajo práctico de organización y de penetración en la clase, es blasfemia antimarxista que mata al partido reduciéndolo a un cenáculo de pensadores, que no estaría en condiciones ni siquiera de aprenderse la teoría, porque forma parte de la naturaleza de nuestra teoría la característica de poder ser patrimonio solo de un órgano combatiente y de no poder ser aprendida por vía intelectual por un grupo de "profesores". Por ello quien concibe no solo la acción del partido, sino también la de un militante individual, como afirman nuestras tesis, distribuida en "fases" divididas en el tiempo – primero se aprende la teoría y los principios del movimiento, se leen y se estudian todos los textos marxistas hasta obtener pleno dominio intelectual, sucesivamente se emprende un trabajo para dar una estructura organizativa a los que han "aprendido", para transformar a los "profesores de marxismo" en "militantes de una organización", finalmente la organización, armada con la teoría aprendida, se lanza al campo de la acción externa – está fuera de toda la concepción marxista.
Es tesis marxista que las tres manifestaciones de energía o van juntas o no existen. La teoría puede ser "aprendida", es vieja tesis marxista, solo por un núcleo organizado e inmerso en la acción práctica. De otro modo no existe ni siquiera aprendizaje, ni clarificación, ni acción de esculpir, porque el aprendizaje de la teoría marxista, arma de batalla del partido, no puede ser un hecho individual y cultural, sino que es un hecho colectivo del órgano partido y se lleva a cabo en el desarrollo coordinado de toda su actividad.
Es por esto que nuestro pequeño núcleo tuvo desde su reconstrucción el derecho de definirse partido comunista. Era y es numéricamente reducidísimo, pero no ha dejado nunca de realizar sus funciones orgánicas: no se ha reducido a un cenáculo de pensadores o de estudiosos, aun siendo el radio de su actividad externa cuantitativamente muy limitado, no ha caído en el activismo y en el inmediatismo característico de todos los grupúsculos gauchistes, ha sabido ligar la fidelidad y la defensa absoluta de la teoría, de los principios y de las experiencias históricas del proletariado al desarrollo de toda la acción práctica posible en esta época de contrarrevolución, sin dejar pasar la ocasión para intervenir incluso en las más limitadas manifestaciones de la lucha obrera de modo organizado y con caracteres de neta distinción respecto a cualquier otro agrupamiento. Es en esta línea coherente, en esta batalla teórica y práctica como se reconoce el partido. Y es sobre esta base segura que el proceder de la crisis capitalista y el retorno del proletariado a la lucha, al menos sobre el terreno económico, aportará al pequeño núcleo de hoy las formaciones de las jóvenes guardias revolucionarias que buscarán de nuevo el arma determinante para lanzarse al campo de la guerra social. A condición de que el partido haya sabido mantener esta continuidad orgánica de programa y de acción.
Más allá de esta concepción del partido no existe más que la muerte. Es completamente absurda la tesis según la cual existe el partido histórico-programa que es defendido por un núcleo de intelectuales y estudiosos; luego existe la "sociedad de propaganda"; más aún, a condición de darse la adecuada organización, existe el núcleo del partido Es verdaderamente debilitante que similares construcciones mecanicistas e idealistas, que solo se pueden obtener falsificando a Lenin y la tradición de la Izquierda, todavía encuentren el modo de corromper al movimiento obrero.
Si el partido mantiene esta continuidad y esta conexión dialéctica entre las distintas tareas y funciones que forman su vida orgánica, la organización se desarrolla, se diversifica, se estructura, no por voluntad de cualquiera, sino por las necesidades mismas del desarrollo, de la ampliación, de una actividad del partido cada vez más compleja. Se crean nuevos órganos, porque las funciones se complican cada vez más y requieren una estructura adecuada a sus necesidades, porque la actividad del partido apremia requiriendo instrumentos apropiados a su mejor despliegue en todos los campos, no por el motivo infantil de que un día alguien piense que ha llegado la hora de darle por fin estructura organizada al partido y se pone, en su pequeño cerebro, a parir un modelo de organización quizás recopiando las últimas líneas de un Lenin poco leído y poco comprendido, peor citado en compensación de la manera más baja, incluso para resolver el problemilla de la liberación cotidiana de escorias líquidas y sólidas.
El partido, no la sociedad de propaganda o el "círculo", se
ha
formado definitivamente en 1952, cuando ha precisado de manera
definitiva
sus fundamentos de doctrina, de programa y de táctica
(naturaleza,
función y táctica; tesis características, etc) y
ha
comenzado sobre esa base a desarrollar todo el complejo de sus
actividades,
ninguna excluida. Desde 1952 se ha dado una estructura organizativa
adecuada
a su extensión numérica y al desarrollo de las
actividades
que marcaba la temperatura social externa. Esta estructura viene
ampliamente
descrita en las Tesis de 1965-66. Esta estructura se modificará
por cierto llegando a ser más compleja, más estricta,
más
diferenciada y con caracteres más netos y precisos, pero bajo el
impulso de la extensión de la red de los organizados, del
desarrollo
del trabajo, del crecimiento de la influencia del partido sobre la
clase
y no por el hermoso descubrimiento de cualquier "genio inútil" o
de cualquier "congreso soberano" que descubra que no podemos llamarnos
partido si no poseemos un tal o cual aparato que le parece haber
encontrado
descrito en Lenin.
CITAS
119 - Tesis características del partido (Tesis de
Florencia)
- 1951
II, 4 - Tareas igualmente necesarias del partido
antes, durante y después de la lucha armada por la toma del
poder
son la defensa y la difusión de la teoría del movimiento,
la defensa y el reforzamiento de la organización interna con el
proselitismo, la propaganda de la teoría y del programa
comunista,
y la constante actividad en las filas del proletariado dondequiera que
éste sea impulsado, por las necesidades y determinaciones
económicas,
a la lucha por sus intereses.
IV, 4 - Hoy en la plenitud de la depresión,
a pesar de restringirse mucho las posibilidades de acción, el
partido,
siguiendo la tradición revolucionaria, no pretende sin embargo
romper
la línea histórica de la preparación de una futura
reanudación en gran escala del movimiento de clase, que haga
suyos
todos los resultados de las experiencias pasadas. De la
restricción
de la actividad práctica no deriva la renuncia a los postulados
revolucionarios. El partido reconoce que la restricción de
ciertos
sectores es cuantitativamente acentuada, pero no por ello cambia el
conjunto
de los aspectos de su actividad, ni renuncia expresamente a ellos.
7 - Con esta justa valoración revolucionaria
de las tareas actuales, el partido – aunque poco numeroso y poco ligado
a la masa del proletariado y aunque siempre celoso de la tarea
teórica
como tarea de primer plano – rechaza absolutamente ser considerado como
un círculo de pensadores o de simples estudiosos que buscan
nuevas
verdades o que han extraviado la verdad de ayer considerándola
insuficiente.
9 - Los acontecimientos, no la voluntad o la
decisión
de los hombres, determinan así incluso el sector de
penetración
de las grandes masas, limitándolo a una pequeña parte de
la actividad total. Sin embargo el partido no pierde ocasión
alguna
para penetrar en toda fractura, en todo intersticio, sabiendo bien que
la reanudación de la acción revolucionaria no
tendrá
lugar sino después que este sector se haya ampliado grandemente
y vuelto dominante.
10 - La aceleración del proceso deriva,
además
de las profundas causas sociales de las crisis históricas, de la
obra de proselitismo y de propaganda con los reducidos medios
disponibles.
120 - Consideraciones sobre la orgánica actividad del
partido
cuando la situación general es históricamente
desfavorable
- 1965
8 - Dado que el carácter de
degeneración
del complejo social se concentra en la falsificación y en la
destrucción
de la teoría y de la sana doctrina, está claro que el
pequeño
partido de hoy tiene un carácter preeminente de
restauración
de los principios de valor doctrinal y desdichadamente falta el fondo
favorable
en que Lenin la cumplió después del desastre de la
primera
guerra. Sin embargo, no por esto podemos levantar una barrera entre la
teoría y la acción práctica, porque después
de un cierto límite nos autodestruiremos junto a todas nuestras
bases de principio. Reivindicamos por tanto todas las formas de
actividad
propias de los momentos favorables en la medida en que las relaciones
reales
de fuerza lo permitan.
9 - Todo esto podría desarrollarse mucho
más ampliamente, pero se puede llegar a una conclusión
acerca
de la estructura organizativa del partido en un pasaje tan
difícil.
Sería un error fatal verlo como divisible en dos grupos; uno
dedicado
al estudio y otro a la acción, porque esta distinción es
mortal no solo para el cuerpo del partido, sino incluso respecto a un
militante
individual. El sentido del unitarismo y del centralismo orgánico
es el que el partido desarrolla dentro de sírganos aptos para
las
diversas funciones, que nosotros llamamos propaganda, proselitismo,
organización
proletaria, trabajo sindical, etc, hasta, llegar mañana, a la
organización
armada, pero que nada se debe concluir por el número de
compañeros
que se considera dedicado a tales funciones, porque en principio
ningún
compañero debe ser ajeno a ninguna de ellas.
Es un accidente histórico que en esta fase
puedan parecer demasiados los compañeros dedicados a la
teoría
y a la historia del movimiento, y pocos los ya preparados para la
acción.
Sobre todo sería insensato buscar el número dedicado a
una
y otra manifestación de energía. Todos sabemos que,
cuando
la situación se radicalice, innumerables elementos se
alinearán
con nosotros, en una vía inmediata, instintiva y sin el
mínimo
curso de estudios que pueda imitar calificaciones escolásticas.
121 - Tesis sobre la tarea histórica, la acción y
la
estructura del partido... (Tesis de Nápoles) - 1965
5 -...Adoptada la vieja consigna que responde a
la frase: "sobre el hilo del tiempo", nuestro movimiento se
dedicó
a volver a poner ante los ojos y las mentes del proletariado el valor
de
los resultados históricos que se habían inscrito en el
largo
curso de la dolorosa retirada. No se trataba de reducirse a una
función
de difusión cultural o propaganda de doctrinillas, sino de
demostrar
que teoría y acción son campos dialécticamente
inseparables
y que las enseñanzas no son librescas o profesorales, sino que
derivan
(para evitar la palabra, hoy en manos de los filisteos, de experiencias)
de balances dinámicos de choques acaecidos entre fuerzas reales
de notable magnitud y extensión, utilizando incluso los casos en
que el balance final se ha resuelto, con una derrota de las fuerzas
revolucionarias.
Es eso que nosotros llamamos con viejo criterio marxista
clásico:
"lecciones de las contrarrevoluciones".
122 - Premisa a "Tesis después de 1945" - 1970
...Se puede decir que solo en la segunda mitad de
1951 y especialmente a partir de 1952, el partido tomó un rumbo
firme
y homogéneo, basado en el enlace con las tesis de fondo del
periodo de 1920-26 y en el balance dinámico de los veinticinco
años
sucesivos, que les confería lineamientos aún más
netos
y ya inconfundibles; y se dio una estructura correspondiente a esta
aportación
teórica en torno al nuevo quincenal "Il Programma Comunista".
El problema central era, sin duda la
reproposición
de la doctrina marxista, mil veces hollada y desfigurada por la
contrarrevolución
estalinista, en su integridad; pero este objetivo no
podía
ser ni fue nunca separado, en doctrina y en la práctica, del
esfuerzo
constante no solo de propagar nuestras posiciones teóricas y
programáticas,
sino de "importarlas", según la clásica definición
de Lenin, dentro de la clase obrera, participando, en los
límites
de nuestras fuerzas, en sus luchas por objetivos incluso inmediatos y
contingentes,
y no haciendo nunca del partido, por pequeño que fuese
numéricamente,
una academia de pensadores, un cenáculo de iluminados, una secta
de conspiradores armados de un bagaje inestimable, pero desconocido
excepto
para los iniciados.
Las citas que siguen muestran cual ha sido la actitud de la Izquierda hacia la III Internacional y qué lecciones ha extraído el partido de su degeneración y destrucción como obra de la contrarrevolución estalinista. Resultarán claras como hemos individualizado siempre las causas de este proceso degenerativo no solo en el reflujo del movimiento revolucionario internacional – causa determinante a través de la influencia negativa que no podía dejar de ejercer sobre el partido, como siempre la tendrá el desarrollo de los hechos sociales, en cuanto que el partido es el producto del desarrollo de las situaciones, y las situaciones influyen de modo natural sobre él, favoreciendo el camino o a la inversa obstaculizándolo, sino también en las debilidades que históricamente habían distinguido el proceso de formación del nuevo organismo y que, cuando se verificó el reflujo revolucionario, no podían más que pesar sobre la capacidad de reacción del organismo mismo en la situación desfavorable. Estas "debilidades" orgánicas del organismo III Internacional son identificadas por la Izquierda en los siguientes hechos:
1) - «No obstante se debe decir que, si la restauración de los valores revolucionarios fue grandiosa y completa en lo que respecta a los principios doctrinales, el planteamiento teórico y el problema central del poder del Estado, por el contrario no fue tan completa la sistematización organizativa de la nueva Internacional y el planteamiento de la táctica de ésta y la de los partidos adherentes» (de "Naturaleza, función y táctica…" - 1945).
2) - «En la situación de la primera posguerra, que se
presentaba
como objetivamente revolucionaria, la dirección de la
Internacional
se dejó guiar por la preocupación – por otra parte no
carente
de motivo – de no encontrarse preparada y con un escaso seguimiento de
las masas en caso de estallar un movimiento general europeo que
podía
conseguir la conquista del poder en algunos de los grandes
países
capitalistas. Era tan importante para la Internacional leninista la
eventualidad
de un rápido hundimiento del mundo capitalista, que hoy se
comprende
como, en la esperanza de poder dirigir masas más amplias en la
lucha
por la revolución europea, se fuese muy pródigo en
aceptar
la adhesión de movimientos que no eran verdaderos partidos
comunistas
y se buscase con la táctica elástica del frente
único,
tener contacto con las masas que estaban detrás de las
jerarquías
de partido que oscilaban entre la conservación y la
revolución.
Si se hubiese verificado la eventualidad favorable,
los reflejos sobre la política y la economía del primer
poder
proletario en Rusia habrían sido tan sumamente importantes como
para permitir el resaneamiento rapidísimo de las organizaciones
internacionales y nacionales del movimiento comunista.
Por el contrario, al haberse verificado la
eventualidad
menos favorable, la del restablecimiento relativo del capitalismo, el
proletariado
revolucionario debió reemprender la lucha y el camino con un
movimiento
que, habiendo sacrificado su claro planteamiento político y su
homogeneidad
de composición y de organización, estaba expuesto a
nuevas
degeneraciones oportunistas» (de "Naturaleza, función y
táctica…"
- 1951).
3) - «Pero el error que abrió las puertas de la III Internacional a la nueva y más grave oleada oportunista no era solamente un error de cálculo de las probabilidades futuras del devenir revolucionario del proletariado; era un error de planteamiento y de interpretación histórica consistente en querer generalizar las experiencias y los métodos del bolchevismo ruso, aplicándolos a los países con una civilización burguesa y capitalista enormemente más avanzada» (de "Naturaleza, función y táctica…" - 1951).
4) - «Una confusión no menor se originó en la organización interna y se comprometió el resultado del difícil trabajo de selección de los elementos revolucionarios de los oportunistas en los distintos partidos y países. Se creyó que se podían captar nuevos efectivos bien maniobrables por el centro arrancando en bloque sectores izquierdistas en los partidos socialdemócratas. Por el contrario, pasado un primer periodo de formación de la nueva Internacional, ésta debía funcionar establemente como partido mundial y a sus secciones nacionales debían adherirse individualmente nuevos prosélitos. Se quiso ganar a grandes grupos de trabajadores pero, contrariamente se pactó con los jefes desordenando todos los cuadros del movimiento, descomponiéndolos y recomponiéndolos, mediante combinaciones de personas en periodos de lucha activa. Se reconocieron como comunistas a fracciones y células dentro de los partidos socialistas y oportunistas y se llevaron a cabo fusiones organizativas; casi todos los partidos, en vez de estar preparados para la lucha estuvieron en una crisis permanente, actuaron sin continuidad y sin límites definidos entre amigos y enemigos, registrando continuos fracasos en las distintas naciones. La Izquierda reivindica la unicidad y la continuidad organizativa» ("Tesis características del Partido" - 1951).
Sobre estos cuatro puntos, pues, la Internacional mostró debilidades que hicieron posible la reconquista por parte del oportunismo, debilidades que la Izquierda italiana fue la única en identificar desde 1920. Fue la Izquierda italiana la que insistió para que se hicieran más rígidas las condiciones de admisión (1920) y consiguió que se introdujesen en los veintiún puntos algunas de sus precisiones vitales, pero no consiguió que se aprobase la eliminación de las "particularidades nacionales", a las que después se agarraron los maximalistas italianos para su juego de falsas adhesiones que la dirección de la Internacional aceptó desde 1921, proponiendo una posible revisión de la irrevocable escisión del PC de Italia (ver "Moscú y la cuestión italiana", en "Rassegna Comunista", 1921).
Siempre en el II Congreso, la Izquierda también expresó sus dudas sobre las nociones de "partido fracción de la clase" y de "centralismo democrático", no por manía de pureza literaria, sino por los peligros que rezumaba la inadecuación de estas formulaciones. En el mismo II Congreso, la Izquierda se opuso a la táctica del parlamentarismo revolucionario no solo como táctica equivocada para el occidente europeo, sino también en cuanto que esta táctica era incapaz de trazar una línea de demarcación definitiva con los llamados "comunistas electoralistas", es decir, con los maximalistas.
En el III Congreso, la Izquierda se opone a la dudosa formulación de "conquista de la mayoría", la cual aunque tuviese un sentido preciso y correcto en Lenin y Trotski, presentaba inmensos peligros para los jóvenes partidos comunistas de occidente. Desde 1921, la Izquierda se opone a la práctica de las fusiones, de las agregaciones de partes de otros partidos al partido comunista, que debe ser único y con adhesiones individuales; así se opone también a la práctica del noyautage de fracciones comunistas en otros partidos y exige que se hagan rígidas las normas de organización. En diciembre de 1921 son adoptadas las tesis sobre el frente único, y la Izquierda adelanta las conocidas reservas, aun habiendo sido precisamente la Izquierda la primera en adoptar la táctica del frente único desde abajo en Italia. En el congreso de Roma, en 1922, la Izquierda vota las famosas tesis sobre la táctica en las cuales se reivindica la necesidad para la Internacional de una delimitación y previsión de los medios tácticos, al menos en las grandes líneas y para grandes arcos de tiempo y de espacio con el objetivo de impedir el bandazo que luego se instaurará en la Internacional de las tácticas oscilantes y dictadas exclusivamente por la modificación de las situaciones.
Las Tesis de Roma, propuestas como proyecto para toda la Internacional, serán criticadas y rechazadas por ésta con la acusación de "abstracción", "esquematismo", "formalismo", etc. Por consiguiente, sería absurdo decir que la Izquierda solo ha tenido con la Internacional divergencias secundarias de carácter táctico. La Izquierda ha tenido una divergencia profunda con la Internacional sobre la cuestión de cómo plantear los problemas tácticos en general. Y el hundimiento sucesivo de la Internacional ha confirmado que, mientras ésta había resuelto de manera definitiva los problemas de teoría y de principio, no había podido plantear el problema de la táctica de modo igualmente definitivo y adecuado, y a través de esta brecha que quedó abierta ha podido pasar de nuevo el oportunismo. Nuestras tesis explican claramente las razones materiales e históricas por las que esta sistematización necesaria del problema táctico no fue posible. Sin embargo, es un hecho que la sistematización no se dio a pesar de la continua exigencia de la Izquierda, la cual se atrajo precisamente por esto, por parte de la Internacional, la acusación de doctrinarismo y de abstracción. También sería igualmente inexacto sostener que el partido bolchevique de Rusia intentó siempre y con todas sus fuerzas plantear los problemas de la Internacional de manera coherentemente marxista, pero se encontró frente a sí en occidente con un material que, exceptuada la Izquierda, rechazaba este planteamiento correcto. Es evidente por el contrario que la misma posición del partido bolchevique, obligado a resistir aislado en el poder, influyó sobre el modo en que planteó y resolvió los problemas de la Internacional, modo que estuvo dominado por la imperiosa necesidad de una victoria revolucionaria en occidente a cualquier precio. Por lo que el partido bolchevique fue pues muy generoso aceptando a grupos y fracciones no perfectamente marxistas, abrió algunas vías de agua ya con los veintiún puntos y con la táctica del parlamentarismo revolucionario, las amplió con las oscilaciones tácticas y con una praxis organizativa equivocada, haciendo así más difícil, a su vez, la formación en occidente de verdaderos partidos comunistas.
Los partidos comunistas de occidente, y en particular el alemán y el francés, siguieron estando llenos de reformistas no por el motivo infantil de que ellos se escondiesen en la organización y que el centro de Moscú no fuese capaz de emplear una energía represiva para rechazarles en masa, sino porque los límites de los partidos hacia el exterior se mantuvieron siempre difuminados no en las normas disciplinarias o en los exámenes de admisión individual, sino en los campos vitales de la táctica y de las normas de organización; y se mantuvieron tales e incluso se difuminaron cada vez más porque la dirección de la Internacional se jugaba todas sus cartas a una victoria cercana en Alemania y, para tener un partido que fuese capaz de dirigir al proletariado insurrecto, amplió las mallas de la organización. Las amplió no olvidándose de verificar cada adhesión individual, y de obligar a hacer a los militantes individuales el rígido curriculum – lector, oyente, simpatizante, camarada (modo en que la rigidez organizativa podría ser entendida al máximo por grupos tipo "Lotta Comunista") – sino yendo menos a la regla de las mismas adhesiones individuales, admitiendo las particularidades nacionales, chalaneando fusiones e infiltraciones en otros grupos, abriendo las puertas a conocidos derechistas y centristas con tal de que tuviesen una influencia en las masas proletarias, y finalmente, dejando en blanco la página de las normas tácticas. Esta praxis en verdad hizo que, con el reflujo del movimiento revolucionario, se volviese a encontrar con partidos que no habían conseguido desarrollarse en sentido comunista, sino que todavía estaban empapados de mentalidad socialdemócrata e incluso parlamentaria.
Volvemos así a nuestra correcta formulación de las
cuestiones
de organización. Nuestras tesis no hablan en ningún punto
de una ausente caza a los hechiceros socialdemócratas anidados
en
los partidos comunistas como factor de debilidad de la Internacional.
Los
socialdemócratas podían "esconderse" en los partidos
comunistas,
porque la Internacional no había roto definitivamente con la
praxis
parlamentaria, porque admitía las fusiones y los bloques, porque
rechazaba una delimitación rígida de las normas
tácticas,
y no porque no había bastantes "inspectores" para enviarlos a
"controlar"
las secciones. Si la fisonomía organizativa y táctica de
los partidos comunistas hubiese sido más clara y tajante, los
socialdemócratas
anidados en la organización habrían saltado
"orgánicamente"
fuera por sí mismos y "orgánicamente" se habrían
marchado.
Si esta precisión en el campo no disciplinario, sino
táctico
y organizativo, no era posible era vano encontrar remedio en su
ausencia
con un endurecimiento de las normas disciplinarias, de las
penalizaciones
y de las expulsiones. Esta es la batalla de la Izquierda.
CITAS
123 - Tesis de la Izquierda al III Congreso del PC de Italia
(Tesis
de Lyon) - 1926
II, 1 - Con la constitución de la
Internacional
Comunista, la crisis de la II Internacional, determinada por la guerra
mundial, ha tenido una solución completa y definitiva desde el
punto
de vista de la restauración de la doctrina revolucionaria,
mientras
que, desde el punto de vista organizativo y táctico, la
formación
del Comintern constituye una gran conquista histórica, pero no
ha
dado a la crisis del movimiento proletario una solución
igualmente
completa.
El factor fundamental para la formación de
la nueva Internacional ha sido la revolución rusa, primera
victoria
gloriosa del proletariado mundial. Respecto a los problemas
tácticos,
y debido a las condiciones sociales de Rusia, la revolución rusa
no ha dado el tipo histórico general para las revoluciones de
los
otros países bajo el aspecto de los problemas tácticos.
En
dicho país, en el paso que va del poder feudal
autocrático
a la dictadura proletaria, no existió una época de
dominio
político de la clase burguesa con su aparato estatal exclusivo y
estable.
Precisamente por esto, la confirmación
histórica
de la concepción del programa marxista ha tenido en la
revolución
rusa su alcance más grandioso, y ha servido poderosamente para
derrotar
al revisionismo socialdemócrata en el terreno de los principios.
Pero en el terreno organizativo, la lucha contra la Segunda
Internacional,
parte integrante de la lucha contra el capitalismo mundial, no ha
tenido
un éxito igualmente decisivo, y han sido cometidos
múltiples
errores por los cuales los partidos comunistas no han alcanzado la
eficiencia
que las condiciones objetivas les hubieran permitido.
Otro tanto debe decirse en el terreno
táctico,
en el cual han sido resueltos y se resuelven hoy insuficientemente
muchos
problemas propios del tablero en el que figuran la burguesía, el
Estado burgués parlamentario moderno con un aparato
históricamente
estable y el proletariado; y no siempre los partidos comunistas han
obtenido
cuanto era posible a los efectos del avance del proletariado contra el
capitalismo y de la liquidación de los partidos
socialdemócratas,
órganos políticos de la contrarrevolución
burguesa.
II, 4 - En la fundación del Comintern tuvo
mucho peso la consideración de la urgencia de una vasta
concentración
de fuerzas revolucionarias, previéndose entonces un desarrollo
mucho
más rápido de las situaciones objetivas. Sin embargo, se
ha podido constatar que hubiera sido más conveniente proceder
con
mayor rigor en los criterios de organización. A los efectos de
la
formación de los partidos o de la conquista de las masas, los
resultados
no han sido favorecidos ni por las concesiones a grupos sindicalistas o
anarquistas, ni por pequeñas transacciones admitidas sobre las
21
condiciones con los centristas, ni por las fusiones orgánicas
con
partidos y fracciones de partidos obtenidas con el noyautage
político,
ni por tolerar la doble organización comunista en ciertos
países
con los partidos simpatizantes. La consigna de la organización
de
los partidos sobre la base de las células, lanzada
después
del V Congreso, no logra su objetivo que era el de eliminar los
defectos
unánimemente constatados en las secciones de la Internacional.
III, 4 - El Congreso de Roma (marzo de 1922) puso
de manifiesto una divergencia teórica entre la Izquierda
italiana
y la mayoría de la Internacional, la cual fue muy mal expresada
en un principio por nuestras delegaciones en el III Congreso y en el
Ejecutivo
Ampliado de febrero de 1922. Estas, especialmente en la primera
ocasión,
cometieron errores efectivos en un sentido infantilista. Las Tesis de
Roma
fueron la feliz liquidación teórica y política de
todo peligro oportunista de izquierda en el partido italiano.
En la práctica del partido, la única
divergencia con la Internacional se había manifestado a
propósito
de la táctica hacia los maximalistas, pero dicha divergencia
parecía
superada con los resultados unitarios del Congreso socialista de
octubre
de 1921.
Las Tesis de Roma fueron aprobadas como
contribución
del partido a las decisiones de la Internacional y no como la
línea
de acción inmediata; el Centro del partido lo confirmó en
el Ejecutivo Ampliado de 1922 y no se abrió la discusión
teórica precisamente por disciplina y por decisión de
ésta.
No obstante, en agosto de 1922, la Internacional
no interpretó la situación como lo hizo el Centro del
partido,
sino que consideró que la situación italiana era
inestable
debido al debilitamiento de la resistencia del Estado, y pensó
reforzar
el partido sobre la base de la fusión con los maximalistas,
considerando
como factor decisivo la escisión entre maximalistas y unitarios,
y no las enseñanzas que el partido extraía de la vasta
maniobra
de la huelga de agosto.
Desde ese momento las dos líneas
políticas
divergen definitivamente. En el IV Congreso Mundial (diciembre de 1922)
el viejo Centro del partido se opuso a la tesis que prevaleció
en
el. Al retornar los delegados a Italia, delegó
unánimemente
la responsabilidad de la fusión confiándola a una
Comisión,
pero conservando naturalmente sus propias funciones administrativas. Se
produjeron entonces los arrestos de febrero de 1923 y la gran ofensiva
contra el partido. Finalmente, en el Ejecutivo Ampliado de junio de
1923
se depuso al viejo ejecutivo y se lo sustituyó por otro
totalmente
diferente. Ante esta situación, las dimisiones de una parte de
los
miembros del Centro del partido fueron una simple consecuencia
lógica.
En mayo de 1924, una conferencia consultiva del partido daba
todavía
a la izquierda una aplastante mayoría contra el centro y la
derecha,
y así se llegó en 1924 al V Congreso mundial.
124 - Naturaleza, función y táctica del partido
revolucionario
de la clase obrera - 1947
...Contra esta dirección desastrosa para
el movimiento obrero, reaccionó a través de la
revolución
rusa, la III Internacional. No obstante debe decirse que, si bien la
restauración
de los valores revolucionarios fue grandiosa y completa en lo que
respecta
a los principios doctrinales, el planteamiento teórico y el
problema
central del poder del Estado, no fue igualmente completa la
sistematización
organizativa de la nueva Internacional y el planteamiento de la
táctica
de ésta y de los partidos adherentes.
La crítica a los oportunistas de la II
Internacional
fue ciertamente completa y decisiva no solo en cuanto a su abandono
total
de los principios marxistas, sino también en cuanto a su
táctica
de coalición y de colaboración con gobiernos y partidos
burgueses.
Se puso en evidencia que la dirección
particular
y contingente dada a los viejos partidos socialistas no había
llevado
a asegurar totalmente a los trabajadores pequeños beneficios y
mejoras
materiales a cambio de renunciar a preparar y llevar a cabo el ataque
integral
contra las instituciones y el poder burgués, sino que
había
conducido, comprometiendo ambos resultados, el mínimo y el
máximo,
a una situación peor, o sea a utilizar las organizaciones, las
fuerzas,
la combatividad, las personas y las vidas de los proletarios para
realizar
objetivos que no eran los objetivos políticos e
históricos
de su clase, y que conducían al reforzamiento del imperialismo
capitalista.
Este había superado en la guerra, al menos durante una fase
histórica
completa, la amenaza ínsita en las contradicciones de su
mecanismo
productivo, y había superado la crisis política
determinada
por la guerra y por sus repercusiones con el sometimiento de los
encuadramientos
sindicales y políticos de la clase adversaria a través
del
método político de las coaliciones nacionales.
Esto equivalía, según la
crítica
del leninismo, a desnaturalizar completamente el papel y la
función
del partido proletario de clase que no es la de la salvar de peligros
denunciados
la patria burguesa o las instituciones de la así llamada
libertad
burguesa, sino la de tener alineadas las fuerzas obreras sobre la
línea
de la dirección histórica general del movimiento, que
debe
culminar en la conquista total del poder político, abatiendo al
Estado burgués.
Se trataba, nada más terminar la guerra,
cuando eran desfavorables las así llamadas condiciones
subjetivas
de la revolución (o sea la eficacia de la organización y
de los partidos del proletariado) pero eran favorables las condiciones
objetivas, debido a la manifestación de la crisis del mundo
burgués
en toda su magnitud, se trataba pues de reparar la primera deficiencia
con una rápida reorganización de la Internacional
revolucionaria.
El proceso estuvo dominado, no podía ser
de otra manera, por el grandioso acontecimiento histórico de la
primera victoria revolucionaria obrera en Rusia, que había
permitido
reponer a plena luz las grandes directrices comunistas. Se quiso trazar
sin embargo la táctica de los partidos comunistas, que en los
otros
países agrupaban a grupos socialistas contrarios al oportunismo
bélico, imitando directamente la táctica aplicada
victoriosamente
en Rusia por el partido bolchevique en la conquista del poder, a
través
de la histórica lucha de febrero a noviembre de 1917.
Esta aplicación dio lugar desde un primer
momento a importantes debates acerca de los métodos
tácticos
de la Internacional, y especialmente sobre el del frente único,
consistente en invitaciones dirigidas frecuentemente a los otros
partidos
proletarios y socialistas para llevar a cabo una agitación y una
acción comunes y con la finalidad de poner en evidencia lo
inadecuado
que era el método de esos partidos y alejar en beneficio de los
comunistas su tradicional influencia sobre las masas.
En efecto, a pesar de las abiertas advertencias
de la Izquierda italiana y de otros grupos de oposición, los
jefes
de la Internacional no se dieron cuenta de que esta táctica del
frente único, empujando a las organizaciones revolucionarias
junto
a las socialdemócratas, socialpatriotas, oportunistas, de las
cuales
se habían separado recientemente oponiéndose
irreductiblemente,
no solo habría desorientado a las masas, haciendo imposibles las
ventajas que se esperaban de esa táctica, sino que además
habría – lo que era más grave – contaminado a los mismos
partidos revolucionarios. Es cierto que el partido revolucionario es el
mejor factor de la historia y el menos vinculado, pero no deja de ser
igualmente
un producto de la misma y sufre cambios y desplazamientos cuando se
modifican
las fuerzas sociales. No puede pensarse que el problema táctico
es un manejo voluntario de un arma que, dirigida en cualquier
dirección,
sigue siendo la misma; la táctica del partido influencia y
modifica
al partido mismo. Si también ninguna táctica puede ser
condenada
en nombre de dogmas aprioristas, toda táctica debe ser analizada
preventivamente y discutida a la luz de una cuestión como esta:
¿al ganar una mayor influencia eventual del partido sobre las
masas,
no se comprometerá el carácter del partido y su capacidad
para guiar a las masas hasta el objetivo final?
La adopción de la táctica del frente
único por parte de la III Internacional significaba, en
realidad,
que también la Internacional Comunista se colocaba sobre la
vía
del oportunismo, que había conducido a la II Internacional a la
derrota y a la liquidación. Una característica de la
táctica
oportunista había sido el sacrificio de la victoria final y
total
a los éxitos parciales contingentes; la táctica del
frente
único se revela también como oportunista, precisamente
porque
también sacrificaba la primera e insustituible garantía
de
la victoria total y final (la capacidad revolucionaria del partido de
clase)
a la acción contingente que habría debido asegurar
ventajas
momentáneas y parciales al proletariado (el aumento de la
influencia
del partido sobre las masas, y una mayor compacidad del proletariado en
la lucha por la mejora gradual de sus condiciones materiales y por el
mantenimiento
de eventuales conquistas alcanzadas).
En la situación de la primera posguerra,
que se presentaba como objetivamente revolucionaria, la
dirección
de la Internacional se dejó guiar por la preocupación –
por
otra parte no carente de motivo – de no encontrarse preparada y con un
escaso seguimiento de las masas en caso de estallar un movimiento
general
europeo que podía conseguir la conquista del poder en algunos de
los grandes países capitalistas. Era tan importante para la
Internacional
leninista la eventualidad de un rápido hundimiento del mundo
capitalista,
que hoy se comprende como, en la esperanza de poder dirigir masas
más
amplias en la lucha por la revolución europea, se fuese muy
pródigo
en aceptar la adhesión de movimientos que no eran verdaderos
partidos
comunistas y se buscase con la táctica elástica del
frente
único, tener contacto con las masas que estaban detrás de
las jerarquías de partido que oscilaban entre la
conservación
y la revolución.
Si se hubiese verificado la eventualidad favorable,
los reflejos sobre la política y la economía del primer
poder
proletario en Rusia habrían sido tan sumamente importantes como
para permitir el resaneamiento rapidísimo de las organizaciones
internacionales y nacionales del movimiento comunista.
Por el contrario, al haberse verificado la
eventualidad
menos favorable, la del restablecimiento relativo del capitalismo, el
proletariado
revolucionario debió reemprender la lucha y el camino con un
movimiento
que, habiendo sacrificado su claro planteamiento político y su
homogeneidad
de composición y de organización, estaba expuesto a
nuevas
degeneraciones oportunistas.
Pero el error que abrió las puertas de la
III Internacional a la nueva y más grave oleada oportunista no
era
solamente un error de cálculo de las probabilidades futuras del
devenir revolucionario del proletariado; era un error de planteamiento
y de interpretación histórica consistente en querer
generalizar
las experiencias y los métodos del bolchevismo ruso,
aplicándolos
a los países con una civilización burguesa y capitalista
enormemente más avanzada. La Rusia anterior a febrero de 1917
era
todavía una Rusia feudal en la que las fuerzas productivas
capitalistas
estaban oprimidas bajo los grilletes de las relaciones de
producción
antiguas: era obvio que en esta situación, análoga a la
de
Francia en 1789 y Alemania en 1848, el partido político
proletario
debía combatir contra el zarismo incluso si hubiese sido
imposible
evitar que tras su derrocamiento se estableciese un régimen
burgués
capitalista; y era por consiguiente igualmente obvio que el partido
bolchevique
podía acceder a tener contactos con otras agrupaciones
políticas,
contactos que se habían vuelto necesarios en la lucha contra el
zarismo. Entre febrero y octubre de 1917, el partido bolchevique
reencontró
las condiciones objetivas favorables para un esquema más vasto:
el de injertar sobre el abatimiento del zarismo la ulterior conquista
revolucionaria
proletaria. En consecuencia, hizo más rígidas sus
posiciones
tácticas, asumiendo posiciones de lucha abierta y despiadada
contra
todas las demás formaciones políticas, desde los
reaccionarios
defensores de un retorno zarista y feudal, a los socialistas
revolucionarios
y a los mencheviques. Pero el hecho de que pudiera temerse un efectivo
retorno reaccionario del feudalismo absolutista y teocrático, y
el hecho de que las formaciones estatales y políticas de la
burguesía
o influenciadas por ella, en esa situación extremadamente fluida
e inestable, no tuviesen aún ninguna solidez y capacidad de
atracción
y absorbencia de la fuerzas autónomas proletarias, pusieron al
partido
bolchevique en condiciones de poder aceptar contacto y acuerdos
provisionales
con otras organizaciones que tuviesen un seguimiento obrero, como
acaeció
en el episodio de Kornilov.
El partido bolchevique, realizando el frente
único
contra Kornilov, luchaba en realidad contra un efectivo retorno
reaccionario
feudal y, además, no tenía que temer una mayor solidez de
las organizaciones mencheviques y socialistas revolucionarias, que
hiciese
posible la influencia de éstas, ni un grado de solidez y de
consistencia
del poder estatal que le consintiese a este último obtener una
ventaja
de la alianza contingente con los bolcheviques para después
volverse
contra ellos.
La situación y las relaciones de fuerza en
los países con una avanzada civilización burguesa eran
completamente
distintas. En estos países no se planteaba ya (y con mayor
razón
no se plantea hoy) la perspectiva de un retorno reaccionario del
feudalismo,
y por tanto quedaba excluido totalmente el objetivo de eventuales
acciones
comunes con otros partidos. Además, en estos países el
poder
estatal y los agrupamientos burgueses estaban tan consolidados en el
éxito
y en la tradición del dominio, que se debía prever bien
que
las organizaciones autónomas del proletariado, empujadas a
contactos
frecuentes y estrechos con la táctica del frente único,
habrían
estado expuestas a una casi inevitable influencia y absorción
por
parte de ellos.
El haber ignorado esta profunda diferencia de
situaciones,
y el haber querido aplicar en los países avanzados los
métodos
tácticos bolcheviques, adaptados a la situación del
naciente
régimen burgués en Rusia, ha llevado a la Internacional
Comunista
a una serie siempre creciente de desastres, y finalmente a su
ignominiosa
liquidación.
La táctica del frente único fue
llevada
hasta el punto de dar consignas distintas de las programáticas
del
partido sobre el problema del Estado, sosteniendo la petición y
la actuación de gobiernos obreros, y por lo tanto de gobiernos
formados
por representaciones mixtas comunistas y socialdemócratas, las
cuales
llegaron al poder a través de las vías parlamentarias
normales
sin romper violentamente el aparato estatal burgués. Esta
consigna
del Gobierno Obrero fue presentada en el V Congreso de la Internacional
Comunista como corolario lógico y natural de la táctica
del
frente único; y se aplicó en Alemania obteniendo como
resultado
una severa derrota del proletariado alemán y de su partido
comunista.
125 - Tesis características (Tesis de Florencia) - 1951
III, 6 - La III Internacional surge sobre la base
del doble dato histórico de la lucha contra la socialdemocracia
y contra el socialpatriotismo.
No solo en toda la Internacional proletaria no se
hacen alianzas con otros partidos para la gestión del poder
parlamentario,
sino que, además, se niega que el poder pueda conquistarse por
vías
legales, incluso de manera "intransigente" y solo por el partido
proletario,
y se remacha, sobre las ruinas del periodo pacífico del
capitalismo,
la necesidad de la violencia armada y de la dictadura.
No solo no se hacen alianzas con los gobiernos en
guerra, ni siquiera "de defensa", y se mantiene, incluso en la guerra,
una oposición de clase, sino que además, se intenta en
todos
los países la acción derrotista en la retaguardia para
transformar
la guerra imperialista de los Estados en guerra civil de las clases.
7 - La reacción a la primera oleada de
oportunismo
había sido la fórmula: ninguna alianza electoral,
parlamentaria
y ministerial para obtener reformas.
La reacción a la segunda oleada fue la otra
fórmula táctica: ninguna alianza de guerra (desde 1871)
con
el Estado y la burguesía.
La tardía eficacia de las reacciones
impidió
que se aprovechase del viraje y hundimiento de 1914-18 para entablar en
todas partes victoriosamente la lucha por el derrotismo de guerra y por
la destrucción del Estado burgués.
8 - La única y grandiosa excepción
histórica es la victoria de Octubre de 1917 en Rusia. Rusia era
el único gran Estado europeo regido aún por un poder
feudal,
y con escasa penetración de las formas capitalistas de
producción.
En Rusia existía un partido no numeroso, pero tradicionalmente
firme
sobre la justa línea de la doctrina marxista, que se opuso en la
Internacional a las dos oleadas oportunistas y, al mismo tiempo, estuvo
a la altura de plantear, desde las pruebas grandiosas de 1905, los
problemas
de la inserción de dos revoluciones: la burguesa y la
proletaria.
Este partido lucha en febrero de 1917 con los otros
contra el zarismo e, inmediatamente después, no solo contra los
partidos burgueses liberales, sino contra los partidos proletarios
oportunistas,
y consigue derrotarlos a todos. Él desempeña
además
el papel central en la reconstitución de la Internacional
revolucionaria.
11 - Tan pronto quedó claro que la sociedad
burguesa se consolidaba después de la grave conmoción de
la primera guerra mundial, y que los partidos comunistas no lograban la
victoria a no ser en tentativas rápidamente reprimidas, la misma
evidencia de la imperiosa necesidad de acelerar la conquista del poder
en Europa para evitar que se tuviese en el curso de pocos años o
la caída violenta del Estado soviético o su
degeneración
en Estado capitalista, llevó a preguntarse qué maniobra
adoptar
para conjurar el hecho de que considerables estratos proletarios
siguiesen
aún bajo las influencias socialdemócratas y oportunistas.
Dos métodos se contrapusieron: el de
considerar
a los partidos de la Segunda Internacional, que realizaban abiertamente
una campaña despiadada tanto contra el programa comunista como
contra
la Rusia revolucionaria, como enemigos declarados, luchando contra
ellos
como parte integrante del frente burgués de clase, y como la
más
peligrosa; y el de recurrir a expedientes capaces de desplazar en
beneficio
del partido comunista la influencia de los partidos
socialdemócratas
sobre las masas, por medio de "maniobras"
estratégico-tácticas.
12 - Para avalorar este último método
se utilizaron erróneamente las experiencias de la
política
bolchevique en Rusia, saliéndose de la justa línea
histórica.
Las proposiciones de alianzas a otros partidos, pequeñoburgueses
y hasta burgueses, estaban fundadas en la situación en la cual
el
poder zarista ponía a todos aquellos movimientos fuera de la ley
y los forzaba a luchar insurreccionalmente. En Europa no era posible
proponer
acciones comunes, aunque fuese con propósito de maniobra,
más
que en el plano legalitario, ya fuese parlamentario o sindical. En
Rusia,
la experiencia de un parlamentarismo liberal había sido
brevísima
en 1905 y en los pocos meses de 1917, como asimismo la de un
sindicalismo
admitido por la ley; en el resto de Europa, medio siglo de
degeneración
había hecho de estos campos el terreno propicio para el
adormecimiento
de toda energía revolucionaria y para el avasallamiento de los
jefes
proletarios a la burguesía. La garantía consistente en la
firmeza de organización y de principio del partido bolchevique
era
una cosa diversa de la garantía dada por la existencia del poder
estatal proletario en Rusia, que, debido a las propias condiciones
sociales
y a las relaciones internacionales, era el más expuesto, como la
historia lo demostró, a ser arrastrado a la renuncia de los
principios
y de las directivas revolucionarias...
14 - La experiencia del método táctico
seguido por la Internacional de 1921 a 1926 fue negativa, y a pesar de
ello, en cada congreso (III, IV, V y Ejecutivo Ampliado de 1926), se
dieron
versiones cada vez más oportunistas del mismo. El método
se basaba en la regla: cambiar la táctica según el examen
de las situaciones. Cada seis meses se descubrían con
pretendidos
análisis nuevas etapas del curso del capitalismo, pretendiendo
remediarlas
recurriendo a nuevas maniobras. En el fondo, en esto reside el
revisionismo,
quien siempre ha sido "voluntarista", o sea, cuando ha constatado que
las
previsiones sobre el advenimiento del socialismo no se habían
verificado
aún, ha pensado en forzar la historia con una nueva praxis, pero
con ello ha cesado también de luchar por el propio objetivo
proletario
y socialista de nuestro programa máximo. La situación
excluye
en adelante la posibilidad de insurrección, dijeron los
reformistas
en 1900; es nihilismo esperar lo imposible: trabajemos para las
posibilidades
concretas, elecciones y reformas legales, conquistas sindicales. Cuando
tal método falló, el voluntarismo de los sindicalistas
reaccionó,
imputando la culpa al método político y al partido
político,
y preconizó el esfuerzo de audaces minorías en la huelga
general conducida exclusivamente por los sindicatos para obtener un
cambio
radical. De un modo no diverso, cuando se vio que el proletariado
occidental
no se lanzaba a la lucha por la dictadura, se quiso recurrir a
sucedáneos
para remediar la situación. Sucedió que, pasado el
momento
de desequilibrio de las fuerzas capitalistas, la situación
objetiva
y la relación de fuerzas no cambiaron, mientras que el
movimiento
fue debilitándose y después corrompiéndose tal
como
había sucedido con los apresurados revisionistas de derecha y de
izquierda del marxismo revolucionario que habían terminado al
servicio
de la burguesía en las uniones de guerra. Fue saboteada la
preparación
teórica y la restauración de los principios cuando se
indujo
a la confusión entre el programa de la conquista del poder total
para el proletariado y el advenimiento de gobiernos "afines" mediante
el
apoyo y la participación parlamentaria y ministerial de los
comunistas:
en Turingia y Sajonia tal experiencia terminó en una farsa,
bastando
dos policías para despachar al jefe comunista del gobierno.
15 - No fue menor la confusión acarreada
en la organización interna, y se comprometió el resultado
del difícil trabajo de selección de los elementos
revolucionarios
y de su separación de los oportunistas en los diversos partidos
y países. Se creyó conseguir nuevos efectivos,
fácilmente
maniobrables por el centro, arrancando en bloque las alas izquierdas a
los partidos socialdemócratas. Por el contrario, pasado un
primer
periodo de formación de la nueva Internacional, ésta
debía
funcionar de manera estable como partido mundial, y los nuevos
prosélitos
adherirse individualmente a sus secciones nacionales. Se quisieron
ganar
fuertes grupos de trabajadores, pero en lugar de esto se pactó
con
los jefes, desordenando todos los cuadros del movimiento,
descomponiéndolos
y recomponiéndolos mediante combinaciones de personas en
periodos
de lucha activa. Se reconocieron como comunistas a fracciones y a
células
en el seno de partidos socialistas y oportunistas, y se practicaron
fusiones
organizativas: casi todos los partidos, en vez de tornarse aptos para
la
lucha, fueron así mantenidos en un estado de crisis permanente,
actuaron sin continuidad y sin límites definidos entre amigos y
enemigos, y registraron continuos fracasos en las diversas naciones. La
Izquierda reivindica la unicidad y la continuidad organizativa.
126 - Consideraciones sobre la orgánica actividad del
partido
cuando la situación general es históricamente
desfavorable
- 1965
14 -...A falta incluso de este riesgo
histórico
de salvar si no la revolución al menos el nervio de su partido
histórico,
hoy se ha vuelto a comenzar en una situación objetiva turbia y
sorda,
en medio de un proletariado infectado de democratismo pequeño
burgués
hasta la médula; pero el naciente organismo, utilizando toda la
tradición doctrinal y de praxis remachada por la
verificación
histórica de tempestivas previsiones, la aplica también a
su acción cotidiana persiguiendo la reanudación de un
contacto
cada vez más amplio con las masas explotadas, y elimina de la
propia
estructura uno de los errores de partida de la Internacional de
Moscú,
liquidando la tesis del centralismo democrático y la
aplicación
de toda máquina de voto, como ha eliminado de la
ideología
hasta del último adherente toda concesión a
encaminamientos
democratoides, pacifistas, autonomistas y libertarios.
127 - Tesis sobre la tarea histórica, la acción y
la
estructura del partido comunista mundial, según las posiciones
que
desde hace más de medio siglo forman el patrimonio
histórico
de la Izquierda comunista-julio 1965 (Tesis de Nápoles)
3. Por lo que respecta al periodo sucesivo de vida
de la nueva Internacional forma patrimonio inolvidable de la Izquierda
Comunista la justa diagnosis teórica y previsión
histórica
de nuevos peligros oportunistas que se delineaban en el proceso de vida
de los primeros años de la nueva Internacional. Tal punto
está
desarrollado, para evitar teoricismos pesados con método
histórico.
Las primeras manifestaciones denunciadas y opuestas por la izquierda se
verificaron en la táctica a propósito de las relaciones a
establecer con los viejos partidos socialistas de la II Internacional,
de los que los comunistas se habían dividido organizativamente
con
las escisiones, y consecuentemente aún con medidas equivocadas
en
materia de estructura organizativa. El III Congreso había
constatado
justamente que no era suficiente (ya en 1921 se podía prever que
la gran oleada revolucionaria, que siguió a la
finalización
de la guerra en 1918 se iba enfriando y que el capitalismo
habría
intentado contraofensivas ya sea en el campo económico como en
el
político, haber formado partidos comunistas estrechamente
empeñados
con el programa de la acción violenta, de la dictadura
proletaria
y el Estado comunista, si una amplia parte de las masas proletarias,
permanecía
accesible a las influencias de los partidos oportunistas, por todos
nosotros
considerados entonces como los peores instrumentos de la
contrarrevolución
burguesa y que tenían las manos manchadas de sangre de Carlos y
de Rosa. No obstante, la Izquierda Comunista no aceptó la
fórmula
de que fuese condición indispensable para la acción
revolucionaria
(condenable como iniciativa blanquista de pequeños partidos) la
conquista de la "mayoría" del proletariado (por otro lado no se
supo jamás si se trataba del verdadero proletariado asalariado o
del "pueblo", incluyendo campesinos propietarios y microcapitalistas,
artesanos
y cualquier otro pequeño burgués). Tal fórmula de
la mayoría con su sabor democrático despertaba una
primera
alarma, desdichadamente verificada por la historia, que el oportunismo
pudiese renacer introducido bajo la acostumbrada bandera del homenaje a
los conceptos mortíferos de democracia y de recuento electoral.
Desde el IV Congreso, finales de 1922, en adelante,
la previsión pesimista y la vigorosa lucha de la izquierda
prosiguen
denunciando las táctica peligrosas (frente único entre
partidos
comunistas y socialistas, consigna del "gobierno obrero") y los errores
organizativos (por los cuales se querían ampliar los partidos no
solo con la llegada de proletarios que abandonasen a los otros partidos
con programa, acción y estructura socialdemócrata, sino
confusiones
que aceptasen partidos enteros y porciones de partidos junto a pactos
con
sus estados mayores, e incluso con la admisión como secciones
nacionales
del Comintern a los pretendidos partidos "simpatizantes" lo que era
claro
error en el sentido federalista. En una tercera dirección, la
Izquierda
denuncia desde entonces y cada vez más vigorosamente, en los
años
sucesivos la ampliación del peligro oportunista: este tercer
argumento
es el método de trabajo interno de la Internacional, con el que
el centro representado por el Comité Ejecutivo de Moscú
usa
con los partidos, o ya sea con partes de partidos que han incurrido en
errores
políticos, métodos no solo de "terror ideológico",
sino sobre todo de presión organizativa, lo que constituye una
equivocada
aplicación y poco a poco una falsificación total de los
justos
principios de la centralización y de la disciplina sin
excepciones...
10 - Volviendo a la historia de los primeros
años
de la Internacional Comunista, recordaremos que los dirigentes rusos de
ésta, los que tenían detrás de sí lo un
conocimiento
profundo de la doctrina y de la historia marxista, sino también
el resultado grandioso de la victoria revolucionaria de Octubre,
concebían
tesis como las de Lenin como material que debiese ser aceptado por
todos,
aun reconociendo que en la vida del partido Internacional se
habría
desarrollado una elaboración ulterior. Ellos requirieron que no
se votase nunca porque todo iba aceptado con adhesión
unánime
y espontáneamente confirmada por toda la periferia de la
organización,
que en aquellos años gloriosos vivía una atmósfera
de entusiasmo e incluso de triunfo.
La Izquierda no disentía de estas generosas
aspiraciones, pero consideró que, para alcanzar los desarrollos
que todos soñábamos, habría sido necesario hacer
más
rigurosas y rígidas ciertas medidas de organización y de
constitución del Partido Comunista único, y precisar en
el
mismo sentido todas las normas de su táctica.
Cuando se delineó que un cierto relajamiento
en estos terrenos vitales, denunciados por nosotros ante el mismo gran
Lenin, comenzaba a producir efectos dañosos, fuimos obligados a
contraponer relaciones a relaciones y tesis a tesis.
A diferencia de otros grupos de oposición,
de los mismos que se formaban en Rusia y de la misma corriente
trotskista,
nosotros evitamos siempre con cuidado dar a nuestro trabajo interno en
la Internacional la forma de una reivindicación de consultas
democráticas
y electivas por toda la base, o de reclamar elecciones generales de los
comités directivos...
En los primerísimos años la Izquierda
esperó que las concesiones organizativas y tácticas
hallasen
explicación en la fecundidad del momento histórico y
tuviesen
valor solo temporal, en cuanto la perspectiva de Lenin esperaba grandes
revoluciones en Europa Central y quizás Occidental, y
después
de estas la línea habría retornado a aquella integral y
luminosa
en consonancia con los principios vitales; pero poco a poco esta
esperanza
era sustituida cada vez más por la certeza de que se
habría
ido hacia la ruina oportunista, – que no podía dejar de tomar
sus
formas clásicas de una perspectiva magnificadora y de una
exaltación
de la intriga democrática y electoral – más que nunca la
Izquierda condujo su defensa histórica sin menoscabar la propia
desconfianza contra el mecanismo democrático.
Las citas que hemos expuesto demuestran la evidencia de que la diferencia entre centralismo democrático y centralismo orgánico es todo lo contrario que "terminológica". Hoy se suele afirmar que en el partido «el centralismo democrático y el centralismo orgánico son la misma cosa», que nosotros «proponíamos llamar orgánico al centralismo para mayor precisión de términos», que, en el fondo, todo se reduce a la reivindicación del «centralismo sin adjetivos». El centralismo orgánico significaría solamente que tenemos necesidad, dado que estamos en el ambiente del capitalismo putrefacto, de un centralismo aún más rígido del que tuvo el partido bolchevique. Y la necesidad de un centralismo "más rígido" habría dictado nuestra posición sobre la eliminación de los mecanismos democráticos de consultas internas. En síntesis, las cosas estarían de este modo: centralismo democrático significa un centralismo menos completo, porque viene cuestionado por las necesidades de la consulta periódica de la base; centralismo orgánico significaría "centralismo absoluto" en cuanto que ya no se consulta a nadie, y todas las decisiones sin discusión quedan en manos del centro dirigente con poderes absolutos. En definitiva: centralismo democrático – mecanismos democráticos = centralismo orgánico. Quedaría por explicar por qué los partidos de la II Internacional utilizaron mecanismos de democracia interna, mientras que nosotros podemos hacer la sustracción de más arriba. Es evidente que la razón debe residir en una dinámica distinta, como el modo de moverse, de vivir, de desarrollarse de los partidos de la II Internacional respecto al nuestro y a la misma III Internacional; por lo que mientras los bolcheviques, supongamos de 1903 o de 1905, estaban obligados a teorizar la fórmula "centralismo democrático" y a adoptar en la organización mecanismos de democracia electiva, nosotros podemos decir hoy que en nuestro partido se queda fuera para siempre, después de haber augurado que se quedase fuera también en la Internacional Comunista.
Una primera distinción bien plasmada en todas nuestras tesis se impone: aquella entre "valor de principio" a dar a los mecanismos de democracia y utilización necesaria por parte del partido en una determinada época histórica. Lenin, lo hemos remachado siempre, no le ha atribuido nunca ningún valor de principio a la democracia dentro o fuera del partido; aún más, cada vez que ha sido posible o necesario no ha dudado en hollarla y en violarla, pero ha estado obligado a utilizarla con todo su instrumental estatutario, formalista, burocrático, como "mecanismo accidental" para la construcción de la organización de partido. Nosotros, no solo no le hemos atribuido nunca ningún valor de principio, sino que también la hemos eliminado para siempre con todo su cortejo en cuanto instrumento útil para la construcción organizativa. En 1920 proponíamos que no se dijese que era nuestro principio el "centralismo democrático", porque la democracia no puede ser un principio para nosotros, mientras que el centralismo sin duda lo es.
La fórmula habría debido ser: centralismo que también puede utilizar como mecanismo útil prácticamente el mecanismo democrático. En 1965 hemos definido que no solo no queremos el principio de democracia, sino que no consideramos útiles ni siquiera sus mecanismos y los rechazamos para siempre. No se trata por tanto de contraponer un centralismo más rigido a un centralismo menos rígido para llegar a la aberrante conclusión de que, orgánico o no, estamos por el centralismo cualquiera que sea. El centralismo democrático, en efecto, no era de hecho un centralismo menos rígido, sino una centralización de la acción del partido obtenida a través de la utilización del mecanismo democrático; el centralismo orgánico no es un centralismo "más rígido", sino la centralización obtenida dejando al margen el mecanismo democrático. Ahora bien, no solo en a de todas nuestras tesis, sino también de Lenin ("¿Qué Hacer?", "Un paso adelante y dos pasos atrás", etc), cuando hablamos de mecanismos democráticos debemos entender no solo la consulta periódica de la base, sino también todo el conjunto de instrumentos conexo: congresos deliberantes y soberanos, estatutos, códigos, aparatos burocráticos, expulsiones, represión con carácter legal como método de vida del partido, selección o elección de compañeros particulares, etc.
Que burocratismo y democracia no sean términos antitéticos, sino íntima y dialécticamente conexos, está escrito en grandes caracteres en todas nuestras tesis. Por tanto, si hemos eliminado la democracia de la organización, quiere decir que hemos eliminado también el burocratismo. Si se mantuviese el burocratismo, antes o después debería retornar también la democracia interna.
La praxis del centralismo democrático era adecuada y necesaria para los partidos de la II Internacional en cuanto que ellos se movían efectivamente sobre una base no perfectamente homogénea a través del choque de corrientes y fracciones contrapuestas por divergencias no ocasionales y momentáneas sobre la táctica y a menudo también sobre el programa. Se trataba de corrientes distintas, expresión de distintos intereses de clase que confluían en la organización del partido estando de acuerdo sobre algunos puntos generales y comunes, pero en divergencia, sin posibilidad de conciliación, sobre otros. A principios de siglo era evidente para Lenin y para todos los revolucionarios que los revisionistas y los mencheviques expresaban la influencia de las aristocracias obreras y de la pequeña burguesía reformista dentro del partido proletario. El partido se encontraba así siendo el producto de la convergencia de distintos estratos sociales y por eso, de distintas tácticas, aun si todas reconocían un fin común. La organización de partido resultaba así dividida en corrientes divergentes no ocasionalmente, sino fisiológicamente, como regla común. La lucha política interna es pues para estos partidos una norma de vida, más aún, la norma de vida. Mencheviques y bolcheviques luchan por la conquista de la dirección del partido en cuanto que se contraponen dos líneas tácticas: ala revolucionaria y ala reformista dentro de todos los partidos socialistas y socialdemócratas. Para que la lucha interna no se transforme en inmovilización de la acción práctica del partido, debe ser regulada por un mecanismo legal aceptado y reconocido por todos, debe establecer los deberes y los derechos de la "mayoría" y de la "minoría". Dado que la unicidad de movimiento práctico es siempre la consecuencia de una unicidad de táctica y ya que las líneas tácticas en el partido, al menos, son siempre dos, el único modo de conseguir que se mueva el partido con un enfoque práctico único se deriva que es el de prevalecer una línea sobre otra a través de la convocatoria de congresos democráticos que son "escenarios de lucha" para la victoria de una corriente sobre otra. La jerarquía que sale de estos congresos, en los que se forma una "mayoría" y una "minoría" debe tener un carácter necesariamente burocrático, porque representa no al partido en su conjunto, sino la victoria de una parte del partido sobre la otra parte.
El centro del partido no puede referirse para obtener el respeto de sus órdenes, a un patrimonio de normas tácticas común a todo el partido, público y aceptado por todos los militantes, sino que debe referirse necesariamente a las deliberaciones que tienen valor legal en cuanto que expresan el parecer de la mayoría, debe referirse a los estatutos, a las deliberaciones congresuales, etc. A través de las deliberaciones democráticas de los congresos se va creando una jerarquía burocrática que deriva su poder de las deliberaciones del congreso y de los estatutos que nadie puede violar bajo pena de sanciones, hasta la expulsión del partido. Los hombres que dirigen el partido y los puestos en las diversas funciones son elegidos por el congreso, que decide no en nombre de la capacidad o incapacidad del individuo para desarrollar la función, sino en nombre de su pertenencia a una determinada línea política. Y por consiguiente deben ser conocidos y denominados con nombre y apellidos, deben en un cierto modo llevar una señal especial. Todos los militantes que pertenezcan al ala victoriosa o a la derrotada en el congreso deben reconocerle absoluta disciplina a las órdenes de aquel determinado hombre con aquella determinada señal.
La Internacional Comunista, nacida sobre la base homogénea de la doctrina y del programa marxista, sobre la base de principios unitarios y claramente enunciados, sobre la base de finalidades únicas, ya no habría tenido necesidad de esta praxis y de estos mecanismos en la medida en que hubiese procedido en el sentido de la delimitación de los medios tácticos y con continuidad en las medidas de organización. La Internacional comenzó a desmontar esta práctica y a sustituirla con una "orgánica" en muchos sectores, como está explicado claramente en nuestros "Apuntes para las tesis". No pudo desmontarla completamente, porque los partidos comunistas se habían formado y se iban formando sobre bases no totalmente homogéneas, porque no se llegó nunca a la configuración de una táctica única para toda la Internacional y se admitieron las "particularidades nacionales" y las fusiones organizativas. El proceso de formación estaba influenciado por la perspectiva de los bolcheviques de una revolución europea a corto plazo, para cuya dirección también se requería una organización no del todo homogénea, pero capaz de guiar al proletariado en el asalto. La Izquierda, mientras se plegaba a esta perspectiva considerada válida por todos, pidió que no se hiciese un principio de la praxis democrática que restaba en los partidos y en la Internacional, sino que se dijese que se trataba solamente de un "mecanismo accidental", mientras que la construcción real del partido tenía lugar a través de un método orgánico apoyado en la conquista de una homogeneidad cada vez mayor en el campo táctico y organizativo. Si la Internacional hubiese caminado sobre esta vía, el reflejo en el campo organizativo habría sido incluso la eliminación de lo que quedaba de la mecánica democrática y burocrática interna.
Por consiguiente, el partido resurgido en la segunda posguerra no ha hecho más que sacar las conclusiones de un proceso que se había iniciado en 1919, y que el hundimiento de la Internacional había interrumpido e invertido. En el partido comunista mundial, fundado en una teoría única, reconocida, válida e invariable para todos, sobre principios y finalidades únicas, sobre un programa único y sobre un conjunto de normas tácticas deducidas de los principios y hechas patrimonio de todos los militantes; en el partido comunista que rechaza la praxis de las fusiones, del noyautage en otros partidos, de las "excepciones nacionales y locales", pero que admite solo y exclusivamente adhesiones individuales, ya no hay lugar ni para la democracia ni para la burocracia, ni hay ya lugar para las "elecciones sobre nombres de compañeros o sobre tesis generales"; ya no hay lugar para la lucha de las corrientes y de las fracciones, es decir para la lucha política interna.
La garantía de la obediencia a las órdenes del centro por parte de la base ya no viene dada por la observancia de los artículos de un estatuto o de un código, sino de la adhesión de las órdenes al patrimonio común del partido. La jerarquía del partido ya no tiene necesidad ni de ser elegida por la base, ni de ser nombrada desde arriba, porque el único criterio de selección que queda es el de la capacidad para el desarrollo de las distintas funciones del órgano partido. Que en el centro se encuentre un individuo mejor que otro no puede cambiar nada en el rumbo político del partido, ni en su táctica; puede cambiar la mayor o menor eficiencia central, pero la designación de los militantes mejor preparados para las distintas funciones se convierte en un hecho "natural y espontáneo" que no tiene necesidad de ninguna sanción especial. La jerarquía del partido deviene así una jerarquía no política, sino orgánica. El partido se articula en diversos órganos y funciones que requieren hombres físicos para su desarrollo; a estos hombres ya no se les pregunta: ¿sois bolcheviques o mencheviques? ¿Pertenecéis al ala derecha o al ala izquierda del partido? Solo se les pregunta si están en condiciones de realizar la tarea para la que el partido les llama, tanto si es la más alta o la más baja de la escala jerárquica. Y, por tanto, ya no es determinante saber quien es el individuo que da las órdenes, sino que se requiere que las órdenes estén en la línea de la tradición a todo el partido, que no se destaquen de ella, y que sean tempestivas y adecuadas. Es decir, se requiere que la función "centro" sea realizada en el mejor modo sobre la línea del partido por quien la ejerce. Y la vida interna del partido no se manifiesta ya en una lucha constante entre corrientes divergentes; lucha política, o sea lucha por conquistar el poder central en la organización, con el objetivo de imponerle a ésta una determinada línea táctica. Admitido que sobre la doctrina no se discute, que sobre las líneas dorsales del plan táctico no se discute, las relaciones internas se configuran como trabajo solidario y común de todos los miembros del partido, entendido en cómo indagar, sobre la base del patrimonio común a todos, las soluciones más idóneas de los distintos problemas.
Se deben esculpir cada vez mejor los fundamentos teóricos del movimiento, se deben esculpir sus líneas tácticas, se deben resolver a la luz de los principios comunes, de la táctica común y del examen de las situaciones en que el partido se encuentra actuando, los complejos problemas de la acción práctica, la búsqueda de los instrumentos organizativos más eficientes para coordinar toda la acción del partido; se debe trabajar para adquirir todo el patrimonio teórico y práctico del movimiento y para transmitirlo a las nuevas generaciones de militantes. Pero todo esto no acaece a través de choques y congresos o consultas de opiniones; tiene lugar a través de la indagación racional y científica de las soluciones, teniendo por base que cualquiera que sean esas soluciones, no deben desbordar los límites que el partido se ha trazado a sí mismo en todos los campos.
Sobre esta base también los errores que un órgano cualquiera del partido puede cometer, comprendido el órgano "centro", al dar solución a un determinado problema, no conlleva la condena de hombres o su sustitución, sino la indagación de las causas reales del error a la luz de nuestra doctrina y de nuestras normas tácticas. Es verdad que a un mismo problema táctico se le puede dar más de una respuesta. En este caso puede verificarse la división momentánea y localizada en aquel problema de grupos de militantes. Pero también en este caso no se crea una situación de lucha política, porque la exigencia fundamental será siempre que, cualquiera de las dos soluciones que sea adoptada, no esté en contraste con los principios y con las líneas tácticas dorsales fijadas por el partido. El hecho de que el partido adopte para algún problema la solución más idónea y no la peor le es confiado no a la consulta de las mayorías, ni a una pretendida infalibilidad de los órganos centrales o de la persona de los jefes, sino al desarrollo y a la profundización del trabajo del partido y por eso de su experiencia en todos los campos de la teoría como de la acción práctica.
La homogeneidad teórica, programática y táctica del partido no es por cierto un dato asegurado de una vez para siempre; es una cosa que se mantiene y se defiende en todo acto del partido y en todas partes. Si en un determinado momento la acción del partido viene a contradecir a este patrimonio homogéneo, y esto puede acaecer por el peso de situaciones externas desfavorables o por una escasa adecuación del partido para el desarrollo de las tareas que la situación le impone, el reflejo en el campo organizativo será necesariamente la creación de disensiones internas, de corrientes e incluso de fracciones. Este estado de malestar en la organización, es nuestra tesis clásica, debe indicar que «algo no marcha en el trabajo y en la conducción general del partido», «que algo se ha hecho de modo equivocado o inadecuado en la actividad del partido, en las bases sobre las cuales el partido mismo se apoya»; y el remedio debe encontrarse no en la represión "burocrática" de la disensión, ni invocando "la disciplina por la disciplina", cosa que representa una solución momentánea y parcial del problema, sino en la precisión de los pilares fundamentales del partido, en la indagación objetiva y en la reproposición a toda la organización de aquellos puntos nodales de teoría y de praxis que deben dictar la acción del partido. Se deberá investigar la línea de continuidad que liga el pasado del partido a su presente y a su futuro, adecuando a esta línea las directrices de acción, llamando a los militantes a disciplinarse sobre esta base.
Es evidente la objeción del pequeño burgués: ¿quién impedirá que los individuos hagan lo que les parezca, que desobedezcan porque en cada individuo, incluso militante del partido, existe el germen del individualismo, de la autoexaltación, del anarquismo, etc? ¿quién impedirá que los individuos promuevan problemas solo por el gusto de promoverlos o de criticar? La Izquierda ya ha respondido hace 50 años a objeciones de este género y la respuesta suena así: en un organismo, como el partido, que se forma sobre la base de adhesiones voluntarias en una trinchera común de combate y de sacrificio, estas manifestaciones individuales deben seguir siendo raras excepciones y en cuanto tales se pueden también reprimir burocráticamente; pero si estas manifestaciones se multiplican y crecen en lugar de reducirse y tender a desaparecer, quiere decir que algo no marcha en la compleja actividad del partido y en su conducción central; aunque no fuese más que por el hecho de que en lugar de atraer individuos sanos y dispuestos a renunciar a los propios pruritos individuales, comienza a atraerse a charlatanes y marrulleros. Y también esto se resuelve no solo cazando a los charlatanes, sino precisamente buscando las causas por las que el órgano partido les atrae y el remedio está en hacer tan cortante y neta la fisonomía del partido, en todas sus manifestaciones teóricas y prácticas como para desanimar cualquier adhesión que no sea la de quien está dispuesto a convertirse en un verdadero militante de la revolución.
La solución no está nunca, para la Izquierda en
intensificar
los retículos burocráticos y las represiones
organizativas,
de las cuales como siempre hemos dicho, podemos prescindir muy bien lo
mismo que podemos prescindir del recuento de cabezas individuales.
CITAS
128 - El principio democrático - 1922
...El criterio democrático es hasta el
presente
un accidente material para la construcción de nuestra
organización
interna y para la formulación de los estatutos del partido: no
es
la plataforma indispensable. He aquí por qué nosotros no
erigiremos en principio la conocida fórmula organizativa del
"centralismo
democrático". La democracia no puede ser para nosotros un
principio,
mientras que, indudablemente, el centralismo lo es, porque las
características
esenciales de la organización del partido deben ser la unidad de
estructura y de movimiento. El término centralismo basta
para expresar la continuidad de la estructura del partido en el
espacio;
y para introducir el concepto esencial de la continuidad en el tiempo,
es decir, en el objetivo al cual se tiende y en la dirección en
la cual se avanza hacia los sucesivos obstáculos que deben ser
superados,
es más, ligando estos dos conceptos esenciales de unidad,
nosotros
propondríamos decir que el partido comunista funda su
organización
sobre el centralismo orgánico, a la vez que se guarda
del
accidental mecanismo democrático esa parte que podrá
servirnos,
eliminaremos el uso del término "democracia" tan querido por los
peores demagogos e impregnado de ironía para todos los
explotados,
los oprimidos, y los engañados, regalándolo, como es
aconsejable,
para su uso exclusivo, a los burgueses y a los campeones del
liberalismo,
incluso cuando éste lleva el disfraz de cualquiera de sus poses
extremistas.
129 - Tesis sobre la táctica al II Congreso del PC de
Italia
(Tesis de Roma) - 1922
3 - A la precisa definición de la conciencia
teórico-crítica del movimiento comunista, contenida en
las
declaraciones programáticas de los partidos y de la
Internacional
Comunista, como a la organización de los primeros y de la
segunda,
se ha llegado y se llega a través del examen y del estudio de la
historia de la sociedad humana, y de su estructura en la presente
época
capitalista, desarrollados con los datos, las experiencias de la lucha
proletaria real, y en la activa participación en la misma.
4 - La proclamación de estas declaraciones
programáticas, como también la designación de los
hombres a los cuales se les confían los diferentes puestos de la
organización del partido, resultan formalmente de una consulta
democrática
de congresos representativos del partido, pero en realidad deben ser
vistas
como un resultado del proceso real que, al acumular los elementos de la
experiencia y al realizar la preparación y la selección
de
los dirigentes, da forma al contenido programático y a la
constitución
jerírquica del partido.
130 - Tesis de la Izquierda al III Congreso del PC de Italia
(Tesis
de Lyon) - 1926
II, 5...Los partidos comunistas deben realizar
un centralismo orgánico que, con el máximo compatible de
consultas a la base, asegure la eliminación espontánea de
toda agrupación que tienda a diferenciarse. Esto no se obtiene
con
prescripciones jerárquicas formales y mecánicas; sino,
tal
como lo dice Lenin, con la justa política revolucionaria.
131 - Apuntes para las tesis sobre la cuestión de la
organización
- 1964
2 - La fórmula citada más arriba
aparece
en el punto 14 de las tesis de Zinoviev, y está formulada
así:
«El Partido Comunista debe estar basado en una
centralización
democrática. La constitución por medio de elecciones de
Comités
secundarios, la sumisión obligatoria de todos los comités
al comité que está por encima de ellos, y la existencia
de
un Centro provisto de plenos poderes, cuya autoridad no puede ser
cuestionada
en el intervalo entre Congresos del Partido, por nadie; tales son los
principios
esenciales de la centralización democrática».
Estas tesis no entran en mayores detalles y, por
cuanto se refiere al concepto de subordinación de la periferia
al
Centro, la Izquierda no tenía motivos para no aceptarlas. La
duda
surgió sobre la forma de designación de los
Comités
desde la periferia al Centro y sobre el empleo del mecanismo electoral
por recuento de votos, a los que hace una referencia evidente el
adjetivo
democrático
opuesto al sustantivo centralismo...
12 - Cuando la Izquierda comunista desarrolló
mayormente su crítica a las desviaciones de la Tercera
Internacional
sobre los problemas de la táctica, también hizo una
crítica
de los criterios de organización, y el seguimiento de los hechos
históricos ha demostrado que aquellas desviaciones han conducido
fatalmente al abandono de posiciones básicas
programáticas
y teóricas...
Nuestra fórmula centralismo
orgánico
quería decir precisamente que no solo el partido es un órgano
particular de la clase, sino aún más, que solo cuando
ese órgano existe la clase actúa como organismo
histórico
y no solo como una sección estadística que todo
burgués
está dispuesto a reconocer. Marx, en la reconstrucción
históricamente
fundamental e irrevocable de Lenin, no solo dice no haber descubierto
las
clases, sino ni siquiera la lucha entre las clases, e indica como
connotación
inconfundible de su original teoría la dictadura del
proletariado:
esto quiere decir precisamente que solo por medio del partido comunista
el proletariado podrá llegar a su dictadura. Las dos nociones,
pues,
de partido y de clase no se contraponen numéricamente porque el
partido es pequeño y la clase es grande, sino histórica y
orgánicamente; porque solo cuando en el campo de la clase
se ha formado el órgano energético que es el partido, la
clase llega a ser tal y se prepara para llevar a cabo la tarea que le
asigna
nuestra doctrina de la historia.
13 - La sustitución del adjetivo democrático
por el de orgánico no está motivada solo por la
mayor
exactitud de una imagen de tipo biológico respecto a la
descolorida
imagen de naturaleza aritmética, sino también por la
exigencia
sólida y de lucha política de liberarse de la
noción
de democracia, abatiendo la cual habíamos podido
reedificar
con Lenin la Internacional revolucionaria.
14 -...Por otra parte, las críticas
organizativas
de la Izquierda al trabajo de la Internacional siguieron siendo
coherentes
con la petición de que el concepto de organicidad en la
distribución
de las funciones en el seno del movimiento no fuese confundido con una
reivindicación
de libertad de pensamiento y aún menos, con un respeto a la
democracia
electiva y numérica...
Estos precedentes históricos confirman por
todas partes que el mecanismo de contar los votos es siempre un fraude
y un engaño, en la sociedad, en la clase o en el partido; pero
la
mejor resistencia la ofreció el Partido italiano precisamente en
cuanto que su enraizada tradición política repudiaba todo
homenaje, incluso mínimo, a las gestas y a los mecanismos de la
democracia histórica y del método del recuento de votos.
132 - Consideraciones sobre la orgánica actividad del
partido
cuando la situación general es históricamente
desfavorable
- 1965
14 -...La Izquierda trató
históricamente
sin romper con el principio de la disciplina mundial centralizada, de
dar
la batalla revolucionaria incluso defensiva manteniendo al proletariado
de vanguardia indemne de los pactos fraudulentos con los estratos
intermedios,
sus partidos y sus ideologías entregadas totalmente a la
derrota.
A falta incluso de esta posibilidad histórica de salvar, si no
la
revolución al menos el nervio de su partido histórico,
hoy
se ha vuelto a comenzar en una situación objetiva torpe y sorda,
en medio de un proletariado infectado de democratismo pequeño
burgués
hasta la médula; pero el naciente organismo, utilizando toda la
tradición doctrinal y de praxis remachada por la
verificación
histórica de tempestivas previsiones, la aplica también a
su acción cotidiana persiguiendo la reanudación de un
contacto
cada vez más amplio con las masas explotadas, y elimina de la
propia
estructura uno de los errores de partida de la Internacional de
Moscú,
liquidando la tesis del centralismo democrático y la
aplicación
de toda máquina de voto, como ha eliminado de la
ideología
hasta del último adherente toda concesión a
encaminamientos
democratoides, pacifistas, autonomistas y libertarios.
133 - Tesis sobre la tarea histórica, la acción y
la
estructura del partido... (Tesis de Nápoles) - 1965
7 - Tratándose de un traspaso y de una
consigna
histórica para una generación que había vivido las
luchas gloriosas de la primera posguerra y de la escisión de
Livorno
a la nueva generación proletaria que se trataba de liberar de la
loca felicidad de la caída del fascismo para reconducirla a la
conciencia
de la acción autónoma del partido revolucionario contra
todos
los otros, y sobre todo contra el partido socialdemócrata, para
reconstituir fuerzas consagradas a la perspectiva de la dictadura y del
terror proletarios contra la gran burguesía como contra todos
sus
odiosos instrumentos, el nuevo movimiento encontró por
vía
orgánica y espontánea una forma estructural de su
actividad
que ha sido sometida a una prueba de quince años. El partido
puso
en práctica aspiraciones que eran manifiestas en la Izquierda
comunista
desde la época de la II Internacional, y sucesivamente durante
la
lucha histórica contra las primeras manifestaciones de peligros
oportunistas en la III. Esta aspiración secular es la lucha
contra
la democracia y toda influencia de este torpe mito burgués; ella
echa las raíces en la crítica marxista, en los textos
fundamentales
y en los primeros documentos de las organizaciones proletarias desde el
Manifiesto de los Comunistas, en adelante.
Si la historia humana no se explica por la
influencia
de individuos de excepción que hayan podido sobresalir por
fuerza
y valor físico o incluso intelectual y moral, si la lucha
política
es vista de manera falsa y diametralmente opuesta a la nuestra como una
elección de tales personalidades de excepción (tanto si
se
cree que es obra de la divinidad o que está confiada a
aristocracias
sociales, como – y ésta es la más hostil de las formas
para
nosotros – si se delega en el mecanismo del "recuento" de votos en los
cuales han sido finalmente admitidos todos los elementos sociales); y
por
el contrario la historia es historia de la lucha entre las clases y se
lee y se aplica en las batallas, que ya no son críticas sino
violentas
y armadas, solo desvelando las relaciones económicas que entre
las
clases se establecen dentro de las formas de producción; si este
teorema fundamental había sido confirmado por la sangre
derramada
por innumerables combatientes de los que la mistificación
democrática
había conseguido así que fuesen quebrantados por los
esfuerzos
generosos, y si el patrimonio de la Izquierda Comunista se había
erigido sobre este balance de opresión, de explotación y
de traición, la vía a recorrer era solo aquella que en el
proceso histórico nos hubiese liberado cada vez más del
letal
mecanismo democrático, no solo en la sociedad, y en los diversos
cuerpos que se organizan en su seno, sino en el seno de la misma clase
revolucionaria y sobre todo en el de su partido político. Esta
aspiración
de la Izquierda, que no se puede reconducir a una intuición
milagrosa
o a un iluminismo racional de pensadores, sino que se ha urdido en los
efectos de una cadena de luchas reales violentas, sangrientas y
despiadadas
incluso cuando se han cerrado con la derrota de las fuerzas
revolucionarias,
tiene sus trazos históricos en toda la serie de manifestaciones
de la Izquierda, desde cuando luchaba contra los bloques electorales y
las influencias de las ideologías masónicas, contra las
sugestiones
bélicas primero de guerras coloniales y después de la
gigantesca
primera guerra europea, la cual triunfó sobre las aspiraciones
proletarias
de desobedecer a los ejércitos y de volver las armas contra
quienes
les habían obligado a empuñarlas, sobre todo agitando el
espectro indecente de conquistas de libertad y de democracia; desde que
finalmente en todos los países de Europa y bajo la guía
del
proletariado revolucionario ruso ella se lanzó a la lucha para
abatir
al primer y directo enemigo y vasallo que cubría el
corazón
de la burguesía capitalista contra la derecha
socialdemócrata
y contra el aún más innoble centro, el cual
difamándonos
a nosotros como difamaba al bolchevismo, al leninismo y a la dictadura
soviética rusa, apoyó todas sus palancas sobre la
tentativa
de reconstruir de nuevo, el puente-trampa entre la avanzadilla
proletaria
y los criminales ideales de la democracia. Al mismo tiempo tal
aspiración
de liberarse de toda influencia incluso de la misma palabra de
democracia
se halla consagrada en innumerables textos de la Izquierda que al
inicio
de estas tesis hemos indicado rápidamente.
13 -...En la concepción del centralismo
orgánico la garantía de la selección de sus
componentes
es la que siempre proclamamos contra los centristas de Moscú. El
partido persevera en esculpir los lineamientos de su doctrina, de su
acción
y de su táctica con una unicidad de métodos por encima
del
espacio y del tiempo. Todos aquellos que ante estas delineaciones se
encuentran
incómodos tienen a su disposición la obvia vía de
abandonar las filas del partido. Ni siquiera después de haber
llevado
a cabo la conquista del poder, podemos concebir la inscripción
forzada
en nuestras filas; es por esto que quedan fuera de las justas
acepciones
del centralismo orgánico las compresiones terroristas en el
campo
disciplinario, que no pueden dejar de copiar su mismo vocabulario de
abusadas
formas constitucionales burguesas, como la facultad del poder ejecutivo
de disolver y de recomponer las formaciones electivas, todas estas
formas
se consideran superadas desde hace mucho tiempo no diremos para el
mismo
partido proletario sino finalmente para el Estado revolucionario y
temporal
del proletariado victorioso.
134 - Las tesis vistas por nosotros entonces y hoy - 1965
...La tesis decimocuarta define así el centralismo
democrático: elección de los comités
secundarios
por parte de los primarios – subordinación obligatoria de todo
comité
al superior – centro con plenos poderes, no cuestionables entre
congreso
y congreso. Señalamos solo que, en la concepción de la
Izquierda
del centralismo orgánico, los mismos congresos no
debían
decidir sobre el juicio de la obra del Centro y la elección de
hombres,
sino sobre cuestiones de enfoque, de modo coherente con la invariante
doctrina
histórica del partido mundial.
135 - Premisa a "Tesis después de 1945" - 1970
...Precisamente a estas exigencias siempre vivas,
que el militante debe encontrar clara y definitivamente satisfechas en
las bases programáticas del partido, responden las
"Consideraciones"
redactadas a finales de 1964, y publicadas hacia primeros de 1965, en
una
síntesis tan jugosa, cuanto brillante que, entre otras cosas,
desmienten
sin posibilidad de apelación la vieja y estúpida
acusación
dirigida contra la Izquierda de soñar una "élite" de
revolucionarios
"puros", perfectos en su existencia dentro de una "torre de marfil", y
concluyen con la reivindicación de aquel "centralismo
orgánico"
contrapuesta al "centralismo democrático" de la III
Internacional,
que desde el lejano 1921 es un postulado constante de la Izquierda,
pero
que solo hoy puede encontrar plena realización sin posibilidad
de
retorno hacia atrás, con la exclusión de todo recurso a
mecanismos
"democráticos" también dentro de la organización
de
partido...
En verdad, la cuestión del centralismo
orgánico
en cuanto contraposición al centralismo democrático es
algo
muy distinto que... terminológico. En su contradicción,
la
segunda fórmula refleja s bien en el sustantivo la aspiración
al partido mundial único como nosotros la hemos
auspiciado
siempre, pero refleja en el adjetivo la realidad de partidos
aún
heterogéneos
por formación histórica y base doctrinaria, entre las que
se asienta como árbitro supremo (incluso como
vértice
de una pirámide, unido a la base por un hilo único y
homogéneo
que va del uno a la otra y viceversa sin solución de
continuidad)
un Comité Ejecutivo o un ente homónimo, el cual, no
estando
a su vez vinculado por aquel único hilo, sino siendo
libre
para tomar decisiones alternas y fluctuantes según las
vicisitudes
de las "situaciones" y de los altibajos del conflicto social, recurre
periódicamente
– como en la tradición para nada contradictoria de la democracia
– ora a la farsa de la "consulta" de la periferia (convencido de poder
asegurarse el apoyo plebiscitario o casi), ora al arma de la
intimidación
y del "terror ideológico", en el caso de la Internacional
Comunista
ayudado por la fuerza física y por el "brazo secular" del
Estado.
En nuestra visión, por el contrario, el
partido
se presenta con caracteres de centralización orgánica,
porque no es una "parte", aunque sea la más avanzada, de la
clase
proletaria, sino su órgano sintetizador de todos sus
impulsos
elementales, como de todos sus militantes, de cualquier
dirección
que provengan, y tal órgano está en
posesión
de una teoría, de un conjunto de principios, de un programa, que
saltan los límites de tiempo del hoy para expresar la tendencia
histórica, el objetivo final y el modo de operar de las
generaciones
proletarias y comunistas del pasado, del presente y del futuro, y que
superan
los confines de nacionalidad y de Estado para encarnar los intereses de
los asalariados revolucionarios del mundo entero; tal es,
añadimos,
incluso en condiciones de hacer una previsión al menos a
grandes rasgos del desarrollo de las situaciones históricas, y
por
tanto, de la capacidad de fijar un cuerpo de directrices y
normas
tácticas obligatorias para todos (obviamente, no sin considerar
las épocas y las áreas de "revolución doble" o,
por
el contrario, de "revolución proletaria pura", también
previstas
y que implican un muy preciso, aunque distinto comportamiento
táctico).
Si el partido está en posesión de tal homogeneidad
teórica
y práctica (posesión que no es un hecho garantizado para
siempre, sino una realidad a defender con las uñas y con los
dientes,
y llegado el caso a reconquistar de nuevo), su organización, que
es al mismo tiempo su disciplina, nace y se desarrolla
orgánicamente
en el tronco unitario del programa y de la acción
práctica,
y expresa en sus diversas formas de explicación, en la
jerarquía
de sus órganos, la perfecta adhesión del partido al
complejo
de sus funciones, ninguna excluida.
La organización, como la disciplina, no es
un punto de partida, sino un punto de llegada, no tiene necesidad de
codificaciones
estatutarias y de reglamentaciones disciplinarias; no conoce
antítesis
entre "base" y "vértice", excluye las rígidas barreras
de una división del trabajo heredada del régimen
capitalista,
no porque no tenga necesidad de "jefes", e incluso "expertos" en
determinados
sectores, sino porque estos son y deben estar, como y más
que el más "humilde" de los militantes, vinculados por un
programa,
por una doctrina y por una clara y unívoca definición de
las normas tácticas, comunes a todo el partido,
conocidas
por cada uno de sus miembros, públicamente
afirmadas
y sobre todo traducidas en la práctica frente a la clase en su
conjunto;
y son tan necesarias, como dispensables en cuanto dejan
de
responder a la función para la cual por selección
natural,
y no por ficticios recuentos de cabezas, el partido le ha delegado, o
cuando,
peor aún, se desvíen del camino señalado para
todos.
Un partido de este género – como tiende a ser y se esfuerza por
llegar a ser el nuestro, sin pretender con esto ni una "pureza" ni una
"perfección" antihistórica – no condiciona su vida
interna,
su desarrollo, su – decimos también – jerarquía de
funciones
técnicas,
al capricho de decisiones contingentes y mayoritarias; crece y se
refuerza
por la dinámica de la lucha de clase en general y de la propia
intervención
en ella en particular; se crea, sin prefigurarlos, sus instrumentos de
batalla, sus "órganos", a todos los niveles; no tiene necesidad
– si no es en excepcionales casos patológicos – de expulsar
después
de un "proceso" regular a quien no sigue ya el camino común e
inmutable,
porque debe estar en condiciones de eliminarlo del propio seno
como
un organismo sano elimina espontáneamente sus propios desechos.
"La revolución no es cuestión de
formas
de organización", es la organización con todas sus
formas,
por el contrario, la que se constituye en función de las
exigencias
de la revolución, prevista no solo en su desembocadura, sino
en su camino. Consultas, constituciones y estatutos son propios de
las sociedades divididas en clases, y de los partidos que expresan a su
vez no el curso histórico de una clase, sino el entrecruzamiento
de los cursos divergentes o no plenamente convergentes de varias
clases.
Democracia interna y "burocratismo", homenaje a la "libertad de
expresión"
individual o de grupo y "terrorismo ideológico", son
términos
no ya antitéticos, sino dialécticamente conexos: unidad
de
doctrina y de acción práctica, y carácter
orgánico
del centralismo organizativo, son igualmente las caras de una misma
medalla.
Queremos terminar esta parte del trabajo con la trascripción
integral de la parte final de un informe expuesto en una de nuestras
reuniones
generales, publicado en el n.5 de "Programma Comunista", de 1967. La
conclusión
de este informe se titula "Vida real del partido", y no tenemos nada
que
añadirle ni que recortarle; lo reivindicamos en todas sus
enunciaciones.
136 - La continuidad de acción del partido sobre el hilo
de
la tradición de la Izquierda - 1967
Por los amplios párrafos ya citados salta
a la vista cómo para nosotros no solo los problemas de
organización
y de funcionamiento del Partido revolucionario marxista se enlazan a
las
cuestiones fundamentales de la doctrina, del programa y de la
táctica,
sino que la correcta solución de estas es previa para el
correcto planteamiento y solución de aquellos.
También aquí la Izquierda completaba,
en 1926 el ciclo de una batalla sostenida año tras año
sin
doblegarse nunca, en el seno de la Internacional; y nosotros queremos
recordarla
al concluir este informe ya demasiado amplio, remitiendo para ofrecer
un
cuadro menos resumido a las Tesis de Roma por una parte y a las Tesis
de
Nápoles y de Milán por otra.
Por aquel tiempo había llegado a su completa
madurez el proceso denunciado por nosotros tempestivamente y
"testarudamente"
en sus fases sucesivas, a través de las cuales el Comintern, en
la misma medida y por la misma razón que adoptaba
tácticas
imprevistas, heterogéneas y eclécticas, y realizaba
zig-zags
tan imprevistos como desconcertantes, para llegar finalmente a la
teorización
del empleo de cualquier medio para obtener el fin; en la
misma
medida y por la misma razón que, actuando así laceraba
irremediablemente
el tejido unitario de la acción política del
Partido
mundial, pretendía imponerle una uniformidad formal del todo
similar
– precisamente – a la de un ejército, y reencontrar, gracias a
ella,
la homogeneidad política perdida; y preparaba el terreno sobre
el
cual el estalinismo había construido su edificio de "unidad"
caporalesca,
primero usando a diestro y siniestro el arma de la intervención
disciplinaria y del "terror ideológico", después la de la
presión física apoyada por el "brazo secular" del poder
del
Estado. A esta centralización formal y de cuartel nosotros no
opusimos
jamás la crítica de que "conculcaba la libertad", sino
precisamente
todo lo contrario, porque era un arma para consentir al centro
dirigente
todas las libertades de violar el único, invariante e
impersonal
programa. A este falso centralismo no solo no le
contradecía,
sino que se le adaptaba como un guante, el apelativo
"democrático",
ya que para el marxismo la democracia no es un medio de
expresión
de la llamada "voluntad general" o "mayoritaria" sino un medio de
manipulación
de la mayoría con el fin de aprobar decisiones ya tomadas a las
espaldas de ésta: un medio de
engaño. Era necesario,
para estar libres de violar el programa cien veces al año
burlándose
de las reacciones de la célebre y cortejada "base", y así
previéndolos antes de que se desencadenasen, imponer la
vacía
regla de la centralización sobre el modelo de los estados
mayores
de todos los ejércitos del mundo (no por casualidad la
Internacional
se hinchó entonces, colocando en los altos grados de la
jerarquía
organizativa a ex-mencheviques y ex-socialdemócratas, los
Martinov,
los Smeral, etc, hombres – como dijo Trotski – siempre dispuestos para
hacer olvidar su pasado en un presente que rehabilitaba sus tradiciones
políticas, para "tener la mano sujetándose los
pantalones"
como otros tantos furrieles), teorizando la disciplina por la
disciplina,
la obediencia por la obediencia, cuales quiera que fuesen las
órdenes
que viniesen de arriba, y ante todo del Altísimo.
Paralelamente,
y por la misma razón, se pretendía establecer un "modelo
organizativo"; en una especie de carta constitucional definida de una
vez
por todas, la garantía de la compacidad y de la
eficiencia
del Partido (en el caso de que se trata, la organización por
células)
y se la llamó, con bestial impudicia bolchevización.
Nuestra respuesta a estos dos graves patinazos,
precursores de todo el fango y la sangre de los treinta años
sucesivos
– una respuesta que ocupó gran parte de la valiente batalla del
Ejecutivo Ampliado de febrero-marzo de 1926 – fue límpida y definitiva.
Al primero rebatimos que la unidad y la centralización real –
reivindicada
por nosotros más que por ningún otro en la acción
y en el modo de organizarse el Partido es el producto, el punto
de llegada, no la causa y el punto de partida de la unidad y
centralización
de la doctrina, del programa y del sistema de las normas
tácticas:
inútil buscar aquellas si faltan éstas; peor que
inútil,
destructivo y mortífero. Nosotros somos centralistas (y
este
es, si se quiere, nuestro único principio organizativo)
no
porque reconozcamos válido en sí y de por
sí
el centralismo, no porque lo deduzcamos de una idea eterna o de un
esquema
abstracto, sino porque es único el fin al que tendemos y
única
la dirección en que nos movemos en el espacio
(internacionalmente)
y en el tiempo (por encima de las generaciones «de los muertos,
de
los vivos y de los que aún no han nacido»); somos
centralistas
por la fuerza de la invariancia de una doctrina inmutable que ni
individuos
ni grupos están en disposición de mutar; y de la
continuidad
de nuestra acción en el flujo y reflujo de las contingencias
históricas,
frente a todos los obstáculos de que está sembrado el
camino
de la clase obrera. Nuestro centralismo es el modo de ser de un
Partido que no es un ejército aunque tiene una rigurosa
disciplina,
como no es una escuela aunque se enseña, sino que es una fuerza
histórica real, definida por su estable orientación en la
larga guerra entre las clases. Es en torno a este inseparable y
durísimo
nudo, doctrina-programa-táctica, posesión colectiva e
impersonal
del movimiento, como se cristaliza nuestra organización, y lo
que
la mantiene unida no es el látigo del "centro organizador" sino
el hilo único y uniforme que liga a "dirigentes" y "base",
"centro"
y "periferia", comprometiéndose en la observancia y en la
defensa
de un sistema de fines y de medios, ninguno de los cuales es
separable
del otro.
En esta vida real del Partido Comunista –
no de cualquier partido, sino solo y precisamente de él,
en cuanto comunista tanto de hecho como de nombre – el
rompecabezas
que molesta al demócrata burgués: ¿quién
decide,
la "dirección" o la "base", los muchos o los pocos?
¿quién
"manda" y quién "obedece"? – se disuelve definitivamente por
sí
mismo: es el cuerpo unitario del Partido, el que invoca y sigue
su
camino; y en él, como en las palabras de un oscuro soldado
nivelador,
«nadie manda y todos son mandados» lo que no quiere
decir que no haya órdenes sino que estas se adaptan con la forma
natural de moverse y de actuar del Partido, cualquiera que sea el que
los
dé. Pero romped esa unidad de doctrina-programa-táctica,
y todo estalla, no dejando más que un... puesto de
dirección
y en bloque en un extremo, maniobrando a las masas de los militantes
(como
el general – supuesto "genio" estratégico – mueve a los
soldaditos,
supuestos pobres tontos, tal vez haciéndoles pasar con armas y
bagajes
al campo enemigo, o como el jefe de estación maniobra sus
trenes,
quizás haciéndolos chocar el uno contra el otro) y una
ilimitada
plaza de armas para toda maniobra posible, al otro extremo. Romped esta
unidad y lógico e históricamente justificado
llega
el estalinismo, como lógica e históricamente justificada
llega la ruinosa subordinación de un Partido como el nuestro,
que
tiene por primera tarea la de asegurar la «continuidad
histórica
y la unidad internacional del movimiento» (punto 4 del Programa
de
Livorno, 1924), al mecanismo falso y embustero de la "consulta
democrática".
Rompedla y habréis destruido el partido de clase.
Fuerza real y operante en la historia con caracteres
de rigurosa continuidad, el Partido vive y actúa (y aquí
la respuesta a la segunda desviación) no en base a la
posesión
de un patrimonio estatutario de normas, preceptos y formas
constitucionales,
al modo hipócritamente deseado por el legalismo burgués o
ingenuamente soñado por el utopismo premarxista, arquitecto de
las
bien planificadas estructuras para colocarlas ya preparadas en la
realidad
de la dinámica histórica, sino en base a su naturaleza de
organismo
formado en una sucesión ininterrumpida de batallas
teóricas
y prácticas, sobre el hilo de una directriz de marcha constante:
como escribía nuestra "Plataforma" de 1945: «las normas de
organización del Partido son coherentes con la concepción
dialéctica de su función, no reposan sobre recetas
jurídicas
y reglamentarias, superan el fetiche de las consultas
mayoritarias».
Es en el ejercicio de sus funciones, todas y no una, como el
Partido
crea sus propios órganos, engranajes y mecanismos; y es en el
curso
de este mismo ejercicio en el que los deshace y los vuelve a crear, no
obedeciendo en esto a dictámenes metafísicos o a
paradigmas
constitucionales, sino a las exigencias reales y propiamente
orgánicas
de su desarrollo. Ninguno de estos engranajes es teorizable, ni a
priori
ni a posteriori; nada nos autoriza a decir, para poner un ejemplo
muy
sencillo, que el mejor funcionamiento de cara a la función para
la cual ha nacido uno cualquiera de ellos esté garantizado por
su
manejo por parte de un solo militante o de varios, la única
petición
que se puede hacer es que los tres o los diez – si los hay – lo
manejen
como una voluntad única, coherente con todo el curso pasado y
futuro
del partido, y que el uno, si existe, lo maneje en cuanto en su
brazo
y en su mente obre la fuerza impersonal y colectiva del partido; y el
juicio
sobre la satisfacción de tal petición viene dado por la
praxis,
por la historia, no por los artículos del código. La
revolución
es un problema no de forma sino de fuerza; lo es en igual
medida
el Partido en su vida real, en su organización como en
su
doctrina. El mismo criterio organizativo de tipo territorial antes que
"celular" reivindicado por nosotros no está deducido de
principios
abstractos y extemporáneos, ni elevado a la dignidad de
solución
perfecta y extemporánea; lo adoptamos solo porque es la otra
cara de la primaria función sintetizadora (de
grupos,
de categorías, de empujes elementales) que asignamos al partido.
La preocupación generosa de los
compañeros
de que el Partido obre de este modo organizativamente seguro, lineal y
homogéneo, se dirige por tanto – como indicaba el mismo Lenin en
la "Carta a un camarada" – no a la búsqueda de estatutos,
códigos
y constituciones, o peor aún, de personajes de temple
"especial",
sino a la del modo mejor de contribuir, todos y cada uno, al
armónico
cumplimiento de las funciones sin las cuales el Partido cesaría
de existir como fuerza unificadora y como guía y
representación
de la clase, – que es la única vía para ayudarlo a
resolver
día, "por sí" mismo sus problemas de vida y de
acción
– como en el "¿Qué Hacer?" de Lenin allí donde se
habla del periódico como un "organizador colectivo". Está
la clave del "centralismo orgánico", está el arma segura
en la histórica batalla de las clases, no en la vacía
abstracción
de las pretendidas "normas" de funcionamiento de los mecanismos
más
perfectos o, peor, en la desolación de los procesos a los
hombres
que por selección orgánica se encuentran
manejándolos
"en la base" o "en la dirección" – mecanismos y engranajes
también
ellos, eficientes o ineficientes no en sí mismos, es decir en
virtud
de cualidades o ausencia de cualidades personales, sino de la
línea
en la cual el Partido entero – su programa dictatorial, su
invariable
doctrina, su táctica conocida y prevista, las relaciones
internas
y recíprocas entre parte y parte de un organismo cuyos miembros
viven o mueren todos juntos en cuanto la misma sangre circula o cesa de
circular en el músculo central y en las fibras
periféricas
–, les impone moverse.
O sobre esta vía, o sobre los dos carriles,
en apariencia distintos, en realidad convergentes, del caótico y
arbitrario democratismo y del torcido autoritarismo estalinista:
ninguna
otra "elección" nos dejan las Tesis de 1920, 1922, 1926, de
1945,
de 1966 y, para decirlo todo, de siempre.
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