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- LAS CAUSAS HISTÓRICAS DEL SEPARATISMO VASCO(2a parte) [ 1 - 3 - 4 - 5 ]
- LAS TESIS DE LA IZQUIERDA (3/5): Naturaleza, función y táctica del partito revolucionario de la clase obrera (1947)
- REVOLUCIÓN Y CUESTIÓN CAMPESINA EN MÉXICO (2a parte, LA INDEPENDENCIA) [ 1 ]
- DESANGRAR AL PROLETARIADO IRLANDÉS POR OBJETIVOS FALSOS
- Que los jóvenes proletarios reencuentren el camino de la lucha de clase
- LA CAÍDA HISTÓRICA DE LA TASA DE GANANCIA
en el metódico registro cincuental del partido para la verificación de las leyes de Marx
- Provocaciones nacionalistas en Oriente Medio
- Los pactos de los sindicatos del régimen con el gobierno del PP
- LA GUERRA DE ESPAÑA: LA REVOLUCIÓN QUE NUNCA FUE
- REUNIÓN GENERAL DEL PARTIDO - Turín, 4-6 octubre 1996 [RG66]
- Noticiario
- Octavilla: Contra el ataque a las condiciones de vida de los obreros resurja la lucha de clase
Las causas históricas del separatismo vasco
(2a parte) [
1 - 3 - 4 -
5 ]
El industrialismo y sus consecuencias
Como apuntábamos en la primera parte de este trabajo (La Izquierda Comunista. n°4), la derrota militar del carlismo y de los intereses clasistas por él representados, despejó el terreno para una profunda transformación económica y social del País Vasco. Será éste un proceso que no involucrará por igual a cada una de las provincias vascas, ya que primeramente serán Vizcaya y en menor medida Guipúzcoa, los territorios que asistan a un mayor desarrollo industrial.
Las fuentes del desarrollo industrial vasco en esta etapa tienen sabor a hierro. Desde los tiempos históricos, con la invasión romana, los yacimientos de mineral de hierro cantábricos fueron objeto de atención. No obstante, lo abrupto del terreno y en consecuencia la escasez de grandes vías de comunicación impidieron la explotación masiva de estos yacimientos por Roma, que buscó minas más accesibles en otras zonas de Hispania y del Imperio.
Ya en plena sociedad industrial capitalista, el hierro vizcaíno, pobre en fósforo, fue comprado masivamente por la industria siderúrgica europea, en especial por la inglesa, no siendo escasa ciertamente la aportación de capitales extranjeros, sobre todo ingleses, a la industria minera vasca. Este activo comercio proporcionó a los propietarios de las minas una gran acumulación de capital, favorecida por las medidas del gobierno de Madrid, como por ejemplo, una nueva reducción de los impuestos a la exportación de hierro, adoptada nada más terminar la guerra carlista en 1876 (1). Poco a poco las riendas del poder económico y político van pasando plenamente a manos de este sector de la alta burguesía vasca, que va ligando sus intereses de manera indisoluble con el resto de la oligarquía española y también europea. Este doble hecho, la acaparación del poder económico y del poder político en detrimento de los derrotados jaunchos, será uno de los factores primordiales para el surgimiento de la ideología nacionalista. Pero de esto hablaremos más adelante.
A medida que crecía la demanda de minerales de la industria europea, crecía igualmente la producción de hierro vizcaíno. En tan sólo 10 años (1870-1880), con el paréntesis forzoso de la tercera guerra carlista, la producción de hierro pasa de 250.000 toneladas a 2.683.000. Semejante incremento trajo consigo el desarrollo progresivo de una industria de transformación, en especial siderometalúrgica, y una mejora y ampliación de las vías de comunicación, en especial de los ferrocarriles y de los puertos. Precisamente el puerto de Bilbao se va a convertir en esos años en uno de los principales puertos españoles.
Este periodo va a otorgar al País Vasco el mayor incremento
demográfico,
la máxima densidad en vías férreas, la
máxima
inversión y acumulación de capital y el máximo
desarrollo
en la matriculación de buques de toda España...
¿No
es éste un caso atípico de colonialismo? Como
hemos
visto ya, el marxismo establece que el aspecto principal que
caracteriza
a un régimen de explotación colonial es
precisamente
la imposibilidad material de que la colonia pueda desarrollar sus
fuerzas
productivas propias en un sentido moderno y capitalista, debido a la
opresión
ejercida por la metrópoli. Teniendo en cuenta esto, todo el
andamiaje
teórico que sustenta el presunto carácter colonial del
País Vasco y también de Cataluña se derrumba ante
la realidad material, mostrando de esta forma su verdadero
carácter
antihistórico y antideterminista.
La irrupción del proletariado moderno: terremoto social
La abundancia de trabajo en las minas vizcaínas atrajo a numerosos proletarios de otras regiones españolas, los maketos (2), sobre todo de las zonas limítrofes, que huyendo de la miseria secular del campesinado pobre ibérico aspiraban a mejorar sus condiciones de existencia. En las minas de Vizcaya encontraron, sí, mejores jornales que en otras zonas mineras españolas, pero esto iba acompañado de brutales condiciones de trabajo y de existencia fuera del tajo.
El panorama de feroz explotación reinante en aquellos años terribles en las minas vizcaínas, es una copia del que reflejaba Engels, cincuenta años antes en su clásico libro sobre la situación de la clase obrera inglesa. Tras sufrir una durísima jornada de trabajo (que sólo tras la huelga minera de 1890 se rebajó a 10 horas) los trabajadores eran amontonados en barracones o debían alojarse en chabolas carentes de las más mínimas condiciones higiénicas. Así describía estos tugurios infectos el periódico bilbaíno El Nervión con fecha 14-10-1894: «Habitaciones de tablas con cuartos reducidos, donde viven hacinados seres humanos, sin luz apenas, pues las ventanas son estrechísimas; en el interior de aquellas viviendas la vida se hace insoportable a los cinco minutos, tal es el hedor que allí se siente». Junto a esto, el pago en muchos casos se efectuaba a través de unos vales con los cuales los mineros debían comprar obligatoriamente en las cantinas de la empresa, originándose de esta forma abusos y fraudes de todo tipo (truck-system).
En un primer momento, las primeras reacciones obreras contra la bestial explotación capitalista las configuraron, tal y como recoge el Manifiesto, luchas aisladas que pronto pusieron en evidencia la necesidad de una organización más amplia. Luchas pioneras de este tipo aparecen ya en 1872, con la huelga de los obreros de la fábrica Nuestra Señora del Carmen en Baracaldo, o la huelga de panaderos de Bilbao en 1884, derrotada al emplearse al ejército para sustituir a los huelguistas. Las movilizaciones obreras que tuvieron lugar en 1890 y su éxito parcial, contribuyeron en gran medida a impulsar el desarrollo en Vizcaya del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), enucleado alrededor de una figura carismática, el toledano Facundo Perezagua Pérez. Éste, debido a represalias patronales y a las recomendaciones del máximo dirigente socialista, el siempre reformista Pablo Iglesias, se trasladó al País Vasco desde Madrid con el objetivo de crear nuevos núcleos socialistas (3).
La gran huelga de 1890 merece un breve comentario por ser el primer episodio reivindicativo de gran envergadura que sacudió el panorama social vizcaíno de aquellos años. El movimiento se originó el 13 de mayo espontáneamente en la cuenca minera, muy próxima a la capital vasca, Bilbao, demandando la supresión de los barracones, del truck-system, la readmisión de obreros despedidos y la jornada de 8 horas. Los mineros impidieron, a través de grandes piquetes, la incorporación de esquiroles al trabajo, extendiendo la huelga a los centros metalúrgicos bilbaínos. En la fábrica La Vizcaya, hubo una refriega con las fuerzas del orden burgués produciéndose un muerto y varios heridos. La respuesta obrera fue la radicalización del conflicto decretándose la huelga general, por primera vez en Vizcaya, en todo el sector minero y fabril. Del carácter espontáneo y de las carencias organizativas de este generoso movimiento dan fe las declaraciones del cónsul inglés en Bilbao: «los mineros estaban completamente desprovistos de fondos que les permitiesen mantenerse» (Citado por Juan Pablo Fusi en "Política Obrera en el País Vasco, 1880-1923, pág.92). La mediación de Perezagua y los socialistas trajo consigo la renuncia a la acción directa proletaria y la negociación de un laudo, que pese a todo se mostraba ligeramente favorable a los trabajadores, aunque los asquerosos y odiados barracones, cuya eliminación exigían los mineros, no desaparecieron.
Este movimiento huelguístico asustó tanto a la burguesía (grande y pequeña) que sus órganos de prensa lo reflejaron muy claramente: «El daño está en que los trabajadores han aprendido que por caminos semejantes a los que ahora han tomado es por donde pueden esperar alguna consideración y justicia» (El "Imparcial" (entrecomillado nuestro, ndr) 28-5-1890. Fusi, op. cit. pág.95).
De cualquier forma, muy pronto pudo comprobar la burguesía que, en lo que a la dirección del PSOE se refería, sus temores eran en gran parte infundados. Aprovechando el encarcelamiento de Facundo Perezagua, el ala ultrarreformista del PSOE manifestaba así sus intenciones, tras un intento de copar la dirección del partido en Vizcaya: «El partido socialista es un partido naciente, que antes que todo quiere la legalidad y no perturbar el orden ni exterminar a los burgueses, como estos suponen» dejando claro que: «somos enemigos de los disturbios y no queremos que éstos partan del partido socialista» (José Aldaco en un mitin en Bilbao el 14-6-1891. Noticiero Bilbaíno-El Imparcial 16-6-1891. Fusi, op. cit. pág.126). Muy pronto, esta será la línea dominante en dicha organización, propiciada además desde la dirección del partido y acatada por todos, incluso por Perezagua hasta su ruptura en 1921 para formar, junto a otros escindidos, el Partido Comunista de España.
De todas maneras la actitud de los socialistas vascos en este primer periodo, de cara a los trabajadores, tuvo que ser por fuerza distinta de la mantenida por el Comité Nacional de Madrid. La razón de este hecho estriba en que Madrid, pese a tratarse de la capital del Estado, no dejaba de ser un mero centro burocrático-administrativo con pocas industrias, mientras que Bilbao reunía, al igual que sucedía con Barcelona, todos los requisitos que la convertían en la capital industrial del norte peninsular, y por tanto en centro activo de un movimiento obrero poco controlado organizativamente por el Partido Socialista, y por ello mismo demasiado tendente a la acción directa. Pero tanto en Vizcaya, como en Cataluña, como en Madrid, el virus del cretinismo parlamentario había penetrado profundamente dentro del partido socialista español. Y desde 1891, tras el Congreso de Bilbao, la política del partido estará supeditada al resultado electoral, dando progresivamente un valor de fin en sí mismo a lo que se planteó en un principio como un medio, dirigiendo y sacrificando las luchas obreras en aras de este objetivo, siguiendo en esto las grandes corrientes degenerativas que empezaban a afectar por igual, a casi todos los grandes partidos socialistas europeos.
Los primitivos núcleos socialistas vascos no tardarán en extenderse desde Vizcaya a la vecina Guipúzcoa. Así, en San Sebastián y en Eibar se crearán los primeros centros socialistas guipuzcoanos, dándose la circunstancia de que más tarde será Eibar, con su especializada industria de armamento, uno de los puntos fabriles con mayor afiliación sindical proporcional de toda España. No obstante los choques de clase entre proletariado y burguesía, en este primer periodo, no alcanzarán en Guipúzcoa la virulencia registrada en Vizcaya. Diversos factores influirán en ello, pero uno de importancia, sin lugar a dudas, será la inexistencia de minas y barracones dándose por tanto una estructura urbanística diferente, lo cual posibilitaba que muchos de los obreros de las fábricas y talleres, que eran de origen campesino, siguiesen manteniendo en parte su modo de vida tradicional fuera del trabajo.
En enero de 1892, el incumplimiento por parte de los capitalistas
del
laudo dictado por el general Loma en 1890, motivó una nueva
huelga
espontánea que pronto sería encauzada por los reformistas
del PSOE. La combatividad de los trabajadores se vió saboteada
en
aras de la política electoral mantenida por la dirección
del partido. De esta manera, la política conciliadora de la
dirección
será la única política oficial también
entre
los socialistas vascos, de tal forma que en 1894, el PSOE aborta una
huelga
minera, conduciéndola dentro de los cauces de la "legalidad"
(4).
Fuerismo y Conciertos económicos
En otro apartado hemos hecho mención a las incontestables ventajas que las leyes forales otorgaron desde la Edad Media a las provincias vascas, pero la irrupción del mercantilismo capitalista hizo que muchas de estas leyes forales chocasen abiertamente con las necesidades del nuevo modo de producción. A la hora de hablar de fuerismo hay que hacer una clara distinción entre el fuerismo defendido por los grandes capitalistas vascos y el otro que presentará un cariz más popular. El fuerismo de la gran burguesía vasca no será otra cosa que la obtención de mayores ventajas económicas y fiscales del gobierno de Madrid, aprovechando para ello la negociación de los Conciertos económicos desde el año 1878. Estos Conciertos económicos consistían en otorgar libertad a las Diputaciones provinciales vascas para recaudar impuestos, estando obligadas a entregar al gobierno una cantidad pactada previamente. Ni que decir tiene que, tal como sucede hoy día, estos Conciertos económicos favorecían a los industriales y a los comerciantes más ricos. Los impuestos que afectaban a las actividades industriales y comerciales eran mucho menores que los que gravaban otras actividades, sobre todo las relacionadas con el mundo rural.
El proceso de acumulación capitalista en el País Vasco a finales del siglo XIX, propició una rápida concentración de poder económico y político en manos de un restringido número de burgueses (5), cuyos intereses chocarán frontalmente no sólo contra los del proletariado industrial, sino también con los de otros sectores de una burguesía media y pequeña que no estarán para nada conformes con el reparto de la plusvalía arrancada a los obreros. En un primer momento, tras la derrota del carlismo, estos sectores de jaunchos descontentos, con el apoyo de una masa campesina abrumada por impuestos y deudas, van a agruparse alrededor del planteamiento fuerista. Este será el fuerismo de cariz popular al cual nos hemos referido con anterioridad.
Uno de las principales demandas políticas de estos fueristas, será la reivindicación de la vuelta al status quo anterior a 1876 (e incluso a 1839). Se hacía patente que estas reivindicaciones reaccionarias no eran sino el reflejo político de la insatisfacción que entre los jaunchos provocaban los Conciertos Económicos pactados entre la oligarquía industrial y financiera vasca y el gobierno de Madrid, su aliado natural. Expresión material de este descontento serán los disturbios de carácter fuerista acaecidos en el verano de 1893. La causa hay que buscarla en la pretensión del ministro de Hacienda, Gamazo, de aumentar las contribuciones fiscales en el próximo Concierto Económico con las provincias vascas, la reorganización militar y el consiguiente traslado de la Capitanía General de Vitoria a Burgos. Hubo varios muertos y heridos en Alava y San Sebastián.
Será a partir de este fuerismo, heredero directo del carlismo que, pese a ser derrotado militarmente aún sobrevivía ideológicamente, donde empiecen a madurar los planteamientos que más tarde, en 1895, cobren cuerpo político a nivel organizativo con la creación del Partido Nacionalista Vasco (PNV).
La evolución de estos núcleos de fueristas bizkaitarras,
promotores intelectuales de una ideología propiamente
nacionalista
con una fuerte retórica separatista (6), es lo que pretendemos
sintetizar
a continuación.
Nacionalismo vasco y movimiento obrero
Bizkaitarras (vizcaínos) se denominarán en un primer momento, y no es para nada casual la elección de este nombre. Ya hemos visto que fue precisamente Vizcaya la zona de Vasconia donde más crudamente se mostrarían los efectos del moderno capitalismo industrial y de sus antagonismos de clase. El frágil equilibrio del mundo rural vasco saltaba de esta manera hecho pedazos ante la irrupción de las nuevas fuerzas productivas y de los componentes clasistas que le eran propios. Por eso, la añoranza de un ambiente rural idílico es algo que marcará, de manera determinante, esta primera etapa del nacionalismo vasco y de toda la producción intelectual y artística que la acompañe.
Un fuerte componente anticapitalista aparece en los primeros años de la organización nacionalista vasca. Pero se tratará de un anticapitalismo muy particular, ya que por un lado las críticas hacia el industrialismo serán ásperas y frecuentes, pero por otro, y no podía ser de otra forma tratándose de la burguesía media y pequeña, la irresistible atracción del mundo de la explotación y de la ganancia tendrá sus efectos. Por eso, no es difícil encontrar juicios del género: «¡Plegue a Dios que se hundan en el abismo los montes de Bizkaya con su hierro! ¡Fuera pobre Bizkaya y no tuviera más que campos y ganados y seríamos entonces patriotas y felices!» (Sabino Arana. ¡Claridad! en Bizkaitarra, n°19, 20-1-1895); y junto a esto aparecen actividades bastante lejanas no sólo de Euskadi (7), sino también de las apacibles labores campesinas, como la especulación en Bolsa y la aventura industrial de los hermanos Arana (los fundadores oficiales del PNV, entre otros) con su sociedad minera Abertzale (Patriota) situada en plena Maketonia, concretamente en las Minas del Ibor en Navalmoral de la Mata, provincia de Cáceres.
Además, en las críticas acerbas que se lanzaron en aquellos años contra el capitalismo desde los sectores nacionalistas, quedan patentes dos cosas: la primera, la impotencia de esos sectores de la burguesía (los fueristas-nacionalistas) que llegaban tarde al reparto del pastel, y por otro un feroz odio antiproletario, que con plenos caracteres xenófobos y racistas, recaerá sobre los proletarios explotados que habían acudido a Euskadi desde Maketonia.
Uno de los aspectos más característicos del nacionalismo vasco, si bien actualmente se presenta convenientemente maquillado por razones electorales, es la oposición frontal a los obreros de otras regiones y a sus movilizaciones para mitigar la brutal explotación que sufrían. El clarividente nacionalista Engracio de Aranzadi nos explica, con rigor científico, el verdadero origen de la emigración maketa a Vizcaya (con analogías históricas incluidas): «Aquella invasión del siglo V, tan vivamente manifiesta por los historiadores, vemos reproducirse hoy, bárbara y salvaje como aquella, pero con la esencial diferencia de ser ésta empujada por Satán, cuando la germana fue dirigida por la admirable y sapientísima Providencia Divina» (Bizkaitarra, n°35, 5-9-1895). Tras equiparar a los obreros con las huestes de Pedro Botero, (como haría Franco 40 años después), será ahora Sabino Arana quien reproche a los capitalistas el haber propiciado la invasión maketa en la plácida Euskadi: «Con esta invasión maketa, gran parte de la cual ha venido a nuestro suelo por vuestro apoyo (¡sic!), para explotar vuestras minas y serviros en los talleres y en el comercio, estais pervirtiendo la sociedad bizkaina, pues cometa es ése que no arrastra consigo más que inmundicia y no presagia más que calamidades: la impiedad, todo género de inmoralidad, la blasfemia, el crimen, el librepensamiento, la incredulidad, el socialismo, el anarquismo...todo ello es obra suya» ("Claridad". Bizkaitarra, 20-1-1895).
Como prueba de la invasión maketa, Sabino Arana (Obras Completas Tomo I) efectuará por estas fechas, una minuciosa indagación sobre la pureza e impureza racial de una villa asaz emponzoñada étnicamente como Bilbao:
Apellidos más comunes (habitantes que lo llevaban en Bilbao
en
1893):
Euskéricos: Echevarría 716, Aguirre 369, Arana
349, Zabala 290. Total 1.724.
Españoles: García 995, Fernández 892,
Martínez
864, González 786. Total 3.537.
La meticulosa y trascendente investigación (ejemplo de actividad intelectual al servicio de las limpiezas étnicas) viene a remachar, según Arana, con argumentos numéricos el carácter invasor de los maketos. Pero lo cierto es que la terminación en EZ o IZ de muchos apellidos castellanos no representa otra cosa que "hijo de…". No se nos interprete mal: un hijo de Fernando llevaría como apellido Fernández, un hijo de Martín, Martínez, y así sucesivamente. Las fuentes documentales medievales del País Vasco y Navarra, nos muestran un panorama patronímico lleno de tales ejemplos (¡y de Garcías!), prueba irrefutable de cuanto se afirmaba en la primera parte de este trabajo, acerca de la transformación del latín vulgar en territorio vasco hasta configurar una serie de lenguas románicas, cuya convivencia con los dialectos vascos es datable desde hace muchos siglos. Evidentemente no iremos rebatiendo una por una las falsificaciones de todo tipo sobre las que los hermanos Arana y sus compinches han construido in vitro la epopeya nacional vasca, entre otras cosas, porque las bases de tan ardua tarea ya se han establecido en la primera parte de este trabajo.
Lo que sí seguiremos viendo será el papel antiproletario y antisocialista jugado por los bizkaitarras, y por la misma dirección del Partido Socialista, en cada una de las fases de su desarrollo organizativo, fases que van a estar determinadas por la coyuntura económica y social española.
No era de extrañar que, careciendo de organismos genuinamente clasistas, los planteamientos xenófobos y plenamente racistas de los nacionalistas, provocasen en los obreros provenientes de otras regiones un sentimiento de odio y aversión hacia todo lo vasco. Los dirigentes del Partido Socialista se hicieron partícipes de ello, y una vez más demostraron no estar a la altura de la doctrina y del programa del marxismo revolucionario. Es cierto que muchos obreros de origen vasco estaban mejor considerados por los patronos, pero este fenómeno, allí donde se daba, no tenía ninguna connotación racial o étnica. Una parte de los obreros vascos, sobre todo de origen campesino y sometidos a la influencia secular de los curas, se mostraron en un primer momento, más dóciles y sumisos con los patronos, y esto abriría la primera brecha entre ellos y los trabajadores provenientes de otras zonas de España. Esta división fue fomentada por las aberrantes teorías de los bizkaitarras y por la inadecuada réplica del partido socialista, que en lugar de llevar a cabo una política de acercamiento entre todos los trabajadores, sin atacar a la lengua materna de los obreros vascos, cayó en la trampa tendida por los nacionalistas.
Veamos como planteaba Sabino Arana el "entendimiento" entre trabajadores nativos y foráneos: «Los baserritarras (los proletarios vascos de origen campesino, ndr) [...] ¿habían de unirse y asociarse con la hez del pueblo maketo, si corrompido en las ciudades, más degradado en sus campos?». Y respondía dirigiéndose a ese obrero vasco baserritarra: «si realmente aspira a destruir la tiranía burguesa [...] ¿dónde mejor que en el nacionalismo, que es la doctrina de sus antepasados, la doctrina de su sangre, podrá conseguirlo? Y si aun del partido nacionalista se recela y se teme que haya en su seno diferencias entre burgueses y proletarios, entre capitalistas y obreros, ¿por qué los obreros euskerianos no se asocian entre sí, separándose completamente de los maketos y excluyéndoles en absoluto, para combatir contra esa despótica opresión burguesa de que tan justamente se quejan? ¿No comprenden que, si odiosa es la dominación burguesa, es más odiosa aún la dominación maketa?» (Sabino Arana. "Las pasadas elecciones". Baserritarra, n°5. 30-5-1897). Frente a este intento claramente hipócrita de dividir a la clase trabajadora, los dirigentes del PSOE respondieron, en la mayoría de los casos, con una política de crítica poco dialéctica no sólo del reaccionario nacionalismo vasco, sino también, y lo que es peor, de oposición abierta a todo lo vasco, lengua incluida. Este fatal error de valoración teórico-táctica arrojaría a muchos obreros vascos en manos de los nacional-clericales, y sus consecuencias perdurarán, como veremos más adelante, incluso hasta hoy día.
Dentro de esta pugna político-electoral entre el PSOE y los bizkaitarras, y sobre todo, debido al temor que suscitaban entre los burgueses de todo género las masivas y a menudo violentas movilizaciones obreras, se abrió un debate dentro del PNV para buscar la manera de afrontar esta cuestión. Sabino Arana designó a su joven pupilo Tomás Meabe para que estudiase el socialismo, con el objeto de conocerlo mejor y asestarle así golpes más certeros. Esa tarea de estudio dio sus frutos, y poco más tarde Meabe abandonaría las filas nacionalistas integrándose en el Partido Socialista, donde por cierto, se convertiría en uno de sus más activos propagandistas, aunque tendiendo con excesiva frecuencia a un anticlericalismo simplón que muy poco tenía que ver con la crítica marxista del fenómeno religioso.
A finales del siglo pasado, y debido a la guerra de Cuba y Filipinas, el gobierno español reprimió todos los intentos de separatismo. De esta manera el gobierno civil de Vizcaya cierra el periódico Bizkaitarra y llega a encarcelar a varios de los líderes nacionalistas, entre ellos a Sabino Arana. De cualquier forma el trato que recibían no era ni mucho menos el ofrecido por el Estado burgués a los obreros. El semanario socialista bilbaíno La lucha de clases (n°5, 28-9-1895) ironizaba acerca de este trato de favor, reflejo evidente de que pese a todo, los bizkaitarras no dejaban de ser unos hijos díscolos de la burguesía: «(...) Son tan buenos ’nuestros’ representantes que no pueden ver una injusticia. Los chicos de la prensa también les apoyan y piden clemencia por ellos. Es que a los periodistas les irrita también toda arbitrariedad. Verdad es que cuando son obreros y socialistas los perseguidos injustamente, ni los diputados se conmueven, ni la prensa se preocupa de ellos. Verdad es, también que los chicos del Euskeldun (8) pertenecen a distinguidas familias. Y todavía hay clases».
No obstante, pese al clima de guerra abierta en Cuba y Filipinas, y las cada vez mayores tensiones con el futuro supergendarme mundial, lo cierto es que el PSOE pactó la paz social con el gobierno, no saboteando la guerra y practicando un platónico pacifismo, a cambio de ciertas mejoras en las condiciones de trabajo para la clase obrera. Dicha paz social se romperá en 1898, con gran pesar de los reformistas, con la reanudación de las luchas obreras debido a la crisis económica y las carestías consiguientes. Con motivo de la huelga de los obreros de la Diputación vizcaína, en marzo de 1898, los dirigentes del PSOE adoptaron la siguiente postura: «Nosotros somos los primeros en lamentar esta forma de hacer las huelgas, pues si los obreros de la Diputación, por sí y ante sí, declaran una huelga, ellos solos deben continuarla, contando únicamente con el apoyo moral y pecuniario de todos los obreros de las minas, que debieran seguir ocupados en los trabajos» (La Lucha de Clases, 19-3-1898). Se trataba, y no era el primer caso, de una huelga espontánea decidida libremente, en esta ocasión por los obreros de la Diputación y que se salía del marco establecido por los reformistas que no era otro que el mantenimiento a ultranza de la paz social, y allí donde estallaban las luchas espontáneamente, tomar rápidamente su dirección para que los obreros no fuesen nunca más allá de los límites marcados por la estrategia electoral del partido. Así, y pese al evidente pucherazo llevado a cabo por los grandes caciques vascos Chavarri y Martínez Rivas en las elecciones de marzo de 1898, la dirección socialista se mostraba firme en sus convicciones: «El camino de la violencia no debemos recorrerlo nunca, ni jamás debemos abandonar el ejercicio de nuestros derechos» (El Socialista, 8-4-1898). Posición remachada meses más tarde por el patriarca del socialismo hispano, Pablo Iglesias, ya que según él, la burguesía: «se debe convencer de una cosa: que nosotros no tratamos de arrebatarle el poder por los medios que ella empleó, la violencia y la sangre, sino por medios de derecho» (Declaraciones al periódico bilbaíno El Liberal, 4-10-1898).
Desde el final de la, por razones obvias, breve guerra entre España y los Estados Unidos, una oleada de huelgas sacudió todo el país hasta el año 1903. En julio de 1899, se planteó la huelga general en Vizcaya ante el despido de unos trabajadores en Altos Hornos. La negativa de la dirección del PSOE a extender la huelga hizo que este movimiento reivindicativo terminase en una completa derrota obrera. Esto se tradujo en una notable deserción de los trabajadores de la organización sindical socialista, la UGT. Los bizkaitarras, por su parte, dejaron muy clara su postura respecto a este conflicto: «(...) no podemos menos que vituperar la conducta cobarde y hasta criminal seguida por los huelguistas» (El Correo Vasco, n°15, 18-6-1899).
Pese a los miserables intentos de los reformistas, en octubre de 1903 estalla una formidable huelga minera que provoca la instauración del Estado de Guerra en toda Vizcaya. Se produjeron, entre incidentes de todo tipo, las consabidas acciones anticlericales que tanto han caracterizado al movimiento obrero español, y así la imagen de Santiago fue desfigurada, San Antonio fue arrastrado, y San Lorenzo acabó flotando en las nada recomendables aguas de la ría bilbaína.
Los trabajadores consiguieron paralizar completamente Bilbao, y un gigantesco piquete de 3.500 mineros impuso el paro en Altos Hornos, pese a estar custodiados por efectivos militares. Un laudo del general Zappino, llegado expresamente desde Madrid, decretó la abolición de los inmundos barracones donde eran hacinados los mineros y el pago semanal de los jornales, aunque el laudo fue respetado, como era habitual, de manera un tanto irregular por la patronal minera.
La respuesta de los nacional-clericales no se hizo esperar. Así, al viejo estilo de los ultramontanos carlistas trabucaires, los concejales del PNV en el Ayuntamiento de Bilbao, presentaron una moción solicitando que: «los representantes de la propiedad, de la banca, de la industria, del comercio y del trabajo tengan la competente autorización del Estado para armarse, bien por distritos (...) bien aisladamente (...)» (La lucha de clases, n°471, 28-11-1903).
Vemos que ante el peligro obrero, los nacionalistas no titubean lo más mínimo para reclamar la autorización del Estado opresor español y constituir bandas blancas armadas para enfrentarse a los trabajadores. Poco más de un año antes, es cuando se produce un acontecimiento que ha llamado mucho la atención de cuantos han estudiado la trayectoria política del dirigente nacionalista Sabino Arana: su presunta conversión al españolismo, acaecida poco antes de su muerte. Superando los estrechos límites del personalismo a los que nos tiene acostumbrados la historiografía burguesa tradicional, el marxismo nos enseña que, por encima de los vaivenes de este o aquel personaje con relevancia histórica, aparecen fuerzas sociales ante las cuales el individuo se presenta no como sujeto, sino como objeto. Dicho esto, podemos comprender la conversión de Sabino Arana enmarcándola en un contexto de grandes movilizaciones obreras, ante las cuales las solas fuerzas del nacionalismo se muestran impotentes. Pero esto por sí sólo no explica el milagro. También las sustanciosas mejoras obtenidas con los Conciertos Económicos harán que progresivamente una parte de los sectores burgueses beneficiados, representados por un sector del PNV, vayan perdiendo parte de su inicial retórica separatista. De igual manera cesarán las fuertes diatribas contra el industrialismo, el cual ahora será designado como "el fruto del genio vasco" (9). Será a partir de estas fechas cuando el nacionalismo vasco oficial inicie una trayectoria que lo ligue estrechamente, y no podía ser de otro modo, a los avatares de la política española.
Estos primeros años del siglo XX, como estamos viendo, fueron años de una intensa actividad reivindicativa de la clase obrera en Vasconia. A la huelga general de 1903, de la cual ya hemos hablado, podemos añadir una peculiar huelga de inquilinos en Baracaldo-Sestao en mayo de 1905. Este episodio es una aleccionadora muestra del eficaz funcionamiento de la solidaridad clasista del proletariado vizcaíno en aquellos años, y un ejemplo más para la clase obrera española e internacional. Para evitar una serie de desahucios, las mujeres proletarias de Baracaldo se unieron, extendiendo esta acción espontánea por las fábricas de la zona. Los vecinos bloquearon las calles con todos los enseres y muebles disponibles, produciendo tal estado de alarma entre la burguesía que se decretó el Estado de Guerra. Una vez más la ultrarreformista dirección del PSOE, mostraba su función de bomberos sociales: «Con ser muy justo lo reclamado por los inquilinos baracaldeses, no es de tal magnitud que con ello pueda comprometerse a toda la clase trabajadora de la región» (El Noticiero Bilbaíno, 24-5-1905). Por lo visto, a los ojos de los reformistas, la declaración del Estado de Guerra, era un episodio de muy escasa relevancia. Tal actitud de claro esquirolaje les valió a los concejales socialistas el merecido abucheo de las mujeres de Baracaldo y la crítica de los grupos anarquistas locales. Junto a esto, la política del PSOE sirvió para que en toda la zona de Baracaldo-Sestao, no tuviese seguimiento la huelga general del 20 de julio de 1905, la primera que el PSOE convocó en toda España.
Un seguimiento mucho mayor tuvo la huelga general de agosto-septiembre de 1906 que, planteada en un principio como una huelga de solidaridad contra el despido de un trabajador del ferrocarril de Triano (propiedad de la Diputación vizcaína), se convirtió en un gigantesco movimiento a favor de la jornada de 9 horas, añadiendo una serie de reivindicaciones de carácter salarial y contra el truck-system, que pese a todos los intentos de los trabajadores por abolirlo, continuaba existiendo. La huelga traspasó los límites vizcaínos, y se extendió por la vecina Cantabria, y concretamente en Castro Urdiales se registraron violentos enfrentamientos entre los trabajadores y las fuerzas del orden burgués, con el resultado de 2 muertos y 6 heridos. Los nacionalistas, una vez más, mostraron su tradicional modo de enfocar la cuestión obrera: «Suponiendo que la razón estuviera por completo de parte de los trabajadores (que no lo está por ningún lado que se mire la cuestión), no era ésta la ocasión propicia para exigir nada de los patronos (...)». «Hay en la presente lucha factores ocultos que cambian la faz de la cuestión; hay aquí, como en la cuestión religiosa, más que lucha de intereses y de ideales, lucha de razas, lucha de pueblos. Aquí se tira a invalidar a Bilbao, a Bizkaya, debido al odio que hacia nosotros sienten...» ("La huelga general. Odio sangriento". Aberri, n°17, 25 de agosto de 1906).
En 1907, un Real Decreto prohibiría el truck-system, pero los patronos recurrieron a sus economatos a crédito, de tal forma que nadie podía competir con ellos. Se trataba de una nueva versión del truck-system, pero sin la componente coercitiva que caracterizaba el modelo anterior. Entre los mineros vizcaínos y los trabajadores portuarios y carreteros, llegaría de nuevo la respuesta frente a la vil explotación burguesa de la mano de una gran huelga general en agosto de 1910, que venía a confirmar cuanto ha defendido el marxismo revolucionario: en el régimen capitalista todas las conquistas obreras son efímeras.
El verdugo Canalejas decretó el Estado de Guerra en Vizcaya, pero el conflicto se extendió a otras provincias, ante la impotencia de los reformistas del PSOE por evitarlo. Se declararon huelgas de solidaridad en Gijón (Asturias), Barcelona, Zaragoza... Finalmente, y ante la intransigencia de los mineros vizcaínos, una ley del 27 de diciembre recogía la jornada de 9 horas en las minas españolas. Veinte años de violentas luchas y represiones sangrientas fueron necesarios para que, pese a los continuos sabotajes de los reformistas, se pudiese rebajar en una hora la jornada de los trabajadores de las minas, pero no por ello se rebajo la intensidad de la explotación, de tal forma que los mineros debieron ir de nuevo a la huelga un año después.
Este ambiente de continua agitación obrera llevaría a los nacionalistas a fundar su propia organización sindical, plenamente pro-patronal, inspirada, ¡cómo no!, en la doctrina social de la Iglesia católica: «Con ocasión de la huelga actual [la de 1910, ndr] se iba hablando de formar una asociación de obreros vascos que sirva de lazo de unión entre los obreros de este país y de medio para conseguir por las vías legales y procedimientos pacíficos las mejoras que la situación reclama, a la vez que oponer un dique al socialismo y una fuerza que desvirtúe la que suele desarrollar en sus periódicas huelgas. La asociación creemos que podía llevarse a cabo formando núcleos de 20, 30 o 40 obreros que se ofreciesen a los patronos a trabajar todos juntos o ninguno, y separados de los demás bien a jornal fijo o a destajo» ("A los obreros vascos", Bizkaitarra n°91, 19-9-1910).
Semejante organización de esquiroles contó entre sus filas mayoritariamente a empleados de banca y comercio, e igualmente se nutriría con núcleos de baserritarras, los campesinos vascos proletarizados, que influenciados por la acción conjunta de los jaunchos y de los curas, formarían un grupo social fácilmente moldeable ideológicamente por éstos. Las pretensiones de los bizkaitarras se plasmarían en 1911 con el surgimiento de Solidaridad de Obreros Vascos (SOV), que así manifestaba sus intenciones en el articulo 2 de su reglamento: «Tiene por objeto conseguir el mayor bienestar de los obreros vascos mediante una instrucción prácticamente eficaz que cultive sus inteligencias y eduque sus voluntades, inclinándoles al más fiel y celoso cumplimiento de sus deberes como obreros y como vascos: fomente entre ellos un vigoroso impulso de mutua y preferente protección y socorro, con consciencia de las aspiraciones legítimas del trabajo en la producción, y haga defensa de ellas por cuantos medios sean compatibles con la legalidad, hasta verlas realizadas, moldeando todos los actos en los principios de la moral cristiana» (Citado por Maximiano García Venero: "Historia del Nacionalismo Vasco, pág.345-46). No obstante el éxito de este sindicalismo clerical fue tan sumamente reducido que durante la huelga general de 1911, sus escasos efectivos no hicieron otra cosa que esconderse, o bien ir a remolque forzado de las masas de huelguistas, y es que difícilmente podían acaparar el interés proletario con un credo que predicaba la concordia social en una sociedad claramente polarizada por los conflictos de clase: «Y lo que precisamente quiere esta sociedad [SOV, ndr] es que los obreros y patronos laboren más unidos, desterrando ese odio de clases predicado por el socialismo» ("La huelga general", Bizkaitarra n°144, 30-9-1911).
El estallido de la Primera Guerra mundial, y la neutralidad española, ofrecería a la burguesía vasca unas buenas posibilidades de negocio que fueron lógicamente aprovechadas al máximo. Así, en 1914 había en Vizcaya 58 sociedades por acciones, que serían 219 en 1918. No sería ciertamente ajeno el PNV a la división de la burguesía española en germanófilos y aliadófilos, en función de los intereses comerciales establecidos con uno u otro bando. Así Aranzadi representaría al sector aliadófilo y Luis Arana al germanófilo. Las divergencias motivadas por esto, debieron ser de gran calibre, ya que provocaron, como veremos más adelante, incluso una escisión en el PNV. No sería la primera de importancia, ya que antes de la guerra mundial, en 1910, un grupo de escindidos del PNV formaría Aberri eta Askatasuna (Patria y Libertad), organización de carácter aconfesional y pequeño burgués con aires progresistas, y que tuvo una existencia efímera.
El final de la guerra mundial tuvo consecuencias económicas inmediatas en la economía española y, por supuesto en el País Vasco. Las navieras vascas, que aumentaron enormemente sus beneficios aprovechando la neutralidad española en la guerra, vieron caer, al terminar la matanza europea, sus ganancias de manera vertiginosa. A ello contribuyeron la caída drástica de los fletes, la subida en el precio del carbón, las luchas reivindicativas de los trabajadores portuarios y además la competencia creada por la intervención masiva de navíos norteamericanos. El gobierno español intervendría una vez más en apoyo de los capitalistas navieros vascos autorizando la libertad de importación de cierta clase de buques, sin pago de los derechos arancelarios.
Pero lo que motivaría un acercamiento cada vez más estrecho de los nacionalistas hacia el gobierno de Madrid será la efervescencia proletaria ante los ecos que llegaban de la Rusia Roja, y el consiguiente pánico de la burguesía ante la amenaza revolucionaria, por lo que se planteaba la necesidad de afrontar todos juntos el peligro. Para ello, el PNV adoptará un nuevo nombre, menos vinculado a las veleidades separatistas de sus orígenes, y pasará a llamarse Comunión Nacionalista Vasca. Pero aquellos sectores de jaunchos desplazados del poder real, y por la misma razón intransigentes ante cualquier innovación, reaccionarán conservando el viejo nombre del partido. De tal forma los escisionistas seguirán llamando a su organización Partido Nacionalista Vasco, que pasará a estar dirigido por Elías Gallastegui y Luis Arana (el hermano de Sabino), y teniendo como órgano de prensa el semanario Aberri (Patria), que a mediados de 1923 pasaría a diario (10). Pocos meses después llegaría el conocido coup d’Etat del general Primo de Rivera y una nueva fase se abrirá en la situación política española.
NOTAS:
Como ya se expuso en la primera parte del trabajo aparecida en el n° 4 de esta revista, en la segunda mitad del s. XVIII México vivió una fase de fuerte crecimiento económico, demográfico y territorial. Esto supuso que tanto la clase de los propietarios de la tierra, que ejercía su hegemonía en México, como la burguesía naciente, definiesen cada vez más claramente sus intereses independentistas en sus choques contra España.
Desde hacía tiempo, grupos y círculos de intelectuales, provenientes de la clase burguesa, se identificaban con la afirmación de la existencia de la nacionalidad mejicana, que resultaba del cruce de razas y de la cultura indígena, que profundizaba sus raíces en los antiguos imperios mesoamericanos, y la europea y católica. El nacimiento de esta joven nacionalidad representaba por tanto la superación del bipolarismo entre indios colonizados y españoles colonizadores. Afirmaba su sacrosanto derecho de soberanía sobre el territorio, cuya belleza y recursos naturales se exaltaban enfáticamente.
Parte de dicho movimiento eran los jóvenes jesuitas, fundadores de florecientes haciendas agrícolas, importadores y autores de técnicas agrarias modernas y especializadas, promotores de intensas investigaciones geofísicas y de estudios etnológicos sobre México. Los jóvenes jesuitas fueron expulsados de México en 1767 por decreto del rey de España.
Todavía en la segunda mitad del 1700, España estaba en condiciones de tener un firme control militar y burocrático de las colonias, pero al terminar el siglo, con su potencia imperial ya en claro declive, la opresión se debilitó.
Las noticias de la revolución francesa y sobre todo el resultado victorioso de la guerra de independencia de las colonias vecinas norteamericanas, pusieron en primer plano las posiciones de los independentistas.
Mientras tanto, en el campo comenzaban a estallar las fuertes contradicciones sociales entre latifundistas y campesinos pobres y semiproletarios (peones), acompañadas de carestías devastadoras que se repitieron a finales de siglo y que, sobre todo en las áreas rurales, sembraron el hambre, la miseria y la muerte. Se dieron numerosas revueltas e insurrecciones locales. Algunas se generalizaron, como la dirigida por Hidalgo en las regiones del norte y oeste de la Ciudad de México. Este cura rural, había arengado a los parroquianos que se habían sublevado arrestando y ajusticiando a las autoridades y confiscando los latifundios. En poco tiempo se formó un verdadero ejército de campesinos que se apoderó durante un tiempo de estas regiones, enfrentándose numerosas veces con éxito al ejército enviado desde la capital antes de sucumbir. Una vez reprimida la insurrección, Hidalgo fue ajusticiado.
Poco después se alzaban las regiones situadas al sur de la capital. De nuevo el ejército campesino obtenía brillantes éxitos. A la cabeza del movimiento se encontraba Morelos, que también era cura rural, y se puso en contacto con los círculos más radicales de la capital. Se proclamó la independencia, concediéndose el derecho de ciudadanía mejicana a los indios, pero sobre todo se llevó a cabo la confiscación de las grandes propiedades pertenecientes a la Iglesia y a los latifundistas, dividiéndose la tierra entre los campesinos. El impulso revolucionario proveniente del mundo campesino no encontró correspondencia con un consistente y radical movimiento burgués en las ciudades, de tal forma que la insurrección terminó siendo aplastada por el ejército regular y Morelos acabó en el patíbulo.
Para sofocar rápida y definitivamente estos movimientos insurreccionales y eliminar la perspectiva revolucionaria, fue determinante el apoyo incondicional que tuvo el aparato colonial por parte de los terratenientes. A pesar de que el momento era verdaderamente favorable, dada la debilidad de España involucrada en las guerras napoleónicas, las clases poseedoras, oponiéndose al movimiento campesino, se alinearon junto al sistema colonial. Había que acabar con todo tipo de revuelta surgido desde abajo, antes de volver a plantear la reivindicación de la independencia.
En 1820, época de la restauración en Europa, las clases terratenientes mejicanas, que ya controlaban gran parte del ejército, decidieron moverse finalmente. Fue el coronel Iturbide el que proclamó en el "Plan de Iguala" la independencia de México, mediante la instauración de una monarquía constitucional con un soberano que se debería escoger entre los miembros de las Casas reinantes en Europa.
No estaba previsto programa alguno de transformación y de reformas sociales, salvo la proclamación de la igualdad jurídica y la libre compra-venta de la tierra. Esta última disposición era precisamente la que demandaban los ricos, ya que era la premisa para el desmantelamiento de todas las formas de protección de las comunidades indias, instituidas por el sistema colonial. La tierra que pertenecía a estas comunidades caería en manos de los latifundistas y la población, una vez disueltas las comunidades, sería empleada para trabajar en las grandes haciendas.
Casi sin resistencia la parte del ejército que
permaneció
fiel a la corona española, fue suprimida y la independencia de
México
fue ratificada en 1821.
LOS TERRATENIENTES AL PODER
Con la independencia, las clases terratenientes de México habían llegado al ejercicio directo del poder.
Muy lejos de interpretar la necesidad del paso de las formas sociales y productivas al capitalismo, la única voluntad que expresaban era la tenaz defensa de sus propios privilegios. Privadas de una perspectiva y por lo tanto de un programa sobre el que desarrollar la acción política, ésta no fue otra cosa que una lucha entre los centros de poder ligados a intereses particulares de grupos o élites militares más o menos influenciadas por las potencias imperialistas que estaban muy interesadas en mantener sus tramas en México.
Durante casi todo el siglo XIX, México fue presa de luchas intestinas entre la clase dominante. Ejércitos a sueldo se enfrentaban ferozmente por el poder en una sucesión continua de gobiernos derrocados por la fuerza, de jefes militares que se autoproclamaban presidentes, o presidentes fantoches, que poco después eran destituídos y fusilados, de constituciones que se redactaban para legitimar cada nuevo golpe de mano, de continuas revueltas militares y conspiraciones.
A grandes rasgos podemos trazar dos tendencias dentro de la clase dominante, fracciones que a su vez estaban divididas en grupos en guerra entre ellos: el ala más conservadora que se definía "centralista", más cercana a posiciones de la Iglesia y de los viejos terratenientes, apoyada durante mucho tiempo por Gran Bretaña; el ala con tendencias liberales, federalistas y anticlericales, más cercana a las posiciones de la burguesía y apoyada por los USA.
Este estado permanente de guerras intestinas no sólo impidió la consolidación del aparato estatal, sino que también impidió durante mucho tiempo el desarrollo económico. La economía, incapaz de recibir el progreso técnico debido a un sistema de infraestructuras para las comunicaciones y el comercio, que en vez de desarrollarse se degradaba cada vez más, después del paso hacia adelante que se dio a finales del siglo XVIII, terminó por hundirse, dividiéndose en islas cerradas tendentes a la autarquía.
Mientras tanto México se debilitaba cada vez más frente a las grandes potencias extranjeras que poco a poco se iban apoderando del país.
En estas condiciones no era posible que México pudiese defender sus fronteras de los apetitos de la emergente potencia capitalista Norteamericana en vías de expansión. El mismo ejército, anclado todavía en el esquema colonial estaba mal armado y estructurado en base a las guerras intestinas, y fue completamente incapaz de aguantar el choque con su poderoso vecino. De tal forma la partida se abrió con la guerra de independencia de Texas que terminó con una total derrota mejicana que llevó a la pérdida de casi la mitad del inmenso territorio.
En 1845, los EEUU, acudieron en ayuda de los colonos norteamericanos que desde hacia tiempo se habían instalado en Texas, y que en lucha contra el dominio mejicano, declaraban la anexión de esa región, provocando la declaración de guerra por parte de México. Inmediatamente después, el ejército norteamericano invadía Nuevo México, extendiéndose por Arizona y California.
Al mismo tiempo el ejército USA penetraba en territorio mejicano por el noreste, mientras un tercer cuerpo de expedición desembarcaba en Veracruz, y venciendo toda resistencia ocupaba Ciudad de México.
En 1848, el gobierno mejicano que se había retirado a Querétaro, terminó por aceptar las pesadas condiciones impuestas por el enemigo: la cesión de Texas, Nuevo México, Arizona y California, que fueron definitivamente anexionadas a EEUU.
El ala conservadora, que con el general Santa Ana había
sufrido
esta ignominiosa derrota, se mantuvo sin embargo en el poder hasta el
año
1854, cuando el ala liberal, apoyada por los USA se levantó
llevando
al poder a Benito Juárez.
LA REFORMA Y BENITO JUÁREZ
La Reforma y Benito Juárez son objeto de celebración en México todavía hoy, ya que habrían marcado el inicio de un estado laico y moderno. En efecto, Juárez planeó la reorganización del Estado, órgano central del poder político al que las distintas fracciones de la clase dominante habían debido someterse, cerrando el largo periodo de luchas intestinas que tanto daño habían ocasionado al país.
Sin embargo, el aparato del poder que se quería reorganizar era el de las clases terratenientes, en función de cuyos intereses se desarrolló la política de Juárez, intereses en oposición al desarrollo en sentido capitalista y moderno; el sistema de poder que Juárez reorganizó y que su sucesor Díaz desplegó en el campo, era un obstáculo que sólo la revolución fue capaz de mover.
Inspirándose en el principio de la "libertad del individuo", en particular la del latifundista para comprar tierra y mano de obra barata, la se estrelló contra todas las formas de monopolio formado por la propiedad de los terratenientes. Una de las principales disposiciones fue, por tanto, la de abolir la propiedad de la tierra de las corporaciones religiosas y de las comunidades indígenas.
Las propiedades de la Iglesia debían venderse pero, frente a las protestas de las autoridades religiosas, Juárez confiscó todos los bienes inmuebles y disolvió las órdenes monásticas. Las tierras pertenecientes a las comunidades indias debían ser divididas y asignadas en propiedad a los usufructuarios, la mayor parte de éstos no obtuvieron un título de propiedad legítimo y por tanto las tierras fueron confiscadas a las comunidades pasando al estado. Esta actuación no tuvo en mente la formación de la pequeña empresa campesina, sino más bien el reforzamiento del latifundio, ya que las nuevas tierras disponibles eran adquiridas fácilmente por los propietarios ricos, y no por los campesinos, los cuales carentes de propiedad privada y sobre todo de los recursos económicos para adquirirla y sostenerla, no solo no consiguieron obtener nuevas tierras, sino que se vieron obligados a deshacerse de las que les habían asignado.
Como consecuencia de esto, además de la tierra quedó disponible una gran cantidad de mano de obra, libre de los vínculos y del sistema de protección de las comunidades en disolución que confluía inevitablemente hacia las haciendas. Detrás de esto estaban las exigencias de la actividad minera y de la incipiente industria, en espera de mano de obra barata.
Se iniciaba así en México, si bien con retraso, el proceso de demolición del sistema agrícola tradicional que acompaña la acumulación primitiva capitalista. El desmantelamiento de las comunidades indias, que posteriormente llevaría a término Porfirio Díaz, formaba parte del inevitable proceso de evolución hacia el capitalismo, que sin embargo estaba marcado por una poderosa contradicción: no atacaba, más bien reforzaba el latifundio tradicional. Esta contradicción fue la que condujo a un desarrollo revolucionario de los acontecimientos.
La obra emprendida por el gobierno de Juárez, fue interrumpida por un paréntesis en el cual México pareció volver a los años tenebrosos. En 1861 Inglaterra, Francia y España, aliadas al partido conservador adversario de Juárez, formaron un cuerpo de expedición con el objetivo de intervenir en México. El motivo utilizado era el de garantizar la recuperación de los créditos, pero en realidad se trataba de frenar el expansionismo de los USA, aliados de los liberales de Juárez y que en aquella época se encontraban en plena guerra de secesión.
El cuerpo de expedición, finalmente francés, desembarcó en Veracruz, tradicional vía de acceso a la capital, que fue conquistada rápidamente. Mientras el gobierno de Juárez se refugiaba en EEUU, fue nombrado "emperador" de México Maximiliano de Hasburgo, enviado desde Europa.
Este se ilusionó con representar algo más que un fantoche en manos del imperialismo y empezó a comportarse como un soberano iluminado decidido a llevar a cabo importantes reformas. Poco después el contingente europeo mantenido sobre todo por Francia, que mientras tanto había entrado en guerra con Rusia, se retiraba y también como consecuencia de las enérgicas presiones ejercidas por EEUU, finalizada su guerra civil. El pobre Maximiliano, abandonado a su suerte, fue fusilado en 1867.
De nuevo en México e instalándose nuevamente en el poder, Juárez se dedicó inmediatamente a la depuración del aparato estatal y del ejército, para consolidar de esta manera su acción gubernamental enfocada hacia la Reforma.
El terreno fue preparado por la intervención del general
Díaz
(que se acercó al poder siguiendo la tradición mejicana,
o sea a través de una sucesión de intrigas y golpes de
mano)
que dio inicio a la decidida transformación en materia
económica
y social que la Reforma había anticipado.
EL PORFIRIATO
La historiografía oficial mejicana y la visión de muchos demócratas pequeño burgueses, exaltan a Juárez como "progresista" y condenan a Díaz como "reaccionario". Por el contrario el régimen de Díaz fue la continuidad del de Juárez, ya que éste abrió el camino y el otro lo continuó.
La política desarrollada durante el período del porfiriato, desde 1877 a 1910, no es de restauración o de terror reaccionario, ya que se trata de un período de afirmación con medios no democráticos, violentos y dictatoriales, del capitalismo mejicano en su fase de acumulación primitiva. No obstante esto se dio dentro de los estrechos límites dictados por los intereses y los privilegios de la clase terrateniente y de la alta burguesía, de las que el gobierno de Díaz era intérprete y portavoz. Límites y contradicciones que harán realidad la revolución.
La oligarquía dirigente que rodeó a Díaz estaba constituida por los llamados "científicos" que se autodefinían también como "positivistas científicos", elementos provenientes de los sectores iluminados de la clase dominante y vinculados a las sociedades extranjeras que actuaban en México. Un "gobierno técnico" como diríamos hoy. Toda esta gente estaba firmemente convencida de que la marcha de México hacia el capitalismo no podía ser obstaculizada y era necesario despejar el camino.
En materia agrícola, la intervención del gobierno Díaz, se caracterizó por la destrucción masiva de la propiedad comunitaria de la tierra, con la consiguiente apropiación privada por parte de las grandes empresas agrarias y la expropiación de una masa notable de campesinos. Dicho proceso, iniciado por Juárez, se desarrollaba con lentitud, porque dada la incierta situación política y los conflictos que había debido sostener, no estaba en grado de superar las fuertes resistencias aparecidas y sobre todo por el temor a sus consecuencias sociales. Era necesario un reajuste y un reforzamiento del aparato del estado y el realineamiento de todas las fuerzas que eran expresión de las clases dominantes, para consentir el ejercicio de una dictadura abierta y de una violencia organizada y sistemática necesarias para emprender acciones decisivas.
Desde 1883, fueron promulgadas una serie de leyes destinadas a destruir la propiedad comunitaria. La primera autorizaba a las compañías mejicanas y extranjeras en las que todavía los mejicanos tuviesen una amplia participación para señalar, dividir y cultivar las tierras incultas. Estas eran después otorgadas en propiedad en unas condiciones extremadamente favorables. Tales compañías fueron llamadas deslindadoras. No solamente abarcaron tierras vírgenes, sino también tierras pertenecientes a las comunidades indígenas, que en su mayor parte, no podían presentar títulos de propiedad. En 1889, estas compañías se habían hecho con 27.500.000 de hectáreas, es decir el 13% de la superficie total de México.
En 1889 una nueva ley volvía a sancionar la obligación de las comunidades indígenas de dividir sus tierras, creando títulos de propiedad privada sobre ellas. En poco tiempo los indios fueron víctimas de los propietarios ricos y de las compañías deslindadoras que adquirieron, entre 1889 y 1893, otros 10 millones de hectáreas de tierras comunitarias.
En 1888 se dictaron las leyes sobre aguas. A las compañías que llevasen a cabo obras hidráulicas o de regadío, se les ofrecieron concesiones sobre las tierras adyacentes y los cursos de agua. Estas sociedades terminaron por privar del uso del agua a los campos próximos a los ríos, obligando a los propietarios a buscar nuevas tierras. Algunas sociedades llegaron a asegurarse el control de cuencas hidrográficas completas y de provincias enteras de México.
En 1902, una nueva ley hacía posible la firma de contratos mediante los cuales el estado daba en concesión a particulares una parte de las tierras de la hacienda pública a cambio de una modesta renta.
Si al principio se habían establecido límites sobre la cantidad de tierra que podía adquirir un propietario individual, en 1893, estos límites fueron abolidos completamente y se mostró claramente la concentración de la propiedad de la tierra en manos de unos pocos latifundistas. Citamos a este propósito a Gutelman, autor de una útil Reforma agraria en América Latina, el caso de México: "Para una mentalidad europea, es difícil imaginarse los grandes latifundios creados de esta manera: como accionista de una compañía de agrimensura, el magnate de la prensa americana Hearst había recibido 7 millones de ha. en el estado de Chihuahua. Una sola persona poseía 2 millones de ha. en Oaxaca, mientras otras dos se habían apoderado de 2 millones de ha. en el estado de Durango. En definitiva ocho personas poseían, ellas solas, 11 millones y medio de hectáreas. Vera Estañol constataba que en la Baja California, la hectárea se había convertido en una unidad agraria demasiado pequeña: los trabajos se llevaban a cabo con triangulaciones y medidas astronómicas. Las propiedades eran delimitadas por meridianos y paralelos".
Una idea de la medida en la que fueron despojados de sus tierras los indios, la dan los datos de una investigación aparecida en Guerras campesinas del siglo XX de Wolf: "En seis estados más del 90% de las zonas habitadas se encontraban dentro de los límites de las haciendas, en ocho estados el 80 por ciento. Además en 10 estados el 50-70% de la población rural, vivía en los latifundios, en cinco el 70-90 por ciento". Gutelman cita un estudio de Giraldo Magana, viejo revolucionario agrario, según el cual el reparto de las tierras en 1910 era el siguiente: 120 millones de ha. estaban en manos de los hacendados; de estos solo 276 poseían aproximadamente 48 millones (como referencia la superficie total de Italia es de 30 millones de hectáreas).
Estos datos no indican inmediatamente el grado de proletarización de la población rural, ya que una gran parte de los campesinos estaba englobada dentro de las haciendas, convirtiéndose en arrendatarios.
Como hemos señalado al describir la estructura de las haciendas no se trataba de arrendatarios en el sentido moderno del término, sino de trabajadores estrechamente ligados a la hacienda. "Cultivaban trozos de tierra que les concedía el hacendado en base a contratos no escritos, según la costumbre del antiguo derecho español. Los cánones de arrendamiento eran pagados generalmente en especie o en jornadas de trabajo, y se unían a prestaciones y servicios de todo tipo que hacían realmente de este modo de gestión una servidumbre. En la mayor parte de los casos, los arrendatarios no poseían capitales propios. A menudo vivían, o mejor dicho sobrevivían, gracias a los anticipos que les daba el hacendado en la famosa tienda de raya, el comercio de la hacienda. Las tierras que cultivaban eran las menos fértiles de la hacienda: el propietario consideraba más rentable hacerles trabajar como arrendatarios, obteniendo una renta por cada persona, más que pagarles directamente (...). Un número grandísimo de arrendatarios eran al mismo tiempo peones, es decir obreros agrícolas asalariados. Muy a menudo, en una misma estación trabajaban las tierras del patrón, primero como prestaciones gratuitas, después como asalariados, mientras la mujer y los hijos cultivaban la tierra arrendada (...). A falta de datos estadísticos, es imposible determinar el número de arrendatarios que vivían en México a principios del siglo XX. Es probable que fuese muy alto". (Gutelman, pp. 36-37).
Ciertamente lo era, deducimos nosotros, ya que es impensable que la enorme cantidad de tierras de las haciendas pudiese cambiar de forma de gestión en tan poco tiempo, siempre que ésta fuese la intención de sus propietarios. Además las mismas dimensiones de las propiedades que se habían constituido hacen pensar que, dadas las técnicas agrícolas de la época, una gran parte de las tierras no estuviese cultivada, otra mucha estuviese dividida en pequeños lotes, siendo cultivada por los campesinos, mientras que sólo una pequeña porción, ciertamente la más fértil, era gestionada directamente por el hacendado mediante asalariados.
Gran parte de la población agrícola había sido casi o totalmente privada de la tierra para cultivarla ellos mismos. Eran peones que dependían directamente de la hacienda. Estos se dividían en peones libres y peones alquilados, es decir arrendatarios de la hacienda pero que vivían fuera, empleados a tiempo completo o parcial para trabajos y tareas estacionales. El número de estos aumentó notablemente tras las expropiaciones que quitaron a los campesinos las tierras que necesitaban para sobrevivir. Como señala Gutelman, estas expropiaciones respondían muy a menudo más a la necesidad de procurarse mano de obra barata, que a la de añadir más hectáreas a sus inmensas y en parte incultas propiedades.
También estaban los peones acasillados, es decir los que vivían en la hacienda, en teoría asalariados libres, y en realidad semisiervos. Su trabajo era sólo en parte remunerado, frecuentemente en especie. El peón estaba obligado a trabajar gratuitamente como contrapartida al "derecho" de vivir en la hacienda. Además, se endeudaba normalmente de por vida con el patrón, debido a los préstamos de la tienda de raya. Esta deuda raramente era saldada, por el contrario crecía cada vez más y el peón estaba ligado definitivamente a la hacienda y obligado a todo tipo de trabajos serviles, ya que la ley le impedía dejar el trabajo sin haber pagado antes las deudas. Estas se transmitían de padres a hijos de tal forma que el peón se convertía de hecho en un verdadero siervo de por vida, aunque si bien formalmente percibía un salario.
La figura rural que en realidad desaparece en la época del porfiriato es la del miembro de la comunidad que mediante el cultivo de la tierra asignada, extraía lo necesario para su sustento y no necesitaba para nada, o sólo en una mínima parte someterse a la hacienda.
Con ciertos límites, fue en esta fase en la que se consolidó la pequeña propiedad campesina, el llamado rancho. sobre todo al Norte y en el sector ganadero, entregando tierras estatales a colonos provenientes de Norteamérica y Europa, inmigración que el porfiriato trató de favorecer ya que traía consigo nuevas técnicas agrícolas y nuevos tipos de cultivos.
Se comprende bien cómo para llevar adelante una política intervencionista tan decidida, que en poco tiempo desbarató el mundo agrícola, Díaz tuvo que dotarse de una aparato de poder capaz de ejercer una férrea dictadura. Las elecciones eran regularmente manipuladas y los parlamentarios formaban parte de la camarilla dirigente. La magistratura estaba sometida a un estrecho control e igualmente la prensa. Los opositores eran encarcelados, asesinados o desterrados. Las huelgas estaban prohibidas.
En el campo se creó una fuerza especial de policía, los rurales, reclutados entre criminales y bandidos, que patrullaban el territorio amenazando a la población, asesinando a los adversarios del régimen y reprimiendo ferozmente cualquier oposición y tentativa de revuelta. Al mismo tiempo, en las aldeas los esbirros del régimen obtenían mediante amenazas y corrupción el favor de los jefes más representativos.
Los efectos inmediatos de la política del régimen porfirista fueron un empobrecimiento general de la población, no sólo rural. Las intervenciones que trastornaron el mundo campesino provocaron inicialmente una caída sensible de la producción agrícola. Desde 1894 la producción volvió a aumentar, tendencia debida al aumento de los cultivos destinados a la industria nacional y a las exportaciones, como el algodón, la caña de azúcar, el sisal, el café y el ganado. Por el contrario la producción destinada a la alimentación interna, más ligada a la agricultura tradicional (maíz, alubias, chiles, elementos básicos de la alimentación mejicana) continuó descendiendo. Se dio por tanto un aumento de precios en los géneros de primera necesidad, en particular del maíz, el cual tuvo que ser importado por vez primera en México. También como consecuencia de esto, el nivel de vida de toda la población mejicana, no solo de los campesinos, se redujo notablemente.
A este respecto es interesante lo que señala Gutelman, (pp. 45-46): "Estos datos, no obstante, contradicen solo en apariencia la hipótesis de desarrollo del mercado interno, en realidad la amplitud de este último no es función de la demanda potencial de los productos, ni del volumen real del consumo, sino de la demanda que se expresa en términos monetarios. Si el nivel de consumo global del campesino mejicano tendía a decrecer fuertemente durante la época porfirista, gran parte de su consumo individual que se expresaba en una demanda en moneda tendía no obstante a aumentar, paralelamente al proceso de proletarización, es decir paralelamente al aumento del número de asalariados. Fue la monetarización de una parte creciente del consumo (incluso si este disminuía en valor absoluto) la que permitió la formación del mercado interno mejicano y como es natural, este es también el único fenómeno que interesa al capitalista en la fase de acumulación originaria capitalista".
En lo que respecta al desarrollo del mercado, tuvo una importancia primaria el impulso dado a la red de comunicaciones, telegráfica y ferroviaria, que pasó de una sola línea de 460 Km. en 1877, a 20.000 de vía férrea en 1910 (desde entonces prácticamente la red ferroviaria no ha aumentado). Se puede imaginar la importancia que tuvo el ferrocarril en provincias lejanas en sus condiciones de desarrollo económico y en sus relaciones sociales.
El flujo de mercancías rompía el sistema de autoconsumo de las aldeas indígenas, pero también la estatismo de la autarquía económica de las haciendas. Y además se resquebrajaba el sistema de relaciones de semiservidumbre vigente en su interior cuando se hizo accesible para los peones y los indios encerrados en sus tierras, una vía de escape alternativa a la ineluctable sumisión al patrón-señor de aquella provincia, "libres" de irse a vender sus propios brazos a otros mercados de fuerza de trabajo.
La industria marcó en el período del porfiriato un notable paso hacia adelante, tomó cuerpo una verdadera estructura industrial para una producción a amplia escala en el sector textil, se mecanizó y desarrolló enormemente el sector azucarero, nace la industria metalúrgica, ramas de la producción ligadas al abastecimiento interno de materias primas. Además se desarrolló la producción de jabones, cerveza, cigarrillos y otros productos de la industria ligera. También se perforaron los primeros pozos petrolíferos en el Golfo de México y se construyeron las primeras centrales eléctricas. También en el sector minero los progresos fueron notables, con el descubrimiento de nuevos yacimientos de plata y de oro favorecidos por la fortísima demanda del mercado internacional.
Este impulso hacia la industrialización fue favorecido
indudablemente
por la disponibilidad en el mercado de fuerza de trabajo que se
había
liberado en el campo a consecuencia de las expropiaciones y la
consiguiente
proletarización de los campesinos. Por esta razón, en una
primera fase, la burguesía industrial y las
compañías
extranjeras que operaban en México ofrecieron todo su apoyo a la
política de Díaz.
LAS PREMISAS DE LA REVOLUCIÓN
Las transformaciones llevadas a cabo sobre todo en agricultura por el régimen porfirista permiten comprender las posteriores etapas revolucionarias en México.
La expropiación violenta y masiva de la tierra perteneciente a las comunidades campesinas indígenas no condujo a la formación de la pequeña propiedad, sino a la extensión del latifundio. Hemos visto como se formaron propiedades de millones de hectáreas, pero esta nueva estructura de la tierra no trajo consigo un cambio en los métodos de gestión. Millones de campesinos estaban sujetos a pocos propietarios que se habían apoderado de sus tierras, pero no había cambiado el modo de trabajarlas y de obtener el producto de ellas: simplemente una parte de este producto era destinado ahora al patrón bajo la forma de renta.
La disponibilidad para las haciendas de nuevos terrenos fértiles para cultivar, de millones de campesinos privados de tierra, de nuevas rentas y de nuevas vías de comunicación y nuevas salidas comerciales hacia el mercado interno y externo eran factores que habrían podido servir de estímulo para llevar a cabo nuevas inversiones, introduciendo nuevas técnicas y cultivos especializados, mecanizando las haciendas y haciéndolas más competitivas, encaminándolas hacia su transformación en modernas empresas agro-industriales.
Ciertamente algunos propietarios más clarividentes, inversores capitalistas o sociedades extranjeras se encaminaron por este camino. Pero en su gran mayoría prevaleció la actitud del latifundista que se alimenta de su renta y permanece sordo al estímulo de la renovación a no ser que se vea obligado por graves necesidades. El latifundio y las grandes haciendas siguieron siendo en gran parte una masa estática privada de vida, baluarte inexpugnable para el avance del capitalismo en la agricultura.
Contra este estado de cosas no podía hacer nada la política del régimen de Díaz. Emanación de la clase de los propietarios terratenientes, este régimen no podía mas que seguir la vía que Gutelman, refiriéndose a Lenin, define como vía "de tipo prusiano" para desarrollar el capitalismo en la agricultura, que presupone la expropiación masiva de los pequeños campesinos de sus medios de producción y que se contrapone a la vía de "tipo campesino" que, por el contrario, presupone la expropiación y el reparto del latifundio.
Pero, como afirma nuestro texto de 1921 sobre la cuestión agraria, el paso del latifundio a la moderna empresa agro-industrial, en líneas generales, no se presenta con una continuidad histórica en su desarrollo: "Sin excluir que sea posible y también frecuente el paso de la gran propiedad agraria, con la introducción de sucesivas mejoras y transformaciones, a la empresa moderna, especialmente cuando se empieza a realizar a través de una industria agraria de éxito seguro, como la alimentación del ganado, las queserías, etc. se puede no obstante afirmar que en muchísimos casos, más bien en la mayor parte de ellos, la práctica agraria no saldrá de su inercia medieval sin que el gran cuerpo, ese conglomerado sin vida que es el latifundio, se convierta en fecundas células productivas a través de pequeños lotes de tierra". Este es el caso de México.
La expropiación masiva de los campesinos no había traído consigo un desarrollo dinámico del latifundio hacia el capitalismo, al menos no lo hizo en un tiempo suficientemente rápido. Por el contrario condujo a las masas rurales a un estado de tal miseria y opresión que la revolución se convirtió para estas masas en una absoluta necesidad.
La política emprendida para asegurar vigor y perspectivas a
las
grandes haciendas, se convirtió por el contrario en la premisa
para
su desmantelamiento a través de la vía revolucionaria. La
inercia del tradicional mundo agrario mejicano se había turbado
irremediablemente, pero su nuevo modo de ser no podía ser ya el
auspiciado por Díaz, sino más bien el que se
determinó
a través de una largo proceso iniciado con la revolución
de 1910.
El artículo que a continuación presentamos ha sido traducido de nuestra publicación en italiano Il Partito Comunista n° 240 junio-julio 1996. Hoy que los nacionalismos recobran actualidad por toda Europa, apareciendo nuevos y potenciándose los antiguos, el artículo nos da una visión única, valiosísima para explicarnos en gran medida hechos como el que, por un lado los capitales y las políticas de Estado tengan tendencias centrípetas, tendiendo incluso a la pérdida de soberanía de los viejos Estados europeos; y por otro lado se mantengan y aparezcan nacionalismos en las más diversas regiones del viejo continente, encargándose los medios de comunicación de tenerlos de actualidad día a día. Por ser España un país rico en nacionalismos nos es útil para analizar la situación actual y venidera del proletariado en este país.
La pretendida paz en Irlanda del Norte no ha resistido la prueba de los hechos, y no podía ser de otra manera.
La cuestión irlandesa, enmascarada como guerra nacional de religión, en la actualidad no es más que un aspecto de la más general lucha de clase que enfrenta al proletariado con el capital. Las vicisitudes históricas que el capital no ha sabido resolver se sobreponen a la más general contradicción de la sociedad actual. El capitalismo no está en disposición de asegurar el bienestar a la especie humana, y sobrevive como un vampiro chupando la sangre de los miembros proletarios. La esclavitud del trabajo asalariado, presente en el Norte de Irlanda así como en China o en Italia, necesita la paz social; cuando ésta no es posible intenta evitar por todos los medios que la lucha de clase golpee en el corazón de su régimen apartándola hacia objetivos falsos.
En Irlanda la cuestión nacional no fue concluida nunca y nunca podrá serlo; la excesiva proximidad al león británico determinó tal suerte. Irlanda fue colonia y después de la dominación fue libre, pero no en su totalidad, el Norte industrial habitado con preponderancia por los colonos de origen británico permaneció bajo el dominio de la corona inglesa.
Tras una sangrienta guerra civil, en 1921 la débil burguesía irlandesa renunció a la perspectiva del Estado único. Era demasiado débil para hacer frente a una posible agitación genuinamente clasista por parte del proletariado. El control del área industrial del Norte se dejó en manos inglesas.
Desde entonces en adelante la ya antihístorica y por tanto reaccionaria bandera nacional, fue utilizada conscientemente por las burguesías inglesa e irlandesa, ya confederadas contra el proletariado, para crear barreras artificiales entre proletarios protestantes y católicos.
En los astilleros de Belfast, así como en otros lugares de trabajo, los trabajos menos pesados y mejor pagados son reservados para los protestantes, mientras que, como media, una familia proletaria católica a cargo de 4,5 hijos sobrevive con un salario sólo de 800 libras esterlinas al mes. En un lado, los trabajadores protestantes son amedrantados con la posibilidad de pasar bajo dominación «católica» e igualarse a los salarios más bajos, en el otro, se deja relucir la falsa perspectiva de que la unión con el Sur comportaría la desaparición de la «injusticia social»: Y es así como aparece bajo vestimentas bastardas la lucha de clase en Irlanda.
El pretendido plan de paz, que contemplaba como principal patrocinador a los Estados Unidos, se ha revelado como un gigantesco bluff, los paseos por las calles de Belfast, aunque los diera Dios bendito, no bastan para llenar los estómagos y mitigar la miseria de los proletarios norirlandeses.
Las promesas de subvenciones y ayudas han quedado como tales, la actual economía capitalista está en crisis, ni siquiera el coloso USA está ya en condiciones de escurrirse el bolsillo. Para controlar al proletariado en Irlanda del Norte no hay otro camino que el de hacer que se desangre por objetivos falsos.
La defensa efectiva de las condiciones de vida del proletariado será posible solamente con la lucha común de protestantes y católicos por un salario igual a paridad de trabajo. Esta lucha, determinada por factores materiales, es decir, por falta de fondos para corromper al proletariado protestante, será también el punto de partida para desgarrar la opresora cortina religiosa que oscurece las mentes obreras.
En Italia el papel de contener la lucha de clase es hoy confiado a
los
sindicatos del régimen y al escuálido teatrillo
parlamentario,
pero no es de excluir que, consumidos y deteriorados, estos medios sean
dejados de lado, y la burguesía intente jugar la carta
secesionista
buscando enfrentar a los proletarios del sur contra los del Norte. Poco
probable hoy, no se excluye para el futuro.
En la Roma imperial panem et circenses, pan y circo, era lo conveniente para tener satisfecha a la plebe ociosa; hoy en día con las «modernas tecnologías» y algún artificio más, la historia se repite a escala planetaria. En el mundo occidental el panem, excepto casos aislados, es suministrado aunque sea por ínfimos subsidios y ollas para pobres que garantizan la subsistencia; como circenses preparan programas televisivos a cual más idiota que empañan los cerebros, integrados por alcohol y drogas.
Respecto a Roma una de las pocas diferencias substanciales quizá sea la «escuela pública». La instrucción no es obligatoria, ésta más bien es cada vez más facultativa, superflua y peligrosa; la «asistencia» en cambio sí. El orgullo de la sociedad burguesa de haber dado y difundido las luces y la ciencia a las plebes contra el oscurantismo religioso de la Edad Media es algo, si es que realmente lo fue, perteneciente al pasado. Las estructuras escolásticas que hundían sus raíces en el período revolucionario y progresivo de la burguesía, ahora ya son un recuerdo, y hoy se desmantelan los residuos.
La escuela superior forjaba los cuadros de la clase dominante, en los institutos se enseñaba a los jóvenes pimpollos a usar el cerebro y a aprender las bases ideológicas del régimen; y aun sucedía que corazones sensibles traicionaran a su propia clase y ofrecieran su contribución a la causa proletaria.
La ilusión, siempre combatida por nosotros, de que los hijos de los obreros arrebataran a la burguesía el saber a través de la escuela de masas, se topa actualmente con la realidad de los hechos. Las escuelas se han transformado cada vez más en prisiones, donde la enseñanza, la formación de la fuerza de trabajo futura, se convierte en algo secundario con respecto al atolondramiento general.
Demasiadas asignaturas, a cual más parcial (como las de los ordenadores y similares), ayudan a que los jóvenes usen cada vez menos el cerebro en espera de un puesto de trabajo que no existe, aunque, para garantizar la asistencia, además de las leyes, se alimenta de cara a los jóvenes la esperanza de que con un título en la mano es posible escapar del desempleo. El fin de la enseñanza pasa a ser el repartir el mayor número de trozos de papel, o los de más estima, mientras queda claro que, si no se reduce el horario de trabajo y sin un fuerte repunte económico, imposible hoy en día si no es tras una guerra, los puestos disponibles continúan siendo siempre los mismos. El movimiento estudiantil expresa la rabia y la desilusión por los años pasados sobre los pupitres, por los gastos mantenidos sin perspectivas ciertas. En cuanto a su orientación es claramente reaccionario, estudiar mejor y tonterías por el estilo, apunta a la conservación social, al deseo individual de encontrar trabajo a costa de quien no tiene título o lo posee de valor inferior.
La preocupación de los burgueses frente a la cada vez más inquietante masa de los sin trabajo, se trasluce a través de las bocas y plumas de sus maitre à penser.
No es pues tan extraño oírles hablar de reducción generalizada del horario de trabajo: también los «acuerdos de solidaridad» (menos horas de trabajo por menos salario a cambio de no despedir a una parte de la plantilla) dentro de su modesto alcance pueden ser incluidos en esta reducción. Pero la reducción del horario de trabajo, para los burgueses tiene que ir ligada sin falta a la paralela reducción del salario, enmascarada ésta siempre con múltiples artificios: medida defensiva para la burguesía que consiste en la repartición de la miseria entre los trabajadores. La reducción del horario ligada a una relativa reducción del salario es, efectivamente, un contrato de solidaridad, pero no entre los trabajadores, es un abrazo mortal entre explotados y explotadores para la perpetuación del sistema de producción capitalista.
El proletariado no debe renunciar a su autonomía, so pena de renunciar a su programa histórico emancipador. Si hoy baja la cabeza y no se dota de los instrumentos necesarios para oponerse a las peticiones de cada vez más sudor, mañana, cuando las burguesías pidan la sangre para su guerra imperialista, será imposible movilizarse para declarar guerra a la guerra, no se tendrá la fuerza para desencadenar la subversión social.
Nuestra perspectiva revolucionaria no la hemos negado nunca, y tampoco escondido, por el contrario una de las razones de nuestra existencia en cuanto partido reside en el continuo trabajo de estudio, propaganda y acción, sobre un programa histórico de emancipación, donde principios y tácticas no son definidos en función de efímeros consensos, sino como armas capaces de desquiciar la sociedad actual.
El problema del desempleo juvenil nosotros lo encuadramos en esta perspectiva. Si por una parte demostramos cómo la economía capitalista lleva inevitablemente a su crisis general de sobreproducción, resoluble para la burguesía sólo con la guerra, por otra indicamos como único camino a seguir el enfrentamiento decisivo entre la clase obrera y su carcelero, la burguesía. Enfrentamiento que ciertamente marcará una época, y será mejor que el proletariado, teniendo en cuenta las experiencias pasadas, se prepare de la mejor forma posible, necesitando sus organizaciones de defensa económica y su órgano político, el partido de clase.
Los desempleados son proletarios, el hecho de que hayan perdido el puesto de trabajo no elimina su condición de vendedores de su fuerza de trabajo, único recurso para vivir; sólo los que recurren a distintas fuentes de subsistencia abandonan su clase para caer en el pauperismo o en el subproletariado. Nuestra consigna y enfoque de la lucha reivindica por tanto la organización y el encuadramiento de los desocupados en las respectivas categorías de las que provienen, donde la petición de salario pleno y garantizado se iguala con la de menos horas de trabajo a igual salario.
Los jóvenes sin trabajo, indistintamente, no pueden considerarse automáticamente parte del proletariado. En la actual desorientación de referencias hacia la clase es difícil para la juventud de familia obrera, que no haya entrado todavía en los procesos productivos, reconocer y luchar unida por sus reivindicaciones clasistas, pero precisamente por esto es más necesario que nunca trazar claramente la división entre las clases. A los jóvenes de origen proletario les indicamos la unión con la clase reivindicando la reducción del horario de trabajo a igual salario y no la consigna de un «salario social», que confunde y mistifica las barreras de clase, que junta a todos los jóvenes bajo la interclasista dependencia de clientela del Estado capitalista.
Actualmente la ausencia total de organizaciones de defensa económica aunque sean mínimas, hace el recorrido hirsuto y lleno de obstáculos, pero la claridad de rumbo será la espada que volverá a cortar nudos ya deshechos por la historia de las luchas de clase.
(Este artículo ha sido ya publicado en
italiano
en Il Partito Comunista n° 240 junio-julio 1996)
Los diagramas que aquí publicamos son la reproducción hasta el año 1994, por trazados y puntos significativos de los gráficos que se presentan en las reuniones generales del Partido. Se refieren a EEUU, Rusia (antes de 1991 la URSS), Japón, Alemania Occidental e Italia. Muestran el curso del incremento porcentual de la producción industrial de cada mes respecto al mismo mes del año precedente (con un sistema de media trimestral para individualizar una tendencia menos influenciable por efectos accidentales).
Los incrementos son calculados para el mismo trimestre de dos años sucesivos y no entre dos meses contiguos debido a la existencia de fuertes influencias estacionales. Sin embargo, cuando hacemos la comparación con el mismo mes del año en que se alcanzaba la máxima expansión precedente de la producción industrial, adoptamos un criterio distinto y seguimos el movimiento de los ciclos breves respecto a la curva creciente del capital que sus vértices máximos describen por encima de las coyunturas. Es ésta, a fin de cuentas la trayectoria que más nos interesa y que mejor evidencia el destino catastrófico del modo de producción capitalista.
Las fuentes estadísticas utilizadas, son las burguesas más acreditadas (ONU, complementadas cuando es necesario con las de la revista Economist), no exentas de "revisiones" posteriores por parte de los organismos estatales que las suministran, pero así al menos no se nos alegará parcialidad al tomar esta base estadística para nuestras demostraciones.
La magnitud considerada es el índice físico compuesto por la producción industrial mensual, por tanto exento de los efectos de la inflación y representa el capital mercancia M’, valor del capital ya valorizado, como sale del proceso de producción en una de las tres formas de Marx del proceso cíclico, el del capital monetario. Los referentes simbólicos son: D-M... P... M’-D’.
Motivo determinante de la producción de capital es su acumulación o reproducción ampliada, el enriquecimiento y no el goce de los capitalistas personales. Considerado por ello el que prevalezca la reconversión de la plusvalía en capital adicional sobre el consumo de los capitalistas, la tasa de ganancia es proporcional a la de la acumulación.
La tasa de acumulación es la tasa con la que crece el capital, por ejemplo, refiriéndose como en nuestro caso al capital mercancia valorizado M’, viene dado por el incremento porcentual del producto industrial. En esto, desgraciadamente, las estadísticas burguesas no incluyen la producción agraria gestionada como industria capitalista, punto débil del modo de producción capitalista.
La tasa de ganancia es la relación de la masa de ganancia (en la escala social igual a la suma de las plusvalías extraídas) con el capital anticipado en la rotación, es decir, el valor de la maquinaria efectivamente consumido en la producción considerada, valor de las materias elaboradas o auxiliares utilizadas y salarios, capital variable, porque solamente de éste se extrae el incremento del capital.
Mientras los burgueses para calcular la tasa de ganancia consideran como capital anticipado para el ejercicio también el valor del "capital en instalaciones", es decir el inmovilizado constituido por las máquinas, instalaciones y edificios, aunque éste no participa consumiéndose en el flujo de la producción, sino en la parte que nosotros calculamos en el capital constante. Son estas "inmovilizaciones" que los burgueses calculan de modo convencional en los estados patrimoniales de los balances de ejercicio de las empresas, lo que nosotros consideramos capital fijo, trabajo muerto que no se combina con trabajo vivo, no entrando en el círculo de la producción. Es monopolio exclusivo de la clase dominante, que lo utiliza para acrecentarlo y con ello su dominio sobre la clase dominada. Es la esencia fundamental y más enmascarada de la explotación del capital, fuerza social impersonal sobre el trabajo asalariado, que los partidos refundadores del oportunismo y los sindicatos del régimen esconden con sus "reivindicaciones" de "inversiones". Esta gigantesca dotación de trabajo pasado, que el trabajo asalariado está condenado a incrementar desenfrenadamente junto a la masa de miseria proletaria despojada por la forma capital, pasará, precisando los conceptos, no a propiedad de la sociedad, sino como usufructo de la especie humana. "El Monstruo se convierte en Fuerza benéfica de toda la humanidad, que determina no extraer plustrabajo inútil, sino reducir a mínimos el trabajo necesario, en beneficio de la formación artística, científica, etc... de los individuos, elevados ya a Individuo Social" ("El Programa revolucionario de la sociedad comunista elimina toda forma de propiedad del suelo, de las instalaciones de producción y de los productos del trabajo" resumen en el periódico de entonces del Partido, Programma Comunista, n° 22, 1958).
El estudio del curso de la producción industrial mensual, cuyos gráficos mostramos aquí, es el complementl estudio de los índices del producto industrial anual y se ligan estrechamente al importante trabajo de finales de los años cincuenta, sobre el "El Curso del capitalismo mundial en la experiencia histórica y en la doctrina de Marx", unido a no pocos estudios y trabajos precedentes, tratados en las reuniones generales del Partido.
En aquel trabajo, el tema fundamental era el de la producción industrial, que se ligaba al análisis sobre la producción agraria y minera, los precios, la población, el comercio internacional, las oscilaciones de riqueza y miseria de las clases sociales, consideradas a medio y largo plazo, encuadradas históricamente.
Al tratar la producción industrial documentamos tesis fundamentales del marxismo:
1) La disminución histórica del ritmo de crecimiento de la producción industrial es la confirmación experimental de la ley de la caída de la tasa de ganancia media. Es la ley más importante desde el punto de vista histórico que nuestro modelo contiene y las teorías burguesas no, desmentidas éstas por la experiencia histórica;
2) Si los ritmos de acumulación elevados pertenecen a la juventud del capitalismo, entre estos los más elevados corresponden a los capitalismos que han nacido después, que tienen a su favor los avances de la técnica más evolucionada puesta a su disposición pero condenados, sin embargo, a envejecer más velozmente. Las edades del capitalismo son un todo mundial;
3) Las tasas de acumulación elevadas se encuentran en la fase de reanudación, tras una potente depresión o crisis, o bien en un país vencido en la guerra o también invadido después de ésta, hasta su reconstrucción productiva. Destrucción y masacres, constituyen el homicidio de muertos y vivos, necesario para ampliar y conservar este modo de producción;
4) Se constataba la caída de la cuota de producción industrial mundial de los máximos capitalismos decrépitos y la convergencia a la baja de su Intensidad Cualitativa de Industrialización (que es la relación entre las cuotas mundiales de la producción industrial y la población); lo cual desgasta un predominio persuasivo, el de los Estados Unidos, que es la fuente de estabilidad del sistema capitalista mundial;
5) Verificamos la norma, por sectores de la producción, de la proporcionalidad inversa entre la tasa de crecimiento medio anual y la producción per cápita. Cuanto más envejece el sector, mayor es la producción per cápita, y menores son las capacidades de la reproducción ampliada, así como mayor es la incertidumbre en la existencia de los obreros;
6) Constatamos la tesis de Marx en la tendencia histórica general de crecimiento de los índices de la producción industrial y de los aumentos absolutos medios. Según esta tesis de Marx el descenso histórico de la tasa de ganancia viene acompañada del crecimiento histórico de la masa de capital y de la masa de beneficio. Es una curva ascendente que convalida la teoría marxista de la catástrofe: el capitalismo no mengua, incluso estando decrépito no se suicida, supera sus contradicciones y contrastes sólo reproduciéndolos a una escala aún mayor y a un nivel más alto; acumula potencial económico y monopolio de clase en un polo y fuerza antagonista proletaria en el otro, hasta su fin por intervención revolucionaria del proletariado constituido en clase;
7) Justo en los años de la colosal propaganda estalinista del falso socialismo, que abanderaba grandes crecimientos económicos, se remachaba que el transcurso del capitalismo ruso, último en nacer y renacido tras el periodo de la primera guerra y de la guerra civil, seguía las mismas normas y los mismos ritmos decrecientes del capitalismo histórico de Occidente. El materialismo histórico es un arma de crítica proletaria y de defensa del programa comunista.
La vinculación a estas tesis a partir de los cursos reproducidos es alterada por la presencia de los ciclos coyunturales y además el periodo en examen es insuficiente para evidenciar las grandes tendencias históricas, pero algunos choques pueden señalarse.
1) Rusia, Alemania, Japón, Italia, países que habían sufrido grandes destrucciones, cuando todavía se resienten en los primeros decenios de la posguerra del "baño de juventud", tienen ritmos de expansión mayores respecto a Estados Unidos, que salieron indemnes de la última guerra. Visto que no todos los gráficos empiezan en la misma fecha y que no lo hacen nada más terminar la guerra, exceptuando Rusia, es necesario fijarse y comparar la misma línea vertical, es decir para los mismos años, y, no teniendo aquí los valores medios, cotejar intensidad y duración máximas de crecimiento. Son notables los incrementos relativos mensuales hasta finales de los años 40 en la URSS. La extinción de los ciclos económicos por parte de los planes quinquenales rusos pone en evidencia el agotamiento de los altos ritmos y su degradación hasta la inevitable y grave crisis actual rusa;
2) Se observa el desplazamiento hacia abajo en los últimos dos decenios del espacio descrito por las oscilaciones, y que expresa la prevista e imparable fase de depresión con una tendencia media a la moderación de la acumulación, ya verificada por el Partido con el estudio de los índices anuales más idóneos. Esta cuestión se trató en nuestra revista "Comunismo", números 11-1983 y n° 34 de 1993;
3) La preponderancia en los diagramas de las áreas positivas de expansión sobre las negativas de recesión, refleja la tendencia general al crecimiento de la producción de capital en la curva hoy cada vez menos ascendente. Es la expresión del crecimiento de la masa de capital y de beneficio que se produce, sin embargo, con el descenso de la tasa de ganancia.
La consideración de los incrementos porcentuales de los índices mensuales, permite el examen de la coyuntura económica. Se pueden estudiar las diversas fases del ciclo industrial que se debe reproducir periódicamente (máxima contracción del capital industrial, reanudación y creciente actividad, prosperidad, fase de la incipiente superproducción y especulación, crisis y contracción, estancamiento), y sus duraciones. El máximo valor del incremento porcentual señala el paso de la prosperidad al aflojamiento del crecimiento y el paso hacia la saturación de las vias de salida; su reducción a cero indica la detención de la reproducción ampliada, la consecución de un máximo de la producción, es decir, el inicio de la crisis. Aquí, sin embargo, es necesario considerar que los incrementos se obtienen comparando un volumen de la producción que no sea inmediatamente precedente, sino con el del mismo mes del año precedente, y por tanto, sabiendo esto, se comprenden las velocidades y aceleraciones del capital.
Siguiendo y comparando con los índices mensuales los movimientos del capital en sus ciclos coyunturales, se puede constatar el alcance universal de las crisis generales de superproducción y el peso de las vicisitudes de la acumulación en los grandes centros imperiales, sobre la acumulación de los menores y verificar en base a nuestro determinismo el vínculo con los movimientos de los demás aspectos de la economía, de la finanza, de la intervención estatal y de las condiciones de clase.
Los medios técnicos de elaboración utilizados y que representan los datos no son los sofisticados empleados por los "centros de estudio" a sueldo de la burguesía, sino que con la potencia de nuestra y única ciencia económica, no tenemos más que seguir el camino ya marcado.
Tratando la cuestión de la acumulación, de las crisis
y la discusión histórica sobre los esquemas de la
reproducción
en Marx, el Partido escribía en 1959 en "Cuestiones
fundamentales
de la economía marxista": "En uno y en otro extremo, ya se
muevan
o no los esquemas, el marxismo revolucionario siempre vencerá:
ayer
se trataba de una batalla doctrinal acabando con la mentira
circulacionista
y del bienestar, que con los juegos monetarios individuales libres o
tramposamente
guiados, presenta el engaño de absurdos equilibrios y los coloca
al final de un largo curso de acumulación desenfrenada;
mañana
una batalla revolucionaria y una guerra social, cuando el dominio de la
vulcanología de la crisis social permita a la conciencia
teórica
y a la dirección estratégica del reconstituído
partido
marxista, abatir bajo los golpes de la dictadura comunista a la bestia
inmensa e inhumana del capital acumulado, en todas sus infames
metamorfosis
de mercancías, ficciones financieras, y cárceles
productivas
empresariales para los esclavos asalariados".
Oriente Medio no deja de estremecerse; movimientos telúricos periódicos preanuncian el gran terremoto al cual esa zona, encrucijada de razas, religiones, economías diversas, caracterizada por fuertes contrastes de clase, marcada por el petróleo que todavía guarda en su subsuelo, está destinada.
La intervención de Turquía, Irak e Irán contra las poblaciones kurdas, directamente o apoyándose en organizaciones financiadas por diversos Estados, responde a la exigencia de aplastar desde su surgimiento cualquier veleidad de revuelta entre masas desesperadas, a menudo hambrientas, a veces armadas. Y el error de Estados Unidos, que se ha visto aislado en su última intervención contra Sadam, que no ha finalizado precisamente con la salvación de las poblaciones kurdas de la masacre sino, mucho más prosaicamente, manteniendo alto el precio del petróleo, ha sido el de infravalorar la función contrarrevolucionaria del régimen iraquí; Europa y Rusia, ansiosas por poder introducir lo antes posible en el mercado mayores cuotas de petróleo iraquí con una consiguiente rebaja en el precio, han criticado duramente la iniciativa estadounidense (eso explica las lágrimas de cocodrilo sobre la población iraquí sometida al embargo), pero también han mostrado su preocupación por un debilitamiento demasiado repentino del régimen iraquí, como ya sucedió tras la guerra del Golfo; un vacío de poder podría favorecer por el contrario el estallido de un movimiento proletario en una región donde la rebelión se gesta inexorablemente, como ha demostrado la revuelta del pan en las principales ciudades de Jordania el verano pasado, y que fue reprimida con la intervención del ejército, teniendo lugar durante varios días verdaderas batallas callejeras.
Los acontecimientos de septiembre en Israel parecen responder a un cuidadoso plan contrarrevolucionario, si bien en parte se les ha ido de las manos a sus mismos organizadores. Constatando que la política del ’derechista’ Netanyahu no se diferencia en líneas generales, de la de los ’izquierdistas’ Peres o Rabin, empeñados todos ellos en no renunciar a la totalidad de Cisjordania, y en mantener a la entidad palestina al nivel de un ’bantustan’ donde amontonar proletarios para usarlos como mano de obra a bajo precio, no dejan de sorprender algunos de los gestos provocativos del Estado israelí como la no retirada de las tropas de Hebrón, el demolimiento de un centro de estudios palestinos en Jerusalén, la puesta en marcha de una serie de nuevos asentamientos de colonos en Cisjordania y finalmente la apertura del tunel, terminado desde hace años pero cuya apertura siempre ha sido aplazada, y que atraviesa el perímetro externo de la explanada de las mezquitas.
Pero es sobre todo la indignación del camaleónico Arafat, que nunca se había manifestado de una manera tan radical, ni siquiera cuando, después de los atentados terroristas, Israel cerró durante meses las fronteras condenando a la mayoría de los palestinos al hambre y a decenas de ellos a morir por falta de asistencia médica y alimenticia, lo que aviva nuestras sospechas.
La política de la camarilla de Arafat, de plenas renuncias ante Israel, por el contrario es durísima en los territorios bajo su control; tras aumentar hasta cuarenta o quizás cincuenta mil los efectivos policiales, y bajo el pretexto de combatir el terrorismo, todo tipo de actividad opositora, sobre todo la izquierdista, ha sido reprimida, la prensa ha sido amordazada, las manifestaciones prohibidas o disueltas violentamente, los militantes más significativos arrestados, y a menudo torturados, siendo asesinados algunos de ellos en la cárcel. Pero esta política, llevada a cabo con el pleno consentimiento del Estado israelí, junto a la continua degradación de las condiciones de vida en los territorios, empeoradas continuamente tras la firma de los acuerdos de Oslo, ha excavado un profundo foso entre el proletariado, que ha comprendido que con esta paz, basada en la explotación y en la violencia, tiene poco o nada que ganar, y la burguesía palestina, representada por la OLP, que ve en la paz el camino para obtener grandes negocios, inversiones extranjeras, préstamos internacionales, desarrollo del comercio e incluso de las actividades industriales y agrícolas, además de la posibilidad de disfrutar de las prebendas derivadas de la ocupación de un aparato estatal propio y verdadero. Los pocos meses de régimen de la OLP han mostrado a los proletarios que los patronos palestinos, su policía, sus jueces no son mejores que los israelíes y desde muchos sectores se temía que esta experiencia se concretase en una reorganización autónoma de clase de los trabajadores de Palestina e incluso en el estallido de una guerra civil.
Las provocaciones del nuevo gobierno israelí han conseguido, en un mes, hacer retroceder cualquier perspectiva clasista, dando un nuevo impulso a la iniciativa de Arafat y de sus compinches, uniendo bajo el falso objetivo interclasista de la lucha contra el odiado Israel ocupante de tierras y profanador de las mezquitas, a proletarios y burgueses, si bien, naturalmente, son los primeros los que se echan a la calle arriesgando la vida y las penas de cárcel en los choques con el ejército. Incluso la odiada policía de la OLP ha conseguido un mínimo de popularidad después de que algunos de sus miembros hayan muerto a manos de los soldados israelíes por defender las fronteras de la región autónoma de Ramallah. En algunos casos, incluso, estos policías armados, se han puesto a la cabeza de los manifestantes abriendo fuego contra objetivos israelíes, en clara contraposición con las órdenes dadas por el mismo Arafat. Por esto hablamos de complot contrarrevolucionario; un personaje bien informado, Luttwah, afirma que Arafat tenía conocimiento de la apertura del túnel y había dado su consentimiento; el viejo zorro Arafat había atraido a un confiado Netanyahu a una trampa, aprovechando su política del "hecho consumado", para poder reanudar la guerra contra Israel reforzando su posición entre los palestinos, sobre una cuestión de una importancia secundaria que no ponía en discusión los acuerdos de paz. La cumbre convocada por un Clinton reacio a ella, servirá para dar mayor seguridad al mundo: "el proceso de paz continúa", se volverá a repetir; Netanyahu, al igual que se vió obligado a reunirse con el "terrorista" Arafat, deberá hacer alguna concesión; por su parte Arafat remachará su empeño en mantener el orden (y esto sí que hay que creerlo).
El abismo de odio que ha suscitado posteriormente esta nueva oleada
de violencia no hará que se detenga el "proceso de paz", que,
respondiendo
al dictado del imperialismo que domina ese área, ha conseguido
retrasar
el proceso de emancipación del proletariado, dividido en dos
frentes
opuestos.
Por si alguien excesivamente incauto, o ingenuo, creía que CCOO-UGT iban a emprender una lucha sin cuartel contra el gobierno "de la derecha", lo cierto es que grande ha debido ser su decepción. Por lo que a nosotros se refiere, vemos que, una vez más, los acontecimientos se están encargando de demostrar la validez de las tesis sindicales propias de nuestra corriente, la Izquierda Comunista de Italia. Los innumerables vínculos económicos y políticos que unen a estos organismos antiobreros con la patronal y su estado, hacen del todo imposible que lleven a cabo cualquier tipo de acción encaminada a frenar los continuados ataques que el capital emprende contra las condiciones de vida y de trabajo de la clase proletaria.
De esta forma, y por si no fuese suficiente con la ley antihuelga, redactada, pactada y firmada por los sindicatos del régimen con el anterior gobierno, este verano han firmado con el gobierno del PP y la patronal, un acuerdo que con el aparentemente inofensivo título de Acuerdo Tripartito sobre Solución Extrajudicial de Conflictos, esconde realmente la necesidad de tener bien perfilados los cauces de la paz social. El ministro de Trabajo reconocía abiertamente que la finalidad del pacto no era otra que "aminorar la conflictividad laboral". Con este pacto se da un paso más hacia lo que el Al Capone de Marbella reclamaba insistentemente, con el tacto que le caracteriza, desde hace tiempo: la supresión de la Magistratura de Trabajo. No es que defendamos la judicialización de las reivindicaciones laborales, pero en ausencia de organizaciones genuinamente clasistas, muchos trabajadores no ven otra alternativa para intentar la defensa de sus intereses que recurrir a Magistratura. El aspecto positivo, en el sentido clasista, de esta nueva traición sindical, es que de ahora en adelante los trabajadores van a tener mucho más difícil obtener algún tipo de mejora vía Magistratura, abriéndose la posibilidad de un retorno, aunque todavía lejano, a posiciones de lucha clasista intrasigente.
Otro acuerdo cuyo contenido no tiene ningún desperdicio es el acuerdo sobre las pensiones. Presentado por el partido único del capital (parlamento, sindicatos, prensa...) como un buen acuerdo para los pensionistas, en realidad constituye un clarísimo ataque contra el sistema público de pensiones que ha sido aprobado sin ningún tipo de oposición real (no consideramos tal la vocinglería del demagogo Anguita y sus secuaces).
El rigor presupuestario que requieren los acuerdos de Maastricht, goza de la plena aceptación sindical, y este acuerdo sobre pensiones es un excelente bocado para las aspiraciones de la patronal española y su estado.
En dicho acuerdo se amplia el periodo de cálculo de la Base Reguladora. Hasta 1985 (año en que el gobierno burgués del PSOE aprobó una ley similar a ésta), la Base Reguladora se formaba con la media de los últimos dos años de cotización a la Seguridad Social. Después de la ley del PSOE el periodo pasó de 2 a 8 años. Con el nuevo acuerdo pasa a 15 años, por lo que progresivamente se está disminuyuendo la Base Reguladora. Además se rebaja el porcentaje aplicado a la base reguladora según los años de cotización. Para alcanzar el 100% de la base reguladora serán necesarios ahora 35 años de cotización. Esto no es más que otro camino para retrasar la edad de jubilación hasta unos límites calculados por la burguesía en los que el trabajador, recien jubilado, no tardará en morirse y el fruto de las cotizaciones de toda su vida laboral será engullido por el estado capitalista.
Las consecuencias nefastas de este acuerdo se harán evidentes principalmente para los jóvenes y los trabajadores contratados a tiempo parcial, ya que hay una serie de contratos temporales que no cotizan a la Seguridad Social, con lo cual muchísimos trabajadores en esta situación van a quedar fuera permanentemente del sistema público de pensiones.
El hecho de que un acuerdo de este tipo haya sido consensuado y pactado sin ningún tipo de respuesta proletaria, nos da una idea del nivel de mínimo histórico alcanzado por el movimiento obrero a lo largo de su dilatada y tormentosa existencia.
No serán ciertamente los sindicatos del régimen,
inspiradores
y ejecutores directos de estas medidas antiobreras, junto a la patronal
y el estado capitalista, los que se movilicen contra semejantes pactos,
¡propuestos muchas veces por ellos mismos, como sucedió
con
la Ley Antihuelga! El camino es duro y difícil de recorrer, pero
si algo distingue a los comunistas es precisamente el hecho de
presentar
la cruda realidad ante los trabajadores sin ningún tipo de
tapujos.
Y hoy esta realidad pasa por reconocer que la clase obrera está
desarmada a nivel sindical, y que la defensa mínima de sus
propios
intereses empieza por constatar dicha realidad y comenzar a trabajar
por
el resurgimiento de nuevas organismos sindicales clasistas que
confluyendo
con la lucha política dirigida por su Partido Comunista de clase
acabe para siempre con esta sociedad basada en la extorsión
económica
y la explotación.
En julio de este año se ha recordado el 60 aniversario del comienzo de la guerra civil española, y una vez más la versión oficial de la misma ha circulado por los canales habituales. Por enésima vez se ha presentado la guerra de España como ejemplo de lo que no debe volver a suceder, insuflando en la mente y en el ánimo de los proletarios el repudio a la respuesta armada de la clase proletaria contra la explotación capitalista. El concepto de terrible tragedia es indiscutible, pero no en el sentido banal del fratricida derramamiento de sangre, sino en el sentido clasista de la severa derrota infligida a la clase obrera hispana e internacional, siguiendo la cadena de derrotas propiciada por la degeneración del Estado proletario ruso y de la Internacional Comunista.
La guerra de España volvío a poner una vez más en evidencia la falta de dirección revolucionaria de las masas obreras, que movilizadas confusa pero entusiastamente, intentaron, esta vez en territorio ibérico, el asalto al cielo. Los organismos que decían representar a la clase obrera no fueron sino meros apéndices del gobierno burgués republicano, y todos, desde el estalinismo hasta la dirección de la CNT-FAI dirigieron sus mayores esfuerzos para acabar con las iniciativas tendencialmente revolucionarias del proletariado, surgidas de manera espontánea el 19 de julio de 1936. No faltaron energías y entusiasmo revolucionario por parte del proletariado español, ciertamente no. Lo que faltó, una vez más, fue la dirección revolucionaria, el partido comunista de clase capaz de guiar a los trabajadores hacia su único y a la vez difícil objetivo: la dictadura del proletariado.
Recordamos desde aquí, 60 años después, el glorioso y valiente intento de los proletarios españoles, pero no olvidamos tampoco el miserable papel de traición jugado por aquellos que se presentaron ante ellos y ante la historia como sus legítimos representantes.
Futuros trabajos del Partido abordarán este
importantísimo
episodio para la lucha obrera internacional de manera más amplia
y sistemática, pero ahora, y aprovechando la ocasión que
nos brinda el aniversario, concluiremos diciendo que la fugaz tentativa
de revolución española en julio de 1936, puso de
manifiesto
una vez más algo que para los marxistas se ha convertido en
axioma
fundamental: SIN TEORÍA REVOLUCIONARIA NO HAY NI PUEDE HABER
ACCIÓN
REVOLUCIONARIA.
AVISO
Comunicamos a los lectores que nuestra organización no tiene
ningún tipo de relación política con quienes
publican
el periódico El Comunista, y por lo tanto es
completamente
ajena a los graves acontecimientos de carácter interno que se
describen
en el número 6 del mes de junio de la revista El Solidario,
órgano de la Confederación Sindical Solidaridad Obrera.
La Reunión General del partido se había convocado para los días 4-5 y 6 de octubre en nuestra sede de Turín. La sección local demostró una vez más su eficiencia a la hora de recoger y albergar a los compañeros, de tal forma que todo se desarrolló sin ningún imprevisto ni pérdida de tiempo, permitiendo que nos pudiésemos concentrar en los numerosos trabajos realizados. Tuvieron una amplia representación las secciones de Madrid, París, Nápoles, Bolzano, Génova, Florencia, Sarzana, Taranto, Parma y Cortona.
Como es habitual dedicamos la tarde del viernes y la mañana del sábado al repaso colectivo de los avances realizados por los distintos grupos de trabajo y a su coordinación, ordenando a continuación el programa de las posteriores sesiones de la reunión dedicadas a la exposición de los informes.
Una vez más se ha dado una verdadera convergencia e integración de fuerzas y contribuciones personales diversas, muy lejos del "reglamento de voto" usado por el gansterismo político de los congresos burgueses. Lo prueban los buenos resultados y la perfecta entonación entre estas contribuciones personales a nuestra actividad, que hoy, y no por elección nuestra, tiene un carácter preponderantemente de estudio y de propaganda a través de los órganos de prensa, las conferencias públicas periódicas y la intervención en las raras manifestaciones de lucha de la clase.
Hemos puesto a punto los planes editoriales del partido en las diversas lenguas, intercambiando los documentos y textos necesarios, valorando la posibilidad de extender la red de distribución; se analizó posteriormente el resultado de la propaganda entre los trabajadores y se hizo una exposición de la situación financiera de las distintas secciones, de los movimientos compensativos y de la provisión de caja colectiva.
Se recordaba el encargo a una compañera para que elaborase y completase los índices argumentales del trabajo del partido, que ya supera la cincuentena de años, y que será puesto a disposición de todos los grupos. Una tradición coherente de pensamiento y de batalla comunista de la cual está orgulloso nuestro pequeño núcleo militante.
Determinismo y física moderna
Los trabajos comenzaron en la mañana del sábado con un informe que en su primera parte abarcaba algunos aspectos centrales de la dialéctica materialista: el movimiento desde lo abstracto hasta lo concreto y la relación entre lo universal y lo particular.
Retomando la famosa cita de la introducción de 1857 a "Por la crítica de la economía política", se demostraba que en Marx lo concreto en el pensamiento se lleva a cabo mediante lo abstracto. En el pensamiento lo concreto asume la forma de una síntesis de muchas determinaciones, cada una de las cuales refleja sólo un aspecto de la realidad concreta. Tales determinaciones abstractas superan su abstracción sólo a través de su integración, permitiendo la reproducción de lo concreto en el pensamiento.
Por lo tanto, toda teoría que pretenda abarcar lo concreto aislando las determinaciones individuales concentrándose sólo en algunas de ellas, no podrá alcanzar la verdad que siempre es concreta.
Para hacer comprensible la correcta concepción de la dialéctica materialista en contraposición al eclecticismo y a la metafísica, se recordó el debate entre Lenin y Bujarin en el octavo y en el décimo congreso del partido ruso. En el octavo congreso Lenin sometió a crítica la concepción unilateral y metafísica de la dialéctica. Bujarin negaba todo el capitalismo primario en el imperialismo, y había analizado el capitalismo de modo unilateral, olvidando que desde el punto de vista de la dialéctica materialista el objeto debe ser analizado en su totalidad, ya que sólo de este modo es posible formular una teoría unitaria que pueda englobar al objeto dentro del conjunto de las relaciones y determinaciones, como unidad del multíplice.
En el décimo congreso fue objeto de crítica la concepción ecléctica de la dialéctica que consiste en definir el concepto limitándose a indicar en él determinaciones diferentes, cuando la dialéctica exige que se tenga en cuenta bajo todos los aspectos de las relaciones en su desarrollo concreto.
La relación dialéctica entre lo universal y lo particular se ha establecido partiendo de un comentario fundamental de Lenin sobre un pasaje de la Gran Lógica de Hegel: "Una fórmula magnífica: ’no solamente un universal abstracto sino un universal que engloba en sí mismo la riqueza de lo particular, de lo individual, de lo singular’, toda la riqueza de lo particular y de lo individual".
Lenin se remite expresamente al Capital de Marx. Marx en el Capital descubre las determinaciones universales del valor mediante el análisis del caso particular de la circulación simple de las mercancías. El concepto de la forma simple de valor es un claro ejemplo de universal concreto que engloba en sí mismo la riqueza de lo particular. En esta forma, como en una célula, se oculta la totalidad de la restante riqueza de las formas más complejas y desarrolladas de las relaciones capitalistas, como puede verse con citas de Lenin, Marx y del partido, en cuanto que el fenómeno particular expresado inmediatamente en el concepto, la real forma mercantil del vínculo entre los productores, es al mismo tiempo el fundamento genérico universal a partir del cual se desarrollan todas las demás formas restantes.
El relator expuso las grandes líneas de la segunda parte del trabajo, que todavía no estaba acabada, y que se refería a la cuestión del determinismo en el terreno histórico y natural. La burguesía con la interpretación de "Copenhague" sobre la mecánica cuántica, ha renunciado al determinismo y a la causalidad, al igual que a la objetividad de la realidad en el mundo microscópico. Con las "teorías del caos" extiende el principio de indeterminación al mundo microscópico.
Finaliza el siglo veinte con la demolición de cuanto
había
levantado la burguesía, con luchas gigantescas, en los siglos
precedentes.
La demolición del determinismo por parte de la burguesía
es hoy un hecho esencial de la lucha de clase entre burguesía y
proletariado, y la reanudación a gran escala de la lucha
revolucionaria
tendrá como uno de sus aspectos centrales la reafirmación
del materialismo y del determinismo.
Las causas históricas del separatismo vasco
Tras un breve intervalo el segundo relator expuso la continuación del trabajo sobre las condiciones históricas que han dado origen al movimiento separatista de las provincias vascas. Se toca el periodo de la revolución industrial (minas, fábricas, puertos, ferrocarriles, etc) que provocó un rápido enriquecimiento de la burguesía de una parte de la región, que en un inicio estuvo favorecido por la afluencia de inversiones extranjeras, sobre todo inglesas, en la industria minera. En un periodo relativamente breve, las provincias vascas se convirtieron en las más industrializadas y modernas de toda España. En correspondencia con esto aparece en escena el proletariado, en parte inmigrado de otras regiones más pobres de la Península, y comienzan las luchas obreras, si bien dirigidas por un partido socialista ya proclive al compromiso y al parlamentarismo.
La reivindicación de una legislación particular para el País Vasco, diferente a la del resto de España, se convierte desde finales del siglo pasado en una reivindicación, tanto de la gran burguesía como de la pequeña y de los grandes propietarios de tierras, pero por motivos opuestos: la gran burguesía para conseguir menores impuestos y facilidades para acceder al mercado nacional, la pequeña y los terratenientes por enfrentarse a la grande y por nostalgia de unos privilegios perdidos. Los fundadores oficiales del Partido Nacionalista Vasco se caracterizaron por su hostilidad a las transformaciones modernas de la sociedad rural, por su posición racista y xenófoba de cara a los trabajadores inmigrantes, y por su oposición feroz a las ideologías que estos trabajadores traían consigo, el socialismo en particular. Por el contrario, el Partido Socialista Obrero Español no supo responder de manera dialéctica al nacionalismo y cayó en posiciones que lejos de unir a los trabajadores vascos y no vascos, los dividía, con una oposición absoluta a la lengua y a las peculiaridades de los trabajadores vascos. En los últimos años del siglo XIX, debido a la guerra de Cuba y Filipinas, el gobierno de Madrid reprimió las corrientes separatistas, encarcelando a algunos de sus dirigentes y cerrando sus publicaciones.
En las huelgas de los mineros de finales del siglo XIX y comienzos
del
siglo XX, los nacionalistas vascos se situaron abiertamente en contra
de
los trabajadores y a favor de la respuesta armada de los industriales y
comerciantes, reclamando al Estado central "opresor" la
autorización
para armarse contra los huelguistas.
Partido y centralismo orgánico
Un tercer compañero presentó la preparación de un estudio sobre la historia de las vicisitudes internas del partido a lo largo de su vida secular. De la definición de clase, partido, función del partido, se deriva el carácter fundamental de la estructura dentro del partido comunista: el centralismo.
La clase no es la suma de individuos agrupados estadísticamente. Es un movimiento que expresa una finalidad histórica común a estos individuos y hacia la cual tienden, mayoritariamente de manera no consciente. El partido es quien define esta finalidad histórica y la vía para alcanzarla: es una doctrina y un método de acción. La clase comienza a ser tal si expresa su finalidad histórica, por tanto, su partido. La clase presupone al partido. El partido es al mismo tiempo quien aporta a la clase la conciencia de su tarea histórica. Su función es el encuadramiento de las energías proletarias en la acción revolucionaria. Dicha acción culmina en la dictadura del proletariado.
El centralismo es la consecuencia necesaria de la doctrina marxista.
Negar el centralismo significa negar el marxismo en bloque. Pero el
centralismo
no basta para definir al partido de clase, ya que es
característico
también de las instituciones de la clase burguesa, la primera de
todas el Estado. El centralismo del partido comunista tiene formas,
métodos,
instrumentos suyos propios, diferentes de los del estado
burgués,
que también es un estado de clase. Las relaciones entre los
militantes,
la estructuración del partido en una jerarquía de
funciones
diversas y la sucesión de los compañeros en estas
funciones,
la necesaria disciplina, no son el resultado de unas recetas
organizativas
particulares establecidas a priori, ni de métodos coercitivos,
ni
del carrerismo, sino de la unicidad de intenciones definida
completamente
no por opiniones o capacidades de individuos sino por una doctrina
impersonal
y conocida por todos, por un programa, por un conjunto de
eventualidades
tácticas invariantes ya prevista, a la cual se somete todo el
partido,
desde el centro a la periferia. Esto se consigue y se mantiene
solamente
con un desarrollo correcto del trabajo colectivo del partido: defensa y
fijación de la teoría, interpretación coherente de
los hechos nuevos de la lucha entre las clases, participación en
las luchas que las masas llevan a cabo y en sus organizaciones.
Curso de la economía capitalista
El domingo por la mañana reemprendimos los trabajos comenzando por el metódico trabajo de partido referente a los datos económicos, que confirman las tesis sobre la trayectoria catastrófica del capitalismo, actualizado por el análisis coyuntural.
Según el método que tan buenos resultados viene dando desde hace decenios, y que consiste en seguir a través de la producción industrial el movimiento del capital industrial en una de sus formas, la del capital mercancía a la salida del proceso de producción, se analizaban los desarrollos obtenidos en los principales imperialismos y en el resto del mundo.
En los Estados Unidos la producción industrial, que había sobrepasado su ritmo de crecimiento máximo reduciendo sensiblemente su desarrollo, ha tenido en el segundo cuatrimestre un nuevo salto que eleva el alcance actual de la expansión a cinco años y la masa de la producción muy por encima del nivel máximo alcanzado antes de la recesión. Son resultados relativamente envidiados por los demás centros imperiales, pero la comparación con el alcance de las expansiones precedentes durante la posguerra y la entidad del incremento medio anual que se va delineando en este breve ciclo, establecen que la acumulación del capital se desarrolle con unos ritmos reducidos típicos de su decrépito capitalismo y del contexto mundial de depresión.
En Japón y Alemania la recuperación de la producción industrial es incierta y dificultosa, y el volumen de la producción está a unos niveles todavía muy inferiores a los máximos alcanzados anteriormente. La comparación entre el curso de los incrementos relativos del producto industrial entre Alemania ya unificada y la zona Oeste, permitía verificar el efecto benéfico ejercido sobre la tasa de acumulación global por la masiva destrucción de capital y el despilfarro social de trabajo humano presente y pasado.
En Rusia la producción industrial viene descendiendo desde hace siete años, si bien ahora a una velocidad inferior en comparación con los valores desastrosos precedentes: una colosal reestructuración en correspondencia con la desenfrenada carrera hacia la acumulación durante casi 50 años, y que se ha traducido en un enorme suplicio para el proletariado ruso y un gigantesco engaño para el proletariado mundial.
Las dificultades del mayor imperialismo europeo se reflejan en todo el área y el fuerte crecimiento de la producción industrial en Italia, que le ha permitido la mejor recuperación europea en la recesión, está ahora en una rapidísima reestructuración. Los capitalismos jóvenes demuestran que no pueden mantener durante largo tiempo unos ritmos de crecimiento altos. La producción industrial mundial, con la recesión de 1990 que fue la cuarta después de treinta años de una acumulación ininterrumpida durante la posguerra, ha necesitado tres años para volver a la cuota que tenía antes de 1990.
Por lo tanto se confirma que el ciclo coyuntural actual tiene un paso débil e incierto, que prosigue el ciclo general deprimido con una baja acumulación propia del capitalismo senil, que desde hace tiempo ya ha digerido los estímulos de las dos guerras mundiales. Las crecientes dificultades del capitalismo minan las ilusiones de un bienestar creciente, alimentan los impulsos materiales para la lucha económica y son la garantía para la reanudación de la lucha y del partido de clase y de su fuerza victoriosa.
El movimiento de los precios, los de las materias primas en descenso después de un año de abundancia, los de precios al consumo con una baja inflación, los de la producción industrial que están cayendo (Alemania y Japón) o tienen una inflación reducida, resultaba coherente con un crecimiento débil y lento correspondiente a una deflación incipiente.
Las ilusiones burguesas se apoyan sobre los poderes independientes y milagrosos del papel moneda convencional, sobre el crédito y sobre el estado, sobre las teorías de una producción capitalista que se bastaría a sí misma o que necesitaría un consumo improductivo sin interrupción y que creciese hasta hacerla eterna. Por una parte el peligro de que en los Estados Unidos el ciclo llegue a una fase de extrema tensión y de euforia precedente a la crisis; por otra el afán burgués en Europa por salir del estancamiento, alimentan pomposas propuestas de cara a una armónica reproducción creciente del capital e infinitos debates sobre los "méritos" y "deméritos" de la inflación, y sobre la presencia o ausencia de la deflación.
Se afirma, sobre la base de nuestros textos, que todas estas
teorías
son ya viejas, y se presentan con la presunción de la novedad,
pero
son identificables con las teorías ya combatidas y derrotadas
por
Marx y desmentidas por la experiencia histórica de 150
años.
Cuestión militar. La Segunda Guerra
Se hizo un breve resumen de ciertos conceptos expuestos durante precedentes reuniones: la guerra imperialista como necesidad de la burguesía para mantener su dominio de clase, que supera la crisis de sobreproducción llevando a cabo una gigantesca destrucción de capital, de trabajo muerto acumulado, y de trabajo vivo, es decir de decenas de millones de proletarios. Las burguesías en guerra entre ellas para apoderarse de cuotas de mercado se unen rápidamente cuando existe una amenaza para el orden social constituido en cualquier parte del mundo. La guerra imperialista solamente termina después de la terrible sangría y con la ocupación del territorio del enemigo derrotado, que no está en grado de asegurar el orden social en su propio territorio.
Se prosiguió con la cronología de la II guerra mundial, desde la simulada batalla de Inglaterra al invierno de 1941 en la campaña de Rusia.
El hecho de que Inglaterra no fuese invadida no se debió a razones militares, sino puramente políticas: Alemania era una potencia militar, pero no lo suficientemente fuerte como para sustituir a Inglaterra en su papel de gendarme del orden mundial imperialista.
Numerosas tentativas de acuerdo por parte alemana fueron rechazadas por Inglaterra por imperativo de los USA, que con una sagaz estrategia hicieron que Europa se desangrase interviniendo cuando los contendientes estaban exhaustos.
El poderoso ejército alemán no fue empleado ni en el Canal de la Mancha, ni en Egipto; un ejército en gran parte compuesto por proletarios sin un enemigo efectivo, con una crisis de sobreproducción aún sin resolver, era bastante peligroso para la paz social, y esto explica el ataque a Rusia. El ataque preventivo en los Balcanes fue necesario desde el punto de vista estratégico, ya que un ataque a Rusia con los flancos descubiertos (posibles bases inglesas) habría sido demasiado arriesgado. Mussolini intuyendo los planes anticipó el ataque pero también allí le fue mal.
La guerra relámpago en Rusia fue un fiasco, ya que ante el
tremendo
empujón el ejército ruso se tambaleó, pero no
cayó.
Fue imposible para Alemania alcanzar un precario status quo de cara a
un
posterior y próximo choque con los USA, la guerra debería
terminar hasta la derrota alemana.
Comunismo
El último trabajo expuesto fue la continuación del tema "Comunismo"
El núcleo de la Mística, de cualquier Mística, consiste en la intuición de una "totalidad" originaria, en la cual todavía no se han diferenciado un "sujeto" y un "objeto".
Hay quien ve en este tipo de realidad una expresión "primitiva" de promiscuidad que hay que olvidar o exorcizar, porque es una causa de caos y de falta de esas distinciones fundamentales que se consideran esenciales para la "civilización"; otros por el contrario la reconocen como una pertenencia envolvente y confortante, identificándola incluso nominalmente como una época feliz, Edén o Edad de Oro.
La comparación entre "experiencias místicas" distintas, debido a su origen cultural y a su área geográfica llega hasta una reivindicación de un núcleo de fuerzas entrelazadas, como sucede en una partícula elemental de Materia, capaz de dar salida a una fuerza social inmensa, como atestigua la historia en su dialéctica concreta.
El comunismo científico no teme reivindicar como antecedente suyo el "comunismo tosco y primitivo", no para exaltar su hipostático valor, sino para reconocer que el "fin" que persigue está justificado y es de algún modo necesario.
La comunidad de especie traerá consigo una pertenencia común en la cual las individualidades particulares no estarán vinculadas a ella de manera constrictiva, sino a través de una expresión natural y libre.
La visión que nos ofrece la Mística no es "una noche en la que todas las vacas son negras", sino el fin de las divisiones en castas y clases, en las cuales ser "individuos" es lo contrario de ser un átomo independiente, y, como literalmente significa, una unidad en armonía con el macrocosmos, imagen simétrica y fiel de la totalidad.
Si parece que las diversas experiencias místicas se oponen entre sí (las de origen oriental consideran un "fin" del individuo su liberación del condicionamiento material para salir del ciclo de las vidas y de las muertes y reunirse con el Ser-Señor supremo, mientras las occidentales, a pesar del valor atribuido a la contemplación, justifican y reconocen el valor de la acción como motor propulsivo que perfecciona a la humanidad de cara al reencuentro con el Ser perfecto e infinito), todas tienen en común el culto a la unidad, o sea, el Monismo, y todas ellas se proponen la superación de las divisiones, de las laceraciones que impiden a los seres humanos hacerse "teleioi" en lugar que "dipsikoi", es decir perfectos, en lugar de estar divididos en espíritu y en cuerpo.
Naturalmente, como cualquier escuela, reivindicamos lo que nos distingue, y sobre todo lo hacemos no en nombre de una abstracta superioridad teórica (incluso si en este terreno defendemos tesis bien precisas tanto a nivel de conocimiento como de vida orgánica), sino en nombre y en relación a la realidad histórica que no es simple, sino más bien y por muchas razones trágica, y siempre está regulada por la experiencia humana.
Nuestro "excursus" pretende abordar los aspectos más
relevantes
de la tradición comunista, hasta llegar a la afirmación
del
"Cronotopo" (véase: "En memoria de Einstein", Il Programma
Comunista,
1955), que no es una enunciación teórica, sino el punto
de
llegada del conocimiento físico desde Riemann a Einstein, como
prueba
de que no sostenemos un "pensamiento" nuestro exclusivo, sino el resultado
de
los humanos más informados, abiertos, en el campo de la Ciencia,
y sobre todo el sentimiento de una pertenencia común a la misma
especie, sin prejuicios preconcebidos de tipo ideológico y
discriminatorio.
Como prueba de ello, en nuestro modo de entender la
organización,
están la adherencia al programa, y no unos particulares rituales
o exámenes impuestos por un sanedrín de sacerdotes.
LOS AMIGOS DE "ARKAN"
Desde el primer momento los marxistas hemos definido la aún caliente carnicería yugoslava, como una guerra puramente imperialista y antiproletaria. Los intereses de las grandes potencias ya se manifiestan tan abiertamente que la prensa burguesa se ha hecho eco de la financiación, por parte de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), de la campaña electoral del rufián antiobrero Zeljko Raznatovic, más conocido como "Arkan".
ARGANDA: ASÍ LUCHAN CCOO-UGT CONTRA LOS DESPIDOS
El Ayuntamiento de Arganda y los sindicatos del régimen han dado una nueva prueba de lo que les espera a los empleados públicos, demostrando que a éstos, también se les puede despedir con la misma facilidad que en la empresa privada, contando para ello con la inestimable ayuda de CCOO-UGT. El acuerdo firmado entre los bonzos de CCOO-UGT de Madrid y el Ayuntamiento de Arganda ha sido tan "beneficioso" para los trabajadores que el mismo alcalde de Arganda manifestaba así su entusiasmo: «En él se reconoce nuestro planteamiento de reducción de plantilla». Felicidad compartida por el concejal de personal ya que con el acuerdo: «se va a reducir un número mayor del que pedíamos» (El País 6-9-1996).
REDUCCIÓN SALARIAL A LOS EMPLEADOS PÚBLICOS ESPAÑ;OLES
Una vez más los exiguos salarios de los empleados públicos españoles van a ser reducidos por real decreto. Lo que se presenta como "congelación salarial" no es tal, ya que el Índice de Precios al Consumo dista mucho de acercarse al punto de "congelación". Por lo tanto una nueva reducción de salarios, semejante a la que llevó a cabo años atrás el gobierno del PSOE, con la misma argumentación que emplea ahora el PP. Los actos testimoniales de presunta protesta organizados por los sindicatos del régimen no tienen otro objetivo que impedir la creación de organismos autómonos, evitando así un otoño demasiado calentito socialmente. Por eso, una vez más, el temido "otoño caliente" con el que amenazan cada año los bonzos sindicales en actitud radicaloide, se quedará como de costumbre en una falsa amenaza llena de engaño y traición a la clase trabajadora.
EL TELÉFONO DEL FRAUDE
La última novedad para controlar a los receptores de subsidios estatales (a los proletarios, obviamente) nos viene del otro lado del Canal de la Mancha. El gobierno de su nada graciosa Majestad ha puesto en marcha un teléfono público con el loable objetivo de que los ciudadanos se chivateen de sus vecinos que abusan de la generosidad asistencial del Estado.
BIESCAS: UNA CATÁSTROFE ANUNCIADA
La terrible catástrofe de este verano en el camping de Biescas, en pleno Pirineo Aragonés, ha vuelto a poner de manifiesto una vez más, y con trágicas consecuencias, la imposibilidad de conjugar en la sociedad capitalista el interés social y la rentabilidad económica. Informes técnicos precedentes ya advirtieron de la peligrosidad del emplazamiento del camping Las Nieves de Biescas, construido a la salida de un estrecho barranco rodeado por las imponentes alturas pirenaicas. Pese a todo la licencia de construcción fue concedida por las autoridades a la propiedad del camping. Que esta desgracia, totalmente evitable, no será la última, es algo casi seguro, pues, y sirva como dato orientativo, sólo en la provincia de Madrid hay ubicadas unas 400 viviendas en los cauces de sus principales ríos.
MÁS CRÍMENES PATRONALES
Que la paz social se traduce en una condena a muerte para
muchos
proletarios es algo que confirman incluso las estadísticas
elaboradas
por la burguesía. Sólo en el sector de la
construcción
de Madrid los accidentes mortales han crecido un 33 por ciento con
respecto
a 1995. Cada vez es más evidente que el surgimiento de nuevos
organismos
sindicales clasistas, en oposición abierta a los sindicatos del
régimen burgués, es una cuestión de vida o muerte
para el conjunto de la clase obrera.
(Reproducción de la octavilla repartida en Madrid en la manifestación contra la reducción salarial de los empleados públicos. Octubre 1996)
Trabajadores, compañeros:
Las actuales medidas contra los trabajadores del sector público están encuadradas dentro del ataque más general que está sufriendo toda la clase obrera. La alta tasa de desempleo, el abaratamiento y la facilitación de los despidos, la extrema precariedad en los empleos de nueva creación, etc., forman parte del mismo ataque que sufren los trabajadores en la administración.
Desde hace más de tres años los trabajadores en la administración vienen perdiendo poder adquisitivo, además los planes del Gobierno de congelación salarial para el año que viene, supondrán una bajada de salarios directa y efectiva del mismo porcentaje en el que suban los precios.
Las crisis de sobreproducción del capitalismo obligan a la burguesía y a su Estado democrático a empeorar las condiciones de vida de la clase obrera, no son la construcción europea y los acuerdos de Maastricht la verdadera causa, esos son utilizados para encubrir las contradicciones inherentes del capital, tan viejas como el capitalismo mismo.
Para que la clase obrera no se vea sumida en una miseria extrema, deberá volver a emplear los métodos de lucha clasista y a crear su sindicato de clase, aun sabiendo que contará con la oposición y represión del Estado y sus actuales sindicatos del régimen. Estos, que cuentan con la mayoría en los actuales Comités de Empresa y Juntas de Personal, han perdido la confianza de los trabajadores, justa recompensa por su dependencia económica e ideológica del Estado, por ser esos mismos sindicatos empresas, por la política de negociación a espalda de los trabajadores, con los que no consultan nada a la hora de firmar acuerdos; además, casos como el escándalo de la PSV demuestran que son capaces de estafar a los mismos trabajadores.
Las necesidades para el capital de seguir reduciendo el poder adquisitivo de los trabajadores son insaciables, la falta de mercados y la consecuente obligación de ser más competitivos obliga a las empresas y al Estado a reducir el nivel de vida del proletariado, entrando en una pendiente sin retorno.
¡POR LA HUELGA GENERAL INDEFINIDA!
¡RENAZCA EL SINDICATO DE CLASE!
¡NO A LA LIMITACIÓN LEGAL DE LA LUCHA OBRERA!
¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNÍOS!