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1.- | Orígenes de la situación actual |
El programa histórico del proletariado | |
El peligro de las infiltraciones oportunistas en la Tercera Internacional | |
Del frente único al gobierno obrero | |
2.- | El Antifascismo |
Los fines últimos subordinados a la diplomacia nacional | |
3.- | El precio de la “victoria” de 1936 |
4.- | De la derrota del proletariado español a la guerra imperialista |
El verdadero significado de la guerra en España | |
La crisis permanente del capitalismo español | |
5.- | Tres días de insurrección - Tres años de contrarrevolución |
De la derrota del proletariado español a la segunda guerra imperialista |
Desde nuestro órgano francófono “Le Prolétaire” retomamos esta útil y eficaz serie de artículos, que iremos publicando en próximas entregas.
I
Hace mucho tiempo que el partido que se dice “partido de la clase obrera” y además pretende ser “comunista” no tiene nada del programa proletario. Cuánto mucho dispone todavía de un mito. Pero es un mito tenaz, con raíces tanto más profundas cuanto que en él se encarna el triunfo del capitalismo en el siglo XX, después de la tremenda sacudida que fue, para toda la sociedad burguesa, la gloriosa revolución rusa de octubre de 1917. Bajo las variadas y sucesivas fórmulas de “democracia renovada” y “democracia verdadera”, este mito – sobre el que viven los falsos comunistas – es el del Frente Popular de 1936.
Su idea central es de un simplismo espantoso: la historia no es más historia de la lucha de clases; sino historia del progreso de la voluntad popular burlada continuamente pero renaciente siempre, y cuya primera expresión remontaría a las grandes jornadas de junio de 1936. Detenida un momento por intermedio de estos bribones de la historia que responden a los nombres de Hitler y Mussolini, esta “voluntad popular” reemprendió su marcha triunfal con la victoria militar de los Aliados en la segunda guerra mundial. Pero de nuevo otro “accidente” se cruzó en el camino de su progreso ulterior: el Gaullismo y el “poder personal” en Francia, el monopolio democristiano del poder en Italia, y en general la influencia americana un poco presente en todas partes. Para no quedar detenidos, dicen los dirigentes del P.C.F. y del PCI, basta reemprender el mismo camino y, para descubrir todos unidos – de los “comunistas” a los socialistas, de los obreros a los patronos, de los ateos a los cristianos (con tal que todos sean buenos patriotas) – una buena fórmula constitucional capaz de realizar por fin y de veras la sagrada voluntad popular.
La verdadera explicación de la situación actual de la clase obrera y de la sociedad en la que ella vive es totalmente diferente. Quiérase o no, la historia moderna está dominada por las vicisitudes de la lucha de clase del proletariado. La sociedad “progresa” cuando el proletariado lucha para tomar su dirección. En caso contrario se estanca. Conoce fases ascendentes: fases de revolución. Conoce fases de reflujo: fases de contrarrevolución. Hoy, a pesar del oropel de una “prosperidad”, vivimos todavía en una fase de retroceso contrarrevolucionario. El proletariado, como clase que produce y trabaja, el proletariado como única clase capaz de abolir la explotación de la fuerza de trabajo, ese proletariado ha sido derrotado.
Orígenes de la situación actual
Para saber por qué, es necesario retroceder cincuenta años atrás; pero para constatar los resultados, basta mirar alrededor. Los obreros trabajan 60 horas por semana por un salario real inferior al de preguerra. No hay más luchas obreras reales. Los sindicatos las traicionan aún antes de que nazcan. El partido que pretende reivindicar el comunismo se empeña en defender la Constitución burguesa. La gloriosa clase obrera de antaño se ha vuelto una masa inerte e indiferente que, al lado de todas las categorías sociales parásitas, se desinteresa de las cuestiones políticas de clase o sigue dócilmente al “gran jefe” del momento. En una palabra, no solamente el proletariado no cuenta más como fuerza política, sino que toda la sociedad se ha vuelto, sin advertirlo, fascista, hasta en el subconsciente de cada uno de sus miembros.
En realidad, éstos no son los frutos de una inexplicable aberración colectiva, sino la consecuencia lógica de los acontecimientos de 1936, que no fueron – como generalmente se cree – los signos del comienzo de una fase de gran auge democrático, sino al contrario, el fin de un período revolucionario del cual el proletariado ha salido derrotado.
La situación material de los obreros y la psicología engendrada por ella no son más que los resultados de esta derrota. La conciencia de clase no es el motor de las luchas sociales solo puede ser su producto (y en ciertas condiciones, la principal de las cuales es la existencia del partido de clase). En las fases revolucionarias los obreros tienden a actuar sobre su propio terreno, con sus métodos específicos de lucha, re-asimilando con fulminante rapidez los principios fundamentales que el marxismo formuló definitivamente, hace un siglo, en su primera aparición en la escena histórica. Por el contrario, en las fases contrarrevolucionarias, los obreros se dejan inmovilizar por los oportunistas en el único terreno de acción de la burguesía, el de las comedias electorales y las farsas parlamentarias, de las que salen asqueados, divididos, desalentados, incapaces de luchar seriamente, incluso por simples aumentos de salario. El asalariado vota, pero ya no sabe más organizarse para reivindicar. Las huelgas se ahogan en los compromisos: el arbitraje reemplaza la huelga. Al término de este proceso, los proletarios terminan por no creer más en poder salir de este ciclo infernal.
Allí es donde nos encontramos hoy. No se puede comprender nada de los acontecimientos políticos actuales si se ignora esta premisa fundamental: la derrota sufrida hace cuarenta años por el proletariado internacional. No se puede hacer el mínimo gesto o formular un solo pensamiento útil a la causa obrera, si no nos inspiramos de los acontecimientos que pusieron fin al período histórico en el cual la revolución proletaria era inminente y en el que el estado de ánimo de los proletarios de todo el mundo reflejaba esa esperanza. La expresión de las auténticas posiciones políticas del proletariado no hay que buscarla pues en las consignas engañosas, desilusionadas o derrotistas de hoy, sino en las posiciones claramente formuladas en el último gran período revolucionario de la historia; el de la revolución rusa de octubre de 1917, el de la formación de la III Internacional en 1919. Para ser breves, estas posiciones se pueden agrupar en torno a tres cuestiones esenciales: la cuestión de la naturaleza del Estado, la del análisis de las guerras imperialistas y de la crisis latente del capitalismo moderno y finalmente la del partido, o sea la cuestión de la organización política del proletariado.
El programa histórico del proletariado
El Estado no es, como pretenden los burgueses, y como a su vez los oportunistas lo habían hecho creer, la expresión de la “voluntad general”, “libremente” expresada por medio del sufragio universal. Es un instrumento de coerción y de opresión (Lenin: “un garrote, nada más”) en manos de la clase económicamente dominante. El proletariado, clase dominada, no puede por consiguiente, pretender conquistar el Estado por vía legal, electoral, pacífica, para mejorar su condición.
Le hace falta, para emanciparse, destruir este Estado por la violencia y erigir en su lugar su propia dictadura, ejercida por el Partido a través de los consejos de obreros armados (en ruso: soviets). En consecuencia, en el programa del proletariado, nada de elecciones, nada de maniobras parlamentarias, sino la preparación de la lucha por el poder, la insurrección armada, la dictadura del proletariado.
La guerra moderna no es, como dicen los burgueses y a su lado los oportunistas, la defensa de los grandes valores morales de la civilización, el sagrado sacrificio por la integridad del suelo de la patria. En la fase imperialista, en la cual el crecimiento monstruoso del capital impone a las grandes potencias mundiales dominar a los países más débiles, sea con la fuerza militar o con la exportación de capitales, las guerras entre estas potencias son guerras de rapiña para la partición o repartición del mundo, guerras para la dominación de los mercados, por el saqueo de las materias primas, por la explotación de masas de fuerza de trabajo (Lenin: “guerras entre propietarios de esclavos disputándose nuevos esclavos”). Estas guerras no deben ser aceptadas por el proletariado, sino combatidas con todas sus fuerzas y, si estallan, ser transformadas “de guerras imperialistas en guerras civiles revolucionarias” por la victoria del comunismo internacional, el único que, por si mismo, pondrá fin a los conflictos entre los Estados. Por consiguiente, nada de patriotismo en las filas obreras, ninguna concesión a la “defensa nacional”, no más pacifismo de ovejas, sino preparación del asalto revolucionario al poder burgués en tiempo de paz como en tiempo de guerra.
El partido del proletariado, su arma esencial, su única conciencia, su insustituible instrumento de emancipación, no es “un partido como los otros”, que se inclinan frente a la aritmética engañosa de la “democracia” y veneran los “valores nacionales” pretendiendo que son patrimonio común de todas las clases. Es una formación independiente, enemiga de todas las organizaciones, de todas las otras clases y, en particular, de los partidos que, en otro tiempo socialistas, traicionaron después al proletariado, exaltando las virtudes de la carnicería imperialista y lo traicionan todavía exaltando las virtudes de la democracia burguesa. Estos partidos deben ser denunciados y combatidos por el partido comunista internacional. Por consiguiente, ninguna alianza con ellos, ningún frente en el que ellos estén comprendidos: estos partidos están del lado de la burguesía, los comunistas están del lado del proletariado.
A 45 años de la fundación de la III Internacional y de la impetuosa formulación de sus principios, resulta hoy claro que los partidos “comunistas” no han conservado absolutamente nada de su programa. El Partido Comunista Francés y el PCI en particular han sido dos de los más feroces partidarios de la resistencia, es decir, de la participación voluntaria en la segunda guerra mundial imperialista, osando pretender que esta guerra, conducida por dos bloques de países igualmente opresores e igualmente rapaces, era una guerra por la “libertad”. Estos partidos se esfuerzan por establecer lazos más estrechos con los partidos socialistas denunciados por Lenin como los agentes del capital. Ellos han renunciado a la destrucción revolucionaria del Estado burgués para trabajar por su renovación “democrática”.
¿Cómo han podido llegar a tal extremo los partidos de la Internacional de Lenin? Responder a esta pregunta significa recorrer de nuevo las etapas fundamentales de la degeneración internacional cuyo resultado fue el Frente Popular. Significa demostrar que el fracaso sufrido por el proletariado internacional en sus infructuosas tentativas revolucionarias en Europa Central, en Italia y en Alemania, sólo se transformó en derrota completa cuando los comunistas, uniéndose a los socialistas en el culto de la democracia y de la patria, se hicieron los defensores del Estado burgués, predicaron la guerra “antifascista” y redujeron sus partidos a las triviales organizaciones electoralistas que son los partidos llamados comunistas de tendencia tanto rusa como china.
El peligro de las infiltraciones oportunistas en la Tercera Internacional
Hemos visto cómo la psicología del proletariado está rigurosamente determinada por el carácter revolucionario o contrarrevolucionario de cada período histórico, y cómo, para volver a encontrar una fase de total acuerdo entre ésta psicología y las finalidades últimas de proletariado, se debe retroceder hasta la revolución rusa y la constitución de la III Internacional. Si bien la victoria de octubre de 1917 elevó el entusiasmo general de los proletarios, fue seguida muy pronto por derrotas cuya influencia deprimente atenuó el movimiento de ardiente simpatía que empujaba a los obreros de Occidente hacia el comunismo. Habiendo sido aplastada la revolución en Alemania y los Balcanes, la Comuna húngara ahogada en sangre, las grandes huelgas en Italia habiéndose saldado con un fracaso, la combatividad del proletariado internacional acusó un retroceso que tuvo por efecto aislar el poder de los Soviets, incitar la burguesía europea a pasar a la contraofensiva y llevar a la III Internacional a adoptar una táctica peligrosa compuesta de expedientes y de compromisos.
En Rusia, en el bastión del comunismo, la transformación socialista de la economía – de una economía muy poco desarrollada y además arruinada en sus tres cuartas partes por las destrucciones de la guerra imperialista y luego por la guerra civil – no era posible más que a una sola condición, recalcada muchas veces por Lenin: La victoria revolucionaria del proletariado europeo, en particular la del proletariado alemán. Sin la extensión al oeste de la revolución socialista, la situación del proletariado ruso y la de su partido en el poder se volvía insostenible. Frente a una inmensa clase campesina a quien a la que victoria sobre el zarismo y la conquista del usufructo del suelo conferían una psicología conservadora, los bolcheviques estaban obligados a concesiones cada vez más importantes que daban la espalda a sus objetivos sociales. Los bolcheviques no podían conservar el poder sin aumentar cuantitativa y cualitativamente la producción, tarea que constituía ante todo, en las condiciones de la Rusia de entonces, en acumular capital. El nivel de las fuerzas productivas era tan bajo que exigía no sólo que se tolerase el capitalismo, sino que se alentase su desarrollo. Era una verdad cruel, una necesidad dramática que Lenin, con su brutal franqueza habitual, no dejó nunca de subrayar. Pero él esperaba con fe, día a día y después de mes en mes, el estallido de la revolución europea de la que sólo, como lo repetía sin tregua, podía venir la salvación: el proletariado en el poder en un país capitalista desarrollado hubiera podido realizar inmediatamente las primeras medidas socialistas, ayudar masivamente a la economía rusa, abreviar las terribles etapas de su desarrollo y de su modernización económica y con ello permitir al partido bolchevique frenar todas las concesiones que estaba obligado a hacer a las clases no proletarias del interior, sus enemigas.
Pero la revolución europea parecía aplazada por años. Los más clarividentes (y Trotsky, en Rusia, estuvo entre ellos) vieron entonces que las concesiones hechas a la producción mercantil por el poder de los Soviets le habían creado, en la misma Rusia, adversarios que no por estar escondidos eran menos peligrosos. Los capitalistas privados (nepmen), los campesinos ricos (kulaks), provistos de privilegios económicos pacientemente conquistados, ejercían sobre el enorme aparato administrativo impuesto por el desarrollo atrasado del país una presión sorda, cuyo objetivo final no podía ser más que el triunfo de una política nacional de Rusia, es decir, una política de pactos del gobierno ruso con las potencias capitalistas, una política de renuncia a la revolución comunista internacional. Estas capas sociales tan poco preocupadas del destino del proletariado europeo como del proletariado ruso, sobre cuyas espaldas vivía, no deseaban de ningún modo sostener, ni siquiera tolerar, la política bolchevique de sostén y de aliento a la rebelión general de las clases explotadas.
Mientras que los más graves peligros amenazaban desde el interior del poder de los Soviets, ¿qué sucedía con la Internacional Comunista, su principal baluarte contra los enemigos del exterior?
Por las razones que ya indicamos, en los países capitalistas occidentales la influencia de la socialdemocracia seguía siendo considerable y era un obstáculo al desarrollo de los partidos comunistas. ¿Cómo esperar, en estas condiciones, una acción masiva del proletariado europeo? ¿Cómo conducir tal acción, si la mayor parte de la clase obrera permanecía bajo el control de los socialistas que la traicionaban? El respeto escrupuloso de la línea inicial de la Internacional Comunista, sobre todo su intransigencia hacia la socialdemocracia, parecía oponerse a la rápida expansión y al aumento de la influencia de los partidos comunistas. Combatir sin concesiones el oportunismo de los socialdemócratas; ganar para la causa comunista a los obreros socialistas que compartían las ilusiones de éstos: he ahí la alternativa en la cual la III Internacional se encontraba encerrada.
Del Frente Único al Gobierno Obrero
La internacional comunista creyó poder superar esta contradicción gracias a una audaz estrategia de Lenin. Puesto que la burguesía desencadenaba entonces una ofensiva internacional en gran escala contra las condiciones de vida y de trabajo de los obreros, era necesario saber utilizar esta circunstancia para desenmascarar frente a los obreros socialistas el oportunismo y la vileza de sus jefes. Se trataba de proponer a los dirigentes de la Segunda Internacional un frente único contra el adversario burgués; para forzarlos, tomando al pie de la letra sus propias reivindicaciones, a una lucha en la que los comunistas estarían en primera fila y en la que ellos, cómplices disfrazados del capital, no podrían dejar de desertar y traicionar. Aplicada con perseverancia, esta táctica debía, según el cálculo de Lenin, atraer a los obreros socialistas al comunismo.
Observemos de paso que esta táctica no tenía nada en común con la “unidad” que los actuales “comunistas” degenerados proponen por ejemplo a Guy Mollet en el terreno de la reconquista de la democracia, de la defensa de la patria y de la grandeza francesa. Lenin no tenía de ningún modo la intención de aliarse a un partido traidor al proletariado y a la revolución, sino de desbordar su movimiento revelando, en el curso de la lucha, la traición de los socialistas y el engañoso contenido de su programa. Pero tal maniobra, por genial que fuese, fracasó. Ella suponía una condición capital que, precisamente, faltaba: la extensión y la radicalización de las luchas obreras, puesto que solamente en el éxito y no en la derrota, los obreros toman conciencia de su vía de clase. Ella exigía además ser conducida por partidos comunistas fuertes, homogéneos y sólidamente templados; ahora bien, la mayor parte de ellos – el PCF en particular – no vio en el frente único más que el retorno a los buenos viejos métodos del socialismo de la preguerra. Por último, ella implicaba que se supiese limitar el frente único a las luchas reales por las reivindicaciones elementales de clase, excluyendo todo compromiso electoral y parlamentario. Nuestra corriente, que estaba entonces a la cabeza del partido comunista de Italia, fue la única que la aplicó con el espíritu en el que había sido concebida. Y lo hizo, discrepando de esta táctica, por respeto escrupuloso de la disciplina comunista internacional, no sin haber indicado repetidas veces sus peligros.
Sus críticas y sus advertencias fueron desgraciadamente justificadas. De un frente de defensa “en la base” a una coalición electoral “en la cumbre”, de la promiscuidad de los socialistas y los comunistas en el frente único a la integración en el PC de los elementos centristas de la Segunda Internacional, no había más que un paso, que fue dado bien pronto. Rápidamente, la Internacional Comunista adoptó también la consigna del “gobierno obrero”, que no era más la dictadura del proletariado, sino un poder parlamentario de coalición.
(Continuar con el próximo número)
Ayer
El planteamiento del problema nacional en la doctrina marxista está muy claro desde las formulaciones del «Manifiesto Comunista». Este texto admirable tiene la doble ventaja de haber sido escrito en vísperas de la realización de la perspectiva revolucionaria de 1848 (que se presentaba como la liquidación final de las reivindicaciones burguesas contra los vestigios del feudalismo, liberando inmediatamente la vía para la lucha proletaria directa contra la clase capitalista) y de dar en capítulos distintos el encuadramiento teórico y programático radical de la cuestión, así como la aplicación estratégica a la situación de la época y de las fuerzas en presencia.
La doctrina de la lucha obrera contiene una revisión radical de la idea nacional tan cara a la ideología extremista burguesa. Ella afirma sin ninguna vacilación ni reserva: «Los obreros no tiene patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen». La patria, se dirá quizás, es una idea vaga; ¡pero el Estado nacional, delimitado por fronteras precisas, es un hecho histórico!. Ya se ha respondido a esta objeción:
«Por su forma, no por su contenido, la lucha del proletariado contra la burguesía es al principio una lucha nacional, el proletariado de cada país debe evidentemente acabar primero con su propia burguesía».
Desde entonces, el nexo entre socialismo obrero e internacionalismo está establecida de manera irrevocable.
Pero la derrota de la gran oleada revolucionaria de 1848, no es solamente la del proletariado europeo que trataba de protagonizaría; es también, parcialmente, el fracaso de la liquidación de la restauración de formas preliberales.
Mientras que, en Europa, el despotismo feudal conserva el formidable baluarte ruso, los regímenes políticos de los países germánicos no logran constituir un Estado nacional netamente burgués, en tanto que en Francia el golpe de Estado de Luis Bonaparte aparece como un nuevo giro «a derecha», aunque en el nuevo régimen el capital esté muy a su gusto.
esde 1848 a 1870, una serie de guerras consolida la formación de las potencias capitalistas modernas y juega un papel esencial en la formación de la estructura social europea, en la cual se encuadran cada vez mejor la lucha obrera de la clase y el movimiento socialista. Cuando repetimos que 1871 constituye en Europa el viraje entre este periodo y el del imperialismo declara do y generalizado, por cierto que no inventamos nada.
La guerra franco-alemana de 1870 aparece como una agresión francesa, una tentativa del Segundo Imperio napoleónico, con su alardeado militarismo, de establecer su hegemonía en Europa. La Prusia de Bismarck, a pesar de sus instituciones feudales y su militarismo no menos declarado, aparece como injustamente amenazada: sobre todo, la que parece amenazada es la formación de una nación alemana libre y moderna. Por su parte, ésta se debate bajo el peso feudal de los regímenes tradicionales de Berlín y de Viena; por otra parte correría el riesgo de encontrarse aprisionada entre dos imperios reaccionarios, el imperio ruso y el francés. A pesar de los potentes análisis de Marx, este viraje histórico no fue comprendido a fondo por los socialistas hasta que la crítica de Lenin iluminó con haces deslumbrantes la situación de 1914-18 y la traición de grupos enteros de jefes del proletariado. Es innegable que con la guerra de 1939-45 una gran parte de la clase obrera mundial ha vuelto ha caer en las tinieblas.
Publicado en las vísperas de la guerra franco-prusiana, el primer Manifiesto del Consejo General de la Internacional, no sin repetir los principios de la solidaridad obrera internacional, habla de una guerra de defensa en la cual los obreros alemanes participan por la fuerza de las cosas. No se puede olvidar, sin embargo, que la oposición en el seno del cuerpo legislativo francés – una oposición que, sin embargo, no era socialista más que en parte, y solamente de nombre- rechazó el voto de los créditos de guerra al ministerio de Napoleón III. De ambos lados, los socialistas parecen considerar como una salida favorable la derrota del agresor Bonaparte.
Después del primer Manifiesto del 23 de julio de 1870, escrito en momentos en que los ejércitos franceses maniobraban en forma amenazante, viene el del 9 de septiembre, que sigue a las derrotas que las divisiones de Moltke han infligido, ante el estupor general, a los ejércitos franceses. Este segundo Manifiesto es una protesta de los socialistas alemanes e internacionales contra la anexión de la Alsacia-Lorena y el pangermanismo naciente. Como señala Engels, él prevé lo que él mismo no vivió lo suficiente para ver, a saber, que el pillaje militarista en territorio francés no dio nacimiento a la libertad alemana, si no a una gran guerra «no localizada», una nueva «guerra defensiva» y «de razas, contra las razas latina y eslava coaligadas».
A partir de ese momento histórico, la lección más grande de la historia para la teoría de la revolución viene de Francia. Ante el aplauso de los obreros franceses, el Segundo Imperio se derrumba con los reveses militares. Pero aquellos se encuentran confrontados muy pronto a problemas terribles. Los burgueses proclaman la república en la que participan los partidos y los jefes más equívocos del mundo político, auténticos oportunistas que se llevaron la gloria una vez finalizada la lucha, supuestos oponentes del dictador, sin contar los de última hora, monárquicos orleanistas, republicanos burgueses, verdugos de la represión antiobrera de junio de 1848. Desde este segundo Manifiesto histórico, Marx advirtió:
«la clase obrera francesa se encuentra en una posición extremadamente difícil».
Cosa notable, el mismo Marx no invoca en ese momento el desencadenamiento de la guerra civil «mientras el enemigo golpea casi a las puertas de París», pero dice a los obreros franceses que «no deben dejarse arrastrar por los recuerdos nacionales de 1792». El Manifiesto concluye volviéndose enseguida hacia los obreros de todos los países:
«Si los obreros olvidan su deber, si permanecen pasivos, la terrible guerra actual no será más que la precursora de conflictos internacionales aún más mortales y conducirá en cada país a nuevas derrotas de los obreros batidos por los señores de la espada, de la tierra y del capital».
En el momento de la caída del fascismo, provocada por la derrota militar, la clase obrera italiana se ha encontrado también en una posición extremadamente difícil. Pero las enseñanzas que entonces los hechos mismos dieron al marxismo, y que Lenin ya había planteado, contra la ola vergonzosa de la traición de 1914, desgraciadamente no le han bastado. Sus jefes, aprisionándola en una república aún más fétida que la del Señor Thiers, le han hecho olvidar totalmente su deber hacia ella misma y hacia la revolución.
Dos días después de los sangrientos acontecimientos de mayo de 1871, como señala Engels, Marx ya podía escribir algunas de las páginas revolucionarias más poderosas jamás escritas sobre la Comuna reivindicada como nuestra.
Cuando el 4 de septiembre de 1870, gracias a la fuerza de los obreros, resplandeció de nuevo en París, como en febrero de 1848, el grito histórico de “Vive la République”, Francia ya no es un país agresor y el invasor prusiano se lanza contra la capital. El proletariado aplaudió la derrota de Napoleón el pequeño, pero no puede aún ser indiferente al destino de la nación. No está bastante maduro como para descubrir su deber de clase en toda su plenitud. Durante medio siglo se conmemoró la Comuna y muchos no supieron apreciar el peso del factor patriótico, que había incitado al mismo Garibaldi a ofrecer su espada a París, en relación al factor clasista y revolucionario. Lenin nos brindó una poderosa ayuda a todos los que desde los primeros años habíamos sabido leer en Marx y, con Marx, la historia. Acerquemos la primera y la última de estas páginas inolvidables. El primer sobresalto de los trabajadores de París contra la república burguesa se produce cuando descubren que los nuevos representantes de la clase dirigente intrigan con los prusianos. Se insurgen contra ellos al grito infamante, que se ha vuelto histórico, de capitulards. Cuando se intenta arrebatar los cañones a la guardia nacional, que no es aún una guardia obrera, la insurrección estalla. Marx comprende plenamente el móvil: recuerda que los documentos que los Trochu, los Dufaure y los Thiers han abandonado en su huida a Versailles, proporcionaban las pruebas de su connivencia con el enemigo. La historia aún no había desenredado la madeja entremezclada de las exigencias nacionales y de las exigencias de clase, los partidos socialistas de la época seguían doctrinas inadecuadas, pero el proletariado comprendió que la burguesía francesa, que maniobraba para salvar sus privilegios, no vacilaba en tomar sus órdenes y su dinero de su amigo de clase Bismarck, ofreciéndole, entre otras cláusulas de armisticio, el compromiso de dispersar la canalla revolucionaria de París. Al fin de la lucha, en su esfuerzo titánico para enfrentar a los burgueses franceses y al ejército alemán, los federados caen; pero queda para la historia de la revolución obrera el primer ejemplo histórico de su dictadura roja, al mismo tiempo que su emancipación definitiva del prejuicio nacional, cuyo peso había sido plenamente reconocido hasta este viraje por la teoría marxista.
«La dominación de clase ya no se puede disfrazar bajo el uniforme nacional. Todos los gobiernos nacionales son uno solo contra el proletariado»: es así como Marx cerró uno de los ensayos que mejor expresan la progresión paralela de la experiencia histórica y de la teoría de partido, aunque fuese en la derrota de la insurrección.
Cuando estalló la gran guerra de 1914 y los socialistas alemanes hicieron fullerías con su preparación marxista calificándola seriamente de “defensiva”, como Marx lo había dicho irónicamente cuarenta años antes, Karl Liebknecht – Lenin lo recuerda en sus tesis de 1915 – les replicó que con la expresión guerra defensiva los marxistas de antes de 1870 indicaban en realidad las guerras de desarrollo de la forma capitalista, mientras que la de 1914 era la guerra imperialista entre capitalismos en pleno desarrollo: por tanto, era una traición hablar de defensa, sea en Alemania, en Francia o en Rusia. Esta idea fundamental que aquí reivindicamos está expresada por Lenin en sus tesis. A diferencia de los pacifistas burgueses y de los anarquistas, dice Lenin, nosotros comprendemos la necesidad de valorar históricamente cada guerra en su carácter específico. Ha habido guerras que han sido útiles a la evolución de la humanidad: desde la revolución francesa hasta la Comuna de París (1789-1871), las guerras nacionales burguesas han sido “guerras progresistas”. Luego viene el análisis del imperialismo moderno y de sus guerras: el periodo del «capitalismo progresista» termina en 1871. La burguesía imperialista moderna «engaña a los pueblos por medio de la ideología nacional y de la noción de defensa de la patria», mientras que sus guerras no son más que guerras «entre esclavistas que tienen por objeto la consolidación y el re forzamiento de la esclavitud».
Fieles discípulos, nosotros remontamos con Marx y Lenin a lo largo del hilo del tiempo, del que estos maestros jamás han perdido de vista la dirección. ¡Abandonándolo y dejándose caer en el fango de la abjuración, los nacional-comunistas aún hoy se ven en el periodo del «capitalismo progresista» y han definido la última guerra como una nueva guerra de «liberación nacional», mientras que el fenómeno imperialista, cuyos datos habían sido puestos en evidencia por Lenin en 1915, había alcanzado en el cuarto de siglo que siguió una intensidad enceguecedora!
Hoy
El planteamiento de Lenin (establecido aplicando rigurosamente el método marxista) contra el oportunismo muestra que éste último, en el periodo relativamente pacífico de 1871-1914, niega que:
«el fondo del problema, es decir, que la época de las guerras nacionales entre las potencias europeas cedió su lugar a la época de las guerras imperialistas», combinó el error de doctrina con la traición en la acción política. El contenido de esta traición es la colaboración de las clases, la renuncia a la dictadura del proletariado, el abandono de la acción revolucionaria, el reconocimiento incondicional de la legalidad burguesa, «la alianza de los lacayos de la burguesía con esta última, contra la clase explotada por ella».
El mismo análisis se aplica a la traición actual de los stalinistas. A escala internacional, éstos calificaron de guerra de liberación la guerra de los imperialistas americanos, ingleses y franceses contra los imperialistas alemanes y, tras haber practicado el compromiso imperialista con los alemanes mismos en una primera fase, en la segunda se aliaron a los occidentales. Para eso, tuvieron que afirmar que los occidentales se habían transformado de imperialistas en «libertadores» desinteresados; tuvieron que romper el hilo del tiempo, destrozar las Guerras civiles de Marx y pisotear las tesis de Lenin. Era un crimen admitir que los angloamericanos habían dejado de ser imperialistas exactamente entre 1941 y 1945, mientras que ya Engels describía a los primeros como imperialistas en 1844 y a los segundos en 1891 (comentando precisamente el texto de Marx de 1871). Pero hoy (1950) no es preciso demostrarlo polémicamente cuando toda la prensa inspirada por Moscú se desata nuevamente contra el imperialismo agresor de Washington y Londres.
El Instituto Marx-Engels-Lenin de Moscú, tan rico en textos como en posibilidades para ocultar y falsificar los originales, osa invocar, como prueba del hecho que Lenin admitía la coexistencia entre el Estado proletario y los Estados capitalistas, una entrevista de febrero de 1920, que conocen muy bien los que han sabido permanecer fieles al marxismo, y que solo es inédita para el último de los crápulas. En esta entrevista, Lenin tomaba el pelo magistralmente a los periodistas burgueses invocando efectivamente la coexistencia pacífica, pero «con los obreros y los campesinos (...) que se despiertan a una vida nueva, una vida sin explotación, sin grandes terratenientes, sin capitalistas, sin comerciantes»
Estos señores del Instituto coexisten con terratenientes, capitalistas y comerciantes, ¡y no encuentran nada mejor para sacar de sus archivos! Lenin responde magistralmente a la alusión a una posible alianza con la Alemania socialdemócrata: estamos por una alianza con todos los países, ¡sin exceptuar ninguno!, y los miembros del Instituto y otros fariseos picasso-pacifistas no comprenden que esta tesis condenaba como una traición cualquier eventualidad de alianza política y militar con uno de los rivales en los conflictos imperialistas, se trate de la Alemania burguesa, o de la Inglaterra y de la América también burguesas.
La italiana es la más podrida de todas las versiones que adhieren a la mentira nacional. Ella invierte totalmente la posición marxista del problema, resucitando el cadáver del capitalismo progresista que había sido sepultado por los obuses de los comuneros y la pluma de Carlos Marx.
La sustitución de la identidad cristalina fascismo = imperialismo por la igualdad fascismo = feudalismo marca la caída en el precipicio. Ella equivale a esta otra identidad no menos bestial: Mussolini = Luis Bonaparte, o incluso, Hitler = Nicolás Románov.
Desgraciadamente, la resistencia que el proletariado de París supo oponer gloriosamente a la maniobra de salvación del poder burgués en el momento de la caída del dictador, no pudo ser ni siquiera esbozada por el Partido Comunista nacido en Liorna, traicionado por ese error fundamental. Mientras que de lo que se habría tratado en la II Guerra Mundial era de injertar la batalla de clase en la derrota militar del Estado (fuera éste despótico o democrático) aplicando el derrotismo de Lenin, se aplicó por el contrario un capitulardismo a la Trochu, y los jefes, explotando la vacía consigna de resistencia, pusieron las masas al servicio de los ejércitos aliados de los que eran sus lacayos estipendiados.
Llegaron a reunir en la banda de los capituladores no solo a los campeones de una república de oropel, como lo fue la república burguesa francesa de septiembre de 1870, sino también a la monarquía fascista y belicista. Aplicaron un método tan lleno de celo antimarxista que justificaron su traición por el deber «nacional» y la «salvación del país», mientras que ochenta años antes los ingenuos blanquistas parisinos habían extraído de su sentimiento por la «défense de la patrie» la fuerza para batirse contra los dos ejércitos coaligados, el interno y el extranjero.
Se trata de un doble capitulardismo: el de los jefes del proletariado que traicionan la causa revolucionaria y pasan a la colaboración de clase, y el de la burguesía que, en nombre de la condición previa de la «nación», obliga a los trabajadores a renunciar a su autonomía y a derramar su sangre un día contra los ingleses, al día siguiente contra los alemanes. Con respecto a la «Patria», la burguesía le importa tanto que tras haberse alquilado primero a los alemanes se alquiló a los ingleses para preservar sus intereses de clase, pero evitando entregarles a los «responsables» de la guerra, que Lenin reconocía sarcásticamente en todos los terratenientes y capitalistas de todos los países. Y que de la liberación nacional haya surgido una Italia que renunció a toda dignidad y que solo es capaz de bajarse los pantalones, a la burguesía le importa un bledo, aún más que a nosotros que le somos refractarios.
Hablad, vosotros que os burláis de la fidelidad al hilo del tiempo del marxismo; sois más elocuentes que nosotros y que la historia, y seríamos incapaces de glosar tanta ignominia:
«Desde el inicio de la guerra mundial habíamos declarado que apoyaríamos en el frente antifascista incluso a un movimiento monárquico que hubiese eliminado a Mussolini a tiempo y hubiese evitado la entrada de Italia en guerra, o bien, después de junio del 40, que hubiese hecho salir a Italia de la guerra (...) En marzo de 1944, aplicamos esta política valientemente. Es cierto que había existido el 25 de julio y que Italia había sido derrotada, pero era preciso un bloque político nacional lo más amplio posible para que el País pudiese dar sus primeros pasos hacia adelante».
La polémica teórica podría plantear cien cuestiones, entre ellas: ¿si se cree en ese bloque nacional lo más amplio posible, por qué éste no comprende en primer lugar el Estado comprometido en la guerra? ¿por qué, si se cree en él, repetimos, ese bloque no evita al «País» la salida más horrible, es decir, ¿la derrota militar? ¿Es que existe, aunque sea uno solo de esos pecados del infierno que Mussolini habría cometido contra esos «intereses superiores de la nación», con los que os llenáis la boca, en el que no hayan participado la monarquía y sus aliados de 1944, a semejanza de los bonapartistas, orleanistas y esbirros republicanos en la Francia de 1870?
Pero se puede jugar aún con la doctrina, sobre todo cuando se tiene un aparato de propaganda bien subvencionado y experimentado en una publicidad demagógica tipo Coca-Cola. En cambio, para los que reivindican la “coherencia”, la cronología provoca un poco más de molestias. La maldita consigna de frente antifascista no data de 1939, sino de 1923. En 1939 y en junio de 1940 el stalinismo no se preocupaba por evitar la alianza de Mussolini con Hitler, porque él mismo era el aliado del Führer en el reparto de Polonia. El grito «rompan filas» lo lanzaba desde las radios renanas a los poilus franceses, veteranos desde 1792 en la defensa de la libertad. Recién en junio de 1941 se recomienza el burdel para importunar a Mussolini y hacerles el juego primero a los ingleses y luego a los americanos, y se identifica la libertad nacional con la victoria de éstos y su obsceno paseo off limits. Y en 1946 se vuelve a descubrir que los americanos son capitalistas y agresores.
A lo largo de las fechas, colgamos un letrero dirigido a los socialtraidores: ¡No tocar! ¡Peligro de muerte!
Una muestra de la situación laboral que ocurre a nivel de los trabajadores públicos en Venezuela, fueron las acciones de protestas que ocurrieron a nivel nacional, en muchas oficinas del Instituto Postal Telegráfico (IPOSTEL), entre los días 31 de octubre y 04 de noviembre del 2022. Esta institución de carácter nacional, maneja los servicios postales y otros oficios administrativos públicos. Agrupa entre activos, jubilados y pensionados alrededor de 7.200 trabajadores. La relación obrero-patronal siempre ha estado marcada por el incumplimiento de los acuerdos contractuales por parte de la patronal. Antes de la firma de la contratación colectiva actual – en este momento caduca – la última tuvo 24 años vencida. Mejor corolario difícilmente.
Estos acontecimientos de la lucha de la clase trabajadora de Ipostel, reflejan el descontento que impera en la masa laboral del Estado, que está por el orden de unos tres millones de trabajadores. Este año gran parte de las protestas laborales, las encabezaron trabajadores públicos de los sectores mineros, salud, educación, etc. A pesar que en Ipostel la “burla” del Patrón es el pan de cada día, sus empleados no responden contundentemente a la hora de exigir el cumplimiento de sus reivindicaciones. Esta situación es fácilmente explicable, debido al control que ejerce el oportunismo, a través de sus agentes sindicales, así como también por el gran nivel de inconsciencia de clase que sufren los trabajadores. En la pasada lucha los acontecimientos se desencadenaron, gracias a la eliminación de ciertas primas salariales, que oficialmente se habían comenzado a cancelar, tanto a activos como a jubilados. Hecho que se convirtió en una rebaja directa de los salarios y pensiones.
El clima laboral en Ipostel, ya caldeado por los salarios pírricos que reciben estos trabajadores, así como el gran incumplimiento de la contratación colectiva, desencadenaron una protesta repentina, que si no fue absoluta de todos los trabajadores a nivel nacional, en la mayoría de las oficinas postales, un porcentaje de los trabajadores se mantuvo en protestas por todos esos días. Al comienzo de estos hechos algunos directivos de sindicatos de la provincia, se desplazaron a la capital del país, para improvisar un “comando” sindical y así dirigir la lucha. En la sede principal de este Instituto en Caracas, se instaló el foco de la protesta de calle. Ahí trabajadores activos y jubilados, más jubilados que activos, estuvieron por esos días agitando y difundiendo su situación. La prensa nacional, las redes sociales y pancartas ayudaron a esto.
Como es obvio, la lucha estaba contaminada de posiciones legalistas, pro gubernamentales, patrióticas, democráticas y de ingenuidad política. Pero aun así la contradicción capital-trabajo se mantuvo en la protesta. A todas estas la patronal accedió a negociar con los trabajadores, haciendo acuerdos que nunca quedaron muy claros y estaban sujetos a disponibilidad de recursos financieros de la institución. Las primas salariales fueron restituidas, pero sin incidencia salarial, según el patrono por ahora. Así mismo no hubo ninguna retaliación contra algún trabajador por participar en la lucha, punto que se exigió en las negociaciones con la patronal.
Finalmente los resultados del conflicto fueron asumidos por los trabajadores como un engaño más de la patronal, pues las reivindicaciones conseguidas fueron muy insignificantes. Y la intención de la patronal con esos acuerdos, era la de desmovilizar a los trabajadores y acabar la protesta. Estos resultados negativos pudieron ocurrir debido a que la lucha estuvo recayendo en un grupo pequeño de trabajadores, los activos tuvieron muy poca participación, además en la dirección de las acciones existían algunos simpatizantes o militantes del partido gubernamental y otros opositores al gobierno, que obviamente no lograron mantener una dirección y organización clasista de la lucha. A pesar que el conflicto fue terminado, quedó el planteamiento entre los trabajadores de que se reanudará nuevamente.
A pesar que muchas veces en la dirigencia espontanea de estos conflictos, encontramos trabajadores que tienen alguna simpatía con los partidos oportunistas u otros, los hechos los llevan a tomar posiciones clasistas, pues su simpatía política en la mayoría de los casos no es sólida. Pero este salto favorable dependerá de la gran participación de los trabajadores, bajo posiciones que vayan en la defensa de las reivindicaciones y organización de la clase trabajadora. Y así el trabajo revolucionario de los comunistas en el seno de la clase obrera, será continuar con la labor de llevar el mensaje revolucionario para la organización y lucha no nada más en el terreno económico, sino también político.
La agudización de la crisis económica del capitalismo en Perú y su impacto en las masas asalariadas y en estratos oprimidos o que se ven afectados al deteriorarse su nivel de vida, ha conducido a una constante confrontación interburguesa, un choque constante entre diferentes partidos que hacen vida en el parlamento y que representan intereses de sectores de la economía y grupos económicos. No importa si estos partidos se autoproclaman de “izquierda”, de derecha o de centro, todos, sin excepción, son tentáculos políticos de la burguesía. Pero estas contradicciones interburguesas, que se reflejan en el choque entre los diferentes partidos que integran el parlamento, no es solo expresión de la pugna por el control de los negocios y contratos y por el acceso a los dineros de la corrupción. También se trata de la pugna por arribar a una situación en la que la red de partidos, instituciones y sindicatos sea capaz de mantener al proletariado desmovilizado, desorganizado y dividido, mientras lleva sobre sus hombros la pesada carga del hambre, la malnutrición, el desempleo, los bajos salarios y el deterioro de su salud. La burguesía no ha logrado que ninguno de estos partidos o frentes de partidos logre capitalizar, canalizar y apaciguar el descontento de las masas. Una muestra de esto es que en Perú ya van 6 fugases presidentes en los últimos 4 años. Por eso constantemente está sobre la mesa la alternativa del Golpe de Estado y la dictadura abierta de la burguesía.
En esta oportunidad los partidos integrantes del parlamento lograron destituir y encarcelar al ahora ex-presidente Pedro Castillo, acusado de rebelión, quien manifestó su intención de cerrar el parlamento. Castillo fue objeto de una detención “preventiva”, mientras se le investiga por los “supuestos delitos de rebelión y abuso de autoridad”, que pudiera extenderse hasta por 18 meses de arresto. La vice-presidenta Dina Boluarte fue designada como nueva presidenta y de inmediato designó sus ministros. Pero el hervidero de los choques dentro del Congreso, presionó a la nueva presidenta, que tuvo que convocar a elecciones para abril 2024, para dar paso a un reacomodo de las fuerzas políticas que controlan el gobierno. Así mismo se ha calentado la calle con movilizaciones que exigen que Castillo sea restituido como presidente. De allí que la presidenta Boluarte anunciara inmediatamente el estado de emergencia para controlar las zonas donde las protestas eran más fuertes. Para el nuevo gobierno las manifestaciones formaban parte del plan de “autogolpe” intentado por Castillo. Para los manifestantes el golpe de Estado ha sido ejecutado por el Congreso y los partidos opositores a Castillo. Como era de esperarse se fueron incrementando los choques violentos entre el gobierno y los manifestantes y comenzó a conocerse de cientos de heridos y decenas de muertos.
Antes del intento de “autogolpe” de Castillo el Congreso de Perú, con mayoría fujimorista, venía discutiendo la aplicación de una “vacancia presidencial”, pero no había suficientes votos para aprobarla. El fujimorismo atacó a Castillo y quiso sacarlo de la presidencia desde el primer día. En solo año y medio, el presidente sufrió tres mociones en su contra planteando su “incapacidad moral o física” para seguir desempeñando su cargo. Y de nada le valieron a Castillo todas las concesiones políticas que hizo a sus opositores tanto en el plano interno como en el internacional. Fue así como el 7 de diciembre de 2022, Pedro Castillo, en un mensaje emitido por televisión, anunció que disolvería el Congreso y que formaría un gobierno de emergencia, impondría un toque de queda nocturno y gobernaría por decreto. Este anuncio supuestamente se basó en que la Constitución peruana da poder al presidente para disolver el parlamento (artículo 134) y en esto se basan los partidarios de Castillo que tomaron las calles. Mientras tanto los medios de comunicación acompañaron al fujimorismo en la promoción de la matriz de opinión de que Castillo había asumido un “golpe de Estado”.
Pedro Castillo no ha sido otra cosa sino un administrador más de los intereses de la burguesía. Ha sido y es representante de grupos económicos empresariales y en eso no tiene nada que ver que haya sido sindicalista o maestro. Pedro Catillo representa otro de tantos intentos de la burguesía por encontrar algún embaucador, algún “flautista de amelin”, que ilusione a las masas y las someta a la política burguesa. Pero los partidos y representantes de la burguesía en el parlamento no se ponen de acuerdo para alcanzar un mínimo de estabilidad institucional. Pedro Castillo no representaba una amenaza a los intereses de la burguesía, pero igual fue víctima de contradicciones interburguesas.
¿Qué intereses están en disputa?
Los consorcios mineros se disputarán a muerte el control de las concesiones de explotación de diferentes minerales, dentro de los que destaca el Litio y el Uranio, en minas ya existentes y en otros territorios por explotar, de los cuales hay que expulsar a la población rural que los ocupa. Este será un terreno para la disputa entre diferentes empresas trasnacionales y una jugosa fuente de comisiones y dineros de la corrupción para funcionarios de gobierno y parlamentarios. La legislación desarrollada por Fujimori facilitó a los consorcios mineros sus operaciones a bajos costos. Según esta legislación, todos los gastos que las mineras realicen, ya sea en insumos, maquinarias, etc., les serán devueltas por el Estado peruano y descontados de los impuestos; de manera tal que en la práctica estas empresas terminan no pagando impuestos.
Las operaciones mineras, empresariales o artesanales e informales, se ejecutan con un alto impacto ambiental y contaminante. Por ejemplo, La Concepción (Cusco) se volcó a la minería y se convirtió en un territorio altamente contaminado. Lo mismo se puede observar en Cerro de Pasco, llamada la “Capital Minera del Perú”. Los procesos, los equipos y toda la tecnología empleada por la minería, tanto la de gran escala como la de pequeña escala, son altamente contaminantes del aire, las aguas y los suelos, afectando la fauna y la flora local y la salud de la población. Metales tóxicos como el plomo, arsénico y cadmio han venido circulando en el aíre, ríos, lagos y en los suelos, a consecuencia de una actividad minera a la que los diferentes gobiernos burgueses no imponen limitaciones
Evidentemente este será un teatro de operaciones en la confrontación inter-imperialista, entre los capitales chinos, de Estados Unidos y otras potencias.
Igual se presentará la lucha entre los capitalistas por el control de contratos de telefonía y de extracción de gas natural.
Los chinos han venido impulsando en Perú un proyecto para la construcción del tren sudamericano, que desde Tumbes llegaría hasta Tacna, de allí hasta Cuzco y Puno, y desde Puno hasta Argentina y Brasil. Esta red de trenes conectaría directamente con el gran puerto que los chinos están construyendo en Chancay, todo lo cual le daría a los chinos una presencia geopolítica y estratégica en toda América del Sur. Este proyecto también es una fuente de choque inter-imperialista entre China y Estados Unidos y cada imperialismo busca un gobierno en el Perú que se parcialice a favor de sus inversiones, negocios e intereses geopolíticos.
Con todos estos intereses en juego era de esperar que estas confrontaciones se reflejaran en la dinámica de las fuerzas que controlan el parlamento y el gobierno.
¿Qué hacer?
Los trabajadores no tienen nada que buscar levantando las banderas de la defensa de la democracia burguesa o de la exigencia de la restitución de Pedro Castillo como Presidente. Estas banderas solo ponen a los trabajadores a defender el régimen capitalista que los explota.
La Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) demostró que es un organismo patronal y cocido al Estado Burgués cuando llamó a los trabajadores a rechazar “el quiebre democrático” y a movilizarse “por una reforma política, nueva Constitución y adelanto de elecciones generales”. La dirigencia de la CGTP llega al cinismo de manifestar que “el Congreso no responde a los intereses de la clase trabajadora y el pueblo”, pero sin embargo llaman al “adelanto de elecciones generales”. Para la CGTP no sirve el parlamento actual, pero llama a los trabajadores a ilusionarse con elegir nuevos diputados y senadores, como si con esto se va a detener el proceso de explotación y empobrecimiento de la mayoría de la población. El Congreso o parlamento ni representa ni representará los intereses de la clase obrera. El Congreso o parlamento, en Perú y en todo el mundo, es una de las instituciones que conforman la democracia burguesa, la dictadura de clase de la burguesía sobre el proletariado. El Congreso o parlamento es una de las instituciones que debe ser barrida por la revolución proletaria, por la vía de la lucha de clase y no a través del sagrado “hilo constitucional”, las elecciones y las leyes, como lo proclaman los traidores y politiqueros de la CGTP y de todos los partidos que hacen vida en el parlamento o que buscan votos para entrar en él.
El Frente Agrario y Rural del Perú (FARP), que agrupa a organizaciones campesinas e indígenas, convocó a un Paro Nacional y se declaró en “insurgencia popular”, planteando las mismas exigencias que la CGTP, pero además exigieron la libertad de Castillo, la clausura del Congreso y la instalación de una Asamblea Constituyente. Esta “insurgencia popular”, que levanta banderas democrático-burguesas, arrastra a los trabajadores a un programa policlasista, simplemente burgués, en el que se diluyen las reivindicaciones de los asalariados hasta el punto de quedar fuera de cualquiera de las exigencias de los manifestantes, que mueren o son heridos en barricadas, cierre de carreteras, toma de instalaciones y diferentes protestas en las que surge el choque violento con el aparato militar y policial del Estado burgués peruano.
El Partido “Comunista”(¿?) del Perú reconoció de inmediato a la nueva gobernante, alineándose con el fujimorismo y con los pronunciamientos de los gobiernos de España y Estados Unidos. En contraposición a esto los gobiernos de Venezuela, Cuba, México y Bolivia manifestaron su respaldo a Castillo y denunciaron un golpe de Estado contra él. Pero estos alineamientos políticos solo son expresiones de los frentes políticos que tradicionalmente se disputan el papel de administradores de los intereses de la burguesía en todos los países.
Cualquier desenlace imaginable: Consolidación del nuevo gobierno, restitución de Castillo en el cargo de Presidente, convocatoria a una Asamblea Constituyente, adelanto de elecciones, etc., todas son salidas democrático-burguesas, salidas que no rompen con el orden capitalista, que le dan continuidad a la explotación capitalista, al imperio de las mercancías.
Ni reforma política, ni nueva Constitución, ni adelanto de elecciones generales! Huelga General por aumento de salarios, pensiones y jubilaciones, por la reducción de la jornada de trabajo, por la reducción de la edad de jubilación, por el pago de salario integral a los desempleados, por la mejora de las condiciones y medio ambiente de trabajo, contra la represión a las luchas de los trabajadores!
Es necesario que los trabajadores, al calor de las luchas, se reapropien de un verdadero sindicato de clase. El sindicato de clase agrupa a todos los trabajadores asalariados sin distingo de oficio, sexo, nacionalidad o raza. Los sindicatos de clase deben romper con las organizaciones limitadas a la frontera del centro de trabajo y unir a la clase trabajadora localmente. Los sindicatos de clase deben rescatar la huelga como principal forma de lucha y prepararse para enfrentar a las leyes burguesas, al parlamento y a la represión gubernamental, asumiendo huelgas indefinidas, sin preaviso, sin servicios mínimos y al margen de los mecanismos tripartitos que imponen todos los gobiernos con el respaldo de la OIT.
La presencia del partido comunista es imprescindible para que se dé un salto
cualitativo en las luchas del proletariado. De allí la importancia de que se
aproximen y se integren al partido comunista internacional todos quienes tengan
la voluntad revolucionaria para adherir a nuestra organización y al programa
comunista. Los comunistas estaremos atentos a la evolución del movimiento obrero
y a impulsar la transformación de todas las luchas reivindicativas unitarias de
la clase obrera en lucha política, en lucha por la toma del poder, por la
destrucción de la democracia burguesa y su régimen parlamentario, por la
instauración de la Dictadura del Proletariado y la puesta en marcha del programa revolucionario comunista.
Luego de décadas de conflicto armado entre el Estado Colombiano y movimientos guerrilleros, y luego de las amplias movilizaciones de diferentes estratos sociales contra el alto costo de la vida, y las políticas del gobierno de Iván Duque; llegó a la presidencia de Colombia Gustavo Petro, un dirigente oportunista en el campo de la llamada “izquierda”, sin ninguna vinculación con las posiciones revolucionarias y comunistas, que en algún momento asumió la lucha guerrillera. Aprovechó la ola de protestas masivas proponiendo un programa policlasista, para la profundización del capitalismo en Colombia y el crecimiento del sector industrial. Logró sumar a su campaña a múltiples organizaciones sociales, principalmente en las zonas rurales, alcanzando suficientes votos para llegar a la presidencia de la república y asumió sus funciones desde agosto de 2022.
Cumplidos los primeros 150 días de gobierno es conveniente revisar los avances de su política que, como ya antes hemos afirmado, es una política burguesa orientada a proteger la tasa de ganancia, a dinamizar el mercado de tierras agrícolas, a ampliar el ejército industrial de reserva, a abaratar el costo de la fuerza de trabajo y a liberar territorios donde se han dificultado las inversiones de capital, debido al conflicto armado. Todo en deterioro de la clase de terrateniente tradicional y en favor de la clase burgués-industrial. Petro pone en marcha su programa burgués y a la clase obrera sólo le queda desechar las ilusiones, agigantadas por las promesas y la demagogia, y prepararse para la lucha.
Un elemento importante del programa de gobierno es la propuesta de reforma agraria. Esta busca la compra de tierras por parte del Estado, para su posterior distribución hacia pequeños campesinos. Sin embargo, existe una fuerte presión de sectores ganaderos y latifundistas que históricamente se han opuesto a tales reformas, por lo cual se ha planteado comprar las tierras, en lugar de su expropiación. En una entrevista el presidente afirmó que esto se realizaría con 60 billones de pesos, mediante bonos del tesoro u otros medios. Esto representa una gran transferencia de riqueza al sector terrateniente colombiano en general y a la federación de ganaderos (Fedegan) en particular, en aras de integrar los intereses latifundistas a los del gobierno actual; logrando una cooperación reacia e inestable entre los dos. Finalmente, se busca incrementar los impuestos al petróleo, minas u otras fuentes naturales de renta, junto con un aumento de proyectos de agrimensura, para dar soporte a un régimen de impuesto predial y futuras posibilidades de aumentos en los impuestos de renta a la tierra en el horizonte.
Este ataque al poder adquisitivo del sector latifundista, da continuidad al proyecto histórico de la burguesía industrial colombiana, y no rompe con el pasado, como se planteó en la campaña electoral. La reforma agraria del presidente Lleras (1966-70) tuvo objetivos equivalentes. Esta atacó el acaparamiento de la tierra, haciendo ésta más barata, haciendo más costosa su acumulación. Adicionalmente, fomentando la mejora del suelo, la cual en circunstancias normales permite el aumento de las rentas a su propietario, lo que desincentiva cualquier mejora por parte de campesinos arrendados. Finalmente, ésta presenta un intento de poner fin al conflicto armado, al cumplir una de las mayores reivindicaciones de pequeños campesinos, en cuya clase se basan los grupos guerrilleros. Esto haría más baratos y disponibles los recursos naturales del campo colombiano, atacando a la renta de las propiedades ya explotadas.
El final del conflicto armado se ha convertido en propósito político del gobierno actual. Aunque sea muy temprano para ver las consecuencias de la llamada “paz total”, se observan algunas tendencias en ella. Principalmente, su escala. Se ha firmado a través de la Ley 2272, un incremento del poder del Ejecutivo, permitiendo acordar y ejecutar procesos de paz con grupos armados, y del crimen organizado, junto a mayores garantías para su cumplimiento; en comparación con procesos anteriores, marcados por incumplimiento y escala limitada. Adicionalmente, se plantea cumplir estrictamente el proceso de paz del 2016, lo cual muestra el compromiso de esta administración para el reintegro de actores armados a la sociedad.
Estos cambios económicos y sociales sin duda alguna salvarán muchas vidas, sin embargo la paz burguesa se basa en el sometimiento del proletariado y en su inmolación en el templo de la explotación del trabajo asalariado. Estas reformas buscan eliminar los obstáculos para la acumulación del capital en el campo, al reducir la renta, e incentivar aumentos de productividad agrícola. Tal acumulación liberará la fuerza de trabajo rural para ser utilizada en las ciudades, lo cual conduciría a una reducción de salarios a corto plazo (aumento de la oferta de la mercancía fuerza de trabajo en relación con la demanda) y una disminución de la posición social relativa de los trabajadores a largo plazo. Al mantenerse estas reformas sociales dentro del horizonte de la producción general de mercancías, la acumulación de capital tiene esta consecuencia. Dentro de este marco, el aumento de producción y productividad están vinculados a la explotación más intensiva del trabajo y el capital, lo cual se encuentra como propósito y objetivo en esta reforma.
Otra de las grandes reformas sobre la mesa es la reforma tributaria. Esta busca, entre otras cosas, aumentar los impuestos al sector minero-energético, al incrementar sus impuestos de renta, en base a los precios de los productos en mercados internacionales. En total esto representa hasta el 57 % de los recaudos de la reforma, capturando parte de toda la renta de estas tierras en arcas del Estado. Adicionalmente otro elemento importante es la eliminación de excepciones para sectores especiales, como el turístico. Y finalmente se busca recaudar más dinero de personas con altos ingresos, mediante mayores impuestos a las ganancias ocasionales, al patrimonio y a los ingresos.
Estos aumentos de impuestos buscan la dominación del sector industrial sobre el Estado, y pretenden presentarse como una respuesta a los reclamos de las masas en las calles durante el 2021. En primer lugar, porque buscan mejorar la sostenibilidad fiscal del Estado a cuestas de los terratenientes, y personas naturales, reduciendo sus rentas por los nuevos impuestos a los recursos naturales e ingresos, sin afectar más a las empresas de carácter industrial. Para éstas se buscaría en el futuro una reducción de sus impuestos. En el camino de esto están la reforma agraria y diversos programas sociales. Los cuales se implementan tomando como referencia las protestas del 2021, donde la clase trabajadora y diferentes estratos oprimidos y/o depauperados, decidió pelear contra el gobierno en un estallido social, lo que hoy es usado por el gobierno para dar justificación a su programa y sus políticas, y así afrontar sus debilidades en el parlamento y espacios legislativos. Así mismo, con esta política el gobierno de Petro anula toda posibilidad de independencia de los movimientos obreros, cuyos dirigentes, traidores, decidieron formar frentes populares con el presidente, abandonando un programa independiente, bajo la promesa de reformas “progresistas”, canalizando la ira de los trabajadores hacia la derrota de una fracción de la burguesía y el levantamiento de otra.
La reorganización de la burguesía colombiana trae consigo la confrontación de ambos sectores capitalistas; por el lado de la clase de los terratenientes tradicionales ésta confrontación asume varias formas, siendo la más usada contra Petro, hasta el momento, la de la crítica a la devaluación del peso. Hasta el mes de noviembre se produjo una devaluación rápida del peso con respecto al dólar, más rápida que las devaluaciones paralelas que sucedieron en otros países, como México. Esta devaluación se utilizó en los medios tradicionales como un martillo con qué golpear mediáticamente a la administración de Petro, junto a ataques a medidas como la reforma agraria, ataques contra la política petrolera, u otros, culpando al gobierno de generar incertidumbre en inversionistas internacionales.
La presente devaluación del peso colombiano tiene diversos motivos. La subida de las tasas de interés de la reserva federal norteamericana aumenta la presión de subida del dólar. Sin embargo, el Banco de la República subió las tasas de interés mucho más alto y agresivamente, sin frenar esta devaluación. Por esto, se debe considerar también la expectativa de crisis que existe en mercados internacionales, debido a la cual los inversionistas buscarán vender los bonos en su poder, temiendo que estos no puedan dar su valor esperado, comprando bonos más seguros, como los cobrados en dólares, la moneda de reserva más común. A esto se suma un carácter especulativo, al tener una presión adicional de inversionistas que esperan un cese de la exploración petrolera en Colombia, y un gasto en compra de tierras, y por lo tanto, venden sus bonos colombianos. Al tomar una postura anti caída del peso, se promueve la explotación petrolera y condena la reforma agraria. Confrontación que le permite al gobierno asumir una pose “popular” o “populista” o “progresista”, mientras favorece la explotación capitalista con políticas anti-obreras.
En conclusión, la llegada al poder de Petro fue marcada por protestas masivas y
descontento de los trabajadores, sin embargo este descontento fue canalizado,
como se ha visto antes, hacia políticas que fomentan los intereses de la
burguesía industrial, con políticas demagógicas que buscan mantener el favor de
los trabajadores, debido al ambiente político inestable del gobierno actual y la
necesidad de apoyo popular. Petro persigue estas políticas hasta el punto en que
estas son actualmente convenientes, manteniendo una coalición liderada por
industrialistas. Sin embargo cuando estas no se necesiten, se asegure el dominio
de la burguesía industrial y el dominio de sectores tradicionales sea
desarraigado, la mano de hierro de la burguesía se mostrará sin guante de seda.
La única solución es la búsqueda de un programa proletario, a través de un
movimiento independiente, del proletariado por sí mismo, que no comprometa sus
intereses a los de la burguesía, que están expresados en oportunistas políticos
como Petro. Esto solo puede ser logrado bajo la dirección del partido comunista
y la reanudación de la lucha obrera.
Más allá de situaciones específicas en algunos países, los trabajadores en Latinoamérica apenas muestran signos tímidos de reanudación de sus luchas, de multiplicación y ampliación de sus movilizaciones, protestas y huelgas.
- Se han incrementado las movilizaciones y conflictos que plantean como reivindicación principal la exigencia de aumento salarial. Pero todavía sigue siendo pequeño el sector sindical que en cada país convoca estas luchas.
- Cuando las movilizaciones obreras han sido masivas por lo general es porque los trabajadores de base se han movilizado espontaneamente y a la dirigencia de los sindicatos no le ha quedado otra opción más que ponerse al frente hasta conducir al movimiento hasta las famosas “mesas técnicas” o el “dialogo tripartito”. Así mismo, estos brotes de descontento obrero se han mantenido por lo general circunscritos a una sola empresa o institución, sin buscar comunicarse e integrarse con trabajadores de otros sectores o localidades.
- Existe una gran división del movimiento de los trabajadores asalariados, impuesta por décadas del accionar patronal, de las centrales y federaciones sindicales que agrupan a los diferentes sindicatos. Tanto las nuevas como las viejas centrales sindicales y federaciones de trabajadores a lo largo y ancho de América Latina, operan como aliados de los patronos y solo dirigen algunas luchas cuando los obreros descontentos rompen con su pasividad y se salen de control. Las centrales sindicales y las federaciones que cada una agrupa, dividen a los trabajadores, los desmovilizan y los mantienen sometidos a la paz laboral que le permite a los patronos mantener y profundizar la explotación del trabajo asalariado. Así mismo, la mayoría de los sindicatos de base afiliados a estas centrales sindicales opera de manera patronal y solo, como una excepción, algunos sindicatos de base se salen de su control y promueven la agitación y la lucha reivindicativa. De allí que si el movimiento de los trabajadores asalariados necesita reaccionar con la lucha para plantear sus reivindicaciones más elementales, se tiene que enfrentar con una estructura sindical que lo divide, lo desmoviliza y lo traiciona.
- Las centrales, federaciones y sindicatos se encuentran controlados por diferentes corrientes políticas oportunistas que incorporan constantemente en los pliegos reivindicativos, reivindicaciones burguesas y no proletarias. Estas corrientes políticas llaman a los trabajadores a defender la continuidad operativa y las ganancias de las empresas, a defender la economía nacional, a enfrentar privatizaciones de empresas estatales, a defender la patria, a defender la democracia parlamentaria, e incluso a ofrecer a los trabajadores como carne de cañon en confrontaciones interburguesas y en las guerras imperialistas.
- El movimiento de los trabajadores latinoamericanos también está sometido a la confusión que trae consigo la lucha de los partidos pro-gobierno y los partidos de oposición, que se disputan el control del gobierno en elecciones de alcaldes, consejales, gobernadores, diputados y presidente de la república. Estos partidos hacen presencia en el movimiento obrero para utilizar su descontento y sus luchas en función de los intereses politiqueros de cualquiera de los bandos en pugna. Hemos visto claras demostraciones de esto recientemente el los procesos electorales presidenciales en Argentina, Perú, Chile, Colombia y Brasil, en las que las Centrales Sindicales se sumaron abiertamente a las campañas electorales y han impulsado la demagogia y la esperanza de que los nuevos gobernantes atenderán y darán respuesta a las exigencias reivindicativas de los trabajadores.
- Con algunas excepciones, el movimiento sindical latinoamericano se ha limitado a exigir que se cumpla con las migajas que están establecidas en diferentes contratos colectivos y no termina de alinearse con la lucha por un salario y beneficios acordes con las exigencias de la vida diaria y el impacto de la inflación. Incluso parte del movimiento reclama el pago de determinados bonos y cae con esto en el juego cruel del gobierno burgués. Son poco comunes los llamados a huelga en empresas o sectores; por lo tanto el llamado a la Huelga General es practicamente inexistente en el movimiento sindical y este es un síntoma que indica como las directivas sindicales están totalmente apartadas de la lucha unitaria de clase contra la explotación capitalista. Por supuesto que la efectividad de las huelgas está profundamente restringida por la legislación de todos los gobiernos, pero las centrales y federaciones sindicales evitan con todas sus fuerzas que los conflictos obreros lleguen al terreno de la huelga.
- Los gobiernos en diferentes países, con el apoyo de partidos y sindicatos, distraen a los trabajadores con diferentes ofertas demagógicas y que apartan la mirada de temás como el salario, la duración de la jornada de trabajo, el desempleo, la higiene y la seguridad en el trabajo, la represión hacia las luchas obreras, etc. De allí que los focos de distracción son los llamados a preservar la naturaleza, los programas de entrega de tierras a campesinos y programas sociales y pago de bonos para maquillar la pobreza.
- La pequeña burguesía es el estrato social que destaca en las diferentes movilizaciones contra los gobiernos en latinoamérica. La pequeña burguesía es funcional al sistema capitalista y funciona como una correa de trasmisión de la política burguesa, facilitando a los partidos oportunistas y a las centrales sindicales su trabajo traidor de opacar y distorsionar las luchas de los trabajadores. Aunque es posible que localmente los movimientos y estallidos sociales contribuyan a la configuración de crisis políticas que desestabilicen a alguno de los gobiernos de la región, la tendencia inevitable en lo inmediato es a que se orienten hacia salidas políticas dentro del régimen capitalista y programas policlasistas de “salvación nacional”. Solo la reanudación de la lucha de clase del proletariado podría cambiar esta tendencia.
- Toman fuerza para las centrales sindicales patronales y del régimen, encaminar los reclamos de los trabajadores hacia el uso de los mecanismos institucionales de las democracias burguesas, como los acuerdos tripartitos para normar la relación capital-trabajo y la promulgación de leyes específicas que faciliten la explotación de los trabajadores y la captación de inversiones extranjeras con la oferta de mano de obra barata. Las centrales sindicales están integradas a estos mecanismos y frenan la lucha de clase, la huelga y la movilización.
Por el sindicato de clase
Para los comunistas el desarrollo de la lucha de la clase obrera no puede ser abordada con una estrategia cortoplacista. Sabemos que en el movimiento sindical hay que combatir inevitablemente las directivas oportunistas, que por lo general son mayoritarias y cuya derrota sólo será posible cuando nos acerquemos a la fase revolucionaria.
Los comunistas actuamos con la segura convicción de que cuanto más fuerte es el movimiento de lucha económica de la clase proletaria, más favorables son las condiciones para el desarrollo del partido y para su lucha por la conquista de la dirección del movimiento sindical, objetivo que proclamamos abiertamente.
Para el avance de las luchas de los trabajadores asalariados en todos los países, todo debe estar subordinado al fortalecimiento del movimiento reivindicativo de lucha económica, a impulsar la unidad por encima de divisiones artificiales y más allá de las fronteras de los centros de trabajo, a propiciar la más amplia participación y la realización regular de asambleas. En principio, no es relevante qué centrales o federaciones sindicales se abroguen la “dirección” de las luchas de los trabajadores; lo importante es que estas luchas ocurran en un ambiente unitario y crescan tanto en participación de las bases como en cobertura territorial y de sectores de la economía. Seguros estamos de que eso conducirá mañana a sacar a la dirigencia oportunista de la dirección de las organizaciones de lucha reivindicativa y ecomomica de los trabajadores.
Es conocido el hecho de que por años ha bajado significativamente la afiliación sindical y todas las centrales y federaciones sindicales agrupan formalmente a pocos trabajadores. También es cierto que muchos de los trabajadores afiliados a los sindicatos son inscritos forzosamente en acuerdos entre los sindicatos y los patronos, para descontarles del salario las cuotas que van a parar a las finanzas de dichos sindicatos, no existiendo una militancia sindical real. Además la legislación y los gobiernos en todos los países obliga a los trabajadores en lucha a hacerse representar solo por los directivos de los sindicatos que ya están registrados ante las instituciones gubernamentales y las empresas. Pero el movimiento de los trabajadores no a llegado a situaciones de lucha que lo impulsen a integrarse masivamente en los sindicatos actuales y mucho menos a impulsar el surgimiento de verdaderos sindicatos de clase. Ya sea que las luchas de los trabajadores surjan espontaneamente o por decisión de alguna directiva sindical, todas estas acciones terminan siendo canalizadas por las actuales centrales y federaciones sindicales, que las conducen hacia el aislamiento y la conciliación con el patrón.
El renacimiento de verdaderos sindicatos de clase, en Latinoamérica y en todo el mundo, tenderá a tomar un curso violento e ilegal, ya que hoy es imposible asumir una huelga o un conflicto de trabajadores, que paralice los procesos medulares de las empresas e instituciones capitalistas, sin ponerse al margen de la ley y sin que los trabajadores sean objeto de la represión.
¡Por un frente único sindical de clase!
A pesar de los bajos salarios y de las antihigiénicas e inseguras condiciones de trabajo, los trabajadores latinoamericanos siguen siendo prisioneros del individualismo, la desconfianza, la apatía y la resignación. Esta condición es el resultado de décadas de accionar patronal de las centrales y federacioners sindicales de la región, que sólo han producido derrotas para la clase trabajadora e implantado la paz laboral tan importante en la defensa de la tasa de ganancia de los capitalistas.
No existe en Latinoamérica un movimiento sindical alternativo, que asuma los métodos de lucha y organización clasistas y que se concentre en reivindicaciones propias de los trabajadores asalariados. Los pocos sindicatos de base que se salen del control de las centrales y federaciones sindicales en diferentes países, generalmente asumen acciones aisladas y no escapan a la influencia de las corrientes políticas oportunistas, al parlamentarismo, al nacionalismo y al legalismo.
¿Que hacer?
Aún con la debilidad y dispersión de las luchas de los trabajadores en Latinoamérica, es preciso sumar fuerzas en el movimiento sindical y en la organización de base de los trabajadores en todos los países. En este sentido es importante:
1. Impulsar y ampliar la unidad de clase sin distingo de afiliación partidista o sindical. No importa el oficio o el nivel de calificación del trabajador o trabajadora, no importa en que actividad económica o rama de industria se trabaje, no importa la nacionalidad, no importa si trabajan en el sector público o privado, a todos los trabajadores los une el hecho de que son asalariados, que entregan su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Es muy común que en una misma empresa o institución, frente a un único patrón, los trabajadores estén divididos por la afilización a varios sindicatos paralelos. También es común que haya sindicatos de una empresa que no se comunican o no unen sus luchas con las de otros sindicatos. La unidad de clase pasa por quitarse de encima cualquier división artificial e innecesaria. La unidad de acción de clase significa actuar juntos dentro de la empresa y fuera de ella, junto a los compañeros y compañeras de otras empresas e instituciones. LOS TRABAJADORES NO LOGRARAN UNA VICTORIA REIVINDICATIVA DE CLASE SI NO IMPULSAN, MANTIENEN Y AMPLIAN SU UNIDAD DE ACCIÓN!! Este esfuerzo debe confluir en la conformación de un Frente Unico Sindical de Clase en cada país.
2. Las centrales y federaciones sindicales se han limitado a exigir salarios que siguen siendo miserables. El sindicalismo de clase a desarrollar desde la base debe asumir como norte de sus luchas: CONQUISTAR SALARIOS, PENSIONES Y JUBILACIONES QUE ALCANCEN PARA VIVIR y que se ajusten regularmente por encima del costo de la vida, junto a una Reducción de la Jornada de Trabajo.
3. Rescate de las practicas asamblearias. Un Frente Unico Sindical de Clase, tiene que ser un movimiento de base donde confluyan todas las organizaciones de lucha económica de los trabajadores. Y un movimiento de base debe levantarse a través de la reunión de asambleas, que preferiblemente deben ser reuniones locales, a las que asistan trabajadores de diferentes empresas y no solo directivos sindicales. El área de influencia territorial de cada asamblea local debe ser aquella que facilite la asistencia y participación mas amplia de todos, moviéndose a pie, en bicicleta o transporte urbano. Y deben establecerse mecanismos de comunicación y coordinación regional y nacional entre todas las asambleas locales. En las asambleas se deben planificar acciones y designar comisiones de trabajo. Donde ya existan iniciativas de integración de organizaciones de trabajadores; hay que profundizar estas iniciativas incorporando a las bases lo más posible, impulsando asambleas y promoviendo la organización local.
4. Impulsar la unidad y la organización por la base sin sectarismo, ya que lo importante es sumar a todos los que quieran luchar; al fin y al cabo los traidores, oportunistas y vacilantes quedarán desenmascarados al calor de la lucha.
5. Solo deben plantearse reivindicaciones de clase. Hay reivindicaciones que no solo distraen a los trabajadores, si no que van en contra de sus intereses. La lucha de los trabajadores no se debe poner al servicio de ninguna campaña electoral o parlamentaria, tampoco se debe reivindicar la defensa de la economía nacional, porque es mentira que si a la economía y a las empresas les va bien a los trabajadores también. Igualmente la lucha de los trabajadores no se puede colocar al servicio de la defensa de la patria o contra las sanciones impuestas por otros Estados capitalistas, porque con sanciones o sin sanciones, la patria burguesa se sustenta en la explotación de los trabajadores asalariados. Tampoco tiene sentido luchar contra la privatización de empresas e instituciones ya que lo relevante es exigir aumento salarial, reducción de la jornada de trabajo, ambiente de trabajo higiénico y seguro y rechazo a los despidos, y en esta lucha los trabajadores no deben hacer diferencias entre patrones publicos o privados o entre capitalistas nacionales o trasnacionales, contra todos tienen que enfrentarse unidos, porque todos ellos están unidos en el frente burgués de los explotadores.
6. HACIA LA HUELGA GENERAL! La máxima expresión de la unidad de acción de la
clase trabajadora es la Huelga General. La única vía para derrotar a los
patronos y al gobierno burgués y conquistar las reivindicaciones obreras, es la
Huelga General. Y debe ser sin preaviso, indefinida y sin servicios mínimos. Por
eso es preciso que, en cada país y según sus realidades, los trabajadores continuen con concentraciones y movilizaciones, y avancen en la construcción de
una fuerte organización de lucha, con amplia participación, que tenga como base
asambleas locales. Esto no será fácil porque la mayoría de las centrales y
federaciones sindicales se opondrán a la organización de base de los
trabajadores y porque habrá que confrontar a todo el aparato jurídico y
represivo del Estado burgués. Pero el movimiento huelgario solo podrá imponerse
con la más amplia participación de base. Pese a que una Huelga General por
momentos parezca irrealizable, debe ser un planteamiento siempre presente en las
luchas de los trabajadores. Pero aunque los llamamientos a la Huelga General
deben ser unitarios, también unitario debe ser el trabajo de preparación de la
Huelga. Toda Huelga local, regional o nacional debe ser una oportunidad para
avanzar en la organización local y de base de los trabajadores.
¡Por un frente único sindical de clase!
¡Hacer converger y unir las luchas de la clase obrera!
¡Por verdaderos sindicatos de clase!
¡Hacia la Huelga General!
¡Fuertes aumentos salariales, más altos para las categorías y calificaciones
peor pagadas!
¡Aumento significativo de pensiones y jubilaciones!
¡Reducción generalizada de jornada de trabajo sin reducción del salario!
¡Salarios íntegros para los trabajadores desempleados!
¡Reducción de la edad de jubilación!
¡Abolición de todas las leyes y acuerdos contra la plena libertad de huelga y
organización sindical!
¡Igualdad de condiciones laborales para los trabajadores inmigrantes!
¡Rechazo a la represión contra las luchas de los trabajadores!
¡Contra el apoyo a cualquiera de los frentes en las guerras imperialistas!
La reunión otoñal de nuestro partido fue perfectamente organizada y exitosa.
Estuvieron presentes compañeros de 10 países. Conectados por videoconferencia,
cumplimos con 3 sesiones de 6 horas, cada una intercalada con dos recesos
cortos. En la primera, el viernes, escuchamos los informes de trabajo de las
secciones, en un número de 14 los recibidos por adelantado en forma escrita, y
que por lo tanto fue posible poner a disposición de los compañeros en italiano,
inglés y español, más los demás que poco a poco iremos traduciendo. El sábado y
el domingo escuchamos los siguientes informes, todos los cuales también se
pusieron a disposición de los presentes en sus idiomas:
SABADO |
Acontecimientos de la guerra en Ucrania |
La ideología de la burguesía |
La cuestión nacional de los Mapuche in Chile |
Historia del Profintern |
La crisis económica en Gran Bretaña |
La guerra civil en Rusia, 1919 |
La revolución húngara |
Origines del Partido Comunista de China |
Internacional de los Sindicatos Rojos |
DOMINGO |
Actividad sindical en Italia |
La situación social en Pakistan |
La guerra del precio del gas |
El curso de la crisis económica mundial |
Economía marxista: la relación capital-trabajo |
Sobre el origen de la Pluvalía: Ricardo |
La guerra civil en Italia contra el Estado y el fascismo |
Informe financiero central |
Estos estudios, aunque encomendados a varios grupos de trabajo, se presentan como trabajos colectivos del partido y no como las tesis de un bando contrapuesto al otro. Reuniones generales llamamos a las nuestras y ya no congresos: no organizamos debates allí pero realizamos un trabajo de investigación impersonal, basado en la ciencia marxista y en las tesis históricas del movimiento comunista, para el conocimiento cada vez mejor del mundo burgués que es nuestro enemigo y en el camino y en los medios para que la clase obrera lo acompañe a morir.
Mientras tanto, aquí presentamos a los compañeros ausentes de la reunión por
fuerza mayor un resumen de los informes.
Del informe de la sección venezolana
Las circunstancias históricas han impuesto y exigen que el partido dedique gran parte de sus energías al restablecimiento y defensa de la teoría y la propaganda de su programa. La labor de sus militantes se orientó a la traducción a diferentes idiomas de los textos característicos del marxismo y del partido y al estudio y valoración de los hechos contingentes. Pero el Partido nunca ha renunciado a su compromiso en todos los frentes de la lucha de clases, disponiendo todas sus fuerzas para este fin.
No somos un club, un círculo, un foro, abierto a cualquiera que venga a expresar sus opiniones o dudas y que se permita y se dedique a una confrontación de ideas. El partido en el exterior se presenta como lo que es y está dispuesto a demostrar la coherencia de lo que reclama. Pero quien se suma a nuestra lucha colectiva comunista se integra a un nivel superior, en un trabajo iniciado hace mucho tiempo y por muchas generaciones de camaradas, en forma organizada y disciplinada, muchas veces constituidas por secciones territoriales, en torno a planes de actividades preestablecidos, a los que el candidato al partido está llamado a hacer su propia contribución sobre la base de sus habilidades y fortalezas. La formación del militante coincide con su inserción en la vida del partido, cada uno según su disponibilidad de tiempo y en los sectores de actividad en los cuales tiene más inclinación.
Las secciones del partido se constituyen sobre la base del criterio territorial, la proximidad geográfica de los militantes, que facilita su reunión, para planificar y realizar actividades específicas del partido en esos lugares. Las secciones están integradas por militantes – de diferentes nacionalidades, edades, profesiones, razas y sexos – que se encuentran en un espacio geográfico propicio para reunirse y organizar el trabajo revolucionario.
Actualmente nuestra antigua sección venezolana se ha convertido en un
laboratorio de integración de compañeros de habla hispana presentes en varios
países. Es decir, temporalmente, la sección venezolana no opera con un criterio
estrictamente territorial, sino sobre la base de la comunidad lingüística. No
sabemos durante cuánto tiempo habrá que mantener esta condición, pero tenemos
claro que el desarrollo del partido requerirá también la constitución de una
sección en España, o en cualquier otro país donde se den las condiciones para
lograrlo y en los que se requiera una intervención particular local del partido.
El nacimiento de nuevas secciones dependerá no sólo del crecimiento
cuantitativo, sino del compromiso de militantes abnegados y disciplinados. Por
lo tanto, el uso de herramientas tecnológicas, de gran utilidad para la
realización de reuniones a distancia, no excluye la necesidad de la
estructuración territorial del partido.
La ideología de clase de la burguesía
El trabajo pretende analizar las ideologías de la burguesía, desde su nacimiento como clase en el siglo XIII hasta, aproximadamente, el surgimiento de nuestra teoría a mediados del siglo XIX. Esto haciendo uso de nuestro materialismo dialéctico que, entre otras cosas, es también un método de análisis de las estructuras y de las superestructuras dialécticamente derivadas de las diversas sociedades humanas.
Entre otras cosas, porque para nosotros el análisis nunca es un fin en sí mismo: la teoría, más que una parte, es una forma de praxis.
El objetivo del trabajo es doble: por un lado conocer cada vez mejor a nuestro enemigo, lo cual nunca es inútil, por otro mostrar las confirmaciones de nuestro materialismo, mostrar que no son las ideas las que crean la realidad sino lo opuesto. En las ideas encontramos reflejada la realidad, de forma no mecánica, y a veces difícil de descifrar. Una realidad que se compone de los sistemas materiales de producción y reproducción de las sociedades sucesivas en la historia y de las consiguientes relaciones entre los miembros de estas sociedades. Antes de iniciar este análisis, sin embargo, es necesario hacer algunas aclaraciones que no pueden posponerse del todo hasta el final del trabajo.
Monismo marxista y dualismos burgueses
En el pensamiento burgués siempre hay una dicotomía entre razón y fe, entre racionalidad y religión, que se suma a la tradicional dicotomía de cuerpo y alma, cuerpo y psique, naturaleza y cultura, etc., donde los dos términos son vistos como opuestos e irreductibles el uno al otro.
Entre los burgueses existía y existe la idea de que la ciencia moderna nació con la aparición de la razón, situada por la mayoría en el Renacimiento. Una razón metahistórica y metafísica, un río kárstico que surgió con los griegos y los romanos, desapareció durante unos 1.500 años, y luego resurgió a la superficie en el siglo XV. Los hombres del Renacimiento, que también tuvieron esta visión, tenían excusas que no podemos reconocer en nuestros contemporáneos. En esta concepción, que, todo hay que decir, es cada vez más abandonada por historiadores y diversos estudiosos, la Edad Media es una época de tinieblas, ignorancia y superstición, caracterizada por la fe y la religión. Con la aparición de la razón, a la manera de la Ilustración, se desgarran las tinieblas de la ignorancia y la superstición a las que la religión mantenía encadenados a los hombres, que ahora pueden ver la verdad y hacerla propia. Este es el pensamiento que se define como “laico”.
El “laico” de hoy, que pretende hablar en nombre de la razón y de la ciencia, en realidad tiene concepciones no menos metafísicas que las de las religiones. Siguiendo los pasos de Marx, pero también de Ockham y los nominalistas medievales, decimos que no hay razón como tal, pero hay razones. La razón está históricamente determinada: es la razón de una sociedad específica, que tiene un sistema de producción específico y relaciones específicas entre los hombres en este. Es la superestructura ideológica de una sociedad dada, como todas las demás ideologías, como las religiones, como las filosofías. Es una razón de clase, es la razón de la clase dominante, es la máscara que oculta su dominio de sí misma y sobre todo de aquellos sobre los que ejerce el dominio.
La ideología del fin de las ideologías
Entre los burgueses está muy de moda, desde hace tiempo, hablar del fin de las ideologías, y también jactarse de no tener ninguna. Este fin de las ideologías, para otros también el fin de la historia, no es más que la transposición ideológica del deseo de la burguesía de presenciar el fin no de las ideologías en general, sino de una ideología muy específica, la revolucionaria, consistente en el comunismo y custodiada por el partido comunista que, como en la religión de Zoroastro, tiene la tarea de mantener ardiendo el fuego eterno.
Una etimología, no la única propuesta, del término “ideología”, lo hace derivar de “ideon”, aoristo, una conjugación en tiempo pasado, del verbo griego orao, que significa ver. Por lo tanto, ideología significa “punto de vista”. Este significado puede ser aceptado por nosotros, siempre que quede claro lo que significa “punto de vista”, que no es el de uno o más hombres más capaces que otros de interpretar la historia y, por lo tanto, de guiar a su propia comunidad de la mejor manera posible, ni la de astutos sacerdotes capaces de idear engaños para dominar a sus semejantes.
La ideología, el punto de vista (excepto el nuestro), nunca es consciente: es el punto de vista sobre la realidad de una sociedad dada, con relaciones de clase dadas, que transporta esta realidad al mundo de las ideas, elaborando una visión que por elegante que sea, por más falso o parcial que sea, sin embargo responde a las necesidades de supervivencia y funcionamiento de esta sociedad.
Los burgueses que se jactan de no tener ideologías, y por tanto puntos de vista, se jactan de no ver nada y, en consecuencia, de no entender nada. En eso tienen razón, pero no creemos que tengan nada de qué presumir.
La ideología para los marxistas
En la ideología entran por tanto la religión, la filosofía y la ciencia.
Para nosotros los materialistas, las ideologías son verdaderas y falsas al mismo tiempo. Son verdaderas cuando surgen y cuando responden a la afirmación de la sociedad que las produjo; son falsas cuando, habiendo cambiado las relaciones de producción y las consiguientes relaciones entre los miembros de la sociedad, la sociedad elabora ahora una ideología “más verdadera” que la anterior, es decir, más adecuada para reflejar las nuevas relaciones de clase.
Pero son falsas incluso en el momento mismo en que son verdaderas, siendo siempre y en todo caso ideologías de la clase dominante que, con la fuerza material y no con la fuerza de las ideas, se imponen a los dominados. Es sólo en momentos de ruptura revolucionaria, cuando se rompe la dominación de clase, que la ideología anterior, cada vez más entendida como falsa, comienza a ser arrojada por la borda.
Sólo en el partido comunista se produce la inversión de la praxis, la conciencia precede a la acción, la ideología precede a la realidad.
La nuestra también es una ideología de clase. Pero no es parcial, porque abarca la totalidad de las realidades y fenómenos históricos y sociales que no son fácil e inmediatamente percibidos y perceptibles. Es la ideología de una clase que quiere destruir a las clases y por lo tanto a sí misma, que persiguiendo su propio interés apunta a la abolición del capitalismo y de sí misma, persiguiendo así el interés de la especie humana.
El proletariado es el presente y el comunismo el futuro de esa única realidad que es la especie humana. El comunismo ya existe en el partido: el presente contiene el futuro. Pasado, presente y futuro son términos que nuestro lenguaje, imperfecto y siempre perfectible como cualquier otro instrumento humano, utiliza para referirse a una realidad que le es única.
Heráclito de Éfeso, el fundador o uno de los fundadores de la dialéctica, a
principios del siglo V a.C. dijo “Todo fluye”, y también “A la verdad le encanta
esconderse”. La verdad ama esconderse precisamente porque es dialéctica, porque
es movimiento, no un fin en sí mismo como en Bernstein, ni una contribución
desde afuera como creía Aristóteles, sino un movimiento que es la materia misma
en su devenir. Movimiento es uno de los nombres que damos a la realidad.
La Internacional de Sindicatos Rojos
Así como la Tercera Internacional había surgido para combatir y derrotar el oportunismo y la traición de la Segunda, así, en 1920, la creación de una Internacional sindical revolucionaria se consideró fundamental para derrotar a la de Amsterdam, íntimamente ligada a los intereses de la burguesía y imperialismo internacional.
La directriz dada a los comunistas fue permanecer “a toda costa” en los sindicatos amarillos para ganar su dirección. Su consecuente adhesión a Moscú y el abandono de Amsterdam como centro del movimiento sindical mundial habría sido la premisa para la expansión de la revolución a nivel internacional.
La resolución sobre la táctica aprobada en el congreso de fundación de Profintern en julio de 1921 declaró que “la creación de este centro del movimiento sindical revolucionario representa el punto de partida de una amarga lucha dentro del movimiento sindical mundial bajo el lema: Moscú o Amsterdam”. «La ruptura con Amsterdam constituye una condición previa para que las centrales sindicales nacionales se unan a la Internacional Roja». Sin embargo, en países donde la organización nacional era miembro de la Internacional de Amsterdam, «los sindicatos individuales, las federaciones y las minorías organizadas a escala nacional puede pertenecer a la Profintern, permaneciendo en los viejos sindicatos». Luego condenó consignas como “destruir los sindicatos” o “fuera de los sindicatos”.
El objetivo no era expulsar a los mejores y más conscientes trabajadores de los sindicatos formando pequeñas organizaciones, sino permanecer en los viejos sindicatos para “revolucionarlos”.
Un aspecto no considerado en los informes anteriores es el de las federaciones sindicales internacionales y los Comités Internacionales de Propaganda: de estos habrá que hablar porque el tema y su intento de solución por parte de Moscú marcarán luego un cambio de rumbo y perspectiva de la Profintern.
La estructura de la International sindical Amsterdam no se basaba exclusivamente en la adhesión a ella de las diversas organizaciones nacionales, sino que también formaban parte de ella sindicatos internacionales, es decir, ramas particulares del comercio y la industria que tenían sus propias secretarías y celebraban congresos periódicos. De estas organizaciones, las más importantes fueron la Federación Internacional de Trabajadores Metalúrgicos y la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte.
Amsterdam había impuesto la norma según la cual sólo los sindicatos afiliados a ella eran admitidos en las internacionales categoria. Por lo tanto, un sindicato nacional adherido a Profintern no podría haberse afiliado a él, a menos que dejara Moscú para unirse a la International amarilla. La línea del Profintern no fue provocar divisiones, ni crear nuevas internacionales de categoría roja, es decir, mantuvo la misma posición asumida frente a las centrales sindicales nacionales.
En la práctica, el problema surgió cuando los sindicatos rusos solicitaron formar parte de sus respectivas categorías internacionales. ¿Deberían realmente los rusos abandonar Moscú para enlazar con Amsterdam? Pero este tema será retomado y desarrollado con más detalle en el informe ampliado.
El informe presentado en la reuniòn general anterior se centró en el II Congreso de la Profintern y sobre todo en su resultado más distintivo, el de la disolución del vínculo orgánico entre las dos Internacionales de Moscú: la política y la sindical. Vìnculo que había sido sancionado por el Estatuto del congreso fundacional.
En diciembre de 1921 en Francia, la escisión del movimiento sindical y la creación de la CGTU, que hizo de la ruptura del vínculo orgánico con la Internacional Comunista una condición para su adhesión a la Profintern. Las concesiones a los anarcosindicalistas no fueron pocas y no se limitaron a ligeras modificaciones del Estatuto.
Luego se leyeron los artículos 4 y 11, comparando los textos originales con los modificados. Además, se realizaron otros pequeños cambios en las “Condiciones de adhesión al ISR” ya las “Relaciones entre el ISR y el IC”.
En respuesta a Monmousseau, que en nombre de la vieja tradición anarcosindicalista francesa había puesto la condición de romper el estrecho vínculo entre las dos Internacionales, el italiano Tresso replicó afirmando que la tradición invocada por los sindicalistas franceses era un remanente peligroso de una pequeña mentalidad burguesa, demostrando la necesidad de una estrecha alianza con el partido político. Luego declaró la oposición de los comunistas italianos a realizar cambios en los estatutos.
La última intervención sobre este punto del orden del día fue de Zinoviev, representante de la Komintern, quien, tras una larga introducción, concluyó declarando que los detalles organizativos, al fin y al cabo, no habrían sido tan importantes ya que – dijo – «los trabajadores El movimiento francés vale más para nosotros que una docena de construcciones teóricas». Cuando las “cuestiones prácticas” tienen prioridad sobre los principios, incluso las citas más clásicas pueden usarse de manera inapropiada.
Naturalmente, lo que se proponía en el 2º congreso de Profintern no era más que un eco de las decisiones ya tomadas por el 4º congreso de la Internacional Comunista, a las que se opuso el representante de la Izquierda italiana que recordaría más tarde: «En el 4º congreso nos opusimos, por razones de principio, a una concesión que se hizo a los sindicalistas revolucionarios cuando querían cambiar los estatutos del ISR y renunciar a un vínculo orgánico entre el Komintern y la Internacional Sindical Roja. Esta, en mi opinión, era una cuestión, desde el punto de vista marxista, de importancia decisiva. Cuando se hizo esta concesión, dije: esta concesión conducirá necesariamente a otras concesiones en el campo sindical. Así como hoy se hace esta importante concesión a la izquierda, a las tendencias anarcosindicalistas, así mañana habrá que hacer concesiones a los sindicalistas de derecha, esa corriente sindical que bajo las dos formas diferentes de izquierda y de derecha representa el obstáculo idéntico, siempre recurrente, antimarxista en nuestro camino».
Y, como veremos, las concesiones a la “derecha” no tardarán en llegar.
En junio de 1924, en la apertura del V Congreso de la IC (al que siguió el III de la Profintern), los delegados extranjeros se encontraron ante una sorpresa inesperada: en nombre del frente único y de la unidad proletaria, la disolución de Profintern y adhesión a Amsterdam. Las razones embarazosas y contradictorias para el diseño de esta nueva táctica fueron repetidamente retiradas y re-presentadas en forma disfrazada. Naturalmente, todavía se hablaba de traición por parte de los líderes de Amsterdam, pero, al mismo tiempo, se hacía hincapié en el nacimiento de una corriente de izquierda dentro de ella que recientemente había planteado el problema de admitir sindicatos rusos en las internacionales sindicales. Se afirmó que la unidad internacional del movimiento sindical «se restablecería mediante la convocatoria de un congreso mundial en el que todos los sindicatos afiliados a la Internacional de Amsterdam o a la Internacional Roja de Sindicatos estarían representados en forma proporcional».
Frente a las críticas dirigidas al proyecto de la nueva táctica sindical, Zinoviev intervino refiriéndose a la autoridad de Lenin: «El leninismo en los sindicatos significa la lucha contra la escisión en los sindicatos»; y otra vez: «La verdadera izquierda leninista siempre se encuentra donde están los trabajadores». Finalmente admitió: «La socialdemocracia se ha consolidado parcialmente, incluso en el ámbito sindical. Ahora debemos combatirlo usando formas indirectas, que son más lentas y difíciles. Este es el nuevo hecho que no quieres entender».
Se dijo que la fusión de las dos Internacionales sólo sería posible si se apoyaba en el impulso de un movimiento de base de las masas trabajadoras y que los sindicatos rusos seguirían siendo parte integral de Profintern, y en sus negociaciones por separado con Amsterdam simplemente se veían a sí mismos como agentes de Profintern y habrían llevado a cabo sus tácticas sin seguir ningún tipo de política independiente.
Se propuso el nombramiento de una “comisión internacional” que «visitaría Inglaterra y Amsterdam para estudiar la situación del movimiento sindical y posiblemente iniciar negociaciones con Amsterdam».
La cuestión de las relaciones con los sindicatos británicos tendremos que tratarla con detenimiento más adelante, ahora basta decir que Lozovsky pronto explicaría que, dado que «los sindicatos de la URSS constituyen la base y fundamento de la Profintern, y los sindicatos británicos el fundamento y la base de la Internacional de Amsterdam», un acuerdo anglo-soviético habría allanado el camino para un entendimiento entre las dos Internacionales. Durante el V Congreso de la IC, surgió una nueva pregunta: «por qué puerta podría entrar la revolución proletaria en Inglaterra: si a través del Partido Comunista o a través de los sindicatos».
El representante de la Izquierda italiana respondió que «para nuestra táctica en Inglaterra es sumamente importante que no toda nuestra atención y la del proletariado se dirija exclusivamente al movimiento sindical de izquierda. Nunca hay que olvidarse del partido, aunque hoy sea una partido pequeño; hay que subrayar siempre que en el desarrollo de la crisis social en Inglaterra y en el curso de la lucha, necesariamente tendrá que ser el líder del proletariado y el estado mayor general de la revolución».
Todo el nuevo enfoque sindical expresado durante el 5° congreso de la IC fue propuesto nuevamente en el 3° congreso de la Profintern, que se inauguró el 8 de julio de 1924.
Bujarin, saludando al Komintern, insistió en que la conquista de los sindicatos constituía «una cuestión de vida o muerte», afirmando que el surgimiento de un ala de izquierda en el FSI representaba «uno de los hechos más importantes de nuestra vida política».
Después de un breve informe introductorio de Lozovsky, la cuestión de la unidad sindical se dividió en tres partes: 1) a nivel nacional; 2) en la categoría internacional; 3) unidad internacional al más alto nivel entre ISR y FSI.
Es evidente la posición franca de la izquierda italiana sobre el grave problema sindical. «Reafirmamos nuestra oposición a la escisión sindical. Sin embargo, no estamos a favor de las actuales maniobras de fusión de las dos internacionales sindicales porque, como la Internacional Comunista necesita un centro de concentración de las fuerzas sindicales comunistas, y habiendo ya resuelto el problema con la creación de la ISR, en lugar de el establecimiento de una sección sindical de la IC, no vemos las razones revolucionarias que sugieren una revisión tan radical de la táctica, porque reconfirmamos que Amsterdam tiene la función de una agencia de la burguesía».
En este punto resumimos la evolución de la línea sindical, que se desarrolló en
paralelo dentro de la Internacional Comunista y la Profintern.
1) En la época del 2º congreso de la IC (1920) se propuso dar a ciertas
organizaciones sindicales de izquierda la posibilidad de participar en los
congresos de la IC. Naturalmente, los comunistas italianos se opusieron a la
admisión de sindicatos en los congresos mundiales de partidos políticos.
2) En el 3er Congreso, se adoptó una solución diferente al problema, se decidió
fundar el Profintern, en claro contraste con Amsterdam. Palabra clave: “¡Moscú contra Amsterdam!”.
3) En el IV Congreso, para cumplir con las solicitudes de los
anarcosindicalistas franceses, se disolvió la “relación orgánica” entre el
Komintern y el Profintern.
4) En el V Congreso se propuso la unificación de las dos Internacionales
sindicales, donde los comunistas actuarían como fracción.
La objeción simplista que se nos planteó fue: «si en cuestiones de táctica estás por el frente único entonces debes estar por la unidad en cuestiones de organización». A esta objeción respondimos que trabajamos por la unidad sindical a nivel nacional, para penetrar en los sindicatos, arraigarnos en ellos y conquistar amplias masas para nuestra influencia, sabiendo que estas organizaciones están destinadas a desempeñar un papel importante ya sea en la lucha por la conquista del poder tanto como a posterior. Pero cuando se trata del movimiento internacional, la cuestión se presenta de otra manera porque, mientras las uniones y confederaciones nacionales, incluso cuando están dirigidas por oportunistas, siguen siendo organizaciones proletarias, las internacionales son otra cosa, solo cumplen una función política. La International sindical de Amsterdam no era una organización proletaria de masas, sino un instrumento de la burguesía, en estrecho contacto con la Oficina Internacional del Trabajo y la Sociedad de las Naciones, organismos que no pueden ser conquistados por el proletariado y su partido revolucionario.
El representante de la Izquierda italiana denunció que «la Internacional ha
cambiado posteriormente la concepción de las relaciones entre las organizaciones
políticas y económicas en el contexto mundial, y en esto es un ejemplo
importante del método que, en lugar de derivar acciones contingentes de
principios, improvisa teorías nuevas y diferentes formas de justificar acciones
sugeridas por aparente comodidad y facilidad de ejecución y éxito inmediato».
La cuestión militar
La guerra civil en Rusia: el Kuban
La situación después del final de la primera campaña militar en el exterminado Kuban era incierta. Los tres comandantes contrarrevolucionarios, Alekseev, Kaledin y Kornilov, reunidos en triunvirato adoptaron una estrategia defensiva, a la espera de una importante ayuda militar de las fuerzas austro-alemanas. Pero sus tropas desmotivadas por las constantes retiradas, comenzaron a dispersarse.
Los bolcheviques, aunque con pérdidas significativas, recuperaron Rostov y Novocherkassk, lo que obligó al Ejército de Voluntarios (AV) de Kornilov a replegarse sobre Ekaterinodar, recientemente autoproclamada república cosaca. Esta también fue conquistada por las tropas rojas, provocando la derrota de la AV. Kaledin se suicidó y Kornilov murió en el bombardeo de su cuartel general, y Denikin lo reemplazó al mando de la AV.
Con la Operación Faustschlag, los alemanes en solo 11 días conquistaron el sur de Ucrania hasta las costas del Mar Negro, el puerto de Odessa, toda Crimea y llegaron hasta Rostov sobre el Don, poniendo en serio peligro el destino de la revolución.
En los territorios a lo largo del rio Don se había consolidado el poder del atamán cosaco Krasnov, que siempre había sido un gran opositor de la revolución. Con el apoyo económico y militar alemán, había extendido su República del Don, más de la mitad del tamaño de Italia pero con menos de 4 millones de habitantes, de los cuales poco más de la mitad eran cosacos, el resto resentidos campesinos inmigrantes de otras regiones. Con los 10 millones de rublos de la organización secreta antibolchevique “Centro Nacional”, logró organizar un ejército de 40.000 militares, a los que se sumó lo que quedaba de la AV de Denikin. Las intenciones políticas de los dos comandantes divergieron. El Atamán aspiraba una república cosaca independiente, Denikin una Rusia unificada, federativa y anti-alemana; esto tuvo consecuencias militares. Estratégicamente Denikin disfrutaba de una excelente situación, protegido al oeste por las nuevas fronteras alemanas, por las que podían llegar ayuda y al este por la AV, ahora reforzada y bien armada (en la reunión se presentó un mapa del territorio).
El Ejército Rojo, formado hacía unos meses bajo la eficiente labor organizativa de Trotsky, contaba entre 80.000 y 100.000 efectivos en el Kuban, en su mayoría nuevos reclutas sin experiencia en combate, dispersos en varios grupos, unidades menores y guarniciones territoriales, hasta el punto de que ni siquiera los comandantes, sabían exactamente la composición de sus fuerzas. Las dificultades de comunicación en esos territorios, hacían imposible cualquier cambio rápido en los planes de las batallas en curso.
Sorokin comandaba una formación de entre 30.000 a 40.000 tropas ubicadas justo al sur de Rostov, ocupada por los alemanes, y teniendo que controlarlos a ellos y a los grupos cosacos. Kalnin tenía 30.000 efectivos a lo largo del importante eje ferroviario entre Torgovaya y Tichoreckaja. Una tercera formación fue el Ejército Taman con unos 25.000 hombres en el Estrecho de Kerch, en el Mar de Azov para contrarrestar a los alemanes estacionados en Crimea. Una cuarta formación de unas 12.000 unidades fue confiada a Dumenko, en una posición aislada en la vía férrea cerca del conjunto de pueblos cosacos de Velikoknyazheskaya, hoy Proletarsk, en el río Manych.
Eran tropas mal coordinadas por la casi ausencia de jefes experimentados, y mal armadas; Trotsky los llamó “una horda pletórica más que un ejército”, que prestó poca atención a las órdenes del mando central.
El 28 de junio de 1918 el AV de Denikin inició la segunda campaña de Kuban, con un ataque desde tres direcciones sobre el cruce ferroviario de Torgovaja, para luego apuntar a la reconquista de Ekaterinodar. Fácil victoria a el Ejército Rojo que en retirada es duramente derrotado por la caballería blanca. En lugar de apuntar a Ekaterinodar, Denikin se dirige al norte a Proletarsk, donde derrota a la caballería de Dumenko, que debe retirarse al norte, al importante Tsaritsyn (Stalingrado). El mando bolchevique teme un ataque a Caricyn por lo que Stalin, comisario general de suministros, desvía seis regimientos para defender la ciudad.
El seis de julio, Denikin, utilizando el ferrocarril, se dirige al sur hacia Yekaterinodar. Para contrarrestarlo, el comandante rojo Kalnin llama a Tichoreckaja, a todas las fuerzas de la zona, en particular a las de Sorokin de Batajsk, quien en lugar de apresurarse, emprende inútiles ataques contra la caballería de la AV, que Denikin ha dejado para proteger la retaguardia. De esta manera pierde un tiempo precioso y muchos hombres.
Denikin, al intuir las intenciones rojas, asigna una división de caballería para interponerse entre las fuerzas de Kalnin y Sorokin para evitar que se unan.
El 14 de julio, las fuerzas de Denikin, más rápidas en las maniobras, se dispusieron en un frente de 75 km de largo para el ataque al nudo ferroviario de Tichoreckaja. Se repite la maniobra probada en tres columnas: un ataque central mientras dos alas de caballería sortean las defensas estáticas instaladas por Kalnin, que no se sostienen. Las tropas rojas se retiran en desorden, abandonando ingentes cantidades de material bélico. Y así los prisioneros rojos pueden elegir entre fusilamiento inmediato o enrolamiento en la AV. Sorokin presume el resultado de los hechos.
Particularmente graves son las consecuencias, por la pérdida del importante nudo ferroviario que refuerza las comunicaciones de la AV, mientras los distintos destacamentos de las tropas soviéticas quedan definitivamente separados unos de otros.
El comando soviético es confiado a Sorokin, quién apunta a la defensa de Ekaterinodar, mientras que los desacuerdos entre los distintos comandantes, resurgen en el mando blanco. Para la conquista de la ciudad, Denikin pretende reunir todos sus grupos para un ataque y asedio, más un grupo destinado a enfrentar a Sorokin y a la guarnición de Armavir. Un plan audaz para eliminar toda la resistencia bolchevique en el Kuban, quienes presentan sus fuerzas dislocadas en un frente de 245 kilómetros.
El 16 de julio comenzó la ofensiva blanca y a pesar de la fuerte resistencia de Sorokin cerca de Kuščevka, este abandonó la ciudad y se dirigió al sur a través de Timašëvsk. Denikin, habiendo volado los puentes del norte para evitar la llegada de las tropas alemanas, llegó a 40 kilómetros de Ekaterinodar.
Las columnas laterales avanzan según el plan que parece funcionar bien y comienza la concentración de todas las fuerzas AV en Ekaterinodar.
El contraataque de Sorokin consiste en flanquear al enemigo y colocarse detrás de su centro. La mejor columna del Ejército de Taman, formada por veteranos se envía contra el flanco derecho enemigo, mientras Sorokin saliendo de Yekaterinodar, apunta al centro de la AV cerca de Korenovsk, separándola del cuartel general de Denikin en Tichoreckaja. La batalla final por el Kuban dura varios días, con furiosos combates y pérdidas considerables para el AV.
El 29 de julio, los comandantes blancos, habiendo dejado un mínimo de fuerzas en Ekaterinodar, rompieron la formación de Sorokin atacándolo por la espalda en Korenovsk. Aquí de nuevo ataques furiosos, que también se dieron con la bayoneta. Finalmente Sorokin, a pesar de la superioridad numérica, debe ceder ante la mejor experiencia y eficiencia de la AV y se retira para reorganizar las fuerzas con el fin de retomar la ciudad.
Pero después de una semana de intentos infructuosos, Sorokin ordenó detener todos los ataques y retirarse al otro lado del río Kuban. Todo combate de las diversas formaciones cesa el 14 de agosto.
El día 15 Denikin entra en Ekaterinodar, concluyendo esta campaña de Kuban ahora firmemente en manos de las fuerzas contrarrevolucionarias.
Los cosacos del Don reclaman una autonomía completa para su república con un ejército nacional autónomo. Denikin para mantener su apoyo autoriza dentro de sus fuerzas armadas, la formación de unidades autóctonas comandadas por oficiales cosacos. La administración militar de los territorios ocupados, reintroduce las leyes vigentes antes de la Revolución de Octubre, creando más confusión y malestar.
El Ejército Rojo del Cáucaso, la más crítica de las fuerzas bolcheviques,
mencionada por Trotsky como un “ejemplo terrible de los efectos perversos de la
falta de disciplina”, tuvo que reorganizar absolutamente las fuerzas que le
quedaban, todavía sustanciales aunque distribuidas en varias unidades separadas
en grupos.
La revolución húngara de 1919
Primeras conclusiones
En esta reunión sacamos las primeras conclusiones del informe iniciado en 2016 en Génova.
Bela Kun, en una serie de escritos, describe las razones del fracaso de la revolución. Hemos leído extensos pasajes.
«En Hungría, la situación se hizo compleja por la peculiaridad de la estructura del movimiento obrero de modo que cada miembro de un sindicato era al mismo tiempo miembro del PSDU y pagaba con sus cuotas sindicales al PSDU, que lo quisiera o no, se declarara socialdemócrata o no. Así, cada miembro inscrito en el PCU también pagó la cuota al PSDU. Los primeros pasos de los comunistas estaban encaminados precisamente a que los comunistas afiliados a los sindicatos no fueran obligados a abandonarlos cuando se afiliaran al PCU».
Recuerda aún Kun: «En Hungría no era posible organizar un PC cerrado. Y el período que va desde finales de noviembre hasta el 20 de febrero – cuando el encarcelamiento de los dirigentes llevó a la dispersión de las organizaciones del partido – resultó en general demasiado corto para permitir el perfeccionamiento de la organización.
«El PCU podía contar con las masas. Su agitación revolucionaria está llena de ímpetu, su táctica ejemplarmente marxista, sus consignas bien escogidas, sus acciones revolucionarias valientes e inflexibles elevaron la moral del proletariado y generaron la más profunda simpatía en las confrontaciones de los comunistas.
«Desde el punto de vista organizativo estas masas pertenecían a la unidad orgánica de los sindicatos y del PSDU (...) Es muy cierto lo que dice nuestro amigo Radek, que en el curso de la dictadura hubiéramos tenido una gran necesidad de un “gran garrote” cuya función habría sido bailar en la espalda de Garbai, Weltner y Kunfi (...) Sin duda las semillas de la derrota se encontraron en la fusión misma.
«El partido obrero revolucionario era ante todo una organización de propaganda revolucionaria. El proceso de conformación de su estructura de organización y de acción fue detenido por la nueva “fusión” que se produjo en el seno del movimiento obrero».
A pesar de su eficacia, el trabajo logrado por el PCU en el período que va de noviembre a marzo no logró profundizar suficientemente la conciencia revolucionaria de las grandes masas del proletariado.
La oposición a la tendencia revolucionaria fue grande dentro del movimiento obrero, aun sin tomar en cuenta los obstáculos que el partido socialdemócrata, participando en la administración del poder del Estado burgués, opuso con los medios de esta fuerza estatal a la propaganda y a la organización revolucionaria.
Esta oposición operaba esencialmente en tres direcciones:
1. -
El social-nacionalismo instaurado por el PSDU, a pesar de la disposición a la
lucha de clases de las masas trabajadoras, encontró terreno favorable en el seno
del proletariado; el “Patriotismo revolucionario”. El “apoyo a los intereses del
Estado democrático” no repelió a muchos, sobre todo porque – después de
noviembre – los elementos pequeñoburgueses habían entrado en masa en las
organizaciones obreras.
2. -
La concepción social-reformista propagada por los sindicatos, que querían hacer
de la política social la cuestión central del movimiento obrero, relegó a un
segundo plano la abolición del trabajo asalariado en el interés de “reiniciar el
movimiento de la producción”.
3. -
El aparato burocrático del movimiento sindical y del partido estaba a favor de
la colaboración de clase de todo el movimiento obrero.
«El choque entre el método de la lucha de clases revolucionaria y la política oportunista no resultó en la primera fase de la revolución, es decir, antes de la dictadura. La burocracia del partido [socialista] y los sindicatos evitaron la solución, uniéndose a regañadientes a los comunistas. Esta fusión no tenía ningún fundamento ideológico. Las razones que empujaron a éstos a la fusión fueron las mismas que impidieron la propaganda revolucionaria de los comunistas. Para los socialchovinistas, el internacionalismo no era más que un problema de orientación en política exterior; los socialpatriotas buscaron apoyo en la tendencia comunista del movimiento obrero, vista la coyuntura política internacional. Les hubiera gustado relanzar la consigna de “integridad territorial” bajo la pantalla del internacionalismo rojo.
«La burocracia sindical, que pocos días antes de la dictadura quería imponer a los obreros de las fábricas métodos que habrían hecho aumentar la explotación capitalista, se vio obligada abatirse en retirada frente a las masas que, bajo la forma de expropiaciones “espontáneas”, ejecutaban cada vez con más fuerza las expropiación de los medios de producción y la abolición del trabajo asalariado.
«Finalmente, como todo el aparato del partido y sindical defendía abiertamente el sistema de explotación capitalista y se sentía obligado a quitarse la máscara, los obreros comenzaron a abandonar en masa estas organizaciones
«Las tácticas socialdemócratas provocaron el terror blanco. El terror blanco, cuyo preludio fue la contrarrevolución democrática organizada por los dirigentes oficiales del PSDU, es una triste pero excelente justificación de la táctica comunista. La victoria de la burocracia, del ejército y de la oficialidad, la ridícula debilidad del PSDU, el paso directo de las masas pequeño-burguesas de éste al partido social-cristiano, todo esto ha disipado todas las ilusiones sobre la colaboración de clases. El terror blanco y el poder dictatorial de la burguesía, desconociendo las formas democráticas, pronto demostrarán que la burguesía se inclina a abandonar la forma abierta y rígida de su dictadura y está dispuesta a colaborar en el gobierno con el partido obrero sólo en el caso de los cuales este último está dispuesto a asumir la herencia del terror blanco: la defensa a toda costa de la propiedad privada, de la burguesía y de la existencia parasitaria de la burocracia del Estado burgués. Después del terror blanco, la democracia solo puede establecerse en una forma a la Noske».
De nuevo sobre los traidores socialdemócratas, la “sentencia” final del Kun:
«Cualquier unión orgánica con estos indecisos es muy dañina. Si antes y durante la dictadura se pudo motivar algún diálogo con estas personas, después de su caída, la ruptura total con estos elementos es una necesidad histórica.
«En el curso de la dictadura del proletariado, el movimiento obrero húngaro ha demostrado que la amnistía, de la que los jefes socialchovinistas se beneficiaron de la parte del ala revolucionaria del movimiento obrero gracias a los buenos oficios de los vacilantes, resultó ser la fuente del debilitamiento de la revolución (...) La unidad de clase de los obreros es una condición necesaria para la solidez del poder del proletariado, una condición capaz de asegurar el paso del capitalismo al socialismo, la primera etapa del comunismo. La base de la unidad de clase es la firmeza y la unidad de acción revolucionaria; la condición previa para la firmeza y de la unidad de acción es el ajuste de cuentas del movimiento obrero con sus enemigos internos, es decir, los traidores que predican la colaboración de clases y todo tipo de oportunismo; el proletariado debe eliminarlos del movimiento obrero (...)
«Y así fue hasta el día triunfal y al mismo tiempo fatal del 21 de marzo, cuando el proletariado de Hungría, dirigido por el Partido Comunista de Hungría, tomó el poder del Estado en sus propias manos y, paralelamente, el Partido Comunista de ’Hungría cometió, bajo mi liderazgo, el error fatal de fusionarse con el Partido Socialdemócrata de Hungría».
En la última parte del informe, el compañero se refirió a la corrupción, un estorbo que debe enfrentar la revolución proletaria. En Hungría, los comunistas, conscientes de que debían tener mano firme e inflexible contra este inevitable corolario burgués, así que se encargaron (leemos a Kun):
«En el curso de la dictadura fuimos nosotros, los comunistas, en emprender primero una lucha abierta a cualquier tipo de corrupción (...) Durante todo el período de la dictadura estos infieles de la revolución se apoyaron unos a otros. Han caldeado a contrarrevolucionarios de todo tipo para beneficiarse de la atención tras la caída de la dictadura. Hoy, también ellos han emigrado, o en prisión y el terror blanco los persigue en la misma manera que a los revolucionarios comunistas.
«Nosotros los comunistas no tenemos algún interés en ocultar la existencia de la corrupción durante la dictadura. Habríamos anticipado que habría. No solamente después de las experiencias de Rusia, donde los comités excepcionales acabaron con una severidad implacable a la corrupción. También me vienen a la mente las palabras de Marx: “Ciertamente la tormenta también lleva inmundicia, que no huele a rosas en ninguna época revolucionaria, todo tipo de mugre se pega a nosotros. Lo tomas o lo dejas (...) Los comunistas pueden presentarse con la
conciencia tranquila ante el tribunal de la III Internacional y con razón porque
no niegan que ha habido corruptos en sus filas (...) Sin embargo, hay que sacar
las consecuencias para el futuro, ser conscientes que es necesario prohibir
seriamente al Partido desde los dos grupos más importantes de la corrupción: la
socialdemocracia y el lumpenproletariado».
La teoría marxista de las crisis
Las teorías sobre la plusvalía: David Ricardo
En esta reunión tratamos el primero de dos informes sobre David Ricardo.
El análisis económico ricardiano es visto por los burgueses como el de un capitalismo rampante en un rígido esquema liberal.
El problema fundamental que atraviesa toda la obra de Ricardo es el de la determinación de las leyes que rigen la distribución del valor. Como Smith acepta la tesis de que la oferta y la demanda totales son iguales, de modo que la mayor o menor demanda de un determinado bien puede aumentar o disminuir su precio de mercado, pero a la variación en una dirección, en un determinado sector productivo, corresponde necesariamente una variación en sentido opuesto en otro sector.
Ricardo comienza determinando el valor de las mercancías por medio de la cantidad de trabajo, pero no examina más allá el carácter de este trabajo. Su sustancia es el trabajo. Por lo tanto, son valor. Su tamaño difiere según contengan más o menos de esta sustancia.
El método de Ricardo es partir de la determinación de la magnitud del valor de la mercancía por medio del tiempo de trabajo y luego indagar si las restantes relaciones, las categorías económicas, contradicen esta determinación del valor o en qué medida la modifican.
La gran significación histórica de Ricardo consiste en haber expresado el contraste económico de las clases y en la economía captar la raíz de su lucha histórica y el proceso de su desarrollo.
En ninguna parte, sin embargo, Ricardo trata la plusvalía separándola y distinguiéndola de sus formas particulares de ganancia y renta. Por tanto, sus consideraciones sobre la composición orgánica del capital se limitan a las diferencias dictadas por los fisiócratas, en cuanto resultan del proceso de circulación (capital fijo y circulante), mientras que no toca las diferencias de composición orgánica dentro del proceso de producción.
De ahí su confusión entre valor y precio de costo, la teoría equivocada de la renta, las leyes equivocadas sobre las causas del aumento y la caída de la tasa de ganancia, etc. En realidad, la ganancia y la plusvalía sólo son idénticas en la medida en que el capital adelantado se identifica con el capital directamente gastado en salarios. Cuando hablamos de su teoría de la plusvalía, hablamos de su teoría de la ganancia, ya que la confunde con la plusvalía, por lo que considera la ganancia solo en referencia al capital variable. Es tan inherente a la naturaleza de la cosa que la plusvalía sólo puede ser tratada en referencia al capital variable que Ricardo trata todo el capital como capital variable y lo abstrae del capital constante, aunque ocasionalmente se menciona en forma de anticipos.
Independientemente de la confusión entre trabajo y capacidad de trabajo, Ricardo determina exactamente el valor del trabajo, que no está determinado por el dinero ni por los medios de subsistencia que recibe el trabajador, sino por el tiempo de trabajo que cuesta producirlos. Dado que el valor del trabajo está determinado por el valor de los medios de subsistencia necesarios en los que se gastará este valor; y el valor de las necesidades básicas, como el de todas las demás mercancías, está determinado por la cantidad de trabajo empleado en ellas, se sigue que el valor del trabajo es igual al valor de los medios de subsistencia, igual a la cantidad de trabajo empleado en estos.
Pero, a pesar de lo precisa que es esta fórmula, todavía no es suficiente. El trabajador individual, a cambio de su salario, no produce directamente los productos de los que vive, sino mercancías del valor de sus medios de subsistencia, por tanto, si consideramos su consumo medio diario el tiempo de trabajo que está contenido en sus cotidianos medios de subsistencia, constituye una parte de su jornada laboral. La mercancía producida durante esta parte de la jornada laboral tiene el mismo valor, es decir, es un tiempo de trabajo de la misma magnitud que el contenido en sus medios de subsistencia diarios. El tamaño de la parte de su jornada laboral dedicada a su reproducción de valor depende del valor de éstos (y por lo tanto de la productividad social del trabajo, no de la productividad de la rama específica en la que trabaja).
En el capitalismo el valor del trabajo es menor que el valor del producto que crea; el exceso del valor del producto sobre el valor del salario es igual a la plusvalía. Ricardo dice ganancia, pero aquí iguala ganancia con plusvalía. Para él es un hecho que el valor del producto es mayor que el valor del salario.
Cómo resulta esto, sigue siendo oscuro. Por lo tanto, se supone erróneamente que la magnitud de la jornada laboral total es fija y se derivan consecuencias erróneas.
El aumento o disminución de la plusvalía, por lo tanto, sólo puede explicarse por el aumento o disminución de la productividad del trabajo social que produce los medios de subsistencia. Es decir, solo se incluye la plusvalía relativa.
Si el trabajador necesitara todo su día para producir él sus propios medios de subsistencia no sería posible la plusvalía, por lo tanto, no habría producción capitalista ni trabajo asalariado. Para que esto exista, la productividad del trabajo social debe estar lo suficientemente desarrollada como para que haya algún excedente de la jornada laboral total sobre el tiempo de trabajo necesario para la reproducción de los salarios.
Pero, si con un tiempo de trabajo dado la productividad del trabajo puede ser muy diferente, incluso con una productividad dada el tiempo de trabajo puede ser muy diferente. Si se debe presuponer un cierto desarrollo de la productividad del trabajo para que exista plustrabajo, la mera posibilidad aún no crea su realidad. El trabajador debe ser obligado a trabajar más allá de esa magnitud, y esta restricción la ejerce el capital. Esto falta en Ricardo, y por ende la lucha por la determinación de la jornada normal de trabajo.
La teoría ricardiana de la ganancia se basa en la afirmación de que «las ganancias dependen de los salarios, los salarios a largo plazo del precio del trigo y de los bienes de primera necesidad, el precio del trigo y de los bienes de primera necesidad de la fertilidad de la última tierra cultivada».
De esta manera, la tasa de ganancia está determinada en última instancia por la proporción en que el producto de la peor tierra se divide entre capitalistas y trabajadores, y el papel decisivo de las ganancias agrícolas se justifica en Ricardo por el hecho de que, en la hipótesis simplificada en la cual todo el capital anticipado consiste en subsistencias, el sector agrícola está en condiciones de ser autosuficiente, mientras que los otros sectores deben emplear sus mercancías como capital.
Cultivar las peores tierras hace aumentar el precio del trigo porque es necesaria mayor cantidad de trabajo para producirlo; el aumento del precio del trigo hace aumentar los salarios monetarios porque los trabajadores todavía tienen que comprar la misma cantidad de mercancías para sobrevivir; como el precio de las mercancías industriales no aumenta, como no ha aumentado la cantidad de trabajo contenido en ellas, el aumento de los salarios en el sector manufacturero disminuye las ganancias del propio sector.
La teoría del desarrollo de Ricardo es un intento de explicar cómo las «proporciones en que se reparte todo el producto entre terratenientes, capitalistas y trabajadores» se modifican por la acumulación, factor determinante del desarrollo mismo pero que pone en marcha fuerzas capaces de frenar su ritmo, hasta anularlo.
En el próximo capítulo nos ocuparemos de la caída de la tasa de ganancia y, en consecuencia, de las crisis periódicas de sobreproducción.